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Jaime Pinos ciudadano poeta. En su trabajo aparece una otra poesía etnográfica, no ya en
torno a las problemáticas culturales de y entre pueblos multiétnicos, sino una poesía
etnográfica del acontecer noticioso nacional con énfasis en lo urbano y lo cívico.
Bien, lo primero para adentrarnos en materia será profundizar un poco más en este
arte del rescate que practica nuestro autor.
En Almanaque hay varios textos que Jaime Pinos retoma e introduce con las
respectivas citas bibliográficas para revelar al poema en su calidad de comentario
de “lo que efectivamente ocurrió”, referencias que dan el sello de una membresía al
ámbito de lo no ficcionado o literario. Con esto lo que a uno le sucede… bueno,
para conservarme hablando desde mi, diré; la sensación primera que tengo cuando
pagina a pagina voy leyendo Almanaque, es la de reencontrarme con varias noticias
que la gran mayoría de nuestros connacionales vio o escuchó hace algún tiempo,
noticias que impactan e impactaron por su crudeza, que conquistaron primera
plana y sus “quince” minutos en los noticieros nocturnos, y que luego
desaparecieron tan raudamente como llegaron; la anciana a quien descubrieron
sobreviviendo de comer la espuma del colchón y sus propios excrementos, el
anciano que apareció medio devorado por una jauría de perros en no se que
población, etc. Noticias que como la inmensa mayoría uno olvida con la llegada de
nuevas noticias y más noticias, y de entre las cuales se nos escapa muchas veces la
posibilidad de darle seguimiento a algunas de ellas que consideramos alarmantes, y
tal posibilidad se esfuma en parte por nuestra indolencia y en parte por el hecho de
que simplemente no se nos dice ya nada más de ellas, con lo cual por lo demás se
favorece indirectamente el marasmo de no participación ciudadana en los asuntos
de Estado. No por nada se ha llamado a los Mass Media “medios de
desinformación”. Y Pinos aquí ejecuta un ajedrez ciudadano muy valioso,
retomando estos retazos del acontecer nacional y sacándolos del espacio del morbo
farandulero los pone en la sala de cirugía reflexiva invitándonos a un proceso que
permite aquilatar el abismo de soledad, precariedad, desidia cívica, despropósito y
desorientación espiritual que implican estos acontecimientos y que la prensa oculta
al presentarlos como lo hace. Toda palabra oculta y a la vez revela. Y l@s poetas
saben esto por que conocen el ejercicio inverso, el de revelar con el callar de la
evocación que no describe, insinúa. El silencio es, en literatura, no un vacío
perceptual, sino un callar, es un decir sin decir lo no dicho que queda oculto por la
obviedad y la velocidad del trafago cotidiano, o lo no dicho por que es uno de esos
secretos a voces. La poesía escrita es en este sentido, estéticamente hablando, el
arte del desnate, de extraer lo superfluo con la palabra. Y en este arte, aunque hay
muchas y muy distintas maneras de encararlo, Pinos, a todas luces, a ejercitado
largamente su Palabra. Su poesía es así densamente silenciosa, medida. Y a la vez,
simultaneidad que me parece notable, en otra dimensión es extremadamente
explícita, descriptiva, como ya decía, su tono es casi el de la factura propia de un
texto etnográfico. Veamos esto en un o de sus poemas:
Uno de sus hijos, juró a los detectives que no tenía recursos para cuidar a su madre.
Sin embargo posee auto y se nota que no le falta para comer.
Retirados
del trabajo y el consumo,
animales inservibles
bajo el frío látigo
de la indiferencia.
Indigna la vejez
cuando agosto es todo el año.
A cambio de
una vida de trabajo,
moneda dura,
EL PAGO DE CHILE.
(Fuente: lacuarta.cl)
Nota al margen
La poesía como
TRABAJO DE CAMPO.
El poema como
ESTADO DE COSAS.
El poeta como
NARRADOR OBSERVADOR.
Nota al margen
Escribe a la manera
de Rosa Araneda
de José Hipólito Casas,
de Bernardino Guajardo,
de Daniel Meneses,
de Juan Bautista Peralta,
de Patricio Miranda,
de Pancho Romero.
Escribe a la manera
de los poetas anónimos
o perdidos en las neblinas de Chile.
Prensa Amarilla.
Crónica Roja.
Últimas Noticias.
Versos a lo humano,
por literatura.
Escribe
LIRA POPULAR
Musa
“La poesía chilena es un perro
y ahora vive a la intemperie”
Roberto Bolaño
Irrumpe en el territorio.
Edad media,
maciza, morena,
pelo cano y desgreñado.
Empuja un coche
cargado de ropa, botellas, bolsas plásticas.
No pide dinero.
No vende nada.
Concentrada,
escribe en un cuaderno de espiral,
murmura algo.
Un paraguas desvencijado
le sirve de sombrilla
cuando se tiende sobre la acera,
como una bañista,
sin importarle los que pasan a su lado
desviando la mirada
Le oye decir,
sin levantar la vista del cuaderno sucio:
Y a mí, ¿quién me devuelve el tiempo perdido?
Época
Otra época,
Historia sin heroísmo.
Gritos de guerra
girando en el vacío,
consignas revolucionarias
parodiadas por el marketing.
Elegía
I used to want to live
to avoid your elegy.
Yet really we had the same life
the generic one
our generation offered.
Robert Lowell
Como ves,
nada ha cambiado.
Violencia, Poder, Dinero.
El Dictador ha muerto
en su cama
cuando ya no importa,
nadie recuerda o quiere recordar
la hora de los chacales.
El confort es la única utopía,
la gente vive para trabajar,
compra cosas, paga créditos,
bebe, toma pastillas, consume cocaína,
ve televisión, mucha televisión.
Espectadores
esperando nada,
sobreviviendo al vacío de esta ciudad
donde se choca o se revienta
en los campos de fuerza
de la productividad y la competencia
o en la ruleta rusa de los hechos de sangre.
Mucha gente deprimida, solitaria,
los adolescentes se suicidan con mayor frecuencia,
los viejos suelen morir en el abandono absoluto,
proliferan los teléfonos y las farmacias.
Como sabes,
llegamos tarde.
Niños jugando entre los escombros
de una revolución fracasada,
a contramano de un país
que eligió a otros
como sus hijos pródigos.
Nuestros amigos, nuestros compañeros,
condenados al fracaso,
el margen o la asimilación.
Una generación
colgando
en el vacío.
Como tú
esa noche de septiembre.
He pensado en Rodrigo Lira,
su largo alarido,
sirenas de incendio, perros aullando,
las ventanas del Edificio Diego Portales
estallando en varios miles de pedazos.
He pensado en Abbie Hoffman,
escribiendo su nota,
abandonándose al sopor del alcohol y el fenobarbital.
Es demasiado tarde. No podemos ganar.
Se han hecho demasiado poderosos.
He pensado en John Berryman
saltando desde un puente de Minneapolis.
He pensado en la decepción definitiva,
en la soledad final.
En tus últimos momentos
antes de emigrar a tierra de nadie.
A pesar de todo,
a pesar del dolor y la culpa,
otros recuerdos prevalecen en mí.
(es verano, somos muy jóvenes, tenemos diecinueve o veinte años, viajamos por la
carretera en el auto de mi padre, hemos encendido un porro, vamos camino a la
costa, escuchamos radio, hablamos de sexo, de amor, de discos o de libros,
bromeamos, nos reímos, nos ponemos sentimentales o rabiosos, hablamos de la
mierda de país que nos tocó, de cómo salvarnos de todo ese lastre, la dictadura, el
colegio de curas, la plaza provinciana, somos muy jóvenes, nuestra esperanza y
nuestra imaginación están intactas, todo es posible, creemos que vamos a lograrlo,
que nuestra vida será una gran aventura, que el país cambiará, que encontraremos
la forma de ser libres y felices, vamos llegando a la costa, sacas medio cuerpo por la
ventana del auto, el sol brilla sobre el mar, la brisa fresca nos llena los pulmones)
La imagen fija
es tu sonrisa de Gato de Cheshire.
A pesar de todo,
aquí estoy,
escribiendo.