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Constante étnico-política
La religión informa la vida social y cultural de los pueblos; esta, a su vez, afecta a la religión.
La influencia reciproca entre religión y sociedad en sus múltiples aspectos resalta en las
religiones que podemos denominar étno-políticas, frecuentes en los pueblos Cristianos.
Como cada gens, cada fratría, curia entre los romanos, tenia de ordinario su divinidad, su
sacerdocio, unos ritos religiosos y un cementerio comunes, un tribunal, un gobierno. Lo
mismo en las momós o distritos egipcios.
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El origen de la religión esta en el origen mismo del hombre. El hombre es por naturaleza un
animal racional, religioso. Desde el mismo instante en que aparece la religión. Trastornado por
el pecado, el plan de Dios y pérdida la revelación primitiva, la religión se desarrolló más o
menos con matices telúricos o celestes.
Naturalmente, los hombres se relacionan con los dioses en cuanto individuo. Pero lo
especifico de estas religiones, a si como de su sacerdocio y culto oficiales, es su naturaleza y
destino étnico-políticos.
En estas religiones se pone un culto no solo individual sino social. Por tanto esta impronta
étnico-política explica que los pecados individuales, carecen de matiz teológico-moral del
término “pecado”, y esto afecta el bienestar nacional. Cada objeto y rito religioso queda
convertido en valor político.
El fin de los actos cultuales es naturalmente dar culto a la divinidad, pero el cumplimiento de
los deberes con la divinidad revierte en beneficio del Estado, del bien común nacional;
beneficia a los particulares a condición de que posean el titulo de ciudadanos. Esta politización
de lo religioso, que en gran medida eclipsa al individuo, contribuye a explicar el ritualismo en
que suele caer su sacerdocio.
Pragmatismo religioso
Toda religión étnico-política, en cuanto tal, vive y practica la religación de los individuos con
la divinidad como si se tratara de un negocio colectivo. En cambio, la observancia, auque
fuera exclusivamente ritual y externa, atraía la bendición divina sobre la tribu o el pueblo.
Cuando el cristianismo consiguió implantarse con consistencia en el Imperio, los defensores
de la religión romana pagana, como Símaco (s. IV), afirmarán la igualdad de todas las
religiones como caminos conducentes a la cima divina. Por eso y el triunfo político de Roma
durante el periodo de esplendor de su religión pedirán que al menos se acepten en plano de
igualdad sus ritos y sacerdocio con los del cristianismo. Naturalmente esta concepción
pragmática ahonda más en la mente popular y hasta se vuelve peligrosa en tiempos de
inestabilidad o de guerra. Ofender entonces a los dioses es una traición a la patria. Tenemos a
así el fenómeno según el cual las vicisitudes de los mortales: victoria, derrota, paz,
prosperidad, opresión, son un reflejo de los que acontece entre los dioses de cada pueblo.
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consubstanciación entre religión y nación explica el fundamento teocrático del Estado y de la
organización social. La suprema jerarquía de la nación goza de carácter divino.
Las religiones étnico-políticas rendían culto a dioses de influjo más o menos amplio, pero
siempre adscrito al grupo étnico-político: familia, clan, tribu, nación. Algunas veces superados
esos grupos étnico-políticos y sus religiones por una entidad superior: el Imperio, como el
romano o el inca, por la reducción de varias naciones a una unidad política superior. Estos
buscaban un respaldo religioso no de tipo familiar o nacional, sino universal. Por eso tratan de
organizar la unificación e sus dominios en torno al celeste Sol incus y al terrestre Sol inuictus
imperator, representante y reflejo de aquel.
En Japón hasta el final de la segunda guerra mundial, el emperador era considerado como el
sucesor del primer poblador de las islas niponas. A pesar de la degradación del sintoísmo
japonés como religión, a fin de evitar calamidades mayores, se declaró que el sintoísmo,
aunque no fuera una religión, era un deber cívico nacional, que obligaba a todos los japoneses
por el hecho mismo de su nacionalidad.
Esta especie de paralelismo coloca al rey como representante del dios supremo, y en general
de todos los dioses, al mismo tiempo aparece como un prisma que refleja el cielo ante los
hombres y proyecta la tierra a los ojos de los dioses; por ello es un dios para sus súbditos.
Los tratados entre los pueblos de la religión étnico-política aparecen mas de una vez en los
documentos como pactos entre los dioses mas que entre los reyes respectivos; y son lo
nombres de aquellos los que los encabezan. Tan abrazados conviven lo estatal y los religioso
que lo mismo que el Estado debe ser considerado como teocracia, la religión lo será como
institución política. Solo en el cristianismo se realizo la separación definitiva, auque en la
practica haya pasado por varias vicisitudes a lo largo de la historia de la Iglesia; pero la misma
tensión, solamente ahora posible, entre Iglesia-Estado es ya un signo de diferenciación.
Falta de proselitismo
La carencia de actividad proselitista fluye espontánea y necesariamente de la identificación
entre religión y grupo político. Condicionado en la respectiva familia, clan, tribu o nación. En
realidad, junto con el pragmatismo teocrático, y el orgullo de raza, sacralizo el nacionalismo
en más de una ocasión. El grupo étnico-político adquirió la conciencia de “pueblo escogido”
por su divinidad. Al mismo tiempo, este sentimiento nacional estuvo siempre al borde
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degenerar el racismo. Sus sacerdotes no son maestros, sino sacrificadores al servicio de la
comunidad.
Esta conciencia de “pueblo elegido”, de familia privilegiada o del orgullo de raza explica la
práctica de la endogamia o casamiento con personas del mismo linaje. La endogamia familiar
o entre hermanos ocurrió sobre todo en familias reales de Darfurt, Siam, Ceilan, Polinesia,
Madagascar y en el Antiguo Egipto, tanto por los faraones como por los Ptolomeos, llamados
los filadelfos: “que ama a su hermano o hermana”.
V. Constante mistérica
Las religiones étnico políticas y, en general, la celestes se esconden históricamente en el
subsuelo nebulosos y lejano del origen del clan, al cual pertenecen; las de a religiosidad
misterica se hunden en lo telúrico, o sea, en la tierra, pero no profana como potencia
geológica, y al mismo tiempo, realidad sacral, divinizada. Este florecimiento respecto de los
países mediterráneos, acaece especialmente a fines del último milenio, antes de Cristo y en los
cuatro primeros siglos después de Cristo.
Las constantes telúricas, se ramifican por toda, la Edad de Bronce y especialmente durante el
neolítico, por razón de testimonios conservados e incluso en el paleolítico.
Con el transcurso de los siglos se debilito el vigor de las religiones celestes y étnico-políticas o
del os vencedores. Resurgieron las raíces telúricas, sobre todo en la mitad oriental del
Mediterráneo, precisamente en los silos anteriores y posteriores a la venida de Jesucristo. Así
florecieron los misterios dionisiacos; los fligios de Artis-Cibeles, los orientales de Tammuz-
Adonis, los iránicos de Mitra, los egipcios de Isis-Osiris, los romanos de Bona Dea, entre
otros.
Henoteísmo
En la época mas arcaica la religiosidad telúrica era monoteísta; veneraba a la diosa madre
Telus. Junto a ella aparece algún animal, especialmente la serpiente, epifanica, y morada de la
madre Telus. Auque con el tiempo el animal teofanico va adquiriendo un progresivo grado de
independencia y de autonomía, en el fondo siempre se limita a ser manifestación tangible y
manejable de la misma madre Telus, peculiarmente de algunas de sus virtualidades. Sin
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embargo, tras el influjo antropomorfizador de las religiones celestes y de las étnico-políticas
de vigencia arrolladora durante un milenio, la serpiente y, en general, cualquiera de los
animales epifánicos de la divinidad telúrica (toro, macho cabrío, etc.) quedan como en la
penumbra según un proceso que ya he bosquejado.
Pero ya no se puede hablar de monoteísmo. Pues junto a ella, auque siempre en un plano
inferior, aparece uno de los jóvenes dioses, vinculados a ella por lazos de filiación, mas
frecuentemente de esposo o de simple amante.
Divinidad inmanente
U hijo necesita de su padre para ser y subsistir, pero siempre serán dos seres distintos. Frente a
esta diferenciación salta a la vista la más intima unión con la madre; especialmente durante los
meses del embarazo el hijo se distingue de ella y, al mismo tiempo, se confunde con ella, y al
mismo tiempo, se confunden con ella.
Así las bacantes “llevaban fuego sobre la cabeza sin quemarse” (Euripides, Bacantes). En
cambio, en le momento ritual de la iniciación la unión con la divinidad no ofrece sintonías
aparatosos. Numerosos actos cultuales y ritos publican la apetencia de unión con la divinidad
mistérica al mismo tiempo que son medios para alcanzarla.
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Una serpiente viva fue realmente empleada en el rito iniciativo de los misterios de Sabacio, así
como en el baquismo macedonio. Al parecer, eran también artificiales las serpientes
empleadas en la procesión dionisiaca en Alejandría.
Lo sacral no constituye, como para las religiones celestes, algo completamente aparte, que se
encierra dentro de un espacio acotado, mas allá de cuyas fronteras todo es profano.
Precisamente uno de los grandes aciertos de la revelación bíblica es la desacralización del
mundo o de lo telúrico al convertir toas las cosas: sol, luna, animales, plantas, en creaturas,
producto de la palabra divina: “Y dijo Dios: hágase la luz, el sol…” (Gen cap. 1).
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intimidad de la suprema divinidad telúrica, femenina, amorosa, madre e inmanente y con el
dios joven que muere y resurge anualmente en sincronía con la naturaleza.
“Despolitización” de la religión
Las religiones étnico-políticas vinculan con los dioses al ciudadano más que al individuo; la
unión e menos directa y personal que cívica, “política”. Por contraste, en la religiosidad
mistérica el individuo no se siente inmerso en la vida religiosa de la comunidad, tribu o
nación, o sea, en el grupo que garantizaba una cierta salvación y seguridad a los encuadrados
en las religiones nacionales. Es el en cuanto persona independiente e individuo, quien busca la
unión con la divinidad, trata de alcanzarla por medio de diferentes recursos y la puede hallar,
tras la muerte, para su alma. Por tanto las regiones mistéricas despolitizan la religión. Su
piedad no discurre por causes nacionales ni pretende la salud colectiva del grupo étnico-
político, sino la salvación individual de cada iniciado, de los iniciados en cada misterio.
Rito de iniciación
El rito iniciativo es la señal externa de esta religiosidad. Así como en las religiones étnico-
políticas se nacía, en cambio, a esta se llega voluntariamente. Cuantos pertenecen al mismo
misterio integran un grupo, una sociedad, distintos de la civil, en la cual también están
inmersos.
En el mundo greco-romano fueron compatibles este doble tipo de religiosidad: la étnico-
política y la mistérica. Alguno emperadores se iniciaron en esta religión, como: Nerón,
Cómodo, Juliano el Apostata en los eleusinos, entre otros.
Pero los misterios inicialmente no eran ocultaciones ni sociedades secretas. Los misterios
nacían de los ritos iniciativos, que apartaban al iniciando de resto de los mortales, de los
profanos, y lo inscribían en un circulo mas reducido para, juntos, tender a la unión con la
divinidad.
El rito iniciativo y todos los actos culticos tenían categoría de símbolo, único modo de sugerir
y comprender mejor la recóndita realidad del mas allá y de cuanto el iniciando experimenta
tras la muerte. Así ocurría siempre que alguien se fijara sólo en el significante, elemento
inmediato y más fácilmente visible, sin calar hasta su valor último e intencional hasta el
significado. Por eso, casi todas las formas de religiosidad mistérica, terminaron por prohibir la
divulgación del contenido y de las prácticas de los misterios. Hablar de ellos era la vivencia,
su celebración, de este modo se impuso, como también entre los cristianos.
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Así es como en la reunión y agrupación de personas integrantes de un grupo aparte en su vida
religiosa y obligado a guardar secreto en esta faceta de su vida terminaron por ser sinónimos
“misterio, misterioso, oculto”. Evidentemente lo arcano no era más que un aspecto de la
realidad misterica, una norma de conducta aconsejable en orden a evitar malentendidos. Este
esoterismo es culpable de la escasez de testimonios.
Todas las creencias, practicas y ritos, de la religiosidad misterica terminaron por estar
marcados por el sello salvifíco del iniciado; buscan su salvación alcanzada de modo perfecto y
definitivo en el mas allá de la muerte, momento en el que se consuma la unión del alma con l
divinidad, el ser y estar inmanente en su felicidad. En todas las concepciones míticas y
realizaciones cultuales el iniciado, vinculado con el dios desde la misma iniciación, tiene
derecho a un bien futuro, derecho que es individual.
Tras el duelo y la muerte llegara también para el la alegría de una vida feliz que es efecto de la
participación en la suerte del dios y esta expresada en el culto de Cibeles y atis con la conocida
formula: alegraos ¡oh iniciados!, vuestro dios esta a salvo; también a vosotros se os concederá
ayuda en la aflicción” (Firmito Materno).
Los actos cultuales de los misterios están orientados a preparar y a enseñar con vivencias que
la muerte es transito de una vida a otra, que es necesario llevar una vida pura y portarse
siempre bien. Pero se trata no de la supervivencia de la persona, sino de la subsistencia del
alma únicamente en el más allá de la muerte.
De aquí podemos mencionar el mito platónico. En todos los misterios existían prácticas
cataritas, encaminadas a limpiar la senda y a romper las ligaduras corporales. Auque
reordinario son comunes a todos, en cada uno predominaba uno o dos de estos recursos
ordinarios de purificación: prácticas de introspección y retiro (orfismo, pitagorismo, misterios
de Isis, eleusinos), un período de iniciación y adiestramiento en la vida espiritual bajo la
dirección de un sacerdote (Isis), ayunos y abstinencias (Atis, Isis, orfismo, pitagorismo,
bacanales de Roma), cierta exposición oral de las faltas con un fin liberador, purificatorio
(orfismo, misterios cabíricos), castigos corporales, flagelaciones, mutilaciones hasta el
derramamiento de sangre y autoeviración (Atis, Adonis), la tonsuración, el afeitarse la cabeza
(Isis, Adonis; las mujeres podían reemplazar todo esto por un sucedáneo sexual(,
purificaciones, abluciones (Eleusis, Mitra), sacrificios solemnes de toros (Atis, Mitra) de
cerdos (Eleusis). Por medio de estas prácticas, catárticas, se liberaban de lo terreno, de lo
somático, de lo mundano. Eran como una superación de lo intramundano y una tendencia
hacia la felicidad transmortal, que suponía esfuerzo, entrenamiento atlético, vencimiento.
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Esta fase que era previa, se completaba por el proceso de “asemejación” a la divinidad y de
unión con ella. Son el anverso y el reverso de la misma moneda con validez en la circulación
de valores mistéricos.
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