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La vida humana, pues, trasciende las pulsiones bsicas que exigen satisfaccin
(tanto las de orden biolgico como psquico), para abrirse a lo que
denominamos la realidad espiritual, de orden escatolgico, irreductible a
cualquier otra realidad, y que constituye el campo propio y especfico de las
Tradiciones Espirituales. El despliegue de esta dimensin es lo que da sentido a
la existencia humana y es esta dimensin la que realiza nuestra finalidad
ltima: nuestra transformacin en Cristo Jess, nuestra divinizacin por
participacin. En definitiva, el ser humano tiene dos alternativas: centrarse en
s mismo, que es lo que Pablo denomina dejarse llevar por los deseos de la
carne (Gal 5, 19-21), que es cuando el hombre devora al hombre; o bien la
donacin de s mismo, de donde surgen los frutos del Espritu: amor, alegra,
paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de s
(Gal 5,22). ste es tambin el sentido de estas otras palabras: Los que son de
Cristo Jess han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si
vivimos segn el Espritu, obremos tambin segn el Espritu (Gal 5, 24- 25).
Es decir, vivir en el Espritu es descentrarse. Insistimos en decir que no se trata
de una cuestin moral, sino espiritual, es decir, de una actitud, de una
disposicin que surge de lo ms profundo de nuestro ser.