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PSYKIIE Vol 2,N? 1, 1993 Terapia coactiva del maltrato infantil: la rehabilitacién familiar en el contexto judicial PATRICIO ALVAREZ’, CARMEN OLIVARI™ Resumen En relacién a la problemética del maltrato infantil y ta violencia familiar, los autores ‘abordan desde una perspectiva integradara los aspectos terapéuticos y de control social con mmiras a la rehabilitaci6n. Se discute el modelo judicial tradicional, planteando como alterna- tiva el modelo de terapia coactiva en sus aspectos te6ricos y posibilidades de implementacion préctica, Abstract In relation to Child Abuse and Family Violence, the authors present a whole view of the therapeutic and social control aspects towards the rehabilitation. The traditional juridical model is discussed, showing the coactive therapy as an alternative, Finally, theoric and practice aspects are analized. INTRODUCCION El maltrato y la violencia al interior de la fami- lia se constituyen en una forma de descontrol en laconvivencia, Una dindmica de maltrato 0 de violencia conyugal que se protonga en cl ticm- po, legitima al interior del sistema familiar el uso de la agresién como forma de relacién. En ese sentido, se va estableciendo como valido et des control’ de Ios miembros como forma habitual de interaccién, de relaci6n, de comunicaci6n. ‘Tal relacién abusiva al interior de la familia pue- de ser vista como una analogia de! descontrol social. El control de las personas es resguardado por la sociedad, a través de sistemas de valores y creen- ‘cias compartidos por sus miembros. Ellos generan 5 PriguinteeInfanil, Terapeuta Familie, Jefe del Equipo de Maltratolnfatil det Hospital Sétro det Rio. Profesor 4 Miembro Titular del Instituto Chileno de Terapia Pam Hier Psiguaira del Consultori dela Escuela de Psicologia ela Pomificia Universidad Calica de Chile. Direce6n ‘Vieaia Macken 4860, Santiago. Chil ++ Picéloga, Profesora en lt Escucla de Psicologia de IaPonsfiia Universidad Cation de Chile. Coordina dora del Equipo Tanti del Consotono de Ja Escuela de Poicologia de Ia Pontificia Universidad Catlien do Chile. DiocciGn: Views Mackenna 4860, Santiago hile normas que validan y gufan pautas de conductas ¢ icluyen, por lo tanto, sanciones frente a su des- vio, La sociedad delega formalmente este rol en el sistema judicial, que tiene como objetivo norma- lizar ciertas pautas de convivencia que garanticen los derechos de las personas y el respeto mutuo (Van Campenhoudt, 1991) El papel del sistema judicial ha ido evolucio- nando paulatinamente, en congruencia con una progresiGn en las ideas respecto a la familia y los derechos y obligaciones del hombre, de la mujer, y del nifio en ella. En un principio, desde la legislacién se le confiere at padre total dere- cho sobre sus hijos, tal absoluto dominio Ie per- mitia hasta encarcelarlos. Esta concepcién de la patria potestad subordinaba extremadamente al nitio. Con el tiempo se introduce un cambio esencial, el concepto de funcién con respecto a la patria potestad, es decir, la idea que los derechos del padre sobre los hijos debian ejercerse privilegian- do el bienestar de éstos. Simulténeamente, enton~ ces, aparece la necesidad de intervencién en pro del resguardo del adecuado ejercicio de esta funcin paterna, Actualmente se considera al nifio como tun sujeto con derechos, ya que se le reconoce su calidad de persona, y que estos derechos han de ser respetados y protegidos, confiriéndole formal- mente este papel al sistema judicial (De Vroede, 1991). 83 ALWAREZ y OLIVARE LA VIOLENCIA EN LA FAMILIA La familia est inmersa en un contexto cultu- ral, comparte con éste sistemas val6ricos y pautas de'conducta que regulan su convivencia. Sin embargo, se da a si misma ciertos cédigos 0 leyes implicitos que son idiosincraticos y tnicos en cada familia (Barudy, 1991a). Paraddjicamente, las reglas de nuestra cultura avalan ciertas formas de violencia y castigo en Jas relaciones significativas, dirigidas a solucionar conflictos, zanjar diferencias, impartir normas de ccianza, o aun expresar carifio (Alvarez, 1991). Este nivel de violencia “aceptable” tora difu- 0s los limites para aquello que cada miembro de 1a familia amar descontrol, como asimismo 10 ‘que cada familia, desde su particular cédigo, con- siderard violencia. Asi también, los limites en que habra de operar el control social extemo se relativizan desde la peculiar manera de evaluar cesta pauta violenta por un agente externo de con- wl. Llamamos asf a todas aquellas personas que se relacionan con la familia a lo largo de su historia, influyéndola en el curso de sus interacciones y que, en un sentido amplio, ejercen una sancién social frente a la violencia. Sin embargo, se ven también limitados en su accién por el respeto al Ambito privado de la familia, En un sentido mas cespecifico ante la violencia familiar, diversos pro- fesionales tienen la posibilidad de intervenir desde su rol en acciones correctivas. Estas intentan modificar conductas que, desde su criterio, han sobrepasado los Ifmites aceplables. Cuando el quebrantamiento de las normas es cevidente por su intensidad, 1a comunidad activa la imtervencién de la instancia mas especifica y for- ‘mal que es la accién de la justicia. EL MODELO JUDICIAL, EI modelo judicial interviene buscando Ia proteccién de la victima a través de ta sancién del agresor. EI nifio puede ser sacado de su hogar e interado en forma transitoria o permanente, Para- Telamente, el adulto agresor puede ser amonestado, multado 0 encarcelado. La concepcidn que subyace a este modelo de imervencién, desde una perspectiva psicoldgica, corresponderia a una visidn lineal, dicotémica y bjsicamente conductista, En tanto el episodio de violencia es comprendido en términos de una dfada victima-victimario, la proteccidn es buscada a tra- vés de intervenciones unilaterales que rompen con cl contexto familiar, reubicando al niffo en uno 54 su10 1993, que le es ajeno e inhibiendo la conducta violenta del agresor a través del temor de ser castigado. Esta modalidad de intervencién no ofrece pautas alternativas de conducta, sino la superacién por el temor. Con lo cual se transforma en reforzador del modelo del castigo para restablecer una nor- ma, legitimando aquello que pretende modificar. Las consecuencias en la familia derivan también del temor y estén orientadas a evitarlo, sin suprimir Ia violencia sino encubriéndola, minimizéndola, negandola El resultado sobre los otros niveles de control social es también de inhibicién, desalentando el reconocimiento, la explicitacién y el compromiso (Delaney, 1973). Desde la anticipacién de que se puede colaborar en generar un dafio mayor a toda Ja familia, incluida la propia victima, hasta el temor de las represalias por parte del agresor, parientes, vecinos y profesionales, invisibilizan la violencia, renunciando a utilizar un sistema creado para re solverlo, La situacién de violencia queda congelada en ‘su posibilidad de cambio, por las propias sanciones que cl sistema provee, mantenigndose puertas adentro, silenciada incluso por la victima, espe- cialmente si es un niffo y aun entre los miembros. de la propia familia. Agresores y agredidos, her~ ‘manos, tios, abuelos, callan, asistiendo impotentes, y ala ver pasivos, a la repeticién de episodios violentos cada vez'mas intensos y dafiinos. Esta espiral va socavando el sentido mismo de ser fa- milia, de modo que todos ellos estin finalmente atrapados en el campo de una violencia que contri- bbuyen a crear y que no pueden interrumpir. LA COMUNICACION IMPOSIBLE Aun cuando la familia no lo explicite, entrega a su entomo sefiales claras y definidas del maltra- to que vive (Walden, Grissafe & Dietrich, 1990), Los padres que permiten que su hijo asista a la escuela con equimosis en el rostro, la abuela que eva a su nieto a control de peso con marcas en el cuerpo, estén mostrando a los otros las conse- ccuencias de la violencia. A pesar de que ésta sea negada en un nivel verbal, Ia explicitacién de ella para quienquiera verla es clocuente, Esta suerte de autodenuncia puede ser leida como un pedido de ayuda que es imposible reconocer, pues hacerlo significa enfrentar la sancién judicial y sus conse- ‘euencias. Simultineamente, aquellos que tienen la posibilidad de identificar estas seftales pueden no registrarlas o reconocerlas, pero activamente omitirlas. Vecinos y profesionales comparten el mismo Ambito cultural que incluye la validacién 4e algunas pautas de violencia y 1a no interven- cidn en la vida privada, Todo ello puede contibuir ano ver el malirato, pero también a negarlo act- vamente, evitando el relacionarse con el sistema Judicial y el exponer a la familia a éste. Este siste- ‘ma es vivido como amenazante aun por Ios no infractores, ya que subyace en 61 Ia idea del cast- ‘g0 (Gourse & Chescheir, 1982). LA REHABILITACION COMO ALTERNATIVA La rehabilitacién de la familia, con conserva- cién de su integridad, requiere de un modelo de trabajo que junto al control otorgue Ia posibili- dad de acceder a nuevas pautas de relacién que no incluyan al maltrato. Tal posibilidad corresponde al espacio terapéutico que, por su naturaleza, faci- lita el cuestionamiento de las conductas habituales yy la emergencia de nuevas interacciones. Esta til- tima caracteristica resulta en una diferencia esen- ial con el modelo de intervencién del sistema judicial tradicional. La accin de este dltimo puede ‘alo sumo producir el cuestionamiento de las con- ‘ductas violentas, pero no prove la posibilidad de ‘generar pautas altemnativas. ‘Un modelo que retina los aspectos de control y de cambio de actitudes y conductas requiere de la ocurrencia simulténea lacién de la normativa al mismo tiempo que ésta vive su crisis relacional, partir de la cual pueden llegar a generarse nuevas. formas de interaccién (Alvarez, 1992). La experiencia de una situacién de maltrato inicia un proceso de explicitacién, tanto social ‘como intrafamiliar. Este tiene como consecuen- cas, por una parte, acciones judiciales de control, oricntadas a establecer las normas de convivencia, y, por otra, una crisis familiar, Desde esta crisis pueden surgir nuevas alternativas de comporta- miento siempre y cuando sea acogida y facilitada ‘en un contexto apropiado. Este espacio resultarfa terapéutico para la familia en la medida que pueda sostenerse la crisis, involucrando en ella a todos los miembros, facilitando el reconocimiento de conilictos y generando modos alternativos de re- solverlos. Bl resultado de estas acciones puede ser ele una familia que emerja fortalecida, habiendo transformado el dolor y la desesperanza en nuevos recursos para su convivencia futura, a partir de sus propia cpacidades (arudy, 1991) EL sistema judicial y el sistema terapéutico co- ordinan sus acciones de modo complementario, incluyéndose mutuamente. El apoyo normativo judicial otorga la autoridad al equipo terapéutico y TERAPIA COACTIVA DEL. MALTRATO INFANTIL cl ticmpo necesario para sostener y resolver ta crisis. A su vez, el contexto terapéutico amplia las posibilidades del sistema judicial, introduciendo tuna nueva comprensién de la dindmica violenta y ‘otras formas de solucién del problema. ‘Al tribunal corresponde confirmar ta denun- cia a través de la investigacién de Ia situacién de maltrato, y est dotado para ello de recursos y personas entrenadas para ejercer el control desde Ja autoridad de que estin investidos. Cuando la acciGn judicial incluye el recurso terapéutico, ras- pasa parte de esa autoridad y define las acciones del equipo de uatamiento como incluidas en tun contexto normativo, No sera, de esta forma, el propio equipo el que tenga que validarse ante la familia © sostener con ella una lucka para lograr et reconocimiento del maltrato o su asistencia a tra- tamiento. Todas las acciones estarén enmarcadas cn un espacio de intervencidn social, el cual ad- {quiere por esta redefinicion las caractersticas de un trabajo colaborativo en auxilio de la familia (Hayez, 1990). LA LECTURA CIBERNETICA DE LA VIOLENCIA Este modelo de intervencién implica, simultd- neamente, una redefinicién de la pauta de violencia para la propia familia, En efecto, una vez que el ‘maltrato se ha incorporado a las interacciones ha- bituales de Ia familia se desata recurrentemente con intensidad y frecuencia que pueden ser cre- cientes. Tras cada episodio abusivo quedan el do- lor, el resentimiento, la culpa y Ia sensacién de haber sido superados por la violencia. Surge a ccontinuacién Ia promesa de que no se repetiré, que Ja proxima vez que se enfrente una situacién simi- lr so la podra manejar sin golpes, que se puede ser mAs fuerte y dominar la rabia. Sin embargo, la siguiente vez serd la repeticiGn casi automatica de tuna historia conocida, La negacién de la pérdida del control en el ‘maltrato sostiene 1a simetria de la relacién entre los miembros de la familia, incluidos agresor y ima, y la violencia que entre todos crean y que Jos atrapa. Siempre se espera poder dominarla slo para descubrir, dolorosamente, que una y otra vez los derrota. La imposibitidad de reconocer el castigo, refor- zado por la concepcidn punitiva del sistema judi- cial, impide a la familia recurrir al tinico camino «que puede romper esta simetria desquiciadora, Tal es cambiar 1a relacién con la violencia a ‘una pauta de complementariedad, en la que cada miembro del grupo familiar pueda reconocerse 55 ALVAREZ y OLIVARI prisionero de ella, Desde esta perspectiva desapa- rrece el agresor incapaz. de contenerse y es reem- plazado por la conciencia de todo un grupo atrapado por un maltrato que convive con ellos. Desaparece Ja lucha por seguir ocultindolo, dando paso a la posibilidad, as aceptarlo, de actuar juntos para cexcluirlo (Bateson, 1978). LA TERAPIA COACTIVA EI modelo de terapia coactiva considera una denuncia que activa el sistema, El tribunal orde- na la investigacién que clarifica la ocurrencia del ‘malirato, retine elementos probatorios, efectia pe- ritajes y establece responsabilidades. Con estos elementos, el juez determina ciertas medidas para 1a proteccién inmediata del nito si ello es necesa- io. Ejerciendo su rol de fiscalizador social, con- juntamente pone en préctica medidas de evaluacign y de apoyo a la familia orientadas a su rehabilita- ign (Cirillo & Diblasio, 1991). Estas acciones de diagndstico y tratamiento descansan en un equipo terapéutico multidise plinario, que incluye psicélogo, psiquiatra, traba- Jador social y abogado. Su trabajo, desde un con- texto de obligatoriedad, pone en marcha un pro- eso de intervenciones diagnésticas que, en tanto estimulan las posibilidades de cambio de la fami- lia, evalian su flexibiidad y los recursos con que ella cuenta (Novoa, De la Barra, Alvarez, ef al, 1992). La integracion y estrecha coordinacién entre ambos sistemas implica que el equipo de trata- miento mantiene permanentemente informado al Juez respecto al proceso de evaluacisn y rehabili- tacién. En ocasiones, el equipo habré de informar de la imposibitidad de. una terapia, quedando el juez en libertad de utilizar algunas de las otras ‘medidas que la ley dispone. La evaluacién fami- liar puede poner de manifiesto diversos elementos ‘que dificultan una terapia al punto de hacerla fa- miliar: severas desestructuraciones, patologias in- viduales graves, extrema rigidez de las pautas de Telacidn que se pueden traducir en negacién per- sistente, ausencias reiteradas y falta absoluta de disposicién al watamiento. Otras, empero, tras- cienden Ia posibilidad de accién familiar y tam- bién de un equipo terapéutico, en tanto requieren de la modificaciGn de factores sociales, econdmi- os y culturales ‘Aun cuando la intervencién de evaluacién con- Heva siempre un elemento terapéutico, es posible dlistinguir una primera fase, orientada fundamen- talmente a evaluar los recursos con que cuenta la familia, sus fortalezas, sus vinculos, as redes de 56 s0L10 1999 apoyo que posee, su relacién con la familia ex- tensa, la flexibilidad de sus pautas de interaccién y su disposicién al cambio. EI contexto coactivo es establecido desde el comienzo de la relacidn con la familia, de manera due se explicitan la situacién de maltrato, asf como Jos resultados de la investigacin efectuada por el tribunal y otros profesionales que hayan interve- nido en el caso. El objetivo de esta clarificacién es cvitar una discusi6n estéril respecto a la ocurren- cia 0 no de Ia violencia o una biisqueda de culpa- bles. El episodio de maltrato es establecido como ‘un punto incuestionable, asf como las consecuen- cias en términos de responsabilidad social y legal ue de ello deriva, De este modo, se permite a ta {familia aceptar la existencia de la violencia, de la que todos son victimas, accediendo a la posibil dad de erradicarla a través de un trabajo conjunto con el equipo terapéutico que se propone a su servicio (Holmes, 1982). Los informes que los profesionales emitan al tribunal y las eventuales sanciones que el sistema judicial determine, no ‘mpiden que el mismo equipo destine sus mayores, estuerz0s con la familia para salir de la violencia Definir las obligaciones que los profesionales tra- tantes mantienen con el sistema judicial detimita, desde el principio, aspectos normativos a los que todos deben responder. Lo que en si es un mensaje es que normas y rehabilitaci6n no son contrapues- tas, sino complementarias. De allen adelante fa- milia y terapentas podrén trabajar cooperativa- mente, Desde el punto de vista terapéutico, la etapa de evaluacisn posbilita la elaboracién de diversas hipOtesis sobre las variables que originan y man- tienen el maltrato en la familia, A continuacién, cada equipo, deste su peculiar marco conceptual, defini las éstrategias de intervencign y las técni- cas que resulien més adecuadas y congruentes con su modelo, En este sentido, la terapia coactiva no queda definida por un modelo terapéutico particu Jar, sino que constituye un modo de conceptualizar Ja interaccién entre el control social y ta rehabili- tacién, EL MODELO DE COACCION Y SUS DESAFIOS La préctica de la terapia coactiva require del trabajo coordinado del tribunal y el equipo tera- péutico. En nuestro pais estas instancias funcio- nan separadamente y, por lo general, el contacto es minimo, reduciéndose a un intercambio de ofi- cios por conductos regulares burocraticos, lentos y ‘poco operantes. vou2Ne El equipo de salud desconoce algunos aspectos médico-legales bisicos, asf como diversas obliga cones en las que incurre cuando pesquisa un nifio. maltratado. Asimismo, ignorar los recursos juridi- cos a los cuales puede apelar va en desmedro de tuna mejor proteccién del nifio € intervenciones terapéulicas mgs eficaces. Por su parte el tribunal, habituslmente sobre- pasado por el niimero de causas, tiene dificultades para realizar sus investigaciones en detalle, Se debe contentar con reportes policiales, peritajes {que con frecuencia no muestran lesiones fisicas objetivables y declaraciones recogidas sumaria- ‘mente por aciuarios que no han recibido adecuada capacita Este tiimo aspecto adquiere caracteres dra- miéticos cuando se trata de tomar declaraciGn a niflos pequefios, a victimas de abusos sexuales 0 careos con el agresor. La ausencia de un lugar fisico apropiado que asegure la privacidad, la falta cde empatfa, la realizaci6n de un interrogatorio que no toma en cuenta el Ienguaje, ni la capacidad cognitivo-emocional del nifio, resultan en situa- ciones traumdticas. Estas’ son igualmente ‘maltratadoras y desalientan la mayor parte de las. acciones Iegales emprendidas por las victimas 0 ‘sus familias (Fernéndez, 1991). La falta de proteccién adecuada para aquellas personas -parientes, vecinos, profesionales~ que denuncian una situacién de maltrato, se taduce igualmente en otra manera de evitacidn activa det compromiso. La comunidad prefiere hacer ofdos sordos ante el riesgo de terminar agredido, tras las ssanciones del tibunal sobre el agresor, cuya efi- ‘cacia a mediano o largo plazo jamés es evaluada (Fauri, 1978). Las diferencias de sectorizacién entre los ser- vicios de salud y los judiciales favorecen la des- ricntacién de los usuarios, Ia confusién en la ‘acciGn y la pérdida de eficacia. Es frecuente que Jas denuncias terminen notificadas a tribunales sin ‘competencia, o que las causas cambien de juzgado ‘perdiéndose antecedentes y elementos probatorios de primera importancia. Por dltimo, el lenguaje propio de cada dominio profesional, en su especificidad técnica, se tans- forma en un obstéculo para la comunicacién flui- da, La terminologia legal y la psicolégica operan €en sus propios Ambitos pero, en la medida en que no son compartidos, generan confusién y limitan 1a posibilidad de una eficaz.accién conjunta, La realizaciGn de proyectos piloto en relacién al maltrato de nifios que surjan de esta concepcién unificadora del control social y de los aspectos terapéuticos implica un trabajo cooperative y co- ordinado, [TERAPIA COACTIVA DEL MALTRATO INFANTIL La conjuncién de los servicios terapéuticos y la red local de servicios policfacos y judiciales puede ser una primera instancia para empezar a resolver cstas dficultades. Esa través de esta préctica donde se puede generar un nexo mas estrecho entre ambos sistemas, constrayendo un lenguaje comin, vias fluidas y expeditas de comunicacién, mutua capa- citacién y disefto de estrategias de’ intervencién propios de este modelo. La terapia coactiva es el espacio donde se con- juga la accién controladora en busca de la proteccién del nifo desde lo judicial, y desde lo terapéutico la posibilidad de la reabilitaci6n de la familia, La coordinacién de ambos sistemas, el judicial y el terapéutico al servicio de Ia familia, proveerdin ia posibilidad de abordar mas efectivamente et problema de Ia violencia vivida por ésta. Surge ast Ja validacién de Ia intromisi6n de to judicial en ta vvida privada, desde visualizar el control como un ‘paso necesario que permite la implementacién de intervenciones terapéuticas. Estas ofrecen a la fa milia no s6lo la supresi6n del maltrato que viven como resultado de acciones punitivas, sino que le ppermiten trabajar para ensayar y alcanzar nuevas formas de relacién que no incluyan la violenci Coordinar esfuerzos desde el dmbito de la sa- lud, de lo judicial y de lo educativo, emerge como fundamental para implementar y asegurar la efi cciencia de programas en esta érea, Sélo asi los aspectos de control, proteccién, rehabilitacin y prevencién se verin abordados simulténeamente. Cada dca de intervencién tiene una finalidad pro- pia, un campo bien delimitado, sin embargo cada Ambjto potenciaré la posibitidad del otro. Acciones multidisciplinarias surgen coheren- tes, entonces, con una consideracién del maltrato como un fenémeno multidimensional y multicau- sado. Mis especificamente, Ia coordinacién del aspecto judicial con el terapéutico parece esencial para posibilitar acciones de tratamiento orienta 1 que Ia familia encuentre pautas de interaccién 4que-no incluyan ta violencia EI sistema terapéutico necesita del control que ejerce el sistema judicial sobre la familia y requiere que se le cofiera autoridad y respaldo en su labor, ala vez. otorga al tribunal una alternativa al castigo y a la sancidn como tinicas vias para la supresién de la conducta violenta. BIBLIOGRAFIA vars, P (1981). Sindrome del Niso Malatado, En Winter 'y Poenes (Ed), Medicina Infantil (pp. 11001103). San= tiago: MCD- 37 ALVAREZ y OLIVARI Alvarez, P. (1992), Maluato infantil y contento social: wna ‘erepetivasinmicn. Salud y Cambio. Revie Chilena de Medicina Social, 8, 2328. Barudy, J (19918). Dietaduea familiares, mala infant “neo, Terceras Jomadae Navionsles de Terapia Far liar Santiago, Chile. Barudy, J (19916). 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