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LAS CUENCAS DEL OCCIDENTE DE MEXICO (EPOCA PREHISPANICA) Eduardo Williams y Phil C. Weigand eres ORSIOM EL COLEGIO DE MICHOACAN CEMCA. LA EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION: LA TRADICION TEUCHITLAN Y LA ARQUEOLOGIA DE JALISCO Phil C. Weigand! El Colegio de Michoacan INTRODUCCION: Desde hace mucho tiempo se ha reconocido que los sectores occidentales de México cuentan con ricas culturas arqueoldgicas. Las figuras cerdmicas de esta zona han constituido un componente importante de museos y coleccio- nes privadas por espacio de un siglo, pero los investigadores han visto a estas colecciones en aislamiento, separadas y descontextualizadas de su entorno fisico y cultural. Una tradicién antropoldgica se desarrollé acerca de las socie- dades antiguas de Jalisco, Colima y Nayarit, Ilegando a conclusiones que hoy sabemos son erréneas sobre la naturaleza de los sistemas socioculturales en esa regién. Los argumentos historiograficos acerca de estos dogmas no se repetiran aqui (ver Weigand 1985, 1990, 1993; Hers 1990); baste decir que proyectos de campo recientes han demostrado de manera concluyente la exis- tencia de una expresién unica de arquitectura monumental, grandes asentamientos y sistemas de irrigacién, altos perfiles demograficos, un posible sistema de escritura ideografica y otros marcadores seguros de civilizacién en algunas partes del Occidente de México mucho antes de los inicios del Postclasico. Serd mi propésito en estas paginas delinear estos desarrollos, enfatizando la evolucién de un drea econémica clave (¢fr. Chi 1936) en los distritos lacustres de tierras altas del oeste de Jalisco durante los periodos Formativo y Clasico, asi como su ocaso y colapso, y su reconstruccién durante el Postclasico. 1. Traducido por Eduardo Williams. 185 Las CUENCAS DEL OCCIDENTE DE MEXICO. EL ESCENARIO Las regiones lacustres del oeste de Jalisco son ecosistemas naturales muy ricos (fig. 1). Abundan los suelos excelentes, y el perfil de recursos escasos es superior al de la mayoria de las otras areas de civilizacién temprana en Mesoamérica. Obsidianas de alta calidad, piedras verdiazules, varios tipos de cristales y la sal se cuentan entre los minerales que se obtenian facilmente en esta region. Por otra parte, el régimen climatico semitropical hacia posible Ja obtencién de dos cosechas al ajo, si se empleaba la irrigacién durante la temporada de secas. La precipitacién pluvial varia entre 900-1600 mm al afio a través de la region, con alrededor de 1000 mm como promedio, de los cuales entre el 85 y el 90% caen durante los meses de junio-octubre. Contrariamente a las ideas expresadas en gran parte de la literatura arqueolégica (cfr. Schéndube 1980), el rea, si bien tiene montafias escarpa- das, no se encuentra irremediablemente dividida en pequefios y aislados valles; no existen barreras naturales entre la cucnca media ¢ inferior del Lerma y los distritos lacustres, ni barreras de tipo alguno entre los mismos valles lacustres, desde Sayula en el sur hasta Chapala en el este y Etzatlan en el noroeste. Este enorme sistema de valles est de hecho rodeado por montafias y cafiones, pero €stos no obstaculizan su continuidad natural. Mas bien, estas montafias y cafiones amplificaban dramaticamente el perfil de recursos, al ofrecer bienes muy distintos en zonas cercanas. En esta regién la variabilidad ecolégica existe, pero no a expensas de una zona enorme de pisos de valles relativamente planos ideales para la explotacién agricola. La combinacién de perfiles de alta calidad para recursos tanto escasos como estratégicos ofrecié un excelente trasfondo para el desarrollo de sociedades complejas. Los DESARROLLOS DEL FoRMATIVO En la fig. 2 se presenta la secuencia cultural sugerida para el area nuclear de surgimiento de la civilizacién en el Occidente de México. Aparte de algunos hallazgos aislados de fauna pertenecientes al Pleistoceno tardio y Holoceno temprano, hay muy pocos datos confiables sobre actividades culturales de los periodos Paleoindio 0 Arcaico en esta zona. Esto sin lugar a dudas se debe a la falta de investigaciones sistematicas enfocadas en estas épocas tempranas. El mejor resumen de estos periodos es el de Solérzano (1980), y sus hallazgos mas recientes merecen especial mencién, pues este investigador (comunicacién 186 La EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION personal) ha encontrado un esqueleto humano fosilizado procedente de los distritos lacustres, que posee rasgos muy distintivos, que en la opinién de su descubridor son pre- Homo sapiens sapiens. En vista de la excelente aso- ciacién de este esqueleto dentro del Pleistoceno, el material de Solorzano ciertamente deberia de ser examinado por un ntimero mis grande de cientificos interesados en la paleoantropologia. En un terreno mas seguro, solamente se han encontrado algunas puntas acanaladas en esta area, aunque son bastante frecuentes las puntas de la variedad general Lerma-Angostura (Hardy 1994). Las culturas del periodo Arcaico, posteriores a las mencionadas arriba, también definidas casi exclusi- vamente en base a puntas de proyectil, se encuentran con mayor frecuencia, aunque siguen siendo bastante raras. En la zona lacustre de Teuchitlin- Ahualulco-Etzatlin hemos llamado a este material San Pedro Arcaico, por el sitio con la distribucién mds abundante de puntas, raspadores y fragmentos. Las culturas del perfodo Formativo temprano estan mejor definidas, aun- que son pobremente comprendidas desde una perspectiva antropoldgica. En el sitio de El Opefio, Michoacan, Oliveros (1974, 1989, 1992; cfr. Noguera 1939) ha definido las mejores evidencias de culturas del Formativo temprano en los distritos lacustres del Occidente de México. Su trabajo en este sitio tan importante continua hasta la actualidad, y algunas de las observaciones sobre El Opefio que se presentan a continuacién se derivan de las investigaciones més recientes. Los trabajos arqueolégicos cn esta area no han logrado descu- brir una zona de habitacién, ni cualquier otro rasgo arqueolégico que no sca una tumba. Las tumbas, sin embargo, muestran que la sociedad en este gran sistema de valles ya estaba iniciando un proceso de diferenciacién. A las tumbas se accedia a través de tiros y escaleras excavados en el ja! consolidado (ceniza volcanica); las camaras son ovaladas, cada mitad formando un cuarto funerario para entierros multiples. Estos entierros se realizaron de manera repetida por un largo periodo de tiempo, cada uno de ellos acompafiado de ricas ofrendas de figurillas, elaboradas vasijas de ceramica, piedras semipreciosas y artefactos de obsidiana. Durante la mas reciente temporada de trabajo de campo, Oliveros encontré una tumba de tiro del mismo estilo ge- neral que las otras, pero mucho mas grande. Parece entonces que existian diferencias de status aun dentro de la élite a quien se enterré en este elegante cementerio; también se encontraron reducidas cantidades de turquesa y de jade. Las fechas de Cus obtenidas por Oliveros para este complejo funerario, aunque no son abundantes, se sittian alrededor de 1500 a.C. 187 ‘Las cueNcAs DEL OCCIDENTE DE MEXICO Nuestro propio reconocimiento en otras partes de la zona lacustre ha descubierto tres sitios con tumbas de tiro del estilo El Opefio, aunque todas se encontraron saqueadas y carentes de casi todo su contenido original. Estos sitios se localizan en San Juanito (en el area de Etzatlin), cerca de Teuchitlan (en Ia cuenca de Ahualulco-Teuchitlén-Tala), y cerca de Citala (en la cuenca de Atoyac-Sayula, ver fig, 3), de tal forma indicando una distribucién muy extensa para este tipo de tumba en el distrito lacustre. Lo anterior puede significar que la(s) cultura(s) que participaron en la tradicién funeraria de El Opefio formaron el estrato cultural basico para toda esta zona lacustre. Esta aseveraci6n, sin embargo, debe de ser matizada por las siguientes observacio- nes: también se han encontrado dentro de nuestra area de estudio sitios con cerimica Capacha, especialmente las vasijas con asa de estribo, y recipientes de silueta compuesta, asi como otros en forma de calabaza o bule policromos, muy similares a los ilustrados en el reporte de Isabel Kelly para Colima (1980). Estos materiales se han encontrado en tres sitios: cerca de Mazata, en San Juanito y en San Pedro, todos dentro del valle de Etzatlan. Es interesante sefialar que los sitios que contienen los materiales Capacha no tienen tumbas elaboradas arquitecténicamente, pero estan localizados cerca de depésitos de obsidiana de alta calidad. El sitio en San Pedro tenja un altar con un pozo en el piso que contenia huesos largos humanos. Este altar estaba dentro de una plataforma perteneciente a la fase San Felipe del Formativo medio, y podria representar nuestro ejemplo mas temprano de arquitectura sobre la superficie en los distritos lacustres del Occidente de México. Desafortunadamente, este sitio ha sido muy dafiado por Ja construccién de la carretera Magdalena- Etzatlan, En vista de la ocurrencia simultanea de sitios con rasgos de El Opefio y de Capacha, puede ser que los distritos lacustres de tierras altas ya eran multiculturales y multi¢tnicos desde fechas tan tempranas como los inicios de la secuencia del Formativo. Gracias al estudio de Harbottle (1975), sabemos que existen diferencias tecnolégicas entre las ceramicas de El Opefio (Michoacén) y Capacha (Colima); las problemiticas interrelaciones entre es- tas dos culturas -si eso es lo que son— no se pueden resolver con los datos disponibles hasta el momento, ni tampoco las relaciones de estas culturas con otras regiones, por ejemplo los materiales de la costa. Los materiales arqueolégicos pertenecientes a la fase San Felipe del Formativo medio también son pobremente entendidos, aunque para ca. 1000 a.C. parece que la idea de construir monticulos funerarios sc estaba extendien- do dentro de los distritos lacustres, aunque los unicos documentados hasta 188 LA EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION ahora estan dentro de los valles de San Marcos, Etzatlin y Teuchitlin- Ahualulco-Tala. Mientras que muchos de ellos estan en condiciones pésimas de conservacién, debido al saqueo y a la agricultura, unos cuantos se encon- traron lo suficientemente bien preservados como para ser mapeados (figs. 4 y 5). Son de forma redonda-ovalada, con 28-30 m de didmetro promedio, y 2 m de altura. El que esta mejor conservado es el que se encuentra en San Felipe, y tiene muestras de terraceado. Cada plataforma tiene por lo menos dos tumbas de tito, las cuales son ocasionalmente muy profundas (8-10 m), pero con mayor frecuencia se encuentran mas cercanas a la superficie. Todas tienen una camara en forma de bota, con una grada en la base del tiro. Las figurillas planas, que se pueden aislar estilisticamente con facilidad, abundaron entre las ofrendas, y también se encuentran en entierros posteriores, pero acompafiadas de figurillas huecas. El proyecto que actualmente realiza Jane Day del Museo de Historia Natural de Denver deberd de ayudamos a evaluar esta tradicién de figurillas planas de una manera mas completa en el futuro préximo. Debe de sefialarse que la mayoria de los entierros en plataformas de la fase San Felipe ocurren en pozos sencillos, y aunque también tienen ofrendas, éstas son menos elaboradas. Al igual que lo indicado para la anterior fase El Opefio, el sistema social parece haberse diferenciado en por lo menos dos niveles. La presencia de dos elegantes tumbas por cada plataforma puede indicar un principio de dualismo que operaba dentro de la organizacién de la(s) sociedad(es) de esta fase. No se han excavado cientificamente entierros de esta época, ni se han reportado estas plataformas para otras dreas del Occidente de México; esta fase arqueolégica sigue siendo comprendida apenas de una manera superficial. Las figurillas de las culturas del Formativo tardio del Occidente de Méxi- co han sido el sostén de los historiadores del arte y del mercado ilfcito durante toda la historia de las investigaciones arqueolégicas en esta region. Gracias a recientes trabajos de campo en los distritos lacustres, ahora estas figurillas pueden contextualizarse dentro de una discusién antropoldgica de su papel cultural dentro de las sociedades de la fase El Arenal (ca. 300-100/200 a.C.). Apenas acaban de iniciarse las investigaciones que utilizan los conceptos de la “ecologia cerimica” (cfr. Matson 1965) enfocadas sobre las figurillas y cerd- micas funcrarias de la regién (Aronson 1993; Butterwick s.f.); estos estudios sin duda complementaran la tradicién més analitica establecida por historiado- res del arte como von Winning (von Winning y Hammer 1972) y Graham (1989). Los estudios realizados por Graham, Aronson y Butterwick han tenido la ventaja de contar con los resultados de programas de campo recientes 189 ‘Las CUENCAS DEL OccIDENTE DE MEXICO dentro del area donde el desarrollo de las tumbas de tiro alcanzé su mis alta expresion. Estos estudios en conjunto muestran que las figurillas y cerémicas funerarias tienen complejos significados sociales, mas alla de las ideas expre- sadas por la historia del arte y arqueologia normativas (cfr. Diaz 1987). Las tumbas de tiro por si mismas, al igual que la arquitectura asociada a ellas, muestran que estaba empezando a desarrollarse un nticleo de actividades socioculturales complejas dentro de algunas dreas de los distritos lacustres. De hecho, esta area empezaba a dejar atras a sus vecinos en el ritmo de cambio y en su complejidad. En otras palabras, estaba empezando a verificarse un proceso de desarrollo diferencial, marcando de esa manera los origenes de una relacién nticleo-periferia que siguiéd existiendo, aunque perdiendo complejidad, por los siguientes mil afios. Nosotros hemos llamado a este periodo de crecien- te desarrollo diferencial, incluyendo a su culminacién en el periodo Clasico, la Tradicién Teuchitlan. Durante la fase El Arenal, los grupos de figurillas y maquetas arquitect6- nicas de ceramica nos ofrecen una vision de los edificios ceremoniales de esa €poca, pues son casi fotogrdficos en el detalle y calidad etografica. Estas figurillas frecuentemente muestran plataformas habitacionales alrededor de un patio circular, el cual a la vez circunda a un altar redondo. Los altares son ocasionalmente el punto focal de postes para el volador y su ceremonialismo (Weigand s.f.). Es importante sefialar que la arquitectura representada en estas figurillas puede localizarse en el campo, frecuentemente de manera bastante exacta. En el campo, sin embargo, los conjuntos circulares son mucho mas complejos, contando hasta con ocho plataformas alrededor de los elementos concéntricos interiores (figs. 6, 7 y 8). Algunos de estos circulos arquitec- ténicos se encuentran en grupos de hasta tres, y estos recintos son los que usualmente tienen mds de un juego de pelota (también hasta tres en numero). En el caso de circulos multiples y juegos de pelota, sin embargo, un conjunto siempre es mas elaborado y grande que los demas. Debido a que la mayoria de sitios de este periodo no tiene multiples circulos ni juegos de pelota, parece que se estaba gestando el surgimiento de una jerarquia regional de asentamientos dentro de la zona de Etzatlin-Teuchitlin, Se pueden encontrar descripciones mas detalladas de esta configuracién arquitecténica unica en Weigand (1985, 1990, 1992a, 1993 y s.f.). En este momento basta decir que los circulos arquitecténicos aparecen exclusivamente en este sector de la antigua Mesoamérica, ¢ indican la pertenencia o afiliacién con los periodos mis tempranos de la Tradicién Teuchitlan. 190 LA EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION Las zonas habitacionales seguian siendo bastante pequefias; la que se encuentra en El Arenal, por ejemplo, tiene un radio de solamente un kilémetro, incluyendo 18 conjuntos 0 agrupamientos de conjuntos dentro de esa area. Otra zona habitacional que pudo ser cuantificada es la de Cerro de los Monos, cuyo radio mide casi un kilémetro, y cuenta con 20 conjuntos o agrupamientos de conjuntos. Nuestros calculos de poblacién para estas zonas de habitacién del Formativo tardio oscilan entre 500 y 1 000 individuos. Estos recintos se encuentran en promedio separados 7-10 km uno de otro, y se localizan sobre las playas fosiles superiores de los lagos. Como ya ha sido mencionado, las tumbas dentro de estos recintos o cercanas a ellos han sido el foco de una de las actividades mis sistematicas de saqueo en todo México. En el valle de Atemajac, por ejemplo, solamente las relativamente poco elaboradas tumbas de Tabachines (Galvan 1991) han sido estudiadas cientificamente. La tumba de Cerro Encantado estudiada por Bell (1972, 1974) -localizada a una distancia considerable del niicleo emergente— también fue estudiada cientificamente, pero nunca se reporté completamente la excavacién. Recientemente Jorge Ramos y Lorenza Lopez realizaron excavaciones de rescate en el recinto de Cerro de las Navajas, dentro de la zona habitacional de Huitzilapa (fig. 6). Estas investigaciones fueron iniciadas en 1993, auspiciadas por el Centro Regional Jalisco del INAH, y descubricron una tumba de tiro de ocho metros de profundidad, con dos camaras, entierros miltiples y un sinnumero de artefactos, muchos de ellos perecederos. Esta es la unica tumba excavada cientificamente hasta la fecha en la zona nuclear emergente. El estudio de Long (1966) fue realmente la observacién de los saqueadores en el proceso de vaciar una tumba en El Arenal, y habia sido lo mejor con que contébamos. Al igual que la arquitectura circular y los juegos de pelota asociados a ella, las tumbas también expresan la idea de una jerarquia social. Las que son verdaderamente monumentales (de mas de 12 m de profundidad) son extrema- damente raras, y se localizan solamente dentro o cerca de los recintos més grandes. La mejor conocida de ellas es la de El Arenal, reportada por Corona Niifiez (1955), con una profundidad de 18 m, pero existen otras, por ejemplo en San Juan de los Arcos (22 m) y otros lugares. Son mas frecuentes las tumbas de tiro de tamafio mediano, como la explorada por Ramos y Lopez en Huitzilapa. Estos dos tipos de tumba de tiro, sin embargo, solamente se encuentran dentro de la zona nuclear emergente; las tumbas de tiro menos profundas, como la de Tabachines, son mucho mas frecuentes tanto dentro de la zona nuclear como en los valles colindantes. 191 Las CUENCAS DEL OccIDENTE DE MEXICO Los artefactos de la fase El Arenal, aparte de las figurillas, son comple- jos; ejemplo de ello es la loza Oconahua Rojo sobre Blanco (a veces con negro fugitivo), una cerémica de uso predominantemente funerario, pero que también se encuentra dentro de las areas de habitacin de la élite y de los recintos circulares. Es tan delgada como cascarén de huevo, y suena como campana al golpearse. Las arcillas tienen un alto contenido de caolin, y las vasijas fueron quemadas a altas temperaturas en circunstancias bien controladas. Los disefios pintados son cuidadosamente ejecutados, y aunque estan pulidos, no estan manchados, como se ve en las cerémicas posteriores de Teuchitlan Rojo sobre Crema. Los objetos de barro cocido son bastante raros en las dreas habitacionales, especialmente las piezas decoradas. Las lozas para preparar 0 almacenar alimentos son las mas frecuentes, pero aparecen en cantidades mas bien pequefias. Es probable que la falta de tiestos en las zonas de habitacién se deba a la utilizacién de “bules” o de otros recipientes perecederos para muchas de las funciones que la ceramica cumplia en otras partes de Mesoamérica. Por lo anterior, las areas habitacionales son dificiles de definir y de fechar. Para ver la relacion entre tipos de ceramica, de figurillas, tumbas y otros rasgos arquitecténicos, consultar Ia fig. 9. Los artefactos de obsidiana son mas abundantes que los tiestos dentro de las areas habitacionales y recintos. En las tumbas, estos artefactos fre- cuentemente son elaborados: cruciformes, formas de luna, discos delgados, pendientes largos, enormes cuchillos de dos puntas hechos cuidadosamente, discos gruesos (probablemente la parte posterior de espejos, segiin Schéndube, comunicacién personal), cuentas, orejeras, etcétera. Todos estos elementos fueron populares también durante el periodo Clasico, pero sus origenes corres- ponden a la fase El Arenal. El cuidadoso trabajo de la obsidiana, junto con la presencia de navajas prismaticas, indica que la obtencién de materias primas de alta calidad era una actividad econémica importante, y que existia cierto grado de especializacion para producir tal gama de artefactos, tan variados y finamente manufacturados. Es abundante la lapidaria en piedras verdiazules (incluyendo pequefias cantidades de turquesa y jade), en cristales de cuarzo, ocasionalmente en épalo, conchas marinas (especialmente las finas trompetas de caracol), asi como otros materiales raros y exéticos. Tomando en su con- junto la alta calidad de las figurillas estilo retrato, las trompetas de caracol, las lozas Oconahua Rojo sobre Blanco y los artefactos de obsidiana, representan evidencias fuertes para la existencia de algin grado de especializacién artesanal. Por otra parte, los edificios estaban empezando a adquirir las caracteris- ticas de arquitectura formal durante este periodo (Weigand s.f.); esto implica, LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION como lo ha sefialado Graham (1989) desde otra perspectiva, el surgimiento de complejos simbélicos altamente organizados, y de los especialistas sociales para administrarlos. Lejos de ser un remanso, los desarrollos sociopoliticos en el Occidente de México se estaban desenvolviendo al mismo ritmo que en otros niicleos emergentes de civilizacién compleja en Mesoamerica. Et periopo CLAsico Nosotros vemos la transicién del Formativo tardio al Cldsico como un proceso de intensificacién, el cual, si bien resulté en el surgimiento de una sociedad (0 sociedades) diferentes en tipo de sus antecedentes del Formativo, de todas formas retuvo una continuidad de expresién dentro de la misma herencia cultural. Por lo anterior, preferimos el término “tradicién” al de “cultura”, para caracterizar la continuidad pero a la vez enfatizar las dramaticas diferen- cias en cardcter social entre los periodos Formativo y Clasico. Las razones para esta intensificacién siguen siendo poco claras; se han propuesto algunos escenarios (p. ej. Weigand 1992c, 1993) en los cuales Teotihuacan ejercié apenas la suficiente presién sociceconémica sobre la regién como para estimu- lar una respuesta a través de la intensificacién. Mientras que hay casos bien conocidos dé formacién del Estado por respuesta a estimulos externos, en realidad todavia tenemos poco entendimiento de los procesos en juego durante esta intensificacién. Aronson (1993) ha presentado una evaluacién critica de estas hipétesis, pero tampoco ha llegado a una conclusién firme. Otro problema con la separacién entre las fases E] Arenal y Ahualulco (respectivamente Formativo tardio y Clasico temprano, con la fase mas tardia entre 200 y 400 d.C.) se refiere a la cronologia. Aunque sabemos que la fase ‘Ahualulco es de hecho el perfodo de mayor intensificacién y de implosién (que culmin6 durante la fase Teuchitlan I; ca. 400-700 d.C.), sigue estando pobre- mente definida. Esto se debe a las reconstrucciones posteriores que parecen haber experimentado casi todos los recintos de la fase Ahualulco. Sin embar- g0, existen varios perfiles excelentes, el primero de los cuales esta en la piramide “A” de Ahualulco, donde se puede ver la primera reconstruccién de la arquitectura del Formativo, que se puede fechar por la presencia de una pequefia cantidad de tiestos de Anaranjado Delgado, identificados por Pedro Armillas (comunicacién personal) como “Teotihuacdn II”, con una fecha de ca. 300 d.C, Sin embargo, Florance (1993) ha sugerido una modificacion de la fecha para el inicio de esta fase, que se situaria mds temprano, alrededor de 100 193 ‘LAS CUENCAS DEL OCCIDENTE DE MEXICO d.C., para que concuerde con la secuencia como se entiende desde Chupicuaro. Gracias a las recientes excavaciones en el area de Zacapu, Michoacan (Michelet 1990; Carot 1990, 1992; Arnauld et al. 1993), ahora es posible ver de mejor manera las continuidades entre la region de Chupicuaro y los distritos lacustres més occidentales. Aunque esto pueda ayudar a resolver algunas preguntas sobre fechamiento, contribuye poco a resolver la controversia sobre qué significa realmente el concepto de “cultura Chupicuaro”, y cual fue su impor- tancia en las regiones occidentales. En los distritos lacustres del occidente de Jalisco existié una compleja y caracteristica variedad de arquitectura y tumbas de tiro, que se estaban convirtiendo en monumentales durante este periodo. En el drea de Zacapu, al menos existian las tumbas complejas, mientras que en la zona Chupicuaro no se han encontrado arquitectura ni tumbas complejas. En vista de que la “cultura” Chupicuaro ha sido definida casi exclusiva- mente basandose en tipos de figurillas y de ceramica (cfr. Florance 1985, 1993), podemos preguntamnos qué significa esto cuando se postula un centro de difusién o de influencia basdndose solamente sobre este débil rasgo cul- tural. Solamente por haberse definido una elegante asociacién de ceramica primeramente en un cementerio menor en el sudeste de Guanajuato, no quiere decir que esta 4rea deba de ser vista como el centro de un complejo que afectd culturalmente a una gran area del Occidente de México. El centro, que presumiblemente incluiria a un complejo arquitecténico, bien puede existir en otro lugar, probablemente mas cercano a la region de Zacapu. Al igual que en muchos otros casos en la arqueologia del Occidente, un punto de vista ceramocéntrico de la arqueologia parece haber distorsionado nuestras ideas sobre la civilizacién antigua, en las cuales las provincias cerémicas se han convertido en culturas, y se han manipulado como si fueran entidades antropolégicas de algin tipo. Para el presente autor, la entera cuestién de la naturaleza de las influencias de “Chupicuaro” a lo largo de los valles del Lerma y lacustres deberia de reevaluarse, evitando caer en la trampa de las provincias ceramicas vistas como culturas. Otras criticas a este enfoque ceramocéntrico en Occidente pueden verse en Rousseau (1990) y Weigand (1992a). Como quiera que sea resuelto el problema cronolégico del inicio de la fase Ahualulco, lo que sucedié dentro de esa fase parece ser bastante claro. Durante sus dos o tres siglos de duraci6n, la enorme implosion demografica inicié y para fines practicos culminé entre 300 y 400 d.C. La arquitectura monumental sobre la superficie reemplaz6 a las tumbas de tiro a gran escala como simbolo de poder sociopolitico dentro de la regién, Muchas de las tum- LA EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION bas de tiro mas elegantes pertenecen a la fase Ahualulco temprana, pero para su conclusi6n las tumbas eran bastante simples, aunque todavia seguian siendo ticamente provistas de ofrendas, y decoradas con murales pintados. Conside- rado conjuntamente con la implosién demografica, el cambio de arquitectura monumental funcraria a otra también de tipo monumental pero sobre la super- ficie, probablemente significa que se habia alcanzado un orden social estratificado, probablemente organizado como un Estado o varios, dentro del niicleo, Las figurillas también cambian; se hacen mas formalizadas, perdiendo sus caracteristicas de retrato. Este cambio probablemente denota la importan- cia de los cargos mas que la de los individuos que los desempefiaban dentro del orden sociopolitico. Al proseguir la intensificacién y la implosién, el territorio inmediato al nticleo parece haber perdido un alto porcentaje de su poblacién. No existio nada similar a las estructuras monumentales del perfodo Clasico del area nuclear (figs. 10 y 11) en este sector del territorio inmediato, aunque se construyeron recintos relativamente pequefios con arquitectura circular y po- cos juegos de pelota. La cantidad de asentamientos decae dramaticamente en comparacién con la fase El Arenal, y los asentamientos que persistieron se localizaron en lugares estratégicos para la obtencién de recursos escasos, 0 como fortificaciones para cuidar el acceso al 4rea nuclear. Para ca. 400 d.C., esta zona nuclear se encuentra rodeada de sitios fortificados: en el acceso noreste, cuidando el facil paso hacia el valle de Atemajac, est el sitio de La Venta, recientemente descubierto y estudiado por Chris Beekman (s.f.); en el sudeste se encuentran dos complejos fortificados: El Molino, que cuida el acceso desde la cuenca de Chapala, y Santa Maria de las Navajas, que se ubica sobre el acceso desde la cuenca de Tlajomulco; en el extremo sudoeste de la zona nuclear esta la fortificacién de Pipiole, en lo alto del acceso desde el rio de Abajo y el valle de las Banderas; finalmente, en el extremo sudoeste est Llano Grande, cuidando el sistema de caminos de montafia hacia las areas de Ahuacatlan-Ixtlan, etcétera. Al intensificarse el area nuclear, sintié 1a necesidad de protegerse. Tal vez la reduccién en la poblacién de los valles vecinos creé un vacio, con densidades demasiado bajas como para dar a algunas areas la masa demogra- fica necesaria para actuar como buffers del area nuclear, o para mantenerse a si mismos ante las migraciones. Este pudo haber sido el caso para el valle de Atemajac, donde la transicién de la fase Tabachines a la Ixtépete fue abrupta (ca, 300-400 d.C.), esta ultima representando un elemento enteramente extra- fio tanto en el ceremonialismo funerario como en la arquitectura y produccién 195 Las cugncas DEL OccIDENTE pe MEXico cerdémica (Galvan 1991, Aronson 1993). Mientras que estas mismas tenden- cias pueden verse dentro del area nuclear durante las fases Teuchitlan I y I, parecen ser mucho mas graduales que la abrupta y anterior transicién en el 4rea de Atemajac. Por ejemplo, la tradicién de entierros en fosas en forma de caja, un obvio marcador de estas influencias externas, fue lentamente adopta- da dentro del area nuclear, coexistiendo por un periodo largo de tiempo con los formatos funerarios ms tradicionales. Debe también sefialarse que las miniaturas cerdmicas, que frecuente- mente acompafian a los entierros en forma de caja, fueron hechas en estilos enteramente locales, siendo especialmente notables las lozas Teuchitlin Rojo sobre Crema (fig. 9). Ciertamente el area de Teuchitl4n fue lo suficientemente populosa como para haber sido multiétnica y multicultural, y también fue lo suficientemente flexible como para responder a circunstancias cambiantes a través del tiempo. Pero la transici6n en el valle de Atemajac es de un orden diferente, pareciendo representar la Ilegada durante el Clasico medio de gentes influenciadas por el centro de México y/o el Bajio mucho antes de que se iniciara el mismo proceso en la zona de Teuchitlan. La inclusién del valle de Atemajac en la esfera de interaccién postulada por Jiménez (1992) tendria una fecha dentro del mismo periodo, puesto que en épocas anteriores fue una periferia de las cuencas lacustres al occidente (Galvan 1991). Los descensos demograficos (y tal vez vacios) creados en la periferia inmediata (segundo circulo en la fig. 1), sin embargo, no reflejan lo que estaba ocurriendo dentro del territorio circundante lejano (fig.1, fuera del tercer circu- lo). A partir de ca. 200 d.C. se empezaron a construir pequefios complejos circulares en localidades estratégicas (desde la perspectiva tanto de la obten- cién de recursos escasos como de la comunicacién) dentro de esta zona. El ejemplo mejor entendido de este fendmeno es el de la saliente de Bolafios (Weigand 1977, 1985, 1993; Cabrero 1989, 1992; Jaramillo 1984; Kelley 1971). Las fechas de radiocarbono obtenidas por Kelley en Totoate abarcan el periodo entre 200 y 700 d.C., de esa manera marcando no solamente el origen sino toda la larga vida de esta saliente. E] disefio arquitecténico de los edificios circulares en el valle de Bolafios muestra sin lugar a dudas que la inspiracién Tlegé de la region de Teuchitlan. Otro hecho que hay que resaltar es la direc- cionalidad asumida por la saliente: su puesto de avanzada mas hacia el norte, en La Florida, Zacatecas, esta literalmente en el patio trasero de la cultura Chalchihuites de Zacatecas (Jaramillo 1984), En vista de esta direccionalidad, ademas de la fuerte presencia de vasijas pseudo-cloisonné en la regién de Chalchihuites —marcadoras de la alta cultura 196 LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION de la zona nuclear (ver infra)-, parece poco probable que la difusién o las telaciones no estructuradas hayan caracterizado a los asentamientos de Bolafios, y por ende a los contactos entre la zona nuclear y el sistema de Chalchihuites. Puesto que el area de Chalchihuites se caracteriza por una de las mas grandes operaciones mineras hasta ahora descritas en el Nuevo Mundo (¢/r. Weigand 1968, 1982; Kelley 1971; Jiménez 1992; Hers 1989), que produjo una mucho mayor cantidad de minerales de la que pudo haber consumido, debe de haber tenido relaciones sistematicas con el mundo exterior. El mismo argumento puede plantearse —aunque con menor fuerza, por la falta de una cronologia clara— para la regién de Comala en Colima, donde recientemente se han estu- diado varios circulos por Angeles Olay del Centro Regional de Colima; lo mismo puede decirse de varios circulos pequefios estudiados por Catarina Serat cerca de Guaynamota, Nayarit, y de un sector del Bajio de Guanajuato (Sanchez y Marmolejo 1990). En el Bajio, Sanchez y otros han encontrado cinco sitios con arquitectura circular del tipo Teuchitlan (Sanchez y Marmolejo 1990), la mayoria de los cuales estan insertados dentro de la arquitectura rectangular que es més tradicional para el Bajio, pero en Mesa de la Gloria, cerca de Leén, un circulo monumental se encuentra libre de la presencia de patios rectangulares, Mesa de la Gloria se encuentra en una posicién fortificada, al igual que la mayorta de los circulos de Bolafios, pero también se encuentran cerca de puntos esenciales ya sea para el control directo sobre los recursos escasos, 0 el movimiento de esos recursos a través del territorio. Estos sitios ubicados estratégicamente parecen ser “puestos de avanzada en la periferia circundan- te”, para usar el término de Algaze (1993: 310). Seguin el andlisis de Algaze, estos puntos de avanzada son una ocurrencia comin en la historia temprana de las civilizaciones, reflejando su habilidad tanto de proyectar su poder cultural como de servir a sus economias expansionistas. El control directo de los sistemas politicos del 4rea nuclear sobre estos puntos de avanzada no es un requisito, pues se definen por su filiacién cultural y por sus servicios a una economia de comercio/intercambio a larga distancia (Algaze 1993). Estos circulos lejanos no tienen sentido alguno a menos que se interpreten de esa manera. Mientras que los circulos en la saliente de Bolafios y en la region de Colima tienen una distribucién continua con la arquitectura del territorio inme- diato y de la zona nuclear, esto no sucede para las estructuras del Bajio, pues las culturas de los valles de Atemajac y Lerma inferior interfieren. Cualquiera que haya sido su papel, la imagen que ahora tenemos para la distribucion de los circulos fuera del 4rea nuclear y del territorio inmediato es muy compleja y multifacética. 197 ‘Las CUENCAS DEL OccIDENTE DE MExIcO. Al avanzar la implosién demografica en el Area de Teuchitlan-Ahualulco- Tala, la zona empezé a sentir la presién sobre sus recursos naturales. Un estudio paleopolinico preliminar realizado por Glenn Stuart (1992) ha demos- trado la posibilidad de un periodo de masiva deforestacién asociada con la implosién demografica, que culminé en la fase Teuchitlin I (400-700 d.C.). El clima se hizo un poco mis calido, tal vez reflejado en los niveles menores de agua en los lagos y pantanos dentro de la zona nuclear. Las diferencias botani- cas entre las comunidades de plantas del margen superior y las de las laderas desaparecieron, al ser reemplazada la cubierta cerrada de pino y roble por una cubierta abierta de huizache, mezquite y acacia. Este proceso botanico obvia- mente se relaciona con la intensificacién sociocultural dentro de la misma 4rea; el impacto humano sobre el medio ambiente natural fue severo. La implosién y su resultante transformacién ecolégica requirieron de una estrategia a fin de aumentar la produccién de alimentos en un medio ambiente que atravesaba por los cambios descritos; la respuesta fue intensificar la produccién agricola construyendo lo que parece ser un sistema integrado de terrazas y chinampas. Estas ultimas son bastante geométricas (fig. 12), por lo que sugieren que fueron planeadas y elaboradas con la participacién del Esta- do. Estas obras de ingenieria unieron a varias subcuencas, desviaron arroyos hacia otros drenajes, y construyeron mas de 30 kilémetros cuadrados de jardi- nes en el pantano. Esta cifra es probablemente solo una fraccién de lo que realmente se construy6, pues la nivelacién del terreno para la siembra de la cafia de azticar ha destruido todos los indicios en muchas 4reas (Weigand 1993a). El potencial productivo alcanzado por estos campos de cultivo del tipo chinampa debe de haber sido impresionante. Si un hogar de entre cinco y siete individuos se podia alimentar de un cuarto 0 tercio de hectérea de chinampa (como lo‘sugieren los datos etnohistéricos para el centro de México), entonces tan s6lo los campos que hemos documentado podrian haber alimentado entre 40 000 y 50 000 individuos. Debemos de afiadir a este potencial productivo los campos abiertos de terrazas, que mejoraron substancialmente otra gran 4rea dentro del nticleo (Weigand 1993b). El simbolismo cultural de los circulos arquitecténicos debe de haber sido algo distinto de cualquier otra cosa en el mundo mesoamericano del periodo Clasico. No hay duda de que esta arquitectura es formal (fig. 12a; ver también Weigand s.f.), pues los edificios circulares en general son dificiles de disefiar y de construir, pero dentro del Occidente de México, como ya se mencioné, hay varios cientos de ellos. Pueden ‘haber servido como los puntos focales para el 198 La EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION culto a una deidad relacionada con Ehécatl (entre otras), el que se ha identifi- cado utilizando las figurillas de tipo “volador” asi como el estilo de cédices de las vasijas de pseudo-cloisonné (Weigand 1992b). Al discutir este punto, debemos de tener en mente que la definicién de monumentalidad no es simple- mente una medida de volumen, sino también de la complejidad del disefio. Los circulos concéntricos ciertamente fueron algo complejo desde la perspectiva de su disefio, y algunos de ellos son a la vez edificios de mamposteria, hechos con piedra y cemento de caliche y arcillas finas. Estas estructuras de mamposteria lograron alcanzar grados muy inclinados de construcci6n, por ejemplo los “guachimontones” de Teuchitlin (fig. 10). Si se consideran desde la perspec- tiva del complejo disefio y construccién de mamposteria, los aproximadamente 80,000 mé de relleno de estos edificios resultan mas impresionantes. Aparte de los enormes talleres de obsidiana, como el que exploré Soto de Arechavaleta (1982) cerca de Teuchitlin, y otros cerca de San José de los Arcos y Huitzilapa, existen otras evidencias de especializacién. La sal del valle de Atoyac-Sayula parece ser otro recurso escaso que se estaba explotan- do en una escala masiva, a juzgar por las grandes cantidades de pozos para la evaporacién de la sal en las partes superiores de la Playa de Atoyac. El proyecto actualmente desarrollado por Francisco Valdez y otros (Valdez 1994; Schéndube ef al. 1992) finalmente ha encontrado la fecha de estas obras. Siempre se habia supuesto que eran contemporineas con los complejos de arquitectura monumental del Epiclasico y Postclasico, como el de Techaluta, pero ahora se sabe que la época de mayor intensidad en la produccién de sal fue durante el periodo Clasico. Sin embargo, no hay complejos arquitecténicos importantes para el Clasico en el area, y los niveles de produccién de sal indican firmemente que no se estaba produciendo solamente para el consumo local. El unico sistema sociopolitico con intensidad y bien organizado cercano al érea capaz de consumir tan grandes cantidades de sal era el vecino valle de Teuchitlan. De hecho, parece que la region de Atoyac se habia convertido en parte de la periferia inmediata, primeramente despoblada (a juzgar por la escasez de restos arquitectonicos), y después reorientada al servicio de la zona nuclear de Teuchitlin. Los “monopolios” (el término implica acceso prefe- rencial a la obtencién de bienes para uso regional e intercambio) sobre la adquisicién de obsidiana de alta calidad y sal, pueden haber ayudado a la formacién de las bases econémicas de los sistemas politicos evidentes en la zona nuclear. La especializacién en la adquisicién y produccién de estos dos recursos (desde la extraccién y evaporacion hasta el procesamiento y distribu- 199 Las CUENCAS DEL OcCIDENTE DE MEXICO. cién) también se sugiere fuertemente. De hecho pudo haber existido competen- cia dentro de la zona nuclear por la obtencién y distribucién de estos recursos basicos, pero ciertamente no habia competidores fuera del nuicleo. Las ceramicas de pseudo-cloisonné parecen representar otra especia- lizacién dentro de la zona nuclear, aunque el estilo geométrico es lo suficiente- mente generalizado y sencillo como para no requerir de tal especializacién. El estilo cédice, por otra parte, es un caso completamente distinto. Su muy compleja iconografia y fina ejecucién requirieron cuando menos de la parti-cipacion de especialistas para dirigir estos trabajos, y se ha presentado el argumento de que estas piezas transmiten conjuntos organizados de informa- cién, en un formato ideografico, pero de todos modos glifico. Contamos con niimeros, nombres de lugares, listas de personajes de muy alto status, proce- siones, y dioses representados cn estas vasijas (Weigand 1992b; Holien y Pickering 1973). Aparte de los nuimeros, los posibles glifos son evidentes en otras areas de la civilizacién mesoamericana donde la escritura ideografica 0 jeroglifica ha sido reconocida desde hace mucho como parte del inventario sociocultural. Graham (1989) ha postulado el mismo punto: si existen glifos entre las sociedades complejas de otras partes de Mesoamérica, entonces tam- bién deben de haber existido entre las sociedades complejas del Clasico en cl Occidente de México. Las vasijas de pseudo-cloisonné que fueron ampliamente distribuidas por todo el Occidente de México antes de 1 000 d.C. (fig. 1) ciertamente fueron una inspiracién desde dentro de la zona de Teuchitlan, aunque existen muchos ejemplos de manufactura fuera de la zona nuclear (Holien 1977; Aronson 1993). El estilo de cddice parece haberse originado alrededor de 500 d.C. en la regién de Teuchitlan, diseminandose rapidamente desde ahi a otras areas, incluyendo la zona de Chalchihuites (Holien y Pickering 1973; Holien 1977) y el valle de Atemajac (Galvan 1991; Aronson 1993), de tal manera indicando algim tipo de participacién ideolégica dentro de la Tradicién Teuchitlin. Debe de sefialarse que las artes del pseudo-cloisonné pueden haber precedido a su aplicacién en cerémica por muchos siglos, pues es una tecnologia que también se adapta a la aplicacion sobre bules. Justo al oriente del area de Teuchitlan esta otra zona, donde se utilizaron Jos negativos policromos, que se encuentra obviamente integrada de manera similar. Jiménez (1992) y Carot (1992) han examinado distintos aspectos de esta esfera de interaccién, pero no se han sugerido centros 0 mecanismos sociales mas all del intercambio entre sistemas sociopoliticos equivalentes para su amplia distribucién y obvia importancia cultural. En la zona de entie- 200 LA EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION tros de Estanzuela (dentro de la zona habitacional de Teuchitlan), Lumholtz recolecté durante los 1890 varios policromos negativos, que se encuentran actualmente en el American Museum of Natural History. Galvan (1991; Aronson 1993) los encontré también en el valle de Atemajac, y han aparecido periédi- camente en otros lugares durante el reconocimiento de los distritos lacustres. Es posible que el valle medio-inferior del Lerma haya sido el punto focal de este amplio sistema de intercambio de bienes exéticos, que en muchos aspectos igualaba o superaba al sistema caracterizado por las lozas pseudo-cloisonné. Claramente, no habia centros tinicos de produccién para el pseudo-cloisonné ni para el negativo policromo; més bien es una cuestion de la idea, y de la Participacién dentro de un sistema, que estas lozas parecen estar indicando para el periodo Clasico. EL PAISAJE DEL PERIODO CLASICO EN LA REGION NUCLEAR El paisaje de la Tradicién Teuchitlan dentro de la regién nuclear fue un logro impresionante. Los paisajes, definidos como organizaciones a gran escala de espacios hechos por el hombre, disefiados y creados como elementos de la sociedad, pueden ser verndculos o politicos (cfr. Jackson 1984). Un paisaje politico se constituye de “espacios y estructuras disefiados para imponer o Preservar una unidad y orden en el terreno, o ajustandose a un plan a gran escala y largo plazo”, mientras que el paisaje verndculo consiste de espacios que son “...usualmente pequefios, de forma irregular, sujetos a cambios répi- dos en uso, propiedad [y] dimensiones” (Jackson 1984:150-151). Durante el periodo Clasico en el area bajo discusién estamos evidentemente tratando con un paisaje politico. Resulté obvio desde temprano en nuestras investigaciones de campo que el tamafio de las zonas habitacionales dentro del rea nuclear era algo impresionante. En 1985 presenté una estimacién de la escala total de los sistemas de habitacin en el area de Teuchitlan, siendo ésta de 30 000 hectdreas. Las subsecuentes investigaciones de Ohnersorgen y Varien (1993) han refinado considerablemente este trabajo, utilizando el mapa de sistemas de habitacién y de asentamiento generado Por nuestros trabajos de campo en 1992 (fig. 13); las figuras 13 y 14 visualizan e interpretan los contornos de densidad de asentamientos para toda la zona habitacional. La ultima figura ofrece el rango de perfiles demograficos sugeridos basindosc en estimaciones de contemporaneidad. Debido a que los conjuntos habitacionales son tan dificiles de fechar, hemos decidido que un porcentaje de contemporancidad 201 LAS CUENCAS DEL OCCIDENTE DE MEXICO conservador es mas aceptable en esta etapa de la investigacién; el 50% nos da una cifra probable de 50 000-60 000 personas dentro del gran arco de asentamientos que se exticnde desde San Juan de los Arcos en el sudeste hasta Ahualulco en el sudoeste, el Area de San Juanito en el noroeste, y la zona del Refugio en el nordeste, un arco que cubre alrededor de 240 km?. Teniendo en mente los niveles de productividad estimados para los campos de chinampas, esta probable cantidad de habitantes parece razonable. Algunos de los calculos de cantidades de conjuntos se obtuvieron estadisticamente; en las areas donde el cultivo de la cafia de azticar ha destrui- do por completo todos los elementos arqueolégicos excepto los mas profundos (usualmente entierros o canales), la arquitectura residencial simplemente no pudo localizarse. En estas zonas, que constituyen alrededor del 30% del area Tepresentada en la figura 13, multiplicamos una constante de 10 conjuntos por cada cementerio importante (definido por tener 100 0 més saqueos exitosos), para llegar a un calculo de la densidad de asentamientos del rea. En lugares donde si podemos contar las cantidades de conjuntos asociados con un cemen- terio importante, la cantidad es mAs cercana a 18 conjuntos 0 agrupamientos, Por lo que pensamos que nuestra convencién estadistica es conservadora; en otros casos las curvas de densidad se establecieron contando los elementos. La figura 15 presenta el andlisis que Ohnersorgen y Varien (1993) lograron por reas y por tipo de curva de densidad en cada zona habitacional; su grafica (fig. 16) muestra el alto grado de correlacién entre los didmetros de algunos circulos y sus volimenes. Estos cdlculos se utilizaron para la evaluacién critica de la estructura de niveles dentro de la zona total de habitacién. En 1985 se postularon originalmente cuatro niveles de edificios ceremo- niales con aspectos de arquitectura formal dentro de la zona habitacional; el estudio de Ohnersorgen y Varien (1993) sugiere fuertemente que solamente estén representados tres niveles. En vista de la jerarquia regional (ver la discusién del territorio inmediato arriba), esto es de todos modos suficiente para proponer un nivel estatal de organizacién politica y social en la zona nuclear. La grafica (fig. 17) que compara el volumen con el tamafio de las areas habitacionales de alta densidad asociadas, muestra varias tendencias interesantes: para las areas habitacionales de niveles ly Ill, el volumen y la densidad concuerdan bastante, aunque las de nivel II comienzan a separarse de Ja linea volumétrica. Las figuras 20 y 21 muestran ejemplos de arquitectura de recintos de nivel dentro de la zona habitacional, y la fig. 22 uno de nivel il. Con las areas de nivel I, sin embargo, hay una divergencia completa, lo cual quiere decir que la arquitectura monumental de estas dreas tenia que ser 202 ‘LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION sostenida por una comunidad mas grande que solamente las habitaciones cer- canas (ver figs. 10 y 11 para ejemplos de recintos de nivel 1). En otras palabras, Ohnersorgen y Varien (1993) han demostrado estadisticamente lo que ya sospechdbamos nosotros en base a nuestras propias impresiones: la presencia de una jerarquia de arquitectura ceremonial y zonas residenciales asociadas dentro de la zona total de habitacién, y la probable organizacién de las zonas habitacionales en barrios. En referencia a este ultimo punto, Obnersorgen y Varin también caracterizaron a la zona nuclear con diagramas utilizando modelos de gravedad para calcular los vecinos que interactuaban entre si para las areas con arquitectura formal. La primera grafica, que enfatiza volumen y 4rea como variables (fig. 18), muestra que el conjunto Guachimontén es claramente el primero en importancia de esos recintos dentro de todos los sistemas de asentamiento; la segunda grafica, que enfatiza a la distancia como variable (fig. 19), muestra la posible organizacién en barrios dentro del siste- ma de asentamiento total. Estas dos graficas no son mutuamente incompati- bles; la primera muestra a la sociedad dentro de la zona nuclear operando a nivel regional, y representa una vision del sistema desde arriba y desde afuera, mientras que la segunda lo muestra operando desde una perspectiva de barrio, © sea dentro de la zona habitacional, y es una vista del sistema desde abajo y desde el interior. El trabajo de los citados autores permite por primera vez una metodologia que incluye cuantificacién real para ayudar a explicar las dinémi- cas y caracteristicas de esta enorme zona de habitacién. Mi deuda a estos dos estudiantes sobresalientes no puede expresarse en palabras; su manuscrito est4 siendo revisado para publicarse, e incluira por completo los argumentos y datos desarrollados por el anilisis y utilizados para elaborar las figuras 14,18. Resulta evidente que no sélo el ceremonialismo que incluia a los conjun- tos circulares, sino también la jerarquia de juegos de pelota, proporcionaban los mecanismos sociales que mantenian unida a la zona nuclear: Los juegos de pelota monumentales solamente se encuentran asociados directamente con los circulos mas grandes; los de menor elaboracién se relacionan con los recintos de nivel Il y Ill. Muy pocos juegos de pelota de las variedades menores, y ninguno de los monumentales, se han encontrado fuera de la zona nuclear. Este patron distribucional sugiere fuertemente que el juego de pelota tuvo un papel integrativo muy importante dentro del micleo, pero no necesariamente entre éste y el territorio interior (Weigand 1991). Estas estructuras son can- chas en forma de “I” abierta, y muy frecuentemente se encuentran pegadas a los edificios circulares (p. ¢j.: figs. 7, 10, 20, 21 y 22), aunque también hay ejemplos de juegos de pelota independientes (p. ¢}. figs. 6 11). 203 Las cuENcAS DEL OccIDENTE DE MExIco La pregunta sobre el nivel de urbanizacién que se alcanzé en el area de Teuchitlan sigue sin resolverse, aunque parece claro que los procesos de urba- nizacién ya se habian iniciado, si bien no sabemos hasta qué punto ya habia una sociedad urbana. Obviamente, en su mayor parte esta discusion depende de cémo se definan las ciudades para empezar. Basindonos en una impresién general, la gran zona habitacional de Teuchitlin (alrededor de 240 km? de recintos y conjuntos habitacionales, mas de 30 km? de chinampas, més de 300 kan? de campos abiertos terraceados) se asemeja a las “nuevas ciudades” polinucleadas que se reparten sobre el paisaje de Norteamérica. En la antigua Mesoamiérica, el sistema de asentamientos presente en la zona de Teuchitlan se parece més a la experiencia de los mayas de las tierras bajas durante el Clasico (cfr. Folan, Kintz y Fletcher 1983; Ashmore 1981; Culbert 1977; Culbert y Rice 1990) que a los sitios urbanos mononucleados como Teotihuacén (Sanders, Parsons y Santley 1979; Millon, Drewitt y Cowgill 1973), Cantona, y tal vez Cholula. Sin embargo, como han seiialado historiadores del fenémeno urbano como Lewis Mumford (1938, 1961), Handlin y Burchard (1963) y Wheatley (1971), el formato altamente centralizado y mononucleado no es el Unico que puede existir. Igualmente antiguas, y tal vez mas dispersas en la Mesoamérica prehispanica, eran las “ciudades verdes”, 0 sea ciudades abiertas semi dispersas o semi nucleadas, con una densidad demografica de alrededor de 800-900 personas por km. El utilizar un tipo excepcional de forma urbana, por ejemplo el de Teotihuacan o de Tenochtitlan (con densi- dades de alrededor de 2000 por km?) para caracterizar todo el experimento de urbanizacién en Mesoamérica, obedece a una légica equivocada. Una manera grifica de representar a las ciudades centralizadas mononucleadas, es con un modelo de cubo y rayo de rueda, mientras que las urbes descentralizadas multinucleadas se asemejan mas a una reticula, donde las redes de produccién, consumo y administracién se sobreponen sélo en parte. Las configuraciones urbanas en forma de reticula o enrejado ponen €nfasis sobre la yuxtaposicién y repeticién en la estructura econémica y sociopolitica. La produccidn usualmente es altamente descentralizada, aunque el consumo suntuario lo es en menor grado. Si vemos a la enorme zona habitacional de Teuchitlan como un area donde se tenian los Procesos de urbanizacién, entonces parece que estaba evolucionando hacia un tipo de ciu- dad multinucleada en forma de reticula, contrariamente al formato mononucleado de cubo y rayo de rueda. Como lo ha sefialado Gottman (1964), las ciudades de todos tipos deberian de conceptualizarse como tegiones econémicas, en lugar de solamente como sitios; el sitio es sdlo una seccién pequefia, nucleada 204 LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION © semi nucleada, de una ciudad-regién. El paisaje cultural dentro y alrededor de una ciudad de cualquier tipo es parte de su construccién (Cattaneo 1956). Arensberg (1968) sefiala que las ciudades en la historia deben de definirse empiricamente, sin usar suposiciones @ priori o derivativas. Posiblemente la peor variedad de suposiciones se refiere a la centralizacién: “considerada como algo sagrado en la escala... esta la nocién de que la ciudad es un agregado denso y grande de poblacién” (Arensberg 1968:39); el mismo autor también sefialé lo siguiente: Lo que parece oscurecer la percepcién dentro de las ciencias sociales de las formas variables de la ciudad, y de las variedades de patrones de asentamiento comunes tanto a la ciudad como a comunidades rurales, es no solamente la falta de familiarizacién de los antropdlogos con las ciudades de diversas civili- zaciones y de los socidlogos urbanos con las aldeas tribales y de campesinos. Igualmente de oscurecedora es la influencia (quizas inconsciente) de conceptos unilineales de evolucién social y cultural (Arensberg 1968:43). Mas recientemente, Fischer (1976) también ha sefialado la influencia que los conceptos unilineales de urbanizacién tienen en las ciencias sociales, y que éstos son el resultado de teorias deterministicas acerca de la urbanizacion y del urbanismo. Como ya ha sido mencionado, el tipo semi nucleado de experimento urbano fue muy difundido en la antigua Mesoamérica, y deberia de evaluarse bajo sus propios términos, mas que tratar de encasillarlo dentro de conceptos unilineales. EL COLAPSO DEL CLASICO Y LA REORGANIZACION DEL POSTCLASICO Para el periodo Epiclasico, o sea la fase Teuchitlan 1! (700-900 d.C.), la gran zona habitacional en el valle de Ahualulco-Tala-Teuchitlan se estaba empezando a desintegrar. Muy pocos recintos circulares estaban siendo cons- truidos durante esta fase, aunque muchos fueron remodelados moderadamente, Algunas variaciones sobre el tema de la arquitectura circular son evidentes: el hacinamiento de Jas plataformas sobre la banqueta frecuentemente alteraba la simetria y balance de los circulos ms viejos (ver fig. 21); la ubicacién de plataformas hacia la parte trasera de la banqueta interior (0 patio) para enfati- zat su monumentalidad; y otras variaciones similares son comunes a la fase Teuchitlin 11. Pero mas que otra cosa, es notable la construccién de nuevos recintos junto a la zona habitacional (pero nunca dentro de ella) sin arquitectu- 205 LAs CUENCAS DEL OCCIDENTE DE MEXICO ta circular, contando solamente con distintos tipos de edificios cuadrados y rectangulares. Sin duda, esto demuestra que estaban ocurriendo cambios socioculturales dramaticos dentro de la zona nuclear. Los entierros en fosas en forma de caja se estaban convirtiendo en la norma, aunque otros utilizando pozos campaniformes o muy modestas tumbas en forma de bota seguian ocu- triendo. Los cambios en tipos cerémicos también fueron importantes; la serie Huistla de molcajetes bicromos y policromos, con soportes tripodes hechos con molde aumenté répidamente en popularidad, Ademés cambié el pesudo- cloisonné; las ollas se hicieron bastante grandes, y las copas, que habian sido un elemento independiente del conjunto, se fijaron, la cabeza hacia abajo, con el borde de las ollas para formar una sola vasija. Los estilos cédice continua- ron, pero incluyendo motivos y elementos de fuera de las cuencas occidentales incorporados a su iconografia. En general, se introdujeron algunos elementos de la iconografia Mixteca-Puebla (Bell 1971). El liderazgo artistico de que habia gozado la Tradicién Teuchitlin ahora fue sustituido por el estilo pseudo- cloisonné del sur (presumiblemente centrado en Michoacén después de ca. 900-1000 d.C.) que acabamos de mencionar, y por la elegante tradicién de policromos Iguanas-Roblitos de la zona general de Amapa en Nayarit (Meighan 1976; Bell 1971). Ambos tipos ceramicos mencionados arriba empiezan a aparecer en los distritos lacustres de Jalisco alrededor de 900 d.C., si no es que un poco antes. Los malacates de cerdmica se vuelven populares, y a veces estan estampados con molde. Las figurillas del tipo Tula-Mazapa hechas con molde aparecen a fines de la fase Teuchitlan II. Los asentamientos més nuevos parecen estar mas nucleados, aunque todavia bastante dispersos; ninguno de ellos llega a acercarse en tamajio a lo que habia sido la zona habitacional de Teuchitlan. Complejos abiertos de patio y pirdmide en forma de “U” se observan en El Grillo (valle de Atemajac), Tepehuaje (cuenca de Chapala), La Venta (entre los valles de Teuchitlan y de Atemajac, mapeado por Chris Beekman), Santa Cruz de Barcenas (en el valle de Teuchitlin; ver fig. 23) y otras localidades. Este es un formato arquitecténi- co que se ha documentado también para la zona de Hidalgo cerca de Tulancingo (Muller y Lizardi 1956), El presente autor postula que la legada de este formato arquitectonico a los distritos lacustres del Occidente de México signi- fica en parte tanto la direccionalidad desde la que se originaron los cambios © sea el Bajio y el norcentro de México) como los tipos de nuevas culturas que se estaban estableciendo en el area. En Santa Cruz de Barcenas, el edificio en 206 La EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION forma de “U” abierta es tan sdlo un complejo dentro de la zona de habitacién de tamafio moderado; ademis existen dos complejos de piramides con estruc- turas rectangulares y cuadradas. Todas las piramides cuadradas en Santa Cruz de Bércenas miden 40 m? de planta y alrededor de 8-10 m de alto; la piramide cuadrada en la figura 23 tenia estelas de piedra labrada sobre su terraza superior; los tinicos fragmentos de estas estelas que pudimos examinar se parecian a los “atlantes” de Tula, que originalmente se localizaban en lo alto de una piramide similar. Galvin (comunicacién personal) identificé tiestos del sitio de Santa Cruz de Barcenas como pertenecientes al Epiclisico y al Postclasico. El sitio aparentemente alcanz6 su maximo desarrollo alrededor de 1000-1100 d.C.; antes de su ocaso en ca. 1250-1300 d.C. cubria un drea de unas 450 hectdreas. Su caida se acompafié con el surgimiento de los Estados protohistéricos de Etzatlin y Tala (Weigand 1993). En Tepehuaje, en la cuenca de Chapala, el complejo en el extremo norte tiene una posible doble piramide, o sea dos piramides lado a lado, sobre una misma ‘plataforma. Este complejo tiene una fecha dentro del Epiclasico- Postclasico temprano, como ya ha sido sefialado. Es interesante observar que este mismo tipo de estructura se encuentra en Ihuatzio (cfr. Caso 1930, Noguera 1931), en la cuenca de Patzcuaro en Michoacén. La doble pirdmide de Thuatzio definitivamente no es del estilo de la ydeata que caracterizé a la actividad constructiva auspiciada por los tarascos. La ydcata formé el rasgo distintivo de esa tradicién arquitecténica de la misma manera que los edificios concéntricos circulares fueron la huella de la Tradicién Teuchitlan en tiempos anteriores. Es posible que la piramide doble de Thuatzio sea anterior a la difusion de la ydcata, estando entonces de alguna manera relacionada con la estructura de Tepehuaje, En base a estas observaciones muy preliminares, parece que la idea de una pirdmide doble no es unica al centro de México, pudiendo de hecho ser mas temprana en Occidente. Los sitios grandes del valle de Atemajac, como El Ixtépete (Castro Leal y Ochoa 1975; Galvan s.f.), Coyula (Weigand s.f}) y El Grillo fueron remodelados y ampliados durante el Epiclasico y el Postclasico temprano. El estilo cons- ‘tructivo caracteristico de este valle durante esta época es una plataforma rectangular grande y relativamente baja, como la que se encuentra en El Ixtépete, o las cuatro (por lo menos) que tenia Coyula (Coyutla), junto con la Unica plataforma cruciforme hasta ahora reportada para Occidente. Este tlti- mo sitio estaba situado en una saliente natural hacia la cafiada del Rio Grande de Santiago, por lo que tenia una vista completa de todo ese sector de la 207 Las cueNcas DEL OccIDENTE DE MEXICO barranca. La ciudadela cubria alrededor de 55 hectareas, y la zona habitacional nunca fue estudiada. El sitio ha sido destruido durante la construccién de un basurero para la ciudad de Guadalajara. El sitio de Techaluta en el valle de Atoyac-Sayula parece haber florecido durante estos periodos (Valdez, comunicacién personal). Las piramides princi- pales en estos recintos usualmente ven hacia el occidente a través de plazuelas hundidas cuadradas; en el lado occidental de estos recintos hay plataformas més pequefias que miran hacia el oriente; en este lugar la mamposteria tabular es muy fina. Uno de los tipos cerémicos predominantes es una loza naranja y negra sobre crema, con los disefios ejecutados de manera conspicua. Hacia el occidente, gran parte de la actividad constructiva observada en Ixtlan del Rio también pertenece a estos periodos (Bell 1971). En la zona costera de Nayarit prosperaron sociedades dindmicas en expansion, representadas por la fase Cerritos (ca. 700/800-1200 d.C.; Meighan 1976). Los complejos hacia el sur de la zona nuclear que se colapsaba también estaban en expansién, siendo el mejor documentado ejemplo de ello el area de Autlan-Tuxcacuesco (Kelly 1945, 1949). Toda esta actividad cultural en lo que habia sido el relativamente despo- blado territorio inmediato (con la excepcién de la zona costera de Nayarit) del niicleo de Teuchitlén es muy contrastante con los periodos anteriores. Parece ser que cuando se colapsé el nucleo, el territorio inmediato recuperé su independencia, pero los modelos culturales que se escogieron para este resur- gimiento no fueron los de la Tradicién Teuchitl4n; ahora estaban basados en patrones arquitecténicos rectangulares o cuadrados que habian sobrevivido a las implosiones, o a tradiciones arquitecténicas que fueron traidas del este. Obviamente, los cambios que ocurrieron dentro de los distritos lacustres del Occidente de México no fueron tnicos, sino que el cambio se sintié en todo el oikoumene mesoamericano, desde la zona maya y el colapso de su civiliza- cién del Clasico, hasta las intensificaciones socioculturales entre los hohokam y anazasi, incluyendo todos los puntos intermedios. Los cambios fueron profundos y frecuentemente revolucionarios (ver a Porter Weaver 1993 para una discusién general). Sin embargo, el hecho de que se presentaron cambios en todo Mesoamérica dentro del mismo periodo de tiempo aproximado, no explica las particularidades del colapso y reorganizacién en alguna area espe- cifica, como el Occidente de México. El colapso de la Tradicién Teuchitlan puede explicarse de tres mancras, ninguna de las cuales cs realmente mutuamente excluyente: 208 LA EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION 1) Vis inertiae: esta hipétesis enfatiza el periodo de ocaso representado por la fase Teuchitlan I. Parece ser que los sistemas sociopoliticos perdieron su impulso, y tal vez incluso su razén de ser, con el ocaso y colapso de Teotihuacdn, pues este evento disminuyé las presiones culturales, politicas y/o econémicas que se ¢jercian sobre ellos, directa o indirectamente, desde el este, Este argumento tiene una premisa: la Tradicién Teuchitlin se cohesioné, en parte, como respuesta al crecimiento de Teotihuacén, y en su caso el sistema se debilité y se volvié susceptible a cambios estructurales importantes, incluyendo los introducidos desde fuera. 2) Vi et armis: esta hipétesis enfatiza cl colapso definitivo de la Tradicién, Teuchitlén como un evento o serie de eventos, que incluirian migraciones y/ © invasiones hacia el area nuclear desde fuera, presumiblemente el oriente. Dado que las leyendas de las migraciones tolteca-chichimecas parecen bas- tante probables, sabemos que los pucblos estaban frecuentemente migrando y causando cambios socioculturales en su camino. Los recién llegados a los distritos lacustres del Occidente pudicron no estar dispuestos favorable- mente a las tradiciones exéticas que habian existido antes de su Iegada, y por eso realizaron los cambios profundos que son evidentes. 3) Cambios en las relaciones de obtencién e intercambio. Esta hipétesis enfatiza el papel econémico que la Tradicién Teuchitlin habia jugado antes de su colapso, con sus posibles “monopolios” sobre la obsidiana de alta calidad y la sal (probablemente junto con piedras verdiazules, cristales y otros productos), y su fuerte papel cultural reflejado en los materiales pseudo- cloisonné. Sabemos que la metalurgia estaba empezando a surgir en el Epiclasico (Hosler 1988), aunque no fue ampliamente popular hasta des- pués de ca. 900-1000 d.C. Los saqueadores han encontrado muy pequefias cantidades de cobre en entierros pertenecientes a la fase Teuchitlan i, pero el surgimiento de la metalurgia per se sin duda introdujo demandas entera- mente nuevas sobre los sistemas de obtencién de recursos escasos, asi como sobre las redes de distribucién, para incluir a estos bienes nuevos. Al entrar los metales a la ecuacién de obtencién y distribucién, la Tradicién Teuchitlan pudo no haber estado preparada para adaptarse a las nuevas circunstancias, pudiendo haber sido eclipsada por sociedades mis flexibles y mejor ubicadas para explotar la nueva situacién creada por la populari- dad de los objetos de metal. 209 ‘Las CUENCAS DEL OccIDeNTE DE MEXICO Sea lo que sea que haya sucedido en la realidad, el nticleo de la civiliza- cién mesoamericana en ¢l Occidente se mudo definitivamente fuera de los distritos lacustres, para no regresar hasta el florecimiento de la ciudad de Guadalajara en los periodos colonial y moderno. Las actividades que caracte- rizan a un érea nuclear (como la construccién de un area econémica clave, implosion demografica, “monopolios” de recursos escasos, etc.) se colapsaron de manera conclusiva en la regién de Ahualulco-Teuchitlan-Tala, para even- tualmente resurgir en los distritos lacustres orientales del Occidente de México durante el Postclisico tardio. E] surgimiento del imperio tarasco (Pollard 1987, 1993) ofrece una crénica de esta transformacién, y este Estado expansionista jugé un papel importante en la historia cultural y desarrollos sociales de la zona transtarasca (fig. 24; Weigand 1993). 210 eof aren cer oroaleiae exe La Tradicién Teuchitlan del occidente de México y sitios relacionados Sitios modemnos, Zonas de habitacion Sitios de los periodos Epiciésico ela Tradicién Teuchitlan y Postclésico (700-1500 D.C ) Sitios de la Tradicion Lagos Teuchitian (400 AC-1000 AC.) \ Fig. 1. La Tradicién Teuchitlan del Occidente de México y sitios relacionados. 21 Las cuencas Det OccienTe DE MExIco Fig. 2. Cronologia de la regién de Teuchitlan, Jalisco. Fecha Nombre de fase Referencia 1500-1000. El Opefo Oliveros (1974) (Formativo temprano) Weigand (1985) 1900-300 .C. San Felipe Weigand (1985) (Formative medio) 300aC-200d¢. El Arenal! Long (1968) (Formativo tardio) ‘Weigand (1985) 200-400 d.C. ‘Atweluico ‘Welgand (1985) (Clasico temprano) 400-7004... Teuchittan | ‘Weigand (1985) (Clasico medio) Galvan (1984) 700-9004. Teuchitan It Soto de A. (s1) {Epictasico) ‘Weigand 1985, Galvin (1984) 900-125046. Santa Cruz de Béreenas Giassow (1967) (Postctésioo temprano) Weigand (1990b) 1250- al contacto Etzatian Galvan (1984) espafol ‘Weigand (1990b, 1991) (Postclasico tardio) 1, Florance (1992) sugiere una revisién de las fases El Arenal y Ahualulco hacia fechas mis tempranas. 212 La EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION Area de Las Citalas (Mpio. Teocuitat!4n) Tumba #4 (Weigand) Posible plataforma = PertitA-A’ Huollas do ta_7 ‘excavacién Depresion Perl B-B Fig, 3. La tumba 4 del area de Citalas, Municipio de Teocuitatlan, perteneciente a la fase El Opetio. 213 Las cuencas be OcciveNtE DE México adyjoy ueg osvy ‘orpag ueg op euroyereyd ey“ Bt siauaectiee SE reoee eeu | i > ee a mA De etl oa x (DO eucsnas | %. NOB &) A a % \ OS s SE yewaUG ryeng ‘cupag ues op ojnonUo -odnog weg asey ‘odyoy ueg ap eunoymed ey ta ofeae song, sendy usequrius ais ‘oorbes spcrsg, ene (seundy “pepipunjoud ‘Op wi 24, ‘SeseUip z) youn. 9p equi. ‘oynonuow jap souadns ezeuo, ‘epevorsois ‘oinonuow ap sou9ju! eI (seinby ‘peppunjoud 9p WoL 'sBieweo 2) Pp adie urg 214 LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION Huitzilapa Cerro de las Navajas Concentracion de obsidiana Fig. 6. El recinto de Cerro de las Navajas, en la zona habitacional de Huitzilapa. 215 Las cugncas DEL OcciDENTE DE México Circulo de Cortacena-Loma Alta e eaten Fig. 7. El recinto de Cortacena-Loma Alta del sector Ahualulco de la zona habitacional de Teuchitlan. 216 La RVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION El Arenal Clave: X Coneentracion de rocas. Fig. 8. recinto de El Arenal: tumba 1 (Corona Nifiez 1955), tumba 2 (Long 1966). 217 Las cugncas DEL OccIDENTE Dz México “equim op sody soy wos sopereduios ‘uppIyoNa 2p wo!da1 | ap soorumpes sodyy, “6 Tt 7661 PURBIoN, 218 LA BVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION “uppryona, us ugqUOWTYDeNg op ofojduroo [q “OL “tA souaw —=————— oot os ° upiuowiyoong olajdwos casio uDjyonaL upisesdeg owrenbzy ‘ounnb} upjuowiyoons -amrao 219 Las cugNcas DEL Occiente DE MEXICO ‘OAS OYSUPY-BHANNY) EIULS ap ofajdurcs Tq “TT “Bry 220 La EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION Escala del Area agrandada (ROoG8G a 1Qg000 openg nN / Ct 2 Hf ald g oll ’ ; af i p 3 az bg 53 ° a Fig, 12. Bloques de chinampas y canales de Ia laguna de Magdalena ‘Las cuENcAS DEL OccIDenTE pt México Geometrfa de la Tradici6n Teuchitlin ‘Trazo de las plataformas sobre la banqueta: la geometria ocutta Tato os unc | (2-4-6 8) come ls 1-257) sn tangents dl creo aries dt shea B, cov las angonas tandose on ES TY SES. Fig. 12a. Geometria formal de la arquitectura de la Tradicién Teuchitlan. LA BVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DB CIVILIZACION + wa Di Se AE (GA oz , gel a AS o *f a ae - cS BD me ; Ra & a eg habitacionales de la Tradicién we AT rye BM oras eS fee EE en de 2 =: Ry y 4 pe 4 as! ae 4 “s i ct = Hh py wey “se , eS oS § ETD: re “Wh : ae ey: BLT A 3 Seas RTE er PAL DRC as on co i Fig. 13. Mapa de curvas de densidad para las zonas Las cuENcas DEL OCCIDENTE DE MEXICO Fig. 14. Calculos demograficos para cada zona de curvas de densidad; zona habitacional de Teuchitlin-Ahualulco-Tala.* No, de No. de Porcentaje de hectareas habitantes en contemporaneldad — por conjunto cada categoria No. por Km? —_por hectarea 6 1 53.396 1125 113 4 28 434 282 28 9 11436 175 13 (total) : (93.206) - Z {promedio) = = (390) (39) © 1 42.669 915 92 4 22748 228 23 9 9149 100 10 (ova) : (74) . . (promecio) : : (310) (3.1) 50 1 33.558 710 7A 4 18.956, 190 19 9 7 624 Cy 08 (total) sy (60 138) = z (promedio) F (250) (25) 4” 1 28446 600 60 4 15165 160 15 9 6.099 a7 07 (total) S (49710) : ie (oromedio) : : (207 e1) (1) Una hectérea por conjunto: 4 741 has; 4 has por conjunto: 10 110 has; 9 has. por conjunto: 9 149 has; ‘total de hectireas en miimeros redondos: 24 000. 224 LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION Fig. 15a. Sitios de la region de Teuchitlén con arquitectura formal, y tamafio de las 4reas inmediatas de habitacion de densidad alta, mediana y baja (segin Ohnersorgen y Varien 1993). ‘Area habitacional Sitio Nivel de alta densidad (hectéreas) Guachimonitin ' 1011 Mesa (Loma) Alta i] una parte del No. 1 Arroyo de los Lobos W ‘una parte del No. 1 Mesa (Loma) Baja tu tuna parte del No. 1 Estanzuela m ‘una parte del No. 1 Capilla mv tna parte del No. 1 ”. Campanilla uw 103 . Caldera de los Lobos Mh 105 ). Mesa Alta (EI Refugio) te 12 ). La Mesa (EI Refugio) tH ‘una parte del No. 9 |. Rio Salado mM 209 2. Entronque Nv 420 Escheveria W tuna parte del No. 12 }. LaNoria Vv J Chivas Palacio 2 a Potrero de las Chivas tt 219 ‘Arroyo de las Chivas tH una parte del No. 16 Bosque wm 48 B Saucillo tH 0 ). La Pena WV 47 L Vv 32 22. Mt 7 23. San Juan de los Arcos ' 1617 24. Wet ‘una parte del No. 23 B. " tuna parte del No. 23 (26. Arroyo de Ahuisculco AL una parte del No. 23. 27. Las Navajas Ml 86 28, Ahualulco 1 426 29. Ahualulco Este HV ‘una parte del No. 28 90. Cortacena ir 31. Laguna Colorada i 51 $2. La Providenda Mt B ‘33. Ahualulco Norte LV nm 34. Huitzlapa Hl 97 ‘35. Huitzilapa- A MW una parte del No. 34 36, Huivilapa- B MW una parte del No. 34 ‘37. Huitzilapa-C Mm ‘una parte del No. 34 225 38. Las Rosas Nl tuna parte del No, 85 39. Los Ceborucos u n 40, Santa Quiteria ' 02 41. Los Bailadores: " tuna parte del No. 40 42, Mesa Alta " ‘una parte del No. 40 43, Uano Grands Vv 36 44, ‘Santa Rosalfa ‘Tumbas del Formative 38 45, El Arenal tll @ 48, Etzallan MV 2 47, Oconahua " 47 48. Pipiole Vv 2t 49, Amittan ll 6 50. Amititin Oeste " cy 51. Animas wll ‘una parte del No. 23 52, Las Cuevas tumbas del 53, Mesa de las Pilas Vv tuna parte del No. 55 54, Nogalera Vv ‘una parte del No. 13 55, Las Pilas ) 56. Zacometate W 2 87, LaMora ev 9 58. Cerro de los Monos: Vv 9 Fig. 15 b. Zonas habitacionales de la regién de Teuchitlan y sus Areas habitacionales asociadas de mediana y baja densidad. ‘Area habitacional Area habitacional Zona habitacional do mediana densidad de baja densidad (hectéreas) (hectreas) 9057 1058 Negeeys 226 La EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION g 15 ¢. Zonas habitacionales de la region de Teuchitlan: total de reas habitacionales. Zona habitacional Total del rea habitacional 1. Guachimonton-Ahualulco-San Juan de los Arcos 23 686 2. Huitlapa 817 3. Las Pilas 1128 4 Santa Quiteria 537 5. Las Navajas 262 E Y= 1.0185 + 020068 x R= 0.80581 3 3 s a S 3 4 fe é Didmetro det cireulo (en metros) Fig. 16. Gréfica que muestra la relacién entre el didmetro y el volumen de los circulos (segiin Ohnersorgen y Varien 1993). 227 Las cugNcas DEL Occmente DE Mixico ‘Areas habitacionales ‘ye -1238.3 + 561.77 x R= 0.86203 28888 ‘Areas dominadas or stios donivern) = ° 20 a Raiz cuadrada de drea habitacional (mm) y= 6210.7 + 827.66 x R= 0.56808 E 24000 i ‘20000 16000 es E2000 8 4000 3 oO 10 20 30 40 Faiz cuadrada de érea habitacional (rm) ‘Areas dominadas por sitios de nivel It y= 46672 + 864.19 x R= 0.37269 E 110000 eric 90000 i 80000 & 70000 3 0000 3 s0000 Areas dominadas por sitios de nivel! == 10 2 90 40 Riz cuadrada de érea habltacional (rv) Fig. 17. Grafica de volumen de arquitectura formal comparado con el tamafio de las reas de habitacion asociadas de alta densidad (segiin Ohnersorgen y Varien 1993). 228 La EVOLUCION Y OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION 2. Sito ae anol 1D sto 60 nivel nt (© Sito de nivel Ih — Primer vecino de imeraccién +> Segundo vecino de interaccién Fig. 18. Grafica de modelo de gravedad que muestra primeros y segundos vecinos de interaccién para sitios con arquitectura formal, con “a” en 0.5 (segin Ohnersorgen y Varien 1993). 2, Las CUENCAS DEL OCCIDENTE DE MEXICO Fagan ousers 1B Sito de nivel D Sito de rivet © Sito de nivel — Primer vecine de interscsicn +++ Segundo vaciro de interaccion Fig. 19. Grafica de modelo de gravedad que muestra primeros y segundos vecinos de interaccién para sitios con arquitectura formal, con “a” en 2.0 (segin Ohnersorgen y Varien 1993), 230 La EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION ‘rea de posibles platatormas Gesimuidas por el erado Posibie Areade plataformas destruidas por el arado y= Arroyo de Los Lobos Circulos A y B Namerode Ladodel Lado plataforma: patio: 1 om 2 35 3 13 4 115 5 is 6 1.55 7 17 a 17 a 13 10 15 t 75 2 ins. Cireulo B Numerode —Elevacidn plataforma: central: 1 6m 2 85 a 65 4 10 5 16 é 85 7 118, 8 135 Fig. 20. El recinto de Arroyo de Los Lobos de la zona habitacional de Teuchitlan. 231 LAS CUENCAS DEL OCCIDENTE DE México El Saucillo Maio 779 Guartos de roca bt 4 ‘Cuantos de roca amontonada p Plataforma 4 Posibi pataforma 1 Terraza Fig. 21. El recinto de Saucillo de la zona habitacional de Teuchitlan. 232 LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION “uepnyoney, op yeuorsergey euoz ef ap ajododa] ap osaNOd-opeleg ONY ap IMIDE [A “ZZ “Fla " ‘soso Tahmantenl owouweroyy BUUO}EIe\d BIq90d 0s0001 cwskuBoye AeWOT ” ea pei cigop op cueng ©, = : wD, seipayd op epeyy o1aca SEULOJETELS ryojad ap ofant K 9 ‘q “e sojnautsy arododay, ap oranog-opres ony 233 Las cugncas DEL OccipENTE De México Complejo Tabacal- Sta. Cruz de Barcenas Fig. 23. El complejo de Santa Cruz de Barcenas-Tabacal. 234 LA EVOLUCION ¥ OCASO DE UN NUCLEO DE CIVILIZACION La "doble frontera" trans-tarasca trans-caxcana en visperas de la Conquista espafola (1460-1521) segin Weigand ‘Cos limites territoriales son aproximados). \ Rata de invasion o acometids Fig. 24. La “doble frontera” transtarasca-transcazcana en visperas de la conquista espaiiola (1460-1521 d.C.). 235 LAs CUENCAS DEL OCCIDENTE DE MEXICO. RECONOCIMIENTOS El trabajo de campo representado en este estudio se levé a cabo con el permiso del Centro Regional de Jalisco del Instituto Nacional de Antropologia e Historia. Reconozco con gratitud el apoyo a la investigacién proporcionado por el Instituto de Investigaciones Antropolégicas de la UNAM, la Secretaria de Recursos Hidraulicos, y El Colegio de Michoacén. Mis gracias especialmente a quienes han proporcionado ayuda, criticas y apoyo moral al proyecto: Mtra. Acelia Garcia de Weigand, Ing. Francisco Ron Siordia, Dra. Brigitte Boehm de Lameiras, Dr. J. Charles Kelley, Profr. Pedro Armillas, Dra. Dolores Soto de Arechavaleta, Dr. Michael Spence, Dr. James Schoenwetter, Dr. Joseph Mountjoy, Dr. Emil Veakis, Dr. Michael Cinquino, Dra. Marie-Areti Hers, Dr. Michael Foster, Dr. Robert Shadow, Dr. Jay C. Fikes, Arqlgo. Jorge Ramos, Mtro. Otto Schéndube, Ing. Francisco Francillard Chavez, Lic. Luis Arias, Chris Beekman, Meredith Aronson, Mark Varien, Michael Ohnersorgen, Glenn Stuart, Dr. Eduardo Williams, y muchos otros. Finalmente, mi agrade- cimiento especial al arquedlogo Javier Galvan, del Centro Regional de Jalisco, por su estimulo y ayuda. REFERENCIAS CITADAS Atcaze, Guillermo 1993 “Expansionary dynamics of some early pristine states”, American Antrhopologist, 95(2):304-333. ARENSBERG, Conrad 1968 “The urban in cross-cultural perspective”, en Urban life, editado por G. Gmelch y W.P. Zenner, St. Martin’s Press, pp. 37-47. ARNAULD, Charlotte, M.F. FAUVET-BERTHELOT y P. 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