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Es sabido que las madres de edad más avanzada tienen un mayor riesgo
de tener un bebé con síndrome de Down. Por ejemplo, la posibilidad de
que esto ocurra es una en 300 aproximadamente, cuando se tiene 35
años. Sin embargo, cuando se tiene 25 años es sólo una en 1.250. Hay
otras anomalías cromosómicas mucho más raras, como los síndromes de
Patau y de Edward, cuyas incidencias también aumentan con la edad
materna. La prueba de translucencia de la nuca fetal y otros exámenes
pueden ofrecer una idea del riesgo aproximado, y el análisis de las
vellosidades coriónicas (CVS) y la amniocentesis pueden proporcionar un
diagnóstico definitivo, el cual permite que la mujer se prepare si va a
tener un bebé con necesidades especiales o tome la decisión de
interrumpir el embarazo si así lo desea. Ninguna mujer tiene que
someterse a estas pruebas si prefiere no conocer el resultado.
A pesar del aumento de algunos riesgos asociados con la edad de la
madre, es importante recordar que la gran mayoría de los bebés nacen
sanos y, a excepción de las anomalías cromosómicas, los estudios
indican que el riesgo de malformaciones congénitas en bebés nacidos de
madres maduras no es mayor que para los hijos de las mamás más
jóvenes.
Existe, sin embargo, un pequeño pero serio riesgo para los bebés de
madres de edad más avanzada. Inexplicablemente, un mayor número de
bebés mueren antes de nacer, al final del embarazo, en este grupo de
mujeres (1 de cada 440 embarazos de mujeres de 35 años o más, contra
1 de cada 1.000 embarazos de mujeres más jóvenes). Por este motivo,
los médicos suelen vigilar más a las madres embarazadas que tienen
más de 35 años durante las últimas semanas del embarazo.