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ener vYNor s 2. 3. 4. CONTENIDO J. van Ess/H. Kine A. ISLAM Y CRISTIANISMO Mahoma y el Cordn: profecia y revelacién ...... Sunnitas y shiftas: Estado, derecho y culto ...... Imagen de Dios y mistica islamica, imagen del hombre y sociedad ...........ccccececeeeeeeeeeeeees E] islam y las otras religiones. Jestis en el Cordn. H. von Strerencron/H. Kina B. HINDUISMO Y CRISTIANISMO éQué es el hinduismo? Historia de una tradi- cidn religiosa 2.00... ..cceeeeeeeeeeeeeeneeeeeeeeeeeeeee Mundo y divinidad: concepciones de los hindies. El hombre y la liberacién en las religiones hin- dies .... Praxis religi : rito, mito, meditacién .... H. Becuert/H. Kine C. BUDISMO Y CRISTIANISMO El Buda histérico. Su doctrina como camino de liberacién ... La comunidad budista y su historia primitiva ... Del «theravada» al pais puro: formas de pensa- miento y de vida budistas ..............0c cesses Budismo y sociedad: budismo en nuestro tiempo. Epilogo——H. Kiing: No habra paz en el mundo si no hay paz entre las religiones ............0000eeeseees 97 128 177 227 261 293 359 393 429 473 HANS KUNG: HACIA EL DIALOGO 4.200 millones de hombres viven sobre la tierra. De ellos, 1.400 millones son nominalmente cristianos, justo un tercio de la pobla- cién mundial. Y frente a ellos se cuentan 723 millones de musul- manes, 583 millones de hindties y 274 millones de budistas. Estos simples nimeros, computados por el equipo directivo de la World Christian Encyclopedia (Oxford 1982) tras muchos afios de ardua investigacién, son buena muestra de lo que aqui estd en juego. Sea yo cristiano o no cristiano, gcudl es mi actitud hacia las otras religiones? La pregunta se hace cada dia mds apremiante después de la formidable ampliacién que ha experimentado nuestro horizonte religioso-geografico (con la era de los descubrimientos) y nuestro horizonte religioso-histérico (con la moderna historia de las religiones) y, sobre todo, después de que las viejas fronteras re- ligiosas, en un mundo tan amalgamado como el nuestro, estdn ya cada vez més difuminadas y gran nimero de gentes de otro credo se halla en nuestro propio pais, en nuestra propia ciudad, fabrica o escuela, a menudo hasta en nuestra misma calle. Asi, pues, ¢cudl es mi actitud hacia las otras religiones? Hacia una conciencia ecuménica global Nuestro conocimiento de los otros, excepcién hecha de algunos es- pecialistas, es todavia muy limitado. Si comparamos el didlogo inter- religioso (entre las grandes religiones) con el didlogo interconfesio- nal (entre las confesiones cristianas), hemos de reconocer que hoy, respecto al didlogo interreligioso, nos encontramos mds o menos en el mismo lugar en que hace unos cincuenta afios nos encontra- bamos respecto al didlogo interconfesional. Poco a poco, ciertamente, vamos supetando el aislamiento y estamos aprendiendo a entender la realidad de Jos otros. Es decir: tras dos periodos de guerra, primero caliente, luego fria, y tras un tercer periodo de coexistencia mds disyuntiva que pacifica, puede que hoy nos encontremos en el inicio de una nueva cuarta €época, la época de la proexistencia. Por primera vez en la historia univer- sal, a pesar de miiltiples trabas y evidentes dificultades, parece que asistimos al paulatino despertar de una conciencia ecuménica global, al comienzo de un amplio y serio didlogo entre las religiones por medio de sus expertos y representantes mds cualificados. Posible- mente es ésta una de las manifestaciones més importantes del si- 10 Hans Kiing glo xx, cuyos efectos, caso de que la humanidad Ilegue a experi- mentarlo, no se dejardn sentir hasta el siglo xx1. Por eso no cabe entender la ekumene, y hoy menos que nunca, en sentido estricto, restringido, eclesiocéntrico. La ekumene no puede reducirse a Ja comunidad de las iglesias cristianas, sino que debe incluir la comu- nidad de las grandes religiones, pues el término ekumene —enten- dido en su sentido originario— significa todo el «orbe habitado». Cristianismo y grandes religiones: aqui es donde debe entablar- se el didlogo, justamente entre el cristianismo y las religiones uni- versales, que ejercen especial influencia en el mundo en virtud de su vitalidad, difusién y gran nimero de miembros. Religiones que generalmente se consideran universales son en todo caso, junto al cristianismo, el islam, el binduismo y el budismo. En esta obra, ante todo por razones de tiempo y espacio, no hemos podido pres- tar la debida atencién ni a las religiones de China ni al judaismo. Esto est justificado en cuanto a las religiones de China (principal- mente el confucianismo y el taoismo, ademds del budismo), que por el momento apenas pueden exteriorizarse, dado que la libertad religiosa en la Repiblica Popular sdlo se permite en teorfa. Pero el judaismo, innegable fuerza espiritual mundial, a pesar de consti- tuir sdlo el 0,4 por 100 de la poblacién, si deberia ser tratado por separado, puesto que el didlogo judeo-cristiano, por el hecho de que el cristianismo procede del judaismo, presenta problemas muy especificos (ante los que yo ya he tomado postura en distintas pu- blicaciones), Con todo, algunos puntos (la fe en un solo Dios) y problemas (la piedad legal) del judaismo saldran a relucit a propé- sito del islam. Ademés de esto, la respuesta que hayamos de dar a las grandes religiones procedentes de la India —hinduismo y bu- dismo— la intentaremos elaborar en lo posible desde la tradicién comiin judeo-cristiano-isl4mica. El didlogo entre cristianismo e islam, cristianismo e hinduismo y cristianismo y budismo nunca se ha entablado con setiedad hasta este siglo, el siglo xx. Lo que aqui pretendemos es presentar una especie de balance provisional de las conversaciones, como estimulo para discusiones posteriores. La presente obra es la transcripcién de un didlogo efectivo, mantenido en el semestre de verano de 1982 en la Universidad de Tubinga, en el marco de su Stadium Generale, ante un numeroso auditorio y en forma de doce lecciones-didlogo. Antes de ser publi- cadas, las lecciones han sido minuciosamente reelaboradas y en parte ampliadas, teniendo en cuenta en lo posible el resultado de la discusién posterior; el cardcter de leccién viva, no obstante, se Hacia el diélogo 11 ha conservado casi en su totalidad. El coautor Heinz Bechert, en su momento, no pudo ponerse de acuerdo conmigo sobre la forma definitiva y bastante ampliada de los textos de las «respuestas cris- tianas» a las perspectivas budistas; en este estadio, y para no poner en peligro el plazo previsto de aparicién del libro, el licenciado en filosofia Alois Payer se hizo cargo como experto, en actitud digna de todo agradecimiento, del asesoramiento del autor. Estas lecciones-didlogo, pronunciadas una tras otra por dos pro- fesores de distintas disciplinas, fueron y son —desde el punto de vista diddctico y temdtico— un audaz experimento. Por considera- ciones sisteméaticas y técnicas parecid recomendable comenzar el dia- logo con los respectivos especialistas académicos de islamologia, indologia y budologia y un representante de la teologia cristiana. Mas tarde, seguro que en alguna universidad europea se podrdén también ensayar lecciones semejantes de tedlogos cristianos junto con especialistas en ciencias de la cultura y de la religion e incluso con representantes creyentes de las respectivas religiones. Pero el segundo paso no debe darse antes del primero. A este respecto nos parecia evidente que cada una de las religiones deberfa presentarse de forma no sélo objetiva, sino también —por asi decir— simpé- tica. Semejante intento de didlogo, en efecto, sdlo tiene sentido si cada religién se reconoce en su respectivo retrato. Mas ¢qué sen- tido tiene este didlogo para la teologia cristiana? Qué es religidn? Hoy es cada vez mayor el ntiimero de tedlogos que considera funes- tas las secuelas de la revolucién teolégica tras la segunda guerra mundial y las secuelas de la influencia de Karl Barth, que se resu- men en el hecho de que la teologia cristiana por una parte y la his- toria, fenomenologifa y ciencia de la religidn por otra han discurrido por caminos enteramente separados y, a menudo, hasta opuestos, y bien es verdad que la teologia puede secundar las grandes y legi- timas intenciones de Barth, sin que por esto tenga que recusar las ciencias de la religidn ni encapsularse o erizarse como «fe» cristiana frente a las «religiones». A ninguna religién le es hoy ya posible una splendid isolation. Los valores religiosos, éticos y estéticos de miles de millones de hombres fuera del cristianismo no pueden ni deben ser ignorados por més tiempo. Y a la inversa: también los cientificos de la religién —y aqui estén los americanos, una vez més, a la cabeza— reconocen cada vez en mayor namero que ellos, a la larga, tampoco pueden soslayar cuestiones normativas tales como la de la verdad y los valores. 12 Hans King La religion es tan dificil de definir como el arte. «Yo sabia ex- plicarlo hasta que ti me preguntaste», podria uno replicar con Agustin de Hipona (al ser preguntado por el «tiempo»). Por lo ge- neral, en uno como en otro caso, bajo un tinico concepto se encie- rran significados completamente distintos. El término «religién» es, en muchos aspectos, problemético y estd sometido a la consi- deracién critica de los cientificos de la religién tanto como de los tedlogos. No vamos a entrar ahora en este debate con sus copiosas ramificaciones. Baste con entender que «religién» no es de ninguna manera un término equivoco, sino analdégico, que encierra cosas se- mejantes-desemejantes. La desemejanza se pone de manifiesto prin- cipalmente en el hecho de que el término debe designar casi todas Jas opciones, desde Ja fe en muchos dioses pasando por Ja fe en un solo Dios hasta la negacién de toda fe en Dios (en el budismo pri- mitivo). Las presentes lecciones-didlogo entre unos cientificos de la religién y un tedlogo cristiano no presuponen ningin concepto normativo de religién. Es importante, sin embargo, que el tedlogo cristiano se dé a si mismo cuenta y razén del uso que hace del con- cepto de religién, en forma —digamos— de una hipétesis de tra- bajo. Esto es posible, puesto que con todas las desemejanzas tam- bién pueden constatarse ciertas semejanzas, semejanzas que yo ahora no puedo més que esbozar. En la religidn siempre se da un encuentro vivencial con lo sa- grado (R. Otto, F. Heiler, M. Eliade, G. Mensching), bien se en- tienda esta «realidad santa» como fuerza, como fuerzas (espiritus, demonios, angeles), como Dios (personal) 0 lo divino (apersonal), bien se entienda como una ultima realidad (nirvana). De ahi que para los fines que persigue este didlogo podamos describir el con- cepto de «religidn» como sigue: religién es una relacidn individual- social, efectivamente vivida dentro de una tradicién y comunidad (doctrinal, moral y, las mas de las veces, también ritual), con algo que sobrepasa o abarca al hombre y su mundo, esto es, con una verdadera y ultima realidad, como quiera que ésta se entienda (el absoluto, Dios, el nirvana). A diferencia de la filosoffa, en la reli- gidn se trata a la vez de un mensaje y un camino, um mensaje y un camino de salvacion. Lo mismo se pone también de manifiesto en las exposiciones que siguen de los cientificos de la religién, a saber: que la religion es algo mds que una simple cuestién ieérica, mds que una mera cosa del pasado, tarea exclusiva de especialistas en fuentes y ras- treadores de documentos. En efecto, tal como aqui se describe, la religién siempre es ademds vida vivida, inscrita en los corazones de los hombres y, por tanto, para todas las personas teligiosas, una Hacia el dialogo 13 cuestién sumamente actual y determinante de toda su vida coti- diana. Uno puede vivirla de forma tradicional, somera, pasiva, pero también de forma hondamente sentida, comprometida, dindmica: la religidn es una visién de la vida, una actitud vital, una forma de vivir, todo ello desde la fe; es, por consiguiente, un modelo bésico individual-social, que abarca todo el orden humano y mundano y a través del cual el hombre (consciente sdlo en parte) ve y expeti- menta todo, piensa y siente, acttia y sufre: un sistema de coorde- nadas de base trascendente y efectos inmanentes al que el hombre se atiene intelectual, emocional y existencialmente. La religién con- fiere sentido abarcador a la vida, garantiza valores supremos y nor- mas incondicionales, crea comunidad y patria espiritual. Mas alla del absolutismo y del relativismo No hay duda de que estas lecciones tubingenses entre colegas, sepa- rados entre si por meros limites de Facultad, tienen sus propios in- centivos y agobios. Para el tedlogo en particular son una aventura del espiritu, en la que él, de antemano, no sabe adénde le va a Hevar la dindmica de la discusién. Y aun cuando presumiblemente ambos lados estén amenazados por un conflicto de papeles, puede que la parte més dificil le corresponda al tedlogo, que se ve afec- tado existencialmente de muy distinta forma, que se encuentra den- tro de una determinada tradicién y comunidad de fe y que no puede recorrer simulténeamente todos los caminos de la religidn. E] cien- tifico de la religién, sin embargo, puede proceder en el didlogo de una forma fundamentalmente narrativa, descriptiva, comparativa; puede describir la magna, variopinta y apasionante historia del islam, del hinduismo y del budismo, realzar y comparar sus temas eternos en el curso y cambio de los tiempos y, en el mejor de los casos, hacer al margen un ligero apunte de critica. Indudablemente, el tedlogo no prestarfa buen servicio al didlogo si estableciera por su parte simples paralelos y describiera la harto conocida historia del cristianismo y su doctrina tradicional, sin declararse ademds profesante de esa misma fe y vida. De forma que casi es un agra- vante que el tedlogo cristiano tenga que justificar una posicién que se estima conocida por un publico cristiano, mientras que, para la mayoria, las religiones lejanas atin tienen el atractivo de la expe- riencia de lo nuevo. No obstante tales dificultades, el tedlogo cristiano debe inten- tar proceder de forma fundamentalmente no narrativa y descripti- va, sino argumentativa: debe tomarse el trabajo de resaltar los pun- tos en que se hace ostensible el consenso y disenso con las otras 14 Hans Kiting religiones, Ahi los malentendidos son casi inevitables. Si uno —por aducir algunos ejemplos— pone de relieve los méritos de Mahoma y su profetismo, de seguro que acto seguido se pregun- tar4 si no deberia hacerse musulmén. O, si intenta, apoyado en una sdlida base neotestamentaria, desarrollar su concepto de filiacién divina y trinidad de modo que a un judfo o musulmén no le parezca de antemano completamente absurdo, de seguro que le asaltard la sospecha de si eso habr4 dejado de ser 1a doctrina trinitaria coman. Y al contrario: si uno, como tedlogo cristiano siempre dispuesto a la autocritica, se muestra igualmente critico respecto a —por ejem- plo— la problematica de la ley en el islam, la mitologia en el hin- duismo o el monacato en el budismo facilmente se hard sospechoso de cultivar la apologética teoldgica, la autodelimitacidn cristiana y hasta la condenacién arrogante. Como tedlogo, soy consciente desde el principio de esta proble- matica, por eso en mis respuestas persigo intencionadamente hacer dos cosas: 1) autocritica cristiana a la luz de las otras religiones, y 2) erftica cristiana a las otras religiones a la luz del propio mensa- je, para lo cual, como es evidente, la comparacién habra de estable- cerse solamente entre cosas similares, no diferentes. Mi intento es, pues, el de recorrer el dificil camino medio en- tre dos extremos. Por su parte, quiero evitar el absolutismo torpe, imaginario (de proveniencia cristiana o isl4mica), que asienta la propia verdad «ab-solutamente», esto es, «des-ligada» de la verdad de los otros. De modo que aqui no se propugnar4 ni un punto de vista de exclusividad, que condena globalmente las religiones no cristianas y su verdad, ni un punto de vista de superioridad, que antepone la religidn propia como la mejor por principio (en doctri- na, ética, constitucién). Semejante punto de vista solamente con- duce a la apologética cémoda, a la incapacidad de aprender y al ergotismo; en una palabra: a ese dogmatismo que cree de antemano poseer la verdad entera y por eso mismo no la encuentra. Pero, por otra parte, tampoco nadie espere de mi como tedlogo cristiano un relativismo superficial e irresponsable (de proveniencia cristiana, hinduista o budista), que «relativiza» toda verdad e «iguala» todos los valores y reglas. Me parece insostenible el plura- lismo arbitrario, que indiferenciadamente aprueba y sanciona todas las religiones, la propia y las ajenas, sin fijar la atencién en la no- verdad que también hay —no obstante su verdad —en las otras como en la nuestra, e insostenible me parece también el indiferen- tismo, que exime de toda critica determinadas posiciones y opciones religiosas. Semejante punto de vista solamente conduce a la tole- rancia barata, al querer admitir todo, al anything goes, en suma, Hacia el didlogo iD a un liberalismo mal entendido, en que se minimiza la cuestién de la verdad o ya nadie se atreve a plantearla. De ahi es, sin embargo, de donde hay que partir: la frontera entre lo verdadero y lo falso, segtin la misma concepceién cristiana, Ya no discurre hoy entre el cristianismo y las otras religiones, sino también, cuando menos en parte, dentro de cada una de las reli- giones. Todo Io cual debe regirse por el principio siguiente: nada valioso de las otras religiones debe negarse, pero lo que no lo es tampoco debe aceptarse acriticamente. Entre los representantes de las distintas religiones deberia haber un consenso a este res- pecto. Necesitamos entablar un didlogo en el cual, en actitud de reciproco dar y tomar, se hagan presentes las intenciones mds pro- fundas de las religiones: un didlogo, por tanto, critico, en el que todas las religiones se vean obligadas no simplemente a justificarlo todo, sino a exponer lo mejor y mds profundo de todas ellas. En suma, necesitamos abrir un didlogo con responsabilidad reciproca, conscientes de que todos nosotros no poseemos la verdad «acaba- da», sino que estamos en camino hacia la verdad «cada vez mayor». Cabe esperar que esto supondré un cambio en nosotros, no sdlo en nuestras respuestas, sino también en nuestras preguntas; no sdlo en nuestra concepcién propia y del mundo, sino también en nuestra concepcién de Dios. No hemos de tener ningiin miedo; todo ello no nos haré més pobres, sino més ricos. La verdad en las distintas religiones no puede ser diferente, sino la unica verdad; a ttavés de todas las contradicciones hemos de buscar lo comple- mentario: a través de lo exclusivo, lo inclusivo. Para lo cual debemos, en primera linea, concentrarnos en ideas, ensefianzas y doctrinas, tomar buena nota de textos, datos y acon- tecimientos, sin petder de vista que la religién es algo mds que puras

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