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Fragmento del libro del mismo autor: “El hombre, mercader de sí mismo”
Se debe tener claro, para este punto, lo que Jürgen Habermas opina en
Ciencia y técnica como ideología1 respecto del mundo donde van a hundirse todas
las expresiones del hombre. Él piensa que el hombre genera un mundo de cosas
valiosas a partir de que echa mano de ellas para realizar su proyecto de vida, pues
el hacer genera valores, genera con ello un mundo de sentido, lleno de acciones
que dan importancia a las cosas y a las relaciones con el otro, creando un mundo
Cuando el hombre hace una elección para su vida, pues la vida es elegir, lo
hace desde el grado de conciencia social y humana que posee y que surgió de su
y la praxis, mejor dicho, de las explicaciones que le ofrecen de ella los medios de
comunicación que comentan la vida. Esta conciencia surge, pues, a partir de la
praxis individual y de grupo, que no es otra cosa que una forma de accionar sobre
las cosas y los otros, dejando al mundo los símbolos de la acción humana. Ahí es
donde la hermenéutica tiene la misión de descubrir, desenmascarar, hasta dónde
esa praxis es obra de la libertad o, por el contrario, es obra de un diseño
especulativo de significado de las cosas de las que el individuo echa mano para
hacer su vida extraña a él. Si resulta lo segundo, implica que la hermenéutica
devela una libertad interesada, astuta, es decir, actos de elección conducidos por
los intereses ajenos a una praxis con sentido de vida, generando una praxis de
consumo –en el sentido amplio—en el “ahorita” y su consecuente conciencia de
que la vida toma sentido sólo en el hoy, en el preciso día y hora en que el placer
se disfruta y se consume, desligándose de todo sentido de responsabilidad del
futuro. Se explota así lo más ancestral de la naturaleza humana, el miedo a la
carencia que el futuro representa, al sentimiento de inseguridad de no ser por no
asegurar el tener, hecho que G. Marcel llama en su libro Diario Metafísico 2 el
sentimiento de la “habiencia”: ¿seguirá habiendo?, duda existencial que
compromete el acto humano y limita la corresponsabilidad; implica asegurar al otro
a través de mi expresión que sí va a haber 3. Además, segundo lugar, se juega
subliminalmente con la “comodidad” que ofrece el no asumir riesgos al encargarse
de la libertad, pues ello implicaría “esfuerzo” para elegir y para proponer la
creación de espacios pragmáticos por donde hacer y continuar la vida, dar a la
vida un sentido, no agotable en el hoy y opuesto a que otros la diseñen y la
ofrezcan dispuesta en las manos blancas del niño mimado 4.
4 Ortega y Gasset, José, “El hombre y la gente”, Espasa-Calpe, Colecc. Austral, Madrid,
1976.
hoc el discurso político, de polis, para ello realizan investigación intensa de
aquello que simboliza el hombre al comunicarse, es decir, al actuar sobre su
entorno como comunicación por antonomasia (esto se ha mencionado en temas
arriba). Cuando estas compañías logran su objetivo a partir que descubren al
hombre en su forma ontológico-simbólica propia de la libertad, en sus originarios
motivos de elección delatados en todo lo que expresa, inician el proceso de diseño
de la información, que de manera llana, es dirigida a insertarse silenciosamente en
el habla misma y anclarse en lo más arcaico y fundante de la vida humana:
miedos, culpas, deficiencias, anhelos, orden cósmico, finalidad total, sentido de la
muerte, etcétera, y convertirlos en espacios narrativos necesarios, en “acciones
comunicativas” para la praxis individual y de grupo.
Tarea pues, ardua. Las expresiones que pueden tornarse exaltadas, o quizá
tomar una textura violenta, o un color frío, una forma decadente, un timbre
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9 Gadamer, Georg Hans, “Verdad y método”, T. II, Sígueme, Salamanca, 1992, pp. 332-333.