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-Pues se engaa usted de medio a medio; porque esa cruz, salvo lo que tiene
de Dios, est maldita... esa cruz pertenece a un espritu maligno, y por eso le
llaman La cruz del diablo.
-La cruz del diablo! -repet cediendo a sus instancias, sin darme cuenta a m
mismo del involuntario temor que comenz a apoderarse de mi espritu, y que
me rechazaba como una fuerza desconocida de aquel lugar;- la cruz del
diablo! Nunca ha herido mi imaginacin una amalgama ms disparatada de
dos ideas tan absolutamente enemigas!... Una cruz... y del diablo!!! Vaya,
vaya! Fuerza ser que en llegando a la poblacin me expliques este
monstruoso absurdo.
Durante este corto dilogo, nuestros camaradas, que haban picado sus
cabalgaduras, se nos reunieron al pie de la cruz; yo les expliqu en breves
palabras lo que acababa de suceder; mont nuevamente en mi rocn, y las
campanas de la parroquia llamaban lentamente a la oracin, cuando nos
apeamos en el ms escondido y lbrego de los paradores de Bellver.
II
Haba una vez un hombre muy rico que viva como rey. Muy
temprano en la maana coma el desayuno. Despus
dorma la siesta. Luego, almorzaba y, a la tarde, oloroso a
perfume, sala a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se
paraba delante del gallo de la Catedral y burlndose le
deca:
- Qu gallito! Qu disparate de gallo!
Luego, don Ramn caminaba por la bajada de Santa
Catalina. Entraba en la tienda de la seora Mariana a tomar
unas mistelas.
All se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa, don
Ramn ya estaba coloradito.
Entonces, frente a la Catedral, gritaba:
- Para m no hay gallos que valgan! Ni el gallo de la
Catedral!
Don Ramn se crea el mejor gallo del mundo! Una vez al
pasar, volvi a desafiar al gallo:
- Qu tontera de gallo! No hago caso ni al gallo de la
Catedral!
En ese momento, don Ramn sinti que una espuela
enorme le rasgaba las piernas. Cay herido.
El gallo lo sujetaba y no le permita moverse. Una voz le
dijo:
- Promteme que no volvers a tomar mistelas!
- Ni siquiera tomar agua!
- Promteme que nunca jams volvers a insultarme!
- Ni siquiera te nombrar!
- Levntate, hombre! Pobre de ti si no cumples tu palabra
de honor!
- Gracias por tu perdn gallito.
Entonces el gallito regres a su puesto.
Cmo pudo bajar de la torre si ese gallo es de fierro?
Ya pueden imaginarse lo que sucedi: los amigos de don
Ramn le jugaron una broma, para quitarle el vicio de las
mistelas.
Leyendas en Quito