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Editorial

La primera crisis de la era digital

La crisis financiera internacional y la transparencia política han copado


con una relativa espectacularidad la agenda noticiosa en las últimas
semanas. Aunque la mayor parte de las voces oficiales llaman a la calma
y anuncian un control anticipado de los efectos de la crisis, a la opinión
pública -representada para estos efectos principalmente por ONG´s y
actores del mundo académico- no le queda para nada claro que la
situación esté dominada. Las personas de a pie la sufren día a día en los
precios de los combustibles, los alimentos, las tasas de interés, en general
con los efectos de la inflación. El gobierno de los Estados Unidos ha
estado en el centro del debate. Porque el corazón de la crisis financiera
está en su economía. Su gobierno se encuentra entrampado en una fuerte
disputa acerca de cómo mitigarla, lo que agrega nuevas incertidumbres a
la situación, pues unos quieren exportarla sin más y otros simplemente
comprarla. Numerosos gobiernos, amenazados por los impactos de la
crisis, han hecho fuertes declaraciones demandando equidad y
transparencia al gobierno de Bush, pues sindican a las grandes compańías
americanas como las responsables. Pero para algunos el problema está en
otra parte. Las Naciones Unidas inició su Asamblea de este ańo con la
exigencia de liderazgo hecha por su Secretario General a las grandes
potencias. Lo que debe ser leído como un llamado a la intervención. Los
países emergentes fuertes, como Brasil, han asumido una postura radical
en cuanto a que esta crisis debe ser sometida a una gobernación
multilateral, a fin de que no signifique otra oportunidad de negocio para
los grandes. Es decir, adopción de medidas de control acordadas
multilateralmente y a nivel planetario, con una distribución equitativa de
las responsabilidades. Todo este revuelo tiene un trasfondo político
fundamental, pues esta es una crisis compuesta, es decir tiene un
carácter no solo económico, sino también político y social. Es la primera
crisis global verdadera, que se nutre de capitalismo virtual, producción
real, elementos especulativos, atmósferas y percepciones políticas muy
diversas, todas encadenadas entre sí, con guiones transversales y
antagónicos al mismo tiempo, que rompen las racionalidades puras de la
era post industrial. Es, en el fondo, la primera crisis de la era digital, a
velocidad y complejidad digitales. Uno de los primeros efectos es que la
globalización corporativa impulsada a base de sistemas financieros
globales, desregulación económica de los Estados y racionalidad exclusiva
de mercado, tocó fondo. Los gobiernos de las grandes potencias,
especialmente de los Estados Unidos, han debido intervenir la economía
con el dinero recaudado de sus ciudadanos. El capitalismo virtual, que
implica endeudamiento sobre endeudamiento con respaldo en papeles,
sin base en la economía real, finalmente tocó fondo. Hecha la pérdida,
sólo queda acercar la economía a su realidad. Pero ello nos lleva a
sistemas rígidos y pesados, con serias dificultades para volcarse a una
producción más limpia. Pese a que el calentamiento global se yergue
como una seria amenaza a la sustentabilidad ecológica del planeta. La
crisis global expresa una potente disolución de los contornos soberanos
de los estados tradicionales, y pone a la globalización como la
característica del siglo digital. Pero es una globalización integral, que se
mueve más allá de los simples parámetros económicos. Para gobernarla
de manera democrática se requiere transparencia, lo que en ninguna
parte es fácil. No es raro entonces que los fenómenos que marcaron el fin
del siglo pasado acrisolen de repente en la agenda pública, indicando que
todo lo que ocurre nos incumbe directamente. La crisis de los créditos
subprime o de vivienda pobre no afectará solo a los Estados Unidos, sino
que inevitablemente llegará a Puente Alto o a Mombasa, como una ola
cuya fuerza debe ser controlada de manera cooperativa. En la era digital,
el tema no es la tecnología sino la política, y es lo que se empieza a
esbozar en el debate. Y en política los factores de poder cuentan. El
sistema financiero internacional que se desploma nació y se consolidó al
amparo de otra crisis, la de la deuda externa, sobre todo de América
Latina, que se alimentó de la crisis del petróleo de los 70' y de los créditos
baratos. Pero esa no fue global. No existían ni las condiciones políticas, ni
económicas ni tecnológicas para que lo fuera. Ahora sí. Por eso, la
respuesta es política. Peligro adicional (de seguridad) a tenerse en
cuenta: esta crisis puede ser un momento propicio para que la enorme
liquidez del crimen organizado entre rauda a las economías legales,
criminalizando economías y Estados al mismo tiempo.

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