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VISION MUNDIAL PARA LA FAMILIA

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COMO MANEJAR LOS


ENOJOS DE SUS HIJOS

Por lo general los niños están dispuestos a perdonar nuestros fracasos en el manejo de
nuestro propio enojo si estamos dispuestos a confesarlos como tales: —Hijo, siento mucho
haberme encolerizado así hoy por la tarde. No controlé muy bien mi enojo, la manera en que te
hablé no fue afectuosa y algunas cosas que dije no son realmente lo que siento. Quiero que sepas
que yo reconozco que me equivoqué y le he pedido a Dios que me perdone; y quiero pedirte
perdón a ti también.

Empezaré afirmando que todos los niños experimentarán enojo, es decir, no tenemos que
enseñarles a enojarse. Nuestra tarea consiste en enseñarles a manejar su enojo. Debido a la
naturaleza de la relación entre padres e hijos, los padres son las personas más influyentes en el
desarrollo del patrón de manejo del enojo en un niño. Esto debe animarnos, porque nos da una
oportunidad de transmitirle a nuestros hijos habilidades para el manejo positivo del enojo. Por otra
parte, esta puede ser una realidad estremecedora porque, si fallamos en esta área, nuestros hijos
tendrán ciertas desventajas al entrar a su vida adulta.

Al hablar con padres, la mayoría de ellos está ansiosa de aprender a ayudar a sus hijos en
esta importante área de su desarrollo. A continuación les presentaré los principios que he enseñado
también a muchos padres en la oficina de consejería y en talleres de paternidad. Son fáciles de
entender pero no necesariamente fáciles de aplicar. Llevar estos principios a la práctica requerirá
no solamente su mejor nivel de atención, sino también la ayuda del Espíritu Santo. La buena noticia
es que cuando estamos procurando seguir principios bíblicos, la ayuda del Espíritu siempre está a
nuestra disposición.

El fundamento del amor

Permítame empezar con lo que creo que es fundamental: Enfóquese en satisfacer la


necesidad que tiene su hijo de recibir amor emotivo. ¿Por qué estoy trayendo a consideración el
tema del amor cuando estamos hablando acerca del enojo? Porque el amor es el fundamento para
relaciones sanas entre padres e hijos. Si el hijo no se siente amado por sus padres, no solamente
experimentará mayor enojo, sino que todos los esfuerzos por parte de sus padres para enseñarle
tienen mayor probabilidad de ser rechazados. En el libro Los cinco lenguajes del amor en los niños,
el cual escribí junto con el psiquiatra Ross Campbell, hacemos énfasis en la importancia de suplir la
necesidad de amor que tiene todo niño. Si el «tanque de amor emocional» del niño no se llena con
el amor de sus padres, ese mismo tanque vacío se convertirá en una fuente de enojo. En lo
profundo de su corazón todo niño se repite constantemente que los padres deben amar a sus hijos.

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Si el niño no siente ese amor, va a tener la sensación de estar siendo tratado injustamente, y esto
dará lugar al enojo.

Los cinco lenguajes del amor, a) palabras de afirmación, b) calidad de tiempo juntos, c)
regalos, d) actos de servicio, y e) contacto físico, deben ser usados frecuentemente con los niños.
Todo niño tiene un lenguaje de amor primario que le comunica claramente que es amado. Como
padres, la manera más efectiva como podemos amar a nuestros hijos es descubrir cuál es su
lenguaje primario de amor y usarlo con mayor frecuencia e intensidad que los otros cuatro.

Recalco que tales expresiones de amor deben ser incondicionales. Muchos padres sin darse
cuenta de ello, dan amor a sus hijos solamente cuando los niños están de buen ánimo o cuando los
padres sienten ganas de hacerlo. Estos padres creen que si se abstienen de expresarles amor, sus
hijos acabarán por obedecerles. Esto casi nunca sucede, y cuando es así, el niño casi siempre se
está rebelando en su interior.

Los padres no tienen que estar contentos con la conducta del niño para poder darle un
abrazo, una palmada suave en la espalda o para colocar un brazo de afirmación alrededor de sus
hombros. Los padres pueden comentarle al hijo que jugó muy bien en el partido de la noche
anterior, a pesar de que su cuarto sea un área de desastre. Un papá puede llevar a su hijo a comer
afuera para pasar juntos un buen tiempo, aun cuando el hijo rompió la regla y el florero al haberse
puesto a jugar baloncesto en la sala. Una madre puede darle a su hija un vestido nuevo como
regalo aunque la hija no haya completado su tarea. Muchos padres se preguntarán si acaso esto no
hará que sus hijos se vuelvan irresponsables. La respuesta es que esta clase de amor también
enseña responsabilidad.

Cuando el hijo percibe que usted lo ama y que ese amor no se basa en su conducta, es
mucho más probable que responda positivamente a sus solicitudes o mandatos, y que lo haga sin
rebelarse.

Cuando usted ama a sus hijos incondicionalmente y mantiene lleno el tanque de amor, ya ha
quitado una de las principales y mayores fuentes de enojo en niños y adolescentes.

El mensaje que nuestros niños necesitan escuchar y sentir es: «Yo te amo sin importar lo
que hagas. No siempre me gusta o estoy de acuerdo con lo que haces, pero siempre te amaré.»
Los niños que sienten la seguridad del amor paterno tienen mucha mayor probabilidad de tomar
decisiones correctas y sabias en la vida; y cuando toman malas decisiones, tienen mucha más
probabilidad de aprender de sus propios errores y corregir su conducta en el futuro. No hay nada
más fundamental cuando se le enseña a un niño a manejar su enojo que darle a ese niño amor
incondicional.

Destaco que la necesidad de amor que tiene un niño es continua. El amor es como la
comida: no puede guardarse en un depósito sino que debe ser expresado diariamente. El tanque
de amor de nuestros hijos no se puede llenar y después nos vamos de vacaciones, porque se vacía
rápidamente tal como ocurre con el estómago. El padre sabio descubrirá el lenguaje primario de
amor de su hijo y le dará fuertes dosis todos los días, salpicándole también con cierta regularidad
los otros cuatro.

Con este fundamento colocado en su lugar, creo que existen tres métodos básicos por medio
de los cuales enseñamos a nuestros hijos la manera de manejar positivamente su enojo. Quiero
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discutirlos según el orden de importancia que creo que tienen, pero también quiero recalcar que
todos estos métodos son importantes y ninguno puede ser omitido.

Creo que prestando buena atención a estos métodos, cualquier padre puede enseñarle a sus
hijos un manejo adecuado y positivo del enojo.

Cómo ser un modelo

Con frecuencia los adultos no piensen conscientemente en su propio manejo del enojo hasta
que observan la respuesta de sus hijos al enojo. Muchas veces los hijos reflejan como en un espejo
lo que han aprendido de sus padres. Los hijos responden al enojo de manera muy similar a como lo
haría el padre cuya personalidad se parece más a la de ellos.

Afortunadamente, los adultos pueden aprender a cambiar patrones destructivos y establecer


modelos nuevos y más saludables para procesar su enojo.

La mayoría de los hijos responderán positivamente cuando son conscientes de que sus
padres han reconocido que su método de manejar el enojo debe ser mejorado. Cuando ven que
están ocurriendo cambios reales en sus padres, su sentido de seguridad aumenta y estos cambios
empezarán a tener un efecto positivo sobre su propia manera de manejar el enojo.

Cómo proveer orientación

Los padres que toman seriamente la responsabilidad de enseñarles a sus hijos a procesar
positivamente el enojo pueden ayudar de una segunda manera: tomando la decisión de ejercer un
papel activo en la orientación de los hijos cuando pasan por sus propios episodios de enojo. El
padre reconoce que no se puede esperar que un hijo suyo maneje el enojo de una forma madura
hasta que se le haya enseñado a hacerlo. Así como se le debe enseñar a un niño a lavar platos,
tender una cama y montar en bicicleta, también hay que enseñarle a manejar el enojo. Esto implica
aceptar el nivel actual de desarrollo en que se encuentra el niño, y ayudarle a dar pasos de
crecimiento.

Un niño tiene únicamente dos formas básicas para expresar el enojo: verbalmente y por
medio de su conducta. Cada una de estas formas puede ser positiva o negativa. En el área de la
conducta, un niño puede expresar su enojo empujando, atropellando, golpeando, arrojando objetos,
tirando el cabello o chocando su propia cabeza contra la pared. Obviamente, estas son respuestas
negativas al enojo en el área de la conducta. Por otra parte, salirse de la habitación, contar hasta
cien en voz alta, o dar una caminata fuera de la casa, constituyen respuestas maduras al enojo a
nivel del comportamiento, y le permiten al niño tranquilizarse y procesar el enojo de una manera
constructiva.

Por el lado de las respuestas verbales, el niño puede gritar y vociferar con frases
condenatorias, puede insultar o decir malas palabras, todas las cuales son maneras muy
destructivas de expresar verbalmente el enojo. Por otra parte, el niño extremadamente maduro
puede reconocer ante el padre que está enojado y solicitar una oportunidad para discutir todas las
cosas que le molestan. Esta es una manera muy positiva de expresar verbalmente el enojo. La
tarea del padre consiste en acoger al niño en cualquier nivel en que se encuentre y ayudarle a
progresar hacia maneras más constructivas de procesar su enojo.

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Algunos padres tienen dificultad para aceptar los límites e imperfecciones de un niño en su
manera de manejar el enojo.

Quieren que el niño sea maduro en sus expresiones de enojo y no están dispuestos a
permitir que se den las diferentes fases de inmadurez. El padre que dice « No me vas a hablar de
esa manera. Nunca me vuelvas a levantar la voz, ¿entendido?» está esperando perfección de parte
del niño y ésta no es una actitud realista. De hecho, ese padre o madre está esperando del niño un
nivel de madurez que él mismo no ha alcanzado. Como me dijo una vez un joven: — Mis padres
me gritan todo el tiempo diciéndome que no les grite a ellos.

Si su hijo le está gritando enojado, ¡preste atención! Haga preguntas con calma y deje que el
enojo sea expresado. Si hace las preguntas suficientes y adecuadas prestando el máximo de
atención, habrá más probabilidad de que el niño baje el volumen de su voz. Concéntrese en la
razón por la cual su hijo está enojado, no en la manera como lo está expresando. Procure entender
qué es lo que el niño cree que es injusto o erróneo. Tal vez no esté de acuerdo con su percepción
de las cosas, pero el propósito aquí es escuchar todo lo que tiene que decir.

Si el niño cree que ha sido ofendido, el enojo no desaparecerá hasta que él sienta que usted
ha escuchado y entendido su queja. Usted es el padre y tiene la última palabra sobre lo que se
hará, pero su hijo necesita sentir que usted piensa que sus sentimientos e ideas son importantes.
No deje que el método que tiene el niño para transmitir su mensaje le impida a usted recibir el
mensaje.

Después que ha tenido la «sesión de audiencia» con el niño enojado, más tarde esa noche o
al día siguiente usted podría decir algo como: —Realmente aprecio que me hayas dado a conocer
tu enojo con respecto a esa situación. Puede ser que no siempre estemos de acuerdo, pero quiero
que sepas que yo siempre quiero entender cómo te estás sintiendo.

No soy un padre perfecto y algunas veces no tomo las mejores decisiones. Pero realmente
quiero hacer lo que sea mejor para ti. Espero que ambos podamos aprender a expresar nuestros
sentimientos de una manera más calmada, pero sin importar cómo sean expresados, yo siempre
quiero escuchar cómo te sientes y qué piensas.

Si el patrón que ha empleado es ponerse a discutir con su hijo, quizás puede romper el
patrón si dice: —He estado pensando acerca de nosotros y me he dado cuenta de que no he sido
muy bueno para escucharte. Por lo general cuando tienes fuertes sentimientos acerca de algo, yo
también termino exasperándome. Realmente quiero ser una persona que escuche atentamente, y
en el futuro voy a tratar de hacer más preguntas y procurar entender realmente cuáles son tus
sentimientos, porque de verdad valoro tus ideas y tus sentimientos.

A medida que los padres vayan aprendiendo a escuchar mejor, sus hijos irán sintiendo que
son más comprendidos. Puede ser que el niño siga sin estar de acuerdo con su decisión final, pero
su hijo lo respetará porque usted lo ha tratado como una persona. Si escucha y hace preguntas
tranquilamente, con el tiempo su hijo y su hija aprenderá a procesar su enojo en un tono de diálogo
y conversación, y las competencias de gritos serán cosa del pasado.

Si su hijo está presentando algunas de las respuestas negativas al enojo en el ámbito de la


conducta, tales como empujar, patalear, atropellar y lanzar objetos, enfóquese primero en el enojo y
secundariamente en el comportamiento. Tal vez podría decirle: —Es obvio que estás muy enojado.
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Me gustaría escucharte decir qué es lo que te está molestando, pero no podemos hablar mientras
estás alterado. ¿Te gustaría que saliéramos a caminar para que hablemos de eso?

Lo que usted está haciendo con esa manera de abordar la situación, es, por un lado,
reconocer que el enojo que tiene el niño es importante y, por otro, expresar su deseo sincero de
discutir las cuestiones que lo afectan, al mismo tiempo que reconoce de una manera afectuosa
pero firme que usted no puede hablar hasta que se ponga fin a la conducta destructiva.

Muchas veces el enojo del padre es estimulado por la conducta del niño, y el padre
reacciona contra el niño de una manera igualmente destructiva. Finalmente ambos se sentirán mal
con respecto a su conducta pero sin hacer nada para resolver el asunto que provocó originalmente
el enojo del niño. Obviamente, el padre y el niño tienen mucho que aprender acerca del manejo
apropiado del enojo. No pretendo crear la impresión de que es fácil hacer lo que estoy sugiriendo. A
los padres que nunca han aprendido a controlar su propio enojo les resulta difícil imaginarse a sí
mismos adoptando el procedimiento que estoy sugiriendo. Pero tengan esto en cuenta:

• El niño es inmaduro en virtud de ser un niño. Todavía está en un proceso de crecimiento,


de modo que su manejo del enojo todavía no ha madurado.

• Los padres son mayores que el niño y por lo menos han tenido tiempo para desarrollar
madurez. Si no hemos desarrollado una respuesta madura al enojo, al menos admitamos que ese
es problema nuestro y no de nuestros hijos.

Cuando los padres aprendamos a manejar nuestro propio enojo de una manera más
saludable, estaremos en una mejor posición para guiar a nuestros hijos en el procesamiento de su
enojo. Los niños necesitan desesperadamente nuestra orientación como padres.

Un hijo enojado necesita ser escuchado, porque en su mente los padres le han tratado
injustamente, le han hecho pasar vergüenza, le han decepcionado, o le han ofendido de alguna
manera. Si los padres no escuchan las quejas del niño y no procuran entender por qué el niño se
siente así, el enojo del niño será interiorizado y se manifestará más adelante en su conducta. Los
psicólogos le dicen a esto conducta pasivo-agresiva. El niño es pasivo exteriormente, pero en su
interior el enojo está creciendo y tarde o temprano se expresará en conductas agresivas tales como
mal rendimiento académico, experimentación con drogas, actividad sexual, «olvidarse» de hacer la
tarea, o algún otro comportamiento que el hijo sabe que disgustará a los padres. Si los padres
entendieran el extremo peligro que implica la conducta pasivo-agresiva, harían todos los esfuerzos
posibles para prestarle atención a sus hijos cuando están enojados, para escuchar cuidadosamente
los asuntos en cuestión, para procurar entenderlos y encontrar una resolución.

Esto no significa que el padre siempre deba hacer lo que el niño está pidiendo. El enojo del
niño se encuentra muchas veces distorsionado. Se fundamenta en una ofensa percibida como tal
que no es una ofensa definida. Una explicación por parte del padre puede traer como resultado la
resolución del asunto. Lo importante es que el niño sienta que usted está auténticamente
interesado en resolver el asunto, y que su acción refleje su amor genuino hacia él.

Cada experiencia de enojo le suministra al padre una oportunidad para guiar al niño a
superar el episodio de enojo, tratar los asuntos problemáticos y encontrar una resolución. Cada vez
que esto se hace, el niño va madurando más en la forma de expresar verbalmente su enojo. Cada
vez el niño tiene menos necesidad de gritar y patalear porque los padres le están prestando toda su
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atención y está seguro de que está siendo escuchado. Tal orientación paterna constituye una
manera extremadamente efectiva para enseñar a los niños a manejar el enojo con responsabilidad.

Cómo impartir instrucción

La mayoría de los padres quieren empezar dando instrucciones. Quizá comienzan: —


Déjame decirte algunas cosas que debes saber.

No hay duda de que la mayoría de los padres sabe muchas cosas que los niños deben
aprender, y la instrucción puede ser un método efectivo para transmitirlas. Se debe impartir
instrucción. Pero asegúrese de que ya se ha establecido el fundamento del amor, porque ese amor
incondicional constituye un ingrediente esencial para un suelo fértil donde pueda crecer el corazón
de un niño. Si el corazón del niño no ha sido cultivado y regado con amor incondicional, modelos
positivos, y la orientación amorosa por parte de sus padres, no es muy probable que germine y
crezca la semilla de la instrucción. Sin embargo, si estos elementos se encuentran en su lugar y el
corazón del niño ha sido cultivado, entonces la instrucción constituye un método excelente para
enseñarle la forma de manejar el enojo.

Existen muchos métodos y herramientas que los padres pueden emplear para impartir
instrucción verbal a los niños sobre cuestiones relacionadas con el enojo. Dependiendo de la edad
del niño, las siguientes formas son efectivas para ayudarle a un niño a entender y procesar
constructivamente el enojo.

Para el niño pequeño, leer y comentar historias bíblicas que tratan el tema del enojo
suministra un formato interesante para instruir a los niños. Historias tales como las de Caín y Abel,
José y sus once hermanos, Jonás y su enojo hacia Dios, Jesús y su enojo hacia los cambistas en el
templo, todas estas historias proveen ideas claves para entender el enojo. También al leer la
sabiduría que se encuentra en el libro de Proverbios se obtiene instrucción por excelencia sobre la
manera de manejar el enojo. Muchos de los proverbios se aplican práctica y específicamente al
manejo del enojo.

Memorizar versículos claves de la Biblia es un método excelente para instruir a los niños.
Considere los siguientes versículos, todos del libro de los Proverbios de Salomón: «El necio da
rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega. El hombre iracundo levanta contiendas, y
el furioso muchas veces peca.»

«El que fácilmente se enoja hará locuras. El que tarda en airarse es grande de
entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad. » (Proverbios 29:11, 22;
14:17, 29)

Escribir estos versículos en tarjetas y memorizarlos con sus hijos equivale a plantar semillas
de sabiduría en la mente de ellos y en la suya también. Otro versículo muy importante que sus hijos
deben memorizar es Efesios 4:26-27:

«Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.»

Para niños mayores, leer y discutir podría ser una forma excelente de impartir instrucción
sobre la manera de entender y procesar el enojo. Alentar al niño para que escriba un breve ensayo
sobre el tema del enojo es otra forma de que se instruya al respecto. Para esa investigación,
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además de leer libros sobre el tema y quizás buscar información en el Internet, también podrían
realizar entrevistas a padres y abuelos a fin de obtener ideas sobre la fuente del enojo y cómo
procesarlo constructivamente. Este podría ser un proyecto emocionante para niño o adolescente.

Las conversaciones informales también constituyen una forma excelente para que un padre
instruya al niño con relación al manejo de su enojo. Para el niño de más edad, una conversación
abierta en la que se le permita hacer preguntas y comentarios, podría servir como punto de partida
no solamente para hablar acerca del enojo como tópico generalizado, sino también para discutir la
manera como han procesado el enojo en el pasado y qué cambios positivos podrían hacerse para
el futuro. En esas conversaciones familiares, los padres podrían contarle al hijo sus propias luchas
con el enojo cuando eran niños y también ahora como adultos y como pareja. Tal apertura por parte
de los padres crea una atmósfera en la que el niño o adolescente puede expresar sus propias
luchas y hacer preguntas.

Esas conversaciones pueden iniciarse fácilmente al hablar con el niño algo que usted leyó
recientemente. Por ejemplo:

—El otro día estaba leyendo un artículo sobre el enojo. Decía que muchos padres no se dan
cuenta de las muchas veces que se exasperan con sus hijos y les dicen cosas que realmente los
lastiman; y para colmo de males, el padre nunca recuerda lo que dijo. Me estaba preguntando si
eso me habría podido suceder a mí alguna vez.

—Bueno, mamá, ya que lo mencionas...

Cuando la conversación se enfoca hacia el enojo del padre en lugar del enojo del niño, es
más fácil que el niño responda positivamente y revele la percepción que tiene de usted y la manera
como maneja su enojo. Estas conversaciones pueden ser considerablemente instructivas para un
niño y también pueden resultar muy benéficas para los padres.

Al enseñar a nuestro hijo, es importante que no demos la impresión de que tenemos la


respuesta definitiva a todas las cosas relacionadas con el enojo. El niño sabe que no es así
después de haber vivido con usted varios años. Es mucho mejor ser franco y reconocer que todavía
está en ese mismo proceso, que tiene el deseo de mejorar en el manejo de su enojo y que al
mismo tiempo quiere entender las inquietudes del niño cuando está enojado. El niño por lo general
está dispuesto a ser más abierto con sus padres mientras ellos no asuman una actitud de
sabelotodos.

Por lo general los niños están dispuestos a perdonar nuestros fracasos en el manejo de
nuestro propio enojo si estamos dispuestos a confesarlos como tales: —Hijo, siento mucho
haberme encolerizado así hoy por la tarde. No controlé muy bien mi enojo, la manera en que te
hablé no fue afectuosa y algunas cosas que dije no son realmente lo que siento. Quiero que sepas
que yo reconozco que me equivoqué y le he pedido a Dios que me perdone; y quiero pedirte
perdón a ti también. Cuando confesamos, el respeto es restaurado.

Apóstol Daniel Márquez

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