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Doc ente: HÉLÈNE GOUJAT-Université d’Angers-Francia.

Alumno: Guillermo Gabriel Fernández Amado-UJI


LA CUESTIÓN HISTORIOGRAFICA EN EL TRATAMIENTO DEL COLONIALISMO Y DEL EXTERMINIO DE PUEBLOS
ORIGINARIOS. EL CASO DE FILIPINAS Y AMERICA.

Marc Bloch afirma que las únicas ciencias auténticas son las que logran establecer entre los fenómenos unos nexos explicativos. Por tanto,
la historia, para ocupar un lugar entre las ciencias, debe proponer "en lugar de una simple enumeración [...], una clasificación racional y
una inteligibilidad progresiva"1. Es lo que se esbozará en este pequeño trabajo al analizar el colonialismo Europeo y explicar su relación
causal con el capitalismo subdesarrollado de muchas colonias españolas bajo un marco teórico marxista, haciendo menciones
metodológicas que caracterizan a la tarea historiador desde una perspectiva weberiana.
Respecto al concepto de postcolonialismo, este es un concepto europeísta, ya que el mismo no es utilizado en la producción académica ni
científica en Latinoamérica. Es tan europeo como relacionado al rol que ha tenido Europa desde que se toparon con América, este rol no es
sino el del imperio.
Esta visión es tan válida como la que se enseña y publica en los claustros latinoamericanos, pero diametralmente opuesta, debido a que
históricamente se definieron claramente unos y otros como imperio y civilización, barbarie y sometimiento, conquistadores y cultura
occidental, conquistados e indigenismo, vencedores y vencidos, victimarios y víctimas.
Es interesante como desde la visión europeísta muchos conquistadores, verdaderos cazadores de aborígenes (o mas bien indígenas ya que
origen si tenían) fueron catalogados por la historia oficial como Adelantados, o por otro lado también se demonizó en occidente a la
antropofagia indígena, cuando su dieta proteínica la justificaba según muchas fuentes antropológicas.
Existe una historia europeísta funcional a las aspiraciones de grandeza del Imperio, explotación, acumulación e impunidad propia de una
patología colectiva y academicista de un complejo de superioridad que roza lo xenófobo.
El punto de vista sobre la historia de la colonización y en particular los episodios de matanzas de indígenas que asumo en este trabajo
requieren de la distinción entre historia y memoria colectiva de Halbwachs, estos son dos registros del pasado que si se enfrentan se
suelen oponer a veces radicalmente en función de su condición. Pero en lo que no hay consenso es en su consideración sobre la unica
historia versus las múltiples memorias colectivas2.
Es que hay numerosas historias, no oficiales ni al servicio del poder hegemónico de turno, la clave es leerlas. Negarlo implica un
reduccionismo científico inaceptable.
Por supuesto hay muchas historias latinoamericanas o de filipinas, no hay una sola historia, la hay de vencedores y vencidos, las hay
imperiales o nacionales, disciplinadoras u ordenadoras de estados-nación y hasta propias de cada prócer, ¿o acaso hay una sola historia
sobre un mismo prócer? Tampoco por tanto hay una sola antropología ni sociología, ni un único marco teórico en ciencias sociales. De
hecho en este trabajo se utiliza tanto el marxista como el weberiano.
Estamos en una sociedad compleja que no da lugar para el refugio del simplismo, ni para el revival de teorías ya caducas que olvidan la
centralidad de los clásicos3. La relación entre lo clásico y lo moderno con frecuencia se plantea con unas tensiones y una ambivalencia que
la convierte en un proceso dialéctico para construir nuevos significados y formas de reflejar la realidad, lo moderno se apoya en lo clásico
al tiempo que lo cuestiona.
Se trata de ciencia social, de neutralidad valorativa weberiana. No hay una única historia, como tampoco hay dioses al servicio de la
ciencia, ya los mató Nietzsche hace cien años. Los resabios reaccionarios en la ciencia atrasan como un reloj a cuerda perdido en un arcon.
Los humanistas latinoamericanos de hoy, conocen a Weber lo suficiente para no caer en “el abandono del intelecto”, del irracionalismo
como “salida” a esta situación del mundo desencantado, de una religión en franco retroceso en su proceso de secularización, adhieren al
indigenismo sin caer en la adhesión a los mitos, al misterio, a lo religioso o a los valores morales “humanistas” que no se pueden sustentar
científicamente.
Para Weber la ciencia que ha racionalizado e intelectualizado y, sobre todo, desmitificado al mundo, provocando también que los valores
últimos y más sublimes hayan desaparecido de la vida. A pesar de ello esta ciencia no es que no tenga objeto alguno; sí lo tiene, y es el de
enfrentarnos a este mismo destino con la educada capacidad y vocación para mirar de frente las realidades de la vida, soportarlas y estar a
su altura.4
No es difícil imaginar porque entonces que hay pocos historiadores y sociólogos que no comprenden la realidad ajena, la multiculturalidad
ni entienden la función de la memoria histórica. Son pocos los que saben leer los restos del imperialismo, la de los pueblos acallados a
sable y fuego en nombre del señor feudal o del de los cielos.
El desarrollo mismo de la racionalización weberiana depende de fuerzas que no son ellas mismas racionales; de ahí la importancia del
carisma en el pensamiento de Weber: el carisma es una fuerza no-racional, ajena a toda regla; es un elemento revolucionario en la
Historia.5, el refugio de la creatividad, la semilla de una posible salvación de lo más valioso en lo humano, y la posibilidad de “preservar
un remanente de humanidad ajeno a la fragmentación del alma producida por el exclusivo dominio de la burocratización de la existencia”.6
Algunos historiadores y sociólogos tampoco entienden a figuras como San Martín, Mariano Moreno, Juan Domingo y Eva Perón, Evo
Morales, Fidel Castro, Cristina Kirchner, Ernesto Guevara, Salvador Allende, Hugo Chávez o Ignacio Lula da Silva porque siguen sin
entender lo que es el carisma, ni leyeron a Weber en clave latinoamericana.
Como dice Wolin: “la ciencia es el carisma de un tiempo sin Dios y sin profetas”7 , un carisma desplegado por personas con la necesaria
vocación para soportar el hecho de que el mundo está desencantado, por personas capaces de enfrentarse descarnadamente a lo que Weber
designó como “hechos incómodos” y que no tratan de escapar a la imperiosa necesidad de elegir.8
¿Que elige un historiador que hace ciencia? Elige que historia contar. Cual de las múltiples historias contar, la de los vencedores o la de
los vencidos, es una cuestión de no escapar al compromiso científico, ni recluirse en los estancos ideológicos de moda. Para Weber el

1 Marc Bloch, Apología para la Historia o el oficio del historiador, Fondo de Cultura Económica, introducción de J. Le Goff, Mexico 2001
2 Maurice Halbwachs, la memoria colectiva, p68.
3
Enrique Laraña. La Actualidad de los Clásicos y las teorías del comportamiento colectivo. Universidad Complutense de Madrid. DGICYT, pp2.
4
Weber, El Político y el Científico, pp. 175
5
Anthony Giddens, Política y Sociología en el Pensamiento de Max Weber (Madrid, Alianza Editorial, 1995), p. 67-68
6
Arthur Mitzman, The Iron Cage. An Historical Interpretation of Max Weber (New York: Alfred A.
Knopff, 1970) Palabras de Weber. p. 178
7
Sheldon S. Wolin, “Max Weber. Legitimation, Method, and the Politics of Theory”, Political Theory, Vol. 9, # 3, 1981, pp. 417
8
Weber, El Político y El Científico, pp. 215, 222
antídoto contra este peligro y la explicación del cambio social humanizante al que referimos en las luchas libertadoras e independentistas
de las colonias, se halla promovido en la acción de individuos excepcionales, representantes de la capacidad de iniciativa típica del
individualismo clásico, y comprometidos con una “vocación” creadora y liberadora9. Sean científicos, intelectuales o militares o políticos.
Esta definición dicotómica, representa los extremos de un abanico de sucesos históricos que afectaron a la conquista tanto de América
como de Filipinas, los grises dependen de que año, que pueblo, que lucha, que personaje se trate.
La particularidad de Filipinas es que las masacres no fueron perpetradas por España ya que la cristianización fue más efectiva respecto a
América y no requirió de tanto poder de fuego el disciplinamiento de la mano de obra sometida, aunque también el gobierno de las islas
fue deficiente por parte de España, sino luego, con la invasión de EEUU en 1902 (tras ser entregada como reparación de guerra por
España) que causó prácticamente un millón de muertos10, con métodos variados como ser fusilamientos, mutilaciones, incineraciones,
campos de concentración, hambrunas y demás brutalidades. 11
Considerar las invasiones colonialistas españolas como imperialistas al punto de haber aniquilado cualquier intento de resistencia por parte
de los sometidos, puede tener matices y particularidades históricas en un caso y otro, pero si en una expedición se barre con la historia
indígena y se lleva a cabo una matanza de los pueblos originarios para apropiarse de los recursos de estos y someterlos, da igual que sea en
1519 o en 1890, en Cholula o en Manila, sean 6000 cholutecas asesinados o 500.000 cubanos muertos en campos de concentración, sea
Cortés, Weyler, EEUU o España, una guerra independentista, o una conquista precolonial.
Técnicas de sometimiento y dominio, tácticas de guerra… los condicionamientos pueden variar, pero la intención y el resultado es el
mismo. No hay excepcionalismo español, ni francés, ni estadounidense, respecto a la motivación histórica de tales procesos, que es en
esencia la misma y es la que intento rescatar.
Imperialismo y acumulación originaria son las dos caras de la misma moneda, o como afirmaba Lenin, el imperialismo es la etapa superior
del capitalismo, tal poder tuvieron estas explotaciones colonialistas que sojuzgaron entre todas las potencias, a casi mil millones de
personas hacia 190012.
Según Lenin una definición de imperialismo implica retratar procesos que fueron originados desde el colonialismo y que en el siglo XX
devienen en los siguientes determinantes presentes tanto en Latinoamérica como en Filipinas. El imperialismo es el capitalismo en la fase
de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de
primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo
el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes mediante la violencia, la invasión y las expropiaciones a las soberanías
de los países dominados. 13
Cambian las fechas, la bandera y los números de víctimas, pero lo que prevalece es que los fueron los causantes de los mayores
aniquilamientos de seres humanos en la historia de la humanidad, y esto es un dato empírico, no tiene comparación con las victimas de
enfrentamientos o sacrificios humanos entre etnias indígenas que pudiesen tener o no ribetes míticos.
Gran Bretaña, España, EEUU, Francia, Portugal, Alemania, Bélgica entre otras grandes potencias imperiales y coloniales, llevaban a cabo
matanzas eficientes y numerosas persiguiendo otro mito, el del capital.
No hay Chivo expiatorio en señalar a estos países como desencadenantes de la opresión estructural de muchos países latinoamericanos,
porque hay claros vencedores y un chivo expiatorio es por definición un inocente surgido a partir de un proceso catártico. Aquí no hay
inocencia sino sentido mentado de la acción. La relación causal entre dependencia contemporánea y colonialismo europeo es evidente en
un proceso de larga duración que requiere un marco conceptual como el marxista para interpretarse.
Volviendo al concepto de catarsis, es una experiencia purificadora, de gran significado interno, provocada por un estímulo externo,
también se le conoce como "La liberación de las pasiones". Cuando las comunidades arcaicas entraban en crisis interna, se volvían
violentas, y vía catarsis expulsaban al supuesto causante del desorden, el chivo expiatorio. Esto se repitió en la historia de la humanidad de
múltiples formas durante las crisis de las comunidades que siguen suscitándose.
El problema es que para que exista una condición de posibilidad de la catarsis, como en la tragedia griega que se lograba por medio del
terror y la piedad de la obra teatral, debe requerir que el espectador sienta emociones de compasión y miedo, así se purifica de estas
emociones y logra el ansiado estado de limpieza y elevación. La catarsis no se realizo en América Latina porque el causante del desorden
no era un miembro inocente, sino un claro responsable: el colonialismo invasor que impuso un modo de producción occidental-capitalista,
protagonistas que no puede huir de su responsabilidad histórica en tanta exclusión, desolación y escasez.
Por otro lado la respuesta europea en la historiografía predominante sobre Latinoamérica, no se atribuye responsabilidades, padece de
Síndrome de Asperger14.
Se desconoce al otro, se lo banaliza, la victima histórica no significa nada. Una suerte de persistencia de esa aniquilación de subjetividad
que se pone a disposición de la impunidad que olvida a la victima del pasado, a disposición de académicos que padecen de un autismo que
no implica deterioro intelectual, sino un vacío de significación respecto a la cultura y modo de vida indígena, o de la victima de que se
trate, negro, chino, maya, etc. A disposición de modernos funcionarios que ejercen la insensibilidad desde los planes gubernamentales y de
los directivos de empresa que repiten la acción racional de desprenderse del lastre social ante una crisis financiera reemplazando personas
por computadoras y planillas en búsqueda de una mayor productividad, a disposición de gobiernos que innovan en armas mas mortíferas
para desalentar cualquier expresión de autodeterminación, reforma, rechazo, reclamo, rebelión o independencia.
Mismos roles antes y hoy para un común proceso racionalizador de acumulación de capital que devino de colonialismo a capitalismo y
cuenta con su máxima expresión en la actualidad mediante el imperialismo global de la hegemonía vencedora.
Para analizar y desnudar la explotación colonialista y el rol de estos países durante los últimos cuatrocientos años debe ser llevada a cabo
una crítica bajo un común denominador: la instauración del capitalismo.
El carácter estructural de las crisis del sXIX y XX en muchos países dependientes, sus luchas por la emancipación e independencia se
deben a la estructura invariable y común a la diversidad de configuraciones históricas del capitalismo como modo de producción15. Este es

9
Wolfgang J. Mommsen, The Political and Social Theory of Max Weber (Chicago: The University of Chicago Press, 1989), pp. 61,62, 112, 150, 156 y
157
10 Stuart Creighton Millar. Benevolent Assimilation: The American Conquest of the Philippines, 1899-1903. Yale University Press, 1984
11 Francisco de Luis Martín. Jirones de hispanidad: España, Cuba, Puerto Rico y Filipinas en la perspectiva de dos cambios de siglo. Universidad de
Salamanca, 2004. p58, p192. p375.
12 Henry C. Morris, "The history of colonization", N.-Y., 1900, vol. II, pág. 88; I, 419; II, 304.
13 V.I.Lenin. El imperialismo, fase superior del capitalismo .VII. El imperialismo, como fase particular del capitalismo. p.112
14
Silvia Bleichmar. “Dolor País y Después”, Libros del Zorzal, 2007.p 40.
el proceso originario que dio lugar al colonialismo y a su posterior rechazo, el escenario puede ser tanto Manila, Santo Domingo como
México.
Todo este capitulo correspondiente a un modo de producción como el Capitalismo, esta signado por el saqueo y destrucción para el
beneplácito de la corona, de la iglesia y de la burguesía europea. Vemos entonces de que se trata el motivo de la conquista.
La acumulación originaria del capital según Marx va acompañada de la ruina en masa de los productores de mercancías (sobre todo
campesinos y en el caso Americano, los indígenas) y su transformación en individuos desposeídos, jurídicamente libres (o no tanto antes
de la abolición de la esclavitud), carentes de medios de subsistencia y, por ende, obligados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas;
y también de la acumulación de riquezas monetarias en manos de determinadas personas, riquezas necesarias para erigir empresas y
estados capitalistas.
El saqueo en las colonias, los empréstitos estatales, el sistema tributario y la política proteccionista influyeron en no poca medida para que
determinadas personajes, sobre todo terratenientes, burgueses, mercaderes, reunieran en sus manos grandes capitales y el poder político y
militar aparejado.
En todas partes, la acumulación originaria del capital supuso la expropiación violenta, por métodos crueles, a los productores directos,
tanto de sus tierras como de sus medios de producción. Este es el fiel reflejo del sentido de las matanzas por parte de los países
colonialistas europeos.
Sobre la relación desigual de fuerzas, la mejor teoría aplicada para entender los sucesos colonialistas, de España, Francia, Estados Unidos
o cualquier país imperialista es la Teoría de la Dependencia. No hay anacronismo en esta teoría que surge en el s.XX al utilizarla en el
análisis histórico anterior, de igual forma que no la hay para el marxismo cuando analiza la acumulación originaria en las formaciones
precapitalistas en Inglaterra del siglo XVI, o cuando Hegel analiza la intemporalidad de la dialéctica del amo y el esclavo. Al menos no la
hay en cuanto no se refuten científicamente, por eso son clásicos.
La teoría de la dependencia es una respuesta teórica elaborada entre los años 50 y 70 por científicos sociales (principalmente brasileños,
argentinos y chilenos) a la situación de estancamiento socioeconómico latinoamericano en el siglo XX.16 La Teoría de la Dependencia
utiliza la dualidad centro-periferia para sostener que la economía mundial posee un diseño desigual y perjudicial para los países
subdesarrollados, a los que se les ha asignado un rol periférico de producción de materias primas con bajo valor agregado. Por
consiguiente las decisiones fundamentales en lo económico se toman en los países centrales, los que tienen los medios de producción
industrial de alto valor agregado. La inspiración teórica de esta teoría económica-social estaba en las tesis marxistas en diálogo con los
postulados de Max Weber. Esta confluencia teórica aporto significativamente a la estructura de esta teoría que recomienda a los países
subdesarrollados limitar y reducir toda interacción con países desarrollados que tienen interés en generar lazos de dependencia, como por
ejemplo el colonialismo, el imperialismo, el endeudamiento o las inversiones con injerencia política, alterando la soberanía de los países
periféricos. El comienzo de estas intentonas se puede situar en 1492.
La cuestión identitaria latinoamericana no es más que la Independencia, y lo fue tanto en las etapas precoloniales, coloniales como
postcoloniales. En esto hay una continuidad, un principio que se reivindica una y otra vez, a la luz de las oscuras consecuencias que tuvo el
saqueo histórico de estos pueblos, aun hoy luchando por su igualdad y libertad. Es decir, no hay otra lucha ni resistencia ni reivindicación
que esta, es igual si se trata de la libertad, independencia, respeto y tolerancia hacia la cultura indígena o si se trata de impedir ante los
países desarrollados la expropiación de los recursos naturales de un país semidesarrollado con restos coloniales en su composición étnica,
social y cultural como Brasil o Argentina.
El caso de Bolivia es paradigmático ya que por primera vez en su historia un país subdesarrollado es soberano para utilizar en beneficio
propio un recurso natural prioritario en su economía como es el Gas, controlando la distribución de remesas por parte de un estado-
gobierno indigenista, gracias a la carismática figura popular de Evo Morales, primer presidente democrático electo, con una ideología anti-
imperialista.
El tema esta en boga por las sucesivas crisis latinoamericanas en su reciente historia como consecuencia de estos lazos aun hoy difíciles de
romper con los países desarrollados que impulsan y coerción han institucionalmente a Latinoamérica con políticas económicas
neoliberales que acrecientan la dependencia no solo económica, sino politica y cultural.
Nuevamente la Teoría de la dependencia explica el porque de estas crisis económicas. En el caso de que exista relación de dependencia
hacia los países ricos, cuanto mas intensa, numerosa, profunda y carnal resulte esta relación (sea de cualquier índole), mas se evidenciaría
que, gracias a un factor interno (la burguesía nacional y elite política pro globalización e integración que desea la penetración externa para
su propia acumulación, en desmedro de una equitativa distribución social de los ingresos como resultado de una producción interna y
sustentable) y por un factor externo (compañías multinacionales, organismos internacionales de crédito, uniones comerciales globales para
el libre comercio, etc., con el objetivo de reportar el máximo beneficio económico a los países desarrollados a cualquier costo social en el
país afectado), se produciría inevitablemente en desmedro de la periferia, el suscitado subdesarrollo por parte de la sumisión a los
dictámenes económico-sociales (y culturales) de las potencias económicas. Lo que es necesario entender aquí es que no hay nada que
agradecer a los estados coloniales por la conquista, no hay modernidad ni gratificación tecnológica que revierta esta tendencia al dominio
de los estados ricos por sobre los pobres, porque esa es la lógica del capital, la única posibilidad para la independencia y libertad, es la
autodeterminación y aprovechamiento sustentable de los propios recursos de cada país latinoamericano, en un aislamiento que tenga
control sobre la mínima interacción necesaria con los países desarrollados.
La solución para evitar esta sujeción y dependencia, nuevamente esta en el énfasis del rol del Estado, quien debe tomar el control total de
las políticas nacionales; entre éstas el control del dinamismo estacionario del capital, promoviendo la creación de empresas nacionales
estratégicas con dirección y capital estatal y por ultimo una regulación bancaria a fin de lograr la independencia financiera y económica
respecto a los países desarrollados y centrales. También el rol de la cultura y de los intelectuales latinoamericanos, es evidenciar y
denunciar los métodos de sujeción al sujeto al estilo Foucaultiano. Sea sujeción material, institucional, diplomática o académica.
Por eso es más necesaria, urgente y divulgada que nunca la escritura de esta historia social desde el foco de los de abajo, de los sometidos
latinoamericanos al desarrollo precapitalista, capitalista y globalizante, desde la época de la conquista hasta la actualidad.
No hay anacronismo entre unos indígenas que hablaban el Náhuatl o el Guaraní y los que componen el gobierno de Morales, ya que la
lucha es la misma, el sustentable uso de los recursos naturales genuinos para beneficio propio y no para el usufructo, saqueo y explotación
desmedida de las grandes empresas multinacionales de los países desarrollados (Repsol, BP, Esso) o antes cuando la lucha se justificaba

15
Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx. Michael Heinrich. Madrid, 2008, 240 págs. p2
16 Revista Latino América, Números 39-41, Universidad Nacional Autónoma de México. Centro de Estudios Latinoamericanos 2004, p83
en la ténebre avaricia inmoral de una monarquía politica sangrienta en complicidad con las oscuras elites dogmáticas de las religiones
europeas.
El colonialismo vino acompañado de mentiras, sometimiento, alineación, avara violencia, asesinatos, masacres, enfermedad, traición,
corrupción, explotación y depredación. Un verdadero Apocalipsis para los pueblos originarios de América, y para los pobres y víctimas
del capital en nuestros días. Que sean Aztecas, el Movimiento Sin Tierra, o las Madres de Plaza de Mayo los que luchen contra el opresor,
da igual ya que designan a un mismo enemigo, ejercicio dicotómico por esencia.
Esta dicotomía no es errónea, sino fundante en el hombre político que desde el SXIX lucha por sus convicciones, en este caso la
independencia y la libertad. Si bien esta teoría amigo-enemigo es surgida en el SXX, Schmitt le da validez retrospectiva, como afirmamos
antes, el concepto sobrevive, lo que cambia es su ubicación y su contexto, "El concepto de Estado presupone el de político." Esta
afirmación sugiere que lo político no presupone necesariamente el concepto de Estado, por lo que ello implicaría que, aunque en algunos
momentos de la historia ha formado parte únicamente del terreno del Estado, puede sobrevivir fuera de él17. El que confirma esta regla de
oro es Carl Schmitt y esta más vigente que nunca, sino… no hay más que leer algún titular periodístico y encontrar en pocos minutos la
frase “eje del mal”. Definir a un enemigo es el primer paso para hacer política, no es maniqueísmo. El criterio amigo-enemigo como
distinción específica del concepto de 'lo político' es crucial en la historia del colonialismo.
Ahora bien, analizar los hechos históricos como luchas independentistas en contra del opresor entonces no es un pensamiento binario, sino
refleja la filosofía política en su base mas férrea, sea practicada por los Incas o por San Martín… el enemigo era uno, el imperio invasor,
en todas sus expresiones.
En las Guerras Indias de EEUU, antes durante y después de la Guerra Civil hubo cientos de miles de indígenas asesinados.18 Estas guerras,
que se extienden desde los tiempos coloniales (1609) hasta el establecimiento definitivo de la frontera de EE.UU. (1890) en general se
resolvieron con la conquista (hoy se podría considerar limpieza étnica con ribetes de genocidio cultural y económico19) de los pueblos
amerindios y su asimilación cultural o su localización forzosa en reservas. “El mejor indio es el que esta muerto” decían los generales y
próceres de la unión (Sheridan, Custer, Crook). La muerte de no combatientes en las masacres fronterizas representaron un claro ejemplo
histórico de limpieza étnica. Aquí tenemos otro claro ejemplo de que España no tiene nada de excepcional respecto a los procesos
históricos de acumulación originaria de capital, EEUU también paso por el mismo proceso, y aunque no hubo despotismo real ni ilustrado,
si hubo un sangriento festín republicano-autoritario que arrasó con toda la resistencia de los pueblos originarios, explotó a los inmigrantes
y utilizó como carne de cañón también a los afro americanos esclavos, liberados y emancipados por medio de la leva obligatoria para
acrecentar el poder de fuego en la Guerra Civil.
Gran parte de los indígenas que vivían en América antes de que llegaran los españoles se han extinguido. En 1581, Felipe II había
afirmado que un tercio de los indígenas de América habían sido aniquilados y los que aun vivían eran muy pocos, y que las madres
mataban a sus hijos para salvarlos del tormento de las minas.20
Lo que sucedió en aquel entonces, como en otros sucesos colonialistas similares es que se rebajo violentamente a la especie humana a la
mínima expresión y las elites gobernantes y aristócratas se apropiaron de las riquezas del país guiados por aquel interés, exactamente al
revés de la virtud democrática que describía Tocqueville en donde la acción “utilitariamente honesta” de los individuos era relativizada
hasta el limite de lo criminal, como se percibe en la historia de EEUU donde políticos terratenientes sostenían su poder mediante artimañas
execrables y violentas, incluido el esclavismo. El colonialismo es la primera etapa en la construcción de las elites explotadoras locales,
esto corresponde a la particularidad del modo de producción capitalista.
Las virtudes eran más bien escasas en los gobernantes y hombres de la aristocracia americana como entre los colonizadores españoles, de
hecho las violentas pugnas de poder militar, político y económico, constituyeron en héroes a auténticos genocidas, como es el caso de
P.Sheridan, G.Custer, Weyler, Cortés, etc. El fin justifica los medios parecería ser la fórmula ética por antonomasia para Tocqueville y
gran parte de la historiografía europeísta sobre esta época de la historia.
La diversidad étnica, cultural y geográfica a los países independientes de Latinoamérica, dota de particularismos a las historias y
características de los países de la región, en sus luchas, próceres y aconteceres, de la misma forma que no hay excepcionalismo español en
las conquistas, hay particularidades según se trate de una colonia u otra. Pero no corresponde aislar los casos que tienen un común
denominador en su motivación, la acumulación violenta de capital y riqueza.
Por tanto considerar que América Latina sigue estando en una época postcolonial, es pasar por alto doscientos años de independencia y
corresponde a un análisis anacrónico. Lo propio hoy es hablar de fases de Dependencia/Independencia, salvo que se tenga añoranza por el
imperio o del dios perdido.
Si Said o Baladier no mencionan a América Latina en su caracterización de postcolonialismo, es porque este concepto no podría aplicarse
en estos casos. ¿Para que cometer un error innecesario? Es simple, depende del foco desde el cual se mire. Un historiador
Latinoamericano, podría argumentar con veracidad que desde 1800 se inaugura la época del Independentismo y no del postcolonialismo,
de igual manera el colonialismo para un europeo podría catalogarse como una época de dependencia para el historiador latinoamericano.
Entender esta subjetividad científica y el rol del investigador en ciencias sociales, es haber leído y comprendido los clásicos conceptos de
neutralidad valorativa y objetividad cognoscitiva de Weber, salvo que se pretenda ignorar tal bagaje teórico y la historia termine siendo la
misma que antes, herramienta útil al servicio del poder hegemónico de turno, que bien paga a sus obsecuentes. 21
Para tomar noción de este hecho es suficiente con analizar los discursos de los intelectuales y de la expresión del pueblo latinoamericano
sobre los múltiples actos con motivo de los bicentenarios en América Latina (a modo de ejemplo los festejos en la semana del
Bicentenario contaron con casi 4 millones de participantes en las calles de Buenos Aires y la adhesión de José Mujica (Uruguay);
Fernando Lugo (Paraguay); José I. "Lula" Da Silva (Brasil); Hugo Chávez (Venezuela); Fernando Piñera (Chile); Rafael Correa
(Ecuador); Evo Morales (Bolivia).22). En dichos discursos existe un unívoco mensaje a favor de una independiente unidad latinoamericana

17
Schmitt, Carl. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 1999, p 49.
18
Thornton, American Indian Holocaust, 48–49.
19 A. Dirk Moses. Empire, colony, genocide: conquest, occupation, and subaltern resistance in world history. Berghahn Books, 2008. p91.
20 Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI. Madrid, 2003.
21 Notas tomadas en clase por el alumno, en la Universidad de Buenos Aires, materia historia del conocimiento sociologico II, Carrera de Sociología, Facultad de ciencias
sociales. Profesora titular: Perla Aronson
22
http://www.perfil.com/contenidos/2010/05/25/noticia_0035.html?commentsPageNumber=2
frente al capital financiero y al neoliberalismo económico político y cultural de los países centrales. Este mensaje es el mismo que se lee
en las librerías de San Pablo o se respira en las aulas de Caracas. No es tan seguro que sea el mismo que se enseña y estudia en Madrid o
Paris donde muchas veces se desconoce profundamente las identidades y particularidades estudiadas. Es en la academia Europea donde se
es mas proclive a enfocar la investigación en temas que sean aprobados por una demanda mercantilizada como nos indica Bourdieu, que
refleja hasta donde el interés sobre lo que se quiere contar en los claustros, esta sutilmente guiado por el mercado, por medio de aplausos y
gratificaciones que tan bien le hacen al ego y al bolsillo del investigador becario devenido en pequeño burgués y a la manutención de las
pautas de dominación hegemónicas, en un perfecto equilibrio Parsoniano al servicio del gobierno del capital.
En este caso, como en otros hace doscientos años, el festejo era por la independencia de la colonia española.
Intereses divergentes también en la academia y en la producción científica, por un lado rescatando de la historia la resistencia e
independencia y por otro la resignación y dependencia. Son lentes por los cuales el investigador ve la realidad histórica, que no es una, ni
simple, sino compleja y opaca, el tema es elegir la forma para abordar los sucesos históricos, como nos dice Weber en la Ciencia como
Vocación, que debe tener neutralidad valorarativa y no ser política 23.
Nuevamente, el historiador latinoamericanista que argumenta y desarrolla la historia social de los oprimidos indígenas en Perú por
ejemplo, esta haciendo ciencia, aunque se mencionen una y mil veces las matanzas cometidas por el colonialismo Español y esto no sea de
agrado en los claustros europeos, ni en los mitines gubernamentales, o incluso sea tildado de proselitismo político, pero es la versión de los
vencidos y en tanto tal, es valida. El tema es distinguir como se caracterizan tales crímenes a la luz del presente. Para ello es necesario
introducirnos en un debate sobre lo que se entiende por memoria histórica y presentismo, que no es precisamente lo que Halbwachs y
Pierre Nora consideran como “memoria colectiva”.
Goldhagen en “Los verdugos voluntarios de Hitler”24 y Hobsbawm en “Sobre la historia”25 ubican correctamente la problemática de la
historia del presente en torno a la cuestión de las generaciones. La diferente distancia temporal de las distintas generaciones que actúan en
un mismo presente histórico condiciona la perspectiva desde la que se intenta resignificar el fenómeno del pasado reciente.
La memoria histórica es una subdisciplina histórica que solo se debe utilizar para cerrar heridas políticas, enjuiciar culpables, ejecutar
reparaciones y superar traumas colectivos, tras ubicar al recuerdo (experiencia vivida) como parte de los intereses en pugna de los
conflictos entre generaciones que actúan contemporáneamente. Si el objeto de la historia del presente es el recuerdo cuyo soporte
biológico lo constituye una de las generaciones que comparten un mismo presente histórico, el lapso temporal retrospectivo abarca
entonces aproximadamente entre 80 y 90 años. Definido como recuerdo, el fenómeno histórico se imbrica directamente en la trama social
y permite reconocerlo como factor de poder en la resignificación del pasado reciente de acuerdo al rol que desempeñe la generación
portadora, y producir un cambio importante en la política y en la perspectiva histórica de los mismos. Nada de esto es necesario hacer con
el colonialismo español en Latinoamérica, por tanto no tiene sentido reivindicar o enjuiciar a los culpables de alguna matanza
indiscriminada de indígenas en el 1500, pero si contar la verdad, los motivos y los detalles de dichas matanzas, como así denunciar los
orígenes de una acumulación originaria que repercute en las desigualdades estructurales actuales de muchos países de la región,
interpretados bajo la teoría de la dependencia, que como dijimos, tiene su origen en el proceso de colonización.
No puede haber una memoria histórica del independentismo-colonialismo latinoamericano, pero si una “memoria del saqueo colonial-
capitalista”, el cual se recuerda y vivencia día a día por las calles empobrecidas de muchos de estos países. Este claramente no es el caso
de un Israelita caminando por Berlín, o un Alemán en París, donde estos países nunca alcanzaron la dominación histórica de las colonias,
ni la dependencia económica y política contemporánea, mas allá de las tragedias ocurridas durante el siglo XX, sino comparemos el PBI
de Alemania y de Chile de los últimos cincuenta años, ambos países con uno de los índices mas altos en ambas regiones.
Se distancia entonces el rol del historiador del que le compete al juez, el objetivo del historiador es explicar un hecho histórico, clarificar
sus causas; el juez, por el contrario, se ocupa de la imputabilidad de las acciones, es decir, sus intereses son distintos aún cuando la historia
y la justicia examinan los mismos problemas de atribución26. Esto pareciera no generar problemas cuando el fenómeno involucrado
pertenece a un pasado desasimilado del presente histórico como es el caso del colonialismo en Filipinas, México, Cuba o Puerto Rico, pero
sí lo es si se trata de un postcolonialismo reciente como el de la India, Sudáfrica o el Congo Belga; aquí sí se justifica la utilización del
concepto memoria histórica del colonialismo, pero para sucesos anteriores no.
Imputar culpabilidad a actores sociales de un pasado remoto implicaría un retorno a un historicismo teleológico con estructura de sentido
moralizante y la metamorfosis instantánea del historiador en filósofo de la historia, que por otro lado es una alternativa válida e interesante
de hacer ciencia social.
El pasado para el Historicismo, no se juzga, se lo conoce, pero esto no se mantiene de forma tan clara cuando el fenómeno del que se debe
dar cuenta pertenece al pasado reciente. Esto no quita que en el análisis histórico del colonialismo se identifiquen victimas y victimarios,
se construya conocimiento y argumentos sobre el proceso de acumulación de capital que se origina en aquella época y que sigue vigente
hasta nuestros días.
Lo que no se puede es juzgar, pero si se masacró, y las víctimas de la masacre son reivindicadas en cuanto tales en estudios históricos
presentes, es un intento válido científicamente, y si dan lugar a expresiones populares de gobierno o a nuevos movimientos sociales
reivindicativos de culturas indigenistas, es también políticamente correcto e incuestionable que así acontezca, ya que es lo único que es
posible hacer, contar la otra versión de lo sucedido, desde abajo, desde el lugar de las víctimas. ¿Hay alguna duda de que los indígenas lo
fueron y merecen contar lo acontecido a sus antepasados?
El historiador como observador analítico debe dar cuenta a la manera kantiana, de la práctica historiográfica del pasado reciente,
ejerciendo la neutralidad valorativa weberiana que está a la base de la intencionalidad de la ciencia histórica y que debiera servir como
plataforma crítica para la puesta en escena de los intereses y valores que operan como marcos de sentido de la generación a la que
pertenece el historiador y que funciona como autoentendimiento ético-político desde donde se reconstruye el fenómeno y no como
garantía incuestionada de una presunta reconstrucción objetiva27.

23 Max Weber “La ciencia como vocación”, en El político y el científico, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008, p5
,
24
D. Goldhagen, Los Verdugos Voluntarios de Hitler. Los Alemanes Corrientes y el Holocausto, Madrid, Taurus, 1998, p. 209
25
E. Hobsbawm, Sobre la historia, Crítica, Barcelona, 1998, p. 235.
26 BLOCH, Marc, Apología para la Historia o el oficio del historiador, Fondo de Cultura Económica, p139, Mexico 2001
27
María Inés Mudrovcic, Algunas consideraciones epistemológicas para una "Historia del Presente", revista Hispania Nova, nro 1 (1998-2000).
Universidad Nacional del Comahue. Arg.
El historiador profesional no es el único que se interesa por el pasado, es el único, sin embargo, que se interesa por el pasado en sí mismo,
independientemente de la relación que éste tenga con el mundo presente. La "actitud histórica" se diferenciaría, entonces, de la "actitud
práctica" (la actitud más común utilizada en sociología histórica) en la que interpretamos sucesos pasados en relación a nosotros mismos y
a nuestras actividades corrientes. Cuando el pasado se reconstruye prácticamente, busca desde el presente, los orígenes de lo que
percibimos a nuestro alrededor y efectúa juicios morales acerca de conductas pasadas.28 Esto es válido aunque como dijimos, roza la
interdisciplinariedad con la Sociología como bien recomienda M. Bloch, y claramente sigue siendo ciencia, salvo que nos olvidemos de
esta disciplina en nuestras afirmaciones y preconcepciones estancas.
Lo que subyace bajo los argumentos como los de Oakeshott29, que caracteriza el pasado histórico, como "desasimilado de nosotros, un
pasado en sí mismo", es que este tipo de argumentos corresponden a una concepción de la historia como actividad esencialmente
cognitiva que busca a través de la prueba, fuente o testimonio una representación objetiva y, por lo tanto, desinteresada del pasado.
Dejemos esto para los nostálgicos que difícilmente hayan podido leer alguna historia “social” de los vencidos.
La separación entre pasado y presente se transforma en condición necesaria para la constitución de un objeto histórico no contaminado de
"intereses prácticos". Esta exclusión de la dimensión normativa de la función representativa de la historia es consecuencia de la supuesta
brecha entre "proposiciones de hecho" y "proposiciones de valor". Se puede comprender aquí el "postulado de la neutralidad ética o
valorativa" de Weber: el hombre de ciencia, en cuanto tal, no debe pronunciar juicio de valor alguno relacionado con su objeto de
investigación y restringirse, sólo, a juicios de hecho. La solución del problema fue dirigido, en términos generales, a la necesidad de
eliminar aquellos factores, ya fuesen llamados ideológicos, normativos o valorativos, que se consideraban perturbadores de la adquisición
de un conocimiento verdadero, aunque hay algunos impedimentos que son insalvables, que el investigador social no pueda desprenderse
de su bagaje cultural (incluyendo ideología) y la utilice al seleccionar aquellos fragmentos de la realidad que le interesan y sobre los cuales
pretende llegar a una explicación comprensiva de las relaciones causales entre sucesos históricos afines, impregnando su trabajo científico
de su propia subjetividad e ideología.
Es lógico y valido entonces que un Historiador latinoamericano tenga una bagaje cultural mas cercano al indigenismo e impregne su
trabajo científico de ideología afín a esta corriente, y esto es mas común que si lo realiza un Historiador Alemán signado por el
Europeismo capitalista e imperial que con suerte conoció algún indígena gracias a alguna beca de movilidad, aunque claro…ambos pueden
hacer ciencia. El riesgo es que si el Alemán hace ciencia sobre Latinoamérica y el Latinoamericano sobre Alemania, porque entonces
deberán ser capaces de atenuar sus ideologías en el estudio de un campo que no le es “natural”, en pos de evitar caer en el ridículo
académico y científico. Esto requiere un esfuerzo y maleabilidad intelectual extra, que no se les puede exigir a todos.
Encontrar las causas de un hecho histórico que el presente al que pertenece el historiador ha denominado "crimen contra la humanidad" se
transforma en atribución de culpa. Es ingenuo pretender neutralidad valorativa, ética o moral frente a un fenómeno que ha recibido tal
caracterización jurídica. Sostener que encontrar las causas de un crimen no es encontrar a los culpables, es mantener una esquizofrenia
semántica al sólo fin de salvaguardar la dicotomía teórica entre sujeto y objeto, que en dicho contexto es invalida. Es aquí, en la memoria
histórica donde no se puede ser neutral valorativamente.30
La pregunta que surge entonces es: ¿En el estudio Historiográfico tradicional, cual es el limite tolerable de ideología a impregnar en la
producción científica? Para lo cual se deben responder otras preguntas: ¿El Historiador que escribe, lo debe hacer desde el pasado o desde
el presente? Si se omite la caracterización criminal sobre ciertos hechos aberrantes del pasado remoto en pos de forzar la objetividad
histórica y no cometer anacronismos, no se esta acaso negando el hecho fáctico de que la subjetividad del historiador se sitúa en ciento
distanciamiento respecto al hecho, y esa distancia tiene por extremo el presente y desde este deben relatarse los hechos como aberrantes si
para ese presente lo son? ¿O el historiador vive en el pasado y relativiza todo según antiguas categorías?
Las creencias constituyen en términos de Ricoeur, proposiciones de sentido con pretensiones de verdad transmitidas por las tradiciones,
"modos de "tener-por-verdadero". El conjunto de dichas creencias determina nuestra situación hermenéutica en la comprensión de
cualquier fenómeno histórico y es lo que Gadamer ha denominado "los efectos de la historia de la eficiencia". Constituyen los
preconceptos desde donde se articula el horizonte histórico al que pertenecen tanto el historiador como sus contemporáneos. Estos
"prejuicios", como los denomina Gadamer, se esclarecen en la situación dialógica con el pasado en la que el historiador aborda a otros
grupos sociales, a la “otredad” con sus creencias propias. 31
Sin embargo pretender que la actitud crítica se deriva sin más de la posición aséptica de un "observador analítico" es negar la instancia
ético-política desde la cual un historiador reconstruye un fenómeno que constituye el recuerdo de alguna de las generaciones a él
contemporánea. Es necesario reconocer que somos seres históricamente situados y que ésta constituye nuestra ineludible situación finita
desde la que interpretamos y reinterpretamos el pasado, es nuestro bagaje cultural del cual no podemos desprendernos como tampoco
tildar como bagaje de “prejuicios”.
Como dice Goldhagen, las creencias transmitidas por la tradición proporcionan bases normativas para "los marcos cognitivos que rigen las
acciones" pero deben ser incorporadas como base cognitiva de las interpretaciones del pasado que efectúa el historiador del presente.
En el acto de reflexión, comprensión e interpretación del hecho histórico, el historiador no puede escaparse ni de la denuncia moral, ni de
su subjetividad, ni de su bagaje cultural, no puede alejarse de su lente mediante el cual ve la realidad, ni apartarse de su presente, pretender
lo contrario es falsear a la esencia de las ciencias sociales y caer en lo puramente ideológico, ya que en ciencias sociales hay ideología
según los postulados weberianos, pero no es todo ideología. La clave es no afirmar: El español fue malo y el indio fue bueno, sino que el
Español colonialista fue opresor, sometió violentamente, incluso mediante matanzas indiscriminadas de indígenas, exterminando a pueblos
enteros, aniquilándolos en un proceso de acumulación originaria de capital a la luz de un marco teórico marxista. La clave es no caer en
propaganda, pero ser fiel a los múltiples relatos históricos que conforman la diversidad de la historia. Tampoco debe confundirse ideología
con recursos irónicos, sino podríamos considerar a Marx como un ideólogo y no como uno de los máximos exponentes de la filosofía
científica al acusarlo por sus múltiples ironías a lo largo de su obra.
Un historiador que realice una investigación sobre Cortés, no puede considerarlo hoy como un adelantado, libertador, civilizador, es un
equivoco hacerlo así desde el presente, aunque valido en la historiografía del S.XVIII. Un historiador que lo considere hoy como
Adelantado, sería capaz de poder escribir una biografía herética de Galileo.

28
María Inés Mudrovcic, "La función social del conocimiento histórico", VI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Sta. Rosa, La Pampa,
septiembre de 1997. Arg.
29
Oakeshott, "The activity of being an Historian" en Rationalism in Politics and other essays, Methuen and Ltd., London, 1962, p. 155.
30
Ver Inés Mudrovcic. “la funcion…”
31
María Inés Mudrovcic. Historia, narración y memoria: los debates actuales en filosofía de la historia. Ediciones AKAL, 2005. p130
Lo mismo es atribuible a los hechos atroces del pasado cometidos por las victimas de la conquista, en la medida que se pueden encontrar
las causas de por qué los Mayas sacrificaban a sus propios miembros, pero para que los enunciados que se incorporen a la explicación
histórica se transformen en imputaciones de culpa debería rotularse como crimen por sus contemporáneos, y dentro de su propia cultura.
Esto claramente no fue así, fue ritual.
Los mayas no fueron culpables de antropofagia ni de crímenes por sacrificios humanos, aunque desde el presente esto sería un crimen.
Solo puede sostenerse que los Mayas sacrificaban y se comían a sus semejantes, pero el asesinato de hombres con fines religiosos no
estaba penado por las leyes tribales, tampoco lo estaba en la legislación vigente en Europa de la Inquisición o de la matanza de “indios
salvajes” en la época de la conquista. Los autores que condenan en absoluto la conquista de España (actualmente muy pocos) consideran al
indio americano, sin excepción, como víctima inocente de la crueldad del invasor. Por el contrario, los que sólo ven en la gran epopeya
hispana la empresa más grandiosa de todos los tiempos, inculpan a los salvajes americanos de poseer las más depravadas cualidades de
canibalismo y barbarie.32
Por tanto ambos hechos son inimputables en el pasado, y no reportan culpabilidad en el presente, aunque si sucedieran en la historia
reciente si podría hablarse de crímenes sujetos a castigo y/o reparación. Pueden considerarse hechos sin culpabilidad en el presente, pero
esto no quita que tanto victimas como victimarios hayan asesinado o ejecutado a sus enemigos de forma diferencial, unos hayan sido los
opresores que vencieron, robaron, explotaron y masacraron en matanzas crueles a miles de pueblos conquistados, y otros hayan sido los
que masivamente perdieron sus recursos y vidas en una resistencia desigual, resignándose a la inhumana sumisión.
A la luz del presente, ambos cometieron atrocidades, pero de diferentes magnitudes, motivos y consecuencias en la actualidad.
Inversamente, se pueden encontrar las causas de un hecho remoto conceptuado como crimen por sus contemporáneos pero que no lo es
más dentro de nuestro marco jurídico, pensando en Galileo y su acusación por la Inquisición, vemos que en este caso se pierde la
imputación de culpa que hubiese tenido en su contexto histórico, Galileo no cometió un crimen visto desde el presente y fue un científico.
Sin embargo, la pretendida neutralidad valorativa de la causa por sobre la culpa se desdibuja cuando pesa sobre el fenómeno analizado del
pasado reciente, la categoría jurídica de crimen.
¿En que se basa esta categoría jurídica que antes no existía? Foucault recuerda que los derechos humanos no nacieron de una teoría
filosófica de la naturaleza humana, no se dictaron derivándolos de un fundamento antropológico universal que indicaría el sendero de la
conducta moral y de sus posibles distorsiones.33
Todo lo contrario; los derechos humanos nacen como un principio crítico frente a lo que en esa época singular se revelaba como
intolerable: el despotismo y sus aliados. Se trata de una emergencia histórica, un acontecimiento que brotó como respuesta crítica ante una
experiencia, históricamente situada, de lo intolerable.
Los derechos del hombre no pueden comprenderse como la consecuencia moral de una naturaleza común a todos los seres humanos;
hablan de un derecho a gobernar autónomamente la propia vida, un derecho a construir la propia diferencia.
Los derechos humanos proclamados en el SXX no pretenden respeto de uniformidad sino lucha por la expresión y actividad de la
diferencia. Por eso es políticamente aceptable y legítimo que Evo Morales pretenda la autonomía, la restitución de la simbología ancestral
indígena, o nacionalice los recursos nacionales en desmedro de las empresas multinacionales europeas.
Según Galeano desde la conquista por los Españoles y Portugueses, América Latina ha sufrido un sinnúmero de calamidades, empezando
por el saqueo realizado por ésas culturas que dejaron a los pueblos sin cultura, importaron epidemias, los despojaron de la mayoría de sus
tierras y riquezas que extraían de sus suelos, arrasaron con la plata y el oro, posteriormente con productos vegetales como el caucho y por
último, con los hidrocarburos y demás productos de extracción mineral como el hierro. Galeano asimismo diferencia la conquista de la
colonización, para entender el porqué del desarrollo disímil entre EEUU y el resto de América hacia abajo, lastimosamente América
Latina fué invadida por esos dos imperios, que no traían otra intención diferente a la de robar y enriquecerse, en cambio en Norteamérica,
con la llegada de sus primeros habitantes del viejo continente como los irlandeses e ingleses, se colonizó en lugar de conquistar, siendo
enormemente diferente los dos conceptos, pues mientras el uno enseña y aporta (colonizar, quizás lo mas parecido a lo sucedido en
Filipinas), el otro destruye y somete (conquistar, que fue lo realizado en el cono sur y Centroamérica).34
Es correcto que exista y se difunda una historiografía latinoamericana e indigenista como la de Eduardo Galeano, o que existan
movimientos de defensa de los derechos humanos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, expresión de la praxis de la memoria
histórica.
Es por eso que el holocausto es un crimen de lesa-humanidad, y en consecuencia hubo un Nüremberg, como también lo fue la dictadura de
Franco, que aun espera la investigación, juicio y castigo a los culpables, como lo requiere cualquier genocidio del tiempo presente.
Respecto a las matanzas coloniales, podemos argumentar que un historiador en el tiempo presente, no puede decir menos que los
Españoles cometieron las mismas con el objetivo de la acumulación de riquezas y capital, sometiendo a los pueblos originarios a penurias
infrahumanas. Quizás la conquista y el colonialismo español al no corresponder su estudio como memoria histórica, y no poder repararse
jurídicamente, exceda también a esta caracterización criminal, pero si en lugar de analizar los hechos desde la memoria histórica donde lo
criminal sí tiene lugar, lo hacemos desde la Historia del tiempo remoto, aunque situados en el presente del historiador, Cortés por ejemplo
comando y ejecuto el exterminio de millares de indígenas, y aunque por un lado no se pueda culparlo penalmente ni exigirle reparaciones
morales o que devuelva las riquezas a sus poseedores originarios, se lo enjuicie y encierre por los asesinatos cometidos, por otro lado sí se
puede argumentar que expropió, robo y cometió atrocidades. Esto fue lo acontecido y fue un atributo común a todo el imperialismo
colonial europeo.
De igual forma que Galileo es inimputable hoy, Cortés también lo es, pero también es valido afirmar que Galileo fue científico, y Cortés
fue un sanguinario conquistador y exterminador de pueblos originarios.
Los orígenes de la primitiva acumulación se han explicado como una anécdota del pasado, pero la historia del pasado económico revela en
cierta forma por qué hoy hay países pobres y ricos, llegando a evolucionar en países subdesarrollados y en superpotencias imperialistas.
Dinero, mercancía, medios de producción y artículos de consumo no son en si capital: Necesitan convertirse en él. Por eso se enfrentan a
grandes rasgos, dos clases sociales: –Poseedores de mercancías (los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo);
y –campesinos, indígenas, esclavos, obreros, vendedores de su propia fuerza de trabajo y sus productos.

32 Felipe González Ruiz, La antropofagia en los indios del Continente americano. Revista de las Españas Madrid, noviembre-diciembre de 1932,añoVII, número 75-76,
páginas 545-548.
33
Foucault: La historia como crítica de la razón”, Francisco Vázquez García
34 Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI. Madrid, 2003.
Los hechos que señalan el nacimiento de la era capitalista son el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América. La cruzada
de exterminio, esclavización y sepultamiento de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales y
la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, entre otros hechos perpetrados por los imperios.
El botín conquistado fuera de Europa mediante el saqueo indiscriminado, la esclavización y la matanza, refluía a la metrópoli para
convertirse en capital. Para consumar el proceso de divorcio entre los expropiados y las condiciones de trabajo, para transformar los
medios sociales de producción y de vida en capital y la masa del pueblo en obreros-asalariados-pobres, se crea el discurso histórico y
sociológico oficial tan propio de la historiografía europea del siglo XIX, que repercutió en la conformación de los estados
latinoamericanos, salvo contados casos (Marx, Weber, Hobsbawm entre otros exponentes). Tras ellos viene la guerra comercial de las
naciones europeas y el postcolonialismo. Caracterizar de postcolonialismo a las resistencias y victorias de los pueblos sojuzgados y
silenciados por el imperialismo en América Latina o en Filipinas, no representa la visión de los historiadores de estas regiones que tienen
otro foco, otra versión sobre los hechos, otro bagaje cultural.
La historia desde abajo, desde la visión de los oprimidos es hacer Historia Social; bajo esta disciplina, los mismos hechos no son propios
de un análisis poscolonialista, sino independentista y emancipador si leemos algo de historia latinoamericana hecha por latinoamericanos.
En la sociedad basada en la producción, el intercambio de mercancías, la conquista, la acumulación, la apropiación violenta por medio de
la invasión, del colonialismo y sus expresiones más o menos imperiales tiene lugar a espalda de los mismos protagonistas. Unos sin
conocer la avaricia, la mentira y la crueldad del mundo europeo, otros ciegos por este producto involuntario de su propia alienante y
sangrienta práctica, una inversión, una objetividad espectral, que invisibiliza bajo la apariencia de naturalidad, la subordinación de los
seres humanos al poder cósico del imperio devenido en mercado, y su sujeción al movimiento infinito de valorización del capital, proceso
que requiere del disciplinamiento de los útiles de turno, carne de cañón, generales, monarcas, intelectuales, historiadores en su afán de
justificar lo injustificable. Es posible sustraerse al fetichismo y poner bajo el control humano ese poder autónomo del mundo cósico. No es
seguro que eso suceda de un momento para otro, o que este modo de producción llegue a su contradicción en poco tiempo mas, pero de su
posibilidad y de la resistencia material e intelectual a tanto anclaje deshumanizante e irracional, depende que el potencial devastador del
capital sea detenido y que los productos de la actividad humana sean puestos al servicio de la vida como así, la interpretación
fenomenológica de los hechos históricos a la luz de la dignidad humana, sea el siglo que sea, señalando una y otra vez a los mentores de
tanta sangrienta barbarie, si se desea que la historia ayude a la liberación de los oprimidos.
En el caso de Filipinas, el colonialismo Español o su posterior versión mejorada por parte de Estados Unidos pueden ser los verdugos de
turno, lo relevante es que la memoria del tiempo presente inaugura un tribunal histórico que sigue trabajando en nuevos y numerosos casos
de imperialismo deshumanizante y explotador. Esta novedad nos permite poder ajustar cada vez más los relatos e interpretaciones
históricas, a las categorías de análisis basadas en principios como los derechos humanos, con su cuota de justicia asociada, sea para reparar
los intolerables excesos cometidos a un pueblo indígena como a un colectivo de estudiantes universitarios iraníes.

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