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Justicia

“La justicia se ocupa en sí del apropiado ordenamiento de las cosas y


personas dentro de una sociedad. Como concepto ha sido objeto de reflexión
filosófica, legal, y teológica y de debate a través de nuestra historia. Un número
de cuestiones importantes acerca de la justicia han sido ferozmente debatidas
a través de la historia occidental: ¿Qué es justicia? ¿Qué demanda de los
individuos y sociedades? ¿Cuál es la distribución apropiada de riqueza y
recursos en la sociedad?: ¿igualdad, meritocracia, de acuerdo al status, o
alguna otra posibilidad?”1. Estas y otras consideraciones conciernen al bordaje
del tema de la justicia, que enmarcado dentro de la propuesta argumental del
proverbista, está ligado al modo apropiado de actuar ideal frente a una
demanda concreta, en este caso de Dios.

El texto señala la justicia como un ejercicio constante de rectitud y verdad,


durante los pasajes es implícitamente expresión viva de la sabiduría e
inteligencia, es decir, la justicia puede verse y palparse en comportamientos
que develan la condición humana a priori, más allá de distinguidos discursos o
exposiciones moralizantes que no obedezcan a hechos puntuales.

Jehová el Señor se describe como portavoz inmejorable de la Justicia, por


cuanto expresa verdad, sus razones son inobjetables y carece de los
relativismos morales de moda en la sociedad contemporánea. En ese orden de
ideas es perfectamente plausible que por medio de los Proverbios exprese su
deseo de que los hombres se ajustes a los estándares divinos de Justicia, y no
a los propios, condicionados por afectos u odios, intereses o rencillas.
(Proverbios 8: 7 – 8)

La Justicia que procede de Dios es poderosa en si misma para liberar de la


muerte, el hombre suele aplicar paliativos expresados en normas y
reglamentos que siempre se quedan cortos a la hora de responder a las reales
demandas de retribución, ni siquiera los mas nobles propósitos logran
garantizar unos mínimos de satisfacción a la sociedad. Son entonces los
tesoros de maldad, los que se apilan en la mente y el corazón de las personas
y aun cuando crean desde su perspectiva estar obrando apropiadamente
(conforme a derecho dirían los juristas), convierten la existencia en un campo
minado por el que se transcurre sufriendo toda clase de daño hasta que al
final, el resultado sea condenatorio.

En ese magro panorama aplica la Justicia, única alternativa para rescate de


las garras de la destrucción eterna, esa misma que recibida por fe permite
obtener paz y el restablecimiento de relaciones armoniosas con el creador,
solo posibles por medio de Jesucristo (Romanos 5: 1 – 2)

1
¿Qué es la justicia? por Hans Kelsen
Quine entiende la justicia como una acción no solo como concepto, se dirige a
Cristo quien es su naturaleza misma, por lo que se obtiene vida, la vida de
Dios que opera los cambios indispensables fruto del nuevo nacimiento, ese
camino de justicia no conoce la muerte, porque reside en Dios quien es Dios
de vivos por su Espíritu (Proverbios 12:28)

Quien ha sido justificado por Cristo, asume como habitual un precepto propio
de la justicia que es el perfeccionamiento continuo que incluye el rechazo de
toda forma de impiedad, esto es asumir su responsabilidad en el mundo
hablando con transparencia, modelando cotidianidad con la palabra de Dios,
no proveyendo para los deseos de la carne, caminando en amor para con su
prójimo y por sobretodo en sujeción continua a la soberana voluntad de su
Hacedor.

Finalmente en Proverbios la justicia se enuncia como la satisfacción plena de


un derecho, es claro que el autor inspirado rechaza el que pocos acumulen
ganancias a partir de prácticas deshonestas o que perviertan la causa del
justo, entonces la justicia está emparentada con la equidad, deba cada quien
ser poseedor de aquello que con esfuerzo y tesón se ha procurado, una lectura
pertinente para una sociedad marcadamente injusta en la que un reducido
número valiéndose de toda clase de componendas e incluso de la fuerza, se
apropian del haber de millones, exponiéndolos a la desolación, hambre e
inclusive la muerte.

Dios es justo, y su justicia debe expresarse a través de un pueblo cristiano que


reconoce la necesidad espiritual y material de la sociedad, y que trabaja desde
su posición para extender la dignidad y honor a cada hombre, un día perdidos
en Edén, pero restituidos en la cruz por Cristo, nuestro Señor y Salvador.

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