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Ruskin
Camilo Boito
Es el primero en tratar de conciliar las dos corrientes anteriores. Sin llegar al extremo de
no poder tocar nada, porque en ese caso nos quedaríamos sin nada, y sin llegar a
inventar o “restaurar mas de lo debido”, Boito fija su criterio en ocho puntos básicos,
tendentes todos ellos a la manifestación de un principio de honradez y respeto por lo
auténtico, cuando es ineludible la intervención en un monumento:
• Diferencia de estilo entre lo nuevo y lo viejo.
• Diferencia de los materiales utilizados en la obra.
• Supresión de elementos ornamentales en la parte restaurada.
• Exposición de los restos o piezas que se hayan prescindido.
• Incisión en cada una de las piezas que se coloquen, de un signo que indique que se
trata de una pieza nueva.
• Colocación de un epígrafe descriptivo en el edificio.
• Exposición vecina al edificio, de fotografías, planos y documentos sobre el proceso de
la obra y publicación sobre las obras de restauración.
• Notoriedad.
Se destaca el valor de lo auténtico, al pedir que se deje una clara evidencia de la
intervención realizada. Sin embargo, no encontramos obras de Boito en los que se
materialicen sus principios.
Nueva conciliación
viollet le duc
En sus teorías defiende que el restaurador debe ponerse en la piel del arquitecto-creador
primitivo; entender el espíritu de la obra y aplicarlo a la reconstrucción de la misma.
Trata de devolver al edificio su forma original (forma prístina), o como él entiende que
debió haber sido, puesto que afirma que a partir de las partes que aún existen es posible
reconstruir el total, por pura coherencia del estilo. Llegó a decir en su "Diccionario
razonado de la arquitectura francesa", 1868: "El estilo es a la obra de arte, lo que la
sangre es al cuerpo humano". Sostiene la necesidad de prescindir de actitudes
subjetivas en la restauración, precepto que él mismo incumplía a menudo. Sus
intervenciones sobre los diversos monumentos franceses se caracterizaron siempre por
la primacía del estilo gótico, considerado superior por Viollet desde el punto de vista
tanto técnico como estético. La llamada "unidad de estilo" perseguía resaltar los
aspectos medievales del edificio intervenido, lo cual obligaba a eliminar o al menos
alterar los elementos "inferiores" o secundarios añadidos con posterioridad en los
momentos renacentista, barroco o neoclásico. Lo cierto es que en muchas ocasiones, las
intervenciones violletianas provocaron la desaparición de interesantes añadidos de
indudable calidad y valor histórico artístico, así como causaron la ruptura del proceso
vital de la obra artística: el intervencionismo indiscriminado borraba de un plumazo las
variadas huellas que señalaban el paso del tiempo en el edificio.
Viollet-le-Duc es una figura discutida, totalmente opuesta a John Ruskin, puesto que
éste último defiende la conservación frente a la restauración. Se achaca a Le-Duc falta
de rigor histórico al buscar una recuperación idealizada del edificio, añadiendo incluso
partes que nunca habían existido. Sin embargo su influencia ha sido grande en toda
Europa, llegando a crear escuela; en España por ejemplo se procedió a restaurar algunas
partes considerables de la catedral de León, tales como el hastial oeste, la fachada sur o
la cúpula barroca, intervenidas por Madrazo y Demetrio de los Ríos entre otros. De lo
que no hay duda es de su profundo conocimiento del arte medieval, habiendo incluso
quien lo considera un gran arquitecto gótico nacido fuera de tiempo.
Sin embargo, al echar una mirada hacia el pasado y analizar las diferentes teorías
existentes sobre la Conservación y Restauración de Obras de Arte, me doy cuenta que
probablemente la mayoría de ellas, quedan obsoletas hoy en día. Un gran número de
esas teorías fueron escritas hace casi un siglo (si no más) y desde entonces hasta ahora
los criterios y exigencias en el campo del Arte han variado mucho. Actualmente, es la
propia obra la que determina cual es la mejor postura a tomar a la hora de intervenir en
ella, influyendo para ello, desde el lugar en el que vaya a estar situada la obra, hasta las
condiciones medioambientales del entorno, pasando por las medidas conservativas que
se tomarán en el futuro, el presupuesto del que disponga el restaurador, las exigencias y
gustos del dueño y evidentemente, el estar subordinado o no, a las órdenes de un
superior. Así, en muchas ocasiones, nuestro criterio de intervención tendrá que
acomodarse a la situación particular en la que nos encontramos, debiendo conjugar
nuestra ética de restaurador con las exigencias específicas de un proyecto en concreto.