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LA DEMOCRATIZACION FUNDAMENTAL El populismo en América Latina Carlos M. Vilas compilador Amecvee TL PIA ‘autores y de la permanencia y vitalidad de sus enfoques es la litera- tura quea partir de ellos, desarrolléndolos o confrontandolos, hacon- tribuido, de manera significativa, al mejor conocimiento de uno de los fenémenos politicos y sociales mas importantes de América La- tina en el siglo XX. ee 118 I. El populismo latinoamericano: un enfoque estructural” Carlos M. Vilas El populismo en América Latina Las condiciones estructurales El populismo ruso fue el primer intento sistemstico dedar cuenta de las especificidades del capitalismo tardio. Que eltrayectoteéricosu- gerido ylas respuestas formuladas no hayan sido siempre correctas, no resta mérito al hecho de haber planteado las preguntas y los te mas apropiados. Parece claro sin embargo quella situacién que constituyé el objeto desusteflexiones noes exactamente similara lade América Latina Las peculiaridades latinoamericanas se ubican en el planodelas for- maciones econémico-sociales de la regién, vale decir en la manera en que el capitalismo penetré en las sociedades locales, en la forma en que se desenvolvié el proceso de su articulacién con las formas de produccién preexistentes yalasquefinalmente subordiné —yalmodo en que las subordiné—, a las modalidades de articulacién de estas formaciones perifericas con las formaciones capitalistas desarrolla- das. La exposicion que sigue sintetiza los elementos que tienen mas estrecha relaci6n con nuestro tema, rimer lugar)el tipo de relaciones quese entabla entrela “acu- mulacion originaria" yla produccion capitalista. La llamada acumu- lacién originaria—es decir, la expropiacién del productor directo, la + Tomado de Desorrollo Econémico, vl. 28, nim, 111, Buenos Airs, octubre dembre de 1988. 119 destruccién de la propiedad privada >asada en el trabajo personal, ladisociacion entreel productor, losmedios de producciényelfondo deconsumo—i jala acumulacion capitalista; es “unaacumu- lacién que no es resultado, sino punto de partida del regimen capi- talista de produccién”.! Ocurre sin embargo que el capitalismo nose desarrolla de una vez y simultaneamente en todos los sectores y re- giones. Su desarrollo es un proceso largo y contradictorio de ex- pansién en profundidad y en extensién, que consolida sus propias relaciones de produccion al par que les proyecta sobre nuevas regio nes ygrupos de poblacién. Superadoslos primerosmomentos,la""acu- mulacién originaria” se convierte en coetanea de la acumulacion capitalista, aunque en regiones o sectores distintos del mismo pais. En la medida en que este movimiento se apoya en la diferenciacion del campesinado y del artesanado, e1 la descomposicién de la pro- duccién mercantil simple, en la expropiacion del productor directo, es un proceso de “acumulacién originaria”; en la medida en que tie- ne como base una acumulaci6n capitalista previa —y es ese capital previamente acumulado el que penetra las nuevas regiones y activi- dades— nolo es.* Lasuperacion dela economia primitiva, delas comunidades indi- genas, dela agricultura campesina, fueun proceso mucho més|ento queenlos paises de desarrollo tardio, ytambiéna diferencia de estos paises, no fue conducido por el capital industrial local, Fueron el pi- liaje colonial, el capital comercial, lasinversiones extranjeras para la extraccién de recursos naturales, los que en sucesivas etapas yolea- das erosionaron la economia mercartil simple. El capital industrial, cuando participé de este proceso, fue basicamente, y hasta entrado el siglo XX, capital extranjero. El ciclo del capital se completaba por lo tanto fuera de las economias latinoamericanas. La division inter- nacional del trabajo impuesta por los paises avanzados frend, por lo menos hasta principios de este siglo, las tentativas de industria- lizacién pe rica. La destruccién de la produccién artesanal tuvo {lugar en beneficio del capital industrial europeo, que implanté sus “\mercancias en laregionatraves del comercio exterior. Elprocesode ple estuvo acargo, en diferenciacién dela economia mercantil: 2 Vaase, K Mane, Ecaptal.t 1 cap. XXIV. 2 Vase T- Evers: El Estado en le pertferia capitalist, Mic, Silo XI, 1979, pp. 26 \ys8; E Mande. "La scumulacion onginariay I industialacion del Tecer Mundo", en Ensayo sobre el neocapitalismo, Mézico, ERA, 1971, pp. 153 yss 120 ‘sus primeras etapas, de este tipo de apitales, ysometido por lotan- toa sus especificas necesidades. Esto explica el ritmo lento deeste ‘movimiento, Cuando la industria local empez6 a desarrollarse lohizo ‘en los marcos del sistema exportador y reproduciendo los patrones deconcentracién espacialdefinidospor él. Laindustriase estab ecto ‘en las capitales (y a lo sumo en alguna cabecera urbana del hinter- land) donde la economia exportadora habia generado una fuerza de trabajo “libre”. Lo hizo, asimismo, bajo la égida del sistema ex- | portador. La industria local pasé también a beneficiarse del petron 4 dearticulaciondefinido por ese sistema, entrela economia mercantil simple y el modo capitalista de produccién, retardando adicionalmente < la consolidacién del mercado capitalista en escala nacional y le cul- minacién del proceso de constitucién capitalista de las clases socia~ les, Que esta compleja articulacién se haya traducido en ganancias extraordinarias para el polo capitalista dela economia periféricano es incompatible con su efecto limitador de la expansién social y es- pacial de las relaciones capitalistas de produccién, y del mercad> ca- pitalista.? En segundo lugar, la separaci6n internacionalentrela produccién de medios de produccién (departamento |) y la produccién deme dios de consumo (departamento Il). La industria latinoamericana se desarroll6 a partir dela produccién de articulos de consume, yel departamento I quedé monopolizado précticamente hasta la déca- ~ da de los afios sesenta por los paises avanzados. El intercambo de + mercancias entre el departamento | y el Il asume la forma del inter- , cambio internacional regido por las leyes del intercambio desigual. | El caracter exportador de las economias latinoamericanas, su am- plia apertura hacia el mercado internacional controlado directao in- directamente por las economias capitalistas avanzadas, determina ‘que la realizacién dena proporcién amplia dela produccién sea ex- 2 Bl capitalism avenzado subordina » estas formas atrasadas, incluso precapitaistas, pero repreduciendolas. La relacién Imperislsmna/eaptalismo local est6 en el centre de polémicasostenida en Pari en ls década de ls vite entre Victor Haya dela Torrey José MariStegl. La poscin asumida por Haya de a Torre —en Per elimperiaksmo precedio, desarrollo de relaciones captalstas de produccibn—, frente a Maritegui que sosuni a ‘posse lennsta delimperiamo como "se superior" deleaptasmo, se aprosima desiguna Iraner la tess de Warren sobee el impeiaismo como "pionero del capitalismo' en la petlera, Vease C. Germana, "La polemica Haya dela Torre Marten: reform o woh Bion en el Per, en Anlst, nies, 23, Lina, bril de 1977, pp. 143-181; B. Warren, ‘Imperialism. Pioneer of Capitalism, Londres, Verso, 1980. 121 temaalas economias periféricas, yse encuentre mediatizada por un ‘comercio internacional cuyas relaciones de valor éstasnocontrolan. ‘La industria de América Latina aparecié estrechamente ligada al i[eonnsno percnal Desdeel principio ese consumo constituye el mer- cadodelcapitalismo industrial delaregién. Tras|acrisisde 1929-1930 la produccién industrial local tuvo como posibilidad, ademas, abas- tecer consumos que previamente eran satisfechos por la oferta de mercancias importades. En consecuencia, la expansién del capital industrial se desenvoli6 atada al problema del mercado interno, ya no entendido como, sino constituido porel consumo personal. Es ‘claro que esta dependencia de la produccién respecto del poder de compra de la poblacién abarca solamente, desde el punto de vista tebrico, atuna fraccibn del capital industrial ya una etapa del desa~ rrollo delas fuerzas productivas, pero enlas condiciones de América Latina, yen esa etape de desarrollo, esa fraccion del capital indus trial era claramente laprincipal, y en algunos paises practicamente \tatnica, \ "1g salida hacia mercados externos no era més sencilla que en el capitalismo tardio. El desbarajuste del mercado internacional por la crisis los altos costos internos, el caracter incipiente de la produc- cién industrial, etcétera, definian otros tantos obstaculos. La expor- tacin de productos industriales que tenia lugar era la de las manu- facturas “tradicionales” en el Ambito de las inversiones extranjeras —ingenios de azticar, frigorificos, fabricacién de aceites vegetales, yotros. Sélo con la segunda guerra mundial algunos paises de la re- giénpudieron empezzr a exportar algunos productosdelas “nuevas” industrias, especialmente a paises vecinos con similares niveles de i ‘greso por habitante. Pero tan pronto como la guerra termin6, esa (( posibilidad desaparecié o se redujo sensiblemente, y el mercado | internode consumo volvié a seria meta forzosade la praduccién in= dustrial, La contradiccion entre acumulacién y consumo tuvo pues ‘modalidades de expresién particulares en América Latina: producir =| para el consumo significaba, en los hechos, para una gran fraccion [del capital, producir para la acumulacion. En tercer lugar, la cuestiOn de la pequeria empresa. En el capita- {ismo tardio la produccién industrial evolucioné répidamente hacia el gran establecimiento fabril, operando con tecnologia moderna. En América Latina existi6, en cambio, un peso considerablemente A Mrayor de los pequefos establecimientos, no s6lo en loque toca su 122 importancia numérica, sino también por su participacion en el pro- ducto industrial global; algo parecido ocurrié en ctras regiones dela periferia capitalista.* Estono quiere decir queno haya existido, tam- bién aqui, un desarrollo relativamente temprano: de grandes plantas industriales. Ese desarrollo existi6, principalmente, enlaelaboracién industrial debienes primarios exportables —aziicar, cames, aceites, etcétera. Asimismo, en las ramas que empezaron a desarrollarse a fines del siglo pasado —alimentos y bebidas sobre todo—se pre- sencié la constitucién de algunas grandes plantas que no tardaron en dar cuenta de altas proporciones de la produccién y del empleo respectivos. Pero las circunstancias del mercado internacional la que- rade 1914-1918, la crisis de 1929-1930, la segunda guerra) ylas politicas adaptativas definidas por los estados latinoamericanos far vorecieron—demanera especifica en cada pais—el surgimientode sucesivas oleadas de pequefios establecimientos industriales que con relativa facilidad y rapidez consiguieron encontrar un lugar en el mercado. Es importante destacar que esta pequefia produccion no puede ser asimilada sin mAs a la produccién pequefoburguesa. Las altas tasas de ganancia que podian obtener en el sector industrial atraje~ ron acapitalesdeotros sectores, particularmentedel comercio, ein- cluso también de los sectores agropecuario y financiero. La posibi- lidad de explotar mercados altamente protegides fue aprovechada también por el capital extranjero, sobre todo norteamericano. No hay dudas de que el sector de talleres artesanales que compone uno: de los elementos de la transicién urbana a un capitalismo industrial consolidado, contribuyé a la formacién de la pequetia propiedad in- dustrial. Pero en buena medida ese aporte tuvo ugar merced a una transformacién de ese sector en establecimientos industriales con empleo permanente de fuerza de trabajo extrafamiliar yasalariada. No eran ya pequefioburgueses, aunque eran sin duda burgueses pe- quefios. De tal manera que en América Latina la expansion del ca- pitalismo industrial combiné, en sus primeras etepas, Jadestruccién dela pequefia propiedad rural, precapitalista—manteniendo las __ precisiones formuladas mas arriba—, con el desarrollo dela peque- fia propiedad industrial urbana, capitalista, explotadora de fuerzade «Vase por efrplo B F. Hoselt, "Small Industry in Underdeveloped Countries", en Livingstone (ed). Econom Policy for Development, Hammensworth, Penguin. 1971, pp. 286277, 123 trabajo asalariada, y grandes concentraciones fabriles de capital y fuerza de trabajo. es, de manera muy resumida, la dimensién estructural del ‘@ ~| populismo en América Latina: el predominiode la produccién pa- rael consumo personal, la gravitaci6n de la pequefia propiedad “—es decir, la misma que la de su precedente ruso. Los rasqos renciales de la expansién del capitalismo industrial en el desarrollo ~{tarcio en América Latina explican que los elementos comnes he. yan podido manifestarse con efectos opuestos en uno y otro caso: en Rusia —como tambien en Estados Unidos—, para nutrir ideol6- gicamente los ataques a la expansién del capitalismo industrial; en América Latina, para impulsar su desarrollo.> El populismo, asi caracterizado, parece encontrarse entonces en esta etapa del desarrollo latinoamericano, en la naturaleza misma delas cosas. Pero que|a industria tuviera comomercado el consumo interno no es sinénimo, todavia, de incorporacién de las clases po- pulares a ese mercado. Las preocupaciones de los industriales lati- noamericanos, sobre todo en los primeros momentos del desarrollo delaindustria, estuvieron referidas a cuestiones como el nivel de pro- teccién con que podrian contar frente a las importaciones compe- titivas, ala posibilidad de conseguir exenciones de derechos de im- portacién de maquinarias, herramientas y en general bienes de inversién, a la disponibilidad de crédito suficiente y adecuado a las modalidades operativas de la industria, a conseguir un tratamiento impositivo favorable, y cuestiones similares.* No se encuentran en las reclamaciones de los industriales de la época, ni en los debates parlamentarios, referenciasalanecesidad deampliar elconsumode | las masas para acelerar el crecimiento de la industria. Y cuando las | hubo, se traté demanifestaciones esroradicas, ajenas al émbito em- \ presarial, y que por lo demas cayeran en saca rato.” $ Lo mismo ocurre con el nacionalsmo como Heologia. En el capitalise avanzado fue uno de los componente deo Wesloia fascia en el tercer mundo es uningrediente de as cha antimperialistasyanticolonialisas. Respecto de los industalesargentinos, tase por ejemplo D. Cuneo, Comporte _mientoy crisis dela close empresaria, Buonos Aires, Plasmar, 1967, pp. 73, ¢; sobre Brasil N, Villa Luz, A lute pelo industilizagSodo Brasil, Sao Paulo, Eatore Alle Ome- ‘98,1975, cap. V. 7 En Mésco, por eemplo,e programa del Partido Liberal (1 de uo de 1906) plantes- ba "cuando el pueblo es demasiado pobre, cuando sus recursos apenas le learaan pars ‘mal comer, consume so ticles de primera necesidad y aun ito en pequetia eae |] 124 La crisis mundial de 1929 permiti6 que la industria de América Latina diera e gran salto —pero sobre todo en aquellos paisesde la regién que ya contaban con una ciertaplataforma industrial. Laofer- ta industrial local se expandi6, a partir de la crisis, sobre el espacio de consumo dejado vacante por la retraccién del comercio exterior y por las politicas cambiarias, arancelarias y otras, implementadas enla region desdeentonces. Elcrecimientodelcapitalindustrialtuvo") lugar orientado hacia una demanda preexistente que no era, en lo fundamental, ladelas clases populares, por més que fuera demanda de bienes de consumo y de uso final. Esto vale tanto para los paises, que contaron con cierto crecimiento industrial desde fines del siglo XIX.* como para los que directamente comenzaron ese crecimiento despues del desencadenamiento de la crisis intemacional. No obs-~ tante, lo que se acaba de sefialar no significa suscribir la tesis del ca- racter suntuariode las mercancias generadas por el sector.” Nosélo Pero estos hambrenios dejan de srk, s lean a estar en condiciones de saistacer su ‘sf una palabras i ab les ex Beno siguera regularmeste pa thoy estan prvados hard necesana wna rio fo milones de paias que hoy vegetan el hamreyenla desnudez comorsrmenos mal. use ope ycalatoy dey detener petite por todo ajar. la demanda de ial generosy otetos que hoy es kmigricante tumerara en Proporciones colette, ls nist, I gratia, el cemercio, toda eerd mater mpd » desarellsrse en una cecals que mse searanria mientras subisteran a= huales condiciones de miseno general” En A, Cordows, La ideologia de To Revoucion ‘mexicana, México, thn, 1979, p12 i 1929 a partcipacion dela produccisn incu enol PA dels Argentina akanz 16922 8, en Minco 14 2, en Uroguay 12, en Bras 11,7 por diento, Aunque W. Bae ln ort Substation ad lndustriahzation in Latin America, Experiences ard Interpretaons cn Letin American Research Review, Vi. 1. 1972, pp. 95-122) ama que no puede ha Stars propiomente de indstalzacion en América Latina antes de 1930, el hecho es qe hacia 1914 ln indusna argentine abasteria e191 po cleto del consumo dé alimentos ol 88 del consumo de indunentariaysrticuloe de locator, 1 80 de la demanda de materles do onstrucion, east ot 40 del consumo do productos qumicos, etcetera. Veare Ea, ‘Agrarian Expansion and Indstral Development in Argentine. 1880-1930", en R Cart (ed), Latin American Ajfairs, Oxiord University Press, 1970 (St, Arshony’s Papers, num. 22) Segin estimaciones, en 1933 la indusina basa abastcin el 82 por cient de eonaume de todos, 97 dal decalaado, ol 68 de bebida, casi el 43 de productos fraser thos, mis del 50 de muebles. fosferos. corbaas, a casi tlaidd de or aticulosenvados, stettera Viase W Dean, “A indusriaizacso durante @ Republica Vela". en Histore Ge ral de Cwizogso Brasileira. Il O Brasii Republicano. 1. Estrutura de Poder e Econo ‘nia (1889-1930), Sa0 Paulo, Dilusto Eater, 1977, cap 1 ° Tess sstentada entre cites por R. Mauro Marrs, La diléctica de Ia dependenci, Santiago, =O, 1972.45. Amin, "Sel Retance snd the Nev International Economic Or. der", Monthly Review. vo. 29, nim. 3, juloragecte de 1977, pp. 1-21 necetidaies normal 10, consumed de ‘yon produceson de ee 125 porlacomposicién predominantedela oferta—alimentos, bebidas, cigarros y cigarrillos, calzado, vestido, y similares, constituyen en esta época, segtin los paises, entre la mitad y tres cuartas partes del producto industrial—, sino porque el caracter de clase del consumo viene dado menos por d tipo de mercancias que se ofertan —si se quiere, por su valor de uso— que por el perfil dela distribucién del ingreso y, por lo tanto, por el tipo dominante de relaciones de pro- ducci6n, de as que la distribucin del ingreso suele ser una especie de contracara. En algunos paises dela region hubo cierta expansion del consu- ‘mo popular urbano, pero fue, de cualquier manera, reducida. La _{ produccon industrial buseécaptar,fundamentalmente,lademanda de los grupos de ingrescs medios. La integracién fisica del territorio nacional, a través de la ampliacién y el mejoramiento de la red vial y ferroviaria, del sistema de comunicaciones, etcétera, jugé en este sentido un papel principal, al abrir el mercado de consumo de las burguesias y fracciones medias del interior —provinciales, departa- mentales y similares—a la produccién industrial ‘La extension del mercado a través de la incorporacion de las ma: sas al consumo industrial, cuando la hubo, tuvo lugar basicamente como una derivada del aumento del empleo urbano. El crecimiento de la ocupacién en lo que genéricamente se denomina sector terci rio fue de magnitudes emplias y conocidas. Pero también crecié el empleo industrial, aunque con cifras menos espectaculares.!° El es- tilo tecnologico prevaleciente en|las principales ramas delaindustria parece haber desempefiado un papel importante en este sentido, por ‘su caracter intensivo en fuerza de trabajo, y por la relativa homoge- heidad tecnolégica precominante. Lo primero, porqueel incremen- to de la produccién se epoyaba mas en el aumento del volumen del | ‘empleo que enlaintensficaciéndela explotacin de la fuerza de tra- bajo que ya estaba ocupada. Lo segundo, porque las diferencias en tltamafio de la planta no se reproducian en proporciones similares | enlaproductividad de lamano de obra respectiva. Esta situacion be- neficié particularmentealos establecimientos pequerios, que en esa etapa generaban, segiin ya se indicd, una proporcién importante de la oferta industrial. Ellopor varias razones: 1) laplanta de dimensio- 10 Véase Naciones Unidas, El proceso de industralizaciinen América Latina, Nueva ‘York, ONU, 1965, pp. 43-44, 126 ae nes mas reducidas y de volumen fisico de produecion menor no sig- nificaba necesariamente, ni automaticamente, niveles similarmente menores de productividad yde eficiencia operativa; 2) los costos de entrada al mercado eran relativamente bajos y de acceso mas ome- nos posible para los pequefios capitales ¢ incluso para algunos ta- lleres familiares; 3) las cuestiones de economia de escala no eran particularmente importantes."" Este tipo de crecimiento industrial a través del aumento del em- peo de fuerza de trabajo asalariada se favorecié del excedente de ma- jho de obra creado porla economia exportadora eincrementado por Ia crisis internacional. No se tradujo, por lo tanto, en aumentos sa lariales. Al contrario: dadas las caracteristicas orgénicas y tecnolt irelvalordelafuerzadetrabajounacompo- cl capital industrial pudiera presionar sobre ese excedente yforzara } los salarios a la baja. Esta es, posiblemente, la principal explicacion de la considerable elevacion de la tasa de ganancia industrial en la mayoria de los paises dela regién que transitaron esta etapa. Porlo tanto, la orientacion del capital industrial hacia el consumo interno, ° su soporte parcial en la pequefia empresa, poco onadattuvieron que ver, en este periodo, con la distribuciin de! ingreso hacia los asala- riados, o con una supuesta "“derocratizacion” delas relaciones de la produccién. En los casos en que algo de esto existi, el desplaza-~ miento dela curva dedistribucién del ingreso tuvo Ligar mucho mas | - por el aumento de la masadeasalariados, que por el crecimientodel salario por hombre ocupado."? Pero incluso ello estuvo mas ligado” 11 “La mayor producividad de una industri |. no ha aumentado con el crecimiento el tamato de las Tabicas",sefialabs 2 principos de la década de 1940 uno de los mis ‘inaricos industrials ergentinos. "Parscerla quela terdencia actuol para lograr une mayor qroeion dena determinode rama dels indistna —en conpmio— cosine en radi Carat de os bricas El futuro industrial nos levera mas bien a una cert interdependen cards ls fSbrica integrates de una rama dela industria, con tamafo indvidales meno- Tes in expecialzedos.” Vease Torcimto D1 Tala, Problemas de la posguerra, Busnos Aires, Hochatte, 1943, p. 49. “Sin embargo en Argentina la expan del empleo industria no imide que duran ta décad de los inlay principios dela delos cuarena la curva de distnbucin del ingreso te movers en sentido regres ln partiipacin de sueldos y salaries ene ingreso interno ‘eieeaho. Vease G Di Tellay M,Zimdman, Las etapos del desarelio econémico orgen- aor seioe Aires, EUDEBA, 1967, p. 478; CEPAL, EI desarrollo econémmico y la dst eon del nore en lo Argentina, Naa York, Neciones Unidas, 1968, cueko 39. sare, 127 ; ‘I alas proyecciones politicas e institucionales de este esquemadecre- cimiento, que a las tendencias de base del mismo. La dimensién politico-ideologica Las consideraciones anteriores permiten conceptualizar al populi mo como una modalidad de acumulacién de capital que emana de una configuracién determinada dela estructura productiva de la so- ciedad. Ahora bien: no existe unz automatica conversién de esta dimension estructural en una estrategia de acumnulacién, ni esa di- mensi6n implica, mecanicamente, la concertacién de unaalianza “‘ver- tical” de clases entre la burguesia industrial y la clase obrera Tespec- tiva. El paso de una situacién de ecumulacién a una estrategia de [ acumulacién ya.un sistema dealianzas, ocurrecomo un proceso po- litico-ideolégico, que tiene sus races en esa estructura, pero que {pose una autonomia relativa yune especificidad propia. Laconver- 4 y | ye | t sién dela situacién en estrategiaremiteal campo politico-ideol6gico enlamedida en queunaestrategiaceacumulaciénes, en iltimo ané- lisis, un proyecto politico de conduccién de la sociedad a través del Estado. La posibilided objetiva de una estrategia de acumullacién es asi producto de condiciones sustantivas que son definidas en el ambito {de los hechos econémicos, perosucristalizacion en un proyecto he- 'geménico y su efectiva aplicacién se determinan en el campo de la lucha politica y, por titimo, en su articulacién con el Estado ~am- bito en el cual la estrategia de acurnulacién deviene politica econé- ‘mica. Que una alianza de clases y un proyecto de acumulacién surjan ‘como posibles en la esfera de la economia, no significa su concre- cién necesaria, en la medida en que ésta depende asimismo de con- diciones y de elementos que se definen y se emplazan en un ambit \distinto, por més que se derive estructuralmente de aquélla."? Origen y desarrollo de! movimiento sindicelergentino, Buenos Aires, Anteo, 1958, na- ra varios casos de reducciém absolta de nivel del aaarios, Sobre Brasil wiaseF. Wellort, oP-cit, en la nota 1. 19 Este articuo tiene por objeto discutr ls fctores que interinieron en Ia contitcion bbordinacién al sistema exportador, la burguesia industrial debia ‘encontrar esa expresion politica en el Estado, pero era dificil que la \hallara mientras mantuviera su subordinacién al sistema exportador. \ Elpasodela situacién populistaala estrategia populistafuedado Y. [ desde afuera de la burguesia industrial. Provino de la instancia po- Iitica y basicamente de los aparatos del Estado. Hubo sin dudas den- 130 tro de la burguesia algunos sectores que vieron con claridad el pro- blema. Pero en general se trat6 de voces aisladas, o bien emitidas después que el Estado habia avanzado ya en su tarea de imponer a la sociedad la dinamica de la acumulacién populista."* La oligarquia tenia sus partidos politicos y también los tenia, de alguna manera, el proletariado urbano. Los industriales, especialmente los que se de- sarrollaron a partir de la crisis de 1929, carecian en cambio de un partido que articulara sus intereses. EIEstado, orientado porelrégi- men populista, fue un intento de llenar ese vacio. ‘ Una indagacién del modo en que estas contradicciones fueron superadas 0 por lo menos reguladas por el Estado, y de los factores ‘que condujeron a ciertos aparatos del mismo a una identificacién con eldesarrollo de la industria domestica y la consolidacién del merca- do interno por la via de la demanda asalariada, va mas alla de los li mites fijados para este trabajo. El avance de la industrializacion mi alla de las fronteras que le imponia el esquema exportador y, en de- finitiva, la division internacional del trabajo, y el ascenso politico de los industriales dentro del bloque de fuerzas dominantes, se apoya- ron, a través del Estado, en lamovilizacién de las masas urbanas. La estrategia populista de acumulacién, convertida ahora en politica eco- némica eimpulsada desde el Estado, no fue ya solamenteuna forma de afianzara la industria en a estructura de la produccién, sino tam- bién de alimentar la movilizacién de las masas y de consolidar poli ticamente al capital industrial tanto en sus contradicciones con el is: tema exportador, como frente a las propias masas. ~ Parece excesivo, sin embargo, hablar en general de una alianza de clases entre esta fraccién del capital ylas masas populares urba- nas, como sustento de los regimenes populistas. La expresion alian- zadeclases seha convertidoen monedacorriente enlaliteraturasobre 4 Por simpo, sures predecesores dele Confederacion Generel Econtmica (COO en Argentina, coma la Federacson Argentina de Entdades Delersoras del Comercio yl ndus- two, en la década de 1930, Véase J. Lindenboim, “El empresaro industrial argentino y sus corganizaciones gremials entre 1930 y 1946", en Desarrollo Econémico, vol. 16, nim. 62, juloseptienbre de 1976, pp. 163-20], En Meco es conccido papel deserpetodo por le Canacinta (Cémara Nacional de a Industria de la Transformacion), vease’S. Mosk, Industral Revolution in Mexico, Los Angeles, Univesity of Calfornia Press, 1954, La Carta de Pes Social elaborads en a Conlerenca de Teresa de la Azociacién Comercial de Rio de Janeiro mayo, 1945) eatipdab en su articulo 3: "Nolo por motive de side sido nade omnes ec, reno re desert fer adguisitivo del poblacin,principamente rural, digo a increrenta a ‘toad sys brilace demesioconemiiorttena et 131 el tema, pero en general se da un significado impreciso al término, méstica; su incapacidad para asumir el costo econémico y politico ‘que pareceria no tener otra jerarquia que la de una categoria empi- de un acuerdo conlas masas; la progresiva reduccion del espacio es- rica —incluso en trabajos que centran en la cuestién de las alianzas tructural para la implantacién de una politica de desarrollo capita; todo su esquema de anélisis.* lista nacional; la debilidad organizativa e incluso la heteronomia del Una alianza de clases supone necesariamente una cierta equipa- componente de masas, o bien, en otras situaciones, sus intentos de racion entrelas fuerzas confluyentes, y por lo tanto su autonomia or- avanzar por encima de los mérgenes de participacién reconocida ganizativa reciproca; supone un programa conjunto —por lo menos | ‘como legitima por la formula populista, dan la imagen, mas quede implicito— y en consecuencia una conciencia en todas las fuerzas par- una alianza, de un sistema de equilibrios inestables de compromi- ticipantes, de la direccin del trayecto a recorrer en comin, del modo so, impuestos “desde afuera” de las clases, y fracciones involucra-' como habra de recorrerse yde su duracién. Cuandosehablade “una das, por el Estado. cierta equiparacion de uerzas”,nose planteaun empate politico en Pero alianza o sistema de coincidencias coyunturales no fue una trelas fuerzas involucradas, sinola concertacion deacuerdosdentro relacién directadeclase aclase. Lascaracteristicas objetivas y subje- de un émbito determinado, ambito en el cual las contradicciones exis- tivas de las clases y fracciones involucradas determinaron el desa- tentes entre las fuerzas implicadas no desaparecen, pero se subor- rrollo de una mattiz de relaciones entre la burguesia industria y el jinan a otras contradicciones —generalmente respecto de terceras movimiento obrero y de masas mediada por el Estado, donde éste sustituye la carencia en los industriales de un proyecto propio de he- ‘gemonia. ElEstado es el encargado de garantizarla vigenciade estas 4, tiene sentido afirmar en general la existencia de una alianza de clases relaciones y de asegurar su reproducci6n, creandose asi la imagen entre los industriales y el proletariado urbano ena base del regimen deun Estado “separado”, “almargen”, “encima” del bloquede fuer populista. Mas bien parece haber existido, en esta etapa, un conjun zas en el poder y de las contradicciones que nutren la dinamica de tofluido de coincidencias yacuerdos coyunturales, no sélocon el pro- lasociedad, cuando en realidad es sumasauténtico producto. Le po: / letariado, sino también, ya veces sobre todo, con clases yfracciones sibilidad de emergencia del dirigente populista, con su amplio mar- del sistema exportador, e incluso con fracciones del capital extran- gen de accién personal, entronca también en este ensanchamiento | fuerzas—que aparecen como mas urgentes o més significativas, Si ‘se acepta esta muy escuetacaracterizacion, parece evidente que no jero, a través de los cuales la burguesia industrial, cobijada o susti- de la autonomia relativa del Estado capitalista periférico en tren de | \ tuida por el Estado, trat6 de impulsar la expansién de su capital." modemizacién, y en definitiva en las fuerzas estructurales que cons- Pero no sélo en este sentido deberia ser repensada la cuestién de tituyen la condicién de su existencia. tay, mas El Estado fue asila conciencia de la burguesia populista. Su inter- vencién econémica en la fijacionde precios, en|areglamentacién de las condiciones de empleo, en la distribucién del excedente a través las alianzas verticales. La falta de una “conciencia populi atin, de un proyecto politico aut6nomo en la burguesia industrial do- 115 Por ejemplo M. Peralta Ramos, Etapas airEG caren Coe to del gasto piblico, tuvo como objetivo la creacién de bases sélidas para ~ Arve (19901970), Baeos Pres Slo XX, 1972 y G. 'Dernl, Eto yaar quela acumulacién capitalista industrial, en elniveldelas empresas, | caries pudiera reproducirse. Francisco de Oliveira, en un trabajo siempre 16 Retrandoe al prime pedo peor, Cardoso seta con aceto a noe actual, lo sefial6 con claridad: en esta etapa el Estado intervino sroplamente dela concn de unset exjreso de aanaas sino dena ‘coyuntra de Fer gue tiene al Ena come condetable™ =H. Cardoso, Ideologies deo urguesio : Indusval en sociedadesdependientes, Meso, Siglo XXL, 1973, p. 106. Ea un anise para destruir el modo de acumulacién para el cual la economia se del sindeaiemo popula tresleno,Wellrt hala de “alonss y compromisos de ccs inclinaba naturalmente, creandoy recreandolas condiciones del cia ere los grapos domnantes que sobrevieran ala revolicion del ‘30 y los qe se nuevomodode acumlacion, En este sentido se sustituian los precios Ioan depts dese "Los dat en poli Sra 19551964. oF del "mercado veo" por “precios sociales" cua incomes peri icc seats Monn sbe stor peer polio en Amerie veo" po re 4 tina, Buencs Aires, El Coloquio, 1974. la consolidacién del “nue rercado”, esto es, hasta que el process de 132 133 \ ‘acumulacién se oriente, con cierto grado de automaticidad, por los ‘nuevos paraimetros, que seran el nuevo lecho del rio."” Pero el crecimiento dela actividad econémica del Estado y la refor- mulacién de su contenido fueron en general menos el resultado de las presiones de la burguesia industrial, o delas masas populares, que la iniciativa de la burocracia civil y militar, La asociacién entre J elcrecimiento econémico nacional y el desarrollo industrial provino | antes del Estado que de la sociedad, y se manifest6 en una mezcla de argumentos econémicos, planes de estrategia militar y plantea- mientos emocionales. Por otra parte, la politica de industrializacion, yen general de qas- topiiblico, tal como fue impulsada por el Estadonovode Vargas des- de comienzos de la década de los cuarenta, o por el gobierno militar argentino surgido del golpe de! 4 de unio de 1943 —yposteriomen- te por el gobierno peronista—, tuvo precedentes conocidos en el New Deal de Franklin D. Roosevelt y en las recomendaciones anti- ciclicas de lord Keynes. Durante las décadas delos treinta y cuarenta laactiva intervencién del Estado en los hechos econémicos era algo admitido sin ambages por la teoria yla practica de la politica econd- mica occidental A través de las nacionalizaciones, las expropiaciones y la inver- sion en nfraestructura, energia y combustibles, acero, cementoysi- ‘ milares, el Estado creé las condiciones para unamés acelerada yam- plia formacion de capital en el sector privado. Con la extension y el ‘mejoramientodelos sistemas desalud, seguridad social yeducacién, se hizo cargo total o parcialmente de la reproduccién ampliada de la \fuerza de trabajo, tanto en el plano material como en el ideol6gico. El experimento mexicano de “educacién socialista” da buen testimo- nio de esto. Junto a la tremenda movilizacién politica que motivo, ala terminologia, y frecuentemente también al deseo socialista que laroded, a os conflictos sociales y politicos que aceleré y que con- ducirian delredicalismo inicial auna posteriormoderacionyfinalmente asu terminacién oficial en 1946, el proyecto obedecia asimismo a lanecesidadde vincularla educacién escolar alasnecesidadesdeme- joramiento e incremento de la produccién, en momentos en que el 17 Viase F de Olvera, “A economia brasilire: Citica 8 razao duaista”, en Estudos ‘ceBnap, 2de octubre de 1972, pp. 282 134 crecimiento de la productividad del trabajo se prefiguraba cotno la fuente principal de la explotacién laboral. Como declar6 Cardenas: lanueva educacién “capacita mejor al campesino para cultivarlatie- ra, al obrero para aumentar los rendimientos de_la industria, al pro- fesionista para vincularse con las necesidades del pueblo”.® Elaumento de salarios, la nueva legislacién latoral, la politica so- cial, fueron otros tantos mecanismos que, al par que recogian de- ‘mandas levantadas desde mucho antes por las masas, permitieron fortalecerlasbases de acumulaciéndela fracci6n ndustrialdelabur- guesia e integrar a las masas al sistema de dominacion politica. La extensién de la sindicalizacién hacia las masas recientemente urba- nizadas yla institucionalizacion de_las organizaciones sindicales como aparatos del Estado, conjugaron reclamos populares con la necesi daddeacotar el potencial disruptivo de las masas, introducirdiferen- ciaciones en elseno delas clases populares, derivar hacia frentes no antagénicos sus demandas y reivindicaciones, y disponer de una fuer- zaalaque el régimen populista pudiera recurrir para arbitrar en los conflictos entre las fracciones dominantes, y para preservar su pro- pia autonomia. El populismo combina asi, respecto delas masas, movilizaci6n y manipulacién, organizacién y represin —esta ttima cada vez que la manipulacién es insuficiente para mantener la movilizacién den- tro de los margenes legitimados por el Estado, e impedir la autono- mizacin delas organizaciones ylas practicas porulares. Elelemen to corporativo que se reconoce en el Estado populista —la integra- cién como aparatos del Estado, de las organizaciones oficialmente representativas de los intereses categoriales de lostrabajadores yde Jos empresarios—., parece haber tenido como finalidad principal la reduccién, 0 el acallamiento, delas diferencias y contradicciones en el ceno de una y otra clase. Can el recurso a los “cuerpos interme: dios” se buscé asimismo disminuir y despolitizar el nivel delos con- flictos sociales generados por la transici6n hacia el nuevo patron de acumulacién. El régimen populista pudo asi delegar en los aparatos bburocraticos de esos cuerpos —aparatos generalmente tnanejados enaltima instancia por el Estado—la regulacion de las contradiccio- nes intemas, sectoriales, corporativas, reforzando la imagen de las 1 Partido de a Revolcia Mexicana, Cérdenas hablal, México, La Impresora, 1940, 261 135 contradicciones como algo extemo, y eventualmente convirtiendo ‘enproblemasde reglamentacién adrrinistrativalos enfrentamientos politicos que pudieran suscitarse. La ideologia de la armonia yla condiliacion social es asi parte esen- cial del proyecto politico y econémico del populismo. Pero lo nove- dosodel populismono eslaideologia dela armonia socialen simisma; dicha ideologia se encuentra formulada ya en el liberalismo de Fré- déric Bastiat. La innovacién del poptlismo radica en quela armonia social que se postula no tiene lugar ene individuos/ciudadanos, sino basicamente entre clases sociales que hasta el advenimiento del ré- gimen populista estuvieron enfrentadas por antagonismos queame- nazaban con la destruccién del todo social, y en que esa armonia se alcanza mediante la ampliacion de la participacién politica y social de las masas populares. La coexistencia arménica dellas clases se presenta en el discurso populista como la tinica alternativa aenfrentamientos catastréficos. Cuando el interlocutor es el movimiento obrero, laaltemativaalacon- certacién es el capitalismo agresivoy voraz; si el interlocutor es el ‘empresariado, la alternativa a la concertacion es, naturalmente, la revolucién socialy el caos. En uno yotro casolla idea de armonia so- cialexpresa la realidad de los compromisos entre clases y racciones dela que emerge el regimen populista. Es un regimen de compromi- sos, pero de compromisos para impulsar la transicién estructural de tuna economia agraria a una economia industrial y urbana. Este do- blecaracterdecompromisoyde transiciénalmismotiemposeve rifica en cada ambito de la actividad estatal. En los parrafos anteriores se mencionaron algunos aspectos de esto; algo similar puede sefialarse, por ejemplo, en relacién con el nacionalismo populista. El antimperialismo de los regimenes popu listas tuvo como finalidad la reformulacion de las modalidades de ar- ticulacién del sector extranjero al mercado interno. No la eliminacion dela presencia del capital extranjeto, sino su modernizacion; vale decir, stu desplazamiento hacia amtitos estratégicos para el nuevo ppatrén de acumulacién, y por lo tanto menos irritativos, o nada itri- tativos, desde el punto de vista de los intereses y della ideologia. Las contradicciones entre este nuevo patrén de acumulacién yel capital extranjero se referian basicamente al tipo de inversion que constitu yé el enmarcamiento del sistema agroexportador: servicios publi Cos, extraccion deminerales, combtstibles yenergia, ysimilares. En 136 consecuencia, al mismo tiempo que el Estado proyect6 su presencia sobre el sector extranjero “viejo” —con medidas que fueron desde la simple reglamentacién y un control mas escrupuloso sobre la ac~ tividad de las firmas extranjeras, hasta nacionalizaciones més o me- nos amplias—se definieron politicas orientadas aatraer, y geran- tizar, la actividad extranjera en las nuevas areas de prioridad del capital industrial, en las que se trato de disefiar instancias de com- plementacién entre el capital industrial nacional privado yestatal, v el capital extranjero: acuerdos de actividades conjuntas, suministro de tecnologia moderna, etcétera. El reducido éxito alcanzado en ge- neral por estos intentos en el marco de la vigencia del proyecto po- pulista es conocido; es importante advertir, sin embargo, como se van anunciando, en el seno mismo de ese proyecto, algunos de los ‘elementos centrales de la estrategia de acumulacién que habr d2 po- ner fin al esquema populista."? En la literatura sobre el tema es frecuente encontrar, casi como cuestién autoevidente, la ecuacién populismo = distribucién, ein cluso distributivismo —connotandose asi niveles excesivos de di tribucién de los ingresos hacia los asalariados, dados los niveles y ritmos prevalecientes de acumulacion de capital. Tal identificacion peca de demasiada generalidad. La exposicion precedente sugiere que el elemento distributivo, cuando efectivamente existi, fue fun- damentalmente un capitulo de la estrategia de acumulacién. En este. sentido el populismo podria ser caracterizado como una estrategia de acumulacién que “pasa” por la distribucién, Pero aun asi, cor esta ‘explicitacién del tipo especifico de relacion entre acumulaciény dis- tribucién que es propio del populismo, la caracterizacién siguesien- do excesiva. La distribucién de ingresos, en términos reales, hacia Jas masas, no es una constante del populismo. Es innegable que algunas politicae populistas tuvieron como meta mejorar la pertici- pacién de los asalariados en el ingreso nacional, pero tambien 2s in- dudable que.al mismo tiempo que el regimen populista ntentaba dis- tribuir, la sociedad lograba concentrar —a través de la inflacién y el crecimiento delladiferencia entre el aumento de la productividad del! 29 tase TE Skidmore, Brasil. De Geto a Castelo, Rio de Jancio, Paz e Tera. 1976, pp.297y28..A Anguano, El Estado y la politiea obrera del cardenismo, México. ERA. $975, pp. 100 ys. J.C. Esteban, Imperilismo y desarrollo econémico. Buenos Aes Palesra, 1960, F Portocarreo, Eigoblerno milior ye capital imperialist, Lina, Cue demas de Sociedad y Pobtice, 1976. 137 trabajo y el aumento de las remuneraciones, entre otros canales. ‘Hubo asi experiencias de regimenes populistas que mejoraron efec- tivamente, en términos reales, la posicién de ingresos de los asala- * \riados: el peronismo en la Argentina y el batllismo en Uruguay son \posiblemente los casos menos controvertibles. El largo periodo de Vargas parece ser, en cambio, una situacién opuesta, en la que los inerementos nominales de salarios no alcanzaron a compensar lacai- da de los niveles reales. El sexenio de Cardenas en México, la ac dentada presidencia de Goulart en Brasil la experiencia militar pe- ruana entre 1968 y 1975, ofrecen panoramas més matizados.”” Por otra parte, es sabido que en general el populismo dejé de lado, _en sus vertientes distributivas, alas masas rurales, Brasil es posible- mente el caso mas claro; el proyecto populista fue financiado en l- timainstanciapor las masas delcampo. CuandoelgobiemodeGoulart traté de llevar al campo sus reformas sociales, el intento aceler6 la descomposicién politica del regimen populistay a reaccion del con- junto de las clases propietarias. Las excepciones més notorias al confinamiento urbano de las politicas distributivas son el cardenis- ‘mo mexicano ya etapa del gobierno militar peruano que concluyé en 1975. Enambos casos el populismo se apoy en gran medida en cel impulso prestado a sendos procesos de reforma agraria; ello per- mitidla aperturadel campo ala produccién industrial, aaceleracion del proceso de diferenciacién clasista en el campo. a reduccion del precio de la fuerza de trabajo urbana, y la modernizacién capitalista de laagricultura. Elreparto agrario mexicano significé ademaslacon- solidacién de la pequefia propiedad agraria de conformidad con las demandas de las masas campesinas ¥ las orientaciones mas caras del populismo agrario mexicano." Argentinay Uruguay, dondeelcon- ceptode “masas rurales” debe ser adecuado alas condiciones espe- cificas de sus economias agrarias, prosentan casos mas complejos. No hubo en estos paises procesos de redistribucién de la propiedad de latierra, pero se experiment6 cierta modernizacion de la organi- 20 demas de ls obras ya citadas de Wellort. Olviray Anglano, Véase entre otros O. laeni El eolapse del populemo en Brasil, México, UNAM. 1974, 8, Siherman, “Labor Ideoloay are Economic Development in the Pernt Epoch, en Studies in Comparative International Development, 11, 1968-1969, pp. 243-258, Tr'Sin embargo. Cordencs se opuso férreamente a que los campesinos ¢incorporaran junto los obreros en la Confederacion de Trabajadores de México (CTM) creada en 1936, Glace Zavala Echavari, “El Estado y el movimiento chrero durante el cardenismo". en Estudios Poles, 9, enero-marzo de 1977, pp. 5-26 138 zaciéndela produccién yenlasrelaciones entre|as clasesdel mundo rural; tuvieron lugar asimismoalgunos intentos de ransferencia par- cialdelarentadela tierraalas clases ruralesno propietarias —Y, Por supuesto, hacia la burguesia y los asalariados de las ciudades. El discurso politico populista expresa con claridad la presencia y articulacién de los distintos componentes del proyecto populista ¥y sus ingredientes ideolégicos: la subordinacién aparente de la pro ‘duccién al consumo; la exaltacion de la pequefia propiedad; la acu- ‘mulacién a través de la expansion del consumo; la caracterizacion dela explotacién capitalista como deformacién y abuso; la amplia- ion del consumo popular y el fortalecimiento de las organizaciones sindicales para consolidar la heteronomnia politica de las masas, do- tarde apoyoal Estadoyprevenir “desbordes”y "excesos” delasma: sas; el papel auténomo del Estado como gestor supremo delaarmo- fa social y de la cooperacion politica entre las clases; el caos como ‘inica alternativa: Creemos por tanto que sepuedeintentarla industrializacion de Mex! col. levitando aquellos males del industrialismo que son evitables, tales como la aglomeracién urbana, la explotacion del hombre por el hombre, la produccion paral venta en vez de para el consumo, lai seguridad econémica, el desperdicio, la produccion de objetos medio res jlamecanizacion delos rabajadores|...| Los errores delsistema industrial no son inevitables, o por lo menos asi lo creemos quienes hemos sofiado con un México de ejidos y de pequetias comunidades industriales dotadas con los adelantos dela electricidad y de buenos sis: temas sanitarios, comunidades en donde la produccién tenga como fin [a satisfacciGn de las necesidades humanas, en donde la maquinaria seemplee para liberaralhombredeltrabajo rudo yen donde,nosien do a produccién un fin en si mismo, jamés puede ser “excesiva’ El consumo no debe estar subordinado a la produccin; es decir que subordine el capital y sus onventencias al consumo y alas noce Sidades. Esta es la teora justicialista...] Cuando aumentamos el es- tandar de vida y forzamos el consumo, subordinamos el capital ala feconomia y a produccién al consumo, No preguntamos alos indus- trialessivana producirmés cuando aumentamos cinco veces elsala- 22 Yease R. Beleta, Pensamienio y dinémica de la Revolucin mexicana, Méico, Nua México, 1951, p. 213. La cia pertenace a un ditcurso pronuncado por e autor veestefancionerio del gobierno mexicano 4 dello 1935 en a Universidad de Virgins, 139 rio yaumenta cinco veces el consumo. Noles preguntamos sisesalen ddelpunto 6ptimo. Nonosimporta. Ahora estin produciendo més|...] Cada unocomemés,vistemejor,vivernds elizylos capitaistasganan més ahora que antes ”* Las clases productoras, que reamente contribuyen a la grandeza y alaprosperidad nacional, el comarciante honesto, cl industrial tra- bajadory equitativo, elagricuitor quafecundalatierra, notienen azn para abrigar temores |... amis deben recelar dela fuerza del pueblo losquetrabajan con el pueblo parael pueblo, Lo quela leyno protege nitoleraes el abuso, la especulaciondesenfrenada, lausura, elcrimen, Ia iniquidad, la ganancia de todas las castas de favoritos y de todos los ‘pos de traficantes, que hucran sobre la miseria ajena, comercian con elhambredesus semejantes ydanhasta elalmaaldiablo paraacumular riquezas a costa del sudor, dela angustiay del sacrificio dela mayoria delapoblacion.** ‘Ahora ya sabernos quelos esfue"20srealizados en beneficiodelos obreros no sélo no perjudican al irdustrial progresista y bien inten cionado, sino quemejorenlas condiciones generalesde produccién y La poquetia planta de producion no desaperece, pero su naeraleza cami, como también st erticulacién en el mercado, Se rata de planias con alta ctacion de capital in \vertido per trabaador,Integradas a cadenas de produccién pare las que eaboren partes ‘eterminadas,sometidas argos controle de cated, ritmos de produccion, presentacion {al producto, ecétera 143 cionarias con insercién en las masas, ladificil rearticulacion delas bre labase delos incrementos diferenciales depproductividadydesa- politicas de desarrollo nacional, aceleran, cada uno a su manera y larios, pero esto es posible cuando las organizaciones sindicales son enconjunto, elagotamientode estos populismos “tardios” espectra~ deébiles o estan subordinadas al Estado. Se ha visto sin embargo que _{ 23: Loqueantes fue prctia sinconciencia, ahora esconcienciasin. uno de los soportes de los regimenes populistas —y de hecho el so- +. practica. porte principal—eslamovilizacién popular en tornodelas cor Pero las contradicciones estén inscritas en el niicleo de la estra- tascategorialesy dela participacion social. Por otra parte, tegia populista de acumulacién, aun mientras existe su base estruc- en las ineas de dinamismo del crecimis tural. Veamos primero algunas de ellas en el ambito de la burguesia Jas ramas con alta absorci6n de empleo laboral, pro industrial. Sila produccién industrial se contenta con orientarse ha- nes de consumo generalizado yorientadas hacia el mercado interno, cia la demanda de los grupos de ingresos medios, como ocurria an- hacia ramas de elevada composicién organicaddelcapital, generado- tesdelaarticulacién politica del proyecto populista, su alcance es bien ras de bienes intermedios de capital yde consumo para capas de al- reducido. Apoyarse en cambio en|aampliacion del consumo dema- tos niveles de ingreso, y crecientemente orientadas hacia las expor- as, implica aceptar una regulacion extraeconémica dela tasadega- taciones, redujo el papel de los salarios como fuente generadora de nancia, y eventualmente uns cierta reduccion de ella. Es cierto que demanda yde reciclaje hacia las empresasdelimpactodelos aumen- la experiencia populista concibe una contrapartida a esto: el creci- tos enlasremuneracionesalafuerzadetrabajo, yencambioacentud\ miento del mercado interno implicaria, en principio, la generacion su gravitacién en la estructura de costos de las firmas, reduciendoel | | | deuna masa de ganancia mayor, que vendriaa compensar la reduc atractivo que un buen trato con los sindicatos podia tener ante los |) cin de la tasa de ganancia.** ojos de los capitalistas, y acotando concomitantemente el margen | Esevidente sin embargo que esta posibilidad, cuando existe, est egitimo de maniobras del sindicalismo populista ‘inicamente al alcance de la fraccién de la burguesia que produce ‘Sea como fuere, el mercado negro, el desabastecimiento, la de” mercancias de consumo generalizado, y por lo tanto no ofrece res presién combinada con inflacién, los estrangulamientos externos, | ~ puestas a las otras fracciones del capital industrial, y generalmente notardan en aparecer en el horizonte del proyecto populista, minan- acelera su enfrentamiento al proyecto. Para preservar sus margenes do y rctrando sus bses scales * : de ganancia estas fracciones tendrén que evadir, mas temprano que Esténén segundo lugar, Jas contradicciones conlaburguesiate- 24° tarde, elsistema de controles, y el efecto habré de hacerse sentir, an- rrateniente ycorratgunos séctores del capital extranjero, que nutren tes odespués, dentro dela fraccién que produce para el consumo per- elcaracter antioligérquicoy nacionalista del populismo. Ya sehase- sonal, a causa de las relaciones intersectoriales e interindustriales alado que desde la perspectiva de la burguesia industrial estas con- Por otra parte, la existencia misma de los controles actita negativa~ tradicciones no son contradicciones antag6nicas, pero ello no sig. mente sobre las expectativas de futuro de las empresas —incluides nifica que se trate de meras diferencias circunstanciales entre buenos las empresas de la burguesia populista—y tiende a desalentar la in- camaradas. No sblo porque Ia presencia de las masas en la escena version. El motor de la economia capitalista es la tasa de ganancia politica amenaza con profundizar tales contradicciones y llevarlas empresarial, cuando més alta mejor, mientras que el proyecto popu mas alla de los limites demarcados por los intereses de la burquesia lista se empefia en ponerle un techo, industrial asumidos por el Estado, sino por el nivel de conflicto que Lamodernizacién tecnol6gica, la elevacién de la composicién or- su estallido involucra, desde que la consolidacién de los industriales ganica del capital, permite en pri quelaburguesiaacumuleso- | _ como fraccién hegeménica —consolidacién que muchas veces pa- | recetener lugar malgré sol— plantea como una de sus condiciones 5 Vease por eemplo, DS. Yale, “The Marsan Theory of Crisis, Capital and the Sta te’, en Economy end Society, 2, nim. 2, mayo de 1973, pp. 186-232, sobre ls cuestion —|___36 Vase por ejemplo A. Ferrer. "La econamiapoltica del percrismo, en El Trimestre ei elacin entre tas y mats de gonancia en le acumulaion de capital, Econémico, 173, enerormarz0 de 1977, pp. 73-115, 144 145 ore {8 3} yectoburgués, pero oasienta en a activacén delas masasyla case \ cierta reorientacién de la estructura productiva a costa de posicio- nes e intereses de algunos inversionistas extranjeros ydealgunas frac~ ciones de la gran propiedad rural. } Estas tensiones y contradicciones son en defintiva una forma de /expresiéndelaccontrediecion fundamental ydela fuente generadora de lainestabilidad esencial del populismo, derivada de sucarécter de | proyecto que se apoya sobre tentativas de amortiguacion y armoni- Zacin de las perspectivas de las masas populares y obreras por un lado, y del conjunto de las clases dominantes por el otro. 7 Nacido de a estructura, este conjunto de contradicciones se pro- _=yecta hacia la dimensién politico-ideolégica dela experiencia popu- lista, yse combina y potenciacon las contradicciones propias deeste nivel. El populismo practica una reorientacion de las presiones po- pulares, pero para ello debe canalizar, antes que simplemente re- primiro eliminar, tales presiones. ‘Limita la autonomia de las masas, perodebe aceptarlahastaqueloslimites son alcanzados; practicaun hacionalismo selectivo, perono puede proscribir el antimperialismo; no es antiburgués sino, a lo sumo, antioligarquico, pero no esté e! ‘Condiciones de rechazar tn principio de cuestionamiento a la pro- Piedad ya la empresa capitalista; apunta a impulsarla acumulacién. e capital pero se presenta fomentando la movilizacion y la organ\- vacion del proletariado. Ensintesis, erigela imagen soberanadelacon- { ciliacién y la armonia de clases, pero para ello debe legitimarlaidea de cambio, movimiento, contradiccién. Esta naturaleza contradictoria del populismo; mas precisamente, la especificidad delas contradicciones que le son propias, desorienta a menudo a los observadores y los lleva a hablar de un populismo “de masas” diferente de un populismo “de élites”, de un populismo bur- ‘gués en contraposiciéna.un populismo socialista. Esun enfoqueine- xacto. El populismo siempre combina, por su propia naturaleza, elementos conservadores y elementos de progreso: asume un pro- Sbrera. El populismo tiene una realidad unitaria, por mas que sea U dad de opuestos, unidad contradictoria, Esta contradicci6n se man- tiene hasta el final, e incluso es en el final que adquiere su maxima, | ymuchas veces més desorientadora, expresién: siendo una estrate- | gia capitalista, cae golpeada por la burguesia. ¢ Enlapromocién de la estrategia de acumulacion de capital, el ré- 4 men populist planteauna ‘movilizacién popular que siempre resul- 146 ta excesiva para la burguesialatinoamericana, aunque sea necesa- ria para impulsar sus intereses de clase. Elreformismo anticipatorio del populismo es demasiado sofisticado, y general mente también demasiado caro, para una clase entrenada en la beneficencia ylare~ presi6n. Al mismo tiempo, el éxito en las tareas del populismo —la ~ consolidacién del mercado interno, la modernizacién capitalista, el impulso al crecimiento industrial— agota progresivamente su base econémica y reduce adicionalmente su espacio politico. ZEl populismo en un nuevo contexto? Elaugedel movimiento dedescolonizacion en as décadas delos cin- cuenta y sesenta, el desarrollo de procesos revolucionarios de libe- racion nacional y transformaciones sociales en numerosos paises deldenominado tercer mundo, la constitucién de varias organizacio- nes yasociaciones internacionales de estos paises, handevueltoac- tualidad a muchos delostemas planteados por el populismo. Elpeso fuerte de las fracciones y clases “intermedias” en la estructura social, resultado del ya mencionado modo en que el capitalismo se articula con formas previas de produccién ydistribucion, ylas reproduce, co- locaen elcentro del debate revolucionariola problemstica ylas pers- pectivas de estos sectores sociologicamente mayoritarios. Los mo- ‘vimientos revolucionarios reclutan sus bases y sus dirigencias, pri- mordialmente, de esos mismos sectores. La promocién de estrategias de desarrollo orientadas a la satis- faccién de las necesidades basicas de la poblacién; el debate en tor- no de las escalas de produccién y de la viabilidad de la pequenia produccién (campesina, indigena, artesanal) como uno de los so- portes de una estrategia viablededesarrollonacional; el estimulo a experiencias y proyectos de autoeducacién popular; el énfasis en el Estado como motor institucional de la transformacién y el desa- rrollo; la posibilidad de transitar hacia alguna modalidad de socialis- moa partir del capitalismo periférico; la promocién de estrategias de unidad nacional para enfrentar la dominacién externa, constitu- yen puntos centrales en la agenda del pensamiento y la accién po- iitca en muchas de las sociedades periféricas. No debe sorprender, por lo tanto, que algunas experiencias de transformacién revolu- 147 cionaria contemporéneas hayan sido interpretadas como “neopopu- listas"” Es evidente sin embargo que no basta la presencia de ciertos te- ‘mas ena agenda de transformacién social y politica para caracteri zaralprocesoque sedesenvuelvedeacuerdocon ella. Y aunqueuna discusién de estos procesos cae claramente fuera de los alcances de este articulo, queremos anotar muy répidamente —como un tema para ser desarrollado ulteriormente, mas que como una conclusién— la cuestién del Estado en uno y otro tipo de experiencias. A pesar de que es frecuente en la literatura sobre el tema encon- trarseconla expresién "Estado populista’’* nos parece, en uncién delodicho en este articulo, que setrata de una expresion inadecua- da, El Estado en cuyo marco el proyecto populista se articuld nunca fue populista. Hubo regimenes politicos populistas en el marco de Estados capitalistas —periféricos, atrasados, subdesarrollados 0 ‘como quiera adjetivarselos, pero capitalistas. Deahique en todomo- ‘mento la estrategia populista estuviera subordinada a un enmarca- miento estatal que en ciertas condiciones le dio nacimiento y apoys su desarrollo; en otras condiciones impidié que el proyecto populis- ta cuajara; en otras mas dio por tierra con el régimen populista. Los regimenes populistas nunca pretendieron, o pudieron, alterarlana- turalezadel Estado, sino modificar sus aparatos, cambiar sus modos de intervencién politica, modificar los grupos sociales en que las instituciones encarnan. Tal ver el Gnico caso en que tuvo lugar una transformacién del Estado haya sido el de la Revolucion mexicana; pero aqui la transformacién del Estado fue anterior ala etapa popu lista de la revolucion, y seria excesivo calificar a esa revolucién, en bloque, como populista. Los procesos revolucionarios contemporéneos en la periferia del capitalismo implican la destruccion del Estado preexistente, comen- zando por sus aparatos de coaccién. Independientemente de la ma- yor o menor profundidad y consolidacién de las transformaciones socioeconémicas, todas estas experiencias parten dela creacién de un nuevo Estado, del extrafiamiento politico y econémicodelasvie- 37 Véase an relacién con China y Tanzania G. Kitching, Development and Under development in Historical Perspective, Londres, Methaun, 1982, mls en genera. J. Byres, “Ot Neo Popul Pipe Dream: Daedalus inthe Third Word and the Myth of Urban Bias” en Journal of Peasant Studies, 9, 1979, pp. 210-244. 38 Viase por eerplo los obras ctadas de lan, jas fuerzas gobemantes, y de a transferencia de su poder de fuego hacia nuevos seciores sociales. Tal vez esto no parezcamucho, pero obviamente no es poco. Significa que la promocién de estrategias de necesidades basicas, tecnol&gias apropiadas, pequefias econo- miaslocales, etcétera, tiene ugar en el marcoderelacionesdepoder de distinto tipo. Yano se trata de una concertacién, mediada por el Estado, entre fracciones democraticas yprogresistas delaburguesia xyelmovimiento popular, paradotar aaquéllas delanecesariafuerza de negociacién con el resto de las clases dominantes y mejorar la rentabilidad de sus capitales. Se trata de una férmula diferente que parte de la derrota politica de las antiguas clases dominantes —in- cluidos sus elementos subordinados—y, en ciertos casos, desu eli- minacién dela escena politica. Esto no excluye que el desarrollo de estos procesos revolucionarios cree condiciones para lageneracién, a partir de los aparatos del Estado revolucionario, de nuevas o viejas formas de diferenciacién social y econémica, pero ésta es harina de otro costal. En las experiencias a que este articulo se refiere, el regimen po- pulista nunca devino poder armado; al contrario, algunas tentativas en este sentido aceleraron la reacci6n antipopulista ya caida del ré- gimen.”* En cambio, todas las experiencias revolucionarias del ter- cer mundo tienen como punto de partida la creacion de un nuevo Estado empezando por su nicleo: el monopolio de la coaccién en fun- ciéndeunnuevobloquedeuerzas queson, asi, dominantes. Quizés sea por esto, en definitiva, quetodos estamos de acuerdo en queson revoluciones. 2 Tales, por eempl, los frustados itentos de crecién de micas populares en los ‘que abrian de ser momentos inaes de os gobleros de Pers (1955) y Goulrt (1964). La ‘vestion dl resquebrjamiento del dsciptna mittary de la insubordnaciin dels subof- ‘ales también parece haber aceerado el derrocamiento del regimen de ls Unidad Popular en Chile 1973) 149

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