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Un rey visita una prisión para liberar a un prisionero en conmemoración de su 25 aniversario en el trono. La mayoría de los prisioneros afirman ser inocentes o haber sido juzgados injustamente. Sin embargo, un hombre admite haber matado a alguien debido a que no podía controlar su ira. El rey decide liberar a este hombre honesto, reconociendo que el arrepentimiento es más importante que negar los propios errores.
Un rey visita una prisión para liberar a un prisionero en conmemoración de su 25 aniversario en el trono. La mayoría de los prisioneros afirman ser inocentes o haber sido juzgados injustamente. Sin embargo, un hombre admite haber matado a alguien debido a que no podía controlar su ira. El rey decide liberar a este hombre honesto, reconociendo que el arrepentimiento es más importante que negar los propios errores.
Un rey visita una prisión para liberar a un prisionero en conmemoración de su 25 aniversario en el trono. La mayoría de los prisioneros afirman ser inocentes o haber sido juzgados injustamente. Sin embargo, un hombre admite haber matado a alguien debido a que no podía controlar su ira. El rey decide liberar a este hombre honesto, reconociendo que el arrepentimiento es más importante que negar los propios errores.
Cada ao, con motivo del aniversario de su coronacin, el rey de un pequeo
condado liberaba a un prisionero. Cuando cumpli 25 aos como monarca, l mismo quiso ir a la prisin acompaado de su Primer Ministro y toda la corte para decidir cul prisionero iba a liberar. - Majestad, dijo el primero, yo soy inocente pues un enemigo me acus falsamente y por eso estoy en la crcel. - A m, aadi otro, me confundieron con un asesino pero yo jams he matado a nadie. - El juez me conden injustamente, dijo un tercero. Y as, todos y cada uno manifestaba al rey por qu razones merecan precisamente la gracia de ser liberados. Haba un hombre en un rincn que no se acercaba y que permaneca callado y algo distrado. Entonces, el rey le pregunt: T, por qu ests aqu? - El hombre contest: Porque mat a un hombre majestad, yo soy un asesino. - Y por qu lo mataste?, pregunt el monarca. - Porque estaba muy violento en esos momentos, contest el recluso. - Y por qu te violentaste?, continu el rey. - Porque no tengo dominio sobre mi enojo. Pas un momento de silencio mientras el rey decida a quien liberara. Entonces tom el cetro y dijo al asesino que acababa de interrogar: T sales de la crcel. - Pero majestad, replic el Primer Ministro, Acaso no parecen justos cualquiera de los otros? - Precisamente por eso, respondi el rey, el castigo es para los que esconden sus faltas. La Misericordia para quienes las reconocen y se arrepienten. El nico pecado que no puede ser perdonado es el que no reconocemos. Es necesario confesar que somos pecadores y no tan buenos como muchas veces creemos ser o tratamos de aparentar.