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1, Si pudiésemos viajar al pasado y participar de la revolución de la cosmovisión por la cual

estaba atravesando la sociedad de la época medieval, seríamos capaces de comprender que el

grado de estremecimiento cultural fue de tal profundidad, que caló hasta lo más personal de

cada ser individual. Sin duda no debió, ni debe ser fácil, caer en el cuestionamiento –por decir lo

menos- de lo que significa nuestra propia existencia en el universo. El derrumbe de los principios

instaurados por la religión católica, que daba respuesta a estas inquietudes transcendentales,

pusieron a la humanidad en tal posición, que no vio más remedio que buscar respuestas por sí

misma.

Con el nacimiento de una metodología apta para estudiar los fenómenos que quedaron

desprovistos de explicación, la humanidad encontró una herramienta para empezar a sacar sus

propias conclusiones a través de los hechos, y así encontrar por si misma la verdad detrás del
misterio de la vida. El surgimiento del método científico fue sin duda el pilar fundamental de todo

el proceso de redescubrimiento.

Tomando en consideración los anterior volvemos a la pregunta inicial, ¿cuál es el verdadero

fundamento del conocimiento?. Esta fuerte interrogante dio inicio nada más y nada menos, que a

lo que hoy llamamos filosofía moderna y se manifestó desde un principio con dos corrientes

fundamentales: aquellos que sostenían que el conocimiento es fruto de la experiencia, “Los

Empiristas”, y los que consideraban al razonamiento como sustento del conocimiento, “Los

Racionalistas”.

Ahora bien; en aquel entonces predominaba el silogismo de Aristóteles como forma de explicar

los fenómenos. Este representaba un razonamiento deductivo que se basaba en la existencia de

verdades generales (una premisa mayor) para, descendiendo de ésta, explicar alguna situación

en particular. Ejemplo de esto es la condición de que “todos los seres vivos necesitan alimento

para sobrevivir”. De esta premisa mayor, se deduce por tanto que los seres humanos, por ser

seres vivos, precisan de alimento.

Un contemporáneo de la época, fundador del empirismo, Francis Bacon, se cuestionará, ¿pero

como sabemos que la premisa mayor es verdadera? Solamente porque lo hemos observado de

manera reiterada. Por lo tanto, porque así lo indica la experiencia. Por tanto la verdad es que, no

hay verdades generales que no se sustenten en sus correspondientes verdades particulares.

Esto es exactamente el proceso inverso de la lógica silogística: la inducción de conclusiones por

medio de la experimentación.

Si bien el razonamiento de Bacon es absolutamente lógico, es una manera de observar las cosas,

como propondrá René Descartes. Habiendo recibido una educación jesuita privilegiada, caerá en

cuenta de que el silogismo sólo servía para explicar los fenómenos ya conocidos que para

investigar la verdad. Al igual que Bacon, reconocerá que si uno pone en duda la premisa mayor,

el silogismo pierde su utilidad. Mientras estudiaba cayó en la cuenta de que, a través del proceso
lógico que lo llevaba a solucionar problemas de geometría, que se basaban en principios simples,

claros y evidentes para deducir relaciones más complejas, razonó que la filosofía de la misma

manera podría echar mano a principios o causas primeras para deducir conocimiento.

Pero ahora, ¿qué podemos asumir como verdad simple, clara y evidente? La intuición y el buen

sentido, las cosas que mejor repartidas están en este mundo, asume se pueden utilizar para

definir las cosas que concebimos muy clara y distintivamente y que por lo tanto son verdaderas.

Con este razonamiento en mente, es capaz de instaurar su primer principio incuestionable, que

se presenta como el célebre cogito cartesiano, en donde argumenta…” si dudo, pienso; y si

pienso, no puedo desconocer que como sujeto pensante, existo”… Pero es preciso en advertir a

su vez que no puede aseverar alguna propiedad de su entorno físico, o cuerpo, ya que sus

sentidos afirma, no son de fiar. Es claro en señalar este fenómeno al exponer que como seres
pensantes no somos capaces de distinguir entre sueño y vigilia, y con el familiar suceso de que

personas que carecen de algún miembro, aún así son capaces de sentir dolor en esa extremidad

perdida. De esta forma asegura que los sentidos no son capaces de asegurarnos el acceso a la

verdad.

Mediante la instauración de estos dos principios, la calidad escéptica y dubitativa de su análisis y

la inherente capacidad pensante del ser, realiza un giro filosófico fundamental que hace al ser

humano el centro de su filosofía. Justamente, partiendo de una base absolutamente escéptica de

todo conocimiento previo, hace del no saber, el fundamento del saber. Sin embargo, como

constató anteriormente, reconoce que este ser pensante carece de materialidad, es sólo alma y

mente, posee conciencia pura y como tal, prescinde de toda corporeidad.

La piedra angular de su reflexión lo constituye entonces la marcada división que introduce: lo

real queda ontológicamente (del ser) escindido desde el comienzo. Reconoce la distinción entre

conciencia y materia, alma y cuerpo. De esta forma su filosofía queda instaurada bajo su

dualismo ontológico.

No en vano se considera a Descartes el fundador de la filosofía moderna. No trata de excluir el

recurso de la fe, sino la sustituye por la duda, y la coloca en el trono del fundamento del

conocimiento moderno. Se trata de dudar de todo lo que suponemos como cierto ante la

posibilidad de que pudiese no serlo.

A pesar de las diferencias entre el empirismo y el racionalismo, los empiristas reconocerán la

validez de la separación postulada por el dualismo ontológico; entre conciencia y realidad

objetiva. De esta forma, el establecimiento de esta matriz de análisis ontológico sujeto-objeto no

sólo redefinirá el espacio dentro del cual se tejerán y enfrentaran las diferencias entre estas dos

corrientes en el futuro, sino que será determinante del fundamento dentro del cual los empiristas

tratarán de redefinir lo real y abordarán el problema del conocimiento.


1.- EL EMPIRISMO
Definición de empirismo: EL EMPIRISMO es la tendencia filosófica que considera la EXPERIENCIA
como criterio o NORMA DE VERDAD EN EL CONOCIMIENTO.
Como tal se refiere a la EXPERIENCIA (del gr. empiria) en su segundo significado:
- no es "participación personal en situaciones repetibles" (con significado personal y subjetivo) ;
- sino que la experiencia repetida de de ciertas situaciones nos ofrece un criterio (objetivo e
impersonal) para conocer las cosas (o las situaciones).El empirismo se caracteriza por dos
aspectos fundamentales: a) NIEGA LA ABSOLUTIZACIÓN
DE LA VERDAD o, como mínimo niega que la verdad absoluta sea accesible al hombre.
b) Reconoce que TODA VERDAD DEBE SER PUESTA A PRUEBA y, a partir de la experiencia, puede
eventualmente ser modificada, corregida o abandonada. NO SE OPONE de ninguna
manera A LA RAZÓN, pero niega la pretensión de establecer VERDADES NECESARIAS, es decir,
verdades que valgan de una manera tan absoluta que se haga innecesaria, absurda o
contradictoria su verificación o su control. La mayor parte del tiempo actuamos o
pensamos de manera empírica. Esperamos que sucedan las cosas más por hábito o costumbre
que por razonamiento científico. En este sentido, el EMPIRISMO se contrapone al RACIONALISMO.

Clases de empirismo
Empirismo lógico

El empirismo lógico, también llamado positivismo lógico, es una corriente en la filosofía de la


ciencia que surgió durante el primer tercio del siglo XX, alrededor del grupo de científicos y
filósofos que formaron el célebre Círculo de Viena (Wiener Kreis en alemán).
Si bien los empiristas lógicos intentaron ofrecer una visión general de la ciencia que abarcaba
principalmente sus aspectos gnoseológicos y metodológicos, tal vez su tesis más conocida es la
que sostiene que un enunciado es cognitivamente significativo sólo si, o posee un método de
verificación empírica o es analítico, tesis conocida como "del significado por verificación". Sólo
los enunciados de la ciencia empírica cumplen con el primer requisito, y sólo los enunciados de
la lógica y las matemáticas cumplen con el segundo. Los enunciados típicamente filosóficos no
cumplen con ninguno de los dos requisitos, así que la filosofía, como tal, debe pasar de ser un
supuesto cuerpo de proposiciones a un método de análisis lógico de los enunciados de la ciencia.

Apriorismo.

En la historia de la Filosofía existe también un segundo esfuerzo de intermediación entre el


racionalismo y el empirismo: el apriorismo. El cual también considera que la razón y la
experiencia son a causa del conocimiento. Pero se diferencia del intelectualismo porque
establece una relación entre la razón y la experiencia, en una dirección diametralmente opuesta
a la de éste. En la tendencia de apriorismo, se sostiene que nuestro conocimiento posee algunos
elementos a priori que son independientes de la experiencia. Esta afirmación también pertenece
al racionalismo. Si relacionáramos el intelectualismo y el apriorismo con los dos extremos
contrarios entre los cuales pretenden mediar, inmediatamente descubriríamos que el
intelectualismo tiene afinidad con el empirismo, mientras que el apriorismo, se acerca al
racionalismo. El intelectualismo forma sus conceptos de la experiencia; el apriorismo rechaza tal
conclusión y establece que el factor cognoscitivo procede de la razón y no de la experiencia.

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