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14. Historia de la Filosofia Antigua Edicion de Carlos Garcia Gual Resumen En el principio eran los griegos. No podia plantearse una enciclopedia de la filosofia sin atender a la filosofia antigua y, dentro de ella, a la griega, Fueron los jénicos, en el siglo VI aC., los que no se contentaron, a Ia hora de preguntarse por las cosas de la vida con explicaciones miticas. Queria razones. Asi se produjo al Paso del mito al logos. Este volumen ofrece una apretada sintesis def momento matinal de Ia filosofia, que abarca ocho siglos. Comienza preguntndose por qué ahi, en Jonia, por qué los nombres como Tales de Mileto, Inauguran Ia historia del pensar filoséfico. Se nos diré que porque ahi se da una democratizacién del saber y de la palabra y Ia difusién de Ia escritura, Eso conveniente a Grecia en un lugar privilegiado para la reflexién critica, en el marco de una cultura ilustrada y muy atenta a los conocimientos culturales que venian de Oriente. ‘Asi aparece el philosophos que desplaza al sophos como maestro de la verdad. Ese especimen humano, una vez nacido, no ha dejado de desarrollarse. Pero hasta para 50 tiene que visitar una y otra ver a Grecia. No hay que olvidar que para reconstruir ese momento originario de Ia filosofia solo nos quedan -salvo excepciones- fragmentos. Eso quiere decir que interpretacién es fundamental. Pues Bien, el lector verd que gracias a la agudeza interpretativa, hemos podido rectificar prejuicios y tomamos en serio a los cinicos, epicureos 0 —eseépticos. El cardcter sintético del ‘libro da la mano a una voluntad —_innovadora. Una vision, pues, panordmica de la filosofia griega en sus tres fases clisicas: preplaténica, la de Platon y Aristoteles y In de las escuelas posteriores de Helenismo y el Imperio Romano. COLABORACIONES « Introduccién: Carlos Garcia Gual * Cinicos y socriticos menores: Juan Pedro Oliver Segura «# Aristteles y el sistema del saber: Miguel Candel Sanmartin * Mito y filosofia: José Carlos Bermejo Barrera + El bien y lo recto en Aristételes: Alfonso Gémez-Lobo + Los filésofos presocriticos: Antonio Alegre Gorri + El materialismo epicureo a la luz de los racionalistas ilustrados: + Orfismo y pitagorismo: Alberto Bernabé Marcelino Rodriguez Donis « Sofistas: José Solana Dueso « Sobre el estoicismo, Rasgos generales y figuras centrales: Marla + Sécrates: Toms Calvo Martinez Jestis tmaz + La filosofia de platén: Conrado Eggers Lan + El escepticismo en la Antigiedad: Eduardo Diaz Martin + Platén como pensador politico: Ute Schmidt Osmanczik * Plotino y el Neoplatonismo: Maria Isabel Santacruz * El desarrollo de la matemética: Luis Vega reftén « La gnosis: José Montserrat Torrents WeTeLTOPEDIA MERTOANA LOSOFTA Unidad e> Bibliotees y Les ameatacion Z2s425 idue Naciogal ds Geneva! Sarmiento Primera edo 1997 Primera reimpresén 2004 © Ederia Totty SA, 1997, 2008 Ferraz, 85 28008 Madi “eleono: 31 543 03 61 Fa 91 543 14 28 Email edtoraivonaes nspiwwntrotaet © Consejo Superior de inestigaciones Cintas, 1997, 2004 Departamento de Publeaciones ‘Varo, 8.28006 Maca "eltonc: 91 Sél 62 St Fax 91 S61 48 51 Emat pubiborgccsces Jaquh Gakezo ISBN. 8¢-87699-48.0 (Obra complet) SN 04-8164154-5 (16) Depdsto Lagat M-28866-2004 Impeesin nee Comité de Direccién Manuel Reyes Mate Director dei proyecto : x6 Ove Orne Gusrigia Miguel A. Quintana Francisco Maseds Secretarlo administrotive Pedro Pastur Secreterio administrative Comité Académico Jer Muguersa Coordnodor Ernesto Garzon Valdés ‘Argetina Eke Daz Espahe Lie Vier Meco (avid Sobre Pens Furberto Glamis Chie Guillermo Hoyo Colombia Pedro Cerezo Espana ‘lana Gonzalez mexico Jest Baraca Moura Poruga Instituclones académieas respontables del proyecto Iris de Floss del CSIC, Maceo (Orector ont Gonz). lreuto de rwestignciones Rossa de a UNAM, México (Directors Palette Dieterlen Centro de lvestiacones Flossteas, Buenos Ares (Directora Ana Maria Mustapic), ORFISMO ¥ PITAGORISMO Alberto Bernabé 1. INTRODUCCION El orfismo y el pitagorismo son dos movimientos que suelen estudiarse como una especie de realidad untaia, hasta el extremo de que es co- rriente encontrar Ja denominaci6n de’érfico-pitagorico para designar un cierto cuerpo de doctrina. Hay buenas razones para hacerlo, porque ambos tienen muchos puntos en comin, pero existen al mismo tiempo tuna serie dc diferencias entre uno y otro. Comenzando por los aspectos comunes, ambos movimientos son corrientes filos6ficas, pero solo en parte, ya que exceden el ambito de Ja filosofia para invadir ampliamente otros, como el mundo de la reli- zién, y en cierto modo, el de la politica. Ambos implican también a sus seguidores en formas de vida estrictas que se asemejan a las de una sec- ta. Asimismo, comparten numerosos puntos de vista sobre aspectos importantes (Separacion entre cuerpo y alma, considerado el primero como una morada pasajera y perecedera de un alma inmortal que transmigra de unos cuerpos a otros, necesidad de una vida de purifica- in, ete.). Uno y otro resultan igualmente dificiles de estudiar, y por Jas mismas razones: 1) Porque la divulgacién de ambas doctrinas estaba muy limitada por el secreto que sus adeptos debian mantener sobre algunas de las ‘ensefianzas que aprendian y que, en gran parte, tenian las caracteristi- cas de verdades reveladas slo a iniciados 2) Porque los fundadores de ambos movimientos, Orfeo y Pitégoras, aparecen rodeados de rasgos prodigiosos (como es la ubicuidad en el caso de Pitigoras, 0 un viaje a los infiernos, en el caso de Orfeo) que los separan de las caracteristicas asociables a personajes reales y nos hacen por ello poner en duda todas las demas tradiciones que les conciernen. 73 CRERRREPFLFAEAARARAAARALRARAAAALLLE ES 3) Porque a sus dos supuestos fundadores se les atribuyen obras lite- rarias y doctrinas que son, no sélo de épocas sumamente dispares (desde cl siglo vr a.C. hasta bien entrada la época imperial) sino de caracteris cas totalmente distintas e incluso contradietorias, tanto en lengua y est: lo, como en cuestiones de contenido, lo que hace dificlisimo deslindar cudles son las aportaciones de cada momento historico del desarrollo de ambos movimientos. Los seguidores de Orfeo y de Pitégoras les atrib an al mitico fundador de sus respectivas escuelas las diferentes aporta ciones que se iban haciendo a la doctrina a través del tiempo y en diver- sos lugares, con afan de conferir a las nuevas teorias el prestigio que sus ‘maestros tenian. Ello quiere decir que Orfeo y Pitsgoras fueron durante toda la antigtiedad una especie de prestigiosas etiquetas, aplicables a obras y précticas de variadas épocas, cuando se intentaba darles cierta solvencia. La datacién y autenticidad de los pasajes atribuidos a ambos se convierte, asi, en un problema casi irresoluble para los filologos. 4) Por iiltimo, porque, pese al secreto de su difusién y a la serie de rasgos no propiamente filos6ficos que presentan ambos movimientos, muestran una considerable vitalidad para resurgir mas de una vez a lo largo de los siglos, de modo que su influjo Heg6 a autores muy distin- tos y hasta épocas muy tardfas de la historia de la filosofia. Es, sobre todo, el caso de Platén, que configura muchas de sus teorias sobre mo- delos érficos y pitagoricos. Esbozado este marco general, ¢s hora de pasar someramente revista 4 los principales rasgos que caracterizan cada una de estas dos corrien- tes filos6fico-religiosas. MEL ORFISMO Lo menos que puede decirse sobre el orfismo es que es una realidad de limites confusos. Aungue son muchos los estudiosos que proclaman la presencia de influjos drficos sobre diversos filésofos y autores litera~ rios, a la hora de buscar definiciones coneretas de qué es el orfismo y cuales eran sus contenidos basicos, encontramos las mayores divergen- ias entre unos investigadores y otros. Orfico significa «relacionado con Orfeo» y se utiliza tanto en un te- rreno literario, para referisse a poemas atribuidos a este personaje, como en el terreno religioso, a propésito de creencias, ritos 0 practicas {que se suponen instauradas por él 0 basadas en los textos de los que fue autor. Los geiegos usaban mayoritariamente la forma neutra plural sus- tantivada del adjetivo, t@ Orpbikd, con un valor muy vago: algo asi como «las cosas de Orfeo». Pero los rasgos biograficos que los antiguos atribuian a Orfeo eran absolutamente miticos. Era, decian, un poeta tracio, con una habilidad para entonar poemas al son de su lira tan ex- 74 raordinaria que era capaz de lograr que se dejaran llevar por su poder animales, vegetales y seres inertes. Participé en la expedicion de los Ar- gonautas, con cometidos expresamente relacionados con la magia de su ‘iisiea, especialmente el de contrarrestar los peligrosos efectos del can- to de las sirenas sobre los marineros. Cuando su esposa, Euridice, murié en plena juventud, descendid al Hades para conmover con su canto a los dioses infernales, a fin de lograr que le permitieran volver a la vida y lo consigui6, si bien Hades y Perséfona le impusieron la condicién de due abriera camino a Euridice y no se volviera a mirarla hasta que no Iegaran de nuevo al mundo de los vivos. Orfeo no fue capaz de resistir sin verla y se volvid, de modo que la perdi6 de nuevo, esta vez definiti- vamente. Luego, por motivos que varian segsin las fuentes, fue despeda- zado por ménades enfurecidas, si bien su cabeza, sin dejar de cantar so- bre su lira, logré llegar por mar hasta la isla de Lesbos. Es obvio que prdcticamente nadie cree que los poemas o las practicas religiosas érfi- as puedan atribuirse a ningiin personaje histérico llamado Orfeo, sobre todo teniendo en cuenta que, como he dicho, proceden de un amplio abanico temporal desde el vi a.C. hasta el V d.C. Los antiguos salvaban este dificil escollo pretendiendo que poetas de muy diversas épocas fu ron inspirados por su mitico antecesor, que hablaba por sus bocas. Prescindiendo de la persona de sus creadores, es obvio que hay toda una literatura relacionada con problemas basicos como el dualis- mo alma-cuerpo y la inmortalidad del alma, que tiene de comin entre siel que sus autores hayan querido acogerla bajo el nombre de Orfeo, y en esa medida, se trata de una tradicién ideolégica unitaria. El pro- blema es que nuestra informacién sobre esa literatura y sobre sus con- tenidos religiosos y filos6ficos, sobre todo, del orfismo en su primera Epoca, entre el Vi y el IV a.C., es sumamente escasa. Ello propicid, en un principio, el excesivo vuelo imaginativo de lo que pudo ser realmen- te el orfismo, tendencia que caracterizé la investigacién de fi siglo pasado y comienzos del nuestro. La bibliografia de esa refiere continuamente a influjos érficos, con raz6n o sin ella. A este pe- riodo de sobrevaloracién del orfismo sucedi6, a mediados de nuestro siglo, una reaccidn, asimismo excesiva, de infravaloraci6n del orfismo como tal antes de’la época tardohelenistica. Esta situacion perduré hasta los afios setenta, en que la publicacion de algunos documentos importantes obligé a reconsiderar esta hipercritica. Y, asi, nas de hueso inscritas, procedentes de Olbia, en la desembe Dniéper, y datables hacia el v a.C. nos testimonia la presencia de per- sonas que se llamaban a si mismos drficos en aquel lugar y en aquel momento. De otra parte, un papiro del siglo IV a.C., aparecido en una tumba en 1962, en Derveni, a 10 km al noroeste de Salénica, nos con- serva un comentario andnimo a una teogonia, fechable a fines del siglo Via.C. y que el comentarista atribuye a Orfeo. Por iiltimo, unas lami- nillas de oro encontradas en una tumba en Pelinna, en Tesalia, y data- 75 bles en el 1v a.C. mencionan a Dioniso y prometen a un fiel que su muer- te constituye ef nacimiento a una nueva vida feliz, en el otro mundo. Conocemos, aunque sea de forma fragmentaria en la mayoria de los casos, una abundance literatura atribuida a Orfeo: 1) Hay, en primer lugar, una gran aficién en los érficos por los te- mas cosmogonicos y teogénicos. Se les atribuyen varias teogonias di tintas en las que plantearon una vision del origen del mundo y de los dioses que en parte coinciden con la de Hesiodo, y en parte contienen elementos muy originales. Son fundamentales en ellas algunos rasgos: @) la importancia del Tiempo personificado (generalmente unido a Ni cesidad, asimismo personificada), como correlatos miticos de la apari- i6n del tiempo ordenado en el cosmos; b) el recurso a la configuracion de un huevo césmico, del que nace Eros, principio de la fertilidad y la reproduccién en el mundo; c) la inclusién en la linea sucesoria del rei- nado de los dioses, de un reinado de Dioniso, nacido de Zeus y Persé- fona, y sobre todo, d) una tendencia muy acusada al sincretismo entre dioses, que convierte lo que son divinidades diversas en otras variantes de la religion griega, en meras advocaciones de una sola. 2) En segundo lugar, se ocuparon de la tematica antropolégica, esto €s, del lugar que el hombre ocupa en la organizacién del mundo descrita por las cosmogonias, fundamentalmente en el terreno de la na- turaleza y destino de las almas, con una orientacién soteriologica, es desi, preocupada por el problema dela salvacin de las almas en la Los principios bésicos de esta antropologia son las siguientes: se- giin el mito érfico del origen de las seres humanos, los Titanes, envi diosos de Dioniso, lo enganaron con un espejo y diversos juguetes, lo ‘mataron, despedazaron y cocinaron. Zeus, en castigo, fulmin a los Ti- tanes. Los seres humanos surgieron de la mezcla de las cenizas de los Titanes con la tierra. Los hombres, por lo tanto, tienen un componente divino, que procede de los Titanes, que eran dioses, pero también tie- nen una parte terrena y algunos restos de la «naturaleza titanica», esto es, de la soberbia de sus antecesores. Heredan una culpa antecedente, el sacrificio de Dioniso, verdadero paradigma del sacrificio cracnto, que los érficos rechazan. El alma de los hombres es divina e inmortal Pero, en castigo por la culpa antecedente y a las que ellos mismos co: ‘meten en su paso por la tierra, se ve aherrojada en una envoltura cor- poral que ¢3 como una carcel 0 un sepulero (es famoso el lema drfico, recogido por Platén en el Cratilo |400}, soma sema, «cl cuerpo, una se pultura», en el que se juega con la similitud formal que ambas palabras tienen en griego). La muerte del cuerpo no trae consigo inmediatamen: te la liberacién del alma, ya que el proceso de metempsicosis, esto €s, de transmigracién de las almas del otro mundo a éste y de un cuerpo a 76 ‘otro cuerpo se concibe como muy prolongado. Para librarse de este resto cielo de castigos en el otro mundo y de reencarnaciones, el hom- bre debe, de una parte, scr iniciado en los misterios dionisiacos, lo que comporta una unidn extatica con la divinidad, mantener una vida de estricta pureza, no contaminada con ningtin ser muerto (y asi, por ejemplo, no podian comer carne ni llevar pieles ni nada animal) y cele- brar una serie de ritos, todo lo cual permitiria ir ganando en importan- cia en las sucesivas reencarnaciones y acclerar el momento en que el al- ma, definitivamente liberada, pudiera levar una vida dichosa en el ‘otro mundo. Completa el elenco de literatura drfica una serie de referencias'a ri- tos diversos, como puecen ser las iniciaciones, purificaciones y otros si- milares; una literatura que, por razones obvias, nos interesa muy poco n este momento. Fl euadro de doctrina que he presentado aqui no es sin embargo, tan claro como parece, sobre todo, a la hora de definir los detalles. La principal dificultad en el estudio de este movimiento es el eardcter am- bivalente, cuando no centradictorio, que presentan las diferentes mani- festaciones de lo que Ilamamos Orfismo, circunstaneia que se debe a ‘que este movimiento filos6fico-religioso ocupa una posicién interme- dia entre mundos culturales y procesos hist6ricos diversos. Por ejem- plo, los dioses en los que ereen los drficos son basicamente los tradicio- nales de la religion griega, pero estan asociados a una religiosidad muy distinta. Y, asi, un elemento basico del culto tradicional era el sacrifi cio, que congregaba al grupo en un acto comunitario en que una res, era degollada, cocinada y comida. Los érficos abominaban de esta ma- nifestaciOn caracteristica del culto del Estado. En cambio, atribuian a estos dioses intereses soteriologicos que antes que nada tenian que ver con ellos, ya que la imagen olimpica del otro mundo era la de un lugar ‘oscuro en que almas de toda condicién, independientemente del rango, vVirrudes o actitudes que hubiera tenido la persona que las alberg6, Ile- vaban una existencia irane e indiferenciada. De otra parte, aunque en la base del Orfismo hay un componente fuertemente popular y de cor- tos vuelos, con ritos eatérticos que aseguraban salud y prosperidad, esta forma de entender el mensaje de Orfeo coexiste con una religion docta, basada en libros de teologia y de teosofia, que incluso, como ‘ocurre con el comentarista del Papiro de Derveni, admite los métodos de investigacion de los Presocraticos. Asimismo es destacable la gran medida en que el Orfismo asume elementos orientales, del mundo ira- nio, fenicio y egipeio. ‘Esa posicién intermedia lo hace permeable a influjos muy diversos: el Orfismo comparte elementos de otras realidades religiosas, bien por- que los recibe de ellas, bien porque los transmite, actuando en cierto ‘modo como una especie de correa de transmisién entre ambitos religio- 08 y filos6ficos muy variados. 7 RARARAAKARAAAAARARARRAAAAAAAALTATTS ALoenro senwase Asi, comparte miiltiples aspectos del dionisismo, hasta el extremo de que podemos considerar que el Orfismo no es sino una parte de la gran eclosi6n dionisfaca que se produce en Grecia hacia la mitad del Vu a.C. Elementos dionisiacos, son, por ejemplo, el éxtasis que permite al fiel unirse con la divinidad. Pero no todos los testimonios relativos a la religion dionisiaca interesan al Orfismo: los caracteristicos ritos y rmitos cruentos dionisiacos son considerados como un sacrilegio y un delito por el drfico, que los sustituye por la pureza de una vida de abs- tinencia de carne e incluso de vegetales en que hubiera énima. Con el Pitagorismo comparte la idea dualista de que el aima es in- mortal y transmigra de unos cuerpos a otros, asi como la creencia en a necesidad de purificacién del alma, asociada a una serie de practi: cas de cardcter puramente fisico, como el vegetarianism, la prohib cidn de usar pieles o vestidos de lino, etc., pero muestra con él varias diferencias, siendo las principales que el Pitagorismo fue una secta con unos afanes politicos que el Orfismo nunca tuvo, y que las aficiones por el niimero tipicamente pitagoricas apenas interesaron a los drfi- Cos, més que en una época muy tardia, ‘Con el ambito de los misterios Eleusinos tiene el Orfismo en co- min el mito de Deméter y Perséfona, que es también central entre los, Grficos, los cultos de iniciacién y la promesa, aparejada a éstos, de una vida futura mejor. De hecho, Fleusis pasa por ser fundacién del propio Oreo. Pero el Orfismo presenta con los misterios cleusinos una dife- rencia profunda: mientras que el de Eleusis es un culto estable, relacio- nado con un lugar, asimilado a unas familias concretas, casi «estatali- zado», cualquiera puede ser un sacerdote orfico, ya que el Orfismo carece de santuarios, e incluso de un lugar fijo, de forma que hallamos sus huellas en los lugares mas dispersos de Grecia Con las religions orientales también comparte el Orfismo numero- 0s rasgos. Muchas de las frases de las laminillas drficas presentan estre- chos paralelos en Fi libro de los muertos egipcio; con los mites iranios comparte el papel central del Tiempo personificado en la cosmogonia; con creencias de la India, la idea de transmigracion. Pese a todo ello, el Orfismo, como tal, es un movimiento tipicamente griego, no imporcado. Por tiltimo, el Orfismo presenta més de un contacto con otras reli- iones mistéricas, ¢ incluso en época tardia, conecta con el Judaismo y con el Cristianismo. Ejemplo de lo primero seria el llamado Testamento de Orfeo, en que un escritor judio pone en boca del mitico cantor tracio tuna defensa a ultranza del monotcismo, mezclando antiguas formulacio- nes con menciones de Moisés y Abraham; ejemplo de lo segundo serian algunas representaciones paleocristianas de Orfeo como el Buen Pastor 6, incluso, una curiosa imagen del Crucificado acompaiado de la ins ctipcién «Orfeo biquico», de la que encontramos diversos testimonios. Con todo, podemos sefialar algunos rasgos identificables como or ficos, aun cuando no exclusivos de este movimiento, 78 Uno de los fundamentales es el de la purificacién: los llamados or: feotelestas (una especie de sacerdotes itinerantes orficos) purificaban personas y ciudades de las injusticias pasadas, en la idea de que los be- neficios de estas purificaciones se gozarian en la vida y perdurarian después de la muerte. En el Orfismo culto la necesidad de una putifica- cién (katharsis) adquiere aspectos més refinado: Otro seria una caracteristica apelacion a los libros. Con los érficos, Ia literatura escrita invade un terreno que antes estaba dominado por la palabra hablada. Ahora puede accederse sin intermediarios a la doctri- tna, con tal de que el individuo sepa leer. Un tercer rasgo drfico serian los aspectos escatolégicos y soteriol6- sgicoss en términos mas comunes, el interés por la otra vida y por salvar la propia alma para obtener un mejor trato en el més alld. A quienes se inician y evan una vida de purificacién se les prometen premios, una existencia feliz en el otro mundo; a quienes no, les aguardan en el Ha- des el fango, las tinicblas y terribles castigos, ademas de una reencarna~ cidn en cuetpos inferiores a través de una rueda o un ciclo de renaci- Por iiltimo, y directamente relacionada con ambas, esté la doctrina de fa metempsicosis, la transmigracién de las almas de unos cuerpos a otros, hasta que consigue liberarse de este ciclo y reintegrarse en una unién con la divinidad. Todo este panorama parece estar bastante lejos de la filosofia Sin embargo, el Orfismo tuvo la rara vietud de influir poderosa- mente en otros autores, especialmente en Platén, quien asumio una se- tie de principios y de modelos del Orfismo, eso si, tras haberlo depura- do de sus elementos menos aceptables para él. La actitud de Platén frente al Orfismo es a de suponer que sus textos literarios, sus mitos no tienen el sentido que a primera vista parecen tener, sino que el fil sofo debe advertir a través de ellos una verdad oculta. Sigue asi un mé todo alegérico (a veces auxiliado por un curioso manejo de etimologias mas 0 menos traidas de los cabellos), que se habfa iniciado poco antes de su época y que heredard el neoplatonismo. ELfilésofo cita en el Timeo (40 d) las generaciones de dioses narra- das por la teogonia drfica y se siente atraido por una cierta vision de Zeus como principio, fin y centro, asistido por la Justicia, que conoce- ‘mos por un himno érfico (fr. 21 Kern), pero por fo demas, la teogonia Orfica le interesa bastante poco. En cuanto a la literatura que se centra en el lugar que el hombre ‘ocupa en la organizacion del mundo y de la naturaleza y destino de las almas, Platén esta dispuesto a aceptar la idea Grfica de que el alma era algo divino y preexistente, que penetra en los cucrpos, y cuando éstos mueren se libera, vuelve al Hades y de alli penetra en otro cuerpo, has- ta un determinado momento en que Perséfona acepta la compensacion ¥, tras una iiltima reencarnacién en una existencia terrena de rango su- 79 AUBERYO setNane perior, se pasa a un estado divino o semidivino en el Hades. Incluso la aprovecha para basar su teoria de la reminiscencia (Mend, 81 a), se ‘iin Ia cual todo nuestro conocimiento es puro recuerdo de un momen. to anterior en que el alma liberada habia visto las verdaderas ideas, Para ello le viene bien una doctrina que habla precisamente de la exis. fencia del alma anterior a su estancia en el cuerpo. Pero no deja de ser Eurioso que en este contexto cita a Pindaro (fr. 133 Snell-Machler) po directamente un poema drfico. La razén era probablemente que Platon leyé en Pindaro un Orfismo «filtrado», «moralizados, lejos de sus variantes mds groseras, mientras que la versidn literal Orica es siempre para el fil6sofo insuficiente, aunque bien encaminada, ‘También son érficas dos ideas solidarias expuestas por Plat6n, una en el Feddn (62 b), la de que las personas estamos en una especie de re clusion y, sobre todo, que no debemos liberarnos de ella ni eseapacs y otra en el Crétilo, ya citada, segun la cual el cuerpo es sepultura (come sema) del alma, porque el alma, que paga un castigo que debe pagat, lo ene como un recinto, a semejanza de una prisin. Pero la corrige con tuna nueva etimologia, segsin la cual el cuerpo es «salvamento» (soma, como si tuviera que ver el verbo sozo, «salvar») del alma, donde puede verse «sana y salva» durante su estancia en la tierra, Platon reivindica asi una nueva interpretacién, que, sin alterar las bases ideol6gicas de los propios érficos, explica mejor la condicion del cuerpo, para la que propone una alteracién sustancial: no es tanto sepul- ‘ura.o prisi6n cuanto recinto en que el alma se mantiene sana y salva En cuanto al destino futuro del alma, Platén nos presenta ironica- mente en la Reptiblica (363 c) un cuadro, atribuido con claridad Mu se0 y su hijo, segiin el cual éstos prometen a los justos un permanente banquete en el Hades, como si no hubiera mejor recompensa de la vin, tud que la embriaguez sempiterna, mientras que para los impios i. iustos describen la zambullida en una especie de fango en el Hades 0 la obligacién de llevar agua en un cedazo. En efecto, tenemos alguios ‘otros textos antiguos que confirman uno y otro panorama, el mas inte, resante de los cuales es una laminilla de oro recientemente hallada a Pelinna, en que se le dice al difunto que tiene vino, honra dichosa y que ir bajo tierra, cumplidos los mismos ritos que los demas felices, Encontramos, pues, ¢6mo el Orfismo es tun movimiento de limites difusos, que se encuentra en situacién fronteriea con otios moviimions tos de la religion griega, pero que presenta un nicleo relativamente cla 0} asimismo, vemos, en cuanto al material platOnico que ilumina lis tcorias drficas sobre cl alma, que el fil6sofo conoce unos relatos orfices sobre el origen, naturaleza y destino de las almas, en los que ve elemen, tos aprovechables: que el alma es inmortal, separada del cuerpo, en el que habita como morada transitoria y del que ha de liberarse en sucest- vas reencarnaciones para obtener al final un status mas elevado, pero ve también elementos que no puede compartir: el cuerpo como cércel 0 80 sepultura (para Platén, el cuerpo tiene una misién mas elevada, como sguarda y conservacién» del alma en su transito por la tierra), el dest), no final del alma beoda en un permanente banquete, pero sobre todo, que la salvacién del alma dependa mas de determinadas prdcticas bio. logicas, como el vegetarianismo, y de ciertos ritos, en lugar de depen. der desu altura moral o de su contacto con la filosofia. IL, EL PITAGORISMO Sobre Pitégoras, a quien se atribuye una serie de doctrinas en torno de las cuales se configur6 una verdadera escuela, tenemos datos muy poco fiables, en su inmensa mayoria tardios, que nos presentan de sl one imagen taumatirgica y milagrosa. Unas pocas, aunque vagas, referer, cias mas antiguas (Heréclito, Empédocles, HerSdoto, esto es, del v a C:) parecen confirmar la idea de que fue un personaje historico, inde, pendientemente de la leyenda que luego se tejid en torn suyo, Aristo. tcles, en cambio, evita hablar de él personalmente y prefiere releriiee a los Pitagoricos como una escuela, probablemente porque en sti Epoce su figura se hallaba tefiida de aspectos legendarios, que el Estaginca consideraba ya poco compatibles con un autor real Pitagoras debio de nacer en Samos poco antes de 570 a.C., huyé de la titania de Policrates (lo que nos lleva a 532 a.C.) y se establecio cn el sur de Italia, en Crotona, donde fund6 una especie de secta. Tras la su. bleva: Se le atribuyen largos viajes a Egipto y a Babilonia, noticia que es bastante probable, dado que encontramos en fuentes babiloniaside fa época de Hammurabi algunos elementos de los que configuran el fa. moso Teorema de Pitégoras y, de otra parte, advertimos en las teoriae pitagoricas sobre el alma aspectos que nos recuerdan teorias indias so, bre el ascetismo y la transmigracion No conservamos ningtin fragmento que podamos atribuir al propio Pitdgoras, y la tradicién antigua vacila entre quienes le atribuyen on enorme ciimulo de obras y quienes afirman que no escribié nada on absoluto. La investigacion moderna interpreta esta vacilacion en cl ven tido de que desde antiguo se contaba con una tradicion dle escritos fe: SOficos atribuidos a Pitégoras, pero que evidentemente habian sido roducidos en épocas muy posteriores a la del maestro. También sabemos que se distinguian denteo de la escuela dos tipos de discipalos, los llamados acusméticos, que sélo conocian los precep tos fundamentales de la docttina, y los matemdticos (palabra ue te {Fiego no tiene el mismo sentido que en la actualidad, ya que marhenve significaba «conocimiento»), que accedian a fundamentos clentifices mds profundos. antipitagérica ‘de Cil6n, tavo que huir a Metaponto, donde 81 =» = = = = = = = = = Conocemos los nombres de diversos pitagoricos: unos, més anti ‘500s, entre los que destacan Filolao, Arquitas y Alemeén, y otros mas recientes, como Simias y Cebes, mencionados por Plat6n. La lista de pi- tagéricos que nos ha llegado es amplisima, si bien de la mayoria de sus componentes s6lo conocemos los nombres. A ello e afiade el problema de que es sumamente dificil atribuir teorias espectficas a personajes de- terminados, dada la vaguedad con la que las fuentes antiguas suelen re- ferirse a este movimiento filos6fico. Por tales motivos voy a prescindir aqui de intentar siquiera un deslinde de esta natursleza, y me limitaré a presentar un cuadro conjunto de las teorias pitagoricas, del que elimi- haré, es0 si, los aspectos mas claramente tardios de la doctrina. El primer Pitagorismo se caracteriza por dos puntos de partida: tuna actitud bésica del filésofo: la contemplacién (theoria), entendida ‘como bisqueda de la verdad, y la concepcion del mundo como un con- junto ordenado (kosmos), regido por el principio de la harmonia. Es Este un término complejo en griego, ya que implica a un tiempo aspec- tos tan diferentes como la proporeién matematica, la harmonia must- cal y el ajuste y proporcidn de los seres en un universo ordenado. Las ideas fundamentales del Pitagorismo son asimismo dos: la ecuacion de las cosas y los numeros, y el dualismo. 1. La ecuacién de las cosas y los miimeros Para los pitagéricos, os niimeros son los elementos basicos sobre fos que se configura toda la scalidad: Una afimacin, de et tipo, sin mayores recisiones, seria sin duda perfectamente asumible para un cientifico mo- fro, para quien cualguir anilisiscentfico dela naturaleza debe ba- sarse necesariamente en clementos y relaciones mensurables. Pero los pi- tagéricos tenian un concepto del mimero sumamente distinto del que tenemos en Ja actualidad. Lo primero, porque para ellos los niimeros no eran entidades abstractas, sino materiale, corporeas. De igual modo que para la geometria, tal como hoy la entendemos, la unin de una serie de puntos puede generar lineas, superficies y volimeres, para los pitagori- os, los puntos vienen a ser una especie de constitutivos minimos materia- Jes que pueden generat realidades corp6reas. En ots términos, conside- raban que era posible obtener magnitudes reales a partir de los puntos no es, pues, que la realidad sea numerable, sino que esta compuesta de ‘nimeros. Pero, al mismo tiempo, crefan que los numeros tenfan un com onente simbdlico, mistico y magico, de modo que —por ejemplo— la Justicia o la Verdad podian ser también entidades «numéricas». Ello explica el gran interés pitagérico por la misica, en lo que ésta tiene de «numérica» y de harménica: y asi se atibuye a Pitagoras el haber descubierto la regularidad de los intervalos musicales y la rela- cion entre la division proporcional de las cuerdas y los sonidos que las diferentes longitudes de las cuerdas pueden producir: 82 Recientemente, se ha puesto en cuestién que la teoria de los nim ros fuera realmente bésica dentro de todo el Pitagorismo, ya que no encontramos referencias escritas a estos prineipios hasta Filolao. Segiin esta critica, nuestro concepto unitario de la doctrina de los pitagéricos procederia de una deformacién producida por la visién, asimismo bas- ante unitaria, que de ellos nos da Aristoteles. Realmente es ésto un problema insalvable, ya que carecemos de fuentes directas de informa- Gion acerca del Pitagorismo antiguo y sélo podemos recurrir a fuentes esterores, con el tesgo de que la isin sobre la docrina heredada del filésofo de Crotona que obtenemos a partir de ellas esté ya profun- damente deformada. ® cau 2, Eldualismo El segundo principio bésico del Pitagorismo antiguo es que la realidad se articula sobre una serie de contrarios basicos. Concretamente, Aris- r6teles (Metafisica, 985 b 23) nos brinda la relacidn de diez parejas de principios: limite ilimitado impar aA uno miiltiple derecho ——_izquierdo macho hembra estitico ‘en movimiento recto curvo luz oscuridad bueno malo cuadrado —_rectngulo Esta tabla tiene asimismo unas ciertas implicaciones morales, ya que se ha de entender que los primeros términos de cada par se consi deran positivos y perfectos, mientras que los segundos son negativos & imperfectos. Se ha observado que la visién dualista que acabo de describir tiene ‘numerosos puntos de contacto con el Zoroastrismo y, en efecto, ya di versas fuentes antiguas nos refieren que Pitégoras llegé a conocer al propio Zoroastro. También se han sefialado curiosas analogias con al- unas formas de pensamiento indio, en las que hallamos un similar misticismo de los nimeros seg ya hora de explicar como se generan los diferentes seres natura- ls, esto es, a la hora de elaborar una cosmogonia, los pitagéricos com- binan la doctrina del niimero con su visi6n dualista de las cosas y asi nos refieren (Aristoteles, Fisica, 213 b 22) que el limite puso en lo ili mitado una semilla, que inhal6 de lo ilimitado circundante, también el 83 Yacio. Hemos de entender que lo ilimitado circundante se concibe como una materia informe que, en términos matemdticos, es usa pare Setensin no dclimicada por ef nimero y la figura. El limite iapece forma en toda la extension del cosmos, tna forms que const eone Preduccion de cuerpos dierenciados y de sus movimientos ondenason 4o que comporta, ala vez, la ereacion del tiempo, Fs Giucial en esta descripciGn del origen del cosmos la identifica: Sign del vacio con la delimitacion de unidades disceetas, que aiken asi Separadas y limitadas por él. No obstante, el postulado de fee fancia cel vacio sera combatido por la escuela eledtica, para lo cug) {acio es no-ser y, por tanto, inexistente, pero restituide por los avnuic, {25 pata quienes el vacio es, en efecto, no-ser (en el sentido de nome ‘ertah Pero tlene una existencia igual que el ser (esto es, lo materiel). En cuanto a cosmologia pitagérica, nos han legado ure cece de saflosos conceptos, habitualmente atribuidos a Filolao: el wevere oe Fakeoekatrico, sino que se configura en torno a un centro ocupado pre fargo, alrededor del cual se hallan la tierra, la amtitieres toca ee {hada al otro lado del fuego central) el soly los cinco plancias ae eee tances se conocian. En torno de este conjunto se encontrabs vnatecions Saferior de fuego en la que se disponian lo que los antiguos conhic aban como estrella fijas. Segan este modelo del cosmos la an ei Teste te, , Actas del ‘VIII Congreso Espariol de Estudios Clasicos, Madtid, 91-100. Bernabé, A., «Orfeo: el poder de la misica»: Anfidn (en prensa). Bernabé, A; «Una etimologia plac6nica: somasema>, Philologus (en prensa) Borgeaud, P. (ed.) (1991), Orphisme et Orphée en Phonneur de Jean Rid ‘hardt, Geneve. Brisson, L. (1990), «Orphée et Orphisme 3 V'époque impériale. 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