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Libro primero
“Divino o terrenal”
Hoy es siete de Julio y, una semana atrás los mensajeros del Reino
comenzaron a difundir la noticia de que cualquiera de estos días nacería el hijo
de Himura, el que por ende heredaría los reinos de Torihashi. Para hacer saber
este dato, claro está, es porque acaba de nacer Makaeto Ikusha Himura,
heredero al trono del Reino Basto Norte de la Tierra, Torihashi; de esto hace
una hora. Yo atendí el parto de la Reina, así que fue mi rostro el primero que
ese niño vio.
Más hay algo que me intriga. Cuando nos estábamos arreglando, miré a
los ojos del niño. Me pareció ver que su iris no estaba completamente definido,
como si pusieras pintura acrílica negra sobre blanca y, con un palillo de
dientes, dibujaras una línea vertical, justo en medio, haciendo que los colores
se mezclaran, pero no mucho.
He estado llorando, y no digo poco sino bastante. Todos creíamos que Shui
Opudemua había muerto defendiendo el templo virgen de los océanos.
Descubrieron, hace una semana, que no fue así: se unió a los bastardos
Takayanamanenses e irrumpió en el recinto, raptando a la jovencita que dormía
ahí. El colmo de todo esto es que, como si de karma se tratase, sus leyes
Opudemua no sirvieron. Makaeto tiene la enfermedad de los plebeyos. La
enfermedad de la que soy cero positiva, él la tiene. ¿Por qué? Su raza es
totalmente pura… Los doctores no están seguros, pero dicen que fue por el
contacto que ha tenido conmigo desde el día en que nació. No era
recombinación genética…
Cuando Himura, la Reina, subió al trono de entre sus tres hermanos, fue
todo elección de los padres. Si bien Makaeto Ikusha es hijo único, hoy la
población armó un tremendo escándalo y se reunió fuera de los palacios reales:
pedían a gritos que el príncipe fuera, de una buena vez, el gobernador de
Torihashi. El niño ha demostrado una inteligencia superior a cualquiera, gracias
a sus estrategias, de hecho, por fin se disolvió la nación de Angipeei, trayendo
la paz al mundo y derrumbando la muralla que inició el conteo de los años de
la era Teketa.
Los habitantes infieles, así llamados por Ioshi Teketa hace más de mil
años, también piden a Makaeto gobernar: como Emperador y a un nivel
mundial. Él siempre ha sido serio y no dice nada al respecto, pero
indudablemente está contento, es la única persona que ha alcanzado una
aceptación completa por los habitantes de la tierra. Sentirme orgullosa de él es
lo lógico, aunque por alguna razón no lo puedo hacer. No es mi hijo, no es de
mi familia, yo no le enseñé nada, lo único que hice fue enfermarlo.
Estoy entre los nobles y los plebeyos. No estoy enferma, pero porto el
virus. Cayó mi felicidad y ganas de que él sea el rey, probablemente, por
envidia. Amo al príncipe, como todos en la tierra… sin embargo, alguien grita
“te odio Ikusha” entre el escándalo del pueblo. Y ese alguien es mi corazón.
Inicio de una nueva era
Año 789, era de Ike
“Era la madrugada setenta y uno del año setecientos ochenta y nueve que
un humano oyó la voz del Rey de Reyes. Él le hablo del mundo, de los
principios y los finales por los que había pasado el universo. Dijo que estaban,
de hecho, en la era del Quinto Sol. Quien hablaba, era Dios, lo que no tuvo
principio y tampoco tendrá fin. Este año, será para los humanos, el más
importante de todos, pues es cuando conocieron los secretos de su existencia.”
Al principio me dio mucho miedo. Sabía que para hacer un trato con la
mujer sin mundo, era porque creía en ella, pero ninguna preparación
psicológica es suficiente para el momento en que lo irreal, sobrenatural y
divino toman forma, y se ven tan cercanos, más poderosos y aterradores de lo
que hubieras imaginado.
Ella fue algo indescriptible. Sus ojos… si es que se le pueden llamar ojos,
me hicieron entender, de un segundo a otro, sin decirme nada, porque los
humanos estábamos infectados con el virus Daland, o de los plebeyos. Fue
nuestra culpa, de los hombres mismos. Un tonto, intentando robar el poder sin
igual*, hizo un trato no con un Dios, sino con un demonio. La persona que
enfermara con Daland entregaría, lentamente, su vida al demonio. El virus
pasaba de persona en persona, generalmente en familias, donde el contacto
era continuo. Nunca alguien Zae se infectó porque, como siempre, fueron
racistas y despectivos.
*= El poder sin igual. Como los Zae, por más magníficos y grandiosos que
describan a sus Dioses, no están seguros de dicho poderío, creen en algo
superior completamente indescriptible. Es lo que, para nosotros, es un Dios
verdadero.
Dos veces he tenido sangre en mis manos. Solo dos veces. La primera,
recibiendo una vida preciosa. La segunda, destruyendo una vida despreciable.
Yo solo tengo culpa de la segunda, pero en ambos casos los Zae tuvieron algo
que ver. Aunque, ahora que lo pienso… en ambos casos he recibido vida.
Daland consumió muchísimas almas, no creí nunca que tantos humanos
hubieran pasado por esa enfermedad de sanción y muerte.
Despierto en la oscuridad
Año 792, era de Ike
No sé quién soy. Tan solo la felicidad que obtendré al finalizar esta labor
me impulsa. Lo hago en nombre de mi pueblo, eso es todo. Tal vez esté
traicionando a Ike, pero tal vez no. Por favor, pido entre lágrimas, que sea yo la
sombra de mis ancestros y liberé a la gente del yugo Zae. Necesito estar de tu
lado Ike, o moriré infeliz, tras desperdiciar la eternidad que he obtenido en
balde…
Antaño, en la era del cuarto Sol, Ike lloró en medio del campo de batalla.
Se sentía perdido, sin rumbo, matando a diestra y siniestra a quien hallara.
Entonces, oyó a una niña sollozar… y estaba con la espada amenazándola,
cuando ella se calla, poniendo sus ojos en él. E Ike la miró… ¿Por qué no mejor,
en lugar de espadas y un sol ardiente, me encuentro al amor de mi vida?