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poco trabajo, pero al mismo tiempo glorioso”. De esa frase salió originalmente la idea
para esta biografía donde vemos al Padre de la Patria “haciendo” naciones, modelando –
podríamos decir que con sus manos- a las sociedades de América. El símbolo del
alfarero, del hombre que con barro sencillo y con su buen gusto elabora vasijas bellas y
tierra y agua, utiliza gente, pensamientos y leyes. El levanta la república con amor y
dedicación, en todos sus aspectos. Pelea con valentía en las batallas, ataca y se defiende,
vence y lo derrotan, se repliega, vuelve, insiste, triunfa. Sin temer riesgos ni peligros, no
hizo la guerra. Ahora; frente al Orinoco, padre de los ríos, corazón fluvial de Venezuela,
sitúa él la sede del gobierno. Comprende que los Estados no son únicamente territorio y
población sino, además derecho e instituciones. El sabe que las naciones libres necesitan
primordialmente sus estructuras u órganos políticos, por eso forma el Poder Ejecutivo
Corte, cumbre del Poder Judicial, y crea el Consejo de Estado para la asesoría suprema.
Por si fuera poco para tan admirable empeño organizador, Bolívar cre el vocero
lenguaje no era rebuscado, ni difícil ni pedante, la gente del pueblo sin mayor cultura lo
Sus máximas morales y políticas revelan una calidad filosófica de mucho valor.
azote”. “La justicia es la reina de las virtudes republicanas”. “La libertad es el único
y sentenciosos que son los refranes, donde se resume la sabiduría simple y natural del
pueblo. Así en sus cartas pueden leerse frases como: “Quien hace un cesto hace un
ciento” – para indicar que quien comete una falta o realiza un buen acto puede repetirlo
muchas veces-; “la ocasión cuando ésta se presenta por primera vez pues es difícil de
agarrar y no se repetirá. No son raros los brotes de humor en sus despedidas: “Soy de
Ud. De todo corazón, su enfermo y disgustado amigo, que no sé cómo ha podido dictar
esta carta”.
Páez anotaba que Bolívar era “muy amigo de bailar, galante y sumamente
modales, sin mengua de la educación suya que era la propia de europeos o criollos
aristócratas gentiles, eran sobrios. Se comportaba con modestia y naturalidad. Bolívar
era orgulloso, y quizá, demasiado sensible a la calumnia; las infamias contra su persona
lo irritaban especialmente.
“Tenia buen apetito –dice O´Leary-, pero sabía sufrir hambre como nadie.
Aunque grande apreciador y conocedor de la buena cocina, comía, con gusto los
bañándome en el Orinoco, con todos los de mi Estado Mayor, con varios Generales de
mi ejército y el Coronel Martel, este último hacía alarde de nadar más que los otros; yo
le dije algo que le picó y entonces me contenstó que también nadaba mejor que yo. A
cuadra y media de la orilla donde nos hallábamos había dos cañoneras fondeadas y yo,
picado también dije a Martel que con las manos amarradas llegaría primero que él a
bordo de dichos buques: nadie quería que se hiciese tal prueba pero animado yo me
había ya vuelto a quitar la camisa y, con los tiros de mis calzones que de al General
Ibarra, le obligué a amarrarme las manos detrás; me tiré al agua y llegué a las
cañoneras con bastante trabajo. Martel me siguió y, por supuesto, llegó primero. El
General Ibarra, temiendo que me ahogase, había hecho poner en el río dos buenos
nadadores para auxiliarme, pero entonces, aquellas voluntad fuerte que nada podía
detener: SIEMPRE ADELANTE, NUNCA ATRÁS, tal era mi máxima y quizá a ella es a
Ante el congreso, que en realidad era una veintena de Diputados reunidos en una
mediana sala, sin ningún lujo, a tono con la austeridad y la pobreza de una nación en
guerra por la subsistencia, lee el Libertador su texto conocido con el nombre de Mensaje
o Discurso de Angostura (15 de Febrero de 1819). Es el más notable de todos los
Colón, preclaro descubridor de nuestro hemisferio, y quien hasta entonces no había sido
Colombia la había inventado Miranda para bautizar una ciudad que debía construirse
expresamente para ser la capital de toda la América Latina unificada. Tenía Bolívar un
espíritu justiciero; en este rescate del nombre de Colón hace patente su alto
América, ésta que ahora llamamos América Latina. Bolívar tuvo siempre ideas muy
claras y concretas de fraternidad americana, y buscó por todos los medios a su alcance
la cooperación estrecha que mejor ayudara a todos nuestros países a progresar juntos.
El gobierno que el Libertador quería para Venezuela y para todas partes, debía
ser el democrático, único gobierno que hace posible la más completa libertad.
El sistema, gobierno o régimen democrático es el que nace del pueblo, manda en
nombre del pueblo y para beneficio del pueblo. Cada ciudadano, mediante el voto,
participa en la formación del gobierno; así, tanto el Presidente de la República como los
En nuestros días tenemos presente con total convicción este precepto bolivariano
de que el sufragio popular, es decir la votación libre, secreta y pura del pueblo, es la
única fuente legítima del poder. Lo contrario se llama usurpación. Usurpador es el que
roba el poder y por la fuerza se proclama gobernante contra la voluntad general del
un efectivo maestro de política, un jefe que conocía bien a los hombres, sobre todo a sus
subalternos y a sus compañeros. A veces con un simple adjetivo Bolívar describía una
persona. Un día, para definir a Sucre, dijo “reúne los conocimientos profesionales de
Salóm”.
En otra ocasión habla de los jefes militares que estaban con él en el sur: “Mi
edecán O´Leary es digno de una particular mención. ¿Pero quién como Flores? Y ese
Gonzáles y los bravos y heroicos Sandes, Urdaneta y demás valientes de ese ejército,
que a cada uno quiero, en particular”. Bolívar sabía dirigir a los hombres sabía
rasgos en este libro. Uno de ellos es su actitud respetuosa y tolerante hacía los
ciudadanos que tienen opiniones distintas a las del gobierno. Por regla general a nadie le
gusta que le discutan, y menos que le contraríen su modo de pensar; los gobernantes no
crítica. Bolívar tenía la amplitud del auténtico demócrata, por eso escuchaba y respetaba
a los adversarios. Por eso en una ocasión le puntualizó al General Páez: “el que
gobierna una gran familia tiene que pasar por todo, sea agradable o no. Usted no debe
incomodarse porque le digan el dictamen de los otros; a mí me lo dicen todos los días y
no me incomodo, porque el que manda debe oír aunque sean las más duras verdades, y
después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los
errores Todos los moralistas y filósofos aconsejan a los Príncipes que consulten a sus
vasallos prudentes y que sigan sus consejos; con cuánta más razón no será
coloca sus jefes a la cabeza para que le hagan el mayor bien posible, y no le hagan el
menor mal”.
Los hombres públicos – insistía él- están sujetos a las críticas de los ciudadanos;
buscaba establecer en nuestra América; ese era el régimen que el alfarero moldeaba y
moldeaba, creaba, perfeccionaba y embellecía con sus dedos expertos y con su espíritu