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JUVENTUD RURAL Trayectorias tedricas y dilemas identitarios” Yanko Gonzalez Cangas*” Mi juventud... ;fue juventud la mia? Rupseén Dario a emergencia —al menos en el te- eno de la nombradia— de la(s) fjuventud(es) rural(es)! como * Deseo expresar mi agradecimiento a Gonzalo Diaz y Paola Lagos por su colaboracién en el traba- jode campo. Igualmente a los doctores Carles Feixa, ‘Verena Stoleke y Aurora Gonzélez, profesores de la Universidad Auténoma de Barcelona, por su inva- luable guia y recomendaciones. Asu vez, dejar cons- tancia del apoyo de la beca xscxsur para mis estu- dios de doctorado y los productos académicos generados. ** Departamento de Antropologia Social y Cul- tura, Universidad Auténoma de Barcelona. "Una primera aclaracién importante respecto del concepto “juventudes rurales” o “juventud ru- actor(es) social(es) y sujeto(s) identita- rio(s), ha renovado y agudizado la vieja tensi6n entre la sociologia, la antropolo- ral" en el presente trabajo tiene relacién con su ca- racter inclusivo. Este término comprende no solo las juventudes “campesinas” definidas por su ocu- pacién primordial en labores agropecuarias, sino también aquellas que, involucradas en ésta u otras, esferas productivas —como las silvicolas, acufco- las o del sector servicios—, tienen una marcada vineu- lacion y dependencia territorial con los espacios ru- rales. Sin embargo, se distinguen de esta categoria las recientemente denominadas “juventudes indi- genas” que, pese a tener una vinculacién histérica con los espacios rurales, no necesariamente estan contenidas en ellos (como los jévenes mapuches urbanos, por ejemplo}. En este sentido, la noeién definitoria de esta categoria —la etnia— presupo- ne un mareador identitario que merece un trata- miento auténomo y especifico (que excede en mu- 154 Yanko Gonzalez Cangas: gia de la juventud y las ciencias sociales rurales respecto de este segmento socio- cultural. Tal situacién estriba en los cam- bios radicales que ha experimentado la sociedad rural latinoamericana en estos Ultimos veinte afios. En un escenario de- seado o impuesto, constatado o prescrito de una “nueva ruralidad”, las y los jéve- nes rurales aparecen como agentes pro- tagénicos. Subsecuentemente, la caren- cia de investigacién y la presencia de interregnos teéricos que operan en forma recursiva y circular en la solucién de esta crisis son factores que radicalizan esta tension y evidencian la urgencia por in- vestigar e intervenir. Tales carencias e interregnos aparecen en América Latina practicamente desde el inicio de las investigaciones cientifico- sociales sobre juventud y gran parte de ellas contintan sin resolverse. Yaen 1971 —en lo que se constituiria junto con los escritos de Mattelart & Mattelart (1970) como la primera obra cientifico-social empirica sobre juventud latinoamerica- na—, Gurrieri, Torres-Rivas y otros ex- presan: “La primera pregunta que cabe formular al respecto es si existe una ju- ventud rural como entidad objetiva, como grupo social, o sdlo se trata de una cate- goria analitica” (1971: 28). Este aserto, que constituye una breve pero contunden- te parte del capitulo introductorio a la obra, dedicado a la “juventud campesina” (que es igualmente una de la primeras referencias cientificas sobre el tema en América Latina), revela el primer proble- ma al que se han enfrentado los investi- cho este trabajo) y al que todavia no se ha dado suficiente atencién en las investigaciones sobre ju- ventud. gadores al aproximarse al “objeto”, a sa- ber, la existencia “independiente” del ac- tor en relacién con el sujeto cognoscente. Asi, estos investigadores constatan ya para la década de los setenta —que en gran parte de América Latina coincide con la profundizacién de las reformas agra- rias—, la disyuntiva entre la “nombradia” identitaria propia (de los mismos sujetos como jévenes rurales) en relacién con las ajenas (los investigadores o intervento- res de la realidad). Este dilema tiene continuidad hasta nuestros dias y ha sido resuelto precaria e instrumentalmente con base en supues- tos empiricos parciales y teéricamente li- mitados. Si bien es cierto que la solucién a esta problematica es en sumo compleja e involucra necesariamente el correlato con realidades rurales especificas tanto sincr6- nica como diacrénicamente, una parte fun- damental del cuestionamiento se sitta en Jas propias teorias dominantes sobre la condicién juvenil y en los programas de investigacién sociocultural levantados des- de la segunda década del siglo xx en Euro- pay los Estados Unidos y, particularmen- te, desde los afios cincuenta en América Latina. Por ello intentaré, en primer tér- mino, exponer sucintamente los funda- mentos de esta interrogante a partir dela revisién de las investigaciones y teorias sobre la condicién juvenil dominantes tan- to en América Latina como en el contexto internacional, desvelando lo que es un pro- blema teérico y conceptual, antes que con- textual, que ha operado como una piedra de tope para el desarrollo de un progra- ma de investigacién sistemAtico sobre es- tos actores. En segundo término se presenta una propuesta de reconceptualizacién sobre la Juventud rural 155 identidad juvenil —apoyada tanto en aportes teérico-disciplinarios como en al- gunos estudios y casos etnograficos—, cuya pretensién es la de servir como refe- rente de profundizacién para futuras in- vestigaciones. En este sentido, se expo- nen breves referentes histérico-sociales y algunos avances de nuestra investigacion antropoldgica en Chile que intentan re- troalimentar la discusion sobre el surgi- miento de las juventudes rurales como actores sociales y sujetos identitarios. EL EPICENTRO TEORICO DE LAINVISIBILIDAD IDENTITARIA. ‘Tras un primer acercamiento al proble- ma se puede concluir répidamente que la desatencién por parte de las ciencias so- ciales hacia estos sujetos se explica por dos fenémenos entre si potenciados: la juventud y lo rural, en tanto constructos tedricos, aparecen como contradictorios e irreconciliables. E] primero esta forjado y conceptualizado al calor de la “maqui- na a vapor” (Musgrove, 1964, citado en Feixa, 1990:5) y por tanto es un fruto del capitalismo, la industrializacién, la urba- nizacién y la modernizacién (efr. Ariés, 1973; Gillis, 1981), y en consecuencia de la superacién de la sociedad comunal, “tradicional”, “simple”, rural. Desde esta 6ptica, la juventud histérica y occidental- mente descansa en el meollo de la mo- dernidad-urbana, es el frute y motor de su expansi6n. Se engrosa a sf misma con la complejidad de la urbe —la invencién de la familia, la escuela y la nifiez, como planteara Philippe Ariés (1973)—, las transformaciones econémicas y tecnold- gicas, la migracién campo-ciudad, la ne- cesidad de especializacién, etc. La carga semAntico-tedrica de “lo rural”, elabora- da clasicamente desde la ideologia de la modernidad industrial, es la arcadia atra- sada, reactiva, conservadora, homogénea, con un solo actor protagénico: el campe- sino, hombre y adulto. Por tanto, la ju- ventud rural aparece como un interreg- no, una categoria sitiada en intersticios oscuros, casi invisibles. De este modo, se constata que las tra- diciones de investigacién sobre juventud, provenientes de la microsociologfa urba- na (Escuela de Chicago y Escuela de Bir- mingham) y la antropologia (la Escuela de Cultura y Personalidad, por ejemplo), focalizaran su atencién en las fricciones sociales intraurbanas provocadas por las nacientes culturas juveniles, o bien, en fenémenos como la enculturacién y el transito hacia la adultez en sociedades no occidentales (cfr. Whyte, 1943; Monod, 1968; Hall y Jefferson, 1976; Mead, 1985). Ninguno de estos programas abordaron ni remotamente la juventud rural. En medio de la produccién intelectual de la Escuela de Birmingham, y ya entrados los afios setenta, comienzan a oirse voces disidentes acerca de la “poblacién sesga- da” a la que tomaban como objeto los es- tudios sobre juventud: hombres, con cul- turas juveniles espectaculares. En el contexto latinoamericano, don- de la mayor parte de estas tradiciones no tuvieron mayor influencia, la desatencién se agudiza. Las miradas tedricas y los en- foques que diversos investigadores hicie- ron suyos (bdsicamente a partir de los afios sesenta), no van més allé de las po- sibilidades que las ciencias sociales pre- cariamente institucionalizadas, como la psicologia y la sociologia, tuvieron para 156 Yanko Gonzdlez Cangas hacer de la realidad juvenil un fenémeno aprehensible. Miradas y enfoques que se prenden de un estructural-funcionalismo norteamericano estigmatizador o de un marxismo sociolégico cuasi-instrumental. El primero, preocupado por normalizar a los “j6venes disfuncionales o desviados” producto de los procesos de industriali- zacién y migracién rural-urbana, y el se- gundo, mas abocado a la concientizacién de clase y la intervencién y fomento de la irrupcién de los movimientos sociales ju- veniles, basicamente estudiantiles. En cuanto a las ciencias sociales rura- les, éstas rompen su desatencién casi de manera simultanea con su institucionali- zacién (b&sicamente con la fundacién de las revistas Rural Sociology en 1936 y Rural Sociological Society en 1937) (Newby y Sevilla-Guzm4n, 1981). En efec- to, en 1938 aparece en Varsovia Mlode pokolenie Chlopéw (La joven generacién de agricultores) de Josef Chalasinski, libro muy desconocido fuera de la tradicién po- Jaca y del que no hay traduccién en otra lengua. Se basa en autobiografias de 1544 j6venes campesinos recogidas a través de un concurso del género, originalmente creado por su mentor Florian Znaniecki en 1921 (Gutiérrez, 1998). Siendo director del Instituto de Cultura Agraria, Josef Chalasinski,y a través de la revista Land- wirtschafiliche, convoca a la juventud ru- ral polaca a un concurso autobiografico bajo el lema: “Descripcién de mi vida, acti- vidades, reflexiones y esfuerzos” (Pujadas, 1992). Su sistematizacién intenta dar cuenta dela migracién campo-ciudad y del papel de estos actores en la organizacién de la familia campesina (Galeski, 1979). Sin embargo, este esfuerzo se descon- tenta durante las tres décadas siguien- tes, tanto en el plano internacional como en América Latina. En las ciencias socia- les rurales latinoamericanas la desaten- cién se fundamenta en que éstas estuvie- ron ligadas y traslapadas durante mucho tiempo respecto de la sociologia del desa- rrollo y la antropologia aplicada, bajo el paraguas de los dos modelos dominantes de desarrollo: el de la “modernizacién”, inspirado teéricamente en el estructural- funcionalismo y promovido por la CEPAL, yeldela “dependencia”, anclado en el ma- terialismo-histérico. Ambos condujeron, casi monopélicamente Ja atencién de sus estudios hacia la esfera productiva. Los debates tanto de la sociologia rural como de las escuelas alternativas (la tradicién rusa inaugurada con V. I. Lenin, excep- tuando a A. Chayanov, o la de Estudios Campesinos en América Latina), estuvie- ron signados por la idea “moderna” de los desarrollismos, del cambio estructural, que més tarde o temprano haria desapa- recer la sociedad rural. Sélo algunos en- foques, tildados por la misma tradicién como “culturalistas” se zafaron de estos dominios y significaron un avance inten- soen el estudio de otras esferas de la vida social y cultural. Es el caso de antropdlo- gos como R. Redfield (1944). Otros, como E. Wolf (1971), siguieron interesados en las esferas “energéticas”, materiales 0 infraestructurales de las sociedades cam- pesinas y desatendieron la diversidad de actores en el medio rural. La mayoria de los estudios se centraban bien en el campesino 0 en la familia, como unidad basica de produccién y reproduccién eco- némica. Sélo a principios de la década de los setenta se comienza a indagar timi- damente en la realidad juvenil rural. En América Latina, sobre todo desde la so- Juventud rural 157 ciologia rural, se emprenden investigacio- nes de cardcter socio-demograficos y es- tructural, preocupadas exclusivamente por los fenémenos migratorios y expecta- tivas de los “objetos”, y centradas en la incidencia de estos actores en el desarro- Ilo, Claramente pasaban por alto la ads- cripcién identitaria generacional, dando por hecho que la “juventud” en el mundo rural existe, sobre la base de criterios bio- logicos, como la edad y su residencia es- pacial. Véase al respecto un ejemplo au- gural y paradigmatico de la rao (1972). En la actualidad, y desde la década de los ochenta, las trayectorias investigati- vas sobre juventud latinoamericana —si bien siguen denotando un sesgo metro- politano y urbanizante (Agurto, Canales et al., 1985; Margulis, 1996; Padilla, 1998)— nes muestran las primeras sefia- les de cambio, que van desde los aportes de Verdejo (1979), Jiinemann (1979), Her- néandez (1980), Unesco (1981), Rodriguez (2983), Amtmann, Moraga y Gonzélez (1984), Diaz y Durdn (1986), Vio Grossi (1986), Méndez (1986), Amtmann y Gon- zAlez (1986), Kmaid (1988), cera, (1994); hasta los de Reuben (1990), Rodriguez y Dabezies (1991), Caputo (1994) y Durs- ton (1997). Ultimamente e! Instituto Ibe- roamericano de Cooperacién para la Agri- cultura (nica), a través de Relajur (Red Latinoamericana de Juvenutes Rurales), ha iniciado diversas acciones y estudios referidos en su mayoria a programas de fomento y desarrollo organizacional juve- nil en el mundo rural. No obstante, histéricamente se cons- tata una ausencia de tradicion investiga- tiva sistematica que supere la mirada estructural y macrosocial asi como la ins- trumentalizacion desarrollista, puesto que la mayorfa de las entradas al fené- meno han sido tensionadas por la urgen- cia de la intervencién modernizante. Pri- mero, en las décadas de los cincuenta y los sesenta bajo la fuerte dependencia norteamericana, con el objetivo de expan- dir la educacién, controlar la natalidad y aumentar la productividad por la via de Ja transferencia tecnoldgica (la llamada Revolucién Verde y ta Alianza para el Progreso). ¥ después, para redistribuir la propiedad de la tierra y radicalizar las reformas agrarias (Morandé, 1982; Hey- nig, 1982). Asimismo, desde finales de la década de los setenta, para paliar los efec- tos negativos de los ajustes estructurales neoliberales en el agro, via el “desarrollo rural integral” o “local”, que complementa la transferencia teenolégica, la educacién y otras variables culturales, que intentan cualificar las economias campesinas des- favorecidas y permitir su supervivencia, asegurando la reproduccién del mundo rural via articulacién de éste con el mer- cado, en el que ahora los “jévenes” serian los protagonistas. Por otro lado, se hace evidente una ausencia de espesor tedrico y empirico sobre los contenidos especifi- cos que supone la emergencia y consoli- dacién de estas identidades juveniles en el mundo rural. Este aspecto, que encie- rra problemas conceptuales mayores, sobre todo en la diversidad histérica y cul- tural, es uno de los tépicos menos reque- ridos en la investigacién precedente. Gran parte de los supuestos definitorios sobre la conformacién de una juventud rural aparecen como una “imposicién identita- ria”, con asideros parcialmente empiricos, debido a que las adscripciones identita- rias juveniles o no han sido indagadas o lo han sido residualmente, y de la peor 158 ‘Yanko Gonzalez Cangas forma posible. Esta imposicién identita- ria no fundamentada en la mayoria de los casos es ademas sesgada, en la medi- da en que se reconoce sélo “parcialmente la identidad joven rural” (como mucha de la teorizacién juvenil urbana), toda vez que estos estudios perciben a las juven- tudes rurales no como actores en si, sino como “promesas”, como futuros adultos campesinos que aseguraran la continui- dad de sus “estilos de vida” . Muchos de estos problemas se asien- tan, como advertimos, en limitaciones tedricas, comenzando por las conceptua- les. La definicién de lo “joven” supone un. trayecto teérico casi siempre divergente, pero que ha tenido como soporte referen- cial la sociedad urbana. Veamos inicial- mente sélo algunas definiciones que en América Latina se manejaron sobre este segmento. Las que han dominado las investiga- ciones y politicas sociales juveniles han sido las de cardcter biologicista y demo- grafico, con su concepcién de la juventud como un grupo de edad especifico. Las definiciones que han dado histéricamen- te la cepaL, la onU y la ort para implemen- tar politicas de desarrollo social han pri- vilegiado un tipo de definiciones que intenta acotar este periodo segtin rangos etarios especificos. Asi, por ejemplo, en América Latina la onu considera en este rango a la poblacién que esta entre 15 y 29 arios de edad. La orr, en cambio, cata- Joga de jévenes a las personas de entre 15 y 24 aiios. Los enfoques biologisistas han definido a Ja juventud como una tran- sicién de la nifiez a la adultez, que se ini- cia con la pubertad y la adquisicidn de la capacidad biol6gica reproductiva, clausu- randose la etapa en el momento de la madurez fisiolégiea, distinguiendo una serie de fases intermedias: pre-adolescen- cia, adolescencia post-puberal, ete. La mayor parte de estas definiciones estan sustentadas tanto en la biologia como en la psicologia del desarrollo y la cognitiva. Una visién sumaria sobre estas visiones se puede encontrar desde G. Stanley Hall, pasando por Arnold Gesell, hasta Jean Piaget, Robert Selman, Albert Bandura, todas analizadas tanto por Lutte (1991) como por Rice (2000). Esta concepcién se alternard y mati- zar desde la década de los sesenta con Jos aportes de las primeras vertientes ted- ricas cientifico-sociales que arribaran a América Latina: el estructural-funciona- lismo de Talcott Parsons, vehiculizadas por el primer desarrollismo impulsado por la cePAL. Parsons, que sélo teorizé margi- nalmente sobre la juventud (cfr: Parsons, 1963, citado en Feixa, 1990), tuvo una fuerte influencia en los cientistas socia- les latinoamericanos a partir de sus obras teéricas mas generales (1951). Fruto de ello se centra y conceptualiza la juven- tud —provoeada por el paso de la socie- dad tradicional a la moderna— como un “problema”: como un segmento social des- ajustado por esta transicién abrupta que necesitaba espacios de integracién a la nueva sociedad. Asi, su herencia provoca- r4 que durante mds de tres décadas mu- cha de la investigacién sobre el objeto “jo- ven” se alimente desde esta visién. Las repercusiones provocadas por las obras del psiodlogo social Erik Erikson retroalimen- tardn las perspectivas estigmatizantes an- teriores, pero sobre todo dotaran a las in- vestigaciones de definiciones teéricas mas complejas. Primero, al proponer el con- cepto de moratoria psicosocial como pe- Juventud rural 159 riodo intermedio y eminentemente juve- nil que es aceptado socialmente, y gra- cias al cual el individuo ensaya su futuro papel en la sociedad a través de la expe- rimentacién de funciones, sin la respon- sabilidad de asumir ninguna. Después, al concebir lo juvenil como una busqueda de identidad individual (Erikson, 1971b, publicado originalmente en 1968). Este proceso que lo caracterizaria (“identidad frente a confusién”) se llevaria a cabo a partir de la resolucién de una serie de conflictos, como la perspectiva temporal que lo dotaria de un proyecto de vida; la seguridad en si mismo; experimentacién y asuncién de funciones; aprendizaje y eleccién de un trabajo; la polarizacién sexual —fijacién de identidad de género— liderazgo y autoridad y compromiso ideo- légico y establecimiento de valores. Su perspectiva enfatiza la identidad como un proceso individual, que no se detiene en el transcurso vital del individuo, pero que tiene su maxima expresién en la “adoles- cencia”, puesto que es el periodo donde se condensa la confusién identitaria. Estos y otros aportes conceptuales im- presionaran a la mayoria de las investi- gaciones sobre juventud en América La- tina y serdn difundidos por el mismo E. Erikson (1971b) y por los socidlogos S. Ei- senstadt (1969) y L. Rosenmayr (1972), entre otros, que tienen presencia en los primeros estudios “cientfficos” en la re- gidn (Gurvieri et a/., 1971, y Solari, 1971), hasta Negar a la década de los ochenta. Por cierto, este tipo de definiciones ha convivido y “mestizado” tedricamente con otras aproximaciones a lo juvenil que pro- vienen de la antropologia y la sociclogia: un acento en lo social y cultural mas que en lo biolégico, individual o demogréfico. E] énfasis en el concepto de generacién 0 en la socializacién por parte de algunos investigadores situé al “objeto”, en forma progresiva, dependiente mas de las con- diciones socioculturales e histéricas que de las individuales o “genéticas” (Weinst- ein, 1985). No obstante, estas perspecti- vas se fueron convirtiendo tardiamente en las centrales para conceptualizar la ju- ventud. Se apoyan en las caracteristicas bioldgicas observables, pero se sustentan en forma determinante en las pautas so- cioculturales que cada sociedad y comu- nidad sostiene para definir lo “juvenil”. Esta postura, difundida masivamente por Pierre Bourdieu en una entrevista con- cedida en el aiio de 1978 pero con antece- dentes en las investigaciones antropolé- gicas de la segunda década del siglo xx, pondrd en evidencia que “la juventud y Ja vejez no estan dadas, sino que se cons- truyen socialmente en la lucha entre vie- jos y jovenes” (Bourdieu, 1990: 164). Esta postura plantea que la juventud es una categoria social y culturalmente definida y construida, por ende de duracién y ca- racteristicas especificas segtin la sociedad en que se inserte o el estrato que se con- sidere al interior de la misma. Se sobre- valora en esta definicién la capacidad del propio entorno para generar un lapso, una moratoria entre la nifiez y la adultez, y las adscripciones identitarias que van aparejadas a este periodo. El punto de término lo estableceria la propia cultura y sociedad, como ocurre por ejemplo en. parte de la sociedad occidental, en lo que se refiere a la consolidacién de una vida independiente a la familia, a la autosub- sistencia e ingreso al mundo laboral, ala construccién de una familia propia, ete. En la entrevista concedida por Bourdieu, Ja concepcién de Ja juventud como “mora- toria” queda en entredicho. Para muchos investigadores influidos por Erikson la “moratoria es un privilegio”, un espacio de libertad sostenido socialmente para que el joven ensaye y encuentre su posi- cién en la sociedad y en el mundo adulto. Bourdieu cree que ese espacio no es gra- tuito, es “impuesto” por el mundo adulto y se paga con la subordinacién y la exclu- sién: es, sobre todo, una construccién so- ciocultural que se guia por el control del poder. Lo mismo plantea Gerard Lutte (1991), que cree que la adolescencia es un periodo de marginacién causado por las estructuras sociales fundadas histérica- mente sobre la desigualdad. De este modo, en sociedades mas igualitarias, como la que estudié en la Nicaragua san- dinista, la juventud tenderia a mostrar una disminucién de las condiciones de marginalidad. Esto supone un matiz en el concepto dominante de moratoria que orient6 las investigaciones sobre juven- tud en América Latina. Asi, a contrapelo de este concepto, se comenzé a levantar investigacién sobre juventud urbano-po- pular, lo que arrojo una moratoria mini- ma, al igual que para la “juventud agra- ria”, dada la temprana incorporacién al trabajo, pero también obligada por la in- capacidad del sistema para ofrecer opor- tunidades de accién y desarrollo (cesan- tia y tiempo disponible), Por tanto, este sector de la poblacién se encuentra “apar- cado”, esperando un ensayo que no llega nunca. La moratoria, seguin nuestra pers- pectiva, como constructo tedrico, pierde su valor explicativo, en la medida en que ha ido decreciendo su capacidad para en- tender la proliferacién de identidades ju- veniles, aun sin este espacio, 0 con “mo- Yanko Gonzélez Cangas ratorias negativas”. Asi lo demostré la in- vestigacién sobre juventud urbano-popu- lar en Ja década de los ochenta y ya lo venian demostrando las sociedades “so- bremodernas”, al decir de Mare Augé, con altos indices de desempleo, lo que no im- pidié —es mAs, alimenté— la prolifera- cién de tribus juveniles. Pero, ,qué significan estos referentes teéricos para nuestro caso? Basicamente el punto de partida de una serie de cons- tricciones teéricas que dificultan la mira- da hacia Ja alteridad juvenil y un punto de término que potencialmente la faci- litan. {JOVENES RURALES 0 CAMPESINOS DE MENOS EDAD?: EL DILEMA DE LAS IDENTIDADES En 1986 Diaz y Durdn realizaron una investigacién que cristalizé en el libro Los jovenes del campo chileno, una identidad fragmentada. Mediante encuestas y en- trevistas semiestructuradas realizadas a j6venes rurales de sectores agricolas ale- dafios a la region metropolitana de San- tiago de Chile, los autores intentan una caracterizacién en torno a los t6picos de la educacion y el empleo. En este libro se discute sobre la existencia de una “juven- tud” propiamente rural a partir de los cambios que el productor agricola habia sufrido en la década de los ochenta. Par- te de los resultados apuntan a la existen- cia de “un esbozo de una identidad como generacién que incluso puede ser compar- tida por la juventud urbana”. Ademas, Diaz y Duran constatan la variabilidad del periodo juvenil segun la pertenencia a determinados segmentos sociales sub- Juventud rural 161 alternos: proletarios agricolas, parceleros, minifundistas, campesinos tradicionales o comuneros. Dan cuenta igualmente de la importante funcién productiva de es- tos actores (combinada con los estudios), Jo que sin embargo no influia en Ja inde- pendencia del hogar, al cual estos jove- nes se presentaban fuertemente subordi- nados, En esta misma direccién se mueve la investigacién realizada por Amtmann y Gonzilez (1986) en la comuna de Los Lagos, en el sur de Chile. Esta concluye que los jévenes encuestados se quedaban sin trabajo en el campo y sin trabajo en la ciudad, y que por tanto revelaban “(.,.) un estado de moratoria, en lugar de una integracién efectiva a la sociedad” (1986: 126), O, lo que es igual, una mora- toria “negativa”, o un estado forzado de juventud. Aqui conviene detenernos, puesto que estas dos investigaciones ejemplifican la médula de la discusién sobre los antece- dentes teéricos que definen la juventud y que explican con més precisién la “invisi- bilidad” del sector. E] conjunto de las definiciones sobre la condicién juvenil que han predomina- do en las practicas de investigacién en América Latina plantean fricciones im- portantes para distinguir al sujeto joven rural, Por un lado, se apela a determi- nantes econémicos y sociales, que harfan al “supuesto joven” rural asumir funcio- nes adultas rdpidamente debido a sus regimenes de matrimonios mds tempra- nos, ausencia de periodos formativos que extiendan el lapso y una insereién labo- ral temprana. De manera que el periodo de moratoria no existirfa o se disminui- ria considerablemente, no aleanzando a formar un cuerpo social con identidad y convirtiéndose los sujetos en “campesinos de menos edad u obreros de menos edad”, como se advierte en los trabajos de Vio Grossi (1986): “Juventud rural, {nuevos actores en el campo?”; en Méndez (1986), “La impertinencia de hablar de juventud rural”, o en Kmaid (1988), “Los jovenes en el medio rural guna cuestién social? Durston lo expone en los siguientes tér- minos: Entre algunos investigadores de juventud, la invisibilidad es prdcticamente total, al punto de que se preguntan: “;Existe la ju- ventud rural en América Latina?” Por su- puesto, se entiende el porqué de la pregun- ta: sia los 15 aiios un joven o una joven rural es jefe de hogar, casado y con hijos, y no estudia sino trabaja para sobrevivir, parece legitimo suponer que su juventud terminé antes de comenzar (1997: 5]. Rodriguez y Dabezies (1991) sistema- tizaron esta idea a partir de los resulta- dos que habian arrojado las escasas in- vestigaciones hechas hasta ese momento sobre juventud rural en la regién. Sus conclusiones transitan los mismos su- puestos que sus “fuentes”, llegando a plantear que en la juventud rural latinoa- mericana se presenta “una dificil identi- ficacién como juventud” y por tanto una “infrecuente emergencia como actor” (1991: 194), a causa de los siguientes fe- némenos: un contacto temprano y proxi- mo con el mundo del trabajo; una sociali- zacién conflictiva que tiene a la familia como agente fundamental y en Ja cual Ja escuela, el mundo del trabajo, el grupo de pares y otros agentes de socializacién tienen una relacién secundaria; un perio- do de moratoria de roles mas acotados en el tiempo que en el contexto urbano, dada Ja temprana asuncién de responsabilida- des laborales, la dificil permanencia en el sistema educativo y la temprana for- macién de familia (Rodriguez y Dabezies, 1991). En este sentido una hipétesis a eva- luar a la luz de la antropologia de la ju- ventud es la naturaleza diferencial de la constitucién del mundo juvenil rural en comparacién con el joven urbano, en la medida en que los fenémenos de morato- ria, socializacién, dinamica generacional, etc., adquieren significados distintos en los jévenes del agro, pero tienen igual ocu- rrencia: periodo de moratoria no siempre con caracteristicas formativas, menos importancia del agente socializador es- cuela en relacién con amigos, la familia y jos medios de comunicacién, incorpora- cién temprana a las labores productivas, dependencia familiar, y pueden generar eventualmente cierta “identidad juvenil” (Diaz y Durdn, 1986). En este sentido lo planteado por Car- Jes Feixa en relacién con la definicién de la juventud cobra especial relevancia: [...] La juventud aparece como una “cons- truccién cultural” relativa en tiempo y en elespacio, Cada sociedad organiza la tran- sicién de la infancia a la vida adulta, aun- que las formas y contenidos de esta transi- cién son enormemente variables. Aunque este proceso tiene una base biolégica, lo importante es la percepcidn social de estas cambios y sus repercusiones para la comu- nidad: no en todos los sitios significa lo mismo quea las muchachas les crezcan los. pechos y a los muchachos el bigote. Tam- bién los contenidos que se atribuyen a la juventud dependen de los valores asocia- dos a este grupo de edad y de los ritos que marcan sus limites. Ello explica que no todas las sociedades reconozcan un esta- dio nitidamente diferenciado entre la de- pendencia infantil y la autonomia adulta. Para que exista juventud, deben existir, por una parte, una serie de condiciones socia- les (es decir, normas, comportamientos € instituciones que distingan a los jévenes de otros grupos de edad) y, por otra parte, una serie de imagenes culturales (es decir, valores, atributos y ritos asociados especi- ficamente a los jévenes). Tanto unas como otras dependen de la estructura social en su conjunto, es decir, de las formas de sub- sistencia, las instituciones politicas y las cosmovisiones ideolégicas que predominan en cada tipo de sociedad [Feixa, 1999: 18]. Para dar cuenta de nuestro proble- ma, esta definicién revela que la juven- tud no es una categoria esencialmente urbana, pero sobre todo que el sujeto joven rural enfrenta contracciones en su constitucién como tal, puesto que su grupo de edad cuenta con débiles espa- cios culturales propiamente juveniles y un periodo de moratoria 0 postergacién de la asuncién de roles adultos diferen- ciales. Esto, que seria la esencia de la “juventud”, en los grupos de edad rural no ha sido percibido por parte de los investigadores, quizds por la falta de investigacién y porque estas condicio- nantes se han asumido sin matices, lo que ha llevado con certeza al estereoti- po y a la invisibilidad de estos actores. Noes del todo facil afirmar dicha cons- titucién identitaria juvenil, puesto que esta condicién se ve afectada por una evi- dente tensién. Por un lado, los medios de comunicacién, la escuela y el servicio mi- litar, por ejemplo, construyen y reafirman una condicién juvenil con base en la mo- ratoria y el consumo de bienes simbéli- Juventud rural 163 cos vehiculizados por el mercado ligado a lo juvenil, y, por otro, se dificulta por “la herencia gerontocratica y patriarcal delas culturas campesinas, donde estos actores carecen de espacios propiamente juveni- les” (Durston, 1997: 5). Los espacios y tiempos para la crista- lizacién de las identidades y culturas ju- veniles, segtin la mayoria de las investi- gaciones y teorizaciones actuales situadas en el mundo urbano, confieren a la vida cotidiana y el ocio (tiempo libre y relacio- nes intergeneracionales, por ejemplo) los lugares privilegiados para vivirla (Con- treras, 1996), Estos instersticios espacio- temporales se asientan precariamente en los espacios rurales subalternos, ya sea por la eseasa poblacién juvenil actual (migracién temporal inter-rural o urba- na en busca de trabajo), bien por la ocu- paci6n prioritaria como mano de obra fa- miliar en las actividades productivas, o por la poca oferta de bienes y espacios culturales propiamente juveniles en el campo. Asi, muchos de los lugares y tiem- pos donde estas condiciones se encuen- tran dadas se sitiian fuera de la locali- dad, ya sea en los colegios —o al menos en la periferia del aula—, el propio tra- bajo asalariado en otras localidades ru- rales, los bares y “discotecas” del pueblo, el servicio militar, ete. Sin embargo, si- tuados en su historicidad, estas condicio- nes podrian haber sido otras, si se hubie- ran habilitado espacios para vivir la identidad en comunidades mas integra- das producto del menor contacto con la urbe y la capacidad de autosostenimien- to econémico al margen del mercado. En este sentido, los referentes histéri- cos y antropoldgicos evidencian que lo que ha primado para distinguir lo joven de lo no joven son las concepciones “presentis- tas” y “etnocéntricas” sobre lo juvenil da- das por las caracteristicas sancionadas culturalmente por el Occidente industrial y posindustrial. Algo que no nos permite hacer visible la alteridad. Es decir, es necesario plantear una dis- tincién importante a la hora de dar cuen- ta de la emergencia de la “juventud so- ciocultural”. Si nuestro criterio heuristico se guia por la generalizacién temporal, tendriamos que convenir, como muchos de los autores anteriormente citados, que los hitos explicativos de la emergencia masiva de una juventud como la conoce el occidente actual es el resultado de la “maquina a vapor” —la modernidad y la modernizacién—. Pero si nuestro en- foque se detiene en profundidad en la par- ticularidad, iluminados por la historia y ladiversidad cultural, nos encontraremos con fenémenos inadvertidos, cuyos con- tenidos son casi desconocidos por cierta reduccién y sesgo urbanizante. Las etnografias que han indagado so- bre los ritos de paso o iniciacién nos ilus- tran, casi todas, sobre el transito repen- tino de nifios a adultos, como en las desaparecidas culturas cazadoras-recolec- toras yémanas y selknam del extremo sur de Chile, a través del “kloketen” (Gu- sinde, 1986). Pero la “porfiada realidad diversificada” nos ensefia aun mas. Sijuz- géramos con criterios urbanizantes y oc- cidentales la constitucién de lo joven en la cultura de los pastores nuer, estudia- da por Evans-Pritchard, tenderiamos a ver igualmente un paso abrupto de la ni- fiez a la adultez, sin distinguir que mu- chas de las culturas africanas tradiciona- les se organizaban por grupos de edad, unidades que aglutinan a los varones ini- Yanko Gonzélez, Cangas ciados en un mismo tiempo y cuya condi- cidn era la de guerreros (Feixa, 1993). Lo mismo entre los kayapé-gorotiré de Bra- sil, donde la mayoria no desea convertir- se en adulto y perder los privilegios de guerrero, por lo que retrasan la paterni- dad y la consumacién del matrimonio por diversos métodos (Soares, 1962). Pero no es necesario recurrir a la “alteridad radi- cal” para dar cuenta de este fenémeno. En un brillante estudio, Fabre (1996) des- cribe con gran habilidad etnogréfico-his- torica los registros identitarios juveniles en un tipico pueblo rura! de Francia en la década de los sesenta, posibilitado todos los afios por la realizacién de la fiesta mayor del pueblo. En este “rito”, que dura tres dias, la comunidad adulta ofrece un espacio auténomo de socializacion propia- mente juvenil, que incluye la preparacién dela fiesta, las excursiones a campos cer- canos y el disfrute de la misma a los jéve- nes como actores protagénicos. Lo desta- cable es que el autor enfatiza que “la fiesta del pueblo” es, en cierta medida, el ante- cedente de la expresién juvenil “moder- na”, el lugar donde se sintetizaban los marcadores generacionales anteriores a la irrupcién industrial, En directa rela- cién se inscribe un invaluable trabajo anterior de Natalie Zemon (1971) sobre el papel de las sociedades de jovenes (Ba- chelleries 0 Abbayes de la jeunesse) en los carnavales y charivaris de la Francia ru- ral del siglo xvi. La autora cuestiona las ideas de P. Ariés (1973) acerca de que los europeos no hacian distincién entre la nifiez y la adolescencia antes del siglo xvm (Zemon, 1971: 55) y plantea que si bien las sociedades rurales no estimulaban la posibilidad de explorar identidades alter- nadas, estos grupos de jovenes jugaban muchas de las funciones atribuidas a la adolescencia actual (Zemon, 1971: 55-57), Feixa (1993), por otra parte, detecta la utilizacién, para el caso de los jévenes campesinos del Pirineo, del término “mos- ” o “mossa” para referirse a los jévenes como a los sirvientes, en una suerte de identidad articulada por la solteria, la dependencia y la condicién subalterna, pero perfectamente evidenciable. Igual- mente, el pionero esfuerzo de Cecilia Diaz y Esteban Duran del Grupo de Investi- gacién Agraria (cia) logra recuperar inci- pientemente al joven rural a partir de algunas fuentes documentales: “Quizas el vocablo ‘hijo’ fue uno de los denotativos de aquel grupo de personas que, no sien- do niiios, eran dependientes de la autori- dad paterna y estaban en procesos de al- canzar la adultez. Esta idea se refleja en escritos de fines del siglo pasado [...]” (Diaz y Duran, 1986: 16). Esto dilucida dos problemas importan- tes. Por un lado, alerta sobre la especifi- cidad de la identidad juvenil en el mundo rural, entendida como alteridad, sobre todo antes de los procesos de moderniza- cin intensa, lo que nos conduce a dar cuenta de los contenidos especificos de los marcadores vitales en estas sociedades y de la forma en que se desarrollaron en el tiempo. Y, por otro, da cuenta también de los procesos de transformacién de los marcadores vitales en las sociedades ru- rales actuales, en procesos acelerados de descomposicién y contacto urbano, don- de la mirada urbana occidental, mas que evidenciar, ha sancionado o impuesto la aparicién “real” de la juventud. Pero c6mo visualizar tedricamente identidades juveniles que aparecen a primera vista como difusas 0 inexistentes en compara- Juventud rural 165 cién con las urbanas? {Cémo zafarse del sesgo teérico urbano y de las imagenes juveniles dominantes que sélo ven en las “subculturas juveniles” las adscripciones identitarias definitorias de lo juvenil? HUELLAS DE IDENTIDAD, GRADACIONES DE IDENTIDAD: UNA PROPUESTA, DE (RE)CONCEPTUALIZACION No podemos acercarnos al problema a partir de dicotomias estancas o generali- zaciones abstractas. Es decir, a la luz de la historia y la diversidad cultural, no se puede hablar simplificadamente de “jé- venes con o sin juventud” sin referirse al contexto cultural particular de proceden- cia de los actores aludidos. Tanto P. Ariés (1973) como Balardini (2000b), por citar un ejemplo actual latinoamericano, caen en la tentacién (muy contradictoria en el caso de Ariés) de amplificar, generalizar y sobreponer la concepcién juvenil occi- dental del momento industrial para dar cuenta de la misma en el antiguo régi- men, “sociedad tradicional” o precapita- lista, donde segiin Ariés se representaba con dificultades la infancia y la adoles- cencia (Ariés, 1973:14, 18-19), Balardini (2000b), por ejemplo, distingue entre un periodo precapitalista en que existian “jd- venes”, pero no la “juventud”, entendida esta tiltima como un marcador sociocul- tural especifico con existencia propia. Estos planteamientos generalizantes, que son a estas alturas sobreentendidos con. escasa indagacién empirica relacional, han minado la posibilidad de hurgar y conectar muchas especificidades diver- gentes —occidentales y no occidentales— con estos supuestos para anclarlos en una vision no simplista y realmente plural, en el entendimiento de la juventud come constructo sociocultural. Estos sobreen- tendidos, al parecer, desempefiaron un papel tedrico justificador de la atencién predilecta hacia las juventudes de medios urbanos y se encuentran en la mayoria de los autores que condensan la historia y los contenidos especificos de ella, elabo- rando cuadros “neoevolucionistas” muy parecidos al construido por Brito (1996), donde no es dificil ubicar a las sociedades rurales (cuadro 1): Una distincién fundamental que pro- ponemos como una aproximacién a “otra” juventud es la diferencia entre el “espe- sor” de los marcadores “juveniles” que, ofrecidos o impuestos por la sociedad adulta y coordinados por los propios jove- nes, permiten vivir esta fase con mds 0 menos intensidad y extensién. Lo que queremos diferenciar en el fondo, para distinguir las propiedades y caracteristi- cas del marcador, es fundamentalmente la gradaci6n identitaria juvenil construi- da histéricamente y presente en una co- munidad. Un primer desplazamiento que facili- ta nuestros objetivos es situar la identi- dad juvenil no en su acepcién psicosocial eriksoniana, centrada en el si mismo, como proceso conflictivo de conformacién del individuo adulto, sino en su dimen- sién sociocultural: como una adscripcién esencialmente gregaria, posibilitada y construida colectivamente y variable en el tiempo. Esta concepcién es compartida por un grupo de individuos en la socie- dad que tienen referentes simbélicos co- munes propios 0 apropiados (estilo, esté- tica y lenguaje), y de comportamiento 166 Yanko Gonzalez Cangas Cuapro 1. Tipologia de las relaciones generacionales Mentalidad social Condiciones de vida y grado de desarrolla social Relaciones generacionales, situacién de la juventud Tradicional, orientada al pasado Atrasadas, poco desarrolladas Juventud supeditada al adulto. Espacio juvenil Tradicional, ligada al pasado Moderna, orientada hacia el futuro Atrasadas, Moderna, orientada hacia el futuro modernas Desarrolladas, modernas bajo nivel de desarrollo Avanzadas, desarrolladas, reducido, pocas posibilidades de cambio o movilidad. Poca o nula diferenciacién generacional. Poder gerontocratico, relaciones autoritarias. Alta valoracién del adulto. Alta diferenciacién generacional. Espacio juvenil con posibilidades de ampliacién. Relaciones generacionales conilictivas. Condiciones propicias para el estallido juvenil. Espacio juvenil contrastante, madurez prematura, relevo generacional acelerado. Valoracién igualitaria joven- adulto. Alta valoracién juvenil. Espacio juvenil amplio y diversificado. Culto a la juventud, posibilidad de entendimiento intergeneracional. La juventud como motor del cambio, Juventud con expectativas de participacién. (roles en el grupo mayor) que marcan su accionar y pertenencia, producidos y au- toproducidos por un segmente en un tiem- po variable y facilitados por la sociedad y cultura mayor. Esta no es un todo o nada, mas bien es un continuo. Por ello intentaremos reci- frar una gradacién conceptual (interna como externa) que nos permita distinguir este continuo, valiéndonos de algunas de- finiciones teérico-disciplinarias sobre ju- ventud e identidad juvenil que irian des- de su precaria existencia sociocultural hasta una autonomia sociocultural mayor. Juventud rural 167 a) Del grupo de edad a un estadio psi- coldgico. Este continuo de conceptos refie- re a un determinado grupo sociocultural cuyas caracteristicas se basan en referen- tes bioldgicos “objetivos” —fisiolégicos ob- servables, como la primera menstruacién, el crecimiento del vello, ete—, o las eta- pas de maduracién psicosocial e individua- cién que los diferencian de otros actores. Denota mds un conjunto de estadios que atraviesa un sujeto en el transcurso de su existencia, independientemente del peso co importancia que tiene cada estadio en el grupo mayor. Conforman la base desde donde se pueden distinguir identidades asociadas a clases de edad socioculturales especificas y culturas juveniles, perono son. capaces de dar cuenta de ellas. Se mani- fiestan con claridad en los ritos de paso 0 iniciacién en que un sujeto transita de un estadio a otro (nifiez a adultez), sin poder vivir otros estadios, por lo que el marca- dor juvenil sdlo existe por su negacién. Clé- sicamente, el joven es traducido desde es- tos referentes como “puber” o“adolescente” por parte de la biologia y la psicologia. b) Del ciclo vital a la generacién. En- tendemos estos continuos conceptuales —construido el primero desde la biologia y posteriormente utilizado por la antro- pologia; y el segundo desde la sociologia — como constructos teéricos que intentan distinguir la existencia social de un de- terminado sujeto y su correspondiente comportamiento en un momento de su transcurso vital. En lo que se refiere a éste, revela una preocupaci6n por la de- terminacién sociocultural de los capita- Jes culturales contenidos en el sujeto en un determinado momento de su existen- cia por parte de una “época” estructural u objetiva externa y una subjetiva, y sus correspondientes funciones y representa- ciones asignadas por la sociedad en ese lapso. La idea de generacién apela a los sujetos que tienen la misma conciencia histérica y conciencia de pertenecer a una misma cohorte generacional (Mannheim, 1993); y, a su vez, es un “nexo que une biografias comunes” (Feixa, 1999: 88). Relaciona a los sujetos que comparten y compartieron una contemporaneidad cro- nolégica, que fueron determinados y de- terminantes por y para una estructura social y cultural particular en un tiempo dado y que pueden tener o no caracteris- ticas comunes y forjar identidad: Lo que constituye la posicién comin en el Ambito social no es el hecho de que el naci- miento tenga lugar cronolégicamente al mismo tiempo—el hecho de ser joven, adul- to.0 viejo en el mismo periodo que otros—, sino que lo que la constituye primariamen- te es la posibilidad, que en ese periodo se adquiere, de participar en los mismos su- cesos, en los mismos contenidos vitales; més atin, la posibilidad de hacerlo a partir de la misma modalidad de la estratifica- cién de la coneiencia. Resulta facil probar que el hecho de la conteruporaneidad cro- nolégica no basta para constituir posicio- nes generacionales afines. Nadie querria sostener que la juventud china y alemana se encontraban en afinidad de posicién en torno a 1800. Sélo se puede hablar, por tan- to, de afinidad de posicién de una genera- cién inserta en un mismo periodo de tiem- po cuando, y en la medida en que, se trata de una potencial participacién en suce- sos de vivencia comunes y vinculados. Sélo un dmbito de vida histérico-social posibili- ta que la posicin en el tiempo eronolégico por causa de nacimiento se haga sociolégi- camente relevante [Mannheim, 1993: 216]. 168 La existencia de una “identidad gene- racional” posibilitada, segun se colige de Mannheim, por una “unidad generacio- nal” (generationseinheit) autoconsciente (Mannheim, 1993: 228), manifiesta un grado de importancia mayor que el gru- po le da al marcador juvenil, puesto que los sujetos se reconocen e identifican con los contenidos y referentes asignados por el grupo a ese determinado estadio en la biografia. Supone, por tanto, el paso de una edad bioldgica a una edad socio- cultural. Esta identidad tiene un espesor menor, pero es la base sobre la que se construyen tanto las clases de edad como las culturas juveniles dentro de un gru- po. No obstante, en forma aislada, esta categoria no constituye grupos identita- ios especificos por si misma: “La unidad de generacién no consiste en absoluto en una adhesién que aspire al desarrollo de grupos concretos, aunque ocasionalmen- te pueda ocurrir que el hecho de la uni- dad de la generacién se convierta en la base para establecer la unidad conscien- te en el proceso de formacién de grupos més concretos” (Mannheim, 1993:206). Sin embargo, el concepto de generacién es un concepto intermedio, que contiene la semilla donde se fecunda una identi- dad juvenil con mas grosor: las culturas juveniles. ) De las clases de edad a las (sub)cul- turas juveniles. Estos conceptos se cen- tran en una traduccién sociocultural de laedad biologica, psicolégica y generacio- nal que nos remiten a las divisiones socioculturales objetivadas dentro del grupo social con base en atribuciones es- pecificas definidas por los privilegios, de- rechos y obligaciones, roles, comporta- miento y cosmovisin de los sujetos en Yanko Gonzdlez Cangas relacién con otros en un momento tem- poral particular, incluido el campo de re- presentaciones sobre la misma. Las cla- ses de edad, como concepto antropolégico especifico (que para nuestro caso sélo tie- ne una funcién ilustrativa puesto que es dificilmente extrapolable a Occidente), remiten clésicamente a las culturas pre- capitalistas 0 “primitivas” que basaban su organizacién social en torno al transi- to por determinados periodos etreos sig- nados por los ritos de iniciacién de cada clase de edad en un tiempo determinado. Ejemplos paradigmaticos de su uso los encontramos en los estudios de Evans- Pritchard sobre los nuer y en Bernardi sobre los massai (1985, citado en Feixa, 1988). El concepto de cultura juvenil se ha pluralizado y se le ha restado el prefi- jo “sub” para dar cuenta de la diversidad de respuestas simbélicas juveniles (de cla- se, género y cultura) y asignarle un sig- nificado alejado del campo seméntico de la disfuncién, desviacién, exclusién, dis- criminacién y degradacién que tenia am- plia presencia en la sociologia de la mar- ginacién (cfr: Feixa, 1999). El mismo autor define las culturas juveniles como: L..] La manera en que las experiencias sociales de los jévenes son expresadas co- lectivamente mediante la construccién de estilos de vida distintivos, localizados fun- damentalmente en el tiempo libre o los es- pacios insterticiales de la vida institucio- nal. En un sentido restringido designan la aparicién de “microsociedades juveniles” con grados significativos de autonomia de las sociedades adultas que se dotan de es- pacios y tiempo especificos, y que se confi- guran histéricamente en los paises occiden- tales tras la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo con grandes procesos de cam- Juventud rural bio social en el terreno econdmico, educa- tivo, laboral e ideolégico [Feixa, 1999: 84]. Las clases de edad —repetimos, sélo como ejemplo de otredad cultural que nos ilustra estas gradaciones-- suponen la existencia de marcadores para referirse aun grupo particular que atraviesa cier- to ciclo vital, pero que puede carecer de expresiones identitarias profundas que transformen a esa clase de edad en un grupo social marcadamente diferenciado, mis allé de un momento conereto, por una débil construccién cultural de esta enti- dad en el seno del grupo social —ya sea por restricciones en la esfera productiva oreproductiva o por la falta de espacios y recursos materiales y simbélicos—. El concepto de culturas juveniles implica una mayor complejidad, densidad y au- tonomia del marcador de los actores que lo viven respecto del mundo adulto. Cla- sicamente y como referencia paradigma- tiea, serian aquellos jévenes aglutinados en microsociedades, como las bandas, pandillas 0 tribus, con estilos espectacu- lares surgidos en las urbes metropolita- nas que, corporeizados por la clase, la et- nicidad, el territorio y la estética, son creados y recreados por los medios de co- municacion masiva y el mercado. Estas distinciones nos permiten ilumi- nar un poco mas la ambigiiedad argumen- tal con que los contados investigadores preocupados por el tema se han manifes- tado; unos defendiendo la existencia de una identidad juvenil rural y otros, ne- géndola. Posiciones maniqueas que no pueden resolver el interregno y que en- cuentran su referente mas préximo en las dicotom{as utilizadas por Ruth Benedict (1938) para referirse a las culturas con 169 “continuidad” —las “primitivas”-~ ,en que el paso de nifio a adulto es abrupto, en comparacién con las occidentales, que asignan un tipo de conducta a cada clase de edad. La investigacién actual necesita este punto de partida. Reconceptualiza- ciones que puedan hacer aparecer los matices de estas sefiales identitarias in- advertidas. Asi, con base en las disquisiciones an- teriores, una pregunta significativa que surge es: {podemos hablar de culturas juveniles en el mundo de la pequena agri- cultura en ciertos contextos especificos latinoamericanos, tanto sincrénica como diacrénicamente? Feixa (1999) plantea que si bien las culturas juveniles se aso- cian a las metrépolis (Chicago, Londres, Paris, ete.), sus “origenes no determinan el destino”, por lo que su difusién “tras- ciende las divisiones ruraVurbano/metro- politano” (Feixa, 1999:96). La condicién cultural hibrida, superpuesta, del pasti- che de nuestras sociedades (premodernas- modernas-posmodernas) pudiera dar més sentido a esta afirmacién, aunque esto es algo que habria que probar empfricamen- te. Pero mas que de su existencia, es ne- cesario dar cuenta de los contenidos de aquellas probables culturas juveniles que nos puedan hablar de su grosor e in- tensidad. Las implicancias de estos asertos nos obligan a vincular las especificidades cul- turales locales con las generales para hacer visibles las sefiales de identidad, asi como la configuracion, alcance y rele- vancia de éstos en la sociedad rural lati- noamericana. Una busqueda empirica que debe preguntarse por los dispositivos socioculturales especificos que permiten vivenciar estos fenémenos identitarios en. 170 Yanko Gonzdlez Cangas e] mundo rural, tanto en el presente como en el pasado. En este sentido, los resultados preli- minares de nuestra investigacién, con base en historias de vida generacionales desde las primeras décadas del siglo xx en la pequefia comunidad rural costera de Chaihuin (Regién de Los Lagos, Chi- le), nos muestra abundantes indicios de una conformacién identitaria juvenil que va de una tenue adscripcién tensionada por el ciclo vital, pasando por una iden- tidad generacional, hasta la simiente de culturas juveniles. Esta ultima confor- macién es articulada desde las postrime- rias de la década de los ochenta, no sin traumas y conflictos debido a la alta mi- gracién temporal, la legada de la elec- tricidad, los medios de comunicacién de masas y de transporte y el desarrollo del turismo. Edgardo, uno de los actores “biolégica- mente” mas jévenes entrevistados (17 aiios), reflexiona sobre estas transforma- ciones en el contexto de su conversién al estilo juvenil “metalero”: [...] No soy campesino para comportarme, pero me siento de aqui. Te puede gustar Metallica y ser rural, noes un cambio gran- de. Cuando me crié aqui no estabamos tan ineivilizados como antes, cuando se cria- Ton mis papés. Ahi, por ejemplo, no tenfan radio, no podian escuchar misica. No sa- pian nada de grupos. Por ejemplo, escucha- ban el nombre de un artista y no estaban ni ahi [no les interesabal, porque no les sonaha, nunca habian escuchado la mési- ca hasta como cuando tenian unos 20 afios que tuvieron una victrola [fonégrafo ma- nual] [Gonzélez, 2003]. Edgardo se explaya sobre los “grupos juveniles” presentes en la comunidad, ‘conformados “por muy pocos chicos [jéve- nes]” que é] identifica como los “cumbian- cheros”, “hip hoperos”, “metaleros” y “nor- males”. Identifica, ademas, sus gustos estéticos, practicas sociales y locus de ex- presién juvenil, como el recientemente inaugurade negocio de pool, taca-tacas. (futbolito) y ping-pong, donde los jévenes se retinen asiduamente los fines de se- mana, No obstante, testimonia también la pugna al interior de su nicleo familiar por dicha adscripcién (metalero), conside- rada “demoniaca” por su madre evangé- lica (protestante) y su transito de regreso al grupo de los “normales”. Distinto es el testimonio biografico de Heriberto (nacido en 1969), que ubica su corta juventud a mediados de la década de los ochenta en el inicio de las transfor- maciones estructurales de la comunidad: “Pienso que sélo la vivi cuando hice el cur- so de buzo mariscador en el pueblo, no més... Porque después me junté con mi sefora y de ahi pura pega [trabajo}” (Gon- zélez, 2003). Heriberto emigré cerca de dos meses al pueblo mas cereano (Corral) para realizar un curso de buzo y en tales cir- cunstancias tuvo la oportunidad de vivir brevemente su identidad juvenil, sobre todo asistiendo a bares y discotecas: All nos ibamos con los amigos a la “Lolo- teca”, a escuchar misiea, a cantar, a bai- lar, Llegaba pura juventud, puros cabros [...] El primer dia salimos mareados de adentro, porque era oscuro y tenia de esas, luces que van y vienen y dan vueltas. Des- pués nos volvimos para Chaihuin casi al- coholizados tanto salir a carretear [parran- dear)” [Gonzélez, 2003].

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