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Justel
B. E. Solans
J. P. Vita
J. Á. Zamora
(eds.)
Actas del
IV Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo
(Zaragoza, 17 a 21 de Octubre de 2006)
SEPARATA
Zaragoza 2007
Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo (4º. 2006. Zaragoza)
Las aguas primigenias: el Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización / ed. de
Josué Javier Justel Vicente; Bárbara Eugenia Solans Gracia; Juan Pablo Vita Barra; José
Ángel Zamora López. – Zaragoza: Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo, 2007
ISBN 978-84-95736-72-7
I. Oriente Medio – Civilización – Hasta 622 II. Oriente y Occidente III. Biblia A. T.
IV. Humanidades – Proceso de Datos V. Egipto – Civilización – <....-<0332 VI. Justel
Vicente, Josué Javier VII. Solans Gracia, Bárbara Eugenia VIII. Vita Barra, Juan Pablo
IX. Zamora López, José Ángel X. Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo (Zaragoza)
931(5-011)
Edición
Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo
Centro Mixto entre las Cortes de Aragón, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Zaragoza
Editores
Josué Javier Justel Vicente, Bárbara Eugenia Solans Gracia,
Juan Pablo Vita Barra, José Ángel Zamora López
Diseño de la colección
Víctor M. Lahuerta
Maquetación
Digitalia Scripta & Enrique N. Vallespín
Impresión
ARPIrelieve
ISBN
978-84-95736-72-7
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las
leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático.
Volumen I
Presentación .......................................................................................................... 9
Sesión Inaugural
Marco Simón, F., Ex Oriente magia: adaptación y cambios rituales en el mundo
helenístico-romano.......................................................................................... 17
Oriente Indoeuropeo
García Trabazo, J. V., Ahhiyawafrage y cuestiones conexas. ¿Podemos extraer
más datos de las fuentes hititas? ..................................................................... 43
Álvarez-Pedrosa Núñez, J. A., Mensaje, iconicidad y prestigio en los sellos
hititas de época imperial ................................................................................. 69
Bernabé Pajares, A., La mujer en las leyes hititas................................................. 85
González Salazar, J. M., Sanar el cuerpo y purificar el espíritu en los rituales hititas..... 99
Lozano Velilla, A., La Liga Licia: antecedentes y modelos federales minorasiáticos.. 115
Molina Valero, C., Contactos griego-licio: las inscripciones bilingües................ 127
Pelegrín Campo, J., Lenguas, escrituras y poder: el caso de las acuñaciones
bilingües indogriegas ...................................................................................... 143
Nuevas Tecnologías
Fernández Jurado, J. – Álvarez Abellán, A. C., Huelva Arqueológica y las
publicaciones electrónicas de la Sección de Arqueología de la Diputación
de Huelva ........................................................................................................ 163
Cervigón Moreno, R., AMU. Analizador Morfológico Ugarítico ......................... 173
Barés Gómez, C., La Hermeneumática y la filosofía del lenguaje ........................ 183
Siabra Fraile, J., El módulo sintáctico del Ugaritic Data Bank – UDB................. 189
Zamora López, J. Á., Algunas notas técnicas sobre el Corpus Inscriptionum
Phoenicarum necnon Punicarum (CIP) – Phoenician Data Base (PhDB) ............... 203
Mesopotamia
Sanmartín Ascaso, J., Antes y después de Gilgamesh............................................ 221
Belmonte Marín, J. A., El paisaje hidrográfico del Medio Éufrates según la
documentación de Hana y Emar ..................................................................... 241
Caramelo, F., Las profecías en el reinado de Asurbánipal.................................... 281
Gil Fuensanta, J. – Crivelli Montero, E., ¿Existió un “Período” Uruk en el norte
de Mesopotamia? (Investigación en la zona de Biredyik-Karkemish,
Éufrates turco) ................................................................................................ 289
Montero Fenollós, J. L., Aspectos territoriales del reino sirio-mesopotámico de
Mari. Nuevas evidencias arqueológicas para la reconstrucción de la
frontera septentrional...................................................................................... 311
Oliva Mompeán, J., Qatna, Yamhad y el Orontes en época tardo amorrea .......... 327
Ramos dos Santos, A., O sector “privado” nos arquivos Babilónicos (626-339 a.C.) 335
Volumen II
Índice general (Volúmenes I y II).......................................................................... 359
Siria – Palestina
Molist Montaña, M., Prácticas funerarias y primeras sociedades agrícolas del
Próximo Oriente: caracterización y discusión como variable arqueológica
de análisis ....................................................................................................... 365
Egea Vivancos, A., Agua y religión. El santuario de Atargatis en Hierapolis (Siria).. 383
Estebaranz i Sánchez, F. – Martínez Martínez, L. M. – Anfruns Llobet, J. –
Martínez Pérez-Pérez, A., Estudio preliminar del esqueleto postcraneal del
yacimiento neolítico de Tell Halula, Siria....................................................... 401
Fernández-Tresguerres Velasco, J. A., La casa 77 dentro del conjunto del
“Templo de las Serpientes” de Jebel al-Mutawwaq (Jordania) ..................... 421
Oriente en Occidente
Blázquez Martínez, J. M., El agua en los santuarios fenicios de la Península
Ibérica y sus prototipos mediterráneos ..................................................... 531
Cañas Reíllo, J. M., Problemas de adaptación de realidades y conceptos
semíticos en el mundo grecorromano: el testimonio de las traducciones
de la Biblia al griego y al latín ................................................................. 557
Carbó García, J. R., De Siria al Danubio: consideraciones sobre las formas de
difusión de los cultos sirios en la Dacia romana ...................................... 567
Celestino Pérez, C. – Salgado Carmona, J. Á., Fenicios e indígenas a través del
tesoro de Aliseda....................................................................................... 587
Enjuto Sánchez, B., Importancia y pervivencia del mundo oriental entre la
aristocracia senatorial romana del s. IV d. C. .......................................... 603
Escacena Carrasco, J. L., El dios que resucita: claves de un mito en su primer
viaje a Occidente....................................................................................... 615
Ferrer Albelda, E. – García Fernández, F. J., El fenómeno de la polis en el
mundo púnico occidental .......................................................................... 653
Niveau de Villedary y Mariñas, A. M.ª, Acerca de ciertos cultos semitas
extremo-occidentales ................................................................................ 669
Egipto
Pérez-Accino, J. R. – Pérez Díe, M. C., En el principio era el río. Agua, poder y
mito en el Egipto Antiguo................................................................................ 707
Índice General 13
El fenómeno de la polis en el mundo
púnico occidental
1. Introducción
El análisis de la estructura política de las comunidades púnicas1 de Iberia
reviste una demostrada complejidad, una muestra de la cual son los escasos
acercamientos al tema (García Moreno 1992; Arteaga 1994 y 2001; Ferrer
1998, e.p. a; López Castro y Mora 2002). Las causas son obvias y no hace falta
insistir en ellas: la ausencia de documentación escrita de primera mano, salvo
quizás algunos epígrafes monetales, la escasez y atonía de los testimonios
literarios griegos y latinos hacia éstos y otros aspectos (Ferrer 1996), y la
insuficiencia y límites de los análisis arqueológicos sobre territorio.
Los medios utilizados para compensar esta indigencia documental han sido
diversos, pero en casi todos predomina el recurso al paralelismo y a la
importación de fenómenos culturalmente relacionados, como el cartaginés, que
dispone de una documentación literaria y arqueológica sobre sus instituciones
políticas más amplia (Tsirkin 1986; Huss 1993: 307 ss.; Lancel 1994: 110 ss.;
Bondí 1995: 300 ss.). En la historiografía española, el modo tradicional de
abordar estos aspectos ha sido la integración de las antiguas colonias fenicias en
el “imperio” cartaginés como territorio colonial (Ferrer 1996b y 2002-2003),
siguiendo el modelo sardo, en el que el dominio metropolitano se manifestaba,
654 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Calate, Sualis, Menobora, Sixo, Molibdine, Elibirge, Ibila, Sicane,
Crabasia, Hiope, son poleis mencionadas por Hecateo de Mileto en su
Descripción de la Tierra (h. 500 a. C.), libro desaparecido pero del que se
conservan citas directas en la obra compilatoria de Esteban de Bizancio2.
Aunque se desconocen las fuentes consultadas por el milesio, se reconoce en
Hecateo el primer intento por sistematizar la información geográfica y
etnográfica referida al Extremo Occidente, acumulada por los griegos durante
el período de las colonizaciones, en un discurso “científico” que se alejaba
intencionadamente de la tradición épica y mítica de sus predecesores y de sus
contemporáneos (de Hoz 1989: 30). Asimismo Hecateo también elaboró una
primera ordenación étnica de los espacios peninsulares, asignando estas poleis
a tres ethne: mastienos, tartesios e iberos.
Hasta mediados del siglo IV a. C. no disponemos de nuevas informaciones
sobre poleis en el Extremo Occidente. Una de ellas es la noticia, repetida en
dos ocasiones (Periplus 1 y 111; THA IIB 61a y d), contenida en el Periplo del
mar de la parte habitada de Europa, Asia y Libia, referida a la existencia de
dos islas de nombre Gadira situadas a una singladura de las Columnas de
Heracles, en una de las cuales se encontraría una polis. En este caso no hay
lugar a dudas de que el término equivale a ciudad y de que se identifica, como
su propio nombre indica, con la fundación fenicia. En el mismo contexto
cronológico y geográfico Éforo (c. 405-330 a. C.) aludió a una polis
denominada Calatusa que siglos después Esteban de Bizancio identificaría con
la Calate de Hecateo (FGrHist 70; THA IIB 63i). También de mediados del
siglo IV a. C., hacia 340 a. C., es el testimonio de Teopompo sobre otra polis,
Jera, situada en las cercanías de las Columnas de Heracles (FGrHist 115; THA
IIB 64a).
Habrá que esperar a la conquista romana para tener de nuevo noticias sobre
los pueblos y lugares del lejano Occidente. Se trata en su mayor parte de
informaciones de primera mano procedentes de geógrafos e historiadores que
habían acompañado a las tropas romanas durante las guerras de conquista o
que habían visitado algunos lugares de Hispania tras su pacificación a lo largo
del siglo I a. C. Desgraciadamente, la mayor parte de sus escritos han
desaparecido parcial o totalmente, por lo que debemos recurrir a referencias
indirectas de autores posteriores como Estrabón o Apiano. Es lo que ocurre,
por ejemplo, con el libro XXXIV de las Historias de Polibio, donde el
megalopolitano realizaba una descripción de las tierras occidentales, o con las
2 Calate: FGrHist. 39 Jacoby (THA IIA 23a); Sualis: FGrHist. 52 Nenci (THA IIA 23d);
Menobora: FGrHist. 42 (THA IIA 23e); Sixo: FGrHist. 43 (THA IIA 23f); Molibdine:
FGrHist. 44 (THA IIA 23g); Elibirge: FGrHist. 38 (THA IIA 23h); Ibila: FGrHist. 45 Nenci
(THA IIA 23i); Sicane: FGrHist. 45 (THA IIA 23j); Crabasia: FGrHist. 46 (THA IIA 23k);
Hiope: FGrHist. 48 (THA IIA 23l). Algunas de éstas son atribuciones de G. Nenci a la obra
del milesio, concretamente Sualis e Ibila, no aceptadas por todos los autores: P. Moret (2006):
43, tabl. 1.
3 THA IIB 142bd, THA IIB 142w y THA IIB 142a. En el caso de Malace la cita es doblemente
indirecta, pues está extraída del epítome que hace Marciano de Heraclea de la obra de
Artemidoro. Las otras dos referencias proceden del libro segundo de los escritos geográficos
del efesio.
4 Es interesante la referencia de Estrabón a esta polis porque enlaza con una cita más antigua de
Timóstenes de Rodas (h. 280 a. C.) alusiva a la importancia de la ciudad portuaria: “…
navegando desde nuestro mar al Mar Exterior, este monte (Calpe) queda a la derecha y, junto
a él, a cuarenta estadios, la ciudad de Calpe, famosa y antigua, que en tiempos fue la rada de
los iberos. Algunos dicen que era una fundación de Heracles, entre ellos Timóstenes, que
afirma que antiguamente se llamaba también Heracleia y que tiene una gran muralla y
dársenas” (Estrabón III.1.7; THA IIB 89j).
656 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
sobresalen las profundas diferencias culturales, de origen y de evolución
histórica5. No obstante, disponemos de antecedentes en esta pretensión, como
el caso concreto de Cartago, ciudad-estado que Tsirkin (1986: 140), al hacerse
eco de la opinión de los historiadores soviéticos contemporáneos, no dudaba
en caracterizarla como polis pues compartía con algunas poleis griegas ciertas
instituciones políticas que Aristóteles había destacado en sus comentarios
sobre la “constitución” de la ciudad norteafricana. No faltan tampoco quienes
afirman, no sin razón, que el modelo de organización sociopolítico que
conocemos con el nombre de polis pudo tener su origen último en la ciudad-
estado próximo-oriental, de la que las comunidades fenicias fueron sus últimas
herederas y principales transmisoras al Mediterráneo (Gschnitzer 1988: 300-
301; Gunther 1996: 789; Murray 2000: 237-238)6.
En el ámbito exclusivamente griego la propia definición de polis dista
mucho de ser unánime, ha ocupado muchas páginas y esfuerzos, y, para lo que
nos interesa, presenta una problemática con tres principales facetas. En primer
lugar el concepto de polis no es unívoco para los mismos griegos, sino que
muta de una época a otra, e incluso de un autor a otro, llegando a ser en
ocasiones extremadamente ambiguo (Duthoy 1986: 3-5; Sakellariou 1989:
375; Murray 2000: 235); piénsese en la distancia temporal e ideológica que
separan a Hecateo, Éforo y Estrabón, tres de los autores que nos han
proporcionado datos sobre poleis púnicas del Extremo Occidente. Según
Sakellariou (1989: 375-376), hasta entrado el siglo VI a. C. el término polis
fue sinónimo de “hábitat protegido por una acrópolis” (por ejemplo, en
Homero), y después adoptaría en ático una segunda acepción, la sede de un
gobierno. Tampoco se puede afirmar que exista un patrón ideal de polis ni
un proceso unidireccional de desarrollo como modelo de organización
sociopolítica y territorial sino más bien diferentes alternativas que pudieron
evolucionar de modo diverso en los distintos ámbitos griegos (Cardete
2005: 82)7.
8 La división étnica del litoral meridional y oriental de Iberia que proporciona Hecateo de
Mileto y la atribución de poleis a una u otra etnia (tartesios, mastienos, iberos) presenta
algunos problemas interpretativos (Moret 2004: 40-43).
658 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
de la participación en sus instituciones. En contraste, los asentamientos
mediterráneos que los periégetas griegos, como Hecateo, denominaban poleis
respondían a un prototipo de ciudad-estado no exclusivamente heleno
caracterizado por su ubicación en las principales rutas comerciales y por
disponer de áreas de mercado, mantener un alto grado de autonomía política y
generar fenómenos de aculturación en las áreas tribales circundantes. En
cualquier caso, como señala Cardete (2005: 82), “cuando tratamos de definir
qué es una polis, es muy importante que no caigamos en la equiparación
simplista de núcleo urbano y comunidad política”.
Esta división crono-tipológica puede ser adaptada sin forzar los datos a las
poleis púnicas de Iberia, considerando la conquista bárquida del Sur y Levante
como el punto de inflexión de un estadio a otro. Gadir, Carteia, Malaca, Sexi
o Baria reunían las características de las poleis de época arcaica-clásica, como
seguidamente veremos, pero la ocupación cartaginesa (237-206 a. C.), y la
posterior conquista romana, trajeron consigo la integración de extensos
territorios y numerosos grupos étnicos en una superestructura política
administrada a través de diversas fórmulas desde ciudades-estado convertidas
en grandes estados territoriales. En consecuencia, los testimonios literarios
sobre Iberia/Hispania posteriores a la Segunda Guerra Púnica ofrecen una
imagen distorsionada del fenómeno de la polis, condicionada por la imparable
expansión romana por el Mediterráneo. La superestructura política y
administrativa que representa el modelo provincial romano se proyecta desde
el presente hacia el pasado, dando lugar a nuevas realidades geopolíticas y
etnogeográficas, como ocurre con los conceptos “Turdetania” y “turdetanos”
(García Fernández 2003: 185). Al mismo tiempo se produce una
transformación de las comunidades políticas de raigambre fenicio-púnica en
las costas del sur y levante peninsular, enfrentadas a la necesidad de reforzar
sus señas de identidad respecto a Roma como forma de garantizar una cierta
autonomía política, así como los ámbitos de su influencia económica (Chaves
et al. 2006). La palabra polis adquiere a partir de entonces un significado más
acorde con la idea de ciudad, de aglomeración urbana, como hace Estrabón,
equivalente en buena medida al término latino oppidum (Jiménez de
Furundarena 1993).
9 La leyenda del anillo reza: “Al Señor, al poderoso Milk-Astart y a sus siervos, / al pueblo de
Cádiz” (Marín 1979-80: 224).
660 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
gaditanos se suelen reunir a menudo, ya que no está mucho más de cien
estadios del arsenal de la isla”10.
Seguidamente comentaremos conjuntamente los criterios de “territorio
delimitado”, “microdimensionalidad” y de “hábitat mononuclear”, pues los
tres se refieren a la proyección política de estas comunidades sobre el
territorio. Como ya hemos señalado en otra ocasión (Ferrer e.p. b)
desconocemos los límites territoriales de las poleis púnicas pero contamos con
algunos datos, sobre todo los extraídos de las prospecciones arqueológicas, que
permiten definir patrones de asentamiento; a partir de éstos podemos afirmar
que en líneas generales las comunidades púnicas, y también las turdetanas,
concentraban su población en oppida, constituidas en sedes de instituciones
políticas, que normalmente llevaban aparejados fenómenos de urbanización, y
que, según el caso y la cronología, podían redistribuir a la población en
asentamientos rurales de menor rango con funciones relacionadas con el
aprovechamiento de recursos agropecuarios y marinos. El poblamiento de la
bahía de Cádiz y su entorno inmediato se articuló a través de tres grandes
centros cuyos límites desconocemos: Gadir, Asta y Asido. “Una consideración
restrictiva de los dominios de la Gadir prerromana incluiría tan sólo la costa de
la bahía, con el Castillo de Doña Blanca, el poblado de Las Cumbres y las
factorías de salazones del litoral portuense hasta los límites territoriales
indefinidos de Asta, por el Norte, y quizás de Asido, al Este, que son las
ciudades más importantes del entorno. Asta, titulada Regia (en Plinio NH
3.11), como se infiere del decreto de Paulo Emilio (CIL II, 5041), era un
estado territorial a comienzos del siglo II a. C. que extendía su dominio sobre
un territorio relativamente extenso apoyándose en una serie de turres, como la
lascutana” (Ferrer e.p. b).
El caso de Baesippo es también significativo. Durante gran parte del
período púnico la población se concentró en un oppidum (Vejer de la Frontera,
Cádiz), en un segundo asentamiento subsidiario relacionado con la defensa y
control del territorio (Cerro Patría) y en un poblado costero dedicado a las
actividades pesqueras. Pero a fines del siglo III o en el siglo II a. C. surgió un
número considerable de pequeñas factorías en las mejores tierras de cultivo
que plantea algunos problemas de interpretación, si bien pueden ser
consideradas evidencias de una política de colonización agraria (Ferrer e.p. a).
Como Baesippo, las ciudades púnicas de la costa debieron disponer de un
pequeño territorio, distanciadas unas de otras pocos kilómetros y constreñidas
por la sierras Penibéticas, pero desconocemos la evolución de cada una de
10 Esta es la traducción de García y Bellido (1983: 70); la versión de G. Chic (1994: 392)
propone la siguiente lectura: “entre los célticos (la ciudad) más conocida es Conistorgis, en los
esteros Asta, en la que ‘los que en este momento son gaditanos’ se reúnen la mayor parte de
las veces, encontrándose situada por encima del puerto de la isla a no mucho más de cien
estadios”.
11 Ya en época tardopúnica, como las emisiones monetales parecen indicar, las más importantes,
además de Gadir, eran Malaka, Seks, Abdera y Baria, aunque hay ciudades sin cecas o con
cecas latinas, como Maenoba o Carteia respectivamente, que debieron de desempeñar un
papel político significativo. La primera, identificable con la Menobara de Hecateo, y otra
polis mencionada por el milesio, Sualis, la Suel romana, pudieron haber desempeñado a
comienzos del siglo V a. C. un papel más destacado del que conservaban en el siglo II a. C.
662 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Extremo Occidente, con la confederación de las ciudades costeras bajo la
tutela del santuario de Melqart en Gadir, median muchos matices que hay que
analizar más detenidamente de lo que podemos hacer en estas líneas. Nuestra
opinión al respecto propone reconocer a las comunidades púnicas tanto su
soberanía, entendida en el plano jurídico y político, sin la cual la comunidad
perdería su identidad, como su autonomía, que las capacitaba para otorgarse
leyes, formas de gobierno e instituciones propias (sufetes, senado, asamblea
popular, magistrados), sin sufrir imposiciones del exterior13.
No obstante, como las griegas, las poleis púnicas tuvieron que resignarse a
establecer alianzas (symmachia) para proteger su territorio e independencia de
vecinos hostiles. Disponemos de dos documentos literarios complejos en su
análisis pero significativos en lo que se refiere a la existencia de una alianza
disimétrica entre Cartago y Gadir y, por extensión, las comunidades púnicas
extremo-occidentales: en el segundo tratado entre Cartago y Roma (c. 348 a.
C.) el estado norteafricano, en su nombre y en el de sus aliados, prohibía a
Roma y a sus aliados navegar, comerciar y colonizar más allá de Mastia y de
Tarseio, o sea, del litoral mediterráneo y atlántico de Iberia (Ferrer 2006); por
otro lado, en un momento indeterminado pero anterior al desembarco de
Amílcar Barca en Gadir, los habitantes de la ciudad solicitaron la ayuda de
Cartago ante el ataque de pueblos vecinos, actuación que trajo como
consecuencia la ocupación “de la mayor parte de la provincia” (en Justino,
Epitome, 44.5; THA IIB 126b). Un tercer testimonio ya mencionado, en este
caso de Livio (XXVIII.37.1-3), pone en boca de Magón la antigua alianza y
amistad entre Cartago y el pueblo de Gadir, la cual no había impedido que el
cartaginés saqueara previamente el tesoro del templo de Melqart y a la propia
población, dada su evidente posición de superioridad. No cabe duda de que la
arraigada conciencia cívica de estas ciudades las movió a pactar o a rebelarse
contra cartagineses y romanos14 con el fin de salvaguardar su autonomía y, en
definitiva, su identidad.
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