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Estado y sociedad en la Argentina del siglo XIX Waldo Ansaldi Cuestiones fundamentales de una historia compleja + La ruptura de la situaci6n colonial, en el Rio de la Plata, entre 1806 y 1810 —es decir, entre la primera invasion inglesa y la Revolu- ciénde Mayo—, abre un rico y complejo pro- ceso hist6rico que, con justicia, puede consi- derarse extensible hasta 1880. En rigor, ese proceso global se caracteriza por contener otros procesos particulares de primera mag- nitud. Asf, puede decirse que se desencade- n/procura de la creaci6n de lanaci6n, la uci6n del mercado interno yla Gn del Estado nacional. A.su vez, estos tres movimientos de larga duracién de- ben analizarse en fntima conexi6n con otro, el de la formacién de una clase dominante/dii eee de la sociedad ar- gentina, simulténeamente con el proceso de acumulacién originaria del capitalismo de- pendiente. En otro nivel de andlisis, ese mis- mo perfodo corresponde al desarrollo de una crisis de direccién politica (crisis orgénica). Todas y cada una de estas cuestiones re- quieren todavia investigaciones mds profun- das y rigurosas que las realizadas hasta ahora. De todos modos, es posible presentar un cua- dro de conjunto que ilustre sobre los aspectos fundamentales de largo perfodo fundacional de la repéblica. Las contradicciones regionales Aungue el sistema colonial comienza a al- terarse en 1806-7, su desaparicién cs resulta- * Este texto es una versiGn resumida y modificada de “Notas sobre la formacién de la burguesfa argentina, 1780-1880", ponencia presentada en el V Simposio de Historia Econ6mica, realizado porlaComisiénde Historia Econémica del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y publicada en Enrique Florescano (comp.), Origenes y desarrollo de la burguesia en América Latina, 1700-1955, Editorial Nueva Imagen, México, 1985, pp. 515- 583. Estanciero de Mendoza a caballo (Acuarela de Rugendas), en la década del 20. do de la revolucién de 1810. Esta genera, en el espacio rioplatense, un complejo juego de enfrentamientos, una dialéctica descontrola- da y a menudo perversa (en el sentido de tra- tarse de contradicciones sin soluci6n), en la que no siempre es facil distinguir lo orgénico © estructural de lo coyuntural u ocasional, y en la que est presente —a veces manifiesta, otras, latente— la tensién entre la tendenciaal centralismo y la tendencia al fraccionalismo, que alcanza puntos extremos en los casos tempranos de Paraguay, Alto Pert (luego Bo- livia) y la Banda Oriental (Uruguay), que, efectivamente, se fracturan de modo definiti- Vo, tensiGn que, en yerdad, no puede resolver satisfactoriamente la “solucién federal” a la que se llega entre 1862 (reunificaci6n de la re- publica) y 1880 (federalizacién de la ciudad de Buenos Aires). En términos analiticos, esa compleja con- flictividad puede aprehendetse desde tres” perspectivas, las de las contradicciones (a) in- terregionales, (b) de clases y (c) campo-cit dad. Lareunificacidn de las tres en una expo ‘Sici6n global permite apreciar que ellas ex- presan las de una etapa de transici6n en el terior de Ja sociedad argentina, en la que tintos modos y/o formas de produccién apare- cen dirimicndo sus diferencias tanto en lo que atafic.ala constitucin politica del pafs cuan- toa los mecanismos de insercién en el merca- do mundial. En términos generales, dicha so- ciedad puede caracterizarse como mercantil simple con fuerte incidencia capitalista, con dos ojes muy bien articulados: el sectorexter- no (comercio mundial) y el sector productive tural (bésicamente el ganadero del Litoral), ambos estrechamente conectados. Ahora bien, para una cabal comprensiénes necesario caracterizaradecuadamente a cada_ TegiOn, toda vez que cada una contiene desi- ‘Buales combinaciones de formas de produc- ci6n, base de las contradicciones inter e intra- mods y formas de produccién en el contex- to de transicién de una sociedad colonial a una sociedad capitalista dependienite. Esta 9) transiciOn interna —no debe olvidarse— se produce simulténeamente con la que se ope- ra en el sistema capitalista mundial, espe- cialmente en el centro del mismo, en el que se pasa de Ia libre competencia a la fase mono- Pélica. Mds atin, esta transiciOn interna forma parte de la externa, en tanto no solo se integra, sino que cumple un papel crecientemente fundamental (lo ser mucho mas entre 1870- 1880 y 1930) en el proceso de acumulacién y expansi6n mundiales del capitalismo. Esta es una cuestiGn central para explicar la articula- ci6n entre economfa y politica, entre la falta de autonomfa (Ia dependencia, en definitiva) enel primer Ambito y el alto grado de autono- mfa, en el segundo. Dicho en otros términos: Jas fuerzas sociales argentinas no tienen capa- cidad para desarrollar una economfa indepen- diente, pero sf la tienen para organizar un Es- ‘ada JunaiCa-DOMUCAREE sitet! Gos colonial, ni semicolonial). Tradicionalmente se ha distinguido Litoral ¢ Interior como Tos grandes bloques regiona— les. Es necesario complejizar —para acla- rar— la caracterizacién espacial, pues ni uno ni_otro son homogéneos, si bien el primero Contiene elementos unificadores que tienden apredominar, orientados ala definicion de re- laciones capitalistas —capitalismo agrario, mAs especfficamente ganadero—, en particu- Jaren las nuevas tierras que se incorporan ala actividad productiva (la nueva frontera bona- erense, los montes entrerrianos de Montiel; més tarde, el norte y el sur santafesinos). En. el Litoral se desarrolla, entonces, un di- capaz subordinar a las mds retrasadas, EI Interic -ambio, es mucho més hete- rogéneo y tanto econdmica camo socialmen- te presenta fuertes dificulta se alievo contexfo econémico que viene de- hniéndose desde fines del siglo XVII. 5 Tal vez resulte util considerar que el Inte-_ rior es, en realidad, un conjunto de cuatro re- giones: interior noroccidental o el Tucuman (UjUy, Salta, Tucum4én, Santiago del Estero), interior andino septentrional (La Rioja, Cata- marca), interior andino meridional 0 Cuyo (San Juan, Mendoza, San Luis) ¢ interior me- diterraéneo (Cérdoba) i rende dos regiones: el litoral fluvial (Santa Fc, En- tre Rios, Corrientes) y el litoral platense-at- ae heres Ae), jivisiOn en seis regiones sc funda en una combinaciOn de criterios de homogenei- zaci6n espacial fisico-geogréfica y espacial econémico-social y debe entenderse como vélida para el perfodo que se cierra hacia 1880-1890, cuando el mapa regional argenti- no vuelve a redibujarse. Cada una de estas re- giones tiene estructuras sociales distintas y desiguales ritmos de transformacién, los que son mds répidos allf donde aparecen formas més definidas de produccién capitalista, bdsi- camente en el litoral bonaerense y luego en el fluvia Tucum antes de Salta obtienen aquét mediante una apropiacién dos veces exitosa: @) la originada tributariamente en Ia brutal explotaci6n de los trabajadores de las hacien- das o estancias agricolas y ganaderas y de las Planiacionesazacareras, y (b)Ta que surge del importantisimo comercio entre el Litoral y el Alto Peni, en particular el de mulares yalgu- ‘nas: artesanales (textiles, herre- sde los afios *20-"30 co- Tienza la conversién de comerciantes en agroindustriales azucareros, impulsando, con la ayuda de una politica proteccionista, una pujante industria que permite abastecer am- plios mercados regionales y desalojar com- pletamente al azticar importado a comienzos del siglo XX. En: interior andino septentrional Rioja y Catamarca) es una regi6n aislada ena que la clase dominante —dividida y fe- Tozmente enfrentada— obtiene un excedente miserable, tanto en el caso de las haciendas agricolas de los valles precordilleranos, como 3 Gaucho de Buenos Aires, en la década del 20 (Litografia de D'Hastrel) encl del comercio interregional. Algo més fa- yorable es la posicién de los ganaderos llanis- tas y los invemadores de los valles riojanos. En los valles catamarquefios la propiedad de la tierra est4 més dividida y hay una notable Pparticipacién de productos mercantiles sim- ples, pero la situacién no es mejor y va dete- rioréndose paulatinamente. La economfa de pequefios productores al- canza nivel iderables en Cuyo, mien- tras en[Cérdobajella va desplazando a las for- mas tributarias, aunque la regi6n mediterré- nea presenta una fuerte resistencia al cambio estructural y la economia heredada de la Colo- nia persiste por lo menos hasta la década de 1860, de modo que el excedente principal se En todos los casos, la distribucién capita- lista subordina a jucciGn, porlo general no capitalista, lo que explica el peso delosco- merciantes. Esta es una cuestiOn importante, “que requiere un tratamiento cuidadoso, més detenido del que puede darsele en este texto. No obstante, debe apuntarse que la subordi- nacién de la produccién encuentra su clave explicativa en el hecho de que ésta frecuente- mienté opera Como nexo con una esfera pro- dusivamajor ds de las economtfas centrales, conta inglesaala cabeza) y, endefinitiva, con al undial; en cambio, es menos re- Jevante su funci6n articuladora de economias o mercados regionales 0 locales (intemnos). Enel interior de cada regién hay una clase domi fa Con sus propias clases subaltemas, pero también con contraditcio- nes que 1a oponen a las clases dominantes de otras regiones. Es asf como el conflicto que en principio aparece como un conflicto entre re- giones, en un segundo momento se nos reve- lacomo una contradicciénde clases, queave- ces es interclases y otras intraclases. Sustan- cialmente se trata de un conflicto entre clases dominantes, no siempre necesariamente por intereses S antagOnicos 0 diferen- tes, sino por razones politicas, También es Estado de la cuestion Losestudios sobre la formaci6én del Es- tado nacional argentino estuvieron tradi- cionalmente orientados hacia los aspectos puramente jurfdicos, institucionales (for- mas de organizacién y de gobierno, esta- tutos y constituciones, por ejemplo), en Jos marcos de una historiograffa factica a Ja que era ajena la preocupacién por las bases sociales del poder politico y por los mecanismos 0 las formas de ejercicio de este poder. En la iltima década, en buena medida como parte del movimiento intelectual de preocupacién por develar algunas claves fundamentales de la historia argentina, varios investigadores —historiadores, Politicdlogos, socilogos— comenzaron a preocuparse por ese proceso desde pers- pectivas tedricas y metodolégicas mas ri- gurosas cientfficamente y al mismo tiem- po en procura de explicacién de las com- plejas relaciones entre Estado y socie- dad.Curiosamente, el trabajo pionero de Leopoldo Allub (1974) tuvo y tiene esca- sa difusién en el plano académico y en el debate sobre el tema, mientras que los que le siguen cronoldgicamente, los de Atilio Borén (1976) y de Marfa del Carmen An- gueira (1978) todavia permanecen inédi- tos. El de Waldo Ansaldi (original de 1978, publicado recién en 1985, que sirve de base al presente fascfculo), un texto al que Tulio Halperin Donghi calificara co- mo “incitante trabajo”, abrié una perspec- tiva de andlisis que vincula el proceso de formaci6n estatal con los simultaneos ¢ imbricados de construccién de la nacién, del mercado interno y de la burguesfa co- mo clase dominante, Ifnea que el autor continéa explorando como parte de su proyecto de investigacién Hegemonta y dictadura terratenientes y clases subal- ternas en Argentina, del que pronto se co- noceré un nuevo avance (1988, en pren- sa). Un segundo proyecto de envergadura estd Ievando adelante José Carlos Chia- ramonte, del cual también se conocen ya algunos adelantos (1983, 1985, 1986). Las investigaciones de Ansaldi y de Chia- Tamonte constituyen hoy los dos proyec- tos més amplios y profundos sobre la cuestién de la formacién del Estado ar- gentino en el siglo XIX. Los libros de Tulio Halperin Donghi (1980 y 1982) y de Oscar Oszlak (1982) ‘son ya verdaderos clasicos, obras de con- sulta imprescindible. Halperin Donghi ‘taza un admirable cuadro de las tensiones enfrentadas en la Argentina posrosista, en materia de proyectos de organizacién es- tatal, apoyado por (y ofreciendo al lector) uma excelente seleccién documental (1980); en su segundo libro (1982), en cambio, transita por uno de los campos menos explorados: el del origen y destino de los recursos del Estado, analizando un perfodo semisecular, que va desde el vi- rreinato hasta casi el final del rosismo, y prestando especial atenci6n al papel de las relaciones entre guerras y finanzas en la construccién de un Estado que todavfa no alcanza a convertirse en nacional. Enesta breve sfntesis sobre el estado de la cuesti6n en materia de estudios acerca del tema objeto del presente trabajo, no puede dejar de sefialarse la existencia de tres trabajos de {ndole comparativa, que afiaden nuevas posibilidades para una mds amplia comprensién del problema: Alimonda (1982) y Trindade (1986) cote- jan el proceso argentino con el brasilefio, mientras Amaud (1981) confronta el de Argentina con el de México. cierto que en algunas regiones, comoenel Tu- cumd4n—particularmente en Salta y Jujuy— la contradicci6n entre las clases dominantes y subalternas —generalmente contenidas co- ercitivamente— se toma en ocasiones princi pal: tal el caso de Salta en el perfodo del lide- razgo politico militar de Martin Miguel de Giemes, 0 el de la Puna jujefia cuando las re- vueltas agrarias de 1872/1875. Ahora bien, la heterogeneidad estructural esuno de los elementos que explica las carac- teristicas de la sociedad argentina decimond- nica, perono esel tnico. A sulado hay que co- Jocar la debilidad estructural de las “clases” y grupos actores del proceso. Es ella la que obs- taculiza el camino hacia la formacién de la nacién, del mercado interno y del Estado na- cional, objetivos relativamente alcanzados cuando los terratenientes del litoral logran ha- cer de sus intereses particulares los generales de la sociedad. Naci6n y Estado Nacional La ruptura de la situacién colonial y las consecuentes guerras de independencia po- nenen plano relevante un problema nuevo: de la relaci6n entre la cuestién nacional, el conflicto social y la lucha politica. Puede su- ponerse, entonces, que la guerra contra los es- pafioles convoca’‘a la integracién social y a una identidad colectiva nacional. Sin embar- 80, io es asf como se desenvuelve el-proceso hist6rico, pese ala invocaci6n que se hace ala patria, 0a que la Marcha Patridtica proclame solemnemente “se levanta ala faz de la tierra/ una nueva y gloriosa nacién’. Durante bue- na parte del siglo, la “patria”, el “pais” es pa Ta cada habitante de las Provincias Unidas (casi siempre un eufemismo) o de la Confede- racién, su provincia, su “patria chica”. Este- ban Echeverria, entre otros, lo indica clara- mente: “Qué significa, pues, para vosotrosla patria? {Es acaso el terreno donde nacisteis? Pero entre vosotros hay correntinos, porte- 6 fios, tucumanos, entrerrianos, y cada uno pe- Jear4 por su pedazo de tierra”. Las guerras independentistas se convier- ten en campafias militares y s6- Io en pocas ocasiones (en la Banda Oriental én la Salta de Gliemes) son verda- deras Tuchas populares: Ms mn. a mend, Jos gobiemos deben recurrir a medidas cifivas para integrar las TETAS mil ae s y/o, Paria dees. Hera dels a= juena parte de las ac- clones que llevana y aseguran a independen- ciaargentina encuentra surazon mds ena‘ bilidad intema de Espafia que ena f ‘orialeza ¥ cohesi6n de los revolucionarios, més en la calculada estrategia guerrera de San Martin, que en el entusiasmo y ta participaci6n p lar en la guerra “Hay concienci: tay 7 Cuesta encontrar una conciencia de nacién que se extienda por el conjunto del espacio geogrdfico-social que aspira a definirse en nuevos términos. No es posible encontrar procedimientos creadores de una comunidad que identifique el territorio que ocupa con la naci6n argentina, La definicion de una iden- tidad colectiva, no obsiante, es esencial para que una sociedad se consolide y desarrolle; es ella la que vincula el Yo y el Nosotros. Puede decirse también, como Jiirgen Habermas, que Ja naci6n es una estructura de conciencia so- cial que asegura la identidad colectiva. Los: Jarevolucién y del ciclo pos-1 advierten la necesi- dad de crear esa conciencia-y las dificultades para elllo, cfeen que la solucién pasa por la centralizaci6n del poder y la desaparicién de las mas pequefias unidades de integracisn so- cial, claramente representadas por los cabil- dos. M4s a menudo—porque, en rigor, las lo- calidades con cabildos no son tantas—esa in- tegracion se realizaen las propias unidades de produccién, como'las estancias, haciendas, donde la experiencia ciudadana comin no existe y s6lo se afirma la vieja concepcién es- tamenial, jerdrquica (paternalista,en el mejor hoe. Montevideo: vista desde la antigua fortaleza. aulapon' de los casos) del orden colonial. Empero, esa concepcién y esa pricticalcentralistas| como también sKantagénica)| TE SoTOHOISTA (que, por cierto, no debe confundirse con la con- cepcién federal, de aplicacién effmera en el litoral artiguista) llevan a colocar la construc- cién del Estado nacional en el plano priorita- rio, aunque la demora en concretar esa tarea €s suficientemente ilustrativa de las persis- tentes dificultades que ella implica. Si bien fracas 0 las politicas de con- yertir a un gobierno centralista (unitario), , Ficloedy.C¥Anto a uno federal, en el mecanismo unifi- ——" calor de esas unidades dispersas, es evidente que una y otra apuntan a privilegiar el papel_ def Estado como tal elemento unificador. Es gl Estado (no la naci6n) quien aparece’ como Bi La persistencia de elementos de larga du- racién, originados en el pasado colonial, pe- sa fuertemente tanto en el plano de la estric- tura, cuanto en el edificio juridico-politico y en el de las mentalidades; en todos los casos ‘opera como una traba formidable para definir Ja construccién de una nueva sociedad. La tard{a divisién administrativa que habsa con- sagrado el reformismo Borbénno tiene ni una antigiiedad ni una consistencia tal que pueda ve *Atrabcinwe ~ ote? parecer una tradici6n fuertemente asentada, frente ala cual las innovaciones revoluciona- Fias han de estrellarse. Sin embargo, la “ju- yentud” de aquéllas no deja de expresar una pluriseculartendencia al predominio de lo co- marcal, ahora ambiguamente entremezclada con la yoeacién centralista que los Borbones han afirmado como garantfa contra la disgre- (€ incluso, antes, constructor) de la gaci6n. Esta ambigiiedad es heredada por la identidad colectiva. Se suceden gobiernos, centrales, autonomistas (como en el largo pe- tfodo rosista), y hasta confederal (1853/1862, perfodo en el que incluso hay una provincia Estado secesionada), pero no hay un Estado ni centralista, ni federal, ni, mucho menos, nacional. Y habrfa que ver si, en rigor, Io que se construye en 1880 no es un Estado central, més que un Estado nacional (la opci6n por un. criterio de ciudadanfa restringida es aqui un elemento decisivo. Accesoriamente, una his- toria de las luchas por la extensi6n de 1a ciu- dadanfa, en Argentina, desde Mariano More- no y José Artigas hasta Roque Sdenz Pefia y Juan B. Justo, resultarfa sumamente ilustrati- va sobre el particular). La cuestién, como se aprecia, es arto compleja y no puede tratarse mas detenida- mente aqui, Hacen falta, ademds, muchas in- vestigaciones para dilucidarla més satisfacto- riamente. Empero, no puede dejar de trazarse —atin provisoriamente— un esquema gene- ral que sirva de gufa. Y no debe olvidarse que avanzar en el conocimiento empfrico implica también avanzar en los planos tedrico y meto- dolégico, 8 revolucién y sus sucesores, apareciendo bajo Ia forma de latensién ya sefialada entre la ten- dencia al centralismo y la tendencia al frac- cionalismo 0, emel mejor de los casos, al au- tonomismo. ‘La fuente dificultad para constituir un mer- ‘cado. una vez mds, muestra elo- : istencia de lo comarcal, de lo jiento de aduanas inte-_ trabajo), la auseneia de buenas vias de comu- nicacién ra crear otras (navi gaci6n fluvial, ferrocarriles), escas cién_y atmpliaci6n delutillaje tecnol aplicado én Ios diferentes procesos de traba- jo, mantenimiento de un bajo grado de divi- si6n social de trabajo, confusién en los me- dios y mecanismos de pago en las transaccio- nes comerciales y en las relaciones labora- les,... he ahf apenas algunos de los hechos que frenan el proceso constitutivo de un mercado nacional, situacién agravada por los mecanis- mos de dependencia economica. El saladero (J.L. Palligre, Museo Histérico Nacional). ae e 20: } Cpe the Cuties - - cia ateobne Mee rtrwe _-> wliens ao phe, Reproduccién parcial de una lista de comerciantes ingleses, "prestamistas” incluidos en el empréstito forzoso de 1818. La acumulacién originaria ‘Simulténeamente con los procesos sefiala- dos se desarrolla otro, también significativo: el de acumulacién originaria del capitalismo argentino, en primer lugar del capital ganade- 10 del litoral platense y del litoral fluvial. Se trata de un proceso que presenta su especifi- cidad, pues se realiza en una situacién de de- pendencia—con la ya sefialada falta de auto- nomfa para el desarrollo econémico—, en la que, porun lado, él contintia una previa y pro- Jongada insercién en la etapa de acumulaci6n originaria del capitalismo europeo y redefine sus relaciones con éste, también él en una fa- se de transici6n; por otro lado, esa situacién de dependencia no impide, aunque condicio- na fuertemente, una acumulaci6n originaria interna, privativa del capitalismo argentino. Dicho de otro modo: el andlisis hist6rico con- creto muestra cémo 1a economfa del pafs se articula con el sistema capitalista mundial en una relacién de dependencia, pero el andlisis l6gico de ese mismo proceso indica que la constitucién de un capitalismo dependiente no deja de seguir mecanismos universales. Los Ifmites de la acumulaci6n originaria van a definir los de la Argentina dependiente; las distmiles caracteristicas que ella presenta en las distintas regiones contribuye a explicar la desigual conformaci6n de las clases, el di- ficil camino que lleva ala constituci6n de una burguesfa de aleance nacional y el tortuoso proceso de formacién del Estado nacional. La acumulacién originaria es un proceso que comprende dos aspectos: a) la concentra- cién de la propiedad mediante la presi6n eco- némica, el monopolio, la usura o la expropia- cign efectiva y b) el consecuente despojo de los antiguos propictarios. La accién de acu- mulacin originariadebe interpretarse, segin Maurice Dobb: “...cn primer lugar, como una acumulacién de derechos —de tftulos sobre Ppatrimonios existentes, acumulados ante to- do porrazones especulativas— y, en segundo je lugar, como acumulacién en manos de una clase que, por su especial posicién dentro de la sociedad, es capaz de transformar en defi- Nitiva ¢sos tftulos acumulados de patrimonio en medios efectivos de produccién. En otras palabras, cuando se habla de acumulacién en un sentido hist6rico, nos estamos refiriendo a la propiedad de patrimonios y a una transfe- rencia de propiedad, y no ala cantidad de ins- trumentos tangibles de produccién en exis- tencia”? Las maneras de incrementar el patrimonio de la burguesfa en esta fase parecen reducir- se a dos categorfas principales: a) la adquisi- cién de “un tipo particular de propiedad cuan- do es excepcionalmente barata” para “ven- derla en un perfodo posterior, cuando su valor de mercado es relativamente alto, acambio de otras cosas”. En esta segunda fase, que es la mas importante, el rasgo esencial consiste en que “el resultado depende de un aumento del valor de capital de la propiedad; no del ingre- 0 0 del ahorro practicado sobre ¢I". Para que ese incremento alcance un nivel elevado, am- plio, se requieren circunstancias muy espe- ciales, que aparecen en algin momento del Proceso, que se divide en dos partes: a) Ja fa- se de adquisicién, un mecanismo fundamen- tal para la creaci6n de condiciones favorables alasegunda fase, b) lade realizaciénoacaba- miento. La fase de adquisicién implica una “creciente concentracién de la propiedad existente y el despojo simulténeo”, mientras en la fase de acabamiento sé realizan © ven- den, al menos en parte, “los objetos de la acu- mulaci6n originaria”; ello permite “una efec- tiva inversién en producci6n industrial”. Si bien “ambas fases deben ser considera- das, necesariamente, distintas en el tiempo”, es cierto que, en alguna medida, se superpo- nen; pero esta superposicién dista de ser com- pleta, por el hecho de no existir atin las con- diciones necesarias para que las inversiones en la industria resulten beneficiosas (inver- siones sujetas todavia a dificultades, contin- gencias y menor liquidez del capital indus- trial), Tales condiciones han de darse cuando elproceso de concentracién haya llegado aun punto tal que sea efectiva la desposesiOn de los anteriores propietarios y la existencia de una clase de desposefdos numerosa. “En cier- ta medida, también, la acumulacién de capi- tal se produjo todo el tiempo a través de un vuelco directo de ganancias corrientes a la fi- nanciacién de un giro comercial incrementa- do, asf como de la industria doméstica, y par- te de la riqueza que la burguesfa dirigié hacia latierrano sélo se aplicé a la compra de hipo- tecas y a la transferencia de un patrimonio existente sino, también, al mejoramiento dela tierra.” El anélisis de Dobb discurre sobre el desa- rrollo capitalista “cl4sico”, pero sus.observa- ciones metodolégicas son titiles para analizar otros casos, En mi opini6n, en el perfodo que nos Ocupa nos encontramos, en el Rfo de la Plata, en la primera fase de la acumulacién originaria, la de adquisicién —al menos pre- ponderantemente. Dentro de tal fase, la se- gunda manera posible de incrementar el patri- monio aparece como la mds importante, vale decir, la adquisicién de propiedades excep- cionalmente baratas, en particular en Buenos Aires Pero aqui aparecen peculiaridades del desarrollo capitalista argentino: la burguesfa no acumula comprando tierras a sus anterio- res propietarios, sino al Estado (tierras puibli- cas), a través de un proceso de expansion de las fronteras que desaloja a los indios y gau- chos y consolida la propiedad terrateniente+ Lamayoriade las veces ni siquiera la compra: la obtiene gratis o a un costo extremadamen- te bajo. Pero, en cualquier caso, la concentra- cién de la propiedad existente se produce de manera distinta de los modelos “cldsicos”, in- cluyendo los Estados Unidos, donde la apro- piaci6n de tierras se realiza como aqut, tam- bién a costa de los indios, pero creando una clase de medianos propietarios rurales fuerte- mente opuestos a los terratenientes, los que se imponenenel sur, territorio de plantaciones y Bee trabajo esclavista. En Estados Unidos la fron- tera es un espacio ocupado porhombres; enla Argentina, por ganado. Halperin Donghi ha seffalado que el movi- miento de 1810 provoca dos innovaciones esenciales en el comercio exterior, que influ- yen en el proceso de expansi6n de la ganade- fa bonaerense: el comercio libre (anterior a Mayo, pero consolidado por la revolucién) y la crisis de la ganaderfa entrerriana y oriental (consecuencia del alzamiento rural de 1811, Ja guerra contra los realistas y los portugueses -"que consume la riqueza ganadera, desorde- na los circuitos de comercializacién’-, y mas tarde a los portefios), que a partir de 1814 se extiende al conjunto de la Mesopotamia (Co- mrientes y Entre Rios se recuperardn después de 1830). “En estas condiciones, el estimulo que significa la libertad de comercio se orien- ta, sobre todo, a las comarcas no tocadas por la guerra civil: entre ellas las zonas del interior mejor ubicadas respecto del centro exporta- dor de Buenos Aires (y la expansi6n de la ga- naderfa desde Cordoba hasta Mendoza es se- fialada por los comerciantes briténicos, que en 1824 redactan un admirable informe sobre Ja situacién econémica rioplatense, como una de Jas mas importantes innovaciones que la revoluci6n introduce en la economfa regio- nal)”.¢ EI mismo Halperin ha explicitado cudl es el mecanismo econémico de la expansién ga- nadera bonaerense, cuya base es la exporta- cién de cuéros (no menos del 60% del total de las exportaciones, en valor, durante la prime- Ta mitad del siglo pasado), acentuada por la “aparicién de nuevos rubros exportables vin- culados con la ganaderfa vacuna...; gracias a una explotacién mas completa del animal era posible seguir produciendo cueros con buen margen de ganancia, pese a quelos preciosin- ternos del ganado tienden durante este perfo- doa subir y los mundiales del cuero se orien- tan, sobre todo a partirde 1830, haciauna len- tabaja”. El “secreto” de esta expansiOn se en- 12 cuentra en las “ganancias muy elevadas y, so- bre todo, (en las) modestas inversiones inicia- les de capital” de la ganaderfa rioplatense, lo que explica el “arcafsmo téonico que caracte- riza a esta etapa ganadera”, agravado por la escasez de capitales, que a juicio de este autor se encuentra en la pérdida de su cardcterdein- termediario comercial que tenfa Buenos Ai- res respecto del Alto Peri y Chile, mas que en la balanza de comercio deficitaria.? A partir de 1815, pero sobre todo desde 1820, los ganaderos portefios se van convir- tiendo en el sector econémico, social y polf- tico mds importante de la sociedad rioplaten- Se, proceso que se refuerza por la incorpora- ci6n.aéldecomerciantes y porel gobiemo del general Martin Rodriguez, cuando los direc- toriales inyierten en su favor -y el de la pro- vincia- la derrota que les infligieran las mon- toneras litoralenses en Cepeda. Pocos afios después, a partirde 1829, los ganaderos bona- erenses vivirén en lo que han empezado a construir desde 1810: el “paraiso terratenien- te”. Enalgunos casos -como el de los Anchore- na, por ejemplo- un productor ganadero es también un agricultor, productor de trigo. Es- ta combinaci6n ganaderfa-agricultura -en Ti- gor, raraen la primera niitad del siglo- ofrece, en consecuencia, ganancias muy elevadas. Pero en las condiciones del mercado de traba- jo, con crénicaescasez de mano de obra,no es facil ejercitarla. En el caso de los saladeros, Jas inversiones iniciales son también escasas. Elde Staples y McNeile Ensenada, 1810- in- sume menos de $ 16.500 en gastos de instala- cin (incluyendo la sal), $ 36.500 en jomales y ganado durante los dos primeros afios. La sociedad Dorrego, Rosas y Terrero (Las Hi- gueritas, 1815) eroga $ 12.832 con 3.5 reales (2.009, 3.5 en Ia instalacién del estableci- miento més 10.823 en gastos de negocio y compras); en un afio y medio de actividad es- te saladero arroja una ganancia que sobrepa- sa el doble del capital invertido. Pero en este Juan Manuel de Rosas. sector irén disminuyendo mientras pasan los afios, porque “la industrializacién misma conduce a un reajuste de ese nivel de precios (Gel ganado), que comprime las ganancias del industrializador”.* El proceso inflacionario que vive en el pa- fs entre febrero de 1826 y mediados de 1830 beneficia sobre todo a los ganaderos. En el clasico libro de Jacinto Oddone puede verse la lista de 538 enfiteutas que se reparten 8.656.000 ha de tierras bonaerenses entre 1822 y 1830, perfodo cuya segunda mitad es- 14 signado, justamente, por la inflacién.® Esto viene a ratificar una afirmacién de Dobb, en el sentido de que dentro de la primera fase de Ja etapa de acumulaci6n originaria la infla- cin de precios influye poderosamente para facilitar la transferencia de tierras a manos burguesas. La particularidad del Rfo de la Plata -ya se ha dicho- es que esta transferen- cia no se realiza entre propietarios de distin- tas clases sociales, sino que los nuevos y vie- jos terratenientes las obtienen del Estado (tie- ras puiblicas), al que, por otra parte, contro- lan. Esto cs, se Jo autoadjudican. Tal proceso ha de continuar de manera casi ininterrumpi- da hasta los primeros afios del siglo actual, e indica c6mo el control del poder del Estado sirve para que la clase dominante utilice sus mecanismos para acrecentar su propio capi- tal. ° En este sentido, Halperin ha mostrado, porun lado, cémo, en Buenos Aires, “el Esta- do provincial, administrado desde fines de 1820 por una élite administrativa y profesio- nal urbana, colocada en el poder por el ejérci- to que custodia la frontera indfgena y por mi- licias rurales que durante la agitada década re- volucionaria han suplido a menudo la ausen- ciade fuerzas regulares, deben tomar asu car- g0 tareas esenciales en el proceso expansi- vo": la defensa misma de la frontera, el go- biemo y la administracién de la campafia, y otras relacionadas con la apropiacién de Ta terra, " y por otro lado ha destacado algo que se relaciona con mi afirmaci6n precedente: “el régimen de enfiteusis, si no suprime la he- 4 gemonfa de los grandes hacendados en el sec- tor rural, tiene una consecuencia econémict social cuya importancia no podria exagetar- seal poner adisposici6n de los posibles com- pradores de tierras extensiones précticamen- te gratuitas impide que se acelere la valora- ci6n de la tierra; asegura que el efecto de una disponibilidad tan vasta de tierras nuevas se mantenga, durante um periodo relativamente prolongado. Gracias 2ello los costos de pro- ducci6n ganadera padieron mantenerse ba- jos”. 2 idiferenciacion resulta del do- los pastos (tierras con pastos’ de una prolon- gada y dela proximi- dad al centro: para el salade- 100 parael sea €poca, el in- vemador no puede: geografica- mente en otro! &se, el cerca- noalacn Aires, mientras que ticrras que: la frontera expan- dida- se destimam 2 era (Bastos més duros). Est4 claro que més tande el ferrocarril, al permitir el acercamiento del ganado por otro medio de transporte Gistimto de su propia lo- comoci6n, borrs esta primera divisién de zo- nas de crfae invemada y establece otras nuc- vas. La consecuenciamo es s6lo.la diferencia que el ganadero percibe en su renta (en este caso, primera forma de la renta diferencial), sino cmo afecta la aceién de los saladeristas. Giberti ha indicado que los campos de crfa se encuentran al surde Buenos Aires (las nuevas tierras), y los de invernada al norte, entre los saladeros y aquellos; en tal ubicacién, los in- vernadores compran “puntas de novillos al corte a los estancieros, para luego clasific los y engordarlos. Al actuar en forma deci va laubicaci6n del campo, se facilita la accién conjunta de los saladeristas, que eran a su vez los principales invemadores. En definitiva, el saladero aleja doblemente al productor del centro de consumo” y lo deja en desventaja, sometiéndolo a los precios impuestos por los saladeros. Es que ahorael vacuno no s6lo pro- vee el cuero y la grasa (etapa de nuestra his- toria ganadera en que los estancieros crfan y matan en sus propias estancias para luego Ile- var el producto a los comerciantes, cuando no van éstos mismos a buscarlos), sino la carne para salar (en gran escala, para exportar); yen esta situaci6n el productor vende el animal en pie, encargdndose el saladerista de lo demés; pero si la estancia no se encuentra cercana al establecimiento industrializador, la presencia del invernador (que compra al criador para vender al saladero) constituye una etapa in- termedia. * El saladero es una actividad industrial ca- pitalista en 1a que el hecho dominante es que quienes Ia ejercen son terratenientes (Dorre- g0, Trapani, Rosas), 0 comerciantes devi- niéndolo (los Anchorena que estén detras de Rosas), 0 barraqueros (el oriental Pedro Tré- pani). En cualquier caso -de origen terrate- niente o comercial-, el capital invertido en la industria saladeril lo es en cardcter accesorio a otras actividades (ganaderfa 0 comercio), y no constituye un capital comercial devenido industrial que como tal capital industrial ad- quiere autonomfa. y termina dominando a aquél. En las condiciones existentes en la prime- ta mitad del sigleo XIX, los terratenientes y comerciantes rioplatenses encuentran una manera de sortear el obstaculo de la escasez de capitalesy de acumulacién mediante el im- pulso de una actividad productiva que se ca- racteriza por necesitar una inversiOn inicial baja y redituar altas ganancias. Las inversio- nes rurales, manifiestamente en ascenso a partir de la década de los veinte, reemplazan a aquellas preferidas del final colonial: el co- mercio de exportacién e importacién, las Pileta de un saladero en Magdalena. SS. { Aduana de Santa Fe; el edificio fue demolido en 1895. 15 fincas urbanas y las compafifas metropolita- nas, El comercio importador-exportador ser4 cada vezms una actividad controlada porlos comerciantes britdnicos residentes en el pats, dependientes de las casas metropolitanas, En el reacomodo que se produce, los comercian- tes rioplatenses se convierten ena) sociosme- nores del comercio de Londres y Liverpool (Braulio Costa, Aguirre, Félix Castro), b) te- Tratenientes (Anchorena, Sdenz Valiente, Santa Coloma, Alzaga) o bien, en el caso de los arruinados, c) en agentes politicos de los grupos dominantes (Sarratea, Beldustegui). * Acompafiando .— tal vez marcando el rumbo— el proceso de acumulacién de tie- Tras por los comerciantes, se encuentran los comerciantes ingleses. Los primeros de estos Megan al Plata con las invasiones de 1806/ 1807 y la apertura del puerto de Buenos Aires al comercio libre. Ellos cumplen una funci6n disociadora de las estructuras tradicionales del mercado portefio (Halperin), Ia cual no puede impedir algunas medidas gubema- mentales. Ferns opina que la supervivencia y el crecimiento de dicha comunidad, después de 1810, quedan librados a su capacidad en la materia, la que se manifiesta a través de tres elementos: el bajo costo de las manufacturas, la abundancia de capital comercial y 1a expe- riencia y vinculaciones comerciales. "° Para Halperin es posible distinguir dos etapas: en la década de 1810 predominan los mercados ambulantes, poco afectos al crédito, alejados de la complicada personificacién del sistema tradicional y prontos a buscar directamente a los productores; en 1a década siguiente, en cambio, la aventura cede lugar al intercambio de cuero. rioplatense por algodones de Liver- emis En el perfodo se va produciendo una clara division de trabajo, una especializaci6n de comerciantes, cuyas consccuencias econé- micas y sociales han de ser importantes du- ante largos afios: en I{neas generales, los co- 16 merciantes britdnicos controlan el comercio exterior, y los rioplatenses el interior (fluvial y terrestre), aunque en uno y otro hay alguna Presencia nacional y extranjera respectiva- mente. Asf, porejemplo, Manuel Riglos, An- tonio Lezica, Juan Pedro Aguirre y Manucl Arroyo y Pinedo son destacados comercian- tes argentinos vincullados al comercio exte- rior. De la misma manera, se cuentan impor- lantes Comerciantes €xtranjeros que son pro- Dietarios de embarcaciones de cabotaje, que se suman 4 navios de ulltramar, es el caso de John Robinson, James Brittain, Thomas Nel- son, William Parish Robertson, Robert Tay- = ‘Um fuerte niicleo de Controla ¢] trans- porte fl ‘de Roxas, Remi- gio Gonzélez “Antonio Bemérdez, Mariano Vid = Dorrego, Angel Vi- llegas, Juan: J. Farias, Mariano “junto con O en sus activi- ‘Boreamericanos”. Proceso, el c6nsul in- tancias, granjas. saladeros y otras empresas ganaderas es comsecuencia de la guerra de 1825-1828. Si los comerciantes ingleses controlan el comercio de ultramar, relegando el interior a Jos nativos, los hacendados portefios mantie- nen el control de la produccién, si bien rele- gan el transporte y comercializacién. Desar- mando la argumentacién de José Marfa Rosa -que cree que la exportacién de la produccin Resios del muelle en Magdalena, prov. de Buenos Aires, de donde se exportaba carne salada. 17 Rancho de la estancia Los Cerrillos, de la compaiita saladeril de Rosas y Terrero. Tomds de Anchorena saladeril a las plantaciones tropicales es un. ‘elemento de independencia econémica- Hal- perin Donghi ha indicado que “... ena médi- da en que la salaz6n no reemplaza sino com- plementa laexportaciénde cueros, y cada eta- paen a expansion del salado se traduce de in- mediato en un mayor stock exportable de aquéllos, que solo podria colocarse utilizando los servicios, siempre imprescindibles, de ese sistema de comercializaci6n. La consecuen- cia de la actividad de los saladeristas no es la independencia econémica, sino el manteni- miento de altas ganancias para los hacenda- dos en medio de una continua expansién pro- ductiva, En esta primera escaramuza (entre los saladeristas y los abastecedores, en 1817) se afirma ya lo que seré la politica de la clase terrateniente que llegar4 luego a ser hegem6- nica; reservarse la produccién; ceder a aso- ciados muy frecuentemente extranjeros el transporte y comercializacién, manteniendo: sobre ellos el control imprescindible para que en la distribucién del provecho no queden esos asociados con Ia parte mds importante; esa politica, cuya eficacia se mantendrd has- ta 1910 en cuanto al cereal y hasta 1925 enlo que tocaa lacame, se manifiesta ya ensus ras- ‘gos esenciales cuando de esa clase no hay si- no un esbozo”."* De aqui pueden inferirse algunos aspectos realmente importantes y determinantes: a) los limites econdmicos de la burguesia, incapaz a) de controlar la comercializacién de ultra- mar (importacion y exporiacién) y el trans- porte; b) la exportacion de excedente através de dos mecanismos ya sefialados, el control del transporte a distancia (que incluye pago de fletes y seguros) y de la comercializacion (alos cuales se agrega el control de las inver- siones bancarias y la consecuente salida de acciones hacia Londres); esta exportacin de excedente beneficia'a la burguesfa inglesa y a sus adelantados en la capital rioplatense; c) el plusvalor, generado en el interior de la socie- dad bonaerense en sus expresiones econémi- cas mAs capitalistas -1a estancia y el saladero- es apropiado por los ganaderos, pero la ma- sa de plusvalor se reparte entre éstos y los co- merciantes ingleses; d) la alianza de clases que se articula implicitamente, a través de una coincidencia de intereses, entre los ganaderos bonaerenses y la burguesfa inglesa, cuya ex- presi6n directa o visible son los comerciantes radicados en Buenos Aires; pero detrés de és- tos estén los burgueses residentes en el Reino Unido, mandantes de ellos. Que esta alianza es ventajosa y férrea lo demuestra el hecho de que, pese a varios enfrentamientos, dura un largo siglo. En cuanto al interior, si bien se observa - manifiestamente en Cérdoba y La Rioja- un desplazamiento hacia la ganaderfa, es decir, a lacsfera de la producci6n, la actividad econé- mica predominante sigue siendo la distribu- cion y cambio, la circulacién de mercancfas, © sea, el comercio. Ello hace que sean los co- Merciantes quienes detecten el poder: en Tu- cumén lo monopolizan, al igual que en Salta, donde lo refuerzan por su cardcter de terrate- nientes invernadores de mulas (y Salta es el lugar donde los antagonismos y las tensiones sociales alcanzan su mayor magnitud); tam- bién dominan en Cérdoba (del Signo, Fra- gueiro, Carreras, Malde, Tejerina, Urtubey, Bustos, etc.), si bien aquf los ganaderos dis- pulardn con algun éxito las posiciones de pri- vilegio y tentardn la apertura al mercado ex- temo rompiendo con Buenos Aires através de laalianzacon los orientales insurgentes: la re- acci6n directorial terminaré con este effmero intento, cuya cabeza visible es el coronel Jo- s€ Javier Diaz, propietario de la rica estancia de Santa Catalina (antiguo dominio de los je- suftas que su padre adquirié en remate), titi- mo comandante de armas del poder espafiol, prestamente volcado a la causa separatista, donde encontrar el apoyo de quien sera, en un lustro, uno de los m4s enconados adversa- rios, el futuro directorial Juan Martin de Pueyrredén. En Mendoza, el vuelco hacia la ganaderfa de engorde reasegura el dominio de los pro- ductores y comercializadores de la agricultu- rade oasis. Las otras dos provincias cuyanas, al igual que La Rioja, Catamarca, Jujuy y Santiago del Estero, dependen de alguno de Jos cuatro centros arriba indicados. Estos comerciantes del interior (y también Jos del litoral fluvial) han dependido durante Jacolonia de los monopolistas radicados enla capital virreinal; después del 10, cuando éstos son desplazados por los sectores consolida- dos através dela politica de libre importacién y libre comercio, la dependencia seré de és- tos, obligados distribuidores de las mercancf- as europeas y compradores de la produccién local. A veces deben sufrir.en su misma co- marca la competencia de los comerciantes in- gleses y portefios; entre éstos, por ejemplo, ‘Tomas Manuel de Anchorena, que se encuen- tra en el norte del Tucumén y el Alto Peri, si guiendo los vaivenes del Ejército Auxiliar, tratando de colocar los envfos que le llegan de Buenos Aires o que solicita en dicho lugar; en 1812, para ilustrar un caso concreto, se en- cuentra en San Salvador de Jujuy, y, por ello mismo, es terreno de disputa entre los comer- ciantes portefios y los locales (conjunto de pulperos monopolistas, en opinion de Ancho- Tena). Estos acuden reiteradamente al Cabil- do de su ciudad solicitando se graven conma- yores impuestos a sus competidores “de aba- jo El.aso de los Anchorena ejemplifica, ade- mas, un estilo comercial incisivo ala vez que prudente, que no desdefia ningtin medio (in- cluyendo el contrabando) y donde la raciona- lidad (el cdlculo econémico aparece domi- nando), gufa la actividad. Contrasta, adem4s, con el de algunos comerciantes ingleses -los Robertson, en primerlugar- que recorren el li- toral hasta Asuncién comprando personal- mente y hasta arriesgando su capital en cuan- taaventurales sedujera en ese verdadero ejer- cicio de economfa recolectora. Los Anchore- na, en efecto, montar4n toda una red de con- 19 signatarios y apoderados atentos a la situa- ciGn particular que Vive la zona en la que ac- tian: asf, mientras Tomas Manuel opera en el norte y Alto Perd, Juan José Cristobal atiende laconduccién general de la casa y las relaci nes conelexterior; al mismo tiempo, Francis- co Alsogaray cubre la banda occidental del Parana desde su centro en Ja ciudad de Santa Fe, donde también actiia otro colaborador di- recto, Juan Garrig6, vinculado al gobierno; en Entre Rfos, la asociacién es con Francisco Antonio de la Torre (que en 1817 seré alcalde de segundo voto de la Bajada); Benito Torres y Juan Alsina son los agentes comerciales en Mendoza, mientras Bartolomé Carreras y Jo- sé Joaquin de la Torre lo son en Cérdoba. En el exterior las vinculaciones son amplisimas: en Chile, con Tomas Ignacio de Urmoneta, Solar y Campbell; en Rfo de Janeiro con Se- bastfan Lezica -a quien el representante nor- teamericano John Murray Forbes Hamard gran maestro contrabandista y le achacar4 responsabilidad en cuanto negocio ilfcito se realice en el comercio portefio-, Diego Gil y el apoderado Ribeiro; en la mismfsima Espa- fla, con Juan Genesy y Cia; en Inglaterra los Anchorena operan con Hullet Brothers y a través de su agente en Londres, Félix Castro; por otra parte, el tercer hermano, Mariano Ni- colds -para quicn la situacién que vive en Buenos Aires no ofrece suficientes segurida- des- hard negocios en Santiago, Rfo y Monte- video, Esa red comercial en el interior y el Li- toral permite que la familia portefia sortee el obstdculo de las fluctuaciones de los precios de algunos productos intemos (cueros, basi- camente) mediante el oportuno aprovecha- miento de precios locales; pero también indi- cala sujeci6n del comercio local al de impor- tacién y exportacién radicado en Buenos Ai- res. Esa penetracién de capitales portefios en las economfas del interior no desdefia ren- gl6n, ni siquiera aquellos que se presentan co- mo riesgosos, como el de la minerfa. Cuando 20 se experimenta la especulaci6n en minas, en la década de los veinte, capitales de comer- ciantes y terratenientes bonaerenses aparecen vinculados a las cinco empresas mineras for- madas paratentar la exploracién de minerales, de La Rioja, Cérdoba, Mendoza y el noroes- te. Ingleses de Gran Bretafia y de Buenos Ai- res -integran con aquéllos- el grupo de accio- niistas, entre los cuales aparece rara vez algiin “capitalista” provinciano. Pero incluso antes de este effmero boom especulativo, comer- ciantes portefios aparecen como propietarios mineros en Famatina (La Rioja), en los co- mienzos de la explotacion mas o menos siste- mética del mineral, en la primera deecada del siglo XIX. Mucho més avanzado el proceso, la actividad comercial cordobesa -en particu- ar en el comercio mayorista- se verd fuerte- mente influida por el papel de comerciantes bonaerenses: las solicitudes de inscripcién en el Registro Publico de Comercio que el juzga- do de 1a Capital recibe entre 1864 y 1870, muestran tanto la presencia de comerciantes cordobeses en funcién de consignatarios y/o representantes de casas importadoras de Bue- nos Aires (e-incluso Rosario), como la de co- merciantes portefios que son socios capitalis- tas de sus homénimos locales. En la misma provincia de C6rdoba apare- cern terratenientes de Buenos Aires adqui- riendo amplias extensiones de tierras en los departamentos del Sur después de 1880 (ex- pulsién de los indios). Es el caso de Anchore- na, Pereyra Iraola, Lucas Gonzalez, Ricardo Newton, Jarbas Mufiiz Barreto, Duggan, Pueyrredén, entre otros. Buena parte de estas tierras seran vendidas, al cabo de algunos po- cos afios, a precios muy elevados, concretan- do 1a segunda fase, la de realizacién 0 acaba- miento, de la acumulaci6n originaria. Esta misma fase aparece en forma muy precisa en el movimiento de propiedades de tierras del oeste bonaerense y.de La Pampa después de 1880 (sobre todo en la décadadelos noventa). He aquf otra interesante Ifmea de andlisis pa- Ta la investigacion hist6rica, especialmente Buenos Aires, aproximadamente en 1860 (Grabado de Fusoni Hnos., ed.) Vista de Parand (Entre Rios, 1858). Litografia de Mousse. 21 Tica en cuanto el proceso de acumulacién tie- ne con relacién a la cuestién de la formacién de las clases y a la de determinadas formas de ejercicio del poder politico (por ejemplo, la relacién entre acumulacién originaria y dicta- dura terrateniente en el perfodo rosista, 1829- 1852). Otro elemento destacable es la transforma- cidn de los comerciantes terratenientes en in- dustriales en la regién del noroeste (Tucu- man, Salta, Jujuy), proceso que empieza a manifestarse desde comienzos de la tercera década del siglo pasado, pero en particular desde los afios treinta. Hay consenso en des- tacar el papel desempefiado por el sacerdote José Eusebio Colombres en la promocién de a industria azucarera (1821), tras cuyos pa- sos siguen importantes comerciantes y terra- tenientes: as{ aparecen varios ingenios -tales como Cruz Alta (1824), Mercedes (1830), San Pablo (1832), Concepcién (1835), El Pa- ra(so (1838), y para este ultimo afio hay cin- co, apareciendo otros siete en la década de los cuarenta. Desde temprano, la industria azuca- rera se desarrolla por acci6n de una politica proteccionista, tanto provincial como nacio- nal, laque le permite ganar amplios mercados regionales hasta desalojar por completo ala produccién importada (principios del siglo XX) e incluso exportar.” La burguesfa del noroeste aparecer4, hacia Jos afios setenta y ochenta, como una clase re- gional notablemente desarrollada, con un fuerte poder econémico y politico -el para- digma es, como dice Giménez Zapiola, la fa- milia Posse-, pero insuficiente para imponer su hegemonfa al conjunto de la burguesfana- cional en formaci6n. La alianza politica y la solidaridad de intereses con la burguesfa del litoral, sobre todo de Buenos Aires -solidari- dad que va mucho més all4 del hecho de que sectores del Tucumén inviertan en el litoral y de esta regi6n en aquélla-, se convertiré en. una parte de la ecuacién que permitir4 solu- cionar la larga crisis orgadnica. 22 Laotrarafz de esaecuaciOn seencuentraen Cérdoba. Situada en una encrucijada de re- giones contrastantes (el Tucum4n y el litoral) y ella misma con elementos de uno y otro, la provincia mediterrénea tiene una incorpora- cidn tardfa, relativamente, al proceso de transformaci6n econémica de la segunda mi- tad del siglo pasado. Aqui los grandes cam- bios se encuentran a partir dellos ochenta (ex- cepto el ferrocarril y las primeras formas de colonizacién agricola), impulsados por una nueva fraccién burguesa que desplaza -tras ruda lucha polftica- a les sectores tradiciona- Jes. Esa fracci6n tiene, sobre todo, dos carac- terfsticas bésicas: su habilidad politica (ver- daderos profesionales) y su actividad econ6- mica especuladora, puestasambas al servicio intemacional de la época. A diferencia del litorall y del noroeste, en Cérdoba casino hay, en Iaetapa que conside- ramos, inversiones signifficativas de capital comercial en la producciéa. No hay aqu{ ga- naderos 0 terratenienies como los del prime- To, ni industriales como enel segundo. Muy avanzado el siglo, la economfa provincial manticne notablemente caracteristicas del perfodo colonial. Los comerciantes cordobe- ses sienten la repereusién del dislocamiento soluci6n altemativa al mero reajuste a esa co- yuntura “de sobrevivencia” Es cierto que la economia provincial Jangamente bifacial: al- to peruana y atléntica-irddecidiéndose por su “vocaciOn” atlantica, ya durante el rosismo, pero tratando siempre de reanudar sus 1azos con el noroeste ¢ incluso el Alto Peri: no es casual que el principal mercado de las prime- ras producciones fabriles cordobesas -hari- nas, calzado, cerveza- Se encuentre en el an- tiguo Tucum4n y hasta en la misma Bolivia. El grupo de esa ‘nueva fraccién burguesa tratard de generar -mediante la accién del Es- tado provincial- una economia industrial, pe- Restos de los depésitos aduaneros de Rosario. 23 Primera ExposiciOn de la industria argentina (Cérdoba, 1871) Archivo General de la Nacién Reunién del gabinete de Julio A. Roca (1961) 24 10 la debilidad estructural de los potenciales burgueses industriales y los devastadores efectos de la crisis de la década 1890-1900 en la economfa provincial, terminan con el pro- yecto, que cede al impulso del acelerado cre- cimiento de la economfa rural, desarrollada enlas 4reas de colonizaci6n capitalista del es- te y sur de la provincia, de ocupacién recien- te, beneficiaria de la expansi6n de la coloni- zaci6n agricola y el cultivo de cereales con centro en Santa Fe. Este crecimiento econé- mico es, sobre todo, resultado del empuje y accién de sectores provenientes del litoral (agricultores y molineros santafesinos, terra- tenientes ganaderos y especuladores de Bue- nos Aires), a los cuales se suman algunos de Ja misma provincia mediterranea. En forma sobresaliente, los immovadores se concentran nel Partido Autonomista Nacional, mientras os sectores vineulados alla antigua economia provincial se enrolan en el mitrismo (deveni- do luego Uniéa Civica y mds tarde Union Cf- vica Radical). Esta fracci6n yinewla muy estrechamente Ja actividad politica y la econ6mica: utiliza el aparato del Estado para su actividad especu- Jadora (y la espeeullaci6n es la via para la con- versiOn en terratemientes) y ella le permite afirmar su poder politico. Una y otro necesi- tan de la alianza con la burguesfa bonaerense, de la misma manera que ésta encontrard en esa “suboligarquia financiera” cordobesa ex- celente administradones de poder. Y cs bueno tener presente que el intecambio comercial entre el noroeste y CSrdoba (azticar por trigo, harina, calzado y cerveza) afiade una fuerte solidaridad de imtereses econémicos que re- fuerzan la soKdanidad politica, tanto como és- talohace conaquélla. ¥ yaquenos ocupamos de esto, digamos que las vinculaciones matri- moniales entre miembros de familias de una y otra regiOn, afiaden un ligamento tan efec- tivo como aquéllos (el casamiento de Roca con una Funes Diaz no es un caso nico). wf El problema de la formacién del Estado nacional La revolucién de 1810 trae aparejado un problema esencial: 1a construccién de un Es- tado nacional. Ella aparece como una de las preocupaciones y esfuerzos politicos centra- es inaugurados por aquélla. Sila tarea es mas larga delo que algunos de sus propulsores han calculado 0 deseado y se resuelve a través de complejos y violentos enfrentamientos, hay Conviene a Buenos Aires tiene forzosamente que convenir a las demds provincias... Cua- Jesquiera que arroje una mirada sobre nuestro termitorio ver, como ha dicho alguien, que la mayor parte de nuestros rfos convergen a un punto donde se confunden, como sila natura- Jeza misma quisiera indicar el camino que de- ben seguirlos pueblos argentinos para salvar- sey llegaralameta donde est4 colocadalaco- ronade la grandeza y de su gloria. Situado por otra parte Buenos Aires en un punto mds cer- que vera raz6n de ello en las dificultades pa- _cano aese mundo que nos lleva la vanguardia ra constituir una clasé imponer su dire dad, en la demora en que los distintos secto- res 0 fracciones que la componen alcanzan el momento 0 grado de la conciencia politica, es decir, subordinando a ellos los de las dems clases. La burgues(ade Buenos Aireses la pri- mera en alcanzar ese nivel, lograndounaba-— se esencialal constituir con los terratenientes famental capaz del Titorat unt bloque hist6rico regional, blo- — \6n al conjunto de la socie- enlamarcha dela civilizaci6n, es el centrona- tural, es, por decirlo asf, el centro fatal del co- mercio argentino. A Buenos Aires vienen to- dos los productos de las dems provincias pa- Ta consumir 0 explotarse en ella; de Buenos Aires van todos los productos que ellas nece- sitan para el consumo 0 la reproduccién. De . Ibidem, p.217-233. En el sur santafesino, cordobés, puntano y men- docino esa apropiacién es més tardia, posterior ala campaiia del desierto de 1879, También es tardia en elnone de Santa Fe. ,_Eneste sentido se parece a Alemania oriental, donde os junkers desalojan campesinos y amplfan sus ropiedades. Pero la semejanza termina alli, pues el desalojo de indigenas no tiene el mismo significado econdmico y social que el de los campesinos. Segiin acabade indicarse, ese proceso se produce en Argen- tina, en laexpansin de la frontera sur, pampeana, de Buenos Aires a Mendoza; la ocupacién del espacio chaquefio presenta otras caracteristicas, aunque la ciliminacién fisica del indio no est excluida. Por otra parte, es bueno tener presente que ia propiedad terrateniente se consolida por entonces, el lalifundio capitalistano puede asimilarse al latifundio colonial. ". Tulio Halperin Donghi, “La expansién ganadera en lacampafia de Buenos Aires (1810-1852),en Torcu- sto Di Tella y Tulio Halperin Donghi (comps.), Los ‘fragmentos del poder, Editorial Jorge Alvare7, 1969 2A, ». Ibidem, p. 25 y 28. © Ibidem: p. 36. *. Jacinto Oddone, La burguesia terrateniente, cuatta edicién, Ediciones Libera, Buenos Aires, 1967, p. 75-90. Véase también la némina de enfiteutas com- pradores en la venta de 1.500 leguas de tierra dis- puesta por Rosas (ley del 10 de mayo de 1836) y lade amendatarios de acuerdo con la ley del 10 de octubre de 1857, en p. 101-109 y 1126-136. Entre los en- fiteutas, los principales beneficiarios son Estaquio Diaz Vélez (unas 385.00 hs"), Tomés M. de An- chorena (alrededor de 322.000 ha) y Aguirre Rojas (casi 270.00 ha). Vide, asimismo, la detallada exposiciGn de datos querealiza Andrés M. Carretero en La propiedad de la tierra en la época de Rosas, Editorial e] Coloquio, Buenos Aires, 1972, p. 60- 160. 30 Sergio Bagtiha estimado en33.500.000 hael total de tierras publicas entregadas a particulares en el lapso de 75 aitos comprendido entre el primer gobierno de Rosas y el final de la segunda presidencia de Roca (1899-1904), Tulio Halperin Donghi, “La expasién de la frontera de Buenos Aires (1810-1852)" en Alvaro Jara (comp.) Tierras nuevas. Expansion territorial y ‘ocupacién del suelo en América (siglos XVI-XIX), El Colegio de México, 1969, p. 86-87. T. Halperin Donghi, “La expansién ganadera..” art. cit. p. 58. ", Horacio Giberti, Historia econémicadela ganaderia argentina, tercers ediciém, Solar/Hachette, Buenos Aires, 1970. p. 96-97. T. Halperin Donghi, “La expansién ganadera...", p. 56. . H, Ferns, Gran Bretafa y Argentina en el siglo XIX, Solar/Hacheue I* reimpresin, Buenos Aires, 1968, + Halpern Donghi, “La expansion genadera Tapa Donghi, “LaexpansiGndelafrontera...", + lperin Dong Exeapmesin gata 53, las cursivas son del astor. ”. Andrés Carretero, Los Amchorena, Politica y ne- gocios en el siglo X*X, Ediciones 8* Década, Buenos Aires, 1970, p. 27-28. . He desarrollado este asumio en El mineral de Famatina entre la revolaciée: y la especulacién, 1800-1830, 1976 (inédita), particalarmente en los capitulos 4, Sy 6. En el trienio 1901-1908 se exporta el 33% de la roduccién anual con un promedio anual de 40.482 toneladas. Estas cifras y las demés referencias al caso de la burguesia turumans estin tomadas del excelente articulo d= Marcos Giménez Zapiola, “El interior argentino y ef “desarrollo hacia afucra’: el caso de Tucumén inelaidis'em su compilacién £1 régimenoligérquico Materislesparaelestudiodela realidad argentina (hasta 9930), Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1975,p. 72-185. Wéasetambién Jorge Balén y Nancy L6pez, “Uns euestiGn regional en la Argentina: burguesfas provineiales y el mercado nacional enel desarrollo agroexpertador”, en Desar- rollo Econémico, vol. 18, N°69. Buenos Aires, abril- junio 1978, pp. 49-87. Congreso Nacional, DiariodeSesionesdelaCémara de Diputades, 1869, p. 177 Bibliografii EI lector interesado, en el estudio sobre la formacién del Estado argentino y sus re- laciones con 1a sociedad, durante el siglo XIX,-puede recurrir a los siguientes traba- jos: Alimonda, Héctor: De 1a colonia al Estado Oli- garquico. (Estado y clases sociales en la Argen- tina del siglo XIX), Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Programa de Buenos Aires, 1979, policopiado. El capitulo IX, “EI bloque re- gional bonaerense” se reproduce en Waldo Ansal- diy José Luis Moreno, ver referencia, tomo 1. Alimonda, Héctor: Paz y Administracién - Or- dem e Progresso: expansio exportadora e for- mas politicas en Argentina (1860-1916) ¢ no Brasil (1889-1930), Tesis de Doctorado en Cien- cia Politica, Universidade de Sio Paulo, Sdo Pau- lo, 1982, policopiado. Alimonda, Héctor: “ ‘Paz y administracién” - ‘Or- dem e progresso": Notas para un estudio compa- rativo de los Estados Oligarquicos argentino y bra- sileiio”, en Revista Mexicana de Sociologia, Afio XLIV, N¢4, México D.F., octubre-diciembre 1982, pp. 1323-1350. Alhib, Leopoldo: “Estado y sociedad civil: Emer- gencia y desarrollo del Estado Argentino, 1810- 1930", en Cuadernos del CES, N? 6, Centro de Estudios Socioldgicos, El Colegio de México, Mé- xico D.F., 1974d (2! ed., 197). También en Re- vista Mexicana de Sociologia, Afio XXXVI, N° 3, México D.F., julio-setiembre 1975. Esta inclui- do en Ia compilacién realizada por Waldo Ansal- di y José Luis Moreno (ver referencia). Una ver- sién ligeramente modificada en Leopoldo Allub, Origenes del autoritarismo en América Latins Editorial Kanin, México D.F., 1983, pp. 115-14 ‘Angueira, Maria del Carmen: El proyecto con- federal y la formacién del Estado nacional ar- gentino, 1852-1862, Tesis de Maestria, Departa- mento de Ciencias Sociales, Fundacién Bariloche, 1978, policopiado. Angueirs, Maria del Carmen: “Estado y finanzas: tun proyecto para la Confederacién Argentina”, en Waldo Ansaldi y José Luis Moreno (ver referen- cia) Ansaldi, Waldo: “Notas sobre la formacién de la burguesia argentina, 1780-1880" (original de 1978), en Enrique Florescano (comp.), Origenes Yy desarrollo de la burguesia en América La- tina, 1700-1955, Editorial Nueva Imagen, Méxi- co, 1985, pp. 5151-583. Ansaldi, Waldo: “Sofar con Rousseau y desper- tar con Hobbes: una introduccién al estudio de la formacién del Estado nacional argentino", en re- ferencia siguiente, tomo 1. ‘Ansaldi, Waldo y Moreno, José Luis: Estado y sociedad en el pensamiento nacional, Edi- torial Céntaro, Buenos Aires, 2 tomos (en pren- sa, 1988) Amaud, Pascal: Estado y capitalismo en Amé- rica Latina, Casos de México y Argentina, Si- glo Veintiuno Editores, México, 1981. Borén, Atilio: The Formation and Crisis of Li- beral State in Argentina, 1880-1930, Ph. D. The- sis, Harvard University, Cambridge, Mass., 1976, policopiado. Chiaramonte, José Carlos: “Finanzas pablicas de las provincias del Litoral, 1821-1841", en Anua- rio IBHS, N° 1, Universidad Nacional del Cen. tro de Ia Provincia de Buenos Aires, Tandil, 1986, pp. 159-198. Chiaramonte, José Carlos: “La cuestién regional en el proceso de gestacién del Estado nacional ar- gentino. 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