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TIEMPO DE
REUNIR PIEDRAS
Alef Guimel

Algunos padres me pidieron un libro para sus hijos,


algo que les diera base para conversaciones edificantes con
ellos. Así llegó a existir “Tiempo de reunir piedras” en 1984.
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TIEMPO DE REUNIR PIEDRAS

Cuando eras una semillita que crecía a oscuras y tu madre era la


tierra que amorosamente la guardaba; cuando eras un pájaro que aún
no había aprendido a piar y tu madre era el nido que lo cobijaba; cuando
eras un fruto que aún no había adquirido el tamaño y la apariencia que
debía tener y tu madre era la rama que cargaba con su peso; entonces
ya había Alguien interesado en tu formación. El Supremo Arquitecto,
Jehová, escudriñó con profundo interés todos los bienes que estaban
disponibles como material de construcción para saber cuánto podía
esperar de ti. Algunos de tus mas remotos bisabuelos había puesto a tu
nombre un bloque de honestidad. Una abuelita desconocida te había
dejado una bolsita de paciencia que debía ser añadida a la mezcla que
uniría los bosques. Un antepasado de cuya existencia no tenías noticias,
desde una lejana rama del árbol genealógico te legó un paquete de
escamas explosivas que se esparcen en tu sangre y te hacen reaccionar
agresivamente cuando los mayores te corrigen, para luego disolverse y
quedar en nada. Tal vez otro de tus antecesores donó una cajita de
música que hace sonar melodías inéditas en tu mente cuando el paisaje
que te rodea, o los simples hechos de la vida te emocionan. Quizá
heredaste una escuadra que te dicta las proporciones del dibujo; un
inmaterial diccionario de rimas que hace surgir automáticamente las
palabras que te hacen falta para un poema; una paleta de pintor que
capta la belleza fugaz de una escena: un exquisito sentido de la
humanidad que te inclina al estudio del cuerpo humano para buscar
alivio a sus dolencias, o una pujante iniciativa para la ingeniería que te
capacitará para construir un puente o diseñar un edificio.
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Desde que eras un puntito, la unión casi imperceptible de dos células,


Dios ya estaba interesado en determinar el lugar que podía concederte
en su arreglo. ¿Serías manso como Moisés, dedicado como Samuel,
decidido como Jeremías?, o en caso de ser una niña, ¿serías respetuosa
como Sara, prudente como Abigail, dispuesta al sacrificio para abrazar
un gran privilegio como la madre terrenal de Jesús?. Tus padres también
se hacían preguntas parecidas, pero sólo podían poner algunas
suposiciones dentro de esos signos de interrogación. Aunque el
Diseñador Celestial, simplemente observando el punto pequeñísimo que
dio origen a tu vida, sabía mucho acerca de ti al leer el legado que
estabas recibiendo de tus antepasados, sin embargo había algo que no
se podía decir con tanta anticipación. Faltaba ver de que manera usarías
tú el libre albedrío que se te concedía; qué decidirías guardar en tu
corazón como bienes primordiales; que alimento le darías a tu mente
para que te impulsara a ser en la edad madura, un hombre o una mujer
con un sólido capital de valores morales y espirituales.

El Gran Arquitecto dispuso el milagro de la vida que se repite en cada


niño que se forma y nace. Nuestros padres, maestros, y todos los que
nos rodean, colaboran acercándonos las piedras que necesitamos para
completar la estructura de la persona que llegaremos a ser. Nosotros
mismos decidimos si usamos o rechazamos esas piedras: si añadimos
otras o las sustituimos por bloques débiles que no nos garantizan la
seguridad de lo que estamos edificando.

Ahora es tiempo de reunir piedras en tu vida. El material que


emplees en la construcción será puesto a prueba todos los días de aquí
en adelante. Con este libro a veces vamos a reír juntos, a veces nos
pondremos muy serios, pero las dos cosas hacen falta. No vas a hallar
nada en él que la religión verdadera no te haya dado. Es solamente un
cariñoso recordatorio, una voz de estímulo que te dice: ¡No te rindas!
¡Dios ya señaló tu lugar en el cuadro brillante del futuro!

HABLEMOS COMO AMIGOS

Cuando uno siente gran cariño por una persona procura


expresarlo en una forma distinta de los demás, tal vez buscándole un
sobrenombre que a otros no se les haya ocurrido; un apelativo que al
oírlo le haga pensar en ese lazo exclusivo de amistad.
Hay palabras de las cuales nos apropiamos y se convierten en
una señal, en una prenda personal. He buscado una palabra diferente
con que nombrarte y se me ocurrió llamarte Tornillito. ¿Observaste que
los tornillos son un poquito tercos? Les cuesta entrar en las cosas, como
les pasa a los niños. No se ubican a fuerza de golpes, como los clavos,
sino sistemáticamente, cuando se les ayuda a girar la cabeza en la
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dirección que debe ir. Después que uno logra ponerlos en su lugar, ¡qué
firmes están, y con qué fidelidad guardan lo que se les ha
encomendado! Hay tornillos que sostienen celosamente las cerraduras
de cofres repletos de tesoros, de cajas llenas de documentos
importantes, de casas donde duermen niños sin temor.

Jugando con la imaginación, ese juego del que nunca nos


cansamos ni los grandes ni los chicos, me he complacido representando
a la historia como un gran taller donde se fabrican máquinas y objetos
de valor. Dios está allí forjando cosas nuevas y dirigiendo la fundición de
otras que ya no tienen razón de ser. El selecciona con sabiduría lo que
debe permanecer, y sabe darle el uso apropiado a los tornillos grandes y
a los pequeños. El tiempo pasado con todas sus eras es un gran muro, y
los hechos perdurables son placas bruñidas colocadas en él,
documentando afirmaciones que no deben caer en el olvido. La historia
tiene períodos de luz y sombra, como los tiene la Tierra cada día. Hay
lecciones muy significativas que pasan inadvertidas por un tiempo, pero
luego, en un momento señalado, el foco de la reflexión se vuelva a ellas
y las exalta, justamente cuando necesitamos tenerlas presentes.
Entonces, determinados mensajes del pasado resplandecen.

Vamos a dirigir ese poderoso reflector hacia los niños de la


historia bíblica. Algunos de ellos recibieron el honor de ser nombrados
en el libro sagrado. Cuando alguien es mencionado con aprobación en la
Biblia esto es evidencia de un privilegio mayor todavía: el de estar en la
memoria de Dios.
La memoria de Dios es un recinto inmedible para el hombre,
inmaculadamente limpio, lleno de claridad, arreglado como una enorme
biblioteca, donde todo registro está archivado por tema y por época. Allí
están los nombres de los muertos a quienes Dios quiere darles una
mejor oportunidad de vivir en el Nuevo Orden pacífico y justo. Allí están
los nombres de muchos que fueron excelentes niños y murieron como
meritorios ancianos. ¿Pensaste alguna vez en esto? El que no empieza
por ser un buen hijo, difícilmente llegará a ser un buen padre, ni un
buen ciudadano, ni un buen siervo de Dios.

De todas las épocas pasadas se puede rescatar el recuerdo de


algún niño ejemplar. En los primeros capítulos del Éxodo, el segundo
libro de la Biblia, se menciona a una niña realizando una asombrosa
misión diplomática ante una de las más altas autoridades de un
gobierno extranjero. Miriam, la hermana de Moisés, montó una guardia
a orillas del Nilo, cerca del lugar donde su hermanito de tres meses
estaba escondido en una cesta, condenado a muerte por un decreto real
de Egipto contra el pueblo que habitaba su tierra en esclavitud.
Todo hijo varón debía morir al nacer en manos de los soldados
egipcios que registraban continuamente los hogares hebreos. Esto
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resultaría con el tiempo, en un pueblo de ancianos y mujeres, las cuales


darían a luz hijos de padres egipcios, para aumentar la población del
reino que los oprimía. Así Israel iría desapareciendo, tragado por esa
serpiente gigantesca que engrosaba diezmando al pueblo de Dios.
La vida del futuro libertador de Israel, dependía en ese momento
de la sagacidad de Miriam, y de lo bien que cumpliera las instrucciones
de su madre. La niña esperó pacientemente. Sabía que a esa hora la
hija del Faraón bajaba con sus doncellas a bañarse en el río. Cuando se
acercaban a la cesta, allí estaba Miriam, sugiriendo como por
casualidad, que ella podría conseguir una nodriza que criara al niño. La
idea fue aceptada y Moisés volvió a manos de su propia madre,
contratada por la princesa. Ya no estaba en peligro de muerte; tenía un
salvoconducto emitido por la misma hija del Faraón que había dado la
orden de criarlo.
¡Qué eficaz tornillito resultó ser Miriam, cuando debía sostener y
defender algo tan importante! Dios la fortaleció para que hiciera su
parte en asegurarle a Israel un comandante señalado desde la cuna.
Varios siglos después nació un niño excelente, en respuesta a la
oración de una mujer afligida. Ana se sentía pobre y desdichada porque
no tenía un hijo para dedicárselo a Dios, Samuel, el hijo tan deseado,
vivió en un tiempo en que la adoración verdadera estaba en manos de
malos representantes. El tuvo el raro privilegio de oír una revelación de
Jehová por palabra directa. Se le dijo que Elí, el sumo sacerdote y sus
hijos, perderían el sacerdocio porque no lo llevaban con honor. Después
de haber oído el mensaje de Dios, Samuel, a pesar de su corta edad, se
hizo más firme que nunca en su lugar. El hecho de ser en ese momento
el único que tomaba en serio sus deberes, no le sirvió de excusa para
aflojar la mano y retraerse, sólo porque los otros lo hacían. ¡Qué
tornillito confiable y bien probado, manteniendo la adoración verdadera
en su lugar y sosteniendo las cosas que pendían de él! Era pequeño y
sin embargo estaba soportando un peso muy grande sobre sus
hombros, porque Jehová lo sostenía. Envejeció y murió en el camino
recto como siervo intachable de Dios.
Siglos más tarde, Jehová volvió a demostrar cuánta confianza
puede depositar en un niño. Después del excelente rey Exequias, Israel
tuvo dos reyes inicuos, Manasés y su hijo Amón. Amón fue muerto por
sus servidores en su propia casa, Su hijito Josías tenía solamente ocho
años cuando fue instalado en el trono de Israel para gobernar con la
ayuda de consejeros maduros. Dios le había prometido a David que no
faltaría un varón descendiente suyo en el trono hasta que viniera el
heredero permanente, Jesús. Esta promesa tan importante se llama “el
pacto del Reino”. Josías, con sus pocos años, estaba sosteniendo el
derecho de la descendencia de David al trono. Con el pasar del tiempo
se demostró que ese tornillito había sido muy bien elegido y ubicado,
porque mantuvo el pacto del Reino en su lugar, A los quince años
emprendió una campaña enérgica contra la idolatría. En sus días fueron
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hallados los libros de Moisés que habían estado perdidos por mucho
tiempo, y él tuvo el privilegio de hacer consciente a la nación entera de
volver a la ley de Jehová. No se apartó nunca del camino que emprendió
en su niñez. La Biblia dice de Josías que nunca hubo rey como él en
devoción completa ni antes ni después.-2 Reyes 23:25
El Dios Todopoderoso siguió haciendo buen uso de los niños.
Cuando la ciudad de Jerusalén se acercaba a su destrucción en manos
de los babilonios, el profeta Isaías fue comisionado por Jehová para
anunciar su fin. El debía decirles que, a causa de sus infidelidades, la
población de la provincia de Judá, donde estaba ubicada la capital de la
nación, iría en cautiverio casi en pleno, y solamente un resto volvería al
cabo de los años para reconstruirla.
Isaías tenía entonces dos hijos. Al mayor le había puesto por
nombre Sear-Jasub, que significa “un resto volverá”. Este niño fue usado
como una señal para los judíos. Tan ciertamente como que el niño había
nacido, los pobladores de Judá irían en cautiverio a Babilonia, y
solamente un resto volvería a la Jerusalén desolada. Dios le mandó a
Isaías que se presentara ante el desorientado rey Acaz llevando a su
hijo, y le declarara este mensaje serio.
¡Qué gozo habrá sentido Sear-Jasub al comprender, tal vez años
más tarde, que había sido un tornillito muy valioso para fijar una placa
recordatoria en los muros del tiempo! —Isaías 7:3, 8:18.
Alrededor de 100 años después, Jehová dirigió su atención a un
niño que aún no había nacido. Era hijo de un sacerdote. Dios conoce
todas las combinaciones que la ley de herencia puede producir para
darle a la personalidad humana sus mejores o sus peores rasgos. Es
habría de antemano que este niño en formación tendría una voluntad de
acero, y un corazón vibrante de fe y amor por la causa de Dios, que la
persecución más dura no podría torcer. Jehová no esperó a que Jeremías
fuera un hombre maduro para declararle su comisión. De su humilde
respuesta de deducimos que era un adolescente cuando fue llamado: "
Ay, oh Señor Jehová! Mira que realmente no sé hablar, pues sólo soy un
muchacho! ".
Jehová le aseguró que lo estaba haciendo tan resistente como
una ciudad fortificada, como columna de hierro y muros de cobre, a fin
de que llevará una dura advertencia a los reyes de Judá, a los príncipes
y los sacerdotes. Así resultó ser Jeremías. ¡Nadie pudo sacar aquel
tornillito humano de su lugar!. Tuvieron que verlo y oírlo durante
cuarenta años, pues no hallaron trampa ni castigo capaz de hacerlo
renunciar a su comisión. Su mensaje ha subsistido y tiene hoy más
significado que nunca. —Jeremías 1:4-19.
Podríamos hablar largamente Daniel y sus tres amigos que
fueron llevados cautivos a Babilonia en su adolescencia. Envejecieron
en la tierra de sus enemigos, sin dejarse quitar su mejor tesoro: la
adoración del Dios verdadero. Pasaron las más duras pruebas y no
renunciaron a su fe. Estuvieron una situación similar al ante tantos niños
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testigos de Jehová que fueron arrebatados de sus hogares bajo el


régimen nazi y de los países comunistas, durante la Segunda Guerra
Mundial. Algunos no volvieron a ver a sus padres hasta que la guerra
terminó. ¡Cuántos de ellos se aferraron heroicamente a todo lo que
habían aprendido, y salieron de la prueba acrisolados, para ser
colocados como columnas en la congregación del pueblo de Dios!
Durante el próximo milenio, millones de ojos apreciativos leerán las
inscripciones ellos fijaron sobre las murallas del tiempo.
Hoy hemos traslado mucho, querido Tornillito. Vamos a seguir
cultivando nuestra amistad a través de las páginas de este libro.
Dedicaré tiempo para volcar en ellas lo que he estado acumulando para
ti, y tú también dedicarás tiempo para leerlas. Cuando dos personas se
regalan tiempo una a la otra, se están dando un prueba de cariño,
porque cualquier cosa que gastemos en favor de los demás, se puede
reponer, pero el tiempo no lo recuperamos nunca. El tiempo es uno de
los fundamentos insustituibles de la amistad.
Habrás notado que no me dirijo a ti en el lenguaje infantil,
simplificado. El idioma español es un gigante bueno del cual vale la
pena hacerse amigo. Si nos interesamos en él y le hacemos justicia, nos
da muchas satisfacciones. te aconsejo que tengas a mano un cuaderno
para apuntar todas las palabras de este libro que no te sean familiares,
y junto a ellas, la definición del diccionario. Esto te ayudará a pesarte
con mayor exactitud y colorido.
Nosotros, los de la generación que declina, estamos mirando con
mucho amor a la generación que surge en los umbrales de la nueva era
del Reino. ¡Cómo nos gustaría que hiciera suyas aquellas palabras que
estuvieron en boca de Jesús, el niño más admirable que anduvo por la
tierra, cuando tuvo que justificar una larga demora escuchando a los
ancianos del templo: “… conviene que me ocupe en las cosas de mi
Padre”. —Lucas 2:49, Nácar-Colunga.

LOS ULTIMOS DIAS EN EL ARCA DE NOÉ

Hoy vamos a escarbar en el lejano pasado, Tornillito. Has oído


mucho acerca del arca de Noé, pero enfocaremos un aspecto distinto
del relato; la reacción de los animales cuando llegó la hora de
abandonarla. Es cierto, la Biblia no dice nada de eso; se lo tenemos que
confiar a la imaginación. Es un pequeño atrevimiento que no perjudica
nuestro respeto por el texto sagrado; es un esparcimiento que no
mengua nuestra estimación por lo que está escrito, ¿verdad?

Hacía un año que ya el arca de Noé flotaba sobre un océano total,


después de aquellos cuarenta días y cuarenta noches de lluvia que
habían hecho desaparecer el mundo inicuo y lleno de violencia. Hacía
un año que se habían apagado los gritos de los gigantes, los rebeldes
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hijos de Dios materializados, y de los Nefilim, prole gigantesca nacida


del matrimonio de éstos con las hijas de los hombres. Ellos habían sido
los últimos en morir, ya que sus fuerzas superhumanas les habían
permitido alcanzar la cumbre de las montañas más altas de aquel
tiempo. Habían llegado a ellas cargando en sus brazos a sus esposas
desfallecientes. El intento de salvarse así, burlando la sentencia de Dios,
sólo les había servido para prolongar la agonía. Desde sus posiciones
elevadas, que ellos creían que los favorecían, vieron hundirse aquel
mundo. El arca de Noé flotaba, cerrada, inalcanzable para ellos. El
hambre y el cansancio se apoderó del extraño paisaje, cuando el agua
cubrió las últimas cimas.
Los hijos de Noé llevaban cuidadosa cuenta de cada día que
pasaba y hacían anotaciones de cada período de treinta días que
redondeaba un mes. Anotaban en su diario de viaje cualquier novedad
que se registrara en aquel océano absoluto. Sem estaba tomando nota
sobre varios acontecimientos importantes de los últimos días. El cuervo
había sido enviado desde la ventana del arca y había estado yendo y
volviendo sin encontrar donde posarse. Después de esperar siete días la
paloma había sido enviada, y volvió por la misma razón. Noé había
esperado otros siete días y la había enviado de nuevo. Mientras Sem
registraba estas cosas, Noé se acercó a la mesa. Tenía entre sus manos
a la paloma que había vuelto al arca con una ramita de olivo en el pico.
-¡Esto es muy significativo, hijo! Jehová la envía con una señal,
para que sepamos que las copas de los árboles ya están al descubierto.
¡Pronto la tierra estará seca y podremos andar sobre ella!
-Padre, es maravilloso que en una manera tan suave, sin
percances para nosotros, hayamos sido trasladados a una nueva
manera de vivir. Será emocionante ver la tierra libre de crimen y
violencia. Sin embargo, me da pena pensar que los animales se
dispersarán y se alejarán de nosotros. ¡Me he acostumbrado tanto a
estar entre ellos que los voy a extrañar!
-Yo también voy a sentir la separación, Sem. Estaba pensando en
tener una asamblea con ellos antes que llegue el momento de dejar el
arca. ¿Qué te parece si los reunimos para notificarles sobre la vuelta de
la paloma y lo que esto significa?
La entera familia aprobó la idea y aquella tarde, bastante antes de
la hora de encender las antorchas, los animales empezaron a subir al
piso intermedio y se colocaron ordenadamente en un espacio que servía
de sala, frente a la mesa que reunía a la única familia humana que
había sobrevivido a la catástrofe global. Noé había preparado un
pequeño discurso de apertura para la original asamblea:
-Queridos amigos, les he pedido que se reunieran con nosotros
esta tarde porque tengo que comunicarles algo de gran importancia.
Hace un año que estamos conviviendo en esta arca que fue edificada
por mandato del Dios Todopoderoso que es mi Creador y el de ustedes.
Ciertamente, esta ha sido una experiencia muy particular. Nunca antes
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sucedió algo así, y tal vez nunca vuelva a suceder. Todos hemos tenido
que sacrificarnos un poco al estar aquí encerrados. Esto no ha sido vida
normal ni para nosotros ni para ustedes. A pesar de las incomodidades,
y aunque cada uno de ustedes ha tenido que pasarlo sin muchas de las
cosas a las cuales estaban acostumbrados, sin embargo se han
comportado muy bien y no han estado quejándose ni causando
problemas. Ustedes saben que mis hijos han estado tomando nota en
tablas de arcilla de todas las cosas significativas que han sucedido
desde que Jehová hizo que la puerta del arca se cerrara con un golpe de
viento, lo cual fue la señal de que quedábamos definitivamente
separados del mundo. Huno momentos muy emocionantes en esta
experiencia. Vamos a recordar siempre aquel día, en el mes séptimo,
cuando un gran sacudón nos advirtió que el arca había chocado contra
algo sólido. ¡Habíamos encallado en el Monte Ararat! Desde ese no
hemos flotado a la deriva, hace dos meses, en el primer día del mes
décimo, aparecieron las cumbres de las montañas, lo cual nos indicó
que las aguas estaban bajando mucho. Después de esto esperé
cuarenta días y envía al cuervo. Sería interesante que él mismo nos
contara lo que hizo.
El cuervo, con un aire solemne se compuso la garganta y dijo: Me
sentí muy feliz al poder volar al aire libre otra vez. No me cansaba de ir
u volver informándoles como andaban las cosas fuera.
Después de esto Noé le dio la palabra a la paloma. Con voz
encantadora y tono amable, ella contó sus impresiones:
-La primera vez que salí me dio mucho miedo al ver que las aguas
cubrían totalmente la Tierra. Menos mal que Noé estaba tan atento a
mis movimientos que no se separó de la ventana, y al verme volar tan
asustada sacó la mano y me ayudó a entrar. Después de una semana
me envió de nuevo; eso fue anteayer, y hace algunas horas volví con
una ramita de olivo en el pico y Noé se regocijó muchísimo. ¡Eso quiere
decir que la tierra pronto estará seca y podremos salir!.
Festejando la noticia, los animales empezar a brincar y a gritar.
Noé tuvo que dar tres golpes sobre la mesa para restaurar el orden y
recordarles que debían permanecer en calma, porque el objeto de la
asamblea era hablar de cosas importantes y preparar la mente para la
nueva vida que cada uno iba a emprender fuera del arca. Cuando se
hubo restaurado el silencio, Noé le pidió a la paloma que continuara con
su disertación.
-Cuando salí por segunda vez y ví las copas de los árboles al
descubierto mi corazón latió fuertemente. No pude menos que recordar
mi niñez, cuando volaba de árbol en árbol bajo la vigilancia de mi
madre; y más tarde en mi juventud, la emoción del primer nido propio,
donde incubé pichones y les enseñé a volar. Se me hizo un nudo en la
garganta al pensar que todo eso volvería a suceder. Cuando oscureció
tuve otra preciosa sorpresa. Ustedes recuerdan que últimamente,
mirando desee la ventana, veíamos unas lucecitas muy altas, que
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parecían ojitos que guiñaban, y una lámpara grande que iba tomando
diferente forma y tamaño a medida que pasaban los días. ¡No pueden
imaginar lo que siente al volar bajo el cielo descubierto y contemplar
esas pequeñas luces titilantes y la claridad plateada de la lámpara
grande!
El oso hormiguero, siempre inquisitivo, preguntó:
-¿Cómo es que el cuervo no nos contó nada de eso?
-Yo soy práctico y realista - dijo el cuervo - Y les confieso que ni se
me ocurrió mirar hacia arriba, como hizo esta romántica. Miré hacia la
tierra, por si aparecía algo que se pudiera comer.

El pavo real, que había subido a la asamblea con la cola


desplegada, considerando que era una ocasión para vestir de gala,
preguntó: -¿Qué nombre le darán a esas luces que no se conocían
antes?
He pensado, -respondió Noé- que a las luces pequeñas podríamos
llamarlas estrellas, a la lumbrera mayor que le da al día esa luz dorada
le llamaremos Sol y a la lumbrera menor que va cambiando de forma en
la noche la llamaremos Luna. Es evidente que esas maravillosas
creaciones estaban allí antes de existir nuestro planeta. Toda el agua
que cayó durante cuarenta días era un plafón que las cubría, y recién
ahora vemos el cielo tal como es. No sé cuánto tiempo vamos a estar
aquí todos juntos. Puede ser que Jehová nos dé la orden de salir y volver
a la vida normal. ¿No tendrás inconvenientes en que te vuelva a enviar,
Paloma, para que sepamos si la tierra está ya seca?
-¡Al contrario! Iré encantada; y les advierto que si las condiciones
me permiten permanecer, no volveré al arca. Esa será la señal que
deben tener en cuenta.
-¿No volverás siquiera a despedirte de nosotros?-preguntó la
esposa de Noé
-Soy muy sentimental, señora, y no me gustan las despedidas.
Además siempre voy a estar revoloteando alrededor de ustedes para
ver como les va; de modo que no tenemos necesidad de despedirnos.
Noé prosiguió con su amoroso discurso lleno de sabiduría y
ternura: -Quiero que miren el futuro con confianza, porque les esperan
privilegios y gozos. Cuando Dios los creó, les dio el mandato de
multiplicarse. Podrán hacerlo sin estorbos desde ahora en adelante.
Mientras yo viva y tenga autoridad sobre mi famita, nadie los va a
maltratar. Ahora me gustaría oír los comentarios de ustedes. Tú, León,
rey de los animales, sería muy oportuno que dirigieras la palabra a la
asamblea. Sin duda vas a sentirte muy feliz al emprender de nuevo tu
vida en el ambiente que te atrae. Vamos a extrañar mucho a ese hijito
uno tan simpático que todos lo consideramos un poco nuestro por haber
nacido dentro del arca.
-Gracias, Noé. Mi esposa y yo siempre recordaremos el trato
bondadoso de ustedes. Nunca olvidaron nuestra diaria ración de paja.
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Estoy ansioso por volver a la montaña llena de árboles donde me crié.


Quiero que nuestro leoncito también la conozca, ya que él nunca ha
visto una montaña.
-Puede ser que no la encuentres, León;-Comentó Sem. Pienso que
el aspecto de la tierra debe haber cambiado radicalmente con el diluvio.
Habrá montañas donde antes no las había y ríos que antes no
conocíamos. El recuerdo del viejo sistema debe estar borrado en todo
rasgo.
Jafet miró en la mirada pensativa del elefante y le preguntó: -¿Qué
estás hurgando en tu poderosa memoria?
El elefante describió un círculo en el aire con la trompa, como
tratando de resumir sus pensamientos: -Estaba recordando los días
amargos que se vivieron en la tierra desde que aparecieron aquellos
gigantes, hace ahora exactamente ciento veinte años. Tanto ellos como
sus hijos, los Nefilim, fueron muy atrevidos y muy violentos. Entraban
en las casas a disputarles a los hombres sus esposas y sus hijas, y si
ellas no querían seguirlos de buena gana; se las llevaban a viva fuerza.
-No te preocupes, Elefante. De esos malvados ya no veremos ni
los huesos, porque el agua los arrastró al fondo de los mares.

El caballo movía las patas como quien está refrenando las ganas
de salir al trote, y aprovechando la ventaja de su altura lanzaba miradas
llenas de anhelo a través de la ventaba del arca. Cuando Noé le pidió
que hiciera uso de la palabra, dijo con tono sentimental.-Debo admitir
que estoy un poco triste. Mi amo no era un mal hombre, y sin embargo
se ahogó como los gigantes, y no lo volveré a ver. El nunca mató a
nadie; ni siquiera me pegaba a mí cuando no mostraba ganas de
apurarme. ¿Por qué tuvo que morir Noé?
-Eres un animal fiel y manso y te cuesta entender lo sucedido. Los
que murieron en el diluvio no eran todos malos como aquellos gigantes.
Murió gente de buena reputación porque no creyó en el mensaje de
Dios. Le prediqué muchas veces a tu amo, y le advertí lo que vendría. El
solía detenerse junto al arca en construcción y hacer preguntas tanto a
mis hijos como a mí sobre el proyecto. Le explicamos nuestra esperanza
repetidas veces, y lo invitamos a refugiarse con nosotros, pero no creyó
que había llegado el juicio de Dios.
El mono siempre travieso, había hecho un signo de interrogación
con la cola, enroscándola en una de las vigas del techo, y se balanceaba
de un lado a otro, distrayendo la atención de los asambleístas. Noé le
preguntó si quería decir algo, a fin de hacerlo consciente de ponerse en
una pose mas de acuerdo con la ocasión.
-Me he sentido muy feliz de estar entre ustedes, y lo he pasado
muy bien. Todos demostraron ser muy buenos amigos. El caballo y el
elefante me dejaron montar sobre ellos, y el león nunca se enojó cuando
le tiré del pelo. Hay una cosa que me gustaría saber acerca del futuro.
¿Habrá bananas otra vez? ¡Las extraño mucho!.
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-Sin duda, todos los árboles que Dios creó volverán a brotar, pues
todos son útiles y necesarios.
El toro, callado y pensativo, observaba la escena. Cam trató de
indagar sus pensamientos.
Estoy cavilando sobre la necesidad de tomarme la vida en serio
nuevamente. Me va a parecer un poco duro volver a empezar después
de un año de vacaciones sin estar bajo yugo; pero cada uno debe
cumplir con su destino.
El perro, que había estado dando vueltas alrededor de los
concurrentes, ahora fue a echarse a los pies de Noé lamiendo sus
sandalias. El anciano intuyó que quería que lo escucharan y lo invitó a
expresarse.
-Quisiera pedirte, Noé, si no es molestia, que me dejes quedarme
a vivir con ustedes. Les he tomado cariño. Tú sabes que soy un animal
casero y no gusta ser un perro sin dueño.
-Hemos hablado de eso con mi esposa. Puedes quedarte con tu
compañera, por lo menos mientras no tengan una familia numerosa.
Espero que no haya peleas con el gato, que también estará
rondándonos por un tiempo.
-Miau…¡gracias Noé! Me gusta la idea de vivir en familia. Siempre
me tocó vagabundear y buscarme la comida. Por eso, antes de entrar al
arca repetía cada mañana una oración al lavarme la cara: “Ayúdame
Dios a encontrar puertas abiertas y algún plato lleno dejado al
descuido”.
Se levantó un murmullo entre los asambleístas y hubo algunos
comentarios graciosos sobre la oración del gato.
Después habló la oveja: -Yo no tengo mucho que decir, Noé.
Prefiero escuchar y aprender. Mi única ambición es seguir siendo útil a
la humanidad. Espero que tus nueras usen mi lana cuando preparen el
ajuar de tus primeros nietos.
-Lo tendremos en cuenta amiguita: que Dios te conserve mansa y
humilde como eres, para que los pastores puedan dar un buen informe
de tu comportamiento, y otros animales difíciles de gobernar se
detengan a reflexionar sobre tu ejemplo.
-Tengo la impresión de que esa era una indirecta para mí;-dijo la
cabra pateando el piso con impaciencia.-Me molesta que siempre me
estén comparando con la oveja. Además, tengo la suerte de recibir
consejos aunque no los pida. Esa es una de las cosas que me hacen
desear salir de aquí y echarme a correr por los bosques un año de
encierro ha sido más que suficiente.
Sabemos que no te fue fácil adaptarte con tu espíritu de
independencia, pero nos alegra, pero nos alegramos porque no nos has
causado demasiados problemas; -respondió Noé-.
No estoy en todo de acuerdo, papá:-dijo Jafet. A mí si me causó un
problema cuando se comió la punta de mi cinturón de cuero, y ya no me
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da la vuelta, pero mostró pesar cuando se lo hice notar, y la perdoné


con gusto,-dijo Jafet.
El loro saltaba desde los cuernos de la vaca al lomo del elefante, y
desde allí hasta las vigas del techo, repitiendo algunas de las palabras
que otros decían, como si fuese un eco de todas las expresiones. Varias
veces le habían chistado para que se callara. Por fin Noé lo llamó y lo
hizo pararse delante de él, sobre la mesa, para aconsejarlo:-Lamento
tener que censurarte delante de todos, pero tus faltas no son un
secreto. La indiscreción es tu punto débil. Tienes que aprender a cultivar
el don de la oportunidad; y en el futuro, cuando tengas el privilegio de
vivir entre los humanos, pon especial cuidado en discernir si lo que
dicen puede ser repetido ante extraños.
Noé reparó en el conejo que se había acurrucado al lado de la
leona, y le preguntó acerca de sus planes para el futuro.
-Para mí la felicidad consiste en tener una cuevita y criar una
familia grande. No ambiciono nada más, por eso me habrán visto de
tanto en tanto rascando el piso. Era la expresión de mis sueños
reprimidos.
La tortuga se movió un par de centímetros hacia la mesa. Noé lo
tomó como una indicación de que quería intervenir y le dio la palabra.
Con su habitual parsimonia dijo:
-Les ruego que me permitan ser la última en salir del arca. No me
gusta cambiar mi ritmo y no intento competir con los que quieren
apresurarse.
El asna estaba escuchando con sus grandes orejas bien paradas.
Algunos la miraban con curiosidad, como si esperaran una de sus
peculiares reacciones. El día anterior se había parado delante de la
puerta cuando Sem intentaba entrar con una brazada de pasto para
darles de comer a los que estaban en ese compartimiento, y había
costado mucho trabajo hacerla mover para darle paso.
El gallo, que por educación se había retenido de cacarear durante
la asamblea, dejó escapar un gritito mientras cambiaba de posición. Noé
le preguntó:-¿Quieres decir algo? Hace horas que no te escucho amigo.
-gracias por llamarme amigo. Me hace sentir muy bien. Aprovecho
esta oportunidad para pedirles disculpas a todos si los he molestado
despertándolos más temprano. Es algo más fuerte que yo. No puedo
dejar de anunciar el comienzo de un nuevo día.
-No hay necesidad de pedir disculpas por eso. Nos inculcaste la
buena costumbre de madrugar y empezar temprano nuestras tareas.
Pero, nos gustaría escuchar también a tu esposa.

La gallina se sintió muy halagada porque se le daba importancia a


su opinión, y alisándose las plumas alrededor del cuello dijo: -estoy muy
contenta de haber pasado esta temporada con ustedes. Fue un
privilegio poner huevos para que tu esposa y tus nueras los usaran en la
cocina. En cambio, me daba disgusto antes del diluvio, cuando los
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 15

Nefilim me los robaban a mí y a mis compañeras y los comían por


docenas. ¡Esos gigantes nunca estaban hartos!
Varios animales más hablaron después de la gallina y otros se
limitaron a apoyar lo que se decía. Noé le encomendó a la vaca que
siguiera brindando generosamente su leche y no la escondiera cuando
no simpatizaba con el ordeñador.
Le dijo al zorro que en el futuro se portara como un caballero con
las gallinas, como lo había hecho dentro del arca. La jirafa, cuya cabeza
sobresalía por encima de todas, asentía con aprobación. Se le advirtió al
avestruz que tuviera cuidado con lo que tragara porque se lo iban a
conocer en el buche, y se le aseguró al hipopótamo que iban a poner
tablones reforzados cuando tuviera que descender del arca. La cigüeña
recibió expresiones de encomio y se le animó a seguir teniendo sumo
cuidado con sus pichones, ya que su amor de madre había sido siempre
un ejemplo en el reino animal.
La garza, que se paseaba con su exquisita elegancia luciendo su
plumaje rosado, recibió muchos cumplidos por su distinción. El armiño,
que exhibía su blanca piel inmaculada, fue felicitado por su pulcritud.
-¡Lo que se perdieron los animales del mar al no estar con
nosotros!-comentó el ciervo. Cam le explicó que, aunque no habían
tenido el beneficio de convivir con los animales de la tierra, habían
disfrutado de la ventaja de no tener que hacer cambios drásticos en su
vida, ya que habían sobrevivido en su ambiente.
Para dar por terminada la asamblea. Noé tomo una vez mas la
palabra:-Sin duda ha sido una linda experiencia pasar este año juntos, lo
cual nos ha ayudado a conocernos mejor. Veo algunas lagrimitas en los
ojos de ustedes. Pero esta no es la despedida todavía. El alimento que
Jehová nos mandó almacenar alcanzó y sobró todo este tiempo. Por eso
he pensado que, cuando se nos de la orden de salir del arca, dentro de
algunos días, podremos hacer una fiestita con todas las cosas que
quedan. Vamos a organizarla bien y les pediremos a los pájaros que
intervengan cantando cada uno una canción.
Luego saldremos del arca con el corazón regocijado, a empezar
una nueva vida en la tierra liberada de toda violencia.
Aquella reunión social de despedida fue un éxito, un verdadero
despliegue de camaradería. Cada uno se esforzó al máximo por
compartir expresiones de cortesía. El ruiseñor les regaló los oídos con
una sonatina que fue un final brillante.
Un año y diez días de vida en común entre humanos y animales
fueron prueba irrefutable de que los integrantes del reino animal podrán
despojarse siempre de cualidades indeseables y ser compañeros
inofensivos del hombre en el nuevo paraíso.

LA VISITA DE JONÁS A NÍNIVE


T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 16

Hoy me propongo repasar contigo, con más detalle y en mayor


profundidad, la historia que con tanta frecuencia solicitaba oír cuando
eras pequeño. Sé que te da va a gustar tenerla por escrito. La mayoría
de nosotros miramos la historia como un plato suculento, difícil de
digerir. Hay que añadirle algunos ingredientes atractivos para
paladearla mejor. Por lo tanto, no la tomaremos completamente en
serio. Un buen sentido humor ayuda sobrellevar las cosas cuando la
solemnidad es prescindible.

En este caso, pondremos el relato en boca de uno de sus posibles


personajes, y atrasaremos el reloj en casi 3000 años para actualizar el
pasado. Presta atención a esta mujer joven, vestida de campesina,
quien se acerca sonriente a saludarlo.
Queridos amigos: ustedes no me conocen, vengo desde el lejano
pasado a narrarles una hermosa historia. Nací en Nínive, la capital de
Asiria, y ahí transcurrió mi existencia. Nosotros, los ninivitas amamos
nuestra ciudad, edificará junto al río Tigris, y estamos convencidos de
que es una de las más hermosas del mundo. El palacio real es el edificio
que más se destaca. Yo lo conozco bien por dentro, pues de jovencita
trabajé en él ayudando en la limpieza y la cocina. Sus amplias salas y
pasillos están adornados con cuadros representando las victorias de
Asiria en las guerras. Son láminas de cobre grabadas en relieve, y los
principales personajes se destacan en colores. Los asirios se
enorgullecen de sus hazañas bélicas, y las conmemoran con mucha
pompa, pero nunca hablan de sus fracasos. Han llegado a ser famosos
por su dureza para tratar a los prisioneros de guerra y a los vencidos.
No sabíamos que esto era una ofensa al más alto Dios del universo,
hasta que recibimos la visita de un profeta llamado Jonás, el cual llegó a
Nínive de la manera más inesperada.

Tuve el privilegio de ser una de las primeras ninivitas que


conocieron los detalles de su llegada. Mi esposo trabajaba con una
caravana que lleva productos de nuestro país hasta el Mar Grande,
donde son embarcados con rumbo a otras tierras. En uno de esos viajes,
cuando ellos y sus camellos descansaban en la playa, vieron un gran
pez que estaba en la orilla y arrojaba de su boca a un hombre. Este,
tambaleante y asustado, empezó a caminar y ellos lo rodearon y le
hicieron algunas preguntas tratando de entender mejor este extraño
acontecimiento. Así los caravaneros se enteraron de que él era un
profeta hebreo que se dirigía a Nínive con un mensaje de Dios. Como
nuestra ciudad está bastante lejos del Mar Grande, la caravana se
ofreció atraerlo y él aceptó.

Jonás demostró ser humilde y honestamente les contó la razón por


la cual había sido tragado por un pez gigantesco. Cuando estaba en
Israel, su Dios le había revelado que iba a ejecutar juicio sobre Nínive,
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 17

destruyéndola por sus muchos pecados. De acuerdo a la regla de acción


de Jehová, la gente no sería tomada de sorpresa por la destrucción, sino
que sería advertida de antemano. Jonás había sido asignado a cumplir
una misión como profeta y debía tomar un barco que lo acercara a
nuestra tierra. Él sabía de antemano que Nínive es una hermosa ciudad
y sus habitantes le tenemos cariño. El profeta pensó que anunciarnos la
destrucción de nuestra capital era una misión amarga de cumplir, y que
no iba producir ningún resultado positivo. Por eso decidió tomar un
barco que iba hacia Tarsis, en dirección opuesta a Nínive.
Como si el desobedecer a Jehová no fuera nada, Jonás se acostó
tranquilamente a dormir en la cubierta del barco y se olvidó de todo lo
que había a su alrededor. Aunque el tiempo estaba bueno cuando
partieron, sorpresivamente se levantó una gran tormenta, algo que no
tenía explicación. Los marineros entendieron que el fenómeno obedecía
a causas sobrenaturales y era una expresión de la ira de Dios. Echaron
suertes para determinar quién la había provocado. Lo hacían poniendo
piedrecitas o pedacitos de madera en un jarrón y revolviéndolos para
luego extraer uno. La suerte señaló a Jonás como causante de la
desgracia del barco. Cuando interrogaron al profeta, él fue lo
suficientemente honrado como para confesarse culpable. Admitió que
había provocado la situación al haberse negado a cumplir una misión
sagrada, y les aconsejó que lo arrojaran al mar para que la tormenta se
calmara y del barco y su tripulación salieran de la emergencia.
Así lo hicieron y el mar se aquietó. Pero Dios no deseaba la
muerte de Jonás. Él Siempre prefiere siervos vivos antes que mártires
muertos. Por eso, un gran pez que andaba por allí, antes de darse
cuenta de lo que estaba sucediendo, se tragó a Jonás enterito, vestido y
calzado como estaba.
Sería difícil decir cuál de los dos era el más sorprendido. Jonás
empezó mirar para todos lados a fin de familiarizarse con el extraño
vehículo. El costillar del pez parecía un techo con vigas blancas. El piso
no le brindaba ninguna seguridad; era blando y resbaladizo. El extraño
barco se movía mucho y Jonás perdía el equilibrio. Vio algo de color
oscuro que parecía un almohadón y se sentó sobre él, agarrándose de
los bordes para no caerse. ¡Era el hígado del pez! Este era un monstruo
de muy buena disposición. Se sintiera bien o se sintiera mal, le gustaba
es pensarlo cantando, y lo hizo de esta manera:

Tengo algo duro en el hígado


que me hace transpirar;
un bulto grande pesado
que no me deja virar.

Por más que pensaba no podía explicarse la causa de su malestar


y se dijo para sí:
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 18

Yo soy un pez muy despierto,


me tengo por entendido;
si me tragué algo indigesto
quizás estaba extraído.

Buscando alivio, el pez se colocaba en diferentes posiciones, y el


pobre Jonás no sabía qué hacer. Se prendía de una y otra costilla
tratando de hamacarse con los movimientos. Las sandalias de Jonás
rozaban los costados del pez que aguantaba la situación con admirable
buen humor. Pero al fin tomó una determinación:

Ya no aguanto las cosquillas,


tengo ganas de arrojar.
Voy a acercarme a la playa
para no ensuciar el mar.

Inmediatamente se sintió mejor, pero no podía creer lo que veían


sus ojos. En su idioma lo expresó así:

Me siento muy complacido


porque estoy adelgazando.
¡Qué sorpresa me dio el bulto
cuando salió caminando!

Ahora Jonás tenía que emprender la gran tarea de predicar a los


ciento veinte mil habitantes de Nínive que la destrucción de la ciudad
estaba próxima y atenerse a las consecuencias. Ni bien llegó la
caravana que lo transportaba, las noticias se difundieron. Todo el
mundo comentaba que un hombre salido del estómago de un pez traía
un mensaje de Dios. Este era un suceso extraordinario; jamás se había
oído nada igual.

Mi esposo sugirió: — “Ya que todos te conocen en el palacio real,


¿por qué no vas allá y divulgas lo sucedido? El rey debe saber que el
Dios de los hebreos se propone destruir a Nínive. ¿Quién sabe si él no
tomará alguna medida que nos favorezca? A veces el rey está tan
ocupado con los asuntos del gobierno que ni se entera de lo que pasa
en la ciudad. Y te aseguro que esto es algo que hay que tomarlo en
serio, porque cada vez que los hebreos anuncian un decreto de su Dios,
la palabra se realiza, como pasó en Sodoma y Gomorra, y en Egipto”.
No fue necesario que me lo dijera dos veces. Caminé desde las
afueras de donde vivimos, hasta el centro. Al llegar al palacio hablé con
los guardias de la puerta contándoles cuánto sabía de Jonás. Después
les hice el mismo relato a algunos del personal de limpieza y cocina. Al
retirarme me encontré con uno de los jefes del ejército que me conocía.
A todos les rogué que vieran si había alguna manera de hacer llegar la
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 19

información a oídos del rey. Al día siguiente tuvimos una gran sorpresa.
Voceros del palacio real fueron enviados a las calles a leer un decreto
que decía:

“Ningún hombre y ningún animal doméstico, y ninguna vacada y


ningún rebaño, deben comer cosa alguna en absoluto. Ninguno debe
tomar alimento. Hasta agua no deben beber. Y que se cubran de saco,
hombre y animal doméstico, y que clamen a Dios con fuerza se vuelvan,
cada uno de su mal camino y de la violencia que había en sus manos.
¿Quién hay que sepa si el Dios verdadero se vuelva y realmente sienta
pesar y se vuelva de su cólera ardiente, de modo que no perezcamos?”
— Jonás 3:7-9

El pueblo de Nínive tomó muy a pecho las palabras del rey. El


duelo nacional fue completo. La ciudad no parecía la misma de siempre.
No se oían instrumentos musicales. La gente caminaba en la calle
silenciosamente, con la cabeza baja, vestida en ropas rústicas que son
un símbolo de aflicción. Los mercaderes no exhibían sus productos en
las plazas. Nadie compraba ni vendía nada. Las caravanas que venían
de lejos respetuosamente se unieron al duelo, y los caravaneros
comentaban que nunca habían visto nada igual.
Al fin, un día, Jonás empezó a recorrer la ciudad anunciando que
Jehová había anulado el decreto de destrucción a la causa de nuestro
arrepentimiento. Entonces sucedieron las escenas más conmovedoras.
Nínive se enloqueció de alegría; la gente lloraba y reía al mismo tiempo.
Las madres estrechaban a los hijos pequeños entre los brazos; todo el
mundo se felicitaba. Hasta los animales nos miraban de una forma que
parecía que entendían lo que sucedía.
Mi esposo y yo echamos de menos a Jonás durante los festejos.
Considerándolo nuestro amigo, temimos que hubiera emprendido el
regreso a su tierra sin haberse despedido. Algunos comentaron que lo
habían visto dirigirse hacia el este después de anunciar la revocación de
juicio contra Nínive.
¡Qué extraño! ¿Se habría internado en el desierto? Empezamos a
preocuparnos por él, y mi esposo dijo: – “Preparemos nuestros asnos y
salgamos a buscarlo. Tal vez necesite ayuda”.
Llevamos algunas tortas de higos y pasas, queso, leche y agua
potable y emprendimos la búsqueda. Poco después lo hayamos sentado
al sol, junto a una enredadera seca, cabizbajo y deprimido.
-“¿Cómo puedes estar triste cuando toda la población de Nínive
está celebrando la misericordia recibida?”.
-“Estoy avergonzado, soy un mal representante de Dios; no
merezco ser un profeta. Primero, no podía comprender por qué Jehová
se había dejado ablandar y había cambiado su sentencia. Tenía la
impresión de que todo mi trabajo en Nínive había sido inútil. Pero Dios
me hizo ver mi error. ¿Ves esta planta seca? La había plantado con el
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 20

propósito de tener un poco de sombra para mi cabeza. Es una calabaza


vinatera, y cuando más contento estaba con ella, se secó rápidamente
dejándome al descubierto en este lugar desolado. Jehová me hizo
recapacitar. Si yo siento tanta lástima por una planta, ¿cómo no iba a
sentir lástima él por los ciento veinte mil habitantes de Nínive?”
¡El pobre Jonás parecía tan desvalido al lado de su planta
marchita! ¡Cuántos altibajos de ánimo! Era capaz de enojarse mucho
cuando algo no salía como él esperaba, pero después se avergonzaba y
se quedaba manso y mustio. En esos momentos su nombre, que en
hebreo significa “paloma”, le quedaba muy bien. A propósito, la
calabaza vinatera es una enredadera de muy rápido crecimiento, y con
la misma rapidez se seca por cualquier eventualidad.

Nos dio pena despedirnos de Jonás, tan humilde para reconocer


sus errores. Quizá nunca más lo veamos, ya que la tierra de Israel está
tan lejos y nosotros somos demasiado pobres para tomar uno de esos
veleros grandes que van para allá. Pero nuestro amigo nos aseguró que
algún día Dios resucitará a los muertos, como enseñaron los profetas
antes de él, y nos encontraremos en un mundo mejor. Sus palabras nos
infundieron confianza; fueron un rayito de sol en la despedida.
¿Pero… qué fue de aquél pez del Mar Grande? Su experiencia con
Jonás lo hizo mucho más precavido. Ahora trata de mantener la boca
bien cerrada cuando pasa algún barco. Pero, como no puede con su
genio, de vez en cuando mira a su alrededor, y si no hay naves a la
vista, abre la boca bien grande y canta:

Quiero vivir la gran vida


libre de preocupación.
¡No me hablen más de profetas
que causan indigestión!

TARDE LLUVIOSA

La tarde es gris y llueve,


regaña sin cesar la voz del viento
No podrás ir al patio con tus chiches.
¿Verdad que sería lindo oír un cuento?
Pero mejor aún si es una historia
repasando las cosas que por ciertas
tienen vida y fulgor en la memoria
Jesús amó a los niños;
en su ocupada vida de profeta
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 21

hubo lugar para ellos.


A gente que de él los apartaba
pensando que le hacían perder tiempo,
Jesús amablemente le decía:
“Dejen venir a mi a los pequeñuelos,
e imítenlos también si ustedes quieren
pertenecer al Reino de los cielos.

Hubo niños, testigos oculares,


en las horas dramáticas, brillantes,
de todo su glorioso ministerio.
Se sintieron rodeados por sus brazos,
se apoyaron confiados en su pecho;
callaron para oír sus oraciones
y con sus padres el amén dijeron.
Hubo niños atentos escuchando
aquél Sermón del Monte que aún perdura
sentados frente a él en la ladera.
Su voz se amplificó en la hondura
entre una muchedumbre estremecida
que oyó un mensaje antes no igualado
conmoviendo la tierra adormecida.
Hubo niños de ojos deslumbrados
contemplando sus obras milagrosas
y comiendo del pan multiplicado.
Lo vieron devolver vista a los ciegos,
curar a los enfermos y aún más,
restaurar al inválido a quien dijo:
“Levanta la camilla en que te traen,
emprende tu camino y vete en paz”.
Entre la multitud emocionada
que vio abrirse una tumba allá en Betania
y a Lázaro saliendo entre sudarios
sin explicarse aquella escena extraña;
había niños también que atesoraron
ese raro recuerdo hasta la muerte,
y en sus años maduros lo narraron
vez tras vez con su deleite.
Lo vieron cabalgar sobre el pollino,
como rey fidedigno lo loaron;
creyeron que Jehová lo había enviado
y con ramas de palma lo alabaron.
Entendían tan bien sus enseñanzas
que Jesús lo admitió públicamente
dando gracias al Padre por los niños
que eran sabios, aún más que los sabios,
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 22

y excedían a muchos por prudentes.


Fue a la casa de Jairo sin tardanza
cuando su hijita enfermó de muerte.
Doce años tenía la pequeña.
El Cristo la encontró fría e inerte.
La multitud llorosa quedó afuera
levantando plañidos lastimeros.
Jesús tomó la mano de la niña
diciéndole a le vez: “Talita cumi”;
“¡Arriba muchachita!” en arameo.

Suponte que hoy mismo tú estuvieras


en un trance mortal,
y una mano muy firme te levanta
y una voz amorosa de despierta,
liberando tu cuerpo de ese mal;
¿podrías olvidar ese momento,
o rehusar tu alabanza y tu obediencia
a un Dios de amor que no olvidó tu nombre
ni despreció el valor de tu existencia?

Sin duda, fueron muchos de esos niños


más tarde, los valiente misioneros
que persistieron en el curso bueno,
sin apartar sus pasos del camino
que marcara el preciado Nazareno.
¡Mira! No llueve más.
El sol entre las nubes se ha asomado.

Puedes salir al patio y mientras juegas,


piensa en aquellos niños del pasado.
Jesús reina en los cielos y su trono
se encuentra más allá de las estrellas.
Desde allí él ve lo grande y lo pequeño.
Él te conoce a ti, conoce a todos
los que hoy persisten en seguir sus huellas.

Mateo 19:13,14; Mateo 11:25; Mateo 14:21; Marcos 5:41

NUESTROS MAL REMUNERADOS SUBALTERNOS

Hoy te hice madrugar, Tornillito, pero es hermoso ver el amanecer


en el campo. Hemos hecho el viaje sin inconvenientes y ahora ya
llevamos casi una hora caminando desde que dejamos el auto estacionado
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 23

junto a la ruta. Estamos entrando en la espesura del bosque y pronto


llegaremos al lugar del cual te hablé. Es una cabaña que queda sin llave
para refugio del caminante. Fue construida por exploradores que vienen
de vez en cuando a estudiar la vida agreste y a buscar plantas medicinales.
Tiene un mirador alto desde donde se divisa el río y algunos de sus
frondosos islotes. Hay un cuadro decorativo adentro con una inscripción que
da la bienvenida a los que acierten a pasar por allí, y les informa que
pueden usar los alimentos envasados que están en la despensa y los
medicamentos del botiquín si los necesitan, y se les insta a dejar cosas
similares que puedan auxiliar al próximo caminante. Nosotros llevamos
nuestros propios víveres, de modo que no tendremos que consumir los que
están allí.
¿Estás disfrutando de la fascinación del bosque, sus perfumes, sus
murmullos? Algo dormido en nuestro interior responde a las sugerencias
de la naturaleza, y una parte de nuestro yo, que la civilización moderna no
pudo anular, retorna inconscientemente al lejano principio del hombre,
cuando aún no se había rodeado de ciudades mecanizadas y llenas de
amenazas; cuando se sentía parte del paisaje y se identificaba con todas
las manifestaciones de vida que lo rodeaban.
Bien, aquí está la cabaña, y aquella es la hondonada donde se
celebrará una fiesta fuera de lo común. El motivo es una boda entre monos
cultos y distinguidos. Los organizadores ni pensaron en invitarnos, porque no nos
miran romo parte del reino animal; o tal vez porque están asustados de la
reputación que tiene el hombre de ser “el animal más inteligente”. Esa es una
designación a la que no le hemos bocho el debido honor, ya que los animales
menos inteligentes nunca se empeñaron en inventar aparatos y fórmulas explosi-
vas para destruirle a sí mismos y para arruinar su ambiente natural. Un anciano
me comentó acercado esto: “El hombre es el único pájaro que ensucia su nido”.
Este acontecimiento social nos va a permitir comprobar una vez más que
en la creación no existe monotonía. Entre los organismo» vivientes, desde los
más grandes hasta los más pequeño», aun los que son imperceptibles a los ojos
humanos, tienen sus rasgos distintivos y sus personales formas de com-
portamiento. Por ejemplo, el camello es conocido por su obstinación, el elefante
por su memoria, el león por su majestuosidad, el mono por su capacidad mímica.
Estas cualidades se ven mis claramente cuando los animales están en su ambien-
te. Es lamentable que a muchos de ellos tengamos que conocerlos como esclavos
frustrados, disminuidos en su dignidad, en las jaulas del zoológico. ¡Cuánto los ha
humillado el hombre! Esto trae a la mente las palabras del apóstol Pablo en su
carta a los Romanos 8: 21,22: “... la creación misma también será libertada de la
esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Porque sabemos que toda la creación sigue gimiendo juntamente y estando en
dolor juntamente hasta ahora”.
¿Te das cuenta de todo el sufrimiento que el reino animal soporta
injustamente, sólo por estar sometido a nosotros y haber sido creado para
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 24

servirnos? No tiene condenación propia, y jamás se puso abiertamente contra


Dios, como los humanos. Es el mismo drama de un esclavo que, por estar
sujeto a un amo violento que vive al margen de la ley, tiene que verse él mismo
en peligro y sobresalto continuamente, sin haber tenido parte en las
transgresiones.
¿Has reparado en esto? Si el hombre nunca se hubiera apartado de Dios,
actuando sin sabiduría sobre la Tierra, el humo de las fábricas no mataría a los
pájaros, los desperdicios químicos arrojados al mar y a los ríos no estarían
envenenando a los peces, y las balas de los cazadores no harían estragos en los
bosques. Ningún animal moriría de hambre porque el alimento no sería escaso
para nosotros ni para ellos; tampoco perecerían de sed, porque a causa de la
enemistad entre el hombre y Dios, creada y agravada continuamente por el
pecado, Él ha dejado de controlar los fenómenos naturales. La lluvia temprana y
la tardía ya no vienen a su tiempo, como se le había prometido a Israel en
recompensa por su fidelidad. – Deuteronomio 11:13, 14
¡Mira! Ya empiezan a llegar los invitados a la fiesta. No hay que perder detalle.
Tomaremos nota sobre el acontecimiento para compartirlas con los que no
tuvieron el privilegio de verlo de cerca.

UNA FIESTA EN EL BOSQUE

Ayer surcaron el bosque


los rumores de una fiesta
que se celebró con pompa
y se animó con orquesta.
Se casaba el mono Brígido
con la monita Clemencia.
Un león muy respetable
les daba la conferencia.
Hubo entre los invitados
distinguidos animales
que se lucieron usando
muy elegantes modales.
Fue un elefante erudito
que debido a su memoria
está muy bien conceptuado
como profesor de historia.
Un camello veterano
su mal genio puso a un lado
y relató largos viajes
por desiertos calcinados.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 25

Acudió también el búho,


mensajero entre las aves,
que entre palos de telégrafo
aprendió a descifrar claves.
Una urraca azul, hermosa,
con aire muy presumido,
buscaba cosas brillantes
para llevarse a su nido.
El chajá con tu pareja
en sus zancos se elevaban.
Se habló de sus aptitudes,
pues vuelan, corren y nadan.
Había chimangos, peludos,
carpinchos agazapados,
cautas liebres, y flamencos
con su plumaje rosado.
Rodrigo, un chimpancé sabio,
tío abuelo de Clemencia,
les daba la bienvenida
y acomodaba a la audiencia.
El zorro gris, tan astuto
que pasa el día dormido,
hizo notar su presencia
con apagado ladrido.
Vino una cabra montesa
que aunque va poco a reuniones,
por curiosidad se acerca
en las grandes ocasiones.
Sobre la rama de un árbol
se balanceaba un jaguar,
mirando atento el suceso
sin decidirse a bajar.

Se retiraron los novios,


quedaban los invitados,
cuando llegó una noticia
que los dejó acongojados.
Desiderio el papagallo
no pudo arribar con vida,
pues se encontró en el camino
con una bala perdida.
Su plumaje de colores
y su cuerpecito frío
quedaron entre las cañas,
junto a la orilla del río.
Las luciérnagas vinieron
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 26

para silenciar la fiesta.


Los pájaros enfundaron
los violines de la orquesta.
Se entristeció todo el bosque
por aquella vida trunca.
A las fiestas de este mundo
las penas no faltan nunca.
Pasan y se identifican
aunque no estén invitadas.
Nadie encontró la manera
de interceptarles la entrada.
La mano de un cazador,
al apretar el gatillo,
ensombreció el regocijo
y opacó su primer brillo.
El hombre ante lo creado
razona: “Todo esto es mío”;
pero el autor de la vida
responderá el desafío.
Vendrán los siglos felices
en que nadie ha de llorar,
cuando las penas intrusas
no tengan por donde entrar.

PEREJIL ENTRE LAS ROSAS

Ayer, cuando te invité a trabajar en el jardín, nos hizo gracia una


matita de perejil verde y airosa, reclamando su lugar entre los elegantes
rosales que siempre reciben tantas palabras de admiración. Después
hablamos de uno de tus problemas predominantes: la timidez que te
turba en clase y te hace torpe para expresar cosas bien sabidas, te priva
de buenas notas en tiempo de exámenes, y te arrincona en el patio de la
escuela a la hora del recreo, mientras el grupo agresivo de los más
inteligentes comenta sus logros. Otras veces, se te ve callado y apocado
cuando los chicos se jactan del número de vueltas que dieron en los
juegos mecánicos del parque el domingo, y de los caros regalos que han
recibido, mientras tú sólo podrías hablar de diversiones gratuitas y
regalos baratos. Los niños tímidos por lo general cargan con sus
complejos muchos años y cuando recuerdan sus días escolares se ven a
sí mismos como perejil entre las rosas.
Me gustaría ayudarte a entender que el mundo sería insoportable
si todos tuviéramos una personalidad descollante. Los que pasan casi
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 27

inadvertidos, cumpliendo con su deber calladamente, denunciando su


presencia con un arrullo como la paloma y no con una estridente
clarinada como el gallo, son una pausa necesaria y refrescante; son los
pianísimos en la sinfonía diaria de la vida.
El domingo pasado escuchamos juntos un concierto en el auditorio
de la universidad. Una orquesta enseña mucho en cuanto al éxito de
obrar en armonía, de saber cuándo intervenir y cuándo retraerse. Las
variantes de la música nos muestran que toda la gama del sonido es
necesaria. No podríamos disfrutar de un bombardeo de notas
altisonantes que quieren hacerse oír todas a un tiempo. Las partes sua-
ves, apenas audibles, no solamente son un descanso para el oído, sino
una oportunidad para grabar en la mente el tema que se expuso en los
momentos más sonoros. Así es en la vida, Tornillito; el quo habla bajo y
el que reconoce el tiempo de callar pueden ser muy útiles entre los que
están siempre ansiosos por hacerse oír.
Quiero contarte una historia simple acerca de un niño que llegó a
pensar que estaba demás en el mundo. Javier tenía apenas ocho años
cuando escuchó una conversación que ensombreció su mente y le dejó
una impresión dolorosa. Era el décimo aniversario de bodas de sus
padres y habían decidido festejarlo con una cena familiar. Estaban
presentes los abuelos paternos y maternos, los tíos y tías, y cuatro de
sus pequeños primos. Cuando terminó la cena, los niños se sentaron
sobre la alfombra y empezaron a jugar con algunos autitos mecánicos
mientras los mayores se envolvían en una conversación muy animada
acerca de aciertos y fracasos. Javier, aunque aparentemente jugaba con
los niños, prestó la máxima atención cuando uno de los tíos le dijo a su
padre: —Si no te hubieras casado tan joven, Héctor, ahora serías
médico,
—El casamiento en sí no fue el obstáculo, Juan. Yo seguí
estudiando después de casado. Lidia trabajaba y nos arreglábamos bien.
Si Javier no se hubiera apurado tanto en venir habría terminado mi
carrera, ya que solo me faltaban dos años. Pero cuando Lidia dejó su
empleo para poder cuidar del bebé, me desanimé del todo. Eran
tiempos malos para subsistir con un trabajo de cuatro horas a fin de
poder continuar estudiando. Pensé que iba a perder apenas un par de
años y luego volvería a la facultad, pero las cosas se dieron en tal
manera que la meta fue quedando cada vez más lejos y al fin renuncié.
Javier repasó mentalmente aquella conversación muchas veces.
Indudablemente, su llegada al mundo había sido muy inoportuna. Se
sintió culpable de haber frustrado la carrera de su padre y por
consiguiente, de las dificultades económicas en que la familia había
estado después de su nacimiento. Una vez su madre comentó que le
gustaría tanto vivir en un barrio residencial cerca del centro, pero, al no
haber cambiado su casa diez años atrás, ahora tenía que despedirse de
ese sueño porque se había convertido en algo privativo.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 28

Javier no pudo menos que decirse para sí, que si él no hubiera


aparecido en escena en tan mal momento, su madre tendría la ansiada
casa en un barrio elegante. Llegó a considerarse un obstáculo y no una
bendición para su familia. Los más allegados notaron que algo
impactante lo había convertido en un niño pensativo, a veces hosco.
Preguntas hechas a quemarropa para descubrir la razón del cambio no
pudieron traer a la superficie el conflicto sumergido en su corazón. El
niño era muy amigo de su abuelo materno, Luis, y empleaba muchas
horas libres en su taller de cerámicas aprendiendo artes plásticas con él.
Un día, cuando Javier tenía doce años, tuvieron una conversación muy
constructiva.
—Abuelo, tú no eres como tantos viejitos que se sientan en las
plazas toda la tarde a tomar sol y a cuidar a los nietos mientras juegan.
Se ve que no te gusta estar sin hacer nada.
—Es verdad, Javier. Las cerámicas fueron siempre mi en-
tretenimiento predilecto. Cuando dejé mi empleo ferroviario para
jubilarme, algunos pensaron que iba a dejar el taller también, y tal vez
lo hubiera hecho si no hubiera tenido perspectivas de un sucesor. Eso es
algo que tengo que agradecerte, Javier. El tener un nieto que se haya
interesado tanto en aprender artes plásticas conmigo me ha infundido
nueva vida, me ha hecho sentir joven y útil; verdaderamente me ha
dado un motivo más para no dejarme vencer por ese sentimiento de
anulación que tiene tanta gente al envejecer.
Javier abrió unos ojos grandes, llenos de ansiedad. —Entonces,
abuelo, ¿para tino hice mal en nacer?
—¡Qué ocurrencia! El nacimiento de un niño siempre es una
ganancia para la familia.
—En mi caso no. Si yo no hubiera nacido papá ahora seria módico
y habría comprado una casa linda cerca del centro, como mamá quería.
—Si tú no hubieras nacido Javier, es muy posible que tu padre y tu
madre andarían cada cual por su lado. Ya tienes edad para comprender
lo que voy a contarte. Tú evitaste que ellos cometieran el peor error de
sus vidas. Cuando tenías cuatro años, una crisis de incomprensión se
desató entre ellos y estuvieron tres meses separados. Frecuentemente
preguntabas por qué tu padre venía sólo los domingos y te llevaba a
pasear toda la tarde, mientras tu madre salía con alguna amiga o se
quedaba con nosotros; te decíamos que él no tenía más remedio que
hacerlo por razonen de trabajo, pero todo se arreglaría pronto. El
problema había llegado a tal grado que pensaban en divorciarse y
emprender caminos opuestos. Tú fuiste quién lo evitó,
inconscientemente. El cariño con que recibías a tu padre cada domingo,
la tristeza que había en tu rostro y en tu voz al preguntar cada día
cuántos faltaban para que él viniera de nuevo, los convencieron a los
dos del error que iban a cometer. Fuiste una herramienta de gran valor
que Dios usó para evitar que tres vidas fueran a la deriva. (A veces, un
instrumento pequeñito se convierte en algo muy importante porque
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 29

puede realizar trabajos para los cuales las herramientas grandes no


sirven.
Mira tus manos. Ese dedo pequeño que se llama pulgar nunca
podrá ponerse a la altura de los otros ni competir con ellos en elegancia.
Nadie piensa en ponerle un anillo para adornarlo. Sin embargo es tan
importante que ninguno de los otros dedos puede trabajar sin él. Los
antiguos habitantes de Atenas le amputaban los pulgares a sus
prisioneros de guerra para que nunca más pudieran empuñar la espada.
Hubo un rey cananeo, antes que los judíos llegaran a tomar posesión de
la tierra prometida, que se llamó Adoni-bezec. Se habla de él en los
primeros versículos del Libro de los Jueces en la Biblia. Este rey cruel y
presuntuoso, cuando tomaba prisioneros a reyes enemigos les hacía
cortar los pulgares de las manos y los pies, y los sometía a la
humillación de hacerlos comer en el suelo, debajo de su mesa, como
perritos, sufriendo las dificultades de apoderarse del alimento con los
otros cuatro dedos que torpemente luchaban sin el auxilio del pulgar.
Llegó a tener setenta reyes sometidos a ese trato denigrante. Cuando él
mismo cayó prisionero de los judíos, que sin duda conocían estos
hechos, fue sometido a idéntica condona. Adoni-bezec reconoció que
era una retribución de Dios bien merecida. Ya ves, Javier, aun lo que
parece más insignificante tiene razón de ser si está en el lugar que Dios
le asignó.

—¿Te das cuenta, Tornillito? El niño del relato fue un instrumento


de precisión que ayudó a evitar el naufragio de un hogar. Nunca
debemos menospreciarnos a nosotros mismos ni pensar que estamos
demás en el mundo. Al contrario, debemos esforzarnos por no defraudar
a nuestro Creador que nos señaló un lugar y espera que hagamos algo
de valor con nuestra vida. Aunque el perejil parezca fuera de lugar en el
jardín, recuerda que tiene una función que cumplir y las rosas no pueden
sustituirlo. Cuando la timidez no te deje elevar tu opinión ante los que
pueden expresarse con más facilidad, piensa en el valor de los
pianísimos en la sinfonía. Cuando algún hecho cotidiano te haga sentir
insignificante, mira tus pulgares que nunca lucen piedras preciosas ni
tratan de elevarse a la altura de los otros dedos, pero son lo que acuden
sin demora para ayudar a los demás a trabajar.

UN NIÑO QUE SE ENCARÓ CON LA TRAGEDIA

Algunas personas le restan importancia a lo que puede lograr un


niño, peor aún, a sus sentimientos y reacciones. Sé que tú notaste esa
subestimación, Tornillito, y a veces te hizo sufrir. Sin embargo, si
pudiéramos hurgar en la historia que nunca se escribió, encontraríamos
muchos casos de niños que asombraron a los mayores con hazañas que
revolaban una conciencia sensible, una capacidad para poner los inte-
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 30

reses ajenos antes que los propios, y una conmovedora evaluación de la


vida. Esos pequeños héroes realizaron cosas que nadie les enseñó a
hacer, y en el momento señalado encontraron en sí reservas y recursos
que ellos mismos no sabían que poseían, corroborando la antigua
declaración sagrada: “El hombre fue hecho a la imagen y semejanza de
Dios”.
Nuestro Creador puso en los humanos cualidades y capacidades
que yacen dormidas e ignoradas hasta el momento de necesitarlas. Ni
las descubrimos ni las cultivamos, pero en momentos decisivos
comprobamos que existen. Hasta desconfiamos de nuestra aptitud para
enfrentar ciertos hechos, y cuando llegan, nos sorprendemos de
nuestras reacciones, porque en algún recodo de la mente encontramos
la investidura moral que nos hace falta, limpia y lista para usar, como si
siempre nos hubiera pertenecido. Ya sea frente a la tragedia, a la
persecución o al peligro, algún día puede ser que te maravilles de las
fuerzas que te brindará tu flaqueza, con la ayuda del Hacedor que nos
creó a su semejanza.
Quiero narrarte un hecho verídico que ilustra esto. El relato está
vivo en la mente de muchos porque sucedió bastante cerca en cuanto a
distancia, y no está tan lejos en el tiempo. Conmovió a multitudes
cuando fue publicado y vale la pena recordarlo. Algunos de los que
presenciaron el desenlace viven todavía para afirmar su veracidad.
En el interior del Uruguay, en el departamento de Treinta y Tres,
se atesora el recuerdo de un niño excepcional. Su nombre era Dionisio
Díaz y vivía en una zona rural llamada Arroyo del Oro, con su abuelo,
Juan Díaz, dueño de una porción de campo, algún ganado, y un conjunto
de ranchos y galpones. La familia se componía del abuelo, sus hijos
Eduardo y María, y los hijos de María, Dionisio de nueve años y Marina
de quince meses.
Una fría noche de otoño, el 9 de Mayo de 1929, Juan Díaz, víctima
de un ataque de locura, apuñaleó a sus hijos, suicidándose más tarde.
Dionisio se interpuso para defender a su madre y recibió una profunda
herida en el vientre y un corte en un brazo. Viendo que nada podía hacer
por su madre que agonizaba. Dionisio huyó con su pequeña hermana
encerrándose en su dormitorio para ponerla a salvo. Allí la acostó y la
arropó, cuidándola toda la noche para que no llorara ni atrajera la
atención del abuelo que daba vueltas y vociferaba en el patio. Fajó su
vientre ensangrentado con una sábana y estuvo en vela junto a la niña
hasta que amaneció. Entonces, hizo un atadito con las ropas de Marina
que pudo encontrar, y se dispuso a salir. Los pájaros le dieron la señal
de partida con sus cantos. Como un buen niño de campo, sabía que los
pájaros no cantan cuando la gente anda cerca. Evidentemente, nadie lo
acechaba. Recién despuntaba el día. Tomó el sendero que llevaba a la
costa del Arroyo del Oro y corrió cuanto pudo con la niña en brazos sin
mirar hacia atrás ni detenerse. Vestía una camisa de algodón y un
pantalón corto; ni siquiera había pensado en defenderse del frío de la
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 31

madrugada. Caminó siete kilómetros hasta el Oro, el pueblo más


cercano, donde entregó su hermanita a la esposa del alcalde, amiga de
la que había sido su familia, y se dirigió a la comisaría a relatar el caso.
Un médico local hizo esfuerzos por salvarle la vida, pero al día siguiente
murió.
Era un niño campesino que probablemente jamás había visto una
ciudad importante, ni el mar, ni los barcos. Quizás nunca había entrado
a un cine. ¡Qué poco sabría de historias heroicas y hechos asombrosos!
¿Quién le habla inculcado ese sentido de responsabilidad, esa entereza
ante lo irremediable, y esa lógica conclusión: “que por lo menos viva
uno entre todos”.
Nada menguó su tenacidad y determinación: ni los siete
kilómetros que debía recorrer, ni el miedo de no llegar, ni el duelo que
llevaba en su corazón por la madre a quién no había podido defender, ni
el desamparo que inspira un hogar deshecho y una familia arruinada.
Una niña de quince meses que aún no caminaba, era un peso demasiado
grande para que un niño herido la cargara durante más de tres horas a
través de los campos. A las diez de la mañana llegó a Vergara y com-
pletó su misión. Esa lección abnegada se hizo carne en Marina, que
trabaja en un centro médico de Treinta y Tres y es muy apreciada por la
gente a quien presta servicios.
Hay una promesa de Jehová, inalterable como el oro: Todos los
que han pasado por la Tierra, con la excepción de los que murieron
como enemigos irreconciliables de Dios, recibirán una nueva
oportunidad de aferrarse a la vida mediante el milagro de la
resurrección. Del oro de esa promesa nos tocará una monedita a cada
uno. Su valor podrá multiplicarse hasta la eternidad si la recibimos con
aprecio y la usamos bien. Cuando Dionisio despierte para aceptar la
suya, sabrá que su altruismo es un depósito que nuestro Creador no
echó al olvido, y se maravillará cuando sepa a cuánto ascienden los
intereses.
Aunque lo contaron entre las víctimas, él le ganó esa partida a la
muerte de dos maneras; primero, porque no pudo interponerse hasta
que su misión estuvo cumplida; segundo, porque no podrá retenerlo
cuando llegue la hora de las recompensas.
Siéntate a mi lado, Tornillito. Vamos a componer juntos una
canción para Dionisio, un romance muy simple. ¿Te fijaste que hasta las
cosas más significativas pueden decirse de la manera más sencilla? Él
no lo necesita como homenaje, porque entrar en la memoria de Dios con
una imagen honrosa ya es. Una de las distinciones más altas que alguien
pueda alcanzar en este mundo. Lo haremos a manera de recordatorio,
por el bien que nos hace a nosotros mismos.

EL ABOGADO DEL TIEMPO


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Puedes considerarte afortunado, Tornillito, por cuanto ninguna de


las más de trescientas guerras y revoluciones que estallaron en nuestra
generación ha dejado una huella dolorosa en tu vida. Quiero contarte
una historia, parecida a tantas historias verdaderas, acerca de un niño
que no tuvo una niñez plácida y bella y vio transcurrir su adolescencia
aguijoneado por una indoblegable obsesión. Su padre, Ladislao
Yuranevich, era un joven médico yugoslavo que ejercía su profesión
exitosamente en la ciudad de Split, a orillas del mar Adriático. Su madre,
Olga, era enfermera. Después de casarse con Ladislao decidió seguir la
carrera de él y graduarse como doctora en medicina para trabajar junto
a su esposo. Cuando Christian, el único hijo de ambos tenía siete años,
estalló la segunda guerra mundial, en la cual Yugoeslavia se vio com-
prometida a intervenir.
Un día, Ladislao fue llamado junto con otros médicos para prestar
servicio en el frente de batalla. Olga, desorientada y afligida,
permaneció en su hogar con el niño. Amigos bien intencionados le
advirtieron que ella sería eventualmente citada para emplear sus
conocimientos de enfermería en el frente, ya que sólo le faltaba un año
para recibirse. En tal caso, Christian quedaría al cuidado de los vecinos,
pues no tenían familiares en ninguna ciudad cercana. Olga tuvo que
tomar una decisión valerosa. Sin comentar sus planes con nadie se
aprontó para salir de Split con rumbo desconocido. Llevó consigo alguna
ropa, todo el dinero que poseía que no era mucho, y algunas joyas que
podía vender en caso de necesidad. Dejó su casita llena de todas las
cosas útiles con que la habían alhajado nueve años antes, cuando
celebraron su boda, y adornada con los hermosos cuadros que Ladislao
pintaba en sus horas libres.
Atravesó varios países de Europa buscando un lugar seguro para
residir, y al fin, con el último dinero que le quedaba después de vender
sus joyas, llegó al puerto de Buenos Aires en un barco de carga, tras un
viaje agotador, pidiendo refugio, como tantos que escapaban de la
guerra.
Christian preguntaba siempre por su padre. Olga le decía que, en
cuanto la guerra terminara le harían saber donde estaban y volverían a
reunirse. Entre todas las vicisitudes sufridas durante ocho meses antes
de llegar a la Argentina sin dinero ni cosas de valor para vender,
también se habían perdido los documentos de Christian. El funcionario
que los había retenido cuando embarcaron, los había extraviado dentro
del barco y fue imposible hallarlos. Olga tenía su libreta de casamiento
donde constaba que tenía un hijo, pero Christian no tenía nada que lo
identificara como el hijo de Ladislao y Olga Yuranevich. Al fin se abrió
una oficina para registrar a los inmigrantes europeos que no tuvieran
identificación.
Olga reunió todos los papeles legales que poseía y llevó a Christian
para registrarlo. Hubo interrogatorios y declaraciones juradas, y al fin
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 33

concedieron otorgarle al niño una cédula de identidad en que constara


su ciudadanía yugoeslava y el permiso legal de residencia en el país.
Cuando volvían a su casa, felices con la posesión del ansiado
documento, al mirarlo detenidamente, Christian se dio cuenta de que lo
habían inscrito como Yuranovich, en vez de Yuranevich. Perdieron
mucho tiempo reclamando atención para el problema, pero les dijeron
que volvieran dentro de algunos meses, cuando no estuvieran tan
ocupados registrando gente que pedía asilo. Cuando volvieron, tras una
prudente espera, el empleado que los había atendido ya no estaba en
esa sección. Algunos le reprocharon no haber concurrido inmediatamen-
te. Ahora el asunto debía pasar a las manos de un juez que justificara la
razón para el cambio. Además sería un trámite que costaría bastante
dinero. Lo mejor sería dejarlo así, les aconsejaron, ya que con ese
registro podría vivir, estudiar y trabajar en la Argentina, y de todos
modos, una letra de diferencia podría perjudicarlo solamente en caso de
haber una herencia para cobrar, lo cual era muy improbable.
Olga y Christian intentaron varias veces saber algo de Ladislao,
pero era imposible entonces conseguir información de países mutilados
por la guerra y completamente desorganizados. Además, Yugoslavia
había sufrido cambios internos. Ahora era una república comunista
independiente. Sus instituciones anteriores no funcionaban y ni siquiera
tenía un consulado en la Argentina. El llamado angustiado de los que
habían huido de la guerra y querían localizar a las persona amadas, caía
en el vacío.
Christian buscó la oportunidad de relacionarse con los pocos
yugoeslavos que pudo localizar con la esperanza de encontrar entre
ellos algún recién emigrado que le trajera noticias de su padre, o alguien
que se repatriara pronto y pudiera servir de puente para conectarlo con
él. El y su madre escribían muchas cartas a amigos y familiares dentro
de Yugoslavia, pero nunca recibían respuestas. Algunos quizá habían
muerto; otros ya no vivirían en las mismas ciudades, dispersados por los
bombardeos y acosados por las secuelas de la guerra. Tal vez algunos
habían escrito y sus cartas no llegaron a destino.
Los primeros años fueron duros. Olga trabajaba como mucama en
un hotel modesto. La dueña, compadecida de su situación, le había
cedido un altillo donde se guardaban algunos muebles en desuso para
que lo transformara en un dormitorio. Christian iba a la escuela. A
medida que los años transcurrían veía cada vez más lejos la meta de su
niñez: ser un médico destacado como su padre y ayudar a sus semejan-
tes. Las horas felices pasadas cerca de las costas del mar Adriático,
mientras los cuadros de Ladislao iban tomando forma ante sus ojos
atentos, eran para él recuerdos imborrables. A los catorce años su
madre lo empleó en un taller de tapicería para que aprendiera el oficio
ganando un modesto salario. Ahora que tenía su propio dinero, se
inscribió para recibir clases de pintura. Algún día se encontraría de
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 34

nuevo con su padre y le demostraría que, en esto por lo menos, había


seguido en sus pisadas.
Cuando terminó la guerra, Ladislao volvió a su hogar desolado y
laqueado. Nadie pudo darle noticias de Olga y Christian. La gente de los
alrededores, al no ver a nadie en la casa por tanto tiempo, había forzado
las puertas y se había apoderado del botín. No quedaba nada de lo que
había sido su hogar, excepto las paredes, y puertas y ventanas rotas. No
encontró ninguno de sus cuadros, ni cartas, ni fotos de los felices días
del pasado. Olga y Christian eran dos imágenes estampadas en su
corazón; sólo lo que él sentía y recordaba probaba que en realidad
habían existido; aparte de eso no había huellas ni señales. Parientes y
amigos, los que pudo encontrar, no sabían qué rumbo habían tomado al
salir de Split. Publicó avisos en los diarios; se dirigió a la Cruz Roja para
localizarlos en países vecinos, pero todo fue inútil. Al cabo de varios
años obtuvo un documento que lo declaraba legalmente viudo, se mudó
a Zadar y contrajo matrimonio nuevamente. Fue padre de una niña que
alegró su hogar y mitigó en parte el dolor de haber perdido a Christian.
En Buenos Aires en tanto, la situación de los Yuranevich mejoró
con el aporte de Christian y se animaron a alquilar dos piezas en el
hotel. Fue entonces que el joven decidió reasumir su perseverante
búsqueda y se dirigió a la Cruz Roja. Allí redactaron un aviso que fue
enviado a Yugoslavia: “Christian Yuranovich, según consta en su
documento de identidad argentino, radicado en Buenos Aires, Argentina,
desde 1942, quien dice llamarse realmente Christian Yuranevich, nacido
en Yugoeslavia, busca a su padre, Ladislao Yuranevich, médico,
residente en la ciudad de Split hasta el año 1940”.
No hubo respuesta después de varios meses de espera. La dueña
del hotel, el dueño de la tapicería, compañeros de estudio y de trabajo,
todos coincidían en lo mismo: —“Si tu pudro vive, algún día lo hallarás.
El tiempo te va a ayudar. Hay cosas que solo el tiempo las resuelve.
Cuando seas mayor de edad, reúne tus ahorros y ve tu mismo a bus-
carlo”.

¿Recuerdas Tornillito que en un libro anterior te hablé acerca del


Tiempo? Es un anciano patriarca de ojos profundos, oscuros, que vive en
una mansión grande con sus doce hijos, los meses del año, y de vez en
cuando fija un día de audiencia para los que tienen problemas que sólo
él puede resolver. Hay un mayordomo en su casa. Se llama Leal y
parece no envejecer nunca. El maneja la nave de vidrio que está
fondeada a orillas del mar que se ve detrás de la casa. Alguien de quien
no te hablé todavía es un abogado que vive cerca. Su hogar está
atravesando el bosquecillo de pinos, más allá de la pradera verde a la
izquierda, donde pasan los que recién empiezan a vivir su vida. A este
hábil jurisconsulto, el Tiempo le encomienda los juicios diferidos y los
casos intrincados; todo lo que es difícil de solucionar y necesita paciente
espera.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 35

Christian se dirigió una tarde a la casa del Tiempo sin haber


solicitado audiencia. Leal escuchó con simpatía sus preocupaciones y le
señaló la casa del abogado, del otro lado del bosque. Christian atravesó
la pradera y se acercó a la pulcra vivienda que constaba de una sala de
recibo y un escritorio donde la nutrida biblioteca lucía sus títulos dorados
en estanterías que llenaban tres paredes. Detrás de estas habitaciones
se veían otras dependencias privadas. El jovencito se detuvo y antes de
llamar leyó la atractiva placa de tronco: EQUIS CAUTELA ABOGADO.
Era la primera vez que se encontraba con una persona cuyo
nombre era el nombre de una letra. ¡Y justamente la equis! Recordaba
claramente una clase de idioma español en que el profesor se había
puesto a divagar sobre la letra equis y la había llamado “una letra con
una personalidad especial”. Además de ser el signo de la incógnita en
los cálculos matemáticos, es también un símbolo de equilibrio. —Es la
única letra del alfabeto —dijo el profesor—, que puede colocarse en
cualquier posición y no deja de ser lo que es. No pierde su identidad
aunque la cabeza sea forzada a ocupar el lugar de los pies.
Analizaron en clase varias palabras muy significativas que tienen
como raíz el nombre equis. Equilibrio, que es el estado de reposo que
puede hallar un cuerpo solicitado por dos fuerzas contrarias. Equidad,
que es la justicia natural que cuestiona a la justicia legal reclamando un
mejor fallo. Equinoccio, que es el punto del año en que los días son
iguales a las noches.
Equis Cautela lo recibió con cortesía y escuchó su relato con
profunda atención. Igual que Leal, el mayordomo que lo había recibido
en la mansión del Tiempo, tenía un rostro atractivo, una expresión
paternal, cabello entrecano y edad indefinida. Era un personaje que
podía haber sido muy actual en cualquier momento de la historia
humana.
Sentado frente a él, con el gran escritorio de roble entre los dos,
paseando sus ojos sobre las nutridas hileras de volúmenes impresos,
atractivamente encuadernados, Christian respetó el silencio del doctor
Cautela esperando sus palabras. El abogado había tomado nota sobre el
error del nombre en los documentos, le había preguntado su edad, deta-
lles acerca de su madre y todo lo que sabía sobre su padre.
—Si dejas el caso en mis manos te ayudaré en lo que pueda con
mucho gusto, Christian.
—Eso es lo que ansío, señor, ya que nadie ha podido hacer nada
por mí hasta ahora.
— Vas a tener que probar tu paciencia. Te espero aquí dentro de
siete años.
—¿No puede ser antes, doctor?
—Es un proceso que no puede apurarse ni abreviarse, Christian.
Tendrás que esperar hasta la mayoría de edad.
—Siete años... ¡cuánto tiempo! —suspiró el muchachito.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 36

Equis Cautela sacó la Biblia de uno de los estantes de la biblioteca


y empezó a buscar algunos pasajes. Le comentó sobre la paciente
espera de Jacob a quien el padre de Raquel, su amada, le obligó a
trabajar siete años en su finca antes de dársela por esposa. Luego se
detuvo en el capítulo once del libro de los Jueces y le habló sobre Jefté,
el valiente luchador que libró a su pueblo del yugo opresivo de sus
vecinos, los amonitas, y a partir de esa victoria fue juez de Israel hasta
su muerte.
—Cuando Jefté era muy joven, a pesar de sus excelentes
cualidades tuvo que enfrentarse al odio de sus medios hermanos que no
le perdonaban el ser hijo ilegitimo, fruto de las relaciones de su padre
con una mujer inmoral. Este odio causó que lo obligaran a abandonar el
hogar paterno, pues no querían que él tuviera parte en la herencia. Jefté
se alejó hondamente herido. Los años pasaron y el pueblo de Israel se
halló en grave aprieto a causa de la opresión de los amonitas que
invadían su territorio y perpetraban atentados terroristas. Entonces, los
ancianos de la tribu de Galaad, algunos de los cuales eran los propios
hermanos de Jefté que lo habían arrojado de su hogar, recordaron a
aquel joven valiente y decidido que tiempo atrás había obligado a los
amonitas a mantenerse en su lugar. Fueron a buscarlo, prometiéndole
hacerlo juez de todo Israel si tomaba la conducción de la guerra. Jehová
demostró que él era su instrumento escogido, dándole una resonante
victoria. La reivindicación de Jefté llevó tiempo, pero al fin Dios cerró la
boca de los que lo trataron con profundo desprecio por un hecho que él
no podía cambiar: su nacimiento oscuro en una cuna desprovista de los
adornos del linaje honroso.
Pero, sin ir tan atrás en la historia, te comentaré un caso que
tengo entre manos ahora mismo. En los días de Jefté uno debía mostrar
su apego a la causa de Dios tomando la espada cuando era necesario.
Hoy en cambio, debe demostrar su devoción rehusando empuñarla,
porque desde hace dos mil años hay un único ejecutor autorizado,
Jesucristo. Por lo tanto, el hombre ya no puede representar a Dios en el
campo de batalla, ni tampoco las guerras de hoy defienden las elevadas
causas y derechos que defendían los israelitas como pueblo de Dios,
ocupando una tierra cuyos límites fueron demarcados por decreto
divino.
Este es el caso de un joven militar, Eugenio Márquez, que se retiró
del ejército cuando una enfermedad pulmonar casi puso fin a su vida.
Mantenía su hogar y tres hijos pequeños manejando un tallercito en que
arreglaba aparatos eléctricos, radios y televisores. Un día, a causa de un
problema que amenazaba la paz de su país, fue convocado de nuevo
para servir en las fuerzas armadas. Pero durante aquellos cinco años en
que había dejado el ejército, un cambio fundamental había acontecido
en su vida. Un vecino que muchas veces se detenía a conversar con él,
le había mostrado en la Biblia el mandato de Isaías 2: 4, en que Dios
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 37

insta a las naciones a fundir sus armas y convertirlas en herramientas do


trabajo.
Al principio Eugenio presentó algunas objeciones firmes a su
vecino.
—Si Dios es Dios, si no cambia como los humanos ni se desmiente
a sí mismo, ¿por qué autorizó al hombre a usar la espada en el pasado y
lo condena por usarla hoy?

Antonio entró en detalladas consideraciones que ayudaron a


Eugenio a dilucidar el punto. Una ilustración simple le fue muy útil: —Un
hombre conduce un ómnibus grande que transporta obreros a una
ciudad vecina para su trabajo diario. Van y vuelven por un camino recto
y despejado entre las montañas cada día, disfrutando del paisaje. Un
lunes de invierno, después de un lluvioso fin de semana, encuentran el
camino habitual cubierto de nieve y rocas en un tramo. Un alud lo ha
dejado intransitable. El conductor vuelve atrás, toma un camino
secundario con varios rodeos y lleva a los obreros a la fábrica como es
su deber. Fíjate, Eugenio, hubo un cambio en el viaje, pero no en el
destino.
La humanidad tuvo una experiencia parecida. En el camino que
tomó al comienzo cayó un alud de obstáculos: rebelión, odios,
divisiones, límites, nacionalismo; cosas que Dios no se había propuesto
que existieran. Eso lo obligó a hacer virajes al conducir a la humanidad
hacia sus elevadas metas finales. Como en el caso del conductor del
ómnibus, cambió de ruta sin sacrificar el destino. Dios usó al hombre
como verdugo por un tiempo, para frenar el mal. Luego envió a su hijo a
pagar el precio de la redención y lo asignó como único ejecutor
autorizado. De allí en adelante, el fundir un arma y convertirla en una
herramienta de trabajo equivale a reconocer a Cristo como vengador
nombrado por el cielo. El empuñar una espada equivale a quitarle a Cristo
esa autoridad y tomarla en nuestras manos. Por eso, cuando el apóstol
Pedro quiso defenderlo de los soldados romanos a mano armada, Jesús
le dijo: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la
espada perecerán por la espada”. Mateo 26:52.
Eugenio había abandonado la espada por necesidad, a causa de su
salud, pero ahora conocía una razón mucho más imperativa para no
dejar las herramientas y volver a las armas. Sus motivos de conciencia
no fueron aceptados por el tribunal militar que lo juzgó y fue condenado
a seis años de encarcelamiento por rehusar sus servicios en lo que
llamaron “un caso de emergencia nacional”. Sólo una vez al mes puede
ver a su familia durante una hora a la tarde, el primer domingo del mes.
Sus hijos están entrando en la adolescencia sin poder recurrir a él
cuando tanto necesitan su consejo y ayuda. Un río de horas, días y
meses corre entre ellos. Se ven y se saludan desde opuestas orillas sin
poder salvar la distancia. Esos hijos deben pagar un precio por tener un
padre que no quiere sangre en sus manos, luchando y subsistiendo sin
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 38

su ayuda. A su vez, ese padre está pagando el precio de tener una


conciencia irreprensible.
Cada tanto, Christian repasaba mentalmente aquellas historias
que le había narrado el doctor Cautela. Durante algunos años la vida
continuó su curso sin mayores altibajos. Olga seguía trabajando mucho y
a menudo daba señales de gran fatiga. Aunque estaba recién
acercándose a los cincuenta, envejecía rápidamente y aparentaba unos
cuantos años más. En su rostro se veían las huellas de las horas difíciles
arrastradas con esfuerzo en el pasado. Su hijo era una genuina
recompensa; un muchachito bueno, cariñoso, del cual podía sentirse
orgullosa. Pero en su corazón había un sedimento de tristeza, la
frustración que produce una felicidad bruscamente cortada, una
separación forzosa que había convertido el calor de un hogar bien
fundado en un montón de ceniza fría. Al fin, un invierno largo y duro y
una recaída de gripe que se convirtió en pulmonía, terminaron con su
vida.
Cuando Christian se repuso de la dolorosa sorpresa y empezó a
acostumbrarse a la idea de la ausencia definitiva de su madre,
súbitamente cayó en la cuenta de que se acababan de cumplir siete
años desde su visita al escritorio de Equis Cautela. Era tiempo do volver.
El abogado lo saludó con su característica amabilidad y luego le
dijo: -Has llegado a la mayoría de edad, Christian. Las circunstancias se
ponen a tu favor para realizar lo que te propones. No será del todo fácil.
El error en tus documentos te causará problemas. Te advierto: en
Yugoslavia tendrás que ser tu propio abogado defensor. No olvides
incluir en tu equipaje una Biblia, fotos de tu madre, tu paleta de pintor y
algunos pomos de tonos suaves. Tú mismo descubrirás la mejor manera
de usarlos.
Después de vender el sencillo mobiliario que poseía, Christian
reunió sus ahorros y finalmente partió en un jet a Roma, donde pasó tres
días, y de allí a Split, que está frente a Pescara, en la otra margen del
mar Adriático. Sus conocimientos del idioma servio, que solía hablar con
su madre, le fueron muy útiles en su peregrinación por las instituciones
médicas y organismos del estado que tuvieran que ver con la salud, a fin
de encontrar alguna pista del doctor Yuranevich. Finalmente, en su
hospital encontró un médico que había sido compañero de estudios de
su padre. Él le aseguró que Ladislao había vuelto sano y salvo del frente
de batalla, que se había casado nuevamente y vivía en Zadar donde
seguía ejerciendo su profesión.
De allí en adelante todo fue fácil. Para que su padre se
familiarizara con la idea, le escribió una carta llena de aprecio y
sentimiento y la dejó en el buzón de su casa. Dos días después lo llamó
por teléfono y le anunció una visita personal. La respuesta de Ladislao
no fue la que él esperaba. Lo trató cortésmente, pero era indudable que
tenía muchas reservas mentales. Le dijo que deseaba ardientemente
saber algo de su hijo y había hecho esfuerzos por hallarlo, pero no iba a
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 39

abrirle su corazón a un extraño, a menos que le presentara pruebas


irrefutables de ser el verdadero Christian Yuranevich. Se estaban
produciendo casos en que impostores bien informados lograban entrar
en el seno de las familias que buscaban hijos extraviados en la infancia
a causa de la guerra, y obtenían beneficios materiales hasta que algo
imprevisto los ponía al descubierto. El no quería ser víctima de un
engaño parecido.
Ladislao no pudo dejar de notar la emoción del muchacho y su
descorazona-miento. Pero . . . esto también podía ser algo
cuidadosamente estudiado; algo que un buen actor podía exitosamente
reproducir. Este fue un momento difícil para el doctor Yuranevich. No
tenía una base sólida para creer en este muchacho que no se parecía a
Olga ni a él, y apenas tenía una mezcla de rasgos de lejanos abuelos. Al
volver de la guerra, en su casa saqueada no había hallado ni siquiera
una foto de él. La borrosa imagen mental que guardaba era de muy
poca ayuda. No servía como prueba positiva ni como prueba negativa. Si
aquel joven era Christian, no quería perderlo; si no lo era, no quería ser
víctima de una farsa.
—Bien, te ayudaré a permanecer en Yugoeslavia y trataremos de
ser buenos amigos. Con el paso del tiempo veremos . . . Me llama
mucho la atención que tu apellido tenga una letra de diferencia con el
mío. La explicación que me das me suena ambigua . . . ¿Pueden ser tan
negligentes en Sud América, para causarles esos inconvenientes a los
inmigrantes? Y esas fotos que me has mostrado. . . Indudablemente el
muchacho eres tú; pero, ¿cómo puedo probar que esa mujer ajada,
envejecida, era realmente mi primera esposa? Son instantáneas
tomadas en picnics y paseos; si fueran fotos del rostro, como se toman
para un pasaporte, quizá podría reconocerla. En fin, muchacho, no te
desanimes del todo. Lo que necesitas urgentemente es un empleo, y yo
te lo puedo conseguir. También te hace falta un lugar donde vivir. Puedo
prestarte la pieza de huéspedes que tenemos en casa, mi esposa no
tendrá inconvenientes. Más tarde decidiremos si te quedas con nosotros
o te vas por tu camino.
Christian se instaló en la pieza de huéspedes de los Yuranevich y
empezó a trabajar en una fábrica de automóviles. Todos eran amables
con él en la casa, pero no abiertamente cordiales; se sentía observado
todo el tiempo. Su media hermana, Militza, de catorce años, era mucho
más demostrativa y familiar con él cuando su madre no estaba presente.
Evidentemente deseaba que él fuera el hermano que no tenía; deseaba
que toda aquella conmovedora historia resultara verdadera.
En los fines de semana el muchacho hacía pequeñas excursiones
por la costa dálmata, tan pintoresca y variada en sus paisajes. Islas
alargadas, causadas por el hundimiento de cadenas montañosas a lo
largo de la costa, penínsulas, costas altas, puertos naturales, cadenas
calcáreas y mesetas. Grutas maravillosas con caprichosas formaciones
de estalagmitas y estalactitas en fascinantes colores y formas, aguas
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 40

subterráneas formando lagos de ensueño dentro de las cavernas. Todo


esto alimentaba su fantasía de pintor y logró expresarlo en algunos
bocetos que quizá algún día se convirtieran en cuadros.
Conoció la capital, Belgrado, en que la construcción antigua
contrastaba tanto con la moderna. La mitad de la ciudad era nueva a
causa de la gran destrucción sufrida en la segunda guerra mundial.
Admiró los grandes rebaños de ovejas disfrutando de los pastizales en
las laderas de las montañas, los abundantes viñedos, los olivares y los
productivos plantíos de trigo y maíz. Conoció las costas del Danubio sur-
cado por tantos barcos, vía tradicional de comunicación entre los países
europeos que lo ven pasar. Se encariñó con Yugoeslavia; era su tierra de
nacimiento, el escenario de sus imprecisos recuerdos infantiles. Pero
faltaba lo principal: convencer a su padre de que él era aquel niño que
se sentaba a su lado, mirándolo pintar sus cuadros. Faltaba ganar su
corazón, hoy esquivo y reservado.
Hacía ya dos meses que Christian había llegado a Zadar. Ladislao
se disponía a asistir a un congreso médico en Austria que lo obligaría a
estar algo más de un mes ausente de su hogar. No le gustaba mucho la
idea de dejar a Luisa, su esposa, y a Militza solas con este muchacho
cuya aparente bondad podía ser parte de un plan preconcebido. Pero
todo se resolvió cuando el tío Constantino y la tía Sofía aceptaron pasar
ese tiempo en su casa hasta que él volviera.
El anciano tío; al tanto de la desconfianza de su sobrino, vigilaba
sigilosamente a Christian, pero no veía motivo de alarma. El joven volvía
siempre a tiempo del trabajo y pasaba sus horas libres en su pieza,
pintando. Desde que Ladislao había partido, ni siquiera salía los fines de
semana. Los días grises del invierno lo invitaban a permanecer en casa y
adelantar su minucioso trabajo. Preparaba nuevas credenciales, un
documento de identidad que pudiera cerrar la brecha que lo separaba
de aquel padre enigmático y retraído que le hablaba como si hubiera un
muro infranqueable entre los dos.
Ladislao regresó un domingo por la tarde sin previo aviso, cuando
concluyó el congreso médico en Viena. Luisa, Militza y los tíos estaban
en el comedor mirando televisión. Christian estaba en su habitación. El
tío Constantino sacó el tema:
—He estado observando a este muchacho y no veo nada en él que
sea condenable. Es un joven fuera de lo común, muy hogareño y
sosegado. Últimamente pasa todo el tiempo libre en casa. Le he
preguntado en qué se entretiene y la respuesta es siempre la misma:
que le gusta pintar y tiene varios trabajos entre manos.
—Sí, parece que hasta en eso quiere parecerse a mí. No sé si
verdaderamente es su vocación o es otro recurso para lograr
acercamiento. He pensado mucho en toda esta historia mientras estaba
ausente. Antes de venir a casa pasé a ver al gerente de la fábrica de
automóviles a quien le pedí trabajo para él y su impresión del muchacho
es excelente. Les aseguro que todo esto está trabajando intensamente
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 41

en mis nervios. Me gustaría definirlo pronto. Voy a subir a su pieza a


conversar con él.
Cuando Christian respondió al toque en la puerta, se sorprendió de
que el doctor ya estuviera de vuelta.
—Buenas tardes, señor. Hemos extrañado no verlo por un mes
entero, pero ha sido muy grato tener a los tíos en casa.
—¿Cómo estás, muchacho? (Evitaba nombrarlo porque ese
nombre amado le producía dolor y temía estar dándolo a un impostor).
—Me han dicho que pasas muchas horas aquí pintando. ¿Puedo ver tus
trabajos?
—Si señor. He estado pintando un cuadro para regalárselo. Espero
que le hable más claro que yo. (La voz de Christian temblaba y también
sus manos al descubrir ante su padre el retrato de Olga).
Cuando Ladislao vio la expresión serena del rostro, los ojos que
recordaba tan bien, y aquella inclinación de cabeza tan personal en ella,
comprendió que solamente alguien que hubiera convivido con Olga y
hubiera guardado su imagen celosamente en sus recuerdos, podía
pintarla así. Su sangre y su corazón gritaron a un tiempo dos palabras
que eran todo suficientes: ¡Hijo mío!

Lejos de allí, Equis Cautela, sentado ante su escritorio de roble,


repasaba los pleitos aplazados. Tomando una carpeta marcada con el
nombre de Christian Yuranevich, la colocó en el archivo de los casos
resueltos. Era la hora indescriptible del ocaso. En el bosquecillo de pinos
muchos pájaros se recogían para dormir piando suavemente. El
murmullo sonaba como una oración de gracias. Más allá de la pradera
verde, la casa del Tiempo atraía los últimos rayos del sol.

CANCION PARA DIONISIO

Junto al Arroyo del Oro


la aurora se echó a llorar;
han profanado su calma,
encontró sangre en su umbral.
A Vergara va Dionisio,
hacia el pueblo va
¡cómo le duele la vida
que silenciosa se escapa
por los bordes de una herida!
Las piedras sueltas se esconden,
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 42

de su camino se apartan.
—Que no tropiece este niño
que lleva una tibia carga.
Pájaros madrugadores
victorean con sus trinos.
—¡No te detengas niñito,
sigue basta el fin tu camino!
El faro de su conciencia
vivos mensajes irradia.
—Si no piensas en ti mismo
se acortará la distancia.
Cuando entrega a su hermanita
siente un alivio en el pecho.
Ya sólo le quedan fuerzas
para relatar los hechos.
Una vida simple y breve
y una hazaña electrizante.
No le pidan más historia,
con eso tiene bastante.

Pequeño Dionisio Díaz,


nos dejaste en qué pensar,
aunque no hay puntos oscuros,
ni misterios que aclarar.
Nos queda una lección grande
que sacude el corazón:
El que dice “yo primero”,
ya cobró su galardón.
Nos hace bien recordarte,
entender lo que sentiste,
y andar de nuevo contigo
las leguas que recorriste.
Nos hacen bien tus motivos
y tu incursión en la historia,
sin aplausos calculados,
sin ningún afán de gloria.
Es constructiva la urgencia
que dio firmeza a tus pies.
¿Acaso no la sintieron
los campos de Treinta y Tres?
Nos hace bien el amor
conjugado a tu manera,
con tal desprecio del miedo
que aullaba puertas afuera.
Y esa actitud resoluta
para enfrentar la premura
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 43

de aquella noche opresiva


cargada de conjeturas.

El tiempo pasó de largo


y lo dejó siempre niño;
por eso ha sido tan fácil
guardarlo en nuestro cariño.
¿Cómo no ha de estar presente
cuando baya resurrección,
para continuar creciendo
y aceptar su bendición?
Su credencial de inocencia
selló con sangre y ternura.
No puede ser olvidado
por el Juez de las alturas.
Dios le ofrecerá a Dionisio
una monedita de oro,
que él no va a querer cambiar
por títulos ni tesoros.
Pues con esa monedita
tanto se puede comprar,
que aun si vive miles de años
nunca la podrá gastar.

UNA ABEJA LLAMADA PERTINACIA

La semana pasada, mientras te acompañaba hasta la puerta de la


escuela, me comentabas que el profesor de historia le hizo notar a la
clase que los pueblos desarrollan ciertas características que se heredan
y se conservan de generación en generación; por eso difieren unos de
otros a causa de tales rasgos adquiridos y celosamente guardados.
Lo mismo sucede en el reino animal. Tenemos mucho que
aprender acerca de las comunidades que lo componen. Como ejemplo,
el profesor se refirió brevemente a las abejas, un pueblo noble y
trabajador que con pertinaz desvelo se empeña por lograr sus nietas, no
permitiendo que ninguna ventaja lo distraiga y ningún infortunio lo
desanime. El tema te impactó, por eso he dedicado tiempo a buscar más
información sobre esta asombrosa historia verdadera, más fascinante
que cualquier relato de ficción, para que sepas muchas de las cosas que
no podrían mencionarse en breves referencias como las que oíste en
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 44

clase. Ahora supongamos que una representante de la especie se presta


a ser interrogada en una serie do entrevistas.
Hubo tres sucesos en los últimos meses que resultaron ser
experiencias de valor, esas pequeñas cosas que pasan inadvertidas a los
demás y sin embargo se convierten en rieles para transportar vivencias
imborrables. Primero, nuestros vecinos los Aguirre, vendieron su
hermosa propiedad a don Gerónimo, quien se estableció allí con su
colmenar; segundo, nuestros naranjos y limoneros se cubrieron de
azahares como nunca esta primavera; y tercero, pinté de azul claro las
cuatro ventanas que dan al huerto, esas ventanas que me brindan cada
día el primer contacto con el exterior traduciendo el mensaje de alegría
con que la vida me invita a una nueva jornada.
Cuando empezaron los días cálidos noté la presencia de abejas
revoloteando en las ventanas, especialmente en la del comedor que
tiene macetas con geranios. No sabía mucho acerca de ellas,
simplemente las relacionaba con la miel, pero estas frecuentes
apariciones aguzaron mi curiosidad y me dirigí, a la casa de Don
Gerónimo para observar sus colmenas y aprender algo más acerca de
esos simpáticos insectos que parecen granos de café con alas. Su
amable rostro surcado de arrugas y orlado de cabello blanco se ilumina
con una sonrisa cuando alguien le pregunta por las abejas. Hablar de
ellas lo conmueve y lo emociona.

—Sin duda las abejas que te han visitado son algunas de las mías.
Se habrán sentido atraídas por el color de las ventanas. Algunos
apídologos afirman que el azul suave es el color predilecto de las abejas.
Probablemente son las mismas que vuelven de continuo, porque las
abejas no olvidan el lugar donde encuentran alimento. Puedes hacer una
prueba. Deja caer unes gotas de miel en el marco de la ventana. Verás
con qué deleite llenan el papo, que es un primer estómago usado para
almacenar, no para digerir. Si una abeja encuentra miel, fijará el lugar
en memoria para continuar volviendo, igual que cuando encuentra
néctar y polen.

—¿Por qué le atrae tanto la miel teniéndola en abundancia en la


colmena?
— Tal vez sea el deleite de hallar en un lugar extraño algo
relacionado tan estrechamente con su vida. La miel, además de ser el
elemento en que se formó, es la obra terminada, el súmmum de sus
afanes; por eso es el mayor estímulo que una abeja obrera podría
recibir. ¿Sabías que para producir solamente medio litro de miel tiene
que volar tanto como si diera dos veces la vuelta al globo terráqueo?
¡Cómo justifican su razón de ser esas dos leves alas!
—¿Dijo usted que ella pueden fijar el lugar en su memoria?
—Sí. Obsérvalas después que hayan absorbido la miel. Te darán la
impresión de ser torpes, de no saber qué dirección tomar. Las verás
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 45

volver la cabeza de un lado al otro, retroceder, dar pasos que parecen


indecisos, y al fin partir resueltamente. No están vacilando, están
grabando en su mente el paisaje y los puntos de referencia que les
permitirán volver a ubicar el lugar. Cuando se detienen en tales titubeos
están recogiendo impresiones y trazando mentalmente un mapa,
auxiliadas por e1 ojo triple que hay en medio de su frente y las miles de
facetas de sus ojos laterales.
—¿Miles de facetas, don Gerónimo?
—Exactamente. Los ojos de la abeja obrera tienen seis o siete mil
facetas, se calcula, mientras que los de la reina tienen posiblemente
nueve mil.
—¿Cómo se distingue a la reina?
— Se diferencia de las obreras como si perteneciera a otra clase
de insectos, aunque el comienzo de ambas es idéntico. Los rasgos
distintivos empiezan a insinuarse cuando las otras abejas cuidan
meticulosamente el huevo que la reina, única abeja fecundada de la
colmena, pone en una de las celdillas reservadas a las princesas. Las
obreras son alimentadas con jalea real tres días, la que es criada para
ser reina tendrá este alimento especial siempre. La jalea real que las
abejas secretan de sus glándulas salivares hace que el cuerpo de la
futura reina se desarrolle en otra forma. Su cerebro será más estrecho,
pero sus ovarios serán enormes pues su función es poner huevos para
salvar la raza. Es la unida abeja madre, por eso las abejas comunas la
veneran, la defienden, la guardan a costo de sus vidas si es necesario;
ven en ella el porvenir de la especie. Vive cuatro o cinco años, en
contraste con la abeja obrera, que sólo vive seis o siete semanas,
gastándose prematuramente en su arduo trabajo. La reina es de color
más claro, de vientre abultado, no tiene bolsillos para la cera ni
recipientes en sus muslos para transportar el polen. Nunca barrerá la
colmena ni lamerá las celdas para dejarlas inmaculadamente limpias,
como hacen las obreras, fanáticas por la limpieza. Solamente una vez en
su vida verá el sol y el cielo: el día que ella misma elige para su boda.
Será un día brillante, diáfano y cálido, sin viento ni amenaza de lluvia.
Ella se elevará a la expansión azul, a gran altura, seguida por los
zánganos hasta que los torpes y achacosos abandonen la persecución y
uno de los más vigorosos, un galán atlético, se una con ella en el
espacio pagando con su vida el privilegio de ser el consorte de la reina,
ya que en esa única unión cae fulminado al perder sus órganos repro-
ductivos. La soberana, fecundada por el resto de su vida, vuelve a la
ciudad de cera de donde no saldrá jamás a menos que por decisión del
pueblo acompañe a un enjambre para fundar otra colmena. Nunca
visitará las flores ni trabajará para aumentar las provisiones. Su única
función es la maternidad. Pondrá más de dos mil huevos por día desde
la primavera hasta el otoño, cuando la colmena entera se aquieta en el
receso invernal.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 46

— ¡Qué novelesco suena todo eso! Ahora siento un deseo agudo


de conocer mejor a las abejas. Pondré miel en la ventana. Pero, ¿cómo
puedo saber si son las mismas abejas que vuelven? No hay forma de
distinguir una de otra.
— Puedes intentar una treta usada por los aficionados que las
estudian. Mientras están absortas bebiendo la miel, márcalas con una
gotita de pintura en el cuerpo.
Al día siguiente me preparé para la gran experiencia y me senté a
leer junto a la ventana, vigilando. Una sola abeja vino a absorber la miel
y la marqué con esmalte de uñas rojo vivo sin que hiciera resistencia.
Esa misma abeja hizo varios viajes llevando su carga hasta que toda la
miel había desaparecido Al día siguiente, allí estaba de nuevo con su
capita esmaltada. Sabía cuál era su ventana con geranios florecidos; no
se había confundido aunque las otras ventanas también estaban
pintadas de azul. Se llevó su porción de miel en tres viajes y al no
encontrarla en el cuarto vuelo, se dirigió a los naranjos en flor. Su
trabajo pertinaz, incansable, se estaba convirtiendo en un símbolo.
Además tenía individualidad; su capita roja y su predilección por esa
determinada ventana la distinguían de todas las demás. Como nos pasa
con las personas, cuando las vemos en la multitud no pensamos en el
nombre que puedan tener, pero en cuánto empezamos a distinguirlas
del montón, lo primero que queremos saber es cómo se llaman. ¿Tendría
identidad mi abejita entre su pueblo, en esa ciudad pequeña, llena de
leyes y ordenanzas que es una colmena? Aún si la tuviera yo no
acertaría a reproducir los sonidos con que las abejas se comunican en su
idioma. Todo lo que tiene personalidad necesita un nombre, de modo
que empecé a buscarle uno en el lenguaje humano representando
alguna de sus sobresalientes cualidades, y decidí llamarla Pertinacia,
sinónimo de tenacidad y perseverancia.
Le hablé dulcemente, encomiando sus labores, para familiarizarla
con el sonido de mi voz. Pertinacia siguió concurriendo a la cita cada día
alrededor de las tres de la tarde. Sus alitas doradas añadían encanto y
significado a esa hora radiante del día.
Don Gerónimo me había enseñado lo suficiente acerca de las
abejas como para que pudiera entablar un diálogo con ella sin mostrar
demasiada ignorancia. Mi imaginación había penetrado en los panales
hábilmente guiada por los relatos minuciosos del buen anciano. Él me
describió las colmenas de observación, establecidas dentro de una
campana de vidrio, protegidas por cortinas negras o moradas, ya que las
abejas prefieren trabajar en la oscuridad. Así los ojos humanos pueden
develar el misterio de esas ciudades de cera, estudiar sus movimientos
y costumbres y entender su dramática vida con enredos políticos, golpes
de estado, éxodos, aristocracia y proletariado. Visualicé sus magníficos
edificios de apartamentos hexagonales de muchos pisos, situados
alrededor de una pinza donde el pueblo se reúne en momentos
climáticos. Aprendí que el trabajo se reparte con admirable sabiduría.
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Me maravillé de las productoras de cera que convierten la miel que han


ingerido en una transpiración que aparece en forma de escamas blancas
a sus costados. Aglomerándose como un plafón cónico invertido que
concentra el calor, producen en el término de veinticuatro horas
suficiente cera para iniciar la edificación de una nueva colmena. Cuando
ya han producido el material, una se separa del cono, trepa hasta la
cúspide para alcanzar la bóveda, saca las placas de cera de su vientre,
las rasca, las cepilla, las amasa con saliva para formar una chapa plana,
lisa y fácil de manejar, y la fija al techo como piedra fundamental del
edificio que progresará de arriba hacia abajo. Luego las otras arquitectas
continúan, cada una en su turno haciendo lo mismo. Cuando la piedra
fundamental tiene el tamaño satisfactorio aparece otra abeja que no se
desprende del grupo de las cereras, sino esperaba en alguna parte de la
colmena el momento preciso para intervenir. Es una especie de
ingeniera entendida que marca en el vacío el lugar que debe ocupar la
primera habitación de seis lados, de la cual depende matemáticamente
la ubicación de todas las demás.
El panal iniciado tendrá cuatro clases de moradas: las de la reina y
las princesas, redondeadas como bellotas, que ocupan cada una el
espacio de tres o cuatro celdas de obreras; las que están reservadas a
los zánganos, también grandes, algunas de las cuales servirán para el
almacenaje de miel en el tiempo en que las flores están en su apogeo,
cuando se producirá con mayor abundancia; y las pequeñas habitacio-
nes de las obreras, que también serán usadas como depósitos ordinarios
de miel. En toda esta complicada construcción no faltan las anchas
calles, callejones y pasajes sabiamente trazados para transitar
cómodamente a fin de alcanzar las moradas sin muchos rodeos, para
evitar la aglomeración de tráfico y para permitir una saludable
circulación de aire.
El pueblo obrero se divide en recolectoras de néctar y polen;
exploradoras que localizan campos y jardines y traen información
fidedigna a la ciudad; ventiladoras que evaporan el agua contenida en la
miel por un constante movimiento de sus alas y le aseguran aire limpio y
temperatura agradable a la colmena; barrenderas celosas de la limpieza
que sacan afuera cualquier suciedad; porteras jóvenes que guardan la
entrada defendiéndola de insectos intrusos ladrones de miel; nodrizas
que crían larva; y princesas; y las serias y responsables guardianas de la
reina que la alimentan y la escoltan de celda en celda cuando cumple su
insustituible misión de poner huevos. Por incómoda que sea la posición
de las guardianas aglomeradas en la calle mientras la esperan, acompa-
ñándola de morada en morada, retroceden, reculan, se topan, se
empujan, pero es muy raro que cometan la irreverencia de darle la
espalda a Su Majestad. ¿Acaso no son precisamente sus
guardaespaldas? Si la ven amenazada se arrojan sobre ella para cubrirla
ante cualquier peligro, dispuestas a recibir daño personal para
ahorrárselo a su soberana. ¡Ella es la raza en ciernes; en ella la colmena
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 48

se proyecta hacia el futuro! Tratarla con descuido o dejar de protegerla


es un agravio al provenir.
Teniendo una idea general sobre la colmena me animé a iniciar
una conversación con Pertinacia.
—¿Te hubiera gustado más nacer para ser reina que para ser
obrera?
—Amo el sol y las flores y estoy contenta con la misión que me ha
dado mí Creador. Pero te aclararé que las reinas nacen de la misma
manera que las obreras. La comunidad decide cuántas larvas serán
criadas para ser reinas. Si a mí me hubieran alimentado con jalea real
siempre, hoy tendría una vida larga y fructífera, o sería una princesa
confrontada con una muerte violenta.
—¿Quién te amenazaría de muerte?
—Alguna nueva soberana instalada después que mi madre
partiera al frente de un enjambre.
—¡Qué tragedia! De vez en cuando se han producido situaciones
así en la historia humana; hermanos contra hermanos luchando por el
poder, y aún hijos que han causado la muerte de sus padres para
sustituirlos en el trono.
—Eso jamás sucedería entre las abejas. Mientras la reina madre
existe no toleramos que otra reina la suplante. Si el pueblo tiene
decidida una partida en masa que casi despoblara la colmena para
formar otra en algún lugar desconocido, el éxodo parte con la vieja reina
y casi siempre a pesar de su desaprobación. Ese es uno de los casos en
que la voluntad del pueblo prevalece. Entonces las abejas que quedan
cuidando la colmena original libertan de su celda a una princesa lista
para iniciar la vida pública como reina. Lo primero que la nueva soberna
quiere hacer es matar en sus cunas a las otras larvas que han recibido
cuidado real, ya que son posibles rivales en el poder. Si el pueblo no
planea otro enjambre se lo permite; de otro modo las defiende de los
celos de la nueva soberana porque las necesitará en cuanto nazcan. El
canto de guerra con que la reina recién instalada anuncia su decisión de
matar a las princesas dormidas es algo estremecedor.
—Esa es una verdadera revelación. Sabía que ustedes cantan
mientras trabajan, pero no sabia que tienen música militar e himnos de
guerra. ¿Es verdad que bailan también?
— ¡Sí! El baile es uno de nuestros placeres, pero no simplemente
para llenar momentos de ocio. Es un medio de comunicación que tiene
mucho que ver con nuestra supervivencia.
— ¡Qué interesante! Aguardo tu explicación.
—Cuando algunas de nosotras hacemos un vuelo de exploración
buscando nuevas fuentes de alimento, al volver a asa convidamos a
nuestras compañeras con muestras del alimento que traemos en el
papo para que vean que vale la pena ir a buscarlo. El pueblo se empieza
a aglomerar en la plaza hacia donde se abren las moradas y entonces se
realiza el baile de las exploradoras. La posición de las bailarinas puede
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indicar el lado en que se levanta el sol, el lado contrario, o una posición


intermedia para que nuestras compañeras ubiquen el néctar que acaban
de saborear. Usamos los soni1os cortos y largos de nuestro idioma para
darles una idea aproximada de la distancia.
—He oído hablar de la constancia de ustedes. Sé que se dedican a
la misma clase de flores, llevándoles polen en sus cuerpos vellosos,
ayudando así a fecundarlas. Es una hermosa manera de devolverles a
las flores el bien que de ellas reciben.
Los días iban pasando y aquellos iluminadores diálogos se hicieron
parte indispensable de la diaria rutina. Una tarde le dije, después de los
saludos habituales:
—Cuéntame algo de los zánganos, Pertinacia. Cuando la reina
pone un huevo, ¿puede determinar el sexo de antemano?
—¡Ciertamente! Ella se dirige a las celdas grandes para ténganos
y allí deposita el huevo que corresponde. Cuando la reina es virgen
todavía sólo puede producir zánganos. Después del vuelo nupcial, puede
producir a voluntad hijos e hijas.
—¿Qué piensan ustedes, las obreras, de sus hermanos? Tengo
entendido que los zánganos no gozan de muy buena reputación.
—Nacen con un propósito y uno de ellos será el consorte de la
reina; por eso los toleramos hasta que esto se lleva a cabo. Pero esa
tolerancia tiene un límite, y un día la masa obrera los trae a cuentas por
sus impertinencias y falta de cortesía. Parece qua se sienten
indispensables; cada uno actúa como si estuviera seguro de ser un
elegido del destino para salvar la especie. Insolentemente se alimentan
sin moderación de la mejor miel; andan por los pasajes de la colmena
llevándose por delante a las obreras que traen el producto de los
campos; apartan a empujones a las centinelas de la puerta cuando
quieren entrar o salir; interrumpen los bailes de las exploradoras y el
esfuerzo combinado de las que ventilan la colmena. No respetan el
trabajo de las limpiadoras y van dejando los desperdicios de sus
opíparas digestiones por donde pasan, obligando a las encargadas de la
limpieza a perder tiempo repasando lo que ya estaba limpio. Ponen a
prueba nuestra paciencia sin consideración hasta el día en que el
torbellino que desatan cambia de dirección y se vuelve contra ellos.
—¿Qué sucede entonces?
—Esto no lo he visto aún, porque sólo puede suceder una vez
durante la vida de una obrera, pero sé que debe tener lugar al fin del
verano, y si todavía estoy con vida participaré en la ejecución que les
espera. Cuando llegue el día decretado entre mi pueblo, formaremos un
escuadrón y los sorprenderemos en medio de una de sus largas siestas,
cuando se aglomeran en racimos después de haber comido mucho.
Todas a un tiempo usaremos nuestras armas contra ellos. Como son
más grandes que nosotras, nos reuniremos dos o tres, para atacarlos,
aunque no les tememos. Son gigantes perezosos que ni siquiera tienen
aguijón. En su día de juicio deben pagar por la vida regalada y ociosa
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 50

que se han dado. Mueren envenenados por nuestros aguijones, con las
alas deshechas y las antenas quebradas. Algunos conseguirán escapar
saliendo de la colmena, sólo para perecer por hambre y frío afuera, ya
que no les gusta trabajar ni saben bastarse a sí mismos. Cuando se dan
cuenta de lo desvalidos que están, se amontonan cerca de la puerta
pidiendo misericordia, pero la guardia reforzada no los dejará entrar.
Después de esto viene un intenso trabajo de limpieza sacando los
cuerpos Inmóviles del interior de la ciudad y de las cercanías de la
entrada.
Esta dramática narración de Pertinacia me dejó una moraleja: “El
ocio tiene una función que cumplir, pero también un límite que
respetar”.
Los vientos de la primavera se aquietaron, los días eran cálidos y
calmos preludiando el sopor del verano. Mis diálogos con Pertinacia se
iban haciendo más íntimos y cada vez más deleitables, como sucede
cuando la amistad se hace sólida.
En uno de estos hermosos días, las gotitas de miel quedaron en la
ventana; ella no vino a la cita. Al día siguiente la esperé con cierta
inquietud, y me alegré al verla aparecer.
—Buenas tardes, pequeña. Te extrañé mucho ayer. Pensé que con
seguridad vendrías con un tiempo tan hermoso. ¿Te tomaste el día
franco?
—Nadie salió de la ciudad ayer; todo estaba paralizado de horror y
de tristeza porque la reina, nuestra madre, había sido raptada.
—¿Raptada? ¡No pensé que algo así pasaría entre las abejas!
¿Quién se atrevió a tanto con una personalidad tan importante?
—No sé quién ni por qué. Fue una mano parecida a la tuya;
parecida a la mano lenta que nos quita la miel. No entendimos qué se
proponía hacer y nos quedamos quietas, como lo hacemos siempre que
nos despojan. A esa mano le llamamos Adversidad. Es algo que nos
desarma y nos enajena; algo contra lo cual no sabemos ni podemos
luchar. Lo aceptamos porque tiene que ser así; porque hemos nacido
para rendirnos a sus exigencias. Ante esa mano, nuestra única reacción
es tomar toda la miel que podemos tener para reservas y producir cera
en caso que se nos obligue a partir y fundar una nueva colmena.
—Comprendo, porque con esa misma resignación aceptamos los
humanos al yugo que nos pone la vida y al final, los garfios con que nos
arrastra la muerte. Cuéntame, ¿cómo terminó ese drama? ¿Vive la
reina?
—¡Sí! Por eso estoy aquí hoy; si ella no hubiera vuelto no me
habrías visto más. Cuando el sol estaba retirándose para dormir y la
noche venía de lejos apagando el color de las flores y el canto de los
pájaros, de pronto la reina apareció en la entrada de la ciudad. La
noticia se propagó inmediatamente y el pueblo se puso en movimiento
para manifestar su alegría con una calurosa bienvenida. Las guardianes
de la puerta, las ventiladoras, las cereras, las que transportan alimento,
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 51

todas nos apiñamos a su paso. Le brindamos miel, la acariciamos con


nuestras antenas, nos agrupamos unas sobre las otras, formando una
escolta vibrante de entusiasmo para acompañarla a las cámaras reales.
¡Qué manifestación de amor, de lealtad, de apego a Su Majestad! Nadie
se privó de expresarlo excepto los zánganos. Para ellos era un día como
cualquier otro, ya que no les faltaba su comida y sus largas siestas.
Parecía que no entendiesen lo que sucedía. No se alarmaron por la
pérdida ni se conmovieron, por el regreso.
— ¿Qué hubiese sucedido si ella no hubiera vuelto?
— La terrible depresión del primer día se habría extendido hasta
que la colmena estuviera desintegrada. Ninguna colmena puede vivir y
trabajar sin una reina. Si una de las princesas estuviese ya físicamente
madura para dejar su celda, la instalaríamos como reina y la colmena se
reorganizaría en torno de ella. Pero el puesto de la reina sigue vacante,
la colmena no puede sobreponerse a la desmoralización y el saqueo. Los
insectos ladrones de miel aprovechan nuestra desgracia para robarnos
el tesoro trabajosamente forjado. Parece que adivinaran que ese día no
hallarán a las centinelas atrincheradas en la puerta.
—¿Por qué abandonan ellas la guardia?
—Nadie está en su puesto cuando falta la reina. El espíritu de la
colmena decae totalmente. A nadie le importa vivir o morir, comer o no
comer, defenderse o entregarse. El dolor nos embota y nos degrada, la
inteligencia se nubla ante lo irremediable.
—Supongamos que una princesa sea hecha reina como
mencionaste, y entonces la reina raptada vuelve ilesa. ¿Qué sucede?
—Habrá un combate a muerte entre ellas porque si dos reinas se
encuentran en la misma colmena ninguna tolera la presencia de la otra,
y guerrean hasta que una de ellas muere.
—¿Qué parte toma el pueblo en esa batalla?
—Somos sólo exportadoras, porque ninguna abeja usa su aguijón
contra una reina, sea la propia o una extraña.
—¿Reconocerían ustedes a una reina extraña, si esa mano llamada
Adversidad la sustituyera?
—¡Inmediatamente! Si una extraña aparece en la puerta
reclamando el dominio de la colmena, las guardianes le bloquearán la
entrada. Si fuera una mano como la tuya que la introduce en la
colmena, la lucha se desatará en el interior.
—Hay algo que no veo claro, Pertinencia. Ustedes son tan
valientes y decididas para combatir cuando es necesario; ¿por qué no
sacan sus aguijones contra esa mano?
—La Adversidad sabe abrirse paso lentamente y desarmarnos. La
mano viene siempre precedida por el humo. El humo nos atonta, nos
quita la capacidad de reaccionar; es el arma invencible de la
Adversidad.
El diálogo de esa tarde me dejó un poco confusa. La mano llamada
Adversidad… El rapto de la reina… ¿Habría sido un hecho o una
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 52

interpretación errónea de Pertinacia? Tal vez nuestro vecino pudiera


aclarármelo.
— Esto es solamente una suposición mía, Don Gerónimo. ¿Sería
posible que alguien tuviera interés en raptar a la reina de una colmena,
y con qué propósito?
—Es posible y a veces se hace para estudiar las reacciones de las
abejas. Ayer tuve la visita de un profesor de historia natural y varios
alumnos que me pidieron permiso para quitar la reina de una de mis
colmenas por unas horas con fines de estudio. Les permití que lo
hicieran y aproveché la depresión moral que eso produce entre las
abejas para extraer algo de miel. Hicimos una fogata cerca de la
colmena y las abejas, atontadas por el humo, nos dejaron obrar sin
resistencia. Naturalmente, todo esto debe ser hecho con movimientos
muy lentos, de otro modo uno se expone a la furia de las abejas si las
asusta con movimientos bruscos.
—¿Cómo localizan a la reina si está fuera de sus habitaciones
reservadas?
—Es muy fácil, porque nunca anda sola. Su escolta de
guardaespaldas la sigue a cualquier parte. Donde está ese grupo de
abejas en espera, como una guardia en formación, allí está la reina.
— ¡Qué fidelidad en el cumplimiento del deber!
— ¡Cierto! Es algo que ha llegado a ser proverbial. Hubo ocasiones
en que una reina con un grupo de obreras fueron enviadas en una caja a
otra localidad y por trastornos inesperados el viaje se demoró más de lo
previsto. En tales casos, las abejas llegan muertas, pero la reina llega
bien porque le han dado hasta la última gota de miel que llevaban en el
papo, sucumbiendo al hambre por no dejar de prodigarle a su soberana
el cuidado que le debían. Los estudiantes disfrutaron mucho de la
experiencia de ayer. A media tarde pusimos a la reina en la puerta de su
colmena y observamos la explosión de alegría con que reaccionó su
pueblo, y la delirante bienvenida que le brindaron.

Algunos días agobiantes y húmedos culminaron en una tormenta


eléctrica y un brusco descenso de temperatura. Me preocupé muchísimo
por Pertinacia y todo su pueblo, consciente de lo vulnerables que son los
insectos alados a los cambios de tiempo. Tuve miedo de no volver a
verla; pero un libro sobre apicultura me tranquilizó. Un párrafo decía:
“Las abejas han solucionado el problema de la calefacción y el aire
acondicionado dentro de sus colmenas. Es vital para sus bebés que la
temperatura no tenga mucha variación entre los 32 y 36 grados
centígrados. Si la temperatura sube mucho en verano, las mayores salen
en busca de agua y la colocan en lugares estratégicos. Otras acuden y
abanican vigorosamente con sus alas para evaporarla, lo cual refresca el
ambiente de inmediato. Si el termómetro desciende bruscamente las
abejas cargan su cuerpo de miel, la cual se convierte en combustible
que produce calor. Se aglomeran formando un racimo y las que están en
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 53

el centro giran para producir calefacción. Cuando la temperatura sube


demasiado el movimiento se hace más lento, Las que están afuera van
cambiando su lugar con las de adentro de modo que todas tengan parte
en producir calor y tomen turnos para refrescarse”.
Cuando pasó el mal tiempo y volvieron los días brillantes tuve la
prueba de que Pertinacia no había echado al olvido nuestra amistad. La
primera conversación que tuvimos después de esta breve ausencia fue
muy iluminadora.
— ¡Hola, golosinera golosa! ¿Estás lista para otra dulce libación?
¿Qué vas a contarme de nuevo hoy?
—Estoy un poco triste. Hay una nueva reina en la ciudad. Mi
madre y un gran número de mis hermanas se han ido; la población ha
disminuido mucho.
— ¡Ah!... Eso es lo que nosotros llamamos una enjambrazón.
¡Cuánto me alegra que hayas decidido quedarte!
—No fue precisamente mi decisión. Me hicieron sentir que era mí
deber. Algunas obreras mayores de edad permanecemos en la colmena
para continuar produciendo y para alimentar y cuidar a las larvas a
quienes hay que darles de continuo sus raciones medidas durante
algunos días antes de sellar la celda y dejarlas que se desarrollen hasta
llegar a estar en condiciones de comenzar su vida como miembros de la
comunidad.
—Eso me hace recordar algo que deseaba preguntar, amiguita.
¿Cómo fue el principio de tu vida? ¿Te iniciaste inmediatamente en tus
actividades exploradoras?
—¡No! Ninguna abeja sale de la colmena en cuento nace. La
sombra y la luz deben ir y venir siete veces antes de la primera salida.
—A ver... Déjame expresarlo en los términos de nuestro idioma
para entenderlo bien. La sombra y la luz van y vienen siete veces... ¡Ah,
sí...! Eso es lo que nosotros llamamos una semana. Bien, ¿cuál fue tu
impresión? ¿Embriaguez, deleite, temor? ¿Qué sentiste al ver el cielo
infinito, el sol, las flores?
—Sentí miedo, desconcierto; no sabía sí quería irme o volver a la
colmena; su penumbra me llamaba. Anduve algún tiempo cerca de la
entrada antes de decidirme a seguir a mis hermanas. Grabé en mi
mente los árboles, el camino, los muros cercanos; temí no reconocerlos
y extraviarme al volver. Por fin cobré ánimo y usé resueltamente mis
alas. Entonces descubrí que volar era hermoso. Conocí las floras que nos
dan alimento. El calor del sol sobre mí era uní invitación a la vida. Pero
aún tuve que esperar que la luz y la sombra se sucedieran otras siete
veces antes de salir a trabajar de firme en la recolección.
—¿Qué hiciste en el transcurso de esa segunda semana?
—Aprendí los trabajos de adentro. Limpié celdas, estuve apostada
en la entrada como centinela; participé en la ventilación y aún me
mezclé entre las guardianes de la reina.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 54

— ¡Es un verdadero programa de entrenamiento el que ustedes


cumplen antes de salir a trabajar a los campos! Volviendo a
enjambrazón, Pertinacia, cuéntame por qué una cantidad tan grande
abandonó la colmena. ¿Buscan mayor prosperidad? ¿Se disgustan
porque la producción fue escasa?
— ¡Nada de eso! La colmena se abandona en la plenitud, cuando
está repleta de miel. Las que se van sienten una alegría irreprimible que
se reconoce de lejos por los coros que entonan. Es la satisfacción del
deber cumplido; ese día ofrendamos nuestros logros al porvenir. Es la
única fiesta verdadera que conocemos. Nadie usa su aguijón en tal
momento. No reaccionamos en contra de cualquiera que venga a
aprovecharse de nuestros depósitos de miel aunque sean insectos que
comúnmente rechazamos. Todo está a la disposición de nuestros
casuales huéspedes en ese banquete de despedida para los que quieran
disfrutarlo con las que se aprestan a partir.
—¿Entonces, las obreras también comen hasta saciarse en esa
ocasión?
—Así es, no sólo por el espíritu de fiesta que nos invade, sino
porque las fundadoras de la futura colmena necesitan llevarse una
buena provisión de miel para convertirla en cera, a fin de tener material
para edificar.
—Nosotros hacemos lo contrario de ustedes. Solamente
abandonamos una ciudad si está arruinada por la guerra o por un
desastre natural; si está condenada al hambre y no nos ofrece
seguridad. He oído decir que las abejas suelen ir muy lejos en busca de
un nuevo alojamiento. El que las cuida muchas veces se interpone
proveyéndoles un lugar adecuado en las cercanías, cortando ese loco
afán de aventuras. En ese caso, la mano que ustedes llaman Adversidad
debería llamarse Providencia. Pero, ¿qué pasa si ustedes se lanzan a la
deriva y les va mal? Podrían encontrarse con una tormenta que las
diezma, o después de viajar una larga distancia no hallar un lugar
apropiado para radicarse ¿Vuelven a la colmena próspera que
abandonaron?
—¡Nunca! Eso sería como quitarle al provenir el regalo que le
hemos hecho. Aún ante la peor perspectiva la satisfacción de la obra
cumplida es un consuelo, una compensación por todos los sinsabores
que se presenten después fíe la partida. Es un buen recuerdo que no
queremos profanar,
—Te comprendo Pertinacia. Los humanos tenemos Sentimientos
muy parecidos. Deploramos volver fracasados a un lugar de donde
salimos triunfantes. Nos resulta doloroso volver empobrecidos, pidiendo
misericordia, después de haber enriquecido a otros con nuestras
dádivas. Cuando nos agobia el infortunio nos refugiamos en las
memorias enternecedoras de los logros pasados y no quisiéramos
cambiar el oro de nuestros recuerdos por ninguna ventaja que el presen-
te nos ofrezca.
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Muchas veces vuelve a mi mente la conversación de la última


tarde en que nos vimos. No imaginaba entonces que ese sería el diálogo
final con mi pequeña regalona. Después de algunas divagaciones,
recuerdo que le dije:
—¿Sabes, Pertinacia? Todo lo que me has contado podría servir
para ilustrar el ir y venir de nuestras horas. Una vida útil es una colmena
organizada y productiva; las horas laboriosas son abejas obreras que
convierten el tiempo que pasa en valores duraderos, como ustedes lo
convierten en miel. La miel es inalterable; conserva su valor y calidad
gracias a esa gotita de ácido fórmico que le inyectan con el aguijón. Las
ventiladoras también hacen su parte evaporando de ella la humedad.
Todo lo que ustedes hacen tiene un fin, una razón lógica, un propósito
diseñado por la Mente Suprema del Universo, aquel a quien los humanos
aprendimos a llamar Jehová. La miel da energía y tiene propiedades cu-
rativas, mejora y suaviza cualquier herida. Para nosotros también, la
miel de nuestros buenos recuerdos, forjados con esfuerzo y sacrificio, es
el mejor remedio para las frustraciones y magulladuras que recibimos
con el pasar del tiempo. Es una fuente de energía que nos sostiene
cuando las fuerzas empiezan a menguar. En la colmena de la vida, las
horas perdidas son tánganos que consumen el producto de las horas
buenas. Ustedes, con sabiduría mantienen el ocio en un nivel razonable,
no dejan que los zánganos se multipliquen desproporcionadamente, y
cuando ya han cumplido su propósito, los obliga a volver a la nada. Para
nosotros también, un número razonable de horas ociosas son un
beneficio que se disfruta, pero nunca deben tomar posesión de la
colmena. Guardaré esta enseñanza, la fijaré en mi mente como un saldo
positivo de tu amistad.

Hacía tres días que ella no aparecía en la ventana. Don Gerónimo


sugirió algo en lo cual no había pensado cuando le comenté:
—Me preocupa esa abeja que marqué con esmalte de uñas. Hace
tres días que no la veo. La última vez noté que tenía una de sus alitas
rasgadas. Temo que no tenga fuerzas para volar.
—Si ese es el caso, mis temores son otros. Cuando una abeja se
agota y se deteriora acarreando néctar y polen, las otras la echan de la
colmena y muere a la intemperie.
—¡Eso es una injusticia! Es como si a uno lo arrojaran fuera de la
civilización porque ya no puede rendir en el trabajo como en sus
mejores años... Ella se gastó por el bien de la comunidad; cooperó con
los arreglos; obedeció las leyes; nunca se puso contra la reina; me
consta que no hizo nada que perjudicara la clase obrera. Vivió en
completa castidad, sin conocer más placeres y halagos que los del
trabajo.
—No lo dudo, pero las abejas no son sentimentales. Además, no
han perfeccionado su programa social hasta el punto de proveer asilos
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 56

para ancianos y jubilaciones para lisiados La colmena es una ciudad sin


hospitales ni tumbas. Tiene que entender el punto de vista de ellas. No
se consideran a sí mismas como individuos, sino como parte del
conjunto. Cuando una abeja no pueda cumplir sus funciones, es una
parte del cuerpo que tiene que ser amputada, como hacemos nosotros
si un miembro nuestro empieza a morir cuando al cuerpo le quedan las
mejores posibilidades de seguir viviendo. No pienses que la aguijonean
como a los zánganos; simplemente la echan fuera. Tal vez se figuran
que se la devuelven al sol y las flores porque ya no pertenece a la
colmena. La abeja maltrecha no hace resistencia ni lucha por cambiar su
destino. Parece tener el mismo criterio que tenían los ancianos entre los
antiguos esquimales. Cuando presentían que su fin estaba cerca, se
sentaban sobre el hielo en ropas menores, lejos de su iglú, esperando la
muerte, despojados de su valiosa ropa de cuero, que dejaban como
legado a la generación siguiente.
—De todos modos, eso no quería decir que Pertinacia tenía que
morir. Estamos a principios del verano; habrá flores por mucho tiempo
todavía.
— La abeja es un insecto gregario: fuera de la colmena no puede
sobrevivir ni tiene razón para intentarlo, porque jamás realiza algo por sí
sola. No parece tener instinto de preservación individual, a pesar de
todo lo que hace por la preservación de la especie. Aunque el tiempo
sea cálido, aunque haya mucho alimento afuera, si su comunidad la re-
chaza muere de soledad, desorientada por falta de motivo para seguir
viviendo.
—Yo hubiera puesto miel en mi ventana todos los días para
alargarle la vida.
—La llamada imperativa de la muerte no puede amortiguarse con
ninguna clase de miel. Ella sabía que su propósito estaba cumplido. Ya
no podía ser una obrera que transportara néctar y polen; no servía como
barrendera, ni como ventiladora ni como guardiana. Para las abejas, a
menos que se trate de una reina, no hay más alternativa: la vida plena
de productividad y sacrificio, o la renunciación total, dejándole a la
nueva generación el valioso capital de miel acumulada en el ir y venir de
cada día. La miel que le diste fue un estimulo bien merecido, pero, como
en el caso de los humanos, la abeja no vive de pan solamente. Necesita
el espíritu de la colmena; necesita su congregación. Cualquiera puede
alimentarla, pero nadie puede proveerle la sensación de miles de alas
agitándose alrededor y las canciones de paz y de trabajo entonadas a
coro, que constituyen el folklore apícola. La satisfacción del paladar y
del estómago no le habría hecho olvidar nunca su ciudad de cera, su
pueblo y su trabajo organizado.
Comprendí que todo eso era cierto, lamentablemente. Ya no
volvería a mi ventana la gentil embajadora de Apilandia, la eficaz
corresponsal extranjera que había desplegado ante mi imaginación el
misterio de su pintoresco mundo.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 57

Al volver a casa, sentí la necesidad de resumir mis impresiones, no


en un himno fúnebre sino en un canto constructivo y motivante, en
memoria de aquella criaturita sabia que me había enseñado tantas
cosas acerca de su tesonera vida dentro de una comunidad populosa,
infatigable, llena de leyes, dramas, proyectos y renunciamientos, todos
pendientes de un solo anhelo: salvar el porvenir.
Si alguna vez siento que mi mano quiere aflojar y no estoy
reteniendo tan firmemente como debiera los privilegios y deberes que
justifican mis pasos sobre la tierra, entonces vuelve a mi memoria
aquella canción que me inspiró Pertinacia, y mi corazón la absorbe como
un vaso de agua en el momento oportuno.

PERTINACIA

Pinta de azul sereno tu puerta y tu ventana


y asómate a la vida en paz cada mañana.
Deja que tu existencia sea una activa colmena,
tus horas laboriosas, insectos en tropel,
trayendo el más selecto néctar de las praderas.
Abejas pertinaces que con trabajo fiel
trasieguen la escondida esencia de los días,
pagando cuando parten un tributo de miel.
Permite que se esmeren defendiendo la entrada,
barriendo cosas muertas que no debes guardar,
nutriendo lo que nace, cuidando lo logrado,
elaborando siempre por el gozo de dar.
Si alguna mano extraña diezmara tus tesoros,
si en medio de tu pueblo se amortiguara el coro,
y entre los que trabajan decreciera el tesón,
que el deber te estimule y el porvenir te inspire,
para que no abandones tu obra y tu canción.

Nota: Basado en el libro de Mauricio Maeterlinck “La vida de las abejas”


y en “Despertad” del 8 de Enero de 1965.
UN ENTIERRO DIFERENTE

Jugar con la imaginación es lo más divertido que existe, Tornillito.


Es un juego de armar que te da todas las posibilidades y variaciones.
Tiene un infinito número de piezas, combinaciones y matices. Te brinda
el uso de todos los colores, formas y dimensiones. Vamos a emplear sus
recursos para componer un cuadro que jamás se ha visto en ningún
lugar del universo. El privilegio de la primicia le está reservado a nuestro
pequeño planeta.
Imaginemos ese día, brillante y único en la historia de los siglos. El
sol exaltará los colores que resplandecerán llenos de vida en el follaje,
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 58

en las flores, en el plumaje de los pájaros, en la piel de los animales, en


nuestros ojos deslumbrados, desbordantes de asombro. Es un día
histórico sin parangón, uno de esos indescriptibles acontecimientos que
sólo pueden producirse una vez, y tendrá lugar al final del primer
milenio del reinado de Cristo. Me refiero al entierro de la muerte.
Si quisiéramos captarlo en un lienzo, pintaríamos una enorme
multitud de todas las razas caminando detrás de un gran ataúd llevado
por dos ángeles. Vistiendo las mejores galas, con flores en el pelo,
entonando cánticos triunfales, los seguimos hasta el borde de un gran
abismo donde se detienen. Naturalmente, no es necesario que nosotros
ayudemos, pero por el gozo que nos produce, nos permiten poner nues-
tras manos sobre el ataúd y empujar con toda nuestra fuerza. Por un
momento el coro hace silencio y escucha... Se oye un golpe seco, lejano,
desde el fondo del abismo. Los ecos lo reproducen todo alrededor. ¡Ya
estamos libres de ella para siempre! La muchedumbre que llena las
montañas y los valles eleva nuevamente sus cantos de entusiasmo y
empieza a regresar dando la espalda al abismo donde yace un pasado
que jamás volverá. Entre los celebrantes no podían faltar los liberados a
quienes la Muerte una vez arrancó de sus hogares encerrándolos en una
isla fría de donde no podían escapar por sus propios medios.
¡Qué felicidad saber que se había ido despojada de sus cautivos,
llevándose como botín únicamente a aquellos que a sabiendas
despreciaron el don invalorable de la vida y el pago de redención que
Jesús entregó a favor de todos! Vamos a repasar el cuadro, Tornillito,
para añadirle algunos detalles.

EL ENTIERRO DE LA MUERTE

Ya han pasado mil años de días gratos.


El Adversario está vencido, inerte.
Lustraremos brillantes los zapatos
para ir al entierro de la Muerte.
¡Nunca resurgirá!

Ni lamentos ni endechas alzaremos


a su lívido rostro entumecido;
con un canto de triunfo empujaremos
su ataúd oí abismo del olvido.
¡De allí no volverá!

Perdiste tu aguijón, avispa ciega,


jamás has de volver a envenenarnos.
Nuestro Dios te ha vencido con la entrega
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 59

de un rescate muy caro por librarnos.


¿Y quién lo anulará?

Ningún viajero morirá en la nieve


ni abrasado de fiebre en el desierto.
La ausencia y la distancia serán leves,
y cada barco volverá a su puerto.
¡Nada lo impedirá!

Nadie abrirá una senda de regreso,


nadie echará de menos tu exterminio,
tus siembras de tenor, tus escalados.
La Vida ya ha invadido tus dominios,
¡Y allí se quedará!

LA OPOSICIÓN

Hay una cosa para la cual debes prepararte con anticipación,


Tornillito, a fin de aminorar el impacto, como hace la gente cuando oye
la advertencia de un huracán. Cualquier empresa, cualquier logro, tiene
que llevar la marca distintiva que deja el sacabocados de la oposición
¿En este mundo, todo lo que valga la pena hacer se enfrentará a la
crítica mordaz que a veces viene de los más allegados. Aun las cosas
limpias y nobles como el esforzarse por hacer la voluntad de Dios,
despertará resentimiento en algunas personas.
Desde Jehová hacia abajo, todos tenemos que enfrentar los
instrumentos demoledores de la censura y el ridículo. ¿Acaso no
estamos siempre defendiendo a Dios de los argumentos de aquellos que
nos aseguran que si estuvieran en el lugar de Él harían tal o cual cosa, y
que si Él fuera Todopoderoso ya tendría que haberlo demostrado de tal o
cual manera? La obra y las palabras de Jesús están el tela de juicio
todavía, casi dos mil años después. La historia de la humanidad es un
largo drama en que multitudes han participado elevando burlas y
protestas para desanimar a los que se esforzaban por alcanzar metas
que no eran comunes.
El colonizador de tierras vírgenes; el investigador de hechos
científicos; el que descubrió cómo vencer enfermedades; el que diseñó
nuevos estilos de edificios; el que compuso música que sobrevivió al
tiempo; casi en su totalidad sufrieron oposición y muchos cerraron los
ojos en la muerte sin verse vindicados. Podrás sobreponerte a la
adversidad si miras las cosas con los ojos con que Dios las mira y dejas
en sus manos el resultado final, aunque tú no lo disfrutes.
No sueñes con realizar grandes hazañas ni te sientas defraudado
si no estás dotado de cualidades superiores para lograrlas. La mayor
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 60

hazaña es la vida misma. El más eminente equilibrista es el que no cae


en el lodazal de la inmoralidad mientras mide sus pasos sobre los cables
tensos del diario vivir. El más hábil nadador es el que cruza el océano de
la humanidad manteniendo en alto la cabeza para no sucumbir a la
depresión. El jinete invicto es el que no se detiene ante la primera meta.
El corredor laureado es el que no se distrae mirando a cada lado del
camino. El más hábil de los arqueros es el que apunta a los blancos
espirituales, que son remunerados con los tesoros invisibles del cielo.
El rey Salomón escribió algo que la gente sigue repitiendo todavía
en forma de refrán. Al principio del capítulo diez de Eclesiastés, leemos
según la Versión Moderna de la Biblia: “Las moscas muertas hacen que
hieda y se corrompa el ungüento del perfumista; así también una
pequeña insensatez al que es estimado como sabio y honorable”.
Cuando la gente hoy dice: “Cayó una mosca en el ungüento” no se
refiere solamente a los pequeños deslices señalados por Salomón, que
arruinan la reputación de un hombre respetable, sino a todo lo que echa
a perder la perfección final de algo bueno y deseable. No nos vamos a
ver libres de esas moscas muertas hasta que cambie el sistema. Quizá
estos versos te ayuden a retener esa advertencia.

LA MOSCA EN EL UNGÜENTO

Querías ser aviador desde muy niño.


Todo iba bien hasta que se interpuso
esa miopía tenaz que va en aumento.
Debes cambiar la meta de tus sueños
mientras la mosca se hunde en el ungüento.

Resígnate a la idea, en esta era


nada se ha de gozar íntegramente;
ningún bienes un don al cien por ciento.
Los que mejor te quieren no podrían
librarte de la mosca en el ungüento.

Luisa tenía una beca concedida;


cursos, viajes, conciertos y contratos;
¡su violín se elevaba al firmamento!
Pero ese año estalló la guerra
que empujó tantas moscas al ungüento.

La negligencia cruel que hay en el mundo


priva a José de una vejez tranquila.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 61

Se perdió un importante documento;


¡ahora quién sabe cuándo se jubila!
¿Por qué cayó esa mosca en el ungüento?

Pedro tenia el ascenso bien ganado


sin sobornos, regalos ni padrinos.
Sus ilusiones vagan en el viento,
porque el yerno del jefe aspira al puesto.
¿Y quién saca esa mosca del ungüento?

Andrés tenía espléndidos negocios,


una mansión, un barco, cuatro autos.
Hoy vive en un modesto apartamento.
La inflación lo redujo a la carencia;
le quedaron las moscas, no el ungüento.

Este viejo sistema prepotente


sigue estorbando en todo a los virtuosos
y dándoles la palma a los violentos.
No se puede esperar ningún milagro
que guarde la pureza del ungüento.

Se acerca el Paraíso incorruptible


donde no habrá este suspirar sin cuento.
Pues entonces, ¡qué alivio imponderable!
las moscas estarán siempre en su sitio,
no caerán nunca más en el ungüento.

ESA BREVE Y CHISPEANTE JUVENTUD

¡Cómo vuela el tiempo, Tornillito, y cómo estás creciendo!


Centímetro a centímetro te estás escapando del reino de los niños. Ayer,
cuando pasé por tu casa, tu madre estaba alargando tus pantalones y
soltando el dobladillo de las mangas de tus sacos porque ya no te
cubren las muñecas. Tus padres, que te conocen mejor que nadie,
consideran que llegó el momento oportuno para que simbolices tu
dedicación con el bautismo; es un caro anhelo que expresaste muchas
veces. Cuando se realice, cruzarás tus manos sobre el pecho y las
dejarás inactivas como en la muerte. El bautizador colocará una de sus
manos sobre las tuyas y rodeará tu espalda con su brazo para hundirte
en el agua. Esa será una muerte simbólica en lo que toca al curso de
vida que te ofrece el viejo sistema de cosas.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 62

No tratarás de independizarte del que te sumerge, porque si él te


soltara podrías morir literalmente. No importa a quien pertenezca ese
brazo, quizá sea de alguien que un día te defraude o se olvide de Dios;
pero en ese momento representará el brazo fuerte de la organización
terrenal de Jehová que nos sostiene para que alcancemos la verdadera
vida, y no para hundirnos en la muerte. Con la misma confianza con que
te entregarás al brazo carnal del bautizador, continúa apoyándote en la
organización teocrática. Cuando te levantes del agua, estarás de cara al
cielo, y lo reflejarás en tus ojos. De allí en adelante, sigue dirigiendo
hacia arriba tu mirada y nunca te faltarán las fuerzas y la guía necesaria
para vivir de acuerdo a tu dedicación. ¡Guarda la fecha entre los apuntes
que no quieres perder, o en una de las páginas en blanco de tu Biblia! Es
el día de tu nacimiento como súbdito del Reino de Dios; es el día en que
estarás entregando tu voto por la soberanía universal de Jehová, y jamás
podrás anular la responsabilidad asumida en ese momento. De allí en
adelante, Él no te fallará a menos que tú lo abandones; El no te olvidará
jamás, a menos que tú conscientemente lo arrojes de tu corazón.
Casi sin darte cuenta, estás cruzando el puente que une la niñez
con la edad adulta, ese hermoso puente que se llama Juventud. Feliz de
ti si puedes atravesarlo con un corazón calmado y seguro de sus
objetivos, sin prisa, como cuando uno pasa ante un paisaje
deslumbrante sospechando que puede ser la única vez que lo
contemple. No resuelvas precipitadamente ninguna cosa que gravite en
tu futuro. Cuando algo que te importe mucho requiera paciencia y
aguante, deja tu expediente sobre el escritorio de Equis Cautela, como
hizo Christian, y resuélvete a esperar. No trates de madrugar más que el
tiempo, porque para todo hay un punto de madurez.
Un día no lejano estarás entrando en la segunda década de tu
vida. Algunos te dirán: “Ven, diviértete con nosotros; prueba todo lo que
el mundo te ofrece, porque no volverás a tener veinte años”. Es cierto,
nunca volverás a sentir la vida de la misma manera. Sin embargo, si
pasas ese tiempo lleno de intensos y contradictorios anhelos con una
conciencia sin mancha, enfrentarás la edad adulta con un canto de triun-
fo en el corazón.
Cuando recién empezaste a ayudar a tu tío en el laboratorio
fotográfico, un día volviste a casa abochornado porque habías arruinado
una fotografía importante. No recuerdo si el problema fue que el líquido
revelador no estaba a la temperatura que debe estar, o si calculaste mal
el tiempo de exposición. Tu tío te consoló diciendo que cuando uno está
aprendiendo a hacer cosa; siempre arruina algo para pagar el derecho
de piso. Hay Jóvenes que hacen algo mucho peor; arruinan su propia
imagen cuando están aprendiendo a vivir, y tarde o nunca comprenden
que así pagaron un derecho de piso en la casa de remates de Satanás,
donde le fijan un precio miserable a la dignidad y a la vida. Me refiero a
los que acceden a embarcarse en lo que llaman “un viaje”, con la ayuda
de una inyección, un polvo, o un cigarro especialmente preparado.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 63

Muchos están dispuestos a probarlo una sola vez, simplemente para


saber qué sienten los otros. Demasiado tarde descubran que el “viaje”
puede terminar en la tumba, porque se está realizando en un tren sin
frenos, y el pasajero rara vez puede elegir la estación del descenso.
Cada niño es una esperanza nueva que ilumina su lugar; es una
promesa de logros y satisfacciones para sus padres. ¡Cuántos sueños
forja la madre junto a la cuna, y cuánto se pierde si ese hijo la defrauda!
El joven que recurre al uso de drogas alucinógenas que arruinan su
salud y su capacidad mental, está convirtiéndose en una pobre muestra
de lo que podría haber sido; es una imagen borrosa que no se reveló
como debía, igual que tu fotografía mal manipulada.
Resuélvete a no ser para los tuyos una esperanza frustrada ni una
promesa incumplida. Algunos se mofarán de tu conducta pura y te
compadecerán como si estuvieras desperdiciando tu vida. Pero... ¿qué
significa la burla de los necios para los que esperan cosechar el aplauso
de los ángeles?
La burla ha sido un instrumento sutil usado desde el principio de la
historia humana por los que creen que es más efectivo socavar la moral
del adversario con golpes bajos, que atacar de frente. Ismael mostró
oposición a su medie hermano Isaac, heredero legitimo de Abraham, con
burla y desprecio, como hacen muchos cuando les decimos que el
pueblo de Jehová será nombrado heredero legítimo de la tierra. —
Génesis 21:9.
¿Te duele que hagan escarnio de tu manera de adorar a Dios y que
tu gozo sea definido como ingenuidad? El rey David tuvo la misma
experiencia. Cuando el arca sagrada fue traída de vuelta a Jerusalén,
después de haber sido capturada y más tarde devuelta por los filisteos,
David sintió una alegría avasallante, porque el arca representaba la
presencia de Dios, y era por medio de ella que Jehová emitía mensajes a
su pueblo, cuando se encendía entre las alas de los querubines que
adornaban la tapa, aquella luz milagrosa que llamaban Shekinah.
Pensando en todas estas cosas significativas, David dio rienda suelta al
impulso de expresar su felicidad bailando delante del arca. Mical, su
esposa, lo despreció y se burló de él por esa ingenua manifestación de
alegría. Pero el ataque verbal de esa persona íntimamente ligada a él,
no lo desmoralizó. —1 Crónicas 15: 29; 2 Samuel 6: 20-23.
Algunos se burlarán de tu empeño por cultivar los frutos del
espíritu. Recuerda que cuando los discípulos de Jesús recibieron el
espíritu santo y el don de hablar en lenguas que no habían aprendido,
también fueron afrentados por un coro de risas burlonas, y la gente les
gritaba: “Están llenos de vino dulce”. Hechos 2: 1—13.
Los necios también se burlaron del nombramiento de Rey que
Jesús recibió de su Padre, y lo coronaron de espinas. Compadécelos por
todo lo que les falta, y por el triste lote que van a recibir, ya que el libro
de los Proverbios dice que Dios mismo les devolverá el escarnio: “Si se
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 64

trata de burladores, él mismo escarnecerá; pero a los mansos les


mostrará favor”. —Proverbios 3: 34.
Quiero que te detengas a meditar sobre el versículo de apertura
del libro de los Salmos: “Feliz es el hombre que no ha andado en e1
consejo de los inicuos, y en el camino de los pecadores no se ha parado,
y en el asiento de los burladores no se ha sentado”. Si esas burlas te
detuvieran en tu propósito de hacer la voluntad de Dios, entonces el
triunfo es de ellos. ¡Te habrán sentado en su silla para que no sigas
caminando hacia la meta!. No les concedas la victoria. Jehová la tiene
reservada para ti si no abandonas el camino.
Hazte disponible al Soberano Universal con todos tus valores. Cada
congregación funciona como un cuerpo en que hasta el más pequeño
miembro tiene su razón de ser, pero es Dios quien le ha señalado su
lugar. En nuestra presunción, los humanos a veces porfiamos con el
Creador asignándonos un lugar que no es el que nos corresponde.
Algunos prefieren andar por las orillas y hacer siempre lo menos posible.
No quieren ser órganos vitales, que trabajan constantemente.
Encuentran más cómodo ser la piel de la congregación y no las vísceras.
Es muy grato oírte hablar últimamente acerca de tus planes de
dedicar la mitad de tu tiempo a la predicación cuando termines tus
estudios, y combinar el servicio al Reino con el trabajo seglar. Será un
ejemplo estimulante verte mes a mes haciendo tu entrega de tiempo
dedicado con el fin de adquirir un amplio espacio habitacional en el
mundo del futuro. Esa es una forma de pago adelantado altamente
cotizada por Dios y libre de las oscilaciones del mercado de cambios. A
su debido tiempo comprobarás que fue la mejor inversión de tu vida. Mi
experiencia personal lo certifica.
Sin duda ya lo habrás advertido; me estoy desdoblando y
prolongando en tu persona para vivir de nuevo mi juventud y mis metas.
Alguien a quien le hemos llevado la verdad es un hijo espiritual amado,
objeto de desvelos y ansiedades. Esa paternidad será un privilegio tuyo
también en los años venideros.
Recuerda la ilustración del Salmo 110:3 —“En los esplendores de
la santidad, desde la matriz del alba, tienes tu compañía de hombres
jóvenes justamente como gotas de rocío”.
La juventud dedicada a Dios es un adorno en medio de su pueblo,
refrescante como el rocío que hace brillar las cosas cuando amanece. En
este momento estamos en la matriz del alba largamente esperada,
como lo expresa el salmista. Dios nos promete sostenernos en ella.
Como pueblo suyo, no seremos nunca un sueño abortado, sino una
realidad dada a luz en el momento preciso. Jehová cuenta con el vigor
de su valiente juventud para embellecer el amanecer del Reino y poner
en marcha los grandes proyectos del futuro.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 65

JUVENTUD TEOCRÁTICA

Dios te llamó a su pueblo voluntario.


El te sostiene en la matriz del alba
y ve en ti la belleza del rocío.
No des al mundo tu impelente brío;
quédate aquí, donde su diestra salva.

Ofrécele al Supremo tu tesoro


y une tu canto de alabanza al coro
de los que siegan la postrera mies.
Tu final recompensa está segura,
pero cierra tu oído al que murmura:
“Nunca más serás joven otra vez”

No sacrifiques la nobleza humana


a la inconsciencia de la marihuana,
ni busques las falaces alegrías
envueltas en el vino y el alcohol.
Haz de la noche una nodriza buena
que restaura tu fuerza y te serena
para volver vibrante a la vida y al sol.

NO DESDEÑES EL MANÁ

Me gusta mucho tu sentido del humor, Tornillito, y esa actitud


resuelta para remediar inconvenientes. No tomaste a mal mis bromas
cuando te encontré frunciendo un agujero en el bolsillo de tu pantalón
con la aguja que usa tu mamá para coser matambres, enhebrada con
cuatro vueltas de hilo. Tu explicación fue muy ingeniosa: -"No quiero que
se me caigan las monedas que llevo a la escuela para la merienda,
porque si alguno las levantara, sería una vergüenza que viera lo poco
que tengo para perder".

Si puedes seguir mirando a la pobreza en los ojos con dignidad y


alegría, estarás en condición de vencer a uno de los más sutiles
enemigos de la humanidad, el materialismo. Hay hijos que han sido
ejemplares en cuanto a honrar a sus padres, pero cuando ellos han
muerto, se distancian definitivamente de sus hermanos porque no están
de acuerdo con la división de los bienes que han quedado.
El materialismo es un adversario muy astuto. Es difícil discernir
dónde termina su papel de benefactor y dónde empieza su acción
corrosiva. Es cierto que los bienes materiales solucionan muchos
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 66

problemas. Lo mismo se puede decir de algunas drogas medicinales.


Pero... ¿qué sucede si tomas más de lo que necesitas? Después de curar
la parte afectada empiezan a hacerle daño a lo que está sano. Te aclaro
que materialismo significa el amor desmedido a las posesiones
materiales, y el concederles el primer lugar en la vida. No se refiere al
uso equilibrado de ellas.
Agur, un poeta de la antigüedad, describió ese equilibrio necesario
con palabras muy acertadas que se conservan en el capítulo 30 del libro
de los Proverbios, en los versículos 8 y 9, que dicen según la Versión
Moderna de la Biblia: "... no me des ni pobreza ni riqueza; aliméntame
del pan señalado para mí: no sea que me sacie del bien y reniegue de tí,
y diga: ¿Quién es Jehová o no sea que empobrezca y hurte, y use
profanamente del nombre de mis Dios".
Si aprendemos a coser los agujeros de nuestros bolsillos; si no
nos perturba el hecho de tener muy poco para perder, mientras alzamos
los ojos límpidos y alegres al Dios que vela por nuestra diaria ración de
pan, no somos tan pobres como los que pierden hermanos y amigos
luchando por una tajada más ancha de las cosas que se desprenden de
nosotros en la puerta del cementerio.
El antiguo pueblo de Israel vivió durante cuarenta años en el
desierto, acampado en diferentes lugares, según la dirección de Dios,
antes de entrar en la Tierra Prometida. Entonces no podían detenerse
para plantar, cosechar, o criar aves y ganado para comer. Pero Jehová
los alimentó con un producto celestial. La primera vez que lo vieron les
causó asombro y se preguntaban unos a otros en hebreo: "¿Manhu?",
que significa: "¿Qué es esto?" En siríaco esa expresión se traduce
"¿Maná? Esa es la voz que prevaleció para nombrar el pan del cielo,
como se relata en el capítulo 16 del libro del Éxodo.
El maná se posaba en forma de copitos sobre el campo y debía ser
recogido antes que el sol naciente lo derritiera. Era un privilegio
exclusivo; algo que ninguna otra nación tenía ni había probado jamás.
Era por lo tanto un documento de garantía de parte de Dios, certificando
su capacidad como Proveedor milagroso, que podría hacerse cargo de
cualquier emergencia en cualquier tiempo.
El maná tenía entonces el mismo valor que las promesas de Dios
que sostienen nuestra vida espiritual ahora, mientras vagamos por el
desierto del mundo. Para recibir el cabal beneficio del maná era
necesario comerlo con los ojos puestos en el porvenir, nunca en el
pasado. Pero muchos de ellos hicieron lo contrario. Mientras comían las
tortas hechas con maná machacado, su paladar añoraba el gusto de la
carne y los pepinos, los puerros, los ajos y las cebollas de Egipto.
Llegaron al punto de llorar por no tenerlos, irritando a Dios al reclamar
con lágrimas esos insignificantes goces pasajeros. Familias enteras
celebraban duelo por los ajos y las cebollas que habían dejado atrás
cuando llegó la liberación. Leélo tú mismo en el libro bíblico de
Números, capítulo 11, versículos 5 al 10.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 67

¡Cuánto daño nos haríamos si nos volviéramos indiferentes a las


promesas de Dios porque seguimos eructando el gusto fuerte de lo que
el viejo sistema nos hizo probar! Es insensatez dejar perder lo bueno que
nos trae el presente porque sólo tenemos ojos para el pasado. El famoso
poeta hindú, Rabindranath Tagore, lo expresó de esta manera: "Si de
noche lloras por el sol, no verás las estrellas".
Quiero compartir contigo un pequeño relato. Se trata de un niño
que levantaba casas y palacios con sus juegos de armar. Disfrutaba
construyendo ciudades que para él eran reales; trazaba avenidas y
adornaba sus veredas con arbolitos plásticos. Colocaba en las calles sus
pequeños vehículos de transporte, señalaba plazas, estadios deportivos,
edificios de gobierno y embajadas con sus correspondientes banderas.
En los días lluviosos él era un poderoso rey, dueño y señor de alguna
ciudad erguida sobre la alfombra de la sala, después de un minucioso
trabajo de tres o cuatro horas.
Una tarde de invierno, estaba completamente absorto en un gran
proyecto. Su padre pasó por la sala y le dijo que no valía la pena
esmerarse tanto en lo que estaba construyendo porque muy pronto lo
tendría que derrumbar. El respondió enojado porque querían estorbarle
sus juegos. El padre añadió unas palabras, pero como él seguía
refunfuñando no escuchó, y continuó edificando. Sus hermanos mayores
se acercaron para advertirle que estaba haciendo un trabajo inútil. El se
tapó los oídos cuando intentaron decirle algo más.
La ciudad estaba completa. El niño empezó a colocar los árboles y
se proponía iniciar el tráfico en la avenida principal, cuando dos hombres
llamaron a la puerta. ¡Venían a retirar la alfombra vieja y manchada y a
colocar una nueva! Eso es lo que todos habían tratado de decirle y él no
había querido escuchar.
La mayoría de la gente en el mundo se está comportando como
este niño. No aceptan el mensaje del Padre ni las advertencias bien
intencionadas de los que les dicen que pronto Dios va a tapizar de nuevo
la tierra y todo lo material que hayamos edificado sobre ella será
sacudido y desorganizado. La corteza del planeta está sucia. Ha caído
mucha sangre sobre ella. Tiene manchas químicas y quemaduras
difíciles de borrar; debe ser renovada. Todo lo que se apoya en ella está
sujeto a cambios repentinos. Si tienes esto en cuenta, Tornillito, tus
castillos no quedarán sin piso cuando Dios envíe a sus ángeles a retirar
esta alfombra contaminad, ni llorarás por los ajos y las cebollas de
Egipto, porque habrá muchas cosas mejores en tu ración señalada. Te
dejo estos pensamientos resumidos en un breve recordatorio.

EL PAN ASIGNADO

No me des ni pobreza ni riqueza,


dame el pan señalado para mí.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 68

No quisiera ser pobre y deshonrarte hurtando,


ni holgarme en la abundancia y olvidarme de tí.

Que en mi porción selecta no entre sólo el sustento


que reanima la carne fatigada en su andar,
sino el pan de la mente que nutre lo escondido,
en los anchos torrentes del corazón sumido;
lo que el causal amigo no logra vislumbrar.

Dame como alimento paisajes deslumbrantes,


bajo un sol generoso, bajo noches brillantes.
¡Qué lecciones de vida encierra tu creación!
Señor de las alturas, no dejes que ignoremos
tu obra inimitable que apela a la razón

Aun la pobreza austera se lleva dignamente


sin apartar los ojos del galardón final,
y la riqueza injusta se rehuye y se olvida
para llegar sin tacha a la meta triunfal.

Jehová, tú siempre sabes lo que más nos conviene.


Los gemidos secretos que emite el corazón,
aunque nuestra impotencia no lograra expresarlos,
¡cómo tú los percibes y sabes descifrarlos,
encontrando en la esencia de las cosas no dichas,
el mensaje más hondo que alienta la oración!

LAS ANDANZAS DE TRES TORNILLOS INOXIDABLES

Hace un cuarto de siglo que Sandalio Caminos vive en la Avenida


de la Fe número 777, frente a la Plaza de la Perseverancia. Desde que
está en esa dirección, se ha hecho conocer de todo el mundo como
predicador ambulante de buenas nuevas. Cultivó el hábito de estar
satisfecho y feliz con el pan de cada día, y se hizo carne en él la
seguridad de que Dios está cuidando del día de mañana cuando nos
ocupamos diligentemente de los deberes de hoy. Es un artífice de la
economía. Jamás desperdicia nada, ni tiempo, ni energía, ni salud, ni
bienes materiales. Por eso siempre tiene de todo para dar y siembra a
manos llenas.
Le encantan los relojes y dialoga amigablemente con ellos. Su
melodía preferida es “La Danza de las Horas”. Sus pies lo llevan
prácticamente a todas partes. El único auto que tiene disponible es su
auto determinación. Si alguna vez se presentan problemas con el
arranque, basta un empujón espiritual para ponerlo en marcha.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 69

Sandalio condujo un estudio bíblico en la zona rural con el


matrimonio Gramos y su hijo adolescente, hasta que los tres llegaron a
la dedicación. Los padres del jovencito lo animaron a hacer del
precursorado la carrera de su vida, y lo enviaron a vivir y trabajar con el
hermano Caminos para que se beneficiara de su madurez.
A pesar de la marcada diferencia de edades, Sandalio Caminos y
Lolo Gramos llegaron a ser compañeros ideales. Todas las mañanas van
juntos de casa en casa; a veces para variar van de puerta en puerta.
Por la tarde vuelven para comprobar el crecimiento de las semillas
espirituales que han esparcido. Jamás permiten que el herrumbre de la
inactividad se asiente sobre ellos, ni la pereza los ponga fuera de
combate. Se mantienen ágiles y saludables trabajando una extensa
zona, y son prueba viviente de la veracidad del dicho: ”Una manzana
por día aleja al médico”.
Los jóvenes encuentran estímulo y ejemplo constructivo en Lolo, y
le brindan su amistad. A veces le dicen bromeando: -¿Por qué está en
plural tu nombre?¿Es una indicación de que vales por muchos?.
Y el responde: -En la obra de Dios los logros no son nunca de una
sola persona; todo lo hacemos entre todos. No me gustaría llamarme
Lolo Gré.
Al cabo de algunos años de estar juntos le añadieron una pieza a
la casita, porque Lolo Gramos había decidido casarse con Linda Eficacia.
Lolo y Linda han seguido siendo excelentes precursores después de la
boda. Sandalio ya no tiene la fuerza de sus mejores años, y ellos se
ocupan de predicar en los lugares más alejados para que él no tenga
que caminar tanto.
Los tres siguen trabajando incansablemente como representantes
de único gremio que jamás hace huelgas ni recomienda jubilaciones. Los
valores espirituales que han fijado en su lugar nunca fueron devaluados.
Las cosas dignas y nobles que han atornillado a la altura en que debían
estar, jamás las han dejado caer por negligencia ni por conducta
impropia.
Cuando el Río de las Preocupaciones se desbordó inundando el
Valle de las Finanzas, la gente no pudo dejar de notar que los que viven
en la Avenida de la Fe son los que más rápidamente se reponen de las
pérdidas. El hogar de los precursores está sobre una loma que resulta
una altura protectora. Cuando el huracán Ansiedad desató un aluvión de
tensiones en las regiones pobladas, muchas casas perdieron el techo,
otras se desplomaron del todo. Pero la pequeña casita número 777 ha
resistido todas las amenazas y sigue en pie.
Una tarde del invierno pasado, llovía torrencialmente y el
firmamento surcado de relámpagos dejaba oír los dramáticos tambores
de los truenos. Era uno de esos días en que los corazones buenos abren
las puertas que conducen a los aposentos interiores y empiezan a
hurgar sus cofres de tesoros inmateriales para rescatar los recuerdos
más valiosos.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 70

Linda estaba horneando una de sus deliciosas tortas. Sandalio y


Lolo estaban repasando viejas experiencias que eran en realidad,
credenciales de su ministerio cristiano. Sandalio hizo un comentario que
merecía haber trascendido mucho más allá de las paredes de la
vivienda:
-Aún si no hubiera otro salario para mí, ya estoy bien pagado. La
satisfacción de servir a Dios es una recompensa en sí misma. Sé que lo
mejor está por venir, pero Jehová no me debe nada.
Aunque es razonable esperar que nunca muera, por las dudas,
Sandalio Caminos compuso una posible leyenda para su presunta
tumba, en caso de un supuesto deceso, a fin de seguir dando testimonio
desde la tierra del silencio:

Epitafio

“Hoy llego a tus umbrales, y haz de albergarme, Muerte.

A mi pesar me entrego desarmado e inerte.


Me recibes dormido, pero no vencido.

Un Redentor que nunca a los suyos olvida,


desgarrará tus sombras, reclamando mi vida.

Entro en tu reino mudo, pero dejo en mil surcos


la palabra de vida que es la sagrada mies.

Pues tu puerta es la única, en mi andar denodado,


a la que habré llamado solamente una vez”.

Lolo recordó a sus amigos de la adolescencia y a sus compañeros


de clase, los que lo miraban de un modo tan extraño cuando se
enteraron de sus planes de dedicarse a la predicación. Todos se habían
esforzado por metas muy distintas y habían realizado muchas
aspiraciones. Lolo parecía no haber obtenido nada de la vida en
comparación con ellos. Hasta hoy, a los ojos de sus amigos de otros
tiempos él es un forjador de ilusiones sentado en el escalón más alto de
una escalera hipotética, masticando caramelos imaginarios, mientras se
ajusta los cordones de unos zapatos que jamás llegarán a estar en sus
pies. Lo acusan de no vivir de acuerdo con la realidad. Pero la realidad
presente, que es la única que ellos visualizan, se hará humo en el futuro
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 71

cercano. La realidad que Lolo espera, se divisa como humo ahora, pero
está compuesta de todos los hechos que fundamentan el porvenir.
En aquella tarde de invierno, llena de miradas retrospectivas y de
conclusiones introspectivas, mientras la lluvia seguía golpeteando
rítmicamente los cristales de la ventana, Lolo Gramos, impulsado por su
irrenunciable convencimiento, resumió en verso sus evocaciones.

TODO Y NADA

Llegué a la cabecera del puente entre dos mundos


y el agua del bautismo me saturó de paz.
En el camino viejo quedaban mis amigos,
se abrió una brecha grande, no me llamaron más.

Los saludé de lejos y los dejé en su esfera


persiguiendo sus metas con porfía y tesón.
Yo llevaba la Biblia como brújula cierta
y un himno de esperanza dentro del corazón.

Marujita Lozada, siempre graciosa y fina,


dejó la joyería de la calle Amengual.
Vive en un chalet amplio y tiene cuatro hijos;
puso un negocio propio con un gran capital.

Alicia, que soñaba con triunfar en la ópera,


va recogiendo aplausos, tiene un gran porvenir.
Sofía es periodista; Reinaldo es abogado;
yo anuncio un paraíso que pronto ha de venir.

Otros que se empeñaron en distintas carreras


lograron su objetivo, como Luis Tejedor,
cirujano famoso, y Paquito Silvera
que ganó seis medallas por ser un buen nadador.

Aquel Pichuco Antúnez, que atribulaba el barrio


apedreando los vidrios de cualquier ventanal,
ahora es un teniente que luce sus galones;
tal vez nada le impida llegar a general.

Fueron buenos amigos, yo también los quería.


la vida con sus muchas sendas nos separó.
Eligieron las metas tangibles y cercanas;
les parecía utópico lo que ofrecía Dios.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 72

Me miraban con lástima, ¡qué vocación tan simple!


ni títulos, ni aplausos, ni ambición terrenal.
Discutí con el oro; lo traté de usurero.
No competí por lauros, porque me daba igual.

Quizá no crucen nunca a esta orilla del río,


porque ellos ven las cosas de tan distinto modo.
Van a seguir gozando del todo de su nada,
¡ Yo en cambio amo esta nada que me lo ha dado todo!

FOTOSÍNTESIS

¿Ya son las seis? Me entusiasmé tanto oyendo tu explicación de la


fotosíntesis que perdí la noción del tiempo. Debemos salir
inmediatamente si queremos llegar en hora a la reunión. Mientras
caminamos repasaremos la lección que me comentaste. Me gusta tu
manera de tomar notas en clase. Son breves y concisas, pero permiten
reconstruir el tema.
Veamos... aquí dice:"Humanos y animales: toman oxígeno y
liberan anhídrido carbónico. Plantas: toman anhídrido carbónico y lo
convierten en oxígeno. Vida vegetal, imprescindible fundamento a toda
vida. Plantas, a diferencia de humanos y animales, elaboran propio
alimento por medio de luz solar. Gran cambio químico: luz solar y
clorofila convierten anhídrido carbónico inhalado por planta y agua
almacenada en ella en azúcar sencillo, base del alimento que plantas
producen. Animal que come hierba come luz manufacturada. Ejemplo:
vaca come luz del Sol convertida en hierba; convierte hierba en leche y
carne. Comiendo hierba, leche o carne, comemos luz".
Está bien entendido. Nosotros consumimos oxígeno y viciamos el
aire, lo mismo hacen las fábricas y los medios de transporte. Las plantas
absorben las sustancias impuras y vuelven a convertir el aire irrespirable
en oxígeno. La clorofila, ese pigmento que da a las plantas su color
verde, junto con la energía del Sol, producen azúcar y aceite que son la
base del alimento que elaboran. Por medio de los productos vegetales,
recibimos energía solar que hace funcionar nuestro cuerpo y lo nutre.

Déjame ver bien este punto: "Plantas salvavidas. Vida en la Tierra


en peligro a causa de revolución industrial. Multiplicación de fábricas,
ferrocarriles, aviones, automóviles. Exceso de combustible quema-do;
exceso de anhídrido carbónico en la atmósfera. Sorpresa: hoy no se
halla cantidad prevista. Plantas la han absorbido restableciendo
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 73

equilibrio en atmósfera a buen grado. Árboles ayudan a evitar que


planeta sea inhabitable".
¡Qué idea impactante, Tornillito! Me hace pensar en la ilustración
que usa la Biblia, comparando a los seguidores ungidos de Jesús con
árboles. En el capítulo 22 del libro de Revelación se habla de ellos como
árboles de vida, plantados junto al río que fluye desde el trono de Dios,
cuyas hojas son para la curación de las naciones. En el capítulo 61 de
Isaías, versículo 3, se les llama "árboles grandes de justicia, el plantío de
Jehová". ¿Y acaso no se realiza en ellos también el milagro de la
fotosíntesis? Toman el veneno que el mundo suelta en la atmósfera y lo
convierten en azúcar para alimentarnos. Nos ayudan a ver que las
guerras, el crimen, la inmoralidad, el derrumbe económico, y todo lo que
envenena el aire del mundo, son señales del fin del sistema,
confirmación del cumplimiento de las profecías bíblicas .Esos árboles de
Dios combinan el veneno de afuera con el agua de la verdad que está en
la Biblia y lo convierten en un fruto dulce y nutritivo: la certidumbre de
la cercanía del Reino de Dios como único gobierno del futuro.
Más de una vez comentamos que, no importa cuán cargado de
tensiones esté el aire afuera, o cuan colmados de problemas estemos
nosotros mismos, al entrar al Salón del Reino respiramos con libertad;
descansamos de ese estado de vigilancia que hay que mantener en
todas partes. ¡Estamos en la embajada del gobierno celestial, pisando ya
la tierra del futuro! Allí nadie cuestiona nuestro derecho de amparo;
nadie pone en duda la autenticidad de la carta de ciudadanía que
adquirimos como súbditos del Reino, el día en que sellamos nuestro
pacto personal con Dios mediante el agua del bautismo.
Voy a leer detenidamente esa cita del físico alemán Roberto Von
Mayer, que el profesor les recomendó que conservaran textualmente:
"La naturaleza se impuso la tarea de capturar la luz que brilla
abundantemente hacia la Tierra y de almacenar esta, la fuerza más
evasiva de todas las fuerzas, convirtiéndola en una fuerza inmóvil. Para
lograrlo, ella ha cubierto la superficie de la Tierra con organismos que
mientras viven recogen la luz del sol y usan su fuerza para añadir
continuamente a una suma de diferencia química. Estos organismos son
las plantas. El mundo de las plantas constituye un depósito en el cual los
rayos solares son inmovilizados e ingeniosamente almacenados para uso
posterior, una medida económica providencial, a la cual la mismísima
existencia de la raza humana está sujeta ineludiblemente".
Es verdad, la luz es una fuerza huidiza; sólo Dios podía encontrar
la manera de atraparla, fijarla, fraccionarla y almacenarla en el alimento.
Considerando el milagro de la fotosíntesis, luz es un sinónimo de vida. El
tercer versículo del Génesis, primer libro de la Biblia, la señala como el
punto de partida de todas las obras terrestres de Dios, porque sin ella
nada podría existir en nuestro planeta.
Por eso, ¡qué infinita riqueza de significado hay en esas palabras
del apóstol: “Dios es luz” (1 Juan 1:5).
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 74

Mañana al iniciar el día no dejes de dar gracias por la luz


capturada y sintetizada que te está dando fuerzas para enfrentar tus
tareas. Esa luz retenida por la hierba y convertida en la leche espumosa
que llega a tu taza después de ser elaborada por el laboratorio viviente
que se llama vaca. Esa luz, se encontró con el agua absorbida por las
hojas del cafeto y produjo los granos morenos que deleitan tu paladar.
Estarás saboreando rayos de sol apresados por los trigales y
transfigurados en espigas doradas que a su vez te brindan el pan.
Cuando pongas tus ojos sobre la Biblia para tener también un
desayuno espiritual, estarás recibiendo un reflejo de la claridad que viaja
desde las más altas regiones del Cielo para alimentar nuestra visión y
nuestra fe. Luz transmutada en papel y vertida en palabras.
Comemos luz y nos vestimos de luz, que es algodón en la planta y
vellón en la oveja. Hay luz materializada en la caja de tu guitarra y en
las ruedas de los vehículos que te transportan. Pensamos luz y con ella
formamos nuestros mejores sueños. El pasado, el presente y el futuro
son productos da la luz multiforme, envasada y conservada para
asegurar la continuidad de la vida.
Sería una necedad de nuestra parte, abandonar la gran asociación
de hermanos a la cual pertenecemos, donde la verdad de Jehová fulgura
a manera de lámpara inextinguible. Nuestras reuniones semanales y
nuestras asambleas son tratamientos curativos y dietas renovadoras
que mantendrán sana y viva nuestra fe. No debemos alejarnos de los
árboles simbólicos que limpian el aire que respiramos en medio de su
pueblo, ni convertirnos en plantas inútiles, que se acurrucan en la
sombra con el veneno ingerido, y rehúsan convertirlo en alimento para
los demás.

OTRO ENFERMO EN CUARENTENA

Ha llegado para ti uno de los momentos duros que vas a recordar


a lo largo de tu vida: tu primera gran decepción. Sentirse defraudado por
una persona muy querida es una de las experiencias más tristes. Da
pena tener que tratar con tanta franqueza este tema con un adolescente
de catorce años. Pero a los jovencitos de hoy no podemos ahorrarles los
golpes de la realidad. El mal nos rodea, nos acosa, sale al frente sin
ningún disfraz.
Pedro ha sido tu gran amigo, el compañero predilecto con quien
compartir los mejores momentos. A pesar de tener cinco años menos
que él, tu disposición sería, tu actitud responsable hacia el estudio y el
trabajo, hacían que esa diferencia casi no se notara. Ahora se ha abierto
una brecha espiritual entre los dos y ya no compartirás con él
actividades, planes y confidencias, porque dejó de ser un ejemplo
edificante. Ese vacío te va a doler.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 75

Es lamentable que Pedro no haya recurrido a personas maduras de


la congregación pidiendo consejo y ayuda cuando empezó a luchar con
la tentación; que no haya hecho algo por detenerse a tiempo y cortar los
hilos de la red que se estaba tejiendo a su alrededor.
Es muy peligroso para una persona joven dedicar tanto tiempo a
escuchar las confidencias de alguien del sexo opuesto que es infeliz en
el matrimonio, y pensar que uno puede compensar tanta infelicidad
poniendo el hombro para recoger sus lágrimas. Uno puede envolverse
tanto en el papel de consolador, y sentirse tan halagado por los
resultados, que pierda de vista el límite que no debe tras poner.
Ya era suficiente el tiempo que él dedicaba a esa muchacha
durante la hora de descanso del mediodía en la oficina. Cuando ella
estuvo de acuerdo en comenzar un estudio bíblico, Pedro debió haber
hecho arreglos para que una hermana mayor de la congregación, capaz
de aconsejarla, fuera a su casa regularmente en vez de hacerlo él
mismo. Ese era el momento de darse por satisfecho con los resultados y
dejar que alguien más indicado que él terminara el trabajo. Pero, a
veces sucede, cuando sabemos que nos estamos internando en terreno
prohibido, que nuestros sentimientos empiezan a fabricar excusas y
argumentos para seguir avanzando en la misma dirección. Entonces, ese
corazón disciplinado y tranquilo que fue nuestro amigo, se puede
convertir en un sutil enemigo. Por eso Jeremías dijo que el corazón es
traicionero y desesperado.
(Jer. 17:9).
¡Cuán solapadamente obró su corazón al permitirle negar una y
otra vez su culpabilidad, y al rechazar el consejo de los que querían
ayudarlo!
Hay momentos de turbación en la vida, en que podemos perder
de vista el itinerario que nos habíamos trazado, y desviarnos para caer
en los fangales que abundan fuera del camino seguro que Dios nos ha
marcado. Va a ser provechoso para ti meditar sobre todo esto que ha
venido a sacudirte, ya que estás entrando en la edad en que se
presentan muchas tentaciones, mientras el mundo trata de aturdirnos
con sus seductoras canciones de sirenas.
En un caso así, aparte de defraudar a Dios y herir profundamente
el corazón de los que nos aman, queda algo muy difícil de enfrentar, una
tacha prácticamente imborrable: el agravio hecho a la propia
estimación; las marcas dejadas en la imagen que tenemos de nosotros
mismos. La autocensura, que a veces llega tarde, aunque es una buena
señal de que no estamos espiritualmente muertos, y de un
arrepentimiento saludable, es también la triste evidencia de un cambio
en nuestro interior. En lo que fue un huerto tranquilo donde la
conciencia descansaba cómodamente, ahora se necesita vigilancia
armada; cercos altos que detengan a los lobos del pecado, porque ya
entraron una vez y conocen el camino. Ahora es imprescindible un
estado de alerta continuo contra cualquier avance de la contaminación,
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 76

porque hemos dado pruebas de no tener las defensas necesarias.


¿Comprendes la amarga diferencia entre el antes y el después?
Alguien comparó al pecado con la lepra, la enfermedad más
antigua que se conoce, y es una ilustración muy adecuada...Su solo
nombre hace estremecer. Si no se controla, o si es de tipo fatal, con el
tiempo ataca los ojos, los oídos y los órganos del habla. Va deformando
y consumiendo el cuerpo de la víctima hasta dejarlo irreconocible. Ha
sido uno de los peores flagelos de la humanidad.
Las únicas curaciones que se conocieron en los tiempos bíblicos se
efectuaban milagrosamente y por intervención de algún representante
de Dios. En los anales de la medicina no existía ninguna fórmula para
curarla, en ningún país del mundo.
En ciertas comunidades antiguas los leprosos usaban tarjetas de
identificación; en otros se requería que gritaran "¡Inmundo!", al
acercarse a la gente, con el fin de prevenirla. En las más grandes
ciudades de Europa había lugares señalados como colonias de leprosos.
Nadie debía siquiera acercarse al límite para entrevistarse con un
internado, bajo peligro de incurrir en la pena de muerte, o ser arrojado
dentro del campamento para compartir la suerte de ellos de por vida. La
comida era provista por las autoridades y colocadas en cierto lugar
durante el día para que ellos la retiraran por la noche. Entre los límites
señalados, los enfermos podían vagar por los bosques y lugares
desiertos. Se les ordenaba envolverse en una sábana dejando solamente
los ojos al descubierto, y llevar consigo una campana que hacían sonar
para anunciar su presencia.
No importa cuál hubiera sido su oficio o posición en el mundo, el
que contraía el mal debía resignarse a tal ostracismo. La ley lo trataba
igual a los muertos. Su propiedad pasaba a manos de sus herederos. Su
esposa era declarada viuda y libre para casarse de nuevo. Al marcharse
para el leprosario, se recitaban oraciones, se esparcía polvo sobre su
cabeza, y se tiraba una palada de tierra detrás de él, como si se le
dejara en el cementerio. En las últimas décadas se han descubierto
drogas que han curado a muchos de ellos, pero desde el punto de vista
del mundo antiguo era una forma de morir en pie y sin esperanza. Uno
de los milagros de Jesucristo era curar la lepra, lo cual en esos días
equivalía a una resurrección. Por eso era incalificable la ingratitud de los
nueve leprosos curados por Jesús, que ni siquiera volvieron a expresar
aprecio por el milagro. (Lucas 17:12-19).
Hoy como ayer, la lepra del pecado es incurable para el mundo.
Fuera del pueblo de Dios se agrava y nos consume hasta acabar con la
vida. Dentro del pueblo de Dios, se desvanece mientras vamos
caminando hacia la vida.
Ahora tu amigo es otro enfermo en cuarentena y debes aceptar su
aislación como una medida necesaria. Su recobro dependerá de lo que
el haga para recuperar el favor de Dios y el lugar que le corresponde
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 77

entre las filas de su pueblo. Ha llegado a ser un prisionero de guerra de


Satanás, porque temerariamente se internó en la tierra del enemigo.
Piensa en todo esto, Tornillito. Ningún disfrute pasajero vale la
pena si nos contamina con la lepra del pecado y nos arrastra fuera de
las fronteras del pueblo de Dios, como cautivos de un amo inicuo. Todo
lo ilícito es inestable, y sus goces de corta duración pueden dejar una
sombra prolongada que nos persiga por un largo tiempo. Los que
guardamos sincero cariño no queremos que eso te suceda a ti también.

PRISIONEROS DE LA ESPERANZA

Me gustó mucho la seriedad y el recogimiento con que


escuchaste la conferencia sobre neutralidad cristiana en la última
reunión. Te vi tomando nota de los textos bíblicos Tal vez estabas
pensando que dentro de un corto tiempo podrías necesitarlos para
explicar ante las autoridades mundanas tu evaluación de la vida propia y
ajena. Es importante no esperar hasta el momento de la prueba para
definir la postura que debemos adoptar, porque la presión emocional del
momento podría nublar nuestra visión y conducirnos a traicionar nuestro
propósito.
Mientras exista este sistema, Tornillito debemos esperar cambios
bruscos. Quizá las exigencias que los gobernantes imponen a sus
gobernados te obliguen a cambiar el ambiente cálido y lleno de amor de
tu hogar por las paredes severas y frías de un establecimiento militar.
Hay lugares donde el sol no podrá entrar a reconfortarte; donde la
presencia y la voz de tus padres llegarán sólo de vez en cuando; pero
nada le impedirá al espíritu de Dios traspasar esos muros para inundar
de luz tu mente y de paz tu corazón. Como hombre libre con todos los
privilegios de la libertad relativa en que vivimos, o como prisionero, con
todas las desventajas de esa condición en el futuro, resuélvete a hacer
de tu vida un canto de alabanza a tu Creador, y un testimonio irrefutable
de integridad.
No voy a señalarte un lugar en el mapa; sólo te diré que la historia
que quiero contarte es real y está aconteciendo en varios lugares al
mismo tiempo. Posiblemente, un día no lejano te identifiques con
algunos de sus personajes.
Hay un campo militar que se llama “Los Aguiluchos”. Su ubicación
geográfica es imprecisa. Podría estar junto a la cordillera de la
Presunción o a orillas del mar de la Adversidad. Podría estar en la llanura
del Materialismo o a la entrada del desierto de la Incertidumbre. Allí
algunos objetores de conciencia purgan la culpa de amar al prójimo con
hechos, no solo con palabras.
Caín, confundido mentalmente después de seis mil años de
fracasos, pero aún convencido de que la palabra hermano se puede
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 78

escribir con sangre, insiste en imprimir su imagen sobre cualquiera que


se parezca a Abel.
Caín se siente envalentonado porque le sacaron de la mano el palo
con que mató a su hermano y le dieron un arma automática. Está muy
engreído porque lo han condecorado en vez de marcarlo como ofensor.
Se muestra ufano porque ahora es Abel quien anda por el mundo como
peregrino y extranjero mientras él disfruta de una posición estable. Aún
así, Abel se complace en demostrarle que no lo odia.
En el campo “Los Aguiluchos” setenta y dos miembros de cierto
ejército se esfuerzan por doblegar la determinación de diecisiete
prisioneros que desde su bautismo integran las filas de Cristo y resisten
cualquier intento de enrolamiento, puesto que no pueden ser soldados
de dos ejércitos contrarios a la vez.
Daniel Albano llegó a “Los Aguiluchos” con la expectativa que
despierta lo desconocido. En su reducido equipaje llevaba una radio a
transistores, algunos libros para el estudio del idioma inglés, y la Biblia.
Sus pensamientos estaban lejos, rondando aquella distante provincia
donde había dejado su hogar y los rostros más queridos, incluso el de
Mariela. Sabía que las cartas de ella lo ayudarían mucho a sobrellevar
los años de internación, Mariela le había prometido esperarlo, no
importaba si la condena fuera de tres, cuatro o cinco años. El sueño de
formar su hogar con ella lo alentaba. El tiempo se había echado a dormir
entre los dos como un monstruo al que no se podía desafiar ni sacar del
camino. Pero el amor con su persistencia edificaría un puente para
atravesarlo pasito a paso.
Era la primera vez que Daniel se separaba por un tiempo largo de
sus padres, de su
hogar unido y feliz. Sabía que iba a sentir en carne viva el contraste
entre la atmósfera llena de calor humano de su casa y la rigidez del
cuartel. El padre de Mariela, un rico industrial que tenía negocios en los
países limítrofes, le había ofrecido establecerlo corno representante
suyo en el extranjero. Podrían casarse enseguida y empezar una vida
nueva, Daniel y su familia consideraron con oración esta posibilidad. Las
ventajas y las desventajas se hacían sentir en la balanza. Estarían largas
temporadas sin verse y Daniel no volvería a su tierra a menos que
hubiera una amnistía. Finalmente decidió enfrentar la responsabilidad y
aceptar las consecuencias.
Cuando Daniel se instaló en ‘Los Aguiluchos” el otoño estaba
llegando a su fin y las noches eran frías. El primer momento difícil llegó
cuando le trajeron el uniforme y rehusó ponérselo. Lo arrojaron al
calabozo sin cama, colchón ni mantas, y le quitaron su ropa. Debía
acostarse en el suelo sin más abrigo que su ropa interior. El resultado
fue un gran resfrío. Cuando pidió por favor algo con qué abrigarse,
echaron dentro de su celda el uniforme como única respuesta. Los días
pasaban y el uniforme permanecía en un rincón sin ser usado. El resfrío
se fue convirtiendo en bronquitis y necesitó la atención de la enfermería.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 79

Allí lo abrigaron con mantas, le administraron tratamiento y le


devolvieron su ropa. Cuando hubo mejorado, el capitán Laureiro lo citó
para interrogarlo.

— Sabemos que por la fe de ustedes no quieren tomar armas. Pero, ¿por


qué ese empecinamiento en no ponerse el uniforme? El uniforme no es
un arma. (Preguntaba las cosas con una extrañeza, como si no hubiera
escuchado antes las respuestas de cada uno de los objetores de
conciencia que habían estado detenidos en el establecimiento.)
— El uniforme es tan importante en la guerra como las mismas armas,
capitán. Es una carta de identificación. Si los ejércitos fueran a la guerra
sin uniforme nadie sabría quién es el enemigo. Si un espía logra
apoderarse de un uniforme ha conseguido un arma muy eficaz.
¿Verdad?
A medida que pasaban los días cada uno de sus compañeros iba
ganando terreno en su corazón. Procedían de distintas provincias y eran
desconocidos hasta su arribo. Era edificante escuchar las experiencias
de uno y otro en los momentos en que sus tareas les permitían estar
cerca o durante las noches. Algunos no tenían a nadie de sus familias en
la verdad. Cuando recibían una carta estaba llena de expresiones
desalentadoras. En ese ambiente extraño, alejados por cientos de
kilómetros de la congregación madre en que habían visto la luz de la
verdad y de las personas amorosas que les habían tendido la mano para
ayudarlos a entrar al pueblo de Dios, sin alguien que los visitara para
brindarles un momento amable de compañerismo, el bienestar espiritual
de muchos dependía solamente de su relación con Dios, la lectura de la
Biblia y el contacto con los que estaban pasando la misma prueba. Había
momentos de debilidad en que no hallaban un brazo carnal en que
sostenerse y el corazón desfalleciente tenía que volcarse en la oración.
Entonces, les sobrevenía esa maravillosa sensación de estar apoyados
sobre un pecho invencible, de estar rodeados por los brazos de un Padre
que jamás los negaría y que apreciaba hasta la sal de sus lágrimas.
¡Qué reales y vívidas se hacían las palabras de bendición que Pablo les
escribió a los Filipenses: “Y la paz de Dios que supera todo pensamiento
guardará sus corazones...” (capítulo 4:7) Era verdaderamente así, aún
cuando tambores, maniobras y prácticas de tiro eran la música de fondo
de sus oraciones.
Hugo Martínez parecía ser el más deprimido del grupo, aunque
tenía menos razones para estarlo que los demás. Su familia vivía a
pocos kilómetros y venía regularmente a verlo. Su novia, además de
visitarlo le escribía cada pocos días. Había interrumpido su carrera al ser
convocado y eso significaba que se recibiría varios años más tarde.
Pensaba demasiado en el lado negativo de las cosas. Su padre había
muerto y su hermano mayor administraba descuidadamente los bienes
que habían quedado. Posiblemente, al volver a su casa hallaría a su
madre en la pobreza, esperando por él para resolver todos los
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 80

problemas. Además, ¡quién sabe si su novia no se cansaría de esperarlo


tantos años! En resumidas cuentas, no dejaba las cosas en manos de
Jehová. Sus cavilaciones habían abierto una brecha por donde se
escapaba el gozo, gota a gota.
Martínez era uno de los encargados de preparar el desayuno. Se
levantaba como todos a las seis y media, cuando sonaba el tambor en el
patio dando el toque de diana, y se dirigía inmediatamente a la cocina.
Albano integraba el grupo de limpieza, que también empezaba su
trabajo a esa hora. Frecuentemente conversaban en la cocina mientras
cada cual hacía lo suyo.
-Pienso que tu principal problema, Hugo, es que estás suspirando
por lo que dejaste, como la esposa de Lot. Jesús dijo que nadie debe arar
mirando para atrás, Si uno lo hiciera, podría cortar los pies de los bueyes
con la cuchilla del arado y nunca terminaría su trabajo.
- En tu caso es más mirar solamente hacia adelante. Todo marcha
bien en tu familia y no te necesitan.
Un día se extrañaron de que no fuera Hugo Martínez sino uno de
los soldados quien preparó el desayuno. Cuando salieron a las ocho para
la ceremonia diaria de izar la bandera y recibir los buenos días en el
patio, al formarse en un grupo aparte como era la costumbre, notaron
que Martínez no estaba entre los objetores. Lo divisaron junto a los
soldados, uniformado. Evidentemente había hecho una decisión que lo
separaba de sus compañeros. Después del izamiento y la canción
patriótica, durante la cual los objetores permanecieron en respetuoso
silencio, el coronel Saldaña ordenó que Martínez se colocara junto al
mástil de la bandera. En tono solemne y serio dijo:
-Alabo la decisión de un nuevo soldado de la patria que ha
permitido que la cordura hablara más alto que el fanatismo religioso, y
se ha puesto a disposición de su tierra y de su pueblo para defenderlos y
servirlos en expresión de gratitud, ya que de ellos lo ha recibido todo.
Espero que ustedes, los que se adhieren ciega e irrazonablemente a una
utopía, sigan su ejemplo.
Ese mismo día, Martínez fue trasladado a otro establecimiento
militar para recibir instrucción, Dentro de un año estaría libre y luchando
por sus metas. ¿Las disfrutaría después de pagar tan alto precio?
El militarismo no confía en los desertores aunque aborrezca la
causa que acaban de abandonar. Inconfesadamente, muchos estaban
sintiendo respeto hacia esos jóvenes que no estaban dispuestos a
cambiar su fe por ninguna ventaja mundana. Uno de los soldados que
conversaba frecuentemente con ellos sobre la Biblia porque su madre
solía leérsela cuando niño, comentó:
— Es mejor para ustedes que él se haya ido. L os traidores no
sirven como amigos ni como enemigos.
El domingo era el día más lindo de la semana: a la tarde estaban
permitidas las visitas. Grupos de las congregaciones cercanas concurrían
a verlos y a compartir estímulo.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 81

Entonces, los que nunca tenían el gozo de ver llegar a los familiares y a
los amigos muy queridos que estaban tan lejos, no se sentían tan solos
porque las expresiones de cariño cristiano, las golosinas y las
experiencias relatadas eran para todos. Pero un día, el coronel Saldaña
se hizo eco del malestar que algunos sentían:
— Capitán González, redacte una orden prohibiendo las visitas a
los internos a menos que sean padres, hermanos y abuelos; novia, y
padre y madre de la novia. Los de la religión de ellos están viniendo en
bandadas a verlos y gozan de la ocasión como si fuera una fiesta. Es
una ridiculez, pero todo lo que se hace para castigarlos les resulta un
premio; lo que debiera desanimarlos los estimula, y los adictos a ellos
los están glorificando como mártires en vez de mirarlos como gente al
margen de la ley. Uno no sabe qué hacer para cortarles las alas.
De allí en adelante los domingos eran días como los otros, en que
había que luchar contra la soledad.
El mayor Mendieta sentía una simpatía especial por Daniel Albano
y buscaba oportunidades para conversar con él. Un domingo de tarde lo
vio leyendo la Biblia a la sombra de un árbol y se acercó.
-Hace años que observo a los muchachos de tu religión que pasan
por aquí y me maravillo de esa determinación que tienen, esa seguridad
de que nada podrá apartarlos de su camino. ¿Cómo se explica eso?
—Es que estamos vigilados desde la plaza fuerte, mayor.
-¿A qué llaman ustedes “la plaza fuerte?’
— Al Reino de Dios en el cielo. Fíjese en estas palabras en el libro
del profeta Zacarías. (Le señaló el versículo 12 del capítulo 9):
“Vuélvanse a la plaza fuerte, prisioneros de la esperanza ‘
—¿Porqué dice: “prisioneros de la esperanza’?
— Nuestra esperanza es tan firme, tan viva, que se sobrepone a
todo. Podríamos decir que se apoderó de nosotros y nos hizo
prisioneros.
Mendieta se había quedado con la Biblia y la hojeaba. Era un
ejemplar nuevo, encuadernado en cuero. Se detuvo en la primera página
y leyó la dedicatoria:
“Cuando te sientas solo como en un desierto, recuerda que Jehová
está en las alturas igual que el águila, cuidando sus polluelos.
Deuteronomio 32: 9 — 12. Con amor, Mamá”.
—¿Qué dice ese capítulo que te indica?
Albano volvió a tomar la Biblia y leyó en voz alta: “Porque la parte
que le corresponde a Jehová es su pueblo; Jacob es el lote asignado que
él hereda. Vino a hallarlo en una tierra de desierto, y en un desierto
árido, vacío y aullador. Se puso a rodearlo, a cuidarlo, a salvaguardarlo
como a la niña de su ojo. Tal como el águila revuelve su nido, revolotea
sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus
plumas remeras, solo Jehová siguió guiándolo y junto con él no había
ningún dios extranjero ‘
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 82

—No sabía que la Biblia comparara a Dios con un águila. Es un ave


muy especial. La cara me ha impresionado cuando las he visto de cerca
en el zoológico, porque tiene rasgos casi humanos. Además, su manera
de educar la cría llama la atención. Cuando llega el momento en que los
pichones deben aprender a volar, los padres hacen una demostración
aleteando y revoloteando delante de ellos para darles la idea de como
se usan las alas, y luego los empujan fuera del nido para forzarlos a
practicar. En el entrenamiento, también suelen volar con el pichón entre
las garras y dejarlo caer desde una altura. Luego descienden, y
extendiendo las alas debajo de él lo cargan sobre ellas y lo llevan. Esto
me hace pensar que aquí los verdaderos aguiluchos son ustedes. Espero
que tu águila celestial con su vista aguda te vigile la semana próxima,
cuando estés ante el consejo de guerra para recibir tu condena.
Habían pasado once meses ya desde que Daniel había llegado al
penal. Repasándolos mentalmente sólo podía señalar unos pocos días
distintos, que se destacaban en su memoria como cuadros
brillantemente iluminados, en medio de la masa uniforme de días
monótonos en que lo único que quebraba la dura rutina era alguna
broma de los muchachos, escondiendo cosas, poniéndose uno a otro
sobrenombres chistosos, o dibujando caricaturas con leyendas
ingeniosas que iban de mano en mano provocando risas y comentarios.
Esos días especiales, tan breves y escasos, habían sido verdaderos
regalos de Dios por los cuales se sentía endeudado. Tres veces habían
viajado sus padres para visitarlo; dos veces había venido Mariela con su
madre y lo había inundado de luz y paz con sus inolvidables ojos azules;
una vez había venido su hermana Alicia con la única abuela que le
quedaba; y luego aquél día emocionante, inolvidable, en que habían
celebrado el Memorial de la muerte de Cristo. Se habían preocupado
desde bastante tiempo antes sobre la fecha que no podía pasarse por
alto. A pesar de la estricta prohibición de reunirse para estudiar, siempre
se presentaba la oportunidad de intercambiar alimento espiritual y
fortalecerse unos a los otros. Pero el Memorial era una ocasión en que
debían estar todos juntos.
Redactaron una petición señalando que la celebración de la
muerte del Señor no es algo optativo sino un mandamiento obligatorio
para todos los creyentes y que, tratándose de una única fecha que se
debía reconocer en el curso del año, solicitaban permiso para reunirse
solamente por una hora en la venidera semana santa. La respuesta fue
una rotunda negativa. Ese año el Memorial era un martes.
Inesperadamente, los mandaron a todos a limpiar los garages esa tarde
y el trabajo se extendió hasta la caída del sol. En un rincón apropiado,
recordaron brevemente el día señalado. Al terminar, casi en un
murmullo y con lágrimas de gratitud, entonaron un cántico. Alrededor
del globo, en todos los climas y latitudes, el pueblo que obedece al Dios
Supremo estaba realizando la conmemoración.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 83

Estos reconfortantes recuerdos llenaban su mente mientras


aguardaba junto a otros dos internos que el consejo de guerra cumpliera
su cometido.
El coronel Saldaña presidía, el capitán Laureiro actuaba como
secretario. Además, integraban el grupo un mayor que no conocían, el
cual era el fiscal, los tenientes coroneles Flores y Rossi que de vez en
cuando se veían en el campo y los bien conocidos mayores Calvo y
Mendieta. Los seis estaban sentados junto a un escritorio grande. Sobre
una de las paredes se veía un crucifijo.
El mayor Calvo, señalando al crucifijo le preguntó a Fernández si
creía en Cristo.
— Creo en un Cristo vivo y activo que está en su trono celestial
como Rey, no creo en un Cristo clavado que no puede hacer nada por
nosotros.
-Esas son ideas subversivas. Ustedes quieren cambiar el concepto
tradicional que tenemos de Cristo.
El capitán Laureiro pidió la palabra y dirigiéndose a Albano
introdujo una observación capciosa:
— Hay una cosa en que estamos de acuerdo con ustedes; no es
necesario preguntar sobre eso. La bandera en sí no tiene valor, es sólo
un paño que ondula en el viento.
— Disculpe, capitán; nunca hemos dicho eso. La bandera tiene un
valor innegable como símbolo. Un paño común colocado en un mástil no
informaría a nadie sobre la nacionalidad de un barco ni le conferiría a
un edificio la dignidad de embajada.
-Menos mal para usted que respondió así Suchini, el otro objetante
juzgado preguntó:
—¿Es por nuestra fe que nos condenan?
El teniente coronel Flores tomó la palabra: — Nadie es condenado
por tener una fe. Es la rebeldía de ustedes lo que los condena; su
negativa a hacerse disponibles a la patria. Son autores del delito militar
de INSUBORDINACION. (Subrayó oralmente la palabra.)
El Coronel Saldaña intervino: —Ustedes invocan a Dios al rehusar
tomar armas, pero nosotros nos sentimos llamados por Dios para
usarlas en defensa de nuestro suelo. Conteste usted, Fernández, ¿Quién
está en lo cierto?
— Sólo Dios puede juzgar la autenticidad de la vocación que cada
uno profesamos, coronel, porque El conoce el corazón. Yo no tengo
derecho a negar la suya, pero sí puedo dar fe de la mía pues la siento
tan profundamente como usted puede sentir su vocación militar. Sé que
Dios me ha llamado para predicar un Reino que borrará las fronteras.
Por eso no quiero aprender a matar a otros cuya salvación Cristo
compró con su propia sangre, igual que la mía.
—¿Qué va a hacer usted si un agresor armado intenta matarlo?
—Le rogaré a mí Dios que me defienda.
—¿Y si no lo hace?
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 84

-Prefiero morir como Abel y dejar que el otro viva como Caín.
—¿Qué ganó Abel con eso?
-El honor de tener un buen nombre en la Biblia y la seguridad de la
resurrección.
—¿ Y usted que piensa ganar?
— El honor de tener un buen nombre en los registros de Dios y la
vida sin fin en la tierra del futuro que será un paraíso.
—Cristo puso la otra mejilla cuando lo golpearon. ¿Le sirvió de
algo?
—Le sirvió para no envolverse en luchas estériles en aquel
momento y para ganar la posición reinante que tiene ahora.
-Eran otras épocas. Hoy no le podemos decir a la Patria que espere
y arrodillamos a orar cuando se requiere acción.
El teniente coronel Rossi pidió la palabra cortando aquel diálogo
agudo.
—Ustedes tienen siempre las mismas respuestas a esta clase de
preguntas. Dejando de lado lo que la Biblia pueda decir, ¿cuál es su
razón personal, Carlos Suchini, para no tomar armas?
—Soy neutral, teniente coronel.
—Hay momentos decisivos en la vida de una nación. Entonces la
neutralidad es un crimen a la vez que una posición cómoda.
—La neutralidad cristiana es un derecho. Cuando Dios no justifica
el derramamiento de sangre, no estamos obligados a encontrar/e razón
a los humanos que lo justifican. Existe también el derecho a disentir.
Para matar hay que odiar y el odio, al revés del amor, no puede
imponerse como una obligación moral hacia nuestros semejantes.
Mendieta intervino con una observación: —El problema radica en
que ellos no tienen el mismo concepto de patria que nosotros. Albano,
explique qué valor le dan ustedes a la palabra patria.
— Con mucho gusto, mayor. Nosotros amamos la tierra en que
hemos nacido, el lugar donde está establecido nuestro hogar. Es natural
que uno sienta que pertenece a esa comunidad porque se identifica con
sus costumbres y es el lugar donde le corresponde estar sin sentirse
extranjero. Si nuestra tierra no tuviera arraigo en nuestros afectos sería
fácil huir. Sin embargo nos hemos quedado a enfrentar nuestra
responsabilidad para tener el derecho de seguir viviendo en ella.
El coronel Saldaña acotó: — Entonces, aman la tierra, pero le
dejan a otros el trabajo de defenderla. ¡Buenos y valerosos hijos tiene la
patria en ustedes! Si todos fueran así ¿quién se levantaría para la acción
en casos de emergencia?
— La defendemos de otra manera, coronel, rehusando crearle
problemas o acarrear/e vergüenza. Si todos procedieran como nosotros,
ustedes no tendrían el desagradable trabajo de usar sus armas, porque
no existirían agresores.
—Quiere decir que el nacionalismo no tendrá razón de ser cuando
suceda todo eso que ustedes sueñan o se imaginan?
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 85

—Coronel, cuando mis hermanos y yo éramos chicos peleábamos


frecuentemente, como es común entre los niños. Cuando crecimos no
sucedió más. Llegará el tiempo en que la humanidad madurará
espiritualmente durante el Reino de Dios y las fronteras ya no existirán.
Por eso Alberto Einstein acertadamente le llamó al nacionalismo “una
enfermedad infantil, el sarampión de la raza humana’ .
Los miembros del consejo despidieron a los objetores y siguieron
deliberando sobre las sentencias que iban a aplicar.
Los procesados se dirigieron a los dormitorios. Se sentían tensos
después del interrogatorio, pero felices de haberlo cumplido. Era un
paso positivo que los acercaba al ansiado día de la liberación. Además,
una vez juzgados, se les permitiría volver de vez en cuando a sus
hogares para pasar unos días con sus familias, especialmente en
aniversarios y ocasiones especiales. El registro de honestidad e
integridad que habían dejado año tras año los que habían estado en
igual situación, hacía posibles tales concesiones. Las autoridades
militares sabían con certeza que no mancharían ese registro colectivo
huyendo.
Ya eran cerca de las diez de la noche cuando los integrantes del
consejo se despidieron y partieron. El coronel Saldaña se detuvo a
conversar con el mayor Mendieta. Evitaba cuidadosamente entrar o salir
del cuartel en horarios fijos y su chofer tenía planeadas diferentes rutas
para ir y volver cada día.
—La semana que viene quiero pintar mi casa, Mendieta. Mi esposa
me lo reclama de continuo.
—Excelente, mi coronel. ¿Quiere que piense qué soldados
podríamos usar?
— ¿No sería mejor seleccionar tres o cuatro de esos soñadores
bíblicos? Ellos tienen un lenguaje que está más de acuerdo con la
manera de hablar de mi esposa y de mis hijas.
Saldaña era miembro de una distinguida familia; hombre de
estricta moral, defensor de las buenas costumbres. Después de un breve
silencio agregó:
—Qué le parecieron las sentencias que les dictamos a éstos tres?
Noté que usted no dijo nada cuando estábamos considerando eso.
— Francamente, me parecieron largas. Me apena que jóvenes
como ellos, entre esperar el juicio y cumplir la condena, pierdan más de
cinco años que podrían estar bien empleados en actividades
constructivas. Porque éstos nunca van a ser terroristas ni elementos
agitadores.
—Lo sé Mendieta. De buenos que son por momentos parecen
tontos. Lo irritante es verlos tan embaucados por su religión; y no se
puede hacer nada para desanimarlos.
— ¿Sabe que pasa, mi coronel? No son prisioneros nuestros. Ya
estaban presos antes de entrar aquí. Son prisioneros de una esperanza.
Nosotros tendríamos que liberarlos de sus creencias para someter/os.
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 86

¡ Y quién puede desatar lo que Dios ató! De esa clase de prisión sólo se
libran los que la abandonan voluntariamente, y ellos no desean dejar la
jaula dorada en que la esperanza los ha encerrado porque no sabrían
vivir fuera de ella.
-¿Qué le pasó a Martínez, entonces?
— Debe haber dejado morir la esperanza y ya no tenía sentido
quedarse dentro de la jaula con el pájaro muerto.
—Por lo menos él encontró lógica nuestra posición. ¿Por qué los
otros no pueden?
—Parece que aquí hay una lucha de prioridades, mi coronel.
Estamos mirando el problema desde ángulos opuestos. Jesús le dijo a
Dios: “Hágase tu voluntad y no la mía.” Nosotros le decimos: “Déjanos
tranquilos para que hagamos nuestra voluntad y no la tuya ‘.
-¡Oh, Mendieta! Es un tema demasiado profundo para tratarlo a
esta hora de la noche, después de un día largo de trabajo. Mí chofer ya
está listo y veo junto al coche a los dos soldados armados que me
acompañarán.
— Hace muy bien en prevenirse mi coronel. ¡Hay tanto terrorismo
en estos días! La gente que está afuera no escrúpulos en cuanto a usar
armas como nuestros internos ¡Y si diera la casualidad de que los
hubiéramos entrenado nosotros, podrían tener muy buena puntería!
-¡Cuidado Mendieta! ¡Estos ilusos van a terminar convenciéndolo a
usted también!. Hasta mañana.
El mayor Mendieta había decidido quedarse en el cuarto esa
noche, pero estaba desvelado. Sentado en uno de los bancos de madera
en el corredor abierto al costado del edificio, miraba el campo de
maniobras. Los altos árboles que lo rodeaban parecían guardianes
gigantes en perfecta formación.
Adentro, dieciséis aguiluchos dormían. Arriba, en su encumbrado
nido, la gran Águila madre, la organización celestial, los miraba con
ternura, señalándolos como ejemplos a los polluelos recién emplumados.
El eminente Águila Padre, el que nunca cierra los ojos para, dormir
ni parpadea ante ningún resplandor, habiendo permitido por buenas
razones las circunstancias adversas que los empujaron fuera del nido
paterno, se complacía midiendo la envergadura de las alas que los
aguiluchos estaban aprendiendo a usar.

¡HASTA MÁS VER!

En el mundo actual nada es completamente estable, Tornillito, ni


lo bueno ni lo malo. A veces uno tiene la impresión de estar actuando en
el escenario de un teatro, donde los telones bajan y suben y el decorado
cambia rápidamente. La decisión de tu padre de mudarse a España en
busca de nuevos campos de trabajo, ha introducido una variante
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 87

inesperada. Ese es otro de los distintivos de nuestra época, familias


enteras moviéndose de un país a otro procurando un paliativo a la crisis
económica mundial. Ustedes también se unirán al éxodo que va de
todas partes hacia todas partes.
Previendo que algún día podríamos estar apartados por una
distancia difícil de salvar, guardé apuntes de nuestras más
substanciosas conversaciones, de todo aquello que revelaba el
desarrollo de tu mente y la definición de tu personalidad. Seguir esos
procesos paso a paso ha sido tan deleitable como desentrañar un
milagro. Esas cosas, que tienen valor sentimental para todos los que te
conocemos, han servido de fundamento a este libro.
Todo libro necesita una tapa. La tapa es un silencio que cae para
cerrar el diálogo entre el que escribe y el que lee. La tapa tiene la misión
de decir basta. En nuestro caso, me consuela saber que esta genuina
amistad no puede estar limitada por las tapas de un libro. Recibirás
muchas cartas mías en el futuro y yo atesoraré las tuyas.
Han pasado diez años desde que empecé a conducir un estudio
bíblico en tu casa. ¡Con qué entusiasmo me mostrabas tus primeras
letras cuando aprendiste a escribir! ¿Recuerdas cómo nos entreteníamos
con la historia de Jonás, y con los supuestos comentarios de los animales
antes de abandonar el arca de Noé? Cierro los ojos y aún veo
nítidamente aquel día de invierno en que me ofrecí para cuidarte
mientras tu madre iba al médico, y escribí para ti “Tarde lluviosa”. El
tiempo no es un lago, es un río que jamás se detiene, y va dejando
atrás, en el pasado, muchas horas hermosas que no tienen retroceso.
Pero, todavía tengo que contarte un cuento antes que la tapa nos
imponga sus restricciones, y te ruego que lo guardes bien atornillado en
tu mente, al amparo de las piedras que has reunido en estos años, sobre
las cuales estás edificando la sólida estructura del hombre que has de
ser.
Una vez, hace sesenta siglos, el mundo también fue niño. Sí, seis
mil largos años pasaron desde que Adán, feliz y despreocupado asistió
corno invitado especial y futuro guardián terrenal de todas las otras
formas de vida, a la fiesta de inauguración del mundo, empezó a
familiarizarse con la otras criaturas vivientes y tuvo el privilegio de
inventarle un nombre a cada una. ¡Qué gusto le habrá dado llamarle a
este “león”, a aquel “caballo”, y a esa criaturita delicada y ágil,
“paloma”. Buscó nombres que sonaran apropiados y que a él mismo le
deleitara usarlos, como me sucede mí cuando te llamo Tornillito. El
mundo que nos rodea no usó bien la niñez. Dios vigiló su formación y su
nacimiento; le enseñó a alimentarse, a hacer casas con el barro, la
madera, la piedra y el mármol. Jehová tenía todo preparado para
solucionar los primeros problemas del hombre y proporcionarle una vida
agradable. Más tarde, le permitió descubrir las propiedades medicinales
de las plantas y aprender a hacer ropa con el algodón, la lana y la seda
que los gusanos industriosamente producen. Además le dio elementos
T i e m p o d e r e u n i r p i e d r a s - P á g i n a | 88

indispensables para llegar a la madurez, en forma de mandamientos y


doctrinas.
Pero el mundo presuntuosamente ignoró el valor de ese material
de construcción; sustituyó las leyes sabias de Dios con leyes injustas y
dividió la tierra con fronteras. Edificó su fortaleza con bloques huecos.
Cambió la religión verdadera, que era una torre de refugio, por un triste
tinglado de religión falsa que está por caer. Por todas esas razones,
Jehová va a esparcir sus piedras.
Te decía que una vez, hace seis mil años, el mundo también fue
niño. Con la cabeza reclinada sobre las rodillas de Dios escuchaba sus
palabras, llenas de amor y sabiduría y se embelesaba mirando los
pájaros que surcaban el espacio azul. El viento jugaba con sus cabellos.
Sus sueños y sus ideas estaban llenos de luz y paz. La muerte no era
una amenaza, ni una realidad diaria como hoy. Su Padre apenas la había
mencionado como posible consecuencia de actos que no tenían por qué
llevarse a cabo. El mar era espejo de un cielo protector, apacible, y no
un monstruo que tragaba vidas. Las bestias salvajes y los animales
domésticos miraban al mundo infante con ojos llenos de complacencia,
con una ternura casi humana.
La casa del Padre estaba sobre una colina alta; un paraíso
naciente la rodeaba. El mundo niño tendría que ir extendiendo ese
paraíso a medida que se hiciera hombre. Pero entonces algo muy triste
sucedió. El mayordomo a quien su Padre le había encomendado el
cuidado del parque y las tierras adyacentes, se rebeló contra el legítimo
dueño. Un día, cuando el niño despertó, se sorprendió al ver un alto
muro de piedra que dividía los campos solariegos. El enemigo había
fijado un límite a la tierra que pretendía dominar y se había proclamado
rey de esa comarca. Cualquiera que pusiera los pies en ella tendría que
ser su súbdito, o simplemente su esclavo.
En la última conversación que Dios tuvo con el contrincante se
estipularon ciertos términos para sobrellevar la enojosa situación hasta
que llegara el momento de definirla:
1-Ninguno de los dos amos entraría en la tierra del contrario para
raptar un súbdito o forzarlo a salir. Los que quisieran cambiar de
condición tendrían que hacerlo por su propia iniciativa.
2-Sólo abandonando voluntariamente su lugar podría alguien
entrar en la comarca del otro amo como refugiado y ser contado entre
sus siervos.
3-Estos términos se respectarían durante un largo plazo a fin de
que cada uno demostrara su habilidad para producir un pueblo
satisfecho.
El mayordomo infiel estaba en gran inferioridad de condiciones,
porque no tenía la capacidad natural de la reproducción. Para tener un
heredero necesitaba apoderarse de algún hijo ajeno y adoptarlo.
Codiciosamente puso sus ojos en el niño que estaba creciendo en el
jardín del primitivo dueño de la tierra. Empezó a acercarse al muro
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divisorio y a hablarle persuasivamente invitándolo a transponer el límite.


Al mismo tiempo, comenzó a lanzar dardos de duda y aguijones de
descontento hacia su corazón.
El adversario nunca le había dado al niño ni siquiera una fruta, y
jamás había tenido un gesto de bondad para con él; pero a pesar de eso
logró inspirarle una falsa confianza. Posando de buen informante le
advirtió que, permaneciendo en la casa de su Padre estaría privado de
conocer la verdadera vida, llena de placeres y atractivos, que podía
encontrar afuera. El mundo niño, confiando en su propio entendimiento,
sin requerir el consejo de su progenitor, saltó el muro de piedra y
temerariamente lo siguió.
El astuto contrincante lo llevó de la mano zigzagueando, a fin de
que no recordara cuán simple era el camino de vuelta. Luego lo
introdujo en una casa grande, oscura y fría donde le hizo conocer los
severos dolores del hambre y el tormento de la sed. Recibió golpes, y
creció en condiciones adversas que enfermaron sus nervios y
deformaron su punto de vista acerca de la vida y de las cosas.
El hogar paterno estaba a tal altura que desde allí se podía abarcar
el valle con la mirada. Dios no perdía de vista la casa del adversario
donde su hijo estaba prisionero. Con pena, lo veía crecer y lo veía sufrir,
rondando los alrededores, haciendo los trabajos más duros de sol a sol,
Entraba y salía de la tétrica casona con enormes pesos que encorvaban
su espalda. Rara vez levantaba los ojos al cielo o se detenía a mirar a la
distancia el hogar que había abandonado. De acuerdo a las
estipulaciones, el Padre no debía entrar a la tierra usurpada por el
mayordomo rebelde para apoderarse de su hijo y traerlo de vuelta a
casa. Sólo le cabía esperar que algún día su corazón lo impulsara a
volver.
Envió muchos mensajeros que a intervalos hablaran alto desde el
muro acerca de las bendiciones que le esperaban si retornaba al hogar
del Padre. Pero el joven extraviado había pasado tantos años en
humillante esclavitud, que había llegado creer que esa era la manera
normal de vivir. El lenguaje grosero que se hablaba en la casa de su amo
se le había convertido en un hábito, y ahora las palabras hermosas y
llenas de sabiduría en los mensajes de su Padre le sonaban extrañas. Ya
no creía, ya no entendía, que la vida pudiera ser absolutamente pacífica
y feliz en otro lugar.
El tiempo siguió transcurriendo lentamente. Casi sin saber por qué,
obedeciendo a una íntima atracción, el pobre esclavo empezó a trabajar
cerca del muro de piedra que dividía las dos posesiones en conflicto
Mientras araba o arrancaba abrojos y matas espinosas, los mensajeros
de su Padre concurrían cada vez con más frecuencia a hablarle desde el
lado opuesto. Esta obra de paciencia y amor llevó mucho tiempo, pero al
fin, cuando ya había llegado a la edad adulta, volvió a tener conciencia
de lo que había oído en su niñez, cuando apoyaba la cabeza sobre las
rodillas de Dios. En actitud suplicante, extendió los brazos pidiendo que
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los mensajeros lo ayudaran cuando escalara el muro de piedras


puntiagudas.
Magullado y sangrante, dejó atrás el límite que lo liberaba de la
odiosa esclavitud. Los servidores de la casa paterna lo guiaron a un lago
donde lavó sus heridas. Le dieron ropa limpia y lo escoltaron hasta la
presencia de su Padre que por tanto tiempo lo había esperado. Adentro,
todo era música y alegría. Enormes lámparas estaban encendidas en la
sala para iluminar el reencuentro.
Amiguito, la humanidad ha crecido. Ya no es un niño engañado
que corre tras un espejismo que terminará en graves desilusiones. Ahora
está de vuelta después de muchas amargas comprobaciones; es un
esclavo doliente, ensangrentado, que quiere liberarse.
Lamentablemente, toda la raza humana no está lista para responder
como un solo hombre y volver a la casa de Dios; pero es necesario que
todos los vivientes tengan la oportunidad de decidir por sí mismos. Los
que hemos escapado ya de la custodia del enemigo, hemos lavado
nuestras magulladuras en el agua de la verdad, y nos hemos puesto la
ropa limpia de la personalidad cristiana, debemos asomarnos
continuamente sobre la muralla de piedra para continuar gritando los
mensajes de Dios. Muchos seguirán respondiendo desde el otro lado.
¡Qué lección duramente aprendida nos da la trayectoria de la
humanidad! ¡Cuánto dolor, violencia y sangre se podrían haber ahorrado
si el mundo niño no hubiera escuchado la voz de un intruso, ese
adversario que tiene el nombre más escarnecido, más despreciable en
cualquier idioma que exista!
Permíteme una reflexión más: Nunca escuches la voz de los extraños
cuando intenten apartarte de tus padres y del hogar que te vio nacer, ni
permitas jamás que alguien te aleje de la casa del Padre celestial, el
Autor de la vida. En ambos casos, podrías perder el sentido de
orientación en el confuso laberinto en que te llevan, y no volver nunca a
encontrar el camino del regreso.
Desde que naciste has visto a la gente grande demasiado seria
casi todo el tiempo. Cuesta creer que un día no lejano van a sonreír casi
todo el tiempo. Hablan mucho de oriente y occidente, de inflación, de
escasez y carestía, de nuevas armas mortíferas, de enfermedades raras.
No es necesario que entiendas todo eso. Basta con saber que, como dijo
Jesús, “toda planta que mi Padre celestial no plantó será desarraigada”.
Tú no vas a envejecer en este sistema, ni vas a estar entre los que
tratan de amortiguar los golpes sorpresivos de la muerte obteniendo
seguros de vida, pagando su entierro por anticipado, y manteniendo en
buenas condiciones el panteón de la familia. Tienes la bendición de
pertenecer a la generación que está creciendo en los mismos umbrales
del Nuevo Orden prometido. Hay un lugar señalado para ti en los
arreglos de Dios, como lo hubo en el pasado para Samuel, Josías,
Jeremías, y tantos otros tornillitos confiables.
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El mundo que nos rodea no tiene recuperación, es una máquina


malograda que fue manejada sin sabiduría y nutrida con mal
combustible. Cuando se le gastó el aceite del amor no lo repusieron, y la
continua fricción hizo estragos. ¿Qué se puede hacer con una máquina
deteriorada? Por lo general es desarmada y si hay algo rescatable se
guarda para uso futuro. Probablemente ninguna de sus piezas pueda ser
usada en otro modelo de máquina; simplemente serán fundidas. Aunque
no haya razón para guardar otras cosas, con seguridad que el que la
desarma guardará los tornillos, si no están demasiado torcidos ni
demasiado herrumbrados.
Mientras el mundo se convierte en material de fundición, sigue
firme en el lugar que Dios te dio. Eso es lo que se espera de un buen
tornillo dispuesto a cumplir con su propósito. No te dejes herrumbrar por
el ocio ni torcer por la delincuencia.
Aunque hoy, algunas circunstancias que no es posible cambiar nos
alejen por un tiempo, volveremos a encontrarnos bajo un cielo sin
amenazas para seguir hablando de las cosas que le hacen bien al
corazón.
Jamás dudes del interés personal que Jehová tiene en tu
supervivencia. En el versículo 8 del primer capítulo del Libro de
Malaquías en la Biblia, Dios nos hace ver que sería absurdo llevarle a un
rey un regalo miserable. Tu valiosa juventud, a la que ningún tasador
podría asignarle precio en las cifras relativas del dinero ni en los quilates
del oro, será una ofrenda digna del Rey Supremo.
Jehová quiere que estés en la fiesta de inauguración del Nuevo
Orden, la cual será completamente distinta, más brillante y llena de
júbilo, y con muchos más invitados que la que Adán disfrutó. Tenemos
que encontrarnos allí. Es una cita de honor. ¡No lo olvides, Tornillito!

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