regin de recelos miserables, estrangulan tu hednico sudor porfiado de la razn. En trance de miseria impertinente legitimas la frivolidad de tu falsa entrega. Tus deseos Se desmorona a crudos pedazos, frigidez rebuscada.
Te excusa en la desordenada natura de la noche.
Levantas un muro a tu orgasmo que no permite su marcha en sbito asalto esparcido en el silencio de tus fantasas develada.
A que le temes encarnada furor de la tristeza ?
Que te impide entregarte al clmax que purifica mpetus de anhelos? Te oculta a ese momento sin memoria que robusta estremece tu cintura encarnecida.
Ella solo ve la ventana de hierro.
Resiste cualquier caricia pujante que le arremete de fiera furia sin rostro, que pretenda hacer olvidar a su amado; pasado de sal que no vuelve que se congelo en su carne y no le permite vivir.