Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
de las obras de arte existe para decirnos, a pesar de una voluntad resuelta a
no darle valor sino a lo que perdura, que se le promete un triunfo a quien
salte en la irresolucin del instante. Razn por la cual nunca podra ser
demasiado el inters que se le concede a la embriaguez multiplicada, que
atraviesa la opacidad del mundo con resplandores aparentemente crueles,
donde la seduccin se une a la masacre, al suplicio, al horror. No hago la
apologa de los hechos horribles. No hago un llamado a su retorno. Pero en
el atolladero inexplicable donde nos movemos, en algn sentido esos
momentos resplandescientes que slo son promesas de resolucin como
falsos pretextos, que slo prometen finalmente la cada en la trampa, traen
consigo en el instante del rapto toda la verdad de la emocin. Por que de
todas maneras la emocin, si en ella se inscribe el sentido de la vida, no
puede ser subordinada a ninguna obra til. As, la paradoja de la emocin
sostiene que su sentido ser mayor cuanto menos sentido tenga. La
emocin que no est ligada a la apertura del horizonte sino a un objeto
estrecho, la emocin dentro de los lmites de la razn no nos propone ms
que una vida encogida. Cargada con nuestra verdad perdida, la emocin es
proclamada en desorden, tal como la imagina el nio comparando la
ventana de su pieza con la profundidad de la noche. El arte, sin duda, no
est obligado a la representacin del horror; pero su movimiento lo ubica sin
perjuicio a la altura de lo peor y, recprocamente, la pintura del horror revela
la apertura a todo lo posible. Por tal motivo debemos detenernos en el tono
que alcanza en las cercanas de la muerte.
Si no nos invita, cruelmente, a morir en el rapto, al menos tendr la virtud
de consagrar un momento de nuestra felicidad a la igualdad con la muerte.
En: Bataille, Georges El arte, el erotismo y la literatura. Buenos Aires,
Adriana Hidalgo, 2001.