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Paul A.Baran Excedente econdmico e irracionalidad capitalista Uno de los apories esenciales de Baran a la clencla econémica {4 constituido por su andllsis del ‘xcedente econdmico, de su con- fenido, sus diversas formes y tas Contradicciones vinculadas a su existencia y crecimiento. Establece una clara oposicion entre necesidades y deseos humanos. Muestra como en la sociedad c: pitalista actual se desarrolla una, contradiccién creciente entre las necesidades humanas reales y los. deseos maniiestos de los hombres. EI Gnico remedio de que dispone el sistema capltalista para resolver esta contradiccién es ta multipli- caclén del derroche en el sector piblico y privado de Ia economia. “La Itracionalidad de esta ‘cura’ —sostiene Baran— es obvia, asi claro que la unica solu- onal consiste en la plani- in social de la_produccion y la distribucion de bienes y ser- vicios. Pero tal planificacion social es imposible sin la propiedad so- Cuadernos publicados: 1 Karl Marx, Introduccion general @ la critica de Ia economia politica. 2 Claude Levi-Strau: antropologia. Elogio de la cial de los medios de producclén, sin una transformacién socialista de la propiedad. Nunca como aho- a aparece claramentelanecesidad de esta transformacién, ya que hunea la fractura entre la poten- clalidad de la sociedad y sus ca~ pacidades de realizacién ha sido tan amplia como en el estado ac- tual dei capitalismo monopoliste. Pruebas de tal necesidad son la gran cantidad de tugurios, la po- breza e ignorancia de millones de familias en el pais mas rico del mundo. Otra prueba es también la decadencia moral, cultural e in- telectual que domina a todo el mundo capitalista mas avanzado, ademas de la miseria de centena- res de millones de hombres en los paises subdesarrollados; hom- bres cuya suerte podria ser trans. formada drasticamente si sélo una parte de los recursos permanente- mente despilfarrados en los EEUU fuese empleada para ayudarlos a ‘superar su atraso actual” a Paul A. Baran, Excedente econé- mico e irracionalidad capitalista. 4 Louls Althusser, La filosofia como arma de la revoluci6n. | Cuadernos de Pasado y Presente/3 El presente volumen ha sido preparado por José Arloé. Tapa: Migue! De Lorenzi Primera Edicion: Agosto de 1960 (0) Ediciones Pasado y Presente Caslila de Correo 80, Cérdoba ‘Queda hecho el depésito de ley Impreso en Establecimlentos Graficos La Docta Humberto 1° 2028, Cérdebe, Argentina Advertencla ‘Los trabajos de Panl A. Baran (1909-1964) inclufdos en el pre- sente Cuaderno constituyen complements necesarios de sus dos obras fundamentales La economia politica del crecimiento y Capitalismo Monopolista (ésta escrita conjuntamente con Paul Sweezy). Dichos trabajos aportan nuevos elementos para abonar la tesis que las fundamenta y que Baran considera la Ynica eapaz de explicar de manera cientifica las tendencias actuales y futuras del sistema capilalista. monopolista. Para Baran, lo que distingue al capitalismo monopolista del capt- talismo de concurrencia es la aparicién de una potente y siste- matica tendencia al aumento del excedente econdmico y una ificultad cada vez mayor para encontrar los mecanismos ade- cuados de “absorcién” del excedente. De alli entonces la com- probacién de la existencia de una contradiccién irresoluble entre la racionalidad creciente de Jas técnicas productivas y de la organizacién que las administra (el management all que alude Servan-Schreiber en su tan sonada requisitoria contra el “primitivismo” de Ja industria europea), y la irracionalidad reciente en el funcionamiento y en la comprension de Ia sociedad en su conjunto. Como el concepto de “excedente econdmico” esti en Ia ralz de toda su elaboracién teérica, nos hemos permitido publicarlos bajo el titulo de Excedente econémico e irracio- nalidad capitalista, ‘A modo de introduccién inchiimos también su breve ensayo sobre “El compromiso de] intelectual”, porque a pesar de ser conocido ya. por los lestoreslatinoameticanor ereemos que cfrece la contrapartida del andlisis un tanto pesimista capitalismo norteamericano. que constituye la obra de Baran. Mucstra con profundidad las tensiones a que est sometido el intelectual en las sociedades capitalistas avanzadas y la necesidad de contraponer al pesimismo de 1a conciencia, surgido del andlisis rigurosanente cientifico de la realidad, el optimisino de la yoluntad revolucionaria y transformadora, parafraseando aqui las palabras de Gramsci, ‘Como apéndice agregamos algunas consideraciones sobre el concepto de “excedente”, con el propésito de facilitar al lector no especializado In comprensién de un texto que utiliza dicho coneepto dandolo por conocido, Pasado y Presente. 1 compromiso del intelectual Qué es un intelectual? La respuesta mis Iogiea pareceria ser ésta: una persona que trabaja con su intelecto, proveyendo a su subsistencia (0, si no necesita preocuparse as esas cosas, por mero interés personal), mediante el empleo de su cerebro més bien que de sus misculos, Empero, por simple y directa que sea, esta definicién resulta completamente inadecuada, si se la considera en términos generales. Por ser aplicable a cualquiera que no realice labores fisicas, no se ajusta a lo que la mentalidad comin entiende por “intelectual”, Indu- dablemente, las expresiones vulgates que califican al “créneo” de nuestros dias, imaginéndolo como el clisico profesor de Ja melena larga y revuelta, sugiere que en algin punto de la conciencia del piblico existe una nocién diferente. Esa nocién Aistingue a cierta categoria de personas ubjcadas en un estrato miis angosto que el de aquéllos que “trabajan con el cerebro”. No se trata de un juego de palabras. La existencia de estos dos conceptos distintos refleja una condicién social bien dife- renciada, cuya comprensién puede acercarnos a apreciar mejor cl puesto y la funcién del intelectual en la sociedad. Porque la primera definiciéu, con todo lo amplia que es, se aplica exactamente a un vasto grupo de personas que constituye un importante sector de Ia sociedad: los individuos que traba- jan con su mente y no con sus misculos, que viven de sus ideas y no de sus manos. A éstos les Hamaremos trabajadores intelectuales. Son los médicos, los directivos de empresa y los propagadores de cultura, los bolsistas. y los profesores universitarios, No hay nada de peyorativo en esta generali- ~zacién; no més de lo que puede haber en el concepto “todos los americanos”, 0 en “todas Tas personas que fuman en pipa” La sostenida proliferacién de ese grupo de trabajadores inte- Tectuales representa uno de los frutos més espectaculares del csarrollo histérico hasta el presente. Refleja un aspecto de importancia crucial en la divisi6n social del trabajo, que arranca desde la temprana cristalizacién de un clero profe- sional y culmina con el avance del capitalismo: nos referimos a Ia separaci6n entre la actividad mental y la manual, entre “Tos “euellos duros" y los “cuellos azules”. Tanto las causas como Jas consecuencias de esta separa- cién son complejas y profundas, Posibilitada por la expansién continua de la productividad, y contribuyendo poderos: mente a ella, se ha convertido al mismo tiempo en una de — Tas facetas principales de la desintogracion progresiva del individuo, esto es, de lo que Marx lamaba la “alienacion del hombre de si mismo”, Esta alienacién se expresa no sélo en tl efecto desarticulador y distorsionante de dicha separaci6n sobre el crecimiento y desarrollo armbnico del individuo ~~ efecto que no se mitiga, sino que tan s6lo se disimula en el hecho de que los intelectuales puedan hacer algin “ejercicio fisico” y los trabajadores. manuales tengan acceso ocasional a la “cultura’—, sino también cn la radical polarizacion de Ta sociedad en dos campos excluyentes, aunque no desvi Jades entre si. Tal polarizacién, que se interpone en el centro del antagonisimo entre las clases sociales, genora una espesa hiebla ideol6gica capaz de oscurecer los desafios reales que enfrenta Ja sociedad. Esa nicbla crea problemas tan falsos y fabismos tan destructivos como los que resultan del prejuicio racial o la supersticiOn religiosa. Porque todos los trabajadores jntelectuales tienen un evidente interés comin: no ser confi: nados a la mds laboriosa, menos remunerativa y —ya que son ellos quienes fijan las pautas de la respetabilidad— menos respetable actividad manual, Guiados por este interés, tien den a enaltecer su propia posicién, a exagerar la dificultad de su trabajo y la complejidad de las aptitudes que se requie- ten para realizarlo, y sobrevalorar la importancia de la ediuca- cién formal, los titulos académicos, etc. Siempre buscando proteger su posicién, se colocan en contra de Ja labor manual, El compromiso del intelectual. se identifican con los trabajadores intelectuales que forms a an ke lise ceigentoy se consustaician con el orden soclal que qu teal ee rotegient a poe quella situacién, creando y protegiendo i dentro del capitalismo, es clisico que el trabai capitalismo, abajador {intelectual se el fel server, el agente, al fundonaio'y el vocoro del sistema etpitalita. Inevitablemente. concibe el existento como un estado natural, - toga sobre él s6lo dentro del Area limitada de su ee _ cién inmediata, Esta preocupacién se refiere al trabajo que tenga entre manos. Puede que esté satisfecho con el nivel d costes de Ia fibrica que posce o administra 0 en la cual cath empleado, y posiblemente busque la forma de reducitlo. En otros casos si cometido ser& “vender” a la opinién publica ‘un mievo jabén o un candidato politico, y en tal supuesto cumpliré su funcién cuidadosa y cientificamente, Quiz no lo satisfaga el conocimiento alcanzado sobre Ie. estructura del &tomo, en cuyo caso dedicard su energla prodigiosa y st talento a encontrar modos y medios de expandir aquel cone. cimiento. Alguien se sentird inclinado a calificarlo como tu téonico, pero es facil que este término sea mal entendido, Como presidente de un consorcio, el trabajador intelectual puede tomar resoluciones ponderadas que afecten a la econ. mia nacional ast como a la labor y las vidas de miles de personas. Como fimcionario importante del gobiemo, puede influir decisivamente en el curso de los asuntos inter: nacionales. Y como titular de una gran fundacién u organi- Zacion cientifiea le cabe determinar la direcciOn y los métodos dle favestigacion de gran cantidad de. hombres de cienela lurante wa prolongado periodo. Es evidente que todo esto Ro se ajusta a la definicién del “técnica”, que generalmente ‘identifica a individuos enya tarea no es ya formular politicas sino Ievarlas a la practica, no fijar objetivos, sino buscar los métodos para alcanzarlos, no bosquejar los grandes proyectos, sino cuidar de los detalles pequesios. Y aun ast, la designa. clin de, Rena” se aoerea mis de To que sugerca el uso in de alabra a lo que quic ignific Sién “tabajedor intelectual, TENN C00 8 enpre- Porque, repito, el propésite de Ia labor y el pensamiento del trabajador intelectnal es Ja tarea particular que tiene en ‘sus manos. Es la racionalizacién, el dominio y el manejo de cualquier aspecto de la realidad que constituye su preocu- cidn inmediata, En este aspecto difiere muy poco —si algo fere— del trabajador manual que modela ldminas de metal, realiza el montaje de un motor 0 coloca los Jadrillos de una pared. Para cecirlo en términos negativos, el trabajador inte- Tectual no se ditige, como tal, al significado de su trabajo, @ | gu sentido, a st ubicacién dentro de la total estructura de Ja actividad social. Y aun dicho en otros términos, no le preo- cupa la relacién que tenga el segmento de realizacién humana dentro del cual le toca aperar, con los otros segmentos y con Ja totalidad del proceso histérico. Su mofto “natural” es ocu- ‘parse de sus propios asuntos y, si es concienzudo y ambicioso, ‘alanzar toda la eficacia y el éxito posibles. En cuanto a lo demas, dejar que los otros también se ocupen de lo suyo, ‘sea lo que sca. Habituado a pensar en términos de adiestra- miento, experimentacion y competencia, el trabajador inte- lectual considera que el ocuparse de esa totalidad es una especialidad entre tantas, Tal es, en su concepto, la “esfera” de los fildsofos, los funcionaries religiosos 0 los politicos, asi ‘como In “cultura” o los “valores” constituyen la esfera de los poetas, artistas y_sabios. No es que cada trabajador intelectual se formule explici- tamente y sustente a conciencia este punto de vista. Pero tiene casi podria decirse una afinidad instintiva con las teo- rias que lo originan y racionalizan, Una de ellas es el conocido: y prestigiado concepto de Adam Smith de que, en el mundo, ada uno de los que cultivan su propio jardin contribuyen al florecimiento de los jardines de todos. A la luz de esta filoso- fia, la relacién con la totalidad se desplaza del centro de la ‘preocupacién del individuo y lo afecta en todo caso muy jmarginalmente en su capacidad como ciudadano. ¥ la fuerza ¢ influencia de esta filosofia derivan de la muy importante Verdad que encierra: Ia de que, bajo el capitalismo, el todo se ubica ante el individuo como un proceso totalmente obje~ tivado e imacionalmente impulsado por fuerzas oscuras que mismo es incapaz de discemir y sobre las que no puede actuar. El compromiso del intelactual La otra teoria que refleja la condicién y satisface los requi- sitos del trabajador intelectual es el Eas ara centre los medios y los fines, del divorcio entre la ciencia y Ja tecnologia por tm lado, y la formacién de objetives y valo- res por el otro. Esta posicién, cuyo vetisto arraigo iguala por Jo menos a la de Adam Smith, ha sido hibilmente descripta por C. P. Snow como un “medio de retraerse” 1, Seguin propias palabras de Snow, “aquellos que buscan retraerse dicen: nosotros producimos las herraraientas. Alki conchuimos. Queda para ustedes, ¢l resto del mundo, los politicos, dcter- minar emo se han de usar las herramientas. Ellas pueden ‘emplearse para propésitos que la mayoria de nosotros consi- deramos malos. Si es asi, lo lamentamos mucho, pero como hombres de ciencia eso no nos concieme.” Y lo que vale para los cientificos se aplica con igual fuerza a todos los demés trabajadores del intelecto, No es necesario decir que el “retraimiento” conduce en la prictica a la misma actitud de ‘oouparse de sus propios asuntos” propugnada por Smith. Es lo mismo pero definido de manera distinta. Y cada actitud permanece esencialmente inmodifieada por la disposicién actualmente generalizada a depositar la fe personal en el gobierno mis bien que en el principio del laissez faire; a sustituir por la mano invisible de Dios la mis conereta, si no necesariamente la mAs benefi- ciosa, mano del estado capitalista. El resultado es el mismo: Ja preocupacién por el todo pareve irrelevante al individuo, y éste, al dejar la preocupacién a otros, acepta co. ipso la estructura existente del todo como algo dado, al mismo tiempo que suscribe los criterios de racionalidad prevalecientes, los valores dominantes y los encasillamientos socialmente forza dos de la eficiencia, las realizaciones, el éxito, Es en Ja relacién con los problemas presentados por el proceso. Tikérco tolal donde dole bussane la brecua, decisive’ que sopara a los intelectuales de los trabajadores del intelecto 2. Porque lo que sefiala al intelectual y lo distingue de los traba- jadores del intelecto, asi como de todos log demas, es que su Preocupacién por el proceso histérico total no es un interés de naturaleza tangencial, sino que toma cuerpo en su pense- 4 Paul, A. Baran miento ¢ influye notablemente en su trabajo. Por supuesto, ello no implica que cl intelectual, en su actividad diaria, mantenga permanente contacto con todo lo que se refiere a Ja evolucién histérica, Esto seria nuturalmente un imposible. Lo que si quiere decir es que el intelectual vive buscando sisteméticamente relacionar cualquier érea especifica en la que pueda estar trabajando, con los demAs aspectos de la existencia humana. Estamos aqui frente a un esfuerzo por interconectar cosas que para los trabajadores del intelecto, ubicados en la estructura de las instituciones capitalistas imbuldos de la ideologia y la cultura burguesas, aparecen hecesariamente colocadas én compartimientos separados del conocimniento y el trabajo de la sociedad. Por cierto, es este esfuerzo por interrelacionar lo que constituye una de las carac- teristicas sobresalientes del intelectual. Y, del mismo modo, ces este esfuerzo lo que identifica a una do las principales funciones del intelectual en 1a sociedad: servir como simbolo, y como mentor del hecho fundamental de que los aspectos ‘aparentemente auténomos, desarticulados y separados de la existencia social bajo el capitalismo —la literatura, el arte, la politica, 1 ordenamiento econémlco, la ciencia, las condi- iones culturales y fisicas del pueblo— solamente pueden ser comprendidos (e influidos) si se los visualiza claramente como partes de la totalidad global dol proceso histérico. Este principio, “la verdad es el todo”, para usar una expre- sién de Hegel, leva implicita la ineludible necesidad de egarse a aceptar como cosa dada, 0 considcrarla inmune al ‘andlisis, cualquier parte aislada del todo. Sea que la inves- tigacion se reffera @ la desocupacién en un pais, al atraso y Ta miseria en otro, el estado de Ja educacién en este instante 0 al desarrollo de la ciencia en cualquier momento futuro, nunca el conjunto de las condiciones que prevalezcan. en 1a sociedad podri tomarse como algo dado ¢ irreversible; nunca se consideraré como un problema “extraterritorial”, Y resulta de todo punto inadmisible abstenerse de poner al desnudo las complejas relaciones entre cualquier fendmeno que cons- tituye un problema, y aquello que es incuestionablemente la entrafia vital del proceso histérico: la dinémica y la evolu- cién del orden social en si mismo, EL compromiso del intelectual 15 Todavia més importante es advertir Jas consecuencias de la costumbre, cultivada con tes6n por los idedlogos burgueses, de considerar que los Hamados “valores” contenidos en el pueblo estin fuera “lel aleance de la observacién cientifica, Porque estos “valoss" y “fuicios étices” que para los traba- jadores del intelecto son sustancia intocable, no Iueven del cielo. Ellos constituyen aspectos y resultados importantes del proceso histérico y no basta mitarse a tomar conacimiento de los mismos, sito que deben examinarse con relacion a su origen y a la funcién que les cabe en el desarrollo histérico, En rigor, la desfetichizacién de los “valores”, “juicios éticos” y dems, la identificacién de las causas sociales, econémicas y fisicas de su surgimiento, cambio y desaparicion, asi como la revelacién de los intereses especificos a los cuales sirven en determinado momento, representon Ia mayor contribucién individual que pueda hacer un intelectual a Ia causa del progreso humano. Y esto suscita un nuevo problema. Al interpretar que sus funciones consisten en la aplicacin de los medios més eficaces pera lograr determinados fines, los trabajadores del intelecto adquieren una visién agnéstica de los fines en s{ mismos. En su caricter de especialistas, administradores y técnicos, orsen que nada tienen que ver con la formulacién de los objetivos; no se sienten calificados para expresar su preferencia por un objetivo u otro. Como se dijo més arriba, admiten que pueden tener ciertas preferencias como ciudadanos pero sostienen que ellas no importan ni més ni menos que las preferencias de los demas cindadanos. Y como expertos, cientificas o sabios se abstienen de refrendar uno u otro de tales “juicios de valor’. Debe quedar perfectamente claro que tal abstencién inyoluera en la préctica el apoyo del statu quo, la colabora- ein con aguéllos que buscan obstruir cualquier cambio en el orden de cosas existente eneaminado a lograr un orden mejor. Es esta “neutralidad ética” la que ha Hlevado a mas de un economista, sociélogo 0 antropélogo a declarar que en tanto que hombre de ciencia, no puede expresar opinién alguna sobre si serfa mejor o peor para los pueblos de los paises subdesarrollados entrar por Jas rutas del crecimiento econémico, y es en nombre de la misma “neutralidad ética” que eminentes hombres de ciencia han dedicado sus energjas fu talento a Ja invencién y al perfeccionamiento de la guerra Nerterolbgica, "A esta altura podria objetarse que estoy desviéndome de la cuestiOn, ya que el problema surge precisamente de Ja imposibilidad de deducir en forma exclusiva por medio de Ja evidencia y la Wégica qué es bueno y qué no lo es, 0 qué — contribuye al bienestar humano en lugar de conspirar contra 44 Por més fuerza que tenga este argumento, esti decidida, mente fuera de la cuestion, Puede admitisse sin dificultad {ue no hay posibilidades de llegar, con respecto a lo que ¢§ - Bueno y lo que ¢s malo para el progreso humano, a un juicio que sea absolutamente vélido sin limitaciones de tiempo y — espacio. Pero tal juioio absoluto y universalmente aplicable fs lo que podria Tamarse un objetivo falso, y ol insistir en @ refleja uno de los aspectos de una ideologia reaccionaria. {a verdad es que lo que constituye una oportunidad para 1 progreso humano, para él mejoramiento de la vida del hombre, y asimismo fo que conduce o ayuda a su realizacién, difiere entre un periodo y otro de Ja historia, y entre una y otra region del mundo. Los interrogantes relatives a cudles son los juicios convenientes no han sido nunca interrogantes ‘abstractos 0 especulativos acerca de lo “bueno” y lo “malo” én general. Han constituido siempre problemas concretos ‘coloeados entre los compromisos de la sociedad a causa de Jas tensiones, contradicciones y cambios del proceso histérico. Y en ninguna época ha existido la posibilidad o, digamos mejor, la necesidad de Wegar a soluciones absolutamente validas. En todo tiempo se percibe wn desafio a la utiliza: tién de la ciencia, el conocimiento y la experiencia acumu- — fados por la humanided para lograr la mayor aproximacién ible a lo que constituye la mejor solucién bajo condiciones jeterminadas. ‘Pero si fugramos a seguir a los partidarios del “retraimiento” ya los de la “neutralidad ética’, dados a ocuparse de sus ‘propios asuntos, estarfamos impidiendo que el estrato social Gue precisamente tiene (0 debe tener) el mayor conocl miento, la educacién més compleja y la més grande posibi Tidad de explorar y-asimilar la experiencia histérica, pudiera proveer a Ja sociedad de Ia crientacién humana y Ja inteli- gente guia que le son tan necesarias en cada coyuntura concreta de su trayectoria. $i, como Jo destacé hace poco un eminente economista, “todas las opiniones posibles cuentan, ni mds ni menos, tanto como Ja mia”, geual es, entonces, Ja contribucién que los cientificos y trabajadores del intelecto de toda clase pueden y estén dispuestos a hacer al bienestar de Ia sociedad? Ta respuesta de que tal contribucién consiste en el “saber hacer” para aplicarlo a la realizacién de cuales- quiera objetivos que la sociedad elija, no es en. absoluto satisfactoria. Pues deberia resultar obvio que las “elecciones” de la sociedad no se producen por milagro, que la sociedad es guiada hacia ciertas “elecciones” por los intereses que cuentan con la posibilidad de ejercer Ia necesaria presién. La renuncia del trabajador intelectual a intervenir en los resultados de esas “elecciones” est lejos de producir un : vacfo en el drea de la formacién de los valores. Lo que hace - en realidad es dejar el campo libre a los charlatanes, pillos y ‘otros muchos seres cuyos designios ser cualquier cosa menos — humanitarios. No est’ dems mencionar otro argumento que enarbolan algunos de los més firmes “neutralistas éticos”. Observan, algunas veces con grandilocuencfa, que después de todo no puede en manera alguna establecerse, sobre la base de la evidencia y Ia Wbgica, que haya alguna virtud en ser humani- tarfo. gPor qué no van a sufrir hambre algunos pueblos, si su sufrimiento ayuda a otros a disfrutar de Ja abundancia, Ia dicha y la libertad? gPor qué debe uno luchar por una vida mejor para las masas en Iugar de poner buen cuidado en proteger los intereses propios? ;Por qué debemos preocupar- nos de “arrojar margaritas a los cerdos’, como se dice vulgar- mente, si tal preocupacién nos acarrea inconvenientes 0 inco- modidades? gNo es Ja postura humanitaria en si misma un “juicio de valor” carente de base légica? Hace unos treinta afios, en una asamblea publica, me hizo estas preguntas un _ lider estudiantil nazi (el cual con el tiempo se convirtio en miembro prominente de la SS y funcionario de la Gestapo), y la mejor respuesta que pude darle entonces sigue siendo hoy la respuesta mejor que capaz de imaginar; una isis Go tcte ce he ceuce Tasenss ah pacts ~ Mevarse a cabo con seres humanos; uno pierde su tiempo si pretende hablar con bestias sobre asuntos referidos a las personas. Este es el problema sobre el cual no puede transigit un intelectual. Los desacuerdos, las discusiones y Jas luchas Giscomnir la naturaleza —y ios medios de realizacion— de las condiciones necesarias para Ja salud, el desarrollo y la feli- | cidad del género humano. Pero la adhesién al humanismo, "Ia insistencia en el principio de que la busqueda del progreso humano no requiere fustifieacién cientifica o légica, consti- — tuye lo que podria Ilamarse los cimientos axiomiticos de todo esfuerzo intelectual significativo, unos cimientos sin cuya aceptaciin ningim individuo puede considerarse ni ser tenido como un intelectual. ‘Aunque los eseritos de ©. P. Snow no dejan dudas de que 41 aceptaria sin reservas este punto de partida, se diria que en su opinién el compromiso del intelectual puede reducirse a la obligacion de decir la verdad. (;Vale la pena hacer notar aqui que tampoco existe una base de evidencia o de légica para respaldar la afirmacién de que Ja verdad es preferible ala mentiral) En rigor, el principal motivo de su admiracién “por_los hombres de ciencia es ln devocién de éstos por la verdad. “Los cientificos —dice en el discurso aludido ante- riormente— quieren descubrir qué hay. Sin ese deseo no hay lencia. Es la fuerza motora de toda la actividad. Ella induce al cientifico a profesar un sacrosanto respeto por la verdad, a cada palmo de su trayectoria, Esto os, si quiere usted descubrir qué es lo que hay, no debe engaarse a si mismo ni engaiiar a los demés. No debe mentirse a si mismo, En términos més crudos, no debe usted falscar sus experimentos” (subrayados en el original). Y si bien estas normas nos acercan mucho a la formulacién del compromiso bisico del intelectual, estin lejos de considerar la totalidad del problema, Porque el problema no es meramente establecer si se dice Ia verdad, sino qué cosa constituye la verdad en un caso determinado, sobre qué se la dice y sobre qué se la calla, enconadas son inevitables y por cierto indispensables para ‘Aim en Ta esfera de las cfencias naturales resultan de impor- tancia estos problemas, y existen poderosas fuerzas en accion que canalizan las energlas y capacidades de Jos hombres de_ ciencia en ciertas direcciones, anulando o esterilizando los resultados de su trabajo en otros. Cuando se extiende a cues- tones relacionadas con la estructura y la dindmica de la sociedad, el problema asume una significacién singular. Por- que una afirmacién cierta sobro un hecho social puede (y es lo mds probable) transformarse en una mentira si el hecho fa que se reliere es desprendido del todo social, del que forma atte lntegral: es duit, sl el hecho es aisldo del proceso istbrico que le dio origen. Asi, en este campo, lo que consti- tuye una verdad frecuentemente se busca y se dice (sin arriesgar In seguridad propia) con referencia a cuestiones que realmente no importan, y la busqueda y enfatizacién de esa clase de verdad se convierte en poderosa arma ideol6gica de los defensores del statu quo. Por el otro lado, la actitud de decir la verdad sobre lo que importa, buscar Ia verdad acerca del todo, y descubrir las causas sociales © histéricas y las interselaciones de las distintas partes del todo, es siste- miticamente desacreditada por anticientifica y especulativa, y_se la castiga incluso mediante la discriminacién profesional, el ostracismo social y la intimidacién directa. i El deseo de decir la verdad ¢s por lo tanto sélo una de las condiciones necesarias del intelectual. La otra es 1a valentia, Ja disposiefon a continuar la investigacién racional, hasta, dondequiera que ella conduzca, y a acometer “la eritiea des- piadada de todo lo existente, despiadada en el sentido de eee ha echarse atris ni por asustarse de sus propias con- lusiones. ni por conilictos con cualquier poder que sea” (Marx). Un intelectual es de tal modo, en esencia, un critico social, wna persona cuya preocupacién es identificar, analizar, Y por esa via contribuir a superar, los obsticulos que se ‘ponen a un orden social mejor, mis humano y més racfonal. Como tal se convierte en la conciencia de la sociedad y en l vocero de cuantas fuerzas progresistas contenga ésta en un perfodo cualquiera de la historia. Y como tal es inevitable mente considemdo un “ereador de problemas”, une “molestia”, Por la clase dirigente que procura conservar el staiu quo, asi como por los trabajadores del intelecto a su servicio, que acusan al intelectual de ser utdpico o metafisico en el mejor de los casos, y subversivo o sedicioso en el peor. Guanto mds reaccionaria es una clase dirigente, més evidente resulta que el orden social sobre el cual reina se transforma en un impedimento para la liberacién humana, y més se aprecia que su ideologia est4 contaminada por el anti-intelec- tualismo, el irracionalismo y la supersticién. Del mismo modo, en estas condiciones, se hace cada vex més dificil para el intelectual resistir a las presiones sociales desatadas contra él, evitar la rendicién frente a la ideologia dominante y no sucumbir en el cémodo y lucrativo conformismo de los traba- Jadores intelectuales. Bajo condiciones tales se hace cuestién de suprema importancia y urgencia el insistir en In funcién y subrayar el compromiso del intelectual. Porque es bajo tales eondicfones que cae dentro de su esfera, como una respon- sabilidad y a la vez como un privilegio, Ia tarea de salyar de Ta muerte la tradicién de humanismo, raciocinio y progreso que constituye la herencia més valiosa legada a nuestra socie- dad por la evolucién histérica de la humanidad entera, Puede acusirseme de identificar al intelectual con un verdadero héroe y afirmarse que no es razonable exigir a las personas que resistan a todas Jas presiones de los intereses creados, que pongan el pecho a los peligros que amenazan su Dienestar individual, por servir Ja causa del progreso humano. Estoy de acuerdo en que no seria razonable exigir esto, ni lo pretendo. La historia nos ensefia que muchos individuos, atin en las edades més oscuras y bajo las condiciones mas severas, fueron capaces de trascender sus intereses propios y privados, y subordinar estos a los intereses de la sociedad considerada como un todo. Ello requirié siempre mucha valentia, mucha integridad y mucha inteligencia. Todo lo que cabe esperar por ahora es que nuestro pais produzea también su “cuota” de hombres y mujeres dispuestos a defender el honor del intelectual contra toda la furia de los intereses dominantes y contra todos los embates del agnosticismo, el oscurantismo y la inhumanidad, ‘Asi como un aguacero provoca el nacimiento de multitud de hongos, asi también un periodo de prosperidad y de elevada ocupacién en la economia capitalista provoca casi inevitable mente una ola de confusién e incertidumbre sobre la validez del socialismo y sobre la racionalidad del movimiento socia- lista mismo. Este fenémeno ha sacudido no sélo a un gran mimero de simpatizantes més 0 menos tibios del socialismo, sino también a muchos que en una época se identificaron con el movimiento socialista, y que hoy han vuelto la espalda al ‘marxismo, rechazdndolo en bloque a favor de algunas varian- tes del New Dealiom y del liberalismo burgués, 0 bien procla- mando la necesidad de una revisin mayor de lo que ellos suponen es la doctrina marxista. De aqui derivan dos eues- tiones complejas y ostrechamente vinculadas: pprimera, el d rrollo del capitalismo en el mundo y en los distintos paises gadquirié un movimiento tal como para excluir Ja necesidad y la deseabilidad de wna transformacién socialista de la Sociedad? Segunda, gel desarrollo del capitalismo asumié un curso tal como para debilitar las fuerzas del socialismo con- Virtiendo en imposible o altamente improbable una transfor- ‘macién socialista de Ia sociedad, aunque ésta siga siendo extremadamente urgente y descable? En las paginas siguien- tes haremos una tentativa de afrontar estos problemas en sus lineas generales, no con Ia esperanza de poder ofrecer 3es- puestas definitivas sino con el 4nimo de sugerir algunos elementos que podrian representar un punto de partida util ara ulteriores reflexiones y discusfones, Fiencia norteamericana, ya que es con referencia al capita lismo en Estados Unidos como se la plantea habitualmente, En efecto, en este pais— la princfpal ciudadela del capita: lismo moderno— Ja estructura del orden capitalista difiere en “muchos aspectos importantes de la descripeién realizada por Engels en La sittuacién de la clase obrera en Inglaterra y Ineg por Marx en muchos de sus escritos. La diferencia mas cons- picua y de mayor importancia entre el capitalismo nortea- mericano de hoy y tal como puede ser considerado a comien- zos de su era moderna —o sea a partir aproximadamente de 1870— es el enorme progreso realizado en el desarrollo de Jas fuerzas productivas. Segin algunas evaluaciones, la pro- Guetividad individual horaria en el conjunto de la economia norteamericana es hoy alrededor de cinco veces mayor que. Ia de 1880, Dado que estas evaliaciones son obtenidas consi derendo el conjunto de la fuerza de trabajo empleada, Geduce obviamente una subestimaciin del aumento de la -productividad por hora-hombre de los trabajadores dedicados fa Ja produccién, o sca una subestimacién del trabajo empleado fen el proceso de produccién de bienes y servicios, con exclu ‘sién de aquél relativo a las operaciones de venta, publicidad, etc, Esta subestimacin se agranda por el hecho de que. también una fraccién importante de los trabajadores pertene- cientes. o la produccién es empleada en la actualidad en las” raciones relativas a la venta: el pegado del cromo y Jas letas de los automéviles, Ja transformaciin y Ia complica. cién de articulos perfectamente funcionales con el propésito de crear Ja obsolecencia artificial de modelos recientes, ete. La importancia de Ja magnitud del crecimiento de la produc- tividad de Ja fuerza de trabajo dedicada a la produceién, — dificilmente puede ser exagerada, En primer término, es bastante eyidente —aunque el fenémeno no haya sido hasta ahora estudiado de modo sistemitico— que los salarios reales de los trabajadores dedicados a la produceién crecieron consi- dérablemente menos que su productividad. Esto significa qué ‘el excedente econdémico producido por la sociedad crecié — a ‘mucho més, no solamente en términos absolutos, sino en su forma més importante: como una parte proporcional de la producoién total. a Lo més importante, probablemente, es que en tanto este increment espectacular en el producto par hora-hombre de los trabajadores dedicados a Ja produccién fue logrado dentso de ciertos limites mediante un mejoramiento sensible en la salud y eficiencia de la poblaciOn trabajadora, se tadujo principalmente en una gran expansidn en el volumen del equipo productivo. Jas dimensiones de esta expansién pueder ser evaluadas, al menos en parte, si se considera que la ‘empresas industriales emplean ahora aproximadamente 10 HP de energia por trabajador dedicado a la produccién, comparado con 1,25 HP en 1879. Esta mecanizacién, que lo abarea todo, fue impulsada por una acumulacién masiva de capital, por la explotacién extensiva de “economia de escala” ys consecuentemente, por una transicién general hacia méto- dos de produccién en masa. Esto, a su vez, condujo al surgi miento y crecimiento de la empresa industrial en gran scala y a la concentracién de grandes cantidades de produccién industrial en manos de un nimero relativamente pequefio de empresas gigantes. ‘Estas empresas, que controlan grandes y crecientes propor ciones de la produccién de sus respectivas industrias, estén, respecto a las finalidades de las empresas capitalistas (o sea fa los rendimientos del capital invertido), en una posicion mucho més poderosa de la que se encontraban los pequefios competidores que las antecedieron o de la de los pequefios — competidores actuales, Capaces como son pars, mails él impacto de las politicas de sus negocios sobre los precios prevalecientes en sus mercados, no tienen porqué limitarse a. Tas tasas de utilidades que se solfan obtener antes en los mezcados competitives y que atin se siguen obteniendo en sectores competitives del sistema capitalista presente. Lejos de ser menos individualistas en su busqueda de ganancias de Jo que solfan ser los capitalistas en el pasado —no se toman en cuenta las afismaciones en contrario de los apologistas del Big Business—, las -modernas corporaciones monopolisticas se encuentran asimismo en circunstancias objetivas muy favo- tables para obtener grandes utilidades. Explotando esta _ cireunstancia habilmente han convertido Jo que solia ser el arte de acumular una gran cantidad de dinero en lo que esté ~ Megando a ser Ia ciencia de Mevar las utilidades al méximo a largo plazo, Asi, el aumento de la productividad del trabajo (y el ‘mecanismo mediante 1 cual se obtiene), combinados con la forma en qne se distribuyen sus frutos entre salarios de los trabajadores dedicados a la produccién y utilidades de los _ eapitalistas, lo que es una caracteristica inherente a este _ Sistema, tiene un doble efecto: el excedente econdmico gene- rado por la economfa tiende a constituir una proporcién cada vez més creciente de la produccién total y, por otra parte, a distribuirse en favor de un niimero decteciente de grandes Y Sigantescas empresas capitalistas. Si dstas fueran las Gnicas lencias que operan, el sistema capitalista estaria sumergido en un pantano de excedente econdmico, ya que ni el consumo "de los capitalistas, ni la inversion de las empresas capitalistas, serfan capaces, aisladamente 0 en conjunto, de absorber esta marea creciente. El consumo de los capitalistas no solo est Timitado fisicamente —sobre todo porque el volumen del excedente se acumula en un peqnofio mimero de corpora- ciones gigantes y de accionistas ricos—, sino que es asimismo contratio a la necesidad capitalista bisica de acumular. La inversién, por el contrario, esti limitada por la necesidad de - mdsimas ganancias de los negocios monopolisticos y oligo- polisticos y tiende, bajo condiciones normules, a ser conside- rablemente menor al volumen deseado de acumulacién del capital. En tales circunstancias la depresién crénica ser _ wna condiciin permanente del capitalismo y el desempleo _ Gieciente ser su acompafiante eterna, ___ Sin embargo, asi como la mayor parte de Jas enfermedades de los cuerpos orgénicos requiere de Ia accién curativa, de Ja misma manera las tendencias econémicas generalmente se ‘compensan —cuando menos hasta cierto grado— por aconte- eimientos opuestos. Tanto el enorme excedente como la con- centracién en las empresas monopolisticas y oligopolisticas, han cambiado drésticamente la naturaleza y la estrategia dé J empresa moderna. Las reducciones de precios, que fueron durante muchos aflos Ja faz competitiva del capitalismo y mediante las que las firmas individuales buscaban mantener y expandir sus ventas, casi no se toman en cuenta on la actua- Tidad entre las estrategias de la lucha competitiva, Su lugar ha sido ocupado por una organizacién de ventas que se ha extendido enormemente y a muy alto costo, y que comprende organismos de publicidad, programas de relaciones pitblicas, programas de ventas a crédito, cic, y por un marcado y continuo esfuerzo de diferenciacién del producto, de varia- in del modelo y por la invencién y promocién de objetos de consumo més elaborados, mas suntuosos, caros y elegantes. Pero ni siquiera la multiplicactén del deroche resultante de cuanto precede, o el desarrollo agresivo del sector impro- ductivo, son factores capaces de suministrar un drenaje sufi ciente del flujo del excedente. El hecho es que una gran parte de los gastos de venta, publicidad, cambio de modelos, etc, han Megado a ser costos necesarios de los negocios bajo el ‘eapitalismo monopolistico y se trasladan al consumidor, reabas- -teciendo asi al excedente econémico. Al mismo tiempo, una. gran parte de los ingresos que rectben los ejecutivos de las ‘comporaciones, los vendedores, los administracores, los exper- tos en propaganda y relaciones piiblicas, los investigadores de mercado y disefiadores de modas, so ahora en vez de gastarse y da origen a lo que podria Hamarse la “acummilacién. "secundaria de capital’, otra de las categorias en las que hace ‘sa aparicién el excedente econdmico, ‘Tampoco otros mecanismos de funcionamiento més 0 menos autométicos para la absorcién del excedente —exportaciém de capitales, gastos de corporaciones en investigacién y desarrollo 4 otros similares— son lo. suficientemente podérosos para resolver el problema. Es indispensable un esfuerzo consciente ara la utilizacién del excedente econdmico si se han de T™antener sus efectos congestionantes dentro de limites tole- tables; si se ha de impedir que la depresién y el desempleo asnman proporciones mayores y pongan asi en peligro la estabilidad del orden econémico y social. Sélo el gobierno Puede Hevar a cabo tal esfuerzo consciente; sin embargo, el Sobierno de una sociedad capitalista no est constituido de inanera que pueda promover el empleo deliberado y sostenido. 26 Poul A. Baran Gel excedente econémico para el progreso del. bienestar humano. Los poderosos intereses capitalistas que lo controlan, asi como su estructura social e ideoldgica, hacen que la fore — imulacién de dicha politica sea muy dificil, si no imposible. Si el gobierno no est capacitado para controlar las practicas de Jas grandes empresas, menos podr4 invertir directamente €n actividades productivas, ya que entraria en conflicto mani fiesto con los intereses dominantes de Jas corporaciones mono- polisticas y oligopolisticas. El gobierno esti imposibilitado por los valores y las costumbres de Ia sociedad capitalista ‘Para efectuar gastos masivos con vistas al bienestar en el interior o en el extranjero. Por Jo tanto, aun una administra cién progresista y liberal tiende a buscar la salvacion en los gastos militares, afladiendo de este modo la organizacién deliberada de Jo superfluo en el sector gubernamental a la Superfluidad automitica creciente del sector privado. x E| despilfarro, sin embargo, no puede crecer rapida y unk formemente ya que aim cnando la supervivencia del capita- lismo monopolico Hega a depender cada vez més del despil- farro de los recursos, para la empresa capitalista individual el derroche representa una deduccién de los excedentes a log que hay que oponerse con toda energia. De este modo, ninguna firma, asi sea la més grande, puede despilfarrar més recursos de los que se necesitan de acuerdo a las pricticas prevalecientes, de modo que el aumento en los desperdicios - sélo puede desarrollarse Jenta y gradualmente, en la medida en que todas las firmas importantes aumenten sus gastos improductivos y fijen de ese modo nuevos standards para Ja economia en su conjunto. En forma similar, el aumento acu- tulativo de] derroche gubernamental organizado y el notable | aumento de los presupuestos militares, por més indispensa- _ bles que sean para el capitalismo monopélico, sélo significan para cada uno de los diputados y senadores fy para la mnayorla de sus electores) impuestos mAs elevados 0 una carga mds pesada de la deuda publica, que se permite sélo de mala gana y en un ambiente de peligro exterior, real o inventado. Con excepeién de los periodos de guerra y el lapso inme- diatamente posterior, la interaccién de todas estas fuerzas rea un aumento vasto y potencial del excedente econdmico, Crisis del marxismo? que significa subproducci6n, subconsumo y subinversién 0 — Jo que es lo mismo— subempleo de mano de obra, subutili- zacion de la capacidad productiva y depresién. El tinlca remedio de que dispone el sistema capitalista para esta persis- tente enfermedad es la multiplicacién del derroche en el sector privado de la economia, La irracionalidad de esta “cura” es obvia, asf como es claro que la tinica solucfin racional consiste en la planificacién social de la produccién y de la distribu- cin de bienes y servicios. Pero tal planilicacién social es imposible sin la propiedad social de los medios de produccién, sin una transformacién socialista de Ia propiedad. Nunca como ahora aparece claramente la necesidad de esta transformacion, ya que nunca la fractura entre la potencialidad de la sociedad en el estadio actual del capitalismo monopolistico. Pruebas de tal necesidad son la gran cantidad de tugurios, la pobreza y la ignorancia de millones de familias en el pais més rico del mundo. Ota prucha es también la decadencia moral, cultural e intelectual que domina a todo el mundo capitalista més avanzado, ademés de la miseria de centenares de millo- nes de hombres en los paises subdesarrollados; hombres cuya suerte podria ser transformada dristicamente si s6lo una parte de los recursos permanentemente despilfarrados en los dl Estados Unidos fuese empleada para ayudarlos a superar su alraso actual, No puede caber duda alguna acerca de In urgencia de sustituir el capitalismo monopolistico por el socialismo. En efecto, eada afio perdido significa la muerte prematura y el sufrimiento inconmensurable de millones de hombres en el mundo entero. Cada aio perdido aumenta el peligro mortal de que el capitalismo se precipite en la dltima fase de su drama dialéctico y busque Ja salvacién en un holocausto ‘termonuclear. bg Pero la necesidad y urgencia de una transformacién socialista del mando dominado por el capital monopolista gno amenaza ser meramente un ¢jercicio ejercicio intelectual privado de importancia histérica dada la ausencia de un movimiento 8 Paul A. Baran socialista en los Estados Unidos y dada su debilidad en otros paises capitalistas avanzados? Es preciso reconocer que la iacionalidad conduce a una crisis_y_ eventualmente al derrambe del orden social sélo y cuando los. sufrimientos que acarrea entre las masas provocan su resistencia y su ira y conducen a Ia determinacién de sustituir el orden antiguo por uno nuevo, inediante una sociedad mejor. Indudablemente, uno de los conceptos marxistas mas importantes —concepto que probablemente distingue més que cualquier otro al mat- xismo del socialismo utopista. y del racionalismo burgués— es aquel segiin cl enal Ja comprensién de la existencia y de Ja naturaleza de la irracionalidad de un orden social, lograda por cualquier pensador aislado desde el comienzo del proceso histérico, es solamente un aspecto, casi irrelevante, de la crisis de ese orden social. Tal comprensién no se convierte en una fuerza histérica hasta que la vida de las masas en un orden social irracional no se vuelva intolerable y las impulse a asociar su critica, en forma de accién prictica, a la exftica teorética de los intelectuales, de manera tal de clevar a ambas al nivel de un movimiento revolucionario. Debemos ahora preguntarnos qué sucede si hasta la més pronunciada inacionalidad del orden social no determina el suftimiento insostenible de las capas inferiores de la pobla- cf6n; o bien si Ja clase dominante logra destruir con éxito on el pueblo la conciencia de su miseria y/o logra impedir la comprensién de las cansas, apartando de tal modo a las masas de Ja oposicién al orden social existente. Marx y Engels —a pesar de algunas observaciones casuuales en sentido contrario— {engin en conjunto « dar por superadas anbas posbilidades Ya que es propio de Ja esencia de un orden social irracional infligir sufrimientos y privaciones no necesarias a una pobla- cién en condiciones de inferioridad y explotada —ante todo, ajo al capitalismo, al proletariado urbano y rural—, aparecta virtualmente como cierto que la vida de fas masas trabaja- doras se volverla cada vez mis insoportable, no s6lo en el sentido inmediatamente material de un ingteso real decre- ciente, sino también en el sentido més general de un empeo- ramiento de la existencia social, Al mismo tiempo, la pecue liaridad. historica del sistema capitalista parecia consistir en gOriste del marsismo? 29 el hecho de que el progreso tecnoligico y la exigencia de los mismos capitalistas de mano de obra disciplinada e instruida, habria creado automiticamente las condiciones para el naci micnto y el desarrollo de un movimiento obrero basado en Ja comprensién tanto de las causas de la miseria como de la necesidad de la instauracién de un orden social més racional. Pero Ja historia no ha procedido sogin estas previsiones, que reflejan la ardiente fe en el progreso del gran siglo del Tuminismo y del Racionalismo. En los pafses de capitalismo avanzado, como Estados Unidos, Gran Bretafia, Alemania y otros también, estos dos factores no se han realizado. En estos paises el tenor general de vida crecié de manera considerable y la poblacién trabajadora se encuentra ahora en mejor con- Gicién de la que tenfa, por ejemplo, al comienzo de la actual fase monopolista del capitalismo. Con esto no se quiere decir que el trabajador americano, britinico o alemin se encuentre hoy en una condicién econdmica decididamente_ satisfactoria, Lejos de ello! Los salarios, en Ja mejor de las hipdtesis, son apenas suficientes para suministrarles a ellos y a sus familias un tenor de vida decente; su preparacién cultural es baja y sin alientos y sus horas de reposo son vacias y desoladoras Constantes ‘oleadas de desocupacién, a veces en descenso, otras en aumento, deprimen de manera relevante los modestos salarios medios y producen un estado permanente de endeu- damiento y de fnsegnridad en el empleo. Ademés, las guenas reourrentes imponen sobre todo a la poblacién’ trabajadora pesadas contribuciones de sangre. Sin embargo, existe un mejoramiento significative de las condiciones de vida y de trabajo de los obreros en el curso del desarrollo capitalista. Ya que la gente ignora en general las posibilidades encerradas en una situacién dada, pero es plenamente consciente de las condiciones bastante peores del pasado, su actitud hacia el presente esté determinada por Ja confrontacién con lo que era habitual més que con lo que deberia ser. No debe omitirse ademAs que el sufrimiento de los trabajadores en una sociedad capitalista afecta con distinta intensidad a los diversos trabajadores. La desocupacién, los trabajos particularmente peligrosos, la pérdida de la vida y las mutilaciones causadas por la guerra aparecen ante la gente como desastres personales, como manifestaciones de infortu- nio individual antes que como destino de una clase explotada ea un orden social pernicioso e irracional. Pero lo que actiia de manera decisiva cn favor de Ia a tacién del sistema social y econémico existente por parte de los estratos inferiores de la poblacién es um proceso estrecha- mente vinculado a los desarrollos ya mencionados pero con una dindmica propia y un significado particular. Se trata del hhecho de que Ia mentalidad de Ja clase dominante se ha convertido sin discusién en Ja mentalidad dominante. ¥ la tendencia, sisteméticamente cultivada, a asumir al capitalismo como natural, a considerarlo como cl orden obvio de las cosas, hha devenido no sélo Ja actitud de Ja burguesia sino también Ia actitud de vastas masas populares. Naturalnente, esta pene- tracién de ideas, de valores éticos, sociales y politicos de Ja clase dominante no representa algo nuevo o imprevisto, Al contrario. Marx y Engels, desde mediados del siglo pasado, subrayaron repetidamente la probabilidad o también la inevk {abilidad de tal estado de cosas. Sin embargo, pareciera que su visién y la de los demas marsistas sobre el papel de la ideologfa burguesa en el proceso histérico deberia ser amplia- da para poder considerar lo ocurrido en las sociedades de capitalismo monopolista, Segiin el concepto clisico, Ja ideologia burguesa aparece en sustancla como una visién general del mundo que, refle- jando, los intereses de clase de la burguesia, impide a la sociedad en su conjunto, y en particular a las clases explo- tadas, la comprensién de la irracionalidad del sistema capt talista. Por otra parte, tal concepeién, al justificar las relacio- nes sociales existentes, las protege de las aspiraciones de las masas a la satisfaccién plena de Jas necesidades humanas fundamentales. Es fiicil ver que este concepto de la ideologia Durguesa est ligado estrechamente a la proposicién segin Ta cual Ia irracionalidad del sistema capitalista no puede sino ‘causar constantes (y crecientes) sufrimientos y privaciones 8 los estratos inferiores de la poblacién. Mas precisamente: mientras por un lado la incapacidad del sistema capitalista para satisfacer las necesidades humanas fundamentales es vista como la causa fundamental del nacimiento de un movi. {Crisis del marstemo? miento anticapitalista potente ¢ implicitamente irresistible, por otra parte las ideas religiosas, el principio de la santidad de la propiedad privada, las ideas de derecho y de oxigen, de igualdad y de interés nacional, aparecen como los bastio- nes del orden capitalista, como potentes tabies que vedan a las masas explotadas la abolicién de ta explotacién del hom- bre por el hombre y Ja instauracién de una organizacién estatal més idénea para la satisfaccién de las necesidades humanas. Lo que impide a esta teorla esencialmente exacta responder plenamente los problemas presentados por el capitalismo monopolista es el hecho de que el papel de Ja ideologia urguesa se ha ampliado considerablemente en el curso de los iiltimos cien afios. En realidad, la ideologfa burguesa ha sido capaz no s6lo de adecuarse a las funciones descubiertas y analizadas por Marx y Engels, sino también de asumir nuevos y mis ambiciosos propésitos. Ella no sirve ya sélo de barrera a las aspiraciones del pueblo hacia una sociedad mejor, ni constituye solamente el seticulado que impide al pueblo Ia satisfaccién de sus necesidades esenciales y de sus aptitudes potenciales; Ia ideologla burguesa ha aleanzado hoy Jo que puede ser Namado su principal objetivo: somotiéndose a un proceso de involucién, ha introducido una robusta cutia entre necesidades y deseos humanos, En una época s¢ pensiba que ¢l pueblo seria impulsado a la ira por las injusticias, las desigualdades y Ia explotacién, pero que el temor de Ia con- dena y del castigo divino 0 social lo apartarfa_temporaria- mente de la rebslin. En la época del capitalism monopo~ lista, en cambio, la injusticia, 1 desigualdad y la explotacién no son entendides y sentidos en cuanto tales, no se quiere luchar contra tales fendmenos ya que se los considera como aspectos naturales de Ins cosas. Mientras en una época era habitual pensar que la ideologia burguesa defenderfa el orden social existente contra los esfuerzos del hombre orientados a satisfacer sus necesidades fundamentales —un tenor de vida y. de instruceién decente, solidaridad y cooperaciin entre los individuos, uma justa remuneracién del trabajo y libertad de Ja explotacién—, los deseas actuales de los hombres en las sociedades capitalistas mis avanzadas son determinados por 2 Paul A. Baran una orientacién agresiva y dirigida hacia la obtencién dé privilegios individuales, la explotacion de los otros, el cof. mo improductivo y diversiones banales, Gracias a la asimila- cién de los tabiies y de la moral burguesa, el puchlo, sometido por la cultura del capitalismo monopolista, no. quiere lo que necesita y no tiene necesidad de aquello que desea.” El concepto clisico de la funetén de la ideclogia burguesa no Jogra comprender estos cambios profundos por dos tazo- nes. En primer lugar, también Marx y Engels —en cuanto * Gon referencia a 1a modifieaciin del concepto elésico de Wdeologia Baran sefiala 10 siguiente en su libro La economfa pole. fica det erecimiento: “De hecho, es dudoso que el término ideo Toga’, tal como convencionalmente se usa en la sociologia del conocimiento, sea aplieable en el capitalismo monopolista, Atin cuando denota una concepeion inadecuada pareial y prejuiciada do Ta realidad, imputable a la estructura de ta socledad y al lugar ‘que en ésia ocupa une clase, Ia ‘Ideologia’ tiene dos caracteristicas importantes, La inadecuael6n, parelalidad y prejuicios que la han convertido en una verdad a medias, hacon que comparta al mismo Yompo la verdad misma. En ottas palabras, abarea un aspecto de la verdad al expresar algunos puntos de vista de la realidad ¥_ciertos intereses compartidos en realidad, por una clase o estrato social. Por esta razén, una ‘ideologia’ es cretda firmemente or aquelios que la comparten; no es algo que pucdan cambiar, Guitar o ajustar a voluntad. fn este sentido, 1a ‘ideologia' ef similar a la ‘raclonalizacidn' de Freud, excepto que en la primera Se considera como surgiendo de la estructura de la sociedad y la iiltima de la estructura psiguica del individuo (el que a su ver. esti determinada por la sociedad en que vive). Un coneepto total: mente distinto es el conjunto de nociones inadecuadas, parciales yprejuleladas, que se implantan conscientemente en Ia mente de 108 hombres mediante lus manipulaciones de una clase, eon objeto de lograr ciertos fines al inducir la aceptaeion mas 0 menos general @e ellos. Por To tanto, en la época del capitalismo monopolista, poca en la que las ereencias, los valores y las convicciones sucumben cada vez mas ante ol ataque praginitieo, 1a ideoloeta cede répidamente ante el acondicionamiento de las misas, sus ajustes, ete, dejando de ser su estudio parte de la sociologia del conoelmiento para trasladarse al reino de las investigaciones en Ta conduceién de la opinién. Como brillantemente lo pereiblé Engels, "a ideologfa es un proceso que el Hamado pensador eum: le conscientemente, pero con tna conciencia falsa. Las verdade- a5 fuereas motriees’ que le impulsan le permanecen, desconocidas, pues de lo contratlo no serfa un proceso ideologico” (carta a Mehting del 14 de julio de La economia 1898.” politica det crecimiento, FCH, México, 1958, pp. 118119. Crisis del marxismo? 3 fueron muy conscientes de la plasticidad y maleabilidad de Ja naturaleza timana—subestimaron decididamente 1a medi- da en que los deseos hurmanos pueden ser influenciados y deformados por el orden. social en el que el hombre esté encerrado. Paralelamente, atribuyendo al capitalismo sélo una vida relativamente breve, ellos no estaban én condiciones de anticipar el campo y la profundidad de accién de los hébitos formados por siglos de desarrollo capitalista, Si las consideraciones precedentes son vilidas, se deduce que las sociedades capitalistas avanzadas estén enfermas. Asi como el xecurso continuo al aleobol y a los naredticos conduce antes 0 después al desastre, asi también una divergencia prolongada entre las necesidades y los deseos del hombre no puede menos que desembocar en la catdstrofe. Una sociedad ‘organizada irracionalmente, en cuanto es incapaz de generar fuerzas internas orientades a su propia abolicién y a Ja intro- duceién de telaciones sociales mids racionales, conduce nece- sariamente al estancamiento econémico, a la decadencia cul- tural y a un sentimiento difundido de resignacién. Tal tipo de sociedad, alguna vez la mas progresiva del mundo, pierde sn posiciin hegeménica, se desliza fuera de la corriente del desarrollo histérico y tiende a basarse en la reaccién, la inbu- manidad y el oscurantismo. Serfamas miopes, sin embargo, si pretendiéramos juzgar la perspectiva del socialismo en el mundo sobre la base de las condiciones prevalecientes en los paises de capitalismo mono- polista. Tales naciones, en el curso de la historia mundial, movilizaron fuerzas gracias a las cuales la irracionalidad del orden social dio origen a un potente movimiento en sentido ‘opuesto, Es mérito del genio de Lenin haber reconocido que en Ie época del capitalismo monopolista y del imperialismo la fumeién de guia debia ser tomada por las naciones colo- niales y subdesarzolladas. Sometidas a Ja presién de la irxacio- nalidad del sistema capitalista sin estar expnestas, como los pafses capitalistas mas avanzados, al choque debilitante y desmoralizador de la cultura y de Ja ideologia burguesas, algunas de estas naciones ya se han rebelado y otras se estén tebelando contra la irracionalidad del orden capitalista re marchan ahora a la cabeza del progreso histérico. En un S fees Oe es : Rae : ‘periodo de tiempo relativamente breve serdn estos pafses quie-_ ‘nes darn el tono al desarrollo ulterior del mundo, mientras — que los paises del capitalismo monopolista primero quedarin — tetrasados y Inego, quizés, sein sacudidos por Ia fuerza del ejemplo y por un lento pero inevitable proceso de ésmosis, Si bien no es posible negar que muchos de los aspectos aqui trazados de este desarrollo no corresponden a lo que abitualmente se considera como la doctrina marxista, seria ibsolutamente exréneo sin embargo deducir de ellos que el _ mandsmo ha devenido un cuerpo de pensamiento envejecido y eréneo, Al contrario, s6lo con la ayuda del marxismo los. eventos actuales pueden ser adecuadamente estudiados y -comprendides, lo cual implica no una incoherente mezcolanza de citas de Marx y Engels, recogidas en forma aislada y sin consideracion de la época y del contexto, sino Ia aplicacién eonsecuente del potente método analitico de Marx. Pero la - discusin de este amplio © importante argumento debe ser dejada para otra ocasion. * 3 ¢ “La clencla social necesita menos uso de téenicas ‘elaboradas y un mayor valor para enfrentarse a 108. problemas centrales en vez de esquivarlos, Pero ‘exigir ésto, es desconocer las razones sociales que han hecho de esta clencla 1o que es”. J.D. BERNAL, Science in History. I He realizado grandes esfuerzos para tratar de clucidar la ‘confusin generalizada sobre una de las nociones centrales de Ia teorfa econémica; Ia de soberania del consumidor. Pero tengo la impresién de no haberlo logrado del todo. Existen pocos dominios donde Jas insuficiencias del economista clasico ‘son tan evidentes y perjudiciales para una comprensién acabada, Comprometido sin remedio a aceptar cl orden eco- némico y social existente como inmutable, y pensando sélo con categorias que reflejan las relaciones capitalistas de pro- duecién, el economista académico més competente esti inexo- rablemente encerrado en la trampa que le tiende el ponsa- miento burgués: Ja obligaciin de tener siempre que clegir entre dos opciones opuestas pero igualmente perjudiciales. Al igual que el condenado a muerte que tiene la “libertad de escoger” entre Ia horca y el pelotin de cjecucidn, el economista burgués est permanentemente atormentado por Ta cuestién de saber si la irracionalidad del monopolio es mejor que Ja anarquia de la concurrencia; si Ia acumulacién de los medios de destruccién es mejor que la paralizacién econdmica; si la desigualdad de los ingresos y de las riquezas, que permite a los ricos economizar e invertir, es mejor que una reparticién equitativa pero con mucho menos ahorro e inversién, Del mismo modo, el problema de Ja soberania del consumidor es entrevisto como Ia cuestién de saber st este timo, expuesto como esté a las manipulaciones de la publi- cidad y de la venta “au forcing’, debe ser dejado en libertad: was ~ el economista es como el asno de Buridan. $i se asrodilla pi de gastar como le plazea sus ingresos u obligado a aceptar ‘el surtido de mercancias que cualquier “comisario” juzga ‘conveniente para él, Es claro que, colocado ante este dilema, dosamente ante la verdad absoluta de las “preferencias mani- fiestas” del consumidor, se coloca en la situacién incémoda de tener que renunciar a todo juicio que pudiera resultar facerea de Ja estructura de la produccién y, por extensién, sobre el derroche y la degradacién cultural que caracterizan de manera tan evidente muestra sociedad, Por otto lado, si rechaza la funcién de ultima ratio de las preferencias del consumidor, para acordarlas a un juego de decisiones impues- tas por el gobierno, queda absolutamente limitado, pues ello implica el repudio de todas las enseiianzas de la econom{a del bienestar y, lo que es més grave, de todos los principios de libertad individual que el economista aspira legitima- mente a conservar. ‘La reaccién conservadora ante esta dificullad toma dos formas. La. primera escuela consiste en tratar el problema pero negando su existencia, Se pretende aqui que la influencia _ gjercida sobre los ghstos y las preferencias del consumidor por la publicidad y por las campaiias encarnizadas de las igandes seciedades, no es més que un peligro imaginario, ya que Ja persuasién y la ingeniosidad de los vendedores no podsfan a Iargo plazo cambiar Ia “naturaleza humana”, ni imponer al consumidor lo que él no desea. Ademds, afirma esta escuela, las preferencias manifiestas de los consumidores dan resultados totalmente satisfactorios que no exigen mejora alguna. TLa segunda escuela conservadora adopta un camino dife- rente. Admite de buena gana que las preferencias manifiestas del consumidor no tienen nade en comin con la noeién tradi- cional de soberania del consumidor, que las empresas gigantes son bastante potentes para manejar los gustos y las preferen- cias del consumidor de modo tal de llevar al méximo sus propias utilidades, y que todo esto ejerce un efecto perjuidicial sobre nuestra economia y nuestra sociedad. Como lo dijo el profesor Carl Kaysen: “Uno de los aspectos de este vasto poder... es el papel que descmpefia la direccién de las Economéa politica y politicas econémicas grandes empresas al determinar los_gustos y crear Ia moda para Ja sociedad en su conjunto. Esta influencia sobre los gustos va desde el efecto directo efercido por la presentacion de los productos hasta los efectos mis indirectos y sutiles, que actiian sobre el estilo del pensamiento y del lenguaje y ‘que es vehicnlizado por los grandes soportes publicitarios, que son Ia escuela de estilo que frecuentamos todos los -+» En sintesis, esto vuelve a mostramos una verdad familiar, a saber que nuestra sociedad es una sociedad de los negocios, y que la gran empresa es Ia institucién ‘caracteristica’ si no estadisticamente tipica 2.” Por escépticos y realistas que sean los autores pertenecien- tesa esta tendencia, ellos destacan ante todo el hecho de que esas irracionalidades e infortunios son inherentes al orden de Jas cosas, que ellos caracterizan el sistema econémico y social del capitalismo monopolistico. “Escuchar profundamente a la sociedad andnima”, observa el profesor Mason, “es escuchar muchas otras cosas3”. Y en nuestra época el economista no tiene Ia intenci6n de escuchar “muchas otras cosas”. Esta no es la posicién del “liberal”. Al considerar las pre- ferencias manifiestas del consumidor como la causa de la reparticion irracional de los recursos en nuestra sociedad, de su deplorable situacién cultural y' moral, el liberal se levanta contra la influencia pemiciosa de Ia publicidad, contra la pseudo.diferenciaciin de los productos, contra su obsolecencia artificial, Protesta contra Ia calidad de la cultura suministrada por el sistema de ensefianza, por Hollywood, los periédicos, a radio y Ia televisién. Y arrebatado por Ia indignacién, coneluye que “no se trata de saber si la soberanfa debe ser sJercida por los consumidores 0 por un planificador central, sino de saber si es preciso limitar, modificar 0 dividir de algiin modo el poder que tiene el productor de ignorar a cfertos consumidores @ influenciar a otros". Para llegar a Umitar, modificar 0 dividir, recomienda una lista de “reme- dios y programas” que van desde las reglamentaciones del tipo “Food and Drug Administration” [Represién de los frau- des}, pasando por Ia subvencién del Estado a las éperas y teatros, hasta la creacién de Comités de Ciudadanos Distin- Buidos, que tendrian por tarca la de influenciar a la opinién en el sentido de la eleccién racional y del buen gusto. ‘A riesgo de provocar confusiones, es necesario decir que en el estadio actual del desarrollo capitalista, el “realista” conservador est4 frecuentemente mis préximo de la verdad — que el reformador liberal. Asi como es absurdo deplorar las muertes provocadas por Ja guerra sin analizar Ja causa, que es Ja guerra, es también absurdo lanzar un grito de alarma contra la publicidad y todo su cortejo sin designar claramente tl foco de'infecci6n: ta empresa monopolistica y oligopolistica, y 1os procedimientos comerciales no competitives que forman parte de su funcionamiento, Porque no se aborda jamis ese foco, porque Galbraith, Scitovsky y los demfs eriticos libera- les fo consideran como una zona prohibida, porque no hay — nada mis alejado de sus intenciones (o al menos de lo que manifiestan piblicamente) que la idea de un ataque en profundidad contra Ja empresa gigante, gqué puede esperarse de las diversas comisiones de reglamentacién que preconizan, © sea de su propia y eventual nominacién para Comités de Giudadanos Distinguidos? Toda su actividad anterior ya ha demostrado ampliamente que son los monopolios os que reglamentan la accién de los organismos de reglamentacién y no a Ia inversa. gHacen falta realmente pruebas suplemen- tarias de la ineficacia de la Food and Drug Administration, la Federal Trade Commission y la Federal Communications Commission? 5 No hay necesidad de extenderse sobre el pode- r0s0 efecto que han gjercido sobre la sociedad las actividades recientes y las xelaciones de la muy distinguida Comision Presidencial de los Fines de la Nacién 8. Pero los reformistas liberales no quieren saber nada de eso. Tratando al Estado ‘como una entidad que presidirfa a la sociedad pero no forma- xia parte de ella, que fijaria los fines de la sociedad y mani ppularia su produccién y su ingreso permaneciendo insensible 4 las relaciones de produccién existentes e impermeable a los intereses dominantes, se abandonan a un racionalismo que manteniendo las ilusiones no hace sino contribuir al mante- nimiento del statu quo. En comparacién, la formula “hemos -.. aleanzado la frontera entre la teoria econémica y la teoria politica y no la franquearemos", con la cual el profesor Scitovsky concluia hace diez afios su obra maestra, representa una posicién relativamente sostenible. El eritico liberal tampoco aborda el fondo de Ia cuestién. En primer lugar, como buen keynesiano que es, no puede evitar la incoherencia cuando preconiza la reglamentacion 0 sus ot70s procedimientos de venta. Al respecto, el Wall Street sus otros procedimientos de venta. Al respecto, el Wall Street Journal y los economistas “realistas" que comparten esas opie iones estén indudablemente sobre un terreno mds s6lido. ‘Todos esos procedimientos comerciales “indeseables” favore- cen y acrecientan efectivamente las ventas y contribuyen efectioamente, de manera directa e indirecta, a clevar el nivel del ingxeso y del empleo. Ocurre lo mismo con la venta de un nvimero cada vex mayor de automéviles, aunque conges- tionen nuestras ciudades y envenenen el aire que respiramos; y también con la produccién de armamentos y la do cons- fruceién de refugios. Ninguna de esas actividades puede ser considerada como favoreciendo el progreso y la felicidad del género humano, aunque todas constituyen temedio contra el descenso de la produccién y la agudizacion del desempleo 8. Y sin embargo, la dialéctica del proceso historico es tal que en el marco dél capitalismo de monopolio, los caxacteres mas abominables y destructivos del orden capitalista devienen los fundamentos mismos de su supervivencia, asi como Ia escla- vitud fue la condicién sine qua non de su aparicién. Los conservadores “realistas” prevalecen también sobre el Iberal “bien intencionado” por su comprensién general dol problema de la soberania del consumidor. Mientras los. pri- metos ponen en guardia contra la exageracién de los efectos de la publicidad, de la venta au forcing, etc., sobre las prefe- rencias y las elecciones del consumidor, su argumentacién es invencible, Cuando dicen que los consumidores s6lo quieren Jo que les agrada y compran s6lo porque quieren gastar dinero, enuncian evidentemento verdades de perogrullo, pero que como tales son ovidentemente exactas. Por cierto que de aqui no resulta, como algunos economistas de empresa. se complacen en pretenderlo, que los fuegos de Ia publicidad y de la venta a los que esti constantemente expuesto cl con sumidor no tengan influencia en la formacién de sus necesi- dades, Pero tampoco es real que es0s procedimientos consti- - bumana”, Esta concepcién deriva del oseurantismo. metafisico " [plano en Ja formacién de los “valores”, exigencias y prefe- tuyan el factor decisive que hace qne el consumidor quiera Jo que quiere. El profesor Henry C. Wallich esté més cerca del gniso de licbre cuando observa con fineza que es inétil — Jamentarse porque las necesidades crcadas por Ia. publicidad sean fabricadas, porque no son_necesidades auténticas del consumidor; otro tanto podria decise de todos los aspectos de la vida civilizada 9”, Esto significa por cierto ir demasiado Tejos. Las necesidades humanas no son todas fabricadas por una todopoderosa Madison Avenue (ni “depuradas” y “enno- Blecidas” por una Madison Avenue “a contrapelo”, repleta de “comisiones gubernamentales y/o de comités de Ciudadanos Distinguidos para favorecer cl desarrollo del Buen Gusto), Tal opinién refleja la idea de que es posible manipular inde finidamente al hombre, idea bastante caracter(stiea de los hombres de “traje de francla gris" que reinan sobre las direc clones de las grandes sociedades y sobre los grandes. servicios, ‘gubernamentales. Pero tampoco es cierto que todas las nece- Sidades humanas provienen de impulsos biologicos del hom- bre, ni de uma mitica y eternamente inmutable “naturaleza nanfraga ante el conocimientoy la experiencia histérica. La _ Werdad es que las necesidades de los hombres son fendmenos ihistéricos complejos que reflejan la interaccién dialéctica de ‘sus necesidades fisiol6gicas, por una parte, y el orden econd- Amico y social existente, por la otral0, ‘Cuando se quiere janalizar un momento, ¢s preciso a veces haver abstraccién de las necesidades fisiol6gicas porque ellas son relativamenie Jeonstantes. Una vez explicitada y contabilizada esta abstrac- ‘eidn, Ja estructura de las necesidades humanas puede (y (debe) ser considerada legitimamente como “sintética”, es (lecir como determinada por el orden econémico y social en fel que se vive. Lo que aparentemiente se le escapa al profesor {Wallich es que el problema no consiste en saber si el orden ‘econdmico y social existente desempefla un papel de primer ‘rencias de Ia gente; en ésto, casi todos los investigadores estén ‘de acuerdo (no olvidemos que Robinson Crusoe termina por ‘abandonar los tratados de econom{a politica para volver @ “su isla). La cuestién se basa mds bien en el tipo de orden ‘econdmico y social que opera ese modelamiento, en el tipo de ‘valores’, de exigencias y de preferencias que inspira a Jos hombres que de él dependen. Lo que hace que el orden econémice y social del capitalisino de monopolio sea tan des- tructivo, tan mutilante para el crecimiento y la felicidad del individue, no es el hecho de que influya, modele, “sintetice” al individuo (é50 lo hace todo orden econémico y social, segin ‘el profesor Wallich) sino cl tipo de influencia, de modela- miento, de “sintetizacién” que perpetra en sus victimas. Una vez comprendido ésto, podemos seguir avanzando. E) cncer del capitalismo de monopolio no deriva del hecho de que “se yea obligado casnalmente” a Gorrochar una gran parte de sus recursos en la produccién de medios de destruc cién, que “se yea obligado casualmente” a permitir a las grandes sociedades hacer publicidad liminar y subliminar, vender productos falsiffeados e inundar la vida humana de distracciones cretinizantes, de ritos religiosos comercializados, de “cultura” degradada, 11 c&ncer del sistema, que constit - un obsticulo isreductible para el progres humano, deriva que todo esto no es una coleccion de atributos adventicios del capitalism sino la base misma de su existencia y de su viabilidad. Dadas las cosas de este modo, Jos servicios mis poderosos y eficaces de represién de fraudes, las asociaciones de comités de Ciudadanos Distinguidos, eic., slo pueden arrojar un velo sobre el desoden establecido sin poder ‘remediar nada, Retomando una comparacién ya hecha, no es construyendo magnificos comenterios y espléndidos “monu- ientos a las victimas de Ja guerra que se reduce su mimero. Lo inds, y lo peor, que es0s esfuerzos en apariencia humani- tarios pueden conseguir es atonuar la sensibilidad de la gente ‘eon respecto a la brutalidad y la crueldad, disminuir su horror ala guerra, Pero valvamos al punto de partida de esta discusién. Ni yo, ni ninguno de los otros escritores marxistas cuyas obras ‘conozea a fondo, hemos preconizado la abolicién de la sobe- ranfa del consumidor y su remplazo por las decisiones de un comisario, Atribuir esa idea a los socialistes, es otro aspecto de Ia ignoranefa y de Ia deformacion del pensamiento marxista Que son cuidadosamente sostenidas por los poderes, El verda- od Paul A. Baran dero problema es otro, Se trata de saber si se puede tolerar un orden econémico y social en el que el individuo es desde su cuna formado, modelado y “ajustado” de manera de con- vertirse en la prensa fécil de la empresa capitalista Gvida de ganancia, en el mero objeto, bien adiestrado, de las fuerzas capitalistas de explotacién y envilecimiento. El socialista marxista no tiene ninguna duda al respect. Piensa que habiendo alcanzado la humanidad un nivel de productividad y de conocimiento que permiten trascender ese sistema y Femplazarlo por uno mejor, ¢s posible elaborar una sociedad donde el individuo estaria formado, influenciado e instrufdo no por una economia motivada por el mercado y la gananela, no por los “valores” de los presidentes de sociedades y las lucubraciones de los escribas a su servicio, sino por un sistema de produccién racionalmente planificado en funcién del consumo, por un universo de relacfones humanas deter- minado por y orientado hacia la solidaridad, la cooperacién y Ja libertad. En realidad, s6lo en una sociedad asi puede haber una soberania del ser humano individual, y no del “consumidor” o del “productor”, términos que, en si mismos, teflejan la fragmentacién mortal de la personalidad humana en el xégimen capitalista. Solamente en esa sociedad el indi. viduo puede co-determinar libremente Ia cantidad de trabajo realizado, la composicién de la producciéa consumida, las formas de utilizcion de las distracofones, sin depender de todos los “persuasores” reconocidos y clandestinos euyo mévil 5 conservar sus privilegios y maximizar sus beneficios. ‘A aquellos de mis criticos que, escépticos 0 “realistas”, sonrfea y declaran con condescendencia que la imagen de semejante sociedad es una utopfa, todo lo que puedo respon- | derles es que tienen razén, entonces somos todos, mis eriticos ¥ yo, utopistas. Elles, porque ercen que se puede hacer durar etemamente el orden econémeio y social que desean conser- var, por medio de piruetas y de reformas superficiales que dejan intactas su irracionalidad, su nocividad y su inhurna- nidad cada vez més manifiestas, Y yo, porque creo que la Tumanidad que ya supo liquidar el capitalismo en un tercio de la tierra podré con el tiempo acabar ese trabajo hercileo y lograr instituir una sociedad auténticamente humana, Te- Economia politica y politicas econdmicas 8 endo que elegir entre esas dos utopias, prefiero la segunda vicacribo las nobles palabras de Simone de Beauvier: “Esta Zuropa socialista, hay momentos ea que me pregunto si no es una utopia. Nunca se haria nada si se considerara que ‘nada ¢s posible, salvo lo que ya existe.” n Ya dije que era necesario profundizar el problema de la soberanfa del consumidor. Ello es tanto mas necesario cuanto {que se trata de To que a mi entender constituye la clave para ‘ie comprension Gel funcionamiento del capitalismo: concepto de “excedente econdmico”. Quizds no Iegué a explicarlo de manera suficientemente clara ya que un eritico tan eminente como Nicholas Kaldor no pudo comprender su sentido ¢ importancia 12, Esta dificultad proviene de que Kaldor, como todos los economistas fascinados por las realidades ‘aparentes de la economfa capitalista, se obstina en identificar el excedente econdmico con las ganancias comprobables estadisticamente. Si esta identificacion cstuviera justificada, no se necesitaria del término de “excedente econdmico” y, lo que evidente- mente ¢s atin més importante, no habria el derecho de hablar de excedenie en crecimiento. La esencia del problema reside fen que las ganancias no son la misma cosa que el excedente econémica pero constituyen, utilizando una metéfora muy comin, Ia parte visible del iceberg cuyo resto est oculto ajo el agua, Recordemes que en un estadio primitivo del desarrollo de la economia politica (y del capitalismo), las relacfones importantes eran percibidas mucho mis netamente que en la actualidad, Se han utilizado muchas teorias para demostrar que Ja renta de la tierra (y Ja tasa de interés) no son costos de produccién necesarios sino elementos del exce- dente econémico, Pero luego, cuando el sefior feudal y el vusurero dieron paso al empresario capitalista y al banquero, Jas ganancias que estos obtendrian aparecieron “limpias” del “enigma” del_excodente y fueron promovidas al nivel ge precios necosarios pagados por recursos escasos 0 de retri- bucién indispensable por la “espera”, la “abstinencia” y el “riesgo”. En realidad, la nocién misma de “excedente econd- mico", todavia fundamental en los eseritos de John. Stuart Mill, fue declarada ‘non grata por la nueva ciencia econdmica, — que proclama que todo gasto es “necesario” en la medida en que recibe la aprobacién de los consumidores que compran €n un mercado competitivo. 3 La situacién se torna més complicada con la proliferacion de los monopolios. Y un cierto nimero de economistas — siguiendo primero a Marshall y mis tarde inspirados sobre todo por la obra de Pigou— que Hevaban a cabo sus investi- gaciones desde el punto de vista del capitalismo competi- tivo, juzgaron imposible considerar los beneficios del mono- ppolio como costes de produccién necesarios 19, Fuo sin duda ‘un gran avance, pero nada mas que el comienzo, El capita- lismo de monopolio no s6lo engendra los elementos del exce-_ dente econdmico que son la ganancia, la renta y el interés, sino que disimula una parte importante del excedente bajo el rubro de los costos. Esto proviene de la disparidad cre. ciente entre Ia productividad de los trabajadores producticos necesarios y la parte del ingreso que vuelve a ellos bajo forma de salarios. ‘Una simple ilustracién numérica podré ayudamos a com- prender esta cuesti6n. Supongamos que en el curso de un periodo I, cien obreros panaderos producen doscientos panes, de los cuales cien representan sus salarios (un pan por hom: bre) y cien son conservados por el capitalista en calidad de exeedente (fuente de su beneficio y pago de la renta y del interés), La productividad del obrero panadero es de dos panes por hombre; la parte del excedente en el ingreso nacio- nal es de 50%, la misma que la del trabajo. Consideremos ahora un periodo II durante el cual la productividad del obrero panadero ha aumentado el 525% para legar a la | cantidad de 12,5 panes y su salario un 400 % hasta lograr ¢inco panes por hombre. Supongamos todavia que, en ade- Jante, no haya m4s que 80 obreros panaderos que trabajan y que producen mil panes en la panaderfa, mientras que los ‘otios veinte estén ocupados de la siguiente manera: cinco do ellos estén encargados de modificar continuamente la forma de Jos panes; uno esté encargado de mezclar a la masa un producto quimico que vuelve el pan incomible a corto plazo; Cuatro estan dedicados a ensayar nuevos envases; cinco hombres trabajan redactando textos publicitarios y difundién- dolos; un hombre esté encargado de vigilar atentamente las actividades de los otros panaderos; dos. tienen por funefén mantener al cortiente de la evolucién de la legislacién anti- , finalmente, dos hombres estén cneargados de las relaciones. piblicas de la empresa. Cada uno de esos indi- viduos recibe igualmente un salario de cinco panes, En esta nueva situacién, la produccién total de ochenta obreros-pana- deros es de mil panes, el salario total de los cien miembros del personal es de 300 panes y ¢l total ganancia -}- renta + intereses es de quinientos panes 14. a plows vista podria creerse que nada eambi6 entre el periodo I y el periodo Tl, salvo el aumento de Ja produccién total. La parte del trabajo jermanecid constantemente en el 50% y la parte del exce- Bente no parece haber eambiado, Pero esta conclusion, en apariencia evidente cuando se examinan Jas estadistioas usuales, seria totalmente injustificada y on realidad slo serviria para demostrar basta qué punto esa clase de razona- miento estadistico puede ser falsa. El hecho estadistico de que las partes respectivas del trabajo y del capital no hayan cambiado del periodo T al perfodo TI no tiene importancia ‘para nuestros propésitos. Es ffcil comprobar lo sucedido: tuna parte del excedente econdmico, enya totalidad en el periodo anterior estaba a disposicién del capitalista como fananeia, para el pago de la renta de la tiena y del interés, es ahora empleada para cubrir los gastos de venta sin compe- tencla de precios, es decir, en otros términos, derrachadals, Quizds este ejemplo sca suficiente para demostrar que Kaldor y otros critics, cuando pretenden que reconociendo la validez de Ja tesis segin la cual la parte de los salarios en el ingreso nacional he permanecido casi constante durante varios decenios yo contradigo mi propia teorla del excedente en crecimiento, expresan simplemente su propia incompren- sign del concepto de excedente. La parte del trabajo en. el ingreso nacional puede ser cons- tante, o sea creciente, al mismo tiempo que el excedente rece, simplemente porque el aumento del excedente toma 45 Paul A. Baran la forma de un excedente de derroche. Y como la “producci6n” del derroche necesita del trabajo, la parte del trabajo puede muy bien aumentar mientras que In parte del derroche en el ingreso nacional crece, Considerando el trabajo productive € improductivo indistintamente como trabajo, e identifican- do el excedente con las ganancias, se oscureee Ia evidencia de esta proposicién tan simple. Pueden plantearse muchas objeciones a lo que antecede. En primer término, puede pretenderse, y asi ocurre, que no hay lugar para Ja distincién entre trabajo productivo e impro- uctivo, o entre producto socialmente necesario y derrache, desde el momento que no es posible convertir a esas distin- ciones en precisas y “objetivas”. Se puede admitir que esta objecién esti bien fundada. Pero’ el hecho de que el cognac y el agua mezclados en una botella no pueden ser separados, y de que es imposible determinar con precisién en qué Proporeién estin mezclados ambos Kiquidos, no cambia en modo alguno el hecho de que la botella contiene cognac y agua, y que las dos bebidas estin presentés en cantidades precisas, Atin més, cualquiera sea la cantidad de liquide de Ja botella, se puede afirmar sin temor a equivocarse que si faltara uno u otro componente ella estarla menos lena. E} hecho de que no podamos en el momento actual separar netamente el bien y el mal, es decir identificar sin equivocas Jas partes de la produccién socialmente necesarias y el exce- dente econémico, constituye en si mismo un aspecto impor- tante del orden econémico y social del capitalismo de mono- polio. El problema de la soberania del consumidor no consiste en determinar si es preciso que un comisario filtre Jas necesidades existentes en los consumidores y les imponga criterios de buen gusto, sino sobre todo saber e6mo aleanzar un orden econémico y social que har nacer un individuo motivado de manera diferente, y que tended necesidades y gustos distintos. Del mismo modo, exigir del economista que presente una resefia completa de todos los trabajadores impro- ductivos y del volumen y las distintas formas del derroche, significa no comprender nada del problema. En primer lugar, y esto no debe ser olvidado, no hay y no puede haber en la Situacién presente la cantidad y el tipo.de informacionos y Economia politica y politicas econdmicas 47, de conocimientos que permitirian esbozar dicho “catdlogo". Luego, por inspirado que sea, ningin economista podrla erigirse en una especie de zar capacitado para establecer los cxiterios de la seleccién. Pues sdlo una sociedad socialista “en Ia que las personas no estin regidas por el mévil de la ganancia y donde el individuo esti imbuido no de los “valo- res” y de los usos del mercado, sino de Ta conciencia derivada de las nuievas relaciones socialistas de produccién— podré dar nacimiento a una nueva estructura de las preferencias individuales, a un nuevo modelo de reparticién de los recursos rumanos y materiales. A este respecto, lo més que pucde hacer Ia ‘sociologia es descmpefiar cl papel del “buho de Minerva que Ievanta yuelo a la caida del crepisculo” como decia Hegel, haciendo saber urbi ef orbi que un orden social esti afectado de una enfermedad mortal y que se mucre. Las formas coneretas y los principios de funcionamiento de To que se moviliza para remplazarlo, el detalle de Jas trans formaciones que provocaré 1a nueva sociedad, todo esto, sélo puede ser entrevisto en téminos generales, pero no estable- cido con precision por los economistas y estadisticos, cuales- quiera sean sus talontos. Serd preciso dejar esta tarea a Ja prictica social de los hombres que lucharin y obtendrin Ia victoria realizando el orden socialist. Otra objecién es planteada contra la teorla del excedente en crecimiento. Afirma que Ja distincién entre produeci6n socialmente necesaria_y excedente econdmico seria imitil, aunque pudiera obtenerse el maximo de precisién en su deter- minacién, En efecto, si un nivel satisfactorio del ingreso y del empleo depende de’ un volumen suficiente de los gastos tota- les, cualquiera sea su objeto, la cuestién de saber si esos gastos entrafian una producoién vitil o un derroche, remune- ran un trabajo productive o improductivo, puede ser descar- tada pues no tiene ninguna incidencia sobre In coyuntura, ni sobre Ia medida en que el capitalismo de monopolio asegura el pleno empleo. Este razonamiento no deja de tener consis- tencia pero se asemeja a todos los anilisis keynestanos a corto plazo por su desesperante miopfa. Es_incontestablemente Cierto que las inversiones en equipos productivos y Jas inver- siones en submarinos, el consumo de libros y_ el “consumo! ceeETeN 4B Pawl A. Baran de publicidad, los ingresos de los médicos y de los traficantes de drogas, forman parte de In demanda total efectiva y con- tribuyen al mantenimiento del ingteso y del empleo. Pero es bastante claro que la estructura de la producciéu, del consumo y de las inversiones que de cllas resultan ejercen una profunda influencta no solamente sobre la calidad de la. sociedad y sobre el bienestar de sus miembros, sino también sobre su crecimiento ulterior y sobre sus posibilidades de desarrollo. Es més, si hace una década se pndo pretender que dada Ja escasez de empleos racionales cualquier empleo, aunque fuera tan irracional como el que consiste en hacer agujeros en el suelo, es mejor que la falta de empleo, este magro consuelo ya no existe en Ia actualidad. La eleccin no es més entre el desempleo y una excavaciOn relativamente anodina, sind entre cl desempleo y una acumulacién altamente nociva de os medios de destruccién Del mismo modo se ha objetado que, aunque lo expuesto sea verdadero, no puede olvidarse que es precisemente la itracionalidad y el derroche caracteristicos del capitalism de monopolio lo que permite mantener niveles elevados de ingreso y de empleo, inducir. cantidades considerables de inversiones racionales y alcanzar ciertas tases, rclativamente bajas es cierto, de crecimiento econémico. Este argumento recuerda el consejo de prender fuego a Ja casa para asar el © lechén. Pero, lo que es peor, no es cierto que actuando asi se logre “asar el lechén” y que, para parafrasear a J. K. Galbraith 16, los crccimfentos de viqueza producidos en. los Estados Unidos bajo el capitalismo de monopolio Negan a “restar toda importancia” a la imacionalidad del sistema. No “deja de tener importancia” que aun después de la Segunda Guerra mundial, durante lo que C. Wright Mills amo tan eorteramente la “Gran euforia noxteamericana”, por lo menos en la mitad de este periodo (1948-1949, 1953-1954, 1957-1958, 1960-1962) el nimeto oficial de desocupados oscil en los cinco millones, y sogin las fuentes sindicales no bajé de seis millones. No puede calificarse negligentemente de “sin importancia” el hecho de que en una sociedad considerada como préspera alrededor de un tercio de las personas vivan en una pobreza Economia politica y politicas econdmicas 49 abyecta, que al menos un quinto de todas las familias nortea- mericanas (y dos quintos de las familias norteamericanas 20 blancas) habitan tugurios miserables, Y si se deja de lado las impasibles cifras estadisticas para interesarse por la sitnaciém conereta de ciertas regiones, la tragedia humana desaffa toda deseripcion. “En wn barrio de tugurios de una de nuestras ciudades més grandes, habitado casi exchusivamente por negros, escribe James Bryant Conant, ex presidente de la Universidad de Harvard, se observa la. siguiente situacién: 59% de jovenes de 16a 21 afios habian abandonado la escuela y estaban sin empleo. Ellos vagaban por las calles... 17.7 Todo lo més que puede decirse para contrarrestar esta tima objecién es que el desarrollo del capitalismo en gene- ral y en especial en su fase tiltima, el capitalismo de mono- polio, sin crear en ninguna parte algo que pueda asemejarse a una sociedad racional, ha producido las posibilidades obje- tivas del nacimiento de tal sociedad. La expansion prodigiosa do Ins’ fuerzas de produccién que tuvo Iugat durante el perlodo del imperialismo, aunque haya sido un subprodncto de la guerra, de la explotacién y del derroche, ha creado las bases de la sociedad auténticamente opulenta del porvenir. Pero ella no podri nacer bajo el reinado de una oligarquia que administra los inmensos recursos sociales en bencficio de algunos centenares de empresas gigantes y cuya gestion tiene por objeto mantener el statu quo. Une sociedad tal podré ser una realidad sélo alli donde sus abundantes recursos. sean administrados por una asociacién humana “en la que el libre Aesarrollo de cada unio es la condicién para el libre desarrollo de todos’. Pero esto me Teva al segundo comentario que descaba hacer respecto de los capitulos de mi libro que traten del capita- lismo de monopolio. Esto comentario versa sobre las innova- ciones y progresos técnicos en el capitalismo de monopolio. Aunque sigo suscribiendo, en razén de su verdad fundamen- tal, Ia tesis de Steindl segiin la cual progreso e innovaciones téenicas son funcién de Ja inversién y no a Ja inversa, creo no haberme extendido suficientemente sobre la incontestable interaceién dialéctica de los dos procesos. No s6lo los servi- 50 Paul A. Baran ios de investigacién y de desarrollo, que han adquirido la ‘importaneia de verdaderas instituciones en el seno de las empresas gigantes, actian, al menos en una cierta medida, on un impulso que les es propio, produciendo invenciones y perfeccionamientos técnicos en el curso de su funcionamiento: normal sino, lo que es quizis mas importante todavia, el sector militar, convertido en un elemento permanente e impor- tante de la economia del capitalismo monopolistico, es en la actualidad un “estimulante extemo”, actuando pormanente- mente en favor de In inversion y del progreso cientifico y tecnologico. Como en gran medida la demanda militar rem- plazé ala den:anda del inversor potencial, la fabricacién de los Sputniks y Lumiks soviéticos ha retomado algunas de las funciones de la “tormenta incesante” de la competencia. Esto no significa que haya que volver a la posicién de Schumpeter, para quien el progreso teenolégico era un deus cum machina, auténomo ¢ inexplicable, Tampoco significa que el progreso tecnolégico determine la inversién de tal manera que las ‘conquistas sucesivas del conocimiento tenderfan a traducirse automiticamente en mievas posibilidades productivas. Esto sngiere sin embargo que Ia consolidacién de las actividades de investigacién y de desarrollo en el marco de las empresas gigantes, asociadas 2 una corriente permanente de demandas militares, crea ocasiones de inversién que sin esto serian menos numerosas 0 nulas. Y la importancia del cardcter mili- far de la demanda asi como de Ja naturaleza monopolistica uw obigopolistica de la oferta se expresa de la manera mAs pre- isa. en In eleccién de las. posibilidades tecnolégicas puestas en funcionamiento, asf como el rechazo de aquellas que se dejan dormir en las gavetas de los sabios y de los ingenicros. La lentitud del progreso realizado en la aplicacién de la energia atémica @ Ja economia, al igual que la desigualdad en los progresos de la automacién, pareceria demostrar que los Yinicos progresos técnicos que aceptan los monopolios y oligo- pelios son 0 bien los que exigen los militares o bien los que disminuyen fuertemente los costos sin al mismo tiempo aumentar de manera inducida la produccién. Economia politica y politioas econémicas 51 mt Pasemos a los paises subdesarrollados. A los capitulos V, VI y VII, donde se trata uno de los tres temas esenciales de ‘nuestro tiempo (siendo los otros dos las vicisitudes del capi- talismo de monopolio durante el periodo actual de declina- cién y caida, y la perspectiva que se abre a las sociedades socialistas nacientes en Europa y en Asia 18), quisiera agregar una reserva y una reafirmacion. La reserva gira sobre la posibilidad de aplicacion de la tweoria general formulada en esta obra a ciertas regiones de poblacién muy densa, que presentan Io que Marx ha denomi- nado un “mado asiatico de produccion’, en particular la India y Pakistan. Ciertos eriticos han pretendido que en esas regio- nes del mundo subdesarrollado, seria quizés posible conocer con alguna precisién el columen del excedente econémico que se apropian los propietarios rurales, usureros e interme- diarios comerciales de todo tipo, pero que seria totalmente imposible canalizar esta parte del excedente hacia las inyer- siones productivas, aunque esas capas parasitarias hayan sido liquidadas por una revolucion social. Esta opinién esta fun- dada sobre dos tipos de consideraciones. En primer lugar, dicen, el gobierno revolucionario que procedicra a las medidas de expropiacin necesarias no podria sustituirse a los pereep- tores de intereses, prestamistas, comerciantes avidos y otros vampiros eliminados por Ja misma revolucién que lo llevé al poder. Esa transferencia de excedente estarla asi excluida, politicamente excluida; la nacionalizacién y la confiscacién no conduciria a la acumulacién de un excedente invertible en las manos del gobierno revolucionario, sino que lo haria caer en la cesta desesperadamente mal provista del consumo campesino. Por otra parte, en un pais subdesarrollado donde el excedente econdmico es apropiado por un grupo numérica- mente insignificante de explotadores (que es y sigue siendo el caso de los pafses con un régimen feudal “clésico” y/o el de aquellos dominades por un puriado de monopolios del mismo pais o del extranjero), la situacion es bastante dife- rente de la de una sociedad en la que una fuerte capa de varios millones de kulaks, notables aldeanos que practican 52 Paul A. Baran. accesoriamente Ja usura, pequefios comerciantes, negociantes y comisionistas, se apropian todos de una cantidad de exce- Gente econémico que representa una gran parte de la renta nacional total pero que s6lo da una débil renta por cfpita a quienes la perciben. En el primer caso, es relativamente facil expropiar a los expropiadores, y su suerte posterior a la expropiacién no presenta un gran problema social: poco ‘numerosos, ellos encuentran otros empleos, emigran, 0 se retiran para vivir de lo que resta de sus fortunas. Pero en el segundo caso, los perceptores de excedente por ser muy numerosos constituyen una fuerza politica y social que cuenta; tuna vez privados de sus ingresos, plantean un serio problema de asistencia social. En ofecto, si se los quisiera mantener atin en un nivel minimo, por medio de subsidios 0 de empleos creados artificialmente, se anularia una gran parte de las ventajas oxtraidas de la expropiacion. ‘Son estas cuestiones muy graves, y aunque no creo haberlas clvidado al escribir mi libro, quizés no Jas haya subrayado con la suficiente fuerza. Pero no ereo que all recomocer su importancia estamos obligados a modificar nuestra posicién fundamental en cuanto a los problemas que se plantean a los pafses subdesarrollados. Ello significa incuestionablemente que en ciertos paises es mis dificil que en otros abrirse paso hhasta encontrar el camino libre que lleve al progreso cconb- mico y social, y que los obsticulos a superar en ciertos Ingares son més temibles que en otros, Y puede concluirse que en Jos paises particularmente afectados por la deformacién estructural que acabamos de deseribir, la estrategia del desa- rrollo debe ser diferente de la que conviene a los. paises donde la sociedad esti mejor estracturada. La eélebre ley de Lenin sobre cl desarrollo desigual sugiere evidentemente que no sblo el proceso histérico varla segin los paises, sino tam- bién que el estadio alcanzado en un momento dado difiere igualmente en cada pais. No existe por consiguiente una férmula general aplicable a todas las situaciones sin conside- sacién de tiempo ni de lugar, y nada estuvo nunea més lejos de mi pensamiento que afirmar la existencla de una varita magica semejante. Consideremos por ejemplo un pais en el que existe un cierto Economia politiea y politicas econémicas nécleo de economfa industrial y donde los campesinos, ya sean explotados por kulaks 0 mantenidos en servidumbre por seiores feudales, sienten intensamente la necesidad de Ta tierra y suefian s6lo en convertirse en propietarios individuales de su parcela, En un pais semejante, ¢s posible sin duda engendrar una cantidad notable de excedente econdmico por medio del sector industrial de Ja economia. Si en otro pals relativamente pequefio, la ayuda que es factible recibir del extranjero puede influenciar sensiblemente sobre el vol: men de acumulacién del capital, puede concluirse que es necesario dejar que los campesinos “se tomen su tiempo” y faprendan mediante la observacién y la experiencia las. ven- tajas de una organizacién racional y modema de la produccién agricola, Tal parece haber sido la perspectiva general de ciertos paises socialistas de la Europa del Este y del Sud-Este. ‘Observemos ahora un gran pais con wn pequefio oasis industrial en un océano de agricultura de subsistencia. AMI, el excedente engendrado por la industria es necesarianiente aébil, y Ta ayuda extranjera que pueda ser ohtenida realmente no es en el mejor de los casos més que una gota de agua con relacién a Jas necesidades de desarrollo. En un pais asi, cl deseo de los campesinos de poseer parcelas individuales no es, por tina serie de razones econémicas y culturales, ni obse- sivo ni esti siempre presente; su economia agricola puede por Jo tanto ser orfentada hacia la explotacién eooperativa, © sea un sistema de grandes “fAbricas rurales” estatales y un rendimiento ereciente. La aristocracia, los campesinos ricos, Tos tenderos de aldea y los prestamistas desalojados en el curso del proceso pueden ser integrados en la nueva economia agricola 6 encontrar un empleo en los sectores en expansion de la industria y de la distribucién. ¥ el excedente que ellos se apropian puede devenir disponible para el desarrollo econémico, Tal parece ser, en pocas palabras, el modelo de la estrategia china de desarrollo econémico. Finalmente, consideremos a una republica bananera 0 azucarera (si se puede endilgar esta designacién lisonjera a las dictaduras semicoloniales en cuestién), en la que lo esen- cial de la produccién agricola se realiza en las plantaciones, y donde la poblacién rural se compone sobre tado 0 en gran 54 Paul A, Baran parte no de campesinos sino de obreros agricolas. En un pafs semejante, la expropiacién del campesino por los propictarios nacionales o extranjeros de las plantaciones ha sido tan cone pleta que Ja mentalidad del proletariado rural ha perdido hasta la imagen de la propiedad individual de la tierra. Alli, Ja distribucion de las tierras previamente parceladas no esta del todo a la orden del dia, y Ia nactonalizacion de las planta- ciones pone inmediatamente a disposiciéu de la sociedad en su conjunto él excedente que hasta ese momento se apropia- ban las compafias nacionales y extranjeras. Esto no quiere decir que la totalidad del excedente asi extraido pueda ser destinado a la inversién, Es necesario quizis utilizar una gran parte para clevar inmediatamente el nivel de vida mise- rable de la poblacién trabajadora. Ademés, las complicaciones en el proceso de reorganizacién econémica, las dificultades Para encontrar nuevas fuentes de aprovisionamientos esen- ciales, asi como nuevos mercados para las exportaciones habi- tuales (complicaciones debidas en gran parte al sabotaje y a la obstruccién de parte de Ia antigua clase diigente en él interior y de sus aliados y protectores extranjeros) pueden’ temporarlamente disminuir la produecién total y por tanto el volumen del excedente disponible. En tal Stuacién, la posi bilidad de superar todos estos obsticulos depende de una variedad tal de factores econémicos y politicos interiores y ‘exteriores que es casi imposible encontrar una solucién gene- ral apropiada para cada caso. Fl ejemplo en el que pienso es evidentemente el que ofrece la historia agitada de Cuba después de su gran revolucién. De tal manera, cada pais subdesarrollado presenta _un amplio inyentario de estructuras econémicas, sociales, cultu- rales y politicas, y nada seria mAs vano que ensayar hacerlas entrar a la fuerza en el molde rigido de una “prescripoion universal”. Pero asi como la satisfuccién intelectual que provoca el descubrimiento de una vasta férmula general no debe desviamos de la atencién que merece la especialidad de las realidades concretas, del mismo modo la atencién prestada ‘al detalle no debe impedimios las visiones penetrantes que slo puede suministrarnos el pensamiento generalizador, 8 decir tedrico, Esto me conduce a Jo que he llamado anterior- Feonomta politica y politicas econémicas 55 inente una reafirmacién de mis opiniones sobre el problema fundamental que se les plantea a los paises subdesarrollados. Las nociones principales, que es preciso no dejar oscurecer por cuestiones de importancia secundaria 0 terciaria, son fundamentalmente dos. La primera sefiala que si se trata de obtener un desarrollo econdmico rdpido, la planificactén econémica total es indis- pensable. Es cierto que se puede confiar en que de pequefios cambios progresivos, de alguna manera marginales, resultarén oscilaciones espontaneas. Habitualmente puede obtenerse un aumento de algunos puntos en la produccién de una merean- cia ya producida sin realizar un gran esfuerzo de pla- nificacion, simplemente con aumentar un poco los pre- cios y dejando “actuar por si solos” a los ajustes necesarios. ‘un 8-0 10 % anual, por ejemplo, si pata obtenerle es preciso transformar radicalmente el modo de utilizacién de los recur sos humanos y materiales de una nacion, abandonando ciertas ramas menos productivas en beneficig de otras, entonces tinicamente un esfuerzo de planificacién firme y de vasto aliento puede permitir aleanzar tal objetivo. Hasta el presente no existen desacuerdos entro los investigadores respecto de este punto. Y lo que es mas importante ain, la experiencia hiistorica no ofrece 1a menor ambigtiedad al respecto. No cobstante que Jas evaluaciones mis moderadas de las tasas de crecimiento per cépita en los pafses socialistas han sido del orden del 10% anual, en los paises capitalistas, tanto avanza- Pero si se desea que la produecién total de un pais crezca en dos como subdesarrollados, ellas superan raramente el 3 %, salvo en circunstancias excepcionales, tales como los booms de la época de la guerra y Ia reconstruccién posterior. La segunda nocién de importancia capital es que ninguna planificacién digna de ese nombre es posible en una sociedad donde los medios de producci6n permanecen en poder de los fntereses privados que los administran con vistas a procurar sus propietarios el méximo de ganancias (0 Ja seguridad u otras ventajas privadas). En efecto, est en la esencia misma de la planificacién total con vistas al desarrollo econémico (Jo que la vuelve de hecho indispensable) que el modo de | yeparticién y de utilizacién de los recursos que ella debe imponer para alcanzar sus objetivos sea necesariamente dis. E finto del modo existente en el statu qua. Y como el modo existente de reparticion y de utilizacién de los recursos corres ie, Nene aproximadamente, a los intereses de la clase lominante, es inevitable que todo esfuerzo serio de planifica- ‘eién provoque un conflicto agudo con esta clase dominante y sus aliados interiores y exteriores. Dicho conflict puede Ser reglado segin tina de las tres maneras siguientes: 1° la Comision del Plan, cuando es un gobiemno capitalist quien la "crea, es controlada como el mismo gobierno por los intereses dominantes, sus actividades se convierten en una parodia, y_— ‘su existencia sirve para mantener en Ja poblacién Ja ilusién de que “se esta haciendo algo constructivo” para el desarrollo SSformista que penmanece en mayor o menor medida insen> ntereses, est4 compuesta de reformadores honestos que creen , ‘en Ia independeneia y en Ia omnipotencia del Fstado en la | sociedad capitalista y que se proponen realizar cambios rofindos en la economia nacional: en este caso, la Comision Se enfienta necesarlamente a ln resistencia obstinada y al Sabotaje de la clase dirigente, Ella obtiene pocos resultados, si llega a obtenerlos, y se hunde en un estado de frustracién y de impotencia cuyo resultado es desacreditar Ia nocién misma de planificacion ante los ojos de gran parte de Ta” Un amplio movimiento popular que se bate sin tregua contra os beneficiarios atrincherados del antiguo régimen; aparece _ : entonces como el principio fundamental de organizacién de Ja economfa por una revolucién social victoriosa que se propone destruir Ia antigua clase dirigente al mismo tiempo Que la propiedad privada de los medios de produecién sobre Ta cual reposa la existencia misma de tal clase. ; Podié abjetarse que todo esto cs verdad a condicién de ‘que se admita la premisa fundamental, a saber que lo nece- sario es un desarrollo econdmico rdpido. Pero por qué este apresuramiento? gPor qué esta “obsesi6n” por el crecimiento eeo- - mica, para emplear la expresion de tna obra reciente sobre Ja. , ‘econdmico; 2° la Comision del Plan, institufda por un gobierno jj sible 2 las influencias, presiones y corruptelas de los grandes - poblacién; 3° el Plan se convierte en el grito de guena de ‘economia soviética? El solo hecho de planteay estas preguntas feuestra Ia distancia intelectual quo separa a los observadores mivdentales de Jas condiciones de vida de los paises subde- Strrollados y del estado de espiritu de los pueblos que las Shfren, Nuostro tiempo se caracteriza por no aceptar més la sniseria, él bambre y la enfermedad como un destino ineluc- table; nuestro siglo es aquel donde Ja edificacion soctalista hha pasado del dominio de la teoria al de la prictica, Los pueblos de las regiones atrasadas saben ahora que el progres Seonémico y social puede ser organizado si se tiene Ta volun, tad, la determinacion y el coraje de declarar la guerra al Subdesarrollo, st se tiene Ja voluntad inquebrantable de llevar Sdelante esta, guerra contra In resistencia feroz de los explo- tadores de dentro y de fuera. wv ‘La experiencia hist6rica nos ensefia que esta lucha es prolon- gada, dura y cruel, La victoria de la revolucién social, aunque Secisiva, es solo el “primer round’. El establecimiento del modo de produccién capitalista y del reinedo de Ta burguesia, al donde se realiz6 plenamente, exigié siglos de luchas © apocalipticas. No podriamos esperar, ni siquierl en, muestra época de uceleracion de la historia, que la mis grande tran’ Formacion social que se haya producido, tn abolicion de le propiedad privada de los medios de produecion y per, tanto. Be la explotacién del hombre por el hombre, pueda ser yealizada en algunas decenas de afios. Es comprensible que hhaya quienes consideren que la pendiente es demasiado abrupta y In ascensién desesperadamente dificil, Como es imposible emprender aqui un andlisis completo de. los obsthenlos y de los problemas que se oponen al progreso de Ta construcei6n socialista, me limitaré a algunas observa” clones sobre Jos sectores en los que dichos obsticulos y pro blemas se manifestaron més particularmente en los ltimos afios, El més importante de esos sectores es el marco internacional cen el que las revolucianes sociales, no importa dénde ni con ‘qué caracteristicas se produzean, encuentran la hostilidad ee Paul A. Baran implacable de la clase dirigente de los EEUU, que constituye la fortaleza mas poderosa de Ia reaccién en el mundo actual. No existe régimen lo sulicientemente corrompido, ni gobierno lo bastante criminalmente negligente frente a los intereses vitales de su pneblo, no existe dictadura, por més retOgrada y cruel que ella sea, que no enente con el apoyo econdmico, militar y moral de la potencia dirigente del “mundo libre”, mientras permanezcan fieles a Ia Santa Alianza antisocialista, Al inismo tiempo, no existe movimiento popular, por més democrittica que haya sido su designacién y por més devacién que tenga por el progreso de su pueblo, que pueda contar ni siquiera con Ia no-intervencién de quienes no dejan nunca de proclamar hipécritamente su fidelidad al progreso social y a las formas democriticas. La agresividad inagotable de las potencias imperialistas, grandes © pequefias, es el mayor de los obstculos al progreso econémico y social de los paises que adoptaron el camino de la edificacién socfalista 19, Al considerar la cuestién en términos puramente econémicos y al considerar el peso de los gastos militares impuestos a les paises socfalistas por la amenaza siempre presente de la agresién imperialista, se verifica de manera evidente el peso que sus enemigos de clase obligan a soportar a las sociedades socialistas en nacimiento 20, El hecho de que recursos considerables sean retirados de la investigacién, de la construccién de viviendas, y de Ia produecién de bienes de consumo, para ser consagrados. al mantenimiento de los medios de defensa indispensables, aminora la tasa de crecimiento do los paises socialistas, impide que el nivel de vida de sus pucblos se cleve més répidamente, provoca sin cesar fricciones y estrangulamientos en sus econo mias. Las sociedades socialistas deberin soportar dicho peso mientras exista la amenaza del imperialismo. Disminuira sélo en la medida en que las economias socialistas se hayan con- vertido, a pesar de él, en lo suficicntemente fuertes como para reducir considerablemente su peso relativo. El segundo sector en el que las dificultades de los pafses socialistas han sido mAs notorias, es el de la produccién agricola. Alli, las fuentes de perturbacién son miltiples. El proceso de industrializacién, necesariamente acompafiado de Economia politica y politicas econémicas 50 tuna migracién del campo hacia las ciudades, y el manteni: ee ie ce Centaron sensblemente ta denanda total de alimentos de otros productos agricolas. Este acrecentamiento de la deman- Ga no se ha visto acompafiado en general en ninguna parte por una expansién suficiente de la oferta. Esto proviene ante todo del hecho de que en los paises donde impera en las aldeas un subempleo considerable, la productividad por persona actica ha podido ser aumentada con relativa, fact fidad, mientras que el acrecentamiento de la productividad por hectdrea ha sido extremadamente lento. Fl fenémeno que podria denominarse la revoluclin mecénica de 1a agricultura, provocada por Ja intreduccidn de la electricidad, de los trac lores, de las sembradoras-cosechadoras, etc., cumplié su cometido liberando a millones de campesirios para empleos no-agricolas, pero sin provocar los aomentos espectaculares del rendimiento por hectdrea que esperaban numerosos economistas, marsistas o 10. El aumento del rendimfento, por hheetinea parece depender mucho ins de lo que se cre(a de la revolucion quimica de las téenicas agricolas, del empleo de ‘abonos sintéticos y otros, de la seleccién de las semillas, de la adopeién de nuevos métodos de crianza de ganado, ete. Este es uin proceso inevitablemente lento: aumentos de ren dimiento por hectérea cereanos al 2.03% anual son considerados por los agrériomes como muy importantes. Y para alcanzar tiles tasas hay que disponer de Jos elementos necesarios (abonos, semillas seleccionadas, reproductores, etc), pero también de la habilidad, diligencia y paciencia de los agri- cultores 21, Todo esto nos conduce a otra complicacién que apareciers en Ja Unién Soviética y en otros paises socialistas en proceso de industrnlizacii. Proviene del hecho de gue la tndustie: lizacton de un pais agricola, en especial en sus fases iniciales, aren oe te Ponte Ta “glovificacion” del trabajo industrial, que adquiere un prestigio y un atractivo mucho mayores. La implantacion de vastas empresas y los extraorelinarios aportes de la energia eléctrica que revolucionan las condiciones de existencia en regiones enteras, las apasionantes realizaciones © Paul A, Baran debidas al constante progreso de las técnicas, ocupan el y cuentan con el apoyo de gran parte de la publicidad, det fn objeto de un orgullo intonso y por otra parte justificado, y cuentan con el apoyo de gran parte de la publicidad del esfuerzo politico y oxganizativo del gobierno, asi como de los raros talentos administrativos y cfentificos disponibles. En | comparacién, la penosa servidumbre cotidiana del trabajo agricola se refleja on el trasfondo griséceo y lagubre de la vida social. Un joven que tiene ambiciones, aptitudes y ener- aias, ya no quiere permanecer “enterrado”, esclavo del “creti- nismo de Ja vida rural”, no quiere ver su crecimiento y sa desarrollo limitados a lo que puede hacerse en una colectividad agricola, aunque ésta sea Ia mis progresista. El atractivo de a ciudad, de las ocasfones que ofrece para el progreso, mate- rial y social, para la educaci6n, la participacién en las activi dades culturales, 0 en el puro y simple esparcimiento, asi como el deseo de convertirse . Al formu- lar esta observacién, Marx ha insistido sobre las formas hist6- ricas tomadas por el excedente y sobre el papel de estas Giversas formas en la historia econémica, Jo cual era un punto de vista extremadamente profundo, confirmado hoy en dia por la obra de los historiadores, los socidlogos. y_ los etndlogos. Por eso, la desaparicién de la nocién de “excedente econd- mico” dela obra de la mayor parte de economistas no marxistas que escribieron después de 1850-1870 es realmente sorprendente. Las razones de esta desaparicién son numerosas. No es mi propésito examinarlas todas; solamente indlearé algunas. ‘Tenemos, primero, las propias transformaciones econdmicas | capitalismo desarrollado tenfa sus propias formas de des farro del excodente, pero denunciatlas no tenia sentido para economistas que pensaban que este capitalismo era la mejor forma, o la mis xacional, de la organizacién social. Para ellos este despilfarro no era tal, no correspondia a un verdadero uso del excedente, pero constitufa un costo socialmente nece- sario de la produccién corriente. "En estas condiciones, 1a magnitud econdmica al parecer ‘més significativa para el crecimiento era la inversion y no el ‘excedente. a Esta manera de pensar tenfa ademis otro origen. Tos econo= mistas de la segunda mitad del siglo if IX habian renunciado al enfoque macroeconémico, Su anilisis se situaba a nivel de la empresa y del consumidor. A este nivel, la inversion no parece tener su origen en un excedente social sino en una decisin de ahorro individual. ( ‘Asi, cl respeto del orden social existente y la atmésfe individualista de este orden social han contributdo a la desa~ paricién de Ia nocién de “excedente” de las obras de los ‘economistas que han vivido en este respeto y en esta atmésfera, La nocién de excedente econémico, desde entonces, ha si pparcialmente remplazada por las nociones de inversién y ahorro. Desgraciadamente estas nociones no son tan ricas. No permiten esclarecer de manera satisfactoria el origen social del ahorro y de la inversion, No permiten sacar a la luz los vvineulos existentes entre el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, por una parte, y la amplitud y las formas de uso del fondo de inversién, por otra parte. ‘A las razones de desaparici6n de Ja nocién de de consumos que se elige” (p. 60). *Si la primera de las tres nociones anteriores, en razén de sn identidad con las nociones de ahorro y de inversién, no afiade, en mi opinién, ningiin instumento analitico nuevo a El concepto de “Excedente econdmico” 7 aquellos de los que disponian los economistas, las otras dos nociones me parecen extremadamente importantes. Los and- lisis que Paul Baran presenta demuestran cudn rica es la nociin de excedente econdmico y cui necesaria es para una teorfa econémica que trate no solamente de describir el pasado sino también de evaluar las potencialidades del pre- sente y del futuro. En lo personal, pienso que estos anslisis de Paul Baran constituyen un aporte fundamental al progreso del pensa- miento econémico. En mi criterio, las nociones de excedente econ6mico potencial y de excedente econémico planeado deben ser conservadas y debe ahondarse en ellas” (pp. 12-114). Excedente econémico y pluscalia Detengémonos sin embargo en el concepto que plantea mayores dificultades, a saber el de “excedente econdmico potencial”. Baran considera que el excedente econdmico potencial esti constituido por la diferencia entre la produccién que SE PODRIA obtener en un ambiente técnico y natural dado (mediante la ayuda de Ia totalidad de los recursos productivos utilizables) y el consumo RACIONAL o ESENCIAL. Esta categoria excluye de la plusvalia lo que podria ser denomi- nado “consumo esencial de los capitalistas” y aquellos. gastos gubernamentales considerados como esenoiales, esto ¢s racio- ales [pero ello implica Ja necesidad de un concepto de racionaliad lo suficicntemente preciso y universal para saber distinguir entre lo que es esencial y lo que no lo es. Y aqui reside quizés la dificultad principal que plantea esta categoria}; pero incluye algo que deja de lado la plusvalia: a produceién perdida a causa del desempleo o ol mal. uso . de los recursos productivos. Segiin Baran, “este excedente aparece bajo cuatro aspectos distintos: 1) es ¢l consumo excesivo de la sociedad (predominantemente de los grupos de elevados ingresos, pero en algunos paises .... también de las lamadas clases medias; 2) es el producto que pierde la sociedad por la existencia de trabajadores impro- ductivos; 3) es el producto perdido a causa de Ja organi a “gacién dispendiosa & irracional del _sparato productive | Gxistente; 4) es el producto no materializado a causa de “Ja existencia del desempleo, el cual se debe fundamental- mente a la anarquia de la produccién capitalista y a la Gnsuficiencia de la demanda efectiva... Su realizacion presu- ‘pone una reorganizacién mis o menos dristica de 1a produc- ‘ign y distribucién del producto social, ¢ implica cambios de gran alcance en Ja estructura de la sociedad” (EPC, pp. 40-41). "Este concepto, de por sf bastante ambiguo, presenta enor mes difictltades para su determinacién estadistica, dificul- fades que Baran refiere al hecho de que la categoria de surplus “potencial”, “trasciende el horizonte del orden social fexistente, al relacionarse no s6lo con la actuacién facilmente ‘observable de una organizacién socioeconémica dada, sino también con la imagen menos ficil de concebir, do una sociedad ordenada en forma mAs racional” (EPC, p. 41). © Khora bien, gcuéles son las razones que impulsan a Baran y a Sweozy a sustituir el concepto de “plusvalia’, por el de *oxcedente econémico” (en sus distintas formas)? Las razones surgen claramente de lo expuesto con anterioridad. Son los cambios producidos en Ia utilizacién del excedente, y Tas Gistintas formas que éste adquiere, los que reclaman la utili- zacin de categorias analiticas que mantengan wna mayor adherencia con Ia realidad presente de Ja sociedad capitalista- monopolista, Para ambos autores, la “plusvalia” es identifi- ‘eada en Ta mente de Ja generalidad de los marxistas, precisa mente como la suma de ganancia, interés y renta, Es cierto que Marx «demostré en algunos pasajes de BI capital y de - Teorkas sobre la plusvalia, que la ‘plusvalfa’ comprende tam- ‘bién otros elementos como Jas entradas del Estado y de la Tglesia, los gastos de transformacién de las mercancias en dinero y los salarios de los obreros improductivos. Sin embar- igo, en general considera a csos elementos como factores: seeundarios y los exeluye de sus esquemas teéricos funda: mentales, Somes de opinién que con el capitalismo monopo- ista este modo de proceder no se justifica mis y esperamos. que tna modificacion terminolégica (el uso del concepto de ‘surplus’ en luga® del de ‘plusvalia’) ayude a realizar Ia necesaria modificacién tedrica...» (Monopoly Capital, p.10). Significacién tebrica e tdeol6gtoo-politica de lo utilizacién del concepto de “excedente”. La sustituctén de la categorfa de “plusvalia” por la de “exce- dente” no se reduce, por lo tanto, 2 un mero problema de terminologia, Signifiea um desplazamiento de) centro del anélisis, no puesto ya en el campo de Ia produccién, como en Marx, sino en el de la distribucién. Sin embargo, podemos preguntarnos si al realizar tal desplazamiento no renuncian Ge hecho al instrumento interpretativo fundamental de la sociedad capitalista, premisa y mévil de la organizacién de Ja lucha por su superacién, no renuncian al concepto de explotacién y a la consecuente figura tebrica de la plusvalia, ‘Ambos autores gno resultan de hecho prisioneros de lo que Marx denomina la “apariencia” capitalista? Para cualquier marxista que se precie de tal. In “plusvalia” es un concepto mucho més profundo que el identificado por la mera adicién de ganancia + interés + renta, puesto que se vincula al momento mismo de Ia produccién de mercancias y a las rela ciones sociales sobre las que ésta se funda en el régimen ‘eapitalista, Pero si el campo de la produccién (vale decir, el campo de edmo se genera la plusvalia o el excedente), es dejado de lado en el andlisis, y la atencién esti puesta en. el proceso de absorcién del excedente, se deja de lado tam- bién el estudio de las consecuencias que acarrean las trans- Formaciones téenicas tipicas del periodo del capitalismo mono- polista sobre el cardeter del trabajo, la composicién y dife- renciacién de la clase abrera, Ia psicologia de los trabajadores, las formas de organizacién y de lucha de la misma clase obrera, Desde el punto de vista de la distribucién y del “con- sumo” en la “sociedad opulenta’, Ja clase obrera de los capitalistas avanzados aparece entonces como integrada al sistema y desaparece coma agente del cambio historico, Su Duesto és ccupado por Ios marginados de la sociedad capl- talista, los desocupados y.no ocupables, los trabajadores agri- ‘colas sin puestos fijos, los habitantes de los ghettos sociales 80, Pasado y Presente de las grandes cindades, las minorfas raciales, los intelec- tuales, y las masas explotadas del Tercer Mundo. A partir de esto, es coherente la conclusion que extraen Baran y Sweezy en Monopoly Capital; “La iniciativa revolucionaria anticap!- talista que pertenecia al proletariaco de los paises desarrollados hha pasado a manos de las masas empobrecidas de los paises subdesarrollades que Iuchan por liberarse de la dominacién y de In explotacién imperialista, Son las exigenclas de esta lucha de clase internacional, como tratamos de demostrar, las que Gesempeiian un papel cada vez mis decisivo en la determi. nacién de la utilizacién del surplus, y por tanto, de todo ol cardcter total de la sociedad en las potencias imperialistas dominantes” (pp. 9 y 218). En lo que respecta a los Estados Unidos, “el problema racial, representa uno de los nexos cxiticos entre la lucha de clase internacional y el equilibrio interno de las fuerzas sociales en los EEUU”, los obreros de 7 la industria, por el contrario, “constituyen una decreciente minoria de Ja clase obrera americana y sus centros organiza- tivos en las industrias fundamentales han sido en gran medida integrados en el sistema como consumidores y miembros de Ja sociedad, ideolégicamente condicionados” (p. 363). Son estas formulaciones las que impulsan a un eritico corm nista italiano (of. Giorgio Mori: “Un contributo alla teoria del capital monopolistico”, Critica marxista, V, n. 6, 1967, p.84) aafirmar Io siguiente: “Estamos convencidos sin embar- £0 que este libro [se refiere a Monopoly Capital] constituye Ta primera elaboracién efectiva, articulada, y formalmente argumentada, de la plataforma de un verdadero neo-revisio- ‘nismo, el revisionismo correspondiente a una época hist6rica en Ja que cl revisionismo tradicional, de impronta socialde- mécrata, ha fracasado por completo y se ha desplazado, en fl plano ideal y cultural, al campo de los que luchan por” mejorar, corregir, revitalizar la sociedad capitalist. Una &poca en la que el revisionismo tradicional es extrafio a Ta cha por el socialismo”. ‘Sin embargo, no podemos considerar como satisfactoria esta caracterizacion del grupo de intelectuales que ditigen Mon- ” thly, Review, wna de las pocas publicaciones marxistas inde: pendientes que ha logrado sobrevivir en los Estados Unidos. BL concepto de “Excedente econdmtca” al ‘Asi como tampoco es satisfactorla la respuesta polémica “ortodoxa” contra Ia estrategia planteada yor los tedricos de Ja primacta revolucfonaria del Tercer Mundo. Muchos de tos hechos producidos en el mundo en las iiltimas décadas pare- cieran confirmar algunas de sus tesis fundamentales. A par- tir de las limitaciones técnicas de los partidos comunistes, surgen como es obvio tendencias centrifugas que intentan Glaborar nuevas interpretaciones. En una época, podia ser facil combatirlas, porque el patron de medida lo constituia su grado de alejamiento del ceatro considerado como guia. Hoy, dicho centro no existe, Ninguna autoridad puede deci- dir sobre la veracidad cientifica de un postulado. La “cienti- ficidad” de una concepcién estratégica debera resolverse en cl anilisis de sus propics postulados, de su coherencia interna, de la acci6n politica a que pueda dar Jugar. Tampoco so los puede acusar, como era costumbre, de compromiso con el imperialismo (“gCémo silenciar —dice Mori en el articulo citado— el hecho de que Monopoly Capital tiene una simple y provocadora dedicatoria: “For Che”, que repugnari a la enorme mayoria de sus compatriotas colegas de profesién?”). Es preciso admirarlos por su capacidad de resistencia en un medio tan hostil como es el de los Estados Unidos. Los recien- tes sucesos de Francia demuestran que muchas cosas han cambiado y otras se niegan a cambiar en el interior de Jas fuerzas socialistas, Indudablemente, habra gente que se encar~ gark de extraer, de. estos sucesos, las consabidas conclusiones sobre la imposibilidad prictica de la ruptura revolucionaria, Otros, quizas los menos, someterdin las teorias al arma de Ja critica. Y este es un hecho muy positive. Cuando en la historia se. produce un viraje radical, las cristalizaciones teérk cas estallan en mil pedazos. ¥ lo que en la superficie aparece como fragmentacién total del mundo socialista, en su esencia no es més que otro paso adelante en la conquista del hombre nuevo en una sociedad racional. “Gris es la teoria, amigo mio, pero verde es siempre el Arbol de oro de la vida", repetia Siempre Lenin recordando las sabias palabras del Fausto. Pasado y Presente El compromiso det intetectwal 1. Discurso pronunciado ante la Asociaciém Norteamericana— para el Progreso de la Ciencia, en Nueva York, el 27 de diciembre: Ue 1900 y publicado en Monchly Review de febrero de 1961. Los subrayados son del original. ‘2. Para evitar un posible malentendido digamos que los tra ‘bajadores intelectuales pueden ser (y slgumas veces lo son) inte- lectuales, y que. lor intelectinies son freeuentemente trabajadores dei intelecto, Digo freeuentemente, porque mas de un trabajador industrial, artesano 0 granjero puede ser (y lo ha sido a menudo’ fen algunas’ situsciones “histGrices) un intelectual sin ‘necesidad. de ser un trabajador del intelecto, eCrisis del marzismo? 1, Esta cuestién es explicada ampliamente en el capitulo IT de nuestra obra: La economia. politica del crecimiento RCE, Mé- ‘xico, 1959, pp. 62-107. Economia politica y politicas econémicas 1, “Lo que en nuestra economia privada se denomina: derroche es la manera en que las personas ganan su vida y al hacerlo. expanden el bienestar entre todos. Es la manera en que todos nosotros nas procuramos nuestras. cscuelas resplandecientes, nues: tros hospitales, nuestras rutes y otros equipamientos ‘pablicos'.” The Wall Street Journal, 7 de octubre de 1960, p. 1 2, “The. Corporation: How much Power?” What” Scope?” (Ea sociedad anénims, su poder, su dominio) en Edward S. Mason, The Corporation in Modern Society (La sociedad andnima en la sociedad moderna}, Cambridge, Massachusetts, 1999, p. 101. 3. Told, p. 2. 4. Tibor Scltovsky, “On the Principle of Consumers’ Sove- xeignty” (El principio’ de la soberania del consumidor), American Economie Review, mayo de 1962. Agradezco al profesor Scitovsky que me haya suministrado una copia de este articulo antes de su publicacion. 5, Of por efemplo, James Cook, Remedies and Rackets, (Re: medios y Rackets}, New York, 1938, passim: y “Behind the F.C.C Scandal (Después ‘del escdndalo de la F.C.C.}, Monthly Review, abril de 1958, 6. Ct. Gonls for Americans (Los objetivos para los Amerlea- pos, Informe in, Gomisin,preldencil para Yov fines de Ia Naclin, Now York, 1960, passim, 7, Welfare and Competition: The Economics of a Fully Em- ployed Economy, Chicago, 1951, p. 450, (hay edic. cast.). 8. “En ese mismo momento, los medios oficiales se inclinaron por una nueva oleada de pedidos militares, con preferencia a un gran programa de trabajos piiblicos 0 a una reduceién de los impuestos, en el caso en que decidieren que Ja economia necesitaba de un nuevo impulso” (Business Week, 9 de diciemabre de 1961.) Y esta “inclinacin oficial” no existe slo “en ese mismo momen- to". En efecto, “ciertos eonsejeros militares son favorables a la idea de los refugios, pero quieren plantearla en el momento en. ‘que 1a economia necesite de un estimulante". (Ibid, 4 de noviem- bre de 1961.) Los refugios estén destinados, por lo tanto a pro- teger a las personas no contra las cenizas radioactivas sino contra a crisis y 1a desocupacion. 10. Para un examen més extenso de esta cuestidn, ef. mi tra- bajo Marzism and Psychoanalysis, New York, 1960 (hay edic. east.: Marzismo y psicoandlisis, MLR. - Jorge Alvarez, Bs, Aires} ‘gue contiene una conferencia sobre ese tema, las eriticas y mi Fespuesta, 11, Simone de Beauvoir, Los mandarines, Edit. Sudamericana, Bs. As, 1962, 3 Ed. 12. Cf, su comentario a mi libro La economla polities del crect- qplenio en The American Economie Review, mareo de 1958, B. Citado en Steuart Henderson Britt, op. cit, p. 31. 1a, Le ha correspondido a Schumpeter, seguido luego por Berle, Galbraith y otros, hacer un esfuerzo por salvar el “honor” de las. ganancias de los monopolios prociamando que tales ganancias eran también “eostos de produceién necesarios”. Esta proeaa fue realisads al sefialar que, para gue se produzcan innovaciones tGenicas, es necesario que los inmovadores puedan realizar las Sananelas de monopolio, y que es 1a ganancla de monopolio ia gue permite 2 les empresas mantener los costosos laboratorios de investigacién, ete. El vicio estitico se convierte as{ en una virtud dingmics, y 1a aprobacién global del statu quo destruye la altima tentativa Hechs por la teoria econémica por conservar un minimo de criterios racionales aplicables al funcionamiento del sistema capitalista. 14. Es claro que si el sslarlo de los 20 trabajadores improduc: {vos es superior a cinco panes por persona, como es realista suponerio, entonces seré preciso disminuir los salarios de los, obreros panaderos, o las gunanclas, o ambas cosas. En el primer caso, el excedente es mis elevado; si se disminuye las ganan sigue siendo el mismo; si se reducen ambos, el exeedente se acre- cienta en proporcién @ la reducelén de salarios. 15. Sea dicho al pasar, esta ilustracién nos muestra otras dos cosas interesantes, La primera, es que las estadisticas habituales tienden a sugerir que Ia productividad por trabajador de la indus tria panadera aumenté menos de lo que en realidad aumenté. Si hay 100 hombres empleados en la empresa en euestién durante ‘al periodo I y el perfodo II, a pesar de que la producci6n ascendis de 200 a 1.000 panes, pateceria que la productividad aument6 en un 400% y no en 525% como ocurrié en reslidad. Clerto os. ‘Que una atenta “depuracién” del denominador fuerza de trabsio. utilizado en este cAlculo, con vistas a limitarlo Gnicamente a 108 trabajadores productivos, podria corregit este error, pero las esta- Gistieas habituales mostrarfan que los salarios han aumentado exactomente en la misma proporelén que la productividad (de ‘uno y cinco panes), mientras que en realidad los salarios de los trabajadores productivos quedaron muy atrés con respecto a sd productivided, Si las estadisticas oficiales ofrecen indicacloues ‘tan falaces, ello no ocurre evidentemente por azar: es el efecto de Ins concepelones que guian sus presupuestos. Si la nocién de “exeedente econdmieo” no ha sido reconocida oficlalmente, y ai a casi insignificante distincién entre trabajadores “en la produc- eign” y “otros” sustituye a In diferoncla capital entre trabajadores productivos e improductivos, las estadisticas existentes disimulap én lugar de aclerar un aspecto ton importante de la realidad 16. American Capitalism: the Concept of Countervailing Power ‘capitalismo americano: el concepto de poder compensatorio), ton, 1952, p. 103.

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