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ZOON POLITIKÓN O LA SOCIEDAD DE SENTIDO.

Fragmento del libro del mismo autor: “El hombre, mercader de sí mismo”

Marcelino Núñez Trejo


Exprofesor de filosofía de la
Universidad del Claustro de Sor Juana.
Archivo ASOMEH
asomeh.hortz@gmail.com
México, 1998.

Zoon politikón o la sociedad de sentido.

Es momento de interpretar los mensajes necesariamente simbólicos que emite y


por los que vive el hombre, no sólo desde el punto de vista de una comunicación
profesional, sino más bien de los que tienen como origen y fundamento aquello
que el hombre quiere decir y no alcanza a decir –toda expresión humana traiciona
de alguna manera su original intención--. El problema aparece muy vigente, ya no
se trata de saber lo que “quiso decir” “el hombre”, sino de aquello que se manipula
en el “quiso decir” haciéndolo pasar como un silencio connatural a la expresión;
además de que el hablante ya no es el hombre como tal, lo cual continúa como
exhibición de sí, sino que el hombre presta su voz para que se “expresen” las
compañías, las firmas de mercadotécnica que equívocamente asumen recoger el
anhelo social de la población.

Se debe tener claro, para este punto, lo que Jürgen Habermas opina en
Ciencia y técnica como ideología1 respecto del mundo donde van a hundirse todas
las expresiones del hombre. Él piensa que el hombre genera un mundo de cosas
valiosas a partir de que echa mano de ellas para realizar su proyecto de vida, pues
el hacer genera valores, genera con ello un mundo de sentido, lleno de acciones
que dan importancia a las cosas y a las relaciones con el otro, creando un mundo

1 Habermas, Jürgen, “Ciencia y técnica como ideología”, REI, México, 1993.


de praxis-axiológica. Si se generaliza esto a los grupos y sociedades, se ve que
cada una de ellas también tiene su praxis, es decir, su forma muy particular de
hacer cosas desde una elección libertaria, desde una apetencia o dimensión
estimativa. El asunto está en que esa praxis está simbolizada en los utensilios de
los que echan mano los grupos o sociedades estructurando así una conciencia
social, es decir, una particular capacidad humana y social de darse cuenta de los
valores de la vida y del sentido vital de la existencia en cada época desde la praxis
misma que en todo momento ya aparece a los ojos del otro ya con niveles de
importancia. La información que permite “dialogar” a las sociedades, “forman,
informan y deforman” en la praxis misma a partir de la cual el hombre toma
conciencia --pues a partir de la lucha por la vida el hombre sabe del mundo, del
pathos-- y proyecta su vida posibilitando que sus elecciones libertarias sigan
teniendo una cabida en la acción social, o por el contrario, apunten a la vacuidad
existencial si no se encuentra el referente.

Cuando el hombre hace una elección para su vida, pues la vida es elegir, lo
hace desde el grado de conciencia social y humana que posee y que surgió de su
y la praxis, mejor dicho, de las explicaciones que le ofrecen de ella los medios de
comunicación que comentan la vida. Esta conciencia surge, pues, a partir de la
praxis individual y de grupo, que no es otra cosa que una forma de accionar sobre
las cosas y los otros, dejando al mundo los símbolos de la acción humana. Ahí es
donde la hermenéutica tiene la misión de descubrir, desenmascarar, hasta dónde
esa praxis es obra de la libertad o, por el contrario, es obra de un diseño
especulativo de significado de las cosas de las que el individuo echa mano para
hacer su vida extraña a él. Si resulta lo segundo, implica que la hermenéutica
devela una libertad interesada, astuta, es decir, actos de elección conducidos por
los intereses ajenos a una praxis con sentido de vida, generando una praxis de
consumo –en el sentido amplio—en el “ahorita” y su consecuente conciencia de
que la vida toma sentido sólo en el hoy, en el preciso día y hora en que el placer
se disfruta y se consume, desligándose de todo sentido de responsabilidad del
futuro. Se explota así lo más ancestral de la naturaleza humana, el miedo a la
carencia que el futuro representa, al sentimiento de inseguridad de no ser por no
asegurar el tener, hecho que G. Marcel llama en su libro Diario Metafísico 2 el
sentimiento de la “habiencia”: ¿seguirá habiendo?, duda existencial que
compromete el acto humano y limita la corresponsabilidad; implica asegurar al otro
a través de mi expresión que sí va a haber 3. Además, segundo lugar, se juega
subliminalmente con la “comodidad” que ofrece el no asumir riesgos al encargarse
de la libertad, pues ello implicaría “esfuerzo” para elegir y para proponer la
creación de espacios pragmáticos por donde hacer y continuar la vida, dar a la
vida un sentido, no agotable en el hoy y opuesto a que otros la diseñen y la
ofrezcan dispuesta en las manos blancas del niño mimado 4.

Pero de todo ello no anda hablando la gente, no es una información que


todos los medios se preocupen por clarificar para prevenir al individuo de la
superficialidad con la que se puede llevar una vida –porque aquí reside la calidad
de vida de las personas en una sociedad a partir de aquello que se tiene, que
implica el mundo de los discursos ofertarios, prometedores de don-es. No, los
discursos que andan en los medios de manera ya hoy autónoma, en
contraposición a la luz son subterráneos, con un a priori de significación
interesada, que a su vez, permean de significado, de perspectiva, a todo cuanto
hace y dice el hombre sin que él se dé cuenta, es el discurso de poder. Es donde
el papel de la interpretación hermenéutica de ese excedente de significado del
hacer y del decir se hace indispensable.

Las grandes compañías que crean discursos, que agregan narrativas al


espacio social agregando con ello “más mundo” al mundo natural, elaboran así ad

2 Marcel, Gabriel, “Diario metafísico”, Guadarrama, Madrid, 1969.

3 La “habiencia” es un concepto jurídico y cristiano cuyo significado remite a la idea de que


al hombre se le tiene que asegurar, por cualquier medio, que en su vida contará con aquello que
necesita, ya sean leyes o ya sean alimentos, o ya sea amor, que es el caso en el que lo maneja
Gabriel Marcel, Vid., Marcel, G., “Diario metafísico”, Guadarrama, Madrid, 1969. El concepto a su
vez está relacionado con la idea de ser o tener; contar con el ser implica que haya, que se realice la
habiencia: el otro quiere escuchar y ver aquello que lo mantendrá, a lo que se debe recordar que
“no sólo de pan vive el hombre”.

4 Ortega y Gasset, José, “El hombre y la gente”, Espasa-Calpe, Colecc. Austral, Madrid,
1976.
hoc el discurso político, de polis, para ello realizan investigación intensa de
aquello que simboliza el hombre al comunicarse, es decir, al actuar sobre su
entorno como comunicación por antonomasia (esto se ha mencionado en temas
arriba). Cuando estas compañías logran su objetivo a partir que descubren al
hombre en su forma ontológico-simbólica propia de la libertad, en sus originarios
motivos de elección delatados en todo lo que expresa, inician el proceso de diseño
de la información, que de manera llana, es dirigida a insertarse silenciosamente en
el habla misma y anclarse en lo más arcaico y fundante de la vida humana:
miedos, culpas, deficiencias, anhelos, orden cósmico, finalidad total, sentido de la
muerte, etcétera, y convertirlos en espacios narrativos necesarios, en “acciones
comunicativas” para la praxis individual y de grupo.

Encontramos entonces el valor de la hermenéutica, ya que tiene como fin


hacer una interpretación de la expresión simbólica del hombre que abarca todos
sus actos; símbolos que, como tales, hablan en silencio o segundo plano y para
los cuales se necesita un estudio serio, con medios definidos para llegar al
contenido de lo que directamente no expresa el hombre pero que le da el
vedadero sentido a lo que comunica.

Principalmente la hermenéutica se abocaría a dar luz sobre la manera de


hacer la interpretación y la comprensión de las expresiones humanas, tengan el
formato que tengan, para lo cual, advierte, se necesitan diferentes maneras de
acercamiento “cognoscitivo” al “texto simbólico” del actuar del hombre, esto bajo el
entendido que el sueño de esta hermenéutica es hallar lo que el autor ni siquiera
sabe lo que deseaba expresar. Toda obra humana es un texto, es un lenguaje a
traducir. Escribe Heidegger:

La hermenéutica es en general una metodología de interpretación


[desde un texto literario hasta, como es el caso aquí, el sentido
propio del ser y las estructuras fundamentales del peculiar ser del
hombre en su acto comunicativo]. Fenomenológicamente,
hermenéutica es una anunciación, una información que da a
conocer a la comprensión del ser inherente al existente humano
mismo, el sentido propio del ser y las estructuras fundamentales de
su peculiar ser.5

En este sentido, la hermenéutica nos permite no tanto encontrar el valor de


las cosas, sino el valor y sentido que ocultamente tienen las acciones simbólicas
sociales del hombre, y a partir de ello, presumir de aprehender las estructuras
últimas que busca el hombre satisfacer dentro de la dinámica social, como son la
libertad, la identidad, seguridad, unidad cósmica, pervivencia, libertad, etcétera. Es
un “método” que pone al hombre frente a sí mismo, frente a sus expresiones,
frente a sus debilidades y grandezas y, a partir de ello, poder cuidar el mundo que
le rodea, en el sentido de ver si todavía es producto de sus actos, si su ser está
ahí, en sus actos de compromiso social o, por el contrario, es un producto de la
manipulación de esa desnudez no protegida que la hermenéutica descubre como
original en el individuo.

Creemos importante, entonces, aclarar que la hermenéutica, en su


acepción histórica y mítica, viene de la concepción del dios griego Hermes que era
quien llevaba los mensajes de los hombres a los Dioses del Olimpo. En esos
mensajes Hermes llevaba las pasiones, las frustraciones, los errores, las ideas, los
sueños, las esperanzas que conformaban la vida misma de los hombres, su
pathos. Por esta vida de mensajero-comunicador que llevaba Hermes, se puede
suponer que su experiencia era la experiencia acumulada de toda la humanidad.
Sabía o guardaba en la memoria todo aquello que había sucedido al hombre. Sin
embargo él no era quien tomaba alguna decisión a partir de los mensajes que
llevaba, él sólo era un mensajero, un intermediario de la comunicación, Pero
llamemos la atención que como mensajero se diferenciaba de otros porque no
llevaba cartas, o libros o correo electrónico, Hermes escucha, ve, asimila, guarda
lo que le dicen los hombres y luego lo transmite a los Dioses. En este re-decir lo

5 Heidegger, Martin, “El ser y el tiempo”, FCE, México, 1983, p. 26.


que le dijeron los Dioses los mensajes sufren la inserción de su amplia
experiencia en los avatares de la vida humana, de tal manera que lo que decidan
los Dioses hacer sobre los mortales humanos lleva una buena dosis de la visión
que del dolor humano tiene Hermes, la hermenéutica entonces.

Metafóricamente pues, la hermenéutica, abocada a la comunicación, tiene


su injerencia como aquel recurso fundamental que el hombre tiene para hallar el
significado primero que la vida humana dio a las cosas a través del uso vital que
hizo de ellas, depositándoles un sentido originario de la vida, una orientación hacia
la felicidad, hacia la libertad, hacia el amor, y que conforme los tiempos han
pasado, ese sentido, cada época de la historia se ha encargado de perder,
desviar, o en el mejor de los casos reorientar, caso concreto, el exceso de sentido
que los medios de comunicación insertan al espacio social y a la vida misma. En
este exceso de sentido se trata de ir en busca de aquello que en los símbolos
(textos, narrativas sociales) --productos, instituciones, discursos, relaciones
sociales—producidos por el hombre, se esconde como la necesidad más
apremiante para la raza humana, no sólo para generar sociedades de bienestar,
sino incluso para poder pensar que la especie humana persiste y, como tal, la
libertad.

… una de las inteleccciones de la hermenéutica moderna es que


todo enunciado debe ser considerado como una respuesta a una
pregunta y que la única vía para entender un enunciado consiste
en obtener la pregunta desde la cual el enunciado es una
respuesta.6

La hermenéutica es una teoría de la interpretación de los símbolos del


hombre a partir de lo que él mismo oculta, conscientemente o no, como
sentimiento y sentido original de la vida. Y se trata precisamente de llegar a ese
campo donde todo es “puro”, en tanto encubrimientos, porque si se quiere saber lo
que la comunicación subrepticiamente está comunicando y provocando, no se

6 Prado, Gloria, “Literatura e interpretación hermenéutica”, UAM, México, 1986, p. 25


puede abordar esa comunicación simbólica por necesidad desde el prejuicio
semántico de una verbalización de significados precisos y sobre todo desde una
pragmática y política estructurada (origen del ethos) a partir de estereotipos, esto
terminaría por provocar que la comunicación simbólica, la natural al ser del
hombre y de la que hemos estado hablando, no entregara sus secretos.

Por un lado, la hermenéutica se concibe como manifestación y


restauración de un sentido que se me ha dirigido como un mensaje,
una proclama o, como suele decirse, un kerigma; por otro, se
concibe como una desmitificación, como una reducción de
ilusiones...por un lado, purificar al discurso de sus excrecencias,
liquidar los ídolos, ir de la ebriedad a la sobriedad, hacer de una
vez el balance de nuestra pobreza; por otro lado, usar el
movimiento más nihilista, más destructor, más iconoclasta, para
dejar hablar lo que una vez, lo que cada vez se dijo cuando el
sentido apareció de nuevo, cuando el sentido era pleno; la
hermenéutica me parece movida por esta doble motivación:
voluntad de sospecha y voluntad de escucha.7

Buscar aquello que cuando el hombre se comunica no “atrinchera”, no resguarda,


no pierde en la artificialidad ni en el accesorio, sino que muestra abiertamente su
deseo, su ser de apetencias y caminos. Las cosas hablan del hombre, ya que por
sus obras será reconocido, será vista la intencionalidad por el que quiere realizar
su vida, se delata siempre. Entre las cosas que rodean al individuo social se
esboza el horizonte de la existencia. De entre esas cosas, pintadas, acomodadas,
diseñadas, escritas, libertadas, blasfemadas, proclamadas, se esconde el gran
esfuerzo que ha costado a la humanidad existir y perseverar en la búsqueda de la
vida libertaria.

7 Ricoeur, Paul, “Freud, una interpretación...”, Op. cit., p.28.


… esta es la raíz de nuestro problema: reside en esta conexión
primitiva entre el acto de existir y los signos que desplegamos en
nuestras obras; la reflexión debe convertirse en interpretación,
porque no puedo captar este acto de existir más que en signos
dispersos en el mundo.8

¿Qué entiende, pues, la hermenéutica por comprender e interpretar? ¿Qué


es la comunicación simbólica del acto social para la hermenéutica; y qué es lo que
en esencia comunica? ¿Qué aporte hace la hermenéutica a la vida social al “re-
leer” lo que está comunicando actualmente el hombre? Contestando la última
pregunta se contestan las dos primeras.

Dentro de lo que comunica el hombre está su concepción de la vida, y por


encima de ello, comunica su ser, su concepción del hombre que le regresa para
conformar su personalidad, sus valores sobre los que sustenta toda su actividad,
presente, individual y colectiva. Pero esto sucede no en cualquier comunicación,
sólo en aquella que se encuentra después de limpiar el lenguaje y permitir que los
silencios arcaicos de la humanidad tengan derecho al foro, al escenario, a la polis.
Y, como hemos comentado en parágrafos anteriores, los actos del hombre se
traducen en obras, conscientes o no en su producción –sea el caso del arte por
ejemplo--, son la comunicación simbólica que guardan, para aquellos que
comparten el espíritu de Hermes, el esfuerzo que ha costado a la humanidad
seguir existiendo y perseverar por ser cada vez más libres. No puede haber
campo más fértil para odiséica tarea que la comunicación, mundo de expresiones
simbólicas donde en la interpretación de mensajes se ponen en juego las
diferentes perspectivas culturales de la vida, entre las cuales el hombre pierde o
reinstaura el sentido de la vida, su vida, sentido que el hombre desde siempre ha
querido llevar hacia el logro de la felicidad.

Tarea pues, ardua. Las expresiones que pueden tornarse exaltadas, o quizá
tomar una textura violenta, o un color frío, una forma decadente, un timbre

8 Ricoeur, Idem, p. 48.


amoroso, una emotividad silenciosa, son así porque pertenecen a un mundo, y el
hombre que las arroja comparte de alguna manera el mundo que les dio, con su
praxis cotidiana, esa textura, ese color, etcétera. Hay una empatía entre los
hombres, el mundo de la vida decía Husserl, que sin mencionar palabra alguna el
hombre comparte. La comprensión e interpretación hermenéutica entiende estas
funciones del lenguaje humano bajo la perspectiva de que el hombre no dice nada
que le sea ajeno al otro y que le sugiera una forma de vida, un estilo o un sentido
para hacerla.

La comprensión, dentro de una epistemología humanística, es lo que el


análisis matemático para los estudios dentro de una corriente positivista. La
comprensión es el intento que, al mirar cualquier símbolo --que por lo tanto guarda
un silencio significativo para la vida--, el hombre hace para ubicar y ubicarse en el
sentido original del deseo humano que produjo tal objeto simbólico; diríamos que
la comprensión, como parte de una hermenéutica de la comunicación simbólica,
devela el papel del yo en un aquí y ahora a partir de su ubicación en esa corriente
histórica de sentido ¿Qué pensó Napoleón al ser vencido en Whaterloo? Hace
falta interpretar pinturas que refieran el acontecimiento, hace falta leer narraciones
sobre la batalla, hace falta ir al lugar y respirar el aire y contemplar el paisaje, hace
falta...todo para una comprensión que une a dos tiempos (sim-bolos), a dos
visiones del mundo, el hoy desde y en el ayer. ¿Qué sintió, qué cambió de su
sentido de la vida el pueblo mexicano cuando le impusieron como modelo estético
de belleza a una rubia norteamericana? ¿Qué señales, qué actos, qué obras dejan
ver eso que sintió? Es cuestión de una interpretación hermenéutica del acto
humano necesariamente comunicativo, donde intervienen desde el mundo
utilitarista, hasta una visión ideológica del trabajo y de las relaciones de amor y
amistad.

La comprensión, entonces, se dirige más a los silencios lingüísticos que a


una comunicación directa. La comprensión, en nuestra tesis, es tratada en el
sentido de medio “táctico” para poder hablar de algo que en su forma expresiva no
“dice directamente las cosas”. Hay que incursionar en aquellos silencios que
estructuran el sentido de la comunicación humana, el acto humano y social, y ello
no se puede llevar a cabo mediante una técnica descriptiva, pues no hay un
objeto, un contenido, un significado “claro y distinto” al cual adscribir la voluntad;
se trata más bien de servir de medio, como comprensión --que en todo caso es
una traducción, que a su vez tiene el sentido de trasladar del silencio a una
comunicación--, de lo que el ser humano es de origen y en lo que hoy expresa en
sus actos y en sus lengaujes como muy impropio de aquello. La comprensión halla
fracturas en la comunicación, es como instalarse en el momento, entrometerse en
la situación vital de un informante y de un receptor, con todas las capacidades con
que se cuentan como humano para percibir esa situación vital –cultura, identidad
social, preparación intelectual, etc.,), y aprehender “la causa” y el sentido original
de la información del hombre, al igual que el efecto hacia el receptor, pretendiendo
con ello comprendiendo una manera de vida de la época, del momento social e
histórico, ético, de ese hecho comunicativo. Es la única manera de fundamentar lo
que el hombre expresa, de hallar sus motivaciones y teleológicamente develar sus
alcances, en lo social, en lo moral, en lo humano. Dice Gadamer, y es necesario
colocar la cita en toda su extensión, pues contiene la idea fundamental de hacer
una comprensión de todo tipo de información:

Hemos llegado así a un concepto sumario que subyace en toda


constitución de textos --desde un libro, una pintura, hasta una
noticia informativa o un mensaje a la sociedad-- y hace visible a la
vez su inserción en el contexto hermenéutico: todo retroceso al
texto --sea un texto real, fijado por escrito, o una mera reproducción
de lo manifestado en la conversación-- remite a la primitiva noticia,
a lo notificado o informado originariamente, que ha de valer como
algo idéntico dotado de sentido. Lo que encomienda una tarea en
relación con todas las fijaciones por escrito, es justo que esta
noticia deba ser comprendida. Y el texto fijado ha de fijar la
información originaria de tal manera que su sentido sea
comprensible unívocamente. A la tarea del escritor corresponde
aquí la tarea del lector, destinatario o intérprete de lograr esa
comprensión, es decir, de hacer hablar de nuevo al texto fijado. En
este sentido, leer y comprender significa restituir la información a
su autenticidad original. La tarea de la interpretación es obligada
cuando el contenido de lo fijado es incierto y hay que alcanzar la
recta comprensión de la información. Pero la información no es lo
que el hablante o el escribiente dijo originalmente, sino lo que
habría querido decir si yo hubiera sido su interlocutor originario. El
problema hermenéutico en la interpretación de las órdenes, por
ejemplo, es que éstas deben cumplirse conforme a su sentido (y no
al pie de la letra). Esto tiene su explicación en el hecho de que un
texto no es un objeto dado, sino una fase en la realización de un
proceso de entendimiento.9

El sentido o excedente de sentido que toda expresión guarda nunca pasará


inadvertido para la comprensión humana, pues de alguna manera se filtra en su
manera de vivir, es parte de su proceso de acepción e identidad social. Pero
entiéndase que lo oculto de sentido de todo mensaje no es tanto “el ganchito” que
esconde todo emisor necesariamente histórico --que a fin de cuentas ya hoy es
claro en el comercio mercantil del lenguaje. No, lo oculto de los mensajes en la
comunicación es ese sentido original que toda expresión humana guarda y que el
individuo, el ciudadano común y corriente lo sufre como apetencia de su voluntad
y al mismo tiempo desgarramiento por una voluntad atada a urgencias surgidas
del hoy racionalizado.

Archivos de ASOMEH(asome.hortz@gmail.com)

9 Gadamer, Georg Hans, “Verdad y método”, T. II, Sígueme, Salamanca, 1992, pp. 332-333.

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