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VISION MUNDIAL PARA LA FAMILIA

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¿CUAL ES TU CONSEJO?

¿Cómo debemos aconsejar? ¿cómo determino y me aseguro de que mi consejo es el


Consejo de Dios? Dicho de otra forma ¿cómo puedo dar el consejo acertado para una situación
determinada? Para responder a estas preguntas el artículo provee tres factores fundamentales que
todo consejero debe considerar cuando hace su tarea: la naturaleza dependiente del hombre, el
patrón de medida y los sistemas teológicos.

La seriedad del problema se manifiesta cuando pensamos que somos representantes de


Dios y que no sólo se juzgará al aconsejado por el manejo de la situación, sino que también se nos
juzgará a nosotros, los consejeros. Lo cierto es que si la persona sigue nuestro consejo, éste
afectará a toda su vida personal, así como su relación con Dios y con otros, y esta influencia puede
persistir a través de los años, y aún hasta la eternidad.

Entonces, ¿cómo debemos aconsejar? ¿cómo determino y me aseguro de que mi consejo


es el Consejo de Dios? Dicho de otra forma ¿cómo puedo dar el consejo acertado para una
situación determinada?

El hombre, un ser dependiente.

Debemos entender que, desde el comienzo, el hombre depende de los consejos o la


información que haya recibido para tomar sus decisiones y así vivir. Dios hizo al hombre como una
criatura que depende de una revelación o comunicación externa. Si examinamos la vida humana,
encontramos que la forma en que vivimos está muy poco determinada por nuestros instintos y está
casi totalmente determinada por nuestro ambiente (familia, amigos, cultura, etc.) y por nuestra
percepción. El problema es que, muchas veces, esa información y esa formación son deficientes y
carecen de verdad y sabiduría. Esto hace que la persona no se encuentre en condiciones de
relacionarse y comportarse correctamente consigo misma, con Dios, con otros o con su ambiente.

No es, como lo asumen algunos, que Dios ya puso en el hombre todos los recursos
necesarios como para que él sólo tuviera que descubrirlos y desarrollarlos.

Podríamos decir que el pecado entró en el hombre debido a que él siguió un consejo
atractivo, aunque falso, y rechazó el consejo de Dios.

Desde aquel entonces, se ha estado librando una gran batalla por el corazón y la mente del
hombre, para ver si éste va a ser independiente o dependiente de Dios y de Su consejo.

Pero ¿de qué manera debe vivir el hombre en dependencia? En esencia, debe hacerlo
según lo que afirmó Jesús en Mateo 4:4, “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios”.
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La importancia y profundidad de estas palabras son de gran valor para nosotros como
consejeros. Satanás lo incitó a Jesús a tomar el problema en sus manos y resolverlo con sus
propios recursos.

Esto hubiera producido la derrota de Jesús. En cambio, El dependió de Dios y de Su Palabra


(orden, consejo, enseñanza, etc.). Con esto, Jesús nos enseñó que la propia vida de una persona
depende de Dios, de lo que Dios dice, y no de lo que uno pueda hacer por sí mismo o de lo
material. En los problemas reales de la vida, el Diablo incita al hombre a enfrentar los problemas y
resolverlos con sus propios medios, lo cual resultaría, figurativamente, en que el hombre tendría su
pan, pero sin la vida.

Muchos consejeros de hoy en día, de haber aconsejado a Jesús, le hubieran dicho, “Dios te
dio la capacidad de resolver ese problema. Entonces, usa esa capacidad y soluciona el problema
por ti mismo”. Todo consejo que lleve al hombre a solucionar sus necesidades o problemas en
independencia de Dios y de Sus planes implica una rebeldía y es diabólico en su esencia. Sí,
muchas veces proporciona satisfacción o una solución temporal pero, a la larga, entorpece la vida.

En Isaías 50 (un capítulo que los consejeros deberían estudiar usando varias versiones),
dice en los versículos 10 y 11: ¿hay, entre vosotros, que teme a Jehová y oye la voz de su siervo?
El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He
aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y
de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto: en dolor seréis sepultados”.

Dios le indica a la persona que “anda en tinieblas”, que “carece de luz”, que confíe en el
nombre de Jehová y que se apoye en su Dios, y que no encienda fuego, lo cual significa fabricar su
propia luz o solución para quitar la oscuridad o los problemas en que está envuelto. Cuando una
persona o consejero fabrica sus propias soluciones y anda en sus propios consejos, Dios le dice:
“De mi mano os vendrá esto: en dolor seréis sepultados”.

Por eso los versículos 4 y 5 hablan de que “el siervo del Señor reciba de El, cada día, lengua
de sabio y sabiduría para poder aconsejar a las personas que están en distintas situaciones”. Este
pasaje habla de la importancia de que el siervo del Señor esté en una íntima comunión con el
Señor, recibiendo de El, cada mañana, la instrucción apropiada.

“Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado;
despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. Jehová el
Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás”. Obviamente, la gran clave para ser
un consejero cristiano está en aprender diariamente las palabras del Señor.

Pero los caminos y consejos de Dios muchas veces son muy diferentes de los nuestros. El
consejo cristiano no debe llamarse así si no aprende ni coincide con el Consejo de Dios.

Hay quienes dicen, “pero toda verdad proviene de Dios, no importa cuál sea la fuente”. Si
bien es cierto que toda verdad viene de Dios, no todo lo que otros llaman verdad realmente lo es.
Justamente allí está el engaño. Aquí es donde nosotros, como cristianos, tenemos que distinguir
entre la verdad real y las verdades torcidas, parciales o engañosas, que tienen la “apariencia de la
sabiduría”, pero que no lo son (Colosenses 2:23).

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En muchas ocasiones estamos demasiado dispuestos a aceptar cualquier cosa, solamente
porque lo dijo el doctor fulano de tal. Sin embargo, nos reímos de los cristianos de otros siglos,
quienes sostenían que el mundo era plano, diciendo que si hubieran leído sus Biblias hubieran
creído lo opuesto.

Pero ellos simplemente habían aceptado como verdad lo que otros afirmaban como
científicamente verdadero. Hoy en día, nosotros procedemos de una forma similar en muchas áreas
de orientación.

Patrón de medida.

Toda verdad debe ser aprobada por el control de calidad que es la Palabra de Dios. Cuando
un concepto o teoría contradice la Palabra de Dios.

Primero tenemos que asegurarnos de que estemos observando, interpretando y aplicando


correctamente la Palabra de Dios, y de que no estemos siendo víctimas de tradiciones o
tergiversaciones en la interpretación bíblica.

Segundo, cuando estemos seguros de que sí estamos interpretando y entendiendo


correctamente lo que dice la Palabra de Dios sobre algún tema, debemos ser fieles a la Palabra de
Dios y medir toda idea y concepto con ella. Uno no puede ser fiel a Dios sin ser fiel a Su Palabra,
rechazando todo lo que lo contradiga a Dios, por más interesante o agradable que sea.

En tercer lugar, debemos ser muy cautelosos con las teorías, novedades y especulaciones.
Cada nueva escuela psicológica ofrece nuevas explicaciones y soluciones, pero pronto surge otra
que la critica. “Toda carne es como la hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La
hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre”. (Isaías 40:6-9).

No debemos rechazar la ciencia, sino aprender a examinarlo todo, reteniendo lo bueno. (1ª
Tesalonicenses 5:21). Eso requiere un estudio consciente y constante de las Escrituras, para poder
tener un marco de referencia firme y adecuado, una guía que marque lo recto.

Además requiere ejercicio “para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14). Hay muchos consejeros cristianos que dedican
horas y aún años al estudio de alguna escuela de psicología, tratando de aprenderla para su
posterior aplicación, pero le dedican poco tiempo al estudio de la Biblia, el manual de Dios para los
problemas del hombre. Hay algunos que, asumiendo que la Biblia no sirve para estudiar ingeniería,
suponen que tampoco puede pretenderse que la Biblia sirva para estudiar psicología.

Aquí se presenta un interrogante fundamental: ¿De qué y a quiénes les habla la Biblia?
¿Sólo habla de verdades espirituales que no tienen nada que ver con la vida del hombre? No,
justamente fue dada para desarrollar y formar al hombre.

“Toda Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para redargüir, para corregir,
para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para
toda buena obra”. (2ª Timoteo 3:16).

¿Es verdad? Sí. Entonces, ¿qué nos enseña este versículo?


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Las Escrituras son inspiradas (guiadas, controladas) por Dios y son útiles (el instrumento
apropiado).

¿Cuál es el fin? Que el hombre de Dios sea perfecto (maduro, sano emocionalmente,
completo, con todas sus partes bien ajustadas), enteramente preparado para toda buena obra (apto
y capacitado para ser usado).

¿Cómo lo hace? Adoctrina y enseña los principios de la vida. Redarguye y convence del
error, hace que la persona lo admita, se corrija, se enderece y se ponga de pie. Instruye en justicia,
disciplina y ejercita para una vida recta. ¿Qué nos enseña este versículo? Que justamente la Biblia
fue dada, inspirada, por Dios como guía e instrumento para enseñarle al hombre la manera de vivir
con Dios, con otros hombres y consigo mismo.

En otras palabras, la Biblia es el manual de instrucciones del hombre. En ella encontramos


todo lo que Dios considera que es necesario para llevar al hombre a funcionar debidamente. cual
resulta en la inhabilidad de aconsejar bien. Puede ser que hayamos aprendido muchas verdades de
la Biblia, pero muy poco sobre cómo aplicarlas. Necesitamos estudiarlas a la luz de su aplicación y
comenzar a desarrollar toda una teología práctica de la orientación, volver a nuestra Biblia y
estudiarla para saber cómo usarla en este ministerio.

Sistemas Teológicos.

Podríamos decir que existen dos formas de estudiar la Biblia (o teologías): la teología
horizontal y la teología vertical. Aquí vemos una acumulación de verdades, una al lado de la otra,
con poca aplicación.

En cambio aquí, en la “teología vertical”, vemos que estudiar teología no es una mera
acumulación, un mero acopio de principios, sino que a la verdad le sigue su inmediata aplicación.

Por ejemplo, la “teología horizontal” desarrolla que Dios es santo, puro, separado del
pecado; esto se observa, en el Antiguo Testamento, en la forma en que se construyó el
Tabernáculo, etc. En cambio la Teología vertical estudia que Dios es santo, y que siendo así —
apartado del mal— no nos va a ayudar a hacer el mal aun si oramos pidiendo su bendición sobre
nuestros propios caminos. O también, siendo que Dios es santo (El está apartado del mal y nunca
va a pensar en hacemos ningún mal) podemos confiar en sus intenciones para con nosotros. Esto
ya es muy práctico, y es lo que las personas necesitan entender cuando las estamos aconsejando.

Como líderes cristianos, debemos estar constantemente buscando entender cómo es Dios y
cómo obra Dios, y estar pidiéndole la sabiduría necesaria para aplicar estas verdades en la vida
diaria. Si sólo acumulamos muchos conocimientos acerca de Dios, sin tener la sabiduría de
aplicarlos, no vamos a ser eficientes como instrumentos de Dios.

Dos libros que son ejemplos excelentes de este tipo de estudio son: Hacia el Conocimiento
de Dios, por J. Packer, y En Pos de la Santidad, por J. Bridges, que nos pueden servir como
modelos de trabajo. A la vez, podemos y debemos usar el Antiguo Testamento (Romanos 15:4)
para ilustrar las verdades del Nuevo Testamento. A través del Antiguo Testamento podemos ver
cómo se obedecieron o quebrantaron las verdades espirituales y sus respectivas consecuencias.

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Por ejemplo, 1ª Juan 1:9 nos habla de confesar nuestro pecado y los Salmos 51 y 32 nos
dan una excelente ilustración de cómo confesar el pecado y de los efectos que esto tiene en la vida
del que los confiesa.

Vez tras vez, las personas que se aferran mal a Dios y a la Biblia, le dan este consejo al que
viene en busca de ayuda: “confíe, ore y lea la Biblia”.

Aunque esto es importante, se lo puede comparar con el doctor que manda a su paciente a
buscar la solución de sus problemas en los libros de medicina. Puede ser que el paciente encuentre
las respuestas a tiempo, pero también puede ocurrir que se muera antes.

Por lo tanto, nosotros tenemos que ser personas que han estudiado profunda y ampliamente
las Escrituras, para entender cuáles son las verdades que Dios les da a los hombres para sus
problemas y para estar en condiciones de explicarlas con claridad

Sin embargo, hay que recordar un punto fundamental. Las Escrituras en sí no son el fin sino
el medio para conocer a Dios, su provisión y su camino para el hombre.

Uno puede conocer mucho acerca de Dios sin llegar a tener una relación profunda y
personal, directa, con El. Por ejemplo, yo puedo saber mucho acerca de San Martín, sin conocerlo
personalmente. El conocer a Dios implica vivir su vida, andar con El. El es la vida y la solución para
los problemas (la salvación). La Biblia debe llevarnos a El, a una vida recta que nos permita
disfrutar de su bendición y su santidad.

Muchos han rechazado a la Biblia como Manual del Consejero porque han buscado la vida
en ella y no en Dios (Juan 5:38-39; Juan 8:31,36). Pero en la Palabra encontramos a Dios y a Su
Voluntad, la manera en que El nos ordena que vivamos. No podemos aceptar a Dios y rechazar su
Palabra, porque Su Palabra es la expresión verbal de lo que El ha elegido revelar al hombre, “más
las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las
palabras de esta ley (Deuteronomio 29:29).

Hay dos últimas áreas que debemos entender y desarrollar, si es que aspiramos ser buenos
consejeros. Podríamos ilustrar estos dos puntos con el cuerpo humano. El cuerpo debe tener,
primero, vida y, segundo, estructura. Estos dos elementos son vitales para la vida humana. Si el
esqueleto no tiene vida está muerto, es feo, desagradable, y no funciona. Si la vida no tiene
estructura, viene a ser como un cuerpo sin huesos, nada más que un amontonamiento de grasa,
carne y órganos que no pueden funcionar. De la misma manera, la vida espiritual y psíquica del
hombre necesita una vida interior (el Espíritu y el poder de Dios obrando en él), y una estructura
(los mandamientos y enseñanzas sobre cómo debe vivir) que le permita expresar esa vida.

Si a la gente sólo le damos la estructura (las instrucciones o leyes de lo que tienen que
hacer), estamos asumiendo que ese esqueleto puede andar y funcionar por sí mismo. Romanos 7
es el capítulo clave de la Biblia en este sentido. Nos habla del hecho de que la ley y el conocimiento
de la verdad por si mismos no tienen el poder como para producir en el hombre una vida espiritual.

Muchos han usado mal este capítulo, para rechazar a la ley por completo, como si fuera algo
malo. Pero el argumento de Pablo es muy diferente. El dice que la ley es buena, perfecta y justa (v..
12) pero que el problema somos nosotros mismos.
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La ley es buena, perfecta y justa, pero carece de poder, vida, o habilidad, para lograr que
una persona la viva. La ley sola nos frustra, nos dice qué es lo que tenemos que hacer, pero no nos
ayuda a hacerlo. Pablo está tratando de lograr que entendamos con claridad que la ley, los
mandamientos, deberes, etc., nunca van a lograr, por sí solos, la santificación del creyente. Pero
Pablo no está hablando en contra de ellos.

El nos da la solución en el capítulo 8, especialmente en el versículo 4: “para que el requisito


de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.
Observe que es el Espíritu el que hace que la justicia de la ley se cumpla en nosotros, cuando
andamos conforme al Espíritu y no a la carne.

¿Qué nos enseña esto?

• Que una persona sólo puede vivir como Dios desea (cumpliendo los requerimientos de la
ley) a través del Espíritu, su persona y su poder.

• Que para poder experimentar la obra del Espíritu es necesario no andar conforme a la
carne, sino andar conforme al Espíritu.

• Que la meta es “para que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros”.

En otras palabras, el Espíritu es el que nos da la capacidad de obedecer y cumplir con los
requerimientos de la ley (no sólo en forma externa, sino también dentro de nosotros). Sin El es
imposible vivir lo que Dios quiere de nosotros.

Pero es por el conocimiento de la ley (las Escrituras) que podemos andar conforme al
Espíritu y no conforme a la carne.

Andar implica ordenar mis pasos. Para poder ordenar mis pasos conforme al Espíritu, tengo
que saber de qué manera

El quiere que los ordene. Los que desconocen las Escrituras y lo que Dios requiere del
hombre son los que muchas veces dicen que están andando en el Espíritu cuando, en realidad,
están haciendo lo que ellos quieren (la carne).

Entonces, como consejeros, tenemos que ser capaces de ayudar a las personas a encontrar
vida verdadera en Cristo, y necesitamos ayudarles a entender la expresión —estructura— en la
cual Dios quiere que vivan y desarrollen sus vidas. Si no está presente cualquiera de estas dos
áreas, el resultado será una vida deficiente y frustrada.

En conclusión, si vamos a aconsejar con el “consejo de Dios” y no con el nuestro,


necesitamos:

• Ser muy diligentes en conocer a Dios y escuchar Su voz en cada área de la vida (Isaías
50).

• Recordar que no todo lo llamado “verdad” es verdad. Debemos usar el “control de calidad”
— la Palabra de Dios— para filtrar nuestros conceptos.
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• Reconocer que la Biblia es el libro maestro de consejería. (2ª Timoteo 3:16-17).

• Hacer una teología vertical de tas Escrituras para poder enseñar las aplicaciones prácticas
de las verdades eternas de Dios.

• Ayudar a las personas a entender lo que es la vida en Cristo y a estructurar su vida


conforme a tas Escrituras. (Romanos 6:7 y 8).

• Hermano, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene
de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad”. (2ª Timoteo 2:15).

Apóstol Daniel Márquez

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