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COLECCION DE ANTROPOLOGIA VII Este libro se despliega a partir de un documento inédito del siglo xv, [ ANTO; Se trata dela Pabanga de Meritasdelsacerdote Francisco de Otal, cura DE IDOLOS AS. Ss parroco de Atacama La Baja. e Evangelizacion y religién andina Para su contextualizacin y andlisis se ha privilegiado la integracion z disciplinaria y el enfoque regional, teniendo como ee articulador la fs en los Andes del sur nocién de Ia historia andina. 4 Victoria Castro Se trata de una mirada holistca, que permite la mejor comprensién 2 del tema estudiado en el que no obstante se aprecia la bisqueda de particularidades utilizando diccionarios de las lenguas andinas, etno- srafia, datos de la Etnohistoria, la Historia, la Arqueologia, la Filosofia y la Lingiiistica. ‘Tratandose de un manuscrto sobre extipacion de idoltrias, es preciso, necesariamente, profundizar sobre el ema de la evangelizacion y sobre Ja religién andina, la poblacién y los territorios involucrados. La perspectiva histdrica encuentra su curso desde un panorama de la prehistoria tardia hasta nuestros dias, con relacién a continuidades y transformaciones. En sintesis el resultado es una obra que ha venido a llenar un capitulo inédito de la Etnohistoria del sur andino. DE IDOLOS A SANTOS Evangelizaci6n y religion andina en los Andes del sur ceto © Dinzccios nx Bratrorvcas, Ancutvos ¥ Mustos. 2000 DE IDOLOS A SANTOS Inseripein N° 180.018 ISBN 978:956:244 2107 (volumen vit) Evangelizacion y religion andina ISBN 978:956:244-069- obra completa) en los Andes del sur Derechos exclusivos reservados para todos ls pais Directora de Bibliotecas, Archivos y Muscos y Representante Legal ‘Sra. Nia Paina Manriquee Director del Centro de Investigaciones Diego Baros Arana ‘ctoric ‘Diector Responsable a Victoria Castro R. Rafe Seed acon Editor Si Marcelo Rojas Vasquez Correccion de Textos ‘Si Jaime Rosenblt Diseao Portada Coleccion ‘Sra. Claudia Tpsa Rot Foto Portada Dituj de Fernando Maldonado Rot Ediciones de Direcei6n de Bibliotecas, Archivos y Museos ibertador Bernardo O'Higgins N° 651 ‘Telefono: 3605283. Fax: 3605278 ‘Santiago. Chile ENTRO FACULTAD (RB setseacxciones InPRESO EN CHILE/PRUNTED IN CHILE DIEGO BARROS ARANA INDICE Presentacion Introduce Agradecimientos Cartruto 1 Evangelizacion e idolatrias en el area andina. Civilizaciones encontradas Cariruto 1 Charcas. Atacama en los sighos xv1 y xvi Cartroto in La probanza de Francisco Otal Evangelizacién y religién andina en Atacama la baja Cairuto Ww Continuidades y transformaciones £Qué sucedi¢ después? PALABRAS FINALES. Anexos Probanza de méritos de Francisco de Otal AGI Chareas, legajo 92. 105, fs {indice onoméstico de la probanza de Francisco de Otal Indice toponimico de la probanza de Francisco de Otal Indice cronolégico de la probanza de Francisco de Otal Bibliografia citada u 3 19 2 85 291 487 493 573 579 583, 585 | PRESENTACION Para comprender a cabalidad el trabajo contenido en esta publicacién, es importante tener presente que su autora, Victoria Castro Rojas, ha trabajado {ninterrumpidamente como arquedloga en Atacama desde hace mis de treinta afios. En este lapso, su preocupacién se ha centrado en desentrafiar la historia de los antiguos pueblos que habitaron las quebradas y oasis del desierto, con una metodologia muy particular que imprime a cada uno de sus trabajos caracteristicas especiales. Victoria Castro es una de las precursoras chilenas en arqueologia de lo que después se acu como la Historia Andina, concepto que yatha sido aceptado por la ciencia social y la comunidad académica. Se sostiene en que los diferentes pueblos que domesticaron y que atin habitan el extenso entorno de Los Andes, formaron una rica y milenaria tradicién cultural, que tuvo momentos de fuertes cohesiones politico- ideologicas y otros de menor integracidn. Como resultado de este largo caminar, ellos construyeron una historia comdin, que incluso hoy, a pesar del fuerte impacto de la conquista y el desmembramiento politico producido por los fenémenos republicanos del siglo X1X, une culturalmente a los pueblos andinos que habitan entre Ecuador y el norte de Chile . Esta extensa region se caracteriza por su variedad ecolgica: zonas extre- madamente desérticas, un extenso altiplano, interminables serranias,fértiles valles, quebradas y oasis y esta limitada por la presencia siempre acogedora del rico océano Pacifico y la ceja de las selvas amazénicas. Ella ha sido dividida en subareas, que agrupan a pueblos que pertenecen a tradiciones andinas con matices particulares, originados por tradiciones comunes. Una de ellas es el Area Andina Centro Sur, que durante la Colonia se identifies como la audiencia de Charcas y hoy se encuentra dividida politicamente entre el sur de Pert, el norte de Chile, el sur de Bolivia y el noroeste argentino. En esta subsirea, la presencia gravitante de grandes centros culturales ubicados en las tierras altiplanicas desde hace milenios, imprimi6 carécter e impuls6 desarro- los culturales homogéneos, que legaron mas alla de las sierras y los extensos desiertos, alcanzando la costa del Pacifico. Este libro trata un dramatico momento de la historia de los pueblos an- dinos que habitaban esta subérea Centro Sur, caracterizado por la conquista espafiola, la forzada evangelizacién y extirpaci6n violenta de las antiguas ideologias vernaculas. Sobre la base de un documento inédito: una probanza de méritos de un sacerdote extirpador de idolatrias en Atacama, la autora u descybre a los diferentes pueblos que habitaban la costa, quebradas y oasis del desierto de Atacama durante el siglo xvi, las relaciones y dependencias de éstos con encomenderos, autoridades coloniales civiles y eclesiasticas de las tierras altas, os antiguos dioses de las diferentes comunidades indigenas, los ritos y ceremonias que practicaban, la quema de sus idolos y los procesos Y castigos impuestos a sus sacerdotes. La importancia de este capitulo se basa een que los documentos analizados son los primeros que se registran acerca de la extirpacién de idolatrias en Atacama, La autora continiia con la historia de los atacamenos y su ideologia en el siglo xvit, basandose en los trabajos que desarrollaron diversos investigadores que desentranaron el papel de Atacama en la sublevacién de Tupac Amaru y ‘Tupac Catari, originada en las tierras altas y que se esparcié como un reguero hasta alcanzar todos los confines del Area Centro Sur Andina. Termina en tuna descripcién y anilisis de la actual religiosidad andina practicada por los actuales descendientes de los antiguos atacamefios, que conjuga elementos cristianos dentro de una matriz vernacula, Desde hace mucho tiempo las ciencias sociales americanistas han tratado de dejar de lado el antiguo estereotipo de que los pueblos originarios no fueron meros objetos de la historia de la conquista y la colonia, sino que tavieron sus propios procesos historicos y también fueron protagonistas de la historia de América y, en especial, de los Andes. El “descubrir” esta historia ignorada y oculta en resquicios de antiguos documentos coloniales ¢s la labor inagotable de etnohistoriadores e historiadores que tratan de hurgar en el mar de los fondos documentales esparcidos en Europa y América aquellos escasos retazos de historia indigena que se encuentran perdidos en la marafia inmensa de los procesos judiciales, documentos notariales, probanzas de méritos, reclamos de mercedes de tierra y encomiendas, todos ellos de interés de los conquistadores. La Arqueologia, por otra parte, aporta su experiencia en la interpretacién de los restos materiales de los pueblos americanos, de vital importancia en estos lugares donde no existen testimonios escritos que ptedan iluminar su historia. La antropologia, la etnografia y la etnolingiistica, pueden iluminar sobre la sobrevivencia de aspectos culturales vernculos er la vida actual de las poblaciones indigenas. Asi se esta tejiendo la Historia Andina. Elllibro de Victoria Castro es un aporte en esta linea de investigacién, pues maneja a cabalidad los datos de estas interdisciplinas. Estamos ciertos que su preocupacién personal acerca del pasado, el presente y el futuro de las sociedades de Los Andes fue importante en los resultados de esta excelente obr ‘CARLOS ALDUNATE DEL SOLAR ‘SANTIAGO, JULIO DE 2006 R INTRODUCCION Miltiples motivaciones orientaron mi interés por el estudio del mundo andino. ‘Tal ver nacié de la observacion y coexistenciacotdiana en largas temporadas de campo con gente originaria andina desde mis primeros terrenos en el norte de Chile. Luego, de mis lecturas de las obras de John Murra y muy especial- mente de sus ensefianzas en refrescantes conversaciones. Asi, fui desarrollando tuna paulatina comprensidn sobre la forma de concebir y vivir en el mundo que practican las comunidades andinas, un aprendizaje inacabable, que he ido adquiriendo al realizar investigaciones en comunidades de las tierras altas de la region de Antofagasta y que inicialmente fueron necesarias para comprender los registros arqueolégicos. Eso y mucho, mucho més que se fue integrando, algo intimo respecto de lo cual no encuentro palabras que lo reflejen, pero, en lo que sin duda, estan involucrados los aspectos del intelecto y de lo sensible. Imposible entonces no dedicarse al tema de las Idolatrias, inicialmente con- cebidas como cualquier comportamiento disidente de los indigenas respecto de las costumbres ibéricas. El tema parece interminable, de modo que en este escrito, lo fai modelando como un contrapunto entre el pasado prehipanico, ‘el mundo colonial y el presente etnogratico. Pero, édénde realizar esta biisqueda? Cuando atin no se perfilaba ninguna esperanza de encontrar algiin documento de extirpacion de idolatrias en el Area Centro Sur Andina, propuse casi intuitivamente y con timidez, una hipdtesis de trabajo: la ausencia de datos sobre extirpacién de idolatrias en el sur andino, se deberia mas bien, a una escasa investigacién documental, por cierto involuntaria, ya que, probablemente, los documentos inéditos, podian ‘estar diseminados en los archivos eclesiasticos y civiles de varios paises lati noamericanos, como Peri, Bolivia, Argentina y Chile y con toda seguridad, en Europa. Por otra parte, esta era una hipstesis de trabajo temeraria puesto que, Duviols, uno de los mas eruditos estudiosos sobre el tema de la evangelizacién, seftalaba que el “limitado mimero de referencias a las provincias del Norte y Sur, como Quito y Charcas”(.) “es consecuencia de la pobreza de las fuentes, que parece corresponder a la ausencia de una actividad extirpadora importante © significativa en esas regiones”. "Duviols, 1977: 10. ‘Tentada con la posibilidad de acceder al Archivo de jesuitas de Arequipa, gracias a los empeiios de Maria Rostworowski de conseguirme un acceso a ese archivo que atin no se abria al publico y, en la misma linea, motivada por las lecturas de los textos de Xavier Abo y Manuel Marzal, presenté mi primer diseito de tesis al profesor Rolando Mellafe, que ya estaba en antecedentes de estas conversaciones y, desde antes, dispuesto a ser mi profesor patrocinante con la condicion de que, estudiara algin fendmeno demografico o idolatrias, centrado en el siglo xvit; ésas eran sus condiciones. Nos sentimos felices con esa posibilidad, pero dejamos abierta la puerta para que en el caso de que esta maravilla no fuera posible, yo pudiera trabajar el tema con impresos coloniales, etnogrificos y mis propios registros etnogratficos, conservando el interés por el sur andino. Paulatinamente se fue diluyendo el acceso a ese archivo; entretanto, pasé dos meses en la Seccién Manuscritos del Archivo Britdnico, pero en relacion con el tema, no logré mucho mas que una carta del arzobispo de Cuzco de 1619, en que aludia a indios idélatras. En fin, readecuamos entonces, sobre la base de un informe de actividades y un replanteamiento del diseito original de la investigacién, lo que seria el escrito. Mantendria como area de estudio la region de Arequipa y Cuzco por el norte, y por el su:, Bolivia, Noroeste argentino y Norte Grande de Chile. Decidimos conservarel enfoque regional que, metodolégicamente se inscribe dentro de las historias regionales, enten- didas estas como una totalidad dentro de un espacio limitado y que, permite, Por tanto, una sintesis parcial’, especialmente para un area que funcionaba en sus territorios alto andinos, como una “Zona de Refugio”. Entretanto, realicé largas lecturas en el Archivo Nacional, por si, casual- mente, en el Archivo de Simancas, en algunos textos inéditos que se conservan en la Facultad de Derecho sobre Chayanta, en las ‘Temporalidades de Mojos, en fin, en algain documento quiza mal indexado, encontraba algo sobre el tema; trataba de no perder las esperanzas. Pasaban los afios entre Archivos, clases y bibliotecas, pero la sonrisa alentadora de don Rolando y su confianza, “en que algiin dia..”. Ese dia lleg6. Thierry Saignes, descubri6 en Sevilla La Probanza de Francisco de Otal, cura propietario de Atacama La Baja, gran extirpador de idolatrias para esa zona. Conociendo de mi interés en el tema, se lo envié a José Luis Martinez, quien lo puso en mis manos. Las dedicatorias y los agradecimientos estan en las paginas siguientes, pero atin asi, este paréntesis me pareci6 necesario, Metodologicamente, particularmente en los capitulos tercero y cuarto, he pretendido registrar y analizar las continuidades y transformaciones religiosas en la region, comparando aspects idolatricos descritos en la documentacion colonial, con informaciones contenidas en textos orales, ceremonias y rituales del presente etnografico; estas tltimas han conservado parte de una historia * CfrTandeter, 1978: 1201 * Aguirre Beltén, 1967, 4“ inédita y activa, constituyendo un material irreemplazable en la comprensién del pensamiento y quehacer andino. En este ambito de aniilisis, la metodologia aplicada, considera los archivos orales contempordneos con un valor histérico y etnol6gico paritario a la significacién otorgada a los documentos coloniales, ‘muchos de Ios cuales en su tiempo también fueron recopilaciones de versiones orales tinicas. La metodologia incluye necesariamente el enfoque de la” his- toria regional”, con el objeto de evaluat las singularidades del érea centro sur andina y, especialmente, de la zona de estudio, como un componente del vasto mundo andino. El marco referencial es tan amplio como lo puede ser el de una Historia de las Mentalidades', porque en este mundo distinto de continuidades y transformaciones, la cosmovisién andina estructura un quehacer cotidiano impregnado de sacralidad en el que, cohabitan elementos de la cristiandad y costumbres ancestrales. En consecuencia, los capitulos son extensos, como los solicitara don Rolando y tematicamente amplios, pero todos ellos estan cestructuralmente asociados a una visin de mundo que no puede disociar las diferentes esferas de su realidad. De este modo se ha logrado estudiar en un conjunto de documentos, el pensamiento, ceremonias y précticas sociales referidas a la religiosidad andina, lo que ha permitido organizar y profundizar temas especificos, relevados en textos orales, ceremonias, ritos y quehaceres cotidianos en la region de estudio. El capitulo primero es una sintesis comprehensiva del problema y del proceso de Evangelizacién y, al mismo tiempo, de las Idolatrias; se trata de un proceso dindmico, en apariencia al principio sin una estructura orientadora, pero en el que tanto la Corona, la Iglesia y Ia sociedad indigena, deben estar siempre alertas y creando nuevas estrategias. Hemos utilizado documentos coloniales y de escritores contemporaneos; en el caso de estos tiltimos, aunque la mayorfa de las obras en que se basan ~salvo fuentes inéditas-, las he estudiado analiticamente, he tratado de conservar su primacia cuando es posible. La estructura de este capitulo en términos de la organizacién de sus secciones, sigue de cerca los acapites de Pierre Duviols; Rubén Vargas Ugarte ha sido una de las tantas buenas lecturas obligadas y, en cuanto a los métodos de evangelizacidn, Pedro Borges ha resultado un excelente guia. En Jo tocante a la religion indigena y las idolatrias, Pablo de Arriaga prove tantos elementos que no han sido superados, a pesar del escrito posterior de Pedro de Villagomez. Es por una parte, un verdadero manual para el extirpador y por otra, un excelente registro para aquellos interesados en las “ Idolatrias”. Desfilan por esta seccin, personajes cuyo pensamiento marcaron agudos debates, como Juan Polo de Ondergardo, Juan de Matienzo y fray Domingo de Santo Tomas. En definitiva, sin este amplia y necesaria Introduccién, no seria posible comprender las acciones de nuestro extirpador, en zonas aparen- temente tan dejadas de la mano de Dios como se ha venido pensando sobre el Arzobispado de Charcas. “Vente Melafe y Loyola, 1994. El segundo capitulo, sobre Charcas y Atacama en los siglos xv1 y xvi, necesariamente remite al problema de territorios, las poblaciones y sus identi- dades étnicas, sus costumbres prehispénicas, incluyendo sus pricticas religiosas intuidas y hasta documentadas, las lenguas habladas y su modo de vida, tanto para los indigenas residentes en la costa de Atacama, como de los pueblos y anexos de los curatos de Atacama la Alta y La Baja y éreasaledafas de Bolivia y Argentina. Se discute particularmente sobre la nebulosa que cubre a los indios que viven en la costa y los cambios que se van generando poco a poco en la poblacién indigena, por la administraci6n espafola. Cada lectura me ha parecido valiosa y sin desmerecerlas, es justo citar que los escritos de José Maria Casassas, Jorge Hidalgo y José Luis Martinez, han sido fondamentales. Una segunda seccién de este capitulo, trata sobre la actividad eclesiastica cen este vasto territorio, teniendo como antecedente elementos de la religion andina prehispanica. Dispersas en notas a pie de pagina de escritores contem: pordneos, en documentos coloniales inéditos y en la propia visita de Francisco de Toledo al virreinato de La Plata, van apareciendo noiicias sobre religién andina y actividad eclesiastica. Mi aseveracién que cierra el capitulo tercero, en ‘el sentido de que Charcas no tiene nada de marginal, se vaconfigurando en esta seccién, percibiéndose un area llena de complejidades y cambios, de personajes notables que pasaron por el Arzobispado de La Plata, desde antes de la época de Francisco de Toledo, hasta después de Francisco de Avila, otorgindole validez ala sencilla, pero fructifera hipotesis que planteara inicialmente. El capitulo tercero, se inicia con la semblanza del clérigo Francisco de Otal y de su Probanza de Méritos y tiene un tratamiento bastante diferente a Jos anteriores. La Probanza, identifica alas deidades de Atacama La Baja por sus nombres, incluso, se describe a una de ellas como de caracter regional; la presencia de personajes indigenas, curacas y sacerdotes iddlatras, es ex- plicita, como lo son los componentes del ritual, las vestimentas de la deidad principal, la fecha en que son descubiertos idolatrando. Metodolégicamente hay una orientacion a la busqueda de significados de los nombres indigenas, con mucho énfasis; pero, en realidad, y hasta donde me fue posible, busqué todas las estrategias para tratar de comprender y generar nuevas preguntas En virtud de la sintesis, debo decir que este capitulo puede ser interminable, por la cantidad de asociaciones que producen las palabras indigenas, espe- cialmente si estos significados son comparados con la forma de categorizar y ‘nombrar que persisten en la actualidad en la region de estudio. Este capitulo es necesariamente original y novedoso, por constituit mi propio andlisis sobre la extirpaciGn de idolatrias y sobre cada elemento que se considera, incluyendo ala poblaci6n que afecta; en él, la indagacién en los diccionarios de lenguas nativas fue crucial. Para concluirlo, de una manera mucho mas breve y tradi- ional, comento los métodos ejemplificadores de Francisco de Otal, que parece un manual viviente de la extirpacién. Se trata de un capitulo largo, complejo, pero informativo desde miltiples perspectivas. Hasta este capitulo tuve la espaciada, pero siempre amable com- 16 pana de mi profesor patrocinante, Rolando Mellafe, que tuvo el borrador de testos tres capitulos y el capitulo quinto definitivo. Nuestra iltima conversacién telefonica dos semanas antes de su fallecimiento, me dejé contenta, porque él también lo estaba. Consideraba que con lo escrito era mas que suficiente y que no era necesario un cuarto capitulo, sino unas palabras finales. Como ambos estibamos con clases, decidimos reunirnos en enero del aio entrante para comentarios y edicin final. éEntonces, por qué escribo el capitulo cuatro? Lo escribo porque Atacama La Baja es en cierto sentido territorio de gru- pos indigenas segmentados por dos naciones; esos segmentos sociales tienen lazos afectivos, culturales y parentales que atin se mantienen activos. Desde el punto de vista de su religiosidad, como no percibir las similitudes en los significados a los Santos Patronos, como no explicitar algunas continuidades y transformaciones de sus costumbres. Me interesaba ademas, explicitar el ‘exo entre la religion andina del pasado y la religién andina del presente, fa través de los iconos miniatura que habiian, en su decir, el corazén de los iconos de sus Santos Patronos, aspecto que finalmente deje fuera. El capitulo cuarto, continuidades y transformaciones, termin6 siendo una secci6n en la {que se entregan los elementos que demuestran que, al menos hasta la época de la Repiblica, hubo un interés evangelizador por parte de la Corona; yo diria que su éxito justamente se refleja en la devocion de estos pueblos; no obstante, esta fe tinica y particular esta construida sobre Ia base de antiguas ‘costumbres prehispanicas. Es por eso que, una segunda secci6n del capftulo, describe algunas costumbres de raigambre preeuropea y las ceremonias de los santos patronos. El capitulo contiene material etnografico de primera mano el que permitira nuevos estudios. ‘Mi deseo original de concluir con un anilisis sobre los mitos recopilados en la region, me parecié al fin, el inicio de otra tesis; este y otro temas de interés no fueron incorporados porque del mismo modo que el capitulo tercero, parece imposible llegar a integrar toda la complejidad existente. Como el anterior, hubo que ponerle un punto final. ‘cesta altura, una aclaraci6n necesaria. Cuando este escrito ya estaba finalizado se produjo lo que, José Berenguer, calificé como “an sismo de alta intensidad en la etnohistoria andina”®. En el IV Congreso de Etnohistoria, realizado en Lima en 1996, la antropéloga Laura Laurentich de la Universidad de Bologna, cuestion6 la autoria de Waman Poma en relaci6n con la Nueva Corénica. La investigadora, sobre la base de un documento que pertenece al Archivo Micinelli de Napoles ha planteado que los autores de la famosa Carta al Rey, pudieron ser los jesutas italianos Antonio Cumis y Anello Oliva, con una addenda del jesuita mestizo Blas Valera. Si bien el andlisis de esta documentacién lleva varios afios, pasaran muchos mas antes de conclusiones definitivas’. En consecuencia, en este texto, la autoria de la Nueva Corénica es * Véase Berenguer, 1996. * Véase Schiappacasse, 1996; op. cit: 42 v7 de Waman Poma y su informacion ha sido como siempre, extraordinariamente valiosa. El capitulo quinto esta constituido por los anexos documentales. He paleo: sgrafiado en forma integra la Probanza de Francisco de Otal, cura propietario de la doctrina de Atacama La Baja, hasta mediados del siglo xv1t, documento inédito hasta ahora y del cual solo he analizado en profundidad lo referido a la evangelizacién, extirpacion de idolatrias y los datos que ofrece sobre la poblacién costera de Atacama; no obstante, el documente abre otras posibili- dades de trabajo. Metodolégicamente he editado el documento siguiendo las ‘Normas para la trascripcién de documentos histéricos hispanoamericanos de 1961 y mis conocimientos de Paleografia que obtuve gracias a las ensefanzas de un ‘curso especializado de la profesora Sonia Pinto, del departamento de Ciencias Historicas de la Universidad de Chile. He desplegado todas las abreviaturas y he conservado la grafia y contracciones del manuscrito tal como se presenta en el original. He confeccionado, ademas, un indice onomastico, topogritico y cronoldgico que constituye el resto de los anexos. La bibliografia se ha construido en forma sencilla, separando los manus- eritos coloniales de los impresos. Nadie mas que yo puede ser responsable de las limitaciones de esta obra. Pero el interés de coleges y estudiantes, los consejos de amigos me impulsaron a ofrecer esta versién publicada”. En cuanto a sus perspectivas, el material inédito invita a nuevas investigaciones, particularmente en el tema de los sistemas de representaciones andinas. Sanmiaco pe Cute, 1997-2006 ” A la version original impresa como tess para optar al grado de magister en Historia con mencién en Etnohistoria 1997, slo se le han agregado veinitrés titulo de impresos posteriores de obras de sitesi, 18 AGRADECIMIENTOS ‘A Rolando Mellafe, quien fuera profesor patrocinante de la tesis que dio origen ‘este libro, por su confianza, estimulo y carifio. ‘A Osvaldo Silva Galdames, también académico del Departamento de Ciencias Hist6ricas de la Facultad de Filosofia y Humanidades, quien tuvo Ja gentileza de revisar la altima version de la tesis, luego de la muerte de don Rolando. Agradezco su comprensién y confianza, ‘A los etnohistoriadores Thierry Saignes y José Luis Martinez. Sin la sensi- ble generosidad de ambos, que pusieron a disposicién el microfilme de AGI Chareas 92, no habria sido posible trabajar y dar a conocer este documento inédito anexo, pieza fundamental de este escrito. ‘A John Murra, por sus constantes ensefianzas y la lectura critica del primer capitulo. AI Dr. Gilberto Sanchez por sus comentarios en relacién con los aspectos lingiisticos del capitulo tercero y a Mauricio Soto, bidlogo, por sus observa- ciones sobre la seccién dedicads al picaflor en el mismo capitulo. Al profesor Rolf Foester, por sus sugerencias al capitulo primero. : Al Dr. Raimond Schramm, quien me facilit6 su paleografia del Memorial de 1638, sobre fray Bernardino de Cardenas, y a Juan Alberto Herrera, por poner a mi disposicién el manuscrito del Archivo Nacional de Bolivia de 1650, tun memorial sobre la actividad de extirpacién de Francisco de Ota. ‘A mis amigos, colegas y alumnos Esteban Aguayo, Marta Alfonso, Carlos Aldunate, Angela Jeria, Mauricio Massone, Luis Millones, Flavia Morello, Elias Mujica, Franklin Pease y Varinia Varela por sus gentilezas y carifio. Al Dr. Jorge Hidalgo, por sus estimulantes comentarios. A tantos estudiantes, amigos y colegas, por su constante interés. A las familias de los pueblos y estancias de Toconce y Ayquina, que por aiios me han enseiiado sobre sus sentimientos, costumbres y respeto por este “mundo que esta vivo”. A Fernando Santiago le agradezco su dibujo del picaflor, que ilustra la portada. A él y a nuestros hijos, Fernando, Antonio y Pablo, por su paciente amor. 19 Cariruto 1 - EVANGELIZACION E IDOLATRIAS EN EL AREA ANDINA. Cviuzaciones CONTRADAS. La investigacién contemporanea ha demostrado el esfuerzo de la corona de Espaia por evangelizar a los indigenas americanos, en el contexto del cato~ licismo de la época de la Contrarreforma, traspasado por su pugna con el protestantismo y palpable en insistentes discusiones. Ajenas a estos debates, {edricos, las sociedades andinas subsumidas en ese entonces en el concepto de Tawantinsuyyu, sufrieron la evangelizacién como uno de los factores esenciales de su transformacién cultural; por esta razon, la “extirpacidn de la idolatria” se encuentra en la interseccién de los grandes problemas de indole espiritual ¥y material de la colonizacin americana. Los espaiioles que llegan al Nuevo Mundo vienen fuertemente impregna- dos de los conceptos de la demonologia y hechiceria’, productos caracteristicos de la Europa medieval. En los Andes, se argumentara la presencia de Satands, acusindolo de inducir a los indios a adorar asus huacas, idolos y antepasados. Al vincular la religién indigena con la adoracién al diablo, los extranjeros evaluaron bajo criterios europeos la teoria y prictica religiosa andina en su totalidad; de ahi que muy pronto se equipare el concepto de idolatria al de hechiceria, Es en este contexto que existe una gran oposici6n entre las descripciones {que los espaioles hacen de la religion andina y la realidad de ésta para los indigenas, pues al percibir la vida andina a través de un lente distorsionado por una tradicién demonolégica arraigada en la cultura popular espaftola, los colonizadores “encontraban al diablo detrés de cada roca”. Es preciso tener presente que aunque la cronologia sitia la empresa espafiola en tiempos renacentistas, impera en la mayoria de la poblacién ibérica una mentalidad ‘medieval. ‘También los espafioles trajeron otros conceptos acerca de la vida y sus ‘iclos vitales. Trasladaron a América su nocién de culpa y el pecado incluiré no s6lo la religién andina y sus précticas, sino también su organizacién familiar, su vida sexual, sus ritos de pasaje. En definitiva, la prédica del cristianismo * Russel, 1965: 59-76, » Silverblat, 1982: 36-88 a cstavo estrechamente vinculada con la imposicién de una visién mediterranea hispanica”. Por otra parte, la percepcién indigena estaba basada en la experiencia vivida durante el gobierno del Tawantinsuyu; el Incarespet6 los cultos locales, afiadiendo sus propias divinidades y en ocasiones, ofrecié en primer lugar las ofrendas a las deidades regionales, para demostrar su respeto y reconoc miento, Esta actitud marcaba la norma del comportamiento religioso de los indigenas; la presencia de una nueva iglesia estatal no obligaba en su concepto, a romper con su propia tradicién que habia soportaco sin mayores problemas la conquista del inca’ Es por eso que los espafioles pudieron inicialmente observar los ceremonia- les incaicos. En abril de 1535, vieron ante sus ojos cémo, durante ocho dias, se celebré la gran fiesta anual del sol y de la cosecha, presidida por el inca Paula ‘Tipac y en donde de acuerdo a la costumbre se exhibieron las “momias de los reyes"; mas de trescientos dignatarios indigenas se reunieron para esperar la salida del sol y para entonarle cénticos de alabanza”. De hecho, una ver, desaparecido el sistema del Tawantinsuyu y el pode- contenido en la persona del Inga, la religién no estatal perdurara a través de todo el periodo colonial, aunque paulatinamente, se tralara de un culto perseguido y clandestino®. Porque 1550 es una fecha limite, Mas tarde ya no seran posibles las mani. festaciones espectaculares, por lo menos donde la presencia de espafoles es ‘numerosa. El Concilio de 1551 dicta Constituciones represivas que se aplicaron de manera efectiva contra las celebraciones indigenas. Recordando sus aiios, juveniles en Cuzco, el Inca Garcilaso confirma que después de esta fecha fue ‘muy raro que viera ceremonias “paganas” y Molina, que escribe hacia 1552, termina la descripcién citada con estas palabras: “Muchas cosas de éstas se hhan quitado a los naturales”. Aunque en definitiva, en iiltima instancia el veredicto de prohibicidn se subordiné a la decision de los representantes de la Iglesia y del gobierno: el doctrinero y el visitador serfan los encargados de decidir entre tolerancia y prohibicién; en estas resoluciones intervino también un factor asociado de primera relevancia durante toda la época colonial: las consideraciones de orden econémico. Asi, pues, en muchos casos, la prohi- bicién y la confiscacién de objetos de la idolatria, aunque justificadas por la ‘evangelizaci6n, esconden una motivacién netamente econémica"’. Efectiva- mente, esto se cimienta sobre la ingerencia de la Iglesia en las relaciones de la economia colonial! © Gonzi y Mellae, 1965, Cf. Flores Galindo 1988: 39 y 16 ® Milnes, 1965: 29, ® Molina, apud Daviol, 1977: 110 © Wachtel, 1976: 133 y 200, Duviols, 1977: 11 © Duviols, 1977: 204, % Antonio Acosta 1982; 19873 y 1987. Gutiéres, 1989 2 LAS NECESARIAS NOCIONES. ‘SOBRE EL CONCEPTO DE IDOLATRIA” Para extirpar la idolatria y eliminar todas sus manifestaciones, debia existir previamente un concepto preciso de lo idélatra. La nocién de idolatria lego 2 comprender un vastisimo campo, incluyendo no solamente la religion ‘autdctona, sino también los fenémenos culturales, econémicos y sociales. La ‘extension y la diversidad del dominio de lo “prohibido” hacfan més complejo Ja determinacién de sus limites". De acuerdo con el Antiguo Testamento, idolatra es en primera instancia, el ceulto alos idolos: “porque el culto a los abominables idolos es principio, causa ¥ fin de todo mal”. Sobre esta amplia base, pero centrndose en América, ‘1 dominico Bartolomé de Las Casas y el jesuita José de Acosta, construyeron sus fundamentos sobre la evangelizaci6n, término ain més amplio que el de idolatria y que necesariamente lo incluye. Elpadre Las Casas es el primero que se refiere extensamente a la idolatria a partir del capitulo 74 de La apologética. Argumenta que la idolatria comenz6 a raiz del fraccionamiento y el aislamiento de los grupos humanos, de la diversidad lingiistica y de la vision cada vez mas deformada de la verdad; tales factores externos explicarian la multiplicidad de divinidades. A su juicio, Ia idolatria nace en el hombre de su profunda necesidad de adoracién, que emana de su religiosidad natural. Desde este punto de vista, la idolatria es la afirmacion y la glorifcacion aunque desviada, de la grandeza divina a través de sus criaturas. Indudablemente Bartolomé de Las Casas reconoce que estos demonios, con su perversidad, su astucia, su odio a los hombres y la envididi a Dios, han contribuido a desarrollar en los seres humanos los gérmenes de cultos cerréneos; pero afirma enfiticamente, la idolatria es “ natural”, es decir, no es fandamentalmente demoniaca. Toma de la literatura patristica y de las noticias de los nativos andinos aquellos elementos que pueden permitirle demostrar {que los indios id6latras sufren perversiones, pero no son perversos. Este es un punto clave de la doctrina del padre Las Casas; el postulado de una “idolatria natural”, indispensable para probar que los americanos, mais que todos los demas infieles, son aptos para recibir el Evangelio, y que como “sefiores naturales” tiene derecho al gobierno y a la propiedad. Esta ‘ltima opiniGn seguiré vigente como gran tema de discusién hasta los tiem- pos del virrey Francisco de Toledo" y religiosos de otras érdenes también Un estudio eruito sobre las concepeiones de la Molar se encuentra en Garcia, 1993; nel mismo volumen, Urbano, 193, * Duviols, 1977: 293 © Op. cis ™ Duviols, 1977: 15-18 Bernard y Gruzinski 1992: 38-89. ™ Murra, 1991: 625 632, 23 la tendrn en mente desde los inicios de la evangelizacion; por ejemplo, los franciscanos en 1537, se refieren a una bula de Pablo III, “en que manda {que alos indios que estaban descubiertos ni a los que se descubrieren no les hagan cautivos, ni les desposean de sus bienes, sino que les dexen libres y sefiores de ellos”. Pero las argumentaciones centrales de Bartolomé de Las Casas sobre la idolatria, son realmente excepcionales. Casi todos los autores que se ocupan de Pent, concuerdan con la tesis de José de Acosta, quien también sostenia que los indios estaban en aptitud de recibir la fe, pero no suscribia la definicion lascasiana sobre la idolatria. Poco preocupado de la cuestidn de su origen, en contraposicién con el padre Las Casas, sefiala vigorosamente la huella demo- niaca presente en la idolatria. En su concepto, la idolatria no es una forma simple y errénea de la religion natural; es diabdlice y no natural. No puede coexistir con las virtudes del alma, como supone Bartolomé de Las Casas, sino al contrario, la ataca y pervierte completamente. José de Acosta, de acuerdo con la definicion biblica, afirma que la idolatria “es el mayor de todos los males, siendo como dice el sabio principio y fin de toda maldad”™. ‘A partir de estos postulados, las Clasficaciones de la Idolatia sera un aspecto profusamente ilustrado en las crénicas del siglo xvi. Por ejemplo, “Dos maneras tenian de templos, unos naturales y otros artificiales. Los naturales eran cielos, elementos, mar, tierra, moates, quebradas,rfos cau- dalosos, fuentes o manantiales, lagos o lagunas hondas, cwevas, pefas vivas tajadas, cumbreras de montes (..) ¥ estos lugares naturales se llamaron en su lengua dellos diferentemente, como las cumbreras apachitas, las cuevas hhuaca, los montes orcos, las fuentes pucyu, los cielos huahua pacha”. Y necesariamente, tanto el padre Las Casas como el jesuita Acosta, explici- tan de manera precisa sus consideraciones sobre el concepto de idolatra, con elfin esencial de organizar los contenidos idolatricos y de esta forma orientar la labor de evangelizacion en América. El esuita José de Acosta lleg6 a Lima en 1572 y se esforz0 por aprender el ‘quechua. De regreso a Espaiia publica en 1589, De Procuranda Indorum Salute, tuna obra precursora de la ciencia misionera; Inego en 1590, edita la Historia moral natural de las Indias. En ambos escritos,realiza un analisis yuna reflexién sobre las creencias religiosas andinas y en la primera de sus obras, propone los caminos para lograr el desarraigo de la religién andina y sus practicas, paso previo a la implantacion de la fe®, * Acosta, De Pocaranda [1589] 987 Libeov, capitulo “Lox precepts del dectlogo y la Solatcia dels bacbaren: 247; Duviol, 197788. * Anéaima, 1600 (1968) 157; también, erie otros, Cobo: (1653) 1802 tomo i: 348-344 % Nieto, 197: 138-136 ® Acosta, De Prcrende 1575], 1987. Libro v, capital x: 249 y 251; Davo 197: 18 mu La definicion sobre la idolatria que José de Acosta presenta en Procuranda esta basada en consideraciones de origen geografico, de contenido e ilustrada mediante tres ejemplos principales. Con el primer ejemplo -en el que incluye alos caldeos- se refiere a Ia adoracién a los astros y a los elementos de la naturaleza; en el segundo -representado por los griegos- denota la divinizacion de los muertos. E] tercero ~caracterizado por los egipcios— es el que se refiere alculto a “los animales s6rdidos y viles”. El autor encuentra estas tres formas reunidas en los peruanos y bosqueja como demostracién, un breve cuadro de la religién del Tawantinsuyu remitiéndose a la encuesta de Juan Polo de ‘Ondegardo que aiios mas tarde utilizé ampliamente en su Historia natural y amoral de las Indias En esta tiltima obra el religioso ofrece una clasificaci6n diferente a la de su escrito anterior; sefiala que en definitiva, existen dos grandes formas de ‘dolatria: la natural y la artificial o imaginativa. La primera, segtin que el culto sea general o particular, se subdivide en dos: a) cuerpos celestes y ») rios, montaias, arboles. Laimaginativa encierra por una parte la adoracién de objetos que son hechura del hombre (estatuas, idotos) y por la otra, el culto a los objetos que solo ad- {quieren a través de la fantasia del hombre un cardcter sagrado, como sucede por ejemplo con el culto a los muertos." Sila clasificacién del jesuita es precisa y obsesiva, las reflexiones del padre Las Casas son amplias y equivocas para la labor evangelizadora y particular- mente molestas para la empresa econémica del gobierno espaol; en ambos casos, los fundamentos que sustentan las afirmaciones de estos religiosos son profundos, extensos y bien conocidos; no obstante, agregamos por su caracter documental, un anélisis contempordneo en el que Duviols opone a esta forma de clasificacién que llama externa, una “Clasificacién interna’, taxonomia que estaria basada en el adorador y no en el objeto de adoracién. Para ilustrar su distingo, recurre a Alonso de Pefia y Montenegro (1661) quien considera que entre los indios de Peri pueden existr tres clases impor- tantes de idolatria: 1, la idolatria formal o perfecta o latria total: quien se entrega a su adora- ion, profesa un culto falso pero lo cree verdadero”. ‘2. un caso mas complejo y sutil, que se podria llamar sincretismo malicioso cl idolatra conoce ya la verdadera religion, pero también teme a las hnuacas y les rinde culto para que le sean propicias. ™ Acosta, De Pocranda [1575], 1987 Libro v, capitulo wx: 249 y 251; Duviols 197: 18. ® Acosta, De Procranda 1987, libeo v, capitulo x "Remedi contra la idolatria": 259.271 ™ Acosta, Histria Natural. (1590) 1962: 224; también en Cobo, Historia del Nuevo Mundo (1653}1956, como 1v:84; Duviols 1977: 19. ® Aun cuando para Bartolomé de Las Casas, ltria era la verdadera religion, es deci, el ‘atolicismo, opuesto eategirico de Ia dolatra. (Bernard y Gruzinski 1992: 42) 25 3. los indios que profesan la idolatria material; los que por espiritu de imitaci6n rinden culto y ofrecen sacrificios a los idolos, sin que por eso les atribuyan realidad divina”, El problema de las idolatrias durante el siglo xvt Hasta el fin de las guerras civiles y antes del Primer Concilio Limense que se realiz6 en 1551, la Iglesia no se ocupa sistematicamente del problema de la idolatria; tiene que construir los primeros templos y equipar las primeras doctrinas y todavia existe un gran desconocimiento de la religién autéctona. No debe sorprendernos que durante los cinco o diez primeros afos de la Conquista, saqueo y extirpacién aparezcan entrelezados y seria equivocado que consideréramos que la destrucci6n de los templos indigenas y de sus dolos fue determinada por el celo de un catolicismo militante. En esos aftos era muy frecuente que la extirpacion fuera un cémodo y providencial pretexto para el pillaje, puesto que los objetos de oro abundaban, especialmente en los “templos del demonio”. Bastenos con recordar, por ejem- plo, la accién de Hernando Pizarro en Pachacamac; pero todo cambia desde ‘el momento en que la extirpacion se transforma en una actividad autdnoma. Parece que fueron los agustinos de Huamachuco los primeros que “hacia 1555~ redactaron una lista precisa de las fiestas y de los juegos que estimaban con implicaci6n idolétrica; legaron incluso a prohibir la representaci6n plastica de ciertas figuras, como por ejemplo la serpiente, a la que consideran como simbolo de la religién pagana”, A partir de mediados de este siglo, se despierta una gran curiosidad por estudiar y conocer lo que se habia conquistado. En 1560, se publica en Valladolid, la Gramatica o arte de la lengua general quechua de fray Domingo de Santo Toms, quiza la primera obra en dicha lengva; este dominio, amigo y ‘colaborador del padre Las Casas, comprendié tempranamente la “complej: dad y eficacia de las instituciones andinas” y fue uno de los detractores mas tenaces del licenciado Juan Polo de Ondegardo, que por estos afios también es un experto conocedor del mundo andino™. Su trabajo estaba orientado @ comprender la organizacién y la religin de los indigenas, revisar el estado politico del virreinato y proponer una solucién para un buen gobierno. ‘Juan de Matienzo, con su obra Gobierno del Peri, erminada en 1567, re- presenta la culminacién de esta preocupacién intelectual: estudié lo anterior, revis6 la situaci6n del momento y luego propuso un programa de “gobierno del Peri”. Los escritos de estos autores se convierten en una fuente de sugerencias para los temas de los Concilios Limenses". 2» Duviols, 1977: 23:24 8p. 90-91; 294-295, ® Murra, 1904a:25; Murra, 191 © Bunga, 198: 105, 26 [Asi es como los resultados de la primera encuesta sobre los ritos encarga- daa Juan Polo de Ondegardo por el Virrey y el Arzobispo, suministran a la Iglesia suficientes elementos para una actitud mas exigente. Es en la época del Segundo Concilio en 1567, cuando aparecen las primeraslistas algo detalladas de los rtos prohibidos y en el Sinodo de Quito, reunido en 1575, se redactan listas ain mas minuciosas. ‘Durante el Segundo Concilio, la Iglesia por primera vez. pone en guardia oficialmente a sus ministros contra la duplicidad de los indios, que practican secretamente sus ritos valiéndose de fiestas religiosas catdlicas, especialmente lade Corpus Christi. El Tercer Conciio en 1572 que ratifica las constituciones del precedente aiiade dos nuevas disposiciones restrictivas, evidentemente inspiradas por los clérigos mas radicales, y que siguen una direccién completamente opuesta ala clegida por José de Acosta; por ejemplo, prohibe el uso de los quipuy decreta su confiscacion™: *y porque en hugar de los libros los indios han usado y usan unos como registros hechos de diferentes hilos, que ellos llaman quipos, y con esto conservan la memoria de su antigua superstici6n y ritos y ceremonias ¥ costumbres perversas; procuren con diligencia los obispos que todos los memoriales o quipos, que sirven para su supersticién, se les quiten totalmente a los yndios™. EL PROCESO DE EVANGELIZACION La evangelizacion no es un fendmeno orggnico. Los indigenas van recibiendo Ia doctrina de varios grupos de personas perfectamente diferenciables: los conquistadores, los frailes, los negros, circunstancias todas que se hicieron sentir en este proceso del catolicismo. Incluso en el clero regular, los nativos pudieron distinguir matices de acuerdo ala orden que pertenecieran; y es que los religiosos, ademas de arribar antes que los elérigos, mantuvieron, al menos en el caso de franciscanos y jesuitas, normas de comportamiento que causaron verdadero impacto en los fieles; sabemos que mercedarios, franciscanos, dominicos y agustinos fueron los primeros y los indigenas forman su propia imagen de algunas o cada una de estas érdenes; los franciscanos, por ejemplo, son asociados ala muerte; con- secuentemente, san Francisco cumple el papel de guardién de los muertos”. % Segundo Concili, Costitucién 95 en Vargas U1051: 252; Duviol, 1977: 295. % Daviols, 17: 305 % Tice Coniio 1583, capitalo 37, en Vargas Ugate, 195, tomo t 358, Millones, 1965: 53.54. Para comprender los métodos de evangolizacién de los esuitas, ‘ease el laborioso trabajo de Alb6, 1966. a La novedad que para los sacerdotes revestia la seleccidn de los métodos de evangelizaci6n, no residia inicamente en el caracter hist6rico de éstos, sino sobre todo en su indole metodologica. Los padres, tuvieron que enfrentarse con una realidad misional hasta entonces inédita; la experiencia de Indias, no tenia anilogos en las precedentes empresas misionales que a lo largo de la historia de la Iglesia se habian venido sucediendo hasta el siglo xvi, de modo {que los misioneros de esa centuria no conocfan un modelo en que inspirarse para llevarla a cabo. Se pens6 que el modelo mas cercano podria ser el apostolico, por la idiosincrasia del indio de acuerdo con la percepcisn del clero: humilde, capaz de llegar a ser un “santo var6n”; dedujeron que el modelo de la nueva empresa misional haba que buscarlo en la labor realizada por los discipulos de Jesucristo™. Hubo un tema controvertido desde el principio; los misioneros castigaban corporalmente a los indigenas y este fue un motivo suficiente para que se les recriminara haber errado en los métodos, ya que una conversi6n de infieles acompafiada de sanciones corporales no era, al parecer de los detractores, una conversién conforme al modelo de Cristo y los apéstoles. Ante esta objecién, los defensores de la tactica de castigos, si bien reco- nocen implicitamente el valor de la norma que para estos casos entrafiaba la condueta seguida por los fundadores de la Iglesia, argumentan que la indole de los indios era distinta a la de los paganos de los tiempos apostélicos y por Jo mismo, nada impedia en su concepto, que ante circunstancias distintas se empleasen también métodos distintos™. La Boangelizacion durante las guerra cviles En 1541 el vicario general de Cuzco Luis de Morales que actuaba en represen- tacién del Obispo ~por ausencia de fray Vicente de Valverde dirige al Rey, un largo informe sobre el estado del pais, un documento luminoso a juicio de Pierre Duviols y el primer texto eclesiastico sobre la extirpacién". Uno de sus pirrafos esta dedicado a la idolatria de los peruanos. Por primera ver. se denuncia la idolatria como el mayor obsticulo para la fe y su alcance es claramente definido. Para un observador como Las de Morales, «que ocupaba un puesto de excepcién, la idolatria de los peruanos consistia en Ja adoracién del sol, el culto a las huacas y sobre todo a las momias sagradas. Es evidente que se trataba de manifestaciones aiin persistentes de la religion, aristocratica y oficial de los incas y tanto el vicario general como los clérigos, todavia no se habian preocupado de las formas o expresiones populares de Ia religi6n autéctona. 9 Ronges, 1960227 y 23, © Op. cit: 28. © Doviols, 1977: 93. 28 Luis de Morales sugiri6 al Rey que nombrara una persona cuya mision especifica fuera hacer que se destruyeran todas las huacas, altares y momi es decir, solicit6 la creacién de un nuevo cargo que vendria a cumplir las funciones de director o superintendente de la extirpacion de las idolatrias. Lagestion del vicario general fue tibiamente acogida por el Consejo de Indias, cel cual se limité a escribir al margen de la peticion esta frase: “Al governador y obispo Vaca de Castro que provean como esto se remedie y cesen estas {dolatrias..”". No obstante, a pesar de estas situaciones el interés por el tema estaba can- dente. En un momento de calma politica y militar (1545-1549), cuando el poder de Gonzalo Pizarro parecia s6lidamente asentado y el momento era propicio ‘para fjar los principios basicos de la misin evangelizadora, el obispo Loayza redacta la Instruct de la orden que se ade tener en la Doctrina de los naturales, este escrito, constituye el primer texto legislativo de la Iglesia de Pert relativo a la catequesis de los indigenas y muy particularmente a la extirpaci6n. “Otros, trabajaran de saber si hay hechiceros o indios que tengan comu- nicacién con el demonio y hable con él, y asi mesmo los alumbren desta cceguedad y torpeza, haciéndoles entender la gran ofensa que hacen a Dios fen tener comunicacién con el demonio y creer las mentiras que les dice, y si alguna vez les dice verdad, que es para engafallos para que le crean ‘otras muchas mentiras y también los amenazara con la pena y castigo que se haré en los que lo hicieren™*. El orden en que se enumeran las nibricas especiales del texto implica el orden de las prioridades en la evangelizacion: 1) construccién de la Iglesia, celebracién de los oficios, administraci6n de los sacramentos, 2) biisqueda y destruccién de los monumentos paganos; 3) refutacién de la idolatria; 4) instrucci6n religiosa. Esta Jnstrucin revela una concepcién generosa, optimista e ingenua de la empresa evangelizadora,influida por la conviccion de que la idolatria de los indigenas més que un signo de culpabilidad, es el resultado de la ignorancia religiosa y que con una adecuada instrucci6n doctrinaria se lograra la conversién espontiinea. Asilo espera el arzobispo Loayza y hasta confia en que, en deter- minado momento, la destruccién de las huacas y de los idolos sera realizada por los indios ya eristianizados, como un acto surgido de su propia iniciativa. Sin embargo, la destruccién era obligatoria y por ningin motivo se au- torizaba la conservacion de esos monumentos paganos, en el caso de que # Duviols, 1977: 04 © Instrucion..1545, en Vargas Ugart, 1952, tomo: 189-148, Vargas Ugarte, 1952: 147 29 los indigenas, por ejemplo, se opusieran a su destrucci6n. Hay ahi una clara contradiccidn, pero atin asi, esta instruccién no éeja de ser muy liberal. En ella se establece como principio que no se puede maltratar, ni escandalizar a los indios". Esta obra inaugura la serie de escritos especilizados que le siguen, des tinados a erradicar las idolatrias e imponer la fe catélica en los virreinatos del sur de América. En este contexto, Los Concilos Limenses constituyen las piedras angulares de los pasos seguidos por Ia Iglesia para la elaboracion de sus concepios y las normas de organizacién que regirdn la evangelizacion en estas tierras andinas. EL Primer Concilio de Lima Esta reunién fue convocada en 1551 cuando Pert salia de las guerras cviles y Iegaban los primeros agustinos. El Arzobispo juzga.que el momento es propicio para iniciar la unificacion de los métodos de la conversi6n de los indigenas". Las medidas especificas que contra la idolatria dicta el I Concilio, ocupan relativamente poco espacio en el conjunto de las normas que se han previsto para la falta de cumplimiento de la ley cristiana (inasistencia a misa, poligamia, falsa confesion, etcétera). Estas constituciones tiene un cardicter poco preciso, y la naturaleza del delito casi no se determina, pero no por eso dejan de ser menos severas, ni escapan a la concepeién pedagogica fundada esercialmente en el acto repre- sivo, concepcién que estaba estrechamente vinculada con la idea de que el indio s6lo era sensible a los castigos corporales”. EI parigrafo concerniente a los hechiceros bautizados hace constar que si estos fueren hallados en flagrante delito, recibirian publicamente cincuenta azotes y serian rapados. Se sabia ya la terrible afrenta que esta ultima medida significaba para los indios. Por ejemplo, Juan de Betanzos, en 1551, relata que Inca Yupanqui, una vez. hubo vencido a los chancas, mand6 “que por cuanto eran orejones, que luego les fuesen trasquilados sus cabellos”*, para asi quitarles su dignidad En caso de reincidencia debian ser encarcelados durante diez dias y recibirian cien azotes; ademas, se debia confiscar el tercio de sus bienes en beneficio de la iglesia local. Los reincidentes por tercera ver. se consideraban incorregibles y eran remitidos a los jueces eclesidsticos, al mismo tiempo que se les instruia juicio. * Daviols, 1977: 95 y 97 © Vargas Uparte ed, Limense”. 1551-1552 Duviols, 1977: 97 © Op. cit: 233, Betanzos, [1551] 1968: 28 ncilios Limenses, tomo t, 1951: 5:93 *Primer Concilio Provincial 30 Fs sorprendente que el comin de los indios idotatras bautizados fuera ‘asimilados pura y simplemente al concepto de hechiceros, alos que se cons: deraba como los principales responsables dela idolatria, Esta situacion inicial, Se debia al hecho de que la Iglesia sélo tenia un conocimiento muy sumario Ge la importancia y de la naturaleza de la religion aut6ctona, y ademés estaba rientada especialmente hacia la instrucci6n religiosa"”. ‘Otra medida, que, aunque no figura en las constituciones del Primer Con cilio fue sin duda aplicada a menudo, era la reclusién de los hechiceros. Un ‘Memorial para el buen asiento y gobierno del Peri posterior a 1550~ solicita que Jos hechiceros fueran encerrados en un local especial, cerca dela Iglesia, y que fueran seialados con un signo distintivo. Esta idea norma debio prosperar, El visitador de Chucuito denunciaba, en 1567, que los dominicos de la provincia nantenian prisioneros, a veces de por vida, a indios viejos, calificados, mas 0 menos arbitrariamente de hechiceros, y cuyo trabajo explotaban®. ‘Aunque los concilios siguientes fueron precisando los castigos, el trala- iento hacia los sacerdotes indigenas, que paulatinamente son distinguidos de los hechiceros por los espafoles, practicamente no sufrié cambios y continud aplicandose rigurosamente durante el siglo Xv. El Segundo Concilis" Las denuncias del visitador de Chucuito fueron formuladas el Ja reunién del Segundo Concilio, que sefalarfa un cambio radical en lo que iemne a la reglamentaci6n de las medidas represivas. De acuerdo con su Constitueién 98, este Concilio manda que los... “curas abisen piiblicamente y con mucho ahinco en tres dias de fiesta, ante notario y testigos, a todos los yndios que manifiesten las guacas € idolos pablicos y particulares y, después de manifestados, se derriben y disipen totalmente, después de las dichas amonestaciones qualquiera que se hallare a adorar 0 mochar ofrecer sacrificio o otros rritos 0 supersticién, siendo plebeyo e bajo, primeramente sera castigado conforme a su culpa de su cura por comisién del obispo y, pasando adelante en su delito, se le hara informacién y con ella preso se embiaré al diocesano para que le castigue rigurosamente, y si fuere cacique, a la primera vez sea remitido al ordinario en la misma forma para que se le castigue™#. © Doviols, 1977: 238, » Borges, 1960: 543, Sobre el tema de lo cstigos alos sacerdotes idlatras, véase el capitulo Aquinto de I presente obra "Vargas Usarte ed, (1951), tomo 225-257 © Sequnde ConcilioLimense Vargas Ugarte ed. (1951), tomo t: 253 31 Con referencia a los hechiceros y dogmatizadores®, se decide que sean encerrados cerca de la Iglesia y se les ponga en libertad después de haber sido amonestados tres veces; pero los mas rebeldes, podrian ser encarcelados de por vida. Finalmente, los irreductibles seran transferidos a los jueces, que les castigardn “por el rigor del derecho”. Cabe destacar que aqui por primera vex se distingue claramente, entre los indios en general, a los hechiceros, término que en ese momento se aplicaba a los especialistas religiosos y los, “dogmatizadores”, que eran los predicadores de la religion indigena. ‘Los castigos corporales y los distintos grados de su aplicacién no son men: cionados en las constituciones, pero se prohibe que en adelante los curas gol peen o castiguen a los indios. Al respecto, la Constitucién 116 sefiala que: “todos los ministros de la Iglesia traten humanamente y con amor y con precepto se proive que ningun cura ni visitador eastigue o hiera y azote por su:mano a indio alguno, por culpado que sea, y mucho menos le trasquile © haga trasquilar; el que cometiere algo de lo dicho sea penado en treinta [pesos y en otras penas mas graves segtin fuera la culpa”. ‘Sin embargo, estas disposiciones no se tradujeron en la supresién ni en el fin de los castigos corporales. Se mantiene la potesiad del cura para fijarlos y hacerlos cumplir por el fiscal, el alguacilo el cacique. En realidad, el Segundo Coneilio intensifica, en relacién con el anterior, las penas por idolatria El segundo Concilio se efectué en los afios finales de lo que Guillermo Lohmann Villena ha llamado “el gran decenio 1560-1570”, periodo de transfor- maciones ideologicas, de reflexion sobre la realidad indigena y durante el cual, sacerdotes y laicos se preocuparon en definir los lineamientos basicos de un sistema colonial ideal. El mismo afio de 1567 en el que Juan de Matienzo redact6 su famoso plan de gobierno, la Iglesia convocaba al Concilio y definia, en el dominio religioso, las modalidades de la sociedad colonial presente y futura. Las constituciones de este Concilio cuya validez nunca se puso en tela de juicio durante la Colonia, presentan interesantes innovaciones en el terreno de la extirpacion, si son comparadas con las del Concilio de 1551. La accién contra las idolatrias La Iglesia deja constancia que los indios se niegan a revelar el sitio donde se encuentran sus templos y a entregar sus idolos. Se informa ademas, que los in- ficles se reinen en los templos del diablo y mantiene sus practicas idolatricas en la clandestinidad, lo que no impide que a ellas concurran muchos ne6fitos. © Duviols, 1986: soemsee % Constueién 107 Op. et, tomo 1: 254; Duviols, 1977: 235. © Vargas Ugarte ed, (1951): 256. Davies, 1977: 126, 32 coal i ; en A RSS Existe el convencimiento de que los curacas conocen perfectamente estas cosas y que es necesario encontrar el modo de hacerles hablar; de abi la importancia de los preceptos de la Constitucién 98 que citabamos en paginas precedentes. Una vez cumplido el plazo para que los indios comuniquen 1 lugar en donde se encuentran las huacas, se les encargaré a ellos mismos demolerlas completamente hasta que no quede huella alguna. Finalmente se hace saber que la no observancia de este reglamento o el encubrimiento de los {dolos domésticos transmitidos por herencia que los extirpadores de acuerdo a Ja terminologia romana llaman laresy penates, seran severamente castigados”. ‘Se prohiben las costumbres; los capitulos 99 a 113 describen numerosas creencias y ritos indigenas, normando su castigo. El sacerdote pedira a los indios que renuncien a las ceremonias que realizan cuando ponen nombre a los nifios, cortan sus cabellos, abrigan por primera vez. los muslos de los nifios, co consulten al adivino antes de emprender cualquier cosa; también insistra cen que, durante los funerales del marido, la esposa se abstenga de rapar su cabello, ponerse ciertos vestidos, tocar el tambor mientras las plaftideras lanzan sus alaridos, y levar los vestidos del difunto por todos los lugares donde este tenia costumbre de estar ‘Se impedira que los indios coloquen alimentos y bebidas en las sepultu- as, y offezcan sacrificios a sus divinidades. En este caso el Concilio adopta decididamente el llamado método de la tabla rasa, y expresa que hasta que esas practicas no hayan concluido, no sera posible comenzar el culto de la religion cristiana®, La supresiin de la idolatria publica Es verdad que los dos primeros concilios provinciales de Lima decretaron derribar los idotos, caes y exvotos que en 1552 y 1567 respectivamente, apa- recian todavia existiendo en piiblico. Pero més que darles una pauta de obrar ‘alos misioneros, dichos concilios tienden mas bien a recordarles que no deben desistir en su fervor para derrotar los idolos. En ese entonces, los misioneros ya habian ejecutado al menos grosso modo su obra de destruccién, y los conecilios aspiraban a que se suprimieran los restos que quedaban. Por otra parte, las Srdenes reales (llamadas Ordenes Regias) que desde mediados de la centuria en adelante se promulgaron para la extirpacion de la idolatria, se refieren no alla idolatria piblica, sino ala que habia vuelto a brotar solapadamente, La destruccidn fue sistematica. Todo cuanto tuviese caracter idolitrico, estaba condenado a desaparecer. No importaba si lo que habia que destruir era todo un templo, un adoratorio o “cu”, un idolo o un talismén®. © Duviols 1977: 127, © Vargas Ugarte, Segundo Conclio, op. ct: 253-255. Duviols, 177: 129. ® Mateos, Primer Concilio Limense, en Misionlia Hspénice 7, 1950: 19; Segundo Conciio Limense, en Borges, 1960: 277 33 ‘Si tomamos como ejemplo a la Nueva Espaiia y a Per hacia mitad del siglo xvi, ya no existia practicamente vestigios de idolatria publica alli donde a obra misional habia penetrado, exceptuando solamente los templos mayores de los dioses que no era fécil ni quiz conveniente destruir y os fdolos que los indios tenfan en parajes Iejanos 0 agrestes y que no siempre eran conocidos por los misioneros. Como método para la cristianizacin de los indigenas, Ia destruccién violenta de sus templos ¢ idolos, se presta también a ciertas reservas; asi lo intuyeron Bartolomé de Las Casas y José de Acosta. Este modo de proceder en opinion de ambos, mis que atraer 2 los indios al cristianismo cera apto para hacer que lo detestaran®®, “Teniendo en cuenta los efectos buenos que se podian seguir y sin mini: mizar la importancia del aborrecimiento que en los indios podria engendrar la conducta de los misioneros, Pedro Borges piensa que metodologicamente considerada, las reservas que a la destruccién sistematica y violenta de la idolatria publica se le podria hacer, estribarian masen el modo eémo se lev a cabo que en el método como tal Laprontitud con que se inici6 esta destrucci6n sin conocer suficientemente las concepciones religiosas de los indios y sus précticas rituales, impidié que se suprimieran muchas cosas que en realidad tenian caricter idolatrico; a indisci ‘minacién con que se realiz6llev6 por el contrario, a ladestruccién de objetos que cn el periodo subsigniente hubieran prestado un valioso auxilio para desterrar precisamente la idolairia que més tarde comenzé a retofiar de nuevo, ‘Ambas conduetas espafiolas, originaron que muchos indios se replegaran y practicaran a ocultas lo que en pablico no les era permitido, con tanta mas cautela y prevenciones, cuanto mas radical y sistemticamente se llev6 a cabo la destruccién. Su primera reacci6n fue esconder cuantos fdolos pudieron 6, suplantar por otros nuevos, aquellos que no les fue posible salvar de la destruccién™, Qué promedio de tiempo, una vez.convertidos, solian los indios permane- cer fieles a la fe y conservar intactas sus practicas religiosas cristianas, es algo poco conocido. En las relaciones del siglo x1, tratindose de la conversion de los indios, son siempre estos dos acontecimientos los que acaparan, casi por completo y con exclusividad, la atencién de sus autores: el hecho mismo de Ja conversion de los indigenas y el rebrote de la idolatria entre ellos. El proceso interno hacia el acatamiento del cristianismo que se fue introduciendo entre los indios ~desde la logica “dolatrica” de la sociedad dominada~ asi como los altibajos que en este proceso ocurrieron, quedan casi por completo silenciados. Y hubo altibajos graves al menos respecto de Ja manifestacién externa del eristianismo. Porque es un hecho que, después de la conversi6n, la idolatria volvié a resurgir entre los indigenas, y yano huubo quien a lolargo de todo el siglo xvi la © Las Casas Hiri de La Indias: 231; Acosta, De Procrend, 1984 (L588: 289-284; 520, Borges, 1960; 286-287, a4 pudiera sofocar por completo. Su proceso, incluso, parece ser ascendente hasta eliiltimo tercio de la centuria, en que por fin se consiguié que amainara algo, para volver a cobrar nueva vitalidad en las primeras décadas del siglo xvut® Francisco de Avila escribia que la mayoria de los indios, aunque aparente- mente se abstienen de las “supersticiosas ceremonias .., se hacen sustituir por viejos contratados al efecto para que hagan las adoraciones por ellos”. Afiade ademés, que con el fin de no ser descubiertos hacian coincidir sus festividades antiguas con las de los cristianos". Es significativa a este respecto la amarga Iamentacién con que el segundo Concilio Provincial de Lima constata el hecho de la existencia de idolatrias ocultas, sin que se pudiera entrever una lidad de atinar con ellas y desterrarlas de una vez El Primer Concilio Provincial de Lima en 1545, habria instruido a todos Jos sacerdotes y a los caciques de los pueblos tener en cada aldea dos indios cen calidad de fiscales, so pena de veinticinco pesos a los sacerdotes y de doce alos caciques que descuidasen el nombramiento. El misionero debia tomarles cuenta ademas a los alguaciles ~autoridad civil indigena nombrada por los espafoles para denunciar las idolatrias- de lo que hubiesen descubierto u observado al menos dos veces al aio. a instituci6n debi6 perdurar a todo lo largo del siglo, pues en 1597 se vuelve a legislar sobre ella como respecto de un asunto conocido. El primer Sinodo de Tucuman, en efecto, ordena la institucién de un fiscal en las aldeas de menos de cien indios y de dos en las superiores a ciento. Los nombrados debian ser hombres ejemplares, casados y “en el aspecto parezcan de cuarenta, afios arriba”, lo mismo que sus mujeres. Deberian estar exentos de toda otra ‘ocupacién que no fuese a suya propia para lo cual fueron instituidos, debiendo ser castigados por el Visitador quienes ocupasen a estos fiscales en trabajos ajenos a su oficio®. En los visitadores se encuentra otra institucién destinada igualmente a la deteccién de idolatrias ocultas. A diferencia de los alguaciles o fiscales que eran siempre indios sujetos a los misioneros, la de los visitadores estaba integrada solamente por espaiioles, bien fueran estos eclesisticos o seglares, con delegacién oficial de las autoridades para ejercer su oficio, delegacién que era independiente y hasta en cierta manera superior a la autoridad misional, si bien estuviera encaminada a colaborar con ésta. Sin embargo, al igual que los fiscales, el oficio de los visitadores era mixto, ‘ya que ninguna de las dos instituciones estaba exclusivamente destinada a la investigacion de las idolatrias ocultas. En principio, el fin de los visitadores * Borges, 1960: 287288. apo, Fate de Avil, De Pram herein 197: 346,351, 50-360, en Borges, 1960 Vargas Ugaste ed, 1952: 252.257, Segundo Conca Linens, Consivaciones 95 a 118. ‘ Constitaciones del Primer Sinodo ce Tucumén 1597, Leviller, Papeles eclesissticos de en Bonges, 1960: 205,

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