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La Experiencia del Pastor Bullon

Este es un fragmento de predicación por el pastor Alejandro Bullon, durante la campaña del
Madison Square Garden, New York, USA

Les voy a contar mi experiencia esta noche. Yo nací en la iglesia adventista prácticamente
porque mi mamá conoció el evangelio cuando yo tenia cuatro años. Mi madre fue una mujer
piadosa. En la iglesia pequeña donde me críe, crecí, encima del púlpito había las tablas de la
Ley de Dios y todos debían de saber de memoria las tablas de la ley, los mandamientos de Dios.
En aquellos tiempos todos los jóvenes deberían de memorizar el versículo de la devoción
matutina: hoy día ya esta pasando de moda, la verdad que no aquí. Los mayores versículos que
yo se no los aprendí en la facultad de teología, los aprendí con la devoción matutina. Pero a la
fuerza porque el grupo donde yo estaba era pequeño.

Había un diácono que era viejito y él tenia una vara larga y en el extremo de la vara un clavo
para afuera y él se quedaba afuera parado. Cuando dos chiquitos conversaban el no se daba el
trabajo de ir y hablarles, no, él con el extremo de la vara alcanzaba cualquier extremo del
pequeño salón y entonces agarraba la vara y con el clavo, cuantas veces ese clavo me hirió la
cabeza.

Todos los últimos viernes de cada mes era vigilia. Los adultos toda la noche. Los niños hasta
doce años hasta media noche, imaginen un chiquito de seis, siete años, quedar despierto hasta
la media noche oyendo predicar a un viejito que no sabia predicar, él leía los sermones que el
pastor le daba pero no sabia leer, él deletreaba los sermones y yo con seis años tenia que
esperar hasta la media noche despierto porque si cerraba los ojos el diácono con el clavo me
pegaba, porque era pecado dormir en vigilia.

Y al día siguiente debíamos ir y decir los siete versículos de la devoción matutina de memoria
porque si no la esposa del diácono que era diaconisa, otra viejita dura, nos pasaba hortiga en la
boca. Así crecí en una iglesia. Esos hermanos con la mayor sinceridad, ellos nunca pensaron
que estaban haciendo mal, ellos estaban haciendo eso con la mayor sinceridad, ellos pensaban
que estaban preparando esos niños para ser la iglesia del futuro y que estaban enseñándoles el
camino que debemos andar, con toda sinceridad, Dios nunca les va a cobrar a ellos porque ellos
hacían lo mejor que podían con la luz que tenían. Pero yo comencé a crear en mi corazón una
rebeldía.
Pensaba así, cuando yo crezca me largo de esta iglesia, no quiero ser adventista, no me gusta
esto. ¿Y a quien le iba a gustar ese tipo de vida?. Pero cuando llegue a crecer y ya podía salirme
yo descubrí otra tragedia mayor ahí. Yo era una especia de perrito amaestrado dentro de la
iglesia, entonces nunca podría salir de la iglesia. La iglesia se había formado parte de mi vida y
comencé mi vida monótona en la iglesia. No era feliz, no tenia alegría, pero cumplía todo,
obedecía todo.

Me bautice con trece años. Una voz me decía aquí dentro, ahora ya te bautizaste, ahora no
puedes fallar y yo me esforzaba para no fallar, pero no era feliz. Había un vacío que estaba en mi
corazón. Con 16 comencé en la facultad de teología. La voz, ahora tu vas a ser un futuro pastor,
mira, tienes que portarte bien; y el vacío continuaba.

Con 20 años me entregaron mi primera iglesia para ser pastor. Mis hermanos, yo fui un pastor
durante los primeros años de ministerio que no sabia quien era Jesús. Yo me portaba bien, había
una voz que me decía tu debes dar ejemplo a tu iglesia y yo me esforzaba para eso, pero había
un vacío en mi vida, algo que me preocupaba y yo le preguntaba a Dios ¿Por que? Yo no estoy
haciendo nada malo, me porto bien, doy estudios bíblicos, trabajo ¿Por qué soy así? Habían
sábados en que abría mi Biblia para predicar, hermanos, “Jesús nos hace feliz”, “Jesús nos da
felicidad” y en la mitad de mi sermón me daban ganas de cerrar la Biblia y decir hermanos todo
es mentira ¿Porque no soy feliz? Pero no podía hacer eso, yo era pastor, como podía hacer eso.
A medio día todos mis hermanos se iban a su casa a almorzar. Yo era soltero. Me iba a mi
cuarto, me tiraba en la cama, mirando el techo, pensando Dios que pasa conmigo, las lagrimas
comenzaban a salir. Yo no entendía lo que pasaba conmigo. Pase así el primer año de mi
ministerio, y el segundo año de mi ministerio, cuando llego el segundo año en Diciembre fui a mi
presidente y metí la mano en el bolsillo y saque mi credencial y le dije Pastor, no voy a ser mas
pastor.

- ¿Por qué no soy feliz?.

¿Por que? porque no soy feliz. ¿Saben lo que hizo mi presidente? En esos dos años yo había
alcanzado mi blanco de bautismos y cuantas veces se valora el trabajo de un pastor por blanco
de bautismos y yo fui un pastor que nunca dejo de alcanzar su blanco de bautismos y estaba
fracasado por dentro e infeliz y nadie se preocupaba por eso porque estaba alcanzando mis
blancos. Mi presidente ¿Saben lo que hizo?. Salió detrás de su escritorio, cerro la puerta con
llave, saco una silla, se sentó a mi lado, me abrazo y me dice: "¿Tienes algún pecado escondido
en tu vida?". Y yo le dije pastor, por primera vez en mi vida le digo una cosa, yo quisiera tener
algún pecado visible escondido, porque entonces por lo menos yo sabría por que no soy feliz,
pero aparentemente me va todo bien, mi vida esta bien. Solo que no soy feliz.

- Misionero entre los indios campas.

Y Dios inspiró a ese hombre porque él me dijo: mira, toma tu credencial por un año más. Te
vamos a sacar de aquí de la capital de Lima y te vamos a mandar para la selva. Vas a ser pastor
entre los indios de la tribu Campa, allá en el interior de la selva, tal vez entre la selva solito te
encuentres contigo mismo. Solo que él se equivoco, yo no necesitaba encontrarme conmigo
mismo porque yo estaba cansado de encontrarme conmigo mismo y lo único que encontraba era
un peso de desesperación y vacío. Yo necesitaba encontrarme si, pero con otra persona que yo
nunca me había encontrado.

Y fui a la selva. Fui misionero entre los indios de la selva de la tribu campa durante tres años.
Aprendí a hablar el idioma de ellos, viví con ellos, comí con ellos, dormí con ellos, anduve con
ellos en medio de la selva, en medio de los ríos en canoa, en fin, gaste tres años de mi vida con
los indios. Los llegue a amar y Dios me bendijo mucho allá, pero un día viernes yo salí de mi
casa, debía andar por la selva durante dos, tres horas para llegar a una aldea y allí pasaría el fin
de semana con esos hermanos indios.

Comencé a andar, salí a las seis de la mañana, me fui, me fui, llego medio día y yo me di cuenta
que estaba perdido en medio de la selva. Trataba de encontrar el camino de la selva, la trilla.
Una de la tarde, dos de la tarde, cansado con hambre y no había trilla. A las cuatro de la tarde en
la selva ya comienza a oscurecer. Los árboles enormes ya comienzan a esconder del sol, el cielo
se puso negro, anunciaba una tormenta. Una hora después la lluvia comenzó a caer
terriblemente y yo todavía en medio de la selva anduve, en medio del barro fui andando,
andando hasta que no pude más.

Me senté debajo de un árbol y comencé a esperar que la lluvia pasara. Seis de la tarde. Me
dieron unas ganas de llorar. Muchas veces viernes a las seis de la tarde estaba en mi casa bien
bañado, con mi ropa limpia, ese olor de pan caliente que todo hogar de los cristianos siempre
tienen, comida caliente. Y hoy era viernes, seis de la tarde, mojado, empapado de barro, debajo
de un árbol. Y yo le dije a Dios, si por lo menos yo supiese por que lo hago, si por lo menos yo
fuese feliz, pero no se ni para que estoy aquí. Aquí estoy sufriendo y la lluvia no paraba. Siete,
ocho, nueve de la noche, cuando la lluvia disminuyo un poco yo pensé no puedo quedarme aquí.
Tengo que llegar a la aldea y anduve en medio del barro, cayéndome, levantándome,
cayéndome, levantándome, fui andando, andando. La noche oscura, los sonidos misteriosos de
la selva, la lluvia que caía. Fue ahí cuando resbale y caí en un abismo, mi mochila con mi Biblia,
con mis cosas fueron mas abajo. Me quede atracado por un tronco, trate de salir, pero todo lo
que hacia no valía para nada.

IMPOTENCIA HUMANA.

Salía un poquito, resbalaba y caía, salía otro poquito y caía y resbalaba y caía y resbalaba y caí
y cada vez mas lleno de barro. Ahí comencé a llorar. No de miedo, no de hambre, no de
cansado. Comencé a llorar de impotencia, impotencia, ¿Saben lo que es eso? querer hacer algo
y no poder, pero lloré también por otro motivo mayor, porque allí entendí mi vida. Toda mi vida
había sido así, luchando para querer salir del abismo sin conseguirlo, gastando mis fuerzas por
conseguirlo sin lograrlo.
En ese momento yo necesitaba de arriba y ahí entendí mi tragedia. ¿Que cosa había en mi
corazón? la iglesia adventista, la doctrina, el espíritu de profecía, etc. ¿Donde estaba Jesús?
Estaba allá en su santuario, pero yo no lo necesitaba allá, yo lo necesitaba aquí y necesitaba que
él me sacara de esa situación, pero en toda mi vida yo había vivido solito, solo.

PERDIDO... PIDIENDO AUXILIO.

Queridos, yo comencé a gritar con todas mis fuerzas. En la selva cuando alguien se pierde tiene
que gritar para que alguien pueda oír el grito y también grita y por el grito las personas se
aproximan y se ayudan. De repente oí que alguien gritaba lejos, pero continúe gritando y el grito
se aproximo. Continúe gritando y el grito cada vez mas cerca, mas cerca. Sentí que alguien
estaba en la trilla, comenzaba a bajar, sentí los pasos de él en el barro y de repente alguien llegó
cerca de mí. Era un indio campa, de la selva, con su rostro marcado por las tradiciones de la
tribu, me extendió la mano.

EL INDIO LE EXTENDIO LA MANO.

Yo le pregunte quien eres, no dijo nada, me extendió la mano, agarre su mano. Era una mano
gruesa, llena de callos y me comenzó a jalar, mis pies resbalaban en el barro y los pies de él
parecían un tractor e iban subiendo y subiendo hasta que llegamos allá encima en la trilla. Yo le
pregunte ¿Quién eres? y no me respondió. ¿De donde viniste? nada. Que estabas haciendo por
aquí, yo pensé que no entendía lo que le hablaba porque yo recién había llegado a la selva y no
hablaba el idioma de ellos. Me agarro del brazo y me comenzó a llevar y anduvimos mucho
tiempo en la oscuridad, pero en su brazo estaba seguro. Caminamos y caminamos. Le pregunte
muchas cosas en el camino y nunca dijo nada. De repente se paro y me mostró para abajo.
Había luz allá, era la aldea que estaba buscando. Lo deje y comencé a correr y caí nuevamente
para abajo. Él me alcanzó y me levanto y me ayudo a llegar hasta la aldea. Ahí llame en voz alta
y un hermano indio salió con una antorcha encendida así y cuando me reconoció me dice: Pastor
¿Usted esta loco? ¿Cómo se le ocurre venir a esta hora? le dije: no, yo no vine a esta hora. Yo
salí a las seis de la mañana y me perdí. Él me dio ropa, me dio una frazada, me tire en el suelo
cerca de la candela con un fuego que siempre esta vivo y dormí.

DESPERTE Y ERA SABADO.

Cuando desperté era sábado. Mi ropa estaba seca cerca del fuego. Había yuca asada y
mazamorra de plátano cerca del fuego, me vestí. Salí para el patio de la aldea y los hermanos
indios estaban ahí comentando. Entonces, vinieron a preguntarme

- ¿Cómo fue?, ¿Cómo llego?

- Llegue porque alguien me trajo

- ¿Que indio?
- El indio que estaba conmigo anoche aquí.

- No, pero si usted estaba solo.

- No Juan, cuando tu me recibiste el indio estaba a mi lado.

Y Juan me dice Pastor, cuando las personas, especialmente los blancos se pierden, porque ellos
llaman blancos a los que no son indios, cuando ellos se pierden se asustan y ellos empiezan a
inventar cosas.

- Esta bien Juan, donde hay agua, quiero lavarme.

Me dice hay un arroyo allí abajo, fui por ese camino y cerca de ese arroyo me arrodille y ore y
por primera vez en mi vida hermanos, yo no sentí mas que mi oración se iba para allá. Yo sentí
que alguien había a mi lado escuchando lo que estaba hablando.

NACI DE NUEVO.

Yo nací en aquel arroyo, fue allí donde me agarre de la mano de Jesús, fue ahí donde le dije no
te voy a soltar nunca. A mi no me importa si ese indio fue de verdad y después se fue o si fue un
ángel, si fue Jesús, no es eso lo que me preocupa.

Es que aquella noche Jesús me enseño la lección. Me dijo, hijo en la vida cristiana no puedes
andar solo, tienes que andar conmigo, porque solo te vas a caer y caer y caer y nunca vas a
conseguir nada. Tienes que agarrarte de mí y desde aquel día, ya pasaron muchos años
¿Sabes?, en todos estos años de ministerio yo he sufrido mucho ya. Estuve 10 días preso, en la
cárcel. Nunca entendí por que, solito en una celda le dije: Jesús, ¿donde estas? y yo sentí la voz
de él diciendo: tu no me ves, pero estoy aquí. Jesús es mi amigo. A veces dirijo mi carro en
una ciudad tan grande como Sao Paulo. Paro en un semáforo y de repente veo que el
compañero del otro carro me esta mirando sonriéndose, y es que yo estoy hablando solo, y el
debe pensar que estoy loco, yo se con quien estoy hablando.

Por fuerza de mi trabajo vivo viajando, solo, en restaurantes, y hoteles, aviones, autobús, pero
cuando llega la noche y me acuesto yo siento el calor de mi amigo. Y queridos, yo nunca
mas me preocupe en portarme bien. Quiero que me entiendan. Antes yo vivía preocupado en
portarme bien, ahora ya no es esa mi preocupación. Mi preocupación es no soltar nunca el
brazo de mi amigo Jesús. Yo supongo que debo estar portándome bien, porque sino ya me
hubieran quitado la credencial de pastor, ya no seria pastor, si sigo siendo pastor debe ser que
me estoy portando bien, pero eso es un resultado.

Mi preocupación es Jesús, no quiero soltarme de ti nunca y yo no se a veces que palabras usar


para decirles hermanos, tenemos que apasionarnos por Jesús. Tenemos que hacer de él el
centro de nuestra vida. La vida cristiana es llegar al punto de decir: Señor, tú eres mi vida, si tu
me dejas yo no soy nadie, tú eres todo para mi, por favor no me sueltes la mano, no quiero
separarme de ti. Y el día que llegue a ser esa tu experiencia te vas a sorprender con los frutos
maravillosos que Dios te va a dar.

Esta noche voy a hacer una invitación. Es posible que esta noche hay gente aquí que ama a
Jesús mucho, hay gente que ama a Jesús mas o menos, hay gente que no ama a Jesús y
también que quiere amar a Jesús y no puede porque descubre que su corazón solo ama las
cosas que no valen y es posible que hay alguien que no quiere amar a Jesús. Sea cual fuere tu
caso yo quiero que tu le digas a Jesús: Señor, te amo, pero quiero amarte más. O entonces,
Señor, te amo un poquito, enséñame a amarte más. O entonces, Señor, no te amo, ¿cómo
puedo hacer para amarte?. O entonces, Señor, yo quiero amarte pero mi corazón no quiere,
entonces dame un corazón capaz de amarte.

Pero si tu quieres decirle eso a Jesús, yo quiero que tu te levantes y vengas aquí al frente, tal
vez no sea fácil, tal vez si, pero si tu quieres decir eso a Jesús ahora levántate y ven y vamos a
reunirnos aquí y consagrar nuestra vida a Dios.

A medida que el Espíritu de Dios te dice: "anda, levántate" y ven. No lo hagas porque otro lo
hace, hazlo si realmente sientes que necesitas amar a Jesús con todo tu corazón. Que Dios te
bendiga

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