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que an debe perfeccionarse con objeto de que cada vez se le acerque ms. En
efecto, nosotros existimos, sabemos que existimos, y amamos nuestro ser y
nuestro conocimiento.
En tales cosas no nos perturba ninguna sombra de falsedad. No son como las
que existen fuera de nosotros y que conocemos por alguno de los sentidos del
cuerpo, como sucede al ver los colores, or los sonidos, aspirar los aromas,
gustar los sabores, tocar las cosas duras y blandas, cuyas imgenes
esculpimos en nuestras mentes y por medio de las cuales nos vemos
impulsados a desearlas. Sin ninguna representacin de la fantasa, poseo la
plena certeza de ser, de conocerme y de amarme.
Ante dichas verdades, no me causan ningn recelo los argumentos de los
acadmicos que dicen: "Y si te engaas?". Si me equivoco, quiere decir que
soy, No se pude equivocar el que no existe; si me engao, por eso mismo soy.
Dado que existo, ya que me equivoco, cmo puedo equivocarme con respecto
a mi ser, cuando estoy cierto de que soy desde el mismo instante en que me
equivoco? (...)
Al igual que conozco que soy, tambin conozco que me conozco. Y cuando
conozco estas dos cosas, aado el amor, como tercer elemento no menos
valioso. Tampoco me engao en el amarme a m mismo, porque en aquello que
amo no puedo engaarme; y aunque fuese falso lo que amo, sera verdad que
amo cosas falsas, pero no sera falso que yo amo." (AGUSTIN DE HIPONA: La
Ciudad de Dios)
6. "De aqu que en el orden de los preceptos de la ley natural sea correlativo al
orden de las inclinaciones naturales. Y as encontramos, ante todo, en el
hombre una inclinacin que le es comn con todas las sustancias, consistente
en que toda sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio ser. Y de
acuerdo con esta inclinacin pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda
a la conservacin de la vida humana e impide su destruccin." (TOMS DE
AQUINO: Suma teolgica I-II, cuestin 94, artculo 2)