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SEMIOTICA E INTERPRETACION (PEIRCE - GREIMAS - RICOEUR) Ivén Almeida (Universidad de Fés) 1. Ex prostema. En el periédico Le Monde del 7 de enero de 1986, Paul Ricoeur evoca en estos términos el recuerdo de un encuentro piblico entre Greimas y él: “Hace algunos afios, mi amigo Greimas ya me tenfa este discurso: lejos de que mi hermenéutica pueda in- terpretar la semiética, seria ésta la que, por el contrario, iria a decodi- ficar mis interpretaciones. Yo he respondido: ‘Yo lo abarco con mi brazo derecho y Ud. me abarca con el suyo, ¢no es lo que se llama un abrazo” ” (p. 17). El autor de este texto estuvo presente en esa reunién, por lo menos tumultuosa, entre semidticos y filésofos, la tarde del 4 de junio de 1980. Era sorprendente advertir hasta qué punto el mismo término “interpretacién” podia provocar la desconfianza, ms ain de un semidtico de tendencia neo-hjelmslieviana. Se Mega asi a definir Ja semiética precisamente por oposicién a la interpretacién, término considerado demasiado impregnado de filosofia hermenéutica, cate- goria aparentemente irreconciliable con el famoso principio semidtico de la inmanencia de la significacién. Sin embargo, cuando se acepta tratar el problema epistemol6gica- mente a partir de una prdctica conjunta de anilisis semidtico y de biisqueda filoséfica, se confirma: 1. Que —es el sentido de la ocurrencia de Ricoeur— hermenéu- tica y semiética constituyen dos orientaciones complementarias 183 de una misma actitud intelectual, precisamente aquélla de la interpretacién del lenguaje como reacci6n contra el racionalis- mo clasico, por cuanto la preocupacién era la de captar la subjetividad por intuicién y por reflexién; 2. que independientemente de la acepcién filosdfica del tér- mino, existe una nocién mas “técnica” de interpretacién (cf. Peirce), que la semiética comparte con otras disciplinas for- malistas. Elucidar la especificidad interpretativa de la semidtica puede equi- valer a definir su especificidad epistemolégica. Las p4ginas que siguen estan consagradas al esclarecimiento de este segundo punto. A la luz de las categorias ternarias de la semiosis de Peirce, se trataré de inquirir en el modelo narrativo de Greimas los momentos tipicamente cognitivos, localizando ahi una articulacién de niveles interpretativos. Esto permitira ver, por consiguiente, en qué momento de la interpretacién la semiética se aleja de la herme- néutica como actitud propiamente filosdfica. Pero no seria initil, previamente, explicar la ventaja de la afirma- cién del punto 1., segtin el cual la hermenéutica y la semiética per- tenecen a una misma familia intelectual, a una posicién comin en la historia del pensamiento occidental. Esta nueva actitud filosdfica (cf. Ladrigre, 1984: 110-114) orien- tada al anilisis del lenguaje, constituye a la vez la culminacién y la oposicién mayor del racionalismo. En efecto, con el desarrollo, del pensamiento formalista, el racionalismo europeo nacido de Descartes se ve forzado a evolucionar, mas no en linea recta sino ensortijada- mente, aplicando a si mismo sus propias armas y comienza de esta manera cl trabajo de “desconstruccién”. El punto de partida filosé- fico ya no es mas la inmediatez del cogito, sino lo espeso del lenguaje Esto quiere decir que en lo sucesivo sera rechazado como ilusorio todo proyecto de descubrir la idea o la intencionalidad en cualquier fase pre-lingiiistica. Lo més original de las ideas, al igual que la ex- periencia mas privada se configuran y, a fin de cuentas existen, como una pre-disposicién de la lengua, siempre dada como disponible. “El pensamiento —diré M. Mcrleau-Ponty (1945: 213)— no es nada ‘interior’, no existe fuera del mundo ni fuera de las palabras. Lo que 184 nos confunde sobre este asunto es lo que nos hace creer en un pensa- miento que existiria por si mismo antes de la expresién, los pensamien- tos ya constituidos y ya expresados que podemos recordar de si, si- lenciosamente y por los cuales nos hacemos la ilusién de una vida interior. Pero en realidad este silencio pretendido esta zumbando de palabras, esta vida interior es un lenguaje interior”. A fin de cuentas, como dice E. Ortigucs (1962: 36): “Un pensamiento que busca ser expresado ¢s un pensamiento que se busca. Y cuando se embrolla en su expresién es él mismo el que se embrolla, en efecto”. La interpretacién del lenguaje deviene asi no s6lo una via privile- giada, sino el camino indispensable del conocimiento del hombre, este ser que a decir de Heidegger, no se comprende, finalmente, mas que “comprendiendo” (cf. 1967: 142-148). Por esta raz6n la filosofia del sujeto que deviene hermenéutica, tiene necesidad de disponer de un momento de paréntesis, de epoché, de travesia en el desierto, durante la cual el lenguaje se ofrece como configuracién formal, para poder, enseguida, y solamente en virtud de este dinamismo estructurante, abrirse hacia la proyeccién refe- rencial de un “mundo” concebido como una posibilidad de existencia (cf. Ricoeur, 1972: 107). Este momento de mediacién por la estruc- tura, es el que, precisamente, la semidtica hace su objeto, Si se tratara aqui de limar susceptibilidades, se podria decir que el hecho de no representar para la filosofia hermenéutica mas que un momento de paréntesis, no aporta nada a la originalidad ni a la autonomia total de la semiética y que, como ocurre cada vez que dos disciplinas tienen un mismo objeto material y diferente objeto formal, semiética y hermenéutica son reciprocamente englobantes sin que esto constituya un absurdo y desencadene un conflicto de prioridades. En la ocurrencia, el discurso interpretativo del hermencuta puede ser retomado a su turno por la semidtica como objeto de anilisis. Lo que, en compensacién, conviene decir de antemano, es que este terreno filoséfico comtin de la semiética y de la hermenéutica que es la fenomenologia, hoy en dia no es aceptado sin restricciones. Y el rebasamiento se anuncia del lado de la teoria de la comunicacién y de la interaccién conversacional. En resumen, si es verdad que el lenguaje es la condicién misma de posibilidad de experiencia subje~ tiva, también es verdad que el didlogo y su horizonte comunicacional aparecen, hoy dia, como la condicién de posibilidad de todo lenguaje. 185 Esta nueva perspectiva pone, ciertamente, en relieve el aspecto par- cial de la puesta en marcha de la semiética; pero no conlleva, por lo tanto, ningdn perjuicio a su originalidad ni a su legitimidad. El len- guaje reinstalado en el horizonte de la comunicacién —transformado en discurso— tendra siempre alguna cosa de irreductible como lo es su propia capacidad de articulacién, que se revela solamente a través de un analisis formal de su estructura. Tomadas todas estas precauciones, se trataré en lo que sigue —ha- ciendo un Iamado a los conceptos semidticos de Peirce al mismo tiempo que a los de la gramatica narrativa de Greimas— de realzar los momentos en que la actividad semidtica se lleva a cabo en tanto que interpretaci6n en el sentido técnico del término, asi como aquél donde la interpretaci6n semiética y la interpretacién hermenéutica se desuncn siguiendo cada una su especificidad epistemolégica. 2, INTERPRETACION Y seMiosis. En su acepcién global, la interpre- tacién es una operacién que pone en contacto dos signos o dos len- guajes entre si, siendo tomado el primero, explicitamente, en su fun- cién de signo y el segundo, en posicién de objeto referencial. Esta operacié6n cristaliza en un signo (0 en un lenguaje) tercero, que puede ser denominado, con Pierce, el Interpretante. De hecho, ya que esta triple instancia —del Signo propiamente dicho, del Objeto y del Interpretante— se puede desplegar en tres lenguajes diferentes, todo discurso tomado en si mismo tiene ya la condicién de un signo tercero (Interpretante) que da cuenta de la re- lacién de un elemento institucional (ilocutorio y predicacional) con un elemento considerado como individual (referencial). Eso equivale a decir —siempre siguiendo la teoria peirciana de la semiosis— que es imposible concebir un discurso sin incurrir en la in- terpretacién. Esta primera operacién interpretativa de todo discurso ~—que ser4 denominada més adelante “interpretaci6n categorizante”— consiste en aplicar a una parcela de lo real una clave de clasificacién ¥y de objetivacién propia a un universo social de conocimiento. De este desfase original entre lo real y el signo categorizante nace lo “pro- pium” de la semidtica, Esta se ocupa, en efecto, de describir la cons- truccién de los objetos del saber y no de la investigacién de lo real perdido. En este sentido se podra decir que la semidtica es radical- mente una ciencia de la interpretacién. 186 Pero si todo discurso es de entrada, por su acto categorizante, un signo interpretante, su dimensién interpretativa no se detiene en modo alguno ahi. Esta se pone de manifiesto ante una estructura arbores- cente de las que se puede dar cuenta siguiendo el sistema de lo que Peirce lama categorias de la semiosis. 2.1. Las “categorias” de Peirce. Nuestra primera tarea consistira en describir brevemente estas tres categorias para poder aplicarlas en- seguida a la estructura del relato segin Greimas, asi como a la estruc- tura del discurso semiético mismo. 2.1.1. En lo que concierne a la naturaleza de las categorias se dice que éstas son categorias légicas y no metafisicas. “Légicas” para Peirce significa que sirven para describir la diversidad de todo aquello que, existiendo 0 no, aparece (al espiritu) y esto en la dindmica misma de la aparicién. En este sentido se puede decir que son légicas pero siem- pre agregadas a aquello que realmente aparece: son, pues, “faneros- cépicas”. Se ve hasta qué punto para Peirce la nocién de cosa —o mas atin la de “alguna cosa” (aquello cuya existencia o no existencia en lo real no est4 puesto a decisién)— y la nocién de signo son indi- sociables. 2.1.2. En cuanto al nimero y la denominacién de las categorias: constituyen un niimero de tres y se denominan simplemente siguiendo su orden en la triada: Firstness (“primariedad”), Secondness (“‘se- cundariedad”) y Thirdness (“terciaridad”). Peirce hace notar cons- tantemente que el cardcter triddico de la relacién categorial no debe ser jamds reducido a una simple complicaci6n de una relacién origi- nariamente diddica. 2.1.3. A esta desemantizacién del nombre de las categorias corres- ponde una desemantizacién de su contenido. “Primariedad”, “secun- dariedad” y “terciaridad” reenvian hacia rasgos relacionales diferen- tes, seguin el nivel donde se ubique uno para analizar la aparicién de los fenémenos. Su descripcién no puede ser mas que estructural. Existe un principio global de ordenamiento de las categorias y una seric de rasgos especificos para cada una de ellas. El principio global puede ser cnunciado asi: en cada nivel de aplicacién las categorias asumen sus lugares respectivos en-la triada, de tal manera que resulta ser a la vez distribucional y acumulativa (“ordinal” y “cardinal”). Dicho de otra manera, el que est4 primero ¢s al mismo tiempo uno, ¢l que es segundo es al mismo tiempo dos (engloba las caracteristicas del pri- 187 mero) y el que es tercero es al mismo tiempo tres (engloba las carac- teristicas del primero y del segundo. En lo que concierne a los rasgos distintivos de cada categoria, se puede conectar, en general: a) la categoria de primariedad: — alo que es considerado en sé mismo, sin relacién a ninguna otra cosa, — a la simple cualidad o “talidad” (Suchness) fenomenal, -— a lo que es tomado como pura posibilidad, independiente- mente de toda afirmacién o de toda negacién; b) la categoria de secundariedad: — a todo nexo dindmico entre dos (i.e. causalidad, reacci6n, etcétera), — a la existencia efectiva (en el sentido de la haecceitas de Duns Escoto) sin tener en cuenta el modo de existencia, mas suponiendo uno, — a lo individual en tanto que opucsto a lo universal; c) la categoria de terciaridad: — alo que se establece a la vez como mitad y término medio (como mediactén) entre un primero y un segundo, — al hecho mismo de aparecer de los fendmenos y al rescate en el espiritu de sus nexos reciprocos, — ala ley ya la costumbre. La representacién grafica de las relaciones légicas de las categorias puede ser facilitada por comparacién con la forma musical llamada “canon’’. Si se toma como ejemplo la famosa miisica de “Frére Jac- ques”, se puede observar que se trata de tres enunciaciones, super- puestas en desfase, de una melodia simple. Cada enunciacién (0 “voz") despliega horizontalmente los sonidos de un acorde de base. Después de la primera enunciacién, la entrada de la segunda coinci- dird con el desarrollo incompleto (dos voces) de ese mismo acorde. La irrupcién de la tercera enunciacién completa la armonia (tres voces) en el mismo momento donde, sobre el plan horizontal, la primera enunciacién ha terminado de interpretar los sones del acorde de base. Esto ilustra bien el principio de la pertinencia a la vez ordinal y car- 188 dinal de cada categoria semiética. La combinacién de los dos sistemas puede ser ahora transcrita asi: Firstness Secondness _Thirdness (una voz) (dos voces) —_(tres voces) Firstness (18 voz) Secondness (2% voz) Thirdness (3* voz) Aunque sea ilegitimo poner la comparacién casi al final, otra carac- teristica del sistema musical del “canon” es todavia util para la com- prensién del cardcter “relativo” de las categorias. Estructural e histéricamente, la armonia (que, en este caso, comien- za en el momento donde, por la irrupcién de la tercera enunciacién del tema, aparece el acorde a tres voces) nace de la explicacién de los “‘sones arménicos” que resuenan de manera implicita en la ejecucién monédica de la primera nota. Dicho de otra manera, todo sonido, ais- ladamente, es ya complejo, compuesto de un sonido de base y de los “arménicos”, que el “canon” y la armonfa se encargan de “exteriori- zar’’ en consencuencia, como una especie de “meta-sonido” (como se ha dicho “meta-lenguaje” hasta que se exterioriza el sentido que coexiste con un lenguaje-objeto). De la misma manera, “cualquier cosa”, en la medida que es perci- bida, est4 ya en estado de signo tercero y no puede ser considerado como primero 0 como segundo més que en una relacién exteriorizada con otros signos. Asi, se comprender4 mejor el hecho de que cada vez que se analiza un signo individual en la semiética de Peirce —por ejemplo el icono, signo perteneciente a la primera categoria— éste sea subdivisible a su vez segan la primariedad, la secundariedad y la ter- 189 ciaridad, resultando sea una imagen (primera primariedad), sea un diagrama (segunda primaricdad), sea una metdfora (tercera prima- riedad). Reciprocamente, si se considera por cjemplo, la metafora, ésta sera a la vez un signo de la primera categoria —en tanto que tipo particular de icono— un signo de segunda categoria, ya que la divisién “Tcono-Indice-Simbolo” pertenece a la segunda triada, aquella que da cuenta de las relaciones entre el Representamen y su objeto, y un signo de Ia tercera categoria, en tanto que icono basado en el para- lelismo con alguna otra cosa. Pero cada uno de los tres aspectos de la metdfora depende del nivel en que se ubique el andlisis. E] esquema que representara estas propiedades de las categorias en el momento que se les aplique a los signos, deberia ser una combina- cién fuerte, complicada de coordinadas y arborescencias. Se facilitara la tarea reproduciendo —como ha sido hecho mas arriba— las categorias tanto sobre las coordenadas como sobre las abscisas, pero reemplazando esta vez todos los casos con los nombres de los signos de cada categoria en los diferentes niveles del sistema (ie, Interpretante-Legisigno-Simbolo-Argumento) : Primariedad Secundariedad —_ Terciaridad Primariedad (Representamen) Qualisigno Secundariedad (Objeto) Terciaridad (Interpretante) Pero la dificultad de tal sistema de representaci6n esté en su clau- sura imperativa al nimero 9. En consecuencia, para las necesidades 190 del presente trabajo, no se considerara como pertinente la ternaridad vertical; asi podran ser consignadas sobre la progresién horizontal todas, y solamente las triadas que se desee poner en relieve. 2.2. El Interpretante. Al interior de este cuadro de categorias, el Interpretante es, pues, un signo tercero, isomorfo bis a bis de todas las otras instancias terceras de la semiosis. Se trata de un signo encar- gado de rendir cuentas de la presencia del espiritu de la relacién Representamen-Objeto. En su relacién con la operacién del Repre- sentamen puede asumir diversas formas: puede ser, por ejemplo, una idea, un sentimiento, una actitud, una asociacién conceptual o emotiva, un sinénimo, una traduccién, una transcripcién al interior de otro sistema, un comentario, etcétera. Conservando su pertenencia esencial a la categoria de la terciaridad el Interpretante pucde ser, a su vez, subdividido en tres tipos (cf. Peirce: 8.333) : — el Interpretante Inmediato (la categoria), o interpretante en tanto que representado, — el Interpretante dindmico (2a. categoria), o interpretante en tanto que producto, — el Interpretante final (3a. categoria —no confundir con el “In- terpretante légico ultimo”, del que no se trata aqui—), o Interpretante en tanto tal, que ademas es definido por Peirce como remitente “a la forma en que el signo tiende a represen- tarse a si mismo, como estando en relacién con su objeto” (4.536). Conviene decir que Peirce define los tres tipos de Interpretante de maneras muy diversas y a menudo no conciliables a primera vista. De hecho, a lo largo de sus escritos, abundante en definiciones diferentes, constituye casi un fenémeno de estilo al que sus lectores estin acos- tumbrados. Los rasgos anunciados més arriba pueden, sin embargo, ser considerados como esenciales a las diferentes formulaciones. 2.3. Recapitulacién. Se encontraré a continuacién una lista —que se alarga progresivamente— de algunas triadas semiéticas a la que viene a agregarse ahora la triada de los Interpretantes, Recordemos que sobre la linea horizontal las listas estaran voluntariamente vacias. 191 Primariedad Representamen | Icono Interpretante inmediato Secundariedad Objeto Indice | Interpretante dindmico Terciaridad Interpretante | Simbolo Interpretante fina] Esta exposicién de los principios fundamentales que rigen las cate- gorias de los signos —y por lo tanto de los Interpretantes— segiin Peirce, servird de teoria al estudio de los niveles interpretativos de la semiética greimasiana. Se trata en primer lugar, de analizar las di- mensiones interpretativas del relato mismo, tal como Greimas lo define, para pasar enseguida al trabajo consistente en postular la actividad semiética en tanto tal, en sus puntos comunes y sus diferencias con la interpretacién hermenéutica. 3, INTERPRETACION Y GRAMATIGA NARRATIVA 3.1, Recapitulacién tedrica, Una de las definiciones que Greimas y Courtés dan del relato lo designa como “la unidad discursiva situada en la dimensién pragmitica, de caracter figurativo, obtenido por el proceso de desembrague enunciativo” (1979: 307). Se puede detectar tres componentes en esta definicién ; 3.1.1, Un relato es una unidad discursiva de cardcter figurativo. Dicho de otra manera, trabaja con los contenidos semanticos de una Iengua natural y no con un lenguaje algebraico o simplemente con las cosas. 3.1,2. Un relato es una unidad discursiva situada en la dimensién pragmatica. Es la esencia de todo relato el “contar”, es decir, de rela- cionar las transformaciones debidas a las acciones de los personajes. 192 Esta dimensi6n pragmitica postula a la vez el caracter temporal (paso de un tiempo-estado 1 a un tiempo-estado 2) y el cardcter antropo- mérfico del relato. Esta segunda condicién conlleva a un corolario que a menudo es olvidado en las reflexiones sobre narratologia: cl relato es una orga- nizacién significante (de lenguaje) que remite a lo real “significante” (las acciones). Esto quicre decir que el referente (corporal) de un relato, por el hecho de ser humano o antropomorfo, es también, a su vez, narrado en estado de significancia. Como dice G, G. Granger (1976: 145): “Desde que el hombre es percibido —o supuesto— como protagonista, vivimos el hecho experimentado como re-enviado a otra cosa, a la manera de las palabras del lenguaje o de nuestras imagenes mentales"”. Asi, el relato, deviene en Interpretante en la me- dida en que es un signo significante (un “signo significante’’). 3.1.3. Un relato es una unidad discursiva ... obtenida por el pro- cedimiento de desembrague enunciativo. Para Greimas esto significa que cl “yo-aqui-ahora” del discurso se distingue de la férmula “él alla-entonces” propio de los sucesos contados, Estos tres elementos de la definicién servirén més adelante para relevar las instancias interpretativas del relato, Este paso ser facilitado por un breve repaso de la estructura interna de las transformaciones narrativas. En el centro del algoritmo narrativo se encuentra la performancia principal donde se evan a cabo los cambios de estado. Esta es prece- dida por una perjormancia de calificacién, donde el sujeto operador de las transformaciones adquirira su respectiva competencia. Estas dos performancias centrales son denominadas “‘pragmaticas”, pues las ope- raciones provicnen fundamentalmente de “comportamientos somiti- cos” (Greimas-Courtés, 1979: 288). Ejemplo: a) los hérocs adquieren una espada magica (performancia de calificacién), b) él mata a un dragén (performancia principal). Rodeando a estos niicleos pragmé- ticos, se observa en cl relato otras dos performancias de naturaleza “cognitiva”: antes de la calificacién, el contrato que da nacimiento al Sujeto, en tanto que actante, constituyéndolo en operador virtual de “tal” accién especifica; después de la transformaci6n, la sancidn, por la que el Sujeto es reconocido como habiendo cumplido o no las operaciones que le han sido atribufdas por el contrato. 193 aaa Calificacién | Transformacién Dimensién | cognitiva Contrato Sancién 3.2. Los niveles interpretativos del relato. Esta simple evocacién de la gramatica narrativa nos permitira formular la hipétesis que con- cierne a los niveles interpretativos del relato como discurso. Esta podria ser enunciada de la siguiente manera: todo relato tiene tres nticleos cognitivos: el contrato y la sancién al interior del enunciado y, por asi decirlo, “al exterior” la enunciacién, en tanto que toma a su cargo, desembragada, la relacién de una unidad discursiva con un enunciado narrativo; estos tres nticleos narrativos actualizan los tres tipos de In- terpretante que postula la teoria de Peirce. Se puede decir que si la gramatica narrativa es —como lo pretende Greimas— aplicable a todos los tipos de discurso y no solamente a las narraciones propiamente dichas, porque todo discurso conticne un relato en su niicleo frastico, porque ella lo provee, por su triple estruc- tura cognitiva integrada por el contrato, la sancién y la enunciacién, de un modelo universal para una descripci6n de la interpretabilidad en sus rafces socio-semanticas. 3.2.1. El contrato. Es sabido, segin Greimas, que la relacién ac- tancial SO estd estructuralmente orientada, es decir que el Objeto se construye en relacién a un Sujeto, pero que éste no depende de sus Objetos para ser instaurado como Sujeto virtual de operacién. Es nece- sario buscar su nacimiento semiético ademas de en la relacién en un “trdnsito”, en un salto originante. Este salto en el relato es el contrato. En tanto que primera performancia de la gramftica narrativa, el contrato conlleva al nacimiento del Sujeto, como cambio de natura- leza, como “discontinuidad en lo real” (Lacan 1966: 801), como “catastrofe”, ms que como una “relacién” esencial. Lo que esta de este lado del contrato (la situacién inicial) es, por hipétesis, pre- narrativa, ciertamente pre-semidtico, una especie de grado cero en relacin a toda virtualidad més bien narrativa que tematica. Este sus- trato todavia no tematizado semiéticamente, puede ser denominado, 194 como lo hace P. A. Brandt (1973) “cuerpo” o bien “lo imaginario como carne”, segtin la terminologia fenomenoldgica de J. Petitot: la semidtica —escribe este ultimo— tiene como materia prima —prohibe en el sentido fenomenolégico del término— una sustancia que no es una sustancia del contenido sino un mero medium imaginario tendido entre la regulacién biolégica y la idealidad “indecible” del absoluto. El término “imaginario” no remite aqui a ninguna manipulacién de representaciones ficcionales. Se utiliza en su sentido t6pico metapsico- logico. «Ataite {...) a un imaginario asemdntico no simbolizado atin (en el sentido metapsicolégico) ; nosotros preferimos decir no subje- tivado (...) Seria necesario aqui retomar el concepto husserliano fundamental de “carne” (Leib en su relacién con Leben) que M. Merleau-Ponty ha intentado dilucidar. Si el concepto de estructura es el concepto formal de la semiética el de “imaginario como carne” deberia Iegar a ser el concepto sustancial de base> (1985- 284). Un “cuerpo”, un “imaginario como carne” deviene Sujeto virtual por un contrato en ¢l cual la institucién por el intermediario del papel de Destinador, le fija los criterios de un actuar “reconocible”. La sancién operaraé ms adclante este reconocimiento, lo que ser& posible sélo en virtud de la axiologia la “ley”, institucional y semantica) instaurada por el contrato. Este sustrato pre-semidtico puro no deviene “Sujet: mas que asujetizdndose a la ley institucional que le impondra las con- diciones del actuar en virtud de cierta visién del mundo. Su compe- tencia es pensable en funcién de lo que Searle (1969), por una parte, y Althusser (1970) por la otra, Haman una “conducta reglamentada”. A partir de ahi, es legitimo afirmar que en la estructura del contrato se juega la juncién de lo narrativo y de lo figurativo. En efecto, al mismo tiempo que el Sujeto deviene tal por mandato de un Destinador investido de un mundo de valores semanticos (no ser4 solamente Su- jeto virtual en abstracto, sino mas precisamente “vifiatero”, “amigo”, “sembrador” etc., es decir actor) gracias a lo cual las cosas en estado bruto devienen a su vez, en Objetos, metéforas de carencia fundada por la ley, metonimias del Sujeto en su devenir “cédigo”). Desde e] punto de vista de la teoria de Peirce, el contrato constitui- ria un Interpretante de la primera categoria, donde se juega la simple operacién de “representaci6n”. Tal como acaba de ser descrito, el contrato realiza esta interpreta- cién primaria que ha sido llamada més arriba “la interpretacién ca- tegorizante” y que se podria llamar igualmente “tematizante”. 195 Por este acto interpretativo, una porcién de lo real es introducido en un sistema de recorte que hace nacer a la semantica como una vir- tualidad de operacién reglamentada por las coacciones de un “tema”, 3.2.2. La sancién. Solamente porque el contrato realiza la interpre- tacién categorizante seré ible, al final de la transformaci6n, la segunda performancia cognitiva, la del reconocimiento 0 sancién. Este hacer interpretativo ultimo de los personajes del relato se agrega al nombre de los valores socio-semanticos instaurados desde el contrato. Este segundo tipo de interpretacién puede ser llamado interpretacion algoritmica. En efecto, lo que se reconoce en la sancién no ¢s un salto cualitativo (catastréfico) como en el caso de la interpretacién catego- rizante 0 temitica, sino la actuacién de una virtualidad ya codificada por cl contrato: paso de una figura a otra al interior de un mismo tema (i.e. cl “aprendiz” ha devenido “maestro”), recategorizacién temtica de los papeles sociales (i.c. el “samaritano” ha devenido “préjimo”). En cuando a la performancia “principal” que, precedida por la “calificacién”’, asegura las transformaciones esenciales del relato, puede ser ya sca somatica, en cl relato propiamente dicho, sea noolégica en el discurso de predominancia teérica, pero la estructura del contrato y de la sancién como instancias interpretativas permanece estable, De otra forma, si cl contrato corresponde al nacimiento interpretativo del carfcter “tematico” o “figurativo” del relato segin la definicién de Greimas, la sancién es el interpretante que resulta de su dimensién “pragmatica” o transformativa, Ubicado en el contexto de la semidtica segin Peirce, la sancién constituye un Interpretante de 2a. categoria o “dindmico”, aquel que funciona no sélo como “representacién”, sino como “producto” o “efecto”. 3.2.3. La enunciacién, La interpretacién categorizante cs aquella que en el contrato da lugar al signo como representacién desfasada. La Interpretacién algoritmica es la que, en la sancién, refiere un signo a otro en virtud de un sistema de ordenamientos codificados. Ahora, ¢s conveniente presentar una tercera instancia interpretativa del relato, la interpretacién referencial propiamente dicha, que corres- ponde a la Interpretacién tercera, final de Peirce. Ofrece explicitadas 196 las relaciones entre un mundo “objetivo” (tematizado) y una progre- sién algoritmica de valores adquiridos, intercambiados 0 reconocidos. En el cuadro de la narratologia greimasiana, corresponde a la instancia enunciativa (o textual) la que, siguiendo un recorrido que le es propio, liga Ia historia al discurso. La instancia de la cnunciacién no se sittia, para Greimas, al interior de la “gramdtica narrativa” propiamente hablando. En tanto que actividad cognitiva e interpretativa no est4 al mismo nivel que el con- trato y la sancién, por cuanto concibe a éste como una “Unidad dis- cursiva ... obtenida por el procedimiento de desembrague enunciati- vo (que comprende igualmente el desembrague “enunciativo” en los relatos presentando personajes que hablan en estilo directo). En otros términos, un relato no es una simple sucesién de transformaciones: es un acto de enunciacién que lleva a estas transformaciones al nivel de un discurso particular. En algunos relatos, la totalidad del acto enunciativo puede reem- plazar a la performancia narrativa de sancién. Este ser un caso de sincretismo estructural en el que el enunciador (exterior a la historia) coincide con el Destinador intra-diegético del reconocimiento. Pero, ¢n este caso, las mismas palabras sirven para llevar a cabo dos actos interpretativos diferentes: aquel que se sitda al final de un recorrido transformacional (sancién, Interpretante algoritmico) y aquel que agota la totalidad del recorrido en tanto que signo tercero, que reenvia al conjunto de lo dicho a su “intentado”, es decir a su referencia. En el primer caso se mantendré el caracter “ulterior” del relato-sancién que por el juego del tiempo de los verbos, se ubica después (pero sobre la misma linea) del estado “realizado” y lo vuelve a agregar al estado “virtual” del comienzo. En el segundo caso se mantendra en cardcter exterior o de desembrague del relato —enunciacién que, agregando un discurso a un estado de cosas, constituye un nuevo salto cualitativo, una nueva “catdstrofe” interpretativa. Sin embargo, en la mayor parte de los relatos “‘canénicos”, sancién y enunciacién pueden ser distinguidos como Ia parte que sc distingue del todo o como Jo intercalado se distingue de lo que se intercala. 3.3. Recapitulacién. Retomando cl cuadro No. 3, se obtiene, por aquello que es distancias interpretativas del rclato, la expansién y las correspondencias siguientes: 197 i A Interpre- | Interpre- Ee Objeto |Icono tantein | tante cate- Contrato mediato | gorizante Secunda. |Interpre- |Indice Interpre- |Interpre- | Sancién riedad tante tantedi- | tante al- namico goritmico Terciae \Represen- |Simbolo | Interpre- | Interpre- | Enuncia- ridad tamen tante final |tantere- | cién op.d. ferencial Para poder leer bien este cuadro es necesario recordar que todo lo que se puede apreciar en tres es ya un tercero y que todo lo que es analizado de este lado de la trilogia (i.e. el contrato en tanto tal) no ¢s considerado mAs que como una instancia virtual de semiosis, que no pasa al acto ms que cuando es retomado por el signo figurante en tercera posicién vertical (i.c. cl contrato-enunciado .. .). 4, LA INTERPRETACION SEMIOTICA Asi, la teoria narrativa desmonta y pone en escena la construccién semidtica de los objetos de saber segdn la estructura del contrato ca- tegorizante, de la sancién o reconocimiento algoritmico y de la enun- ciacién referencial, que son al mismo tiempo los niveles de toda acti- vidad interpretativa. En interpretacién categorizante, interpretacién algoritmica ¢ inter- pretacién referencial devienen las categorias aplicables a la dimension interpretativa de todo discurso, incluyendo la de la practica semiética misma, en el escalonamiento de estos tres momentos esenciales: el momento descriptivo, el momento explicativo y el momento interpre- tativo propiamente dicho (Ladritre, 1973: 161-197). Esto es lo que trataraé de ser mostrado en las pdginas siguientes. 4.1, Describir. La primera operacién interpretativa del metalen- 198 guaje semidtico que corresponde a la interpretacién denominada mas arriba “‘categorizante”, se actualiza en la puesta en marcha descriptiva (0 redescriptiva) propia a toda gramatica. Consiste como el término lo indica, en re-describir o transponer los contenidos de un discurso narrativo a términos de categorias propias a la teoria semidtica. Es el primer paso de toda disciplina formalizante. Los rasgos interpretativos de esta operacién son comunes a todas las ciencias llamada “humanas”, en la medida en que éstas comienzan por transcribir las significaciones en términos de paquetes de relaciones. El resultado es un tipo de modelo, que G. G. Granger llama “modelos cibernéticos” o “lazos de regulacién” (cf. Granger, 1976: 153). Su caracteristica es la de superponer al esquema de estricta formaliza- cién, otro circuito que contenga cierta informacién semantica que regule de regreso la fidelidad del formalismo a la carga significante contenida por la fuente o lenguaje objeto. Por esta raz6n, la construcci6n de modelos semiédticos es especifica~ mente interpretativa pues, la formalizacién siendo siempre incompleta, bajo pena de dejar escapar definitivamente la significacién que se considera debe describir, el resultado es de alguna manera la recate- gorizaci6n de un lenguaje en otro més pobremente semantizado. Esta recategorizacién guarda cierto parentesco con las condiciones del contrato narrativo y, en alguna parte presupone el “asujeta- miento” del discurso a las restricciones de la teoria semidtica que le har razonar segin la naturaleza de su propio instrumento. 4.2. Explicar. La segunda operacién de la semidtica con respecto a su objeto corresponde a la interpretacién “algoritmica”. Explicar es encontrar ¢l “discfio” estructural de la significancia establecido en el juego de las restricciones de un discurso individual. Se trata de un In- terpretante dinamico 0 algoritmico pues ¢l sentido es considerado como una transformaci6n, es decir como uma variante. Al interior de un modelo, un signo remite siempre a otro signo, jams a un referente. La teoria estructural ha creado un cuadro de lectura (el sistema de oposi- ciones, de equivalencias, de transformaciones) del re-envio modelante de los signos, que define el sentido como desviacién dindmica. Si la descripcién consiste en la reduccién de una performancia dis- cursiva a un cédigo, la explicacién es la reorganizacién individuante de estos elementos del cédigo en vista de componer un simulacro for- 199 mal del funcionamiento de “ese” discurso que es tomado en conside- racién. Se puede decidir que toda ciudad esta compuesta de un mimero restringido de clementos recursivos (plaza, calle, habitacién, lugar de culto, administracién, parque, comercio, etcétera...): describir una ciudad consistira en reducir la diversidad de todo su paisaje a aquellos elementos que constituyen alguna cosa como el “‘léxico”, la “sintaxis” urbanas; no obstante explicar Venccia, Brusclas 0 Cordoue, es tratar de aprehender el dinamismo estructurante, tinico a cada una de ellas que agrupan estos elementos de una forma inédita, “define” a la ciudad en términos de gramatica urbana. La explicacién semiética de un texto es de la misma naturaleza. Después de haber “reducido” esto a una serie de categorias metalingiiisticas y sin salir de las coacciones in- manentes de estas categorias, se trata de organizarlas cntorno al “‘gesto” individual que les da una coherencia tinica, propia de un texto en cuestién. Pasar de la descripcién a la explicacién es pasar de la universalidad de las estructuras a la instancia individual de estructuracidn, es recu- perar en términos de “sentido” (como se habla de “sentido” en la calle), aquello que se ha descrito en términos de “forma”. Esta identificacién de la palabra con un “gesto” estructurante es tomado de la filosofia de M. Merleau-Ponty. Lo que este gesto pro- duce, es segiin una expresién que se retoma aqui de A. Malraux, una “deformacién coherente” de elementos lingiiisticos disponibles (Mer- leau-Ponty, 1960: 114). ¥ el “sentido” de ese gesto no corresponde a nada que se pueda encontrar “detras de é1”, sino que se identifica con la estructuracién inédita que “disefia”, cjercitandose. “El gesto lingiiistico como todo los otros, disefia su sentido por si mismo (...). el sentido de la palabra no es otra cosa m4s que la manera en que ella maneja este mundo lingiifstico o que ella modula sobre este teclado de significaciones adquiridas” (Merleau-Ponty, 1945: 217). La recomposici6n estructural del sentido textual concebido como un gesto, constituye un signo interpretante de la 2a. categoria —dindmica 0 algoritmica— pues se juega en las influencias reciprocas de los signos al interior del corpus, por rehusar a significar por diferentes conduc- tos, transformacién y diferencia. 4.3. Interpretar (semidtica y hermenéutica). La tercera operacién semidtica reproduce el funcionamiento del Interpretante final de Peir- ce. Como cada vez que se trata de una tercera terceridad, se denomi- 200 nara interpretacién “propiamente dicha”. La relacién de la que ella da cuenta es la que se establece entre dos signos complejos 0 entre dos sistemas. En todo paso formalizante, la interpretacién propiamente dicha es la instancia que asocia los enunciados de un sistema a los enunciados relativos a un mundo exterior. Se trata, pues, segiin nuestra terminologia de la interpretacién referencial. ¢Cémo se comporta la semidtica estructural en relacién al plano de la referencia? Es &te, me parece, el punto donde la distincién entre interpretacién semidtica ¢ interpretacién hemenéutica se hace perti- nente. Las interpretaciones no terminales pueden ser comunes en tanto que niveles intermediarios, a dos puntos de vista —esta afirmacién ser4 ilustrada en el pardgrafo siguiente— pero la nocién de interpre- tante final y de referencia se concibe diferentemente seguin se integre a la filosofia hermenéutica 0 a la teoria semidtica, Para la hermenéutica, la interpretacién referencial es el acto por el cual el sujeto pensante y deseante se apropia el “mundo” desplegado por el semantismo del texto. Para la semidtica, en contrapartida, se trata de sefialar -—segiin la definicién de Interpretante final citada en el pardgrafo 2.2.— y de precisar la relacién de un Representamen asu Objeto y la manera por la que él tiende a representar esta relacién, Esta “manera”, una vez extrapolada, constituira una especie de sus- tituto formal del referente. Dicho de otra manera, mientras que la hermenéutica concibe a la interpretaci6n referencial como un proyecto existencial de apropiacién de un “mundo” habitable desplegado por el texto, para la semiédtica se trata de sefialar y de extrapolar formalmente una “manera” intertex- tual de significar. 5. “ApropiaciONn” £ “INTERTEXTUALIDAD” Para que un conjunto de clementos lingiifsticos Iegue a significar, necesario que éstos sean retomados por un gesto individual de “es- tructuracién” que los ordene confiriéndoles un horizonte a su signifi- caci6n. La existencia nunca tematizable (pues no se trata de un signo) de este horizonte permite que varios signos se unifiquen para expresar una “misma idea”. Es, igualmente este “horizonte’”’ el que permite a un discurso interpretativo retomar las significaciones del discurso interpretado todo en él, siendo diferente, La idea del “horizonte de 201 estructuracién” es tomada en préstamo aqui de J. Ladriére (1984: 96-97) y, de cierta manera, coincide con la nocién peirciana de Ground (“fondo”), esta “idea... de entender en un sentido un poco platénico” que sirve de principio interno al ordenamiento de toda se- miosis (Peirce, 2.228). Para circunscribir un poco la misma nocién, P. Ricoeur se sirve del término “mundo” que pertenece a la misma familia fenomenolégica que “horizonte” y que Heidegger habia precisado en su conferencia sobre el origen de la obra de arte (Heidegger, 1957: 37). Es en un mundo que se actualiza, para P. Ricocur, la apertura referencial del texto, no hacia atr4s de su produccién, sino hacia adelante de su pro- yeccién de sentido. “Para nosotros —dice élI— el mundo es el conjunto de referencias abiertas por los textos. Asi nosotros hablamos del ‘mun- do’ de Grecia, no para designar lo que fueron las situaciones para aquellos que las vivieron, sino para designar las referencias no situa- cionales que sobreviven a la desaparicién de los primeros y que en lo sucesivo son ofrecidas como modos posibles de ser, como dimensiones simbélicas posibles de nuestro ser en cl mundo” (Ricocur, 1972: 107). Este “mundo” —no real pero siempre dado como posible— que todo texto abre delante de él, es percibido por la semidtica textual como una forma estructurante capaz de provocar cosas de otros textos, mientras que la hermenéutica se lo apropia como un “posible” de exis- tencia para cl hombre. La misma nocién de horizonte sirve a la hcrmenéutica como punto de concentracién (por lo vivido) y a la semidtica como punto de hufda (hacia otros textos). La hermenéutica aspira a la insondable apropia- cién del sentido, la semiética apunta hacia la inagotable produccién textual. Mas alla del umbral de clausura de una obra, la hermenéutica reins- tala al texto sobre el plano de la palabra, del acto, del acontecimiento (en tanto que solicitados por el texto). Mas alla de la detencién pro- visoria sobre los limites de “este” texto concreto, la semiética vuelve a la persecucién de otros textos: aquellos de los cuales pretende su voz y su forma en su enunciacién siempre polifénica, aquellos que prolongan su forma estructurante para construir los relevos del “mundo”. El concepto fundamental de la interpretacién final en semiética 202 deviene intertextualidad, el de interpretacién final en hemenéutica se resume en el término “apropiacién”. Extraer las implicaciones de estos dos conceptos, permitiré compro- bar si es en ellos que cristaliza las oposicién fundamental entre la interpretacién hemenéutica y la interpretacién semidtica, cllos repre- sentan al mismo tiempo, para cada una de las dos disciplinas un ajuste en relacién a sus concepciones iniciales, permitiendo en cada caso una ampliacién del campo especifico en el sentido de una cierta convergencia, pero nunca total. 5.1. La nocién hermenéutica de “apropiacién”. Es a P. Ricocur a quien se debe la introduccién sistematica del concepto de “apropia- cién del mundo” a la teoria de Ja interpretacién, misma que cxige como contrapartida una puesta a distancia de naturaleza semidtica. Aquello que para Ricoeur se debe interpretar en un texto es “una proposicién de mundo, de un mundo tal que yo pueda habitar para proyectar ahi uno de los mios posibles, los mas propios. Esto es lo que yo llamo el mundo del texto, cl mundo propio a ese texto ainico” (1975: 212-213). En cuanto al concepto de apropiacién, éste pertenece a la tradicién hemenéutica del Romantismo, que fija el ideal de Ja interpretacién en el hecho de otorgar lo “suyo”, por parte del lector, mediando una actividad de tipo “adivinatorio” (Schleiermacher) de la idea, 0 el ¢s- piritu, o el genio del autor. Es ahi que se sittia el viraje que caracteriza a la filosofia de Ricocur: @) lo que se apropia no es una intencién del autor, sino el “mundo” creado por el texto; b) no hay apropia- cién sin una “distanciacién” previa tendiente a extraer la estructu- racién interna por la que el texto despliega su “mundo”. “Eso que nosotros hacemos nuestro —-escribe €l— eso que nos apropiamos para nosotros mismos, no es una experiencia extrafia o una intencidn dis- tante, sino el horizonte de un mundo hacia el cual una obra se dirige. La apropiacién de la referencia no encuentra otro modelo mas que en la fusién de conciencias, en la empatia, o en la simpatia. La Ile- gada del sentido y de la referencia de un texto al lenguaje, es la Hegada de un mundo al lenguaje y no el reconocimiento de otra persona” (1972: 52). Ademés, “si es verdad que toda interpreta- cién se acaba en una apropiacién, esta apropiacién cs la contrapar- tida de la puesta en distancia que la precede” 1971: 53). “Este momento de distanciacién est implicado en Ia fijacién por la escri- tura y en todos los fenémenos comparables en el orden de la trans 203 misién del discurso. La escritura, en efecto, no se reduce solamente a la fijacién material del discurso; esta es la condicién de un fené- meno mucho mds fundamental, el de la autonomia del texto. Auto- nomia triple: con respecto a la intencién del autor; con respecto, finalmente, al destinatario primitivo (...) Se puede apreciar en esta liberacién, la condicin fundamental para el reconocimiento de una instancia critica en el coraz6n de la interpretacién; pues aqui la dis- tanciacién pertencce a la mediacién misma” (1973: 52-53). Asi, la apropiacién del mundo del texto pasa necesariamente, para Ricoeur, por la mediacién estructurante que sélo la semiética, en tanto que ciencia de las formas discursivas, pucde extraer. Y cs por este sesgo que la descripcién y la explicacién semidtica devienen en niveles internos de la interpretacién hermentutica. Con la misma actitud, Ricoeur llega a conciliar las categorias epis- temolégicas que W. Dilthey tenia por irreconciliables: explicacién y comprensién. La primera correspondia para Dilthey a la tarea de las ciencias de Ja naturaleza, la segunda, a las ciencias del espiritu, guia- das segén él por el ideal de la coincidencia (psicolégica) entre los espiritus, En cuanto a la interpretacién, no sera mas que un caso par- ticular de comprensién aunque ésta se aplique al discurso “fijado” por la escritura. P. Ricoeur, en contraposicién, hace de la explicacién y de la interpretacién dos momentos complementarios en el tratamiento hermenéutico de todo texto. El comienza por liberar la actividad “ex- plicativa” de su dependencia en relacién al modelo epistemolégico de Jas ciencias naturales, introduciendo en su lugar la explicacién de tipo semidtico, Apoydndose en la mediacién de explicacién estructural la interpretacién retoma su autonomfa en tanto que apropiacién del ho- rizonte textual, “Explicar —escribe él todavia— es extraer la estatica del texto; interpretar es tomar el camino del pensamiento abierto por el texto, meterse en camino inverso al orients del texto” (1970: 198). Un recuerdo de las categorias fancroscépicas segiin Peirce asi como de las estructuras narratolégicas segin Greimas nos han permitido integrar a esta ampliacién de la interpretacién hermenéutica en direc- cién a la semidtica, el movimiento primero de la descripcidn. 5.2. La nocién semidtica de la “intertextualidad”. Lo real para la semidtica est4 siempre revelado por una “realidad” construida y el referente aparece en estado constante de prérroga textual. La inter- 204 pretacién final no puede ser de la misma naturaleza que la de la her- menéutica. Ahi donde la hermenéutica encuentra un mundo (siempre al interior de un texto) donde habitar, la semiética encuentra una “forma” de representacién y de hecho un ideologema. Este término que J. Kristeva ha introducido en Francia, tomandolo prestado de N. P. Medvedev y de M. Bajtin (Kristeva, 1970: 12-13) denota la forma que reincorpora una estructura concreta a un conjunto de practicas estructurantes, La interpretacién final de un texto por la semidtica, es la que lo reincorpora a otras practicas estructurantes y notablemente a otros textos: aquellos que produce como comentarios (relevo del “mundo” hermenéutico) y aquellos en los cuales retoma el principio estructu- rante 0 los enunciados. Es el principio de la intertextualidad. Dejandose prolongar hacia la interpretacién intertextual, la semié- tica greimasiana puede completar su trabajo sobre el texto haciendo que éste se desborde hacia otros textos que le sirven de referentes. Haciendo esto, ella se libera de la apariencia “generativista” de que su léxico se ve tenido desde el principio. Aunque se detenga el anilisis en el despejamiento de las estructuras llamadas “profundas”, se corre el riesgo de reproducir al revés el esquema que Harris y Chomsky aplican a la frase, que pretende que el paso entre las estructuras profundas y las estructuras de superficie se produzca sin que su interpretacién se~ méntica se vea afectada, De un extremo a otro de la transformacién, la significacién permanecera invariable, Transpuesto al texto como tota- lidad significante, este principio permitiria suponer que existe una especie de “mensaje” unitario y estable de un extremo a otro, las evo- luciones discursivas aparentes no sirven ms que para saturar de fi- guras el contenido de base. A la manera de los genotipos y de los feno- tipos de Saumjan, habria ahora un genotexto y un fenotexto que estableceria entre ellos las relacioncs a la vez de engendramiento (pro- fundidad/superficie) y de representacién (significado/significante). J. Kristeva ha podido aplicar con algiin éxito este esquema a una novela del siglo XV, Jean de Saintré de Antoine de La Sale; 'y el esquema, pudo funcionar sobre textas “cerrados” o sobre “mensajes” (Kristeva, 1970). Pero estos textos son excepcionales y el problema es otro toda vez que se trata de analizar particularmente textos contempordncos (Mallarmé, Lautréamont, Roussel, por ejemple) , que se colocan como una practica transgresiva que “renunciando a la presentacién, devienen inscripcién de su propia produccién” (Kristeva, 1968: 308). En este 205 caso 'y, finalmente, en la mayor parte de los textos (Bajtin lo ha mos- trado para los textos medievales, cf. Bajtin, 1970), el modelo trans- formacional no es e! mas pertinente. Es ahi, donde surge la nocién de intertextualidad: las secuencias 0 cédigos (los “‘enunciados”) de una estructura textual aparente, no son considerados como el fruto de un engendramiento a partir de una estructura profunda, sino como ope- raciones sobre los enunciados tomados de otros textos. Para la teoria de la intertextualidad un texto es un lugar donde las “voces” hablan y “se” hablan. Su operatividad significante esta hecha de citas y de transgresiones que se trata de sefialar y medir. El interpretante final de la semidtica basado en la pareja conceptual “texto-intertextualdiad” (dependientes de la pareja “genotexto-feno- texto”) consiste en captar la forma segiin la cual un texto recibe, in- corpora, subvierte los enunciados que tiene demds; dicho de otra manera: toma al texto en su propia operacién de Interpretante diné- mico— lo que conduce a pensar al texto particular segtin su integracién “de” y “en” el tejido social ¢ hist6rico. En efecto, la interpretacién semAntica de los enunciados constitutivos, “vira”, necesariamente en funcién del aparato textual que los acoge. El conjunto original que resulte puede coincidir con otras prdcticas estructurantes del mismo contexto socio-cultural (estructura de Ja economia, de la ciencia, de la filosofia, etcétera...), y se reencuentra asi la nocién de ideolo- gema. He aqui algunos corolarios para la prdctica concreta del andlisis semidtico de la dimensién intertextual: a) En primer lugar, la nocién de intertextualidad conduce a una revisién del concepto de “cédigo” en semidtica textual. En lingiiistica, el cédigo es esa suerte de virtualidad, puramente abstracta, compuesta de simbolos y reglas que permiten la formacién de las frases. Desde el punto de vista légico, precede (a la manera de una “competencia” ) la formulacién de los mensajes. En compensacién las “modelizaciones secundarias” que, segin Lotman (1973), constituyen el objeto de la semidtica, no tienen cédigo en el sentido estricto, es decir a parte ante (cf. Granger, 1976: 155), pucs no es la “lengua” la que les sirve de soporte constitutivo, sino los enunciados efectivos reorganizados en for- mas secundarias. Los modelos semiéticos son concebibles sobre todo como simulacros a parte post de lo que, en un texto individual, mo- dula la entrada y el tratamiento de los enunciados. 206 b) No hay diferencia de naturaleza entre los modelos que sirven para simular las “‘producciones” de un texto. Lo que un texto retoma de otros textos o de otras partes estructurantes, y lo que un texto suscita como comentario o como desarrollo simbélico puede ser descrito segin una tipologia global del préstamo y del didlogo intertextuales, c) La intertextualidad funciona en un texto en dos niveles: el de las formas estructurantes comunes y el de la “polifonia” (cf. Ducrot, 1984) de su dimensidn enunciva. Esto da nacimiento a dos tipos de modelos intertextuales. En primer lugar, las modelos diagramdticos, que pueden ser igualmente lamados “formales” 0 “paradigmaticos” (Serres, 1967) 0 ‘‘cibernéticos” (Granger, 1976), que sirven para des- cribir la modulacién de las estructuras de préstamos. En segundo lugar los modelos temdticos, que coinciden en un sentido amplio con lo que G. G. Granger llama “modelos semanticos” (1976), atin “hermenéu- ticos” (1969) y M. Serres “arquetipos” y que son de hecho modelos de lectura. En este segundo caso no se transcribe un contenido en tér- minos de estructura interna, sino se traduce los contenidos 0 mensajes heterogéneos (cl referente intertextual deviene asf, por ejemplo, reglas de Ja lucha de clases, de la experiencia edipiana, de la organizacién carnavalesca, de la antropologia cristiana en la exégesis medieval, etcétera. ..). d) Si las instancias descriptiva y explicativa de anilisis semidtico se mueven sobre un solo nivel de pertinencia del discurso analizado (ie. la pertinencia de las estructuras narrativas), la instancia inter- pretativa que jucga cl papel de Interpretante final cn semidtica, se aplica a la complejidad del texto, aun de la “obra”, a partir del umbral extremo de su clausura, integrando varios niveles de perti- nencia, Los simulacros més fieles de su funcionamiento seran aque- llos que resulten de una combinacién “hologrfica” de varios modelos, tanto diagramaticos como tematicos, }) La nocién de interaccién, desarrollada en pragmatica a partir de la teorfa de Bajtin (1977), de Goffman (1974) y de Grice (1979) entre otros, abre un panorama fértil, mal explorado hasta aqui en las investigaciones de semiética intertextual. Esta nocién puede ser- vir, entre otras cosas, para tratar de una manera inédita las relacioncs entre interpretacién semidtica ¢ interpretacién hermenéutica sobre la base de una teoria “‘dominada” (es decir, ir-venir “sincrénico” y autorregulador) de interaccién textual. 207 6, Recarrrutaci6n Seria sorprendente que al final de un recorrido obsesionadamente tri4dico, nos volvicramos a encontrar solamente ante dos instancias interpretativas del tercer tipo: la intertextualidad semiética y la apropiacién hermenéutica. De hecho, ellas reclaman una tercera que deberia ser la interpre- tacién epistemoldgica. Si la intertextualidad, como ultimo nivel de la interpretacién semidtica se agrega a la proyeccin icénica de los modos de préstamos entre las practicas significantes (aquello en que éta retoma un funcionamiento del tipo “primero”); si la apropiacién hermenéutica incorpora las virtualidades de las figuras del “mundo” a la categoria de existencia (signo del segundo tipo) la recurrencia epistemolégica ocuparia el puesto a este nivel, de un nuevo interpre- tante final en la medida en que ella controla los mecanismos de las ctapas precedentes, de manera eventual en la retro-aplicacién de sus propios instrumentos de andlisis. El cuadro siguiente recapitula la totalidad de las relaciones triadicas mencionadas: Primaridad Secundaridad Terciaridad Representamen Objeto Interpretante (Iceno) (Indice) (Simbolo) Intepretante Interpretante Interpretante inmediato dindmico final o p.d. Interpretacién Interpretacién Interpretacién categorizante algoritmica referencial Contrato Sancién Enunciacién Soe ete Interpretacién Deseripeién Explicaci6n prop. dicha Intertextualidad Apropiacién Regulacién semidtica hermenéutica epistemolégica 208 Si la serie de niveles triples se detiene aqui con la regulacién episte- molégica, es porque esta figura, tomando en consideracién las instan- cias que le preceden, de Interpretacién final o propiamente dicha. Pero no debe ser tomada ni como cl Interpretante légico ultimo de Peirce ni como la culminacién dialéctica en un Absoluto hegeliano. Los interpretantes segtin Peirce desencadenan un movimiento virtual- mente infinito. Toda detencién no podra ser mas que arbitraria o debida a las restricciones practicas 0 metodolégicas del anilisis. El discurso epistemoldgico mismo, puede ser el objeto de una “sancién” semiética y prolongar asi, definitivamente, la serie de triadas. Se pretende que esta concepcién de la interpretacién se separe de Ja teoria “dura” que concierne a la jerarquia de los metalenguajes, La semiética como teoria se retroaplica las reglas de su objeto: ella se “narrativiza”’, como se dice que el sistema formal de Gédel, se “arit- metiza”’, las categorias semidticas devienen, asi, en “recursivas”. Esta paradoja de un modelo que hace, en parte, “cuerpo” con su objeto (cf. S. Marcus, 1985) puede ser superable (pero no deformable) aceptando el corolario —también gédeliano) de incompletud del sis- tema: toda interpretacién ultima deviene, de hecho en inconcebible. Tr. Clara Angélica Urreta Calderén (Universidad Auténoma de Puebla) BIBLIOGRAFIA Althusser, L. (1970); “Idéologie et appareils idéologiques d’Etat (notes pour une recherche)”, en Le Pensée, No. 151, mai-juin, pp. 3-38. Bakhtine, M. (1970): L’oeuvre de F. 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