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DERECHO PROCESAL: CONCEPTO “Sabemos que no. puede concebirse la existencia de una sociedad humana sin conflictos de intereses y de derechos, porque las normas juridicas que la reglamentan son susceptibles, por naturaleza, de ser violadas y, algo més, esas violaciones son de ocurrencia casi necesaria y continua, dadas las limitaciones y supuestos los defectos propios de toda persona, que hacen imposible la idea de una vida de relacién sin choques, sin querellas, sin disparidad de pretensiones y conceptos. La misma comuni- dad de necesidades y la convergencia de apetitos por satisfacer con unas mismas cosas, crean intereses opuestos y excluyentes. De manera que ante tales hechos dnicamente caben dos soluciones: o permitir que cada uno persiga su defensa y busque aplicar lo que enticnda ser su justicia, personal y directamente, o atribuir al Estado la facultad de dirimir tales controversias. De ahi la existencia del derecho procesal, que, en cuanto a su origen o causa primaria, responde a una necesidad, que es la de encauzar, mediante la intervencin del Estado, la accién de los asociados en el deseo de proteger sus intereses contra terceros y contra el mismo grupo, bien sea en presencia de una amenaza o de un hecho perturbatorio consumado. Precisamente, una de las caracteristicas esenciales de toda sociedad organizada es la reglamentacién de la facultad de desatar los conflictos entre Jas personas o de reparar lesiones y sancionar los actos ilicitos, con base en dos principios: la restriccién de tal facultad al Estado y la determinacion de normas para su ejercicio. Igualmente, sabemos que no puede concebirse el derecho sustancial sin la accién, atin cuando esta tltima bien puede existir y ser ejercitada validamente, sin que el actor tenga el derecho sustancial que pretende; de manera que la existencia misma de los derechos subjetivos presupone la del derecho procesal. El sefialamiento de normas para el ejercicio de la facultad de administrar justicia ¢s ya una limitacién al poder absoluto del Estado, y sélo se presenta a medida que surge en la conciencia de los pueblos el concepto de que la autoridad no debe ser limitada y que debe someterse también a normas preestablecidas para su ejercicio. Esa facultad es por parte del Estado una emanacién de su soberania, lo que trae dos consecuencias: la que hemos sefialado de rechazar su uso por los particulares, y la de que cada Estado oponga a los otros su ejercicio en forma exclusiva respecto de sus asociados y dentro de su territorio, con las limitaciones y extensiones que veremos al tratar de los limites de la jurisdiccién. Pero no quiere decir esto que la dnica funcién del derecho procesal sea la de desatar conflictos 0 prevenirlos, pues al desarrollarse y perfeccionarse en las sociedades modernas, ha extendido sus normas para actos muy numerosos en los cuales la idea de un choque de intereses no existe”. (DEVIS ECHANDIA, “Nociones ...”, pag. 3)- DEFINICION DE HERNANDO DEVIS ECHANDIA Puede definirse, por tanto, el derecho procesal como la rama del Derecho que estudia el conjunto de normas que fijan el procedimiento que se ha de seguir para obtener la actuacién del derecho positivo, lo mismo que las facultades, derechos, cargos y deberes relacionados con éste y que determinan las personas que deben someterse a la jurisdiccién del Estado y los funcionarios encargados de ejercerla. La actuacién del derecho positivo puede ocurrir en la solucién de un conflicto, en la sancién de un hecho ilicito, en su prevencion, en la defensa contra su posible repeticién y en el cumplimiento de una formalidad o declaracién. Esas normas o principios se refieren, como se ve, a una de las fundamentales actividades del Estado, y su importancia es inmensa, ya que se relacionan con la organizacién misma de la sociedad. La funcidn jurisdiccional del Estado comprende no sélo lo que constituye el proceso y es regulado por el derecho procesal, sino también la elaboracion misma de la ley, su reglamentacion por el Gobierno y su ejecucién por este. De manera que, como observa CARNELUTTI, no se debe confundir la funcién jurisdiccional con la funcién procesal”. (Idem, pag. 4). DEFINICION DE EDUARDO B, CARLOS “La ciencia del Derecho Procesal, estudia el conjunto de normas juridicas que regulan el proceso, por cuyo medio el Estado, ejercitando la funcién jurisdiccional, asegura, declara y realiza el derecho”. (“Introduccion...”, pag. 24). DEFINICION DE EDUARDO J. COUTURE “Derecho Procesal es la rama de la ciencia juridica que estudia la naturaleza, desenvolvimiento y eficacia del conjunto de relaciones juridicas denominado “proceso” y que, a través de él, disciplina el ejercicio de la funcién jurisdiccional del Estado”. Esta definicién trae, en su contenido, los tres grandes problemas que presenta el estudio de nuestra materia: el ONTOLOGICO: Qué es el proceso el FENOMENOLOGICO: Cémo es el proceso. el AXIOLOGICO: Para qué sirve el proceso. Ademds, un complemento de estos tres problemas: el estudio del érgano judicial del Estado, su organizacin, quién pone en marcha el proceso y contra quién se entabla el mismo. (“Fundamentos...”, pag. 3). DEFINICION DE HUGO ALSINA “Derecho Procesal es el conjunto de normas que regulan la actividad jurisdic- cional del Estado, para la aplicacién de las leyes de fondo, y su estudio comprende la organizacion del Poder Judicial, la determinacién de la competencia de sus funcio- narios, y la actuacién del juez y las partes en la sustariciacién del proceso”. (“Trata- do...”, t. I, pag. 35). BIBLIOGRAFIA |. DEVIS ECHANDIA, HERNANDO: “Nociones..”, pags. 3 y 4. . PALACIO, LINO: “Manual...”, pag. 14, CARLOS, EDUARDO B.: “Introduccién...”, pags. 22 y 24. . COUTURE, E.: “Fundamentos...”, pag. 3. . ALSINA, HUGO: “Tratado..., tomo 1, pag. 35. 9 Pene ‘Para mayor nimero de definiciones, ver recopilacién en ALCALA ZAMORA Y CASTILLO LEVENE, “Derecho Procesal Penal”, (Kraft, Bs. As., 1945), t.I., p. 21. - NATURALEZA DEL DERECHO PROCESAL “Podemos decir que en un principio los pueblos se interesan mas en las normas que definen sus derechos que en las encargadas de regular la manera de hacerlos efectivos, y lo cierto es que cuando el estudio de la ciencia juridica en aquella parte NATURALEZA DEL DERECHO PROCESAL “Podemos decir que en un principio los pueblos se interesan mas en las normas que definen sus derechos que en las encargadas de regular la manera de hacerlos efectivos, y lo cierto es que cuando el estudio de la ciencia juridica en aquella parte alcanza grados de clevada proporcién, poca es todavia la atencién que se le presta a esta altima. Por este motivo, los lamados clasicos del Derecho consideraban a csta Ultima rama de la ciencia juridica como secundaria y al derecho procesal como accesorio y adjetivo, en oposicién al derecho civil, que era para ellos el principal sustantivo. Este criterio lo encontramos inclusive en escritores de este siglo. Pero tal criterio es fundamentalmente equivocado, pues no es cierto que la importancia de unas normas sea superior a la de las otras, ni que su naturaleza las sefiale como principales y secundarias o accesorias; y ni siquiera lo es que el procesal sea un derecho que dependa para existir del derecho sustantivo o privado que defiende © realiza. Tanto vale no tener un derecho como no poder ejercerlo o defenderlo; sin la tutela del Estado la existencia de los derechos subjetivos seria irrisoria, teérica. Y, por otra parte, dentro de la organizacién del Estado, tan importante es la definicién de los derechos subjetivos como la determinacién de la funcién judicial que a él le corres- ponde, indispensable en presencia de esos mismos derechos. Algo més: las normas que los clasicos Haman sustantivas, en oposicién a las procesales, forman por lo general parte del derecho privado; en cambio, al grupo del derecho publico pertenecen aquellas en cuya existencia estd radicado el interés general, que privan sobre las primeras en caso de oposicién, que se dejan fuera de la voluntad soberana de los particulares, y en ellas se consideran incluidas las que constituyen el derecho procesal. Debemos rechazar por absurdas tales clasificaciones o distinciones. El derecho procesal constituye hoy, gracias al esfuerzo de los procesalistas modernos, entre los cuales sobresalen CALAMANDREI, CARNELUTTI, CHIOVENDA, ROCCO, REDEN- TI, GUASP, COUTURE y GOLDSCHMIDT, una rama propia ¢ independiente del Derecho, no un acépite del civil o penal, dotada de sus propios principios fundamen- tales, con un contenido doctrinario formidable. De sus normas se deducen verdaderos derechos y obligaciones de naturaleza especial. Se distingue por otros el derecho material o sustancial del derecho formal y se considera como formal el derecho procesal, fundindose en que el derecho procesal reglamenta las exigencias sociales, como lo anota CARNELUTTI, principalmente por el aspecto de la forma; o porque sirve de instrumento para aplicar la ley, pero sin que signifique esto que su importancia sea secundaria. Pero hay normas procesales de cardcter sustancial. ROCCO explica este caracter formal del derecho procesal diciendo que, como ocurre también con el derecho constitucional y el administrativo, aquel regula la formacién de un érgano del Estado, fijando y limitando sus funciones, sin que determine su contenido, su materia o sustancia ni los fines de estas actividades; por lo que si bien en este sentido también aquellos derechos son formales, sin embargo suelen distinguirse del derecho procesal. Y agrega: “En tal virtud, junto al derecho que regula la forma de la actividad jurisdiccional, esta el derecho que disciplina el contenido, la teoria, la sustancia de la actividad jurisdiccional. El uno es el derecho procesal, que precisamente regula la forma de la actividad jurisdiccional, toma el nombre de derecho formal; el otro es el derecho material o sustancial. Derecho material o sustancial es pues, el derecho que determina el contenido, la materia, la sustancia, o sea el fin de la actividad o funci6n jurisdiccional”. Las normas procesales son normas medios, porque sirven de medio para la aplicacién o realizacién de las normas objetivas materiales. Y normas instrumentales, porque sirven de instrumento para la realizacin del derecho. Sin embargo, no todas las, normas instrumentales son procesales, pues las hay también en el derecho material; pero cuando regulan el ejercicio de la actividad jurisdiccional para la realizacin del derecho, son sin duda procesales. Estas dos caracteristicas de normas medios e instru- mentales miran a un mismo aspecto del derecho procesal”. (DEVIS ECHANDIA, “Nociones...”, pag.4, 5 y ss.) CARACTERES DEL DERECHO PROCESAL “Los problemas que se vinculan al cardcter de nuestra disciplina, pueden referirse: a) si el derecho procesal pertenece al derecho piblico o si, por lo contrario, se agrupa entre las disciplinas del derecho privado; b) si sus normas autorizan la distincién entre derecho material o sustantivo, de un lado, ¢ instrumental o formal del otro. a) En cuanto al primer problema, que tuvo sus discrepancias doctrinarias entre los tratadistas dedicados al estudio del proceso civil, haciase la distincién de que el derecho que se controvierte en este proceso tiene cardcter privado, porque privado es el interés que se tutela al aplicarse el ordenamiento juridico de esta materia (derecho civil, derecho comercial); y publico considerdbase tnicamente al derecho procesal penal, porque el cardcter del derecho material, que el juez aplicaba en la sentencia, lo era de naturaleza publica. Podemos afirmar que hoy tales polémicas han de conside- rarse superadas. Cuando se habla de derecho piblico 0 de derecho privado, referido al derecho procesal, mas que el interés juridico tutelado por el derecho sustantivo, se tiene preferentemente en cuenta la funcién piiblica que por, y a través del proceso se realiza para obtener Ia aplicacién del derecho objetivo establecido por el propio Estado. La relacin que en el proceso se crea o se establece es de derecho publico porque en ella interviene con plena preponderancia el Estado por intermedio de su organo jurisdiccional. Esta intervencién del juez o tribunal, que en definitiva aplica el derecho objetivo, es la que caracteriza singularmente la funcién de administrar justicia y, por ende, el derecho de juzgar. No interesa que el juez, bajo este punto de vista, al dictar sentencia, aplique un derecho material de caracter privado (civil, comercial) 0 una norma de derecho piblico (derecho constitucional, derecho penal, administrativo, etc.), sino que el rasgo que lo destaca muy especialmente es la funcién publica que, por la jurisdiccién, se ejercita al actuar el derecho material, sea éste privado o piblico; funcién jurisdicctonal tinica, que permite anotar la particular fisonomia de las normas instrumentales que necesariamente han de preceder a la aplicacién del derecho objetivo, efectuada en la sentencia. Los autores modernos, no polemizan ya sobre el particular como antaio y existe una pronunciada corriente doctrinaria en el sentido de que el derecho procesal forma parte o se clasifica entre las disciplinas del derecho publico. CHIOVENDA, al ocuparse del caracter de la ley procesal —y refiriéndose desde luego al proceso civil para el que ha sido escrita su obra— ha realizado un anilisis del contenido y forma de la misma, habiéndola clasificado en absolutas y en dispositivas; las primeras no pueden ser dejadas sin efecto aunque exista voluntad concorde de las partes, porque, en general, refieren a la organizacion de los tribunales (grado jurisdic- cional) o a su competencia objetiva (principalmente por razén de la materia o valor). Estas normas son consideradas de orden piblico. Las segundas no tienen ese carcter y se vinculan con el desenvolvimiento del proceso; las normas procesales han sido instituidas en el interés exclusivo de las partes, las que, por lo tanto, en determinadas circunstancias, pueden disponer de ellas. b) Otro de los problemas apuntados, responde a la necesidad de esclarecer si el derecho procesal resuelve por si mismo la conducta que deban observar los individuos en la sociedad, o si, por el contrario, esa conducta est referida exclusivamente a los sujetos que intervienen en el proceso. Es evidente que en el sistema de la legalidad 0 de la formulacién del derecho por uno de los poderes del Estado (Poder Legislativo) se establecen normas positivas que constituyen el derecho vigente; mandatos y prohibi- ciones a los fines de que los individuos ajusten su conducta a esas reglas previamente establecidas. Y esas normas juridicas, prefijadas en un modo general y con caracter abstracto son observadas por lo comin, espontdneamente, por los sujetos a quienes se dirigen sus mandatos. Con ello se pone de manifiesto que tales normas son preceptivas en cuanto disponen la conducta a observar por Ios miembros de la colectividad a los fines de la obtencién de los bienes de la vida. Igualmente el legislador determina y 10 tipifica cuales hechos considera como delictivos y las penas que han de merecer aquéllos que trasgredan esas normas preestablecidas. Esos preceptos que hipotéticamente resuelven los conflictos que puedan plantear- se en la colectividad, se denominan normas de derecho material 0 sustantivo. Por ello algunos autores las han calificado como normas primarias. Para el caso de que el mandato establecido en el derecho material no fuera observado y con ello cumplido el precepto, el Estado, por intermedio del érgano jurisdiccional_y a iniciativa del individuo o de un drgano piblico, procurard la aplicacién del ordenamiento preestablecido y vulnerado por el acto u omisién del particular. Para actuar el derecho material, se requiere inevitablemente la existencia de un proceso o de un conjunto de normas que regulen esta actividad jurisdiccional que, en su conjunto, constituye el derecho procesal, normas que han sido calificadas como instrumentales porque no tienen fin en si mismas, no resuelven en forma abstracta 0 hipotética los conflictos que se suscitan y al igual que las normas del derecho sustantivo, sino que por ellas se realiza la aplicacion de este derecho. Con evidente razon, CALAMANDREI en oportunidad en que también refiérese al cardcter formal del derecho procesal, enuncia los siguientes conceptos: “Se comprende asi lo que se quiere decir cuando, en contraposicién al derecho sustancial, el derecho procesal se encuentra calificado como instrumental o también como formal: instrumental, en cuanto la observancia del derecho procesal no es fin en si misma, sino que sirve como medio para hacer observar el derecho sustancial; formal, en cuanto el derecho procesal no regula directamente el goce de los bienes de la vida, sino que establece las formas de las actividades que deben realizar para obtener del Estado la garantia de aquel goce”. Resulta por consiguiente que la denominacién de derecho formal, que se le ha atribuido al derecho procesal, encuentra su justificacién en que el mismo establece las. formas de la actividad de los sujetos que intervienen en el proceso (érgano jurisdic- cional y partes). La denominacién de derecho técnico, en cuanto procura Ia aplicacién de otro derecho denominado material o sustantivo; la de instrumental o formal, con que también se lo ha calificado, como hemos visto, no ha de entenderse en el sentido de disminuir el rango del derecho procesal frente a las otras categorias de derechos maxime cuando existen hoy tratadistas que hablan también de un derecho procesal sustancial. Es oportuno recordar aqui que, entre las teorias explicaticas de la naturaleza juridica del proceso, se da una que la apoya o sustenta en una concepcién denominada derecho justicial material que, aun cuando diverge respecto de las otras posiciones, puede, en cierto modo, ubicarse entre las que corresponden a dicho derecho procesal sustancial. Queremos asi dejar expresa constancia de que las normas procesales no rigen solamente el tramite de los juicios, es decir, que no se limitan a prefijar el rito 0 formas externas que en el mismo han de cumplirse, sino que también regulan los requisitos y presupuestos de la actividad de los sujetos que en el proceso intervienen. Lo que llama poderosamente la atencin es que, a esta altura de la evolucin de los estudios, todavia se insiste en usar expresiones que otrora, en plena fase del procedimentalismo, se utilizaron para explicar el cardcter de las normas procesales. Me refiero a la denominacién que JEREMIAS BENTHAM atribu(a a las leyes de procedi- mientos, denominandolas leyes adjetivas, a cuya expresion debemos hoy darle un valor meramente histérico. El autor citado oponia a las leyes sustantivas las denominadas adjetivas, lo que en su hora fue criticado con argumentos irrebatibles. Vuélvese ahora a replantear ese problema, que creiamos superado, aunque se lo formule desde otros planos, pero conservando siempre el sentido de su enfoque inicial. Derecho material instrumental, derecho primario 0 secundario, derecho sustantivo 0 técnico—formal, respectivamente, aluden mds que a una diferenciacién de materia o forma, a una distincion de categoria de normas juridicas, para afirmar o no la autonomia del derecho procesal respecto de las normas del derecho material o sustancial”. (EDUAR- DO B. CARLOS, “Introduccién.....", pag. 31 y ss.). 11 BIBLIOGRAFIA 1. DEVIS ECHANDIA, HERNANDO: “Nociones..”, pag. 4, 5 y ss. 2. CARLOS, EDUARDO B.: “/ntroducci6n...”, pag. 31, y sigs. 3. PALACIO, LINO E.: “Manual de D. P.”, pag. 12. 4, CALAMANDREI, PIERO: “Estudio sobre ef Proc. Civil”, pig. 228. OBJETO DEL DERECHO PROCESAL “Toda ciencia presupone un conjunto de conocimientos, metodolégicamente adquiridos, que versan sobre un objeto determinado. Corresponde, pues, establecer en esta oportunidad, cual es el objeto de la ciencia del derecho procesal. Por ahora solamente hemos de adelantar que ese objeto de conocimiento lo constituye el proceso y que, como tal, ha de darse en cualquiera de las ramas, que integran el derecho procesal. Por el proceso —Io repetimos, que es el objeto del derecho procesal-- se obtiene la aplicacién del derecho material o sustantivo. Sin menoscabo de su rango o categoria juridica, la aplicacién del derecho material es eb ‘objeto constante del proceso y del derecho que lo regula. Por ello coincidimos, en parte solamente, con FAUSTO MORENO, cuando afirma que “‘la existencia misma del derecho procesal esté condicionada por la preexistencia del llamado derecho material 0 sustantivo, asi como es posible concebir un derecho civil, mercantil o administrativo, sin derecho procesal, no es en cambio factible imaginar un derecho procesal aislado, que no venga referido a aquellos otros derechos". Y decimos solamente en parte, porque es exacto que el derecho material o sustantivo, slo puede ser realizado ~cuando no se cumple espontineamente— por el derecho procesal. Esta conclusion es absoluta, en traténdose de la aplicacién del derecho penal, ya que la misma, solo es posible por y a través del proceso y del derecho que lo regula. Por ello, un autor ha dicho con justeza que “el derecho procesal penal esta frente al derecho penal material, en la posicién del servidor: él existe para el derecho penal. El derecho penal no le toca al delincuente ni un pelo. La realizacién del derecho penal es la tarea del derecho procesal penal”. (EDUARDO B. CARLOS, “Introduccién...”, pag. 30). BIBLIOGRAFIA 1. CARLOS, EDUARDO: “Introduccién... “, pag. 30. 2. JORRE, TOMAS: “Manual...” tomo I, p. 29. 3. CHIOVENDA, GIUSEPPE: “Instituciones...”, tomo I, p. 53. FINES DEL DERECHO PROCESAL “Dijimos antes que algunos autores ocipanse de los fines del derecho procesal con motivo de la consideracién de su objeto, expresandose sobre el particular que el derecho procesal no tiene fin en si mismo puesto que sirve para la aplicacion de otro derecho. Si por el derecho procesal se regula la funcién jurisdiccional del Estado y por ella la aplicacién del derecho objetivo, necesariamente el fin del derecho procesal no puede ser otro que la actuacién de la voluntad de la ley, es decir, la aplicacién del derecho sustantivo al caso concreto. Con ello se satisface al mismo tiempo el derecho subjetivo Iesionado, al otorgarse la tutela juridica. Se logra asi la certeza juridica, puesto que la ley, segin la aguda expresién de BECENA, es la Justicia prometida, pero la sentencia judicial es el derecho sancionado. En la misma linea de pensamiento aunque refiriéndose al derecho procesal civil—, un distinguido procesalista ha dicho: “Precisamente el proceso civil, sirve no sdlo a las partes para la consecucién de sus derechos, sino que, mediante la resolucién firme apetecida de la cuestién juridica controvertida, sirve especialmente en interés del Estado para el mantenimiento del ordenamiento juridico, el establecimiento y conservacién de la paz juridica y la comprobacién del derecho entre las partes. 12 Es evidente, entonces, que la idea del proceso y la del derecho que lo regula, es teleolégica, pues, como lo ensefia COUTURE, “‘sélo se explica por su fin. El proceso por el proceso no existe”. Tanto el proceso civil como el penal, etc., no se instituyen sino para la aplicacién del ordenamiento juridico preexistente. Por altimo, no puede separarse el derecho procesal del problema de la justicia a la que sirve; sus preceptos, normas ¢ imperativos, se han cstablecido no para ver funcionar el aparato de la justicia con todos los elementos que en él intervienen, sino para hacer posible la convivencia y la paz entre los hombres. Con justeza, emocién y fundado en la experiencia vivida en esta iltima década, CALAMANDREI ha escrito una admirable pagina a la que todos debemos acudir para comprender el hondo significado de nuestra disciplina juridica. A este respecto no puede omitirse la trascripcién, aunque sea en uno de sus parrafos, de su pensamiento siempre fluido y transparente: “Si la ciencia juridica no sirviese... para sugerir los métodos para conseguir que el derecho, de abstracto se transforme en realidad concreta y a distribuir, por decirlo asi, el pan de la justicia entre los hombres, la ciencia juridica no serviria para nada... Esto vale sobre todo para el derecho procesal, respecto del cual yo no sé concebir por interpretacién que no sea la finalista: el proceso debe servir para conseguir que la sentencia sea justa o, al menos, para conseguir que la sentencia sea menos injusta o que sentencia injusta sea cada vez mds rara”. (EDUARDO B. CAR- LOS, ob. cit., pag. 36)- BIBLIOGRAFIA 1. CARLOS, EDUARDO: “Introduccién...”, p. 36. 2, CHIOVENDA, GIUSEPPE: “Instituciones...”, p. 38, 52. AUTONOMIA DEL DERECHO PROCESAL “E] derecho procesal constituye en su aspecto cientifico, una disciplina con la misma dimensién y rango que las otras ramas de la ciencia juridica. Es decir, que en el conjunto sistematico del derecho, significa o representa un orden particular de cono- cimientos, con independencia del derecho material cuya aplicacién ha de procurar. Fue necesario, como lo afirma un jurista, que se rompiera la-cadena de amarre que unia el procedimiento al derecho civil, lo que se obtuvo mediante el estudio ¢ investigacion del problema relativo a la accién. El problema de la autonomia de nuestra disciplina, se plantea en relacién al derecho sustantivo cuya aplicacién se obtiene, cuando entra en juego la funcién jurisdiccional. Hoy ya no puede discutirse con argumentos convincentes frente al estado actual de los estudios y merced a la evolucién de la moderna ciencia procesal. Tanto el procedimiento civil como el penal, fueron en su hora considerados como apéndices del derecho material civil o penal respectivamente. De este error, propio del estado de los estudios anteriores a la elaboracién cientifica, no escapé el ilustre jurista BIBILONI. En efecto, este tratadista, en el informe con que acompafia su anteproyecto de Cédigo Civil, en 1933, expresé: “El procedimiento civil es una faz del derecho civil y la Gonstitucién Nacional no lo ha atribuido a las provincias. No. Ha dicho bien precisamente, que éstas sdlo tienen la facultad de “la aplicacién de los cddigos segiin que las cosas o las personas cayeren bajo sus respectivas jurisdicciones". Eso es todo. La consideracién del procedimiento como un apéndice o fase del derecho civil, —tesis expuesta para sostener que corresponde al Congreso de la Nacién el dictado de leyes sobre las acciones, prueba, sentencia y cosa juzgada— ha sido impugnada, entre nosotros, por el profesor DAVID LASCANO, en forma aguda e irrebatible: Es que; particularmente en la rama del procedimiento civil, se pretendié explicar la naturaleza juridica de las instituciones procesales con esa técnica del derecho civil, que ha sido fuente de todo derecho. Y fue necesaria la demostracién plena, como se hizo, de que la pretensién dirigida a obtener una sentencia del érgano jurisdiccional, podia no estar sustentada en un derecho subjetivo material y, sin embargo, existir la accion y el proceso, actividad de parte y drgano jurisdiccional. El derecho procesal se mueve y opera en un campo distinto del derecho material. El proceso se constituye relevante en 13 el mismo y toda la actividad que estos sujetos realizan, regulada por normas juridicas cuyo conjunto constituye el derecho procesal, es distinta e independiente de la wacién o relacién juridica existente entre el actor 0 el demandado, o entre el querellante © acusado, con respecto del derecho civil o penal que el juez aplica para decidir ese proceso, La autonomia del derecho procesal se encuentra hoy afirmada en la doctrina de los tratadistas més recientes y ella, lo repetimos, ha resultado por las conclusiones de las investigaciones cientificas, particularmente en ¢l estudio de la accién civil. De cuanto queda dicho, surge bien claro que el derecho procesal actiia en otro campo que el derecho sustantivo. Ademds, la relacién juridica que el proceso establece, por figurar en ella un sujeto con caracter prevalente (érgano jurisdiccional: juez 0 tribunal) le da una fisonomia singular que no se advierte ni se presenta en la relacion de derecho material o sustantivo. Destacase, en consecuencia, la autonomia del derecho procesal respecto del derecho material (civil, penal, etc.) cuya actuacién procura, pero que no se confunden. Puede no hacerse aplicacién del derecho material que se invocas sin embargo ha existido un proceso tramitado de acuerdo con preceptos cuyo conjunto constituye el derecho procesal”. (EDUARDO B. CARLOS, ob. cit., pag. 38). BIBLIOGRAFIA 1. CARLOS, E.: “Introduccién...”, p. 38. 2. AREAL — FENOCHIETTO: “Manual de Derecho Procesal”, t. 1., p. 16. 3. ALSINA, HUGO: “Tratado...”, t. 1., p. 40. DIVISION DEL DERECHO PROCESAL “Las anteriores consideraciones, demuestran razonadamente la existencia de un derecho procesal auténomo respecto del derecho material o sustantivo. Empero, a pesar de Ia unidad conceptual que a su respecto se postula, al mismo se lo divide en ramas que, en lo fundamental, responden a la diversificacién del propio derecho sustantivo. Esa atomizacin del derecho material —y también del derecho procesal— en miltiples y diversas ramas juridicas, no excluye conceptualmente su estudio como totalidad. Y asi, siguiendo ese mismo cauce de la clasificacién de las ramas o de las partes de ese todo, se da un derecho procesal civil (que comprende el comercial), un derecho procesal penal, un derecho procesal administrative, un derecho procesal laboral o social, etc. Cabe anotar que la expresada division en ramas del derecho sustantivo y el instru- mental respectivamente, ha ejercido su decisivo influjo también en la distribucién de la competencia por razon de la materia, como tendremos ocasién de verlo en el capitulo correspondiente. EI derecho procesal civil, como derecho positivo, tiene como principal fuente los Cédigos y leyes de procedimientos de ese orden, ademas de las prescripciones exis- tentes en el Cédigo civil y leyes especiales. El derecho procesal penal, en el mayor nimero de sus disposiciones, se ubica en los Cédigos de procedimientos en lo criminal, aun cuando se dan normas de ese cardcter en la propia Constitucién Nacional y leyes especiales. Esas dos materias constituyen las ramas tradicionales y mas antiguas del derecho procesal y, sobre ellas particularmente, se han centrado el estudio, las observaciones, los nexos y experiencias, para aproximarlas conceptualmente a su raiz comin. EI régimen juridico argentino en materia procesal, nos muestra multiplicidad de ordenamientos, puesto que cada provincia y la Capital de la Repiiblica, se han dado sus respectivos Cédigos de procedimientos en materia civil y criminal, ocurriendo lo propio con la justicia nacional. Las decisiones del poder administrador, en cuanto lesionen derechos subjetivos de los administrados, en principio y después de agotada la via administrativa, pueden ser objeto de acciones o recursos jurisdiccionales que han de tramitarse y decidirse, en definitiva, ante el Poder Judicial. Surge asi la jurisdiccién contencioso-administrativa que ejercitan los jueces y en la que la administracion interviene como parte demandada. En algunas provincias se han dictado cédigos de esta 14 materia y entre ellas Santa Fe (ley 4105 promulgada el 1° de octubre de 1951) y cuya Constitucién acuerda competencia sobre esa materia, a la Corte Suprema de Justic La importancia y progreso crecientes de la legislacién destinada a tutelar la situacién de los obreros en las relaciones de trabajo respecto del salario, duracién de la Jornada, vacaciones, etc, y cuantos conflictos individuales pudieran derivarse con motivo de las mismas, han determinado la creacién del fuero del trabajo instituyéndose tribunales especiales y, asimismo, el procedimiento laboral correspondiente. En nuestra provincia se organizaron esos tribunales por ley N° 3481, dictindose las normas relativas a ese procedimiento por ley N* 3480, promulgadas ambas con fecha 3 de febrero de 1949. Finalmente, debemos recordar ahora que el derecho procesal civil se aplica supletoriamente a las otras ramas y en cuanto para éstas no se haya legislado en particular y expresamente. Asi en la legislacién procesal de Santa Fe: Cédigo procesal penal, arts. 68, 77, 97, 98, 425, etc. Codigo de procedimientos contencioso-adminis- trative, ley N°4106, art. 28, y de procedimiento laboral, ley N° 3480, art. 78”. (EDUARDO B. CARLOS, ob. cit., pag. 40). BIBLIOGRAFIA CARLOS, E.: “Introduccién ...”, p. 40. 2. DEVIS ECHANDIA: “Nociones..”, p. 6. 3. PALACIO, LINO: “Manual...” p. 11 4, ALSINA, HUGO: “Tratado...”, p. 55. CONCEPCION UNITARIA DEL DERECHO PROCESAL “Las diversas ramas del derecho procesal positivo, no excluyen la posibilidad cientifica de su consideracién unitaria, es decir, la formulacién de conceptos generales aplicables por igual a todas aquellas disciplinas. Este problema ha sido objeto de estudio y consideracién por la doctrina y ha dividido a los tratadistas y expositores, suscitandose en algunos casos apasionadas polémicas. Existe, entre los autores del derecho procesal penal, una firme decision de mantener la separacion, aun en el terreno de los conceptos de las disciplinas que corresponden a cada una de las ramas del derecho procesal; entre ellos, FLORIAN, que sdlo admite esa unidad respecto de la funcién jurisdiccional del Estado. Empero, con prescindencia de los derechos procesales particulares —la mayor parte de cuyas normas se encuentran en los Cédigos de procedimientos, sea civil, penal, laboral, etc.— es posible y se da una problematica que posibilita el estudio de esa base conceptual, en forma comin para todas esas disciplinas. En este sentido, se habla impropiamente de unidad de derecho procesal, puesto que corresponderia en todo caso expresar: unidad de las diversas ramas que lo integran. En un trabajo anterior, con més amplitud de desarrollo, hemos expuesto la orientacién de la doctrina sobre el par- ticular, sefialando las discrepancias que se dan entre los autores y cémo la concepcién unitaria para todas las disciplinas del proceso, vese paulatinamente abriendo camino y afirmandose en la actualidad. Deciamos entonces: discurrir o polemizar acerca de si el derecho procesal, en cuanto a sus ideas fundamentales, constituye una unidad conceptual, 0 si, por lo contrario, las diversas ramas procesales que lo integran acusan, en aquel terreno, esenciales y profundas diferencias que, cientificamente, impiden su consideracién uni- taria, no es entregarse a “ociosas sutilezas tedricas”, puesto que la solucién que al respecto se adopte, no solamente definira una actitud intelectual y una orientacién cientifica a seguir —lo que, como se comprender, ya es mucho— sino que habré de proyectarse, inevitablemente, en la ensefianza y exposicién de la asignatura. Extiéndese atin més lejos su consecuencia prictica, abarcando una unidad de legislacién procesal que podré o no ser conveniente —segiin el momento histérico que se examine aunque sea actual— pero de la que existe mas de un precedente en el derecho comparado. 15 EI derecho procesal, lo repetimos, constituye un tronco comin el que a cierta altura se diversifica en ramas particulares. Pero existe, entonces, una base conceptual comin que sirve a todas las ramas procesales en particular. Esto no excluye, ni puede excluir, la diversificacion en ramas, segin sea la naturaleza del derecho sustantivo o material que se pretende o procura realizar a través del proceso. Es decir, que el problema de la unidad que se postula y que reafirmamos, no excluye la existencia de esas diversas ramas, dirigidas a obtener la aplicacién del derecho material que constituye el objeto primordial de cada una de ellas. La diver- sidad no excluye la unidad conceptual. (CARLOS, EDUARDO B., ob. cit., pag. 41). BIBLIOGRAFIA 1. CARLOS, E.: “Introduccién..”, pig. 41. 2. CALAMANDRE!, PIERO: “Estudios sobre ef Proceso Civil”, p. 364 CONTENIDO DEL DERECHO PROCESAL “El derecho procesal, cuyo concepto ya nos €s conocido, puede dividirse en tres partes fundamentales: 1°) La organizacién judicial, cuyo estudio abarca la estructura del Poder Judicial y composicion de los tribunales, ¢s decir, los jueces, funcionarios y auxiliares de la justicia que en él intervienen; 2°) El derecho probatorio, o sea, los medios preordenados por las leyes de fondo y forma, para demostrar la verdad de los hechos controvertides 0 que sirven de base’a la investigacién judicial; 3°) Las leyes de procedimiento, que disciplinan el tramite de los procesos, los presupuestos y condi- ciones para la realizacién y validez de los actos juridicos procesales. yn del derecho procesal, admitida desde MATTIROLO por muchos Esta triparti tratadistas, es explicita en cuanto a la materia que le corresponde, existiendo zonas no muy bien delimitadas por cierto, en las que se entrecruza con los derechos constitu- cional y administrativo; verbigracia, todo lo relativo a la formacién y composicién de los tribunales, designacién de los jueces y su responsabilidad, distincién entre la jurisdiccién administrativa y la propiamente judicial, etc. En su consecuencia, entra en el ambito del derecho procesal, la materia que versa sobre la organizacién, jurisdiccién y competencia de los tribunales, a la que, con toda propiedad, GOLDSCHMIDT denominé bases de derecho politico del proceso. También comprende el estudio de las normas juridicas procesales, en toda su amplitud, incluido lo atinente a su interpretacién (en el tiempo y en el espacio): los tipos de procesos por ella regulados (de cognicién, ejecucién y cautelar) y, como queda ya preindicado, todo €l régimen juridico de los actos procesales (de parte y del drgano jurisdiccional incluidos 1a sentencia, sus efectos y los medios de impugnacién)”. (EDUARDO B. CARLOS, ob. cit., pag.35). BIBLIOGRAFIA 1. CARLOS, E.: “Introducci6n...”, pig. 35. FUENTES DEL DERECHO PROCESAL. 1) HISTORICAS: A) Proceso Romano: “Sabido es que Roma se extendid mediante la invasién de sus legiones, conquis- tando varias de las que hoy conocemos como naciones del continente europeo: Espafia, Francia, Inglaterra, etc., y paulatinamente las instituciones romanas’se extendieron y sus leyes tuvieron vigencia en todo el imperio. Con toda razén se ha dicho que Roma se impuso al mundo civilizado “mas que por el empuje de sus legiones por el sentido 16 religioso de su justicia. Roma y Justicia parecerfan en algin modo, palabras comple- mentarias, naciendo la una de la otra. Ningdn pueblo anterior hizo de la justicia religion de Estado. Por eso el derecho romano sigue siendo el viejo pilar sobre el cual se apoyan todas las legislaciones posteriores, aun las més avanzadas y tefidas de modernidad”. Se ha destacado por quienes han estudiado, penetrando en sus fuentes y docu- mentos, que ha existido un sistema del derecho romano, el que se ha afirmado particularmente en el periodo‘histérico del imperio. La vocacién por el derecho derivé de un sentido particular de comprensién de la sujecién del individuo al Estado y como por la preexistencia de normas juridicas en general y su aplicacion al caso particular, podia mantenerse esa coordinacin arménica entre autoridad y libertad. Glaro esté que, los que se ocupan de estudiar las instituciones procesales en el derecho romano, lo hacen bajo el punto de vista de la respectiva disciplina, separandose el estudio del procedimiento penal del que corresponde al procedimiento civil. Cuando se produjo la invasién de los visigodos, se did el caso curioso de que, en vez de imponer su legislacién, fue la imperante la que siguid en vigencia y que conquisté al propio invasor. CHIOVENDA ha sefialado con particular agudeza cémo el proceso actual responde a la idea romana, afirmando que “es el alma y la vida del proceso civil moderno; oprimida por las vicisitudes de los siglos, oscurecida por la superposicion de conceptos y de costumbres que derivan de la mentalidad de otras razas, la misma resiste tenazmente arraigandose en los oasis que sobreviven del pensa- miento romano, en la escuela, dispuesta a imponerse apenas las condiciones de la civilizacién lo permitan: la historia del proceso entre los pueblos civilizados modernos se resume en un lento retorno a la idea romana, Y no es por simple lirismo, explicable por lo demas en el entusiasmo de esta hora, sino porque verdaderamente a veces la poesia es la mds alta expresiOn de la realidad...” Examinaremos muy brevemente a continuacidn algunos de los rasgos distintivos del proceso romano, el que acusa diferencias en sus Iineas generales, segun se trate de la monarquia, la repitblica o el imperio. 1.— Proceso Civil. En lo que atafe al proceso civil, han de concretarse esas referencias —en relacién a esos tres periodos— con el sistema de las legis actiones, el procedimiento per formula y las extraordinariae cognitiones, si bien no coincide exactamente la primera triparticién con los sistemas procesales. a) Legis actiones, En cuanto a las acciones de la ley —y seguimos en esta materia a SCIALOJA que hace un estudio de una fuente auténtica como la de GAYO— denominacién que es entendida como acciones provenientes de la ley 0 modeladas por ella, cuya invocacién estaba sometida a un formulismo que es la nota caracteristica que los autores destacan, por el rigor con que era exigido ya que la equivocacién en que pudiera incurrirse traia como consecuencia la pérdida del pleito. Estas acciones eran cinco y se denominaban: 1) Legis actio sacramento a la que se acudia cuando el caso no estaba comprendido en algunas de las otras acciones; de ahi que pueda considerarse como el procedimiento de caracter general; 2) legis actio per iudicis postulationem, que, aun cuando han existido dificultades para explicarla, parece ser que constitufa un procedimiento especial para obtener el pago de una suma proveniente de una sponsio (promesa) o para determinadas contiendas y que el rasgo sobresaliente que las singula- riza es que, aun cuando se haya negado la existencia de la obligacion, sdlo se condenaba al cumplimiento de ésta, excluyéndose el pago de una pena en favor del erario publico, situacién ésta que ocurria con el actio sacramento; 3) legis actio per conditionem utilizada con posterioridad a las dos anteriores —todas las que moderna- mente podrian configurar el procedimiento de cognicién— que algunos han entendido como la citacién que el actor hacia al demandado para recibir la designacién del juez al trigésimo dia y utilizada, no sdlo para cantidades ciertas en dinero (ley Silia), sino también para cosas ciertas (ley Calpurnia); 4) legis actio per manus iniectionem, que, con la que mencionaremos seguidamente, asimilanse al proceso ejecutivo moderno; consistia en poner las manos sobre el deudor —Hlevandolo compulsivamente si se resistia— para los que la entendian como introductiva al juicio (inius vocatio) ante el juez o en el otro supuesto, cuando se tenia una sentencia, apoderandose del deudor 17 teniéndolo a su servicio o pudiendo venderlo para satisfacer su crédito si no se presentaba un fiador; 5) per pignoris capionem que consistia en el apoderamiento de una cosa del deudor en garantia del crédito, establecida por la ley y la costumbre, dindose divergentes interpretaciones entre los autores respecto al destino que el acreedor podia darle a la cosa. 6) Procedimiento per formulas. Presupone una subdivision del mismo en dos etapas: una in iure, que se cumplia ante el pretor y la otra in iudicio, que se realizaba ante el juez. El nombre de este procedimiento responde a la formula que el pretor entregaba a las partes para ser presentada al magistrado. Debemos consignar aqui que, en el anterior procedimiento y particularmente en el de la legis actio sacramento, se planteaba la cuestién, en presencia de testigos, por la demanda y respuesta de las Partes, quedando ante los mismos trabada la litis contestatio: testigos que, ante el magistrado, en un principio, certificaban la existencia de la litis y su contenido, luego sustituida por la formula antes referida. La formula fue introducida por la ley Ebucia hacia la primera mitad del siglo VII de Roma y, segin se afirma por algunos, habria derogado expresamente el procedi- miento de las acciones de la ley, por lo que ambos sistemas habrian regido hasta las leyes Julias, que probablemente establecieron el procedimiento formulario como tinico obligatorio. Este rigié en el periodo que va de Augusto a Diocleciano. La formula, que consistia en la instruccién que el pretor daba al juez por él designado, constaba de la demostratio, enunciacion del hecho constitutive de la litis; la intentio por la que el actor concreta sti peticién; la aiudicatio, para los juicios divisorias en la que se solicita se adjudique la cosa o parte de ella o derecho sobre la misma, a los litigantes, y la condemnatio, iiltima parte de la formula por la cual se pide al juez, si se dan los supuestos de la demostratio 0 intentio, condene al demandado o si no lo absuelva. ¢) Extraordinariae cognitiones. Se caracteriza por la supresién de las dos etapas de procedimiento anterior, ya que el conocimiento y decision de la litis correspondera, en lo sucesivo, exclusivamente al magistrado. Ya no habra designacin del juez, puesto que el mismo ha de instruir y fallar la causa. Lo que al principio excepcionalmente ccurrfa —puesto que se daban algunos casos en que el pretor no designaba juez y decidia él directamente— se convierte, segin se cree a partir del emperador Diocle- 10, en el procedimiento normal u ordinario para todos los asuntos. IL.— Proceso Penal. Antes de perfilar someramente los caracteres o elementos del procedimiento penal cn Roma, que puede también resumirse siguiendo aquellos tres perfodos politicos —monarquia, repiblica e imperio— arriba sefialados, y que corres- ponden a la cognitio, accusatio y cognitio extra ordinem, respectivamente, es menester recordar la divisién entre el juicio penal publico y el privado, segan que la: lesion producida por el delito pueda afectar a la colectividad o al particular. En el primer caso, aquélla estaba representada por un magistrado que ¢jercitaba, en nombre del pueblo, la accién penal, que también podia ser incoada por cualquier ciudadano. En cuanto al segundo, se regia por las mismas reglas del procedimiento civil, interviniendo ¢l magistrado como arbitro. Los crimina publica, en los primeros tiempos, lo configu- raban aquellos hechos “que afectaban la seguridad o la convivencia de la civitas”, figurindo entre ellos los de alta traicién y el parricidium o muerte de un pater, los que con el andar de los tiempos fueron amplidndose, en tanto que los delitos privados iban reduciendo su 4mbito que, en un comienzo, fue mayor que los piblicos, para quedar Por Ultimo limitados al furtum, al damnum iniuria datum, la rapina y a la iniuria. a) Cognitio. La jurisdiccién penal, durante la monarquia, fue ejercitada por magistrados con sujecién a un procedimiento que, en cierto modo, quedaba librado a su arbitrio puesto que, segiin parece, no existian reglas fijas para la tramitacin de las causas. Sin embargo, procediase a la citacién del acusado (vocatio) el que podria, en ocasiones, ser detenido, destacindose que, en caso de condena, podia recurrir al pueblo por medio de la provocatio ad populum, especie de recurso de revision, que procedia sélo para los ciudadanos romanos, con exclusién de las mujeres y los no ciudadanos, 18 b) Quaestio 0 accusatio. Las principales caracteristicas del procedimiento penal, que se da bajo la Republica, han sido sefialadas, en lo que ataie a la iniciacién, a la instruccién y prueba y en cuanto a la decisidn, sintetizandose asi: juicio contradictorio, oral y priblico. Se inicia por la acusacién hecha ante el quacstor que presidia el tribunal popular, constituido por jurados designados, en los iltimos tiempos, por sorteo; los ciudadanos que voluntariamente deseaban hacerlo podian asumir el caricter de acusadores. La prueba debia aportarla este iiltimo, recibiéndose en presencia de los magistrados que actuaban como arbitros de un combate entre aquél y el acusado. En Ia sentencia, los miembros del tribunal emitian su voto oralmente, haciéndose més tarde en forma secreta y dando a conocer, el quasitor, o resultado de la votacién, cuya sentencia podia condenar, absolver o exigir una mas amplia informacion. ¢) Cognitio extra ordinem. El procedimiento acusatorio, confiado en sus comien- zos al ciudadano, pregresiva y paulatinamente se restringe, apareciendo un 6rgano publico que, en lo sucesivo, ejercitara la accién y, para casos excepcionales, el perjudicado por el delito podrd seguir interviniendo como acusador privado. La publ cidad se va restringiendo y la forma oral sera sustituida por la escrita. Los magistrados, de arbitros, conviértense en verdaderos jueces, estableciéndose una gradacion jerarquica dependiente del principe o emperador, al que podia llegarse, en revision de la sentencia en determinados supuestos, por la apelacién”. (EDUARDO B. CARLOS, ob. cit., pag. 48 a 53). B) Proceso Germano: “Dentro de las limitaciones impuestas, ha de recordarse que ya en las postri- merias del Imperio Romano, de las regiones del norte de la Europa continental legaron los invasores germanos que conquistaron varias de las provincias romanas, portadores de sus creencias religiosas y de sus normas de naturaleza principalmente consuetudinaria. Estos continuaron practicando sus ritos y, en lo que concierne al proceso, ha de anotarse en primer término que el mismo se realizaba ante la asamblea de ciudadanos, que era la unica que tenia potestad jurisdiccional puesto que no existian como en Roma, érganos del Estado que la ejercieran, aunque encontramos un juez que actuaba como director del debate. Sefialan los autores que no existia diferenciacién entre el procedimiento penal y el civil; la pena tenfa un cardcter pecuniario 0 resarcitorio, subsistiendo la auto-defensa y, en caso de falta de cumplimiento de la condena, sufriase la pérdida de la paz. El procedimiento era oral y public; se iniciaba, ante la asamblea constituida, con la exposicién solemne que el actor hacia de su demanda, a la que le habia precedido la citacién del acusado (mannitio); si éste se allanaba dictabase sentencia, sin que el juez tuviera que cerciorarse de la verdad de esa confesién. Por lo contrario, si negaba la acusacién, se Megaba a la interlocutoria de prueba. Respecto de ésta, muchos autores se inclinan a afirmar que la misma debia aportarla el demandado, puesto que se rendia culto a la palabra empeiiada y era poner en duda la verdad de la afirmacién hecha por el demandante. El culto a la divinidad se ponia de manifiesto, entre otras cosas, en la prueba de juramento que prestaba el acusado y en la que otras personas, generalmente miembros de la propia tribu, coadyuvaban con su propio juramento (los conjuradores). La prueba tenia cardcter formal y solemne; se dirigia al adversario mas que a ganar la conviccién del juez; el proceso era un verdadero combate ante la asamblea (el dign), en el que el magistrado actuaba como director del lance.La invocacién de la divinidad era la base de esas pruebas que hoy consideramos barbaras y crueles, como las ordalias, el fuego, el agua hirviente, etc. La sentencia se dictaba por la asamblea, a propuesta del juez o funcionarios que éste designaba”. (EDUARDO B. CARLOS, ob. cit., pag. 53 y 54). C) Proceso Romano Cané: “La influencia de la Iglesia, que en sus comienzos actuaba en los problemas exclusivamente eclesidsticos y del orden religioso, paulatinamente, con menoscabo del poder temporal que ejercitaban los reyes y emperadores, amplid esa jurisdiccién a otros asuntos extrafios a la fe y al dogma religioso. 19 Tanto en el proceso civil como en el penal, esa influencia se hizo sentir produciendo sensibles modificaciones en el procedimiento anterior. Convergen, desde luego, en el derecho romano canénico, ambas corrientes de ci cién, pero los perfiles del procedimiento romano con sus caracteres de oralidad, contradiccion y publicidad, reconocibles también en el germano ante la asamblea popular, se desdibujan y se pierden, originandose un proceso escrito, secreto inquisitivo. Los tribunales eclesidsticos, en sus distintas jerarquias y particularmente en el proceso penal, durante un largo periodo de la historia han administrado justicia, sustituyendo la acusacién romana por la denuncia (verdadera delacién) en la que el magistrado se convirtié en inquisidor, que procuré ~segiin lo recuerda Vélez Mariconde, siguiendo a autorizados tratadistas— obtener la confesién del acusado, al que se llegé a someter para lograrla, incluso al tormento”. (EDUARDO B. CARLOS, ob. cit., pag. 54 y 55). D) Legislacion Hispanica: El Fuero Juzgo: Origen y autoridad: “A principios del siglo V el Imperio Romano parecia destinado a su ruina porque las tribus barbaras habjan asentado en Espafia y consiguie- ron someterla a su poderio durante el reinado de Eurico. Este publicé la primer obra legislativa que levé a su pueblo a la civilizacién. Los suevos, vindalos y alanos, predecesores de los godos en la invasion de las provincias de Espafia, tuvieron su peculiar derecho, que sus vencedores (los godos) respetaron y recopilaron para su observancia en un cédigo inspirado sobre todo en el Cédigo de Teodosio. Esta compilacién (debida a Alarico II) se conoce con el nombre de Breviario de Aniano. La diversidad de legislacién Mevé a los pueblos a marcadas diferencias sociales entre si, que sélo fueron borrandose paulatinamente, hasta que la legislacién se unificd. El Fuero Juzgo es el simbolo de fusién entre el pueblo godo y el espaol, y representa el fruto del prospero influjo de generaciones ilustradas. Se recopild en el Concilio de Toledo, se redactd en latin (que era entonces el lenguaje usual) y contribuyeron a su formacidn los obispos (integrantes del concilio de Toledo) que atesoraban la ilustracién y los conocimientos cientificos. Las leyes que lo integran, desordenadamente ordenadas, estin agrupadas por orden de asuntos y divididas en libros y éstos en titulos, Conformado por doce libros, rigid indistintamente a todos los habitantes de la peninsula. En el siglo XIII fue traducido por orden de San Fernando; su vigencia se vid entorpecida por las legisla- ciones locales nacidas a raiz de la reconquista. Rigid como iinica ley hasta que se hizo necesario conceder a las comarcas reivindicadas por los cristianos, verdaderos privile- gios. Entonces descendié gradualmente su uso, manteniéndose asi hasta Alonso XI, que publicé el Ordenamiento de Alcali, con el fin de armonizar los contradictorios elementos del derecho, tasando la respectiva autoridad de los cuerpos legales en vigor. Estos preceptos guardan silencio respecto al Fuero Juzgo, pero se interpreté que a éste le correspondia entre los Fueros, la justificacién de su observancia respectiva (le relego a la categoria de fuero), pero los monarcas y Tribunales acudian a él, con preferencia al Fuero Real y Leyes de Partidas. Su influjo en el Derecho moderno ha sido trascendental, y es una base firmisima de nuestro edificio juridico. El proceso en el Fuero Juzgo esta reglamentado casi totalmente en el Libro I pero, ademda: Libro IV: Reglamenta tutelas legitimas y dativas. Libro V: La cosa litigiosa, que no se puede vender ni mudar de sitio, la entrega de bienes, en las formas iniciales del concurso. Libro VIII: Proteccién posesoria (interdictos). Libro X: Particién de bienes. Libro XI: Resuelve un interesante caso de incompetencia. Libro XII: Reglas sobre el modo de juzgar. (ALCUBILLA, “Cédigos...”, tomo I). “La colocacién dada a las reglas procesales, a continuacién de los principios de organizacién de la monarquia y el Estado, impresiona favorablemente sobre la cultura 20 juridica de aquellos pueblos o de sus legisladores. El menosprecio, digamos asi, con que ten los siglos posteriore’ se consideré el derecho procesal, no puede quitarle su jerarqui: y sus caracteristicas de puntal de toda organizacién humana estable. Y esa posicion privilegiada que le dan en la distribucién de materias de este cédigo, haciéndole preceder al derecho civil, no fue cosa accidental y antojadiza, porque condice con el concepto que sobre la justicia se expresa reiteradamente en él. En el primer titulo, refiriéndose a las cualidades del monarca, asienta ya estas palabras maravillosas de concisién y de fuerza:“rey serds, si fecieres derecho, et si non fecieres derecho, non seras rey. Onde (por lo-cual) el redeve aver duas (dos) virtudes en si, mayormiente iusticia et verdat, que por cada una destas: ca la iusticia a verdat consigo de so” (ley II). En el libro I, que se ocupa “del fazedor de la ley, et de las leyes”, describe a éste, con las siguientes hermosas y ajustadas razones: “EI fazedor de las leyes mas deve seer de buenas costumbres, que de bella fabla; que los sos (sus) fechos se acuerden mas con la verdad de corazén que con la bella palabra, € lo que dixiere mas lo deve demostrar con fechos que con dichos; é ante deve cuydar lo que a de dezir, que lo que a de facer” (tit. I, ley V). “EI fazedor de las leyes deve fablar poco, é bien; ¢ non deve dar iuyzio dubdoso, mas lano, (Ilano, sencillo) é abierto, que todo lo que saliere de la ley, que lo entiendan luego todos los que lo oyeren, é que lo sepan sin toda dubda, é sin nenguna gravedumbre” (dificultad) (tit. I, ley VI). Definiendo la ley, dice luego: “La ley govierna la cibdad, é govierna a omne en toda su vida, é asi es dada a los barones, cuomo (como) a las mugieres, é a los grandes cuemo 4 los pequennos, é asi 4 los sabios cuemo 4 los no sabios, é asi 4 los fijosdalgos cuemo 4 los villanos: é que es dada sobre todas las otras cosas por la salud del principe é del pueblo, € reluce cuemo el sol en defendiendo a todos” (tit. I, ley Ill). “La ley deve seer manifiesta, é non deve ninguno seer engannado por ella, Et debe seer guardada segund la costumbre de la cibda, ¢ debe seer convenible al logar ¢ al tiempo, € debe tener derecho, y egualdad, é deve seer honesta, é digna, é provechosa, é nescesaria” (tit. I, ley IV). “Esta fué la razon por que fué fecha la ley, que la maldad de los omnes fuese refrenada, por miedo della, é que los buenos visquiesen (viviesen) seguramientre entre los malos, que los malos fuesen penados por la ley, € dexasen de fazer mal por el miedo de la pena” (tit. II, ley V). “Ca cosa es provada por natura, que la iusticia por que (por la cual) se defiende el cibdadano, crebanta (quebranta) el enemigo” (tit. II, ley VI). Guizot, el célebre historiador francés, juzgando este codigo, dice en cuanto al libro II: “Considerad, por iiltimo, el sistema del procedimiento: en vez del juramento de los compurgatores y del combate judicial, encontraréis la prueba por medio de los testigos y del examen racional de los hechos, como puede practicarse en cualquier nacién civilizada. En una palabra, la legislacién wisigoda lleva y ofrece en su conjunto un caracter erudito, sistematico, social. Descibrase bien en ella el influjo del mismo clero que prevalecia en los concilios toledanos, y que influfa tan poderosamente en el gobierno del pais” El libro Il empieza refiriéndose a la vigencia, aplicacién y conocimiento de las leyes, prohibe luego la aplicacién de la ley extranjera (tit. I, ley VIII): “Bien sofrimos, et bien queremos que cada un omne sepa las leyes de los estrannos por su pro; mas quanto es de los pleytos iudgar, defendémoslo, € contradezimos que las no usen, que maguer que y aya buenas palabras, todavia ay muchas gravedumbres (inconvenientes), porque abonda (basta) por fazer iusticia, las razones, é las palabras, é las leyes que son contenudas en este libro. Nin queremos que daqui adelantre sean usadas las leyes romanas, ni las estrannas”. Establece luego las ferias judiciales (tit. I, ley X). En la ley XIII del mismo titulo, sefiala el origen de las jurisdiccién, como delegada por el principe. La ley XIV sanciona la cosa juzgada y la competencia para el cumplimiento de las sentencias: “Porque algunos iuezes pueden iudgar de los pleytos et de las mal fetrias (maldades), non unificacién de la personeria de los litigantes. ‘‘Prohibe transar o avenirse estando el juicio comenzado y respecto de la carga u obligacién de probar se expresa asi: “En los pleytos que el iuez oye, cada una de las partes deve dar sus pesquisas é sus prucbas, y el juez deve catar qual prueva meior” (ley VI). EI titulo III reglamenta el mandato en juicio, estableciendo la forma de probarlo (ley II), su revocacion (ley V), las obligaciones correlativas de rendir cuentas y pagar el servicio (ley VII) y su terminacién por fallecimiento de mandante 0 mandatario (ley vill). La ley IX contiene una prohibicién, que desgraciadamente no permiten nuestras actuales instituciones, pero que responde a un hecho real y frecuente: “Nengun omne non deve meter por personero de su pleyto omne mas poderoso de si, por querer apremiar su adversario por poder daquel”. EI titulo IV trata de la prueba de testigos. La ley I establece las inhabilidades para testimoniar en juicio; la II, el juramento de los testigos y su obligacion de decir verdad (“Ca non es menor pecado de negar la verdad, de lo que es de dezir la mentira”); la Ill, el valor de la prueba y el procedimiento a seguir cuando se impugna de falsedad un documento; la V prohibe declarar por escrito (‘“Nengun omne non deve seer recibido en tgstimonia por carta, mas deve seer presente, € dezir la verdad que sopiere, é non diga al (otra cosa), si non ‘lo que vid”); la VIII establece la contra- prueba, fijando plazo para rendirla; la XII fija en catorce afios la edad minima para ser testigo y la XIII sanciona la prohibicin de presentar a los parientes como testigos, salvo el caso “si el pleyto fuesse entre parientes dun linaie mismo” (como lo ha resuelto la jurisprudencia, ante el silencio de nuestros cddigos al respecto). El titulo V trata de las escrituras y de los testimonios, estableciendo sus requisitos y eficacia. He reseiiado, sumariamente, las instituciones procesales que aparecen en otra parte del cédigo, dejando asi, en forma escueta, expuestas las disposiciones sobre el proceso civil visig6tico. Como puede verse, salvo dos o tres institutos, todo lo que al respecto contienen nuestras leyes.actuales, aparece en esta obra admirable. Y con una claridad y un orden, que ya los quisieran muchos cédigos posteriores. Notase en todas las leyes destinadas a reglamentar los juicios, que su finalidad no es otra que el averiguamiento de la verdad. La obligacién de decir verdad en juicio, oscurecida y denegada por principios politicos o filoséficos y estorbada por el cimulo de reglamen- taciones y el apego a las formas y que hoy aparece nuevamente en la doctrina como una aspiracién, se sanciona y reitera a cada momento. Desde las dos obligaciones primordiales del principe, “iusticia et verdat” (tit. preliminar) hasta el deber de los Jueces (“E por esto defendemos a todos los iueces que son en nuestro regno, que an poder de iugar, é los mandamos por la virtud de Dios, que es poderoso sobre todas las cosas, que en todos los pleytos, y en todas las cosas se trabajen, y ayan cuidado de saber la verdade ¢ que terminen todos los pleytos, assi del rico, cuemo del pobre: que nom caten-a la persona de ninguno”) (libro XII, tit, ley 1), la obligacion de decir la verdad se impone a todos los que intervienen en el litigio. A los testigos (lib. II, tit. IV, ley Il), castigando severamente a los que déclaran falsamente y a quienes los hicieren declarar asi (lib. II, tit. IV, ley VI) y a los litigantes (“lo que omne demuestra por palabra 0 por escripto deve seer con verdad é sin engano”), (Lib. Il, tit. V, ley XVII). ‘Tal vez algin estudioso podria argumentar que ain aparecen aqui, en el proceso civil, los vestigios de la primitiva barbarie, pues en la ley III, titulo I del libro VI, se autoriza el uso de la ley caldaria y del tormento en las demandas no inferiores a 300 sueldos, pero, aparte de que esta ley Gnica, aparece en el libro destinado al proceso penal, es opinion comin de los autores, que ha sido interpolada siglos después”. {PODETTI, RAMIRO: “Teorta y Técnica del Proceso Civil”, pag. 40 a 46). Derecho foral. “El Fuero Juzgo fue la gran obra legislativa de la monarquia goda y la ultima. Pocos aiios después, la invasién sarracena dio término a una época y comienzo a otra, tan grande o mas que la fenecida, pero con caracteres muy distintos. La forma y duracién de la guerra de la Reconquista, la necesidad de favorecer y estimular a los pueblos y a los sefiores en la lucha cpntra el coman enemigo, el contacto frecuente con la cultura morisca, que a tan alto grado de refinamiento leg 22 en la Peninsula, dieron al derecho espafiol de aquellos siglos épicos, una naturaleza “sui géneris” y peculiaridades que han influido luego largamente en las instituciones de la madre patria. Me refiero a los fueros, cartas pueblas y a las lamadas fazafias y fueros de albedrio, que venian a ser lo que hoy es nuestra jurisprudencia. Dificil es un estudio del proceso en el derecho foral, tanto por la cantidad y diversidad de los fueros como por lo incompleto de los estudios comparativos que se han hecho. Opinan los historia- dores, que en ellos se nota un pronunciado retroceso, con relacin al Fuero Juzgo, como que la verdad se busca, no por el convencimiento objetivo y logico, sino por los medios sobrenaturales del juicio de Dios. La prueba caldaria, por ejemplo, se encon- traba admitida y reglamentada en numerosos fueros (Baeza, Plasencia, Alarcén y Cuenca, entre otros). La del hierro candente (fierro caldo) era aceptada por fueros de Oviedo y Avilés” (R. Podetti, ob. cit., pig. 46 y 47). El Fuero Viejo de Castilla “Entre los ordenamientos que mayor difusién alcanzaron en esos siglos, se encuentra el Fuero Viejo de Castilla, sobre cuyo autor y época, discrepan grandemente los autores. El libro Ill, que contiene siete titulos, dedica los tres primeros a los juicios. Me limitaré a transcribir los sumarios. Titulo I: “De los Alcalles; ¢ de los Boceros; ¢ de los que son emplacados para ante suos Alcalles; ¢ de los demandados por dé se deven juzgar; ¢ de la pena, en que cde el demandador, si non prueba sua demanda; ¢ otro si del demandado, si niega, e gelo prueban”. ‘Titulo II: “De las Pruebas, e de los placos, que el Alcalle deve dar a las partes para probar suas intenciones”, Titulo III: “De los Juicios”. En el libro IV, encontramos el titulo V que se refiere a “las labores nuevas, é viejas; é de los dafios que vienen dellas; é de los que encierran pan, o vino en las viella, que derecho deben pagar para la renta de las puentes”. Pero no en vano han pasado varios siglos desde el tiltimo monarca godo y la nobleza se ha hecho prepotente y arbitraria. Comparemos: Dice la ley I, titulo I, libro XII del Fuero Juzgo, en las recomendaciones a los jueces “...¢ que terminen todos los pleytos, asf del rico, cuemo del pobre: que non caten a la persona de ninguno. Mas todavia ésto les mandaremos, que contra los omnes viles, que son pobres que atiemplen la pena de las leyes en alguna cosa a los pobres”. Manda la ley VIII, titulo II, libro IIT del Fuero Viejo de Castilla: “Esto es Fuero de Castiella: Que si ovier algund Fijodalgo pleito con labrador, 0 con algun Fijodalgo el labrador, ¢ dier pruebas la una parte contra la otra; puede el Fijodalgo decir contra las pruebas, que dier el labrador, que el labrador que non es fijo de velado (legitimo), o que es perjuro, o que es descomulgado; probado esto puedelos desechar, ¢ el labrador ninguna cosa destas non puede decir contra el Fijodalgo”. Aqui aparecen ya las formulas alambicadas, de extension siempre creciente, que Megan a constituir casi todo el proceso”. (R. PODETTI. ob. cit., pig. 47 y 48). Leyes del Estilo “En las amadas leyes del Estilo (coleccién de “fazaias o fallos), se empieza a sutilizar el derecho, perdiendo la ingenua rudeza del tiempo gotico, con lo cual, a mi juicio, no gana en rigor cientifico y pierde como medio de asegurar la justicia. La ley XIII del Estilo, sanciona la revocacién implicita del mandato, por la presentacién del mandante (“é despues el sefior del Pleyto viene, é demanda la alzada, ¢ le dié plazo el ‘Alcalde a que la siguiese, revocado finca el su Personero é no puede seguir el alzada por aquella Personeria...”, que ha dado lugar a tanta argucia y dilacién, en lo que a nuestras practicas judiciales se refiere. Curiosa, por el antecedente que hace presumir, es la ley XX, que dice: “El Abogado por su salario si aquel que ha de dar salario no ha bienes de que le pague, no gelo dard preso vaya el ayuda que fizo por el amor de Dios". Las leyes CXLIX, CL, CLI, CLV, reglamentan el recurso de nulidad, distinguien- do cuando el juez de alzada debe dar fallo sobre el fondo y cuando debe remitir el pleito a otro alcalde, el plazo para apelar, la desercién del recurso y el recurso directo, 23 respectivamente. La ley CLXI, al referirse a la ejecucién de las sentencias firmes, autoriza a oponer contra ellas, excepciones perentorias. La ley CLXII concede alzadas hasta Megar al rey, sea cualquiera su nimero “porque no se detaje ni se mengue la su jurisdiccién del Rey”. (R. PODETTI, ob. cit., pag. 48 y 49). El Fuero Real “En el Fuero Real, se nota ya la grandeza de alma y el afan de justicia que animaron la vida de Alfonso el Sabio. Hay en ella mucho del Fuero Juzgo, especial- mente en cuanto al concepto sobre las leyes y a la forma de su aplicacién (libro I, titulo VI). La nobleza de la idea que iluminé luego la obra magna del derecho hispano, campea ya aqui. Véase lo que dice sobre el conocimiento e ignorancia de las leyes: “Todo saber esquiva a no saber. Ca escripto es, que aquel que no quiso entender, no quiso bien facer, € por ende establescemos que ninguno no piense de mal facer: porque diga que no sabe las leyes, ni el derecho: ca si ficiere contra la ley, no se puede escusar de la culpa que ficiere por decir que no sabe la ley” (libro I, titulo VI, ley IV). En la ley Il, titulo I del libro I, encontramos sentados los principios funda- mentales de la competencia en las acciones inmobiliarias y mobiliarias. La ley VII, titulo VIII del mismo libro, dispone que quien reconoce la deuda y excepciona, debe probar su defensa, reglas y principios éstos y muchos otros, que aparecen aqui y en Las Partidas y que fueron tomados directamente del derecho romano”. (R. PODETTI, ob. cit., pag. 49 y 50). El Ordenamiento de Alcala “En el Ordenamiento de Alcalé, que diera Alfonso XI, es explicito el repudio de la tendencia, manifiesta en gran parte de la legislacion de la época de la Reconquista y que he apuntado mas arriba, de dar primacia a la forma sobre el fondo, ahogando la justicia, en obsequio a lo que se creia el derecho, tendencia tan evidente en el “procedimiento” de los siglos posteriores y que nosotros bien conocemos. En el titulo preliminar, dice el monarca: “Porque la justicia es la més alta virtut, € la més complidera para el governamiento de los Pueblos, porque por ella se mantienen todas las cosas en el estado que deben, é la qdal sennaladamente son tenudos los Reys de guardar ¢ de mantener, por ende han de tirar todo aquello, que seria carrera de la alongar 0 embargar; é por que por las solepnidades € sotilecas de los derechos, que se usaron de guardar en la Ordenanza de los Juicios, asi en los emplacamientos como en las Demandas, é en las contestaciones de los pleitos, é en las. defenciones de las partes, ¢ en los Juramentos, é en las contradiciones de los Testigos, € en las Sentencias, é en las alcadas, é en las suplicacioanes, é en las otras cosas que pertenecen a los Juicios...aviendo voluntad que la Justicia se faga como debe, é que los que la han de facer, la puedan facer sin embargo, € sin alongamiento, facemos, € establescemos estas leys, que se siguen”. La ley I, titulo XH, después de hacer referencia a las nulidades que se decretaban por omisién de solemnidades, dispone: “...et por ende establescemos, que si la deman- da paresciere escripta en el proceso del pleyto, maguer non sea dada por la parte en escripto, 6 menguare en ella el pedimiento, 6 alguna de las otras cosas, que ay deben ser puestas, que son de las sotilecas de los derechos, é non sea fecho en el proceso juramento de calupnia, maguer sea demandado por las partes, o por alguna dellas, 0 desfalleciendo las otras solepnidades, é substancias de la orden de los Juicios, que los derechos mandan, 6 alguna dellas, conteniendose todavia en la demanda, la cosa, que el demandador entiende demandar, ¢ seyendo provada la verdat del fecho por el proceso del pleyto sobre que se puede dar cierta sentencia, que los Judgadores que conoscieren del pleyto, 6 de los pleytos, o los ovieren de librar que los libren, é los judguen segunt la verdad, que en los procesos fallaren probada”. La ley II del mismo titulo, establece los plazos de seis y veinte dias para dictar 24 sentencia, interlocutoria y definitiva, respetivamente, bajo pena de que el juez pague las costas “que ficieren las partes fasta que dé la sentencia”. La ley I del titulo XIII, dectara inapelables las sentencias interlocutorias salvo si “fueren dadas sobre defensién perentoria, 6 sobre algin articulo, que faga perjuicio al pleyto principal”. (R. PODETTI, ob. cit., pag. 50 a 52). Las Partidas “Aunque las reglas procesales contenidas en Las Partidas son mucho més cono- cidas entre nosotros (como que ain se citan), he de hacer un compendio de ellas, ya que su importancia es grande dentro del conjunto de los antecedentes de nuestras leyes. Por desgracia, la evolucién de las normas, por obra de los tiempos y las nuevas necesidades, no ha sido en el sentido de mejorarlas, sino de complicatlas, entorpeciendo Ja consecucién de su fin primordial. Como en los primeros cuerpos legales, Las Partidas definen al legislador (I, Titulo 1, ley XI) y establecen como deben ser hechas las leyes “...deuen guardar que cuando las fizieren, no aya ruydo, ni otra cosa que las estorue, o embarque: € que las fagan con consejo de omes sabidores, e entendidos, ¢ leales ¢ sin cobdicia. Ca estos atales sabran conoscer lo que conuiene al derecho é a la iusticia, € a pro comunal de todos” (I, titulo I, ley IX). Palabras éstas que debian transcribirse en los diplomas otorgados a nuestros legisladores, para que no las olvidaran, El derecho procesal civil esté incluido en la Partida IIT (casi exclusivamente dedicada a él); en la Partida V, que norma la entrega de bienes o concurso y las esperas ¥ quitas, y en la Partida VI, que dispone sobre testamentos, sucesiones y tutelas. Empieza la Partida TIT con un prélogo donde ensalza la justicia, con palabras hermosas y razones profundas: “...los que la Justicia han de fazer por 1 (Dios), han menester que ayan en si tres cosas. La primera, que ayan voluntad de quererla, ¢ de amarla de corazén, parando mientes en los bienes, € proes que en ella yacen. La segunda, que la sepan facer, como conuiene, e los fechos la demandaren: los unos con picdad, © los otros con reziedumbre. La tercera, que ayan esfuerco e poder para complirla, contra los que la quieren toller, e embargar”. iEpitome de la ciencia del buen juez! El titulo 1 habla “De la Justicia”, el segundo “Del Demandador ¢ de las cosas que ha de catar, ante que ponga la demanda”. La ley XXXIX, de este titulo, contiene el siguiente consejo para el actor, que deberia serles siempre recordado a sus clientes por los abogados “Enuiso e acusioso deue ser el demandador en catar que recabdo tiene, para prouar lo que demandare en juyzio, si la otra parte gelo negare. E esta prueua ha de ser por testigos, o por cartas, 0 por otra manera que sea de creer. Ca si desto non fuese cierto ante que comengase su demanda, lo que cuydasse fazer por su pro, torndrsele y a en dafio, ¢ en verguenca, ca auria a pecar todas las costas al demandado; ¢ demas fincaria por desentendido, comencando cosa en que non sopiese en ante el recabdo que tenia para demandarla”. El titulo IIT se ocupa “De los demandados, ¢ de las cosas que deuen catar”. Establece la obligacion de decir verdad “‘e porende se deue mucho guardar el deman- dado, de non dezir mentira en juyzio” (ley III), sancionando este deber “Ca si lo negasse, ¢ le fuesse despues prouado, caeria porende en dafio, ¢ en verguenga, pechan- do lo que le demandauan, ¢ dems las costas ¢ las missiones, a aquel que venciesse la demanda” (ley VIII). EI titulo IV trata “De los Juezes, € de las cosas que deuen fazer, e guardar”.— “Los Judgadores que fazen sus oficios como deuen, deuen auer nome, con derecho, de Juezes; que quier tanto dezir, como omes buenos, que son puestos para mandar, ¢ fazer derecho”, dice la ley I; agregando la ley III “Que sean leales, (los jueces) e de buena fama, e sin mala cobdicia. E que ayan sabiduria, para judgar los pleytos, derechamente, por su saber, 0 por uso de luengo tiempo. E que sean mansos, ¢ de buena palabra, a los que vinieren ante ellos a juyzio”. Agrega luego la ley VI: “que los pleytos que vinieren ante ellos, que los libren bien ¢ lealmente, lo mas ayna ¢ mejor que supieren; ¢ por las leyes deste libro, ¢ non por otras. E que por amor nin por 25 desamor, nin por miedo, nin por don que les den, nin les prometan dar, que non se desuien de la verdad nin del derecho”. Y luego la ley XI: “'Verdad, es cosa que los Judgadores deuen catar en los pleytos, sobre todas las otras cosas del mundo: € porende, cuando las partes contienden sobre algun pleyto en juyzio, deuen los Judga- dores ser acuciosos en pufar de saber la verdad del, por cuantas maneras pudieren”. Y la ley XII: “Acabamiento e fin deuen dar derechamente los Juezes a los pleytos, que fueren comengados delante dellos, lo mds ayna que pudieren. Ca segund dixeron los Sabios antiguos, ningund pleyto non se puede mucho alongar ante los Judgadores derechureros, e acuciosos”. El titulo V se ocupa “De los Personeros”. La ley XI que corcuerda en su finalidad con la ley IX, titulo III, libro II del Fuero Juzgo, que he mencionado mas arriba, prohibe a las personas influyentes pleitear directamente por si o ser personeros por cuanto “por el poder del mayor, ¢ por su miedo, non osaria el menor razonar complidamente su derecho, ca non fallaria quien lo razonase por el; € por aqui podria perder 0 menoscabar en su fecho”. El titulo VI, que trata “De los Abogados”, contiene severas sanciones; para el prevaricador, para el que usa de engaiios para defender a su cliente y para quien promete que ganaré el pleito. “Preuaricator en latin, tanto quiere dezir en romance, como Abogado que ayuda falsamente a la parte por quien aboga; ¢ sefialadamente, quando en proridad (secreto) ayuda, e aconseja a la parte contraria, ¢ paladinamente faze muestr, que ayuda a la suya...” “Onde dezimos, que tal Abogado como éste, deue morir como aleuoso”. “Otrosi dezimos, que cuando el Abogado fiziere usar a sabiendas a la su parte, de falsas cartas, 0 de falsos testigos, que essa misma pena merece”. “E aun dezimos, que el Abogado se deue mucho guardar, de non prometer a la parte, que vencerd el pleyto que rescibe en su encomienda” (ley XV). El titulo VII trata “De los emplazamientos”? La ley XV que se refiere al demandado que engaiosamente enajena la cosa motivo de la demanda, reitera la idea primordial de verdad, como base de la justicia, cuando dice: “Una de las cosas del mundo, de que mas se deuen trabajar los Reyes, € los otros Sefiores, que tienen logar de nuestro Sefior Dios en la tierra, para mantenerla en Justicia, es de contrastar a la malicia de los omes, de manera que el derecho non pueda ser embargado por ellos”. EI titulo VIII se ocupa “De los Assentamientos”, forma de embargo preventive contra ¢] rebelde. EI titulo IX disciplina los embargos preventivos (“Cuando deuen meter la cosa, sobre que contienden, en mano del Fiel”). EI titulo X énsefia “Como se deuen comengar los Pleytos, -por Demanda, ¢ por Respuesta”. EI titulo XI se ocupa “De las Juras que las Partes fezen en los Pleytos, despues que son comengados por Demanda, ¢ por Respuesta”. El titulo XII “De las preguntas que los Juezes pueden fazer a las Partes en Juyzio, despues que el Pleyto es comencado por Demanda, ¢ por Respuesta; a que Taman en latin Positiones”. Definiendo y reglamentando las posiciones, dice la ley Il de este titulo: “Pregun- ta es cosa de’ que nasce grand pro. Ca por ella puede el Judgador saber mas en cierto la verdad de los pleytos; ¢ los fechos dubdosos, que vienen ante el. E puedela fazer el Juez, fasta que de el juyzio: e aun la una parte a la otra ante el Judgador. E deue ser de tal natura, que pertenezca al fecho, o a la cosa, sobre que es la contienda. E hase de fazer en cierto, e por pocas palabras non emboluiendo muchas razones en una; de manera que el preguntado las pueda entender, responder ciertamente a ellas. Ca si de otra guisa fuesse fecha, non deue ser cabida; ni aun la parte a quien la fiziessen, non seria tenudo de responder a ella”. El titulo XIII trata “De las Conoscencias (reconocimientos), € de las Respuestas que fazen las Partes en Juyzio, a las Demandas, ¢ a las Preguntas, que son fechas en raz6n dellas”. 26 El titulo XIV se ocupa “De las Preuas, ¢ de las Sospechas, que los omes aduzen en Juyzio, sobre las cosas negadas, dubdosas”. Interesante y completa es la reglamentacién de la prueba en juicio, que contiene este titulo. Después de definirla (ley I), establece a quién corresponde la obligacién de probar (leyes Il y s.); que la prueba debe rendirse ante el juez, y cuales por impertinentes deben ser rechazadas (ley VII). La ley VIII enumera algunos medios probatorios, agregando, con un exacto concepto de justicia, omitido después, que puede aceptarse como tal ‘‘cosa cualquier, que deua ser creyda, ¢ valedera”. La ley XIII establece la obligacion de que el juez vea la cosa objeto de la contienda. El titulo XV trata “De los Plazos que deuen dar los Judgadores a las Partes en juycio, para prouar sus entenciones”. EI titulo XVI se ocupa “De los Testigos”. Esta materia esté sabiamente regla- mentada. Empieza definiendo lo que debe entenderse por testigo (ley I), enumera mas adelante quienes no pueden serlo (ley VIII), forma del juramento (ley XXV) y de interrogarlos para asegurar su veracidad (ley XXVI), cuando vale testimonio de oidas (ley XXIX) y el nuimero de testigos necesarios para probar un hecho, siendo el maximo permitido 12, regla que aun aplican nuestros jueces, a falta de disposicion similar en nuestros cédigos. La ley XL establece la forma de apreciar el testimonio: “.deue catar el Judgador, ¢ creer los dichos de aquellos testigos, que entendiere que dizen la verdad, 0 que se acercan mas a creer a estos atales, e seguirse por lo que tiestiguassen, maguer que los otros que dixessen el contrario, fuessen mas. E si por auentura fuesse ygualeza en los testigos, en razén de sus personas, ¢ de sus dichos, porque-también los unos como los otros fuessen buenos, e cada uno de ellos semejasse que dizen cosa que podria ser; entonce dtue creer los testigos que se acordaren, ¢ fueren més, ¢ judgar por la parte que los aduxo. E si la prueua fuesse aducha en juyzio, de manera que fuessen tantos de la una parte como de la otra, e fuessen yguales en sus dichos, ¢ en su fam} entonce dezimos, que deue el Juzgador dar por quito al demandado de la demanda que le fazen, ¢ non le deuen empecer los testigos que fueren aduchos contra él: porque los Judgadores siempre deuen ser aparejados, mas para quitar al demandado que para ‘condenarlo, quando fallasen derechas razones para fazerlo”. El titulo XVII se ocupa “De los Pesquidores, que han poderfo de rescebir Prueuas por si de su officio, maguer las Partes non gelas aduxessen delante”. Justifi- cando la institucién, dice el proemio de este titulo: “La cosa de que se mas deuen trabajar los Reyes; segiin dixeron los Sabios antiguos, es en buscar todas las carreras que pudieren fallar, porque puedan saber la verdad de las querellas e de los pleytos, que vinieren ante ellos...” La ley I la define, diciendo “Pesquisa, en romance, tanto quiere dezir, en latin, como inquisitio, e tiene pro a muchas cosas ca por ella se sabe la verdad de las cosas mal fechas, ca de otra guisa non pueden ser prouadas, nin aueriguadas”. El titulo XVIII, se ocupa “De las Scrituras porque se prueuan los Pleytos”, cuya importancia resume asi: “El antiguedad de los tiempos, es cosa que faze a los omes oluidar los fechos passados. E porende fue menester, que fuesse fallada Scritura, porque lo que ante fuera fecho, non se olvidasse, € supiessen los omes por ella las cosas, que eran establescidas, bien como si de nueuo fuessen fechas”. EI titulo XIX trata “De los Escriuanos, e cuantas maneras son dellos, ¢ que pro nasse de su oficio quando lo fizieren lealmente”. EI titulo XX se ocupa “De los Consejeros”, que debian asesorar a los juedes. “Ca pués que juyzio tanto quier dezir, como mandamiento derechurero, razon ¢s, que ante que se de, sea escogitio con consejo de omes leales, ¢ sabidores” (Proemio). EI titulo XXII trata “De los Juyzios, que dan fin, ¢ acabamiento a los Pleytos”, © sea de las sentencias. La ley I las define, la II establece las diferentes clases de ellas. Luego expresa como deben ser las sentencias: “Cierto ¢ derechurero, segind mandan las leyes deste nuestro libro, ¢ catada e escodrifiada, ¢ sabida la verdad del fecho, deue ser dado todo juyzio, mayormente aquel que dizen sentencia definitiva porque tal juyzio como este, puesque una vez fo ouiere bien o mal judgado, non Io puede toller, nin mudar aquel Juez. que lo judgo...” (ley III). 27 Materia tratada con amplitud y excelente criterio, ocupa veinte y siete leyes. Sienta la doctrina sobre la condena en costas al litigante malicioso (ley VIII), se ocupa de la nulidad de las sentencias (ley XII) porque “Yerran a las vegadas los Judgadores en dar los juyzios...dando juyzios menguados, 0 torticeros, 0 judgando de otra manera que non pertenesce al pleito”. La ley XIII, disciplina el recurso de revision y establece los casos en que hay cosa juzgada. “Guisada cosa es, € derecha, (dice la ley XX), que el juyzio que fuere dado contra alguno, non empezca a otro” (“res inter alios acta”). El titulo XXIII se ocupa “De las Alcadas que fazen las Partes, quando se tienen por agrauiadas de los Juyzios que dan contra cllos”. La ley I las define: “Alcada es querella que alguna de las partes faze, de juyzio que fuesse dado contra ella, llamando, © recorriendose a enmienda de mayor Juez: e tiene pro el Algada quando es fecha derechamente, porque por ella se desatan los agrauamientos que los Juezes facen a las partes torticeramente, 0 por non lo entender”. La ley IV, establece los casos en que puede otorgarse la alzada a terceros, a quienes puede perjudicar la sentencia. La ley XIII define las resoluciones inapelables: son apelables las sentencias definitivas, y las interlocutorias sdlo cuando “fuesen de tal natura, que seyendo acabado (el pleito), non se podria despues ligeramente emendar, a menos de gran dajio, o de gran verguenga, de aquel que se touicse por agrauiado della”. El titulo XXIV se refiere a “Como los Juizios se pueden reuocar, ¢ oir de cabo, quando el Rey quisiere fazer merced a alguna de las partes, maguer non se oviesse alcado dellos”. “Templamiento de la reziedumbre de la justicia es la merced —dice la ley I-, € nace gran pro della”. El titulo XXV, trata: “De como se pueden quebrantar los Juyzios que fuessen dados contra los menores de veyte ¢ cinco afios, o contra sus Guardadores, maguer non fuesse y tomada Alcada”, 0, sea la restitucion de términos, desaparecida de las instituciones modernas. El titulo XXVI, se ocupa de “Como se puede desatar el Juyzio que es dado por falsas cartas, 0 por falsas prueuas, o contra ley”, o sean los recursos de revision y nulidad. El titulo XXVII reglamenta la ejecucién de las sentenci que son valederos, deuen ser cumplidos, e quien los puede cumplir”. “Como los juyzios, Los titulos XXVIII a XXXI se ocupan de cuestiones de derecho ci del dominio, prescripcién, posesion y servidumbre. : adquisicion EI titulo XXXII y el dltimo trata “De las Lauores nueuas, como se pueden embargar que se non fagan; ¢ de las viejas que se quieren caer, como se han de fazer, € de todas otras Lauores”. He indicado més arriba, las otras disposiciones sobre el proceso contenidas en las Partidas V y VI. La ley I, titulo XV de la Partida V, dice refiriéndose al concurso: “Desamparar puede sus bienes todo ome, que es libre, ¢ estuuiere en poder de si mismo, o de otri, non auiendo de que pagar lo que deue. E deuelos desamparar ante el Judgador”” Se establece el beneficio de competencia, que la mayoria de nuestras leyes procesales ha olvidado. La ley II establece la graduacién de créditos. Las leyes V y VI disciplinan el juicio de quitas y esperas, de que estén privados hoy los deudores civiles, en casi todos los estados argentinos. EI titulo II de la Partida VI se ocupa de la apertura de testamentos cerrados. El titulo VI, del plazo para aceptar la herencia, titulo XIV del juicio testamentario, el XV de la accién de particién. Los titulos XVI a XIX de la tutela. La Partida VII contiene dos titulos de aplicacién en el proceso: el XXXII que se ocupa “Del significamiento de las palabras, ¢ de las cosas dubdosas” y el XXXIV “De las reglas del derecho”. De entre éstas, la regla XXXII sienta la doctrina de la verdad 28 de la cosa juzgada: “Otrosi dezimos, que la cosa, que es judgada por sentencia de que non pueden alcar, que la deuen tener por verdad”. Es unanime el juicio sobre el cédigo alfonsino, en cuanto a su fondo, como en cuanto a su forma. Sobre esta ultima, tan descuidada en la mayoria de los codigos, dice GOMEZ de la SERNA: “La exactitud, mejor quiz4 diriamos, el rigor con que se emplean las palabras y el cuidadoso afan con que esti manejada la sintaxis, evitan interpretaciones torcidas y dan a las leyes una claridad que por desgracia, carecen las anteriores y posteriores a este cédigo inmortal”. En lo que al ordenamicnto procesal se refiere, Las Partidas, como el Fuero Juzgo, persiguen ahincadamente todo lo que pueda torcer el curso de la justicia intrinseca. Resalta el afin de aplicar sanciones a la malicia de litiganies, profesionales y jueces. Se impone el deber de decir verdad, con asperas sanciones. Para asegurar el minimo de justicia posible, se crea un sistema de obligaciones y sanciones, que rodean al magistrado desde su designacion y que le siguen hasta después de haber terminado en sus funciones. Y asi, a sus auxiliares, a los abogados y a los personeros, a los litigantes y a los testigos. Pero a la par de la rigidez y severidad con que se ejemplariza a los malos jueces, se rodea el oficio de consideracién y respeto y se conceden a los magistrados facultades mucho mds amplias para averiguar la verdad, que en los cédigos modernos. Puede afirmarse que el proceso espafiol llega a la adultez en este cuerpo legal, y los siglos posteriores, si bien traen ingentes reformas al proceso civil, no alteran las lineas generales a las cuales fue sujeto por Alfonso X. Por un lado, se aligeran las normas, suprimiendo definiciones, consejos y admoniciones, por otro se recargan con. casos, divisiones y subdivisiones que le dan las caracteristicas que le singularizan: casuismo y extensién excesiva. Asi pues. no gana en rigor cientifico y realmente pierde en claridad y precision. Se injertan instituciones nuevas tan necesarias como el juicio ejecutivo, pero no se intenta dar unidad légica, ni aun a los diversos institutos que se fusionan y amalgaman. Se aleja asi el proceso, de su ““iltima ratio”, el averiguamiento de la verdad, que se esfuma y confunde entre el farrago de traslados, vistas, diplicas y réplicas y las categorias de prueba y formalismos que las desnaturalizan. Se da ancho campo a la malicia, tan perseguida por el Rey Sabio y la obligacion fundamental de decir verdad, se diluye en disquisiciones interminables. Las formas y solemnidades privan sobre el fondo, la verdad es oscurecida por la dialéctica y se llega a la justicia “formal”, a la justicia “injusta”, que hace perder los derechos por una palabra o por una coma que falté 0 que sobré, como el tocante caso de las costas, que se pierden si en el escrito inicial se omitié pedirlas. Entendiendo responder a las modernas ideas de libertad, se suprime el proce- dimiento inquisitivo y se restringen tanto las facultades judiciales en el proceso, que el magistrado no puede, con frecuencia, impedir que prosperen las mafias y malas artes de los litigantes y de sus consejeros. Y no hablo de ta designacién de magistrados y de la farsa del juicio politico a que estén sometidos, porque mas adelante he de ocuparme de esas Ilagas de nuestra justicia”. (R. PODETTI, ob. cit., pag. 52 a 64). La Novisima Recopilacion Resefia Historica de este Cédigo “Los esfuerzos del Rey Sabio y de D. Alfonso XI para ordenar el confuso cuadro de la legislacién castellana, fueron ineficaces de todo punto en aquellos momentos de perturbacin social, cuando tantos y tan opuestos intereses Iuchaban entre si dispu- tandose el grado supremo en la linea del privilegio. Clero y pueblo, nobles, ciudades y villas, querian para si exclusivas prerrogativas que les clevaran sobre las otras clases, y de este modo, sacrificando las salvadoras conveniencias del Estado a los pueriles desvanecimientos de la ambicion y del orgullo, pusieron todos una rémora formidable 29 al restablecimiento de la unidad legal, rota en Espafia desde que la invasién alarabe hizo girones la integridad de nuestro suelo. Si la nobleza arrancé a la Corona multitud de concesiones y prerrogativas, el Estado Mano, que influia a la sazén tanto o mas que ella en la fortuna de la reconquista, merecié también del trono las propias consideraciones para continuar como hasta alli soportando con paciencia las penalidades del campo de batalla. De aqui la infinita variedad de fueros con posterioridad a esos intentos de unificacién; de aqui, en el reinado de D. Pedro la ordenacién del intentos de unifi- cacion; de aqui, en el reinado de D. Pedro la ordenacién del Fuero Viejo de Castilla, cédigo de la nobleza, en el que estén agrupadas sus prerrogativas todas; de aqui la decepcién del Rey Sabio con el Fuero Real, que, nacido a la vida del derecho con la idea de que representase la formula de ensayo para el gran pensamiento de la unidad, se vio reducido a la estrecha jerarquia de regla local; y de aqui también el desgraciado éxito de la coleccién del Ordenamiento, que no tuvo los lisonjeros resultados a que su autor Aspiraba, no obstante haberse planteado en ella de una manera habil y prudente el arreglo legislative. Y es que, como dice con admirable exactitud el ilustre PA- CHECO, ocurria su promulgacién en visperas de aquel desorden feudal y municipal que habia de iniciarse con los disturbios entre D. Pedro y sus hermanos, siglo que empieza en Montiel para llegar a Acila, en el que los nobles se alzan poderosos por encima del Trono, y en el que tan pujantes se muestran las comunidades 0 Concejos de Castilla; siglo, en fin, que s6lo habia de terminar con la gloriosa gobernacién de D.Fernando y dojia Isabel. Cuando estos monarcas subieron al trono de Castilla por la muerte de Enrique IV, el reino padecia las consecuencias de esas intestinas rencillas. El abandono de sus predecesores habia traido innumerables males a Castilla, acrecentados con la incerti- dumbre en que se agitaba la legislacion. La administracion de justicia, base de la prosperidad de los pueblos y supuesto necesario de toda cultura, carecia de la inde- pendencia indispensable para hacerse respetar, y los juzgadores, sin norma fija a qué atenerse, no sujetaban los fallos a las estrechas severidades de la ley, sino a las caprichosas determinaciones de su voluntad, amagada por el miedo, pues el inmoral ascendientes de los criminales, rebasaba el umbral de la Justicia, imponiéndose a los jucces con el terror y la amenaza de cometer en ellos el mismo escarmiento que en sus fallos impusieran; triste cuadro que tenia su complemento en el deplorable estado de la legislacién, confuso hacinamiento de leyes contradictorias inspiradas en las abusivas exigencias de clases a que debian su origen. Ordenanzas Reales de Castilla Por eso las primeras medidas de los Reyes Catélicos se encaminaron a combatir el mal en sus causas, y para ello se propusieron normalizar la situacion legal del reino, y depurar la”adminisiracion de justicia de irregularidades y extravios, comisionando al efecto al doctor D. ALONSO DIAZ de MONTALVO, jurisconsulto que se habia distinguido en los reinados anteriores, y creando la santa Hermandad para restablecer el imperio de la justicia, Pasados algunos afios, los pueblos disfrutan de los beneficios de tan sabias medidas; enérgicos escarmientos han barrido los despojos de una época falta ya de vida operandose tan radical trasformacién en el cuerpo social, que el historiador LA- FUENTE no puede menos de exclamar al ocuparse de este glorioso reinado “que ¢s la transicién de la Edad Media que se disuelve, a la edad moderna que se inaugura con el brillante cortejo de todas sus libertades. Fue tan grande el acierto con que obré la reina Isabel para poner remedio a la deplorable corrupcién que imperaba, que, gracias a sus providencias, un decreto con las firmas de los magistrados, se hizo mas temido que antes lo era un poderoso ejército”. En 1484 dio cima MONTALVO a la comisién legislativa que cuatro afios antes le confirieran los Reyes de ordenar las leyes dadas con posterioridad a las de Partida, ya contenidas en las sucesivas compilaciones, 0 ya dispersas, conciliando las que fueran en si contradictorias, y omitiendo las superfluas, derogadas ¢ inconexas. 30 Ya en las Cortes de Madrid de 1433, los procuradores pidieron a D. Juan Il que diputase algunas personas del Consejo para que compilasen las leyes y Ordenamientos dados por él y por los Reyes sus antecesores, desterrando lo superfluo, distinguiendo lo temporal y transitorio de lo permanente, interpretando lo oscuro por breves y buenas palabras, y declarando las dudas que nacian de ser unas contrarias a otras; siplica reiterada més tarde en tiempo de Enrique IV, pero que no tuvo en ninguna de ambas ocasiones la confirmacién anhelada en el terreno de los hechos, mas por el estado turbulento de la nacion, indiferente entonces a todo lo que estuviera en abierto roce con la justicia, que por falta de buenos deseos en los dos soberanos, a quienes, por otra parte, les falté energia para influir en la realizacién de tan acertado pensamiento. Sélo cuando a la honrada voluntad va unido un vigor incontrastable de espiritu capaz de rechazar la influencia de odiosas intrigas y afiejos hdbitos, puede romperse abiertamente con dafosas tradiciones, colocdndose frente a frente de ellas. Por eso a los Reyes Catélicos estaba reservada la empresa de vencer los poderosos obstaculos que se oponian a la rectificacion de la jurisprudencia nacional; y el fracaso de Juan II y Enrique IV no puede atribuirse a escasez de talentos capaces de sobreponerse a la fuerza del mal, contrarrestando su empuje, porque tenian en su sefio ‘el mismo elemento de saber de que. echaron mano los Catélicos Reyes, puesto que doctor MONTALVO se distinguio ya en aquella época, y si cabe mds que en esta, porque sus conocimientos se hallaban en todo el apogeo de su juventud, y no como al conferirle tan augusta Reina esa distincion, ya retirado a la vida privada en su pueblo natal, debilitado su entendimiento por los afanes de tanto estudio, y agobiado su cuerpo por Ja laboriosa tarea de la vida. A pesar de ello cumplié a satisfaccion de sus Reyes, y su trabajo es conocido con los nombres de Ordenanzas Reales de Castilla, y Ordenamiento Real, o de Montalvo y consta 1.163 leyes ordenadas en 115 titulos y éstos contenidos en ocho libros. Desde Iuego fue estudiado con preferencia por los letrados y aplicado constantemente en los tribunales, hasta que se publicé la Recopilacion de Felipe II, en la que fueron incluidas muchas de sus leyes. Sin embargo de esta autoridad y perseverante aplicacién, no falta quien la niegue aquella, y ponga en duda esta, echando a volar la especie de que fue hecho sin autorizacién Real o que si la hubo para formarle no asi para que fuese aplicado, por los muchos defectos ¢ incorrecciones que contenia. Tales aseveraciones han levado a que muchos duden de su valor legal, no considerando la obra sino como un trabajo privado muy digno de elogio, pero sin caracter oficial. El sabio Doctor y Consejero de los Reyes Catélicos Palacios Rubios, el lustre Marina, Floranes, Gémez Negro, Llamas Molina, Pacheco, La Serna y otros sabios jurisconsultos no son de este parecer, y al suyo nos inclinamos nosotros. Las Ordenanzas Reales, pues, se formaron por comisién Real, y no solamente esto sino que ademds obtuvieron, ya formadas, el beneplicito del trono. ¢¥ cémo era posible que jurisconsulto tan respetable, favorecido con singulares mercedes por sus Reyes, mintiera con tanta audacia afirmando que su obra fue hecha por mandato de los muy altos y muy poderosos Serenisimos y Catolicos Principes Rey Don Fernando y Reina Dona Isabel, ni menos que Reyes tan cuidadosos por el prestigio de su autoridad consintieran tamafia falsedad dejandola sin escarmiento? No nos detendremos mas en esto, que hoy la cuestién ha perdido la importancia que tuviera en siglos anteriores; las leyes contenidas en este Ordenamiento han sido trasladadas a la Nueva Recopilacion primero, a la Novisima después, y como leyes de este tiltimo Cédigo se citan y su autoridad levan, sin atender a la que tuviera la fuente de donde se han sacado. Por el hecho de haber sido incluidas en él, poseen la autoridad de soberanos preceptos y como tales hay que invocarlos. (ALCUBILLA, “Cédigos...”, t. II). “Definiendo la buena ley, dice ¢l prélogo que “... tiene cuatro condiciones. La primera es propia cosa de la ley extirpar, y desraigar los vicios. La segunda, ordenar las. costumbres y actos de los siibditos. La tercera, traer los hombres a felicidad. La quarta, Mana, y claramente disponer la verdad’ Comprende ocho libros, divididos en titulos y éstos en leyes, En el libro Il se encuentra la organizacion de la justicia y en el III el procedimiento. La ley X, titulo IV del libro II, establece el juicio oral ante la audiencia: 31 “Ordenamos, que los nuestros Oidores oyan los pleitos por peticiones, y no por libellos, ni demandas, ni por escrituras: y les libren summariamente sin figura de juicio”. Gontinia predominando aiin el espiritu de las viejas leyes espafiolas, en cuanto al anhelo de justicia intrinseca, pero dificultado y entorpecide por las dilaciones y trimites que la misma ley autoriza. En efecto, en la ley I, titulo TV del libro III (“la orden que se debe tener en los procesos de los pleitos para que brevemente scan expedidos”) se conceden al reo veinte dias para oponer excepciones perentorias. de las cuales debe darse traslado por ocho dias al actor, debe prestarse juramento de calumnia, luego darse ocho dias para posiciones y articulos, de los cuales se dard traslado por otros ocho dias para responder a los articulos; si el juez creyera suficiente la prueba, asignar término a las partes para concluir y luego de la conclusién, fijard témino para fallar. Si considerase insuficiente la prueba de posiciones, dara término para probar las posiciones negadas. Producida la prueba y dada copia a las partes, se fijaré término para probar las tachas y probar estas tachas de tachas, en seguida otro plazo para ofrecer y traer escrituras ¢ instrumentos y reproducir las ya ofrecidas, dando luego término para contradecirlas, y otro para concluir, etc. Se aceptan, en segunda y tercera instancia, las alegaciones omitidas en primera y se sanciona con la nulidad la omisién de formalidades o del juramento de calumnia (leyes Iy Il, titulo TV, libro III)”. (R. PODETTI, ob. cit., pag. 64 a 66). Con esta compilacién, es lo cierto que el Derecho habia dado un paso en el camino de la perfeccion; pero este paso que en relacién con otros que le sucedieran tenia capital importancia para el destino de la jurisprudencia, aislado, nada significaba, 0 a lo sumo un esfuerzo més afiadido a los muchos de las épocas anteriores, que solo consiguieron aumentar el mal con nuevos elementos de discordia. (ALCUBILLA, “Cédigos...”, t. 11). Las Leyes de Toro Por eso el movimiento inicial de 1481 empalma con Ia escrupulosa revision legislativa que acordaron los mismos Principes en las Cortes de Toro, celebradas en 1502, que habia de dar por resultado dos afios después las célebres leyes taurinas, no publicadas hasta 1505, cuando ya la noble reina Isabel habia dado cuenta a Dios de una vida consagrada al bien y la virtud, levandose con ella la felicidad de un pueblo regenerador con ¢l infinito tesoro de su amor y de sus merecimientos. Est& reducida la legislacion de Toro a 83 leyes, que no estén contenidas dentro de ningin érden cientifico. Cada una de ellas resuelve una duda 0 armoniza contra- dicciones, y revisten en conjunto un cardcter conciliador que las ha atraido la atencién de los jurisconsultos. “No establecen un derecho fundamentalmente nuevo, dice Pa- checo, ‘sino disipan o al menos se proponen disipar las contradicciones del antiguo Derecho de nuestra patria”. La familia, las succsiones y los contratos son los puntos culminantes que forman el contenido de estas leyes. Fijaron el orden prelativo de nuestros Cédigos, 0 mas bien, recordaron sustancialmente la materia de la ley 1a. del tit. 28 del Ordenamiento de Alcala; consagraron el principio de las mejoras, que por tan varias vicisitudes habia pasado en el transcurso de tantos Cédigos, ya aceptados en unos, ya rechazados en otros, ya esencialmente modificado en algunos; fijaron cate- géricamente el principio de la viabilidad despejando las infinitas dudas que en este punto esencial de la legislacion habian creado la falta de explicitas y claras dispo- siciones; establecieron la emancipacién por consecuencia del matrimonio; autorizaron el testamento por comisario y la fundacién de los vinculos, facultad esta ultima Mevada hasta el punto de hacerla extensiva al derecho de mejora; con cuya innovacién —segin la frase feliz del insigne Jovellanos— los padres quedaron desprovistos del recurso de premiar la conducta de los buenos hijos, y éstos de la esperanza de una justa recompensa, al mismo tiempo que robaba a las virtudes todo lo que dio a la vanidad de las familias en las generaciones futuras. He aqui lo més saliente de este cuaderno legislative, y como se vé por esta ligerisima resefa, mds que una innovacién radical en lo que a la sazén se tenia como Derecho, representa la ordenaci6n de él, para lo cual sus autores hicieron una esmerada 32 revision y escrupuloso cotejo de los Cédigos, sacando de ellos las instituciones que reguladas en cada uno estuvieran mas conformes con los progresos del Derecho y con las nuevas necesidades de entonces. No se dio a ninguno la preferencia, sino que todos, a partir del Fuero Juzgo y ya en mds ya en menos aportaron algin elemento a la nueva obra, en la que se encuentran reunidos los principios mas racionales de todos. Por eso ha sido tanta la autoridad que siempre han gozado. “Acaso, como dice un distinguido tratadista, consiguieton sus autores complicar en determinadas materias la jurisprudencia establecida, siendo también un hecho indu- dable que bajo sus auspicios tomaron incremento ciertas instituciones nada ventajosas al pafs, entre las que pueden en primera linea figurar los mayorazgos; pero esto nada quita a su utilidad e importancia, sobre todo por contenerse en ellas las disposiciones més capitales de nuestro Derecho patrio. Ninguna ha tenido tantos comentadores”, ninguna tan brillantemente ilustrada con los tesoros de ciencia y saber que encierran las disertaciones de Palacios Tubios, Posadilla, Gomez, Salon de Paz, Tello, Avedaito, Llamas, Pacheco y otros. Esto sdlo basta a demostrar la importancia de estas leyes que ejercen ain particular influencia en nuestro Derecho privado, que es lo que principalmente forma el contenido de sus preceptos. Despues de cllas hubo un silencio legislative de 60 afios, durante los que no cesaron las Cortes y los Tribunales, los letrados y las escuelas, de pedir al trono un Cédigo que, completando la obra de arreglo emprendida, dotara a la jurisprudencia de reglas seguras, imponiéndola una norma hace tantos siglos anhelada. Las Ordenanzas de Montalvo habian sido mas bien obra de ensayo y de preparacion, y las 83 leyes de Toro no abarcaron la extensa variedad de las relaciones juridicas, sino que fueron imicamente reguladoras de algunas instituciones referentes al derecho privado. Exigiase, por tanto, que la idea inspiradora de las Ordenanzas se completara y perfeccionara aunque no fuese ms que imitando en los otros érdenes del Derecho, el sistema adoptado para la esfera del civil, por los legisladores de 1505. Pero esta necesidad tardaba en satisfacerse, y los monarcas ocurrieron provisio- nalmente a ella por medio de Reales cédulas para resolver las dificultades aisladas que se presentaban, y que exigian un pronto remedio, mientras tanto que el tiempo facilitara el acceso a un gran Cédigo nacional derogatorio de todos los existentes. Nueva Recopilacin Esto creyé Felipe II haber conseguido en 1567 con la Nueva Recopilacién que, como su nombre lo indica, no fue otra cosa que una moderna edicion de las Ordenanzas con la adicién de todas esas Reales cédulas y otras disposiciones sueltas promulgadas durante el interregno legal. Dicho se esta que si la obra de Montalvo constituyé, indudablemente, aun con todos sus lunares, un gran progreso, porque al fin era el primer trabajo en ese sentido, pero como primer trabajo a la fuerza imperfecto, 1a Nueva Recopilacin defraudé las esperanzas de los que veian en perspectiva una obra legal, mas completa y hasta si se quiere consumada. La altura de los adelantes pedia otra cosa que habia sido el Ordenamiento Real, y por ende, de més alto vuelo que esa timida reforma; en una palabra, un cédigo como el Fuero Juzgo, Real o Partidas, no una coleccién de disposiciones contradictorias agrupadas sin concierto alguno y clasi- ficadas sin sujecién a ningun sistema. Y es que la ciencia del Derecho estaba a la sazon en plena decadencia, formando doloroso contraste con el progreso que s¢ marcaba en otras manifestaciones de la actividad humana. Al paso que los dominios de Espafia se iban ensanchando, los limites del Derecho se reducian, y el adelanto que habia adquirido a impulsos de la gran iniciativa del Rey Sabio y posteriores estudios de los jurisconsultos, declinaba sensiblemente por obra del abandono. “Por esta Nueva Reco- pilacion se Ilegd a desconocer el peculiar mérito del Cédigo de las Partidas, y en lugar de seguir lo que en ellas es tan digno de admiracién, su bello sistema y admirable método, en lo cual acaso aventaja a todos los modernos Cédigos de la Europa, adoptaron sus autores el sistema de las més antiguas compilaciones, las cuales se hicieron sucesivamente y por agregacion... buscar plan, orden y método en esta aglomeracion de leyes, en el inmenso cimulo de leyes antiguas y modernas, tan varias € inconexas, seria lo mismo que buscar un sistema de arquitectura en las pobres viviendas de una aldea”, 33 Esta dividida la obra en nueve libros, division tan arbitraria y caprichosa como la de la Novisima en 12, que no responde a ningin principio racional, pero que a fin seria disimulada si con ella se hubiese conseguido la claridad a que se aspiraba. Por desgracia no sucede esto, y dentro de cada uno de ellos estén incluidas leyes cuya materia no guarda entre si ni la mds lejana conexion; no hay mas que dar una ojeada a sus libros, y especialmente desde el tercero, y se vera plenamente confirmado nuestro aserto. Y si a esto se afade que hay: en ella, al lado de disposiciones vivas, otras derogadas “que se atribuyen a dos o més reyes, con ser que el uno establecid lo contrario que el otro; 0 que el uno fue autor de la ley derogada y el otro de la derogante” podra formarse cabal idea de la obra. ‘Asi, hubo necesidad de aclarar posteriormente sus leyes y Ienar sus lagunas en orden a determinadas materias, por medio de interpretaciones auténticas que recibieron el nombre de Autos acordados, y que no resolvieron la dificultad porque su néimero llegd a exceder al de las leyes que interpretaban, y por cada duda que se aclaraba, nacian infinidad de ellas, que aumentaban mas y mas el caos legislativo. Por eso fue, desde su principio, escasa en autoridad, pues los magistrados que habian de aplicarla, como los letrados que tenian la necesidad de alegar sus leyes en juicio, hubieron de recurrir a los origenes y fuentes para conocer los textos en toda su integridad y no truncados ¢ imperfectos como lo estaban en dicho cuerpo. Novisima Recopilacion En esta incertidumbre se mantuvo la Jurisprudencia hasta que en 1805, reinando D. Carlos IV, se promulgé la Novisima Recopilacion, esperada con ansiedad desde que en 1798 fue comisionado para formarla D. Juan de la Reguera y Valdelomar. No es, en resumen, otra cosa que la Nueva Recopilacion aumentada con las disposiciones poste- riores, aunque por desgracia no corregida, pues contiene mayores errores y defectos, a pesar de que su autor reconocié esos mismos defectos ¢ inexactitudes al ocuparse de la Nueva Recopilacién en su Historia de las leyes de Castilla desde el reinado de D. ‘Alfonso XI. Abarcé toda la intensidad del mal, pero no tuvo acierto en la aplicacion ‘del remedio. El lustre MARINA, en su Juicio Crttico de la Novtsima Recopilacién, se clevd a la altura de un verdadero jurisconsulto; profundo estudio, vasto saber, talento critico, todo esto revela st notable trabajo que anda en manos de todos los que se dedican a Jas dridas tareas del foro. En él dice que dicho Codigo estd plagado de anacronismos, errores y falta de exactitud en las citas de los autores de las leyes y de los documentos de donde se tomaron; que contiene leyes forjadas de documentos contrarios y opuestos entre si mismos, 6 citados inoportunamente y en perjuicio de la claridad de la ley, atribufdas a reyes que, o nada resolvieron sobre ¢l asunto, o resolvieron lo contrario; leyes anticuadas y de ningin uso, repetidas, redundantes y superfluas; leyes erradas, inter- poladas y no conformes con los originales de donde se tomaron, otras que no merecen ese nombre y solamente contienen amonestaciones, recuerdos, encargos, declaraciones y providencias particulares, decretos temporales y rdenes cefiidas a asuntos, casos y personas determinadas, en cambio de muchas que se echan de menos y debieron incluirse. He aqui los*defectos que este sabio advirtié en la Novisima Recopilacién —que no son pocos— y su obra, que consta de 335 paginas, esta reducida a justificar esa severa, pero exacta censura, Sus argumentos son irrebatibles y claros como la luz del dia, resultado del examen y cotejo de todos los cuerpos ¢ instrumentos legales de nuestra nacién, de las peticiones y respuestas, leyes y ordenamientos de todas las Cortes que se celebraron en Castilla, desde las de Valladolid de 1325, hasta las de Toledo de 1480, y de una gran multitud de cédulas y pragmaticas de diferentes tiempos y edades que andan dispersas y de que la Real Academia de la Historia tiene una muy buena coleccién. Sin embargo de todo, el Juicio Critico no fue muy del agrado de D. Juan de la Reguera y a instancia suya fue compelido MARINA a justificar las expresiones vertidas, 34 especificando clara y distintamente cudntos y cuales eran esos defectos y anacronismos, cuantas y cuales las leyes inoportunas y superfluas, y las erratas y lecciones mendosas notadas en la Novisima Recopilacion. Entonces, cuando la manifestacién de las ideas estaba comprimida por el ingrato freno del despotismo, y los monarcas se creian sentados en el trono por derecho divino, juzgar lo que emanaba de su voluntad soberana era pecado gravisimo-que no podia quedar sin el torcedor del escarmiento; por eso fue estrechado para quc en un angustioso término probara sus imputaciones; pero la edad presente le hacg justicia, y la experiencia ha puesto al descubierto la realidad de sus aseveraciones. Hoy que aquellas ideas han desaparecido, hundiéndose al rumor del mismo estrépito que les did vida, para dar plaza a un periodo de explendente libertad, podemos decir muy alto que en punto a legislacion estamos lo mismo o peor que entonces, y que el proyecto de Cédigo civil, hoy pendiente de aprobacién, no corresponde a las verdaderas exigencias y a los compromisos de nuestra época, toda vez que no se logra con él la completa unificacién de nuestro derecho civil, que a toda costa debia procurarse. Con la Novisima Recopilacion se cerré el afan de organizar el confuso cuadro de nuestras leyes, y asi no se ha visto coronada con el éxito de la realidad la patriética aspiracion de D. Alfonso el Sabio. No parece sino que los legisladores, anonadados por Ia dificultad de la empresa, la han abandonado a las contingencias del acaso. iQuiera el cielo que, para el prestigio de nuestra patria, veamos pronto realizado el pensamiento de la completa unidad de nuestro Derecho, concebido por el legislador Alfondo el Sabio, y desenvuelto en el glorioso cuerpo de las Partidas! ". M.M. de la G.A. (ALCUBILLA, “Cédigos...", Tomo Il). Compilaciones posteriores “Para la América hispana, Carlos II promulgé en 1680 la “Recopilacion de leyes de los reynos de las Indias”, que en nueve libros, abarca en forma bastante hetero- génea, desde el derecho politico hasta la moral. En el libro quinto, contiene diversas disposiciones sobre procedimiento, no bastantes, sin embargo, para disciplinar total- mente el juicio. Por ello y de acuerdo a lo dispuesto por la ley II, titulo I, del libro II, continuaron aplicandose las leyes espafiolas, conforme a la prelacién establecida por la I de Toro. Por iiltimo, a fines del siglo XVIII, Carlos III dio una nueva recopilacion de leyes de Indias, que se conocié con el nombre de “ley de nuevo codigo” cuya aplicacién entre nosotros se discute. En la Real Ordenanza de Intendentes de 1772, en la Cédula ereccional del Consulado de Buenos Aires (1794), en la Instruccién de Regentes (1776) y en las Ordenanzas de la Real Audiencia Pretorial de Buenos Aires (1786), desaprobadas estas iltimas por el Rey en 1790, se incluyen diversas disposiciones sobre el procedimiento y en especial sobre la organizacion de la justicia. He examinado con alguna extensién las leyes que regian ¢l proceso espafiol antiguo, porque entiendo que las instituciones en ellas normadas, pueden y deben influir en una reforma futura de nuestras leyes y que constituyen una tradicin procedimental propia, un acerbo de ensefianzas y de experiencias que ain no hemos utilizado, y ni siquicra valorado”. (R. PODETTI, ob. cit., pag. 67 y 68). E) Legislacion Colonial: “Los antecedentes relativos a las leyes espaiiolas que rigieron en las colonias del Rio de la Plata, como asimismo de la organizacion de la administracion de justicia y a las normas procesales para hacerla efectiva, necesariamente han de ser mencionados en sus lineamientos generales. Una primera distincién ha de hacerse entre las leyes que igieran desde el descubrimiento de América hasta la Revolucion de Mayo y las que se dictaron con posterioridad a esta iiltima fecha por los gobiernos patrios. Respecto de la primera época, rigié la Recopilacién de Indias de 1680, que 35 establecié el orden de prelacién de los diversos ordenamientos que debian regir en América, a saber: 1— Las leyes contenidas en la referida Recopilacién, cédulas, provisiones u ordenanzas dadas y no revocadas para las Indias y las posteriores que las modifiquen. 2,— Las leyes de Castilla, en un orden que va desde el Ordenamiento de Alcalé (1348), pasando por las leyes de Toro (1505), hasta la Nueva Recopilacién (1567). Ha de agregarse finalmente, la Novisima Recopilacién (1805), cuya aplicacion en las colinias del Rio de la Plata esta cuestionada por los autores. Las situaciones no resueltas por las precitadas leyes autorizaba la aplicacién del Fuero Real, los Fueros Municipales y el Fuero Juzgo y, en diltimo término, las leyes de Partidas. Una visién muy resumida de los érganos que aplicaban las leyes a que antes se ha hecho referencia, desde que JUAN DE GARAY fund6 por segunda vez la ciudad de la Trinidad (Buenos Aires) en 1580, puede concretarse asi: a) Gobernador el primero de ellos, GARAY, reunja en si la funcién ejecutiva y, en parte, la judicial y legislativa; la segunda, ejercida en grado de apelacién de las decisiones de los alcaldes hasta la ereccién de la Real Audiencia. b) Teniente de gobernador, asi denominado, o también general o teniente general de gobernador y justicia mayor, etc., nombrado por el gobernador ¢ investido de amplias facultades, entre las cuales pueden sefialarse la de presidir el Cabildo en ausencia del gobernador y, segin algunos, la de entender en las apelaciones de las causas criminales decididas por los alcaldes hasta la‘creacin de la Audiencia. ¢) El Cabildo, con funciones de gobierno, administracién y justicia, compuesto por dos alcaldes y los regidores en nimero de seis, todos ellos nombrados por el gobernador; quedando lo relativo a la administracién de justicia en manos de los alcaldes. 4) Real Audiencia, en nimero de dos para el Rio de la Plata; la primera creada por cédula de Felipe IV en 1661, y la segunda por Carlos Ill en 1783. Esta ultima estaba compuesta por un regente, cuatro oidores y un fiscal, y la presidia el virrey que, al igual que los oidores, era nombrado por el rey; ademés figuraban los relatores. A la vez que resolvian los conflictos que se suscitaban entre el Cabildo, el gobernador o su teniente general o entre el primero y sus miembros o los vecinos, intervenia en todas las causas civiles y criminales que le estaban atribuidas, en apelacion de lo resuelto por los alcaldes, gobernadores, etc.; asimismo intervenia, originariamente, en cuestiones relativas a falsificacién de moneda, en los casos de corte y en los que estuviera interesado algiin oidor. Su lugar de funcionamiento, su compo- sicién, jurisdiccién, etc., estaban reglamentados por Ordenanzas. ¢) El Consulado, creado por real cédula del aio 1794, estaba compuesto por un prior, dos cénsules, nueve conciliarios y un sindico, y ademés un secretario, un tesorero y un contador. Funcionaba dividido en dos secciones: el Tribunal, compuesto por el prior y los dos cénsules, y la Junta, integrada por todos los miembros. El Tribunal tenfa jurisdiccién en todos los asuntos sobre materia mercantil y en las controversias superiores a 1000 pesos se apelaba ante la Alzada, constituida por el decano de la audiencia y dos colegas comerciantes nombrados por él. Esta situacin se mantuvo hasta 1857, en que, con la creacién de la Cémara del Crimen, se confia a ésta la apelacién. Las funciones de la Junta eran, entre otras, de fomento de la agricultura, progreso vial, transportes, etc. (EDUARDO B. CARLOS, “Introduccién....”, pag. 57 a 59). F) Derecho Patrio: “Como observa un autor, las instituciones creadas para la administracion de ia en las Colonias del Rio de la Plata —a que antes se ha hecho breve referencia— ron modificacién radical por el hecho de la Revolucién de Mayo y de los gobiernos patrios que le sucedieron, ya que esa revolucién no se hizo contra ella, sino principalmente encaminada a proclamar la libertad respecto de la madre patria. Por consiguiente, ellas continuaron rigiendo, al igual que las reglas de procedimiento para 36 su actuacion, sin perjuicio de las sucesivas reformas que vanse introduciendo hasta legar a la organizacién nacional. EI primer hecho que corresponde mencionar, atinente a la materia judicial, consiste en la declaracién expresada en el acta del 25 de mayo de 1810, por la que se establece que ningun miembro de la Junta podré entender en materia judicial la que queda confiada a la Real Audiencia. Esta idea se ratifica en los decretos dictados a partir del 10 de febrero de 1811 sobre juntas provinciales, en que se establece idéntica prohibicién. Queremos destacar la significativa importancia que, para los hombres de la Revolucién de Mayo, ha tenido la delimitacin de las funciones ejecutivas y judiciales, hecho auspicioso que constituye un avance respecto de la situacién anterior y que serd la doctrina que habré de seguirse en las Constituciones futuras, en textos expresos y positivos. La Real Audiencia fue suprimida por cl reglamento del 23 de enero de 1812, dictado por el Triunvirato, que a la saz6n ejercia el gobierno, siendo sustituida por una CAmara de Apelaciones. Este reglamento establecia la composicion de dicho Tribunal, la designacién de sus jueces y los emolumentos que debian percibir. Le sigue la Asamblea de 1813 que, en la materia que nos ocupa, adopta la trascendental resolucién que extingue el Tribunal de la Inquisicion y que prohibiera el uso de tormentos, mandando quemar en “la Plaza Mayor, por mano del verdugo, antes del feliz dia 25 de mayo, los instrumentos destinados al efecto”. Dicha Asamblea aprobé en setiembre del mismo aiio, el Reglamento de administracion de justicia por el que uniforma el procedimiento a seguir en las Cdmaras de Buenos Aires y Charcas. En el mismo se establecen tres titulos que corresponden respectivamente, a los juicios de primera instancia, a las apelaciones y a los subalternos y derechos que los mismos deben percibir. Del Triunvirato, pasase al ejecutivo unipersonal ejercide por el Director de las Provincias Unidas del Rio de la Plara, sanciondndose el estatuto provisional de 1815 del que cabe sefialar, en la seccién correspondiente al Poder Judicial, el principio de la independencia de los jueces, la supresién del Tribunal de Concordia, cuya funcién, en principio, cumplirian los jueces de primera instancia a cargo de los alcaldes ordinarios y manteniéndose al Consulado en la materia comercial, como hasta entonces. La Camara de Apelaciones subsiste modificandose lo relativo al recurso extraordinario de segunda suplicacién o injusticia notoria que, en su origen, se daba excepcionalmente, contra la decisin de la Real Audiencia, para ante el Rey y el Consejo de Indias, existentes en la metrépolis y derogado por resolucién de la Junta de Gobierno en junio de 1811, para el que ahora se arbitra un procedimiento especial consistente en la designacion de cinco letrados hecha por el director supremo y cuya omisién, una vez dictado pronun- ciamiento, cesaba en su cometido. Finalmente ha de recordarse que este estatuto establece principios esenciales en relacién con las garantias del debido proceso, de la inviolabilidad del domicilio, de la libertad de conciencia y de la seguridad individual, afirmandose a este respecto que “todas las anteriores disposiciones relativas a la seguridad individual jamas podran suspenderse.... y cuando por un muy remoto y extraordinario acontecimiento.... ello pueda ocurrir, el Gobiemo dard cuenta a la Junta y al Cabildo, que examinaran los motivos de la medida y el tiempo de su duracion”. El estatuto de 1817, en lo sustancial, reproduce las disposiciones del cuerpo legal anteriormente mencionado, aunque admite la suspension de los magistrados por el director, cuando exista justa causa, debiendo dar cuenta de ello al Congreso. Se priva a los gobernadores, intendentes y tenientes gobernadores, de la potestad de conocer y decidir los asuntos criminales y civiles, designandose en su lugar, en las capitales de provincia, por el director, a propuesta de la Camara de Apelaciones, un letrado que actuaria como juez de alzada. Este reglamento rigié durante muchos afios en el pais. La constitucién de 1819 instituye una Alta Corte de Justicia compuesta por siete jueces y dos fiscales, nombrados por el director con acuerdo del Senado, que se mantendran en sus funciones mientras dure “su buena comportacién”, regula las causas de su competencia originaria y, por la via de la apelacién, establece la publicidad y finalmente mantiene el régimen judicial anterior, ya que la Corte que se crea constituye la tnica innovacién. Sucede luego un largo periodo —que la historia ha denominado de 37 la anarquia y el caudillismo— que va desde 1820 a Caseros, para culminar en la Constitucién de 1853, en cuya larga trayectoria, caracterizada por las luchas intestinas, sdlo se da como acontecimiento que merece ser recordado el de la Constitucién de 1826, de carécter acentuadamente unitario y que no alcanzé a tener vigencia. El Poder Judicial, que por ella se establece, es similar al de la Constitucién de 1819, aunque con ‘dos miembros més la Alta Corte, existiendo poca diferencia en lo que ataitie a su competencia. Dado que al ocupamos de las fuentes legislativas, se hace una breve exposicion de las normas procesales que han precedido a la sancién de los codigos de este orden, con lo dicho hasta ahora, damos por terminado el ciclo relativo a la evolucin historica del proceso”. (EDUARDO B. CARLOS, ob. cit., pag. 59 a 62). BIBLIOGRAFIA 1) ALCUBILLA: “Cédigos...”, Tomo | y II. 2) CARLOS: “Introducci6n...”, pag. 48. 3) PODETTI: “Teoria y Técnica...”, pdg. 40. Il) CONSTITUCIONALES La Constitucién Nacional es la Ley Suprema de la Nacién, lo que significa que a sus principios y prescripciones deben adaptarse y respetar todas las leyes que en cualquier materia se dicten; de lo contrario, toda ley que no la respete, se considera inconstitucional y es pasible de nulidad (C.N. ‘art. 31). La Constitucién establece los érganos que deben ejercer el Poder Judicial de la Nacién, determina su competencia, y exige que las Pcias. se aseguren su administracion de justicia (art. 5), como requisito indispensable para que el Gobierno Federal les garantice el goce y ejercicio de sus instituciones. Ademés de todo esto, y es lo més importante, la Constitucién establece princi- pios procesales fundamentales, a los cuales deben acomodarse las leyes, ya sean nacionales o provinciales, y que los jueces tienen la obligacién de respetar, pudiendo elevarse un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia, en caso de que alguna disposicién legal contrarie estos principios (art. 14 de la Ley 48). Estos principios procesales fundamentales son los siguientes: a) Necesidad de afianzar la justicia. Este principio se encuentra consagrado en el Preimbulo de la G. Nacional y de nuestra Constitucién Provincial. b) Igualdad ante Ia ley. El art. 16 de la C.N. dice “La Nacién Argentina no admite prerrogativas de sangre ni de nacimiento; no hay en ella fueros personales ni titulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condicién que la idoneidad. Al comentar la norma, LINARES QUINTANA escribe que en el sentido consti- tucional, la igualdad ante la ley consiste en que la ley debe ser igual para todos los iguales en iguales circunstancias, y en que no se establezcan excepciones © privilegios que excluyan a unos de los que se concedié a otros en iguales circunstancias. Sintetiza, asi, una orientacién jurisprudencial undnime en nuestro pais. (BIDART CAMPOS, “Derecho Constitucional”, pag. 161/2).. En_idénticos términos se encuentra regulado este principio constitucional en nuestra C. Provincial (art. 8). Tal principio de igualdad encuentra aplicacién en el proceso, al establecer la ley idénticas posibilidades para la defensa y la acusacién, para la demanda y contestacion, etc. Dos principios, el de la bilateralidad y el de contradiccién, encuentran fundamento en esta disposicidn del art. 16 de la C. N. (E. B. CARLOS, Introduccién al Estudio del Derecho Procesal, pag. 68). ¢) Juicio previo. El art. 17 de la C. N. establece en su primera parte “Ningdn habitante de la Nacién puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso...”. 38

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