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ESTEBAN POLIDURA

EL TÍO PÍO

LA MANJÚA

LIBROS DE SABLE, 2
Esteban Polidura
Libros de Sable, 2
Verano de 2010

Director de la colección: Mario Corral García.

Diseño y maquetación: Daniel Pérez Torralbo.

© Para la presente edición: Consejería de Medio Ambiente


del Gobierno de Cantabria.

D. L.: SA 229 - 2010


ESTEBAN POLIDURA

LIBROS DE SABLE, 2
Verano de 2010
ÍNDICE

Presentación p. 7
Introducción 9
El Tío Pío 11
La Manjúa 21
Glosario de santanderismos 35
PRESENTACIÓN

La colección Libros de Sable centra su interés en la narrativa


breve que atiende a la realidad medioambiental cántabra, sean
sus autores cántabros o no, pretéritos o actuales. Con esta
iniciativa la Consejería de Medio Ambiente de Cantabria
pretende difundir textos que pongan de manifiesto el nexo
entre el mundo ideacional, de las ideas, y el mundo físico,
demostrando que uno y otro forman parte de una misma
realidad que todos compartimos y que a todos corresponde
conservar y, en la medida de lo posible, mejorar.

La colección es de naturaleza digital, de ahí su nombre:


por sable, en Cantabria, se entiende “arena de playa” y, por
extensión, “arenal”. Los libros del arenal, así pues, son también
libros de arena, libros de bits, libros compuestos por nódulos
de información que, sin perder un ápice de su identidad, se
relacionan entre sí formando un arenal tan extenso, una red de
información tan vasta, como desee el lector.

Es nuestro deseo que esta colección ayude a dar continuidad


a una forma de relacionarse con el entorno basada en el
respeto, tal y como hemos heredado de nuestros antepasados
y es nuestra obligación dar en herencia a las generaciones del
futuro. Es un deseo que, estoy seguro, compartimos todos los
ciudadanos cántabros.

Francisco L. Martín Gallego


Consejero de Medio Ambiente
Gobierno de Cantabria

7
INTRODUCCIÓN

Esteban Polidura y Gómez murió en 1932 en la misma ciudad


que lo vio nacer, Santander, en 1854. Callealtero, dedicó su
vida laboral no a la pesca, principal ocupación familiar, sino
al comercio de harinas, lo que le permitió conservar el cordón
umbilical que lo unía a las gentes del Cantábrico. Participó
de forma activa en la revolución de 1868, conocida como La
Gloriosa, y en la instauración de la Constitución de 1869
a que aquella condujo, de la que la Constitución actual es
heredera. Esteban Polidura escribe desde la dignidad del
callealtero, que es la dignidad de la base social de Santander,
de los más, que, bajo la amenaza constante del hambre, vivían
entonces una existencia agónica, al filo. Desde el aquí y
ahora que le tocó vivir, Esteban Polidura construye una obra
atemporal que trasciende las coordenadas espaciales de su
calle.

Los textos aquí recogidos son “El Tío Pío”, publicado en


el número veinte de la revista La Montaña (1917), y “La
Manjúa”, publicado en las páginas del diario El Cantábrico
los días veintiséis y veintisiete de marzo de 1896. Se
han conservado las cursivas de los textos originales. Los
santanderismos que se desgranan a lo largo del texto se
explican en nota al pie, además de quedar reunidos en el
glosario final, donde se pueden consultar en bloque.

Mario Corral García


Director de la colección

9
EL TÍO PÍO

Aún quedan restos, muy pocos, de aquella raza


callealtera1 que tan maravillosamente nos dibujó nuestro
eximio Pereda en sus magistrales obras2. Nuestro gran
novelista se concretó a dibujar aquellos tipos pescadores,
y aunque nos habló de la psicología de aquellas gentes,
no quiso ahondar con su maravillosa pluma en el estudio
de aquella calle que él casi inmortalizó y que también fue
cuna donde se mecieron hombres que honraron a nuestro
querido Santander.

Ya, de unas y otras gentes no queda en aquella calle


nada en absoluto. Únicamente se ven deambular por los
muelles, como palominos atolondrados, como si fueran
extranjeros en su propia tierra, a ocho o diez hombres ya
1.- Callealtero o callaltero, vecino de la Calle Alta de Santander.
2.- Pereda publicó numerosos cuadros costumbristas y una novela, Sotileza,
dedicados a las gentes del mar de Santander.

11
caducos, valetudinarios, que yo conozco muy bien y con
quienes hablo algunas veces, recordando aquellos tiempos
que pasaron para nunca más volver.

Entre esos restos de que hablo hay un tipo muy interesante,


cuya figura es el fiel reflejo de nuestros antiguos lobos de
mar. Su cabeza pudiera servir de estudio a un artista y su
noble faz, encuadrada en una sotabarba de pasada moda,
nos denuncia un alma ingenua, sin malicias, ni picardías.
Es el hombre tan bueno, que ya es ochentón, no tiene
enemigos. Jamás se le vio disputar con nadie.

No obstante ser muy pobre, es propietario, si propietario


se puede llamar a quien está en posesión de un bote, que
con todos sus aparejos no vale más de cincuenta pesetas,
fruto de una labor llena de peligros durante un periodo de
cerca de setenta años.

Es el tío Pío3, a quien todos queremos por bueno y por


noble, quien en su juventud contribuyó con cuatro años
de servicios a la patria en las goletas Guadiana y Consuelo,
en donde se hizo querer por sus jefes como uno de los
soldados más disciplinados y distinguidos.

Puede asegurarse que el tío Pío es el último pescador


callealtero que nos queda con todas las virtudes de

3.- Adjetivo empleado habitualmente en Cantabria como fórmula de respeto.

12
aquellos antiguos marineros, que ni un solo día dejaron
de pisar la embarcación y con ayuda arrancaron del mar
algo que les valiera unos céntimos con que atender a sus
necesidades. Por eso se ve hoy al tío Pío, lo mismo durante
los días de bonanza como en aquellos en que parece que
se desencadenan todos los elementos, embarcado en su
frágil embarcación, pescando o dispuesto a pescar la gibia4
o el gibión5, el muble6 o la lobina7; el jargo8 o la dorada o
cualquiera de esos peces que llamamos de barquía9 y que
tanto saboreamos en nuestras respectivas mesas. Nadie
como él puede proporcionarnos una buena partida de
sabrosos chaparrudos10.

Con este hombre tan sencillo, a quien todos los


santanderinos debiéramos mirar como a una sagrada
reliquia, departí hace unos días y, como siempre, quedé
encantado de su ingenuidad y sencillez.

4.- Gibia / Jibia (Del lat. sepia vía mozárabe xibia): Santanderismo. Sepia
(Sepia officinalis).
5.- Gibión / Jibión (Del lat. sepia vía mozárabe xibia): Santanderismo. Cala
mar (Loligo vulgaris).
6.- Mule / Muble / Mugle (Del lat. mugil, -ilis): Santanderismo. Mújol.
7.- Lobina / Llubina (Del lat. lupus, lobo): Santanderismo. Lubina o róbalo
(Dicentrarchus labrax).
8.- Jargo / -u (Del lat. sargus, con aspiración patrimonial de /s-/ inicial de
origen latino): Santanderismo. Sargo (Diplodus sargo).
9.- Barquía (Del lat. barca): Santanderismo. Embarcación con un máximo
de cuatro remos por banda, parecida a un bote, pero, a diferencia de éste,
sin corte en popa. Pesquería centrada en la bahía de Santander.
10.- Chaparrudo / -u (Quizá del vasco txaparro, mata baja de encina): Santan
derismo. Pez de bahía (Ctenolabrus rupestris y Gobius niger).

13
- Sí, señor -me decía el tío Pío-. Está perdida la badía11.
Ya no hay en ella ni sulas12. En este puerto entraban
antes mules, llubinas, bogas y doradas como arena. Toda
clase de peces, señor, toda clase de peces. Ahora hay
semana que no pesco ni un cachón13. Todos los días voy
a la mar y ¡aguas!
- ¿Y en qué consiste eso? -le dije.
- ¿En qué ha de consistir? ¿No ve Vd. cómo está la badía?
Parece un mar de sangre14. Cuando yo era muchacho
parecía de nácara15. Dende que quitaron los Cabildos de
mareantes acabaron con todos los probes pescadores.
- ¿Y cree Vd., tío Pío, que la causa de que haya desaparecido
la pesca es el agua, que sin sedimentar, vierten los
lavaderos de las minas en la bahía?
- ¡Ya lo creo que sí! Eso, los vapores y las redes de
arrastre.
- ¿Por qué los vapores?
- Verá usted; cuando yo era chequillo no había vapores.
Los buques todos eran de vela. Me parece estar viendo
11.- Badía (Quizá del francés baie, bahía): Santanderismo. Bahía.
12.- Sula (De origen desconocido): Santanderismo. Pejerrey (Atherina
presbiter).
13.- Cachón (Quizá del latín caccabus, olla): Santanderismo. Sepia (Sepia
officinalis).
14.- La bahía teñida de rojo se explica en el contexto de la actividad minera
que comenzó a mitad del siglo XIX y decayó con la Iª Guerra Mundial,
en 1914, hasta prácticamente extinguirse con la Guerra Civil Española.
Véase CUETO ALONSO, Gerardo J.: La minería del hierro en la bahía
de Santander. Consejería de Medio Ambiente, Santander, 2006.
15.- Nácara (Del catalán nacra, y éste del hispano árabe náqra, tamboril):
Santanderismo. Nácar.

14
las fregatas Doña Sol, Susana, Pepita-Vicenta, Castilla,
Doña Flora, Hermosa-Trasmiera, Petronila, y otras
muchas que ahora no me alcuerdo. A los dos años de
entrar en la badía los vapores empezaron a faltar aquellos
grandes majales de pescao que en determinados meses
del año entraban siempre en el puerto y pocos años
después teníamos que salir a pescar por la costa, porque
en la badía ya no entraban. Hoy ya ni por la costa se
ve un pez, y todo eso sucede porque los vapores, con
sus hélices, asustan a los peces y éstos huyen a otros
mares y a otras costas. También consiste en que todo
el suelo de la badía y el suelo de los placeres de la costa
están completamente cubiertos con la tonga de mineral
que todos los días vierten los lavaderos de las minas,
matando así toda la freza y haciendo desaparecer los
pastos. Además, por las mallas de las redes de ahora, no
pueden pasar ni anfileres. En mi tiempo, las mallas de
aquellas redes sólo permitían pescar peces que el menor
pesaba una libra. Dentro de pocos años no habrá ni una
merluza.
- Tiene usted razón, tío Pío. Esa sedimentación mineral y
las redes de arrastre son la verdadera causa de que nuestra
bahía, en otro tiempo tan rica, esté hoy empobrecida de
pesca. Leyes y Reales Órdenes muy sabias que castigan
esas extralimitaciones tenemos en abundancia. Lo que
no tenemos son autoridades enérgicas que las apliquen
y que castiguen con mano fuerte esas atrocidades.

15
- Si eso hubiera sucedido en tiempos del comendante
de marina señor Padin yo creo que hubiera afusilado a
alguno.
- Fusilado, no, pero seguramente no habría tolerado esos
abusos. Y respecto a los vapores, amigo Pío, no hay más
remedio que marchar con el progreso de los tiempos.
Hoy depende la vida nacional de la navegación a vapor.
Ya sé yo que antiguamente no se permitía balear16
con las redes ni dar golpes con los remos en el mar.
Conozco bien aquellas disposiciones de 1788 y 1814,
que prohíben “que se balee ni en modo alguno se golpee
el mar”, y cuyo párrafo final termina así: “Quiere el
Rey que desde luego circule Usía esta orden a todos
los Ministros y subdelegados de las provincias de ese
Departamento, con prevención de que se llevará a
debido efecto con todo rigor, y que avisen si alguno
se opone o contraviene a ella para tomar la más seria
providencia, sin que en esta materia oigan Usía y los
Ministros más recurso ni quejas, pues bien instruido de
todo Su Majestad ha tomado esta resolución, que es
la más conveniente a la matrícula y al bien del Estado,
no permitiendo Su Majestad que, con pretexto de
acopios o de provisión de pescados para la Real mesa, se
infrinjan las sabias disposiciones dictadas con la mayor
meditación. (…) Notifíquese esta providencia y Real
Orden de que se trata a don Juan Antonio Calderón,
16.- Balear (Quizá de balayum, retama, forma céltica reconstruida por los
lingüistas): Santanderismo. Tantear con las redes los lugares de pesca.

16
alcalde del Noble gremio de mareantes de la Calle Alta
en este puerto”.
- Eso, eso sí señor, eso. Y eso debieran ponerlo en los
boletines.
- ¿Y qué adelantaríamos con que se pusiera, amigo Pío?
- Pues vale más que pongan eso que no las raquerías17
que hicieron Cafetera, Pipa y Muergo18. ¡Claro, no tenían
quien sacara la cara por ellos! ¿Por qué no pusieron que
en la Callalta habían nacido también otros que han
sido médicos, pilotos, curas, arquitetos, industriales,
comerciantes y hasta marqueses; sí señor, marqueses,
todos hijos de pobres pescadores? ¡Como esos sabían
de letra…!
- No, Pío, no. Esos señores no eran tipos que se prestaban
a la caricatura.
- Está eso güeno. ¿Y la probituz, si?
- Dejemos eso y cambiemos de conversación, tío Pío19.
Dígame. ¿Quedan muchos callealteros?
- Ya no hay más embarcaciones que la de Joseucas y la
mía.
- No pregunto por eso. Pregunto por las gentes.
17.- Raquería (Del alemán wrack, barco naufragado, restos de un naufragio):
Santanderismo. Acción propia del raquero / -u, muchacho que se dedica
al merodeo en los muelles.
18.- Muergo / -u (Del lat. organum, órgano): Santanderismo. Navaja, molus-
co (Ensis siliqua).
19.- Referencia directa a Pereda, escritor costumbrista de extracción burguesa
y ultra conservador, y en particular a su novela Sotileza (1885), donde se
acuña un arquetipo injurioso de los vecinos callealteros contemporáneos
del Tío Pío y Esteban Polidura.

17
- Ah, sí; semos diez o doce. Ya verá: Joseucas, el Pelín y
Goriuco, tres; tres, Canaca y Delia, que ya están arrumbaos,
cinco; cinco, y el Tito, seis; seis, y Cría, siete; siete, y
Oleas, ocho; ocho, y Matagatos, nueve; nueve, y Celipón,
que está también desarbolao, diez; y un servidor, once.
No me alcuerdo de más ahora.
- Y yo, que también soy callealtero, doce. Y otros que
me callo y que al parecer les da vergüenza decir que
nacieron en la Calle Alta.
- Porque son unos vainas.
- No, hombre, no. Son convencionalismos sociales.
- Yo no sé lo que es eso. Lo que sé es que son…
- Bueno, tío Pío, bueno. Cálmese, no se indigne que ya
trataremos de eso otro día. Hoy sólo he de significarle
que esos restos que quedan de aquella raza callealtera,
fuertes algunos y valetudinarios otros, y que Vd. me
ha citado tan pintorescamente, tienen, en mi opinión,
un perfectísimo derecho a que por la Junta de Obras
del Puerto se les guarde la debida consideración,
reservándoles esos puestos sedentarios que hay en
el dique y en los muelles y que indebidamente, por
influencias extrañas, ocupan gentes que precisamente
para eso han traído de Ataquines, de Prádanos de Ojeda
o de Grijota20.
- Choque esos cinco. Así hablan los de mi calle -dijo el
tío Pío. Tendí el brazo y en mi mano sentí la durísima

20.- Localidades castellanas

18
presión de la suya, muy honrada y muy callosa, que más
que mano parecía un férreo tenazón.
- Hasta otro día, tío Pío. Ya hablaremos.
- Vaiga con Dios.
Y cuando antes de soltar la mano le insinué que aquel
callealtero que hace poco más de un siglo fue Maestro de
Capilla de la Catedral de Burgos, y que llevaba su mismo
apellido, era tío suyo, noté que se impresionaba algún
tanto y me pareció ver brotar de sus ojos dos lágrimas
que estuvieron a punto de rodar por las tostadas mejillas
de aquella noble faz encuadrada en una sotabarba pasada
de moda.

19
LA MANJÚA

Así como hay muchos individuos que por su ex-


trema afición a la caza son capaces de andar dos o más
leguas si sospechan que pueden tirar a una sorda, y se
entusiasman hablando del paso de las palomas o de lo
bien que sabe buscar su perro una pieza cuando ésta
cae herida por el plomo disparado por cruel cazador, o
de la partida que le jugaron a la Guardia Civil cuando,
perseguidos por ésta, corrieron montes y montañas; así
como hay también quien goza de una manera inusitada
contando junto a una mesa y pasa horas y más horas
jugando al dominó o al mus, y quien va todos los días
a tirar de la oreja a Jorge1, aunque la familia perezca,

1.- Dado la inmediatez de su escritura, el autor se vale de vecinos de San-


tander para remachar la idea que pretende transmitir; así, por ejemplo,
cuando menciona líneas abajo a don Juan Pelotas, miembro, muy proba-
blemente, de la alta sociedad, da a entender que incluso a él le afectaron
sus travesuras de cuando crío, de tan temerarias.

21
y quien, por fin, asiste todos los días y a determinadas
horas a la tienda A o a la correduría B a despellejar a
todo bicho viviente, aunque algunos de los que tal ha-
cen tengan contraídos méritos bastantes para arrastrar
una cadena en cualquiera de nuestros establecimientos
penitenciarios; así como hay quien tiene todos estos
gustos, y así goza, y así vive, y no puede vivir de otra
manera; así yo, no sé si porque nací en la Calle Alta,
soy aficionado a la pesca y uno de mis mayores placeres
consiste en salir a pescar con los de mi calle, y recordar
aquellos tiempos en que hacíamos rabiar a Media Ore-
ja y a Espina, sin que se librara de nuestras travesuras
ni el mismísimo don Juan Pelotas.

Pero, ¡qué diantre!, el exordio se va haciendo largo y


voy sintiendo la comezón de echar un parrafito sobre
lo que se entiende por manjúa, que -seguro estoy de
ello- es cosa desconocida para más de cuatro de los que
fijen su vista en estos renglones.

Desconociendo también yo lo que esto era y habiendo


oído hablar de ello muchas veces a nuestros pescadores,
consulté varios diccionarios y en ninguno pude hallar
la palabra manjúa. Esto me hizo creer que era un voca-
blo exclusivamente local2.

2.- En Santander se emplea el pejinu, en sentido etimológico, el de los peces,


variante de la costa cántabra adscrita al tronco lingüístico astur-leonés.

22
La casualidad me deparó un día a Cañaca; amigo mío
de la infancia y a quien jamás olvidaré, y, conocido que
hubo mis deseos de salir un día con él a esa clase de
pesca, le faltó tiempo para presentarme a sus compa-
ñeros de faena, con quienes tuve el gusto de conversar
largamente.

- Vas a cambiar la peseta -me decía el Tío Tono con


ironía.
- A la mar la llevarás, pero lo qu´es pa tierra no la traes
-volvió a decirme el Perrón.
- ¿Cuál? -le pregunté.
- La hiel -me respondió.

Éstas y otras gracias por el estilo hacían que se rieran


sarcásticamente Felipón, Flema y demás comparsas.

Quedamos conformes en que iría con ellos a pescar, y


un día que me pareció bueno para el caso fui, y cuando
estuvimos fuera de Cabo Mayor3 quedé maravillado del
espectáculo que presencié.

Figúrese el lector estar viendo diez o doce lanchas


traineras4 en un circuito de un kilómetro o dos, todas al

3.- Cabo Mayor es el vértice de una línea imaginaria que marca el paso de la
bahía de Santander a mar abierto.
4.- Trainera (Del lat. trahere, arrastrar): Embarcación de pesca del Cantábrico
que utilizaba traína, arte para la pesca de cerco.

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garete, y sus tripulantes unos durmiendo sobre el panel5,
y otros pescando con una aligotera6, y sobre el castillo
de proa de cada una de las lanchas un hombre de pie y
mirando hacia todas partes para investigar cuanto se halla
ante el límite a donde alcanza la vista del hombre.

Figúrese ver los delfines, esos peces7 velocísimos cuyo an-


dar es incalculable, pareciendo hacer gala de habilidad al
saltar verticalmente fuera del agua y dar vueltas en el aire,
trazando a la vez grandes círculos y jugueteando alrede-
dor de las lanchas; figúrese, repito, ver a estos pequeños
cetáceos dar mil saltos y vueltas de acá para allá, saliendo
y entrando en el agua en busca de la inofensiva sardina
para devorarla.

Figúrese ver infinidad de aves marinas, todas hambrien-


tas, volando por aquellos alrededores, destacándose entre

5.- Panel (Del francés antiguo panel): Santanderismo. En rigor, este término
no remite a cada una de las tablas que forman el suelo movible de algunas
embarcaciones pequeñas, tal y como recoge el Diccionario de la Real
Academia Española, sino al suelo lleno de piezas sueltas pero ordenadas
de las lanchas.
6.- Aligotera (Quizá forma sincopada de anguilote, forma como se conoce en
la costa de Cantabria al congrio, debido a su parecido con la anguila, que
deriva del latín anguilla): Santanderismo. Arte de pesca empleada para
pescar aligotes (Pagellus acarne).
7.- Obviamente se trata de una confusión del autor. Más adelante tiene
oportunidad de corregir, al apuntar que se trata de un cetáceo, es decir, de
un mamífero, no de un pez. Cabe considerar en su descargo que el autor
quizá entendiera por pez todo ser que habita la mar, lo que no impide, aun
con todo, que incurriera en un error.

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ellas la blanca gaviota, el voraz mallón8 y la bonita par-
dera9, aves todas de una misma familia; la corconera y el
pitorro10 (pufino), de la familia de las zambullidoras; unas
sentadas sobre el agua y mecidas por las ondas del mar,
otras zambulléndose a fin de alimentarse con pequeños
peces; la de más acá, queriendo salvar una distancia, vuela
aleteando sobre el mar porque la debilidad de sus alas no
la permite sostener el peso de su cuerpo; el cofre (planga
blanco) elevándose a muchos metros de altura para des-
pués arrojarse con furia sobre un pececillo que ha visto
nadar a dos o tres metros bajo la superficie del mar.

Figúrese ver todo esto y contemplar un horizonte tan


pronto claro como cubierto de espesa bruma; un buque
de vapor y de gran porte que va con rumbo al Noroes-
te; otro de vela que, con todo su aparejo largo, se dirige
al puerto; la cordillera de montañas que se extiende por
toda nuestra costa y que parece puesta allí por una mano
superior para contener al impetuoso mar Cantábrico; en
una palabra, figúrese ver uno de esos panoramas por de-
más encantador que parecen trasuntos de un sueño inve-
rosímilmente maravilloso, y podrá formarse una idea del
8.- Mallón / Mayón (Quizá de mayar, maullar, voz onomatopéyica, al igual
que miagona, lechuza común, de miagar, maullar): Santanderismo.
Gavión atlántico (Larus marinus).
9.- Pardera (Del color pardo, que deriva del latín pardus, leopardo): Santan-
derismo. Gaviota parda (Larus brunnicephalus).
10.- Pitorro / -u (Del vasco potorro, nombre aplicado a algunos álcidos,
familia de aves del orden Charadriiformes, como los frailecillos, las alcas
y los araos): Santanderismo. Arao común (Uria aalge).

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cuadro que se ofrece a su vista si algún día se le ocurre ir
a la manjúa.

- ¿Y qué es la manjúa? -preguntaba yo a uno de los


tripulantes.
- Cuando se guarna11 lo verás -me contestó.

El patrón dijo entonces:

- Halar esas aligoteras, que las aves y los duvinos12 van pa


el norte y la van a guarnir.

Los pescadores fueron remando más de una hora detrás


de los delfines y, cuando se convencieron de la imposibi-
lidad de poderlos seguir, quedamos otra vez al garete por
orden del patrón.

- Buen sobón os habéis dado y total para nada -les dije.


- Créyte que d´esas choletas13 mos papamos todos los
días angunas -me contestó Felipón.

11.- En sentido figurado, cuando llegue la ocasión.


12.- Duvino / -u (Del lat. delphinus, delfín): Santanderismo. Delfín común
(Delphinus delphis).
13.- Choleta (Quizá del latín tardío zanca, que a su vez lo haría del antiguo
persa zanga, pierna): Santanderismo. Es probable que este término, de
uso extinto, esté relacionado con el castreño changleta, cada uno de los
saltos que da una piedra plana al lanzarla en paralelo contra la superficie
del agua. En definitiva, choleta vendría a significar, por aproximación,
mojadura que provocan las salpicaduras de los remos.

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Entre tanto, el Tío Tono y Flema calaron de nuevo sus
aligoteras, mientras Felipón seguía diciéndome:

- ¡Y vaiga usté otra vez pa tierra sin ganar pa pan, después


de un mes de no ganar un cuarto!
- Muy cierto y muy sensible Felipe: y he observado que,
por muchas que sean vuestras necesidades, nunca vais al
Ayuntamiento en busca del socorro que allí se ofrece.
- Primero como chumpas14 y pan de cuco -dijo el
Perrón.
- Pues así no demostráis tener muchas necesidades.
- ¡Necesidades! ¡Como arena! Pero antes que dir al
macizo15 que tú dices, primero me muero d´hambre. ¡Si
lo dieran en secreto! ¿Pero asina, cómo lo dan? ¡Fuera la
pido, sin ofendis16!
- Allí se dan raciones a todo el que las necesita, siempre
que se justifique este extremo.
- ¡Sí las dan, sí!, pero a la probitud que no es probitud.
- A todo el que las necesite.
- ¡Mau!

14.- Chumpa (voz onomatopéyica): Santanderismo. Este término posee


en Cantabria varias acepciones, pero es probable que, por contexto, el
autor remita a cierto tipo de hierba azucarada que chumpan o chupan los
chicos.
15.- Esta expresión está en relación con el verbo macizar (del latín massa,
pasta), en Asturias y Cantabria, arrojar macizo al agua para atraer la
pesca y, en un sentido figurado que el autor, a buen seguro, tenía presente,
engatusar, sobornar.
16.- Expresión equivalente a “¡ni hablar!”.

27
En este diálogo estábamos cuando dijo Flema:

- ¡Coyla!, gran pez siento.


- Primero le he sentido yo, replicó Tío Tono, y en aquel
momento añadió: ¡Le agarré!

Y el hábil pescador, halando unas veces y arriando cuando


el animal forcejeaba para desasirse, logró cansar a éste y
ponerle a flor de agua.

¡Cuán grande no sería nuestra sorpresa cuando al tiempo


de meter a bordo lo que él creía un pez, resultó que lo
que había pescado a veinte brazas de profundidad era un
pitorro (pufino), es decir, un ave de la familia de las zam-
bullidoras!

No he querido dejar de apuntar este hecho porque me


ha parecido muy curioso y digno de que le conozcan los
lectores de El Cantábrico17, y porque aunque no es muy
raro, lo es más que el de que un cazador vaya a la caza de
la sorda y en una venta cualquiera cace un buen besugo o
medio ciento de sardinas.

Estábamos comentando el hecho cuando vimos que, de


repente y como movidos por un mismo resorte, los delfi-
nes -o duvinos, como los llaman nuestros pescadores-,

17.- Periódico santanderino republicano en activo de 1895 a 1937

28
velozmente y dando saltos, se dirigen hacia determinado
punto y las aves todas, que han estado revoloteando cerca
de nuestra lancha, vuelan en la misma dirección que
llevan los delfines. Es que éstos, con su exquisito olfato,
y aquéllas, con su vista perspicaz, han aprendido dónde
pueden llenar impunemente la andorga.

Entonces, por esta señal, los que están de pie sobre los cas-
tillos de proa de sus respectivas lanchas miran y remiran,
hasta que por fin lanzan la sacramental voz de ¡avante!

En menos tiempo de lo que se emplea en contarlo me-


ten sus aligoteras a bordo los que están pescando, y ense-
guida, estribando en el banco los pies, empiezan a bogar
con tanto coraje que hacen crujir los remos y la débil em-
barcación avanza y avanza hociqueando sobre las ondas,
como si fuera impulsada por una fuerza superior a la del
hombre.

- ¡Avante!, ¡avante! -grita el patrón, al mismo tiempo que


cingla con su remo para ayudar a sus compañeros.

Y todos, jadeantes y sudorosos, reman y reman hasta ha-


cer que se rompan los estrobos o los remos a fuerza de
bogar, como aquel día le sucedió a mi buen amigo Isa.

- ¿Estamos amenazados de algún peligro? -le pregunté al


patrón.

29
- No, mira pa proba18 y verás una manjúa -me contestó.

Todas las traineras iban con el mismo ímpetu y en la mis-


ma dirección que la nuestra, y me parecía presenciar el
mejor de los espectáculos que una imaginación soñadora
puede concebir.

Después de una hora de regateo loco, cuyo trabajo parece


imposible que se pueda resistir, llegan las lanchas al sitio
tan codiciado, y el cuadro que allí de nuevo se me presenta
es tan grandioso, tan sublime, que inútilmente intentaría
yo hacer de él una descripción verdadera.

Allí veríais una espesísima nube de gaviotas, parderas,


mallones y de todas cuantas aves marinas cruzan nuestra
costa, piando y arrojándose sobre las inocentes sardinas
que a millares son lanzadas al aire por los hambrientos
delfines; debajo de la lancha y en una extensión de más
de cien metros una mancha negruzca que se mueve como
si tuviera inteligencia. Si os fijaseis bien, observaríais que
aquella mancha es un inmenso banco de sardinas, que,
todas a la vez, tan pronto se dirigen para el norte como
de repente cambian de dirección y van hacia el sur, como
obedeciendo así la orden de un superior que las manda
efectuar movimientos estratégicos para defenderse de
tanto enemigo como las asedia.

18.- Proba (Del lat. prora): Santanderismo. Proa.

30
Y, entre tanto, los delfines, arremetiendo contra las sardi-
nas y haciendo un verdadero zafarrancho, vuelven a salir
del agua como para tomar nuevas fuerzas para reacometer
con más vigor; las aves multiplícanse por comer más y
más; las corconeras y pitorros zambulléndose para tragar a
dos carrillos; diez o doce lanchas, cuyos tripulantes gritan
y se insultan por el solo hecho de tropezarse unas contra
otras y no poder maniobrar bien con sus artes, tirándose
mutuamente con piedras, remos y diablos encadenados.

Y, por último, las pobrecitas sardinas deseando verse libres


de tanto enemigo como las persigue; el hambre insaciable
de los delfines, el voraz apetito de las aves, el inusitado
afán del hombre por enredar entre sus redes a aquellos
inofensivos pececillos, y, para concluir, aquel totum revo-
lutum, aquel luchar por la vida, todo, todo esto junto es lo
que se llama la manjúa19.

¡Qué precioso espectáculo!

Las cuatro traineras que llegaron las primeras cargaron


cuando quisieron, y cuando la lancha en que yo iba se
disponía a echar el cerco, el patrón, lleno de ira, gritó:

- ¡Malos demonios vos lleven!

19.- Manjúa (Del francés antiguo manjue, comida, alimento): Santanderismo.


Majal, cardumen de peces.

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Y ¿qué era? Que los delfines se marchaban con un andar
de más de cuarenta millas por hora.

- ¡Han debido agoler algún polecía20! -exclamó Flema.

Y, efectivamente, al poco tiempo apareció sobre la super-


ficie del mar, y muy cerca de nuestra lancha, un cetáceo
de grandes dimensiones que puso fin a toda aquella con-
tienda.

Los delfines, temerosos sin duda de ser víctimas de aquel


monstruo, como las sardinas lo habían sido de ellos, y
aprovechándose de sus facultades de nadar, desaparecie-
ron como por encanto. Poco a poco fue desapareciendo
el cardume de sardinas, las aves se fueron dispersando y
las lanchas que no pudieron pescar nada buscaron otros
mares donde no hubiera polecías.

Otra pluma mejor cortada que la mía hubiera descrito


mejor lo que me había propuesto, pero, de todos modos,
con lo dicho creo que basta para sacar la enseñanza de que
la manjúa es una variedad de la lucha por la existencia.

20.- En Castro Urdiales, reciben el nombre de policías los pequeños cardú-


menes que vagan por la superficie de la mar, compuestos por individuos
cuya especie no es posible identificar.

32
GLOSARIO DE SANTANDERISMOS

Alcordar (Del latín cordare, formado sobre el sustantivo


cor, cordis, corazón, por creer antiguamente que la memo-
ria residía en este órgano): Recordar.

Aligotera (Quizá forma sincopada de anguilote, forma


como se conoce en la costa de Cantabria al congrio, debi-
do a su parecido con la anguila, que deriva del latín angui-
lla): Arte de pesca empleada para pescar aligotes (Pagellus
acarne).

Angunu / Augunu (Del latín aliquis, alguien, y unus, uno):


Alguno.

Asina (Del latín sic, así): Así.

Badía (Quizá del francés baie, bahía): Bahía.

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Balear (Quizá de balayum, retama, forma céltica recons-
truida por los lingüistas): Tantear con las redes los lugares
de pesca.

Barquía (Del lat. barca): Embarcación con un máximo de


cuatro remos por banda, parecida a un bote, pero, a dife-
rencia de éste, sin corte en popa. Pesquería centrada en la
bahía de Santander.

Cachón (Quizá del latín caccabus, olla): Sepia (Sepia offici-


nalis).

Chaparrudo / -u (Quizá del vasco txaparro, mata baja de


encina): Pez de bahía (Ctenolabrus rupestris y Gobius niger).

Choleta (Quizá del latín tardío zanca, que a su vez lo ha-


ría del antiguo persa zanga, pierna): Es probable que este
término, de uso extinto, esté relacionado con el castreño
changleta, cada uno de los saltos que da una piedra plana al
lanzarla en paralelo contra la superficie del agua. En defi-
nitiva, choleta vendría a significar, por aproximación, moja-
dura que provocan las salpicaduras de los remos.

Chumpa (voz onomatopéyica): Este término posee en


Cantabria varias acepciones, pero es probable que, por con-
texto, el autor remita a cierto tipo de hierba azucarada que
chumpan o chupan los chicos.

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Dende / Derde (Contracción de las preposiciones latinas
de, ex, de): Desde.

Denguno / -u (Del latín nec unus, ni uno): Ninguno.

Duvino / -u (Del lat. delphinus): Delfín común (Delphinus


delphis).

Gibia / Jibia (Del lat. sepia vía mozárabe xibia): Sepia (Se-
pia officinalis).

Gibión / Jibión (Del lat. sepia vía mozárabe xibia): Cala-


mar (Loligo vulgaris).

Jargo / -u (Del lat. sargus, con aspiración patrimonial de


/s-/ inicial de origen latino): Sargo (Diplodus sargo).

Lobina / Llubina (Del lat. lupus, lobo): Lubina o róbalo


(Dicentrarchus labrax).

Mallón / Mayón (Quizá de mayar, maullar, voz onoma-


topéyica, al igual que miagona, lechuza común, de miagar,
maullar): Gavión atlántico (Larus marinus).

Manjúa (Del francés antiguo manjue, comida, alimento):


Majal, cardumen de peces.

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Muergo / -u (Del lat. organum, órgano): Navaja, molusco
(Ensis siliqua).

Mule / Muble / Mugle (Del lat. mugil, -ilis): Mújol (Mu-


gil cephalus).

Nácara (Del catalán nacra, y éste del hispano árabe náqra,


tamboril): Nácar.

Panel (Del francés antiguo panel): En rigor, este término


no remite a cada una de las tablas que forman el suelo
movible de algunas embarcaciones pequeñas, tal y como
recoge el Diccionario de la Real Academia Española, sino
al suelo lleno de piezas sueltas pero ordenadas de las lan-
chas.

Pardera (Del color pardo, que deriva del latín pardus, leo-
pardo): Gaviota parda (Larus brunnicephalus).

Pitorro / -u (Del vasco potorro, nombre aplicado a algu-


nos álcidos, familia de aves del orden Charadriiformes,
como los frailecillos, las alcas y los araos): Arao común
(Uria aalge).

Probitú (Del latín pauper, -eris, pobre): Pobreza.

Raquería (Del alemán wrack, barco naufragado, restos de

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un naufragio): Acción propia del raquero / -u, muchacho
que se dedica al merodeo en los muelles.

Raquero / -u (Del alemán wrack, barco naufragado, restos


de un naufragio): Muchacho que se dedica al merodeo en
los muelles.

Sula (De origen desconocido): Pejerrey (Atherina presbi-


ter).

39
LIBROS DE SABLE, 2

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