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52 ciencia nor planificado © esponténeo, buscado o sorpresi Vo, directo o indirecto, positivo 0 negativo, de diferente valor segin la posicién de quien lo mire. Un fenémeno de la magnitud de la expansién del cultivo de soja en la Argentina, que, ademés, se pro- dujo a gran velocidad, no podia dejar de afectar a le sociedad, tanto en el émbito.local 0 regional como en el nacional. Lo mismo que para cualquier cues- tién social, en la medida en que se vaya més alld de la descripcién y exposicién de datos {y aun eso seria discutible), toda evaluacién resulta afectada por el marco ideoldgico que se utile. Por ejemplo, en el caso de la soja, la evidente concentracién de las explotaciones que ha resultado del proceso puede ser mirada por algunos como una catéstrofe social, y por otros como una consecuencia positiva y nece- saria de la modernizacién econémica. La expansién de la agricultura en general, y de la soja en particular, generé en la sociedad argentina un notable intercambio de opiniones sobre sus ventajas yy desventajas. Entre los temas discutidos se encontré su impacto social, El debste tendié a polsrizarse entre los que exaltaron las consecuencias negativas y los que destacaron las virtudes, unos y otros, casi siempre, de manera exagerada. El propésito de este articulo es brindar una visidn lo més clara posible de los efectos sociales que se produjeron, y adelantar algunas de las posibles interpretaciones, que los lec: tores podrén aceptar, rechazer 0 complamentar. El articulo enfocara dos aspectos. En primer lugar, los T= ‘cambio productive tiene un efecto social, 19 Efectos sociales de los cambios en la agricultura Carlos E Reboratt Faeulad de Agronomia, UBA efectos direotos @ indirectos sobre los diferentes actores sociales, Debido a las diferencias notables de estructura social y agraria entre la region pampeana yel norte argentino, el analisis se haré por separado para cade regién. En segundo lugar, y més breve- mente, la reacci6n de Ia opinién publics. La expansion de un nuevo cultivo =y mucho més ‘cuando el proceso es répido y amplio~ genere y a la vez se apoya en un cambio de lo que podriamos lla mar la estructura agraria de una regién, que incluye aspectos como el marco ambiental, el uso del suelo, el tamatio de las explotaciones, la tenencia de la tie ra, la poblecién ocupada directa e inditectamente por la actividad agraria, la tecnologia utilizada y lo organizacién del territorio. La transformacién de la estructura agraria, @ su vez, impulsa los cambios sociales, por lo que resulta imposible hablar de estos sin hacer referencia a aquella. En la regién pampeana (provincias de Buenos Aires, sur de Santa Fe y Cordoba, La Pampa y Entre Rios), el primer cambio que llama la atencién es el experimentado por los productores agropecuarios, los actores sociales directamente relacionados con le produccién de soja. Entre estos tomaron preemi nencia las grandes (en términos relatives al sector) empresas, parte de una compleja cadena de pro: duccién agroslimentaria, aunque también intervi niieron empresas medianas. Para las tres provincias pempeanas més representativas de la regién (Bui nos Aires, Cérdoba y Santa Fe), el censo agropecua- rio de 2002 indicé que el 46% de los cultivos oleagt- ‘nosos (de los cuales la mayor parte era soja) provino de unidades de rhs de 1000ha, y el 41% de estable- cimientos de entre 200ha y 1000 ha. La tipica franja de chacareros pampeanos, ubicada entre les 100ha y 200ha por establecimiento, solo cultivd el 6% del total. Ante estos datos, algunos autores indicaron ue el pais se estaba incorporando al modelo global de la moderna industria agroalimentaria, 1a agribusi- ness, en el cual las grandes empresas proveedoras de biotecnologia.y. granos marcan el compas de la produccién y dan escaso margen de maniobra a los Propios productores agricolas. Estos solo resuttan tun eslab6n disperso de relativa debilidad en una cadena dominada por los estabones econémicamen: te més fuertes. Como consecuencia, se produciria tuna concentracién de ingresos y una pérdide de autonomia de las decisiones, tanto individuales como colectivas, y, finaimente, un efecto de exclu sidn social de los productores que no pudiesen entrar en el sistema. Por otro lado, los voceros de le actividad indicaron que el predominio de la gran empresa es, simplemente, una caracteristica propia de la modernizacién agraria, y subrayaron que, antes que preocuparse por eso, hay que advertir la apari cién de una cadena de valor alrededor de la soja, que Pondria a la agricultura a la altura de otros sectores de la economia en cuanto a su capacidad de generar riqueza y trabajo, y, por ende, de afectar positiva- mente a la sociedad, Es posible que el proceso esté a mitad de cami- no entre estas posiciones polares. Por una parte, es verdad que la soja esté incluida en una cadena agro- alimentaria en la que los intereses intertiaconales son importantes (después de todo, la soja es un pro ducto cada vez mas caracteristico del mercado inter nacional). Por otra parte, también es verdad que los productores no resultan necesariamente atados de pies y manos ante el capital internacional, ya que tendrian suficiente tamafio e independencia como para tomar decisiones propias. (La utilizacién masi- va de semillas producidas fuera del control de las compafias multinacionales lo demuestra, @ indica también, dicho sea de paso, bastante escaso epego a las normas de propiedad intelectual.) Ademds, el estado puede regular las relaciones entre las gran des multinacionales y los productores (sin entrar a juzgar cémo esté actuando en estos momentos). Una presencia activa del estado no significaria que los productores se desentendiesen de! asunto y no defendieran sus intereses, lo que muchos tendrian que hacer, incluso, en los foros internacionales, Para evitar que la soja tenga indeseados efectos negati- vos de gran escala en el mediano plazo, es posible ‘que convenga partir de la posicién de fuerza en que se ve el pais, simplemente por ser uno de los princi- pales exportadores de la oleaginosa en un mercado fen expansién. Adopter el modelo de gran empresa para le pro- duccién agropecuaria significa que, por la tecrologia vowuwen 18 wa wuwo-suui, 2008) 53 54 adoptada y el capital necesario para llevarla adelan- te, las superficies cultivadas deban alejarse bastante de los tamafios usvales de los predios agrarios pam- peanos. El crecimiento del cultivo de la soja produjo, fen efecto, una concentracién, sino en la propiedad de la tierra, en su uso, lo que posiblemente sea menos dramético, Esta concentracién de la tierra en menos manos, sin embargo, fue sefalada repetida: mente como una consecuencia social negativa, al apartar a la estructura agraria pampeana del tradicio- nal predominio del pequeio y mediano productor. La rapidez con que se produjo esa concentracién se debe @ la singular caracteristca de a produccién de soja, que combina varios tipos de tenencia, como son propiedad, arriendo y aparceria. Esto puede explicar, en parte, la disminucién del nimero de uni: dades de produecién que se advierte comparando los censos agropecuarios de 1988 y 2002: en el segundo se registraron 100,000 explotaciones menos que en el ‘otro, una reduccién a poco menos de la mitad. Pero fs posible que buena parte de los productores des: plazados haya mantenido la propiedad de tierra y la haye arrendado a quienes la exolotaron. Tal decisién, teniendo en cuenta el buen precio de los arrends: mientos, no dejé de ser racioral para un productor que no queria desprenderse de su capital en tierras. El arriondo en zona buena para soja de le regién pampeana es una operacin que se hace normal: mente teniendo en cuenta el r2ndimiento potencial del cultivo, De este modo, se fija entre ambas partes el pago del equivalente del precio de cierta cantidad de quintales (una combinacién entre arriendo y aparceria, donde el riesgo compartido no esté en el endimiento sino en Ia oscilacién del precio). El valor se ubica entre los 12 y 16 quintales por hecté rea, lo que en momentos de mayor precio significan alrededor de $900 por hectarea anusles y, con pre cios mas cercanos a los promedios histéricos, poco mas de $500. Si pensamias en un propietario de 100 hectdreas que no quiere desprenderse de su tierra y decide arrendar, eso significa un ingreso anual de entre $50,000 y $90,000 (o US$16.000 y 30.0001, lo Alimentos genéticamente modificados y salud humana: jla comida de Frankenstein? cual lo ubicaria en el 10% de la poblacién de mayo- res ingresos del pais. De los 36.800 productores de entre 100 y 200 hectéreas que habia en 1988, 14 afos mas tarde quedaban 24,500. Por otra parte, los pro- ductores que hubiesen decidido vender su tierra, hubieran podido obtener precios de 2500 déiares por hectérea o mas (segiin calidad y ubicacién), por Jo que la venta de dicho predio de cien hectéreas (pequetio en términos de soja) hubiera redituado un capital de por o menos US$250.000, Tal desplaza- miento de pequefios productores pampeanos por la soja no significaria, en todo caso, una expulsién ‘que deja a quien abandons las tareas agropecuarias en la miseria, sino un paso més en el proceso de urbanizacién de la sociedad pampeana que se cons- tata desde hace afos. Si el negocio de la soja no ha sido para cual- quiera, seria dificil decir que, por lo menos en la region pampeana, exciuyé a quienes no tomaron ‘esa opcién. En todo caso, no tomaron la decisién de ‘emprender lo que fue un muy buen negocio, pero a a Ce 1947 3170 7960 2362 306. 255 970 7919) —a3 “187 19807 2aT7 % cr o9i 1659) 35 75. 2007 1a, 227 7 Fuente: Conese naioaies de pac “abe. Poblaién rural ol region pampesns (en miles) nada les impidié seguir con sus produeciones ante- riores. Hay que recordar que los productores pam peanos, después de todo, san capitalistas que viven en una sociedad capitalista, y que por ende buscan el mayor y mas ripide beneficio. Si elo los lleva a dar en arrendamiento o vender sus campos para aprovechar el impetu de 1a soja, no es algo que wmio-suuie, 408) BS 56 ciewcia nov Cincet on seein, salga de sus opciones racionales, aunque parezca luna decisién dramatica 0 contraproducente por otras razones. Habria que reconocer que los pro- ductores pampeanos tienen derecho (y tendencia) ¢ actuar inteligentemente y no como simples mario- netas de un sistema superior. La concentracién de tiarras en menos manos fue un proceso cierto y objetivamente mensurable, Entre 1988 y 2002, hubo en la regin pampeana un ‘aumento del tamafio medio de los establecimientos do 375ha 776ha y una disminucién de la participa: cién de los productores de menos de 200ha del 12,6% al 6.6% del total de superficie ocupada, Las consecuencias sociales del fenémeno son percibi- das de menera distinta, Resultan negativas para una visi6n ‘ruralista’ de! campo pampeano, que prefiere que las decisiones de produccién estén en manos de muchas empresas, idealmente de familias que viven en el campo. Pero son positivas para una con cepcién de la produccién agraria como una activi dad capitalista, con economias de escala y estructu ra empresarial que separa la propiedad det capital de decisiones profesionales tomadas en los centros urbanos. Ya desde antes de la aparicién fulgurante de la soja, se habia podido constatar en el agro pampeano cémo muchas de las empresas agrope- cuarias reemplazaban la gestion familiar por une profesional, aun cuando continuaran siendo empre- sas de familie por la propiedad del capital. Otro efecto social que se menciona con frecuen- cia es el producido por la decadencia relativa de algu- nas actividades rurales pampeanas, come la produc- cién de leche, y que su reemplazo por la soja impli- ‘carla menas mano de obra empleada y trasiado de la poblacién desocupada a oto lado. En este caso habria que analizar si, efectivamente, se trata det reemplazo de tambos por soja, o si es la evolucién propia de la produccién tambera, que también se estaria moviendo hacia explotaciones mayores y mas tecnificadas, Si este fuere el caso, no habria que enfocar a la soja sino @ los rasgos propios de la pro- duccién tambera (0 alguna ota, si fuera del caso) en un mundo globalizado. Muchas veces 12 soja ha puesto en descubierto problenas subyacentes en ol agro que no necesariamente deberien adjudicarse a la expansién de su cultivo. Asi, con frecuencia se he sefialado que ia soja activé el éxodo rural. En realidad, hace més de medio siglo que la regién pampeana viene ‘expulsando’ (para seguir con el uso de este término algo melo- dramético) poblacién rural, par los sucesivos pasos de modernizacién y de la produccién agropecuaria, La emigracién rural se debié a la combinacién de muchos factores: la desaparic 6n del pequefio chaca: rero arrendatario, la mecanizacién de las tareas agri- colas, la difusion de las ventajas de la vida urbana (como empleo, educacién, salud, esparcimiento} por la educacién y las comunicaciones masivas, la con: veniencia de no fragmentar campos divididos por herencia y otros. La rgejora en los transportes hizo ‘que muchos productores medianos y pequenos optaran por vivir en las ciudedes cercanas 2 sus pre dios, sin dejar de trabajar en ellos. La urbanizacién, del campo, muy evidemte en la regién pampeana tendié a borrar los limites entre lo urbano y lo rural Hoy la Argentine es un pals esencialmente urbano, ya que cerca del 90% de la roblacidn vive en agio: merados urbanos de mas de 2000 habitantes. Este es Un proceso irreversible y no necesariamente malo. La tabla 1 proporciona las cif'as que permiten com: prender la escala y los aleances del fenémeno. La ragién pampeana viene perdiendo poblacién casi constantemente, pero el niimero de ernigrantes fue disminuyendo. En el periodo 1991-2001, en pleno auge de la soja, perdié menos poblacién que en el ecenio anterior. Ello no permite concluir que la soja retuvo poblacién rural en la regién pampeana, pero por lo menos indica que no fue una clara causa de despoblacién. Bajo reserva de realizar estudios més profundos sobre el tema, se podria decir que le soja ro frend el éxodo rural y, posiblemente, lo aceleré, pero no se la puede culpar de haberio iniciado. La otra cara de le moneda es que la soja produ: jo una notable bonanza econémica en los pueblos y cludades de la regién, que se extendié por la cade: na agroindustrial y de servicios relacionados. EI desplazamiento de los chacareros que no alcanza- ban la escala requerida para producir soja y deci: dieron arrendar o vender sus campos aliment6 esta reactivacién urbana con su capacidad de gasto ‘generado por las ganancias de la soja. Por su escela y sus caracteristicas, la expansién de la soja produjo uns concentracién de ingresos, proceso no diferente, por otra parte, del que ocasio: raron otras actividades econémicas del pais en los Ultimos quince afios. Desde ese punto de vista, Ia s0ja no ha ayudado ala buena distribucién del ingre- so, Se argumenta que tal concentracién de ta rique- za, propia de esta etapa de expansidn cepitalista ‘agratia, es negativa en simisma y, ala ver, achica los mercados de trabajo. Pero también se indica que se han redistribuido ingresos por la via de la ampliacion ¥ teactivacién de la cadena de actividades ligadas 2 la produccién de soja (semilleros, aceiteras, fabricas de maquinaria agricola, servicios relacionados, et.), algo que, ademas, amplia el mercado de trabajo. La produecién misma de soja es mds intensiva en el uso de capital y tecnologia que de mano de obra: acorde con los cambios acaecidos en los ultimos decenios en toda la produccién agricola extensiva, emplea aca mano de obra y precominantemente muy capa citade, por lo cual seria poco realista pensar que ten dria efectos positives sobre el empleo directo. Los podria tener, sin duda, sobre el empleo indirecto, en otras ramas de la economia, aunque esto también requiere un andlisis culdadoso, pues la soja es parte de una cadenaagroindustrial en la que practicamen- te todos los eslabones tienen las mismas caracteris- ticas, es decir, son intensivas en capital y tecnologia con relacién a la mano de obra. Ademés, el empleo Indireeto generado no necesariamente capta en lo inmediato al trabajedor rural desplazado, pues puede no haber coincidencia geogrdfica estricta entre unos ¥ otros puestas de trabajo, para no mencionar pro- blemeas de calificaciones laborales diferentes. La expansién de la soja en el norte del pais (norte de Santa Fe y Cérdoba, Chaco, Formosa, Santiago del Estero, Tucuman, Salta y Jujuy) fue resultado directo del proceso pampeano, porque el éxito del producto ocasioné all un alza en los precios de late fra, lo que llevé a grandes productores a buscar tie- tras mas baratas, aunque tuviesen mayores dificulta- des de manejo y fuesen més propensas a la degra- dacidn. Le aplicacién, sin la adaptacién necesaria, de tun modelo pampeano de produccién tal ver sea la parte mas débil de esta expansion a tierras més &ri- das, pero también los efectos sociales han sido dis- tintos, debido a que la estructura agrariainicial era totalmente diferente de la pampeana y el impacto rolativo de Is expansién fue mayor. Si kien el cultivo de soja en el norte del pais no ocupa una alta pro- porcién de la superficie, el efecto de su expansién sobre la relativamente reducida econcmia agricola regional fue proporcionaimente mucho mayor. La ‘expansion de los oleaginosos significd un 27% de aumento de le superficie total implantada en el noroeste, mientras que en la regién pampeana solo llegé al 10%. Por otra parte, el modelo centrado en la gran empresa se exacerbé en el caso del noroeste. Mas del 23% de la produccién de soja de Santa Fe, principalmente concentrada en el drea rampeana del sur de la provincia, se hace en predics menores a 200ha, mientras que en Santiago del Estero solo 1.4% de la produccién viene de tales predios. En el norte, la soja impuls6 estructuras agrarias profunda- mente polarizadas entre grandes latifundios y muy pequefios minifundias explotados por campesinos, con los consiguientes conflictos sociales, En el Chaco, la estructura agraria original se caracterizaba por ser una mezcla de pequefios y medianos productores de algodén, madisnos agri- cultores de maiz y girasol y medianos y grandes genaderos vacunos, distribuidos segtin las caracte- tisticas ambientales de cada lugar. Aunque (otra vez) se8 necesario analizar con mas profuncidad el tema, no parece que la expansién de la soja se hubiera pro- ducido en detrimento de los minifundistas algodone- ros, que fueron el histérico centro de las crisis socia- les chaquefas. Hay que tener en cuenta que para un productor de soja es sunamente complicado arren- der o comprar un gran limero de pequefias parcelas (los minifundios algadoneras tienen alrededor de 10ha a 20ha}, normalmente con suelos egotados 0 de muy baja productividad después de muchos afios de monocultive, y ademés salpicadas de alambrados, viviendas, galpones, molinos, eicétera, que es nece- sario eliminar para la produccién extensiva de soja, Resulta mds fécil y conveniente arrendar 0 comprar predios de mayor tamafio, como son los medianos y ‘grandes utilzados para maiz, girasol o ganaderia. El sector algadonero del Chaco ha sido clésica- mente uno de fuertes conflicts sociales. En situa- ciones de sobrepraduccién y de baja de precios, las crisis produjeron una verdadera expulsién masiva or) 2 58 ciencia nor de poblacién. Asi, en el periodo intercensal 1947- 11960, e! Chaco perdié poblacién en términos abso- lutos, pues emigré un numero mayor que el saldo del crecimiento vegetativo del periodo. Es dificil pensar que |a expansién de la soja produzca una cri- sis semejante. Si esta sucediese, seria mucho mas consecuencia de los fluctuantes precios del algodén y de la disminucién de los rendimientos de este cul- tivo, que de otra cosa, Por otra parte, buena parte de los campos dedicados a soja estaban total o par- cialmente cubiertos por bosques y pastizales, en diferente estado de degradacién. Por ello, y porque el medio natural chaquefio es muy diferente del pampeano, se puede concluir que Ia expansién de la soje en el Chaco ocasionaré trastornos ambienta- les mucho mas que sociales, lo que no quiere decir que, en otra escala, esas dimensiones no coincidan. En Santiago del Estero la situaci6n es diferente. La soje llegé desde dos frentes: uno fue el avanco de los cultivos de la regidn pampeana y del Chaco, ue se extendieron sobre el este de Ia provincia. El ‘otro fue la continuacién, en el noroeste santiague- fio, de la agricultura de Salta y Tucumén. La pre- sencie de un importante numero de campesinos dedicados a la pequefis ganaderia en campos fisca- les generé un conflicto por la tierra entre estos y les grandes compafilas sojeras, que atrajo mucha publicidad, en el que ambos sectores apelaron més a la tetdrica que @ la informacién. En Santiago del Estero, asi como en todo el noroeste, Ia situacién original se caracterizaba, nuevamente, por una estructura agraria socialmente muy polerizada, dife- rente de la de Ia regién pampeana. En adicién, tres factores incrementaban la posibilidad de conflict: la existencia de vastos campos fiscales, la tenencia precaria de la tierra por parte de grupos campesi- ros y la disponibilidad de grandes extensiones sin desmonter potencialmente aptas para le agricultu- ra, El ukimo plantea sobre todo una cuestién ambiental, pero las caracteristicas de la discusién le agregan también une dimensién social En Tucuman y Salta le soja ocupé una franj rela: tivamente estrecha ubicada en su zona este, entre el pie de las estribaciones andinas y la llanura chaque: fia, con precipitaciones anuales suficientes para per: mitir la produccién de secano con razonable proba bilidad de éxito, aunque las lluvias varian de un affo para otro y disminuyen de oeste a este. Algunas de las caracteristicas de Santiago del Estero se repiten ten estas provincias, y, en Salta, se agrega la presen- cia de poblaciones indigenas, muchas veces en situs- ciones conflictivas por la posesién de la tierra. En el noroeste el impacto social de la soja adqul Fié mucha més fuerza que en la regién pampeana, porque produjo el choque de dos formas producti vas ~casi se podria decir de dos formas de vida~ que las circunstancias volvieron antagénicas: pequefios productores criollos @ indigenas enfrentados con grandes empresas. Ambos grupos compiten por el mismo espacio con fines diferentes. En un caso se trate de economias de subsistencia, de muy peque- fia escala y con fuerte apoyo en Ie recoleccion de recursos naturales del monte; en el otro se trata de economias capitalistas para las cuales el bosque es un obstéculo. Practicamente no existen en el noro- este los productores medianos, de tradicién agrico- la, que forman la trama social de ls produccién pampesna. Por ello, ol imgacto de Ia llegade de Is soja fue mucho mas brusco. Para complicar la situ: cidn, ni el estado nacional ni los estados provincia- les exteriorizaron una posisién clara. La discusién, en la que terciaron asociaciones ecologistas, grupos politicas y entidades sociales de diverso tipo, se hizo cada vez mas enredads y polarizada. En tal discusién, resulta dificil separar los hechos de las opiniones. Un caso notorio de debate confuso @ inconsecuente se produjo por la decision det gobierno saltefo de liberar pera el cultivo una reser- va forestal en la zona de Pizarro, que, ademas de tener ese status juridico en el Ambito provincial, estaba parcialmente ocupaca por pequefios ganade- 108 criollos y wichis, una de las etnias indigenas. El tono de la argumentacién, canto de los productores {que hicieron publica su posicién como de las aso- ciaciones indigenistas y ecologistas, con tendencia a caer en el fundamentalisme, dio poco lugar para un debate serio y profundo. Si sien la mayor parte de la discusién se centré alrededor de los efectos ambien- tales del desmonte, qued6 desdibujado el hecho de ue el desalojo de los pobladores de esa extension de monte, ocupantes de tierras fiscales 0 privadas, significaria privarlos de sus medios de subsistencia, basados en le recoleccién yls pequefia ganaderis, y entorpecer los esfuerzos de grupos aborigenes que tratan de mantener su cultura y su forma de vida. No se traté en estos casos de un desplazamiento relativamente racional de poblacién entre actividades productivas y formas de procurarse el sustento, como s€ produjo en la regién pampeana. Mas bien se traté de una real expulsién, dado que los campesinos y los indigenas, eternos marginados del campo, no tienen, la menor oportunidad de scoplarse al proceso, ni ‘como productores ni como asalariados ni como ven- dedores de su tierra (porque no es formalmente de ellos). Es posible, sin embargo, que en el noroeste haya todavia suficiente tierra privads y publica como para que convivan la gren empress agricola, los pequefios productores, los indigenes y las éreas de conservacién, Pero esto recueriria una planificacién territorial por parte del estaco, cosa que no existe. La expansién de la soja en el noroeste se ha transforma do en una metéfora del conficto entre dos paises aad diferentes, que parecen no poder convivir. Una diferencia adicional con el caso pampeano, es que en el noroeste la soja tuvo escasa repercu- sin regional, pues su economia termina esencial- mente dentro de las grandes companias y no gene- ra una demanda local de servicios e insumos (que vienen, precisamente, de la pampa himeda). No se produce, pues, un efecto de derrame econémico sobre los centros urbanos locales, la concentracién del ingreso se acentua en vez de atenuarse y las diferencias sociales aumentan, ‘Ademés de los efectos aconémicos y sociales sefalados, directos 0 indirectos, la expansién del cultivo de soja tuvo una inusual repercusién puli- 3, pocas veces alcanzada en la historia reciente del pais. Las discusiones giraron en torno a las ventajas y desventajss econdmicas y agronémicas del monocultivo, la repercusién ambiental de una agri- cultura que no rote con ganaderia, el desamperio de la gran empress agricola, la conformacién de cade- ras agroindustriales, el uso de semillas transgéni- cas, el desmonte, los efectos sociales y econémicos ten el resto de la sociedad, le fragilidad de los pre cios internacionales, los impuestos (retenciones) la expartacién, etcétera. Précticamente todos los dies aparece alguna noticia on los principales perié- dios relacionads con la soja. Por lo general, las opi- niones se polarizan en dos posiciones antiteticas: @ favor de la soja, sostenidas por quienes apoysn el proceso y resaltan sus beneficios, y en contra de ella, manifestadas por los que solo encuentran efec- tos negatives. Por desgracia, poco lugar han tenido ten el debate las posiciones intermedias. La corriente prosoja es mas compacta y tiene un mejor acceso a los medios de comunicacién, sobre todo a los suplementos rurales de los diarios de cir culacién nacional. Adhieren a esta corriente las socio: dades de agricultores, las asociaciones propulsoras de tecnologias ambientalmente poco agresivas (como la labranza minima o la siembra directa) y las grandes compatias semilleras y agroquimicas. El grupo antisoja es més disperso y tiende a congregar- 2 alrededor de temas especificas, como los ambien- tales y los sociales, que no tienen mucho en comin. Esté formado por diferentes tipos de asociaciones, de les que, tal ver, la més notoria sea Greenpeace, una entidad ecologista internacional que, como suele ser su préctica, no se interesa mucho por los problemas sociales. De estos se ocupan las asociaciones regio- nales de campesinos, los movimientos indigenistas, diferentes iglesias, desprendimientos de partidos politicos y asociaciones de pequefios productores. Su acceso @ los medios de comunicacién es limitado y espordiica, y se concentran mucho mas en una difu- sién por otros medios, como internet. En la dispute, el primer grupo corre con dos ven- I 60 cieness wor tejae: lamar Ia atencién sobre un proceso econémi- co muy exitoso (lo que no deja de tener importancia ‘en un pals con pocos logros para mostrar), y poseer rocurses econémices que le dan acceso facil a tos medios de comunicacién masiva. El segundo grupo, que por lo general muestra una cara mas humaniza- dda y menos tecnocrética, tiene Ia gran desventaja de no poder defender una alternativa que no sea Ia eli- minacién del cultive de soja, lo que para le mayor parte de la gente es muy dificil de aceptar. ilidad deios sistem: Ata oe eterinaria, Bc sn weed community: % Fcutorathisles and crop El gran ausente en todo esto es el estado, que podria mediar entre uno y otro grupo, ecercar posi- ciones y difundir informacién. Tal vez el hecho de recaudar una apreciable cantidad de dinero por las retenciones @ la exportacién lo ponga en una situs- cién de juez y parte, que el sistema politico no encuentra cémo manejar. ‘Como se desprende de todo loanterior, el proceso de expansién sojera no tiene las caracteristicas de homoge- reidad que permitieran sacar conclusiones universal- sete ee 4 wont | | | Carlos EReborat ears on gegata UA. nastgaer ‘sega, CONICET, Dost on BA YenlaUN do Cieoba ‘neortBaretcom ar mente vélidas con respecto a su repercusién social. Dado que en la regién pampeana es un proceso de cam- bio de uso del suelo antes que uno de expansién fisica, es poco probable que esto tenga realmente una reper- cusién social apreciable. Diferente es el caso en el noro- este, donde sino media una intervencién inteligente del- estado, todo indica que los conflctos sociales van a cre- cer y expandirse, Como en toda monarquia, el reinado de la soja incluye favoritos y marginados, cortesanos corruptas y nobles bandoleros. a syne the in igs Inteinatignalsioug Beare PTS i VIGLIZZO £, PORDOMINGO'A, CASTRO. MY. SSCERTORAE.2002,, | ai n < spesadilat, Ciencia He ViLA-AIUB M1899) or -biddiversidad:'su- rela * de la natucaleza’;Ciencia‘e avestigacion, = BQIB2B Ra aarag nts ae _ WORSTERDD, 1990, Traiisfounstionsiof the =; « Earth:towards an agroecological perpsectve inhistory’, The Jounal of American History. 76, 41087-1108, March eee VOLUMEN 5 W* 87 WuMtO-JULIO, 2906) 61

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