Cuando el Hombre Dios, despus de cruzar nuestra tierra, hubo terminado su
vida mortal con el sacrificio redentor en la cruz, entonces di comienzo la celebracin que desde aquella hora, en todos los pases, a travs de todos los siglos, ser una misteriosa renovacin de su entrega redentora y que no cesar hasta su segunda venida. En una incesante repeticin, unas veces con gran solemnidad y ante la presencia de miles de personas, otras en la soledad de una capilla callada, o en la pobreza de una iglesita de aldea, o en cualquier rincn donde haya hombres consagrados a Dios, en todas partes se realizar da tras da el mismo sacrificio. Apenas separado del bullicio de la vida por una dbil pared, este misterio est en medio de los hombres que acuden en busca de la gracia divina, que en l resplandece, extendiendo sus manos suplicantes para no verse hundidos en el vaco de una vida alejada de Dios (Jungmann, 1951, pg. 17). La institucin de Jesucristo estaba destinada desde un principio al ms ntimo contacto con la vida diaria de los hombres. En su centro se encuentra, levantado en alto, el rbol de la cruz. A su misterio se refieren con preferencia las palabras del Maestro: Cuando yo fuere levantado de, la tierra, lo atraer todo a m (Jn 12,32). Un inmenso proceso de asimilacin que va creciendo como en ondas, tiene en este sacrificio su centro y su fuente llena de energa; un autntico proceso en que lo terreno se convierte en lo celestial o al menos se le hace semejante, mediando entre la vida del hombre pecador y la entrega santa del Hijo de Dios a la voluntad del Padre (Jungmann, 1951, pg. 17).