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Facultad de Ciencias Sociales

Escuela de Psicología
Individuo y Sociedad Moderna

La Mujer y las Nuevas Representaciones Sociales

Profesor: Arístides Giavelli


Ayudante: Pamela Baeza
Alumna: Sally Reiss
Noviembre 2008.

Índice

Introducción………………..……………………………………………… Pág. 03

I. Capítulo I: Marco Teórico ………………………………………………Pág. 04

1.1 ¿Qué es una “Representación Social? ……………………………….Pág. 04


1.2 Componentes de las Representaciones Sociales…………………..Pág. 06
1.3 Procesos de formación de la representación social…………………Pág. 09
1.4 Funciones de las Representaciones Sociales..................................Pág. 10
1.5 Representación Social y Feminidad: una perspectiva de género….Pág. 11

II. Capítulo II: Desarrollo.......................................................................Pág. 12

2.1 ¿Qué entendemos por “lo femenino”?.……………………….. ……..Pág. 12


2.2 Rol de la mujer en la actualidad……………………………………….Pág. 14
2.3 La mujer como representación social…………………………………Pág. 15

III. Capítulo III: Reflexión y Conclusiones……………………………...Pág. 18

IV. Anexos…………………………………………………………………...Pág. 27

V. Bibliografía y Referencias..............................................................Pág. 30

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Introducción

“El tránsito entre la psique y la cultura es un viaje por una avenida de doble
mano, es decir, bidireccional.”
Ethel S. Person

La finalidad de este trabajo es plasmar la relación existente entre las


representaciones sociales y la femineidad en la mujer actual, estas
representaciones sociales son ante todo productos socioculturales, estructuras
significantes que provienen de la sociedad y de las redes sociales que estas
constituyen.

Es por esto que se expresará el rol que tiene la mujer en la extensa gama
de redes sociales que constituyen a la sociedad actual, intentando definir las
funciones que cumplen las representaciones sociales en dicha red y como los
actores de esta realidad social contribuyen a que la propia mujer se integre
satisfactoriamente, en la condición social que corresponde a su posición.

Por esto la teoría de las representaciones sociales, postula que la


elaboración de una visión personal de la realidad de la mujer, no constituye un
proceso meramente individual e idiosincrático. Puesto que la inserción de la mujer,
en diversas categorías sociales y su adscripción a distintos grupos constituyen
fuentes de determinación, que influyen en la elaboración individual de la realidad
social de ésta. Esta visión compartida con otros está fuertemente determinada, por
el conjunto de condiciones económicas, sociales e históricas que caracterizan una
sociedad y por el sistema de creencias y valores que las sustentan.

Y con el fin de tener un mayor detalle de la evolución de la mujer en la


sociedad actual, producto de las representaciones sociales de ésta, se dará a
conocer los resultados del último Censo para ver la evolución de roles de la mujer
en la esfera social.

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I. Capítulo I: Marco Teórico

1.1 ¿Qué es una “Representación Social?

Uno de los principales teóricos de las Representaciones Sociales es


Moscovici, quien las define como:

“(...) una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la


elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los
individuos... La representación es un corpus organizado de conocimientos y
una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen
inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o en una
relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación.”
(Araya, S. 2002. p. 27).

Por otra parte, “cuando las personas hacen referencia a los objetos
sociales, los clasifican, los explican y, además, los evalúan, es porque tienen una
representación social de ese objeto.” (Araya, S. 2002. p. 27).

Las personas adquieren la realidad mediante mecanismos a través de los


cuales se puede ver la realidad, dichos mecanismos se pueden adquirir gracias a
la extracción de los procesos de comunicación y del pensamiento social:

“(…) Las representaciones sociales condensan dichas


explicaciones y hacen referencia a un tipo específico de
conocimiento que juega un papel crucial sobre cómo la gente
piensa y organiza su vida cotidiana: el conocimiento del
sentido común. (Araya, S. 2002. p. 27).

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Las personas a través de la realidad son capaces de adquirir un
conocimiento el cual se basa principalmente en un sentido común, el cual nos
permite percibir el mundo razonarlo y actuándolo. Es por esto que,

“El conocimiento del sentido común es conocimiento social


porque está socialmente elaborado. Incluye contenidos
cognitivos, afectivos y simbólicos que tienen una función no
sólo en ciertas orientaciones de las conductas de las
personas en su vida cotidiana, sino también en las formas de
organización y comunicación que poseen tanto en sus
relaciones inter-individuales como entre los grupos sociales
en que se desarrollan.” (Araya, S. 2002. p. 11).

Es así como las representaciones sociales son capaces de ser


descubiertas a través de procesos cognitivos mediante los cuales las
personas pueden llegar a conocer la realidad y reconocer:

“(…) la presencia de estereotipos, opiniones, creencias,


valores y normas que suelen tener una orientación
actitudinal positiva o negativa. Se constituyen, a su vez,
como sistemas de códigos, valores, lógicas clasificatorias,
principios interpretativos y orientadores de las prácticas, que
definen la llamada conciencia colectiva, la cual se rige con
fuerza normativa en tanto instituye los límites y las
posibilidades de la forma en que las mujeres y los hombres
actúan en el mundo. (Araya, S. 2002. p. 11).

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1.2 Componentes de las Representaciones Sociales

Las representaciones con las cuales operan las personas en la vida cotidiana
se dividen en dos componentes: la objetivación y el anclaje que se explican como
sigue.

• La objetivación
Este se compone en como las personas son capaces de concretizar
aquello que no es tangible. “Esta concretización de lo abstracto se lleva a cabo por
el proceso de objetivación por lo que dicho proceso es fundamental en el
conocimiento social.” (Araya, S. 2002. p. 34).

Un ejemplo de esto puede ser: el amor, la amistad, la educación, la fe,


entre otras.

Por lo tanto “(…) el proceso de objetivación se refiere a la transformación de


conceptos abstractos extraños en experiencias o materializaciones
concretas.”(Araya, S. 2002. p. 35).

La objetivación se constituye por tres componentes, los cuales permiten


que lo intangible pase a ser visible.

o La construcción selectiva:
“(…) retención selectiva de elementos que después son
libremente organizados. Dicha selección se da junto a un proceso
de descontextualización del discurso y se realiza en función de
criterios culturales y normativos.
Se retiene solo aquello que concuerda con el sistema ambiente
de valores. De ahí que las informaciones con igual contenido,
sean procesadas diferencialmente por las personas.”
(Araya, S. 2002. p. 35).

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o El esquema figurativo:
“el discurso se estructura y objetiviza en un esquema figurativo de
pensamiento, sintético, condensado, simple, concreto, formado con
imágenes vividas y claras, es decir, las ideas abstractas se convierten
en formas icónicas.

Estas imágenes estructuradas es lo que Moscovici ha denominado núcleo


figurativo, o sea, una imagen nuclear concentrada, con forma gráfica y coherente
que captura la esencia del concepto, teoría o idea que se trate de objetivar. Esta
simplificación en la imagen es lo que le permite a las personas conversar y
también comprender de forma más sencilla las cosas, a los demás y a ellas
mismas y a través de su uso, en diferentes circunstancias, se convierte en un
hecho natural.” (Araya, S. 2002. p. 35).

o La naturalización:
“la transformación de un concepto en una imagen pierde su carácter
simbólico arbitrario y se convierte en una realidad con existencia
autónoma.” (Araya, S. 2002. 2002. p. 35)
“La distancia que separa lo representado del objeto desaparece de modo
que las imágenes sustituyen la realidad. Lo que se percibe no son ya las
informaciones sobre los objetos, sino la imagen que reemplaza y extiende
de forma natural lo percibido. (Araya, S. 2002. p.35)

Sustituyendo conceptos abstractos por imágenes, “se reconstruyen esos


objetos, se les aplican figuras que parecen naturales para aprehenderlos,
explicarlos y vivir con ellos, y son esas imágenes, las que finalmente
constituyen la realidad cotidiana.” (Araya, S. 2002. p. 35-36).

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• El anclaje
Este segundo componente “(…) permite transformar lo que es extraño en
familiar.”
Como también “(…) permite incorporar lo extraño en lo que crea problemas, en
una red de categorías y significaciones por medio de dos modalidades:
• Inserción del objeto de representación en un marco de referencia conocido
y pre-existente.
• Instrumentalización social del objeto representado o sea la inserción de las
representaciones en la dinámica social, haciéndolas instrumentos útiles de
comunicación y comprensión.” (Araya, S. 2002. p. 36).

El proceso de anclaje permite poder alcanzar una interacción, con aquellas


cosas que anteriormente no eran familiares, estas “(…) no son tratadas por igual
por todos los grupos sociales, lo cual evidencia el enraizamiento social de las
representaciones y su dependencia de las diversas inserciones sociales.” (Araya,
S. 2002. p. 37).

Como también en la medida que los grupos accedan mayoritariamente a este


objeto, y este sea” (…) susceptible de favorecer los intereses del grupo, este se
mostrará mucho más receptivo.” De lo que era anteriormente a la objetivación.
(Araya, S. 2002. p. 37).

Dicho proceso también se compondría de diferentes características, las cuales


dan cuenta de:

• Cómo se confiere significado al objeto representado, con relación al


sentido que se le otorga a la representación.

• Cómo se utiliza la representación en tanto sistema de interpretación del


mundo social marco e instrumento de conducta.

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• Cómo opera su integración dentro de un sistema de recepción y la
conversión de los elementos de este último relacionados con la
representación. Los sujetos se comportan según las representaciones; los
sistemas de interpretación proporcionados por la representación guían la
conducta.
(Araya, S. 2002. p. 37).
.
1.3 Procesos de formación de la Representación Social

Las representaciones sociales además de estar compuestas por una serie de


características distintivas ya descritas, también se pueden ver desde la
perspectiva de los procesos de formaciones de las mismas representaciones
cuyas etapas son:

1.- Existencia de un fenómeno desconocido y una situación conflictiva que


perturba la práctica grupal y que crea conflicto entre ellos.

2.- Inicio de un proceso de comunicación pública y colectiva para adoptar


simbólicamente y prácticamente al grupo alas nuevas condiciones de vida.

3.- Consolidación de una nueva representación que da cuenta de un


movimiento representacional específico de la mayoría de miembros
individuales del grupo.

Este conocimiento común implica una identidad social común que es una
precondición necesaria de los grupos reflexivos.
(Morales, J. y otros. p.821)

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1.4 Funciones de las Representaciones Sociales

Las representaciones sociales tendrían diferentes tipos de funciones, dentro de las


cuales se encuentran:

• La comprensión, función que posibilita pensar el mundo y sus relaciones.


• La valoración, que permite calificar o enjuiciar hechos.
• La comunicación, a partir de la cual las personas interactúan mediante la
creación y recreación de las representaciones sociales.
• La actuación, que está condicionada por las representaciones sociales.
(Araya, S. 2002. p. 37).

Los individuos en la vida cotidiana son capaces de interactuar con otros a


través de distintos mecanismos, como por ejemplo el lenguaje verbal, el que
permite:

“(…) que se comparta un mismo trasfondo de representaciones sociales,


aunque sea para expresar posturas contrapuestas. Este trasfondo común
suple el estricto rigor discursivo que es necesario para transmitir sin
ambigüedades los significados adecuados, rigor que es obviamente
imposible mantener en las improvisaciones espontáneas de la vida
cotidiana.” (Araya, S. 2002. p. 37).

Es así como a partir de las representaciones sociales, las personas


producen los significados que se requieren para comprender, evaluar, comunicar y
actuar en el mundo social.

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1.5 Representación social y femineidad: una perspectiva de género.

Para logar elaborar una visión completa desde la perspectiva de género


creemos que el inicio es lo que dicen las autoras de “Mujer y Feminidad”:

“Género es la construcción cultural de la diferencia sexual. Expresa el orden


simbólico con el que una cultura elabora la diferencia sexual, expresándose
en prácticas, ideas, actitudes. La entrada a la cultura es una entrada al
lenguaje y al genero, la cultura marca a los seres humanos con el genero y
este todo lo demás. Mediante el proceso de constitución del orden simbólico
en una sociedad, se fabrican las ideas de lo que deben ser los hombres y las
mujeres.”
(Colorado, M. y otros. 1998. p. 183)

Es así como la mujer se comienza a diferenciar del hombre en la sociedad,


y en base a esto comienza a construirse como un sujeto dentro de las redes
sociales que la sostienen y a formar las distintas representaciones sociales que
constituirán su vida dentro de la sociedad.

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II. Capítulo II: Desarrollo

2.1 ¿Qué entendemos por “lo femenino”?

Justamente, es la femineidad lo que se necesita descubrir y develar desde


una perspectiva nueva y renovada que no diga relación ni con los modelos
patriarcales, ni con los modelos feministas, que en un tono reduccionista no
permiten entender lo femenino desde el siglo XXI.

Es así como se pretende, desde la perspectiva tanto del sexo como del
género alcanzar esta nueva lectura gracias a las representaciones sociales, con el
objetivo de encontrar si existe, efectivamente, un cambio psicosocial sustantivo de
dichas representaciones producto de los nuevos espacios ocupados por las
mujeres en los últimos tiempos.

Las elaboraciones más sólidas sobre la psicología femenina derivan de las


llamadas vertientes maternalistas del psicoanálisis; Nancy Chodorow dice:

“(…) las mujeres son responsables del cuidado temprano de los niños y
que, por lo tanto la primera figura de identificación sea femenina, tiene una
importancia central en la configuración psíquica humana.” (Fuller, N. 2005.
p. 1).

Incluso Chodorow en su análisis es bastante más extrema y dice:

“(…) la primera experiencia infantil es de total identificación y dependencia


frente a otra figura materna. Luego Se inicia el proceso de de separación, empieza
la individuación, se desarrolla el sentido del ego independiente, se mitiga la
dependencia oral y el lazo con la madre se redefine.” (Fuller, N. 2005. p. 2).

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Pero justamente este momento es un momento para muchos estudiosos
donde suceden los primeros “problemas” para las mujeres:

“(…) en el caso de las mujeres, las fronteras del yo serían más difusas que
en los varones porque la separación de las madre no se concluye. Ello se
debería a que los roles que deberá asumir en la vida adulta son similares a
los de sus madres y, por lo tanto, existe continuidad entre sus afectos
primarios y sus roles sociales.” (Fuller, N. 2005. p. 2).

Todo lo anterior es válido sólo en la medida que suponemos que la


sociedad sigue estando regida por patrones convencionales donde las dinámicas
sociales siguen siendo tradicionales. Es decir donde la familia está definida por
una madre contenedora, un padre que ordena el mundo y un hijo o hija que
cumplen el rol de tales según las categorías más conservadoras de todos
conocidas.

Pero, ¿qué pasa cuando la familia ya no es de a tres, sino que es de a dos


(madre-hijo)?, ¿cómo se explican los giros radicales en la sexualidad de jóvenes
que deciden tener parejas del mismo sexo, entre muchas otras combinaciones
posibles?

Justamente, Fuller dice al respecto:

“La maternidad es uno de los aspectos de la vida de las mujeres urbanas


que más drásticamente ha cambiado durante la segunda mitad del siglo XX.
Esta transformación se relaciona con el logro de igualdad jurídica para la
población femenina y su ingreso a la esfera pública.” (Fuller, N. 2005. p. 3).

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2.2 Rol de la mujer en la actualidad

Para entender el rol de la mujer en la actualidad, es clave dar un vistazo a


la historia de la mujer en los últimos tiempos, que por razones de orden se
dividirán en tres grandes momentos de manera de estructurar las nuevas
representaciones sociales que se creen visualizar a lo largo de esta investigación.

En la modernidad, el primer momento que se puede determinar es el de la


doble marginación que sufre la mujer: marginación en el desarrollo personal (no
tener acceso a la educación) y la marginación total en el ámbito público (percibido
como superior para las mujeres).

“(…) las normas que tradicionalmente han regido las prescripciones de


género siguen vigentes y mantienen una división muy acusada de los
universos sociales en los que actúan hombres y mujeres, así como de los
comportamientos y actitudes fijados para cada género. Esta situación se
caracteriza, habitualmente, por una valoración jerárquica de los géneros, de
modo que el género masculino es mucho más valorado que el género
femenino y los hombres mucho más valorados que las mujeres.” (Subirats,
M.1998. p.17)

El segundo momento se puede describir como un momento de inclusión de


la mujer en el ámbito público de manera ambivalente, es decir, se está frente a un
doble standard que sitúa a la mujer en roles específicos producto de un pre-juicio
ancestral sobre sus capacidades en la esfera pública (por ejemplo, ser
secretarias).

“(…) aunque socialmente se acepte el derecho a la igualdad, realmente se


sigue utilizando un doble estándar para juzgar las capacidades de hombres
y mujeres y se sigue realizando una diferenciación de sus destinos
sociales.” (Subirats, M. 1998. p.22)

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El tercer momento es el de la inclusión y paridad de la mujer en el contexto
del cambio cultural. El ámbito público ya no es un lugar “superior”. Pero al mismo
tiempo, el cambio trae consigo una toma de consciencia importante que dice
relación con que la paridad propicia la igualdad y va en desmedro de aquellas
labores (históricamente menos valoradas) que realizaban más intensamente las
mujeres como la maternidad. Y, que tanto en lo particular como en lo colectivo van
a causar grandes problemas sociales en los grupos más débiles, como niños y
ancianos. Es el inicio de la crítica del androcentrismo como modelo universal.

2.3 La mujer en las Representaciones Sociales de la actualidad

Tras la descripción de algunas formas de construcción histórica de las


representaciones de la mujer estamos en condiciones de aplicar a su análisis los
conceptos derivados de la teoría de las representaciones sociales.

En primer lugar, es importante destacar que son pocos los ejemplos en los
que podemos resaltar una mayor identificación entre imagen y significado,
elementos que configuran la construcción de una representación social.

Desde la teoría psicoanalítica actual, el cuerpo de la mujer es imagen y


significado a la vez:

“Su cuerpo es icono y símbolo, pues a cada disección del cuerpo femenino
le corresponde una idea y cada idea se corresponde con una figura y rostro
de mujer. Nada como el cuerpo de la mujer ha servido con tanto afán para
representar el orden moral y su trasgresión.” (Alizalde, M. 2007, p.132)

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En segundo lugar, en la representación social del cuerpo femenino
encontramos un ejemplo paradigmático de la transformación de lo desconocido en
algo familiar.

“La imagen de la mujer y su cuerpo hacen que ese orden moral pueda ser
identificado con quien desde nuestro nacimiento forma parte, con su
presencia, de nuestra vida cotidiana y, por tanto, de nuestro conocimiento
más inmediato del mundo. El cuerpo de la mujer, representa, además, el
cuerpo social pues en él se inscriben todos los temores que acechan a cada
época histórica.“ (Alizalde, M. 2007. p.46)

Y se puede constatar que el cuerpo de la mujer representa un enigma,


ejemplo de esto es el resultado de numerosos programas de televisión donde
médicos y artistas lo diseccionan, lo analizan, lo perfeccionan y nos muestran las
diferentes partes de las que está compuesto.

En tercer lugar, ese proceso de familiarización con un orden social que se


inscribe en el cuerpo de la mujer consigue, a través de su representación,
naturalizar ciertos valores culturales como si se tratara de elementos cuasi
biológicos.

“De esta forma resulta fácil transformar algo abstracto, como los valores
hegemónicos de una sociedad dominada por hombres, en algo tan concreto
como la imagen corporal de la mujer, transformando una realidad mental en
una realidad física. Cada valor social y su trasgresión están representados
en una imagen de mujer y en cada parte de su diseccionado cuerpo.”
(Alizalde, M. 2007. p.52)

Este proceso de objetivación ha generado, en un primer momento, una


representación social de la mujer de connotación bastante negativa, al tiempo que
ha generado una visión estereotipada desde el discurso masculino que todavía es

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válida en muchos sectores de la población contemporánea que se refiere a la
mujer.

Sin embargo, el camino no está todo recorrido y, es gracias al desarrollo de


movimientos como el feminismo post-estructuralista de una Julia Kristeva, que las
nuevas representaciones sociales conformadas por un grupo de mujeres que van
a replantear su lugar en la sociedad desde un lenguaje poco convencional, que se
van a alcanzar lugares de paridad tanto sexuales como de género que desde lo
más profundo de la realidad estarán modificando sistemáticamente la cultura
dominante.

“La expansión del poder femenino inaugura un proceso de feminización de


la cultura. Se trata de un raro poder en estado de castración. Antes que
potencia es autoridad, antes que absoluto es relativo. (…) El poder
femenino nace de la interioridad y procede centrífugamente de las entrañas
del cuerpo, de las vivencias carnales, para mentalizarse en un segundo
tiempo y decantar en un accionar poderoso e imprescindible para la
supervivencia de la especie.” (Alizalde, M. 2007. p.60)

A partir de esta expansión del proceso de feminización de la cultura, es


como se puede ver a la mujer actual jugando distintos roles en el enjambre social
de las distintas redes sociales, ya que el rol ocupado por ésta a evolucionado
considerablemente en las últimas dos décadas, sólo basta ver los índices en
natalidad, educación, estado civil, laboral, ocupación y hogar de la mujer Chilena
en el último censo.

Este último muestra diferencias claramente significativas en algunas áreas,


como por ejemplo el estado civil muestra que anteriormente el “50,4% de mujeres,
se declararon casadas; en cambio, en 2002 estos porcentajes son bastante
menores tanto en uno u otro sexo.” (Varela, T. 2002. p. 15-16)

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Puesto que el censo de 1992 señala que:

“(…) casi un 6% de la población declaró vivir en convivencia, mientras, en


2002 esta categoría representa un 9%. Los separados aumentaron de 2,7%
y 4,1% a 3,9% y 5,5%, en hombres y mujeres, respectivamente. Los
porcentajes de anulados/as y de viudos/as se mantienen durante el período
intercensal.” (Varela, T. 2002. p. 15-16)

En relación al promedio de hijos, los antecedentes señalan que en el 2002


el promedio de hijos fue declinando en relación al censo anterior, ya que “De
acuerdo al censo 2002 el promedio de hijos por mujer es 2,3. En los años
anteriores a 1960 dicho promedio era de alrededor de cinco. (Varela, T. 2002. p.
19)

“Mientras en 1992, el número medio de hijos por mujer a nivel nacional fue
de 2,39, en 2002 fue de 2,26.” (Varela, T. 2002. p. 19)

En el ámbito laboral, la participación de la mujer “(…) aumentó en 7,5


puntos porcentuales entre el censo de 1992 y el de 2002.” (Varela, T. 2002. p. 29-
30)

“La fuerza de trabajo -considerando ambos sexos- creció en un 27,2%


respecto a 1992. Al analizar su composición de sexo, se observa que el
aumento porcentual de la fuerza de trabajo femenina respecto del censo de
1992 fue de un 50,1%, mientras que la de los hombres alcanzó al 17,6%.”
(Varela, T. 2002. p. 29-30)

Mientras que la educación es la que muestra las diferencias más


significativas, entorno al progreso que a vivenciado la mujer, puesto que “la
población alfabeta del país ha experimentado un aumento de 1,2 puntos

18
porcentuales (…) el que se descompone en un ascenso de (…) 1,3 para mujeres
(…)” (Varela, T. 2002. p. 20-21).

“Este incremento se acentúa significativamente en la población rural


femenina en los tramos de edad superiores a los 45 años. Estos avances
señalan una disminución de la brecha entre la población alfabeta urbana y
rural, en particular de las mujeres.” (Varela, T. 2002. p. 20-21) (*)

Es gracias a lo anterior que se puede decir que claramente ha habido un


incremento, un cambio, una re-estructuración en las representaciones sociales de
la mujer entorno a las dimensiones bases que rodean a la sociedad, lo que
corrobora, al menos, el cambio histórico que ha tenido el rol de la mujer en la
sociedad que antes la excluía y que, por de pronto, ahora la deja crecer a la par
con el hombre.

(*) Ver más datos en anexo número 2, páginas 28 y 29.

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III. Capítulo III: Reflexión y Conclusiones

Todo tipo de organización social está estructurada jerárquicamente y, por


consecuencia, cada individuo participa en diversas estructuras jerárquicas
entrecruzadas. Como seres dotados de cierto grado de autodeterminación
tenemos una psique relativamente integrada y estable que nos permite tener
autonomía y un grado considerable de autogobierno; pero, en virtud de nuestra
pertenencia a la sociedad, estamos limitados al mismo tiempo por leyes escritas,
tradiciones, el colegio, la universidad, los lugares de culto, las películas que
vemos, los libros que leemos y la moda.

En otras palabras, los sistemas de creencias se rigen por normas relativas


al poder, incluyendo el poder de los sexos. Es justamente aquí donde el cambio
cualitativo se ha hecho notar.

Efectivamente, se debe entender que los diversos movimientos de


liberación sexual y de liberación genérica que suceden durante el siglo XX
repercuten inevitablemente en la comprensión actual tanto del sexo como del
género.

Es así como la visión de las prácticas sexuales y las normas genéricas en la


actualidad se vinculan con cuestiones ligadas al poder y a la jerarquía de manera
totalmente distinta a como esto ocurría hace cincuenta años atrás o menos.

Incluso, se puede decir con total libertad que en un sentido son las
condiciones sociales e históricas las que definen y transforman las identidades
sociales del género (por ejemplo: las mujeres a cargo de la manutención de la
familia, el control de la natalidad gracias a la píldora anticonceptiva, la inclusión
universitaria de la mujer, entre otros) y que en el otro, son las representaciones
sociales, la ideología y la cultura, las que buscan dar sentido a la diferenciación
social.

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En otras palabras:

“Esta categoría permite diferenciar dos aproximaciones a la identidad


femenina: como identidad de género, que produce una construcción social y
cultural, variable, histórica y transformable; y como identidad sexual,
entendida como una estructuración psíquica. A su vez este concepto
repercute en la problematización de la identidad masculina por su
interrelación con la identidad femenina.” (Colorado, M. 1998. p. 158)

En lo particular, es de todos sabido que la liberación sexual de la mujer le


trajo muchos beneficios, pero sin dejar de lado las ideas de subordinación y de
dependencia. El cambio de óptica es un hecho de los últimos años en el cual la
mujer ya no es más un objeto o un “otro” para un sujeto masculino o, mejor dicho,
aunque sigan siendo percibidas de tal manera por la cultura patriarcal, ellas
mismas se han logrado percibir desde otro lugar:

“Las mujeres están en medio de un proceso de cambio merced al cual ya


no se autovaloran principalmente como objetos del deseo sexual ajeno,
sino que están más dispuestas a expresarse como sujetos deseantes.”
(Alizalde, M. 2007. p.169)

Se debe entender que gracias a la revolución sexual, las mujeres pudieron


tener la capacidad de tomar la iniciativa en materia sexual, así como también la
posibilidad de dejar de ser objetos, no sólo en el ámbito de lo erótico, y pasar a ser
de manera concomitante agentes de sí mismas y de los demás (claro ejemplo de
lo anterior son las elecciones democráticas de dos presidentas de gobierno en el
cono sur los últimos años: Sra. Bachelet y Sra. Fernández):

No se está más que hablando de la revitalización de la discusión acerca de los


roles sexuales o del tema del género:

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“Género es la construcción cultural de la diferencia sexual. Expresa el orden
simbólico con el que una cultura elabora la diferencia sexual, expresándose
en prácticas, ideas, actitudes. La entrada a la cultura es una entrada al
lenguaje y al género, la cultura marca a los seres humanos con el género y
éste marca todo lo demás. Mediante el proceso de constitución del orden
simbólico en una sociedad, se fabrican las ideas de lo que deben ser los
hombres y las mujeres.” (Colorado, M. 1998. p.193)

Lo interesante surge en la vuelta que sufre la discusión acerca del género;


puesto que, gracias a todo lo que ocurre en el mundo los últimos 30 años es que
ciertos aspectos del rol de género pueden modificarse como resultado de cambios
culturales.
A medida que cambian las costumbres y el carácter de las barreras
represivas, existe la posibilidad y así ocurre que surjan identificaciones
intergenéricas.

“La categoría género hace posible pensar en la construcción de nuevas


identidades femeninas y masculinas, en las que los valores y atributos de
hombres y mujeres no sean considerados esencias inmutables que se
sostienen en la determinación biológica, en las cuales la diferencia pretende
justificar la subordinación. (…) (Las feministas) plantean la necesidad de
abocarse a la relación con el Estado, estimular, consolidar y proteger la
capacidad de negociación de las mujeres, con miras a asegurar su
presencia en los procesos de decisión política. Hoy el feminismo se
pluraliza, y muchos de sus planteamientos permean la sociedad y el
Estado.” (Colorado, M. 1998. p. 178)

Se debe entender, que al igual que la liberación sexual, la liberación


genérica es el resultado de una larga historia que está absolutamente ligada con
los conceptos de individuo, de sociedad moderna, de revolución industrial, entre
otros.

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Un poco antes de que sucediera la revolución industrial y, luego, con el
estímulo de ésta, las mujeres comenzaron a ejercer la libre opción en las
cuestiones matrimoniales que, hasta ahí, habían sido tradicionalmente convenidas
por las familias.

Se puede entonces entender que psíquicamente, el mandato interno de un


amor idealizado hecho realidad desde la propia elección de pareja, marca un
cambio y genera en las mujeres un estado de conciencia que les permite
considerarse y concebirse como agentes libres y no como “propiedades de”.

Así la capacidad de elegir el propio destino marital coloca a la mujer en el


camino de una auténtica autonomía. Pero si se da un paso más adelante, se debe
aludir al cambio que han sufrido las visiones feministas en el mundo, desde los
años 90 en adelante y que, se cree que, son justamente el punto de partida de
esta nueva configuración de realidad, de nuevas representaciones sociales que
este trabajo postula que se han generado el último tiempo.

Estos cambios en las corrientes feministas más de vanguardia hacen


alusión al feminismo de la igualdad y al feminismo de la diferencia.

En relación al feminismo de la igualdad, se puede decir que este recoge el


legado de la Ilustración y lucha por la igualdad de derechos y oportunidades y la
reivindicación de éstos. Para este feminismo los conceptos de autonomía y de
igualdad son claves ya que lo que se pretende es “construir especificidad,
diferenciación; un pensamiento propio, porque se está en contra de los poderes
que dominan”. (Colorado, M. 1998. p.159)

23
“El feminismo de la igualdad, al asumir el sistema explicativo proporcionado
por la categoría de género (…) busca identificar la constitución de los
géneros, como producto de una dialéctica social (…) dentro del sistema.”
(Colorado, M. 1998. p. 154)

Para muchos esta postura es lo más novedoso que ocurrió durante el siglo
XX y, hasta el día de hoy, es la piedra angular del cambio a nivel de estructura de
pensamiento y posibilita la generación de espacios para nuevas representaciones
sociales en las cuales la mujer es el principal elemento.

Sin embargo y un paso antes del feminismo de la diferencia esta Julia


Kristeva (feminista posestructuralista); quién, desde el psicoanálisis dice que:

“una mujer no puede ser: su esencia no pertenece al mundo del ser, porque
este orden es masculino en nuestra cultura. Por eso la práctica feminista
debe ser negativa, en pugna con lo que existe, para desmontar
permanentemente las ideas de ser mujer. “(Colorado, M. 1998. p. 164)

Pero más adelante está el feminismo de la diferencia que parece proponer


algo totalmente nuevo, incluso difícil de entender de buenas a primeras. Este
postula que:

“(…) la diferencia propone concebir una política en primera persona que no


tiene como objetivo la obtención de cuotas de poder; no dialoga con el
sistema de representaciones democráticas; no busca reivindicación de
derechos, sino más bien estar “por encima de la ley”, “el vacío de la norma”
que permita a las mujeres decidir por ellas mismas qué es lo que se desea.”
(Colorado, M. 1998. p. 182)

24
Quizás se crea que en la cita anterior no se está diciendo nada nuevo, pero
lo interesante y llamativamente nuevo dice relación no con la autonomía de decidir
sino que con la autonomía por encima del poder. Es decir, el acento rupturista está
puesto en el lugar desde donde se mira la realidad. Incluso, esto queda más claro
cuando se analiza la postura política:

“La política en primera persona implica a abrirse a la mediación de otra(s)


mujer(es), a quien se reconozca autoridad para modificar las relaciones de
poder en la sociedad. La mediación que desbloquea y abre la posibilidad de
que las mujeres se relacionen con otras, es la mediación de la madre
individual y concreta. La relación de amor y reconocimiento hacia la madre
es considerada el “punto arquímedeo” en el se apoya el surgimiento de un
orden simbólico nuevo. En esta propuesta, el amor femenino de la madre es
una práctica política. La relación de la hija con su madre es una estructura
elemental que falta en el patriarcado. (…) crear una relación nueva entre
mujeres (…) Esta relación no consistiría en un pacto de amor, ni en una
jerarquía: es pensada como una relación entre adultas para intervenir en el
mundo.” (Colorado, M. 1998. p. 183-184)

Todo lo anterior lleva a pensar que efectivamente se está viviendo un


cambio societal que no es fácil de explicar, pero que resulta más accesible si se
mira desde las notorias variaciones desde lo histórico hasta lo psicológico que
convergen en las nuevas representaciones sociales que hablan de mujeres
nuevas, distintas, regidas por un orden que claramente se aleja del orden del
patriarca, pero que también se alejan del matriarcado como figura representativa
de lo femenino en la sociedad masculina.

25
Las representaciones sociales que están tomando cuerpo todavía tienen un
lenguaje (o sea una cultura) que no se puede explicar desde el orden establecido.
Todo lo cual hace que por momentos sean criticadas, desvalorizadas y
ridiculizadas por el grueso de la población.

“Pronto podremos comprobar si la cultura está realmente preparada para


que sobrevenga un nuevo orden; pero, sea cual fuere el veredicto, y pese a
nuestros juicios a veces retrógrados sobre las conductas masculinas y
femeninas apropiadas, las revoluciones culturales en curso ofrecen claras
evidencias de que los atributos del poder están sufriendo un cambio
radical.” (Alizalde. M. 2007. p.191.)

26
IV. Anexos

4.1. Anexo 1: Cuadro Esquemático de las Representaciones Sociales

Crea

UN
UN Experimenta
IDENTIDAD
IDENTIDAD GRUPO
GRUPO
SOCIAL
SOCIAL SOCIAL
SOCIAL

Impli
-ca

Representaciones
Representaciones Conflictoy/o
Conflicto y/o
de
de Cambio
Cambio
Conocimiento
Conocimiento Delas
De las
Enlos
En los Condicionesde
Condiciones de
Individuos
Individuos Vida
Vida

Discurso
Discurso
YY
Producción
Producción
De
De Implica
Se realiza en
Representaciones
Representaciones

27
4.2. Anexo 2: Cifras Censo 2002

1.- Fecundidad (Página 17)

De acuerdo al censo 2002 el promedio de hijos por mujer es 2,3. En los años
anteriores a 1960 dicho promedio era de alrededor de cinco.

El censo de 1992 consultó, a todas las mujeres de catorce años o más, sobre el
número total de hijos dados a luz y nacidos vivos (fecundidad de toda la vida), en
2002 la pregunta e formuló a todas las mujeres de quince o más años. El objetivo,
en ambos cuestionarios, fue conocer el comportamiento reproductivo por
generaciones.
Características Demográficas
Censo 2002
Mientras en 1992, el número medio de hijos por mujer a nivel nacional fue de
2,39, en 2002 fue de 2,26.
Los antecedentes de 2002, indican que el número medio de hijos entre las
mujeres de 15 a 25 años, ha declinado en relación al censo anterior. Así, en 1992,
el promedio de hijos para las mujeres en este tramo de edad fue de 0,45 y en
2002 de 0,43. Sin embargo, al desagregar por subgrupos de 15 a 19 y 20 a 24
años, el promedio de hijos de las menores de 20 años experimenta un alza de
0,15 a 0,20, en tanto que para la de 20 a 24 años, la situación es a la inversa, de
0,77 baja a 0,64 su promedio de hijos.
Considerando la fecundidad retrospectiva, las mujeres de cincuenta o más años
tuvieron, en promedio, casi 4 hijos. Para las de treinta a treinta y cuatro años,
dicho promedio es de 1,8 hijos por mujer.

2.- Laborales (páginas 27-32)

- En 2002 la participación laboral de la población de 15 años o más llegó a


52,4%. Para el caso de los hombres alcanzó un 70,0%, mientras que para las
mujeres se observó un 35,6%.
El censo de 2002 registra una cifra de 11.226.309 personas de 15 años o más;
de las cuales constituyen Fuerza de Trabajo 5.877.149, por lo tanto, en la
categoría Fuera de la Fuerza de Trabajo hay 5.349.160 personas. La Fuerza de
Trabajo está compuesta por 5.085.885 ocupados y 791.264 desocupados
(cesantes y buscan trabajo por primera vez).
A su vez, el censo de 1992 dio como resultado una población de 9.418.933
personas de 15 años o más, correspondiendo una Fuerza de Trabajo de
4.622.018, compuesta por 4.234.284 ocupados y 387.734 desocupados.
De la comparación de los resultados de ambos censos se deduce un aumento
de la población de 15 años o más correspondiente a 1.807.376 personas,
equivalente a una variación de 19,2%. A su vez, la Fuerza de Trabajo creció en

28
1.255.131 personas durante el decenio (27,2%) y los Fuera de la Fuerza de
Trabajo muestran un incremento de 552.245 (11,5%).
La participación laboral femenina aumentó en 7,5 puntos porcentuales entre el
censo de 1992 y el de 2002. En contraste, la participación laboral masculina se
redujo, en el mismo lapso, en 1,5 puntos porcentuales.
Considerando las variables de edad y sexo, el crecimiento relativo mayor de los
últimos diez años se produjo en el segmento de mujeres entre 25 y 34 años;
seguido por el tramo de edad de mujeres entre 45 y 54 años. Los hombres,
contrariamente, redujeron su participación laboral para todos los tramos de edad a
excepción del tramo entre 55 y 64 años, que aumentó ligeramente.

- En 1992, la fuerza de trabajo femenino representaba un 29,5%, mientras que


en 2002 aumentó al 35,6%.

La fuerza de trabajo -considerando ambos sexos- creció en un 27,2% respecto


a 1992. Al analizar su composición de sexo, se observa que el aumento porcentual
de la fuerza de trabajo femenina respecto del censo de 1992 fue de un 50,1%,
mientras que la de los hombres alcanzó al 17,6%.

- Ocupaciones por sexo


Persiste la segmentación de las ocupaciones según sexo. La mayoría de las
mujeres siguen ejerciendo trabajos que socialmente se consideran
femeninos.

La mayoría de las mujeres ejecuta trabajos que la sociedad tradicionalmente ha


considerado como propios de su sexo.
Considerando aquellas ocupaciones en las que predomina la presencia masculina,
se encuentra que el 15,5% del total de hombres ocupados están en la categoría
oficiales, operarios y artesanos; el 11,5% en operadores de máquina, el 11,2%
como técnicos y el 9,0% se desempeña como trabajadores de servicios. Por su
parte, del total de mujeres ocupadas, un 16,5% se concentra en la categoría
trabajadoras de servicios y en igual proporción como técnicas; 13,0% como
profesionales y 11,5% empleadas de oficina.

3.- Hogares (página 43)

- Distribución por el sexo del jefe y número de personas en el hogar.


A nivel nacional, en comparación con 1992, existe un notorio crecimiento de
la jefatura de hogar femenina.

En 1992, el 25,3% de los hogares tenía como jefe a una mujer, tendencia más
notoria en los hogares unipersonales (44,9%). Los datos de 2002 indican un
aumento al 31,5%. En los hogares de hasta 1 persona el 44,8% de los jefes de
hogar son mujeres.

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La jefatura de hogar masculina es de 68,5% del total de los hogares,
predominando en aquellos compuestos por 5 personas (76,5%).

V. Bibliografía y Referencias

- Aguilera, M. (Director Nacional de Estadísticas) 2002. “Censo 2002: Síntesis de


resultados”. Obtenido el 6 de Noviembre de 2008 desde:
http://www.ine.cl/cd2002/sintesiscensal.pdf

- Alizalde. M. 2007 “El techo de Cristal”. Ed: Lumen, B.Aires.

- Araya, S. 2002. Las Representaciones sociales: Ejes teóricos para discusiones.


Obtenido el 07 de Septiembre del 2008 desde:
http://www.flacso.or.cr/fileadmin/documentos/FLACSO/Cuaderno127.pdf

- Colorado. M. y otros autores. 1998. “Mujer y Feminidad”, Dirección de Cultura de


Antioquia.

- Estramiana, J.L. 2006 Representaciones sociales de la mujer. Social


representations of women. Universidad Complutense de Madrid. Obtenido el 5 de
Septiembre de 2008 desde:
http://www.raco.cat/index.php/Athenea/article/view/39734/39571

- Faibairn. W. 1980. An Object-Relations Theory of Personality, New York, Basic


Books.

- Fuller, N. (2005) Identidad femenina y maternidad: una relación incómoda.


Boletín Virtual. El derecho al aborto es un derecho de las mujeres. Obtenido el 5
de Septiembre de 2008 desde:
http://www.demus.org.pe/BoletinVirtual/FascAborto/Documents%20and

30
%20Settings/test.C024121/Mis
%20documentos/camila/otros/d/aborto/index/mater.htm.

- Morales, J y otros. 1994. "Psicología Social". Ed: Mc Graw Hill. Madrid.

- Moscovici, S y otros.1991. "Psicología Social". Ed: Paidós. Barcelona.

- “Representaciones sociales de la mujer”, Athenea Digital - num. 9: 65-77


(primavera 2006) 74.

- Subirats. M. 1998 “La Educación de las mujeres: de la marginalidad a la


coeducación” Unidad Mujer y Desarrollo, Comisión Económica para América
Latina y el Caribe.

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