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ESTUDIO Silvina Ocampo y sus nifias inquietantes En Argentina, en la década de los 60, se comienzan a gestar cambios en la LJ, se produce una y, dentro de este ‘movimiento, tiene mucha importancia la «narrativa femenina», con escritoras como Maria Elena Walsh, Laura Devetach 0 Ia silenciada Silvina Ocampo. En su produccién infantil destacan personajes femeninos que circulan por la ficcién haciendo cosas extraiias, desacralizando sus roles tradicionales: nifas rebeldes e inquietantes. 28 — CL217 s sabido gue a fines del cada de sesenta en el campo dele teratura info argentina iientan a gestase cambios y rptums, on mis razins seine en event el gar central que ocuparon en los relatos de {oS décads anteriores el lescionamisn- toy lameacién de putas cies y no. ‘nite Median procedimientos ceganos ‘ln iealzacién, eveitores como Alco Yunque, Constncio Vigo” Germin Berdias canonizaron figuras modi cas, pensadas para cea las condiciones de tna lect entifictv-emocioal (Sarlo, 1985), ' en un lector concebido: como ua esncaidad sien. Ls propuesta de omer eats matizes preuditeraia, evtorizand a aun. Hea literatura destinada alo ios ‘ene, leg de la mano de Mara lena Walsh quien «comets Ta oriinalidd> de deja que las palabras tren lai ciatvay eonstruyan textos chispeaies, Sutéoomos, grafts. Gracia ent taniobras relia, os nis e dss tren siendo ios: cai modelos de hem- bres; ventlocuos de ado» (Mon- ‘tes, 1999), * Desde ¢l espigdn podtico levantido or Wah cx eratira comienena de Finer su propio espacio cultural son fides mareas discursive, y admit sce monte a autores que se integra en el undo eimbslice de lo tos, se ‘ente que hubo condiciones objeivasen Tos aos sesenta —~opina Marla Adela Dine Renner aso el desarolismo sconémica y cl auge universitai Sientifco, pero también la impetnsa presencia de una narativa conselidaa {ue estaba modieando el univers = tor, para hacer posible exta aera y Cambiar el signo de las dzecclones fo edenss, conservadoras, populist 0 Progresso. Fc una suerte de ents Ao una hibridacin, defo cute y To 30- pular con sus ramalesy sus ajo, 05 hervaduras ys pliegues, fo que ioe fur una 2a de cultrizasion abe, entrabl, de claves propia." Pentro d esa narrative consolidaa a Ja que alde Dise Rénnerovupa unes- DrctoRndante, nese momento ana {iva femenina, Tato deade To ficial omo dese a exert, las década de Tor sesentay los stent muesfan ana fuerte preset de la mujer Foto dela autora, junto a dos dibujos suas 29 —_ CLI217 Se rata de una dob toma de posicin ituminadora, que ataviewa el camp li teu: ln de os textos enon por a fetes la detos textos destinado aa fi, ay nna ene oe ver on Taruptura de mies, inversion dof tari, la nstauragin de mves m= tics de sentido oe disocamiento del Tenguajereibdo, en pro de una nueva ‘ison de lo femetino, diferente de laa. nica infil generada en el sen de Culuras patiarales Hay” dos elatos paradigmatic en cua a ficionllaein de et fe nmeno ene campo de la itera far agenina Uno es La tore dec fe publiado en 1966 por Lara Devetich, que inaugura un compromiso Con ia ficciin itera, ano en ema ca como en procolimenios. El otra ex Hvtora de Rata (1977, dela misma dors en el que se dsc a a mer Gj opera su propio destino, congustan- dbosulderecho a vivir tl como loa ele- fic. Aungue tambien se podsa ir mis Ila lego de provoar un salt her tendo, ler en esta historia Ia con- Soldat de uoa rela: I de Ia ‘aur infant cons lector, una elacin Gs stable sin afin, preserva bie mata libertad yrspelando la toromis de cada uno ajo estas condiciones de produccién sessboca tna oa femening'y sng yas protagonists comenzan a insta: lars lnejer en un iugat diferent dt trode la nara ar fo infancia. Ela ‘or de Silvina Ocampo, que inclye en ie sereIterarin infant personas fe tines que atravisan as ones itancental division de generosy etc lar porta fcein shaciendo cots extn fhm: descralizando sus roles tac tales y provocando iacedumbre en el isco Nitas rebeldes La pottica que ered Silvina Ocampo ‘opera con el mamarracho genial, hecho cenlos mangenes de la hoja de la narra ‘va consagraday, * dice Elsa Drucaroff, ‘con Ia seguridad de estar hablando de una eseritora que se consttuye lteraria- mente en la paradoja, ya que mientras Ia critica jgnora o no comprende lo que es- cribe, ella va haciendo aparecer, despa cio y probablemente sin proponérselo, luna escritura impregnada de bisquedas, “obsesiones y artificios compositivos fe~ meninos. Una eseritura que se volverd insoslayable para comprender la produc- cidn de escritoras posteriores, porque fa- vorecerd apropiaciones creativas y oto gard legitimidad especifica a nuevas formas, que muchas escritoras —incluso sin conocer su obra fundadora—empe- zarén espontineamente a buscar a partir de los sesenta, Es que a través del lenguaje esta auto- ra logra construir una mirada mis feme- nina, esa perspectiva que aprovecha el lugar lateral desde donde observa, para ver algo que desde un lugar central no se ve, Por eso su mirada no es contundente sino vacilante y contradictoria, es mis bien un atisbo, un momento, «un ojo bizcon * que observa en una sociedad en la que las mujeres ya no son las que, ma- sivamente, se someten a los modelos ‘masculines que la cultura les oblig teriorizar, pero todavia no se totalmente de ellos. Silvina Ocampo es una escritora aipi- «ca, durante mucho tiempo excluida de la narrativa literaria argentina. Su marido, Adolfo Bioy Casares, dijo alguna vez que Ia critica no la habia entendido. Ciertamente la critica ignord, hasta fi nales de los achenta, Ia complejidad, el humor y la originalidad de 1a Ocampo. Parecida actitud «silenciosa» ha teni= do la critica para con su obra dedicada a los nos, de la cual muy pocos han ha- blado hasta ahora, seguramente, por la abismal distancia dialégica que Se esta blece entre estos relatos y el canon lite rario coneebido para la infancia, El cofre volante® El caballo alado’ y La naran- ja maravillosa * son sus coleeciones de Diaz Ronner afirma que los 16 cuen- tos que arman el libro titulado La na: ranja maravitfosa, constituyen «la poé- tica de la zozobra, de lo paradéjico», «que se aviva con la abundante presencia de la fantasia y de la magia. Son «cuen- tos para nfios 0 cuentos con nifios», que ‘no suponen un lector convencional en ‘busca de lo previsible sino uno dispues- toa internarse en un mundo de rupturas gue provoea desasosego, enojoo f- ‘Silvina Ocampo fe una eseritoraatipica, excluida durante mucho tiempo de la narrativa literaria argentina Hasta que Ocampo las instal6, no ha- bian circulado en la literatura infanti protegonistas tan inestables, tan extra- fas: sus nifia son feas pero inteligentes, lindss pero tartamudas, curiosas pero muy crueles, es decir, inquietantemente transgresoras del estereotipo femenino ue se venia configurando hasta ese mo- ‘mento en esta serie. En estas historias infantiles los perso- najes femeninos siempre son protag: nistas activos, significantes de una vida normal que en un punto se quiebra y da lugar a lo extraiio, lo maravilloso 0 lo fantéstico, como para demostrar la fra- gilidad de las reglas que rigen la exis- tencia humana, 30 =a CLI217 Claudia y Virginia, seres construidos ial6gicamente en 1a trama del cuento La naranja maravillosa, llevan esa vaci- lacién y esa contradiccién marcadas a fuego, En sus voces se entrecruzan y se reinscriben las voces de las heroinas de los cuentos elésicos, lamentindose por su fealdad y su destino de pobreza: «Claudia y Virginia estaban tristes: tuna porque era fea, Ia otra porque era desconfiads, No hacfan mas que lamen- tarse noche y dia, dia y noche, dela suer- te.» (p. 27) La leve tartamudez, padecida por un de las protagonistas se suma en esta ins fancia del dilogo, instaurando el primer distanciamiento parbdico del cuento. No sélo por el defecto, sino por el artificio verbal de presentarlo a tavés de la ex presién: chablaral “vesre"», que no per- fenece a la serie lexical del texto, y con su irrupeién inesperada provoca una e3- pecial coloratura lexical " que desem- boca en el humor. En la ubicacion espacial y temporal también se lee un quiebre con respecto a la tipica atemporalidad de los cuentos maravillosos, No estén estas niias en un idilico palacio, sino que a su alrededor se construye el espacio porteio, con nom- bres de barrios, de calles, de plazas, con trenes y coches de caballo que plantean ‘una absurda relacién con la realidad: Les parecié que estaban sofando {J Cuando llegaron a Constitucién ba- Jaron y obedeciendo las indicaciones del sguarda del tranvia subieron a un coche de plaza. Los caballos tenian cintas y plumas en las crines y cascabeles en las patas. El cochero las llevé una 0 dos cuadras, pero no tardé en darse cuenta de que no tenfan plata para pagarle y las hizo bajar al final de una calle donde ha- bia una larga escalinatay (La naranja maravillosa, p. 28). Alejadas de 1a maniquea separacién entre el bien y el mal, tipica de aquellos discursos, oscilan enire la caridad y la Inurla, entre la seguridad y la indecist durante el desarrollo de una trama dis ccursiva sencilla y gi, habilmente taba jada a través del lengua. Enella se van configurando los senti- dos de la incertidumbre que provoca lo fantastico en las subjetividades de am- bas protagonistas. Por eso, al recibir un telegrama del mago Chucuchucw con ‘una invitaeién para gozar de los dones de las naranjas maravillosas, que las ayudarian a revertir sus desventuras, pri- ‘mero se paralizan ante lo absurdo de la situacién, pero luego se deciden a probar suerte, Es aqui donde se marea la mayor dife- rencia entre estas nuevas heroinas del re~ lato infantil argentino y las de los cuen- tos clisicos, No solamente se construyen cen [a incertidumbre sino que, aqui, 0 ex- traiio aparece aligerado por el humor nde y no aleanza para inmovi- a Fo a | EE rN TBE! ALADO erat Ocampo lizarlas. Asi que dejan todo de lado y en- cearan activamente el desafio del «viaje cen busca de la felicidad, Comienzan a leerse mujeres que in- tentan romper la «seguridady de la espe- ra pasiva en el dmbito privado para ex- ponerse a la lucha activa en el ambito publico, Pero ia vacilacién insiste en reapare- ceer como una forma de afianzarse a tra vvés de los sujetos enunciativos que en este punto se confunden, recurso muy frecuente en la escritura de Silvina Ocampo, Claudia se apropia de la voz de su amiga para enumerar los «lobos» que acechan a las «nifias transgresorasy parodiando la preocupacién de Virginia 31 = CL217 {Si las naranjas estén en... vene~ nadas? Si es una broma y se rien de no- solras? {Si salimos en los diarios foto~ sgrafiadas, vietimas de una es... ta. tafa? {Si nos ponen en penitencia por salir so- fas con ese Chucuchucu? ;Si no encon- tramos la casa ni el barrio? {Si la en- contramos y al entrar nos corren los perros guardianes?» (La naranja mara- villosa, p. 28) Lo normal y lo sobrenatural Se genera entonces un enunciado po- lifonico en el que se advierte la lucha ideol6gica entre la voz de una sociedad hhegeménica que trata de conservar—pa- ra la mujer seguridades y certezas, y Ta vor deseentrada de sujetos femeni- nos que buscan su autodeterminacién, De alli deviene su interextualided, en- tendiendo con Kristeva que el texto li- terario es «un doble:eseritura-eetura, es una eseritura-réplia de ottos exto/S aus por su manera de escribir leyen- ol corpus literario anterior, el autor Vive en la historia y la sociedad se es- ceribe en el texto». * El entceruzamiento ya sofislado de lo amigico-maravilloso con lo fantisco, de To humoristico con lo absurdo, de apa- rentemente contemporineo con I> anti £240, consiruye aqut un modo de confi- yas cosas, que la llevaa la diseceion del ‘abjeto con impulsiva frialdad: «Sin vacilar Viviana puso a Ovillito sobre un escalén de piedra del jardin, se arrodill6 en el suelo y lo abrié'de arriba abajo con el cortaphimas» (p. 127). Si bien es cierto que la curiosidad en- tra dentro de! imaginario infantil, la ma nera de constituiria en este discurso lite rario hace que se la lea como una reaccién primitiva, desaforada, cruel, frente a la cual la niflano puede imponcr su voluntad. Se puede interpretar esto a la luz de las palabras de Andrea Ostrov {que opina que «la mujer que se permite guracién de sentidos que, sin duda, tener deseos propios y levarlos a cabo {nstaura también nuevos modos de leer y en los textos de Silvina Ocampo c1- Taliteratura para nifios de nuestro pais. _Trabajada, entonces, desde la amibiva- sino existen obsticulos para la realiza- ‘Otro tipo de tensidn es la que plantea —lencia, en la subjetividad de este perso- cin de los deseos— deja de ser mujer~ Ja protagonista del relato «Viviana, 1a naje se aloja una fuerte lucha entre sus angel para convertirse autométicamente ceuriosay, en La naranja maravllcsa..En sentimientos mas nobles—carifio y pro- en “monstruo"». " Asi, la protagon sta Su interior pugnan la inocencia de la ni- _teceién hacia una calandria dejuguete— rompe el equilibrio de lo previsible y, ery la crueldad la sujecién alanorma y su curiosidad desmesurada por cono- por un instante, se convierte en un ser yy su desvio extreme, erel mecanismo que gobierna los seres _perverso. Sin embargo, inmediatamen- Apuntes biograficos Silvina Ocampo nacié en Buenos Aires en 1903, Fue Ta menor de las seis hijas de Manel Sil Fue ut Silvino Ocampo y Ramona "Aguirre. Desde pequea estudio pintura yx moses ineinacio por la poesia, gracias ala marcadatradicion cultural SitTuraiay sla tayectora de su hermana Victoria Osarop, quien la vineulo mundo literario. En su juventud estu- ‘is Dibujo on Pals con Giorgio de Chirico y Fernand Léger En 1933, por medio de su amigo Jorge Luis Borges, conocié a Adolfo Bioy Casares, con quien se cas6 en 1940 y con quien vo a su nie hij, Mata, en 1984. ‘Suprimer libro de euentos fue Viale ovidado, en 1937, Le suoeden Autobiografia de Irene (1948); Las farasy otros cuen- {os (1959); Las iitadas (1961); El pecado moral antologta, 1966), ‘A su primera publicacin poticn,Enumeracn de [a paira (1942) —Prersio Municipal de Poesia, 142—, esigueron “Fopacion metricos Promo Municipal de Poesia, 1945, Sonetos del jarir (1947), Poemas de amor desesperao (1849) y Los nombres (1953). Incurioné con mucho éxito en el cuento a novela literatura fantistica, esresando ala poesia en 1962 con Lo amar- 17 pr dc en 1972 ce Aare eee, Lego pubes does de Beas een 1979 ya aoe Las re- secreto, en 1991. “Tambign se desernpend como raductora, especialmente dediada alos poetas ngesesy norteamercanos. Entre estos tt- ‘alos, se destac su traduecion de los poemas de Emily Dickinson, [En olahoracion con Adolfo Boy Casares esebio la novela policial Los que aman dian (1946). También en colaboraiéa con Bioy Casares y con Jorge Luis Borges, realzb la Anofoga de la literature fantistica en 1940, a segunda ediciin fumentadaen 19639 la Anologia dela poesia argentina (1946) En corspaia de Juan R. Wileockeseibi una obra de teatro en vers, Los raldores (1956). : Su obra a sido radveia a varios idiomas. Obtuvo mumerosos premio nacionales entre los que se destiean el Gran Pre~ io Nacional de Literatura en dos ocsiones, el Premio Nacional de Poesl, la Faja de Honor de a Sociedad Argentina ‘be Bseritoresy varios golardones municipales ‘Murs en Buenos Aitesen 1994 32 eiu217 te, su arrepentimiento Ia redime, reins- taurando el orden «normal» de un relate enel que coexiste lo ordinario con lo $0- brenatural, pues la gratificacién le lege de la mano de los pajaros, que la ayudar a ascender al cielo en busca del anima rmaltratado. ‘A medida que se avanza en la lecture del corpus, y tal como sucede en los ccuentos para adultos, se corrobora que también la narrativa infantil de Silvina ‘Ocampo esta poblada de nifias misterio- sas, inestables, ambiguas, que van cons- ‘ruyendo activamente pero con desaso- siego su identidad dentro de un mundo también inestable, en el que el juego de contrarios y la subversion del orden real son moneda corriente. Aqui no hay pa- radigmas femeninos gue marquen roles socialmente estereotipados, hay seres to talmente Gnicos y originales que no tie nen antecedentes en la tradiciOnliteraria argentina El salirse del lugar recomendable en el que socialmente fueron confinadas, con- Vierte a estas niias en criaturas extrava- gantes, que se permiten tener deseos ‘ropios y llevarlos obstinadamente aca- bo, auna costa de traspasar los bordes de En las historias infaniles de Ocampo, ios pervonajesfemeninos son protagonisias ‘activa; son fas pero imeligentes: lindas pero tartamudas:curiasas pero crueles. Ja realidad. Tal es el caso de Tcera, pro- tagonista del cuento que lleva su nom- ‘re, y se podria aplicar también ala co- leceién La naranja maravillosa. ‘Al comenzar la lectura de este relato, en el cual lo extrafo esti delineado ya desde el nombre propio, asistimos a la proliferacién descriptiva de elementos relacionados con el campo semintico de los juguetes, y especificamente de las, muftecas, cuya lectura, en un principio, induce a pensar el texto como una pi taen escena de la infancia de una nifia ‘convencional, Sin embargo, Ieera inter- pela al lector desprevenida desde una fuerte identidad que siente aversion por las mufiecas: ‘lcera consideraba las mufiecas como rivales; no las aceptaba ni de regalo; s6- lo querfa ocupar el lugar que ellas ocu- paban [...}> (p45). En cambio, desea obsesivamente las vestiduras y los objetos que las adornan cuando estan expuestas en cl escaparate de una jugucteria, donde ella las obser- vva dia a dia. No las desea para jugar ‘no para su uso personal, como estrategia 33 —— CLIS217 imprescindible en su afin de no crecer, de seguir siendo nifia siempre. ‘«Lo habitual se exacerba en compor- tamientos que lo vuelven anomalo, ex- plica Enrique Pezzoni ® en referencia a fsa oposicion binaria que se vuelve re- caurrente en los textos de Silvina Ocam- po. Ieera se convierte en una subjetivi- dad anémala en la cual la exageracion ceor:oe Ia normalidad de su comporta- ‘miento hasta el punto de hacerla apare- cer caricaturesca: cdcera pensé que al introducirse en esa caje no seguir retendo, pot ambién ppensé que se vengaba un poco de todas Jas mufiecas del mundo, quitindole a la _mas importante esa caja con puntilla de papel» (p. 50) Sin embargo, ella y quienes la rodean, tomran la situacién con tremenda natura lidsd, Jo cual produce mayor inguietud cen el lector, inerementando el efecto de incertidumbre, que se tensa ain mas ha- cciael final del relato cuando la protago- nista, ya adulta pero de pequeia estatu- ra, e8 ayudada por el dependiente de la jugueteria, Dario Cuerda, a introducirse cn la caja de una mufieca, como Sitimo intento de impedir su crecimiento. La nifia es eapaz de transformar el ‘mundo en la imagen de su deseo, es lo {que parece afirmar este relato. Aste ese poder, respeto absoluto, El deseo de no Cuentos dificiles iba 34 =a CLs217 ‘envejecer se extrapola al de no cr2cer, aunque se sabe que no es lo mismo. Asi Jo demuestran las desagradables arnugas, del rostro de Icera y las reflexiones, he- chas con desazn por Dario Cuert: ‘«jTantos nifios que se hacen los gran- des'y grandes que se hacen los nfs! [L.-Jime obsesiona la vejez, hasta los ni- Fos parecen viejos [...]> (p. 50). El t6pico de la eterna nifiez y su correlato, el tamafo, se configuran de diferentes modos en otros telatos de es- ‘a autora, llegando a su culminacién en «La raza inextinguible», en Cuentos compets en cl que It nize pre- sentada como el inico espacio posible de perfeccién y pureza, del cual so ex pulsados los impostores, los que se re- ducen o se caricaturizan para entrar ct a. Nos hemos puesto en guardia pare echarlos de nuestro circu, [..] Es ver dad que algunos, entre nosotros, airman que al reducimos, a lo largo del tiempo, nuestra visin dei mundo seré mas inti ‘ma y més humana» (p. 137). Los nifios son duetios ce un orden aut6- rnomo, con un tiempo y un fluir exzlusi- vos, frente al cual slo queda para los adultos Ia nostalgia de no poder accedet. jCuinta riqueza hay en este mundo! {Como aré para aprenderia?» (p. 154), ‘exclama la protagonista de «La lucecita», relato que cierra la coleccién La naranja ‘maravillosa: una nitia ciega en cuyos ojos hha encontrado morada permanente una luz prodigiosa, Confusion aparente de la nia, éxtasis intimo «Parecfa asustadh, pe- ro estaba contenta» (p. 154). Ta suya es Ia alegria de quien confir- ‘ma una certeza. Gracias a esa luz nueva y diferente ala del faro que ilumina las costas del lugar donde vive, ella ha des- cubierto una realidad que sélo era poéti- ceaen potencia, ya que estaba a la espera de una mirada que supiera transformar cl caos en orden, la dispersion en senti- do, Ver por primera vez es establecer —rteestablecer— el otto orden, smpen- sable para la ciega costumbre. ‘Nuevamente se percibe cémo los re- latos para nifios de Silvina Ocampo configuran, y lo siguen haciendo den- ‘EAD LOENO, NAAN NMRATOSA,ATAGUAGA, 188 tro del campo de Ia literatura infantil argentina, lectores predispuestos a ver por primera vez. O, al decir de Corta~ zar, «lectores dispuestos a aceptar lo inaceptable, a vivir en un estado per- manente de suspensién de la increduli- dad, a cruzar ciertos limites ¢ instalar- se en el territorio de “Io otro"», “sin que los aliente la promesa de recom- pensas, ni los intimide la amenaza de aventuras aleccionadoras. “'Maria Noemi Balbi cs lcenciada en Lenguas Modemas y Literatura por la Facultad de Ciencias de It Edacacion de la Universidad Nacional de Enire Rios, y profesora de Lengua, Literatura) Latin ene istnuto de Ensefanza Superior de a rand. Es responsable de acted de Lengua y de Seminario Taller de Literatura Infantil del Profe- sorado en Educacion inca de a Facultad de Hu- ‘manidades, Artes y Ciencias Sociales de la Uni- Yersidad Autonoma de Entre Rios. Gon st tabajo Silvina Ocampo y sus nis in- {quietantesy obtuvo el segundo premio en el T Concurso Graciela Cabal de ensayo crtico breve, fen 2005, conwocado pot la Asoetacion de LAT? sgentina ALA. 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