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El ahorcado

Hace das que Claudia tiene un sueo recurrente. Desde la cama, con los ojos abiertos
y la impresin clara de estar despierta, contempla extraas figuras recortadas en la
tiniebla del techo. Al principio es slo un pasatiempo que le muestra objetos y animales
inocentes (corderos, alas de ngeles, la llave de un armario antiguo). Pero,
enseguida, sin solucin de continuidad, las sombras comienzan a jugar sucio con sus
retinas insomnes. Primero, dice, la pintura dibuja una horca. Los lmites son precisos. El
lazo, perfecto, dice Claudia. En medio de la soga aparece un rostro macilento. La
imagen contina definindose hasta que se perfila una mano, como una garra, que
aprieta un enorme pual. Claudia se despierta entonces, en medio de una agitacin
insufrible. Su chillido agudo suele despertarme. Le retiro el sudor de la frente con el
dorso de una mano, susurro tranquila, amor, la abrazo para que respire profundo y
despacio, profundo y despacio Dice que el ahorcado re salvajemente mientras
sacude su pual. Llueven gotas de sangre negra que salpican la frente de Claudia. La
noche pasada aseguraba que tena las manos baadas en esa sangre. Tranquila,
amor, susurr.
Hoy despert nuevamente en medio de su xtasis de terror. Dice que el ahorcado viene
a buscarme. Oprimo su pecho clido contra el mo. Tranquila, amor, susurro. Claudia
parece calmarse.
La separo de m dulcemente. Tiene el vientre empapado en sangre negra y espesa. Mis
manos sujetan un enorme pual.
El ahorcado del techo re salvajemente.

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