Sei sulla pagina 1di 7
LA ARQUEOLOGIA Y EL ESTUDIO DE LOS RITOS FUNERARIOS: METODOS MATEMATICOS DE ANALISIS Siempre me ha sorprendido el poco interés que muchos arquedlogos demuestran tener por lo que en principio cae fuera de su disciplina. Tomando por cjemplo el caso que ahora nos ocupa, el anilisis de los ritos funcrarios, parece que sdlo sea de interés aquello que hace referencia a la evolucién cronolégi- cao ala estratificacién social de los diversos indivi- duos enterrados en una necrépolis. No dudo que ambos planteamientos nos pro- porcionan una informacién wcil, pero, me pregunto es es0 todo lo que se puede obtener del estudio.de un cementerio? Es posible que alguien piense que no cs tarea del arquedlogo salirse de esos limites, pues otras ciencias y disciplinas, desde la Sociologia a la Antropologfa, pasando por la Filosofia y la Teologia se ocupan de su clucidacién. Quicn eso diga se equi- vocari pues, en el fondo, estar4 confundiendo el es- tudio de la Muerte con el estudio de los Ritos Bunerarios. Cierto que el arqueélogo no puede estu- diar el concepto de la Muerte, pues le faltan materia- es que analizar, mas se halla en posicién inmejorable para estudiar el rito. El rito es, ante todo, repeticién (CAZENEUVE 1958, 1972; MassuH 1965; LEACH 1971; Douctas 1973; Hocart 1973; Lewis 1980; TURNER 1980; BARCELO 1984) y el arquedlogo, dado el cardcter de sus datos, es el tinico que puede establecer constantes de repetitividad. Como veremos a continuacién, este principio ha sido sisteméticamente descuidado por los investiga- dores. Este trabajo esquematiza los principales siste- ‘mas analiticos, algunos de ellos muy complejos, que Jos arquedlogos han utilizado para procesar la infor- macién procedente de una necrdpolis. Ahora bien, frente a sus méritos técnicos (matemiticos) esos estu- Zephyrs 63 (1990) Juan A. Barcelé dios.adolecen de una nula formulacién tebrica del fe- némeno ritual. Parten de una premisa simple: el ri- tual funerario manifiesta el orden social de la comunidad de los vivos, y a partir de allf las necré- polis sélo les interesan en tanto en cuanto contribu- yen a reconstruir la jerarqula social. Es mi propésito comentar las deficiencias de esta hipétesis y exponer algunos principios tebricos (en ningtin caso pretendo sentar una teorfa de los Ritos Funerarios) que pert tan la configuracién de un nuevo modelo analitico. I La Antropologia nos ensefia que el rito es un ti- po de condueta organizada de forma particular al margen de la vida cotidiana. Su funcién, al menos en un contexto funeratio, es offecer una respuesta, una alternativa a la conducta individual que se produce en el momento de la muerte. ‘Cuando muere alguien, tanto mis si se trata de una persona que me era bien querida, el rito sirve de vvehculo comunicativo a través del cual puedo expre- sar mi dolor por la ausencia. Se trata de una comuni- cacién simbélica, imaginaria, no real, que se realiza por medio de objetos simbélicos. Son estos tiltimos Jos materiales que estudia el arqueélogo. A diferencia de lo que han dicho los fenomené- logos (Eliade, Durand, Bachelard) no interesa tanto saber qué «significe cada simbolo sino conocer la forma en que se interrelacionan todos en un conjun- to. Estos objetos simbélicos, el ajuar, la oftenda, no son més que el resultado de una forma de comunica- cién entre el Vivo y el Muerto (el caver): podemos investigar los canales de comunicacién (las formas de 182 JUAN A. BARCELO Ja interrelacién) aunque no sepamos nada de la sus- tancia de lo comunicado, Por otro lado, la muerte es, a su vez, una rela- cién social ya que suscita en la conciencia individual y de grupo un conjunto complejo de representacio- nes ideol6gicas, asf como comportamientos de masa 0 individuales més o menos codificados segtin los ca- 505, lugares © momentos. Si desarrollamos este prin- io hasta el fin podriamos llegar a concluir que los ritos funcrarios no expresan s6lo una idea de la muerte y de Ia supervivencia en un esorérico Mas All; sino que son también una imagen de la socie- dad de los vivos, donde cada uno acta segtin su es- tatus en relacién al muerto, as{ como en relacién con todos los asistentes al ritual. Esta visidn ha dominado Ia mayor parte de la li- teratura antropolégica, en muchas ocasiones de for- ma equivocada. Con esto no quiero decir que el rito funerario no sea reflejo de la sociedad que lo produ- cc, todo lo contrario, las costumbres funerarias muestran diferentes categorias de gentes por medio de la eleccién diversificada del lugar de enterramien- to, por el nivel de elaboracién de los ritos, los tipos de construcciones sepulcrales usados, las diferentes formas de deshacerse de los cuerpos...' Categorfas to- das ellas que, en ocasiones pueden estar definidas se- giin el ser individual del difunto, su nivel de estacus, su mayor o menor grado de posesién de los medios de produccién, o bien, que se define al azar, por cunstancias extraindividuales: forma de la muerte, impureza transitoria en el momento del ébito (mujer embarazada, criminal); circustancias que responden, fen titima instancia a la Ideologia social en vigor: dentro de su propio colectivo y se refieren a la siste- matizacién ideolégica de la emotividad social. Para L. R. Bindford (1972) y J. A. Brown (1981), entre otros, estas consideraciones son la esencia y fundamento de todo ritual. La tesis binfor- diana es muy clara: eas facetas de la persona social ' Prescindo de comentar en profundidad la asociacién. CE, con diferencias de planteamientos entre ellos UCKO 1969, GOLDSTEIN 1981, BUFFA et al 1981, PADER 1982. 2 En lo que se refiere al tipo de la muerte, podrlamos c- tar el enterramiento de «El Acebuchal», en donde, segiin Bon- sor, los esqueletos presentaban Ia particularidad de tence sobre la cabeza grandes loss. Segin Gare Bellido, sto, el presentar los erfneos machacados y a acticud de los restos, én los que parece evidente, en tres de los casos, que mutieron con las manos en la cara, indicarfa una muerte «wiolenta» (Gancta BELt1D0 1942:484). La interpreta turada, pero sugestiva. simbélicamente recogidas en el rito funerario se in- tercambian con las de participacién en el ritual y va- rfan proporcionalmente a la relativa estratificacién de la posicién social que el difunto ocuparfa en vida» (BINFORD 1972:226). Binford llega a esta conclusién después de haber estudiado 40 casos exnogrificos en los que intenté definir las razones de Ia diferencia- ign entre las tumbas, El investigador americano lle- 6 a las siguientes conclusiones: 1. Las dimensiones especificas de la persona so- cial varian significativamente con la complejidad or- ganizativa de Ia sociedad medida por diferentes formas de practicas de subsistencia. 2... El nimero de dimensiones de la persona so- cial varfasignificativamente con la complejidad orga- nizativa de la sociedad, 3. Las formas de diferenciacién en el ritual fu- nerario varfan significativamente con las dimensiones de la persona social simbolizada. Frente a esta postura aparece la sustentada por algunos antropélogos que podria resumirse en la si- guiente cita: «si decimos que el ritual expresa simbé- Ficamente el orden social, podemos sustituir el término simbélicamente por cl de no evidentementer (Sxonurskt 1976:163). {Quiere esto significar Ia imposibilidad de una interpretacién «social» del rico? Afortunadamente no. Si bien Ucko (1969) intent6 afirmar las razones de la imposibilidad de esa interpretacién, estudios poste- riores se han apresurado a rebatirlo. Lo que hay que extracr de la polémica es la capacidad «deformadora» del componente ideolégico del ritual: la sociedad de los vivos no es un reflejo exacto del ritual. Supongamos que nos encontramos ante una so- ciedad estratificada en la que cada individuo juega un rol determinado, rol que aparece reflejado en los elementos que prevalecen del rito empleado. Doy por hecho el isomorfismo entre la complejidad de la estructura de estatus del sistema sociocultural y la complejidad del ritualismo funerario (BINFORD 1972:226); en consecuencia, tedricamente al menos, el estatus del fallecido estard en funcién de la mayor (© menor riqueza con la que el cadver ha aparecido 2 La erftica a Bindford puede enconerarse ya en sinter que, si bien muy ligado al anterior, propone una visién més global del asunco: «el mayor nivel de un individuo fallecido corresponderd a la mayor cantidad de enerpia para el ritual» (1978:125). Mas recientemente Pierpoint (1979), O'Shea (1981), Parker Pearson (1982), Pader (1982) y Alekshin (1984) han eriticado més pormenorizadamente algunos de los ‘excesos de Bindford. LA ARQUEOLOGIA ¥ EL ESTUDIO DE LOS RITOS FUNERARIOS 183 asociado, pues la complefidad del rito presupone un mayor gasto de wenergia ritual» que estaré a su ver reflejado por el tamafio y grado de elaboracién del enterramiento, métodos de disposicién del cadéver y Ja naturaleza de las asociaciones de las tumbas (TAIN TER 1978:125). Ahora bien, dentro del concepto «status social»! hay que diferenciar diferentes clases del mismo, lo que para Hayakawa (1969:110) es: estatus por defi- nicién, estatus por propiedad, estatus por mérito. En nuestro caso esa triple especificacién da lugar a: 1) una diferenciacién considerada «natural» por la Co- munidad que efectué el rito, por ejemplo, la diferen- ciacién sexual; 2) una diferenciacién en funcién del grado de propiedad de los medios de produccién por parte del fallecido; 3) una diferenciaci6n basada en cl papel social que desempeiié en vida el muerto. Extatus por definicin: puede ser restringido a la diferenciacién sexual, si bien puede aparecer en el ca- so de poblaciones sometidas, el conquistador disfruta de un estatus superior que el del vencido. El primer caso entra de lleno en Ia infravaloracién de la mujer en el seno de la comunidad; nunca interviene como vector de la organizacién social, sin embargo, en la me- dida en que su produccién material es menos determi- nante que sus capacidades de reproduccién, queda preservada en una esfera de autonomia ligada a su fun- cin de madre (MBILLASSOUX 1979:111). Por consi- guiente, en un enterramiento lo normal seria constatar la presencia més significativa de items ideo- téenicos —de ahi la aribucién sexual que Pauli (1975) y Meyer-Orlac (1982) otorgan a los amuletos encontra- dos en contextos funerarios— y una menor presencia de aquellos items sociotécnicos que impliquen ri- queza. Priman, pues, consideraciones del tipo: 1) a mayor ntimero de hijos mayor estatus; 2) las muje- res casadas tiene un mayor estatus que las solteras. Estatus por propiedad: Ya hemos mencionado an- teriormente cémo el mayor «gasto de energia ritual» esté en conexién con el estatus del individuo. Este «gasto» supone, evidentermnete, un esfuerzo co derable por parte de la comunidad, que tiene benefi- cios © compensaciones sociales. En consecuencia, una de las dimensiones implicadas en el rito funera- rio serdn las consideraciones coste-beneficio. Ahora bien, la nocién de ebeneficio social» implica a su vez Ia socializacién del muerto, que forma parte de la si- 4 Enviendo por vstarus la evaluaci6n favorable (u ho- nor social) que un actor social recibe de otros (ef. DOREIAN 1970:106), guiente categoria de estatus. De todas maneras, y particularmente en las sociedades prehistéricas, el ni- vel de riqueza va parejo al de eprioridad social Estatus por mérito: Como acabamos de ver, esté relacionado con el anterior. Por lo tanto también aqui funciona como dimensién componencial las consideraciones coste-beneficio. Una salvedad, y es la distincién del tipo de muerte. Pauli (1975) ha inten- tado estudiar los referentes arqueolégicos que puc- den movernos a considerar las razones de la «elevacién» social de ciertos individuos. Lo més fre- cuente es, en cualquier caso, la presencia de items ideotécnicos muy particulares. Bindford no diferencia entre tipos de estatus, si- no que habla s6lo de posicién o afiliacién social. Para Bindford, los objeros simbélicos a los que hacfamos referencia al principio definen sélo la persona social, mis’ atin, su posicién en las relaciones de produc- cién, Me parece una solucién demasiado simple. Es cierto que los objetos simbélicos contribuyen a definir social y jerdrquicamente, pero hay muchas formas de defini a una persona: su carécter indivi- dual puede ser una de ellas, por lo que no me extra- fiarla encontrar alguna vez una necrSpolis en la que todas las tumbas fuesen distintas entre si. Del mismo modo podriamos plantear una opo- sicién entre acciones rituales y objetos simbélicos: las acciones serfan las mismas para todos los muertos y los objetos contribuirfan a definir al muerto al que se despide. Creo que la variabilidad inteinseca a los rituales funerarios impide una teorfa explicativa uniforme, pero nos obliga, como arquedlogos, a plantearnos di- versos problemas previos a la formulacién de una hi- pétesis fécil: «cuanto més rica es una tumba, mayor cs el estatus del fallecido». 0 En un reciente trabajo (ORTON y Hopson 1981) ya apreciaba Hodson que los niveles de estatus no venfan definidos por la «riqueza» sino por el «va- lor» de los objetos de ajuar, Directamente relaciona- do con este problema del «valor» aparece la falta de homogeneidad del conjunto. Parece ridiculo buscar niveles de riqueza entre unas tumbas que se diferen- cian meramente por citcustancias individuales; por consiguiente, previo a cualquier intento de jerarqui- zacién se impone un examen de los factores comunes a toda necr6polis. 184 JUAN A. BARCELO 1. Andliss factorial Esta técnica estadistica ya ha sido empleada, en- tre otros por Tainter (1975), Pierpoine (1979) y Pa- der (1982). Propongo utilizarla de forma distinea Jo que los matemsticos llaman técnica R y no tée- nica Q, que es la usualmente empleada por los ar- quedlogos (Ck Bier! 1982; Comey 1985; BARCELO 1988)—. El interés estriba en observar c6- mo y por qué se diferencian las variables. Hemos de averiguar si hay un tratamiento diferenciado del ca- daver, si cada uno de estos tratamientos est4 asociado: significativamente con un ajuar determinado 0 a una discribucién espacial especifica. Para ello configura- mos una matriz de frecuencia y obtendremos el And- isis de Componentes Principales, estableciendo las similicudes entce las variables y no entre las tumbas. Asi, se obtendré una mattiz factorial susceptible de ser representada gréficamente en un diagrama de coordenadas. Tainter (1975) hace una lectura sorprendente de los resultados que obtiene con un método muy se- mejante al que propongo. Los tres factores que elige representan s6lo una parte del total de Ia varianza y no son significativos. Es posible que el primero o los dos primeros fac- tores nos expliquen un 50% o mas de la varianza, En este caso ideal no serfa dificil conscatar la existencia de uno 0 varios (segiin sea la configuracién resul- tante) modelos rituales. Pero en la mayor parte de los casos obtendremos tres 0 mis factores (més de 10 sefialarfan una disparidad extrema y una varia- bilidad individual altamente significativa). Estos factores cabe interpretarlos como ejes diferenciales, cada uno de los cuales explica un criterio diferen- ciador: sexual, cronolégico, jerirquico, espacial. Para que la lectura resulte mas sencilla convendré «fijar» algunas variables, es decir, incluir como va- riables algunas caracteristicas cuyo significado ya conocemos: distribucién espacial, diferenciacién sexual antropolégica, ciotécnicos (de lujo) evidentes (cf. CLARK 1986). Este tipo de variables (condicionales las llamaria Pader) demuestra ser més operativa que las dicoto- mias propuestas por Tainter. Es posible que ninguna variable defina un factor jerarquico, y que éste dependa de la mayor o menor cantidad del ajuar presente en la tumba, Convendrd realizar entonces un Andlisis de Componentes Prin- cipales de la matriz definida por la siguiente férmula de transformacién: [ [Xa-xi | Xb-xi 2 az log > Sa Sb donde Xa y S, son respectivamente la media y la des- i6n tpica de las columnas (tumbas) de la matriz, inicial de frecuencias y Xb y Sp la media y la desvia- cién thpica de las filas (variables) de la misma matriz original. De esta forma compensamos las frecuencias de aparicién de cada item, sobresignificando la pre- sencia cuantitativa mayor de la media esperada y dis- minuyendo la de aquellos que se encuentran dentro de la media, siempre dentro de una distribucién nor- mal. La lectura de la matriz, obtenida con arreglo a la formula anterior es sumamente aleccionadora: el va- lor méximo corresponde a la aparicién de gran canti- dad de objetos de un mismo tipo en una tumba concreta; su evalor» aparece compensado no sélo por Ja media de aparicién de otros objetos en esa tumba. En general, puede decirse que los valores negativos obtenidos revelan valores que se encuentran dentro de la media general y son, por consiguiente, poco significativos. 2. Anélisis de regresion mitkiple Hemos definido ya el comportamiento general de las variables. Algunas se asocian estrechamente, sea cual sea el factor, otras se oponen, otras, en fin, varfan segtin el factor. Es necesario, pues, para defi- nir los modelos, diferenciar las variables en dos gran- des tipos: — La Variable Independiente pura seré la que tenga un peso factorial maximo en un factor y mini- mo en otros, es decir, aquella cuya varianza esté ex- ‘plicada por un sélo factor. — La Variable Dependiente puta seré la que tenga valores medios (0,20-0,30) en todos los factores. ‘Ast, en el caso de que estuviéramos ante una configuracién bidimensional con 2 factores, las va- riables que se agrupen en torno al centro del grifico serfan las variables dependientes. Por medio del ané- lisis de Regresién Miltiple (Domenectt y Risa 1985, REASON 1983) se pueden estudiar la forma en due se asocian estas variables con las Independientes (que ocupan los extremos del grifico). El Andlisis de Ja Regresi6n permite, por tanto, poner en relacién los distintos factores. Al concluitlo seri posible defini modelos rituales, entendidos estos como conjuntos de variables que pueden diferenciarse matem: LA ARQUEOLOGIA Y EL ESTUDIO DE LOS RITOS FUNERARIOS 185 mente de otro conjunto. Evidentemente, cada conjunto de variables comparte una estructura determinada de va- riables dependientes e independientes, 3. Clasificacion ‘Al conocer ahora las variables diseriminantes, es- tamos en situacién de poder diferenciar las cumbas entre sf, partiendo de su mejor 0 peor adscripcién a tun modelo ritual mateméticamente definido. Utilizaremos como método estadistico més idé- to el Aniisis Factorial de Correspondencias (CUADRAS 1981; BARCELO 1987), cuyo objetivo es obtener una representacién geométrica de las poblaciones (tum- bas) en relacién a la distribucién de las frecuencias relativas de los caracteres. La principal ventaja de este método es que posibilica representar también los » caracteres en relacién a las & poblaciones, y, sobre to- do, realizar una representacién simulténea de pobla- ciones y caracteres. Para leer los resultados ¢ interpretar el grifico obrenido se empezard por la configuracién geométri- cade las variables, que habré de ser comparada a la aque resulté tras el antlisis de Componentes Principa- les y el Anilisis de Regresién Multiple. Légicamente se reproduciran los factores y debers ser posible reco- nocer y deferenciar los modelos de regresién previa- mente distinguidos. El paso siguiente es fécil, pues consiste tan s6lo en considerar como poblacién aquellas tumbas que el anilisis haya asociado con las variables previamen- te escogidas como discriminantes. Los resultados se- ran muy variables: puede darse el caso de que se identifique un tinico grupo bien definido por su ads- ctipcién a un modelo ritual, rodeado de tumbas ex- cepcionales, Habrfa que interpretarlo como la cexistencia de un grupo normalizado por razones que nos explicarin las variables independientes; y una marcada variabilidad individual en el resto: quizés tuna clase social con conciencia de su propia diferen- cia con respecto a los demés. Puede suceder también, que no haya ningin geupo bien definido, interpre- tindolo entonces como simple predominio de la va- lad individual —no deja de ser un caso hipotético—. Pero el caso més frecuente serd, sin du- da, la configuracién de varios grupos diferenciados. Para poder estudiarlos como el areflejo de clases so- ciales» en la Comunidad, habré que jerarquizarlos; para ello propongo el empleo del anilisis candnico de poblaciones (CUADRAS 1981). Este es un método de representacién de grupos a lo largo de ejes con miximo poder de discriminacién, en relacién con la distancia de Mahalanobis, que es la distancia estadis- tica que se establece entre los indi cada grupo. ww No sé hasta que punto es posible afirmar que ca- da teorfa genera su propia metodologia o bien qué es la metodologia la que condiciona la teorfa. Creo que debemos configurar una Teoria que contribuya a profundiaar los estudios sobre este tema. Con la me- todologia al uso nos quedaremos en la simple des- cripeién de los sistemas sociales’. Evidentemente ya es una pretensién mucho més ambiciosa que la que todavia prevalece en bastantes trabajos: la mera des- cripcién de los materiales, pero todavia esté en los umbrales de lo que deberia ser. Hoy por hoy, un estudio completo de los Ritos Funerarios es, quizés, una utopfa, pero sélo porque no existe una Teorfa que plantee las necesidades, los objetivos de la investigacién. Hasta hoy la metodologia ha generado la teorfa, y esa teorfa 0, mejor dicho, pre-teorfa debe conducir- ros a metas mucho més ambiciosas. Ese es mi pro- pésito n éste y otros trabajos que seguirdn. El arqueélogo que estudia una necrdpolis no de- be limitarse a una descripcién, por muy completa que ésta sea, de los materiales. Ahora bien, todo in- tento de interpretacién, de reconstruccién del ritual funerario debe estar fundado en una sélida teoria que sirva de gufa a la investigacién. El error de muchos investigadores estriba en evi- tar esta teoria y reducir el estudio a la descripcién de la estructura jerérquica de Ia Sociedad, considerando que el rito no es més que un reflejo de la sociedad que lo produjo. Propongo una metodologfa concreta para evitar ‘estos problemas. La idea de partida se basa en consi- derar la existencia de un modelo ritual para toda la neerépolis, modelo que puede ser definido con ayu- da de la estadistica, Dado este punto de partida se 5 Como afirma J. E. Doran (1979:82 y ss.) se puede dis- ‘inguirentte una interpretacién estructural y otra social del ce- ‘menterio, Por interpretaci6n estructural quiere explicar la descripcién del cementerio en su totaidad en base a una serie de conceptos apropiados (distincién de edad o sexo, 0 ign espacial, cronolog(a interna, conjuntos tipicos de ajuar). La interpretacién social se refiere, por el contrario a infer la sociedad de la cual el cementerio ¢s una reflexion 186 JUAN A. BARCELO consigue clasificar las tumbas en base al «valor y no sélo a la eriqueza cuantitativas, lo cual permite, a su vet, definie el componente ideolégico presente en to- do ritual. Bibliografia ALEKSIUN, V. A. (1984): «Burial customs as an Archacolo- gical sources, Current Anthropology, vol. 24, n° 2, Ap- tril BARCELO, J. A. (1984): «Elementos para una teorfa de la Muerte y de los Ritos Funerarioss, ETHINICA (en prensa). —(1987) «La Prehistoria y la Sociologla Matemética, algu- nos avances recientes» Bulleti del Asociacié Argueoldgi- ca de Castelld XX (5): 9-15. —(1988) sIntroduccién al Razonamiento Estadistico Aplica- doa la Arqueologiae Trabajos de Prehistria 45: 51-86. BiETTy, A. (1982): Tecniche matematiche nellanlii dei da- 1 Archeologici, Accademia Nazionale dei Lincei. Roma. BiNFORD, L. R.: «Mortuary practices: theie studyand their potentials, en BINFORD, L. R., An archacological pers- jective, New York. Brown, J. A. (1981): «The search for rank in prehistoric burials», en CHAPMAN, KiNNES y RANDSBORG, 1981. Burra, Vs BuraNeitt, B. ¥ TRUCCO, F. (1981): «Anali planimetriche e combinatorie nello scudio dei sepol- cxeti_in protostoriay, en PERONT, R. (ed), Necropoli ¢ sui funerarie nelled del Ferro. Bati. BuRNHiAM, B. C. y Kincssury, J. eds) (1979): Space, hie rarchy and society, BAR International Series 59. Cazeneuve, J. (1958): Les rites et la condition humaine aprés des documents echnographiques. Pars. (1972): Socilogta de rite (tad. esp.). Buenos Aires CuARK, G. (1986): Symbols of excelence: Precious materials as expreions of statuz, Cambrigde. Chiarmany, Rs Kinwwes, I. v Ranpssons, K. (eds) (1981): Archacology of death, Cambridge. Commer, A. L, (1985): Manual de andlisis factorial (wad. esp.). Madrid. Cuapius, C. M, (1981): Métodos de andlisis multivariante Barcelona. Donenecn, J. M. v Risa, M. D. (1985): Métodos extadt- ticos: Modelo lineal de regresin. Barcelona. Dorgan, P. (1970): Mathematics and the study of socal re- lations. London, Doran, J. (1976): «Representation of knowledge for computer interpretation of Prehistoric cemetery dara en BoniLto, M,-Bouretiy, L. (eds)», Ban- ques données et méthodes formelles en archéologie prébistorique et protohistorique, UNION INTERNA. ‘TIONALE DES SCIENCES PRENISTORIQUES ET PROTO- nisToRiques, IX Congrés. Nice. Douatas, M. (1973): Pureza y Peligro: un andlisis de los conceptos de contaminacin y tabirad. esp.) Barcslona. Garcia Bet1ipo, A. (1952): «Colonizacién pinica» en ‘MeNEnpez PIAL, R. (ed,); H* de Expat, vo. 1, Expa- fia Primitia: la Protobistoria. Madeid. Gounsteny L. (1981): One-dimensional archaeology and multidimensional people: spatial organisation and mortuary analysis, en CHAPMAN, KiNNES y RANDS. noRG, 1981. Havaxawa, S. 1. (1969): Simbolo, estarus y personalidad (ead. esp.). Barcelona. Hocatt, A. M, (1973): dhe rte et 'emotion», en HOCART, A.M, Le mythe soreier et autres esas (wad. ia). Pais. Leacit, E. R. (1971): «La ritualisation chez "homme selon le developement social et culturels, en HUXLEY, J. (ed), Le comportement rituel chez Uhomme et Vanimal (ead, fia). Paris. Levis, G. (1980): Day of Shining Red. An esiay on unders- sanding ritual. Cambrigde. ‘Massuni, V. (1965): EI nto y lo sagrado. Buenos Aires. “Meitiasoux, C. (1979): Mujeres, graneros y capitales (tad. esp.). Madrid. MeveR-Ontac, R, (1982): Mensch und tod. Archieologis- cher Benfud, Grenzen der Interpretation. Freiburg. OsToN, C. R-HODSON, FR. (1981): «Rank and class: in- terpreting the evidence from prehistoric cemeteries, en i, S. y KING, H. (eds.), Mortality and Im- the anthropology and archacology of death. O'sties, J. (1981): «Social configurations and the archaeo- logical seudy of mortuary practices: a case study», en ‘CHARMAN, KiNNes y RANDSBORG, 1981. Pape, E. J. (1982): Symbolism, social relations and the In- ‘erpretation of mortuary remains. Oxford, BAR Interna- tional Series 130. _ Prerrorn, S. J. (1979): «Who's who in the Northern Bri- tish Bronze Ages, en BURNHAM y KINGSBURY, 1979. PARKER PEARSON, M, (1982): «Mortuary practices, society and ideology: an ethnoarchacological study», en HOD- DER, I. (€d.), Symbolic and estructural archacology. Cambridge. Pauus, L. (1975): «Keltische Volksglaube, Amulette und sonderbestattungen am Diirnberg beim Hallein und im Eisenzeitlichen Europas, Miinchener Beitrige zur Vor-und Frthgeschichte, 28. REASON, D. (1983): «Fundamentals of the Theory of Regressions, en Mckay, D.; Sctorteip, N. y WHt- ELEY, P. (eds.), Data Analysis and the Social Sciences London. ‘Sueeano, J. F. (1979): «The Social identity of the Indivi dual in Isolated Barrows and Barrow Cemeteries in LA ARQUEOLOGIA Y EL ESTUDIO DE LOS RITOS FUNERARIOS 187 ‘Anglo-Saxon Englands, en BURNHAM y KINGSBURY, 1979. SKORUPSKY, J. (1976): Symbol and theory. A philosophical study of theories of religion in social anthropology. Cam- brigde. ‘Tanvten, J. A. (1975): «Social inference and mortuary practices: an experiment in numerical classification», World Archaeology, 7. —(1978): «Mortuary practices and the study of prehisto- ric social systems, en SCHIFFER (ed.), Advances in Ar- chacological Method and theory, vol, 1, New York ‘Tuner, V. W.'(1980): La selva de ls simbolos (rad. esp.) Madrid. Ucko, P. J. (1969): +Ethnography and archacolog tepreianon of finery remain, World Archeology

Potrebbero piacerti anche