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Academia

Número 1
Febrero - Marzo de 1998

CONTENIDO

El maestro y la educación

Haciendo juntos la tarea

Tomás de Aquino, modelo de maestro

La ética y los "valores"

La importancia de la capacitación en filosofía

La capacitación en México

Una gran responsabilidad en nuestras manos

De la instrucción

Educación y justicia social

Producción videoeducativa

Una visión de la educación y la supervisión Portada: La esucela de Atenas, Rafael.


Consejos para después de la primera clase

Dos reglas fundamentales para bien educar

La planeación de las experiencias de


aprendizaje extraclase

El Museo Cristero

Oración de un niño
Editorial

EL MAESTRO Y LA

EDUCACIÓN

Por: Flavio Mota Enciso

Academia es esencialmente una revista para docentes.


Inmersos en las actividades diarias los profesores
frecuentemente olvidamos los alcances de nuestra
tarea y las responsabilidades que implica. Sobre este
importante punto hacemos algunas reflexiones en
torno a la conferencia “La formación del docente”, del Dr. Eduardo Alegri, dictada en esta
universidad.

En la educación entran en juego dos intelectos: el del profesor que conoce algo, y el del alumno,
que debe aprender lo que el profesor sabe y le quiere dar a entender. Pero el punto de partida es
que el maestro tiene que inteligir algo primero, para luego tratar de que el alumno también lo
conozca.

Cuando en filosofía se analizan las causas de la educación, se define al maestro como la causa
eficiente-ejemplar. Este concepto enunciado de manera muy sencilla encierra fuertes compromisos
para el docente. Si es causa, debe estar en acto de lo que está en potencia en el alumno. Estar en
acto supone que el profesor debe tener en sí mismo los conocimientos, habilidades, actitudes y
valores que quiere enseñar a sus alumnos. Estar en potencia el alumno quiere decir que puede
aprender y desarrollar lo que el profesor le enseña.

En lo propio, es obligación acertar. Y lo propio del maestro es enseñar. Pero la tarea de enseñar
requiere poseer el conocimiento y el método. Consecuentemente, ésta es una obligación de principio
para el docente.

El conocimiento se refiere al dominio de su disciplina, el método, al manejo de los recursos


pedagógicos que faciliten el aprendizaje de sus alumnos.

La palabra Maestro viene de Magis, que significa más o mayor, lo cual quiere decir que debe
tener más que el alumno. Debe conocer su disciplina en acto y no sólo en potencia. Nadie da lo
que no tiene. Y ese “tener” debe ser real, de hecho. Las frases que se escuchan de algunos maestros:
“yo aprendo de mis alumnos” o “juntos aprenderemos esta materia” son riesgosas y deben
entenderse más bien en sentido metafórico. Por definición, el proceso educativo es intencionado,
persigue fines, y el maestro es el guía y el responsable de alcanzar esos fines. El conocimiento no
puede ser definido en términos del resultado del consenso del grupo, sino por el apego a la
verdad, a la realidad de las cosas.

Es necesario el fin en cualquier actividad humana y también en la educación. Toda acción


educativa es una conducción de un punto a otro. Ese punto al que se quiere llegar constituye el
fin. Educar es ayudar al educando a pasar de la potencia al acto.

Precisamente el paso de la potencia al acto es el camino de la perfección. Y no hay perfección,


sino en la línea de la propia naturaleza. Entonces es necesario conocer la naturaleza de a quien se
enseña y qué se enseña. El profesor debe conocer algo más del alumno, aparte de su propia
ciencia, como condición para poder educar.

El maestro es causa ejemplar. Esto supone que no se puede ser profesor de una materia. Se es
profesor de un ser humano. La preocupación de maestro no puede centrarse en si el curso y sus
temas fueron cubiertos satisfactoriamente, sino en qué tanto aprendió el alumno y para qué le
sirve lo aprendido. El alumno tiene que actualizar sus potencias, llegar a ser lo que tiene que ser.

Causa, significa que está en acto eficiente, que produce algo ejemplar, que sirve de ejemplo.
Quien no concibe la educación como causa eficiente ejemplar (ejemplar tanto en su sentido filosófico
como vulgar) no tiene derecho a educar.

Nada enseña tanto como el ejemplo. Con los mismos conocimiento se puede ser un apóstol o
un genocida.

Profesor es igual a profesar. Profesar un saber, es ser causa eficiente ejemplar.

No se puede hablar de formación de docentes cuando sólo se le capacita en técnicas de


enseñanza, tienen que considerarse los fines, estudiados por la Pedagogía y la Filosofía Educativa.
Tampoco se puede descartar la dimensión espiritual en la formación de docentes “Hay de aquel
que escandalice...” dice el Señor. Y escandalizar significa hacer tropezar, se aplica en el sentido
de hacer tropezar o engañar al alumno cuando se enseñan falsedades.

El maestro es causa ejemplar tanto en la ciencia (manifestada por el dominio de su disciplina)


como en la docencia, entendida en su acepción literal: dar ciencia, (expresada como el manejo de
la metodología de enseñanza).

Ser maestro o profesor es mucho más que parase al frente de un grupo de alumnos y dar una
clase. Ser maestro es un compromiso y una responsa-bilidad: consigo mismo, con el alumno y con
la verdad.
HACIENDO JUNTOS LA TAREA
Por: Dra. Teresita Castillo de Sáenz

El título de esta charla es muy sugerente. Pareciera referirse al hecho de que los padres debieran estar al
pendiente de que sus hijos hagan la tarea escolar, o a los “deberes” como se les llama en algunos países.
Pero siendo éste un seminario “Mejores Niños, mejores Hombres”, para padres con ideas constructivas,
ciertamente sería muy pobre el ofrecerles ideas sólo para una labor que, siendo importante, es sólo
complementaria a la formación del alumno.

En realidad, esta charla se refiere a la gran tarea que hemos aceptado, conscientemente, los padres y los
maestros. Los padres la aceptamos implícitamente al aceptar la paternidad, o la maternidad, según el caso.
Los maestros la aceptamos, explícitamente, como vocación profesional, y como vocación de vida. Y esta gran
tarea, que además compartimos padres, madres y maestros, es la tarea de educar.

De la educación se han ofrecido innumerables definiciones. Pero para el propósito de las reflexiones que
hemos de hacer hoy, sólo analizaremos dos. La primera es la de Platón, quien dijo que “Educar es dar al
cuerpo y al alma toda la belleza y perfección de que son capaces”.

He seleccionado esta definición porque habla del hombre como un ser compuesto de alma y cuerpo, a
pesar de que su autor no era miembro de ninguna religión. Esta creencia, en la existencia del alma, obliga al
educador a dar a la educación un sentido trascendente. No es lo mismo educar niños y niñas que entrenar
animales; digo más, no debería utilizarse el vocablo educar, sino cuando se habla de humanos. Quizá se deba
a esta incoherencia a que también se ha demeritado el valor de la educación por una postura materialista,
que al pretender que sólo es objeto de la educación lo que se puede medir y tocar, la han equiparado a un
mero entrenamiento condicionante.

La segunda definición que quiero ofrecerles no es muy conocida. La seleccioné’ porque enfatiza la necesidad
de que el educando participe en su propia educación. Esta definición sostiene que “la educación es una
empresa de dos: es obra del niño al menos tanto como de los padres” (1). Y lo mismo podemos decir de la
acción educativa en la escuela. Estas afirmaciones podrán parecer a unos muy obvias y a otros pecar de
extremismo, pero de su clara comprensión depende en despertar en el educando el deseo de desarrollarse,
de educarse. Porque nada se puede hacer por educar a un niño o a un adolescente si éste no quiere hacerlo.
Tenemos que tener en cuenta su voluntad.

“Educar es dar al
cuerpo y al alma
toda la belleza y
perfección de que
son capaces”.
Platón
Pero no se me malinterprete. No estoy aquí abogando por los métodos “activos” o “personalizados” en
extremo, que sostienen que sólo lo que interesa al alumno debe ser objeto de su aprendizaje. Estoy sosteniendo,
por el contrario, que somos nosotros, padres y maestros, los que debemos “hacer nuestra tarea”. Y esta tarea
consiste, precisamente, en interesar al niño en lo que debe aprehender; mostrarle el bien, como bien; la
verdad y el gozo que se experimenta al poseerla; la belleza como algo digno a lo que hay que aspirar. Los
niños tienden a apropiarse de esos bienes (bondad, belleza, verdad) si los percibe claramente. Pero ése no es
el caso de nuestra sociedad. Nuestros niños viven permanentemente confundidos entre héroes que parecen
villanos, particularmente en las caricaturas, adultos que mienten para obtener algo, e imágenes cuya fealdad
se ha hecho aparecer como ideal de belleza.

Recordemos, los que tenemos el deber de educar, que es responsabilidad nuestra el hacer que los
ideales de bien, bondad, verdad y belleza, vuelvan a ser apetecibles a nuestros hijos y alumnos.

Educar, pues, es llevar el interés del niño a donde el educador sabe que está el bien. Es motivar su
interés. Es guiar sus almas. Y una vez motivados, interesados los educandos, la educación se convierte en un
trabajo conjunto de padres e hijos, de maestros y alumnos, para dar al niño “no sólo la posibilidad, sino la
facilidad de llegar a ser él mismo, de desarrollar todo lo que tiene en sí mismo, como potencia...” (2) para lograr
una vida digna y para que pueda luego lograr “el fin sublime para el que fue creado” (3).

Vista de esta manera la educación, la gran tarea que nos ocupa, reviste una gran importancia. De ella, de
que se haga bien, depende en gran parte la felicidad del niño en esta y en la otra vida.

Pero la educación también se ocupa no sólo de formar al hombre, o a la mujer en general. También debe
buscar formar a “este hombre” o a “esta mujer” en particular.

Esto equivale a decir que no sólo tenemos los educadores el deber de desarrollar las habilidades
genéricamente: tenemos que descender al plano personal. Desarrollar en cada uno aquellos conocimientos,
aquellas actitudes, aquellos hábitos que lo distingan de sus compañeros, que lo hagan único, irrefutable.

Porque cada niño y niña, cada educando es un ser individual, con tendencias, instintos y pasiones, y
también con ideales, con virtudes en potencia y con todo un bagaje espiritual y físico por desarrollar. Atender
a estas necesidades es lograr la educación integral que toda escuela que se respete dice ofrecer. Y ¿qué
incluye esa educación integral? y ¿qué parte tienen en ella padres y maestros?

En primer lugar el concepto de educación integral se ha sobre simplificado. Se entiende generalmente


que hay educación integral si se atiende al aspecto cognoscitivo tanto como al afectivo y al físico. Es decir, si
se da educación intelectual, educación artística y educación física.

Todo eso es cierto. Pero falta aún más.

En el aspecto cognoscitivo, es esencial que el niño aprenda a distinguir la ciencia de la pseudo ciencia.
Que sepa que debe luchar hasta encontrar la Verdad. El aspecto afectivo no sólo son unas cuantas lecciones
de música o pintura. Ni sólo apreciación artística. Debe tener como fin la formación del carácter. Y el aspecto
físico no sólo es desarrollo del cuerpo y sus capacidades. Debe también comprender la higiene como prevención
no sólo de sus males físicos, sino morales. Y debe llevar al dominio de las pasiones por una verdadera
educación de los sentidos.

En resumen, la verdadera educación integral debe iniciarse en el hogar y en la escuela, con el dominio de
sí mismo, y pasando por la educación de los sentidos y del espíritu, por el dominio de la voluntad y del
corazón, debe fijarse como meta la formación del carácter.

Y también esta formación del carácter es parte de la tarea de padres y maestros. Y para realizarla es
esencial que haya acuerdos básicos en los conceptos de disciplina, orden, necesidad de esfuerzo, autoridad,
etc. Porque de cada uno de esos conceptos se derivan prácticas en el hogar y en la escuela, que deben,
ambas, tener la misma dirección. Y porque la falta de acuerdo entre sus padres y maestros es fácilmente
percibida y explotada por los niños. Veamos algunos de esos conceptos básicos.
Dominio de sí mismo.

El hombre, para llegar a serlo


en plenitud, debe aprender a
dominarse a sí mismo, es decir,
dominar sus instintos, caprichos o
pasiones.

Y la educación del dominio de


sí mismo se logra por la educación
del sacri-ficio, de la renunciación y
del esfuerzo.

Los padres y maestros,


impresio-nados con las novísimas
teorías pedagó-gicas, hemos
olvidado que para que el niño se
forme realmente debemos darle la
oportunidad de que se ejercite,
esfor-zándose. En el hogar hay que
darle al niño oportunidades para
hacer sacrificios --la Cuaresma es
un buen pretexto para ini-ciarlos--
sacrificios que por supuesto deben
estar al alcance del niño; también
debe tener en casa tareas que le
“cueste” hacer, que le requieran
esfuerzo. Y con alguna frecuencia debe sugerírsele que renuncie a algo que le da placer. Esta educación por
el esfuerzo en las cosas que hace, y por los sacrificios y renun-ciaciones, es esencial en la formación del
carácter.

La contraparte en la escuela es la disciplina. Mucho se ha escrito sobre ella, y muy poco se logra, en
general. Una verdadera disciplina debe venir de dentro del niño, de su conciencia. Hay que ilustrarla (4), es
decir, dar explicaciones e instrucciones claras y precisas. Y luego fortalecerla, fundamentalmente con la firme
creencia en la omnipresencia de Dios.

El sistema de disciplina escolar debe, por lo tanto, ser claro y preciso, contener etapas de inducción en las
que el alumno comprenda lo que de él se espera, y luego dar espacio a que aplique el niño su voluntad,
libremente, al cumplimiento de las reglas ya comprendidas, Por supuesto el sistema también debe incluir la
vigilancia, pero ésta no debe ser percibida por el niño, sino cuando se convierte en transgresor. Y aún entonces,
debe guiársele para que saque provecho de su falta, y vuelva a aplicarse al dominio de sí mismo.

Muy importantes en esta educación para el autocontrol son tres cualidades que padres y maestros debemos
cultivar incansablemente: la firmeza, la amabilidad y la consistencia. La primera consiste en no ceder una vez
que se ha dado una orden. Pero el no ceder no implica el uso de gritos, mucho menos de insultos o castigos
físicos. Se puede y se debe ser firme, pero amable. Y esta amabilidad debe tener su fundamento en el respeto
al niño y en el cariño que debemos tenerle por ser sujeto de educación. La consistencia, por otra parte,
consiste en no permitir hoy lo que ayer se prohibió. Las reglas deben ser las mismas. Si alguna regla realmente
requiere cambiarse, debe mediar antes una explicación, quizá el análisis que el niño haga de la situación,
guiado por sus padres o maestros. Y si ayer fue prohibido y hoy se permite, no podrá volver a prohibirlo
mañana. Esta consistencia en las reglas y en su aplicación da al niño seguridad y favorecen el desarrollo del
carácter.
La educación de los sentidos

La primera infancia, de uno a cuatro años, aproximadamente, es quizá el periodo más rico en adquisiciones
para el niño. Es entonces cuando aprende a conocer su cuerpo y su entorno. Adquiere conciencia de sí
mismo, y a través del dolor y del placer, y de las resistencias que experimenta, aprende qué le pertenece y
qué le es ajeno.

La riqueza de las adquisiciones, especialmente las sensoriales, de esta etapa, han motivado la aparición
de la educación inicial escolarizada. Porque es claro que siempre ha habido educación inicial en el hogar. Pero
ahora se nos ha incluido a los maestros en esta etapa tan especial para el desarrollo futuro del niño.

Y así se habla ahora de la importancia de la estimulación temprana, y se han desarrollado teorías diversas
de esta etapa del desarrollo infantil.

La educación inicial es, por supuesto, necesaria. Y si la madre no puede estar en el hogar para darla, es
importante que existan lugares en donde esa educación inicial pueda realizarse.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el ofrecer estímulos de manera indiscriminada en número,
duración y calidad, puede conducir a una atrofia de la atención.

El niño de esta edad debe estar tranquilo para conseguir con sus experiencias, y más adelante con sus
“contemplaciones”, es decir, dejarle que contemple y reflexiones en lo que tiene entre manos, desarrollando
así el hábito de concentrarse en un objeto.

La vida moderna, que nos arrastra en un vértigo de imágenes a las que el niño está expuesto sin tiempo
para pasar de la retina al cerebro (5), no favorece esta concentración. Más bien se acostumbra el niño a mirar
sin distinguir. De ahí el trabajo que luego enfrenta en la escuela para poner atención.

La estimulación por lo tanto, debe ser moderada. Planeada de manera que dé espacios a la meditación,
con la que debe alternarse. Y todo el trabajo de la educación inicial deberá dirigirse a lograr un ambiente de
calma, paz y silencio que permitan al niño hacer observaciones con comodidad, y al desarrollar sus sentidos,
darle experiencias gratas que fundamenten el desarrollo futuro de todas sus facultades.

Los padres deben aquí estar atentos a favorecer el desarrollo de los sentidos, mediante materiales que
permitan al niño conocer colores y texturas siempre cuidando de que la cantidad y la calidad de estímulos sea
adecuada, y proporcionando tiempo y espacios para que el niño logre la madurez sensorial y perceptual.

El despertar del espíritu.

Apenas logra el infante desarrollar sus sentidos, aparece, entre los 4 y los 7 años, la idea de “causa”, que
provoca los eternos ¿por qué?

Esto es ya el despertar de la inteligencia, y por ende, del espíritu. Aquí se requieren, fundamentalmente
dos disposiciones del educador, padre o maestro: la paciencia y la veracidad.

No sólo la paciencia para enfrentar el número de ¿por qué?, sino para explicar incansablemente, una y
otra vez, de uno y otro modo, hasta satisfacer la curiosidad del niño. Bien entendida, ésta es la etapa en que
el niño se inicia como investigador. Y, dependiendo de la edad y circunstancias puede guiársele para que
busque las respuestas en libros bien seleccionados. Cuando no se atiende a esta curiosidad infantil o el
educador se muestra impaciente, se corre el riesgo de retrasar en varios años el desarrollo intelectual del
educando.

La veracidad, por otra parte, es la base de la confianza que el niño pone en el adulto que lo educa. Sólo
la verdad debe utilizarse para contestar al niño. Y debe guiársele para que nunca claudique en su búsqueda
de la Verdad.
En esta etapa son muy útiles el contacto con la naturaleza y los relatos. Empezando por conocer su casa,
y por sentirla como un lugar seguro y sagrado. El orden que ahí impera está formado de hábitos de los
mayores, que los menores deben adquirir.

El trabajo de papá - y de mamá - que requieren de espacios y orden especiales. De ahí al contacto con
otras cosas y otros medios, el campo, los transportes, etc. que le hablan de orden y trabajo.

Y los relatos. El niño es amigo natural del que le relata algo. No sólo los cuentos clásicos, sino anécdotas
familiares que le enseñan la continuidad en la historia de su familia, vidas ejemplares, en fin, todo lo que nutre
su imaginación y su espíritu. Y es importante aquí hacer notar que debemos los educadores “racionar”, o
mejor, racionalizar el uso de la televisión, en beneficio de esa educación intelectual a través de la imaginación.

El despertar de la voluntad.

A partir de los siete años el niño crece más visiblemente. Menos espectacular, pero no menos cierto, es
su crecimiento moral. Aparece la necesidad de asociarse y de actuar. Todo él es espontaneidad y actividad y
aquí se inicia, con la formación de hábitos, la educación de la voluntad.

Los maestros hablamos usualmente de los “hábitos” un poco a la ligera. Con esa palabra queremos
designar un cúmulo de disposiciones que son necesarias para el aprendizaje: orden, respeto, responsabilidad,
puntualidad, etc.

Y sí, todos son necesarios. Pero hay que recordar: 1) que no se generan solos; hay que propiciar su
ejercicio continuo, y 2) que no lo son todo en educación.

La verdadera tarea” es la formación de la voluntad y del carácter moral.

Los hábitos que mencioné antes pueden clasificarse como técnicos, junto con todas las habilidades
manuales e intelectuales que facilitarán las labores intelectuales, tales como dibujar o tomar notas. Pero los
que de verdad importan son los hábitos “morales”. Estos se inician con el dominio de sí mismo, al que ya me
referí antes, y tienen su culminación en un gran hábito: el hábito de “querer”.

Y ese “querer” hay que enseñarlo al niño y ejercitarlo en él mismo. “Querer es conducirse uno por la razón
y por la libertad” (6). Es guiarse por principios religiosos y morales inamovibles y no por el propio capricho.
Quizá debamos todos los adultos revisar cuánto y cómo “queremos”.

Al niño hay que guiarlo para la adquisición de este “hábito de querer” ayudándole a fijarse metas concretas,
posibles de lograr, congruentes con sus principios. Y una vez fijadas las metas, a trabajar por alcanzarlas con
perseverancia y sin desviaciones.

Concepto de autoridad.

Otro de los conceptos esenciales en educación es el de la autoridad. Podríamos traducirla en el ¿quién


manda aquí? Esta autoridad, que en casa deben ejercer los padres y en la escuela los maestros, tiene una
condición para darse. El acuerdo entre quienes la ejercen.

En el hogar es esencial el acuerdo inquebrantable entre papá y mamá. Y en la escuela, no tiene el


maestro autoridad si el alumno percibe el desacuerdo entre sus padres y el maestro.

Nos quejamos actualmente de una “crisis de autoridad” debido en gran parte a costumbres extranjeras
que promueven la independencia sin límites. La vida alrededor de los niños les está invitando constantemente
a rebelarse contra la autoridad. A diario tienen tratos con amigos a quienes sus padres dan toda libertad e
independencia. Todo ello nos lleva a padres y maestros, a la necesidad de fortalecer el concepto de autoridad
en el hogar y en la escuela.
Y para lograrlo debemos volver al concepto de que la autoridad viene de Dios. Y de que los padres la
ejercen con todo derecho, como representantes de Dios, y en la escuela los maestros por la misma razón.

Pero esta autoridad tiene límites. En primer lugar, el que manda es el que primero está obligado a
obedecer. Y muchas veces esa obediencia nos exige, a padres y maestros, el sacrificio de nuestros egoísmos.
¿Cuántas veces dejamos pasar algo, porque no nos conviene detenerlo? Programas de televisión que sabemos
no deben ver los niños, los ven porque nosotros los estamos viendo.

La verdadera autoridad no debe, tampoco, ser autoritarismo que trunque el desarrollo del niño. Por el
contrario, debe llevar al niño a bastarse a sí mismo. Así que la autoridad debe pasar de vigilancia preventiva
a la influencia moral en la adolescencia y al pleno desarrollo de la propia conciencia moral en el joven. Y todo
ello no es posible si la educación, en el hogar y en la escuela, están lejos de Dios. Las verdaderas prácticas de
piedad y el sentido de pertenencia total a nuestro Creador, deben matizar todas las asignaturas y la vida
misma del niño, para lograr así darle alas para volar en pos del ideal.

Educación positiva.

Y esto es, en resumen, la educación positiva. “La educación positiva consiste en no ahogar la personalidad
del niño, sino en dale suelta; no en disminuir su actividad, sino en dirigirla; no en paralizar sus energías, sino
en disciplinarlas; no en reprimir su impulso vital, sino en orientarlo hacia el bien” (7).

La educación represiva, que sólo reduce a un código de prohibiciones, amenazas y castigos, no forma al
niño: por el contrario, lo deforma. Si “se obliga” al niño a obedecer o a trabajar, tal vez se someta, pero no se
educa.

¿Y cómo lograr la educación positiva? Cultivando las tendencias que cada niño tiene hacia el bien. Sería
muy largo enumerar grandes éxitos de educadores en este terreno. Quizá el que más se opuso a la educación
represiva y tuvo éxito en el método positivo y preventivo fue San Juan Bosco.
El secreto está en que los educadores aprendamos a distinguir en el niño las buenas y malas tendencias,
para ayudarle a suprimir las primeras y desarrollar las segundas.

Desde muy pequeño, el niño quiere “hacerlo todo solo”. Hay que favorecer esas buenas disposiciones
para que nazca su amor al trabajo. Los pequeños quehaceres caseros que provocan tantas quejas,
generalmente se hace con gusto si es para demostrar que saben hacerlo.

El instinto de defensa, que casi siempre degenera en discusiones y pleitos, se canaliza si se hace que
comprenda que el “vencedor” es el que se dominó a sí mismo. La escuela y el hogar deben fortalecer este
principio.

Los niños iracundos son generalmente emotivos y por lo mismo atienden a los móviles que les hablan al
corazón. Hay que hacerles comprender que la ira no es una fuerza, sino una debilidad.

A los niños desordenados hay que explicarles el valor del orden en las cosas pequeñas. A los mentirosos,
hacerles ver que las mentiras nunca ayudan a salir de apuros, sino complican más las situaciones.

La educación de las tendencias.

Pareciera que quiero presentar un panorama muy fácil de este tema. No es así. Cada una de estas
tendencias requiere del educador: a) tiempo para distinguirlas, b) análisis para saber en qué tendencias
buenas puede el niño apoyarse para corregirlas, c) situaciones en que el niño pueda ejercitarse, y d) la
formación del hábito, o virtud, opuesta al vicio que se quiere desterrar.

Requieren, sin rodeos, padres, madres y maestros de tiempo completo.


Porque para que de verdad la educación dé buenos frutos, para que el niño se forme integralmente, él
mismo, guiado por sus padres y maestros, para que el hogar y la escuela cumplan su altísima función,
necesitamos reaprender a reflexionar sobre el acto educativo. Padres y maestros necesitamos hacer de la
educación “la tarea” de nuestras vidas, no sólo una de las tareas que acometemos entre muchas otras.

Y necesitamos, más allá de la preparación remota o próxima, más allá de estudios avanzados o no, volver
a poner a Dios en el centro de la educación y de nuestras vidas. Y, entonces sí, habremos hecho juntos la
tarea.

El presente trabajo fue presentado por la autora como conferencia dentro del seminario "Mejores niños,
mejores hombres".

*****

La autora es doctora en educación, directora de la escuela primaria Antonio Caso de la UAG.

Bibliografía:
* Caponnetto, Antonio. Lenguaje y educación: crítica a la psicogénesis de la lectoescritura. Buenos Aires, Scholástica, 1993.
* Caponnetto, Antonio. Pedagogía y Educación: la crisis de la contemplación en la escuela moderna. Colección Ensayos doctrinarios. Buenos
Aires, Cruz y Fierro Editores, 1981.
* Duhr, José. El arte de las artes, educar a un niño. Madrid, Studium, 1966.
* Llorente, Daniel. Curso teórico-práctico de Pedagogía. Sl, s.ed., s.f.
* Redden y Ryan. Filosofía católica de la educación. Madrid, De. Morata, 1956.

Notas:

(1) Arte de Artes, p. 30.


(2) Idem, p. 30.
(3) Pío XI, Encíclica.
(4) P 53 de Adea.
(5) Adea.
(6) Adea, 310-11
(7) 84, Adea
TOMÁS DE AQUINO, MODELO
DE MAESTRO

Por: Dr. Mario Caponnetto

En el mes de enero (exactamente el día 28) se celebra la festividad litúrgica de Santo Tomás de Aquino, el Doctor
Angélico, el Doctor Común, el Angel de las Escuelas, tal como se lo ha llamado y se lo sigue llamando a través de los
siglos. Figura excepcional de relieves singulares, Tomás de Aquino se presenta ante nuestra mirada como un hombre de
múltiples facetas.

En efecto, convergen en él el filósofo de poderosa inteligencia y elevado vuelo, el maestro de la sabiduría humana
y divina, el piadoso y humilde fraile, el renovador de la ciencia de su tiempo, el poeta de la Eucaristía, el santo... todo ello
unido en una síntesis armoniosa y en la conjunción de una personalidad riquísima vaciada en la reciedumbre de los
moldes clásicos embellecidos por la luz del Cristianismo.

Sin embargo, si tuviéramos que privilegiar alguna de estas facetas y elegir, de entre ellas, una que resulte primordial
y distintiva -y, en cierto modo, resumen de todas las otras- esa faceta sería, sin lugar a dudas, la de Doctor cristiano. Es
aquí, en esta alta misión de Doctor (y de Doctor que enseña en, por y desde la Fe) donde vamos a encontrar la médula
misma de una vida y una obra que casi no admite parangón en la historia del pensamiento humano.

Pero, ¿qué es un Doctor? Obviamente es alguien que enseña. Doctor es el docto y bien sabemos que esta palabra
procede de una única raíz: docere, esto es, enseñar. Por eso la Doctrina no es sino, a un mismo tiempo, tanto el acto
mismo de la enseñanza como el contenido de esta enseñanza. Tomás de Aquino nunca se refirió a su obra de otra
manera que como a una doctrina (la sacra doctrina) subrayando, de este modo, que su propósito fundamental no era
otro que transmitir una enseñanza, ejercer el oficio nobilísimo del docente, oficio que -como el propio Santo Tomás
afirma en su obra Contra errores graecorum- más tiene de cruz y de carga que de honor. Pues enseñar a otro es el
más alto modo de la caridad. Se necesita, en efecto, una cuota enorme de amor y de libérrima generosidad para salir de
la meditación y de la contemplación propias y volverse hacia los otros: contemplata aliis tradere, transmitir a los otros
aquello que se contempla en la soledad del claustro o de la celda, en “el castillo interior” del alma, en la intimidad de esos
silencios inefables que configuran la vida de todo auténtico contemplativo. Estamos aquí frente a una admirable economía:
de una parte, la contemplación es la más alta actividad a la que puede aspirar el hombre pues se trata de la obra propia
de la vida contemplativa que es el más alto modo de vida humana. La enseñanza, por su parte, al igual que la predicación,
es obra de la vida práctica o activa, vida desde luego noble pero, de hecho de grado y dignidad menores que la vida
contemplativa. No obstante, ambas pueden conjugarse dando paso, de este modo, a un nuevo género de vida que
participa de las perfecciones de las otras dos. Este es el modo de vida que Santo Domingo de Guzmán, el Fundador de
la Orden de Predicadores, cuyo sayal humilde vistió desde sus tempranos años nuestro Doctor, supo crear e inspirar en
su momento para la gloria de la Iglesia. Lo admirable consiste en que la contemplación que se vuelca en la enseñanza
no sufre nada ni en su dignidad ni en su integridad sino, por el contrario, se enriquece y se multiplica. Y la enseñanza, a
su vez, es elevada a las alturas de la contemplación. Así, por medio de esta inigualada síntesis, ambos géneros de vida
se unen y reúnen en la unidad viviente del maestro. Santo Tomás es el modelo de esta forma particular de vida a la que
perteneció de pleno y a la que prestigió con su incomparable actividad de sabio, de escritor y de maestro.
Este es, sin duda, el primero de los aspectos que nos interesa destacar si queremos que Tomás de Aquino sea para
nosotros no algo lejano e inalcanzable, sino un modelo concreto y próximo de genuino magisterio. Pero el género de vida
elegido y vivido por fray Tomás con absoluta fidelidad hasta el fin de su peregrinación terrena no es más que la
expresión de otra unidad, también esta admirable, la unidad de razón y fe. Dijimos antes que la faceta distintiva de
Tomás es su condición de Doctor cristiano. Pues bien, lo propio de un doctor cristiano es verlo y examinarlo todo a la luz
de la Fe. Y esto no significa, como pueda pensarse, ningún desmedro para la razón humana ni el menor riesgo para su
libertad ni para su autonomía. El cristiano ama a la razón; y la ama mucho. Obra predilecta de Dios, la razón del hombre
es no sólo la cifra de su dignidad eminente de creatura, sino la llave que le permite abrirse a todo lo creado y ascender
hasta el propio Creador. El sabio, dice el mismo Santo Tomás, ama a la razón que es entre las cosas humanas aquello
que Dios más ama. Pero el cristiano sabe, también, que la razón tiene sus límites y está enferma. Esto quiere decir,
sencillamente, que la razón necesita el auxilio de la Gracia. Y el auxilio no puede venir sino del propio Dios. El Verbo
que nos ha creado y que nos ha redimido es, además, Verbo que se revela, Logos que habla y que nos invita, con
gemidos inefables, a inclinar nuestros oídos a su voz. Así, por vía de la Fe, nos llega el auxilio del Verbo. Nuestro
intelecto, movido por la voluntad, presta dócil acatamiento al dato revelado, no por su intrínseca evidencia, sino en
obsequio al Testigo. A partir de este acto inicial de acatamiento nuestro intelecto prosigue su propio derrotero, inteligiendo
el dato de la fe, desplegándolo y extendiéndolo; porque la fe de la que aquí hablamos es una fe para entender, es una fe
que busca a la razón: fides quarens intellectum. De este modo se consuma, también ahora en la unidad viviente del
Doctor cristiano, esta hipóstasis de la razón y la fe, estas nupcias de lo humano y lo divino.

Santo Tomás fue artífice del más formidable edificio intelectual levantado sobre la clave de bóveda de esta unidad
entre la fe y la razón. En él ambas se dieron existencialmente juntas y no se entenderá adecua-damente el sentido y la
originalidad del sistema tomista si no se tiene debidamente en cuenta este dato. Separar una filosofía tomista de una
teología tomista podrá ser, en todo caso, una tarea crítica válida. Pero siempre será una inevitable manipula-ción del
pensamiento del Aquinate y correrá el riesgo de hacernos perder la vista que en aquella fuente original y viva de la que
él emana, esto es la mente de Santo Tomás, la fe y la razón se dieron indisolublemente unidas y permanecen
indisolublemente unidas. De tal manera que todo el sistema tomista reposa sobre tan admirable unidad.

Pero ocurre aún algo más que debe ser puesto de relieve: en el seno de aquella unidad de razón y fe, de teología y
de filosofía, sucedió que esta última alcanzó el más pleno y avanzado grado de su desarrollo histórico. En efecto,
madura en la matriz nutricia de la revelación, la filosofía, fundamen-talmente la Metafísica, conoció el punto de su
apogeo histórico. La humana vicisitud en pos del ser con sus momen-tos de profundo olvido (como tan certeramente lo
advirtiera Heidegger) alcanza en Santo Tomás su puerto final. La poderosa visión del esse como acto y como participación
en el Esse Ipsum Subsistens, original y propia de Santo Tomás, culmina la epopeya del ser, lleva a su acabamiento
siglos de preparación , de lenta maduración, de visiones fragmentarias y de certezas parciales. No importa demasiado
que la suerte histórica haya sido adversa a la síntesis tomista. Es cierto que poco a poco de morir Santo Tomás, su
doctrina cayó en un cierto olvido y las tesis centrales de su pensamiento sufrieron un lamentable proceso de oscureci-
miento. Nada de esto aminora la grandeza del Doctor Común. Hoy, a partir, sobre todo, del gran impulso que significó
la Aeterni Patris de León XIII, la renovación y el vigor del tomismo son una feliz realidad. Y en horas de tinieblas para
el espíritu humano, son muchos los que en nuestro tiempo, vuelven a fray Tomás, como al faro seguro del seguro puerto.
Esta es la clave de su perennidad. Esta es su gloria.

Quiera Dios que su ejemplo ilumine e inspire nuestra tarea cotidiana.

* El autor es doctor en medicina, médico cardiólogo, con estudios en filosofía en Cátedra Privada de
Filosofía, miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, en Argentina, y profesor
adjunto de Etica médica en la Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador, Buenos Aires,
Argentina.

Santo Tomás fue artífice del más


formidable edificio intelectual
levantado sobre la clave de bóveda
de esta unidad entre la fe y la razón.
LA ÉTICA Y LOS “VALORES”
Por: Manuel Vargas de la Torre.

Hay quienes definen el objeto formal de la Etica recurriendo al concepto de “valor”. El objeto formal
de la Etica serían los “valores morales”. Pero esa termi-nología es confusa y peligrosa.

El valor es el concepto fundamental de la llamada Axiología o Filosofía de los valores. Los


cultivadores de esa filosofía han sido generalmente subjetivistas y han acuñado un concepto de valor
subjetivista. El valor es una estimación humana. La causa determinante del valor es subjetiva, es el
grado de satisfacción que un objeto produce en su sujeto o el grado de utilidad y aprecio que un sujeto
atribuye a un objeto.

Entendido el valor así, no podemos admitir que el “valor moral” sea el objetivo formal de la
ética, porque ello significaría dar a la Etica una orientación nueva contraria, trasladándola del plano
objetivo al plano subjetivo. En tal caso, la misión de la Ética sería estudiar las estimaciones humanas,
las reacciones sentimentales del hombre.

La Ética debe tener una orientación objetiva.

El concepto central de la Ética es el bien moral, concepto objetivo que no se identifica con el
sentido objetivo del valor. El bien moral es la perfección del ser humano.

En segundo lugar, la fuente de estimación en esa filosofía de los valores es un factor irracional: el
sentimiento, la intuición sentimental. En cambio la Ética tradicional se atiende a la razón y a los
principios universales de la razón para definir el bien, la introducción del concepto subjetivo de valor
en la Ética entraña el riesgo de trasladarla del plano objetivo del bien al plano subjetivo de las
estimaciones y sentimientos humanos.

No niego que el concepto “valor” pueda manejarse en el plano moral, pero habría que dar al concepto
un sentido objetivo y racional que evite tales riesgos. La Ética trata de definir el bien moral objetivo no
las estima-ciones y sentimientos humanos.

Si al valor se le da el sentido objetivo de perfección o de bien, entonces se podrían obviar sus


inconvenientes. Pero aún es este caso, subsiste el riesgo de confusiones.

* El autor es pasante de la maestría en Filosofía por la UAG. Pertenece al Centro de Estudios Humanísticos.
LA IMPORTANCIA
DE LA CAPACITACIÓN EN FILOSOFÍA

Por: Lic. Mario Castañeda Rojas

En nuestra labor educativa como maestros que obramos y enseñamos la ciencia (scire) y conocimientos a nuestros
discípulos, es muy importante adquirir una capacitación bien fundamentada para la impartición de nuestra asignatura,
además de, por supuesto, conocerla a fondo.

Esa capacitación es importante para no ser de los que el Leonardo Castellani denominó como “maestro vomitador”,
es decir el maestro que solo repite como perico lo que tal o cual autor nos dice en el libro leído previamente a la
clase, sin siquiera haberle dado una somera analizada, mucho menos un análisis profundo a lo que se plantea en ese
libro, y así solo lo trasmitimos tal y como está en ese libro.

Contrario al maestro vomitador, se requiere para la impartición de nuestra asignatura conocerla a fondo, hasta llegar
a su fundamentación científica y filosófica, para poderla llevar a buen término y enseñarla como un verdadero y
auténtico maestro.

El filósofo mexicano Antonio Caso expresó que “todo maestro es un auténtico filósofo”, ya que la actitud del
maestro debe ser la misma actitud del filósofo. El mismo Santo Tomás de Aquino al comentar algunas de las obras
de Aristóteles, cuando se refiere a él le llama “maestro”, y bien sabemos que Aristóteles es uno de los filósofos de
la época de oro de Grecia.

El filósofo debe reunir todas las cualidades que reúne el maestro, verbigracia la humildad que mostró Pitágoras
cuando el rey Leonte se expreso de él como de un sabio, a lo cual Pitágoras con humildad contestó que él no era un
sabio, sino un amante de la sabiduría, es decir, un filósofo, contrario a los pseudofilósofos que inmediatamente
resaltan su soberbia y que buscan la fama a costa, incluso, de estar contra la verdad misma.

Adquirir la Filosofía, o los conocimientos filosóficos, es profundizar en nuestro quehacer diario, ya que adquirimos
los más altos principios los cuales están por encima de la ciencia que enseñamos.

La misión filosófica de cada maestro está en la actitud del que enseña y de lo que enseña. Decía el ilustre Platón “la
felicidad personal se vincula con la actitud filosófica", esa actitud filosófica es la misma búsqueda de la
verdad, para después enseñarla ya que el hombre es "el único que está hecho para pensar y que en ello reside
todo su deber y toda su grandeza”, nos dice Pascal .

Quien se consagra a pensar es el escultor de la grandeza humana, por supuesto, sobre todo en la actualidad en que
tenemos un mundo que se dedica más a las cosas secundarias, pero no a enseñar la verdad.

El amor a la sabiduría, nos dice el R. P. Luis Arroyo (q.e.p.d.), catedrático de la Universidad Autónoma de Guadalajara
es:
"Para explicarme la realidad total de las cosas existentes y posibles, para orientarme en todas mis empresas
y hallar solución a los problemas que el hombre se plantea, para adquirir el espíritu filosófico. Enriquecer
mi inteligencia con ideas claras y precisas que me ayuden a distinguir lo falso de lo verdadero, lo
substancial de lo accidental, lo aparente de lo real. Para saber vivir, saber morir y saber esperar, para
conocer mejor la causa suprema de la realidad que es Dios".

En la Universidad Autónoma de Guadalajara, las autoridades se han preocupado también por facilitarnos la
capacitación en materia filosófica, además de los otros programas de capacitación docente y del postgrado en el
que se incluye la Maestría en Filosofía que próximamente tendrá un grupo de titulados, actualmente pasantes.

También se ha elaborado un programa especial de capacitación filosófica dirigida a todos los que laboramos en la
Universidad; asesores, maestros de los programas formativos, maestros en general, administradores, etc. Este programa
de capacitación filosófica está plasmado en el denominado Diplomado en Filosofía, que dio inició el verano del 97
con dos generaciones que terminarán sus estudios en abril y mayo del presente año.

Este esfuerzo de capacitación ya ha brindado algunos resultados como es el hecho de que a varios de los participantes
se les haya invitado a apoyar al Departamento de Filosofía, para impartir alguna de las asignaturas filosóficas a los
alumnos del nivel universitario.

Por supuesto, son participantes que llevan muy buen promedio, están muy motivados y quizás próximamente estarán
cursando la Maestría en Filosofía.

El 9 de enero del presente año comenzó sus estudios una nueva generación de participantes en el Diplomado de
Filosofía, con el curso Introducción a la Filosofía, es la tercera generación, y en su mayoría son jefes de departamento.

La cuarta generación del diplomado inició sus actividades el día 19 de enero , también con el curso de Introducción
a la Filosofía. En este grupo participan directivos de la Universidad, adminis-trativos y coordinadores de área.

En el mes de febrero iniciará la quinta generación, la cual estará integrada principalmente por maestros de educación
media.

El programa está hecho de manera gradual, y está muy bien sistematizado para que el participante que ingrese no
tenga dificultades y para que lo asimile y comprenda de manera clara y fácil. Quizá por estas razones, los participantes
del Diplomado en Filosofía, manifiesten una actitud tan positiva.

Es importante, para llevar a buen término el programa, hacerlo con entusiasmo, por supuesto, con muchas ganas y
conforme están gradualmente señalados en la programación y en el caso de no poder asistir a determinado curso o
módulo, por los motivos que sean, es recomendable establecer comunicación con el licenciado Bernardo Castillo
Morán, coordinador del diplomado, a quien se puede localizar en el C.I.E., de la Universidad Autónoma de
Guadalajara, en el teléfono 641 5051, ext. 322 02.

(*) El autor es pasante de la Maestría en Filosofía por la UAG y profesor del Departamento de Aprendizaje de la DAPA.
Antecedentes históricos

LA CAPACITACIÓN EN MÉXICO

Por: Dr. Mario Vázquez Villa

Estamos acostumbrados a encontrar trabajadores mexicanos que tienen la mejor disposición para trabajar “en lo que
sea”, pero que difícilmente pueden ofrecer habilidades específicas o especiales en áreas concretas.

No es posible suponer un rápido desarrollo ni un alto crecimiento industrial de un país como el nuestro en tanto que
se carezca de una mano de obra debidamente entrenada y capacitada en todos los niveles y, desde luego, y muy
especialmente, en trabajos especializados.

Esto no es, sin embargo, un problema privativo de México, aún en países altamente desarrollados desde el punto
de vista industrial, se ha visto la necesidad de implementar programas de capacitación y adiestramiento de trabajadores,
tal como ocurre en Francia, en donde existen normas legales sobre la materia desde el día 16 de julio de 1971, así se
denomine el tema de manera diversa (“formación permanente”), objeto además de reciente reforma del 17 de julio de
1978 con el propósito de ampliar sus miras y efectos.

No obstante las muy avanzadas ideas del constituyente de 1917 que señaló a nuestra carta magna como la primera
en el mundo conteniendo las llamadas garantías sociales, no tocó siquiera el tema de la capacitación y el adiestramiento
de los trabajadores, situación ésta que continuó prácticamente sin reglamentación de ninguna especie hasta la expedición
de la Ley Federal del Trabajo, vigente a partir del 1 de mayo de 1970. Las empresas, sin embargo, tenían y tienen a la
fecha, en buena proporción sus propios planes de entrenamiento y capacitación.

La Ley Federal del Trabajo de 1970, sin embargo, tal vez con buena intención, pero con una reglamentación
inadecuada, se fue al otro extremo, pues no sólo señaló como obligación patronal en la fracción XV del artículo 132, la
de organizar cursos de capacitación profesional o adiestramiento para sus trabajadores.

El entonces Presidente de la República, Lic. José López Portillo, en su Informe a la Nación del día 1 de septiembre
de 1977, con la simpatía de los sectores tanto obrero como patronal, prometió el envío de una iniciativa de reformas al
artículo 123 Constitucional para elevar a rango de garantía social el derecho de los trabajadores a la capacitación y el
adies-tramiento en un abierto reconocimiento a la necesidad indudable que tiene el país y su desarrollo de trabajadores
más ampliamente preparados.

En cumplimiento a la promesa Presidencial, se reformó la Fracción XIII, del apartado A del artículo 123
Constitucional, según decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el día 9 de enero de 1978, a efecto de
establecer la obligación de las empresas, cualquiera que sea su actividad, de proporcionar capacitación o adiestramiento
a sus trabajadores, de acuerdo con los sistemas, métodos y procedimientos que establezca la Ley reglamentaria.

En el Diario Oficial de la misma fecha se publicó diverso decreto estableciendo la competencia exclusiva de las
disposiciones relativas a las obligaciones de los patrones en materia de capacitación y adiestramiento de sus trabajadores.

(*) El autor es profesor del Departamento de Capacitación Docente de la DAPA.


REFLEXIÓN

UNA GRAN RESPONSABILIDAD EN NUESTRAS MANOS


Por: Lic. José Santana Urenda

El hombre, para poder lograr su último fin, debe encaminar su forma de actuar siempre hacia el bien y cumpliendo
con sus deberes con inteligencia, amor y voluntad.

Los deberes que tiene encomendados son para con Dios, para consigo mismo y para con sus semejantes. Al
cumplirlos, irá adquiriendo, por el esfuerzo y la repetición, nuevas cualidades y virtudes, y podrá formarse juicios
valorativos de las cosas.

La educación es el medio que el hombre tiene para poder adquirir virtudes, las que lo llevarán a lograr su fin último,
pues, como dicen Reeden y Ryan "el fin de la educación es el desarrollo de todas las facultades del ser
humano..., dirigidas a la unión del educando con su Creador...", o sea que el fin está regulado y determinado
por Dios, quien es el Bien Supremo y fin último del hombre.

Ahora bien, ¿a quién le corresponde la tarea de educar? Ciertamente que le corresponde en primera instancia a la
familia, pero ésta confía, y en algunos casos delega plenamente, la responsa-bilidad a las instituciones educativas,
específicamente al maestro; por lo tanto, los maestros tenemos la tarea de educar: una gran responsabilidad en
nuestras manos.

Reflexionemos pues, qué tan importante y delicada es nuestra labor como docentes, labor que sin temor a equivocarnos,
podemos decir que fue elegida, en forma libre y conciente, adquiriendo así, la obligación de capacitarnos y actualizarnos
para utilizar y aplicar las estrategias de enseñanza y aprendizaje adecuadas, y llevar un proceso de auténtica evaluación,
y de esta manera, cumplir con la responsabilidad de perfeccionar las potencialidades de los educandos, en todos los
aspectos, físico, moral y espiritual, transmitiéndoles conoci-mientos, desarrollando sus habilidades, y formando sus
valores.

Además, debemos estar al pendiente de que nuestros alumnos logren hacer un recto uso de sus facultades, adquiriendo
hábitos que estén acordes a la escala de valores.

Es a los docentes a quienes nos corresponde identificar los auténticos valores trascendentales y la forma de cómo
transmitirlos, haciendo que nuestros alumnos los acepten y los integren y puedan realizar los rectos juicios valorativos
que los lleven a alcanzar su fin último, y así, se logra también el de la educación.

* El autor es profesor del Departamento de Evaluación y Seguimiento de la DAPA.

La educación es el medio que el hombre tiene para poder adquirir


virtudes, las que lo llevarán a lograr su fin último.
Los Proverbios Enseñan Mucho Sobre Educación

DE LA INSTRUCCION
Por: Lic. Jorge Fernando Sánchez Cú (*)

"El principio de la sabiduría es un deseo


sincerísimo de instrucción". (Sab. 6, 18)

Hemos expuesto algunas condiciones propedéuticas, por así llamarlas, para adquirir “sabiduría”. Evitar
la pereza y propiciar el silencio, esa disposición a dejarse instruir (docilitas) tan necesaria el día de
hoy. Más, ahora, hemos de reflexionar sobre la misma instrucción.

"¡Dichoso el hombre que halló sabiduría, el varón que ha adquirido la inteligencia!", así anuncian
la preexcelencia de la sabiduría los proverbios del Rey Salomón (Prov. III, 13). Este solo versículo
basta para enfrentar el crematístico mundo de hoy. Los políticos y mil charlatanes más se llenan la
boca con halagos a la juventud, más de múltiples maneras les tienden la celada de la pura actividad.

Todos afirman sin cesar que el futuro de la humanidad se encuentra en la juventud, y en la niñez en
especial. Mil y un nuevos organismos dicen defender los derechos inalienables del "semillero de la
sociedad", pero ninguno se atreve a hablar de virtud y santidad. Aquí y acullá se ofrece o se exige
habilidad para mercar y habilidad para engañar. Se pide que los jóvenes sepan hacer y sólo hacer, pues
se requieren instrumentos de acción para la gran maquinaria de la globalización.

De esta manera, la instrucción se vuelve capacitación para la empresa, ejércitos de empleados


llamados a su máximo galardón: un horario ofici-nesco como cetro y una corona de insensibilidad. Se
piensa en el éxito cuyos dos grandes cuernos son el dinero y la sensibilidad. Por ello se afirma con las
actitudes y la acción (¿y de qué otra manera podrían estos nuevos ilustrados?) que la teoría no sirve y
menos la reflexión, desprecian todo aquello carente de inmediata aplicación.

Esta perspectiva la comparte más de un profesor, y es que en realidad son productos de una filosofía
inculcada de tiempo atrás (unos dicen que a partir del positivismo del siglo pasado; más preciso, quizá,
sería decir, desde el iluminismo, y tal vez más atrás). Olvidan todos ellos la importancia del saber puro

"Pues enseño buena doctrina, no abandonéis mis lecciones".


Prov. IV, 2

"Quien absuelve a un reo, y quien condena a un justo, ambos son abominables ante
Yahvé". Prov. XVII, 15.
Mejor poco con justicia, que grandes ganancias con injusticia.
Prov. XVI, 8.

Con la impiedad llega la ignominia, y con la ignominia la deshonra.


Prov. XVIII, 3

y la contemplación, la theoría griega y latina, pues nada más práctico que una buena teoría, pues la
técnica hace técnicos, pero no universitarios.

Los Proverbios nos aclaran lo que la experiencia cotidiana nos muestra. En nuestros días, hasta el
peor arlequín con cierto renombre conoce, por lo menos, las locuras de más de un autor. ¿y qué es esto
sino teoría? ¿Y no es precisamente por esa mezcla informe que logran los honores?

Dicen los proverbios sobre la sabiduría: "Mejor en su adquisición que la de la plata; y más
preciosos que el oro son sus frutos.

Ella es más apreciable que las perlas; no hay cosa deseable que la iguale.

En su diestra (trae) larga vida, en su siniestra, riqueza y honores". (Prov. III,14-16).

Y ciertamente, quien sabe bien vivir, tiene larga vida, pues no la derrocha ni la pierde en la vacuidad.
No se trata tanto de vivir muchos años, sino de vivirlos con integridad, hacer lo que se debe sin demorar
y como se debe. Las riquezas y honores son la añadidura, y más que dinero es el valor de la propia
dignidad. Por ello dice más adelante: "Hijo mío, no se aparten ellos de tus ojos; guarda la sabiduría
y la prudencia, pues serán vida para tu alma y adorno para tu cuello. Así seguirás confiado tu
camino, y no vacilará tu pie. Te acostarás sin temor; y si te acuestas, tu sueño será dulce..." (Prov.
3, 21-24).

Y agrega también: "Más vale un bocado de pan seco en paz, que una casa llena de carne de
víctimas con discordia" (Prov. XVII,.1).

Por todo lo anterior, si queremos adquirir sabiduría, hemos de buscar vivir las virtudes sin flaquear;
enseñar virtudes sin desfallecer; propiciar un ambiente de virtud sin igualarnos a la abominación del
malvado (Prov. XV, 8) y expresarnos con rectitud. La expresión de nuestra lengua difunda la sabiduría
(prov. XV, 7) y no denigremos nuestra condición con lenguaje mal hablado, pues refleja nuestra condición;
instrucción sensata y con elevación, pues es nuestra obligación elevar y no denigrar, pues dicen los
Proverbios: "Aguas profundas son las palabras de la boca del hombre, torrente caudaloso la fuente
de la sabiduría" (Prov. XVIII, 4 ).

* El autor es pasante de la maestría en Filosofía por la UAG, y profesor del Departamento de Filosofía y Ciencia.
EDUCACIÓN Y JUSTICIA SOCIAL
Por: L.C.P. Miguel Angel Rolón Velázquez

Educar para que el hombre trate a los demás como quieran que lo traten, o no hagas a otro lo que no quieras para ti,
en el plano moral, es un hombre que se comporta justamente con otro cuando le tratan tal y como él merece ser tratado,
en razón de la dignidad de la persona humana.

La justicia social, en el concepto cristiano, es la que ordena las diversas actividades públicas y particulares para
lograr el Bien Común.

Mira en especial los bienes materiales y espirituales que los individuos necesitan para cumplir debidamente los
deberes que tiene para con su familia y la sociedad.

Antonio Millán señala que “hay dos maneras de ser justo con todos los demás: primera, respetando el derecho
que tiene cada uno de los otros a sus respectivo bien privado; segunda, respetar el derecho que todos tienen en
general al bien común”.

Por su parte el Papa Pío XI dice que “lo propio de la justicia social es exigir de los individuos todo lo que es
necesario para el bien común. Pero así como en un organismo viviente no se atiende suficientemente a la
totalidad del organismo si no se da a cada parte y a cada miembro todo lo que éstos necesitan para ejercer sus
funciones propias, de la misma manera no se puede atender suficientemente a la constitución equilibrada y al
bien de toda la sociedad si no se da a cada parte y a cada miembro, es decir, a los hombres dotados de la
dignidad de persona, todos los medios que necesitan para cumplir su función social propia”.

Para lograr la justicia social es necesario, en primer lugar, conocerla, pues aunque es el fin de la política, por los
hechos de algunos funcionarios públicos, tal parece que desconocen dicho término.

En segundo lugar, crear conciencia no sólo en la clase gobernante, sino también en la empresarial y en la trabajadora,
de que es necesario lograr el bien general para que exista la justicia, y, por último, practicarla, que es lo más difícil, no
porque en la teoría no se esté de acuerdo, sino porque de facto obliga al usurero a dejar de sacar provecho ilícito de
aquella persona necesitada. Se requiere que aquel administrador deshonesto deje de robar a su patrón, etc.

Sólo con la práctica de la justicia social se lograría el bien común tan anhelado por todo hombre de buena fe.

* El autor es Jefe del Departamento de Filosofía y Ciencias de la UAG.

...No se puede atender suficientemente a la constitución equilibrada y al bien de toda


la sociedad si no se da a cada parte y a cada miembro, es decir, a los hombres dotados
de la dignidad de persona, todos los medios que necesitan para cumplir su función
social propia”.
Pío XI
PRODUCCIÓN VIDEOEDUCATIVA

Por: María Guadalupe Herrera A. del C.

Para Televisión Universitaria dela Universidad Autónoma de Guadalajara una meta importante es
ofrecer a los estudiantes, maestros e investigadores de la Institución, una mágnifica oportunidad de
expresarse y tener una opción para realizar un proyecto didáctico de trascencencia, donde den a conocer
aquellos logros que calladamente tienen en la tarea educativa de cada día.

Mientras en aras de la inmediatez de la televisión gran cantidad de guionistas, productores, camarógrafos,


editores y demás gente del medio, han abusado de la facilidad que tienen en el manejo de imágenes de
gran impacto psicológico, para vender, no sólo productos y servicios en muchas casos innecesarios,
sino lo que es más peligroso; persuadir con ideologías enajenantes de nefastas consecuencias en la
salud física y mental de la sociedad familiar mexicana.

Y entonces... ¿qué esperamos los educadores; padres y maestros que seguimos entregando las más
valiosas generaciones de jóvenes en manos de esas mentes desequilibradas?.

La habilidad de traducir las ideas en imágenes para manejar el medio televisivo, no es difícil de
aprender cuando se cuenta con distensión y reducción del tiempo audiovisual, colores, efectos de
vídeo, música y gran cantidad de recursos para recrear la realidad, haciéndola más atractiva a los
estudiantes, tan ansiosos de encontrar en este medio, ejemplos positivos.

T. V. U. puede convertirse en un centro de Tecnología Educativa que apoye a educadores que estén
dispuestos a convertir en vídeo sus ideas educativas.

Practiquemos a escribir un texto en dos


partes, a dar énfasis en lo que se puede
decir con imagen, y a reforzar las ideas
con una minuciosa selección de música,
efectos de audio y palabras. Esto es
pensar en imágenes, y marca el principio
de trascender
VIDEOEDUCATIVAMENTE.

(*) La autora es directora de Televisión Universitaria,


de la UAG.
UNA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN Y DE LA SUPERVISIÓN

(Primera parte)

Por: Dr. Claudio Rafael Vásquez Martínez

Actualmente hay cinco mil 500 millones de personas que integran la población mudial con una perspectiva para el
2034 de nueve mil millones de personas.

A pesar de los esfuerzos para resarcir los rezagos en materia educativa en el mundo todavía existen más de 900
millones de adultos analfabetos, 130 millones de niños sin escolarizar y más de cien millones de estudiantes que
abandonan las aulas antes de concluir su preparación básica. Además, en algunos países las niñas son discriminadas
y enfrentan mayores dificultades para acceder a los centros de preparación básica, por lo que la tendencia es aún
más preocupante en este sector de la población.

Los países en vías de desarrollo (entre ellos países que integran a América Latina, el Caribe, parte de Europa,
Africa, parte de Norte América, parte de Oceanía, parte de Asia) deben atender problemas como la marginación,
la pobreza extrema, la corrupción, el desempleo, la subocupación, la exclusión, la desintegración familiar, entre otros
muchos factores que incidirán de manera determinante para que un país quede rezagado en un mundo revolucionado
por nuevas tecnologías y adelantos científicos.

Todos estos retos sólo podrían ser confrontados con una educación de alta calidad, por ello, debemos pensar
en una educación para el mañana, para estos millones de personas que nacen de la violencia y se nutren en la deses-
peración.

También debe fortalecerse la educación secundaria, pues es una etapa crucial en la formación de las personas.
Con mucha frecuencia este nivel educativo no recibe la atención que merece, tanto en el proceso de enseñanza-
aprendizaje, como en su supervisión. En muchos países en vías de desarrollo, la educación secundaria no puede ser
vista simplemente como un escalón de una progresiva lineal hacia la enseñanza universitaria. Por el contrario, debemos
considerar que este nivel educativo nos abre sendas diversas que le darán al educando herramientas para saber
elegir en su vida futura las mejores opciones de progreso.

OTRAS TENDENCIAS Y VISIONES DE LA EDUCACION.

Los cambios Tecnológicos y el diseño e innovaciones de nuevos materiales físico-químico obligan a remozar
antiguas profesiones y al mismo tiempo a seguir aprendiendo toda la vida, en un aprendizaje vitalicio, como requisito
indispensable para poder seguir el ritmo de la rápida introducción de las transformaciones. Además es importante
complementar que el desarrollo educativo no sólo es la adquisición de instrumentos de análisis y de producción, sino
la formación de ciudadanos integrales con una sólida base de principios ético-cívicos que posibiliten el progreso de
la región.

Es una realidad que las profesiones no van cambiando de generación en generación, sino dentro de un mismo
lapso de vida y el desafío es que hay que enfrentarlas para mantenerse como sujeto activo de la vida económica de
la región. Con el paso del tiempo hemos reducido nuestras observaciones sobre el desarrollo casi exclusivamente a
la economía. Y cuando intentamos pensar en otras direcciones terminamos irremediablemente por imprimir un sesgo
economista a nuestras reflexiones. Esta visión de la realidad no debe limitar nuestras capacidades de prospectiva,
donde los individuos, las familias, las comunidades, sean los verdaderos protagonistas de cada región.

Desarrollo es más que crecimiento económico. El desarrollo es más que mecanismo de regulación, instrumentos
financieros, tasas de cambio y producto interno bruto. El desarrollo tiene que ver con la calidad de vida en nuestros
espacios vitales (comunidades, vecindarios, centros de trabajo); tiene que ver con la movilidad social; con el desarrollo
comunitario; con la libertad de decidir sobre nuestro futuro; con la dignidad y el respeto. La educación y la supervisión
tiene entonces ante sí otro conjunto de desafíos que se derivan de nuestra visión del desarrollo futuro.

La educación y supervisión para el siglo XXI tendrá que fortalecer el concepto del desarrollo endógeno. Consolidar
su papel promotor del humanismo, las artes y la cultura. Contribuir a la construcción del futuro irreversiblemente,las
relaciones Tecno-económicas, políticas, sociales y epistemológicas, la expansión de los medios de comunicación y
los efectos de la actividad humana en el medio tiene una dimensión global.

Una manera de insertarse en un sistema global es partir de dar respuesta a los problemas y necesidades internos.

Esta dinámica sugiere a las autoridades educativas el compromiso de conformar programas lectivos más ágiles,
(flexibles y susceptibles de ser asimilados por los alumnos a partir del primer año del preescolar y hasta la obtención
del documento que avale los estudios realizados, ya sean académicos o tecnológicos.

Cronológicamente vivimos una época que conlleva muchas expectativas como el próximo inicio del Tercer
Milenio en que no sólo será recibido con sorprendentes espectá-culos, sino con la programación de una serie de
cambios en los hábitos de vida y de perspectivas laborales. Y, aunque se asegura que esos cambios serán favorables
para la población en general, lo cierto es que tanto el sector gubernamental como la ciudadanía tendrán que
aprender a pensar y actuar de manera diferente y al ritmo acelerado que impondrán las innovaciones de las ciencia
y la tecnología.

(*) El autor pertenece al Centro de Investigación Educativa de la UAG.


EL EDUCADOR PRÁCTICO

CONSEJOS PARA DESPUÉS DE


LA PRIMERA CLASE
Por: Lic. Mario Castañeda Rojas

La intención del educador es que se lleven a cabo los fines de la educación y más específicamente lo referente a
la asignatura que tiene a su cargo. Por eso, para lograr dichos fines, es bueno y recomendable utilizar los medios
que son de mucha utilidad en el proceso educativo.

¿Qué debemos hacer cuando el supervisor entra a nuestra clase?

En primer lugar es importante tomar en cuenta que la función del supervisor en nuestra institución -y en todo tipo
de institución educativa (aunque en otras instituciones les llamen inspectores)-, su misión es ayudar a mejorar el
proceso educativo.

Cuando se realiza la supervisión es con el propósito de ayudarnos a mejorar nuestra labor docente, para lo cual
el supervisor debe estar familiarizado con el grupo y con todo lo referente a nuestra labor magisterial.

¿Qué debemos hacer cuando nos hacen una supervisión sin previo aviso?

A muchos nos sorprende, y en ocasiones, nos ponemos nerviosos y más si es la primera vez que nos sucede
este tipo de acontecimientos, pero poco a poco nos vamos a ir acostumbrando, por lo cual es recomendable la
siguiente regla: A menos que el supervisor desee hablar con usted, no altere la actividad del grupo, debe darse por
enterado de la presencia del visitante con un movimiento de cabeza, pero debe continuar con su trabajo. El actuar
con nerviosismo o el interrumpir la clase, ya sea para darle el pase al visitante o para alguna otra cosa, será advertido
por los alumnos de manera inmediata y, en ocasiones, los alumnos pueden aprovechar dicha situación de distinta
manera, lo que se va a manifestar quizás en el momento o posteriormente.

Este tipo de visitas inesperadas de los supervisores, deben tomarse como algo normal y no como un problema,
sobre todo si se tienen buenas relaciones entre todos y, en particular, con el supervisor.

Coopere con el supervisor en todo momento, dentro y fuera del salón de clases con amabilidad y cortesía,
como lo debe hacer toda persona educada.

La supervisión tiene el propósito de ayudarnos a mejorar nuestra


labor docente.
Se deben evaluar todos los
aspectos, y no solamente lo que los
alumnos obtienen en las pruebas
escritas.

Cuando tenga alguna duda o algún problema académico, por mínino que sea, pida consejo al supervisor,
acuérdese que dos cabezas piensan más que una, sobre todo si usted no tiene la experiencia suficiente en este tipo
de cuestiones educativas.

Es recomendable acceder con responsabilidad pedagógica a todas las recomendaciones que el supervisor nos
indique, aunque usted, en ocasiones, dude de los óptimos resultados que se puedan obtener. Debemos tomar en
cuenta que el supervisor es también maestro o que fue maestro y es evidente que el supervisor es una persona con
experiencia en este tipo de cuestiones.

Recuerde que hay retroalimentación después de cada visita que el supervisor nos haga y es evidente que él nos
hará conocer las fortalezas y las áreas que debemos mejorar, según lo que observó, lo que nos va a servir de mucho
para mejorar nuestra enseñanza.

LA IMPORTANCIA DE LA EVALUACIÓN

Respecto a los registros de calificaciones, conducta y otros rubros, el maestro debe evaluar todos los aspectos,
y no solamente lo que los alumnos obtienen en las pruebas escritas.

Durante todo el curso, el maestro debe recordar una y otra vez las indicaciones más importantes que se dan
desde la primera clase, y además que todos lleven sus trabajos al corriente, que las tareas las empiecen en el tiempo
oportuno, con la finalidad de que no se acumulen en los últimos días de clases y para que eviten realizarlas a las
carreras y a última hora.

El maestro debe recordar que los alumnos, en su gran mayoría, se olvidan o fingen no acordarse de las
indicaciones, reglas o formas de trabajar que se les han dado en la primera clase.

También es conveniente anticipar los informes en tanto nos sea posible, así como ser puntual y, de preferencia,
anticiparse en la entrega de registros y en todo lo que se tenga que entregar, para no esperar a que nos den un plazo,
ya sea por parte del secretario académico, el secretario escolar o el mismo director de la escuela o facultad en la
que laboramos.

Cada escuela tiene su propio sistema muy particular de evaluar y de reportar las notas de calificaciones, aunque
se sujeten al sistema SEP o al sistema UNAM.
De ahí que sea muy importante que se esté bien informado en cuanto a las políticas y sistema de evaluación
propios de la escuela, para después sujertarse a ellas.

Si no estamos concientes y tenemos conocimiento de lo anterior, el maestro puede cometer injusticias con los
estudiantes y podría ser contradictorio con sus colegas. Si usted no sigue los lineamentos acostumbrados por la
escuela para calificar, si usted aplica un sistema de evaluación diferente al empleado por los demás compañeros,
puede desvirtuar el récord individual del buen estudiante y, en general, al de la escuela.

Califique y evalúe a sus estudiantes según el buen criterio, y traduzca sus calificaciones al sistema que se usa en
la escuela.

Si no está de acuerdo con el sistema de evaluación de la escuela, hágalo saber a quien corresponda, y proponga
un sistema para calificar y evaluar que sea justo y racional, incluso para la materia que usted imparte; pero no
castigue o se desquite con sus alumnos que son los más implicados en el sistema de evaluación.

La evaluación, es sin duda, un problema difícil, acuérdese que las calificaciones que usted reporta son la traducción
de la evaluación que se hizo de nuestros alumnos desde el primer día de clase hasta que termina el curso, semestre
o año escolar. Se debe ser tan justo en cuanto sea posible con los alumnos, con los demás y consigo mismo, por lo
que se recomienda:

1o Antes que nada, debe evaluar tomando como base el aprovechamiento del estudiante en todas los aspectos.

2o Debe tolerar la falta de habilidad de los estudiantes en algunas tareas específicas o en las materias que les
cuesta más trabajo, lo cual debe ser compensado por los esfuerzos que hayan realizado hasta el final.

3o No permita que la actitud de los estudiantes se incline en su contra, es decir, debe cortar de forma sana y en
el instante todo lo que dé pie, incluso a un desorden.

4o Evalúe la actitud de cada uno por separado y no de manera grupal.

Respecto a los incentivos y a la motivación en nuestras clases es recomendable darles un buen manejo. Para
lograrlo se deben manejar estrategias elaboradas y aplicadas cuidadosamente.

Los incentivos son buenos auxiliares cuando se les da buen uso, por ejemplo en los primeros grados de
primaria y en preescolar se usan las estrellitas; pero en los últimos años de la primaria y en la secundaria no nos
sirven, pero; vea, analice, elabore y aplique los incentivos que se adecuen al nivel escolar y al grupo o grupos que
tenga a su cargo. Quizás a algunos les sirva el exhibir de manera prominente, en un lugar especial, el mejor trabajo
de la semana, al mejor alumno en todos los aspectos académicos o en caso que no se pueda hacer esa exhibición,
se puede diseñar un diploma para el mejor trabajo o para los mejores alumnos de la semana o del mes, lo conveniente
es que se otorguen menciones a tantos estudiantes como sea posible durante su curso, semestre o año escolar.

También es conveniente asegurarse de no disminuir el prestigio del incentivo, el cual debe propiciar en todos
los estudiantes una competencia leal y positiva, tomando en cuenta que a los estudiantes, les agrada que se les
considere y que se les reconozca en algo, en este caso en la cuestión escolar.
DOS REGLAS FUNDAMENTALES PARA BIEN EDUCAR
Por: Lic. Ma. del Carmen Ramos Ruiz Velasco

No te voy a dar, maestro, las reglas de educar en forma regalada, ni de forma divertida. Sabes que no estás para
esto.Educar no es tarea fácil, ni se logra con tan poco esfuerzo, sino que para formar integralmente al alumno se
necesita dedicación. Educar bien requiere de preparación pedagógico-didáctica así como en el área específica de la
ciencia que se imparte.

También sabes que educar es tu misión, no para que pases el rato o para que obtengas el pan de cada día, sino para
colaborar con los padres de familia y con la Patria en la formación del ser más perfecto de este mundo y para que
con ello logres cumplir con tu vocación.

Existen, pues, dos reglas para educar bien, es decir, para educar como se ha de educar:

Regla #1: Tanto debe usar el profesor de las cosas, cuanto le ayuden para su fin profesional. Es decir, tanto debe
usar de los conocimientos y procesos, cuanto éstos le sirvan para guiar y ayudar al desarrollo armónico del alumno
y nada más; si los educandos deben buscar su perfeccionamiento material y espiritual, es necesario que el docente
utilice los conocimientos y medios tanto cuanto le ayuden para educar al alumno y, nada más.

Regla #2: Tanto debe abstenerse el maestro de los conocimientos y medios cuanto le impidan cumplir su misión. Es
decir, tanto debe abstenerse de la ciencia y de la técnica, cuanto éstos le impidan formar rectamente al alumno. Es
también cierto, que si la ciencia y el método han sido descubiertos para que le ayuden al ser humano en su bienestar
total y pleno, cuando su uso te impida guiar rectamente al alumno, debes dejarlos, luego debes privarte de la ciencia
y de la metodología tanto cuanto te impidan bien formar al educando.

* La autora es Jefa del Departamento de Capacitación Docente de la DAPA


LA PLANEACIÓN DE LAS EXPERIENCIAS
DE APRENDIZAJE EXTRACLASE
Por: Lic. Herminia Ruvalcaba Flores

La planeación es la primera responsabilidad que tiene un profesor, dentro de la labor docente, porque es una
exigencia que forma parte de su ética profesional.

El profesor debe dedicar tiempo, antes de efectuar el proceso enseñanza - aprendizaje, para determinar, organizar
y establecer, de acuerdo con los objetivos y contenidos, la metodología de enseñanza, las actividades de aprendizaje,
tanto dentro como fuera del salón de clases, los recursos didácticos, y, el sistema de evaluación.

La tarea extraclase es un procedimiento didáctico, planeado y organizado por el profesor, para consolidar y
fijar el aprendizaje de los alumnos. Por lo tanto constituye un complemento indispensable en el proceso educativo.
Una actividad extraclase bien planeada y estructurada, de acuerdo con los objetivos establecidos, y que incluya un
porcentaje de la calificación parcial y final del alumno, además de contribuir al rendimiento escolar del estudiante, lo
motivará para la realización de la misma.

Al planear una experiencia de aprendizaje extraclase debemos considerar los siguientes aspectos:

a) Objetivo y contenido: que la tarea sea una consecuencia natural del contenido que se esté manejando, y que
esté en correspondencia directa con el objetivo del tema o unidad.

b) Descripción de la actividad extraclase: debemos establecer, con anterioridad, el qué y el cómo de la tarea, así
evitaremos que el alumno se pierda a la hora de realizarla.

c) Conocimientos, habilidades, actitudes y valores: al planear una actividad extraclase, podemos determinar los
conocimientos que deseamos reafirmar o los nuevos que el alumno logrará; las habilidades específicas que queremos
Las tareas extraclase constituyen un complemento indispensable en
el proceso educativo.

desarrollar; el gusto, interés o disposición por aplicar lo aprendido teóricamente, o bien, para profundizar en los
temas vistos en clase; además, poco a poco, adquirirán o desarrollan hábitos como el de la limpieza en los trabajos,
orden, puntualidad en la entrega, responsabilidad en las actividades propias de su aprendizaje, etc.

d) Criterios de evaluación: este es uno de los aspectos más importantes que debemos considerar al planear una
tarea extraclase. El alumno debe saber exactamente cómo y qué se le va a evaluar. Es preciso clarificar con anterioridad
qué puntos se tomarán en cuenta en el trabajo del estudiante, por ejemplo, si se le asignan cinco puntos a la
presentación, se especificará en qué consiste esa presentación y el valor que tendrá cada aspecto. Esto es determinante
para motivar al alumno a realizar la tarea, además evitamos que el estudiante, en ocasiones, se decepcione al
evaluarle o corregirle lo que él no consideró importante.

e) Bibliografía: debemos buscar y seleccionar con anterioridad, las fuentes donde el alumno pueda encontrar
información. Si dentro de la actividad está que el alumno busque bibliografía, también se le debe especificar, así
como el objetivo de que sea de esta manera.

En conclusión, el planear y estructurar las tareas extraclase de esta forma, realmente estimula al alumno para
estudiar y repasar los contenidos vistos en clase; poco a poco, se forma en ellos el hábito de estudio; tenemos
oportunidad de comprobar el avance del alumno, durante el proceso de enseñanza - aprendizaje, en fin, se garantiza
el rendimiento escolar. Además el estudiante respeta y admira a su profesor, porque se da cuenta de que efectivamente,
se preocupa por el aprendizaje de sus alumnos.

* La autora es pasante de la Maestría en Educación por la UAG, y profesora del Departamento de Diseño Curricular de la DAPA.

Una actividad extraclase bien planeada


y estructurada motiva al alumno.
OLVIDADOS DE LA HISTORIA

EL MUSEO CRISTERO
Por: Lic. Arturo Ortega Ponce

En el marco de la “Semana Cul-tural” edición 1997 efectuada en la Preparatoria “Lomas del Valle” de
la U.A.G., durante los días 2,3, y 4 de diciembre, se instaló en su edificio el Museo Cristero “Capitán
1o. Ezequiel Quezada Ibarra”, contando con la presencia de su director el Investigador Sr. Don.
Alfredo Hernández Quezada.

La muestra contó con la presencia de autoridades universitarias que inauguraron los eventos y
exposiciones y asistieron a la misma personal docente, administrativo y alumnos de diferentes escuelas
y facultades, así como padres de familia e invitados.

En medio de las salas que expusie-ron los trabajos del alumno destacó la del Colegio de Historia
con el Museo Cristero. Las autoridades de la Preparatoria establecieron que, los trabajos de los alumnos
tuvieran como eje temático principal la Epopeya Cristera, en virtud de que es inminente la canonización
de varios -entre miles- mártires cristeros. Fue así como todos los Colegios de la Prepa se avocaron
con sus alumnos, guiados por los docentes, a investigar y mostrar el resultado de sus esfuerzos.

Trabajos literarios, poesía, canto, corridos, carteles, murales, biografías; fueron algunas de las
asignaturas tomadas en cuenta.

El Museo Cristero es único en su género en México. Contiene documentos, fotografías, reliquias


de mártires, más de mil periódicos de la época, así como ejemplares de periódicos de combate como
“Gladium”, fundado y dirigido por el mártir católico Anacleto González Flores.

Armas, banderas, estandartes, monturas, libros... El Museo tiene su sede principal en la alteña
población cristera de Encarnación de Díaz, Jalisco. Además cuenta con secciones intinerantes que se
instalan en diferentes centros culturales.
“¿Cómo es posible que todo esto sucediera en México?”, “¿Por qué no se sabe casi nada de este
período de la historia?”, fueron algunas de las preguntas de los alumnos e invitados al evento.

Anacleto González Flores y la gesta cristera ya no son desconocidos en el área de Educación


Media de nuestra Universidad. El pánel realizado, las magistrales conferencias, los concursos de oratoria,
poesía y canto recordaron transidos de emoción y de coraje esa gloriosa página de la historia,
convenientemente olvidada.

México le debe mucho a los Cristeros. El coraje y audacia de los católicos mexicanos de la década
de los veinte, pronto le dio la vuelta al mundo y es registrado como un acto sin precedente en la historia
de la humanidad. La Epopeya Cristera atrae la atención de historiadores, teólogos y antropólogos de la
talla de Alfredo Sáenz S.J., Don Antonio Caponnetto, Jean Meyer, León Degrelle, entre otros.

El buen pueblo de México, especialamente sus campesinos, en medio de grandes carencias


materiales, pero con riqueza espiritual, resistió heróicamente la persecución religiosa desatada
rabiosamente por los gobiernos jacobinos de la revolución, especialmente el de Plutarco Elías.

El lema de la “cristiada” -se recordó- fue: “¡Viva Cristo Rey!” y con él en sus labios los cristeros
enfrentaron el paredón de fusilamiento, el encarcelamiento, el ultraje, la profanación de templos y
lugares sagrados entre otros muchos e inenarrables agravios.

Durante el Homenaje a la Juventud a los Héroes y Mártires Cristeros en la Semana Cultural, se


conocieron relatos y anécdotas conmovedoras en medio de la espectación y sorpresa de los alumnos.

Se concluyeron los eventos con un recital de Mariachi interpretando corridos de la época Cristera
como el inolvidable “Valentín de la Sierra”.

En la clausura de este importante evento cultural, se afirmó la necesidad de no olvidar, que no sea
en vano el sacrificio de tantos mártires católicos. Que a la generación actual le corresponde retribuir
con estudio y trabajo a la memoria de los Cristeros. Se exhortó a ser auténticos católicos, buenos
estudiantes e hijos de familia ejemplares.

(*) El autor es pasante en la Maestría en Filosofía de la U.A.G. y coordinador del Colegio de Historia de la Preparatoria “Lomas del Valle”.

“Madre mía de Guadalupe, por tu


religión me van a matar...”
Oración de un niño
Señor, esta noche te pido algo especial.

Conviérteme en un televisor.

Quisiera ocupar su lugar,


para poder vivir lo que vive el televisor de mi casa:

Tener un cuarto especial para mí.

Congregar a todos los miembros de la familia


a mi alrededor.

Ser el centro de atención al que todos quieren


escuchar, sin ser interrumpido ni cuestionado.

Que me tomen en serio cuando hablo.

Sentir el cuidado especial e inmediato que recibe


la televisión cuando algo no le funciona.

Tener la compañía de mi papá cuando llega a casa,


aunque venga cansado del trabajo.

Que mi mamá me busque cuando esté


sola y aburrida, en lugar de ignorarme.

Que mis hermanos se peleen por estar conmigo.

Divertirlos a todos,
aunque a veces no les diga nada.

Vivir la sensación de que lo dejen todo


por pasar unos momentos a mi lado.

Señor, no te pido mucho,


todo esto lo vive cualquier televisor.

Así sea...

Inspirado en un texto de José Luis Martín Descalzo.

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