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Wwe Alianza Universidad ak Giovanni. Sarcori Teoria de la democracia 1, El debate contempordneo Versin espafola de Santiago Séncher Gonzélez Alianza Editorial 1 460L2s “Titulo orginal: The Theory of Democracy Revisited. Part One: The Contemporary Debate LU MICU tA of Primera edicidn en "Alianza Universidad”: 1988 Primera reimpresion en "Alianza Universidad”: 1995 -bis del Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. $34-bi Cédigo Penal vigente, podrin ser castigados con penas de multa y privacién de libertad «quienes reprodujeren’'o plagiarea, en todo o en parte, una obra literaria, aristica 0 cientifica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorizaciGn opyrigh: © 1987 by Chatham House Publishers, Inc. Oi eecc Alene Eaton So Marae bs tb0s Caite Juan Ignacio Luca de’Tena, 15, 28037 Madrid; tle, 393 88 88 ISBN: £4-205-2961-8 (0.C) ISBN: 84.206-2566-3 (Tomo D) Des tena M24679.198 | ‘Compuesto en Femindez Cindad, Inpreso.en Lavel. Los Llanos, G/ Gran Canaria, 12. Humanes (Madsid) Primed in Spain INDICE ‘TOMO 1 Introduccién ... PRIMERA PARTE EL DEBATE CONTEMPORANEO * Capitulo I. gPUEDE LA DEMOCRACIA SER CUALQUIER COSA? 1 La época de Ia confusién democrética . 1.2 Descripcidn y prescripcidn - 13 La democracia politica y otras 14 Idea general... ... . 1.5 Una conclusién sobre la teorfa ... Capitulo I. La pemocracta ETIMOLOGICA .. IL1 El significado de pueblo... ... ... IL2 El pueblo en la sociedad de masas 113 Poder del pueblo y poder sobre ef pueblo IL4 El principio de la mayoria limitad TLS La férmula de Lincoln 2... ee Capitulo TI. Los ifsarres pet REALIsMo POLfTICO .. HILL Qué es la politica pura? oo. oe ee cee ces TIL2 Politica proclive a la guerta versus politica pro. pensa a la paz . ad lemocracias 7 a Capitulo IV. Perrcctonismo ¥ uTopia . Capitulo VI, La DEMOCRACIA VERTICAL IIL.3. Hechos y valores en Benedetto Croce ... TIL4 Mosca, Pareto y Michels . TILS Realismo versus racionalismo ... T116 La democracia racional y la democr empitica. TV.1 El malentendido de la deontologta . IV.2_ El mito y la utopia reconsiderados TV3 Fl autogobierno y lo politicamente imposible « IV-4 El papel de los ideales IV'5 La maximalizacién, el peligto puesto 3 y los resul- tados inversos ... . soe 1V.6 La revolucién como mito IV.7 Los ideales y Ia evidencia Capitulo V. LA DEMOCRACIA GOBERNADA Y LA DEMOCRACIA GOBERNANTE . Vl Le opinién publica y el asbiemo por consenti- miento : La cuestién del senso La formacién de opiniones Autonomia versus heteronomia de Ia opinién pi- blica - La democracia electoral 2... La democracia participativa La democracia de referéndum y el co: Gobierno ¢ ingobernabilidad Adds <<< VI. El principio de la mayoria y Ia regla de la ‘minoria VI2 La titania de la mayoria . VI3 Fleccién, seleccién y mal-seleccién . VIA Minorias y élites VI5 La regla de la minorfa: de Mosea a Dahl VIS La ley de hierro de la oligarquia . VL7 La teoria de Ia democracia competitiva . VI8 Nuevas consideraciones sobre el anti-elitismo VL9 La poliarquia definida normativamente ... Capitulo VIL. Lo Que No ES LA DEMOCRACIA VITA Contrarios, contradictorios y grados VIT2 Autoritarismo, autoridad y poder ... ... VIL3 Estado total, democracia y absolutismo .. 116 116 121 126 131 139 150 155 162 167 167 170 176 182 186 191 197 203 213 225 225 229 237 Capftulo XI. La Liperrap y 1A LEY .. ae VII4 El totalitarismo .. VIL5 Dictadura y autocracia Capitulo VIII. UNA TEOR{A DECISIONAL DE LA DEMOCRACIA VIII.1 La naturaleza de las decisiones politicas .... VIIL.2. Riesgos externos y costes de la decisién VIIL.3 Resultados y contextos de las decisiones ... . VIIL4 La intensidad de la preferencia y la rele de ia mayoria ... : VIILS Comités y unanimidad ... VIIL-6 Comités, participacién y demo-distribucién VIIL7 La democracia consociacional ... «2... «++ VIIL8 Un epilogo sobre el coste del idealismo - TOMO II SEGUNDA PARTE LOS PROBLEMAS CLASICOS Capitulo IX. ¢Qué Es La pemocracta? DErINIcIOn, PRUE- BA Y PREFERENCIA IX.1 ¢Son arbitrarias las definiciones? 1X2 Una crftica del convencionalismo 1X3 Las palabras, portadoras de experiencia . 1X4 La biisqueda de prucba .. IX.5 Una evaluacién comparativa ... Capitulo X. LA DEMOGRAGIA GRIEGA ¥ LA DEMOCRACIA MO- DERNA X.1 Homonimia, no homologia 5 X2 Democracia directa o democracia de Ia polis . X33. Individualismo y libertad: antiguos y modernos. X-4 La idea y el ideal modernos ... 2. f+ ess 0+ X.5 Una inversion de perspectivas . X11 Libertad y libertades X12 La libertad politica X13 La libertad liberal X14 La supremacia de la'ley en Rousseau . X15 La autonomia: una critica ... X16 El principio de las consecuencias decrecientes XL7 De la supremacia de Ja ley al gobierno de los legisladores ... 240 254 261 261 264 273 275 278 285 293 297 319 319 324 329 332 337 343 343 345 351 357 363 366 366 370 376 382 392 398 400 10 Capitulo XII. La ievaupan ... XIL1 Un ideal de protesta XIL2 Justicia e identidad 0.0 oo. coe ie eee tee eee oe XIL3 Ipualdades predemocréticas e igualdades demo- criticas eer XIL4 Iguales oportunidades ¢ iguales circunstancias . XILS Criterios igualitarios, tratamientos y resultados. XIL6 La maximizacién de’Ia igualdad XIL7 Libertad e igualdad Capitulo XII. «Lanerismo», LIBERALISMO Y DEMOCRAG! XITLA Solapamientos 2. oo. see aos XIIL2 Un cémputo desafortunado ... ... .. XIIT3_ La propiedad y el individualismo posesivo - XIIL4 El liberalismo definido XIL5 La democracia liberal . a XIII6 La democracia en el seno del liberalismo XIIL7 La democracia sin liberalismo Capitulo XIV. EL mrrcapo, e1 car: CACION ¥ LA TECNOCRACIA XIV. Qué es la planificacién? XIV2 ¢Qué es el mercado? cee XIV3 Capitalismo, individualismo, colectivismo XIV Socialismo de mercado XIV.5 La planificacién democratica XIV6 Democracia, poder ¢ incompetencia XIV7 La funcién del experto ... XIV8_ El gobierno de la ciencia Capitulo XV. OTRA peMocrActA? en XV.1_ La sociedad buena de Rousseau y de Mar XV2_ La democracia y el Estado en Marx y Lenin XV3° La democracia popular .. 5 XV4 La teoria de la dictadura democritica . XV5 Democracia y demofilia XV6 La guerra de las palabras... -. Capitulo XVI. LA POBREZA DE LA IDEOLOGEA .. XVII El agotamiento de los ideales XVI2 Lo evitable y lo inevitable ... .. XVI3 La caza de brujas de las ideas ... . XVI4 El affn de novedad y el «ultraismo» XVIS Epflogo 2. os cee vee os Indice de conceptos SMO, LA PLANIF- Indice 410 410 4iL 416 420 424 432 437 444 444 448 457 462 467 47 475 480 480 489 496 506 519 522 527 530 538 538 547 562 566 571 377 583 583 591 593 600 604 606 INTRODUCCION Nuestras ideas son nuestros anteojos. Atatn Hace unos veinte aitos publiqué un libro sobre Ia clemocracia que, en su versién americana, sc titulaba Democratic Theory. El libro tuvo aceptacién y atin se publica en varios paises. ¢Por qué, entonces, es cribir otto sobre el mismo tema? Ha eambiado tanto’ Ia teorizacién en totno a la democracia? Mas concretamente, ghan surgido entre: tanto «nuevas» teorias de Ia democracia? Asi Io han creido un buen niimero de estudiosos durante los afios 1960 y 1970 y, aunque dicho criterio no resistiria un examen profundo en la mayoria de los casos, no por cllo deja de merecer una reconsideracién, A fin de determinar en qué medida la teorfa actual de la democracia esta relacionada con Ia de los aiios 1950, este ensayo incorpora gran parte de la obra que realicé anteriormente. Ello no obstante, incluso la parte que ya fue objeto de tratamiento aparece casi enteramente reformulada. La razn de ello estriba, supongo, en que uno cambia en respuesta a los cam, bios, como los que mencionaré a renglén seguido. Para empezar, se ha producido una profunda transformacién en el vocabulatio politico, Diferentes autores han Hlegado, hasta un gra- do sin precedentes, a construir sus respectivos conceptos a voluntad, Este proceso se ha visto legitimado por esa intrépida nueva forma de pensar segtin la cual las palabras poseen significados arbitrarios, Nueva forma de pensar que, obviamente, no produjo impacto alguno en las ciencias duras, pero sf, en ltima instancia y devastadora- mente, en las éreas blandas del conocimiento y, en patticular, en el léxico de la teoria politica. En este ambito es factible construir teorias u 2 Giovanni Sartori nuevas manipulando las palabras. Y es el caso que vocablos como libertad, autoridad, represién, violencia, coercin, tolerancia y muchos otros términos claves ya no se aplican —para un piiblico considera- ble— a los problemas a los que los aplicaba la teoria politica. ¢Somos atin capaces de comunicarnos de manera inteligible? ¢Podemos toda- via transmitir y acumular conocimiento? Por lo que a mi respecta asi lo espero, pero sélo si se hace algo en ese sentido, Otro cambio, relacionado con el anterior, tiene que ver con el influjo del marxismo. Hasta 1950 aproximadamente, el grueso de los estudios versaba sobre la «democracia», no sobre la «democtacia ca- pitalista». Hoy en dfa, marxistas y no marxistas utilizan esta tiltima expresién como algo comiinmente admitido, El cambio es, sin em- argo, de una importancia trascendental. La democracia capitalista es un sistema politico-econémico y, para los marxistas, a decir ver- dad, es un sistema econémico proyectado en una superestructura politica. Si la democracia tout cour? —en cuanto sistema politico— es todavia concebida de forma imparcial y cotrecta desde la éptica de la democracia capitalista —lo que dudo—, su aceptacién implica connotaciones de extraordinaria importancia. Lo mismo ocurre con otro cambio inducido por el marxismo, cual es la aceptacién general y ordinaria de la «ideologfa democrética» como expresién descriptiva o sélo ce las creencias valorativas de la democracia, sino también de su teorfa. Ciertamente, los no marxistas emplean el término ' Qué podemos hacer ante ese fendmeno? El espejismo era que cesta aceptacién de la democracia como la mejor forma de organiza. Gién social 0 politica es el signo de un acuerdo bésico sobre los fines iltimos de las modernas instituciones politicas y sociales» *. Pero el hecho era, y sigue siendo, que In democracia ha Megado a ser una palabra universalmente honorable. Verdad es que las palabras que Teverenciamos son enredosas: nomina nuntina, los nombres son dio- ses, Con odo, debemos procurar que la palabra democracia no se reduzca a una mera trampa. Lo que hemos presenciado en las déca- das siguientes a la Segunda Guerra Mundial apenas puede conse arse como el ascenso de un ideal comin que conforta los corazones de la humanidad; hemos sido testigos, en cambio, de una escalada sin precedentes en la distorsidn terminoldgica ¢ ideoldgica cuyo resultado final es evidentemente la ofuscacién. Como decia Orwell al respecto, cen el caso de un término como el de democracia no solamente no existe una definicién aceptada por todos, sino que ¢! intento de formu- Tarla encuentra resistencia por todas partes. Los defensores de cual- quier tipo de régimen pretenden que es una democracia y temen tener que dejar de usar la palabra si se sintieran atados por un significado Gualquicre> *, La democtacia atin tiene enemigos; pero ahora se la evita mejor en su propio nombre y por medio de su propio nombre. Enemigos aparte, el hecho es que durante los iltimos tiempos hemos ido perdiendo una corriente central de la tcorfa de In demo- cracia, Esta evolucién puede, en parte, achacatse a la amplitud del concepto, Si cada uno dice ser demécrata y la democracia tiene que ‘ser cada vez mds un concepto omnicomprensivo, mas profusién habré y, en conjunto, mayor confusién conceptual, Sin embargo, varias ten- Aencias intelectuales han sido concomitantes poderosos en !a interrup- cién del principal cauce discursivo sobre la democracia. Entre elas daré priotidad a la doctrina segtin la cual las palabras son meras con- Yenciones y todas las definiciones son, en vltima instancia, arbitrarias J, en consecuencia, sujetas a nuestra libertad de estipulacién. Cuales- Guiera que fueren los puntos positivos de esta doctrina —que seréin 1 En R. McKeon, ed, Democracy in a World of Tensions: “A Symposium Prepared by UNESCO (Chiago: University of Chicago Press, 1951), p. 522. 2 Tbid. 2 «Politics and the English Language», en Selected Essays (Harmondsworth Penguin, 1957), p. 149. El debate contempordneo B discutidos después ‘—, sus implicaciones negativas y consecuencias son intuitivas: si las palabras quieren decir, en principio, lo que nosotros queremos que signifiquen vamos directamente hacia tina Babel. Entre- tanto, los aplausos son para una sociedad irreparable de magos de la palabra que no sélo se ganan In vida, sino una reputacidn por des- componer el lenguaje y los significados. Una segunda corriente intelectual que ha afectado negativamente a la teoria de la democracia es la cuestin de la Wertfretheit, el pro- blema de la exclusién de los valores. La Wertfreibeit se presta a tres interpretaciones diferentes, Una primera, moderada, consiste bésica- mente cn Ia «imparcialidad valorativan, y pretence separar la evalua- ci6n de Ia descripeién, En su segunda versidn, extrema, busca un «vacio valorativo» real y requiere, a su vez, un vocabulatio esterili- zado, limpio de connotaciones laudatorias y despectivas, de términos buenos y malos. La dificultad de Hevar a cabo un proyecto de tal naturaleza ha conducido a la «inhibicién valotativay —una_tercera versién de la Wertfrciheit caracterizada por la reserva o, mejor atin, el temor ante los valores. Aqui los valores no son eliminados, sino suimergidos y convertidos en valores encubiertos, implicitos. Coando durante los afios sesenta la Wertfreibeit fue duramente criticada, el ataque iba dirigido realmente contra esta Gltima versi6n, 0 se justi- fies en gran medida por ella, Los cargos eran dos, a saber, que a) la pretendida ciencia politiea liberada de valores habfa retrocedido hasta hacerse inaplicable, y que b) los valores disimulados suponen una propensién al conscrvadurismo, al mantenimiento del status quo. La Uitima acusacidn es de dudosa validez, Los valores encubiertos actiian como los declaracos (aunque con distinta eficacia). Abstraccién hecha de si las crcencias valorativas de un marxista americano son francas 6 estén camufladas, no setvitin en ningiin caso de soporte del sistema ameticano. ¥ a Ia recfproca, un ruso liberal no apoyaré (aunque fuere sigilosamente) el status quo soviético, Los valores implicitos «conser- » cuando resultan scr conformes (con su referente del mundo real), y «socavany cuando no lo son. La primera acusacidn es, en cam bio, vilida, Ha sucedido en efecto que la reserva o el temor a los valores ha producido —junto a otros factores— una retirada de la ciencia politica hacia la irrelevancia “Mi gueja respecto a la Wertfreibeit es, sin embargo, de distinta indole. Conviene recordar aqui que mi preacupacién esti relacionada con Ia ateorfa» y, concretamente, con Ia teoria de la democracia. A cste respecto se ha entendido por Wertfreiheit la segunda version, es decir, aquella que exige separar la descripcién de la valoracién. Me # Véase capitulo IX, infra 4 Giovanni Sartori parece bien, salvo que el problema es ahora o6mo relacionar ambas ina vez separadas y, afiadiria, c6mo actdan entre sf, Mi queja es, pot Io tanto, que la controversia sobre la Wertfreibeit ha perdido de vis- ta, en pran medida, el punto crucial, En su lugar, ha producido una excesiva inhibicién’ respecto a los valores que inexorablemente ha provocado Una respuesta, una desmesurada carga, valorativa. Conse- Rhentemente, la teotia de la democracia ha oscilado desde un exceso de descriptivismo hacia una defensa exagerada de los valores. ‘Una tercera tendencia intelectual que de hecho ha debilitado, aun sin saberlo, Ta principal cotriente de la teoria de la democracia es la persuasién’ behavioraliste, El enfoque conductista ha generado una Rteorla empiticay de la democracia que es verdaderamente un logro nuevo y muy importante, No obstante, este desarrollo plantea proble- mas que deben ser atin correctamente aptehendidos. Un primer punto concieme a la Iinea de separacién entre la teorfa empfrica y la teorfa no empitica. Esta divisoria se encuentra en el ? Como comprobaremos opottunamente pattiendo de la interpretacién de Lenin de este punto, en la pers pectiva de le desaparicién de la politica Ia nocién de democtacta se evapora en una espesa nicbla. Si la politica como tal es una supetes. dos acep- democracia econé- la desplaza y Ia reemplaza Doubleday, 1973); Industrial Democracy in International Perspectives, Annals of the Americen Academy of Political and Social Science, mayo 1977, Et toma dk la democracia industrial continda siendo analizado en’el capitulo. XLV, sec eign 4, | El debate contemporiineo 31 tructura, y si la sustancia real de Ia realidad es 1a matetia econémica, el camino hacia el comunismo no conduce a un sistema politico, sino a un sistema econémico. En ultima instancia no habré necesidad de una democracia no capitalista, porque no necesitaremos en absolu- to una comunidad politica. A la postre, por tanto, una «democracia econémica» es nada més y no otra cosa que una eeconomfa comu- En resumen, la deipéctacla socal, y Ta detooctaclsindustll tecl- ten claramente a estructutas identificables y connotan una democracia no politica en el sentido de que los dos conceptos no tratan del pro- blema de la democracia a nivel estatal, es decir, como el problema de una democracia a escala nacional gestionada por el Estado. De otra parte, la democracia econémica es hoy una expresién muy ambigua Y excesivamente amplia; En un ent sigifies meramente un ae tividad politica ciertamente, una politica emprendida por Ia democracia politica dentro de sus estructuras y siguiendo sus proce- dimientos. En el otro, se supone que elimina y sustituye a Ja demo- cracia politica, y se convierte cn una nocién que desaffa la precisién. En lo que concierne a las «otras democtacias» que son suscepti- bles de identificacién clara, la cuestién del cémo se relacionan con Ja democracia politica obticne una respuesta franca: democracia en el sentido politico cs una macrodemocracia a gran escala, en tanto qu as democracias centradas en torno a un grupo y a una planta indus- trial son microdemoc: a escala reducida. Esto es Jo mismo que decir que la democracia politica —aceptando el término que ha per durado alrededor de veinte siglos— es la democracia soberana supra- ordinada, mientras que las otras son, inevitablemente, democracias subordinadas. Esto es, a mi juicio, la simple constatacién del hecho. Pods tener sna oinin clevada de Ta microdemnraca y, por el rio, muy pobre de la macrodemocracia, La relacién sigue s In misma, ¥ fa relacién es que si Ja entidad supraordinaria —el tado— no es una democtacia, hay escasa probabilidad, si existe algu- na, de que los entes subordinados puedan sobrevivir y prosperat como tales democracias. Asf pues, nadie niega la importancia de In democracia social como base vital de un Estado democritico, ni tampoco que una democracia primaria, de base, puede tener més valor que cualquier otro aspecto de Ia democtacia. Asimismo, la igualdad econémica y la democracia industrial pueden set més importantes para nosotros que todo lo de- més, Empero, sigue siendo un hecho que la democracia politica es la jones marxiana y leninista de la democracia son objeto de andlisis en el capitulo XV, en particular en las secciones 1 y 2. 32 Giovanni Sartori condicién_necesaria, el instrumento requisito, para cualquier demo- Gacia o fin democrético que podamos desear. Si el sistema maestro, ef sistema politico global, no es democrético, entonces la democracia social tiene poco valor, la democracia industrial poca autenticidad, y Ja igualdad econémica puede que no dificra de la igualdad entre esclavos. Esta es la razén pot la que «democtacia» sin calificativo repre~ senta la «democracia politica», por Ia que la democracia es primero y ptincipalmente un concepto politico, y también por la que este libro tratard esencialmente de la democracia en el sentido politico del tér- mino. Hay que empezar por el principio; y la democracia politica como método, 0 procedimiento, debe preceder a cualquier logro sus- tantivo que pidamos de la democracia. Es cierto que «la importancia del método politico democrético se encuentra principalmente en sus derivados no politicos» '. Pero los «productos» presuponen la ma- guinarja, el método que los produce. No se nos pide que amemos a la maquina, pero Ia necesitamos de todos modos. La crftica dirigida contra la cortiente central de la teoria de la democracia porque trata solamente de la democracia politica es por ello dificil de entender y prueba, cteo yo, una erosién de identidad. En todos los grandes temas, tales como la democracia, siempre resta mucho por decir. Pero lo incompleto no equivale a lo erréneo. El error se halla, més bien, en los autores que degradan o rechazan las premisas y requisitos polf. ticos de cualquier democracia que pidan, 14 Idea general En el andlisis final nuestra conducta politica depende de la idea que tengamos sobre lo que es Ia democracia, Io que puede ser y lo que deberia ser. Cuando afirmamos que un sistema politico es més © menos democrético que otro, nuestra evaluacién depende de Jo que consideramos que es una verdadera democracia. Igualmente, cuando decimos «Este no es democratico» o «Aqui no hay democracian, el aserto y el comportamiento resultante presuponen una definicién, si no explicita, implicita. Naturalmente, la gente reacciona ante una imagen de Ia democracia. Empero, esas imAgenes son el eco de las conclusiones alcanzadas en la esfera del pensamiento tedrico y han sido moldeadas por definiciones. Lo que la gente normal piensa refle- ‘a, a la larga, lo que los pensadores han pensado previamente. Mi __ 5 Charles Frankel, The Democratic Prospect (New York: Harper & Row, El debate contemporineo 3 argumentacin basica, por tanto, es que si se define incorrectamente (por sus definidores) la democracia, a largo plazo corremos todos el peligro de rechazar algo que no hemos identificado apropiadamente y de recibir a cambio algo que no quisiéramos en modo alguno. Una vez subrayado por qué deberiamos definir la democracia, vuel- vo al cémo. El punto bisico es que el objeto democracia no esté propiamente descrito por la palabra democracia. Sin embargo, no po- demos eludir la palabra (nunca podemos prescindir de las palabras), ni cambiatla, diciendo poliarquia en lugar de democracia, por poner un ejemplo ®, Nos vemos obligados a conservar en nuestra mente que el término democracia nos lleva a una definicidn prescriptiva, y que tendremos, también, que buscar una definicién descriptiva, Tener dos definiciones sin duda plantea problemas; pero, como veremos, la dis- tincién entre el es descriptivo y el debiera de la democracia’ apunta donde se halla la solucién de nuestro problema, Distinguir entre el es y el debe, real e ideal, da lugar a complicacio- nes, pero también desenmarafia embrollos. Tomemos, por ejemplo, el tserto «El socialismo es superior a la democracia liberal». Deberia ter obvio que para garantizar ésta 0, por lo que a esto respecta, cual- quier otra evaluacién comparativa entre regimenes opuestos, habria que cotejar la real com Lo real y/o la ideal con lo ideal. No servird el comparar el socialismo como ideal con In democracia en Ia realidad, Eso no es jugar limpio. Con todo, ésa es la forma de argiiir que los regimenes comunistas son superiores a las democracias. Pero lo que es todavia més extraordinario ¢s la facilidad con que una falacia de sa magnitud pasa desapercibida. Conviene hacer hincapié, por lo tanto, en que Ia referencia a la democracia tal cual es exige la refe- tencia al socialismo fal cual es. A la teciproca, si nos referimos al tocialismo como ideal, habré que hacer lo propio con la democracia. Para decitlo en términos generales, la cuestién es que cuando se com- pparan hechos con hechos, o hechos con ideales, hay que hacerlo exac- tamente de la misma forma de un lado a otto del espectro. Lo cual Implica el emparejamiento de descripciones con descripciones, de pres- Gtipciones con prescripciones, y comparar cémo se traduce (bien 0 mal) cada ideal en la realidad correspondiente. El estar atentos a la Segiin el argumento de Dahl, cuando se emplea el mismo término pera l asistema ideal» y su «aproximacién imperfecta» del mundo real, «se introdu: fe una confusién innecesaria en la vie del anilisis» (Polyarcby,'p. 9). Lleva abn respecto de la confusién; pero términos diferentes hacen pensar en, y fa recen, una separacién cuyos inconvenientes son, a mi juicio, incluso mayores. la obra Dilemmas of Plural: Democracy: ‘Autonomy ox. Control (New laven: Yale University Press, 1982), Dahl parece llegar a la opiniGn siguiente: ‘alin este libro —escribe— utilizo... de manera intercambieble... regimenes de- 34 Giovanni Sartori distincon entre el es y el debe muestra répidamente lo absurdo de Grgumentar que el ideal de algo es superior a la realidad de alguna otra cosa. ‘Valviendo a las complicaciones, éstas resultan del hecho de que la distincion entre el es descriptive y el debe prescriptive de la de- +e a ncipa: pede quedarse asi. Tan pronto como se ha establecido edistinciOn, surge a pregunta: gcudl es su conexién? La conexién fes tan importante como la distineién. Lo que es y lo que deberia ser $e marchan por caminos paralelos que nunca se encuentran. Al con Texto, siempre se interfieren y chocan entre si, Por «0, si no cap, tuanor la naturaleza de In conexidn, la ventaja de la distincién entre descriocién y prescripcin se pierde, poco a poco, en el camino. La primera parte de esta obra, por tanto, trata extensamente, de manesa Pholcita, cuando no explicit, de esta relacién. Si la atencién se cen: ie enclusivamente en lo que es, el resultado es un realismo equivo- Tiuo y mal empleado, Si ponemos todo el énfasis en lo que deberia Ser, topamos con el obstaculo del perfeccionismo. El realism equivocado y el perfeccionismo son, sin embargo, ‘errores de un tipo sofisticado. Por lo tanto, mi argumentacién se inicia sr tana enftica del enfoque mds simplista, con In discusién del error Ge tipo ingenuo mas elemental, a saber, reducir la cemocracia 8 su sombre. El resultado de este enfogue simplista es lo que yo deno- ao ereJemocracia etimolGgica>, © democtacia literal, que seré abor- TNS on el capitulo proximo. Es cierto que una condicisn esencial para fa supervivencia del sistema democrético es su inteligibilidad. Aun axe ia democracia es més compleja que, cualquier otra forma politica, Firad6jieamente no puede sobrevivie si sus principios y imecanismos ear acuentran al aleance del ciudadano medio. Empero, cuando se face aparecer a la democracia como algo muy simple, podemos estar segutos de que Ia simplifcacién ha ido demasiado lejos, de que esta mos prestando un flaco servicio a In democracia eee a los errores de un exceso de simplificacibn, de hiperrealismo (ai puedo Hamarlo as!) y de perfeccionismo son las trampas en las {que cacmos con mayor frecuencia cuando discutimos la democracy sae cae oblemas no acaban ah{, Nuevas dificultades derivan del edhe de que Ia democtacia fuera en principio concebida horizontal areca Tia Hemocracia griega no plantes un problema de altimetria, de ve mmcruracién vertical. Las democtacias modernas, o democtacias re- presentativas, sf que io plantean, Pero la invencién del ? La respuesta a este interrogante es que una teoria es tanto més empirica cuanto mds se construye inductivamente, incor, porando asi lo aprendiclo de la experiencia. A la inversa, una teoria es. cada vez menos empirica, y en tiltima instancia, no empirica, cuan- to mas margina la experiencia y es consteuida declactivamente Pero las.teorfas empiricas no son todas iguales. Dificten por su hase en que pertenccen a un coitexto £edrieo imvestigalive an on contexto teérico-préctico. En el primero nuestra preacupaciGn ex cémotdemostrar wna teoria) en el segundo nos interesa si, y como, puede|aplicarse una teorfa. Cuando el enfoque se centra en la telacion entte teoria © investigacién, pensamos en la operacionalizacin, en traducit la teoria en términos de conceptos y deliniciones operacio nales. Cuando se fija en la relacién entre teorla y practiea pensanvos, en cambio, en la aplicacién, en los medios requeridos para la cjecar cidn de los fines y, mas generalmente, en In forma de tralwchs los fines en hechos. Por la primera via buscamos evidencia; por la s gunda, el éxito a través del fracaso. Al final, el sendeto tedtieo-inves tigativo conduce a una teoria descriptiva de las cemocracias existen tes, mientras que el tedrico-practico lleva a una tcotia dle la deme cracia factible. En ambos casos, estimo, obtenemos teoras empirieas de la democracia; pero sin duda tcorias de clases muy diferentes, 1 primera se ha obtenido empiricamente, en tanto que la sequela ce empirica operativamente ®, En lo que respecia a las teorias no empfticas, bastars, para ko que ahora se pretend, delinitlas « contrario, a sea, coma lis teorias cu no se basan ni en ta evidencia ni en la practica. Como en el supucsias de tas teorias empfricas, existen miltiples variedades dle teorias no emp ricas de Ia democracia que se deseriben de manera vatiopinta como especulativas (0 filoséficas), éticas, axiomaticas, deductivas. y facie, nalistas. Su rasgo comiin, empero, reside en que no se fundamentan en Ia investigacién ni estén destinadas a ser aplicadas o aplicabl Debo atin responder a a cuestisn Cuil es la idea de eteoria» qe aqui se sosticne? Si nos atenemos a ia estipulacién segtin la. eral Ja etiqueta «teoria empitica de la democracia» debe reservarse pra luna teorizaciGn especfficamente operacional y orientada hacia el test, lt teorfa de ta democracia que aqui se pretence no cs ésa. Me ocut, rin Ader cue stingy sutimente entte sopericionals y_ eopeatvon Uniti operativo para significar «aplicablen. Ami juicio, un, conconeiene ee getesble eneativ, cin se feats ela pte, es deco ninse os la conversién de Ia teoria en practica. : : * Una buena ilustracin. de est: tipo de teoria empit i ea: Md este tipo de tcorlaempiticn —espedfcumente erada en valorat In ehcueiin— es Ia Oba de G. Binghars Pood Cesc 40 Giovanni Sartori mis bien, de la teorla operativa de la democtacia, de cémo la, teoria se relaciona con, y pasa a, la prictica, Como acabo de indicar, esto hho supone que vaya a exponer una teorfa no empftica. Pero la teotla que considero es ciertamente «menos empirica» que la que especifi- camente denominamos empftica. De un lado, mi actividad teérica es presctiptiva y descriptiva y aborda in extenso las normas que cons. tituyen el proyecto de democracia. Ademés, puesto que esta obra responde a un tiempo o estado de democtacia confusa, es acentuada- mente argumentadora y se apoya mucho en el andlisis conceptual, Quizés, el tipo de teorfa que se ofrece en esta obra se aproxima a lo que siempre se ha lamado teorfa sin adjetivos, teorfa pura y simple ®. En esta teoria puta y simple, la democracia se concibe como un pro. yecto —aunque no como un proyecto ejecutivo, no como un cianotic o— de un ingenio humano en marcha que gira en torno a un conjunto de ideas ¢ ideales que la construyen, la mantienen (en sus obtas) y ue (si se la comprende mal y se la ditige mal), también la destruirén. Dicho sencillamente, una vez que tenemos la democracia, pode. ‘mos tener una «teorfa empitica de la democtacia»; pero antes, y yo dirfa que como condicién previa, debemos poseer una teoria rout court. Antes de contemplarlo, el artefacto de la «democracia» tiene que ser ideado y construido. Las democracias existen porque las he. ‘mos inventado, porque estén én nuesteas mentes y en la medida en que comprendemos cémo mantenerlas bien y vivas tary Democracies: Participation, Stability and Violence (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1982). % C.F. Coudde y Deane E. Neubauer, eds., Empirical Democratic Theory (Chicago, Markham, 1969), distinguen, en ‘su introduccién, entre tres tipos de teorfa, a saber, normativa, analitica y empfrica (ver pp. 1-13). Quizds, aunque ‘no del todo, mi teorizacién puede ser clasifcaca como analitica en el seatido en Que ellos usan el término, es decit, como anilisis conceptual pltulo IL LA DEMOCRACIA ETIMOLOGICA Si examinamos no las definiciones verbales que Ja mayoria de la gente, incluyendo a los autores de diccionarios, dan de edemocracias, sino la for- ma en que usan la palabra en tu aplicacién pric tica a los asuntos de nuestro tiempo descubrire- ‘mos que no tiene nada que ver con el autogo- bierno. Jaues Bursa ILL El significado de pueblo La democracia etimolégica es la concebida en el sentido literal, original del término. La definicién etimolégica de democtacia es ast, tlmplemente, que la democracia es el gobierno o el poder del pueblo” Es éste un comienzo apropiado. Las palabras no sdlo tienen una historia, sino, invariablemente, una historia muy efectiva. Ignorat la faz6n para su acufiacién, variaciones y subsiguientes desviaciones de los significados originarios, equivale a renunciar a la brijula en una avegacién peligrosa. Particularmente, el significado otiginario no es fhunea una quimera 0 un capricho. Cuando acudimos a la rafz etimo légica estamos seguros de empezar sobre fundamentos genuinos. Por otra parte, el preguntarse sobre el sentido original de un término 8 slo —en general— el primer paso de una investigacién, Esto es especialmente cierto en el caso de 1a democracia, pues como fécil- mente puede mostrarse a premisa «la democracia es el poder del pueblo» no sélo permite escasas concesiones, sino que constituye, ab initio, una premisa poco clara. En primer lugar, gcudl es el significado de demos? Incluso en atiego el término no estaba exento de ambigiiedad, En el marco bé- Sco aristotélico, la democracia es la forma degradada de, y opuesta 4, la politeia, de lo que puede aparecer como una «ciudad buena». Lo cual implica que el demos que forma parte de la concepcién de Aristételes de la democracia se compone de miiltiples ingredientes. 2 Giovanni Sartori No sélo se compone de los muchos sino también de los pobres; y, ademés, de los muchos y/o de los pobres caractetizados por los de: fectos (egoismo, no sumisién a Ia ley u otros) que sustentan, a su vex, le diferencia entre una democracia y una politeia '. Dado que el sentido aristotélico de demos favorece los propésitos de una clasifi- cacidn global de los sistemas politicos, traerlo a colacién en este mo- mento supone una complicacién innecesaria, Pero, aun si nos limitamos a los putos y simples usos lingiiisticos del término, nos encontra- mos enn varios significados del mismo. Demos en el siglo quinto antes de Cristo signifies la comunidad ateniense (0 algo semejante) reunida en la ekkdesia, la asamblea_po- pular. Sin embargo, demos puede asimilarse a todos; 0 a los polloi, los muchos; 0 a los plefones, la mayoria; o a la dcblos, la multitud (el sentido ‘degenctado). ¥ en el momento en que demos se traduce por pepulus latino, aumentan las ambigiiedades. Fl concepto romano de pueblo es muy peculiar y slo puede entenderse dentro del marco de lo que denominamos constitucionalismo romano. Con todo, no puede descartarse por irrelevante, dado que la lengua de la Edad Media fue el latin. Durante unos quince siglos, por tanto, el concepto fue el de populus; lo que implica que la doctrina de la «soberania popult» incorporada a nuestro concepto de democracia no es griega, y se entiende etréneamente siempre que la hacemos derivar directa: mente de demos. Por iltimo, con el advenimiento de nuestras lenguas modemas se ha producido una diversidad bésica, a saber, que el vo- cablo italiano popolo, asi como sus cquivalentes francés y alemén, transmiten la idea de una entidad vinica, mientras que el inglés people indica una pluralidad: a pesar de tratarse de un nombre colectivo, adopta un verbo en plural. Lin el primer caso, llegamos fécilmente a pensar que popolo, peuple y Volk clenotan un todo orgénico, un «tudo cl mundo» que puede expresarse por una yoluntad general indivisi ble; ea tanto que en el segundo hablar de democracia equivale a decir «policracia», una multiplicidad divisible formada por el conjunto de individuos, de’ «cada uno». Asi pues, no es una mera coincidencia que las interpretaciones holisticas del concepto provengan de estu- diosos que piensan en aleman, francés 0 italiano. marco bisico de Aist6teles es simple: Gobierno de uno, de unos pocos y de guchos, en sus tos buenos» deradadon, Ente acy in eb, ve complica por’ una tipologia empirica que da higar a una serie desordenada’ de dlemoctacas, Véase Phe Polincs of Artotle, trad. y ed. E Barker (New York: Oxford University Press, 1958), esp. pp. 162-86. Esto explica por qué ninguna definictin “del conceptoaristotlio le democracia se adiite sin iscusion. El problema se trata en el capitelo X, seccién 2. HHL debate contemporineo a A pesar de nuestro compromiso con la méxima de que la demo cracia debe hacerse tan inteligible como sea posible, lo expuesto an tctiormente no puede reducitse a menos de seis interpretaciones de la palabra «pueblo»: 1, Pueblo, que significa literalmente sodo ef mundo 2, Pueblo como una gtan parte indeterminaca, un gran mtimero 3, Pueblo como clase baja 4. Pueblo como una entidad indivisible, como una totalidad or génica Pueblo entendide como Ia mayor parte, expresada por un principio de mayoria absoluta 6. Pueblo entendido como la mayor parte, exp un principio de mayoria limitada, Ja mediante La primera interpret obvia. mocrate nes, al parecer, la mas intuitivamente mpero, el pueblo «que constituyen los ciudadanos de una de ho puede literalmente incluit a todo eb mundo, Ninguna democracia ha existido nunca ni es probable que exista sobre esa base En las clemocracias griegas, ef demos excluia no solo a las mujeres, sino también a los nacidos no libres, los esclavos, quienes solamente se sumaban a la mayoria de los habitantes de la ciudad, Hoy en dia excluimos todavia (después de la inclusion relativamente reciente de les mujeres) a Jos mienores, los dlisminuidas mentale, los criminals gue cumplen sentencia, los’ no ciucladanos y a los transetinies. Qué debe y qué puede incluir el «pueblo»? Por importante y apremiante? que pueda considerarse 1 cuestién, nadie Ia defendido ain la inclu: sidn total, sin excepciones. EI que pucblo signifique «iodo ef mundos € una concepcisn que se mantiene, por asi decirlo, por la lucrza de su vaguedad connotativa Si todos sin excepeién es un ctiterie que cor cia en un imposible, el pueblo como «cl gean niimero», o los mis, no puede simplemente utilizarse como critetio, En no poca medida la democtacia es un procedimiento; y ef pueblo entendido como el gran agimero es una nocién que planten la exigencia procedimental impo sible de tener que determinar, en cad ocasién, cudntos componcn un pueblo o son suficientes para constituit un pueblo. A mayor abun. damiento, y de nuevo, gun gran nimero respecio a qué total? Ast ues, las dos primeras interpretaciones crean més problemas «ure los ertiria La democra: 2 Ver expacatmente R. A. Dab, en I. Fishkin y P_Laslet, ed, Pbiosopy Polis and Society, 5 setics (Oxlond Blackwell, 1979), ep, 6, eDiets procalinenas, “4 Giovanni Sartori que resuelven y pueden dejarse a un lado teniendo en cuenta que su utilidad es limitada. Puede parecer como sila indeterminacién del (2) resultase corre- gida por el (3), es decir, estableciendo que el ntimero lo integra la clase baja y, en concreto, los pobres y/o la clase trabajadora. Pero esta interpretacién es en’ principio dificil de defender y més dificil atin de aplicarse en Ia prictica. En la época de Aristételes, y durante largo tiempo después, Ia clase baja la componian los pobres, y los pobres excedian ampliamente a los ticos. Sin embargo, cuanto més, se afirma una considerable clase media, més se diluye ‘la dicotomfa pobre versus rico. A medida que una sociedad se moderniza, su for- ma sodocconémica piramidal se transforma en hexagonal. Y en. las sociedadles postindustriales, «los pobres hambrientos» y el proletaria- do equivalen a minorfas superadas. A mayor abundamiento, y aparte de su desuso actual, la identificacién det pueblo con Ia clase baja €s en principio altamente cuestionable. Si bien ninguna democracia puede literalmente incluir a todo el mundo, aun ast las exclusiones compatibles con los principios democriticos o deben estar especifi- cainente justificadas (como en el caso de los menores), 0 deben ser de nataraleza procedimental. Por ejemplo, el principio de mayoria implica, en cierto sentido, algunas exclusions; transitorias y flexibles empere, pues mi exclusiéa de hoy permite ain mi inclusién de mafiana. Por el contratio, el pueblo entendido como Ia clase baja postula una exclusidn fija: quienquiera que no pertenczca a | baja esté exchiido pata siempre. Y esto es, en mi opinién, 0 demo- craticamente inaceptable 0 aceptable silo en el caso de retornar a la nocidn atistételica, segtin la cual la democracia es una mala forma de gobierno. La cuarta interpretacién —la concepcién holistica y orgiénica— adolece del defecto fundamental de no conducit en absoluto a la de- mocracia o, en todo caso, de permitir la justificacién de cualquier régimen politico. Examinémosla més de cerca. La advertencia preli- minar es que no hay que concebir al «pueblo» de forma individua- lista, A decir verdad, durante mucho tiempo tanto el griego demos como el latino populus fueron conechidos de manera cotporativa, no como la suma total de individuos separados considerados aptos para decidir por sf mismos. En la concepcién corporativa de Ia vida, se consideraba al individuo por su pertenencia a, 0 su integracién en, la antoridad, la iglesia, la tradicién y otros agregados. Con todo, la consideracién del pueblo como una «fusidn orgdnica» no tiene lugar hasta la revolucién romantica, Rousseau es una buena muestra de Ia diferencia entre las concepciones roménticas y pre-toménticas. Rousseau invocaba una voluntad general indivisible; pero no era indi- HI debate contemporineo 45 visible del todo’. En Rousseau todavia puede encontrarse el eco de tina visién de la sociedad basada en el contrato y relacionada con los derechos naturales individuales. Con los roménticos esa concepcién s frontalmente rechazada. Los roménticos invocaban un espititu del imeblo, un Volksgeist o una Volksseele, que verdaderamente parecia tina superalma, La advertencia consiste, por tanto, en no confundir la nocién corporativa del pueblo con Ia de In totalidad orgénicay {sta dltima denota una fusién mas intensa que la admitida por la tra- dicién del derecho natural, es caracteristica de los rominticos y, a continuacién, un producto del idealismo filoséfico. Pero st nos refe: rimos a la concepeién holistica, romantica, del pueblo, nos encontra- mos con una nocién que Iegitima mucho mejor a un gobierno tirénico ue a una democracia. Partiendo de la idea del pueblo como un todo ‘ongénico puede fécilmente inferisse que cada individuo no cuenta para nada; en nombre de la totalidad, todos y cada uno pueden ser aplastados al mismo tiempo; y tras la f6rmula «todos como uno solo», cabe percibir la justificacién de las autocracias totalitarias, pero no dle las democracias. Una democracia no puede siquiera comenzar a funcionar a menos que se deshaga de tal férmula, Nos queda, pues, la nocién de pueblo expresada en términos de normas contables, es decir, traducida o en el (5) principio de la ma- yorfa absoluta o en el (6) de la mayorfa limitada, La mayoria abso- luta significa, en este contexto, que slo cuenta la mayoria: el mayor nimero de una poblacién dada representa a todos y pose un derecho ilimitado (0 sea, absoluto) para decidir por todos. A la inversa, el prin- cpio de la mayorfa limitada mantiene que ningéin derecho de mayorfa alguna puede set «absohito» (es decir, ilimitado). El primer criterio lleva a la democracia definida como un sistema de gobierno de mayo: tia pura y simple; el segundo, a un sistema democritico de gobierno de mayorfa limitado por los derechos de la minoria. En ambos casos dlisponemos finalmente de eriterios operatives y/u operacionales. Pero Gta es la Gnica caracteristica que las interpretaciones. procedimenta- les tienen en comin, pues estin refidas en todos demés aspectos. ‘A primera vista podria parecer que la solucién de traducit «pue- blo» por el derecho de la mayoria aun gobierno absoluto constituye lo mas sencillo. Pero no es asi. Bl establecer el derecho absoluto de la mayorfa para imponer su voluntad sobre la minoria, o minorias, equivale a adoptar una norma que funciona, a la larga, en contra del tnismo principio que ensalza. Si el primer ganador de una contienda democritica adquiere un poder sin trabas (absoluto), entonces puede autoerigirse en ganador permanente. En este supuesto, una democta: ¥ Véase capftulo I, seccién 4 4 Giovanni Sartori cia carece de futuro democratico y deja de ser desde el principio una democracia; puesto que el futuro democritico de una democracia depende de Ia convertibilidad de mayorias en minorfas y, a Ja inver- sa, de mirorias en mayorfas. En una segunda aproximacién, consecuen- temente, el principio de la mayoria relativa resulta ser el principio de la democracia que funciona democraticamente. Este es el punto més crucial, sobre el que volveré en breve *. Por el momento baste seftalar que hemos ido ya mucho més alla de una explicacién y definicién ctimolégicas de democracia. Si es cierto, como acabo de apuntar, que Ia nocién de pucblo deberfa entenderse en el sentido de requetir un gobierno de mayoria limitado por los derechos de la minoria, In_pregunta entonces es: ge6mo. podemos restringir el poder de aquellos que, en principio, tienen pleno de cho a él? No cabe contestar a esta cuestisn recurricndo a la nocién de democracia como pura evoluntad del pueblo»; en efecto, un pue- blo legitimado para adoptar decisiones en consonancia con el principio de gobiemo mayoritario ejerce su poder dentro de ciettos limites, aunque sélo sea porque elementos totalmente extrafios a la voluntad popular entran en accién. Pero antes de abordar complejidades de esa indole, se impone un ulterior examen de la nociGn de pueblo. La democracia etimolégica desemboca de modo natural en Ja demolatris, en grandes discusiones en torno al pucblo, sin tomarlo realmente en consideracién. Como indica Burdeau, mirar al pueblo suscita en algunos un sentimiento de sacrilegio, «un’sacrilegio, porque en el Pan:edn de los valores politicos el pucblo se reviste dean mis- tetio inseparable de su poder’. El demélatra habla del «puchlo real»; pero acaba, en verdad, haciendo un fetiche de un pueblo ideal situado exactamente fuera de la vista, Ain peor, la «lemolatts necesatiamente demofilia, amor real y compasin por los pobres, los desheredados, los dlesamparados. Convertir en fetiche un pueblo ideal va con frecuencia unido a un desprecio general por el pueblo real y existente. Desde Robespierre en adelante contamos con numerosas pruebas de lo facil que es en la prictica que una mistica del ideal derive en su contrario, en una mistica propensa al detramamiento de sangre, a la exterminacién implacable del pueblo. Aceptando el ries- + Véase seccién 4, més abajo. Fl punto serd tratado més extensamente segiin avanzamos, especialmente en el capitulo VI, seccidn 2, y capitulo 1X, seccién 4. Para un enfogue claro y sensato, véase H. B, Mayo, An Iniraduction to Demo: erate Theory (New York: Oxford University Pres, 1960), cap. 8, «El principio le mayorfa y sus Ifmites 3 Traité de Science Politique, vol. 1V (Paris: Libraire Générale de Droit, 1952), p. 112. En los volmenes VI’ y VIT uno encuentra, sin embargo, que Burdeau presta atencién al misterio. HH debate contemporéneo a7 go de ser acusado de sacrilegio, demos al «pueblo» un fundamento concreto. 1L2 Bl pueblo en la sociedad de masas Cuando se concibié el término demokratia, el pucblo al que se referia era el demos de una polis griega, una comtinidad pequefia estre- chamente unida, que actuaba # sifu como un cuerpo decisorio colec- tivo. Pero cuanto mayor es la comunidad politica, menos puede el concepto de pucblo designar a una comunidad especifica, y mas con- nota una ficeién jurfdica o, en cualquier caso, una construccidn consi- derablemente abstracta, Ya no vivimos en una polis, sino en lo que los gricgos consideraban su negacidn: Ia megapolis, Ia ciudad poli tica que ha perdido toda proporcién humana, Asi pues, el mero hecho es que el pueblo dle In polis, de Ins comunas medievales, asi como el tercer (y cuarto) estados del antiguo régimen, ya no existen. Con ef colapso dle las estructuras corporativas y de ht concepcién corporativa de la vida, y con el repudio del principio to! an el cual hay que conforma la propia existencia de acuerdo con la pro: pia condicién pre-ordenada, el pucblo se ha convertide cada vex més en una Gesellschaft y cada vez menos en una Gemeinsebaft ®, La so- ciedad moderna resulta ser el verdadero opuesto de la totalidad orgs nica deificada por los rominticos en sus suefios medievalistas, Hoy en dia «cl pueblo» reps lo amorfo, en una sociedad altamente difusa, atomizada y, en iiltima instancia, andmica Una realidad nueva requicte un nombre nuevo; de abt que hable mos a este respecto de «sociedad de masas» ?. Sin embargo, puesto dhe F, Tonnies en Community and Saviety (1887; tad, New York: American Hook Go. 190). Gesellebalt «sun socie Gad entendida como tuna ral -externa& impersonal” de. asweiactones de. thd comercial, un todo exterior de cocaistenciay Geieinschaft ex una, comunilad Epa sido smb de rin, en oma de ces Ie ft grado de interpencteacin, personal es maximo, en la que se logra un fuerte Sentimiento de snosotrosm. Estos tipos ieales opuestossirven de soporte al trinsito de Tas comunidades primar a low grupos sccurdarion, Tay organiza clones meramente formales Ma teorla del hombre masifcado y de lt sociedad de masag no debe con falitse con Tos estuclios anteriores sobre la pricologia de masas, Sobre la distin Chan nite masas, multitds, audicncias, ete, vease RW. Brown, «Fendnenos tle" masse, en G, Lindy,’ el Handbook of Soci Psychology (Cambridge Mase: Addison-Wesley, 1954), 2:833.76. En particular sobre -«movimientos», wéanse NJ. Smelsr, ‘Theory'of Collective Bebavior (New York: Macmillan, 1963); y P2 Alleronic’Movemen’ and Inditution (New York: Columbia Univer sity Press, 1984), Esta es la conocida distin 48 Giovanni Sart que la teoria de la sociedad de masas y de la nocién de hombre mé ficado han sido objeto, en los afios sesenta y setenta de dura critica *, no nos detengamos en una discusién sobre etiquetas y comencemos por preguntarnos: gcuéles son los nuevos elementos, los nuevos fac- tor Airel éstadio actual de las sociedales cccidentales? 4” EL mis obvio ela magnitud, el factor tamaiio. Los ciudadanos Vtenienses que se reanlarsh Ta ehblesie eran, segin Tucidies, wn miximo de cinco mil y, generalmente, oscilaban entre dos y tres ‘mil. En las comunas democraticas de la Edad Media, y hasta la época en que Rousseau idealizaba y apreciaba la Repiblica de Ginebra, no se produjo cambio espectacular alguno. Aunque ciertas de las implica- ciones del incremento de tamaiio deben atin ser exploradas, es inne- sable que 1a megalspolis no favorece el sentido de Ia efccia indi lugar, promueve Ja atomizacién y fomenta la desper- sonal Hzacién que leva a la anomia, Un segundo factor es la diam = tica_aceleracién de Ja historia, de Ja méquina del tiempo. El mundo actual se muevé a tal velocidad que ¢ ae ee spec de una vida egamos a convertimos en ajenos totalmente al mundo que conoci- ‘mos en nuestra nifiez. Aun si lo novedoso supone una mejora respecto de lo que le precedié, la experiencia sigue siendo la propia de un desarraigo histérico traumético, El tercer factor, concomitante, es 1a tores, que caracterizan vidual y, en ‘tasa y el avance de la movilidad horizontal. En las sociedades oc dentales un mimero cada vez menor de gente vive y muere donde nace; y esto supone el desartaigo de la comunidad. Es verdad que la pérdida de las rafces puede significar una liberacién de las que constituian cadenas —empero, el desgarto de los tejidos de conexién continta representando un coste en si mismo. Se trata quizé de un corte dramatizado por un matiz pasajero, a saber, la naturaleza ruptu- rista del cambio de la vida rural a la urbana. No obstante, puesto que la megal6polis no restablece Ia intimidad, es posible que la «muche- dumbte solitaria» ° siga viviendo entre nosotros. En sintesis, el abrigo que el grupo ptimario proporciona ha desaparecido de nuestras vidas; el ajuste a entornos siempre y répidamente cambiantes representa una carrera agotadora sembrada de abandonos de inadaptados; y el vacio resultante alimenta la alignacién y la anomi © Véase, sobre esto, S. Halebsky, Mass Society and Political Conflict (Cam- bridge: Cambridge University Press, 1976). La critica de la teoria de Ia sociedad de masas forma parte del ataque mis general al denominado elitismo que, a mi vvez, ctitico en el cap. VI, especialmente cn su seccién 8, > La referencia es a D. Riesman (con N. Glazer), The Lonely Crowd (New Haven: Yale University Press, 1950), Véase también’en esta linea de investige ci6n P. Slater, The Pursuit of Loneliness (Boston: Beacon Press, 1970), 1 La anomia, o ausencia de normas, es la contribucién caracterfstica de E, Durkheim —posiblemente el clésico més importante sobre el cambio de la Ml debate contempordneo 49 Decfa anteriormente que una realidad distinta requiere una nueva nominacién. ¢Pot qué no llamarla «sociedad de masasy? En primer lugar, debemos comprobar que sus criticos no la desfiguran. Ense- guide, debemos también distinguir entre la teoria politica y la teoria légica de la sociedad de masas. Asi, hasta ahora, he descrito la wciedad de masas en términos sociolégicos. En cuanto tal, 1a teorfa fpunta en esencia a una pérdida de la comunidad, y a una pérdida H especialmente provocada por Ia acelesacién y el desairaigo ". No sos- tlene, por otra parte, que las «sociedades comunales», tradicionales, Wan un paraiso perdido. Igualmente, no implica que las democracias dol pasado fueran mejores o més seguras. La cuestién, simplemente, comprender y percibir lo que es hoy el concreto referente «pue- », Hasta aqui, pues, todo parece en orden. La polémica surge quando nos encontramos con la teoria politica de la sociedad de ma- tin y, especificamente, cuando nos preguntamos por las implicaciones Iticas de tal estado de cosas. No habrfa que olvidar que la temprana literatura politica sobre ye _masificado y Ja sociedad de masas —Ortega y Gasset, lannheim, Jaspers, hasta Hannah Arendt— reflejé el trauma de las mas del poder fascista y después nazi «democritica». ¢Cémo pudo at a suceder? ZY cémo puede ocurrir atin, para decirlo en pala- is de Revel, que la «tentacién totalitariay tenga tanta importancia y persista en buena parte de Europa? ”. La filosofia de Ortega era ‘taristocritica» en el sentido griego del término: alababa 1a exce- Jancia. Pero su distincién entre minorias dirigentes y masas pasa a través las clases sociales. Los dristoi de Ortega fueron concebidos ascé- ‘neamente, como individuos ejemplares definidos por las obligaciones, ‘ho por los derechos. A la inversa, el hombre masificado era asimilado ‘Ortega al heredero consentido de las familias nobles. Y a pesar la critica demoledora a que se vio sometido, su imagen de un bre nuevo que por vez primera en la historia da todo por supues- ol Wcledad tradicional a Ja sociedad moderna—, en su obta Suicide (1897; Glen- Qe: Free Press, 1951), | . WW La pérdida de la comunidad se_refiere al significado especifico segiin el fal comunidad indica intimided, una forma especial de relacidn directa. El vo “ablo también indica una unidad definida de modo meramente funcional (como las expresiones comunidad urbana o, incluso, més imprecisamente, comuni- Folica) Desde luego una comunidad real, una Gememichat, es tambien fonalmente significativa; pero lo inverso no es cierto, pues la’ significacién conal no implica comunién intima alguna. Para una discusién de conjunto, C, J. Friedrich, ed, Community (New York: Liberal Arts Press, 1959) ‘especificamente, R.A. Nisbet, The Quest for Community (New York: Oxford i . P Unies Pee, i953) 1B. J. Revel, The Totalitarian Temptation (Garden City, N.Y Double: ay, 1977) 50 Giovanni Sertori to, que disfrata de beneficios sin sentirse solidario con las condiciones que los hacen posibles, que rechaza ponerse a la altura de sus respon- sabilidades, y que se comporta como un nifio mimado, como un here- dero desagradecido ¢ indigno, sigue siendo un diagnéstico pleno de intuicién ®, Segiin Hannah Arendt eran las masas las que hactan posi- ble cl totaltatismo; pero, al igual que Ortega, nos identificaba con la clase baja 0 trabajadora, con los desvalidos. A’ su juicio «las masas» proceden de todas las clases ™. ‘A tenot con la refundicién global de Ia teorin de la sociedad de masas rcalivada por Kornhauser al final de los cincuenta una sociedad atomizada puede set fécilmente movilizada y manipulada. El hombre masificado es un hombre aislado, desguarnecido y, por tanto, disponi- ble; su comportamiento tiende a hacerse extremo y en él las forn activistas de respuesta ¢ intervencidn en el proceso politico constitu- yen la alternativa a la apatia. De esta suerte Ia sociedad de masas fs susceptible del dominio catismatico, y puede ser movilizada total- mente. En palabras de Kornhauser: «El tipo psicolégico caracteristico de la sociedad de masas proporciona escaso apoyo a las instituciones democritico-liberales... Fl individuo trata de vencer la ansiedad acompafiando la auto-alienacién con la apatia o el activismo... Ast el hombre masificado resulta vulnerable al Ilamamicnto de los movi- mientos de masas que le ofrecen una manera de superar el dolor de la alienacién» 8, Hablamos, con todo, de una carga potencial. Pero, ecud. es el factor desencadenante? ¢Cémo se transforma en una realidad concteta esa potencialidad? Kornhauser apunta que ta variable crucial hay que encontrarla en relacién entre las élites y las no élites, y viceversa, Lo cual es posiblemente cierto, pero la teorfa ica de la sociedad de masas sigue estando, a este respecto, muy incompleta. ‘Masas aparte, Erich Fromm suscité una cuestién que nunca habia sido formulada antes, En los primeros afios cuarenta se preguntaba sobre si nuestra época no se caracterizaba por un «miedo a la liber- © Véase especialmente The Revolt of the Masses (1930; New York: Norton, 1932), caps. 6 y 12. Camus dijo de Ortega que era el mayor escritor europeo después de Nietesche. En Estados Unidos Ortega ha sido poco lefdo y en gran parte mal inzerpretado, Pocos de sus criticos radicales parecen saber que Ortega ra partidario de la conjuncién del liberalismo y del socialismo, Una reevalua ién corrects es la de L, Pellicani, Iniroduzione a Ortega y Gasset (Napoli Liguori, 1973). 1H Se hace referencia a The Origins of Totalitarism, publicada primeramente ‘en 1951 (New York: Harcourt, Brace), 18 W. Kornhauser, The Politics of Mass Society (Glencoe: Pree Press, 1959), pe U2 y passin 11 debate contemporineo ot tad» y, como consecuencia, por un latente «escape de la libertad» * Su inguietante duda era: ges la libertad demasiada carga, demasiada tesponsabilidad? Tentaciones totalitarias, miedo de la libertad, vulne- tabilidad, ficil_manipulabilidad; son ciertamente tesgos preocupan- tes, @Se trata de una imagen exagerada y sesgada? Si es asi, corti mos la descripcién y enmendemos el prejuicio. No se reformara, sin embargo, mediante una pura predisposicién en contra o, simplemente, restableciendo el «misterior del que hablaba Burdeau. Fl punto que ficne que ver con mi argumento es simplemente éste: cl hombre de hiuestro tiempo no puede parecerse a sus antepasados; empero, cl ctimélogo construye su edificio sobre bases que rehusa examinar, Su demos {ue enterrado hace siglos, y debe atin reemplazatlo, 13 Poder det pueblo y poder sobre el pueblo Hasta este momento hemos tratado del pueblo, el elemento més simple de nuestro problema. Cuando se procede a analizar el vinculo entre el concepto del pueblo y el cle poder, entre demos y kratos, In dificultad aumenta. Incluso resulta insuperable para el enfoque eti- moldgico. Aunque analiticamente el poclet es una nocié mente y cn Ia historia del pensamiento politica es franeamente sen. cilla. El poder es un concepto politica, no ético. Ademas el poder no ¢s libertad. ePor qué digo eto? No estoy subrayando To que es obvi? No del todo. Macpherson ha sido durante unos veinte aiios tun autor de gran influencia, y su definicién del poder es «la capaci dad (del individuo) para usar y desatrollar sus cu cesencial mente humanas» ". Pues bien, no. La capacidad de usar y desarrollar nuestras capacidades humanas ba sido dutante largo tiempo un de la Gtica, y a través de esta via penetra en ta politica como una de los sign b>". Pero la libertad muy lejos del poder. Que dos cosas tan radicalmente distintas puedan confundirse es prueba de nuestro estado de confusién; y Ia facilidad con que un nombre equivocado (la mera recalificacién dle un concepto muy viejo) ¢s aclamado como wn concepto nuevo prucha lo resbala dizo del terreno sobre el que nos movemos. ‘Teniendo presentes am dificil, histérica el inglés (London Routledge ée Keagan Paul, 1942), Escape from, Frcedoon, 2 Giovanni Sartori dos datos, no resulta superfluo subrayar que para los estudiosos que hhan trabajado sobre el problema de la vinculacién entre demos y kratos, el poder es siempre la fuerza y la capacidad de controlar a los gttos —incluyendo la fuerza de disponer de sus vidas y de senten- ciarlos a muerte. La distincién crucial en materia de poder es In que se establece entre sus titulares y sus detentadores reales. El poder es, en dltima instancia, exercitium: el ejercicio del poder. ¢Cémo puede el pueblo, como quiera que se entienda y defina, ser ef detentador efectivo del poder? Como es obvio, el derecho nominal al poder no resuelve cl problema de a soberania popular. Las monarquias seculares, en su lucha con Ia iglesia, afirmaron su independencia sustituyendo la {6rmula omnis potestas a Deo, todo el poder deriva de Dios, por la de omnis potestas a popula, todo el poder dimana del pueblo, recutriendo asi a una justificacién democritica. Esta fue empleada por Marsilio de Padua, el principal proponente medieval del concepto de soberanfa popular, en su defensa de Luis de Baviera y de la supre- macia imperial. Pero si Marsilio se apoyaba en la soberanta popular para sostener al imperio frente a la iglesia, més tarde, los jesuitas utilizaron el mismo principio para luchar con los monarcas absolutos y justificar el derecho a matar al tirano, Y la cuestidn es que el dere- cho al poder es poco més que una atribucién nominal, que un poder nominal ”. La doctrina medieval pretendié establecer un puente entre el po der nominal y el ejercicio del poder mediante la fictio de la represen tacién, es decir, a través de la idea de la delegacién del ejercicio del poder per su titular en otra persona, Se trataba ciertamente de una ficcién, ya que la doctrina medieval no pensaba en una transferencia real®, En particular, segiin la doctrina medieval de la representacién, el representante —Ia persona o cuerpo en quien se delegaba el cjer cicio del poder— no tenfa por qué set un representante elegido. ® Véanse en general E. Crosa, La Souoranita Popolare dal Medioevo alla Rivoluzione Francese (Torino: 1913); y W. Ullmann, Principles of Government ‘and Politics in the Middle Ages (London: Methuen, 1961), pt. 3. Sobre Marsilio fen concreto, véase A. Ceechini y N. Bobbio, eds, Studi Raccolti nel VI Cente nario della Morte di Marslio da Padova (Padova: Cedam, 1942). 2 A: J Call, Poli Liberty (New York: Oxford Univesity Pres, 1941), exagera el caso de’ los cuerpos representativos espaiioles del siglo x11, del Parla mento inglés de 1295 y de los Estados Generales del siglo x1V en Francia. Las libertades medievales apenas contaban con el apoyo de los cuerpos que preten- dian representar [a voluntad de la comunidad; mas bien encontraben soporte en la excencie (como apunta Bracton) de que el rey tenia dos superiores, Dios y la ley —Ia costumbre del pais. Sobre la relacién ley-ibertad, véase el cap. I de esta obra, 1H debate contemporineo 3 Inurante la Edad Media, y posteriormente, la representacién fue una pracsumptio juris et de jure, una presuncién que no permitia la posi- hilidad de demostrar lo contrario. Por tanto, la representacién servia también para legitimar —como asf ocurtié— al absolutismo monér- ico, situéndole en una posicién de representacién permanente € ivtevocable, perteneciente por derecho hereditario al soberano y a descendientes ® Con ese telén de fondo, resultan perfectamente comprensible la aversin que Rousseau sentfa por la idea de representacién y la razn por la que invirtié 1a {érmula, sustituyendo la representacién no lectiva por el principio de la eleccién sin representacién. En la de ‘mocracia prevista por Rousseau fa eleccién de los magistrados no les convertia en representantes. El pueblo, para Rousseau, no delegaba su poder y no deba abandonar el cjercicio del poder. Rousseau vefa «onde se cncontraba el peligro. Empero, su solucién es dificilmente prictica, Rousseau mismo admitia que tan sélo cra realizable a pe- queiia escala, en reptiblicas muy pequefias®. De ahi que no podamos seguir su consejo. Si no se considera al que resulta elegido como ropresentante de aquellos que le eligen, la cleccién crea de por si tun gobernante absoluto. A través de la historia, se han creado gober- nantes sin freno tanto por medio de una cleccién como por la pura fuerza o por sucesién hereditaria. De ahi que necesitemos de ambos, de la eleccidn y de Ia representacién. Una eleccién, en cuanto tal, no crea un represtante. 1 Papa es clegido por un colegio de cardenales y noes cn modo alguno un representante de sus electore: 0 entre ambos se establece mediante una expectativa normativa (que es, tam- bién, via la remocién, una expectativa sancionable) de la responsabi- to se aplica, sin embargo, a la tesis de una translation imperit: de que la cesidn del poder ‘del pueblo al emperador era definitiva, EI argument con trario era que el pucblo silo sealizaba una concessia, una cesiin temporal, revocable de su poder. Sobre los comienos de la teoria de la represchtacign vwease RW. y A. J. Carlyle, A History of Medieval Political Theory in the Were (6 vols., 1903-1936), voi. V, cap. 4, y vol. VI, parte 2, cap, 6, y MV Clatke, Medicoal Representation and Consent (1936; New York: Russell, 1964) Mommsen mantenia que el principio de representacién puede remontarse ala sata, Hee interrctnivn. sequia,,por ejemplo, por JO. A. Larsen, Representative Government in Greek an! Roman History (Berkeley: Univ of California Press, 1955). Creo que esta tesis es ertén mente la afirmacion de Rousseau: «La iden de representa derna; deriva del gobierno feudal... En las antiguas repiblicis el término era esconociclo» (Contrat Social, ILI, 15). O. Gierke, Political Theories of tbe Middle “Ages, una traduccién’ parcial del vol. 3 de’ Genossensebaftrecht (Cam: bridge: 1900}, p. 64, conviene en que «La idea del ejercicio de. los derechos del pueblo por una asamblea representativa....corriente en la Edad Media (fue) desconocida en la antigiieded.» ‘2 Contrat Social, Vil, 1, 13, 15. Pero véase cap. II de esta obra. Gad Giovanni Sartori lidad y rendicién de cuentas de la persona elegida ante el clectorado. Ademés, y en particular, la eleccién debe ser una eleccién libre. Aci como Ia representacién sin votantes posee escaso significado, la vota- cién sin una eleccidn libre no puede traducirse en un gobierno repre. sentativo, y se convierte en la renuncia periddica de un pucblo a su soberania. Si Ia representacién presupuesta es insegura, la cleccion sin opciones es fraudulenta®. En resumen, las democracias modernas giran en toro a: a) el Principio de la mayorfa relativa; b) los procedimientos electorales; y ¢) la transmisién del poder que supone la repres implica que dentro del pueblo como un todo, parte de él cuents mis y parte, menos; que incluso aquellos que constituyen una mayo. rfa victoriosa votada no detentan realmente el poder; y que buena buena parte de lo que se denomina la «voluntad» popular parece mis el «consenso» del pueblo. Una ver admitido esto, nuestra discusion se desplaza de Ia democracia etimolégica y del contexto de la volun. tad-éel-pueblo hacia las técnicas de la democtacia constitucional. Para realizar la democracia, la atribucién de la titularidad del poder ysu éjercicio real no permanecen en las mismas manos. Y ninguno de los medios instrumentales y procedimentales que llevan a la instau. racién de Ia democracia como sistema politico a gran escala estén implicito o son sugeridos por el significado del término. «El poder del pueblo», conviene resaltatlo, es simplemente una expresién eliptica. La frase’ describe el comicnzo de un proceso, pero deja pendiente en el aire; ya que el poder se ejerce sobre alguien y el gobierno presupone la existencia de los gobernados. ¢Poder del Pueblo sobre quién? gQuiénes son los destinatarios, el objeto, de la soberania popular? Cuando la formula se completa, teza ast: la demo. cracis es el poder del pueblo sobre el pueblo. Pero entonces el pro. blema adopta un cariz totalmente distinto; no consiste solamente en el ascenso del poder, sino, mas atin, en su descenso. Si, a lo largo de este proceso de doble direccién el pueblo pierde el control, se corre el peligro de que el gobierno sobre el pucblo no tenga nada que ver con el gobierno del pueblo. El problema central es por lo tanto: ge6mo mantener y asegurar el Jazo entre la atribucién nominal y el ejercicio 3 Sobre la teoria de Ia representacién, véase H. F. Pitkin, The Concept of Representation (Berkeley: University. of ‘California Press, 1967), G. Sertog, gSisternas de Representacidny, en International Encyclopedia of the Social Sciences (New York: Macmillan & Free Press, 1968), vol 13, J” R. Pennock x FW. Chapman, eds. Representation (New ‘York. ‘Atherton Press, 1968), A. Hi. Birch, Representation (New York: Macmillan, 1972). Un texto excelente, 7 con una buena introduccién, es D. Fisichella, ed., La Rapresentanes Politice (Milano: Giuffse 1983), Hil debate contempordneo ” real del poder? Aunque las elecciones y la representacién son los instrumentos necesarios de una democracia a gran escala, son también su talén de Aquiles. Quien delega el poder puede también perderlo; las elecciones’ son necesariamente libres; y la representacién no es necesariamente genuina. ¢Cudles son los remedios y las salvaguardas frente a tales eventualidades? Ciertamente es posible responder. al interrogante, pero no partiendo de Ia «cemocracia literal», La verdad es que una teorfa de la democracia que tan sélo consista en Ia idea del poder del pueblo solamente resulta adecuada en el combate con cl poder autoctético. Una vex derrotado este adversario, lo que auto- indticamente se transficte al pueblo es s6lo un derecho nominal Al ejercicio del poder es otra cosa. Sea Crundst cia ei compralistcanemeet oder ra corer nos de los procedimientos de maximizacién del poder (del pocler real) del pueblo. Sin embargo, cuanto mas pretendamos un exercitium popular del poder —como en la tcoria de la democracia participa- tiva— més descaremos averiguar cémo es el pucblo del mundo seal Si esto no es asi, si los que preconizan un poder popular directo son precisamente aquellos que consideran al pueblo como una entidad misteriosa, inescrutable y sagrada, no habremos avanvado una cuarta mds allé de la democracia ctimoldgica. 114 El principio de la mayoria limitada Aunque este capitulo trate de aspectos preliminares, hay un pro- blema que deseo plantear inmediatamente. La democracia, como he sefialado hasta el momento, no es pura y simplemente poder popular. Ahora insistiré en que la democracia tampoco es pura y simplemente el gobierno de la mayoria. A decir verdad, «el gobierno de mayorta» es sélo una férmula abreviada del gobierno’ de la mayoria limitada, que respeta los derechos de In minorfa, Hasta hace unas pocas décadas esto se compendia perfectamente. En la actualidad las mayorfas —étnicas, religiosas, 0 mayorfas puramente numéricas— han perseguido real- mente a la minotfas, a veces hasta cl punto de su exterminio, Hoy en dia esto sucede (evidentemente en Arica, pero también en otras partes del mundo) en nombre del gobierno de Ia mayoria y, por lo lo tanto, como una implicacién obvia, en nombre de la democracia. La implicacién es manifiestamente insostenible; pero en raras ocasio- nes lo eigo decir en vor alta y con claridad. Las objeciones normales a la identificacién de la democracia con el puro (y de ahi, absoluto) gobierno de la mayoria se dirigen las mis de las veces al caso especial de las sociedades muy divididas ¢ intensamente conflictivas, Como 36 Giovanni Sartori apunta Nordlinger, «el modelo democritico en su forma mayoritaria ortodoxa resulta inapropiado para Ia regulacién de conflictos agu. dos» #. No discuto la conclusién de Nordlinger, pero me extrafia su premisa, es decir, su referencia a un modelo «mayoritario ortodoxom de democracia. ¢De qué modelo se trata? No estoy seguro, Pero de Jo que sf estoy seguro es de que la democracia no es el gobierno ma. yotitario incondictonal (y, por tanto, sin limite) Diicilmente puede considerarse como novedoso el pensamiento segtin el cual el principio activo de la democracia es el principio de Ia mayorfa limitada (restringida). Cuando Butham escribié que «la caracteristica fundamental de la democracia, en el sentido en que utilizamos ef término (al margen de lo que signified para los griegos que lo inventaron), es la concesién del derecho de expresién politica a las minorias» *, creia acettadamente manifestar una concepeién de a democracia generalmente aceptada. Lord Acton lo habia expresado ast: «La demostracién mas segura pata juzgar si un pais es realmente libre es Ia dosis de seguridad de que govin las minorias» ®. Y Gu. ielmo Ferrero expuso concisamente el caso de la siguiente mancta: «En las democtacias, la oposicién es un érgano de la soberania pop. tar tan vital como el gobierno. Suprimir la oposicién es suprimir la soberania del pueblo». gPor qué? Una primera respuesta podria ser que los autores citados, y la tradicién que representan, eran especialmente. sensibl seriamente preocupados por la libertad individual, El yacente parece ser, pues, que «la libertad para el no signi- fica nada sino implica el derecho a seguir una linea de condueta y a mantener y defender opiniones que no cuentan con la aprobacién de a mayoria» ™. Pero supongamos que no compartimos esa preocupa- cién, que Ia libertad individual no se considera tan importante como otros valores. En este caso, ¢no equiparariamos Ia democracia con el puro y simple gobierno de la mayoria? La respuesta sigue siendo negativa. El gobierno de la mayoria limitada es una caracteristica 4 E. A. Nordlinger, Conflict Regulation in Divided Societies (Cambridge, ‘Mass.: Harvarc Studies in International Affaits, 1972), p. 33, 3 J. Burham, The Managerial Revolution (New York: John Day, 1941), pagina 162, % The Hisiory of Freedom in Antiquity (1877). La cita proviene de Essays on Freedom and Power (New York: Meridian Books, 1955), p. 56. Si bien la Preocupacién de Acton era Ja libertad religioss, incluye claramente la libertad en general, 2G, Ferre-o, I! Potere (Milano: Communica, 1947), p. 217; trad. The Prin: ciples of Power (New York: Putnam, 1942) % J. Allen Smith, The Growth and Decadence of Constitutional Government (New York: Holt, 1930), p. 280. a : e | ' i ; Ht debate contemporéneo 57 fundamental de la democracia aun sin recurtir a la libertad individual Tanto si somos partidatios, como sino, de la libertad individual, el asunto no se basa en esta consideracién, Sino més bien en la de més aleance, a tenor con fa cual sila mayoria hace un uso excesivo de su dlerecho, el sistema, como tal, ya no funcionaré como una democracia Pero plantcemos de nuevo el interrogante: gpor qué es esto asi? Un primer punto tiene que ver con la misma definicitn de «pue- blo». El pueblo, segiin se dijo, no puede literalmente consistit en todo el mundo; pero no puede tampoco quedar reducido a In mayor parte de la ciudadania. Cuando traducimos pueblo por un criterio mayoritatio, lo que hacemos es procurarnos sélo una adefinicién ope- tativan. Lo que es tanto como decir que el pueblo se divide en una mayoria y en una minorfa en el proceso de adopcin de decisiones ya fin de que se tomen decisiones. El hecho, empero, permanece inal terado en el sentido de que el pueblo se compone, globalmente, de la la mayoria plus la minoria. De abt que si el eriterio de la mayoria se transforma (erréncamente) en ln morma de la mayorfa absoluta, la implicacién real de este cambio es que una parte del pueblo (a me nudo una gran parte) se convierte en un no pueblo, en una parte ex: cluida. Aqui, por Jo tanto, el argumento es que cuando fa democracia se asimila a la regla de la mayoria pura y simple, esa asimilacién con- vierte un sector del demos en un nodemos, A'la inversa, la demo. cracia concebida como el gobierno mayoritario limitado por los dere- chos de la minoria se corresponde con todo el pueblo, es decit, con Ja suma total de la mayoria y la minorfa, Debido precisamente a que el gobierno de la mayoria esié limitado, todo el pueblo (todos los que tienen derecho al voto) esti siempre incluido en el demos. Lo expucsto es muy abstracto. Para captar sus implicaciones, su. Ongase que una mayorfa est legitimada por sus propios principios pata cjercer su poder sin limitaciones, Inevitablemente, y casi por definicién, una mayorfa tal tratard injusta y desigualmente a la no- mayoria. Esto implica que la mayoria en cuestién puede mantenerse y facilmente se mantendra como mayorfa permanente. Pero si conta- mos con una mayorfa que no puede convertirse en minorfa, no estamos tratando ya de una mayoria democritiea, ¢s decir, de un sistema cuya regla de juego es el principio de mayoria. Pues el principio de mayoria exige mayorias cambiantes, el que las diversas partes del cuerpo poli- tico puedan ser alternativas de poder. Kelsen explics ya la Iigica subyacente del asunto con perspicacia inmejorable; «Incluso el que vota con la mayoria no est ya sometido a esa voluntad propia. Se da cuenta de ello cuando cambia de opinidn (pues)... para ser libre otra vez, él, el individuo, tendrd que encontrar una mayorla en favor de 38 Giovanni Sartori su nueva opinién» ®, Permitaseme un comentario al respecto, Es evi- dente que si no se protege a las minorfas, la posibilidad de encontrar tuna méyoria favorable a la nueva opinién es improbable, puesto que aquel cuya opinién cambia de ser la de la mayorfa a ser la de la mino- tia inmediatamente se encuentra en las filas de los que no tienen derecho a hacer ofr su opinién. En consecuencia, a menos que se respete la libertad de las minorias, no slo la primera contienda elec- toral determinarfa, de una vez por todas, los que son y los que no son libres; sino que también perderian Ia libertad aquellos que en esa ocasion votaron con la mayorfa, porque en la prictica no se les per- mitiria cambiar de opinin, Asi pues, la primera cleccién seria, en efecto, la nica eleccién verdadera, Lo que equivale a decit que una democracia de ese tipo moriria en el momento de su concepeisn. Después de haber llevado la argumentacién al extremo, su esencia es que el ciudadano de una democracia representativa no pierde su libertad, como pretendia Rousseau, en el instante en que vota, preci- samente porque puede decidir en cualquier momento cambiar su lealtad de la opinién mayotitaria a Ja minotitaria. El fundamento de su libertad y el hecho de que Ia democracia se mantenga como un régimen abierto, autodirigido, esta precisamente en que se le permita cambiar de opinién. La libertad de cada uno es también la libertad de todos; y adquiere su significado més concreto y auténtico cuando nos encontremos en minoria. Es el respeto y la salvaguarda de los dere: chos de la minoria lo que mantiene el dinamismo y la mecénica de la democracia, pace el eslogan sobre Ia democracia como gobierno de Ja mayocia, En resumen, los derechos de Ia minoria son la condicién del proceso clemocritico mismo. Si estamos comprometidos con tal proceso, también debemos estarlo con un gobierno mayori- tario refrenado y limitado por los derechos de la minorfa, El man- tenimiento de a democracia como un proceso en marcha exige de nosotros asegurar que todos\los ciudadanos (mayoria plus minoria) ostenten los derechos requeridos por el método a través del cual la democracia opera ®, ILS Le formula de Lincoln He sostenido que siempre que juzgamos una democracia segin Ja pauta de su definicién literal, fos defectos que surgen se encuentran H. Kelsen, Vom Wesem und Wert der Demokratie (Tibingen: 1929), ca pitulo 1. % En el capftulo 8, sobre todo en las secciones 4 a 7, me ocupo de nuevo del problema del gobierno mayoritatio. Respecto a las multiples complejidades de las nociones de mayorta y minoria, véase cap. 6, secciones 1 a'5 [Hl debate contemporineo 59 robablemente en la definicién, no en la realidad. $i una democtacia Iuese el «poder del pueblo» y nada més, se seguitia de esta premisa que todas las democracias existentes deben set consideradas, y por ende rechazadas, como falsas democracias. Empero, existen sistemas politicos en los que no solamente el pueblo esté protegido frente 1 los abusos del poder, sino que participa real y considerablemente en el proceso de decidir lo que debe hacerse y de «quién consigue qué. ales regimenes politicos existen porque se comprendié que el problema de cémo deben establecei exactamente alli don- de termina el entendimiento etimoldgico de la democracia. No se pretende con lo dicho sugerie que el significado literal de ta palabra carece de importancia. Si la definicién ctimoldgica no nos lleva lejos, si que proporciona los fundamentos. La pertenencia del poder al pueblo si un principio que concicrne a las fuentes y a la legitimidad del poder. Signifiea que el poder es legitimo sdlo si se otorga desde abajo, sélo si constituye una emanacién de Ia voluntad popular, y solamente si desea algtin consenso biisico manifiesto, Considerado como una teorfa de las fuentes del poder y del dere- cho nominal al poder, el coneepto literal de democraci a también gue esperamos y demandamos de tna forma democritica la priotidad de la sociedad sobre el Hstado, que el denos precede a la cracia, La democracia existe, por tanto, cuando la relacidn entre los gobernados y el gobierno se tige por el principio de que el Estado esta al servi- io de los ciudadanos y no al revés, de que el gobierno existe part el pueblo, y no viceversa En Ia Proclamacién de Gettysburg de 1861, Lincoln pronuncié la més memorable de las caracterizaciones de la democracia; «Gobier- no del puchlo, por el pueblo, para el pueblo.» Es sintomatico que dicha frase resista el andlisis puntual, Si tratamos de diseccionatla, hay que advertir respecto al clemento «gobierno del pucblo» que la preposicién de puede indicar tanto el sujeto como, a la inversa, el objeto de una accién. De ahi que, en relacién con este rasgo, sean factibles las conjeturas siguientes: a) gobierno del pucblo, con el significado de pueblo autogobernado, una democtacia directa; b) al contratio, que cl pueblo es el objeto del gobierno, que es gobernado; ©) que el gobierno emana del pucblo en el sentido de que deriva st legitimidad del consentimiento popular; d) que el gobierno es ele- gido por el pueblo; e) que el gobierno es guiado por el pueblo. Por tanto, In primera caracterizacién cubre 0 puede cubrit todo el espec- tro de la politica; no sdlo todas las formas concebibles de democra- cia, sino también el gobierno sobre el pueblo que nada tiene en co- min con la democracia. El segundo elemento, «gobierno por el pueblo», tiene el defecto opuesto: es demasiado oscuro para permitir 60 Giovanni Sartori conjeturas concretas. Por el pueblo, gen qué sentido? Esta f6rmula es imposible de precisar. Sélo el tercer elemento, «gobierno para el pueblo», parece inequivoca: para el pueblo significa claramente en stt interés, para su beneficio, en su provecho. Pero muchos regimenes que nunca pretendieron, en el pasado, ser democracias, se autodecla- raron gobierno para el pueblo. Y hoy’en dia, las dictaduras comunis- tas afirman que son democracias precisamente por eso”! Este ejercicio de exégesis da a entender y slo intenta comunicar que Ia frase de Lincoln describe Ia democracia fundamentalmente porque fue pronunciada por Lincoln. Puesto que conocemos a Lincoln, sabemos lo que pretendia, Sin embargo, si Stalin hubiera sido el p mero en encontrar Ia {érmula, gno podia haberla usado él también? Ciertamente, su gobierno fue del pueblo, en el sentido gramatic: perfectamente autorizado, de que él lo gobernaba; es dificil refutar que su intencién era gobernar para el pueblo; y por el pueblo bien pudo haber significado, en la mente de Stalin (ya que puede significar cualquier cosa), que él y su pucblo eran uno, que a través de stt vo- luntad era fr «voluntad general» a que gobetnaba. Ast pues, la linea de fondo es que la for mula de Lincoln no basta p definir la demo- cracia; sus credenciales democrétieas arranean de Lincoln. Si fuera oira la fuente creadora, podria muy bien significar aquello que Lincoln ni deseaba ni pretendia decit. Con la condicién de que la formula posee una fuerza estilistica mas que un significado légico, deberia admitirse que ahi precisamente reside suv propésito y su valor. Pues Ja utilizacién de «lemocracia» en su sentido literal inicia un discurso prescriptivo cuya intima naturaleza es permanecer inacabado, conti- nuat ad infinitum, asi como ad indefinitum 8 Curiosamente, en la Proclamacién de Gettysburg Lincoln, deliberadamente no definié la democracia. Cuando lo hizo, en. su mensaje al Congreso de. abril de 1861, la caracteriad como un gobierno del pueblo por el mismo pueblo». Presumiblemente, «para el pueblo» era para Lincoln una implicacién, no un rasgo Capitulo IIT LOS LIMITES DEL REALISMO POLITICO La politica debe ser realista; la politica debe ser idealista: dos principios que son ciertos cuan do se complementan y falsos cuando se mantienen separados. M. Buuwrsciut TIL1 Qué es la politica «puran? Es mucho més facil saber lo que una democracia deberia ser que entender lo que puede ser. Esto es lo que se supone que debe descu- brir cl ns de SONY | “der ra caracteriza por una inclinacién mpo. Y cuando una democtacia se i, ce mai ista se inicia un circulo vicioso. Una democracia privada de correctivos realists internos se converte ex vermis numa deo. acia aiealy en la que cada vez se separan mis ln retdrca y las fteciones, fos ideales y ln practica. En tales circunstancias result + tural gue el realismo, politico pueda vincularse @ posicones anti mi ‘i sto no es porque el realisi demécratas. Pero, repitimoslo, est rque smo este fn contra de la democracia. Es més bien el enemigo de lo ixreal, la democracia racionalista. TIL.6 La democracia racional y la democracia empirica La discusién precedente se cierra con una conclusién: las, demo cracias empiricas son naturalmente realists, pam Tecan mocracias tacionaes son proclves al aniralismo, A Ia hr de eta 6 émic rasla ira en conclusién la polémica se traslada, y gi no a Ia distinc fentre democtacia (racionalista) racional y democracia emp’ 78 Giovanni Sartori , primera puede identificarse, histéricamente, como la democracia de tipo francés. La segunda es, al menos hist6ricamente, vina democracia del tipo anglo-americano. Pero Ia distincién necesita ser reforvada, La pregunta es: equé quiere decirse con democracia racionalista, y qué la distingue de las democracias enepiricas? Una primera diferencia obvia es que mientras 1 tipo francés nacieron ex nowo de ctacia anglo-americana ¢s cl resul las democracias de uina ruptura revolucionaria, la demo. aco de un proceso continuo y gra- dual de crecimiento histérico, Las revoluciones inglesas no reivindi- caton, politicamente, un comienzo nuevo, sino la restauracisn de los derechos de los ingleses, es decir, una eonstitucién anglosajana pris. tina (una considerablemente mitica, en efecto) que fue alirmada frente a los reyes norn Carta Magna y qu pisoteada por las usurpaciones de los ‘Tudor y de los Estuardo. cuanto a la Revolucién americana no fue, a decit verdad, una revo. lucién; f1e una secesién. La Declaracién de Independencia ameri- cana de 1776 fue, esencialmente, una demanda del derecho a lo large del sendero de las libertades que ya existfan en Inglaterra, Al contrzrio, la Revolucién frane fue una ruptura deliberada con el pasado y un rechazo del mismo. Esta diferencia originaria conlleva una serie de diferencias subsiguientes. Pero como el abordarlas ahora me apartarfa de mi propdsito, voy a limitarme a apuntar dos aspectos que merecen recordarse. Como seiiald Bryce, el pueblo francés adopts Ia democtacia «no meramente porque ef gobierno del pueblo se con sideraba el mejor remectio para los acuciantes males... sino también en defensa de los principios gencrales abstractos tomados como ver. dades evidentes por si mismas»*. ¥ Tocqueville establecis otra die. rencia importante cuando indicé: «Mientras cn Inglaterra los que escribfan sobre politica y los que se comprometian con ella compa tfan la misma vida..., en Francia el mundo politico estaba tajante. mente dividido en dos provincias aisladas... En una (los. politicos) administraban; en la otra (los escritores) formulaban principios abs- tractos. Sobre la sociedad real... poco a poco tomé cuerpo una sociedad imaginatia en la que todo parecta simple y coordinado, uni- forme, justo y racional> ” La conexisn de la democracia de tipo ftancés con el racionalismo (principios abstractos y sociedad imaginaria), de un lado, y de la democracia anglo-americana con el empirismo, de otro, se descubrié hhace tiempo. Pero el tema espera atin un tratamiento sistemético, Deberia quedar claro que, en la exposicién que sigue, nos referimos avan 2% Modern Democracies (New York: Macmilla ” L’Anien Régime et la Révolution (Pat 1924), 1:208, 1856), Hl, cap. 13, pp. 222-23. n HL debate contempordneo Smo un pueblo concibe y_ construye su propia Secret or tanto, a cuestiones de politica interior (no de fasuntos exteriores). Igualmente, deberfa entenderse ae, an pes diendo argiese plasiblemente que el realism es alimcntado por tiempo, 0 sea, por un periodo adecuado de experiencia hst6rica, fa incilencia del factor tiempo es un problema complejo qu puedo discutir™. ; Boe eae EI punto de partida de ambas democracias, la empfrica y pal, xls soberania popular. Sin embargo, [a constiuekn ingles ne Feconoce status constitucional a una entidad como «el pueblo», Del mnismo modo, el grueso de Ja literatura americana se ha planteado tmucho menos el intrrogants egqué es Ia democracin?>, y mucho ids In pregunta «goo fein I democacia? >, Llst los pricios fos sesenta, los antores ameticanos han abordado en general imedios de la democracia con mayor frecuencia que el concenio de In scberania popular. Globalmente, por tanto, In caraceratiea de la tcoria angloamericana de Ia democracia es In atencidn preferente que dedica alos medios y procedimientos del gobierno democritico, De ahi que apenas quepa consierarl una tcoria sobre Tas premisas los principios esenciales de 1a democracia. ee a a ra eis arvculo primero de la Consttucign de la Repdblica de Weimar pro, taipo de racionalismo consitcional— Teemos ue die Stetgzwdt zebr om Volke ans, que ol par del Fstado asciende desde ol pe blo 9 tac Nevo no rena cual que Ts vouriad fgeneral de Rousseau y el Volksgeist roméntico hayan hao rales En suelo americana. No se trata sélo de que is, cblon sea en inglés plural y singular en francés, italiano y alemén. La diferencit gramatical rllea una diferencia en los niveles de_absteaccién. ES People inglés es gente concrta; ol, peuple francés (y eauivatentes) es tina entidad abstract, na wridad resultamte de Ta elaboracon absracta que es congénits a la Gestalt racional. Ast pues, la diferety Gin es que las democracias racionalstas, desde, el principio de. sus respetivas construcione, han descansado notablemente en un om cepto de Bueblo (con maytscula, para establecer Ia diferencia) q\ la mente empftica ni entiende ni aprucba. ies no 20n fealisas en materias de interior, pero sf en su politica ext fio don, acpeat de To cambios de rien, se fat mancenid I conoid ‘or el contrario, 1a democracia americana es internamente real PO 80, Giovanni Sartori La misma diferencia que encontramos en el punto de pattida existe en el de Ilegada. En los paises de habla inglesa es usual hablar de «gobierno», en tanto que los europeos casi siempre se refieren al «Estado», (con mayéscula). Pues bien, existe la misma distancia entre gobierno y Estado que entre pueblo (plural) y un Pueblo (singular). Se trata de nuevo de una diferencia en el nivel de abstraccisa. La mente entrenada racionalmente se ocupa del Estado y no del go- bierno —y menos atin de los gobiernos— también porque estos iti mos son acontecimientos fluidos y cambiantes, mientras el Estado ¢s una estiuctura precisa. Y, no hace falta dec asi el empirista) se sicnte incémodo cuando afronta lo confuso, lo amorfo y lo inestable. Por tanto, «Estado» no significa lo mismo en el contexto angloamericano que en el curopeo. El empirista, in- dluso cuando cambia del concepto de gobierno al de Estado, tended presente con toda probabilidad que tras el ente existen personas concretas. El racionalista, en cambio, picnsa en una forma juridica, impersonal, despersonalizaca tre el pucblo y cl estado, el témino a quo y el término ad quem, Ia diferencia que separa Ia democracia racional de la empfr puede reducirse en tltimo término a si el hilo argumental es ajustado © impreciso, rigido o flexible. Lo que equivale a decir que las d ctacias racionales se construyen deductiva y rigurosamente desde In premisa a la consecuencia, uniendo un eslabin de Ia cadena al si guiente del mode mis cabal posible; mientras que la construccién de las democracias empiricas resulta én gran medida de ret taciones y, en este sentido, de elementos. inductivos. A titulo ilustrativo, no es cicrtamente casual que los regimenes democriticos en buena parte de la Europa continental evolucionaran en la diteccién de los sistemas parlamentarios, sino de regimenes de asamblea, en tanto que cn Inglaterra (donde el gobierno parlamen. tario es una expresién inexacta para un gobierno de gabinete) o cn os Estados Unidos no se produjo un desarrollo similar. De igual modo no es seguramente fortuito que todas las democracias conti- nentales curopeas hayan abandonado (0 no hayan adoptado nunca) al sistema de distrito uninominal y se hayan decidido por sistemas electorales de representacién proporcional. Si la premisa del poder del pueblo se deserrolla con rigor deductivo, se sigue que: a) la ver- dadera representacidn es, y sélo puede ser, la representacién propor- cional; b) el parlamento debe ser la sede real de la soberanta repre- ® Como acertadamente apunté F. W. Maitland, Ja renuencia de los ingleses 4 vsar Ia palabra «Estado» es corrclativa a su actitud teacia a aceptar la doctrina de la personalidad jutidica del Estdo. Cfr. «La Corona como Corporacidnn, en Collected Papers, col. 3 (Cambridge: 1911). lo, el racionalista (no salimen- aL BL debate contemporineo ‘i (como indica sentaiva; y ) los gobiernos, deberian set solamente, (comme See af vocablo) «ejecutivos», es decir, eecutores de Tas votuminet ae preceden a la voluntad gubernamental. in una cadena ccctcroe Te fazonamiento, todo To expuesto es una imposicién, un conjunto oe Ace secuencias Iégicas necesarias. Entonces, ¢c6mo ¢S oe se aa angloamericanas no se sienten vinculadas pot ese combrom spt Seon! int argumentacin, porque las democracas emotions ne oe. truido deductivamente, sino més bien sobte la, cxpevinta © oe To importante son los gobietnos efcaces y eficentes, ae menes de asamblea ST eae sue a ian tae que Tos que . ntacion proporcional puede crear mis problemas due fos ve. fe suelve. Tay ieportantl es que el empirista no sa Henle fs presionado por la «congruencia democratica» ni por Ia © cracia «bien razonada». Nos pier con lo expuesto ni leméritos de las democracias racionales is emelias sno ih sus diferencias. Efectivamente, Pea Sie & explicacién de Ia democracia disuncional cenominata (ei gue e& precisamente una democracia racinal: Come 9, Soc, hay nada mis incongreente que In congo PT ira Sere dampre cate pei, de convert deme cracias imagiarias, demasiado alcjadas de Ta realidad’ come Pits, tapaces de dominat los problemas que surgen del steel aspecto que deseo sepuir exponiend ay Como decia anteriormente, atonal are jlidad parece derivarse de, y correspo! . aaa tid reasiee 2 Drobablemente, la fabrica y el modus vivendi ¢ ne eriticos requieren rvonabildad mis que #por cureany. Te es asi, y este es el Fasgo con el que pretenco conctins fate mundial del empirismo no esté en. proporcion eon. 0 ye Rousseau, Hegel y Marx recorren el mundo, ¥ 1 ae in autor iad se entiende) incluso en China; en tanto ave ning inglés ‘© americano ha sido capaz de influir de ee ane alld de las fronteras ce su propia cultura. «Rowsseny enuin’sr mil por uno a quien, convencié la doctrina, de Benshan “ee nien To. reconoci6. El racionaismo viaia,¥ cl empiisne Te Por qué? Para que una docttina politica se divulgue be ada ‘iniverslidad, un grado de abstraccién y una estevetr ere que la mentalidad empfrica presta insu! fici¢ jar los respectivos méritos y de las empfricas, sino 30 Maximen und Reflectionen, 899. 31 Modern Democracies, 1. 46. a2 Giovanni Sartori la difusin y penetracién de las ideas —al menos en su vertiente ideolégica— se incrementa por todo el mundo, la mente empfrica frecuentemente se exterioriza como un «ptacticalismo» (para usar el término de William James) que se precia de ser capaz de funcionar sin ideas. En la medida en que esto es asi, la cultura angloamericana bien puede formar un bomo faber formidable, pero corte el peligro de no vivir a la altura de su responsabilidad en la educacién del homo Sapiens cue debe nuttir y complementar a aquél. Por tanto, si el racionalista no est preparado para solucionar problemas précticos, el practicalismo carece de garra intelectual apropiada y, verdadera. mente, de fuerza intelectual. Seria de gran b para ambas par- tes el encuentto a medio camino de los métodos racionalista y empi- rico. Este es el camino que trataré de seguir en esta obra. oie tiara Capitulo IV PERFECCIONISMO Y UTOPIA Lo que ba becho siempre del Estado un infier- no en la tierra ba sido precisamente el intento del hombre de convertirlo en su cielo. HOLpERUN IVA El malentendido de la deontologia Hasta aqui mi idea fundamental ha sido que la democracia corre peligro no por causa del rcalismo sino del «mal realismo», de un realismo equivocado y mal aplicado. La clave ahora es, simétrica- mente, que la democracia corte peligro por causa no del idealismo, sino del cidealismo nocivo», det perfeccionismo, Ambos argumentos son complementarios. El idealismo nocivo refuerza el mal realismo y viceversa. Al mismo tiempo, si disminuye el perfeccionismo, también se reduce el hiperrealismo. En los casos de Croce, Pareto 'y Mosca est claro que reaccionaron primero y sobre todo ante la ampulosa retérica de la democracia, y que una imagen més sobria de una «demo- cracia imperfecta» habria despuntado sus flechas. En el caso de Mi- chels, fue una «democracia imposible» la que le Hevé a desautorizar la posibilidad misma de cualquier democracia '. Buena parte de la literatura antidemocritica surge de, o se acredita mediante, preceden- tes similares. Es la {6rmula vox populi vox dei, la vor del pueblo es la voz de Dios, la que provoca la refutacién voz populi vox diaboli, que es la vor del diablo * 1 Gir. capitulo VI, seccién 6 2 Sobre el origen' de esta frase, véase Francis Lieber, On Civil Liberty and Sel. Government (Philadelphia: 1880), p. 405, y cap. 35, passin S Niewsche es el autor destacado ciyo réchaz a esto es incondicional. Sw Gonealogie der Moral (1887), que es In correspondiente (junto al AniChrist) 83 84 Giovanei Sartori Del mismo modo que la existencia de un realismo erréneo im- plica la de un realismo cotrecto, hablar de un idealismo nocivo supone In existencia de un idealismo bueno. Nuestro problema es, por tanto, subreyat la diferencia entre el perfeccionismo (un idealismo excesivo y mélentendido), de una parte, y el entendimiento y uso adecuado de los ideales, de otra. ‘Toda discusién sobre Ia demacracia gira alrededor de tres con ceptes: soberania popular, igualdad y autogobierno. Estos conceptos se encuentran intetrelacionados. El pueblo es soberano en la medida en que todos son igualmente soberanos (una soberanfa desigual im- plicarfa que una parte del pueblo es soberana y que otta parte no oes). ¥ quien es soberano no es el objeto, sino el sujeto del gobierno de ahi el autogobierno. Implicaciones éstas que pueden profun- dizarse. Por ejemplo, si todos deben ser soberanos, Ia implicacién puede ser que el autogobierno reemplace al gobierno (sobre el pue- blo); si todos son igualmente soberanos, se postula igual poder, es decir, Ia isocracia; y del igual poder puede también inferirse, aunque con cierta elasticidad, igualdad en general, 0 igualdad tout court. La pregunta es: gcudl es Ia naturaleza exacta de estos conceptos? Ciertamente cabe concebirlos descriptivamente. En tal caso la sobe- tanfa popular es poco més que un principio de legitimidad; Ia igualdad puede reducirse a un igual derecho al voto, y cl autogobierno se cit- cunscribiré probablemente a las mictodemocracias. Sin embargo, lo normal es desarrollar y concebit los conceptos en cucstion desde un punto de vista normative. En el tiltimo caso, constituyen los ingredientes bisicos de la deontologia de la democracia. Y nuestra argumentacién asume que no es posible discutir fruct ramente ni cemplear los conceptos de soberania popular, igualdad y autogobierno, a menos que establezcamos: a) que son ideales normativos; y, sirmul. téneamente, b) cudl es la naturaleza, funcién y propdsito ‘de los ideales. E! primer paso —establecer que un ideal es un ideal— puede parecer, en principio, trivial. No es asi, como el debate sobre Ia igualcad, que data de tiempos inmemoriales, mostrar. La formula clisica de Jefferson era «Todos los hombres han sido creados igua- les» *. Para Jefferson esto cra una «verdad evidenter. Bien, cual- de la tcoria del Supethombre y de la Herrenklasse, representa la negacién mas poderesa de. los valores sobre los que se asientan In’ etstiandad, et liberalism y * En el Preémbulo de la Declaracién de la Independencia de los Estados Uni dos (4 de julio de 1776). La Declaracién francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano reza en cambio: «Los hombres nacen y petmanecen libres € iguales en derechos» (las cutsivas son mias). Lo caracteristico del texto de Jeffer. 1H debate contemporéneo 8 icra que sea Ja naturaleza de las verdades evidentes por si mis- tints, lo que sf es evidente es que dicha proposicién esté sintdcticamente tonsteuida como tina afirmacién de hecho. Sin embargo, tan sélo pue- {le defenderse si se vuelve a formular prescriptiva normativamente ile la manera siguiente: considerarés a todos Jos hombres como si whieran sido cteados iguales. Desde luego Jefferson tenia razén (candor aparte) al presentar ese imperative camo Io hizo, puesto que verdad evidente es mAs efectiva que una exhortacién. Empero, cuando el valor verdad de la férmula de Jefferson se pone en tela the juicio, eberia responderse a Ia objec de forma correcta. No es tn hecho ue todos Tos hombres sean iguales, Mis bien, el hecho ¢s que no son iguales, sino muy diferentes. Excepto que Ia igual: dudes, primero y ante todo, un principio valorativo que impone tiormas de conducta tales como el deber de reconocernos a nosotros inisinos en el otto; 0 que debemos tratar a los otros como nuestros inuales, no como nuestros inferiores. No hace falta hablar extensa- mente sobre cuanto debe nuestra civilizacién a esas maximas. Lo im- portante es que una correccidn elemental puede poner fin a un irgumento initil. El aserto «los hombres no son iguales» puede ser tweptado como un hecho por cualquier demécrata, porque no cons- ituye una objecidn ®. . UL siguiente paso es proguntarse sobre Ja naturaleza y la funcin dk Jos ieales. A medida que la investigacion avance, pavcocts que ¢l perfeccionista es precisamente alguien que toma los ideales por lo {que no son, que presta escasa atencién al necesario décalage entre Is ideals y Ta préctica y, por Ia misma raza, no sabe plasinat, © aplicar, las prescripciones a la realidad. El perfeccionista se fija de forma ‘caracterfstica en Ia maximizacién de los ideales —siempre tiene puesto el pie en el acelerador—, sin controlar los ideales que propugna. 1V.2. El mito y la utopia reconsiderados Mientras el uso erréneo del realismo es un fenémeno antiguo y posiblemente ha alcanzado su punto de agotamiento, el mal uso del idealismo es relativamente reciente y todavia parece seguir luchando por su realizacién, Hay dos desarrollos que sorprenden por lo que ignifican en materia de intensificacién del perieccionismo. El pri- sore w cdc bolo, Sobre el senso dela esis de Jefferson, HL. A. Myers “Wi Sice al te Vorke Baoan, 269) pps 3435, 63.64, 13657 ; Men Equal? (New York: Putnam, 1949), pp. 2455, 6564. Ws 86 Giovanni Sartori mero ¢s el trénsito de un perfeccionismo contemplative a un «per- feccionismo activo». El segundo, coeténeo, es la desaparicién del sentido de «lo imposible». En el ambito de lo contemplativo, el deseo y el disefio de un mando ideal, o mejor, de un contramundo ideal es posiblemente tan viejo como la Humanidad. Platén senté las bases de este tipo de jercicio mental; y la doctrina del estado de naturaleza proporciond también, desde ‘la Edad Media hasta Rousseau, un pardmetro ideal no s6lo para valorar el mundo real, sino también (en su desarrollo de los derechos naturales) para el establecimiento de valores en el mundo real. En ambos casos, se descubrié un estado de perfeccién, que coincidia con un estado de contemplacién. Es cierto que Plaéa se trasladé a Siracusa con la esperanza de realizar su ciudad ideal. Pero su primera visita a Sicilia finalizé con su venta como esclavo en Ia piaza del mercado de Egina; y su tltima visita podria haber terminado atin peor. En cualquier caso, In solucién de Plat6n cra el reyfildsofo. En cuanto al estado de naturaleza, fue concebido, fun: damentalmente, como un paraiso perdido. Si y cuando se pretendid y se consiguié fundar ciudades celestiales (como cuando Miinster fue proclamada «Nueva Jerusalén»), fueron el resultado de las oleadas milenatistas, de expectativas escatoldgicas. A través de toda Ia Edad Media hasta los santos puritanos armados la fuerza movilizadora era la religion, no el eidos de Platén. Realmente, la transformacién del rey-fildsofo (rey, por ser filésofo) en el «lilésofo-revolucionario» no tivo lugar hasta Marx, Con el joven Marx es todavia cl fil6sofo el responsable, pues es quien sabe «lo que es racional»; pero el filésofo debe ser un revolucionario, porque es In accién revolucionaria In que hace «real» Jo que es racional. Ast, con Marx el perfeccionismo deja deja de ser intelectual y el activismo perfeccionista entra en el reino de la politica, Aun asf tenfa que transcurrir més de un siglo para que este proceso ganara actualidad; el filésofo revolucionario consi- guié la audiencia de la masa y se convirtié en una fuerza movilizadora real tan sélo en los sesenta ”. La cosecha es ciertamente muy reciente. 6 En las Tesis sobre Feuerbach (1848). 7 La monumental obra de L. Kolakowski Main Currents of Marxism (Oxford: Clarendon Press, 1978) se refiere especialmente, en un buen anilisis, a la afilo sofia criticar de la Escuela de Frankfurt, en el vol. 3, capitulos 10-L1. Aunque la escuela se form en torno a Horkheimer en los afios veinte, su impacto revolucio- nario en las masas (relacivamente hablando, desde luego) se produjo unes cua renta afios después. Su descendencia directa del ll6sofo revolucionario marxiano deriva de que todes los autores implicados (incluyendo a Marcuse) pertenecen atin a le disolucién de la filosofia hegeliana, aunque rejuvenecidos de forma vatiopinta por ingredientes socioldgicos y de otra indole. rae EL debate contemporéneo 87 El otto lado de la misma moneda puede descubrirse en la desapa- ricién del sentido de lo imposible. Podsfa decirse que el perfeccio- nismo avanza a medida que los «imposibles» retroceden. Un desatto- Ilo que se revela sintomsticamente, a mi juicio, en la alteracién del significado del concepto de utopfa. ‘Tomas Moro acuiié el témino utopfa (como una simple trans- cripeién de Ia forma gtiega) para denotar una fiecién que catecia de emplazamiento, es decir, un mundo inexistente. Dado que Moro tenfa en mente un propésito critico y constructivo al describir su isla ima- finaria, su inexistencia no fue declarada un imposible, Sin embargo, Cl término inaugurd un modo de pensamiento sobre la base de la fuerza, de la fuerza semantica, de su prefijo, de su no, El utépico que ni se autodcnomina ni se considera tal —desde Platén a Campanella— espera en su mundo perfecto. El utépico que se considera tal puede desear su mundo perfecto, pero no cree cn su realizacién®, EL uté- pico confeso atiliza su utopia (con algtin fin) pero no la quire. Asi ¢s que lo que diferencia la utopia del «mito», de un lado, y del «idea: lismo», del otto, es precisamente que un estado de cosas ut6pico no se encuentra en ninguna parte, sino ademas cn mingtin tiempo, en ningiin futuro. En resumen, la utopia es inexistente en tanto que ¢s un imposible, Esto no es sélo cl significado vulgar de la palabra, sino también el que lo hace itil para nuestro discurso. El autor que més influencia tayo en fa destruccién del significado que impulsé a Moro a acufiar «utopia» fue probablemente Karl Mannheim. Utopia, para Mannheim, cs simplemente un estado del spirit que «transcicnde» la realidad existente en una direccidn revo- lucionaria. Peto hablar de un estado mental que transciende lo que existe en un momento dado no es decir mucho, pues en cierto modo Ja mente siempre transciende lo existente. Si continuamos hasta la differentianr, \o especitico de Ia utopia de Mannheim se encuentra en su «funcién revolucionariay. Lo cual se ve confirmado por el cho de que los estados de Ia mente que transcienden Ja. situa inmediata en un sentido conservador se denominan, segiin Mannheim, cideologias». En suma, Mannheim convierte 1a utopia en nada més que el equivalente de la ideologia, situando las ideologfas revolucio- nnatias (utopfas rebautizadas) en un lado, y las ideologias conserva doras (putas y simples ideologias) en el otro?, * Moro concluye su Utopia (1518) precisamente en estos términos: «Mas Hleseo que espero» * Véase especialmente Ideology and Utopia (London: Routledge and, Kegan Paul, 1936), pp. 173 y siguientes. Notese que la asociacién de utopia e ideologia confunde también este tltimo concepto. | | \ | | 88 Giovanni Sartori Si lo expuesto es lo que deberfamos entender cuando hablamos de utopia, las utopias ya no son utopias, es decir, ficciones mentales situadas en ninguna parte ®. Y si la palabra utopia es privada de su funcién y sentido original especifico, uno podria muy bien decir, con Oscar Wilde, que «el progreso es la realizacién de las utopias» ; con Lamartine, que «es posible que las utopias de hoy se conviertan en las realidades de mafiana» ; con Mannheim, que «las utopias son con frecuencia sélo verdades prematuras» "; y con Marcuse, que wel camino hacia el socialismo puede proseguir desde la ciencia a la wt bia no desde fa utopia a la cenciy © Mediante la meniputaciog de Tos significados y de las definiciones se puede probar cualquier cosa. Sin embargo, el resultado neto del argumento segtin cl cual «vemos por doquier cémo el utopismo se convierte en realidad» ® es la exclusién de nuestro vocabulario politico del término que emic pentemente significa lo inveleabt Si definimos Ia utopia de una No utépica, nos queclamos sin un nombte para desighar {Game no. pie, os quedamos sin un nombre para designat lo pol ¢Tenemos una posicién de reserva? Por ejemplo, ¢puede cl «miton reemplazar a Ia «utopia»? Dirfa que no del too, El mito supicre alguna suerte de irrealidad, pero tiene poco sentido decir que un mito ¢s «imposible», Esta implicacién se sittia més all del hotizonte semintico del término, que apunta, més bien, a una invencién. Impor- ta notar a este respecto que una petsona que cree ch un mito no ¢s Sis asi, cheriamos distingeie cnt atop veallables ho ne : ae por Mannheim, Ideology and Utopia, p. 183. ° oo tamales de lias aun =}: Tertzeler, The History of Untopian Though (New Yor vig 28. ry of Utopian Though (New York: 1923), ci a coy ase conan consul row hrs meee ft, asimismo Frank E, Manucl, ed., Usopias and Uropian Thou; — comin cel término utopias (p. XIV). acisn hay, p. 177). ables y no realizabies —una HI debate contemporéneo 89 victima de un fraude, puesto que elige creer en él. Asi que, si bien tun mito catece de existencia verificable empiticamente, el’ tipo de intealidad que representa es esquiva y se transforma en. algiin tipo dle realidad cretble, Aun asi, si una persona afirma, por ejemplo, que la democracia ¢s un mito o habla de los mitos de la democtacia, oyente normal puede entender que Ia democracia es algtin tipo de tidad imaginatia, Empero, de la misma forma que utopia ya no sig- nifica utopfa, mito ya no quiere decir mito (en el sentido en que el idrmino se utilizé durante mucho tiempo) para autores como Maclycr © Lasswell y Kaplan, Segiin Maclver, mito es un vocablo neutral que arenuncia a toda referencia a la verdad y ala falsedad» y que abarca todas las

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