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J. J.

Justel
B. E. Solans
J. P. Vita
J. Á. Zamora
(eds.)

Las aguas primigenias


El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización

Actas del
IV Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo
(Zaragoza, 17 a 21 de Octubre de 2006)

SEPARATA

Centro mixto entre las Cortes de Aragón,


el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
y la Universidad de Zaragoza

Zaragoza 2007
Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo (4º. 2006. Zaragoza)

Las aguas primigenias: el Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización / ed. de
Josué Javier Justel Vicente; Bárbara Eugenia Solans Gracia; Juan Pablo Vita Barra; José
Ángel Zamora López. – Zaragoza: Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo, 2007

ISBN 978-84-95736-72-7

I. Oriente Medio – Civilización – Hasta 622 II. Oriente y Occidente III. Biblia A. T.
IV. Humanidades – Proceso de Datos V. Egipto – Civilización – <....-<0332 VI. Justel
Vicente, Josué Javier VII. Solans Gracia, Bárbara Eugenia VIII. Vita Barra, Juan Pablo
IX. Zamora López, José Ángel X. Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo (Zaragoza)

931(5-011)

Primera edición, Noviembre de 2007

Edición
Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo
Centro Mixto entre las Cortes de Aragón, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Zaragoza

Editores
Josué Javier Justel Vicente, Bárbara Eugenia Solans Gracia,
Juan Pablo Vita Barra, José Ángel Zamora López
Diseño de la colección
Víctor M. Lahuerta
Maquetación
Digitalia Scripta & Enrique N. Vallespín
Impresión
ARPIrelieve
ISBN
978-84-95736-72-7

Depósito legal : Z-3780/07

© de la presente edición, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2007


C/ de los Diputados 19-21, 50004 Zaragoza www.ieiop.com

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tratamiento informático.

Hecho e impreso en España – Unión Europea


Made and Printed in Spain – European Union
Índice General
(Volúmenes I y II)

Volumen I

Presentación .......................................................................................................... 9

Índice General (Volúmenes I y II)......................................................................... 11

Sesión Inaugural
Marco Simón, F., Ex Oriente magia: adaptación y cambios rituales en el mundo
helenístico-romano.......................................................................................... 17

Oriente Indoeuropeo
García Trabazo, J. V., Ahhiyawafrage y cuestiones conexas. ¿Podemos extraer
más datos de las fuentes hititas? ..................................................................... 43
Álvarez-Pedrosa Núñez, J. A., Mensaje, iconicidad y prestigio en los sellos
hititas de época imperial ................................................................................. 69
Bernabé Pajares, A., La mujer en las leyes hititas................................................. 85
González Salazar, J. M., Sanar el cuerpo y purificar el espíritu en los rituales hititas..... 99
Lozano Velilla, A., La Liga Licia: antecedentes y modelos federales minorasiáticos.. 115
Molina Valero, C., Contactos griego-licio: las inscripciones bilingües................ 127
Pelegrín Campo, J., Lenguas, escrituras y poder: el caso de las acuñaciones
bilingües indogriegas ...................................................................................... 143

Nuevas Tecnologías
Fernández Jurado, J. – Álvarez Abellán, A. C., Huelva Arqueológica y las
publicaciones electrónicas de la Sección de Arqueología de la Diputación
de Huelva ........................................................................................................ 163
Cervigón Moreno, R., AMU. Analizador Morfológico Ugarítico ......................... 173
Barés Gómez, C., La Hermeneumática y la filosofía del lenguaje ........................ 183
Siabra Fraile, J., El módulo sintáctico del Ugaritic Data Bank – UDB................. 189
Zamora López, J. Á., Algunas notas técnicas sobre el Corpus Inscriptionum
Phoenicarum necnon Punicarum (CIP) – Phoenician Data Base (PhDB) ............... 203

Mesopotamia
Sanmartín Ascaso, J., Antes y después de Gilgamesh............................................ 221
Belmonte Marín, J. A., El paisaje hidrográfico del Medio Éufrates según la
documentación de Hana y Emar ..................................................................... 241
Caramelo, F., Las profecías en el reinado de Asurbánipal.................................... 281
Gil Fuensanta, J. – Crivelli Montero, E., ¿Existió un “Período” Uruk en el norte
de Mesopotamia? (Investigación en la zona de Biredyik-Karkemish,
Éufrates turco) ................................................................................................ 289
Montero Fenollós, J. L., Aspectos territoriales del reino sirio-mesopotámico de
Mari. Nuevas evidencias arqueológicas para la reconstrucción de la
frontera septentrional...................................................................................... 311
Oliva Mompeán, J., Qatna, Yamhad y el Orontes en época tardo amorrea .......... 327
Ramos dos Santos, A., O sector “privado” nos arquivos Babilónicos (626-339 a.C.) 335

Índice del Volumen I............................................................................................. 347

Volumen II
Índice general (Volúmenes I y II).......................................................................... 359

Siria – Palestina
Molist Montaña, M., Prácticas funerarias y primeras sociedades agrícolas del
Próximo Oriente: caracterización y discusión como variable arqueológica
de análisis ....................................................................................................... 365
Egea Vivancos, A., Agua y religión. El santuario de Atargatis en Hierapolis (Siria).. 383
Estebaranz i Sánchez, F. – Martínez Martínez, L. M. – Anfruns Llobet, J. –
Martínez Pérez-Pérez, A., Estudio preliminar del esqueleto postcraneal del
yacimiento neolítico de Tell Halula, Siria....................................................... 401
Fernández-Tresguerres Velasco, J. A., La casa 77 dentro del conjunto del
“Templo de las Serpientes” de Jebel al-Mutawwaq (Jordania) ..................... 421

12 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización


Justel Vicente, J. J., El divorcio del rey <Ammittamru II de Ugarit en el contexto
matrimonial de Siria en el Bronce Tardío....................................................... 439
Moreno Resano, E., El destino de los cultos tradicionales semíticos:
Constantino y la destrucción de templos en Palestina, Fenicia y Cilicia........ 457
Pardo Mata, P., Historiografía de las investigaciones prehistóricas del Neolítico
en el Próximo Oriente durante los siglos XX y XXI ........................................ 479
Torija López, A., El Otro y el Pasado: etnoarqueología del Oriente Próximo ..... 497
Vidal Palomino, J., Pervivencias en las formas de explotación agrícola en el
Levante. Las alquerías palatinas..................................................................... 517

Oriente en Occidente
Blázquez Martínez, J. M., El agua en los santuarios fenicios de la Península
Ibérica y sus prototipos mediterráneos ..................................................... 531
Cañas Reíllo, J. M., Problemas de adaptación de realidades y conceptos
semíticos en el mundo grecorromano: el testimonio de las traducciones
de la Biblia al griego y al latín ................................................................. 557
Carbó García, J. R., De Siria al Danubio: consideraciones sobre las formas de
difusión de los cultos sirios en la Dacia romana ...................................... 567
Celestino Pérez, C. – Salgado Carmona, J. Á., Fenicios e indígenas a través del
tesoro de Aliseda....................................................................................... 587
Enjuto Sánchez, B., Importancia y pervivencia del mundo oriental entre la
aristocracia senatorial romana del s. IV d. C. .......................................... 603
Escacena Carrasco, J. L., El dios que resucita: claves de un mito en su primer
viaje a Occidente....................................................................................... 615
Ferrer Albelda, E. – García Fernández, F. J., El fenómeno de la polis en el
mundo púnico occidental .......................................................................... 653
Niveau de Villedary y Mariñas, A. M.ª, Acerca de ciertos cultos semitas
extremo-occidentales ................................................................................ 669

Egipto
Pérez-Accino, J. R. – Pérez Díe, M. C., En el principio era el río. Agua, poder y
mito en el Egipto Antiguo................................................................................ 707

Índice del Volumen II............................................................................................ 725

Autores participantes ............................................................................................. 727

Índice General 13
El fenómeno de la polis en el mundo
púnico occidental

E. Ferrer Albelda – F. J. García Fernández∗

1. Introducción
El análisis de la estructura política de las comunidades púnicas1 de Iberia
reviste una demostrada complejidad, una muestra de la cual son los escasos
acercamientos al tema (García Moreno 1992; Arteaga 1994 y 2001; Ferrer
1998, e.p. a; López Castro y Mora 2002). Las causas son obvias y no hace falta
insistir en ellas: la ausencia de documentación escrita de primera mano, salvo
quizás algunos epígrafes monetales, la escasez y atonía de los testimonios
literarios griegos y latinos hacia éstos y otros aspectos (Ferrer 1996), y la
insuficiencia y límites de los análisis arqueológicos sobre territorio.
Los medios utilizados para compensar esta indigencia documental han sido
diversos, pero en casi todos predomina el recurso al paralelismo y a la
importación de fenómenos culturalmente relacionados, como el cartaginés, que
dispone de una documentación literaria y arqueológica sobre sus instituciones
políticas más amplia (Tsirkin 1986; Huss 1993: 307 ss.; Lancel 1994: 110 ss.;
Bondí 1995: 300 ss.). En la historiografía española, el modo tradicional de
abordar estos aspectos ha sido la integración de las antiguas colonias fenicias en
el “imperio” cartaginés como territorio colonial (Ferrer 1996b y 2002-2003),
siguiendo el modelo sardo, en el que el dominio metropolitano se manifestaba,

∗ Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de


Sevilla. C/María de Padilla s/n 41003 Sevilla. Este trabajo ha sido desarrollado dentro del
Proyecto Sociedad y Paisaje. Análisis arqueológico del poblamiento rural en el sur de la
Península Ibérica (ss. VIII a. C.-II d.C.) (HUM-2005-07823).
1 Utilizamos el término “púnico” con un significado exclusivamente cronológico y no político,
aludiendo con él al período postcolonial, desde el siglo VI a. C. hasta la conquista romana a
fines del siglo III a. C. (Ferrer 1998, 2004, e.p.; Ferrer – Prados 2001-2002).
entre otros mecanismos, mediante la implantación de guarniciones y colonos
libiofenicios, la potenciación de determinadas áreas agrícolas o la fundación de
asentamientos (Moscati et al. 1997: 73 ss.).
La crítica a este modelo interpretativo, fundamentado en la soberanía
cartaginesa, y la aceptación de un desarrollo político autónomo o indepen-
diente del Extremo Occidente respecto de la ciudad norteafricana han
originado paradójicamente un vacío, que O. Arteaga (1994 y 2001) ha
pretendido colmar mediante la sustitución de Cartago por Gadir en el papel
hegemónico de las comunidades púnicas integradas en el “Círculo de
Estrecho”, donde el templo de Melqart actuaría como mecanismo de cohesión
política, económica y religiosa, una de cuyas manifestaciones sería la
constitución de una hipotética “liga púnico-gaditana”. Otras lecturas de la
documentación literaria y arqueológica proponen la formación de comunidades
políticamente independientes tras la desintegración del sistema colonial fenicio
(López Castro 1995 y 2001; López Castro y Mora 2002), aunque el liderazgo
de Gadir tan sólo afectaría a los territorios situados al oeste del estrecho de
Gibraltar y no a la costa mediterránea, que estaría divisa en pequeñas unidades
estatales como Malaca, Sixo, Menobara o Baria (Ferrer 1998).
En ambas interpretaciones se hace uso reiterado de la palabra griega polis
para definir políticamente a estas comunidades, un recurso lícito desde el
punto de vista histórico, ya que en los testimonios griegos referidos al Extremo
Occidente desde fines del siglo VI a. C. hasta después de la conquista romana
fue el término normalmente utilizado para mencionar a las comunidades
púnicas, como seguidamente veremos. Por ello el objetivo de esta contribución
no es otro que el de ahondar en el concepto griego de polis para, desde esta
perspectiva, poder conocer mejor las características de estas comunidades y
ver hasta qué punto y en qué sentido se puede emplear el término con
propiedad en el caso hispano.

2. La organización política de las comunidades púnicas


en los testimonios grecolatinos
La tradición literaria griega ha transmitido un número relativamente
nutrido de referencias a formaciones políticas de época prerromana que pueden
localizarse, con mayor o menor acierto, en el sur y este de la Península Ibérica.
Se trata, sin embargo, de una documentación cronológica y literariamente
heterogénea, generada en contextos históricos, sociopolíticos e ideológicos
muy dispares (García Moreno 1989: 28). En muchos casos se asigna el término
polis a algunas comunidades, presumiblemente urbanas, con las que
establecieron contacto o de las que tuvieron noticias marinos y comerciantes
griegos desde época arcaica hasta la conquista romana.

654 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Calate, Sualis, Menobora, Sixo, Molibdine, Elibirge, Ibila, Sicane,
Crabasia, Hiope, son poleis mencionadas por Hecateo de Mileto en su
Descripción de la Tierra (h. 500 a. C.), libro desaparecido pero del que se
conservan citas directas en la obra compilatoria de Esteban de Bizancio2.
Aunque se desconocen las fuentes consultadas por el milesio, se reconoce en
Hecateo el primer intento por sistematizar la información geográfica y
etnográfica referida al Extremo Occidente, acumulada por los griegos durante
el período de las colonizaciones, en un discurso “científico” que se alejaba
intencionadamente de la tradición épica y mítica de sus predecesores y de sus
contemporáneos (de Hoz 1989: 30). Asimismo Hecateo también elaboró una
primera ordenación étnica de los espacios peninsulares, asignando estas poleis
a tres ethne: mastienos, tartesios e iberos.
Hasta mediados del siglo IV a. C. no disponemos de nuevas informaciones
sobre poleis en el Extremo Occidente. Una de ellas es la noticia, repetida en
dos ocasiones (Periplus 1 y 111; THA IIB 61a y d), contenida en el Periplo del
mar de la parte habitada de Europa, Asia y Libia, referida a la existencia de
dos islas de nombre Gadira situadas a una singladura de las Columnas de
Heracles, en una de las cuales se encontraría una polis. En este caso no hay
lugar a dudas de que el término equivale a ciudad y de que se identifica, como
su propio nombre indica, con la fundación fenicia. En el mismo contexto
cronológico y geográfico Éforo (c. 405-330 a. C.) aludió a una polis
denominada Calatusa que siglos después Esteban de Bizancio identificaría con
la Calate de Hecateo (FGrHist 70; THA IIB 63i). También de mediados del
siglo IV a. C., hacia 340 a. C., es el testimonio de Teopompo sobre otra polis,
Jera, situada en las cercanías de las Columnas de Heracles (FGrHist 115; THA
IIB 64a).
Habrá que esperar a la conquista romana para tener de nuevo noticias sobre
los pueblos y lugares del lejano Occidente. Se trata en su mayor parte de
informaciones de primera mano procedentes de geógrafos e historiadores que
habían acompañado a las tropas romanas durante las guerras de conquista o
que habían visitado algunos lugares de Hispania tras su pacificación a lo largo
del siglo I a. C. Desgraciadamente, la mayor parte de sus escritos han
desaparecido parcial o totalmente, por lo que debemos recurrir a referencias
indirectas de autores posteriores como Estrabón o Apiano. Es lo que ocurre,
por ejemplo, con el libro XXXIV de las Historias de Polibio, donde el
megalopolitano realizaba una descripción de las tierras occidentales, o con las

2 Calate: FGrHist. 39 Jacoby (THA IIA 23a); Sualis: FGrHist. 52 Nenci (THA IIA 23d);
Menobora: FGrHist. 42 (THA IIA 23e); Sixo: FGrHist. 43 (THA IIA 23f); Molibdine:
FGrHist. 44 (THA IIA 23g); Elibirge: FGrHist. 38 (THA IIA 23h); Ibila: FGrHist. 45 Nenci
(THA IIA 23i); Sicane: FGrHist. 45 (THA IIA 23j); Crabasia: FGrHist. 46 (THA IIA 23k);
Hiope: FGrHist. 48 (THA IIA 23l). Algunas de éstas son atribuciones de G. Nenci a la obra
del milesio, concretamente Sualis e Ibila, no aceptadas por todos los autores: P. Moret (2006):
43, tabl. 1.

E. Ferrer Albelda – F. J. García Fernández, El fenómeno de la polis… 655


obras de Posidonio de Apamea y Artemidoro de Éfeso, que habrían viajado a
la Península Ibérica en torno a 100 a. C. (García Fernández 2004: 72 ss.). De
Artemidoro se conservan algunas referencias directas a poleis hispanas en la
Ethniká de Esteban de Bizancio, entre otras, Malace, Cartea y Abdera3.
En el caso de Estrabón, cuya obra constituye la culminación de la tradición
etnográfica y geográfica de época helenística y en ella confluyen todas las
fuentes que de una manera u otra habían tratado sobre Iberia (Cruz Andreotti
1999), las alusiones a poleis son frecuentes en el ámbito turdetano tanto
interior como litoral: en la costa destacan Gadir, Carteia4, Malaca, Sexi y
Abdera. Por otro lado, la información contenida en la Ibérica de Apiano es
mucho más discreta y se limita a mencionar a Gades y a la ciudad de Carpesos
(Carteia), identificada con Tarteso (Iber. 2 y 63), como ya hiciera
anteriormente Estrabón (III.2.14) (Álvarez Martí-Aguilar, e.p.).
Otro conjunto de datos procedentes de la literatura grecolatina –igualmente
controvertidos y a veces indirectos– son aquellos que mencionan en el
contexto de la Segunda Guerra Púnica o incluso mucho después a
determinadas instituciones y magistraturas cívicas de Gadir, como el sufetado,
el senado o asamblea de ancianos, o un funcionario dedicado a las finanzas al
que se le llama quaestor (Bondí 1995: 300-301; López Castro 1995: 60 ss.).
Escasas y controvertidas, no obstante, estas citas pueden servirnos para
analizar el origen y las características de estas instituciones –a las que habría
que añadir la alusión en algunas emisiones púnicas a “los ciudadanos de” en
Gadir, Seks y Tagilit (Alfaro 1997; García-Bellido 1993)– atestiguadas en las
ciudades fenicias metropolitanas, cuya continuidad puede rastrearse en la
diáspora fenicia por todo el Mediterráneo (Tsirkin 1990: 29 ss.; Bondí 1995:
290-302).

3. El concepto de polis en Grecia


La aplicación automática de un concepto griego como el de polis a ciertos
fenómenos sociales y políticos del ámbito cultural fenicio-púnico lleva
aparejada, lógicamente, una serie de problemas insoslayables entre los cuales

3 THA IIB 142bd, THA IIB 142w y THA IIB 142a. En el caso de Malace la cita es doblemente
indirecta, pues está extraída del epítome que hace Marciano de Heraclea de la obra de
Artemidoro. Las otras dos referencias proceden del libro segundo de los escritos geográficos
del efesio.
4 Es interesante la referencia de Estrabón a esta polis porque enlaza con una cita más antigua de
Timóstenes de Rodas (h. 280 a. C.) alusiva a la importancia de la ciudad portuaria: “…
navegando desde nuestro mar al Mar Exterior, este monte (Calpe) queda a la derecha y, junto
a él, a cuarenta estadios, la ciudad de Calpe, famosa y antigua, que en tiempos fue la rada de
los iberos. Algunos dicen que era una fundación de Heracles, entre ellos Timóstenes, que
afirma que antiguamente se llamaba también Heracleia y que tiene una gran muralla y
dársenas” (Estrabón III.1.7; THA IIB 89j).

656 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
sobresalen las profundas diferencias culturales, de origen y de evolución
histórica5. No obstante, disponemos de antecedentes en esta pretensión, como
el caso concreto de Cartago, ciudad-estado que Tsirkin (1986: 140), al hacerse
eco de la opinión de los historiadores soviéticos contemporáneos, no dudaba
en caracterizarla como polis pues compartía con algunas poleis griegas ciertas
instituciones políticas que Aristóteles había destacado en sus comentarios
sobre la “constitución” de la ciudad norteafricana. No faltan tampoco quienes
afirman, no sin razón, que el modelo de organización sociopolítico que
conocemos con el nombre de polis pudo tener su origen último en la ciudad-
estado próximo-oriental, de la que las comunidades fenicias fueron sus últimas
herederas y principales transmisoras al Mediterráneo (Gschnitzer 1988: 300-
301; Gunther 1996: 789; Murray 2000: 237-238)6.
En el ámbito exclusivamente griego la propia definición de polis dista
mucho de ser unánime, ha ocupado muchas páginas y esfuerzos, y, para lo que
nos interesa, presenta una problemática con tres principales facetas. En primer
lugar el concepto de polis no es unívoco para los mismos griegos, sino que
muta de una época a otra, e incluso de un autor a otro, llegando a ser en
ocasiones extremadamente ambiguo (Duthoy 1986: 3-5; Sakellariou 1989:
375; Murray 2000: 235); piénsese en la distancia temporal e ideológica que
separan a Hecateo, Éforo y Estrabón, tres de los autores que nos han
proporcionado datos sobre poleis púnicas del Extremo Occidente. Según
Sakellariou (1989: 375-376), hasta entrado el siglo VI a. C. el término polis
fue sinónimo de “hábitat protegido por una acrópolis” (por ejemplo, en
Homero), y después adoptaría en ático una segunda acepción, la sede de un
gobierno. Tampoco se puede afirmar que exista un patrón ideal de polis ni
un proceso unidireccional de desarrollo como modelo de organización
sociopolítica y territorial sino más bien diferentes alternativas que pudieron
evolucionar de modo diverso en los distintos ámbitos griegos (Cardete
2005: 82)7.

5 Este “abismo cultural” quizás sea un producto más de la historiografía contemporánea. De


hecho el desconocimiento de las “constituciones” fenicias ha alimentado la idea de que la
polis es un fenómeno genuinamente griego (y por tanto europeo); un prejuicio que estigmatiza
a la larga la percepción de las instituciones políticas fenicias y semitas en general (Gunther
1996: 791). Sobre la posible influencia fenicia en las instituciones cretenses y lacedemonias,
R. Drews (1979: 45 ss.).
6 Algunos autores no tienen inconveniente en aceptar, frente a la imagen tradicional, que
pudieron ser las colonias fenicias, como Cartago, las que transmitieron a los griegos durante
los siglos IX y VIII a. C. los principios organizadores que caracterizarán el modelo de polis
(Gschnitzer 1988: 292 ss.).
7 Según esta autora, la palabra polis puede tener tres sentidos: sinónimo de fortaleza, territorio
en un sentido político y ciudad en su significado político. “No es extraño que estos
significados se entremezclen. El término polis no se usa para hablar simplemente de una
urbanización cívica, sino de una ciudad que es también centro urbano de una polis en el
sentido político del término”.

E. Ferrer Albelda – F. J. García Fernández, El fenómeno de la polis… 657


Este planteamiento nos conduce a la siguiente cuestión: resulta complejo
saber a qué se estaban refiriendo exactamente los autores que describieron las
costas de la Península Ibérica cuando mencionan poleis, habida cuenta de los
contextos sociales e ideológicos que condicionaron su producción literaria, e
ignoramos qué factores resultaron determinantes en cada momento para la
aplicación de dicho concepto a las poblaciones mencionadas: existencia de
urbanismo, modo de organización sociopolítica, carácter autárquico de la
comunidad, uso de un étnico específico, etc.
Un tercer problema es la atribución explícita de estas poleis a algunas de
las ethne que habitaron las costas de la Península Ibérica. Es sabido que los
griegos no tenían un conocimiento profundo de la realidad poblacional de
Iberia (Ferrer 1996), y que no hubo una aplicación unívoca del concepto
ethnos, muy ambiguo desde el punto de vista semántico y variable en el tiempo
(Cardete 2004; García Fernández 2003: 24), pero no deja de extrañarnos que
no haya una asimilación directa o indirecta de unas u otras de estas poleis a las
poblaciones fenicio-púnicas, aun cuando sabemos que algunas de las
mencionadas por Hecateo (Sualis, Sixo, Menobara) eran fundaciones fenicias
(Ferrer 1996, 1998; Ferrer – Prados 2001-2002)8. La respuesta a este
interrogante quizás resida en que estos etnónimos pudieron tener su origen en
corónimos, o sea, en una división geográfica del territorio costero en regiones
más o menos amplias (Tartesia o Tartesos, Massía o Mastia e Iberia), y no en
una ordenación realizada según criterios étnico-culturales (Ferrer 2006).
Proponemos esta idea al hilo de la hipótesis de Álvarez Martí-Aguilar (e.p.)
sobre la identificación de Tarteso y Cádiz, que puede dar pie a considerar a
tartesios y mastienos como poblaciones –entre ellas de fenicios– que habitaban
más allá y más acá de las Columnas de Heracles respectivamente.
No obstante, a la hora de realizar un ensayo sobre los rasgos definitorios de
las poleis púnicas creemos posible establecer unas características
discriminatorias básicas utilizando criterios cronológicos. Como señala R.
Duthoy (1986: 5), la polis era un organismo vivo, sometido a una evolución
que nos permite establecer a grandes rasgos dos fases en su historia, la época
arcaica-clásica y el período helenístico-romano. Lógicamente, las poleis
mencionadas por Estrabón, insertas en un naciente Imperio Romano y
previamente integradas en los extensos reinos helenísticos, no pueden ser
consideradas desde el punto de vista conceptual y tipológico de la misma
manera que las poleis arcaicas mencionadas por Hecateo. O. Murray (2000:
238) subraya que en el período helenístico la polis fue un fenómeno cultural,
un patrón de asentamiento impuesto dentro de reinos multiétnicos por la elite
greco-macedónica sobre poblaciones indígenas, si bien éstas fueron excluidas

8 La división étnica del litoral meridional y oriental de Iberia que proporciona Hecateo de
Mileto y la atribución de poleis a una u otra etnia (tartesios, mastienos, iberos) presenta
algunos problemas interpretativos (Moret 2004: 40-43).

658 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
de la participación en sus instituciones. En contraste, los asentamientos
mediterráneos que los periégetas griegos, como Hecateo, denominaban poleis
respondían a un prototipo de ciudad-estado no exclusivamente heleno
caracterizado por su ubicación en las principales rutas comerciales y por
disponer de áreas de mercado, mantener un alto grado de autonomía política y
generar fenómenos de aculturación en las áreas tribales circundantes. En
cualquier caso, como señala Cardete (2005: 82), “cuando tratamos de definir
qué es una polis, es muy importante que no caigamos en la equiparación
simplista de núcleo urbano y comunidad política”.
Esta división crono-tipológica puede ser adaptada sin forzar los datos a las
poleis púnicas de Iberia, considerando la conquista bárquida del Sur y Levante
como el punto de inflexión de un estadio a otro. Gadir, Carteia, Malaca, Sexi
o Baria reunían las características de las poleis de época arcaica-clásica, como
seguidamente veremos, pero la ocupación cartaginesa (237-206 a. C.), y la
posterior conquista romana, trajeron consigo la integración de extensos
territorios y numerosos grupos étnicos en una superestructura política
administrada a través de diversas fórmulas desde ciudades-estado convertidas
en grandes estados territoriales. En consecuencia, los testimonios literarios
sobre Iberia/Hispania posteriores a la Segunda Guerra Púnica ofrecen una
imagen distorsionada del fenómeno de la polis, condicionada por la imparable
expansión romana por el Mediterráneo. La superestructura política y
administrativa que representa el modelo provincial romano se proyecta desde
el presente hacia el pasado, dando lugar a nuevas realidades geopolíticas y
etnogeográficas, como ocurre con los conceptos “Turdetania” y “turdetanos”
(García Fernández 2003: 185). Al mismo tiempo se produce una
transformación de las comunidades políticas de raigambre fenicio-púnica en
las costas del sur y levante peninsular, enfrentadas a la necesidad de reforzar
sus señas de identidad respecto a Roma como forma de garantizar una cierta
autonomía política, así como los ámbitos de su influencia económica (Chaves
et al. 2006). La palabra polis adquiere a partir de entonces un significado más
acorde con la idea de ciudad, de aglomeración urbana, como hace Estrabón,
equivalente en buena medida al término latino oppidum (Jiménez de
Furundarena 1993).

4. Sualis, Sixo, Menobara, Molibdine, poleis mastienas


A la hora de describir las características de las comunidades púnicas de
Iberia vamos a servirnos de los criterios utilizados por algunos autores para
definir el concepto de polis, dando por cierta la idea de que aquellos
comerciantes, navegantes y periégetas que frecuentaban y describían las costas
ibéricas utilizaban el vocablo precisamente por las afinidades físicas y

E. Ferrer Albelda – F. J. García Fernández, El fenómeno de la polis… 659


organizativas de estas comunidades con las poleis griegas. Para R. Duthoy
(1986: 5 ss.), los factores que permiten definir a una polis serían seis:
“microdimensionalidad”, comunidad de ciudadanos, soberanía, autonomía,
hábitat mononuclear y comunidad agraria. Por su parte, G. Chic (1999: 146
ss.) hace hincapié en dos aspectos fundamentales que no siempre se tienen en
cuenta a la hora de estudiar el origen de la polis: la valoración de los santuarios
como elemento aglutinador y delimitador del espacio y la territorialización de
las comunidades preurbanas, como resultado del paso de una forma de
organización basada en la sangre (genos) al nuevo marco de referencia que es
la tierra (demos). Recientemente el Copenhagen Polis Centre ha consensuado
también, para el caso griego, seis elementos esenciales que diferencian a la
polis de otras formas de organización sociopolítica: existencia de étnicos
cívicos, de cecas cívicas, de relaciones de proxenia o relaciones interestatales,
de presencia panhelénica, de un territorio delimitado y de evidencia
arqueológica urbana (Cardete 2005: 83-84).
La escasez de datos literarios y arqueológicos impide que algunos de estos
criterios puedan siquiera plantearse, lo cual no quiere decir que no fueran
cumplidos por las poleis extremo-occidentales sino que no pueden ser
corroborados en el estado actual de la investigación. Empezando por los
étnicos y las cecas cívicas, ambos pueden ser analizados dentro del mismo tipo
de documento: las monedas. El mundo púnico en general, y las comunidades
de Iberia en particular, se incorporaron tardíamente a la economía monetaria.
Tan sólo Gadir y Ebuso acuñaron emisiones antes de la Segunda Guerra
Púnica, y otros talleres como Malaka, Baria, Seks o Abdera lo hicieron durante
la contienda o inmediatamente después (Alfaro 1997: 64 ss.). Casi todas las
cecas incluyeron en sus emisiones el nombre de la ciudad en púnico o
neopúnico y representaron emblemas cívicos, normalmente alusiones a
aspectos de su economía y a efigies que han sido interpretadas como sus
divinidades políadas (Melqart, Baal Hammon, Tinnit, Chusor-Ptah, Bes). En
algunas emisiones (Gadir, Seks, Tagilit) se hace también referencia al étnico
cívico, “del pueblo de” o “de los ciudadanos de” (Alfaro 1997: 63; García-
Bellido 1993: 124; López Castro 1995: 62).
También disponemos de ciertas evidencias arqueológicas y literarias sobre
Gadir que pueden corroborar la existencia de estos étnicos: un anillo datado en
el siglo II a. C. lleva grabada una inscripción en la que se alude al “pueblo de
Gadir”9; y a este mismo colectivo se refiere Livio (XXVIII.37.1-3) cuando
dice que la “multitud” cerró las puertas de la ciudad a Magón, después de su
intento fallido de reconquistar Cartago Nova, y de invocar la antigua alianza y
amistad de Gadir con Cartago. Por último, un documento tardío pero
significativo de Estrabón (III.2.2) informa de que en la ciudad de Asta, “los

9 La leyenda del anillo reza: “Al Señor, al poderoso Milk-Astart y a sus siervos, / al pueblo de
Cádiz” (Marín 1979-80: 224).

660 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
gaditanos se suelen reunir a menudo, ya que no está mucho más de cien
estadios del arsenal de la isla”10.
Seguidamente comentaremos conjuntamente los criterios de “territorio
delimitado”, “microdimensionalidad” y de “hábitat mononuclear”, pues los
tres se refieren a la proyección política de estas comunidades sobre el
territorio. Como ya hemos señalado en otra ocasión (Ferrer e.p. b)
desconocemos los límites territoriales de las poleis púnicas pero contamos con
algunos datos, sobre todo los extraídos de las prospecciones arqueológicas, que
permiten definir patrones de asentamiento; a partir de éstos podemos afirmar
que en líneas generales las comunidades púnicas, y también las turdetanas,
concentraban su población en oppida, constituidas en sedes de instituciones
políticas, que normalmente llevaban aparejados fenómenos de urbanización, y
que, según el caso y la cronología, podían redistribuir a la población en
asentamientos rurales de menor rango con funciones relacionadas con el
aprovechamiento de recursos agropecuarios y marinos. El poblamiento de la
bahía de Cádiz y su entorno inmediato se articuló a través de tres grandes
centros cuyos límites desconocemos: Gadir, Asta y Asido. “Una consideración
restrictiva de los dominios de la Gadir prerromana incluiría tan sólo la costa de
la bahía, con el Castillo de Doña Blanca, el poblado de Las Cumbres y las
factorías de salazones del litoral portuense hasta los límites territoriales
indefinidos de Asta, por el Norte, y quizás de Asido, al Este, que son las
ciudades más importantes del entorno. Asta, titulada Regia (en Plinio NH
3.11), como se infiere del decreto de Paulo Emilio (CIL II, 5041), era un
estado territorial a comienzos del siglo II a. C. que extendía su dominio sobre
un territorio relativamente extenso apoyándose en una serie de turres, como la
lascutana” (Ferrer e.p. b).
El caso de Baesippo es también significativo. Durante gran parte del
período púnico la población se concentró en un oppidum (Vejer de la Frontera,
Cádiz), en un segundo asentamiento subsidiario relacionado con la defensa y
control del territorio (Cerro Patría) y en un poblado costero dedicado a las
actividades pesqueras. Pero a fines del siglo III o en el siglo II a. C. surgió un
número considerable de pequeñas factorías en las mejores tierras de cultivo
que plantea algunos problemas de interpretación, si bien pueden ser
consideradas evidencias de una política de colonización agraria (Ferrer e.p. a).
Como Baesippo, las ciudades púnicas de la costa debieron disponer de un
pequeño territorio, distanciadas unas de otras pocos kilómetros y constreñidas
por la sierras Penibéticas, pero desconocemos la evolución de cada una de

10 Esta es la traducción de García y Bellido (1983: 70); la versión de G. Chic (1994: 392)
propone la siguiente lectura: “entre los célticos (la ciudad) más conocida es Conistorgis, en los
esteros Asta, en la que ‘los que en este momento son gaditanos’ se reúnen la mayor parte de
las veces, encontrándose situada por encima del puerto de la isla a no mucho más de cien
estadios”.

E. Ferrer Albelda – F. J. García Fernández, El fenómeno de la polis… 661


ellas, si todas fueron independientes o si hubo dominio de unas sobre otras en
períodos determinados11.
Un tercer ejemplo igualmente significativo es el de Baria. A partir de los
datos procedentes de recientes prospecciones arqueológicas en el valle del
Almanzora y depresión de Vera se ha propuesto la reordenación de este
territorio en época postcolonial: Villaricos experimentó un gran crecimiento,
erigiéndose en centro urbano y portuario, y llevó a cabo una política territorial
expansiva en el valle de Almanzora encaminada al control de las vegas fértiles,
de los distritos mineros de la zona y de las rutas hacia las hoyas granadinas y la
Alta Andalucía mediante la fundación de asentamientos secundarios, así como,
sobre todo, de un centro urbano en la Muela del Ajo: Tagilit (Tíjola, Almería),
que en época romana acuñaría monedas con leyenda púnica (Chávez et al.
2002: 96-97; Alfaro 1997: 103).
El criterio “evidencia arqueológica urbana” proporciona también
argumentos positivos para la consideración de estas comunidades como poleis.
En muchos casos la documentación es exigua porque las ciudades antiguas
están debajo de las actuales y las posibilidades de conocer el entramado urbano
son mínimas, como ocurre en Cádiz, Málaga o Almuñécar; pero en estos casos
disponemos de otros datos que aseguran su constitución como centros urbanos:
la existencia de necrópolis, a las que habría que sumar Jardín, el área funeraria
de la antigua Menobara, y Villaricos. No obstante, nos podemos hacer una
idea de la morfología de estas ciudades por las huellas exhumadas en
despoblados como Castillo de Doña Blanca o Carteia, ambas con potentes
sistemas defensivos de casamatas y viarios con diseño ortogonal12.
Los criterios de “soberanía”, “autonomía” y “relaciones interestatales” nos
han ocupado recientemente en referencia a Gadir (Ferrer e.p. b), y nos
remitimos a las conclusiones a las que hemos llegado, que pueden ser
ampliadas al resto de las comunidades púnicas. Hay cierta unanimidad en la
noción de que la desintegración del sistema colonial fenicio tuvo como efecto
la formación de ciudades-estado, entre las que sin duda sobresalió Gadir; pero
el acuerdo desaparece cuando se analizan las relaciones entre éstas y de éstas
con Cartago. De la tradicional sustitución de Tiro por Cartago en el dominio de
las antiguas fundaciones fenicias hasta el alegato de la independencia del

11 Ya en época tardopúnica, como las emisiones monetales parecen indicar, las más importantes,
además de Gadir, eran Malaka, Seks, Abdera y Baria, aunque hay ciudades sin cecas o con
cecas latinas, como Maenoba o Carteia respectivamente, que debieron de desempeñar un
papel político significativo. La primera, identificable con la Menobara de Hecateo, y otra
polis mencionada por el milesio, Sualis, la Suel romana, pudieron haber desempeñado a
comienzos del siglo V a. C. un papel más destacado del que conservaban en el siglo II a. C.

12 La nómina de centros urbanos constatados arqueológicamente es mayor si incluimos aquellos


que consideramos de influencia púnica o que se integran en el “Círculo del Estrecho”: Huelva,
Niebla, Tejada la Vieja, Tavira, Asta, etc.

662 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Extremo Occidente, con la confederación de las ciudades costeras bajo la
tutela del santuario de Melqart en Gadir, median muchos matices que hay que
analizar más detenidamente de lo que podemos hacer en estas líneas. Nuestra
opinión al respecto propone reconocer a las comunidades púnicas tanto su
soberanía, entendida en el plano jurídico y político, sin la cual la comunidad
perdería su identidad, como su autonomía, que las capacitaba para otorgarse
leyes, formas de gobierno e instituciones propias (sufetes, senado, asamblea
popular, magistrados), sin sufrir imposiciones del exterior13.
No obstante, como las griegas, las poleis púnicas tuvieron que resignarse a
establecer alianzas (symmachia) para proteger su territorio e independencia de
vecinos hostiles. Disponemos de dos documentos literarios complejos en su
análisis pero significativos en lo que se refiere a la existencia de una alianza
disimétrica entre Cartago y Gadir y, por extensión, las comunidades púnicas
extremo-occidentales: en el segundo tratado entre Cartago y Roma (c. 348 a.
C.) el estado norteafricano, en su nombre y en el de sus aliados, prohibía a
Roma y a sus aliados navegar, comerciar y colonizar más allá de Mastia y de
Tarseio, o sea, del litoral mediterráneo y atlántico de Iberia (Ferrer 2006); por
otro lado, en un momento indeterminado pero anterior al desembarco de
Amílcar Barca en Gadir, los habitantes de la ciudad solicitaron la ayuda de
Cartago ante el ataque de pueblos vecinos, actuación que trajo como
consecuencia la ocupación “de la mayor parte de la provincia” (en Justino,
Epitome, 44.5; THA IIB 126b). Un tercer testimonio ya mencionado, en este
caso de Livio (XXVIII.37.1-3), pone en boca de Magón la antigua alianza y
amistad entre Cartago y el pueblo de Gadir, la cual no había impedido que el
cartaginés saqueara previamente el tesoro del templo de Melqart y a la propia
población, dada su evidente posición de superioridad. No cabe duda de que la
arraigada conciencia cívica de estas ciudades las movió a pactar o a rebelarse
contra cartagineses y romanos14 con el fin de salvaguardar su autonomía y, en
definitiva, su identidad.

En síntesis, pensamos que el uso del término polis referido a las


comunidades púnicas del Extremo Occidente es correcto tanto en cuanto es el
empleado por los periégetas, geógrafos e historiadores de lengua griega,
posiblemente porque era la palabra que mejor definía las concomitancias tanto
morfológicas como sociopolíticas que compartían con las poleis griegas. La
tradición urbana y política de la ciudad-estado en Próximo Oriente durante la I
Edad del Hierro (Liverani 1996 y 2002) había servido de modelo a las

13 Ni siquiera la ocupación bárquida supuso el fin de la soberanía y de la autonomía de Gadir,


como se desprende de los sucesos ocurridos al final de la Segunda Guerra Púnica (López
Castro 1995: 96-97).
14 La revuelta de 197 a. C. enfrentó a las ciudades de Carmo, Bardo, Malaca y Sexi contra los
romanos (Tito Livio XXXIII.21.7).

E. Ferrer Albelda – F. J. García Fernández, El fenómeno de la polis… 663


incipientes formaciones políticas griegas arcaicas (Murray 2000), y
lógicamente unas y otras compartían ciertos rasgos que posteriormente
fueron potenciados por la hegemonía política y el prestigio de
determinadas poleis, como Atenas y Cartago, en sus respectivas áreas de
influencia. Con la aplicación de la palabra polis a la cultura fenicio-
púnica no pretendemos sugerir una helenización de sus estructuras
políticas y sociales –un fenómeno que no es apreciable en Cartago15, y
menos aún el Extremo Occidente–, sino la existencia de ciertas
similitudes en las formas de organización comunitaria, o sea en las
formas políticas, que así fueron percibidas por los testigos griegos. La
arraigada conciencia cívica se manifestó en múltiples aspectos de la vida
cotidiana como la utilización de étnicos cívicos, la acuñación de monedas
o el culto a la divinidad protectora de la comunidad, así como en la
fidelidad a las instituciones y magistraturas tradicionales fenicias. La
voluntad por mantener ciertos grados de soberanía y autonomía en el
concierto regional e internacional debió influir notablemente en esta
percepción; asimismo, la urbanización y nuclearización de la población
seguramente contribuyó a proyectar una imagen civilizada y alejada de la
barbarie. No extraña que la fundación de una ciudad púnica como Carteia
fuera atribuida a Heracles, el héroe civilizador16.

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15 Compartimos la opinión de C. G. Wagner (1986) al respecto.


16 Vid. n. 5.

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