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[2 BEI sexo sin los angeles| Sexualidad, prostitucion y . patriarcado: édivision entre mujeres o unidad de accion? Raquel Osborne La sexualidad puede entenderse como una de las instancias mas importantes, si no la més, de entre todas aquellas formas de intervencién sobre el cuerpo de las mujeres. Resulta un eslabén fundamental en los andlisis que contemplan el cuerpo humano como un lugar en el que se concretan las relaciones de género-sexo, regidas por la doble moral sexual: la sexualidad es, pues, uno de los terrenos que ‘mejor ejemplifican la doble moral Segiin el modelo androcéntrico al uso, la préctica del sexo, medida por la cantidad en sus diversas variantes -més encuentros sexuales, mas orgasmos— y expresada por sus protagonistas como hazafias, enaltece a los varones y confirma su hombria, Al mismo tiempo compartir, real o verbalmente, a algunas mujeres contintia funcionando como vinculo de cohesién entre los hombres. En las mujeres ocurre exactamente lo contrario: sus capacidades en este ambito ~confirmadas por los descubrimientos de la sexologfa de la segunda mitad del siglo XX-, sus deseos —negados o distorsionados- 0 sus comportamientos se convierten en motivo de escarnio y vehfeulo de control social, que sitéia a cada una en su lugar. La tradicional separacién sexo/procreacién adquiere su sentido no s6lo en su dimensién sociomaterial -ellos practican el sexo sin mayores reper- cusiones mientras que para ellas puede tener consecuencias reproductivas~ sino también en sus aspectos simbélicos: continéa rigiendo la divisién entre varones -con la adjudicacién del placer desconectado de las emociones- y mujeres ~asociadas al afecto y, por extensién, Para que el modelo cuantitativo funcione tiene que haber mujeres que satisfagan condenadas al ostracismo social. Més atin, la mera etiqueta acerca del incumpli miento de la norma prescrita o la sospecha de un talante tendente a la autonoméa sexual unos centimetros menos de tela, hallarse en un lugar o en un horario que no se considere adecuado para la mayorfa de las féminas, una mirada que exprese deseo sexual- sirve de pretexto para el vilipendio de esa mujer que no se ha atenido al cédigo normativo para su sexo. Como colofén, 1a simple existencia de tuna categoria de mujeres —las prostitutas-, inventada por una mentalidad patriarcal para ser utilizada y al mismo tiempo estigmatizada por los varones, permite adjudicar a cualquier mujer la carga simbélica negativa adjunta cuando interese 0 convenga. Asi, en medio de una discusién presupuestaria un concejal se permite descalificar a una colega discrepante con un “esa seforita Ménica que se calle”, en obvia alusién a Lewinsky (EI Pais, 17-10-98), en un intento de asimilarla a esa categoria de mujer -y subrayo lo de categoria como ingrediente de heterodesignacién-por medio de la cual todas podemos ser difamadas. Putas podemos ser todas Las derivaciones de este fenémeno abarcan todos los aspectos de la sexualidad femenina. El sustrato de la cuestién descansa en la negacién a las mujeres del derecho a una sexualidad propia cuando y como les venga en gana, que provoca su divisién en buenas —las que los varones se reservan para si-, las malas —las destinadas a que el modelo se pueda cumplir— y una tercera categoria que podria- ‘mos llamar las “potencialmente malas” —aquéllas susceptibles de ser sometidas al estigma sexual para su control social, independientemente de su conducta conereta-~ De entre las formas de control sexual de las mujeres, pocas son tan ignominiosas como la ablacién infantil del clitoris por medio de la que se intenta prolongar su virginidad, en primer lugar, asf como provocar la frigidez de por vida para que no sepan Io que es el placer sexual y no se les ocurra mirar a otro hombre que al designado como marido. En las sociedades occidentales se han conseguido parecidos fines por unos métodos menos barbaros en cuanto a su brutalidad fisica ero no menos efectivos si nos atenemos a los resultados obtenidos: las ideologias, desexualizadoras de las mujeres, promovidas desde la infancia y finalmente internalizadas por todos, han conducido a legiones de féminas a contemplar la relacién (sexual) conyugal gnicamente como un débito, como un peaje anejo al matrimonio, nica posibilidad de ubicacién social. Si pasamos a otro grupo de edad, el de las jévenes, el entorno cultural ofrece continuamente un doble mensaje: ef de un aumento en la sexualizaci6n de la cultura, que supone una sexualizacién de las mujeres més pronunciada que en tiempos anteriores a la sociedad de consumo, mensaje que se transmite codo con que se encuentra siempre disponible —“,cémo le explicas a un chico que levas condones en el bolso sin que piense que te lo haces con todos”?~ (El Pats, 7-1-95).. Sobre el cuerpo de las mujeres se legisla como forma de hacer més efectiva la socializacién que se pretende. El aborto es un ejemplo de ello, pero el estigma que conlleva el ejercicio de este derecho refleja la tendencia a acusar a la mujer si el resultado de su actividad sexual la determina a abortar, especialmente si no esté ‘asada, mientras que el hombre que participa en el asunto suele salir indemne, La mujer se ve sujeta a relaciones de doble vinculo: si aborta, malo, pero en las, ccircunstancias mencionadas, si sigue adelante con su embarazo, malo también. Los estudios demuestran que aquellos sectores conservadores que mas se oponen al aborto se muestran igualmente contrarios al sexo pre, extra 0 no marital, a la homosexualidad, a la contracepcidn, al divorcio facil y a la educacin, ideologia que coincide plenamente con la doctrina de la Iglesia catdlica. Para esta mentalidad, el ‘embarazo serfa como un castigo a una actividad sexual “irresponsable” o catalogada de promiscua. El reconocimiento del derecho al aborto implica el derecho al placer sin la penalizacién de un embarazo, y esto es més de lo que estos sectores pueden aceptar. Y si de culpar a la victima (blaming the victim) se trata, ningtin ejemplo tan flagrante como cuando se acusa a la mujer agredida sexualmente de haber provocado la agresién por la vestimenta que utiliza 0 por su vida pasada. Las lesbianas, por su parte, sélo son admitidas en el imaginario masculino como una fuente mas de su placer 0, como mucho, como mujeres resentidas con los, hombres, cuyos “problemas” se solucionarian si encontraran uno “de verdad”. Cuando Ia realidad se obstina en no adaptarse a este patrén, aparece con toda evidencia el nexo de control social que une a mujeres que habitualmente se consideran distantes entre sf: las lesbianas son entonces tachadas de “zorras” por desvelarse con toda su crudeza un estilo de vida que no sélo prescinde para su disfrute sexual del varén sino que muestra a unas mujeres en las que el meollo de su identidad va ligado a una autoproclamacién como seres sexuales Ia sexualidad no seria aqué un medio para un posible fin (matrimonial 0 maternal)-. Los Derechos Humanos, pero qué Derechos Humanos? Este breve repaso por algunas de las diversas categorias o situaciones en las que las mujeres se ven acusadas de comportamientos impropios de su sexo pone de manifiesto el uso sistemtico del estigma PUTA sobre todas las mujeres, lo cual deberfa contribuir a abandonar la busqueda de rasgos diferenciadores entre las prostitutas y, por extensién, las profesionales del sexo y el resto de las mujeres. Si el patriarcado fomenta la divisin entre distintas categorfas de mujeres, las politicas promovidas desde el feminismo deberian ir encaminadas a auebrar esta }b) la violacién de los derechos humanos reside, mas bien, en las condiciones de trabajo, en el engafo, la violencia 0 el abuso de autoridad. Desde la primera postura, que se suele denominar abolicionista, se entiende el ejercicio de la prostitucién como una modalidad mis de violencia contra la mujer. Para acabar con esta situaciOn se apunta a la prevencién y rehabilitacién de las, prostitutas, al castigo para los proxenetas y a la disuasidn de los clientes. Se intenta, parad6jicamente, liberarlas de su trabajo por medio de la climinacién del mismo. Asi ‘entendidas las cosas, se rechaza la defensa de ciertos derechos para las prostitutas ya que, se arguye, ello significaria la legitimacién de una situacidn discriminatoria para la mujer. Las prostitutas son, en consecuencia, unas victimas a las que hay que rehabilitar: desviadas, en el peor de los casos, o alienadas en el mejor, si se niegan a ello y afirman la voluntariedad de su trabajo. Como resultado, a las organizaciones de prostitutas no se les facilita un espacio en el debate piiblico. El hecho de que se considere a la prostitucién per se como violencia contra las mujeres supone que su consentimiento a ejercer esta actividad es visto como irrelevante. Desde la segunda posicién aqui analizada lo que se valora es la violacién de los derechos de las mujeres en tanto que trabajadoras. El principal problema reside, no tanto en la propia actividad en la medida en que las que la efecttian manifiestan hacerlo por decisién propia sino en su ejercicio por la fuerza, posible por las desiguales relaciones de poder institucionalizadas entre hombres y mujeres. Lo que prima es la éptica de las mujeres concernidas, que desean ontinuar con su trabajo pero eliminar condiciones abusivas. El trafico de mujeres El incremento de los deseos de emigrar a los paises ricos y el subsiguiente cierre de fronteras de los mismos han reavivado en los tiltimos aijos los términos de esta polémica. El aumento del trafico de mujeres, del trabajo Forzoso y de las pricticas de esclavitud se deben, en buena parte, a las politicas de inmigracién y trabajo en los paises occidentales, Las mujeres emigran sobre todo con fines matrimoniales, de empleo en el sector doméstico y de cuidado en general, 0 prostitutivos. En este {iltimo caso se topan con una doble criminalizacién como inmigrantes y como prostitutas, sin poder acogerse a la proteccién de las leyes laborales, encontriindose vulnerables a los traficantes pero también a los controles policiales y al castigo del Estado. De hecho, para los participantes en una Conferencia Internacional habida a primeros de octubre en Viena (EI Pats, 3-10-98), la criminalizacién de las victimas es el mayor obstaculo en la lucha contra el trifico de mujeres, En consecuencia, se defiende la legalizaci6n de los servicios sexuales como forma de disminuir el trifico clandestino, La dicotomia ejercicio voluntario/ejercicio por la fuerza se ha trasladado a este Cuando no se acepta la decisién de trabajar como prostituta porque no se reconoce esta actividad como un trabajo a pesar de que supone continuas transacciones comerciales y de que millones de personas viven de ello, y porque ademds todas las prostitutas son vistas a priori siempre como victimas-, se estin negando los, derechos de las mujeres que aceptan trabajar como prostitutas pero a las que se obliga a hacerlo en condiciones indeseables; para ellas no es el trabajo 0 los servicios en sf mismos los que constituyen un problema sino el hecho de hacerlo por la fuerza, A mayor abundamiento, la negativa a considerar la prostituciGn como un trabajo contribuye a que no se apliquen nunca las leyes, vigentes en todos los pafses, contra el confinamiento, la coaccién, el vinculo por deudas, los engafios y las pricticas de esclavitud, todas ellas précticas habituales del trafico de mujeres, entendido, como hemos observado, no s6lo como el proceso de reclutamiento sino como la imposicién de condiciones laborales indeseables. Del Id: Dpelamegensaiuniées La defensa de las mujeres puede ser un arma de doble filo. Con la intencién de atenuar la desigualdad entre mujeres y varones y protegerlas contra toda forma de maltrato por parte del sexo opuesto se ha aprobado recientemente en Suecia una ley por la que se castiga la compra de servicios sexuales hasta con seis meses de cércel. alley no pretende acabar con la prostitucién sino definirla como un ataque a la mujer y ala igualdad sexual (EI Pais, 9-8-98). Las primeras en quejarse han sido las prostitutas porque se verdn impulsadas a trabajar en la clandestinidad. Las mas petjudicadas serin las callejeras, en su mayorfa inmigrantes de paises pobres, dada la Visibilidad de su trabajo. Otro efecto perverso seré el aumento de la dependencia de “protectores” a fin de que su oficio se vuelva més opaco ante la policia. El ejercicio de la prostitucién sigue siendo un fendmeno mayoritariamente femenino. El feminismo se halla en la dificil encrucijada tedrica de tener que defender los derechos de las prostitutas en tanto que colectivo de mujeres con una problemética importante al tiempo que dicha defensa parece contribuir a la perpetuacién de los privilegios sexuales de los varones. No obstante, el patriarcado, por medio de la prostitucién, se ha complacido en fomentar la divisién de las mujeres ‘en putas y no putas, divisién aceptada casi por unanimidad por la amplisima mayoria de las mujeres y de la que siempre se han resentido las prostitutas. Pero el problema te6rico deja de ser tal cuando observamos los incipientes movimientos de prostitutas, en diversos pafses de nuestro entorno~y también de fuera de él- y sus Tamamientos a a unidad politica de las mujeres -al fin y al cabo siempre podemos ser tildadas de “zorras” cuando de insultarnos se trata y, més coneretamente, a la unidad de accién en defensa de los derechos de las prostitutas. Si el propio colectivo afectado reclama Bibliografia consultada + Osborne, Raquel, Lay prostitutas: una voz propia, (Crénica de un encuentro), Barcelona; Iearia: 1991 + Pheterson, Gail, (comp.), Nosotras, las puras, Madi: Talasa E *Presentacin” de Raquel Osborne. jones, 1992. + Pheterson, Gail, The Prostitution Prism, Amsterdam: Amsterdam University Press, 1996 (de préxima publicacién por Talasa).. + Wijers, Marjan y Lap-Chew, Lin, Trafficking in Women, Forced Labour and Slavery- like Practices in Marriage, Domestic Labour and Prostitution, Utrecht: Foundation ‘Against Trafficking in Women, 1997 a Identidades sexuales y teoria ‘queer’ José Antonio Nieto diferencia ha sido castigada teéricamente en las ciencias sociales arginalizada, arrinconada en la orilla, era o bien olvidada o bien sometida al estigma del etiquetaje denigrante, La teorfa social ha centrado principalmente su interés en la elaboracién de agregados, exeluyentes de todo tipo de diferencias, que sirvieran a modo de tupida red, para interpretar y regular pautas integradoras en sociedad. La teorfa queer, por el contrario, tiene la diferencia como objetivo

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