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RISTOTELES| RVA NATURALIA PN are es ae i Soe alae: oi Titulo original: Parva nateralia Traductor: Jorge A. Serrano Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del Codigo Penal vigente, podran ser castigados con penas de multa y privacion de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artistica o cientifi- ca fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autoriza- cidn. © Traduccién, introduccidn y notas: Jorge A. Serrano © Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1993 Calle Telémaco, 43; 28027 Madrid; teléf. 741 66 00 ISBN: 84-206-0617-0 Depésito legal: M. 10.183/1993 Compuesto ¢ impreso en Fernandez Ciudad, $. L. Catalina Sudrez, 19. 28007 Madrid Printed in Spain Introduccién Muy pocas dudas cabrian, si observamos los estu- dios que de la historia de la filosofia se realizan actual- mente, de que en el siglo xx se ha estudiado a Aristé- teles mejor que a cualquier otro fildsofo. Frente a la vision puramente sistematica que dominaba tanto en el siglo xvi como en el XIX, aparecié una nueva orien- tacidn —indudablemente fruto del historicismo, cuyo iniciador fue W. Jaeger—, frente a la cual practica- mente no hay investigador que no haya tenido que tomar posiciones de alguna manera criticas, y hasta radicales. Resulta altamente curioso el hecho de que el siglo xix, muy influido por las tesis evolucionistas, no se haya planteado jamds, o practicamente jamas, al menos de una manera sistematica, la posibilidad de que Aristoteles hubiera pasado por diversas etapas en el desarrollo de su pensamiento. 7 Tal como sefiala Jaeger 1, es una de esas casi incom- prensibles paradojas en que abunda la historia del pensamiento humano el que jamas hasta ahora no se haya aplicado el principio del desarrollo organico a su creador. Sin dejar de considerar las innegables aportaciones que se llevaron a cabo en el siglo x1x en relaci6n con el pensamiento de Aristételes —sobre todo las gran- des ediciones totales 0 parciales de su obra, llevadas a cabo por espiritus como Bekker, Bywater, Susemihl, o los estudios de hombres como Bernays 0 Rose—, es un hecho indudable que el gozne en torno al cual gira nuestra visién actual de este autor viene a estar constituido por las rentovadoras tesis de W. Jaeger, ello sin negar —tal como el propio Jaeger reconoce— que ciertamente ha habido precursores en algunos de los aspectos centrales de su pensamiento. Pero se trataba de hipstesis o puntos de vista vicia- dos en su base, por no caer en la cuenta del principio fundamental, que hoy nadie puede negar ya: el hecho de que Aristételes, indudablemente, pasé por una eta- pa platonica, cosa que hoy consideramos incluso ldgi- ca, toda vez que pasd nada menos que veinte afios en la Academia y que tan largo contacto con su maestro no podia sino influir en las ideas de juventud del Ila- mado en la Edad Media «el Fildsofo». Si reconocemos una etapa platonica en la evolucién del pensamiento aristotélico, queremos decir, por otra parte, que deben plantearse seriamente tanto el sentido del hondo pla- tonismo que rezuman sus obras de juventud como los famosos «Didlogos» que los criticos del siglo pasado no llegaban a interpretar adecuadamente. De esta manera, los estudiosos tomaron una de estas dos deci- 1 Aristoteles, México; 1946. siones: o bien —como Bernays— aceptaban la autenti- cidad de la obra juvenil de Aristdteles, interpretando los elementos platonicos que se descubrian en ella como simples arrebatos de cardcter lirico, o —como Rose— se negaban a considerar que tales obras fue- ran auténticas. La senda, pues, parecia cerrada para elevarse a formular una teoria coherente. Y los timora- tos intentos llevados a cabo por hombres como Bywa- ter o Hirzel fueron reducidos al silencio por Ja autori- dad de la critica de Diels. Abonando lo anteriormente mencionado, sefala- mos aqui que Jaeger tuvo precursores que hay que reconocer. Indudablemente, uno de ellos fue Dyroff, que, siguiendo los principios de Bernays, se vio aboca- do al fracaso por la concepcién sistematica que tenia del pensamiento de Aristételes. E] mismo Jaeger, que en su primera obra sobre el tema —con fecha de 1912— no podia, por razones evidentes, conocer el estudio de Dyroff, sin embargo, se refiere a él en tér- minos generales, pero bastante explicitos, en su segun- do libro sobre la evolucién del pensamiento de Aristé- teles, con fecha ahora de 1923. Ahora bien, el principio metodoldgico adoptado por Jaeger en su tesis doctoral —Studien zur Entstebung der Metaphysik des Aristoteles, con fecha de 1912— con- siste, de un lado, en hacer aceptar aspectos concretos de las tesis dominantes en el siglo xix, concretamente el hecho de separar del conjunto de la Metafisica determinados libros, pero con una innovacidn basica que resulta decisiva: reconocer en el conjunto de la obra atistotélica estratos o capas. Tales estratos dela- tan una formacién como de aluvién —para emplear una metéfora—, en la que cada estrato es el testimo- nio de una época distinta. Fiel a este método filoldgi- co, Jaeger considera que para descubrir la constitu- cién de los tratados aristotélicos hay que aceptar la existencia de materiales procedentes de épocas dife- rentes e, incluso, de origenes diversos. Desde el momento en que aplica tal método, que se revela alta- mente fructifero para la Metafisica, aplica el mismo procedimiento a una obra posterior, donde se propo- ne ya, de una vez por todas, establecer las distintas fases por las que ha pasado el pensamiento aristoté- lico. EI punto de partida del trabajo de Jaeger es una constataci6n concreta: segin el testimonio de un bi6- grafo de Aristoteles —Dionisio de Halicarnaso—, éste escribié a Filipo de Macedonia que habia pasado veinte afios en la Academia de Platén, es decir, desde los diecisiete afios hasta casi los cuarenta. éQué ten- dria de extrafio, por consiguiente, que, a pesar de la recia personalidad del joven Aristételes, éste pasara Por una etapa marcada por un profundo influjo del gran maestro? La conclusién casi se impone por si misma: habria un estado platonico en la evolucién del pensamiento de Aristoteles. Si, por otro lado, nos consta, por las pruebas de que disponemos, la existencia de «didlo- gos» aristotélicos que se ocupan de un tema muy semejante al de la primera etapa del pensamiento pla- tonico —Fedén, Banquete y otros—, es decir, el tema del alma y de su inmottalidad, superado ya al entrar Aristoteles en la Academia, hay que suponer que éste lo conocié no precisamente por la ensefianza oral del maestro, que en aquellos momentos pasaba por la eta- pa critica representada por E/ Sofista, el Teeteto y otros, sino a través de la simple lectura que hizo de las obras de Platén. Jaeger distingue, a partir de este momento, tres grandes etapas en el desarrollo espiritual de Arietéte. Jes: una primera que podriamos denominar la etapa del aprendizaje; una segunda etapa en que , y el famoso Libro XII, que plantea los puntos mas importantes de su teologia, con la excepci6n del capi- tulo VIII que vendrfa a ser una adicion posterior, y, por ultimo, los capitulos ultimos del Libro «M» y todo el Libro «N». Piensa igualmente Jaeger que es en ‘Assos donde Aristételes escribe la famosa Etica a Budemo: sin embargo, este problema requeriria un tra- 4 Parva Natutalia tamiento mucho mds amplio y solamente lo hago constar aqui. En realidad, nada tan confuso como el problema de las cuestiones relativas a las tres Eticas aristotélicas, como de todos los especialistas es reco- nocido. Igualmente, en Assos habrian sido redactados algu- nos libros de la Politica, y en especial aquellos en donde se ataca la concepcidn ideal platénica. Por su estilo hay que colocar en este mismo periodo las obras Del cielo y Sobre la generacion y la corrupcién. Nadie deja de reconocer lo fecundo que es este segundo periodo en la evolucién de Aristételes. Hay que entender que su estancia en Mitilene, donde funda otra escuela, se encuentra comprendida dentro del mismo periodo evolutivo. Por ultimo tendriamos la etapa final de la evolu- cién del pensamiento del discipulo de Platén, si es que seguimos las ideas de Jaeger; esta etapa coincide con la segunda estancia del Estagirita en Atenas, a donde regresa cuando Platén muere, para fundar El Liceo. Su actividad se va a caracterizar ahora, como Jo reconoce Jaeget, por una entrega a la investigacién y a la «estructuracion de la ciencia». De acuerdo con Jae- ger, proceden de este segundo perfodo en Atenas obras como la Meteoroldgica, los tratados antropolégi- co-fisiolégicos —parte de De Anima, «Las partes de los animales», Parva Naturalia—, amén de otras activi- dades de recopilacién de datos histéricos y arqueolé- gicos con vistas a escribir obras de cardcter histérico general: De las constituciones, De las diversas ciencias, y de otros tratados semejantes. Para decirlo en una palabra: parece como si Aristételes se decantara hacia un tipo de ciencia que, a diferencia de la etapa anterior, tien- de hacia un cierto positivismo. De esta manera lo da a entender Jaeger en su libro general sobre Aristoteles, Introduccién 15 aunque pata responders a las criticas a las que su tesis fue sometida escribio a Saffrey, en una carta particu- lat, lo siguiente: «yo no creo haber tenido jamas la iptencién de transformar a Aristoteles, en los ultimos afios de su vida, en un positivista cientifico de tipo moderno, 4 sostener que durante sus ultimos afios renunciara a la Metafisica» 2. Parva Naturalia A lo largo de los tiempos se ha conservado el ‘nom- bre de Parva Naturalia para designar una serie de pequefios tratados en los cuales Aristdteles expone algunas cuestiones relativas a la psicologia y a la biclo- gia humana y animal. Desde un cierto punto de vista se trata de algunas funciones comunes al alma y al cuerpo. No debe pensarse que estos pequefios tratados se encuentran aislados en la obra de Aristételes. El trata- do «De la sensacion y de los sensibles» se encontraba prometido en la Meteoroldgica y aparece citado en «De las partes de los animales» y en «De la generacién de los animales»; lo mismo ocurre con el tratado acer- ca «De la memoria» y «Del suefio», y como estos frata- dos se encuentran bajo la dependencia de «Del senti- do», que contiene una introduccién comtn a todos, Aristételes pudo designarlos con el titulo general de «Del sentido». El referente a la memoria, mencionado por los comentadores, cita el «Del alma» en especial, pero no es citado sino en el «Del movimiento de los animales». El referente al suefio forma una serie con el del insomnio y el de la adivinacién por los suefios; el 2 Ibid. p. 39. 16 Parva Naturalia relativo al suefio anuncia el del insomnio. El referente a la «Longevidad y brevedad de la vida» es menciona- do, sin la indicacion del titulo, en el que se refiere a los animales, concretamente «De las partes de los ani- males». Tales son algunas de las principales indicaciones relativas al lugar que ocupa la Parva Naturalia en la obra de Aristételes. Entre los especialistas acerca del genial griego contamos con Hamelin; y es de este autor de quien he extraido las consideraciones ante- riores referentes a las vinculaciones de estos «peque- fos tratados sobre la naturaleza» con las obras mayo- tes de Aristételes. No analizaré detalladamente el contenido de la Parva Naturalia. Sdlo sefialaré algunas ideas. E] primer tratado se refiere a las posibles relaciones entre los cuatro elementos y los cinco organos de los sentidos —de manera especial al estudio de las diversas sensa- ciones—. En el segundo Aristoteles caracteriza la reminiscencia indicando que es lo propio del hombre, pues es la memoria consciente de si misma. Aristételes enuncia asimismo la notable ley de la asociacion por semejanza, A continuacién —en el tercer pequefio tra- tado— muestra que la vigilia y el suefio vienen a ser afecciones del sentido comin cuya funcién consiste en sentir los sensibles comunes y, sobre todo, procura al sujeto sentiente la conciencia de la sensacion, En el cuarto tratado apreciamos un estudio ‘de real ptofun- didad a propésito de los suefios; aqui Aristételes se esfuerza por determinar las caracteristicas peculiares de los mismos; a este propésito la psicologia moderna no ha desmentido del todo algunas de estas aprecia- ciones como podrian ser el cardcter alucinatorio de las imagenes oniticas y la influencia del medio sobre los suefios. En el siguiente tratado —el quinto— se averi- [— Inttoduccién Ww guan las causas de la adivinacién: no es la divinidad la causa de la adivinacién durante el suefio. En los siguientes tratados es caracterizada la vejez como el secamiento y se nos muestra que el cerebro no es la sede de la sensibilidad, sino el cotaz6n, pues alli resi- de el calor natural. Conviene llamar la atencién sobre el alcance filosé- fico de estos «pequefios tratados». Nos encontramos frente a estudios «técnicos», sobre todo cuando Aris- toteles estudia la teoria de la vision, la produccién de los colores, sabores y olores, la alternancia de la vigilia y del suefio, las causas del suefio, de la longevidad y de la brevedad de la vida. Sin embatgo, no debe perderse de vista que —en ocasiones— aparece el «metafisico». En el primer tratado, por ejemplo, Aristételes se pre- gunta que cémo es posible la sensacién cuando un intervalo mas 0 menos grande separa el objeto de la causa del drgano sensorial correspondiente si las impresiones causadas por los diferentes cuerpos pue- den ser divididas hasta el infinito. Lo mismo ocurre cuando Aristoteles se enfrasca en el estudio de nues- tra percepcién del tiempo. Podemos decir lo mismo —el tratamiento «metafi- sico» del objeto del estudio que realiza— cuando Arist6teles investiga como es posible el recuerdo, y compara este ultimo con una especie de pintura o con un sello que imprimimos en la cera. Ha captado muy bien Aristételes que el suefio es una especie de ima- gen y que ésta tiene que ver con la sensibilidad en tanto que interviene la imaginacién. Por lo que se refiere a los ultimos pequefios tratados sobre la adivi- nacién en el suefio, sobre la longevidad y brevedad de la vida, «De la juventud y de la vejez, de la vida y de la muerte y de la respiraci6n»— esta serie no es menos técnica que la que forman los anteriores, El 38 Parva Naturalia espiritu légico y positivo del Estagirita se encuentra presente. Inicia el estudio con las consideraciones que sobre estos asuntos han tenido los que le precedieron; posteriormente, de una manera metddica y critica llega a sus propias conclusiones. Y algo que es importante sefialar: el sabio griego tiene muy en cuenta las confir- maciones experimentales a lo largo de sus investiga- ciones. Manifiesto es, pues, el interés filosdfico. a lo largo de estas pequefias investigaciones. Somos conscientes de que una traduccién de Aris- toteles no es algo sencillo de Mevar a la practica sin correr riesgos multiples, Para el caso de la presente obra hemos sido muy cuidadosos en permanecer lo més cercanos posible al espiritu de Aristoteles, pero también a la letra. La traduccién que presentamos res- peta lo mas posible el estilo del genial griego —sobrio y en ocasiones reiterativo e insistente—. La misma puntuacién —que pudiera pensarse podria ser «mejo- rada»— ha sido respetada. Jorce A. SERRANO | | ' ( Bibliografia basica de referencia 1. Obras generales sobre Arisidteles Acktill, J. L., Aristotle the Philosopher, Oxford, 1981. Alsina, J, Aristételes. De la filosofia a la ciencia, Barcelona, 1984. Barnes, J., Aristdteles, Madrid, 1987. Guthrie, W. K. GC, Historia de la filosofia Griega, vol. TV, Madrid, 1987. Jaeger, W. W., Aristételes, México, 1946. Moraus, P., (ed.) Aristoteles in der neueren Forschung, Darms- tadt, 1968. Sandvoss, E. R., Aristoteles, Stuttgart, 1981. Sorabji, A, (ed) Aristotle. A bibliography, Oxford, 1981. 2. Sobre Patva Naturalia Bravo Garcia, A, «Los Parva Naturalia en el aristotelismo es- pafiol: Alonso de Freylas y sus opiniones sobre la adivina- 419 20 Parva Naturalia cién por medio de los suefios», IV Simposio de Filologla Clasica, Murcia, 1990 [1991], pags. 5-77. Lloyd, G. E. R-Owen. G, E. L. (eds.) Aristotle on mind and the senses. Proceedings of the Seventh Symposium Aristoteli- cum, Cambridge, 1978. Mugnier, R., Petits iraités d’bistoire naturel, Paris, 1953. Siwek, P., Parva naturalia Graece et Latine, Roma, 1963, PARVA NATURALIA De la sensacién y de los sensibles Revision acerca de la repartici6n de las facultades del alma Una vez que ya hemos tratado acerca del alma en si 4362 misma y acerca de cada una de las facultades conside- radas como una parte de ella ', nos toca ahora investi- gar, a propésito de los animales y de todo aquello que posee la vida, cuales son las funciones que les son especiales y aquéllas que les son comunes. Quede entonces establecido lo que se ha dicho acerca del 1 Puede apreciarse que ¢s natural pensar que el tratado De la sensacion y de los sensibles, asi como el segundo tratado de Parva Naturalia, viene a ser continuacién —en alguna medida— del tra- tado Del alma. 23 24 Parva Naturalia alma, y hablemos del resto, y, en primer lugar, de los puntos principales. Las facultades mds importantes, y aquéllas que son comunes y aquéllas que son especia- les de los animales, son, parece, comunes al alma yal cuerpo, por ejemplo, la sensacién, la memoria, la pasion, el deseo, y, en general, el apetito y, ademas, el placer y la pena; en efecto, pertenecen todas ellas, en general, a todo aquello que participa de la vida. Nuevas funciones Ademés, existen funciones comunes, las unas a todos los seres que gozan de la vida, las otras a algu- nos de los animales, Las mas esenciales forman, preci- samente, Cuatro parejas, por ejemplo, la vigilia y el Suefio, la juventud y la vejez, la inspiracion y la espira- cidn, la vida y la muerte. A este proposito, hay que investigar tanto [a naturaleza de cada uno de estos fenémenos como las causas en virtud de las cuales ellos se producen. Relacion entre el médico y la naturaleza Pertenece, precisamente, al naturalista el considerar los ptimeros principios a la vez de la salud y de la enfermedad: y es que ni la salud ni la enfermedad pueden existir en los seres privados de vida. Y es por ello por lo que de casi todos aquellos que se ocupan de la naturaleza, y entre ellos los médicos, que se dedican a su arte de una manera suficientemente filo- sdfica, los primeros concluyen en el estudio de la De la sensacion y de los sensibles 25 medicina, mientras que los otros comienzan sus estu- dios médicos por el estudio de la naturaleza. Importancia de la sensibilidad Resulta evidente que las funciones enunciadas ante- riormente son comunes al alma y al cuerpo: en efecto, todas se manifiestan, unas al mismo tiempo que la sen- sacion, otras con ocasién de la sensacién. Algunas son justamente manifestaciones de esta ultima, otras, sus maneras de ser, otras, su garantia y su salvaguarda, otras vienen a mostrar la pérdida o la privacién de ella 2. Ahora bien, que la sensacién no llegue al alma sino por el cuerpo, resulta evidente por el razonamien- to e independientemente del razonamiento 3. Pero, por lo que se refiere a la sensacién y a los sensibles, ya hemos dicho anteriormente, en el tratado Del alma 4, lo que ella es, y en virtud de qué causa esta afeccién se produce en los animales, Naturaleza del animal Los animales, en tanto que cada uno es animal, poseen necesariamente la sensacién, pues es de esta manera como nosotros distinguimos lo que es animal y lo que no lo es. 2 La pasion, por ejemplo, se manifiesta con ocasién —y des- pués— de la sensacién; la juventud y la vejez son modificaciones de la sensibilidad; la respiracion —inspiraci6n y espiracién—, que viene a ser su ejercicio regular, el suefio y la muerte constituyen su pérdida o privacion. ? Cuando Aristételes sefiala «independiente del razonamiento» significa: gracias a la experiencia. 4 Cf. H, 5. 437a 26 Parva Naturalia Papel de los diversos sentidos Todos los animales, cada uno en particular, poseen necesatiamente el tacto y el gusto; el tacto, segtin la razon expuesta en el tratado Del alma, y el gusto para el alimento. Es en este sentido, en efecto, en el que discierne, por si mismo, a propésito del alimento, lo que es agradable y lo que es desagradable, a fin de que el animal huya de uno o busque el otro; y, en general, el sabor es la afeccién de la parte nutritiva. En cuanto a las sensaciones externas, en Jos animales dotados de movimiento, por ejemplo, las del olfato, del oido y de la vista, pertenecen a aquellos que las poseen, en vistas de su conservacién, a fin de que, después de haber olido su alimento ellos lo busquen y huyan de aquello que es malo y peligroso; pero, por lo que se refiere a aquellos que estan dotados de refle- xion, estas sensaciones les pertenecen en vistas a su bienestar: ellas les ensefian, en efecto, a distinguir en los objetos muchas diferencias, de donde les viene el conocimiento y los objetos de pensamiento y las acciones a realizar. De estas facultades, la mejor, en si misma, es la vista, para los cuidados necesarios del animal; pero para la inteligencia, y accidentalmente, lo es el oido. Y es que la facultad de la vista revela las diferencias numerosas y variadas, ya que todos los cuerpos son coloreados; consiguientemente, gracias a ella, sobre todo las propiedades comunes son percibi- das (llamo propiedades comunes a la figura, la exten- sién, el movimiento, el nimero). Al contrario, el ofdo no proporciona sino las diferencias de sonido, y, para algunos seres también, ja’ diferencia de voz; pero, acci- dentalmente, ella contribuye al pensamiento en una gtan medida, ya que el lenguaje es la causa de la ins- truccién, no en si mismo sino indirectamente: el len- De la sensacién y de los sensibles 27 guaje se compone, en efecto, de palabras, y cada una de las palabras es un signo. Es por esto por lo que, entre los hombres privados congenitalmente de uno de estos sentidos, los ciegos de nacimiento son mas inteligentes que los sordomudos °. 2 Relaciones entre los sentidos y los elementos. La vista y el fuego Por lo demas, se ha hablado anteriormente ¢ de las propiedades de cada uno de los sentidos, Para saber cual es el cuerpo que interviene en cada uno de los Srganos de los sentidos, busquemos ahora entre los elementos de los cuerpos. Pero en la imposibilidad de poner en relacién los sentidos, que son cinco, con los elementos, que son cuatro, dudamos a proposito del quinto elemento. Todo el mundo relaciona la vista con el fuego, porque se ignora la causa de un cierto fenémeno: cuando se presiona el ojo, en efecto, o bien cuando se le frota, parece que se ve 0 aparece el fue- go; esto se produce naturalmente en las tinieblas, o cuando se cierran los parpados, pues de esta manera se produce oscuridad, Pero este fenémeno hace apare- cer otra dificultad: si resulta, en efecto, imposible per- 5 Sefiala aqui Aristételes —congruente con su doctrina— la importancia de la vista y del oido y la superioridad del segundo sobre el primero. Uno y otro vienen a ser los sentidos superiores. En el tratado Del alma, la vista es considerada como el sentido por excelencia (IIT, 3, 429a 2). 6 Entre otros, cfr. Del alma, II, 6-11. 28 Parva Naturalia cibir y ver sin saberlo, resulta, pues, necesario que el ojo se vea a si mismo. ¢Por qué, Pues, esto no se pro- duce cuando el ojo se encuentra en teposo? Es preci- So consiguientemente indagar las causas de este feno- meno y de esta dificultad, y de esta hipotesis segin la cual la vista seria algo de fuego: en efecto, los cuerpos lisos brillan naturalmente en la oscuridad, sin produ- 437 cir, no obstante, luz, y lo que se llama lo negro y el centro del ojo parecen lisos, Este fendmeno se produ- ce, cuando el ojo esta en movimiento, debido, por asi decirlo, a que los dos vienen a ser uno. La rapidez del movimiento haee que el que ve.y lo que es visto parezcan diferentes. Es por lo que, también, este fené- meno no se produce si no hay rapidez y al mismo tiempo oscuridad, pues lo que es liso btilla natural- mente en la oscuridad, por ejemplo, la cabeza de cier- tos peces, y la gibia del calamar; pero si el movimiento del ojo es lento, el fendmeno no se produce, de mane- ta que el que ve y lo que es visto parecen ser al mis- mo tiempo uno y dos; y de esta manera es como el ojo se ve, como también en la refraccion, Critica dé las teorias de Empédocles y de el Timeo Pero si Ja vista fuera algo de fuego, como lo dice Empédocles y como est escrito en el Timeo? y si la visidn se produjera con la luz saliendo del ojo coma de una linterna, gpor qué la vista no veria también en las tinieblas y oscuridad? Pretender que se extin- gue en la oscuridad cuando ella sale del ojo, como se sostiene en el Timeo 8, es una afirmacion absolutamen- 7 Cfr. Timeo, 45b en especial, 8 Ibid. pe De la sensacién y de los sensibles 29 te vana: gqué seria, en efecto, la extincién de la luz? Es que lo caliente y lo seco son extinguidos por el frio o por lo humedo, como el fuego y la flama parecen existir en los cuerpos en ignicidn; y ninguno de estos elementos manifiestamente pertenecen a la luz. Si, pues, estos elementos le pertenecen, pero nos escapan a causa de la ausencia de su movimiento, seria necesa- rio que la luz se extinguiera después del dia y en el agua, y que la oscuridad sea mds fuerte en el agua que congelada. Al menos la llama y los cuerpos igneos pre- sentan estos efectos, pero, para el caso de la luz no ocurre nada semejante. Empédocles se parece a aquél que cree ver cudndo la luz sale del ojo, como se ha dicho anteriormente. El se expresa al menos de esta manera: De la misma manera que, cuando uno se aptesta a salir, uno se provee de una l4mpara, Rayo de fuego ardiente durante una noche de invierno, Después de haber iluminado una linterna que ahuyenta los vientos diversos, Y disipa el soplo de los vientos cambiantes, La luz, al proyectarse hacia afuera, se extiende todavia mas lejos, Ella brilla sobre el sol, en rayos deslumbrantes; De la misma manera el fuego antiguo encerrado en las membranas, Por ese velo fino dirige una emboscada a la redonda pupila. Pero esos velos ocultan el espesor del agua que corre alrededor, Y el fuego que sale del ojo, se extiende todavia més lejos. En ocasiones Empédocles declara que se ve de esta manera y en otras se acuerda de que la visién se pro- duce gracias a las emanaciones de los objetos vistos. Teoria de Demécrito. La vista y el agua En cuanto a Demécrito, tiene razén cuando dice que la vista es algo de agua, pero se equivoca cuando 438a 30 Parva Naturalia piensa que la visién es la imagen refleja del objeto; esta imagen se produce, en efecto, porque el ojo es liso, pero la vista no reside en esta imagen, sino en el que ve °. E] fendmeno en cuestién es, en efecto, un resultado de la refraccién. Pero, de una manera gene- ral, en lo que se refiere a las imagenes y a la tefrac- cion, las ideas no estaban atin claras, por lo que se ve. No resulta razonable que no se haya presentado a la inteligencia de Demécrito alguna duda a este respecto: cpor qué sdlo el ojo ve y ninguno de los otros cuerpos en donde se forman las imagenes lo hace? Que la vista sea algo de agua, es verdadero; sin embargo, la vision no se produce en tanto que es algo de agua, sino en tanto que es diéfana, y ésta es una cualidad que es comtn también al aire. Pero el agua es mas dificil de guardar y es mas densa que el aire. Es por ello por lo que la pupila y el ojo son algo de agua. Es evidente también segtin los hechos mismos: en efecto, es el agua que parece correr, cuando se pierde la vista, y en los seres que acaban de nacer, la pupila destaca por la limpidez y su brillo; lo blanco del ojo en los animales que tienen sangre es grasiento y brillante, y esto tiene por fin conservar la humedad al abrigo de lo gélido; es por esto por lo que el ojo es la parte més insensible al frio; nadie, en efecto, ha tenido frio en el interior de sus parpados; y, entre los animales privados de sangre, los ojos tienen una piel muy dura, y esto constituye und proteccién. Pero es de todo punto de vista absurdo decir que la vista ve porque alguna cosa sale de ella, y que ella se extiende ° No hay duda de que la vista tiene que ver con el agua, como sostiene Demécrito, pero este tiltimo no comprendié la naturaleza intima de fa vision: a vista no consiste, en efecto, como preten- de Demécrito, en una simple imagen del objeto reflejado, pues ella no seria entonces sino un fenémeno fisioldgico. De la sensacién y de los sensibles 31 hasta los astros, o bien, que, salida del ojo, ella se combina, a una cierta distancia, con la luz exterior, como lo sefialan algunos 1°. Seria, en efecto, preferible que ella se combinara con el ojo desde el principio. Pero esto no deja de ser una ingenuidad. Teoria de la visién ¢Qué seria, en efecto, la combinacién de la luz con la luz? ¢O como es posible que esto tenga lugar? Un cuerpo cualquiera no se combina, en efecto con otro cuerpo cualquiera, ¢Cémo la luz interior se combina- ria con la Juz exterior? ¢Es que la membrana del ojo constituye un intervalo? En otro lugar !! se ha dicho que no se ve sin luz; pero ya sea la luz o el aire los intermediarios entre el objeto visto y el ojo, es el movimiento pasando por este intermediario el que hace ver. Y con justa razon el interior del ojo es agua, pues el agua es didfana; y de la misma manera que no se ve fuera de la luz, de la misma manera no se ve (no se ve) en el interior sin ella. Es preciso, pues, que el interior del ojo sea didfano; y necesariamente es algo de agua, puesto que no es aire. El alma, en efecto, o el organo sensible del alma, no se encuentra en la extre- midad del ojo, sino que resulta evidente si atendemos a los hechos: ha ocurrido, en efecto, que algunos que han sido heridos, en la guerra, cerca de las sienes, de tal manera que los poros del ojo han sido arrancados; parece entonces que sobreviene la oscuridad, como si una lampara hubiera sido apagada, porque lo diafano, especie de ldmpara, lo que llamamos pupila, ha sido arrancada. 10 Se trata de Platén, Empédocles y los pitagéricos. n En el tratado Del alma, 438b 439a 32 Parva Naturalia Relacién entre los Grganos y los elementos Consiguientemente, si alguno de estos casos se pro- duce como lo sefialamos, resulta evidente que, si hay que relacionar y atribuir de esta manera cada uno de los Grganos sensoriales a cada uno de los elementos, se debe suponer que la facultad de ver del ojo es algo de agua, que lo que percibe el sonido es algo de aire, y que el olfato es algo de fuego. En efecto, lo olido esta en acto, el drgano que hue- le se encuentra en potencia: es lo sensible lo que actualiza la sensacién, de manera que, necesariamente, ésta es lo que ella era anteriormente en potencia. Pero el olor es una especie de inhalacién humosa, y la exhalacién humosa viene del fuego. Esto es, que el organo del olfato pertenece propiamente al lugar que envuelve al cerebro: es que la materia del frio es caliente en potencia, y el origen del ojo es de esta suerte: es el cerebro, en efecto, lo que lo constituye, y ésta es la mas hiimeda y la mas fria de las partes que intervienen en el cuerpo. En cuanto al tacto, éste se relaciona con la tierra, y el gusto es una cierta especie de tacto. Y, a causa de esto, los Srganos de estos dos sentidos, el gusto y el tacto, se encuentran cerca del corazén: éste, en efecto, es lo opuesto al cerebro, y es la mds caliente de las partes del cuerpo. Y son éstas las consideraciones rela- tivas a las partes sensibles del cuerpo. 3 En cuanto a los sensibles relativos a cada drgano sensorial, digo, por ejemplo, el color, el sonido, el olor, De Ja sensacién y de los sensibles 33 el gusto y el tacto, se ha dicho, de una manera general, en el tratado Del alma '2 cual es de cada una la accién y en qué consiste la actualizacion de cada uno con relacién a cada uno de los organos de los sentidos. Hay que investigar lo que hay que decir de cualquiera de estos sensibles, por ejemplo, lo que hay que decir del color o del sonido o del olor o del sabor, lo mis- mo que del tacto; comencemos por el color. Cada uno de estos sensibles se describe seguramente desde un doble punto de vista, sea en acto, sea en potencia. De qué manera el color y el sonido en acto son ellos 0 no idénticos a las sensaciones en acto, por ejemplo, a la visién y a la audicién, se ha dicho en el tratado Del alma 3, Expliquemos ahora lo que debe ser cada uno de estos sensibles para producir la sensacién y el acto. Relacién entre el color, la luz y lo diafano De la misma manera que se ha explicado en este trabajo que la luz es el color de lo didfano por acci- dente, cuando, en efecto, algiin cuerpo jgneo se encuentra en lo didfano, su presencia es la luz, su ausencia es la oscuridad. Pero lo que llamamos didtfa- no no pertenece propiamente al aire o al agua ni a ninguno de los cuerpos asf nombrados, sino que es una cierta naturaleza, una cierta fuerza comtin que no existe separadamente, sino que esta en esos cuerpos, y que reside en todos los otros, mds en éstos, menos en aquellos. De la misma manera que hay necesariamente algin limite para los cuerpos, de igual manera existe uno para esta fuerza. La naturaleza de la luz se 2 Concretamente en II, 6-11 % Cfr IL, 5; IIL, 2, 425b 26, 426a 15. 439b 34 Parva Naturalia encuentra en lo didfano indeterminado; en cuanto al limite de lo didfano que esta en los cuerpos, es eviden- te que tiene cierta realidad, y, segtin los hechos, es cla- ro que es precisamente el color, pues el color o bien se encuentra en el limite de los cuerpos, o bien es su limite. Es por esto por lo que los pitagéricos llamaban a la superficie, color: el color estd en efecto en el limite del cuerpo, pero él no es el limite del cuerpo; hay que pensar, al contrario, que la naturaleza misma que es coloreada al exterior lo es también al interior; el aire y el agua parecen coloreados, y en efecto su brillo es algo de esto; pero entonces, porque el color existe en una sustancia indeterminada, ni el aire ni el mar tie- nen el mismo color ya sea que uno se acerque o se aleje. Por el contrario, en los cuerpos determinados, si el medio ambiente no los hace cambiar, la apariencia misma del color se determina. Es pues, evidente, que ‘aqui y alla, es la misma cosa la que recibe el color. Es pues lo diafano, en tanto que se encuentra en los cuer- pos (y él se encuentra mas o menos en todos), lo que los hace participar del color. Definicion del color Pero puesto que el color se encuentra en un limite, debe estar en el limite de lo didfano; por consiguiente, el color seria el limite de lo diafano en un cuerpo determi- nado. Y él pertenece de igual manera a esos cuerpos did- fanos, por ejemplo al agua y a algun otro cuerpo de esta naturaleza, y a todos aquellos a los cuales el color parece pertenecer propiamente en su extremidad. Es pues posi- ble que lo que produce la luz en el aire, por una parte se encuentre en lo didfano, y por otra parte no se encuen- tre alli, sino que lo diafano se encuentre privado de él. De la sensacién y de los sensibles 35 Generaci6n de los colores Por consiguiente, de la misma manera que en el aire hay ya sea luz ya sea oscuridad, igualmente en los cuerpos hay lo blanco y lo negro; en cuanto a los otros colores, hay que decir ahora de cuantas maneras les es posible existir, una vez que ellos han sido distingui- dos. Es posible que el blanco y el negro puedan estar colocados el uno al lado del otro, de tal manera que cada uno de los dos sea invisible a causa de su peque- fiez, mientras que el conjunto de los dos sea visible. En efecto, no puede aparecer ni blanco ni negro. Pero, si necesariamente algtin color existe y ninguno de éstos es posible, forzosamente hay algtin color mezcla- do y de una cierta clase diferente. Resulta pues posi- ble suponer de esta manera la existencia de un gran numero de colores al lado del blanco y del negro, que la proporcién multiplica: puede ser, en efecto, que tres partes estén colocadas al lado de las dos, y tres al lado de cuatro, y, asi para el resto, siguiendo otros nuime- ros; las partes que no tienen en general ninguna rela- cién numérica por exceso y por defecto son incon- mensurales, y, en esto, ocurre como con los acordes de los sonidos. Los colores expresados en numeros proporcionales, como ocurre con los acordes de los sonidos son, parece, los colores mas agradables, por ejemplo, el purpura, el escarlata y ciertos colores and- logos en pequefio ntimero; es por esta razén por lo que los acordes son poco numerosos; pero los otros colores no son expresables en numeros, o bien todos los colores lo son; los unos se encuentran catalogados regularmente, los otros en desorden, y estos mismos, cuando no son puros, son tales debido a que no son expresables en numeros. Tal es, pues, una primera manera de explicar la generacién de los colores; la 440a 36 Parva Naturalia otra, es que los colores aparecen los unos a través de los otros, como lo hacen a veces los pintores, colocan un color sobre otro mas brillante, como cuando ellos quieren hacer aparecer una cosa en el agua o en el aire; y, por ejemplo, el sol parece blanco por si mismo, y rojo a través de una nube y del humo. De esta manera también habr4 numerosos colores y de la mis- ma forma que se ha expuesto anteriormente: habré, en efecto, una cierta relacién de los colores que estén en la superficie con aquellos que se encuentran mds en profundidad y los habra que no se encuentren en nin- guna relacion. Color y emanacié6n Resulta absurdo pretender como los antiguos !4 que los colores son emanaciones y que tal causa los hace visibles: en efecto, para ellos, necesariamente, la sensa- cién esta constituida con la ayuda del tacto; por consi- guiente, vale mas declarar inmediatamente que es el intermediario indispensable a la sensacién que, por el movimiento recibido del sensible, produce la sensa- cién, que ésta tiene lugar por el tacto y no por las emanaciones. Percepcién de los colores y del tiempo Por consiguiente, por lo que se tefiere a los colores colocados los unos al lado de los otros, es necesatio suponer un tiempo imperceptible, asi como una exten- sion invisible, con el fin de que los movimientos se 4 En particular Leucipo y Demécrito. De la sensacién y de los sensibles 37 produzcan sin saberlo nosotros y que los colores parezcan ser unos porque ellos no son percibidos al mismo tiempo. De esta manera no hay ninguna necesi- dad, pero el colos, que se encuentra en la superficie, siendo mévil y puesto en movimiento por el color que se encuentra debajo no producira el mismo movimien- to. Es por lo que también él parece otro y no aparece ni blanco ni negro. Consiguientemente, si no puede haber alli ninguna extensidn invisible, y si todo es visi- ble a una cierta distancia, habra también una cierta mezcla de colores, y, de esta manera, nada impide que aparezca un cierto color comtin para aquellos que se encuentran lejos. Consideraciones generales sobre la mezcla Es lo que, en esto que sigue, habr4 que mostrar: que no hay ninguna extensién invisible. Si hay mezcla de cuerpos, no es solamente de la manera concebida por algunos 49, cuando las formas mas pequefias, que la sensaci6n no nos permite conocer, se encuentran colocadas las unas al lado de las otras, sino, como se ha dicho de una manera general a propdsito de todos los cuerpos en el estudio de la mezcla 16, mediante fusién completa de todas sus partes. De esta manera, en efecto, se mezclan todos esos cuerpos que pueden reducirse a sus formas mds pequefias, como los hom- bres, los caballos o los granos, pues, para los hombres, el individuo hombre es la mas pequefia y, para los caballos, es el caballo, Por consiguiente, es por la yux- taposicién de estos seres por lo que la masa de unos y 15 En general, los «atomistas», 'S De la generacién y de la corrupcién, I, 10. +4ub 38 Parva Naturalia otros forma una mezcla; y nosotros no decimos que un individuo hombre se mezcla con un individuo caballo. Para todo lo que no se divide en sus formas mas pequefias, no es posible que exista una mezcla de esta manera; mas bien estas cosas se mezclan de una manera absoluta, y son ellas sobre todo las que se mezclan naturalmente. Se ha dicho anteriormente en el estudio de la mezcla cémo esto es posible. Peto, es evidente que, cuando los cuerpos se mezclan, necesa- riamente los colores se mezclan también, y que es esta mezcla la que es causa de un gran numero de colores, pero no su superposicién ni su yuxtaposicién. No es, en efecto, de lejos, ni tampoco de cerca, sino siempre, cuando el color de los objetos mezclados parece tini- co. Habra muchos colores, porque los cuerpos que se mezclan pueden mezclarse en numerosas relaciones, los unos en proporciones numéricas, y los otros siguiendo una mera preponderancia. Por otra parte, es posible decir con relacién a los cuerpos que se mez- clan que lo hacen de la misma manera que los colores colocados unos al lado de los otros o superpuestos. Diremos més adelante por qué las especies de colores, de sabores y de sonidos son limitadas y no infinitas. 4 (De los olores y sabores) Se ha dicho cual es la naturaleza del color y en vir- tud de qué causa hay numerosos colores; se ha habla- do anteriormente, en el tratado Del alma 17, del sonido y de la voz. Es preciso ahora ocupatnos del olor y del 37 Cfr. 442b 22; 443b 16 y ss, De la sensacién y de los sensibles 39 sabor. Es en efecto, o casi, la misma afeccién, pero cada una de las dos no se produce en el mismo orga- no. La especie sabor es més clara para nosotros que la especie olor. Y la causa de esto es que nosotros tene- mos el olfato muy por debajo en relacién con los demés animales y con nuestras sensaciones, y el tacto muy delicado en relacién con ellos. Ahora bien, el gusto es una especie de tacto. E] sabor y el agua La naturaleza del agua debe ser ciertamente sin sabor; peto es necesario que el agua posea por si mis- ma las especies de sabores que son insensibles a causa de su debilidad, como lo declara Empédocles, 0 que el agua sea una materia tal que seria un compuesto de todos los sabores y que todos ellos vendrian del agua, los unos de una parte, los otros, de otra, o bien que, no teniendo el agua ninguna diversidad de sabores, la causa efectiva de éstos sea, por ejemplo, el calor y el sol, se dirfa. Pero, segtin las declaraciones de Empédo- cles, la falsedad de estas hipdtesis es muy facil de cap- tar: nosotros vemos, en efecto, que los sabores de los pericarpios desprendidos del arbol cambian por el efecto del sol y cuando uno los calienta con el fuego, que los sabores !legan a ser tales 0 tales sin contener del agua ningtin principio, sino que cambian en el peticarpio mismo y que, al secarse y dejarlos reposar, con el tiempo se ponen agrios, amargos, siendo que eran dulces y diversos, y, que, expuestos al fuego, toman, por decirlo asi, todas las variedades. De la mis- ma manera es también imposible que el agua sea la materia de un compuesto de todos los sabores, pues nosotros constatamos que, de una misma agua, como d4ia 441b 40 Parva Naturalia de un mismo alimento, los sabores pueden ser diferen- tes. Queda, pues, que el sabor cambia porque el agua sufre alguna modificacién. Ahora bien, resulta claro que no es por la potencia del calor por lo que el agua adquiere esta potencia llamada sabor. El agua es, en efecto, el mas ligero de todos los liquidos, y es atin més ligera que el mismo aceite; pero el aceite se extiende mas sobre el agua a causa de su viscosidad, y el agua es fluida. Es por ello por lo que resulta mas dificil de retener en la mano que el aceite. Pero, pues- to que el agua sola no parece espesatse al calentarse, resulta evidente que la causa del sabor es otra, pues todos los sabores son més viscosos. El calor es causa secundaria. Todos los sabores que se descubren en los pericarpios se encuentran igualmente en \a tierra. Es por ello también por lo que muchos antiguos natura- listas pretenden que el agua es tal como el suelo que ha atravesado; y esto es sobre todo evidente con rela- cion a las aguas saladas: Ja sal es, en efecto, una espe- cie de tierra; y lo que es filtrado en la ceniza, que es amarga, produce un sabor amargo; y existen muchas fuentes, las unas amargas, las otras dcidas y otras con sabores variados. Es justamente en los vegetales, sobre todo, donde se encuentran los sabores. En efecto, la humedad, como las otras cosas, es naturalmente modi- ficada por su contrario; ahora bien, lo contrario, es lo seco. Es por ello también por lo que ademas padece alguna modificacion bajo la influencia del fuego, pues la naturaleza del fuego es lo seco. Pero lo propio del fuego es el calor, lo propio de la tierra lo seco, como se ha dicho en el tratado De Jos elementos. En tanto que fuego y en tanto que tierra, estos elementos no estén hechos de ninguna manera (hechos) para actuar o para padecer, de la misma manera que los demés elementos; es en tanto que la contrariedad reside en De la sensacién y de los sensibles 4 cada uno de ellos por lo que, gracias a ella, ellos pro- ducen o padecen todas las modificaciones. Por consi- guiente, de la misma manera que aquellos que disuel- ven en el agua los colores y los sabores hacen que el agua posea tal color o sabor; asi también la naturaleza actiia sobre lo seco y sobre lo terroso, y, filtrando la humedad a través de lo seco y de lo terroso y ponién- dola en movimiento por el calor, le da una cierta cua- lidad. Definicién del sabor. Su utilidad vital Y¥ esta modificacién que se produce en la humedad bajo el efecto de lo seco, acerca de lo cual se ha habla- do, constituye el sabor que hace pasar el sentido del gusto de la potencia al acto: ella conduce en efecto a la sensibilidad a este estado que existia anteriormente en potencia. En efecto, sentir no es aprender, sino contemplar lo que se sabe. De ahi hay que compren- der que los sabores son o una modificacién 0 una pri- vacién, no de lo seco en general, sino de lo seco que puede alimentar, porque no hay ni seco sin lo hime- do ni htimedo sin lo seco; ninguno de estos elementos es un alimento para los animales, sino que es su mez- cla la que es nutritiva. Y en el alimento asimilado por los animales, son las partes sensibles al tacto las que producen el crecimiento y la destruccién del animal; la sustancia asimilada, en efecto, es causa de estos fendémenos en tanto que ella es caliente y fria, pues son lo caliente y lo frio los que producen el crecimien- to y el debilitamiento del animal. Pero el alimento asi- milado nutre en tanto que es perceptible al gusto, pues todos los seres se nutren de lo que es dulce 0 en si o en virtud de una mezcla; es preciso, pues, expli- +42a 42 Parva Naturalia Carse a este propésito en el tratado De de generacivin 1, por ahora baste tocarlo en tanto que es necesario, Es el calor, en efecto, el que hace crecer al animal y el que elabora el alimento; el calor atrae, por un lado, las Partes ligeras, y, por otro lado, a causa de su peso deja las partes saladas y amargas. Lo que el calor externo produce sobre el exterior de los cuerpos, él lo Ptoduce también sobre la constitucion de las plantas y de los animales. Es por ello por lo que se alimentan de lo que es dulce. En cuanto a los otros sabores, ellos se mezclan en el alimento de la misma manera que lo hacen lo salado y lo acido, de acuerdo con el sazona- miento. Y es para contrarrestar todo lo que lo dulce, y la Parte que sobrenada, tendrian de demasiado nutri- tivo. Composicién de los sabores, Analogia entre los sabores y los colores De la misma manera que los colores resultan de la mezcla de lo blanco y de lo negro, los sabores resultan de lo amargo y de lo dulce; y cada uno existe propor- cionalmente en mas y en menos,.ya sea seguin ciertos numeros y ciertos movimientos de una mezcla, ya sea también de una manera indeterminada, Pero los sabo- res que engendran placer en su mezcla son Jos que existen debido a una relacién numérica. Solo sin duda lo graso tiene sabor de dulce, lo salado y lo amargo son casi idénticos, lo aspero, lo acre, lo agrio y lo dci- do son sabores intermedios, Las especies de sabores y las especies de colores son, en efecto, muy semejantes. a En efecto, tratado De la generacin de los animates U1, 11, 762a De la sensacién y de los sensibles . B De cada lado estas especies son en numero de siete, y si se supone, como es razonable, que el gris es una especie de negro, resulta que Jo rojizo se relaciona con lo blanco, como lo graso con lo dulce, que el escarlata, el purpura, el verde y el azul son intermediarios entre el blanco y el negro, y que todas los otros colores son una mezcla de aquellos. ¥Y de la misma manera que el negro es, en lo diafano, la privacion del blanco, de la misma manera también lo salado y lo dcido son la pri- vacién de lo dulce en lo seco nutritivo. He aqui por qué las cenizas de los objetos quemados son particu- larmente amargas: la parte potable que hay en ellas se ha agotado. Error de Demécrito a propésito de los sensibles Deméacrito y la mayor parte de los fisidlogos, todos aquellos que han hablado de la sensacién, cometen un error muy extrafio: hacen, en efecto, de los sensibles cosas tangibles. Sin embargo, si ello fuera asi, resulta evidente que cada uno de los sentidos seria una espe- cie de tacto. Pero no resulta dificil darse cuenta de que esto es imposible. Ademas tratan los sensibles comunes a todas las sensaciones como a los sensibles propios: en efecto, [a extensién, la figura, lo rudo, lo liso, lo agudo y lo obtuso en las masas son los sensi- bles comunes de las sensaciones, si no de todas, al menos de Ia vista y del tacto. Es por ello por lo que los sentidos se equivocan acerca de las cosas, pero no se equivocan acerca de los sensibles propios, por ejemplo Ia vista en lo que concierne al color, y el oido en lo que concierne a los sonidos. Otros naturalistas reducen los sensibles propios a los sensibles comunes, 442b 44 Parva Naturalia como Demécrito a ptopésito del blanco y del negro: pretende, en efecto, que uno es duro y el otro liso, y reduce los sabores a las figuras. Sin embargo, conocer los sensibles comunes perteneceria o bien a ningun sentido o més bien a la vista. Si, pues, este conocimien- to petteneciera més bien al gusto, el discernimiento de los mds pequefios matices dependeria ciertamente, a propdsito de cada género de objeto, del sentido mas delicado, de ahi se sigue que seria preciso que el gusto a la vez sintiera en el mas alto grado los otros sensi- bles comunes y juzgara de manera Optima acerca de las figuras, Ademés, todos los sensibles ofrecen contra- tiedad; por ejemplo, en el color, el blanco es contrario al negro y en los sabores lo amargo es contrario a lo dulce; pero una figura no parece ser el contrario de una figura: ¢de qué poligono la citcunferencia es su contrario? Ademas, siendo infinitas las figuras, seria necesario también que los sabores fueran infinitos, pues ¢por qué un sabor producirfa una sensacién y otro no la produciria? Y ya se ha hablado del gusto y del sabor. Los otros hechos relativos a los sabores son, en efecto, estudiados especialmente en el estudio de la naturaleza que se ocupa de los vegetales, 5 (De los olores) Habra que pensar lo mismo acerca de los olores. Causas y naturaleza Lo que lo seco produce en lo htimedo, lo sapido lo produce en otro géneto, de una manera semejante en el aire y en el agua. Aqui, nosotros diremos que lo dia- De la sensacién y de los sensibles 45 fano es comtin a estos elementos y es odorifero, no en tanto que es didfano, sino én tanto que es adecuado para lavar y limpiar la sequedad sdpida. En efecto, la odoracién tiene lugar no solamente en el aire, sino también en el agua. Es evidente que, en lo que con- cierne a los pescados y a los animales con escamas, se constata, en efecto, que perciben los olores y no existe el aire en el agua (pues el aire sube a la superficie, cuando existe) y estos animales no respiran. Si, pues, se admite que el aire y el agua son los dos himedos, la naturaleza de lo seco sdpido en lo himedo, es el olor, y un tal cuerpo es odorifero. Que esta modifica- cién de los cuerpos venga de su sapidez, es evidente segtin los objetos que tienen olor y aquellos que no le tengan. Olor y sabor Los elementos son inodoros, por ejemplo, el fuego, el aire, la tierra, el agua, porque sus partes hiimedas y secas son sin sabor si alguna cosa no produce una mezcla. Es por ello por lo que el mar tiene olor, pues él tiene sabor y con la sequedad de la sal es mas odo- rifero que el nitro; el aceite que se extrae por evapora- cidn asi lo muestra; pero el nitro es mas bien tierra. Ademas, la piedra no tiene olor, pues es insipida, pero Ja madera es odorifera, pues tiene sabor, y los pedazos de madera acuosa tienen menos. Ademés, entre los metales, el oro no tienen olor, ya que él tampoco tiene sabor, pero el bronce y el hierro son odoriferos. Cuan- do lo himedo de los metales ha sido quemado, las escorias son lo que menos tiene olor: la plata y el esta- fio tienen més olor que ciertos metales y menos olor que otros, ya que ellos son acuosos. +43b 46 Parva Naturalia Error de Heraclito Para algunos, la exhalacién humosa comin a Ja vez al aire y a la tierra parece ser el olor (y todos van sobre esta explicacién a propésito del olor), Es por ello por lo que también Heréclito se ha expresado asi, sosteniendo que las narices conocerfan todo, si todo lo que existe pudiera llegar a ser humo. Y ya que todos van tras esta explicacion a propésito del olor, los unos pretenden que se trata de un vapor, los otros, de una exhalacién, los otros de una y otra a la vez. Pero el vapor es una especie de humedad, y la exhala- cién, como se ha dicho !9, es comun al aire y ala tie- tra; es de aquélla de la que se compone el agua, y de ésta de la que se forma una especie de tierra. Pero el olor no se parece ni a una ni a otra, pues el vapor es agua, y es imposible que la exhalacién humosa se pro- duzca en el agua. Ahora bien, los seres que viven en el agua perciben los olores, como se ha dicho anterior- mente 7°, Ademas, la exhalacién esta catalogada verosj- milmente entre las emanaciones, Si, pues, esta hipotesis no conviene pata el caso de la vista, no conviene tam- poco para el olor. Es, pues, claro que lo himedas, tanto el que esta en el aire como el que estd en el agua, pue- de recibir y padecer alguna modificacién pot parte de la sequedad sapida, pues el aire es naturalmente htimedo. Por otra parte, es evidente que, si lo seco que estd como filtrado acttia de la misma manera en los liquidos y en el aire, es preciso que los olores sean andlogos a los sabores. Pero, en verdad, esto ocurre en ciertos casos; en efecto, los olores asperos y dulces, tudos, y fuertes y grasos, y se ditia que los olores féti- 8 Algo mas arriba, en lineas anteriores, 2 Ibid De la sensacién y de los sensibles 47 dos son andlogos a los sabores acres. Es por esto por lo que asi como los sabores acres son dificiles de beber, de la misma manera los olores fétidos son difi- ciles de respirar. Es pues evidente que lo que el sabor es en el agua, el olor lo es en el aire y en el agua. Y por esta razén el frio y la congelacién, por una parte, embotan los sabores y por otra parte anulan los olo- res, pues el enfriamiento y la congelacién hacen desa- parecer el calor que pone en movimiento y elabora a unos y a otros, Especies de olores Hay dos especies de olores, pues no es como algu- nos dicen, a saber, que no hay especies de olores; en realidad las hay. Hay que explicar cémo es esto, y cémo no lo es. Resulta que es posible clasificarlos con relacién a los sabores, como lo decimos, y ellos son entonces agradables y desagradables por accidente. En efecto, porque los sabores son afecciones de la facul- tad nutritiva, los olores son agradables cuando los ani- males desean el alimento, pero son desagradables para aquellos que estan hartos y que no tienen necesidad de nada; y para todos estos seres el alimento que exhalan estos olores no es tampoco agradable. Consi- guientemente, como lo decimos, estos olores poseen por accidente un caracter agradable y desagradable, y es por lo cual que ellos son comunes a todos los ani- males. Pero los hay que son agradables por si mismos, por ejemplo, el de las flores; ellas no excitan ni més ni menos al animal a tomar el alimento y no son de nin- guna manera utiles para provocar su apetito, sino ocu- rre mds bien lo contrario, pues es verdad el decir de 48 Parva Naturalia Estratis 2! al burlarse de Euripides: «Cuando prepares 444a las lentejas no les pongas esencia aromatica». En cuan- to aquellos que mezclan ahora en sus bebidas sustan- clas que tienen tales propiedades fuerzan el placer por el habito mismo, al grado que el placer no proviene de dos sensaciones sino como de una. Estos olores Son clertamente propios al hombre, y en cuanto a aquellos que son clasificados en relacién con los sabo- tes, pertenecen también a otros animales, como se ha dicho anteriormente. En estos tiltimos se han distin- guido especies en funcién de los sabores, porque tie- nen un caracter agradable por accidente, Pero en el caso de los primeros uno no lo puede hacer, porque son naturalmente agradables o desagradables por si mismos. En cuanto a la causa en virtud de la cual tales olores son propios al hombre, es el estado fisico que existe alrededor del cerebro: éste es en efecto natural. mente frio, y la sangre que lo rodea en las venas es ligera y puta, pero facil de entriarse (es por ello tam- bién por lo que la evaporacion del aliento en esta par- te produce fluxiones morbidas); tal especie de olor también existe en los hombres pata conservar su salud; éI no tiene ningun objeto que éste, y él lo cum- ple perfectamente; en efecto, el alimento, aunque agra- dable, si esta seco o htimedo, es a menudo peligroso, pero el olor que proviene de un objeto odorifero es por asi decirlo siempre favorable, sea cuales fueren las disposiciones de los individuos, Respiracién y olfato. Doble funcién de la respiracién Y €s por esto por lo que existe el olor, gracias a la respiracion, no para todos los animales, sino para los * Se trata de un poeta cdmica griego del siglo w aC, De la sensaci6n y de los sensibles 49 hombres y, entre los animales los que tienen sangre, para los cuadriipedos, por ejemplo, y pata todos aque- llos que participan de la naturaleza del aire. Los olo- res, siendo en efecto llevados al cerebro por la ligereza del calor que reside en ellos, las partes que rodean este lugar se encuentran mas sanas. Es que el poder del olor es naturalmente caliente. Y la naturaleza emplea la respiraci6n para dos funciones, en realidad como salvaguardia para el pecho, accesoriamente para el olfato. Cuando uno respira se produce, en efecto, como accidentalmente, el movimiento que tiene lugar en las narices, Pero tal género de olor es propio a la naturaleza humana, porque, relativamente a su tama- fio, el hombre es el unico, por asi decirlo, de los ani- males que huele y gusta con placer el olor de las flores y de cosas semejantes, pues el calor y el movimiento de estos olores son proporcionados al exceso de la humedad y el frio que reinan en esta parte del cuerpo. En cuanto a todos los otros animales que tienen un pulmon, Ja naturaleza les ha dado la sensacién de la otra especie de olor, a fin de no hacer dos 6rganos. Por lo que se refiere a los que respitan, como los hombres, estos dos olores, la percepcién de los otros olores basta. Pero es evidente que los animales que no respitan tienen la sensacion del olor. En efecto, los pescados y toda la raza de los insectos huelen perfec- tamente y de lejos, a causa de la cualidad nutritiva del olor, no obstante estar muy alejados de su alimento propio, por ejemplo las abejas y esta especie de pequefias hormigas que algunos llaman cjnifes, y los murices, muchos otros animales de esta especie hue- len finalmente su alimento a causa del olor que él exhala. -Por medio de qué drgano huelen estos seres? Esto no resulta igualmente evidente. Se podria, inclu- so, preguntar por qué érgano perciben el olor, pues- 444b 445a 50 Parva Naturalia to que el olfato tiene solamente lugar por la respiracion (esto se encuentra manifiesto en lo que concierne a los animales que respiran); pero ninguno de estos seres res- pira y, sin embargo, huelen el olo otro sentido independiente de | menos que exista S CINCO; pero esto es imposible, pues el olfato tiene que ver con lo odorifero, y estos animales perciben lo odorifer de la misma manera que los otros; pero no es quiza pero en los animales que respiran, la respiracién despierta lo que se encuen- tra colocado sobre la membrana como una especie de tapadera (es por ello por lo que no huelen cuando no respican); por el contrario, en los animales que no respi- ran, este opérculo no existe; de igual manera por lo que se refiere a los ojos, entre los animales, los unos tienen parpados, y, si ellos no se abren, no pueden ver, mien- tras que los otros que tienen los ojos duros carecen de ellos; es por ello por lo que no tienen necesidad de nin- mento, sino que ven inmediatamente en fun- cidn sélo de la posibilidad misma de ver. Influencia perniciosa de ciertos olores Asimismo, nguno de los otros animales, cualquie- ra que sea, sufre del olor de los cuerpos fétidos por si mismos, a menos que en ellos se encuentre alguna cosa pern ; pero estos olores los hacen perecer, de la misma manera que a los hombres que tienen la cabeza entorpecida por el vapor del carbon y que fallecen a menudo; asimismo los animales distintos del hombre mueren por la fuerza del azufre y de los cuer: pos embetunados y el dolor los hace huir. Pero no sufren por el mal olor en si mismo, por mas que muchas plantas exhalan malos olores, a menos que afecte a su olfato o a su alimentacion Dei serenchony-e-ts sensioles 51 Conclusién Como las sensaciones son en nimero impar y el numero impar tiene un punto medio, la sensacidn del olfato pa tener ella misma un lugar medio entre los sentidos que tienen la propiedad de tocar su ok to, por ejemplo el tacto y el gusto, por una parte, y, por otra parte, aquellos que actuan gracias a un in- termediario, por ejemplo, la vista y el ofdo. Por esto, también, lo que impacta al olfato constituye alguna modificacién de los alimentos (éstos deberan ser clasificados en el género del tacto) y de lo que puede ser ofdo y visto; es por lo que uno puede oler en el aire y en el agua. Consiguientemente, lo odorifero es cierta cosa comun a estos dos elementos, y se encuen- tra a la vez en el medio propio al tacto, en el del ofdo y en lo didfano. He aqui por qué se compara justa- mente el olor a una especie de tintura y de abluci de la sequedad en lo htimedo y en lo fluido. He aqui, pues, suficientemente dicho a propdsito de saber de qué manera es preciso decir que existen especies de olores y de qué manera es preciso decir que no on existen. Errores de algunos pitagéricos a propésito de los olores Pero la opinién sostenida por algunos pitago no resulta plausible: pretenden, en efecto, que ciertos animales se alimentan de olores. Lo que nosotros yemos inicialmente es que el alimento debe ser com- puesto, pues los seres que se alimentan no son sim- ples; es por ello por lo que se forma un residuo de ali- mentos, sea en los seres, sea en el exterior, como en LCE AAEM SS 445b 52 Parva Naturalia los vegetales. Ademas el agua no puede, por si sola y sin mezcla, ser nutritiva, pues es preciso que la mate- tia, para ser asimilada, tenga la consistencia de un cuerpo. Ademas, es mucho menos verosimil que el aire tome cuerpo. Por otro lado, es evidente que, en todos los animales, hay una parte del cuerpo suscepti- ble de recibir el alimento, de donde el cuerpo lo saca una vez que él ha penetrado. En cuanto a la sede del olfato, se encuentra en la cabeza, y el olor entra con la exhalacién aérea, de manera que se dirige al lugar que sirve para respirar. Es evidente que lo odorifero, en tanto que odorifero, no contribuye a la alimentacién. Sin embargo, resulta claro, en funcién a la vez de la sensacién y de lo que hemos sefialado, que resulta util para la salud. Por consiguiente, el papel desempefiado por el sabor en los alimentos y en relacién con los seres que se alimentan, el olor lo desempefia en rela- cién con la salud. 6 Consideraciones acerca de la divisibilidad de las impresiones sensibles Podriamos preguntarnos si, todo cuerpo siendo divisible hasta el infinito, las impresiones sensibles lo son también: por ejemplo, el color, el sabor, el olor, el sonido, el peso, lo frio, lo caliente, lo ligero, lo duro y lo dulce; o bien si esto es imposible. Cada una de estas cualidades produce la sensacién, pues todas no reciben este nombre si no es porque ellas la pueden producir. Consiguientemente, de manera necesaria, la sensacidn se divide hasta el infinito y toda extension De la sensacién y de los sensibles 53 es sensible, pues resulta imposible ver un objeto blan- co sin dimensiones. Si no fuera asi, la existencia de cualquier cuerpo sin color, sin peso, sin ninguna otra cualidad de este género, seria posible, de manera que no seria en absoluto perceptible, pues son éstas justa- mente, cualidades sensibles. Lo sensible estarfa, pues, compuesto de partes que escaparian a nuestros senti- dos, pero es necesario que lo sensible esté compuesto de partes perceptibles, pues ciertamente no lo puede estar de partes matematicas. Ademés, ¢cdmo juzgamos © conocemos las cosas sensibles? Es por la inteligen- cia. Pero no se trata de cosas inteligibles, y la inteli- gencia no piensa las cosas externas si ellas no estén acompafiadas de sensacidn. Pero si esto es asi, parece- ria dar raz6n a aquellos que hacen de las magnitudes cosas indivisibles. De esta manera estaria, en efecto, resuelto. Pero se trata de imposibilidades, y ya se ha hablado a propésito de esto en los estudios relativos al movimiento. Y por lo que toca a la solucién de estas cuestiones, ser evidente al mismo tiempo por qué raz6n son limitadas las maneras de ser tanto del color como del sabor y del sonido y de los demas sen- sibles. Es que en las cosas que tienen extremos es necesario que los puntos intermedios estén limitados. Ahora bien, son los contrarios los que son los extre- mos. Y todo lo que es sensible ofrece contrariedad: por ejemplo, en el color, es lo blanco y lo negro, en el sabor, lo dulce y lo amargo. Y en todos los demés sen- tidos, los contrarios son los extremos. Por consiguien- te, un cuerpo continuo se divide en una infinidad de partes, si éstas son desiguales, y en un numero limita- do de partes, si éstas son iguales. En cuanto a aquello que no es continuo por si mismo, las especies que resultan de la divisidn son limitadas. Y puesto que hay que decir que las cualidades de los cuerpos son espe- d46a 54 Parva Naturalia cies, y que la continuidad se encuentra siempre en ellas, hay que suponer que lo que est4 en potencia y lo que se encuentra en acto difieren. Y he aqui por qué la diezmilésima parte de un grano de mijo se nos escapa, al mismo tiempo que es visto, y que el sonido del semitono se nos escapa, por mas que se escuche toda la melodia sin discontinuidad; pero el intervalo intermedio se nos escapa en relacién a los ultimos sonidos. Ocurre lo mismo también en los otros senti- dos para las otras cosas muy pequefias: ellas son visi- bles, en efecto, en potencia, pero no en acto cuando ellas estan aisladas. Ocurre que la linea de un pie esta en potencia en la linea de dos pies, pero ella no esta en acto sino hasta que ella esta separada. Las diferen- cias, una vez separadas, se perderian entonces en los cuerpos circundantes, como un sabor muy pequefio en el mar. Sin embargo, ya que la cantidad diferencial de la sensacién no es sensible por sf misma, como tampoco ella lo es una vez separada (pues ella estd en potencia en una sensacién mds precisa), el objeto sen- sible de este género no podra ser percibido en acto, aun si él es separado, y sin embargo sera sensible, pues, por una parte, él existe ya en potencia, y por otra parte, existiré en acto una vez aumentado. Se ha dicho, pues, que ciertas magnitudes y ciertas cualida- des de los cuerpos, nos escapan: por qué y como ellas son sensibles o no. Pero, cuando ellas residen en los cuerpos de manera a ser percibidas en acto no sola- mente en el conjunto del cuerpo, sino también cuan- do ellas son separadas, es necesario que las impresio- nes relativas, tanto a los colores como a los olores y a los sonidos, sean limitadas numéricamente. De la sensacién y de los sensibles 55 Generacién de la sensacién. Opinién de Empédocles Se podria preguntar si son los objetos sensibles o los movimientos salidos de estos objetos los que, cual- quiera que sea de las dos maneras de la cual nace la sensacion, alcanzan primero al intermedio cuando se transforman en acto; por ejemplo, el olor y el sonido actian manifiestamente de esta manera, pues aquél que se encuentra cerca de! cuerpo odorffero huele antes, y el ruido producido por un golpe llega mas tar- de a la oreja. Ocurre lo mismo con el objeto visto y con la luz, como lo declara Empédocles, sosteniendo que la luz llega al espacio intermedio antes de llegar a nuestra vista o a la tierra? Parece que esto ocurre verosimilmente. En efecto, un movil se mueve de un lugar hacia otro. Ahora bien, el tiempo es siempre divisible; por consiguiente, el rayo de la luz existia aun cuando no era visible, sino caminaba en el espacio intermedio. Pero aun suponiendo que la sensacidn del sonido que uno escucha, se confunda siempre al mis- mo tiempo que la sensacién del sonido que uno acaba de escuchar, o de una manera general, suponiendo que la sensacién presente se confunda en un mismo tiempo con la sensacién anterior, y que no exista aqui generacién sucesiva de sensaciones, sino que ellas existan, sin tener el tiempo de llegar a serlo, el fend- meno existe no obstante de la misma manera que exis- te el sonido que, después de haber dado el golpe, no ha llegado todavia al ofdo. El cambio de forma de las letras lo muestra también, como si hubiera una trasla- cién en el intervalo, pues los oyentes parecen no haber escuchado lo que ha sido dicho a causa de la transformacién del aire. ¢Ocurre lo mismo en el caso del color y de la luz? En efecto, no es ciertamente en 446b etme 56 Parva Naturalia una posicion cualquiera, que, por una parte, ve, y que, por otra, el objeto es visto, como es el caso para cosas iguales. E] objeto visto y la vista no deben de ninguna manera existir en alguna parte, pues, para las cosas iguales, poco importa que ellas se encuentren pr6xi- mas 0 alejadas las unas de las otras. O bien, seria vero- simi] que esta transmisién tuviera lugar en lo que con- cierne al oido y al olor. Como el aire y el agua, estas sensaciones son continuas en efecto, y el movimiento del uno y de la otra es divisible. Es por ello también por lo que es posible que la persona més préxima y la que esta mas alejada escuchen y huelan Ja misma cosa, y puede que no ocurra nada. Examen de una dificultad Pero, para algunos aqui parece que se presenta una dificultad a este propdsito: algunos pretenden, en efec- to, que es imposible oir, ver y oler Ja misma cosa en condiciones diferentes, pues no es posible que un gran numero de personas oigan y huelan la misma cosa, encontrandose separadas: es que la cosa sentida, que es una, seria entonces ella misma separada de si misma. ¢O es que todos perciben la accién del objeto que ha causado primitivamente el movimiento, por ejemplo, el sonido de la campana, o el olor del incien- so o el calor del fuego, que es un objeto que permane- ce idéntico y uno numéricamente, pero que, al ser pro- pio de cada uno, se hace diverso en numero, aunque permanece idéntico especificamente, cuando llega a ser propio a cada uno; he aqui por qué muchas perso- nas ven, huelen y oyen al mismo tiempo la misma cosa. Pero estas sensaciones no son cuerpos: son una afeccién de los cuerpos y un cierto movimiento (pues De la sensacion y de los sensibles ST de otra manera estos fendmenos no se producirian), y ellas no existen sin el cuerpo. Pero, por lo que se refie- re a la luz, habrd que hacer otra consideracion: la luz existe porque ella es un ser particular, pero ella no es movimiento, Realidad de la luz Pero, en general, no se trata tampoco ni de Ja alte- racién ni de la traslacién. Las traslaciones, en efecto, inicialmente, llegan verosimilmente en un medio inter- mediario (el sonido parece ser el movimiento de algu- fa cosa que se desplaza); pero no es de esta manera para las cosas que se alteran: es posible, en efecto, que ellas se alteren en masa, y no una mitad primero, por ejemplo, se congela de un golpe toda. Sin embargo, si la masa de agua calentada o congelada es considera- ble, la parte contigua sufre una modificacién de la par- te contigua, una primera parte cambia bajo la accién del cuerpo que se altera, y no es necesario que la masa se altere de un solo golpe. Pero si nos encontraramos en un liquido, sentiriamos un sabor como olemos un olor y aun estando lejos, antes de tocar el cuerpo mis- mo. Probablemente, para los sentidos que tienen nece- sidad de un intermediario, no sufren todos una modi- ficacién de un golpe, si no es por lo que concierne a la luz, por la razén que acabamos de decir. Y, por la misma razOn, esto es asi para la vision, pues es la luz la que hace ver. 447a 58 Parva Naturalia 7 Posibilidad o imposibilidad de percibir varios objetos a la vez. Especificidad de las sensaciones A propésito de las sensaciones existe otra dificul- tad, la de saber si es posible 0 no sentir dos cosas a la vez en un mismo e indivisible momento, si un mas fuerte movimiento absorbe siempre a otro mas débil. Por esto nosotros no percibimos lo que se presenta a los ojos, si se da el caso, 0 no se los ve en absoluto cuando el pensamiento esté sumamente ocupado con otro objeto, o cuando uno tiene miedo, 0 cuando uno escucha un ruido violento. Admitimos también lo ati- nado de este otro principio, a saber, que podemos siempre sentir mucho mejor una cosa cuando ella es simple que cuando se encuentra mezclada con otras; por ejemplo, gozamos mas del vino puro que cuando se encuentra mezclado, gozamos mas de la miel pura que de la miel mezclada con otros sabores; se ve mejor el color cuando es tinico, y se escucha mejor la ténica cuando ella se encuentra sola, que cuando ella esta mezclada con la quinta, porque estas sensaciones se anulan mutuamente. Las cosas.que se reunen en una sola producen este resultado. Si, pues, un movi- miento mds grande absorbe a un movimiento mds pequefio, necesariamente, si ellos son simultdneos, el que es mds grande serd menos sensible que si estuvie- ra solo, pues, al mezclarse, el que es mds pequefio le quita algo de su fuerza, suponiendo que todas las cosas simples sean mas sensibles. Si siendo diferentes, los movimientos son iguales, no se percibiré ninguno de los dos, pues el uno anularé igualmente al otro, y_ no es posible sentir un movimiento como si él fuera simple. Por consiguiente, o bien no habré ninguna De la sensacion y de los sensibles 59 sensacién o bien habra otra formada de dos movi- mientos. Es lo que, parece, ocurre también entre las cosas mezcladas en el cuerpo en donde ha tenido lugar la mezcla. Luego, entre las cosas, las unas se mezclan en una sola, mientras que las otras no se com- binan; tales cosas son las que caen bajo una sensacién (en efecto hay mezcla para aquellos cuyos extremos son contrarios; y no es posible que una unidad real nazca de lo blanco y de lo agudo, si no es por acciden- te, pero no es como la armonja que resulta de lo agu- do y de lo grave). No es, pues, imposible percibir estas cualidades al mismo tiempo, pues si los movimientos son iguales, se anulan mutuamente, ya que no dan nacimiento a uno solo. Y, si ellos son desiguales, el mas fuerte produce la sensacién, ya que el alba senti- ria mas bien al mismo tiempo por una sola sensacién las dos cualidades que se relacionan a un solo sentido, por ejemplo, el agudo y el grave: y es que el movi- miento de este solo sentido seria mds simulténeo que el de los dos sentidos como la vista y el ofdo. Ahora bien, es imposible percibir dos cualidades simultanea- mente por una sola sensacion, si ellas no se encuen- tran mezcladas, pues la mezcla debe ser algo uno; no hay sino una sola sensacién para la unidad. Pero una sensacién unica es simultdénea a si misma. Por consi- guiente, necesariamente, uno siente simultaneamente las cosas mezcladas, puesto que uno las siente por una sola sensacién en acto: cuando el objeto es uno numé- ricamente, no hay sino una sensacién en acto, y cuan- do lo es especificamente, no hay sino una sensacién en potencia. Si la sensacidn en acto es tnica, el alma entenderd que esos objetos son unos. Es, pues, nece- sario que ellos se combinen. Cuando elles no son combinados, habra dos sensaciones en acto. Pero, necesariamente, el acto es unico en relacién a una 448a 60 Parva Naturalia potencia unica y a un tiempo indivisible, pues el movi- miento y el ejercicio de un solo sentido deben ser uni- cos en un solo momento, y la potencia sera unica. No resulta pues posible sentir simultaneamente dos cosas por un sentido unico. Sin embargo, si las cosas que caen bajo un mismo sentido no pueden ser percibidas al mismo tiempo, suponiendo que ellas son dos, resul- ta evidente que es todavia menos posible sentit a la vez lo que cae bajo dos sentidos, por ejemplo, lo blan- co y lo dulce: en efecto, el alma parece pensar, por una parte, aquello que es numéricamente con relacién a ninguna otra cosa mas que a lo que le sea simulta- neo, y, por otra parte, aquello que es uno especifica- mente gracias a la sensacién discriminativa y a la manera por la cual el objeto acta sobre ella: digo que es un mismo sentido, idéntico a si mismo, que juzga igualmente de lo blanco y de lo negro, de lo dulce y de lo amargo, que son diferentes especificamente, pero el sentido es diferente y él juzga de otra manera de cada uno de los contrarios, y cada sentido percibe de la misma manera los objetos de la misma especie. Por ejemplo, asi como el gusto percibe lo dulce, asi la vista capta lo blanco; de la misma manera que ésta ve lo negro, asi aquél capta lo amargo. Ademés, si los movimientos de los contrarios, y si los contrarios no pueden existir al mismo tiempo en un momento indi- visible, y de la misma manera que no caen bajo un mismo sentido, no es posible captar simulténeamente estos contrarios, por ejemplo, lo dulce con relacién a lo amargo. Al mismo tiempo, es evidente que no se puede ademas sentir de esta manera las cosas que no son contrarias, pues entre los colores los unos derivan de lo blanco, otros de lo negro; y ocurre lo mismo con las otras sensaciones, por ejemplo, entre los sabores, los unos se refieren a lo dulce, los otros a lo amargo. De la sensacién y de los sensibles at No es tampoco posible captar simultaneamente las cosas mezcladas, pues ellas pertenecen, en sus relacio- nes, a los opuestos, por ejemplo, la ténica y la quinta, si ellas no son sentidas como una cosa una. Y asi, no hay sino wna sola nocién de los extremos y no de otra manera; y resulta que habra una nocién simultanea tanto de lo grande en relacién con lo pequefio 0 de lo impar con relacion a lo par, o bien de lo pequefio con relaci6n a lo grande o de lo pat con relacidn a lo impar. Si, pues, las cosas que son dichas en la misma serie, pero que son de otro género (por ejemplo, lo dulce y lo blanco, pero en tanto que ellas son analo- gas, y diferentes por el género), y que lo dulce se aleja todavia mas especificamente del negro que del blanco, seré todavia (mds) menos’ posible sentir simulténea- mente estas cosas que aquéllas que son de un género idéntico: por consiguiente, si estas Ultimas no son per- cibidas simulténeamente, aquéllas no lo serdn tam- poco. Anotaciones sobre los sonidos. Percepcion del tiempo En cuanto a la opinion de algunos a propésito del acuerdo de los sonidos, a saber, que los sonidos no llegan al mismo tiempo a nuestro oido, sino que pare- ce que llegan, y nos escapan, cuando su duracién es impetceptible, esta opinion es justa o no? Puede ser, en efecto, se dirfa ahora también, que uno cree ver u oir al mismo tiempo alguna cosa, por esta razén que los intervalos de tiempo nos escapan. O bien esto no es exacto, y no es posible que haya un tiempo insensi- ble o que ninguna duracién nos escape, pero que toda duracion puede ser percibida. En efecto, si, cuando 448b 62 Parva Naturalia uno se siente a si mismo 0 cuando uno percibe alguna otra cosa en un tiempo continuo, no es posible ignorar que uno exista, y si, en esta duracién continua, un momento durara tanto tiempo que uno fuera insensi- ble, es evidente que entonces uno mismo no existiria, que uno veria o sentirfa sin saberlo; y si uno sintiera todavia, no habria ni tiempo ni ningtin objeto que no fuera percibido, o bien no resultaria que uno sintiera en una parte de este tiempo o que uno veria una parte de este objeto, desde el momento que habria alguna parcela ya sea del tiempo o del objeto del todo insen- sible a causa de su pequefiez. Si, en efecto, uno ve la cosa entera y si uno siente el tiempo en su continui- dad, la percepcién no versara entonces sobre una par- te de la cosa y del tiempo. Recortemos Ia parte TB en ja cual uno no sienta. De esta manera, se percibira la cosa entera en una de sus partes o bien se percibird una de sus partes, de la misma manera que no se ve la tierra entera porque uno percibe tal parte de ella, y que no camine durante un afio, porque no camine durante tal parte del afto. Sin embargo, uno no siente nada en BI. Es, pues, porque uno siente en alguna parte de AB por lo que uno dice que percibe el todo y la tierra entera. Y el mismo razonamiento se aplica- tia también a AT, pues siempre es posible sentir en una parte del tiempo, y de captar de ella una porcién, pero es imposible de percibir el todo. Las cosas son, pues, todas ellas enteras sensibles, pero no parece todo lo que ellas son: se ven, en efecto, las dimensio- nes del sol y de lejos un objeto de cuatro codos, pero ellos no aparecen tan grandes como son, sino en oca- siones parecen indivisibles, y uno no ve Io indivisible. De eso ya se ha indicado la causa en lo que precede. De lo que resulta, es, pues, evidente que no hay nin- guna duracién que sea imperceptible. De la sensaci6n y de los sensibles 63 Regreso al asunto inicial: Posibilidad de percibir varios objetos al mismo tiempo / Por lo que concierne a la dificultad indicada ante- tiormente, hay que buscar si es posible o no sentir varias cosas ala vez. Yo digo: a la vez, es decir, que los fendmenos ocurran el uno con relacién al otro en una sola parte del alma y en un tiempo indivisible. Prime- ramente, ges posible percibir simulténeamente varias cosas por una parte del alma que fuera diferente e indivisible al punto de ser por entero continua? ¢O bien en aquello que concierne inicialmente a lo que se telaciona con un solo sentido, por ejemplo, Ja vista, si ella percibe un solo color por una parte y otro color por otra parte, no tendrd ella varias partes idénticas especificamente? Pues ella percibe las cosas en el mis- mo género; pero si se dice que los dos ojos no impi- den de ninguna manera ver el objeto tinico, ocurre igualmente de esta manera en el alma porque, quiza, ellos dan nacimiento a una sola petcepcion y que, por ello, hay un solo acto; pero, si en el alma, la parte afec- tada por los dos objetos es una, esta parte sea aquélla que siente, mientras que si las sensaciones son separa- das, no ocurrira de la misma manera. Ademas, las mis- mas sensaciones serdn multiples, como si se dijera que los conocimientos que ellas proporcionan son diferen- tes: en efecto, no habra ni acto sin la potencia en si misma, ni sensacién sin potencia. Pero si el alma per- 449 cibe las sensaciones de sentidos diferentes en una par- te una e indivisible, es evidente gue ella sentird tam- bién las otras sensaciones, Pues seria atin mas posible percibir simulténeamente varias de estas wiltimas que aquéllas que difieren especificamente. Al contrario, si el alma percibe lo dulce por una parte y lo blanco por otra, gel resultado de estas sensaciones es algo uno o 64 Parva Naturalia no lo es? Pues ninguna de las cosas sentidas es una. Es, pues, necesatio que exista en el alma alguna uni- dad, por la cual ella perciba todo, siguiendo nuestras declaraciones anteriores, pero ella siente lo que es de otro género mediante otro drgano. Es, pues, en tanto que ella es indivisible en acto que la facultad que per- cibe lo dulce y lo blanco es una, y que ella es otra, cuando llega a ser divisible en acto? O bien, de la mis- ma manera que hay posibilidad en lo que concierne a ios objetos mismos, asimismo a propdsito del alma. En efecto la misma cosa es blanca y dulce, permanecien- do una, pero ella presenta muchas otras cualidades, si las modificaciones de las cosas no son separadas las unas de las otras, y que Ja manera de ser sea diferente para cada una de ellas. Igualmente, hay que suponer en relacién con el alma que aquello que percibe todas las sensaciones es numéricamente idéntico y uno, que, sin embargo, esta facultad es otra por su manera de ser, aqui para las cosas de un género diferente, alla para las cosas de una especie diferente. Por consi- guiente, el alma percibe simulténeamente las cosas mediante una sola y misma facultad, pero la relacion no es idéntica. Percepcién y tamano Es evidente que todo Jo que es perceptible tiene una magnitud y que no es posible percibir lo indivisi- ble. En efecto, la distancia desde donde uno no ve una cosa es infinita, pero aquélla desde la cual uno la ve es finita. Ocurre lo mismo también para aquello que es captado por el olfato y por el ofdo y para todo aquello que se percibe sin contacto. Hay un punto ultimo en la distancia desde el cual uno no ve, y un De la sensacién y de los sensibles 65 primero desde el cual uno ve. Es, pues, necesariamente indivisible este punto més alla del cual es imposible sentir la existencia de la cosa, y mas aca del cual es necesatio percibirla. Pero si alguna cosa indivisible fuera (fuera) perceptible, cuando uno colocara esta cosa a la extremidad de donde no se verfa mas alla y en donde uno comenzara a percibir, ocurritia que un objeto seria a la vez visible e invisible; peto esto es imposible. Conclusién Por lo que concierne a los étganos de los sentidos 449b y los sensibles, se ha dicho cual es su naturaleza y aquello que cada uno de ellos es en comun y en par- ticular. Para el resto, es preciso inicialmente exami- nar con cuidado lo que se refiere a la memoria y al recuerdo. 449 De la memoria y de la reminiscencia A proposito de la memoria y del recuerdo, es preci- so indicar cudl es su naturaleza, cudl es su causa y cual es la parte del alma interesada por esta afeccién y por la reminiscencia. En efecto, no son las mismas perso- nas las que tienen memoria y las que se acuerdan por reminiscencia 4; pero, con mayor frecuencia, son los espiritus lentos los que tienen mas memoria, y aque- llos que se acuerdan mas facilmente son los vivos e inteligentes. Objeto de la memoria. Papel del tiempo Es preciso al principio ver aquello de lo que uno se acuetda, pues uno se equivoca a menudo a este pro- 1 Aristoteles se encargaté de mostrar que la reminiscencia es la memoria consciente de ella misma. 66 De la memoria y de la reminiscencia 67 posito. En efecto, uno no puede acordarse ni del por- venir, ya que este Ultimo es objeto de una opinién o de la esperanza (habria una cierta ciencia de la espe- ranza, adivinacion como algunos |a Hlaman), ni del pre- sente, el objeto de la sensacién, pues ella no nos hace conocer ni el futuro ni el pasado, sino el presente sola- mente, La memoria se aplica al pasado. Y nadie diria que no se acuerda del presente, cuando él es presente, por ejemplo, este color, cuando se lo esta viendo, tam- poco diria que se acuerda del objeto contemplado por el espfritu, cuando justamente lo contempla y lo pien- sa. Mas bien se dice que uno percibe el uno y que uno sabe lo otro solamente. Pero, cuando, sin Jos obje- tos, poseyendo de ellos la ciencia y la sensacién, de esta manera uno se acuerda que los angulos de un tridngulo son iguales a dos rectos, ya sea porque uno ha aprendido este teorema o que uno lo ha concebi- do, ya sea porque uno lo ha escuchado enunciar o que uno ha visto su demostracién o alguna cosa pare- cida. En efecto, cuando uno hace acto de memoria, hay que decirse en el alma de esta manera, que ante- riormente uno ha escuchado esta cosa o que uno lo ha sentido o que uno lo ha pensado. Por consiguiente, la memoria no es ni la sensacién ni una concepcién del espiritu, sino que es la posesién o la modificacion de una de las dos, cuando transcurre el tiempo. No hay memoria del momento presente en el momento mismo, como se ha dicho anteriormente, sino que la sensacidn se refiere al presente, {a esperanza al porve- nit y la memoria al pasado. Es por lo que todo recuer- do se acompafia de la nocién del tiempo. Por consi- guiente, de todos los seres que perciben el tiempo, aquellos solamente, entre los animales, tienen memo- tia, y ellos la tienen por esta facultad que les permite percibir, pues se ha hablado anteriormente de la ima- 4500 68 Parva Naturalia ginacién 2 en el tratado Del alma, y se ha sefialado que no es posible pensar sin imagenes. El fendmeno que ocurre en el pensamiento es el mismo que en el trazo de una figura. Entonces, en efecto, sin tener de ninguna manera necesidad de saber que la magnitud del triangulo es determinada, nosotros lo trazamos de un tamafio determinado. Asimismo, aquél que lo capta por el entendimiento, aun si él no piensa en su dimen- sidn, lo coloca delante de sus ojos con una dimensién y él lo piensa, abstraccién hecha de su magnitud. Si se trata de la naturaleza de las cantidades, pero de aqué- llas que son indeterminadas, el pensamiento se pone una cantidad finita, y ella no piensa en las cantidades sino en tanto que son cantidades solamente. Por qué, pues, no es posible pensar, ni sin la nocién de conti- nuo, ni sin la nocién de tiempo, objetos que no estan en el tiempo, seria el tema de otra discusion. Necesa- tiamente, nosotros conocemos la nocién de magnitud y de movimiento gracias a la facultad por la cual noso- tros conocemos también el tiempo; y la imaginacién es una afeccion del sentido comun. Por consiguiente, es evidente que el conocimiento de estas ideas pertenece al principio de la sensibilidad. Es por lo que ella per- tenece a determinados animales, y no solamente a los hombres y a los seres que tienen las facultades de la opinion o de la reflexién. Pero si ella fuera una de las partes intelectuales del alma, ella les faltaria a muchos otros animales; quizd no perteneciera a ningun animal: y es que ella misma no es el privilegio de todos los animales, puesto que no todos tienen la sensacién del tiempo. En efecto, cuando uno hace acto de memoria, como lo hemos sefialado anteriormente, siempre tene- 2 Conviene ver la referencia al tratado Del alma: III, 8, 432a 10, en donde Aristoteles distingue la memoria de la imaginacién. De la memoria y de la reminiscencia 69 mos la impresién de que anteriormente uno ha visto o escuchado 0 aprendido tal cosa, Ahora bien, lo antes y lo después existen en el tiempo. Sede de la memoria éA qué parte del alma pertenece la memoria? Es evidente que es a esta parte que tiene que ver con la imaginacién. Y las cosas que, en sf mismas, soni obje- tos de la memoria son todas las que tienen que ver con la imaginacién, y lo son accidentalmente todas aquellas que no existen en esta facultad. Se podria preguntar como a veces la modificacion del espiritu estando presente y el objeto estando ausente, uno recuerda lo que no esta presente. Es evi- dente que hay que pensar que la impresion producida, gracias a la sensacidn, en el alma y en parte del cuerpo que posee la sensacién, es de tal manera que ella es como una especie de pintura, cuya posesion, decimos, constituye la memoria. En efecto, el movimiento pro- duce en el espiritu como una cierta huella de sensa- cin, a la manera de aquellos que sellan con un anillo. Es por esto también por lo que aquellos que se encuentran en un grave sacudimiento a causa de la impresién 0 a causa de la edad no tienen memoria, como si el movimiento y el sello se aplicara a una corriente de agua. Para otros, al contrario, a causa del frotamiento, como testimonian las viejas construccio- nes, y a causa de la dureza de la parte que recibe la impresion, la impresién no se produce. Es por lo cual, a la vez, por lo que las personas muy jévenes y los ancianos no tienen memoria. En efecto, un flujo per- petuo lleva a unos, puesto que ellos se desarrollan, los otros, debido a que se van deteriorando. Igualmente 450b 70 Parva Naturalia también, aquellos que son demasiado vivaces o dema- siado lentos no parecen tener memoria ni los unos ni los otros, pues los unos son mas himedos de lo que es preciso, y los otros, mas duros. Por consiguiente, para los unos, la imagen no permanece en el alma; en cuan- to a los otros, ella no los toca. Pero si aquello que ocu- tre a propésito de la memoria es tal, zacaso se acuerda uno de esta impresién o del objeto que la ha produci- do? Si es la impresién, nosotros no nos acordarfamos de ninguna manera de las cosas ausentes; y si es del objeto, ccémo, al mismo tiempo que sentimos la impresién nosotros nos acordamos del objeto ausente que no sentimos? Y si hay en nosotros alguna cosa semejante a una impresion 0 una pintura, gpor qué la sensacion de esta cosa misma seria el recuerdo de otra cosa, y no de esta cosa misma? En efecto, el que hace acto de memoria contempla esta impresién y la perci- be. ¢Cémo, pues, se acuerda él de un objeto que no estd presente? Esto seria en efecto ver y escuchar lo que no esta presente. Naturaleza del recuerdo ¢O bien hay un medio de explicar cémo este fend- meno es posible y cémo se produce? Asi, el animal pintado en un cuadro es al mismo tiempo un animal y una copia, y, siendo uno y el mismo, él es las dos cosas; sin embargo, la existencia no es la misma para los dos, y es posible considerar este animal a la vez en tanto que animal y en tanto que copia; de igual mane- ra también hay que suponer que la imagen pintada en nosotros es alguna cosa que existe por si y que es la representacién de otra cosa. Por consiguiente, en tan- to que uno la considere en si misma, ella es una repre- De la memoria y de Ja reminiscencia 71 sentacién 0 una imagen, pero en tanto que ella es rela- tiva a otro objeto, ella es como una copia y un recuer- do. Por consiguiente también, cuando su movimiento se actualiza, si es en tanto que ella existe en si misma, el alma la percibe a ella misma asi; en otros términos, algun pensamiento o imagen parece presentarse a ella; pero si es en tanto que ella se refiere a otra cosa, el alma la considera como una copia que esta en un cua- dro, y sin haber visto a Corisco ella la considera como la copia de Corisco. Entonces la impresién producida por esta contemplacién varia: cuando el alma conside- ra al objeto como un animal figurado, la impresién 451a existe en ella como un pensamiento solamente; por otro lado, cuando ella lo considera como una copia, se trata de un recuerdo. He aqui por qué nosotros no sabemos en ocasiones, ‘cuando se producen tales movimientos en el alma con ocasién de una sensacion anterior, si es en funcién de la sensacién que nos llega y nos preguntamos si es un recuerdo o no. En ocasio- nes nos ocurte pensar en cierta cosa y acordarnos que la hemos ojfdo 0 visto con anterioridad. Y esta ilusion tiene lugar cuando el espiritu, contemplando la cosa misma, cambia de opinidn y la considera como la ima- gen de otra cosa. Lo contrario ocurre también, como cuando se produjo para Antiferén de Orea y otros en estado de éxtasis: hablaban, en efecto, de imagenes como si se tratara de realidades y como si se acorda- ran de ellas. Esto se produce cuando uno mira como una copia lo que no lo es. Los estudios conservan la memoria, llevando a acordarse; y este ejercicio no es otra cosa que la consideracién frecuente de la repre- sentacién concebida como una copia y no en si mis- ma. Se ha dicho, pues, cual es la naturaleza de la memoria y del recuerdo, sefialando que es la posesion de la imagen como copia del objeto del cual ella es 72 Parva Naturalia imagen, y se ha dicho a qué parte de nosotros pertene- ce, que es al principio de la sensibilidad, por el cual nosotros percibimos el tiempo. La reminiscencia Nos falta hablar de la reminiscencia. Inicialmente hay, pues, que admitir como demostradas todas las verdades enunciadas en nuestros argumentos: en efec- to, la reminiscencia no es ni una readquisicidn de la memoria ni una adquisicién. Y es que cuando uno aprende alguna cosa por primera vez o uno experi- menta una primera impresi6n, ni uno recobra recuer- do alguno (pues ningtin recuerdo ha existido anterior- mente) ni uno adquiere una nocién originalmente. Peto, cuando uno posee una nocién y la impresién ha tenido lugar, entonces existe memoria. Por consiguien- te, la memoria no interviene al mismo tiempo que la impresién sensible. Ademds, cuando la impresion se ha producido por vez primera en un instante indivisi- ble y reciente, ella reside ya en el ser que la padece y ya hay ciencia, si hay que llamar ciencia a la manera de ser o la impresion (nada impide acordarse también indirectamente y en parte de lo que nosotros sabe- mos); la memoria no existiré en ella misma antes de que el tiempo. transcurra: uno se acuerda, en efecto, ahora de lo que ha visto 0 experimentado anterior- mente, pero no se acuerda actualmente de aquello que uno experimenta en el presente. De la memoria y de la reminiscencia 73 Reconocimiento del pasado Ademés, es evidente que es posible acordarse no de aquello que es traido actualmente a la memoria, sino de lo que uno percibe y siente desde el principio. Pero cuando uno recupera el conocimiento o la sensa- cién que uno ha tenido anteriormente, o bien aquello cuya posesién decimos nosotros constituye la memo- ria, entonces hay reminiscencia de una de las cosas que han sido dichas. La reminiscencia se produce y el recuerdo le sigue >. Por lo demas, si lo que ha existi- do anteriormente se reproduce, una parte no reapare- ce, pues es posible que la misma persona aprenda y descubra dos veces la misma cosa. Es preciso, pues, que exista una diferencia entre la reminiscencia en este caso, y aquélla que se aplica a un estado inicial mds importante del cual se parte para aprender. Diversas leyes relativas a la aparicion de los recuerdos Las reminiscencias se producen cuando este movi- miento viene naturalmente después de aquel otro. Si esta sucesién de movimiento es necesaria, es evidente que, cuando uno de los dos ha tenido lugar determina al otro; y si esta sucesién no es necesaria, sino habi- tual, lo determinara casi siempre. Ocurre que ciertas personas en una sola vez, han contraido un habito mejor que otras que a menudo han sido impresiona- das. Es por esto por lo que después de haber visto una sola vez ciertas cosas, nosotros nos acordamos de 3 Para Aristételes la reminiscencia es una facultad propiamente humana; no se trata solamente de una simple permanencia de la imagen, sino de su reconocimiento. 451b 452a ellas mejor que otras que hemos visto a menudo. Asi, cuando nosotros hacemos acto de reminiscencia, una de las emociones anteriores nos excita hasta que noso- tros Ilegamos a aquélla después de la cual ésta viene habitualmente. Es por ello también por lo que noso- tros buscamos con el pensamiento lo que viene a par- tir de un instante o de alguna parte, y a partir de una cosa semejante 0 contratia o vecina. He aqui lo que engendra la reminiscencia. En efecto, los movimientos causados por esos objetos son, los unos idénticos, los otros simulténeos, otros comprenden en parte el obje- to buscado, de manera que el resto que ha sido pues- to en movimiento posteriormente tiene poca impor- tancia, Se busca, pues, de esta manera, y, sin hacer estas buisquedas, la reminiscencia tiene lugar, cuando el movimiento a encontrar se produce después de otro; pero, la mayor parte del tiempo, este movimiento se presenta, cuando los otros movimientos que hemos venido describiendo se producen. De ninguna manera hay que buscar cémo nos acordamos de aquello que se encuentra alejado, sino cémo nos acordamos de lo que es prdximo. Es evidente, en efecto, que el proce- dimiento es el mismo. Hablo de la sucesién de cosas sin busqueda previa y sin reminiscencia. Los movi- mientos se siguen, en efecto, como por una especie de habito, viniendo uno después del otro. Y asi, cuando uno quiere hacer un acto de reminiscencia, esto es lo que uno hara: tratar de remontar hasta el movimiento inicial, después del cual vendra aquél respecto del cual uno tiene necesidad. Por esto, las reminiscencias, cuando uno remonta hasta el origen, son muy rapidas y muy utiles, pues, por lo que concierne a su sucesién, las cosas se presentan las unas en relacién con las otras de la misma manera que los movimientos corres- pondientes. Y todo esto que ofrece un cierto orden, como las matematicas, es facil de retener, mientras que lo que se encuentra mal hilvanado resulta dificil de retener. Y hacer acto de reminiscencia y aprender de nuevo difieren en esto: en las reminiscencias se podra ir, de alguna manera, de si mismo a las conse- cuencias que vienen después del principio, pero, cuan- do uno no lo puede hacer, y que uno avanza gracias a otro, uno ya no recuerda. A menudo uno se encuentra en la imposibilidad de acordarse, pero buscando, uno es capaz y lo encuentra. Esto ocurre para aquél que remueve mucho la cuestién, hasta que él llega a un momento tal que el objeto buscado se presentard. Hacer acto de reminiscencia es, en efecto, poseer en si en potencia la facultad motriz, y de tal manera que uno se mueva a si mismo y en virtud de los movimien- tos que uno tiene como se ha dicho. Pero hay que remontar al origen. Es por lo que, a veces, nosotros nos acordamos, pareceria, a partir de lugares comunes. La causa de ello es que uno pasa rapidamente de un punto a otro, por ejemplo de la leche a lo blanco, de lo blanco al aire, del aire a la humedad, y gracias a esta ultima idea uno se acuerda del otofio, estacién que uno buscaba. De una manera general, el medio de todas las cosas a recordar conviene al punto de parti- da de la busqueda: si, en efecto, uno no se ha acorda- do al principio, uno se acordara, cuando uno haya lle- gado a este punto, o bien uno no se acordaré tampoco de otra manera; por ejemplo, si uno piensa a partir de la serie A BT A E ZH @, suponiendo en efecto que uno se ha acordado cuando uno se encontraba en @, uno se acordara cuando uno se encuentra en E, en el caso en que uno busque H 0 Z; es posible entonces remontar por los dos lados, hacia A y hacia Z. Pero si uno no busca alguno de estos términos, uno se acor- dara al llegar a T, en el caso en que uno busque H o 452b 76 Parva Naturalia Z; si no es aT’, uno se acordara remontando hasta A, y siempre de esta manera. Es lo que hace que a veces uno se acuerde del mismo elemento y que en ocasio- nes uno no lo recuerde, y es que el espiritu puede estar empujado a mds de una cosa a partir de un mis- mo principio, por ejemplo, a partir de F, uno puede it aZoa A. Si el movimiento no ha tenido lugar desde mucho tiempo, el espiritu se encuentra empujado hacia aquél que es el mas habitual, pues la costumbre viene a ser como una segunda naturaleza 4, Es por esto por lo que nosotros nos acordamos répidamente de las cosas en las cuales pensamos a menudo, pues, asi como naturalmente tal cosa viene después de tal otra, asi ocurre lo mismo gracias al acto del espiritu. Y la repeticion engendra una naturaleza. Peto, puesto que en las cosas naturales las hay que son contra la naturaleza y otras que son fortuitas, ocurre todavia més esto en las cosas habituales, en donde Ja naturale- za no se presenta de la misma manera, Por consiguien- te, el espiritu no se mueve en ocasiones en una ditec- cién al azar, sobre todo cuando uno lo desvia de un punto hacia otro. He aqui por qué también, cuando es preciso acordarse de un nombre uno se acuerda de aquél que se le parece y uno no logta a veces dar con el que se busca. Por consiguiente, la teminiscencia se produce de esta manera, Memoria y tiempo. Percepcién de las magnitudes Lo mds importante consiste en que hay que apre- ciar el tiempo, sea de una manera precisa, o de una * Ténganse presentes las diferencias que Aristételes establece entre habito y costumbre. De la memoria y de la reminiscencia 77 manera indeterminada; que exista en el espiritu alguna cosa que discierna un tiempo més largo y un tiempo mas corto. Es muy posible que esto mismo ocurra para las magnitudes: en efecto, el espiritu piensa los objetos grandes y alejados sin que el pensamiento se extienda hasta all4 como algunos lo pretenden para el caso de la vista (pues el espititu pensar4 de igual mane- ra objetos inexistentes), pero el pensamiento los capta por un movimiento proporcional, pues en él existen figuras y movimientos semejantes a los de los objetos. éQué diferencia habrd, en efecto, cuando el espiritu piensa objetos mds grandes o cuando piensa estos objetos mas pequefios? Todas las cosas del interior son més pequefias, como por analogia, que las cosas del exterior. Y es igualmente posible, tanto para las figuras como para las distancias establecer en el espiri- tu una proporcionalidad diferente. Por ejemplo, si ef espiritu se mueve siguiendo A B B E, describe la figura TA, pues AT y T'A son proporcionales. :Por qué pues describe TA més bien que ZH? O bien AT es a AB, como © es a M. Se mueve pues al mismo tiempo siguiendo estas lineas. Pero, si quiere pensar ZH piensa igualmente BE, y en lugar de OI pensar KA, pues estas lineas se encuentran entre ellas como ZA en relacién a BA. Localizacién en el pasado Cuando existe, pues, una simultaneidad entre el movimiento del objeto y el del tiempo, entonces la memoria se actualiza. Pero si uno se imagina que esta simultaneidad existe, sin realizarla, uno cree acordarse. Nada impide, en efecto, que uno se equivoque y que uno crea acordarse sin acordarse efectivamente. Pero 452b 16 Parva Naturalia Z; si no es aT, uno se acordar4 remontando hasta A, y siempre de esta manera. Es lo que hace que a veces uno se acuerde del mismo elemento y que en ocasio- nes uno no lo recuerde, y es que el espiritu puede estar empujado a mas de una cosa a partir de un mis- mo principio, por ejemplo, a partir de I’, uno puede ir aZoaA, Si el movimiento no ha tenido lugar desde mucho tiempo, el espiritu se encuentra empujado hacia aquél que es el més habitual, pues la costumbre viene a ser como una segunda naturaleza +. Es por esto por lo que nosotros nos acordamos raépidamente de las cosas en las cuales pensamos a menudo, pues, asi como naturalmente tal cosa viene después de tal otra, asi ocurre lo mismo gracias al acto del espiritu. ¥ la repeticion engendra una naturaleza. Pero, puesto que en las cosas naturales las hay que son contra la naturaleza y otras que son fortuitas, ocurre todavia més esto en las cosas habituales, en donde la naturale- za no se presenta de la misma manera. Por consiguien- te, el espiritu no se mueve en ocasiones en una direc- cién al azar, sobre todo cuando uno lo desvia de un punto hacia otro. He aqui por qué también, cuando es preciso acordarse de un nombre uno se acuerda de aquél que se le parece y uno no logra a veces dar con el que se busca. Por consiguiente, la reminiscencia se produce de esta manera. Memoria y tiempo. Percepcion de las magnitudes Lo mas importante consiste en que hay que apre- ciar el tiempo, sea de una manera precisa, o de una * Ténganse presentes las diferencias que Aristételes establece entre habito y costumbre. De la memoria y de la reminiscencia 77 manera indeterminada; que exista en el espiritu alguna cosa que discierna un tiempo més largo y un tiempo mds corto. Es muy posible que esto mismo ocurra para las magnitudes: en efecto, el espiritu piensa los objetos grandes y alejados sin que el pensamiento se extienda hasta allé como algunos lo pretenden para el caso de la vista (pues el espiritu pensard de igual mane- ta objetos inexistentes), pero el pensamiento los capta por un movimiento proporcional, pues en él existen figuras y movimientos semejantes a los de los objetos. 2Qué diferencia habra, en efecto, cuando el espiritu piensa objetos mas grandes o cuando piensa estos objetos mds pequefios? Todas las cosas del interior son mas pequefias, como por analogia, que las cosas del exterior. Y es igualmente posible, tanto para las figuras como para las distancias establecer en el espiri- tu una proporcionalidad diferente. Por ejemplo, si el espirita se mueve siguiendo A B B E, describe la figura TA, pues AT y TA son proporcionales. Por qué pues describe TA mas bien que ZH? O bien AT es a AB, como © es a M. Se mueve pues al mismo tiempo siguiendo estas lineas. Pero, si quiere pensar ZH piensa igualmente BE, y en lugar de @I pensara KA, pues estas lineas se encuentran entre ellas como ZA en relacién a BA. Localizacién en el pasado Cuando existe, pues, una simultaneidad entre el movimiento del objeto y el del tiempo, entonces la memoria se actualiza. Pero si uno se imagina que esta simultaneidad existe, sin realizarla, uno cree acordarse. Nada impide, en efecto, que uno se equivoque y que uno crea acordarse sin acordarse efectivamente. Pero A33a 78 Parva Nataralia cuando uno hace acto de memoria, no es posible no creerlo asi y acordarse de algo sin saberlo. Es esto mis- mo to gue constituye la reminiscencia. Pero si el movi- miento del objeto se hace sin el del tiempo o bien éste sin aquél, uno no recuerda. Por otra. parte, el movi- miento del tiempo es doble: en efecto, puede uno no acordarse de la cosa de una manera precisa, por ejem- plo, que uno lo ha hecho hace tres dias, o bien uno puede acordarse de ella de manera precisa. Sin embar- go, existe el recuerdo, aun si éste no resulta fechado, Uno tiene la costumbre de decir entonces que uno recuerda; no se sabe, sin embargo, en qué momento los acontecimientos tuvieron lugar cuando uno no conoce ese momento. Memoria y reminiscencia Se ha sefialado en lo que precede que no son las mismas personas las que tienen memoria y las que tie- nen reminiscencia. La memoria difiere de la reminis- cencia no solamente por lo que se refiere al tiempo, sino porque, en los animales fuera del hombre, muchos tienen memoria, mientras que ningun animal, por asi decirlo, posee la reminiscencia, excepcion hecha del hombre >. La causa de este privilegio es que la reminiscencia es una especie de silogismo. En efecto, el que tiene una reminiscencia infiere que ante- tiormente él ha visto o escuchado alguna cosa o expe- rimentado alguna impresién semejante, y es como una especie de btisqueda. Pero, esto ocurre naturalmente y 3 . 7" La reminiscencia viene a ser en realidad la memoria conscien- te de si misma: es la Tememoracioa, y, para acordarse, el hombre utiliza, como hemos visto, las leyes de la asociacién de ideas. De la memoria y de la reminiscencia 79 solo a aquellos seres que poseen la facultad de querer, pues la voluntad es una especie de razonamiento. Memoria e imaginacion. Influencia de la edad Lo que prueba que esta facultad es una afeccién corporal y que la reminiscencia es una btisqueda de la imagen en la esfera fisica, es que ciertas personas se turban cuando ellas no pueden acordarse, y llegan a suspender completamente su actividad pensante no esforzéndose menos de no hacer un acto de reminis- cencia; esto ocurte sobre todo con los melancélicos que se turban de esta manera, pues Jas imagenes los turban hasta tal punto. Lo que hace que Ja reminiscen- cia no esté en su poder, es que, como aquellos que han lanzado alguna cosa y no pueden ya detenerla, igualmente también aquél que hace acto de reminis- cencia y que realiza una btisqueda pone en marcha algiin érgano corporal en el que reside la afeccidn. Se turban mas aquellos que tienen precisamente, en la sede de la sensibilidad, la humedad: una vez puesta en movimiento, ésta no se detiene facilmente, hasta que el espiritu haya alcanzado el objeto buscado y que el movimiento haya retomado su curso normal. Es por lo cual, también, cuando la célera y el miedo han desen- cadenado algiin movimiento, que su reaccion impide a estas personas el detenerse, mas bien ellas reaccionan contra el mismo organo que las ha excitado. Y la remi- niscencia afecta al espiritu como esas palabras, esos cantos y esos discursos que uno ha tenido demasiado a menudo en la boca y que uno se sorprende después cantandolos o diciéndolos sin querer. Y aquellos que tienen las extremidades superiores demasiado desarro- 80 Parva Naturalia lladas y aquellos que se parecen a los enanos recuer- dan menos que aquellos que son de una conforma- cién contraria, porque llevan un gran peso sobre la sede de la sensibilidad y porque los impulsos recibi- dos no pueden permanecer desde el origen, sino que se pierden y no regresan directamente y de manera facil en el acto de reminiscencia. Aquellos que son demasiado jévenes y aquellos que son demasiado vie- jos no tienen memoria a causa de su cambio: los unos se encuentran en pleno deterioro, los otros en pleno desarrollo. Ademas, los nifios pequefios son semejan- tes a los enanos hasta Jlegar a una edad avanzada °, Por lo que concierne, pues, a la memoria y al acto que ella produce se ha dicho cual es su naturaleza y por qué parte del alma los animales recuerdan, y, a proposito de la reminiscencia, hemos dicho cuél es su naturaleza, cémo y en virtud de qué causas ella se pro- duce. 6 Apréciese la modernidad de Aristételes en este punto concre- to; accion del cuerpo sobre la memoria. Gran parte de la psicologia moderna no ha dicho gran novedad en este punto. Del suefio y de la vigilia Diversas cuestiones que necesitan aclaracion Por lo que se refiere al suefio y a la vigilia, hay que 453b investigar lo que son precisamente y si son propias al alma o al cuerpo o comunes a los dos y, en este ulti- mo caso, a qué parte del alma o del cuerpo pertene- cen, y por qué los animales tienen estas funciones, y si todos los animales poseen las dos conjuntamente, st los unos poseen una y los otros otra solamente, si los unos no gozan de ninguna de ellas, mientras que los otros tendrian Jas dos. Hay que investigar ademas cual es la naturaleza del suefio !, y por qué los durmientes suefian a veces y a veces no, si ocurre qué siempre suefia uno cuando duerme, pero a veces no lo recuer- 1 Suefio aqui significa no el dormir sino lo referente a sofiar, 44a 82 Parva Naturalia da; y, si es asi, por qué; si es posible prever el porvenir mediante los suefios o si es imposible, y de qué mane- ra si es posible; y si se puede prever solamente el por- venir que depende de los hombres, 0 también el que tiene por causa la divinidad y los fendmenos naturales o fortuitos. Principio del suefio y de la vigilia Primeramente resulta evidente al menos que la vigi- lia y el suefio se refieren a la misma parte del animal, Pues estas funciones son opuestas, y el suefio parece ser una privacion de la vigilia: en efecto, y en lo que concierne a las otras cosas no naturales y en aquéllas que son naturales, los contrarios se producen siempre manifiestamente en el mismo sujeto, y son manifiesta- mente las afecciones del mismo ser, digo, por ejemplo, la salud y la enfermedad, la belleza y la fealdad, la fuerza y la debilidad, la vista y la ceguera, el oido y la sordera. Resulta mds evidente después de las conside- raciones siguientes; lo que nos hace conocer que uno esta despierto nos hace conocer también que uno duerme. Cuando un hombre siente, nosotros pensa- mos que este hombre esté despierto y que todo ser despierto percibe ya sea una de las cosas exteriores 0 los movimientos que se producen en él. Si, pues, estar despierto no consiste sino en sentir, es evidente que el principio de la percepcién es también aquél por el cual el que esta en vigilia esta despierto y aquél por el cual el durmiente duerme. Y, dado que la percepcion no es lo propio ni del alma ni del cuerpo (pues el principio de la potencia es también el del acto; y lo que se llama sensacién, en tanto que acto, es una espe- cie de movimiento del alma por el intermediario del Del suefio y de la vigilia 83 cuerpo), resulta claro que ni esta afeccidn es lo propio del alma, ni un cuerpo sin alma puede sentir. En otras palabras, se han introducido con anterioridad distin- ciones en lo que concierne a lo que llamamos las par- tes del alma ?, la parte nutritiva separable de las otras partes en los cuerpos que poseen la vida, mientras que ninguna de las otras pueden existir sin ésta; por consi- guiente, es evidente que todos los vivientes que no tie- nen en propiedad sino las funciones de crecimiento no tienen ni suefio ni vigilia, por ejemplo, las plantas; ellas no poseen, en efecto, la parte sensible, ni separa- ble ni inseparable, pues, por su funcién y por su esen- cia ella es separable. Intermitencia del suenio y de la vigilia Igualmente, resulta evidente también que no hay ser en vigilia siempre o que duerma continuamente, sino que estas funciones pertenecen las dos a los mis- mos animales. En efecto, si existe algiin animal dotado de sensacién no es posible que no duerma y que no esté en vigilia, pues, por lo que concierne a la sensa- cion, estas afecciones dependen las dos del principio sensible. No es posible tampoco que una de las dos se ejerza siempre en el mismo ser, es decir, que una cier- ta especie de animales duerma siempre, 0 que una cierta especie esté en vigilia sin cesar: en todos los ani- males alli en donde un drgano se ejercita naturalmen- te, cuando uno rebasa el tiempo durante el cual puede desempefiar alguna funcién, es necesario que caiga en la impotencia, por ejemplo los ojos que ven dejan de 2 Muy probablemente Aristételes se refiere —al menos— a su tratado Del alma; en esa obra distingue el alma vegetativa de la sensitiva y de la racional. 84 Parva Naturalia ver, y esto ocurre lo mismo con la mano y con todo Organo que desempefia alguna funcién. Pero, si sentir es la funcién de un cierto organo, y que este étgano tebase el tiempo durante el cual puede sentir de una manera continua, caerd en la impotencia y no ejercita- ra ya esta funcién. Si, pues, la vigilia se caracteriza por 454b esto, a saber, el libre ejercicio de la sensacién, y que sea preciso que, los contrarios, el uno esté presente, y el otro ausente, si la vigilia es Io contrario del suefio y que, necesariamente, uno de esos estados se encuentre en todo ser, es necesatio dormir. Si, pues, el suefio es una afeccién de este género, si es una impotencia de continuar la vigilia excesiva, que este exceso de vigilia sea morbido o no, de manera que fuera asi para la impotencia y para la suspension de la actividad, es necesario que todo ser que est4 en vigilia pueda dor- mit, pues resulta imposible estar siempre activo. De igual manera, ningdn ser puede tampoco dormir siem. pre, pues el cuerpo es una cierta afeccién de la parte sensible, y esto es como el encadenamiento o la inmo- vilidad; por consiguiente, todo ser que duerme posee necesariamente esta parte. Ahora bien, es sensible el que puede sentir en acto. Peto, hacer acto de sensa- cion, en el sentido propio y absoluto, es imposible al mismo tiempo que uno duerme. Es por lo que todo el que duerme debe terminar por despertar 3. El suefio en los diversos animales En todo caso, casi todos los animales distintos del hombre disfrutan del suefio: los volatiles, los animales > Me permito esta traduccion un poco forzada con objeto de no dar lugar a un malentendido; la traduccién literal ditia: todo suefio debe concluir por el despertar. Podria entenderse como que el Del suefio y de la vigilia 85 acuaticos y terrestres; y en efecto, se ve que todas las especies de peces y de moluscos duermen y por otra parte todos los seres que tienen ojos; y también los animales que tienen los ojos duros, igual que los insec- tos, se adormecen; pero todos estos seres duermen muy poco; es por esto por lo que uno se pregunta a menudo si ellos gozan del suefio o no. En cuanto a los testaceos, segtin la observacion, no es todavia evidente que duerman. Y si la explicacién dada sobre este pun- to es plausible, habr4 que creerlo. Segtin las considera- ciones siguientes, es pues evidente que todos los ani- males tienen la facultad de dormir: el animal es, en efecto, definido por la facultad de la sensacién, y nosotros hemos dicho que, de una cierta manera, el suefio es la inmovilidad y como el encadenamiento de la sensibilidad, mientras que la vigilia es su liberacién y ejercicio. Pero ninguna planta puede tener en propie- dad ni la una ni la otra de estas dos afecciones, pues, sin la sensaci6n, no hay ni suefio ni vigilia. Los anima- les que sienten experimentan también pena y placer; y aquellos que experimentan estos sentimientos también desean. Ahora bien, cada uno de estos sentimientos no existen en las plantas. La prueba es que la parte nutritiva del alma lleva a cabo su obra durante el sue- fio mejor que durante la vigilia, y es que el ser se ali- menta entonces y se acrecienta mds, como si él no tuviera ninguna necesidad de la sensibilidad para ello. -Organo del suefio Hay que investigar por qué y en virtud de qué organo de los sentidos, o de qué Srganos si hay varios, acto de tener un suefio termina con el despertar del durmiente. Esto puede que sea —-ademas de un truismo— algo verdadero; no es ésta, sin embargo, la tesis que Aristdteles esta sosteniendo. 455a 86 Parva Naturalia uno duerme o esta en vigilia. Ya que ciertos animales poseen todos los rganos de los sentidos, mientras que ciertos otros no los tienen todos, por ejemplo no tienen la vista, mientras que todos poseen el tacto yel gusto, a excepcién de algunos animales incompletos (de ello ya se ha hablado en el tratado Del ala) 4, que es imposible que el animal que duerme sienta ’ cualquiera de sus sentidos, es evidente entonces fue esta misma disposicién exista necesariamente bra todos los Seres en eso que se llama suefio pues, si el animal sintiera entonces por un 6rgano de los sentidos ¥ No sintieta por otro, tendria conciencia de este esta- do al estar dormido y esto es imposible. Dado que existe por lo que concierne a cada sentido una fan cin especial y una funcién comun, que, por ejem Jo, la funcién especial, para la vista, es ver. para el olde, escuchar y lo mismo para cada uno de los Otros; como hay una facultad comin que acompaiia a todos lo sentidos > por lo cual uno siente también que ve te oye (no es ciertamente por la vista como uno ve ue ve y no es ni gracias al gusto, ni gracias a la vista, ni gracias a los dos como uno juzga y como uno puede Juzgar que los sabores dulces son distintos nue los colores blancos, si no es gracias, a una cierta parte de) alma comin a todos los drganos, pues la sensacion ¢, entonces una y el érgano dominante es uno, la esencla de cada especie de sensacién siendo diferente on ejemplo aquélla del sonido de aquélla del color) como el sentido comtn es sobre todo simultane ai tacto (Este Ultimo esté en efecto separado de los otros mientras que los otros son inseparables de aquél; de esto ya se ha hablado en nuestros estudios relativos al : Cfr, especialmente Ul, 2, 413b 4, 414a Puede entenderse aqui la «cogit 4, 414a 4; y también LIL, 414b 3. «Cogitativa» o ef «sentido comin», Del suefio y de la vigilia 87 alma), por consiguiente, resulta evidente que la vigilia y el suefio son afecciones de este sentido. Es por esto también por lo que pertenece a todos los animales, pues solo el tacto existe para todos. En efecto, si el suefio tuviera lugar como resultado de alguna modifi- cacién de todos nuestros 6rganos de los sentidos, seria | absurdo que sentidos que ni deben necesariamente ni pueden actuar juntos de una cierta manera, debiesen necesariamente actuar simulténeamente y permanecer inmoviles. En efecto, lo contrario, es decir, la ausencia de reposo simultdneo para estos sentidos, se produci- ria de una manera mas verosimil. Este lenguaje actual resulta asi verosimil después de estas consideraciones: en efecto, cuando el sentido que domina todos los otros y al cual todos los otros confluyen viene a expe- rimentar cierta modificacién, necesatiamente también todos los sentidos que faltan lo padecen, mientras que si uno de ellos esté en la impotencia, no es necesario que el sentido comtin sea impotente. Segin muchos hechos, es evidente que el suefio no consiste en que los sentidos no actien y que se prescinda de su servi- cio, ni en la impotencia de sentir. En efecto, un hecho de esta natutaleza ocurre en los desmayos, pues el desmayo consiste en la impotencia de los sentidos y ciertos casos de demencia son de esta especie. Ade- mas, aquellos que son apretados por las venas del cue- llo se tornan insensibles. Pero, cuando la impotencia para usar de los sentidos no reside en un sentido cual- quiera, y no tiene una causa fortuita, sino, como se dice aqui, afecta al principio que sirve para percibir todo, cuando en efecto este principio es reducido a la impotencia, hay necesidad también de que todos los érganos de los sentidos sean incapaces de sentir; pero cuando uno de ellos esta en la imposibilidad de perci- bir, no es necesatio que otro cese en sus funciones. A55b 88 Parva Naturalia Causa del sueiio Hay que decir en virtud de qué causa se produce el suefio, y cual es esta afeccién. Y como hay varias espe- cies de causas (nosotros decimos, en efecto, que hay la causa final, el principio de donde viene el movimien- to, la materia y la razén determinante), como deciamos inicialmente que la naturaleza acta en vistas a un fin, que este fin es algun bien, que, para todo ser que se mueve naturalmente sin poder moverse siempre de Manera ‘continua el reposo es necesariamente agrada- ble y util, es con verdad que se aplica esta metdfora al Suefio diciendo que es un teposo. Por consiguiente. existe en vistas de la conservacion de los animales; y el fin del suefio, es el despertar, pues sentir y pensar son el fin de todos los seres que tienen una de estas facultades: ellas son, en efecto, excelentes, y el fin del ser es el mas grande bien. Por consiguiente, el suefio pertenece necesariamente a cada animal. Quiero hablar de una necesidad condicional, porque, si el ani- mal Posee la naturaleza que le es propia, es preciso, necesariamente, que él posea alguna facultad y que, desde el momento que él posee estas facultades es preciso que él posea otras. Hay que decir, ademas, de qué movimiento y accién sobreviniendo, en los cuer- pos la vigilia y el suefio, éstos se producen en los ani- males. En cuanto a otros animales, hay que suponer que las causas de esta afeccién son las mismas 0 andlo- gas como en el caso de los animales que tienen sangre, ¥ que, en estos ultimos, ellas son precisamente las que uno encuentra en los hombres. Por consiguiente, es en funcion de estos ultimos como hay que examinar a todos. Del suefio y de la vigilia 89 Organizaci6n en los animales Que el principio de la sensibilidad venga, en el caso de los animales, de la misma parte de donde les viene 456 el movimiento, es lo que se ha establecido anterior- mente en otras obras *, Ahora bien, como hay tres lugares determinados, ese principio es el lugar central entre la cabeza y el bajo vientre. En los animales que tienen sangre, es la parte que rodea al coraz6n, pues todos los animales que tienen sangre poseen un cora- zon; y es de alli de donde parte el principio del movi- miento y de la sensibilidad superior. Es pues, eviden- te, que alli se encuentra el principio del movimiento y el de la respiracién y, de una manera general, el del enfriamiento; y la naturaleza ha organizado tan bien los seres que respiran como que aquellos que viven en el agua teniendo en cuenta la conservacién del calor para los que viven en esta parte. Hablaremos mis tar- de de este principio considerado en si mismo. Para los animales privados de sangre, pata los insectos y aque- llos que no reciben aire, el aliento parece hincharse y contraerse en una parte analoga al coraz6n. Es eviden- te, a propésito de los insectos, que ellos tienen alas de una sola pieza, por ejemplo, las avispas y las abejas y también las moscas y todos los seres de este género. Pero, como es imposible que un movimiento o una accion se realice sin una fuerza, viniendo el aliento del exterior para los seres que reciben el aire en si mis- mos y siendo innato para aquellos que no respiran (es por lo que también, parece, Jos insectos alados zum- ban, cuando se mueven a causa del frotamiento del aire que cae sobre el capatazén de los insectos con © Muy probablemente Aristoteles se estd refiriendo a la Historia de los animales, Las partes de los animales y a La generacién de los ani- paler 90 Parva Naturalia alas de una pieza); y ya que todo animal se mueve cuando alguna sensacién, propia o extrafia al ser, se produce en el principio sensible, si pues el suefio o la vigilia son afecciones de esta parte, se ve claramente en qué lugar y en qué parte el suefio y la vigilia se ori- ginan. Suefio y estado de vigilia Algunas personas se mueven cuando duermen y realizan muchos actos propios del estado de vigilia, no, sin embargo, sin alguna imagen y alguna sensacién. Habra que hablar de ello més tarde 7. Hemos dicho en nuestros Problemas *® por qué uno se acuerda de los suefios, una vez despierto, y por qué uno olvida los actos propios del estado de vigilia. 3 Consideraciones sobre la nutricion Una consecuencia de lo que hemos dicho es la de exponer cuales son las circunstancias y el origen del principio de esta afeccidn: la vigilia y el suefio. Eviden- temente, ya que el animal, cuando experimenta una sensacién, toma entonces alimento y a la vez crece, el alimento en su forma final es para todos los animales 7 Aqui Aristoteles se va a referir al suefio como el acto de sofar y no precisamente al acto de dormir. 8 Opinan los comentaristas que esta obra es la Meteoroldgica De ser asi, Aristételes se refiere en particular a la Meteoroldgica, IV, 3, 381b 13. Del suefio y de la vigilia o1 la sangre y que se encuentran privados de sangre es alguna cosa analoga; y el lugar de la sangre son los vasos, y el principio de los vasos es el corazén (esto que estamos diciendo es evidente de acuerdo con las disecciones). Asi, cuando el alimento llega a los luga- res susceptibles de recibirlo, se produce una evapora- cién en los vasos y alli, sufriendo un cambio, el ali- mento sé convierte en sangre y se dirige hacia el principio. De esto se ha hablado en el tratado Del ali- mento, Ahora hay que retomar nuestras explicaciones a este propdsito, con el fin de examinar los principios del movimiento y de ver qué modificacién experimen- ta la parte sensible del alma, cuando la vigilia y el sue- fio tienen lugar. Naturaleza y causas del suenio El suefio no es, en efecto, una impotencia cualquie- ra de la facultad de sentir, como se ha dicho, pues la locura, cierta sofocacién y el desmayo producen una impotencia de este género. Asi, cuando algunos expe- rimentan un sincope, la imaginacién funciona fuerte- mente. Esto presenta una dificultad, pues, si es posible que uno duerma cuando se desvanece, podria tam- bién ocurrir que la imagen en este estado sea un sue- fio. Ahora bien, hay muchas cosas que relatan aquellos que han experimentado fuertes sincopes y que pare- cen muertos. Hay que suponer la misma causa a pro- posito de todos estos accidentes. Pero, como hemos dicho, en efecto, el suefio no es la impotencia comple- ta de la sensibilidad, sino que esta afeccién proviene de la evaporacion relativa debida al alimento. Es nece- satio, en efecto, que lo que se evapora ascienda hasta un cierto punto, y que después regrese en sentido Heh 4574 92 Parva Naturalia contrario sufriendo un cambio como las olas del Euri- po. Ahora bien, el calor de cada animal se encuen- tra naturalmente en la parte superior; y cuando se encuentra en las partes elevadas regresa de nuevo en masa hacia atras y cae. Es por esto por lo que el suefio viene sobre todo después de los alimentos, pues entonces la humedad, que es considerable, y la masa solida son llevadas hacia lo alto. Al detenerse alli la humedad entorpece y hace dormir. Y cuando vuelve a descender y al regresar de esta manera desplaza al calor, entonces viene el suefio, y el animal se duerme. Los narcéticos lo prueban también, pues todos ellos producen pesadez en la cabeza, ya sea los que son bebidos como los que son comidos, como la adormi- dera, Ja mandrdgora, el vino y la cizafia. Al adormecer- se y al dormirse, las personas parecen experimentar este estado y no pueden levantar la cabeza ni abrir los parpados. Este dormir se presenta sobre todo después de ingerir alimentos, pues la evaporacién que provie- ne de los alimentos es entonces considerable. Ademas, el dormir viene después de ciertas fatigas, pues la fati- ga tiene la propiedad de disolver, y el producto de esta disolucién se presenta al modo de un alimento indigesto, si es que no esta frio. Ciertas enfermedades producen el mismo efecto, y son todas las que provie- nen de un exceso de humedad y de calor; esto ocurre, por ejemplo, en los casos de fiebre y de letargo. Ade- més, esto ocurre también en la primera infancia, pues los nifios duermen mucho debido a que el alimento va siempre hacia arriba. La prueba es que durante la primera infancia el tamafio de las partes superiores privan sobre el tamafio de las inferiores debido a que el crecimiento tiene lugar en las primeras. Es por esta raz6n por la que los nifios sufren de epilepsia y el sue- fio es, en cierto modo, una especie de epilepsia. Por Del suefio y de la vigilia 93 esta raz6n también esta afeccidn comienza en muchos de los que duermen, teniendo entonces ellos una cier- ta crisis cuando duermen y no cuando se encuentran en vigilia. Cuando, en efecto, el aire se dirige en gran- des cantidades hacia arriba, después de haber regresa- do, infla las venas y restringe la abertura por donde la respiracién tiene lugar. Es por esto por lo que el vino no es util a los nifios ni a sus nodrizas (que sean los pequefios los que lo beben o sean sus nodrizas las que lo hagan no presenta ninguna diferencia), mds bien hay que beberlo mezclado con agua y en poca canti- dad, pues el vino es portador de gas, y el vino de color oscuro més que el vino ordinario. En los nifios, las partes superiores se encuentran de tal manera lle- nas de alimento que a Ja edad de cinco meses ellos no pueden ni siquiera volver el cuello; igual que en aque- llos que se encuentran perfectamente ebrios, una gran cantidad de humedad va hacia arriba. Este estado es probablemente la causa de la inmovilidad primera del feto en la matriz; y de una manera general, aquellos cuyas venas no son aparentes, los enanos y aquellos que tienen una gran cabeza, son propensos a dormir: en los primeros, en efecto, las venas son estrechas, de manera que la humedad no circula facilmente; en los enanos y en los que tienen la cabeza grande, el impul- so hacia lo alto y la evaporacién son fuertes. En cuan- to a los que tienen amplios vasos, ellos no son somno- lientos a causa de la facil circulacion que tiene lugar a través de sus vasos si es que no tienen otra afeccién contraria. Los melancdlicos no son tampoco dormilo- nes, pues el interior de sus cuerpos ha sido enfriado, de manera que, en ellos, no existe gran evaporacidn. He aqui, en efecto, por qué ellos son voraces, puesto que sus cuerpos son descarnados, como si su cuerpo no absorbiera nada. Y es que la bilis negra, natural- 94 Parva Naturalia mente fria, enfria tanto la sede de la nutrici6n.como las otras partes, en donde existiria en potencia un tal residuo. Por consiguiente, segtin lo hemos dicho, es evidente que el dormir es una especie de concentra- cion del calor interno y una reaccién natural en virtud de la causa de la cual ya se ha hablado. Es por esto pot lo que el que duerme se mueve mucho; consi- guientemente, se pierde conocimiento, uno se enfria, y a causa de este enfriamiento los patpados descienden. Ocurte que las partes superiores y externas se vuelven frias, mientras que las partes internas e inferiores estan calientes, por ejemplo aquéllas que rodean los pies y el interior del cuerpo. Influencia del alimento y del vino sobre el dormir Sin embargo, el punto siguiente levanta alguna difi- cultad, a saber, que el suefio es mas fuerte después de los alimentos, y que el vino, igual que las otras sustan- cias de este género que tienen calor, son soporiferas. No es légico que el dormir sea un enfriamiento, y que aquello que es la causa del dormir sea algo caliente. gOcurre lo mismo que, cuando el estémago esta vacio, se encuentra caliente, y que cuando se encuentra Ileno se enfria a causa del movimiento producido, de la mis- ma manera que los poros y los lugares que se encuen- tran en la cabeza se enfrian, cuando la evaporacion tiene lugar? -O bien que como un escalofrio se apode- ra en seguida de aquellos que beben alguna cosa caliente, el frio enfria cuando el calor sube a este lugar, y reduce a la impotencia el calor natural desalo- jandolo de alli? Ademas, cuando una gran cantidad de alimento, que levanta el calor, llega al cuerpo, enfria, Del suefio y de la vigilia 95 de la misma manera que el fuego en el momento de ponerle madera encima, hasta que éste —el alimen- to— ha sido digerido. Y es que el dormir se produce, como hemos dicho, cuando la masa sdlida es Ilevada por el calor, a través de los vasos, hasta la cabeza. Pero, cuando la masa no puede ya subir més, sino que llega a ser considerable, entonces es rechazada en sen- tido inverso y circula hacia abajo. Por esto, los hom- bres (pues el hombre es el unico animal que se tiene erecto) se dejan caer cuando el calor que ascendia se sustrae, y esta caida hace perder el conocimiento y engendra inmediatamente el reino de la imaginaci6n. Las soluciones enunciadas ahora por lo que concierne al enfriamiento son admitidas. Sede del suefio Sin embargo, la sede principal del suefio es la regién del cerebro, como se ha dicho en otro lugar. De todas las partes corporales, el cerebro es la mas fria y para los seres que no tienen cerebro, viene a ser- lo una parte andloga. De igual manera que lo himedo evaporado por el calor del sol, cuando llega a la region superior, alli se enfria por el frio de esta region, y, después de haber sido condensado, cae de nuevo bajo la forma de agua, igualmente en la ascensién del calor hacia el cerebro, la evaporacién de las excrecio- nes se vuelve humor flematico (es por esto también por lo que los catarros parecen provenir de la cabeza); pero la evaporacién nutritiva y no morbida desciende, después de haberse condensado, y temperado el calor. Lo tenue y estrecho de los vasos que rodean al cere- bro contribuyen a este enfriamiento y a que la evapo- racion no penetre facilmente. Tal es la causa del 458a 96 Parva Naturalia enfriamiento, a pesar del excesivo calor de la evapora- cién. Pero el ser se despierta cuando el calor, provi- niendo abundantemente de la vecindad, y encerrado en un pequefio espacio, ha sido asimilado y que ha lle- gado a ser dominante, y que la parte a la vez mas sus- tancial y mas pura de la sangre ha sido secretada. La sangre que se encuentra en la cabeza es la mas ligera y la mds pura, mientras que la mas espesa y la mas tur- bia es la que.reside en las partes inferiores. Y el princi- pio de toda la sangre, como se ha dicho ya, sea aqui o en otro lugar, es el corazén. Descripcion del corazon En cuanto a las partes que se encuentran en el coraz6n, el vaso mediano es comin a cada uno de los ventriculos, y ellos reciben la sangre de uno y otro de los vasos, y del gran vaso y de la aorta; la secrecién de la sangre tiene lugar en el vaso mediano. Pero las dis- tinciones establecidas a este propdsito pertenecen mas particularmente a otros estudios. Es por esto porque la sangre viene a ser més indistinta después de la ingestidn del alimento, que el suefio sobreviene, y dura —el dormir— hasta que la parte mds pura de la sangre se separa en direccidn de lo alto y la parte mas turbia en la direccién hacia abajo. Cuando esta separa- cién ha tenido lugar, los animales se despiertan libera- dos del peso del alimento. Conclusién Se ha dicho, pues, cudl es la causa del dormir, a saber, la reaccién stbita, sobre el principio sensible, Del suefio y de la vigilia 97 del elemento sustancial llevado hacia arriba por el calor natural; se ha dicho lo que es el dormir, a saber, la invasién del principio sensible, que culmina con la imposibilidad de actuar, y que se produce, necesaria- mente, en vistas a la conservacidn del ser (es imposi- ble, en efecto, que el animal exista sin las condiciones que lo constituyen): asi el reposo conserva al ser. 458b De los suefios Diversas cuestiones relativas a los suefios Después de estos estudios, hay que investigar a pro- pésito del suefio, y primero en qué parte del alma él se manifiesta, y si es una afeccién del entendimiento o de la sensibilidad, pues es sdlo por estas partes por las que nosotros conocemos algunos de los estados en los que nos encontramos. Si la funcién de la vista es de ver, la del ofdo de oir, y, en general, de la sensibilidad, de sentir y de los sensibles comunes a todos los senti- dos, por ejemplo la forma, la extensién, el movimien- to, y otras cualidades del mismo género, y hay algunas que son especiales, por ejemplo, el color, el sonido, el sabor, y es imposible que todo ser que cierra los ojos y que duerme vea, y ocurre lo mismo con las otras 98 De los suefios 99 sensaciones. Por consiguiente, es claro que nosotros no sentimos nada durante el dormir. Percepcién del suefio (= sofiar) No es, pues, por la sensacién por la que nosotros experimentamos los suefios. Sin embargo, tampoco lo es por la opinién, ya que nosotros no decimos sola- mente que el objeto que se presenta es un hombre o un caballo, sino que decimos también que es blanco o bello. Y sin la sensacién la opinién no enunciaria nada a propésito de estas realidades, ni con verdad ni con falsedad. Ahora bien, es esto lo que el alma llega a sefialar durante el suefio de la misma manera que en la vigilia, durante la cual nosotros creemos que el objeto que se presenta es un hombre y que es blanco. Ademas, durante el suefio, nosotros concebimos alguna cosa distinta del objeto, de igual manera que durante la vigilia cuando experimentamos alguna cosa. En efecto, la sensacion es a menudo ocasién de algtin pensamiento a proposito de ella. Asi, durante el suefio, nosotros pensamos en ocasiones otras cosas independientemente de las imagenes. Esto aparecerd a cualquiera que, después del suefio, preste atencién y se esfuerce por acordatse de sus suefios. Existen ya ciertas personas que han vuelto a ver sus suefos de esta manera, por ejemplo, aquellas que parecen repre: sentarse las cosas propuestas, observando las reglas de la mnemotecnia. Ocurre a menudo, en efecto, a estas personas que ademas de sus suefios coloquen bajo sus ojos alguna otra imagen en el lugar en que se reciben las imagenes. Por consiguiente, es evidente que DES toda representacién que se tiene mientras se dugt constituye un suefio, y que lo que nosotros pensat 459a 100 Parva Naturalia lo aprehendemos por la opinion. Ciertamente, tam- bién es evidente a propésito de todos estos fendmenos que la misma causa que nos induce a error en el esta- do de vigilia en ciertas enfermedades es la misma que produce durante el dormir la impresién del sofar. Y hasta cuando uno se encuentra con buena salud y uno no se da cuenta, el sol parece tener sin embargo un pie de largo. Pero, ya sea que la imaginacién y la sensi- bilidad sean idénticas en el alma, ya sea que sean dife- rentes, ningun suefio se produce sin que uno vea o sienta alguna cosa. En efecto, ver mal y oir mal, es propio de un ser que ve y que oye algo verdadero, no siendo por otra parte lo que él cree. Pero uno supone que, en el suefio, uno no ve nada y que uno no oye nada y no siente nada absolutamente. Si, pues, es ver- dadero que uno no ve nada durante sus suefios, no es exacto que la sensibilidad no experimente nada, més bien es posible que la vista y los otros sentidos experi- menten alguna afeccién; cada una de las impresiones acta de una cierta manera como si uno se encontrara despierto, pero no como si uno estuviera despierto realmente. Y en ocasiones la opinién nos dice que lo que vemos es falso, y en ocasiones ella es sorprendida por la imagen y va tras ella. Cémo el sonar pertenece a la sensibilidad dotada de imaginacién Es, pues, evidente que esta afeccién que nosotros llamamos sofiar no pertenece a la facultad de la opi- nién ni a la de la inteligencia, tampoco absolutamente a la de la sensibilidad, pues seria entonces posible ver y oft de una manera absoluta. Mas bien hay que bus- car cémo y de qué manera esta afeccién es posible. De los suefios 101 Supongamos, lo que es precisamente evidente, que es una afeccién de la sensibilidad, si es verdad que el dormir es una de ellas: en efecto, el dormir no perte- nece a tal animal, y el sofiar a tal otro, sino ambos per- tenecen al mismo animal. Y puesto que se ha hablado de la imaginacién en el tratado Del alma, y que la ima- ginacion es idéntica a la sensibilidad, siendo su mane- ta de ser diferente, y que la imaginacién es el movi- miento producido por la sensacién en acto, y que los suefios parecen ser una especie de imagen (pues noso- tros llamamos suefios a las imagenes producidas durante el dormir, ya sea absolutamente, ya sea de una cierta manera), es evidente que los suefios pertenecen a la sensibilidad, en tanto que ella esta dotada de ima- ginacion, 2 (Naturaleza y origen de los suetios) Permanencia de la impresién sensorial. Imagenes permanentes Examinaremos lo que son los suefios y cémo se producen, sobre todo teniendo en cuenta las circuns- tancias que acompafian al dormir. Las cosas sensibles producen, en efecto, en nosotros, una sensacién de acuerdo a cada 6rgano sensorial, y la impresién gene- rada por ellas existe en los d6rganos no solamente cuando ellas han desaparecido. Y es que la impresién relativa a estas sensaciones y el fendmeno concernien- te al movimiento de los proyectiles parecen ser muy semejantes: y en efecto, por lo que se refiere a los pro- yectiles, continian moviéndose aun cuando el motor 459 102 Parva Naturalia ya no los toca, pues este ultimo ha puesto en movi- miento una cierta cantidad de aire, y esta puesta en movimiento mueve a su vez a otra porcidn. Y el motor produce su movimiento, sea en el aire, sea en el agua, de esta manera, hasta que el proyectil se detiene. Es preciso hacer una suposici6n semejante por lo que concierne a la alteracién. Es por lo que la impresién no esta solamente en los organos sedes de la sensa- cidn, sino también en los érganos que han cesado de sentit, y ella se encuentra en el fondo y en la superfi- cie. Es evidente cuando nosotros sentimos algo de manera continua: cuando, en efecto, uno pasa de una sensaci6n a otra, la impresion sigue a la sensacion, por ejemplo, cuando uno pasa del sol a la oscuridad: ocu- rre en efecto que uno no vea nada, porque el movi- miento causado en los ojos pot la luz subsiste todavia. Y si nosotros dejamos mucho tiempo los ojos fijos en un solo color, sea blanco 0 amarillo, éste aparece tal, alli hacia donde dirigimos nuestra vista. Y si nosotros guitiamos los ojos al ver el sol o algtin otro objeto bri- Ilante, para aquellos que lo han observado siguiendo la linea recta —es siguiendo esta linea como la vista llega a ejercitarse— aparece inicialmente tal como es por lo que se refiere al color, después aparece rojo, en seguida ptrpura, hasta que llega al color negto y desaparece. Las sensaciones provenientes de Jos obje- tos en movimiento cambian también, por ejemplo aquéllas que son provocadas por las aguas de los rios, sobre todo aquéllas que van muy aprisa: los objetos en reposo parecen en efecto moverse. Se llega a tener duro el oido con ocasién de ruidos violentos y uno olfatea dificilmente bajo la accién de olores fuertes, y ocurre lo mismo para sensaciones semejantes. Estos fendmenos se producen manifiestamente como lo indicamos. De los suefios 103 Digresién. Sobre los espejos y la menstruaci6n Una prueba de que los drganos perciben rdpida- mente pequefias diferencias viene a ser lo que ocurre sobre los espejos, tema que mereceria por si mismo un examen atento, y también levantaria algunas dificul- tades. El hecho de los espejos prueba al mismo tiem- po que, de la misma manera que la vista padece de alguna cosa, igualmente ella acta también. En efecto, con los espejos muy limpios, cuando en el periodo de la menstruacion las mujeres arrojan una mirada sobre ellos, se forma en la superficie como una especie de nube sanguinolenta. Si el espejo es nuevo, no resulta sencillo hacer desaparecer tal mancha; si es viejo, resulta mas sencillo. La causa de este hecho es, como ya lo hemos dicho, que la vista no solamente padece algo por parte del aire, sino que también ella actua sobre él y lo pone en movimiento, como ocurre con los objetos brillantes. La vista, en efecto, entra en la categoria de las cosas brillantes y que tienen algun color. Los ojos estén, pues, en la misma situacion en la que verosimilmente se encuentra cualquier otra parte del cuerpo, pues se encuentran naturalmente Ilenos de venas. Es por lo cual que, cuando las menstruaciones se producen, el cambio ocurrido en los ojos nos resul- ta oculto a causa de la turbacién y de la inflamacién sanguinea, pero ciertamente ocurre (y es que la natura- leza del esperma y de los menstruos es idéntica), y estos ultimos ponen al aire en movimiento, y éste pro- duce una cierta modificaci6n sobre el aire que se encuentra sobre el espejo y que le es contiguo y le transmite una modificacidn igual a la que él padece: y este aire actua sobre la superficie del espejo; igualmen- te las partes mds limpias de las telas se ensucian muy rapidamente, pues lo que esta limpio muestra perfec- 40a 460b 104 Parva Naturalia tamente lo que recibe, y sobre todo los movimientos mas débiles !. El bronce, debido a que es liso, experi- menta en el mas alto grado cualquier contacto (es pre- ciso pensar que el contacto con el aire viene a ser co- mo un frotamiento, como un enjugdmiento y una ablu- cién); y, por ligero que sea este contacto, la pureza del espejo lo hace manifiesto. Si la mancha no desaparece répidamente de los espejos nuevos es debido a que ellos son puros y lisos, pues ella penetra en profundi- dad y en todos los sentidos de tales espejos: en profun- didad porque son puros, y en todos los sentidos pues estan lisos. La mancha no dura mucho en los espejos viejos, debido a que ella no penetra de la misma ma- nera, sino de una manera mas superficial. De acuerdo con estos hechos, es evidente que pequefias diferencias producen el movimiento, que la sensacién es répida, y, ademas, que el drgano de los colores no solamente pa- dece alguna modificacién, sino a su vez actia. Lo que avala esta opinion es lo mismo que ocurre a propdsito de los vinos y de la confeccién de los perfumes. El aceite que ha sido preparado, de igual manera que el vino, toma rapidamente, en efecto, el olor de los perfu- mes proximos. Toman el olor no solamente de los cuer- pos sumergidos y a mitad mezclados, sino también aquél de los cuerpos colocados cerca de los vasos o de lo que ha brotado en su proximidad. Errores posibles a propésito de las sensaciones Para regresar al examen de la cuestién inicial, admi- tase un solo punto, que nuestras declaraciones hacen 1 Algunos especialistas en Aristételes opinan de esto que lo que sefiala el Estagirita puede ser muy discutible. De todas maneras, por discutible que parezca, sirve —a Aristdteles— para ilustrar una idea: los drganos de los sentidos, en este caso la vista, no solamente sufren alguin efecto, sino que acttian percibiendo las mas pequefias diferencias —siempre dentro de su respectivo umbral—. De los suefios 105 evidente, a saber, que cuando el objeto exterior ha desaparecido, las sensaciones permanecen sensibles, que ademas nosotros nos equivocamos facilmente a ptopdsito de nuestras sensaciones, encontrandonos sumidos en nuestras afecciones, los unos y los otros diversamente, por ejemplo, el cobarde en su miedo, el enamorado en su amor; consiguientemente, el uno cree ver enemigos con ocasién de un pequefio pareci- do y el otro, el objeto amado; y la menor semejanza hace tanto mds aparecer estas ilusiones cuanto uno se encuentra mas bajo el golpe de la emocién. De la mis- ma manera, también los hombres se equivocan en las crisis de cdlera y en todas las pasiones, y tanto mas cuanto se encuentran bajo la accién de estas afeccio- nes. Es por lo que también, en los accesos de fiebre apatecen animales en los muros con ocasion de una ligera semejanza entre lineas que se encuentran reuni- das. Y este estado se agrava a veces con la enferme- dad; por consiguiente, si uno no esta muy enfermo, la ilusién no pasa inadvertida, pero si el mal se agrava, el enfermo llega a moverse hacia estos objetos. La causa de estos fendmenos, es que no es segtin la misma potencia como la facultad maestra juzga en nosotros y como las imagenes se producen. La prueba de esto es que el sol parece medir un pie, y algtin otro hecho se opone a los datos de la imaginacién; por el cruce de los dedos lo que es uno parece ser dos 2, y sin embar- g0, nosotros no decimos que hay dos objetos, pues el testimonio de la vista esta por encima del del tacto. Si dependiera solamente del tacto > nosotros juzgariamos 2 Tesis muy querida del Estagirita: los sentidos no nos engafian, son nuestras afecciones las que nos hacen falsamente interpretar los datos sensoriales. La pasién puede igualmente inducirnos a error, > Aristoteles esté proponiendo un criterio que permite marginar 46la 106 Parva Naturalia también que una sola cosa es dos. La causa del error, es que estas apariencias se producen no solamente cuando la cosa sensible se mueve de una maneta cual- quiera, sino también cuando el sentido mismo es puesto en movimiento, suponiendo que lo haga de la misma manera que vendria a realizarlo la cosa sensi- ble. Yo digo, por ejemplo, que la tierra parece mover- se para aquellos que navegan, mientras la vista es puesta en movimiento por algo distinto de la tierra. 3 El movimiento durante el dormir Segtin esto, es evidente que los movimientos causa- dos por las sensaciones, ya vengan del exterior o pro- vengan de nuestro cuerpo, se producen no solamente durante la vigilia, sino también cuando tiene lugar esta afeccion que denominamos dormir, y es entonces cuando éstas aparecen mas atin: durante el dia, en efecto, quedan descartadas, ya que las sensaciones y pensamientos cooperan, desapareciendo como un pequefio fuego delante de uno mas grande, como males y placeres ligeros en relacién a males y placeres intensos; pero, cuando ellos han cesado, aun las cosas delicadas permanecen. Durante la noche, a causa de la inactividad de cada sentido en particular y de su impotencia para actuar y del hecho de que exista un reflujo del calor del exterior hacia el interior, las impresiones son conducidas al centro de la sensibili- el error: la colaboracion de nuestros sentidos; asi, si el tacto nos lle- va a error, la vista corrige el testimonio del tacto. De los suefios 107 dad y Ilegan a ser clatas cuando la turbacién se ha aquietado 4, Hay que suponer que, de la misma mane- ta que se forman pequerios torbellinos en los rios, de igual manera cada movimiento de sensacién tiene lugar de una manera continua, pero que a menudo éstos son rotos de formas diferentes a causa de un obstaculo. Caracter ilusorio e incoherente de los suefios Es por esto también por lo que después de las comidas y sobre todo en los individuos muy jovenes, por ejemplo en el caso de los nifios, no existen los suefios, pues el movimiento causado por el calor que viene de la comida es considerable >, De la misma manera todo ocurre como en un liquido si se le agita mucho, o bien no aparece ninguna imagen o bien apa- rece una completamente deformada, de manera que el objeto se muestra distinto de como es, mientras que si el liquido se encuentra en reposo, las imagenes son nitidas y visibles; ocurre lo mismo en el dormir: 0 bien las imagenes y los movimientos que quedan de la vigi- lia y que provienen de las sensaciones resultan com- pletamente anulados, cuando el movimiento de que se trata es demasiado violento, o bien las visiones que se producen son espantosas y monstruosas y los suefios son malsanos, por ejemplo en el caso de los melancdli- cos y en aquellos que tienen fiebre y en los que se encuentran embriagados. En efecto, todas las afeccio- 4 Durante la noche, no hay, por asi decirlo, un estado que per- mita xeducit la imagen a su real dimension; nada contradice en esas condiciones a la imaginacion, > Para que el suefio sea posible, el moviiniento causado por el calor no debe ser demasiado considerable. 108 Parva Naturalia nes de este tipo, que son vaporosas, producen un movimiento considerable y tutbacién, Pero en los ani- males que tienen sangre, cuando la sangre se ha cal- mado y la separacién ha tenido lugar, el movimiento, causado por cada uno de los Organos de los sentidos y que se ha conservado, hace a los suefios sanos y permi- te ver alguna cosa gracias a la aportacion de la vista, y escuchar algo gracias a la aportacién del ofdo; y ocu- tte lo mismo gracias a la contribucién de los otros sentidos. Es, en efecto, debido a que el movimiento se comunica de estos sentidos al principio de la sensibili- dad por lo que, aun en estado de vigilia, parece que 461b uno ve, y que uno oye y que uno siente, y es porque la vista parece a veces estar movida, sin estarlo, por lo que nosottos afirmamos que vemos; y es porque el tacto atestigua dos movimientos por Io que una sola cosa parece ser dos. De una manera general, el princi- pio de la sensibilidad indica lo que proviene de cada sentido, si otro sentido superior no se opone a ello, La apariencia es pues completa, pero uno no ctee com- pletamente en la existencia del fendmeno, salvo si la facultad que juzga es obstaculizada y no tiene su movimiento propio. Y, de la misma manera que, hemos dicho, podemos equivocarnos, los unos por una pasion, los otros por otra, de la misma manera el que duerme puede ser conducido a error por su dor- mir y por la sacudida de los Organos y por varias otras circunstancias relativas a la sensacidn; por consiguien- te, lo que presenta una pequefia semejanza con el objeto parece ser el objeto. Cuando uno duerme, en efecto, la mayor parte de la sangre desciende hacia el principio sensible y los movimientos que son interio- res se encuentran alli, unos en potencia, otros en acto. Y ellos se encuentran dispuestos de esta manera: si la Sangre provoca a uno de ellos, el movimiento inmedia- De los suefios 109 to aparecera pot encima, pero si éste desaparece, es aquél el que tomard su lugar. Estos movimientos son los unos en relacién con los otros como las ranas arti- ficiales que suben en el agua cuando la sal se ha disuelto. Ellos se encuentran allf en potencia y actian cuando el obstdculo ha sido removido. Y, perdidos en lo poco de sangre que queda en los érganos ellos se mueven, ofreciendo una semejanza con las apatiencias formadas en las nubes, que, en sus cambios rapidos, se las compara a hombtes y a centauros, Cada una de estas apariencias, como se ha dicho, es un residuo le las sensaciones en acto y cuando la sensacién verdade- ra ha desaparecido, queda en ella alguna cosa y es ver- dadero decir que es como Corisco, pero sin ser Coris- co, Cuando él percibia el sentido que juzga en calidad de juez en nosotros no decia que fuera Corisco, sino, a causa de esta apariencia, reconocia al Corisco verda- dero. Por consiguiente, esta cosa, de la cual decia, al sentirla, que ella era Corisco, a menos de estar com- pletamente obstaculizado por la sangre al punto de no sentir, esta cosa es puesta en movimiento por los movimientos que residen en los Srganos; y el objeto semejante parece set el mismo objeto verdadero. La potencia del dormir es tan grande que produce este resultado sin nosotros saberlo. La percepcién en el sofiar Asi, suponiendo que alguno no se dé cuenta “a haber puesto el dedo bajo su ojo, no solamente a cosa que es una aparecera doble, sino que él la creera doble; pero si él se ha dado cuenta, habra apariencia pero no creencia; de la misma manera durante el or- mir, si uno tiene conciencia que uno duerme y si uno 10 Parva Natutalia se da cuenta del estado que revela la sensacién del dormir, hay apariencia, pero hay alguna cosa en si que dice que es la apariencia de Corisco, y no Corisco mis- mo (pues, a menudo, cuando uno duerme, hay alguna cosa en el alma que dice que eso que aparece es un suefio); pero si uno no se da cuenta que duerme, nada contradice a la imaginacion. Naturaleza del sofiar. Influencia del mundo exterior sobre el dormir Podra verse con evidencia que nosotros decimos la verdad y que hay en los 6rganos sensoriales movi- mientos susceptibles de producir imagenes, si uno se esfuetza con atencidn, de acordarse de lo que uno siente ya sea que esté uno dormido 0 cuando uno se despierta: a menudo, en efecto, al despertarse, se des- cubrira que las imagenes aparecidas durante el dormir son movimientos en los érganos. Y algunas personas demasiado jévenes y que ven claramente perciben, en la oscuridad, muchas imagenes que se mueven alli, de manera que se esconden presas del miedo. Del con- junto de estos hechos, hay que concluir que los sue- fios son unas especies de imagenes y que se producen durante el dormir, pues las apariencias de las que aca- bamos de hablar no constituyen suefios, como tampo- co lo son las otras apariencias que se presentan, cuan- do nuestros sentidos se encuentran libres. Los suefios no son tampoco cualesquiera imagenes que se presen- tan durante el dormir: primeramente, en efecto, ocurre que ciertas personas perciben de una cierta manera mientras duermen el ruido y la luz, lo mismo los sabo- res y el contacto, pero débilmente y como-de lejos: en efecto, hay personas que-mientras- duermen, miraban De los suefios wd lo que, entrevisto débilmente, era, segun ellas, la huz de una lampata, teconocen inmediatamente despues de despertarse que se trataba de la luz de una ‘empe ; y personas que ofan dulcemente el canto e es gallos y el chillido de los perros manifiestamente, 10 han reconocide en el momento de despertar. Otras personas también, mientras duermen, responden a las preguntas que se les hacen. Puede ocurrir, en efecto, tanto para la vigilia como para el dormir, que, existien do uno de estos estados de una manera absoluta, a otra exista también de alguna manera, y de ninguno de estos estados hay que decir que se trata de un sue- fo, tampoco de todos los pensamientos verdadetos que nos vienen mientras dormimos independiente- mente de las imagenes. Mas bien las imagenes que provienen del movimiento de las impresiones sensi- bles, cuando uno duerme, en tanto que lo hace, es lo que deberia denominarse suefios. Ausencia de suefios Ha ocutride que ciertas personas no han sofiado durante su vida, también el que otras que no habian tenido anteriormente suefios suefien gracias al progre- so considerable de la edad, sin duda. En cuanto a la causa de esta ausencia de suefios, parece ser semejante a aquélla en virtud de la cual no los hay en la época de la infancia y después de los alimentos. En cada uno de los seres que la naturaleza ha organizado de mane- ra que wna evaporacién considerable ascienda hacia las partes superiores, la cual, al descender, produce mucho movimiento; légicamente, en estos scres no apareceré ninguna imagen. Pero, con el progreso de la 462b 112 Parva Naturalia edad, no es absurdo que los suefios se produzcan, pues cuando sobreviene un cambio, sea por la edad, sea por alguna afeccién, necesariamente se presenta el estado contrario. De la adivinacién durante el dormir 1 Creencia comun: los suenos permitirian la adivinacién En cuanto a la adivinacién que tiene lugar mientras se duerme y que, se dice, proviene de los suefios, no resulta facil ni imaginarlo ni creer en ello. En efecto, en cuanto a la opinién general y comin, segtn la cual los suefios tienen un cierto sentido, opinién obtenida por la experiencia, ella merece ser creida, y no es increible que, en ciertos casos, exista una adivinacién en los suefios. Esto presenta, en efecto, alguna aparien- cia de raz6n: es por lo que se pensaria que ocurre lo mismo también para los otros suefios. Dificultades que se presentan Pero como no se ve ldgicamente ninguna causa sus- ceptible de justificar esta opinién, se cae en el escepti- 113 463a 114 Parva Naturalia cismo a este propésito, pues, independientemente de otros absurdos, no es razonable que Dios envie la ins- piracion, no a los hombres mas sabios y los mejores, sino a cualesquiera. Pero, una vez que uno ha descarta- do esta causa divina, entre las otras, ninguna parece admisible. En efecto, que algunos prevean lo que ocu- tre en las columnas de Hércules o en las orillas del Boristeno, parece por encima de nuestra inteligencia el encontrar la causa primera 1. Diversas hipétesis relativas a los suefios Es, pues, necesario que los suefios sean, 0 las causas de los fenédmenos o los signos de ellos o simples coin- cidencias 0 todo esto junto o algunas de estas cosas 0, en fin, solamente una de ellas. Digo: causa, por ejem- plo, la luna es la causa del eclipse solar, y la fatiga lo es de la fiebre; el signo del eclipse es que el astro entra en el disco del sol, el de la fiebre, es que la len- gua se pone aspera. En cuanto a la simple coinciden- cia, ocurre que el sol se eclipsa en el momento en que yo camino. En efecto, mi marcha no es ni el signo ni la causa del eclipse, y el eclipse no es la causa del caminar, Es por lo que ninguna coincidencia tiene lugar ni siempre ni lo més a menudo. Opinién de los médicos Pero entre los suefios, los unos no son causas, los otros no son signos, por ejemplo, de lo que ocurre en _| La adivinacién debida a los suefios no puede tener un origen divino ya que cualquiera es capaz de prever. Por otra parte, parece que ciertas ptevisiones permanecen inexplicables para Aristoteles De la adivinacién durante el dormir 115 el cuerpo? Al menos, entre los médicos, los mas distin- guidos afirman que hay que conceder una extrema atencién a los suefios. Y resulta verosimil entenderlo de esta manera, cuando se trata de personas que, sin ser habiles, examinan el asunto y profundizan en él; los movimientos que se producen durante el dia si no son excesivamente considerables y violentos, nos esca- pan al lado de aquellos mas considerables ocurridos durante la vigilia; pero durante el suefio ocurre lo con- trario, pues los pequefios movimientos parecen ser intensos. Esto es evidente segin lo que ocurre a menudo durante el suefio: uno creeria estar fulminado cuando unos pequefios ruidos llegan a nuestros oidos, y uno creeria estar disfrutando de la miel 0 de dulces sabores cuando una gota infinitamente pequeria de sudor nos llega, y caminar a través de un brasero y sentir un calor extremo, debido a que ciertas partes del cuerpo se calientan un poco. Esto que se presenta de esta manera aparece claro para los que se despier- tan. Por consiguiente, ya que los inicios de todas estas cosas son poco considerables, es evidente que los comienzos de las enfermedades y otros accidentes que deben producirse en el cuerpo lo son también. Es, pues, evidente que estos sintomas son necesariamente mas claros durante el suefio que en el estado de vigi- lia. Pero, en verdad, no resulta absurdo que ciertas representaciones que se muestran durante el suefio sean las causas de acciones propias a cada uno de nosotros. De la misma manera que, en efecto, en el momento de llevar a cabo un acto, y mientras que lo estamos Ilevando a cabo y después de que lo ejecuta- mos, nosotros a menudo pensamos en él y lo Ilevamos a-cabo en un suefio verdadero (la causa, es que el movimiento se encuentra preparado por los elementos recogidos. durante el: dia); lo mismo, de manera inver- 463b 116 Parva Naturalia sa, es necesario que los movimientos que tienen lugar durante el dormir sean a menudo los principios de acciones llevadas a cabo durante el dia: y es que la idea de estas acciones ya ha estado preparada en las representaciones de la noche. Asi pues, resulta posible que ciertos suefios vengan a ser signos o causas. Pero, la mayor parte parecen ser simples coincidencias. Sobre todo, por ejemplo, todos aquellos que son extraordinarios y cuyo principio no se encuentra en nosotros, sino que conciernen a combates navales y acontecimientos lejanos. Y es que, en estos casos, es probable que ocurra como cuando uno se acuerda de alguna cosa y que ésta se produce efectivamente. éQué seria, en efecto, aquello que impidiera que esto ocurriera durante el dormir? Resulta més verosimil que muchos acontecimientos tengan lugar de esta for- ma. De la misma manera que acordarse de alguien no es ni el signo ni la causa de que esta persona se pre- sente, de la misma manera los suefios no son tampoco para el que los tiene ni el signo ni la causa de lo que ocurre, sino una simple coincidencia. Es por lo que, también, muchos de los suefios no se realizan; la sim- ple coincidencia no es, en efecto, ni permanente, ni general. 2 Cémo es que cualquiera puede prever en funcién de los suefios Y puesto que de una manera general, entre los ani- males distintos del hombre, algunos suefian, los sue- fios no podrian ser enviados por los dioses, y ellos no De la adivinacién durante el dormir 117 ptesentan ciertamente esta finalidad, sino mas bien son la obra de genios, ya que la naturaleza es conduci- da por ellos, y no es de ninguna manera divina. He aqui una prueba de ello: existen hombres muy senci- llos que son capaces de prever, en efecto, y ven distin- tamente el porvenir en sus suefios y no es ciertamente Dios el que envia estas revelaciones; en aquellos cuya naturaleza se presenta como charlatana y melancdlica, uno encuentra visiones variadas. En efecto, puesto que éstos experimentan numerosas y diversas emocio- nes, ellos encuentran representaciones semejantes a la realidad, y asi aciertan en esto como aquellas personas que juegan a cara o cruz: aqui suele decirse asi: «si lanzdis muchas flechas, alcanzaréis el blanco una de tan- tas veces», asimismo, a este proposito, ocurriria lo mis- mo. No hay nada de extrafio en el que muchos suefios no se realicen, de la misma manera que muchos signos en los cuerpos y signos celestes, por ejemplo aquellos que conciernen a las Iluvias y a los vientos. Si ocurre, en efecto, un movimiento mas fuerte que el que pro- duciria el signo en el momento en que iba a actuar, este movimiento no tiene lugar; y muchas de las bellas soluciones relativas a lo que uno deberia hacer han dejado lugar a otros principios de accién més fuertes. ¥ es que aquello que debe ocurrir no ocurre general- mente siempre, y aquello que ocurrird no es idéntico a aquello que debe ser. Sin embargo, es preciso sefialar que existen ciertos ptincipios estériles y que son éstos los signos de cosas que no han ocurrido. Opinién de Demécrito. Como cualquiera puede prever Con respecto a los suefios que no tienen como cau- sa tales como las que hemos indicado, pero que son dota 118 Parva Naturalia ajenas, ya sea por lo que se refiere al tiempo o al lugar, © por lo que se refiere a las dimensiones, 0 que no presentan ninguno de estos caracteres, sin que las per- sonas que tienen los suefios posean en si mismos los principios de ellos, esta explicacion resulta mejor que la de Demécrito, que atribuye la causa a copias y a emanaciones; y ella lo es si la previsién no es una sim- ple coincidencia. Asi, cuando uno agita el agua o el aire, el aire o el agua ponen en movimiento a otro objeto, y cuando esta accién cesa, ocurre que tal movi- miento va hasta un cierto punto, en la ausencia del motor; de igual manera, nada impide que un cierto movimiento y que una cierta sensacion Ileguen hasta las almas que estan sofiando, y de ahi que Demécrito saque sus copias y emanaciones; y de alguna manera que ellos llegan hasta el alma, son mas sensibles a la noche, debido a que, cuando se producen en e! dia se disipan mas (el aire, en efecto, es menos agitado durante la noche, debido a que las noches son mas calmadas); y estos movimientos producen una sensa- cién en los cuerpos a causa del dormir, debido a que pequefios movimientos internos se sienten mds cuan- do uno duerme que cuando uno se encuentra en vigi- lia. Estos movimientos engendran imagenes que per- miten la previsién de lo que debe ocurrir también en tales casos. He aqui por qué este estado se encuentra en cualquiera y no tanto en los mds entendidos. Durante el dia, este estado existiria también, en efec- to, en los entendidos, si Dios los produjera, De esta manera, resulta que es verosimil que cualquiera pueda predecir, pues el pensamiento de tales personas no es Nevado a la reflexién, sino que él es, por decirlo asi, desprovisto y vacio de toda idea, y, una vez puesto en movimiento, es conducido conforme a aquello que lo pone en movimiento. Lo que hace que algunas perso- De la adivinacién durante el dormir 119 nas fuera de si mismas prevean el porvenir, y es que los movimientos que le son propios no las turban, sino que son llevadas como en un viento o soplo. Ellas per- ciben pues, sobre todo, los movimientos que Jes son extrafios. Ocurre que algunas personas ven distinta- mente el porvenir en sus suefios y que los amigos pre- ven sobre todo aquello que les concierne a los amigos, debido a que las gentes que se conocen piensan sobre todo los unos en los otros. En efecto, de la misma manera que las personas vinculadas intimamente tie- nen un conocimiento y una percepcién aguda en el mas alto grado, por muy separadas que se encuentren entre si, de la misma manera ellas sienten también los movimientos, pues los movimientos' de las personas conocidas son mejor conocidos. En cuanto a los melancélicos, a causa de la violencia de sus sensacio- nes, alcanzan facilmente el objetivo como si lo sacaran de lejos; y a causa de su movilidad, ellos imaginan rapidamente lo que va a seguir. De la misma manera que los poemas de Filegido y los locos indican y con- ciben las consecuencias de un caso andlogo, por ejem- plo, el caso de Afrodita, igualmente también los melancélicos encadenan los hechos los unos a los otros empujando hacia adelante. Ademas, a causa de su violencia, el movimiento en ellos no es desplazado por otro movimiento. El papel de las semejanzas en la interpretacién de los suefios El intérprete mas habil de los suefios es aquél que puede observar las semejanzas, pues todo el mundo puede interpretar los suefios veridicos. Digo: las seme- janzas, porque las imagenes de los suefios son mas 0 4o4b 120 Parva Naturalia menos parecidas a las representaciones de objetos en el agua, como lo hemos dicho anteriormente; y enton- ces, si el movimiento del liquido es violento, la repre- sentaci6n no es de ninguna manera semejante y la copia no se parece al original. E] hombre habil para juzgar las representaciones es, pues, aquél que puede distinguir y reconocer rapidamente las imagenes en desorden y dislocadas, y decir que son las de un hom- bre o las de un caballo o de lo que se trate. Y aqui el dormir produce algtin efecto semejante, pues el movi- miento destruye los suefios veridicos. Se ha dicho, por consiguiente, lo que es el dormir y lo que son los sue- fios, y en virtud de qué causa cada uno de ellos se produce; ademds se ha hablado de toda la adivinacién obtenida de los suefios. De la longevidad y de la brevedad de la vida Cuestiones diversas (Hay que buscar las causas de la longevidad en cier- tos animales y de la breve existencia de otros, y estu- diar en general la longevidad y la brevedad de la vida. La meta necesaria de esta investigacion es inicialmente examinar los problemas que plantea. En efecto, no es algo evidente que una causa diferente o que una causa idéntica haga, pata todos los animales y todas las plan- tas, que los unos vivan poco, y los otros mucho. En efecto, entre las plantas, las unas tienen una existencia anual, las otras, una larga vida. Ademas, no es algo evi- dente que, entre los seres organizados naturalmente, son los mismos los que viven largo tiempo y que se encuentran naturalmente con buena salud, o bien que 121 4654 122 Parva Naturalia la brevedad de la vida y la enfermedad son causas dis- tintas, o bien que en lo que concierne a ciettas enfer- medades los cuerpos enfermos alternan naturalmente con aquellos que tienen una corta existencia, mientras que nada impediria, por lo que concierne a otras enfermedades, que los cuerpos enfermos viven mas largo tiempo) !. Se ha hablado anteriormente del sue- fio y de la vigilia; es preciso hablar en seguida de la vida y de la muerte, de igual manera de la enfermedad y de la salud, en tanto que esto concierne a la filosofia de la naturaleza. Habra que proceder ahora a un exa- men relativo a las causas de la longevidad en los unos, y de la brevedad de la vida en los otros (como se ha dicho anteriormente). Diferencia genérica y especifica de la longevidad Existen géneros enteros de seres que presentan esta diferencia en relacién a géneros enteros, y, entre aque- Ilos que son de una sola especie, seres diferentes los unos con relacién a los otros. Digo que existe una diferencia genérica, por ejemplo, entre el hombre y el caballo (en efecto el género hombre vive més tiempo que el género caballo), y una diferencia especifica entre un hombre y otro, pues hay hombres que, viviendo en lugares diferentes tienen, los unos, una existencia corta, y, los otros, una larga existencia: y es que las naciones que se encuentran en climas calientes viven mas tiempo, y aquéllas de climas frios viven menos tiempo. Y, entre los hombres que habitan el 1 Para algunos especialistas, este largo paréntesis constituye una interpolacién, Nosotros pensamos —sin aqui demostrarlo— que no es el caso, De la longevidad y de la brevedad de la vida 123 mismo lugar, algunos presentan justamente esta dife- rencia los unos con respecto a los otros. 2 (Destructibilidad e indestructibilidad. Aplicacién al alma) Es preciso comprender lo que es, en los seres for- mados por la naturaleza, la destructibilidad y lo que es la indestructibilidad. En efecto, el fuego y el agua y los cuerpos que tienen afinidad con éstos, son causas de generacién y de destruccién los unos con respecto a los otros, porque no poseen las mismas propiedades; por consiguiente, es légico que cada uno de los otros cuerpos que provienen de aquellos y que son com- puestos de aquellos participen de su _naturaleza, entiendo todos aquellos que no resultan de la reunion de un gran numero de partes, por ejemplo una casa. Por lo que se refiere a las otras realidades, la cuestion es diferente, al contrario: hay, en efecto, para muchas realidades, causas especiales de destrucci6n, por ejem- plo, para la ciencia, para la salud, para la enfermedad, pues estas cosas son destruidas mientras que los seres susceptibles de recibirlas no son destruidos, sino que subsisten; por ejemplo, la destruccién de la ignorancia, es el recuerdo y la instruccién, la destruccién de la ciencia, es el olvido y el error. Es accidental que la destruccién de las otras realidades es una consecuen- cia de aquéllas que son naturales, pues, cuando los animales perecen, la ciencia y la salud que residen en ellos son destruidas igualmente. Es por lo que, de es- tos hechos, uno sacaria conclusiones también a propé- sito del alma. Si, en efecto, ella no existe naturalmente, sino que se encuentra en el cuerpo como la ciencia en el alma, habra para ella otra destruccién independien-

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