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Dark Lady

La lucha por la autoridad

Libro primero

“Divino o terrenal”

Hoy es el día en que nace el sol.


Año 11 202, era Teketa
Me levanté en la madrugada, cuando la luna todavía estaba ahí,
suspendida en el cielo. Y miré hacia allá. No tenía nada extraño, pero como
venía de un viaje por mi propio mundo, como venía de un viaje absoluto por los
misterios de mi mente, como venía de un viaje por mis sueños, al mirar a la
luna comencé a divagar en mis pensamientos, y llegué a pensar en la
superioridad. Ahí estaba, de noche, siendo espejo del sol… imitándolo tal vez.
Pero el astro rey… cuán magnífico habría de ser para alumbrarnos desde miles
de kilómetros de distancia.

Hoy es siete de Julio y, una semana atrás los mensajeros del Reino
comenzaron a difundir la noticia de que cualquiera de estos días nacería el hijo
de Himura, el que por ende heredaría los reinos de Torihashi. Para hacer saber
este dato, claro está, es porque acaba de nacer Makaeto Ikusha Himura,
heredero al trono del Reino Basto Norte de la Tierra, Torihashi; de esto hace
una hora. Yo atendí el parto de la Reina, así que fue mi rostro el primero que
ese niño vio.

Ni mi hermano Takegawa ni yo podemos tener descendencia; no es que


falte la oportunidad, menos el dinero: es más bien que las leyes lo prohíben.
Los Zae, grupo racial del trono, han estado preocupados por la enfermedad de
su pueblo, la cual tentativamente se da por la recombinación genética. Como
todo aquel que no es de la nobleza tiene más de un grupo racial como
antecedente, se expidieron las leyes de “Opudemua”, que, a resumidas
cuentas, impiden la reproducción en gente como yo, o la limitan a ciertas
personas, como es el caso de mi mejor amiga o de mis primos. Por eso cuando
sostuve a Makaeto no me resistí a abrazarlo… hoy he abrazado al sol.

Se conoce el nombre de Makaeto Ikusha Himura


Año 11 207, era Teketa
Siempre le habían dicho así:

“Hijo, tu poder será tanto y definitivo como el de la muerte. Pero no


podíamos llamarte con la palabra Makai porque todos los habitantes de
Torihashi, al oír muerte, piensan en lo negativo. Cuando se inventó nuestra
lengua, la Diosa Chinoketa específico a los humanos que I significaba final y
total y que maka era el cese de las cosas. Makaeto, tu eres el cese de la
maldad. Ikusha… Ikusha es el único nombre de todo el planeta con las letras I y
K seguidas. Ike significa, para la Diosa Chinoketa, perfección. Usha, viene de
ush, tierra. Eres la perfección terrenal.”

No sé cómo lo logré, pero pude seguir al lado del heredero durante


algunos años más. Me encargaba de hacerle compañía, solo de eso. Resulta
que no soy buena maestra, tampoco soy cocinera o puedo cuidarlo, porque no
soy fuerte. Pero Ikusha me quiere tanto que hoy, que cumple sus cinco años,
me encargo de presentarlo ante el reino.

Más hay algo que me intriga. Cuando nos estábamos arreglando, miré a
los ojos del niño. Me pareció ver que su iris no estaba completamente definido,
como si pusieras pintura acrílica negra sobre blanca y, con un palillo de
dientes, dibujaras una línea vertical, justo en medio, haciendo que los colores
se mezclaran, pero no mucho.

A tu perfección, querido príncipe, le falta la letra E.

Opudemua nos ha fallado


Año 11 208, era Teketa

He estado llorando, y no digo poco sino bastante. Todos creíamos que Shui
Opudemua había muerto defendiendo el templo virgen de los océanos.
Descubrieron, hace una semana, que no fue así: se unió a los bastardos
Takayanamanenses e irrumpió en el recinto, raptando a la jovencita que dormía
ahí. El colmo de todo esto es que, como si de karma se tratase, sus leyes
Opudemua no sirvieron. Makaeto tiene la enfermedad de los plebeyos. La
enfermedad de la que soy cero positiva, él la tiene. ¿Por qué? Su raza es
totalmente pura… Los doctores no están seguros, pero dicen que fue por el
contacto que ha tenido conmigo desde el día en que nació. No era
recombinación genética…

Amargué por completo el cumpleaños de mi hermano. Solo lloré


desconsolada en su hombro, durante horas. Mantuve una palabra pesimista,
siempre. Ahora lo entiendo, los Dioses, tal vez Goks de la Tierra, Angawo o Ike
mismos han suprimido la maternidad en mí. No me dejaron tener a mi hijo, y
ahora no me dejan tener a este niño.

Opudemua era un religioso que creíamos entregado al Dios Ike. Como lo


traicionó violando a la chica del templo, el Dios perfecto, el Dios Eterno, el Rey
de Reyes está enojado. Pensé que mi apellido, “Lokulileto”, era pura
coincidencia, pero ahora veo que en verdad, soy una hija entre las hijas de Ma
Lokulileto y Shui, traidor del Reino Basto del Norte.
La voz del pueblo
Año 11 213, era Teketa

Cuando Himura, la Reina, subió al trono de entre sus tres hermanos, fue
todo elección de los padres. Si bien Makaeto Ikusha es hijo único, hoy la
población armó un tremendo escándalo y se reunió fuera de los palacios reales:
pedían a gritos que el príncipe fuera, de una buena vez, el gobernador de
Torihashi. El niño ha demostrado una inteligencia superior a cualquiera, gracias
a sus estrategias, de hecho, por fin se disolvió la nación de Angipeei, trayendo
la paz al mundo y derrumbando la muralla que inició el conteo de los años de
la era Teketa.

Los habitantes infieles, así llamados por Ioshi Teketa hace más de mil
años, también piden a Makaeto gobernar: como Emperador y a un nivel
mundial. Él siempre ha sido serio y no dice nada al respecto, pero
indudablemente está contento, es la única persona que ha alcanzado una
aceptación completa por los habitantes de la tierra. Sentirme orgullosa de él es
lo lógico, aunque por alguna razón no lo puedo hacer. No es mi hijo, no es de
mi familia, yo no le enseñé nada, lo único que hice fue enfermarlo.

Estoy entre los nobles y los plebeyos. No estoy enferma, pero porto el
virus. Cayó mi felicidad y ganas de que él sea el rey, probablemente, por
envidia. Amo al príncipe, como todos en la tierra… sin embargo, alguien grita
“te odio Ikusha” entre el escándalo del pueblo. Y ese alguien es mi corazón.
Inicio de una nueva era
Año 789, era de Ike

No puedo creer que se hayan tardado diez meses en concederle su deseo


al mundo y poner al Rey Makaeto en su posición actual. El conteo de los años
volvió a comenzar, esta vez, en honor al Dios Perfecto. Dice así:

“Era la madrugada setenta y uno del año setecientos ochenta y nueve que
un humano oyó la voz del Rey de Reyes. Él le hablo del mundo, de los
principios y los finales por los que había pasado el universo. Dijo que estaban,
de hecho, en la era del Quinto Sol. Quien hablaba, era Dios, lo que no tuvo
principio y tampoco tendrá fin. Este año, será para los humanos, el más
importante de todos, pues es cuando conocieron los secretos de su existencia.”

Me atrevo a decir que su majestad exageró al usar el año “más importante


de todos” como punto de partida en su conteo. Ike no puede ser comparado
con Ikusha. La misma Chinoketa acepta el nombre del Dios Perfecto como la
palabra más hermosa de todas, que no puede ser equiparada ni al encanto de
la vida o la magnitud del cosmo. Nuestro emperador usa dos de las tres que
componen esa hermosura, y aparte, le añade un sufijo que nos recuerda a la
estupidez, la imperfección, a la guerra y la sangre.

Antes de comenzar a estudiar, he rezado a todos nuestros dioses. No


puedo permitir que la falsa fe y las mentes ingenuas se dejen llevar por la
palabrería de un Zae racista, que insiste en continuar con las leyes de
Opudemua. Me retiré del lugar en que he gastado doce años de mi vida y, sin
más, he hecho un pacto con la mujer sin mundo. Seré la luna de la noche
eterna.
La eterna lozanía
Año 790, era de Ike

Al principio me dio mucho miedo. Sabía que para hacer un trato con la
mujer sin mundo, era porque creía en ella, pero ninguna preparación
psicológica es suficiente para el momento en que lo irreal, sobrenatural y
divino toman forma, y se ven tan cercanos, más poderosos y aterradores de lo
que hubieras imaginado.

Ella fue algo indescriptible. Sus ojos… si es que se le pueden llamar ojos,
me hicieron entender, de un segundo a otro, sin decirme nada, porque los
humanos estábamos infectados con el virus Daland, o de los plebeyos. Fue
nuestra culpa, de los hombres mismos. Un tonto, intentando robar el poder sin
igual*, hizo un trato no con un Dios, sino con un demonio. La persona que
enfermara con Daland entregaría, lentamente, su vida al demonio. El virus
pasaba de persona en persona, generalmente en familias, donde el contacto
era continuo. Nunca alguien Zae se infectó porque, como siempre, fueron
racistas y despectivos.

Me decidí a robarle toda esa vida al demonio y me encaminé a su guarida.


Ya lo sé, es tanto lo que ha succionado que podría decirse que es eterno, tiene
tantos años acumulados que ni él ni todos los demonios juntos podrían
acabársela si esperasen el fin del mundo y los humanos nos extinguiésemos
hoy. Las cosas saldrán como lo planeo, en este cetro guardaré esa juventud y
vitalidad y con ella a mi servicio sacrificaré mi existencia las veces necesarias
para deshacerme, de una buena vez, de la familia Zae.

*= El poder sin igual. Como los Zae, por más magníficos y grandiosos que
describan a sus Dioses, no están seguros de dicho poderío, creen en algo
superior completamente indescriptible. Es lo que, para nosotros, es un Dios
verdadero.

Una vida sin interferencias


Año 791, era de Ike

Dos veces he tenido sangre en mis manos. Solo dos veces. La primera,
recibiendo una vida preciosa. La segunda, destruyendo una vida despreciable.
Yo solo tengo culpa de la segunda, pero en ambos casos los Zae tuvieron algo
que ver. Aunque, ahora que lo pienso… en ambos casos he recibido vida.
Daland consumió muchísimas almas, no creí nunca que tantos humanos
hubieran pasado por esa enfermedad de sanción y muerte.

Igual, es demasiado lo que ha cambiado en mí: Este blanco cabello se ha


oscurecido al punto de negro. Mis ojos igual, y tengo esa maldita marca como
la que vi al ahora Rey Makaeto. Me siento más… oscura. Los tiempos en que
abrazaba al niño fueron de dulzura, de amor, de entrega… al matarlo a él y a
su podrida familia, me mataré a mi misma. Destruiré lo que yo he amado, las
cosas en las que creía y apreciaba desde el día en que nací. ¿En serio, sigo
siendo Megumi Lokulileto…?

Desconozco por completo la creencia de Opudemua. He llegado a creer


que él estaba del lado de Ike, tan solo que se equivocó. Demostró que tenían la
razón nuestros enemigos. Pero quiero entender que mi Dios Perfecto diseñó un
premio a su devoción, que la vida suya nunca vio el fin y que, yo, parte de su
sangre, tomaré la corona que injustamente Zae ha sostenido sobre el pueblo
de Dios. Ike… es lo que pretendo.

Despierto en la oscuridad
Año 792, era de Ike

Si miro atrás no veré más que centenares de cadáveres, cadáveres


recientes, son personas que han sucumbido ante mis armas. Me siento tan
culpable y me echo a llorar, en medio del campo de batalla. En mis manos la
sangre y la lágrima se hacen una misma… El Dios Perfecto no desea que nunca
sea truncada la vida de su pueblo. Él prefiere la derrota a la muerte de sus
hijos, porque es un Dios amoroso, que tarde o temprano se vengará por la
humillación que a sus creyentes se les hizo pasar.

No sé quién soy. Tan solo la felicidad que obtendré al finalizar esta labor
me impulsa. Lo hago en nombre de mi pueblo, eso es todo. Tal vez esté
traicionando a Ike, pero tal vez no. Por favor, pido entre lágrimas, que sea yo la
sombra de mis ancestros y liberé a la gente del yugo Zae. Necesito estar de tu
lado Ike, o moriré infeliz, tras desperdiciar la eternidad que he obtenido en
balde…
Antaño, en la era del cuarto Sol, Ike lloró en medio del campo de batalla.
Se sentía perdido, sin rumbo, matando a diestra y siniestra a quien hallara.
Entonces, oyó a una niña sollozar… y estaba con la espada amenazándola,
cuando ella se calla, poniendo sus ojos en él. E Ike la miró… ¿Por qué no mejor,
en lugar de espadas y un sol ardiente, me encuentro al amor de mi vida?

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