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Documento Introductorio
Nuestro cuerpo, creado por Dios, refleja el llamado a vivir en comunión, ya que nuestro
cuerpo y alma son el reflejo de nuestra vocación al amor, que puede entregarse total, libre y
completamente a otro para dignificarlo, afirmarlo y sostenerlo; jamás utilizándolo como un objeto
para satisfacer nuestros deseos.
El Papa dice: “Ser humanos significa estar llamados a la comunión interpersonal” Esto es
debido a que Dios mismo es una comunión de personas en la Santísima Trinidad, a la cual Dios nos
invita a participar, haciéndonos así parte de este eterno y pleno intercambio de amor. En Noviembre
de 1979 explicó: “El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios no solo a través de su propia
humanidad, sino también a través de la comunión de personas que el hombre y la mujer formaron
desde el inicio”.
Pues bien, si el cuerpo humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios como varón y
mujer, en nuestros cuerpos está plasmada la imagen de Dios. Por lo tanto, en nuestros cuerpos,
sobre todo en nuestra complementariedad como varón y mujer, podemos ver y encontrar a Dios
mismo. Dios puso en nosotros, imprimió en nuestra propia carne el misterio del valor, la vocación y
la misión humana. Así, si logramos discernir qué es lo que Dios nos quiso decir al crearnos como
nos creo –varón y mujer-, podremos tener un mejor acercamiento a su llamado primogénito, y
podremos saborear el banquete celestial prometido. Juan Pablo II entendió esto, y así desarrolló esta
teología que explica de manera integral y sana todos los “porqué” detrás de los “qué” de la iglesia.
A partir de la visión de Juan Pablo II, descubrimos un cuerpo humano complejo pero claro
en su llamado, con una importancia física, espiritual y sacramental, ya que no solo es templo del
Espíritu Santo, sino que además es él mismo la propia manifestación del espíritu, el corpus visible
de nuestra unidad de cuerpo y alma. No tenemos un cuerpo, sino que somos un cuerpo, y no
estamos habitados por un espíritu, sino que somos al mismo tiempo, un espíritu. Es a través del
cuerpo cómo reconocemos y damos lugar a la dimensión espiritual del hombre, y el papa ha viso en
el llamado a la sexualidad la clave evangélica para escudriñar este misterio. Así, se hace crucial de
qué manera estamos comprendiendo, asumiendo, expresando y viviendo nuestra sexualidad: “La
manera como entendemos y vivimos nuestra sexualidad, revela nuestras reales convicciones acerca
de quiénes somos, quién es Dios, el significado del amor, de la vida en sociedad y aun en el sentido
del universo”. Es decir, que por medio de la sexualidad y de nuestras experiencias, podemos
descubrir el significado de ésta y la vocación a la que fuimos llamados, a unirnos “en una sola
carne”. En otras palabras, el Papa nos muestra cómo redescubrir “el significado de toda la
existencia, el significado de la vida”. (TOB, 29 de Octubre de 1980)
Cristo enseña que el propósito de la vida es amar como Él ama (véase Jn 15:12). Una de las
principales observaciones del Papa es que Dios imprimió esta vocación a amar como Él ama en
nuestros cuerpos al crearnos varón y mujer, y al llamarnos a que seamos “una sola carne” (véase Gen
Los invitamos, pues, a responder el llamado de Juan Pablo II y redirigir la revolución sexual
y del amor hacia el lugar donde realmente debe ir. Estudiemos, revisemos y hagamos parte de
nuestras vidas este mensaje de esperanza que el papa Juan Pablo II nos regaló a esta generación.
Poco a poco, comenzarán a descubrir como toda la historia de salvación y sus propias vidas pueden
ser iluminadas y re-comprendidas a través de este mensaje. Si quieren profundizar este mensaje, o
ayudarnos a difundirlo, contáctense con nosotros en www.tobchile.cl. Muchas gracias!
Atte,
Nicolás Fuenzalida P.
Coordinador Taller I TOB Chile.