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No hace mucho, estando en el mar, tuve una va de agua. Algo en el instinto del
que navega desde hace media vida me hizo comprender que algo a bordo no
marchaba como era debido. Sin embargo el velero iba bien, con una mar
razonable: marejadilla y viento de doce nudos que apenas levantaba
borreguillos. Llevaba arriba el gnova y la mayor, amurado a estribor. Era un
da de navegacin tranquilo. Acababa de bajar a la camareta para situarme y
anotar la posicin, como hago cada hora: estado de mar, viento, cielo, millas
recorridas. Un vistazo al AIS para comprobar si haba barcos cerca pero fuera
de mi vista. Me dispona a volver arriba y a Mar cruel, la novela de Nicholas
Monsarrat que estaba leyendo por tercera vez, cuando algo llam mi atencin.
No fue nada concreto, sino la sospecha de que alguna cosa inusual ocurra.
Deca Joseph Conrad que la principal caracterstica de un marino es una
saludable incertidumbre. Dicho al contrario, la certeza de que todo el tiempo
ests en un medio hostil donde puedes esperar cosas desagradables. Una
perpetua desconfianza que se manifiesta en la ojeada que diriges alrededor
cada cinco minutos, aunque ests leyendo un libro apasionante, adormilado o
conversando con alguien. La mirada inquieta a esa mancha oscura que puede
ser una racha peligrosa, a la nube de color sucio que empieza a formarse en el
horizonte, a las luces del mercante que debe maniobrarte, pero que
posiblemente no lo haga. I call to the motor vessel in my port. Navegar de
verdad es exactamente eso: manteneros vivos, t y la tripulacin que en ti
confa. No fiarte ni de tu sombra.
Navegas en un barco noble, al que conoces desde hace catorce aos. Te ha
sacado de apuros muchas veces, como cuando una racha repentina y criminal
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