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A la afirmacin que hace el manifiesto fascista de que el Resurgimiento italiana fue la obra de
una minora, contesta el antifascista que en eso consiste la debilidad de la constitucin polticas y
social italiana. Este es precisamente el mal de Italia, la falta de participacin de buena parte del
pueblo en la vida poltica. Lejos de alegrarse de ello los liberales, es la causa de su amargura. La
razn de que algunos saludasen con alegra el advenimiento del fascismo fue que esperaban que
su resultado sera la incorporacin a la vida poltica de alguna parte de las masas neutras. En lo
que no pensaron nunca fue en mantener a la nacin en su apata y en su inercia, porque saban
que, de esta suerte, habran traicionado las razones del Resurgimiento italiano y recogido las
malas artes de los Gobiernos absolutistas y quietistas.
El contramanifiesto termina con la esperanza de que el actual rgimen sirva para hacer amar
la libertad, por va de contraste, y se juzgar, andando el tiempo, la actual prueba como un estadio
que haba que pasar para revigorizar la vida nacional italiana, completar su educacin poltica y
sentir ms severamente los deberes de pueblo civil.
No necesitamos aadir, desde nuestra actitud poltica, que nuestras simpatas estn con el
contramanifiesto, y no con el manifiesto; pero as como aadimos breve comentario al manifiesto
fascista, tambin nos permitiremos poner dos palabras al margen del contramanifiesto.
Los antifascistas dicen de pasada: Que no est en litigio la debida sumisin del individuo al
todo. Y ste es precisamente el punto que no puede tocarse de pasada. Lo que sostienen los
fascistas es que no puede ser lcita la rebelda contra el todo; es decir, que a un italiano no puede
serle Italia materia de eleccin, sino que ha de constituir objeto de deber, de obligacin. De este
punto no hablan apenas los antifascistas. Es, sin embargo, toda la cuestin.