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Abstract
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I. El acontecimiento del logos
En un breve ensayo de ¿Por qué filosofar?, Lyotard (1989) propone hacer una
lectura de la filosofía desde uno de sus márgenes: el deseo, algo que
aparentemente no tendría un lugar en la filosofía, entendida de manera tradicional
como construcción racional. Lyotard introduce un giro en la pregunta ¿qué es
filosofía?, al preguntar ¿por qué filosofar? acentúa la discontinuidad, la pone en un
hiato que invita a pensar en la contingencia de la actividad filosófica, que bien
pudo no ser, pensar en su posible ausencia. Una de las consecuencias de esta
lectura marginal es que el “filosofar no es desear la sabiduría, es desear el deseo”
(Lyotard, p. 95), con lo cual Lyotard invita a pensar la falta, la ausencia, a (desear)
un modo distinto de aproximarse a la filosofía.
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lo posibilitan. La cuestión para el análisis de formas discursivas, entre ellas la
filosofía, es la siguiente: “¿cómo es que ha aparecido tal enunciado y ningún otro
en su lugar?” (Foucault, 2003, p. 44). Este cuestionamiento hace posible observar
la contingencia, la casualidad y falta de necesidad de un acontecimiento, que sin
embargo, existe, vive y sigue transformándose.
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entramado de relaciones sociales que posibilitaron el surgimiento del discurso y de
su contingencia y gratuidad.
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que el logos aconteció en el mundo es una señal, su relación con tantas variables
sociales, culturales, y políticas indica algo, surge de ellas, hacia ellas; sin cierto
tipo de sociedad, la helénica, el discurso filosófico parece inexplicable, hay en lo
social –la incorporación al griego del artículo neutro tò permitió la aparición de una
conceptualidad abstracta (Morey, 1988)– algo que está en juego para la
construcción de la filosofía. Por otro lado, que ésta no haya surgido en toda
sociedad del mundo es señal de su particularidad, contingencia y originalidad.
Esta formulación del sistema “está sostenida sobre una paradoja de base:
el sistema es la diferencia que resulta de la diferencia entre sistema y entorno”
(Luhmann, 1996, p. 78), de manera que el punto de partida no es considerar su
unidad operativa, sino la diferencia que produce activamente. Un sistema es
cerrado sobre sí mismo, autorreferente y autopoiético, en la medida que es capaz
de crear sus propias estructuras y componentes; en este proceso la sociedad ha
generado subsistemas sociales (derecho, política, economía, educación), los
cuales son sistemas eficaces para reducir la complejidad del entorno del sistema
social. La filosofía sería uno de esos subsistemas, creado por el sistema social
para robustecer su autorreferencialidad y auto observación.
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diferencia, ser autopoiético y autorreferencial. Todo sistema es producido por un
tipo específico de operación, con la condición de que medie el tiempo; es
resultado de la recursividad de un mismo tipo de operación, la cual debe ser capaz
de concatenar en el tiempo otras operaciones de su misma especie, “la diferencia
entre sistema y entorno resulta por el simple hecho de que la operación se enlaza
a operaciones de su propio tipo y deja fuera a las demás” (Luhmann, 1996, p. 86);
para Luhmann la comunicación es la operación por la cual el sistema social
produce su diferencia con el entorno, y sus subsistemas son ámbitos de la
comunicación.
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para la bilogía, o una comunicación sorprendente en lo social. “Estos estímulos
exteriores deben llevar a la selección de nuevas estructuras y después a la prueba
de consistencia de si dichas estructuras tienen la suficiente solidez para llegar a
ser estables” (Luhmann, 1996, p. 59).
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la forma del discurso, la existencia específica del logos no es la materia o la
práctica, sino el discurso (Althusser, 1980). Sin embargo, en contraste con la
filosofía como pretensión de abarcar la totalidad de las prácticas humanas,
Althusser asegura que hay “un exterior” a la filosofía, Marx habría señalado una de
esas exterioridades, la praxis. Probablemente el psicoanálisis puso el dedo sobre
otro margen, el inconsciente y el deseo. Al tener distintos márgenes, la filosofía
tendría la forma de un poliedro o, más precisamente, de un fractal, no es un
círculo que tiende a la perfección ni una línea que avanza, ya sea a un punto
específico o hacia el infinito.
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que describe Lyotard, no se tenía nada que perder.
El paréntesis como signo escrito dibuja un límite, al mismo tiempo que deja
espacios abiertos, de-limitar es separar; una de las máximas distinciones
discursivas consiste en aquella que discierne lo verdadero y lo falso, entre lo cual
dibuja un margen, cada discurso traza su propia línea al respecto, es lo que
Foucault denomina voluntad de verdad. “Las grandes mutaciones científicas quizá
pueden a veces leerse como consecuencias de un descubrimiento, pero pueden
leerse también como la aparición de formas nuevas de la voluntad de verdad”
(Foucault, 1973, p. 20). La apertura del paréntesis es ese pequeño espacio vacío
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en reserva, vacío que permite el movimiento y la transformación.
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Una forma enunciativa tiene un campo de elementos antecedentes con
relación a los cuales su sitúa, los reorganiza y redistribuye según relaciones
nuevas, “se constituye su pasado, define, en lo que le precede, su propia
afiliación, redibuja lo que lo hace posible o necesario, excluye lo que no puede ser
compatible con él” (Foucault, 2003, p. 211); por ello, establece y mantiene los
límites de un sistema, a la vez que re-dibuja sus antecedentes y pre-figura
relaciones con su entorno, el acontecimiento discursivo está ligado con situaciones
que lo provocan, con consecuencias que él mismo incita , y en distinta modalidad,
con enunciados que lo preceden y le siguen (Foucault, 2003), en ello radica la
estructura fractal de la(s) filosofía(s) como sistema discursivo: el termino fractal
deriva del latín fractus, quebrado o fracturado, es un objeto semi geométrico en el
que una estructura básica, irregular y discontinua se repite a diferentes escalas
(Mandelbrot, 1997).
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pues en cualquier momento el entorno cambiará y una filosofía parapléjica será
incapaz de responder a él; en ese momento el sistema social desechará a la
filosofía como una estrategia para habitar el mundo. Al parecer, habría que desear
la di-versidad dis-cursiva, desear la mutación.
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REFERENCIAS
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