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. Tiempo destrozado Primero fue un inmenso dolor. Un irse desgajando en el silencio, Desarticulan- dose en el viento oscure. Sacar de pronto las raices y quedarse sin apoyo, sor- damente cayendo, Despenandose de una cima muy alta. Ua recuerdo, una vi- siGn, un rostro, el rostro del silencio, del agua... Las palabras finalmente como algo que se toca y se palpa, las palabras como materia ineludihle. Y toda acom- partado de una musica oscura y pegajosa, Una musica que no se sabe de donde sale, pero que se escucha, Vino después el azoro de la rama aérea sobre la tie- rma. El estupor del ave en el primer dia de vuelo. Todo fue ligero entonces y gaseaso. La sustancia fue el humo, o el suena, la niebla que se vuelve irreali- dad. ‘Todo era instante. £] sdlo querer unia distanctas. Se padia tocar el techo con las manos, o Lraspasarlo, 0 quedarse flotando a medio cuarto, Subir y bajar como movide por un resorie invisible. Y todo mis alla del sonido; donde los pasos no escuchan sus huellas. Se podia llegar a través de los muros. Se podia reir o llorar, gritar desesperadamente y ni siqniera imo mismo se ofa. Nada te- nia valor sino el recuerdo. El instante sin fin estaba desierto, sin espectadores que aplaucieran, sin gritos, Nada ni nadie para responder, 1.0s espejos perma- nectan mudos. No reflejaban luz, sombra ni fuego... Entramos en la Huerta Vieja, mi padre, mi madre y yo. La puerta estaba abier- ta cuando llegamos y no habia ni perros ni hortelano. fbamos muy contentos cogidos de las manos, yo en medio de los dos, Mi padre silbabe alegremente. Mama Hevaba una cesta para comprar fruta, Habla muchas flores y olor a fru- ia madura, Llegamos hasta el centro de !a huerta, alli donde estaba el estan- que con pececitos de colores. Me solte de las manos de mis padres y corri hasia la orilla del estanque. En el fondo habia manzanas rojas y redondas y los peces pasaban nadando sobre ellas, sin tocarlas... queria verlas bien... me acerqué mis al borde. .. mis... 85 66 —No, hija, que te puedes caer —grité mi padre. Me volvi a mirarlos, Mama habia tirado la cesta y se levaba las manos a la cara, gritando, Yo quiero una manzana, papa. -—Las manvanas son un enigma, nifia, Yo quiero una manzana, una manzana grande y roja, como ésas... —No, nifia, espera... yo te buscaré otra manzana. Bringué adentro del estanque. Cuando legué al fondo sélo habia manzanas y ppeces tirados en el piso; el agua habfa saltado fuera de! estanque y, levada por el ‘viento, en remolino furioso, envolvié a papa y a mamd. Yo no podia verlos, giraban rodeados de agua, de agua que los arrastraba y los ocultaba a mai vista, alejandolos cada vez mas... senti un terrible ardor en la garganta... papa, mamé... papa, mama... yo tenia la culpa... mi papa, mi mama... Sali fuera de? estanque. Ya no estaban allt, Habfan desaparecido con el viento y con el agua... comencé a llorar desesperada.... se habfan ido... tenfa miedo y frio... los habla perdido, los habia perdido y yo tenia la culpa... estaba oscureciendo... tenfa miedo y fio... mi papé, mi mama... miré hacia abajo; el fondo del estanque era un gran charco de sangre... ‘Un drabe vendia telas finas en un cuarto grande lleno de casilleros. Quiero una tela muy linda para hacerme un Uaje, necesito estar elegan~ te y bien vestida esa noche —le dije, ~—Yo tengo las telas mas hermosas del mundo, sefiora... mire este sobet- bio brocado de Damasco, jno le gusta? —St, pero yo quiero una cosa mds ligera, los brocados no son propios para esta estacién, ~-Entonces tengo ésta. Fijese qué dibujos.,. caballos, flores, mariposas... y se salen de la tela... mirelos como se van... se van... se van... después re- gresan.,. los caballos vuelven sélo en recuerdo, las mariposas muertas, las flores disecadas.... todo se acaba y descampone, querida senora... —iNo siga, por Dios! Yo no quiero cosas muertas, quiero lo que perdura, no lo effmero ni lo transitorio, esa tela es horrible, me hace daito, Hévesela, llévesela... iY qué me dice de esta oua? —Bella... muy bella en verdad... es como un oleaje suave y —No, sefora, est usted completamente equivocada, no es un oleaje sua- Tempo deseo ve, esta tela representa el caos, el desconcierto total, lo informe, lo inenarra- ble... pero le quedara sin duda un bello traje —Aparte de mi esa tela desquiciante, no quiero verla mas... yo quiero uns tela linda, ya se lo dije. El arabe me mizaba con sus negros ojos, hundidos y brillantes. Entonces descubri una tela sobre una mesa. —Déjeme ver ésta, creo que me gusta... —Mny bonita, gverdad? —Si, me gusta bastante —Pero no puedo vendersela —Por qué no? —Hace afos la dejé apartada una senora y no sé cuando vendri por ella. —Tal vez ya se olvido de la tela. ¢Por qué no me la vende? —Si se olvid no tiene importancia, la tela se quedara aqui siempre, siem- pre, siempre, pero por ventura, querida seftora, gsabe usted lo que esta pala- bra significa?... Bueno, gqué le parece ésta que tengo aqui? ~My linda, la quiero. —Debo advertirle que con esta tela no le saldra nada, si acaso un adorno para otro vestido... |Ah!, pero tengo ésta que es un primor, mite qué seda mas fina y qué color tan tierno y delicado, es como am pétalo.... —Tiene razén, es perfecta para el traje que quiero, exactamente como yo la habia pensado, —Se verd usted con ella como una rosa animada. Es mi mejor tela, jse la llevara sin duda? —Por supuesto, cérteme tres metros. —Pero... qué es lo que estoy oyendo?, jcortar esta tela?, ghacerla pe- dazos? |Qué crimen mas horrendo! No puede ser, no... su sangre corrien- do a rios, llenando mi tienda, manchandolo todo, tedo, subiendo hasta mi garganta, ahogandeme, no, no, jqué crimen asesinar esta telal, asesinarla friamente, séle porque es bella, porque ¢s tierna ¢ indefensa, ;qué infamia, qué maldad, qué ser mas despreciable es usted, deleznable y vil, y todo por un capricho! jAh, qué crueldad, qué crueldad...!, pero le costara bien cara su maldad, la pagard con creces, y no podrd ni arrepentirse perque no le darn Giernpo, mire, mire hacia todos lados, en los casilleros, en las mesas, solo hay telas vacias, huecas, abandonadas; todos s¢ han salido, todos vie- nen hacia aca, hacia usted, y se van cercando, cada ver mas, mas, mas es- empodearosdo or 68, techo, més cerca, hasta que usted ya no pueda moverse ni respirar, asi, ast, asi. Sangre, jqué feo el olor de la sangre! Tibia, pegajosa, la cogi y me horroricé, me dio mucho asco y me limpié las manos en el vestido. Lloraba sin consuelo y los mocos me escurrian, quetia esconderme debajo de la cama, a oscuras, donde nadie me encontrara,.. “Lucinda, nifa, déjame quitarte ese vestido y Javarte las manos y la cara: estas lena de sangre, criatura.” Mi mama me lim- piaba la nariz con su panuele... mamé, mama, gpor qué mataron al borrego?, le salia mucha sangre caliente, yo la cog(, mama, alli en el patio... Me lavaron ¥ pusieron otro vestido y Quintila me Hevo a la feria: mi papa me dio muchos veintes, subf a los caballitos, en el blanco, fueron muchas vueltas, muchas, y me dio basca... Quintila me comprd algodén rosa y nieve de vainilla, el algo- don se me hizo una bola en Ja garganta y vomité otra vez, y otra, tenia la boca lena de pelos, de pelos tiesos de sangre, nieve con pelos, algodén con san- gre...Quintila me metia el algodén en Ja boca... “abre la boca, hija, da unos Lraguitos, anda, sé buena, bebe, te hard bien”. Yo no quiero ese calde espeso, voy a vomitar, no me den ese horrible calde, es la sangre del horrego, esta ubia, es- esa; mi braze, papa, me duele mucho, un negro muy grinde y gordo se ha sentado sobre mi brazo y no me deja moverlo, mi braze, papa, dile que se vaya, me duele mucho, vey a vomitar otta vez el caldo, qué espeso y qué amargo Entré en una libreria moderna, lena de cristales y de plantas. Los estantes Hlenos de libros legaban hasta el techo. La gente salia cargada de libros y se iban muy contentos, sin pagar. El hombre que estaba en la caja suspiraba tris- temente, cada vez que alguien salla, y escribia algo en wn gran libro, abierto sobre el mostrador Empece entonces a escoger libros ripidamente, antes de que se acabaran. Me ilevaria muchos, igual que los demas. Ya habia logrado Teunir un gran altero, pero cuando quise cargar con ellos, me di cuenta de que no podia con tantos. Los brazos me dolian terriblemente con tanto peso y Ios libros se me caian sin remedio; parecia que se iban escurtiendo de entre mais brazos, Devidi descaztar unos, pero tampoco podia con los restantes: los Dbrazos segufan doliendo de manera insoporable y los libros pesaban cada vez As; dejé otros, otro, otro mas, hasta quedar con un libro, pero ni con uno solo podia... entonces me di cuenta de que ya no habia gente alli ni siquiera el hombre de Ja caja. Toda la gente se habia ido y ya no quedaban libros, se Tiempodestnzate los habtan Hevado todos. Sentt mucho miedo y fui hacia la puerta de salida. Ya no estaba. Comencé a correr de un lado a otro buscando una puerta. No habia puertas, Ni una sola. Solo muros con libreros vacios, como ataudes ver tcales. Comencé a gnitar y a golpear con los pufios a fin de que me oyeran y me sacaran de alli, de aquel saléa sin puertas, de aquella tumba; yo gritaba, atitaba desesperada.... senti entonces una presencia, oscura, informe: yo no la veia pero la sentia totalmente, estaba atrapada, sin salida, empecé a retroceder paso a paso, lentamente para ao caerme, tambign avanzaha, lo sabia, lo sentia con toda mi ser, ya no pude dar un paso mas, habla topado con un libero, sudaba copiosamente, los gritos subian hasta mi garganta y alli se ahogaban en un ronquide inarticulado; ya estaba muy cerca, cada ver més cerca, y yo alls, sin poder hacer nada, ni moverme, ni gritar, de pronto... Estaba en los andenes de una estacién del ferrocarril, esperando un tren. No tenia equipaje. Llevaba en las manos una pecera con un diminuto pececito azul. El tren llego y yo lo abordé apidamente, temia que se fuera sin mi. Esta- ba [leno de gente. Recorr! varios carros tratando de encontrar un asiento. Te- nia miedo de romper la pecera, Encontré lugar al lado de un hombre gordo que fumaba un puro y echaha grandes bocanadas cle humo por boca, nariz y ojos. Comencé a marearme y ano ver y oler mas que humo, humo espese que s¢ me filtraba por todos lados con un olor insoportable. Empez6 a contraérse- me €] estémago y corri hasta el tocador. Estaba cerrado con candado. Deses- perada quise abrir una ventanilla. Las habian remachado. No pude soportat mas tiempo. Vomité dentro de la pecera uma basca negra y espesa. Ya no po- dia verse ei pececito azul; presenti que habia muerte, Cubri entonces la pece- ra con ini panuelo floreado. Y comencé a buscar otto sitio, Fn el altimo carre encontré uno frente a una mujer que vestfa elegantemente. La mujer miraba por la ventanilla; de pronto se dio cuenta de mi presencia y se me quedo mi- rando fijamente. Era yo misma, elegante y vieja. Saqué un espejo de mi bolsa para comprobar mejor mi rosiro. No pude verme. El espejo no feflejé mi ima- gen. Senti frie y terror de no (ener ya rostro. De no ser mas yo, sino aquella marchita mujer llena de joyas y de pieles. Y yo no queria ser ella, Ella era ya vieja y se iba a morir maiiana, tal vez hoy mismo, Quise levantarme y huir, bajarme de aquel wen, ibrarme de ella. La mujer vieja me miraba fijamente y yo supe que no me dejaria huit, Entonces una mujer gorda, cargando a un niflo pequeito, vino a sentarse al lado mio, La miré buscando ayuda. Tambien Trompe detrogsdo 69 70 era yo aquella otra. Ya no podria salir, ni escapar, me habian cercado, El nino comenz6 a llorar con gran desconsuelo, como si algo le dohiera. La madre, yo misma, le tapaba la boca con un paituelo morado y casi lo ahogaba. Seati pro- fundo dolor por el nifio, jmi pobre nifo!, y di un grito, uno solo. El panuelo con que me tapaban Ia boca era enorme y me lo metian hasta la garganta, mas adenuio, mas... Tiempo desroante

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