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Epistemologías y políticas articuladas de sexo y género1


Josebe Iturrioz
Departamento de Lógica y filosofía de la Ciencia UPV/EHU
sfbitloj@sf.ehu.es

Introducción

“Si la fuente de todo terror y de toda angustia es la imprevisibilidad de los


acontecimientos, y el desasosiego frente a su aparición; si el remedio contra el terror
es el conocimiento de sus causas, o sea la previsión que la anticipa, que la coloca
aún antes de que existan, dentro de su Origen y de su Causa, haciéndolas de esta
manera previsibles, de esto se deduce que el remedio contra el terror y el dolor es
sólido y seguro sólo si no consiste en el conocimiento mítico sino en el conocimiento
verdadero, epistémico del Origen y del Sentido del mundo.” 2

Una de las virtudes, a mi juicio, de esta cita es que sitúa el inicio de la


racionalidad científica en un contexto de emociones, donde el conocimiento científico
es comprendido como un instrumento que calma el terror ante lo imprevisible,
rompiendo así, de un plumazo, con la clásica concepción de la ciencia como un
discurso que busca la verdad de un modo desinteresado o cuyo fin sea el del
conocimiento por el conocimiento. Esta perspectiva nos lleva, primero, a situar la
propia ciencia, situarla en cuanto discurso creado en un contexto de necesidades
vitales; y segundo, posibilita una comprensión instrumentalista de la misma,
instrumento mitigador de terror, cuyos contenidos pueden variar dependiendo de las
manos que hagan uso de ella.

Uno de los ejemplos que puede ilustrar esta concepción está relacionado con
el principio de precaución y su uso vinculado a las guerras preventivas de Afganistán
e Irak. En el caso de la ciencia y la tecnología dicho principio se promulga como
mediador para un uso cauto de ellas: se trata de detener cualquier acción
potencialmente generadora de riesgos no existiendo motivos evidentes pero sí

1
Agradezco a Gabriel Painceyra y a Andoni Eizagirre su paciencia y correcciones.
2
Severino, E. (1986), pág. 10.
2

sospechas suficientes. En el caso de Irak el contexto creado para tomar la decisión


emula los marcos tecnocientíficos. Los observadores nutren de pruebas a los órganos
de gobierno, donde ciertos sectores, ante la insuficiencia de pruebas evidentes y
gracias al ejercicio de traducción, viable por la racionalidad científico-técnica,
sustituyen el principio de precaución por un ataque preventivo. Del mismo modo que
pueden leerse en el argumento del ataque preventivo motivaciones vinculadas a
valores e intereses externos a dicha racionalidad pueden señalarse en las prácticas
tecnocientíficas pasiones e intereses tradicionalmente externos a sus márgenes de
acción.

Otro ejemplo pueda ilustrarnos sobre este asunto: en unas jornadas sobre
bioética, durante la ponencia de Victoria Camps una de las mujeres que conformaba
la audiencia le pedía que categorizara, en términos de “buenos” o “malos”, los nuevos
productos tecnológicos, a lo cual la ponente se negó en rotundo. Al parecer, la
percepción de una parte de la sociedad del experto académico como pastor o
sacerdote pueda ilustrar o identificar ciertos usos que desde la ciencia pueden hacerse.

Básicamente, concibo el discurso científico como uno de tantos que


conforman las redes del lenguaje, en un constante movimiento y contacto con otros
elementos discursivos. Aunque la modernidad nos heredó una visión estática de la
ciencia, un absoluto capaz de encajar en nuestros esquemas de concepción, hoy
descubrimos que tales fronteras son difusas y que lo que hasta ahora concebíamos
como diferentes disciplinas viven en realidad entrelazadas, y el fraccionamiento entre
ellas responde principalmente al interés analítico humano.

En este trabajo sugiero que una comprensión articulada de la ciencia debe


reparar en las significaciones políticas constituidas por los agentes implicados. Y para
ello considero fundamental incorporar en el análisis las diversas aportaciones de los
estudios de género y las distintas actividades de las que se alimentan.

Realidades situadas y estado de la cuestión

Definir la ciencia monolíticamente es imposible, aunque, claro está, tampoco


podrían definirse en términos esenciales y absolutos disciplinas como la historia, la
sociología, la literatura... Aunque sí es posible transmitir, comunicar, comprender,
3

saber, utilizar, crear..., es importante reparar en que tales formas no son nombres sino
verbos.

“(...) ¿Qué es la vida? Usted dice que es una gran trampa lingüística, en un libro
suyo que justamente titulo así.
Sí, nosotros decimos que se utiliza como si fuera un nombre, y sería más adecuado
considerarlo como un verbo”.

Lynn Margulis muestra la imposibilidad de comprender la vida como algo


estático. Siguiendo este enfoque, por mi parte también concibo enriquecedor una
visión “verbal” de la ciencia, reparando en su capacidad activa y en su constante
generación de realidades. En estos momentos la ciencia –siempre entrelazada con
más compañeras/os de viaje- es la mayor trasformadora de elementos y organismos
del mundo.

Desde la concepción situada de la ciencia se atiende a los marcos contextuales


en los cuales los productos tecnocientíficos son creados. Estos marcos se sitúan en los
viejos campos de intereses, motivaciones y miedos humanos. Claro está que un
estudio de filosofía de la ciencia que haga hincapié en estos marcos contextuales
nunca podrá dar un análisis absoluto del proceso de creación y aplicación de los
productos científicos. Pero sí puede contribuir en la integración de las parcialidades
que conforman una objetividad dinámica y compleja.

Ya Freud señaló que la primera clasificación a la que un ser humano se


somete es a la de sexo. Algo que podemos constatar si observamos nuestras partidas
de nacimiento. Al hacerlo daremos cuenta de que en dicho papel no se alude al color
de nuestra piel, o al de nuestros ojos. La clasificación por sexo no sólo refiere a la
organización social3, si no que es una de las categorías básicas estructurantes en

3
Para un análisis de la capacidad estructurante de la diferencia entre los sexos pueden servir, entre muchos
trabajos, la interpretación que sobre el tabú del incesto hizo el antropólogo estructuralista francés Lévi-Strauss
y las aclaraciones que Carol Pateman hizo al clásico contrato social rousseauniano en su contrato sexual.
Ambas aportaciones estudian desde distintas perspectivas la relación de los sexos en la configuración del
entramado social. Desde la perspectiva antropológica, Lévi-Strauss sitúa el principio de la relaciones sociales
y su posterior normativización en el intercambio de mujeres que diferentes tribus van a mantener a través de
la ley del incesto, axioma arraigado en el inconsciente colectivo. Lévi-Strauss, desde una perspectiva neutral,
colocó el principio de la organización social en lo que coloquialmente puede denominarse “la guerra de los
4

nuestro proceso vital así como de todo tipo de discurso humano. Ello deriva en una
representación dual del mundo. Los distintos análisis que dan cuenta de esta
estructuración dual en ciencia han mostrado los sesgos que se producen en sus
discursos debido al subyacente apriorismo de la distinción sexual.

Desde las críticas feministas que nutren los estudios de género y ciencia se
señala la distinción entre los sexos como elemento central en la constitución básica
del esquema sujeto-objeto4. Este esquema es considerado en la ciencia moderna como
la condición necesaria para cualquier proceso de conocimiento. Esta relación entre
estos dos elementos se comprende como si de dos pares opuestos se tratara: un sujeto
activo conoce, devela, penetra, define a un objeto que aguarda pasivo. De este modo
se invisibiliza la compleja relación entre los diferentes actores-actantes en la
producción de conocimiento.

Las teorías feministas, controvertidas y polémicas no sólo a nivel externo sino


también a nivel interno, han ido señalando esta estructuración social punto por punto,
disciplina por disciplina y caso por caso. Una de las cosas más interesantes de esta
corriente es su atípica metodología en señalar y visibilizar dicho principio, a saber, la
diferencia entre los sexos. Dicha metodología se caracteriza por señalar brechas en lo
que puede entenderse como la lógica natural de estructuración.

En abstracto es fácil afirmar que estas formas de ideología dominante pasan a


constituir y a modelar presupuestos básicos de la ciencia. Ahora bien, señalar estas
formas en el amplio mundo de las prácticas científicas tal vez sea un tanto más arduo.
La misma ciencia ha ido poco a poco admitiendo que en su propio seno se
alimentaban absurdas creencias que era mejor eliminar. Me refiero, por ejemplo, a las
primeras configuraciones que la biología dio del cuerpo humano, donde la idea de
que tan sólo existía un sujeto-varón se ve plasmada en las primeras grafías que
muestran los genitales femeninos como una deformación empequeñecida e
interiorizada de los genitales masculinos. Para muchos, esto es algo que tan solo roza

sexos”. A su vez, Carol Pateman critica la noción de contrato social como un contexto de pacto al que los
individuos acceden en igualdad de condiciones. Para Pateman, lo que ese contrato esconde es un previo
contrato sexual, donde el hombre puede pactar libremente en el espacio público bajo un invisibilizado y
previo contrato sexual. Existe infinidad de literatura que puede servir para ilustrar este punto de vista.
4
Cf. los trabajos de Keller, E.F. (1985); Longino, H. (2002); y Harding, S. (1986).
5

lo anecdótico, aunque desde otras perspectivas tiene que ver con la propia
configuración de los discursos.

La visión dual del mundo ha prevalecido durante mucho tiempo en ciencia. La


separación entre forma y contenido ha marcado los incipientes estudios de la filosofía
de la ciencia. Esta distinción causa una estructura formal del conocimiento que,
desechando lo contingente, lo accidental y lo casual, otorga un esquema de
conocimiento certero, seguro y verdadero. La concepción heredada, hegemónica en
cuanto a los discursos metacientíficos durante buena parte del siglo XX, abogó por la
separación entre contexto de justificación y contexto de descubrimiento, priorizando
el análisis del primero. De este modo subrayaba la importancia de la forma,
produciendo así la estructuración del lenguaje, el uso de los enunciados, y el modo de
relacionarlos. De esta manera definía las condiciones en las que se producen los
enunciados veritativos. Sin embargo la imposibilidad de llevar a cabo este programa
derivó en nuevos planteamientos en los que se contemplan diferentes factores que
pueden atravesar esta separación entre forma y contenido5. De tal modo que, aunque a
ciertos niveles de abstracción sea posible separar los aspectos formales de aquellos
que no lo son, los enfoques basados en análisis exclusivamente formales muestran su
debilidad, sobre todo si reparamos en los marcos de producción científica donde al fin
y al cabo nos resulta imposible mantener la separación entre el contexto de
justificación y el de observación.

Las categorías sexuales de estructuración social se traducen en ciencia en sus


presupuestos básicos y en su estructuración formal. En cuanto a su estructura formal
podemos observar cómo la definición de pares opuestos (Amoros
Forma / Contenido
Sujeto / Objeto
Verdadero / Falso
Bueno / Malo
Público / Privado

sitúan y ordenan la producción del conocimiento. Estas formas esquemáticas no se


relacionan sólo entre ellas como un par que tiene sentido tan sólo el uno para el otro,

5
Véanse, por ejemplo, Keller, E.F. (1985); Harding, S. (1986); Latour, B. (1999); Longino, H. (2002).
6

también podemos hacer otra clasificación por asociación:

Forma – Sujeto – Verdadero – Bueno - Público /y/ Contenido – Objeto – Falso – Malo - Privado.

La concepción heredada valoraba el primer bloque como lo positivo –de ahí el


nombre de positivismo lógico- relegando el segundo bloque a lo negativo, aquello que
puede llevar al error.

Problemáticas internas

Los discursos feministas ilustrados fueron capaces de visibilizar las


problemáticas que generaba la definición de un sujeto universal abstracto y neutral en
todos los órganos y disciplinas vinculantes en el ordenamiento vital. Desde estas
posturas se hacía hincapié en la falacia que suponía la concepción de un sujeto, ya
que éste siempre acaba encubriendo a un sujeto particular y muy concreto. De ahí las
estrategias políticas de representar un sujeto-mujer capaz de integrar lo que hasta
ahora se había mantenido silenciado. Para muchas, la definición del sujeto-mujer
posibilitaría no sólo la representación de las mujeres a nivel social, jurídico, político y
epistémico sino también un giro importante de lo representado. Siguiendo esta
estrategia, la unión entre representación y representado podría dar cuenta de relatos
acordes a la realidad. De esto se deduce que sería suficiente con la incorporación de
ese sujeto-mujer a todos los órdenes vitales, de forma que lo que signifique ser mujer
se cosifique en sus propias prácticas.

Con el tiempo fueron surgiendo voces disidentes y críticas internas de enorme


interés. Tales voces, motivadas por un lado en lo académico por posturas
deconstructivistas o postmodernas y por el otro por la propia experiencia de las
activistas, comenzaron a verter nuevas visiones sobre ese sujeto-mujer. De algún
modo este sujeto reproduce el interés ilustrado de definir elementos universales y
neutrales vinculados a la representación. Esto provoca la invisibilidad de todo aquel
agente que no caiga bajo el esquema por el cual se define a ese sujeto genérico. Así
7

desaparecen agentes vinculados a etnia, clase u opción sexual6.

Antes de comenzar con las aportaciones de teóricas como Butler o Haraway,


quisiera que reparemos en un matiz de impredecibles dimensiones debido a que
muchos de los debates centrales se quedaban en un eje previo, a saber, determinar
cuál es el elemento esencial que debe definir al sujeto in-visibilizado hasta ahora. Las
voces de las que hablo pueden definirse como sujetos híbridos situados a caballo
entre diferentes experiencias y contextos donde resulta imposible definir un solo eje
central que configure sus identidades. En lugar de representar sujetos político-
epistémicos atravesados por un solo eje contingente, problematizan realidades de
voces de identidad diversa o de frontera7. Señalar un núcleo de discriminaciones y
realidades comunes deriva en la esencialización de un sujeto que con el fin de ser
representado olvida discursos externos a esos núcleos comunes negando la
representación de otras realidades. Al parecer la lógica perversa de la representación
obliga a aquellas que quieren hacerse presente a acotar el marco teórico que las haga
visibles, bajo el riesgo de que metonímicamente la parte acabe sustituyendo al todo.

No se trata de establecer una oposición fuerte entre ambas posturas ya que en


la mayoría de los casos son numerosas las conexiones. Mas bien se pretende señalar
la diversa gama de matices que configuran las diversas posiciones y las aportaciones
que pueden emerger de se la articulación de ambas. Para ello quisiera reparar en dos
líneas de investigación que pueden caer bajo la categoría de estudios de género,
ciencia y tecnología. Se trata de las Nuevas Tecnologías de Reproducción (NTR) y el
caso de la Transexualidad. Para el estudio crítico de las NTR la utilidad del sujeto-
mujer ilustrado guarda cierta vigencia. Aunque exista una apropiación de la esfera
pública de la práctica reproductora, la intromisión tecnológica esta motivada por los
valores y creencias que igualan el concepto de mujer al de madre. En este contexto se
acentúa la relatividad del éxito de estas biotecnologías, ya que el número de
embarazos logrados es muy bajo, y a ello debe sumarse lo agresivo del proceso para
el cuerpo de las mujeres que probablemente acarrearán serios problemas de salud
durante todas sus vidas. Para el segundo caso, la transexualidad, existen divergencias

6
Butler, J. (2001, 2004); Haraway, D.J. (1989).
7
Anzaldúa, G. (1987).
8

en las interpretaciones críticas desde el género. Para unas, el quirófano se encarga de


estabilizar la disección del mundo en dos géneros. Del mismo modo que las top
models o las Miss reafirman los valores de género impuestos por unas sociedades
misóginas, las operaciones de cambio de sexo y los sujetos que a ello se prestan
reafirman dichos valores encajonándose en el orden heterocentrado. Desde otra
perspectiva se plantea la capacidad de los agentes tecnotransformados para la
resignificación de las concepciones de género y sexo. Ya que dicho agente no debe
concebirse como un idéntico de aquello de lo que se apropia. La propia terminología8
refiere a un proceso en el que el agente (que por ejemplo, pase de ser una mujer a ser
un hombre) no se autodefine como hombre sino como hombre-trans o FtoM. Con ello
se pretende dar cuenta de la situación de frontera que caracteriza a dicho agente
puesto que no se considera un idéntico de aquello que emula. Ningún hombre ni
ninguna mujer guardan la vivencia de haber pertenecido al otro sexo. Lo que ambas
posturas guardan en común es la dura crítica a la unión entre tecnociencia y Derecho.
La ley imposibilita que cualquier agente cambie la tildación sexual de su nombre. En
algunos Estados para que el cambio de nombre pueda darse es necesario un cambio
de sexo completo.

Estas aportaciones muestran las problemáticas representacionales de las


identidades definidas esencialmente. No solo en el ámbito de lo humano, también en
cuanto animales, naturaleza, máquinas, organismos, colectivos... En este campo son
de estimar las aportaciones de Donna Haraway, cuyo trabajo se encamina en la
ruptura de fronteras en tres niveles determinantes para los presupuestos básicos en
ciencia:

 la diferencia entre los sexos;

 la diferencia entre ser humano, animal y naturaleza; y

 la diferencia entre ser humano y máquina.

Son identidades que se han concebido separadas y que posibilitan una


aparente ciencia neutral. A mi juicio, la ciencia juega a ordenar, clasificar,

8
En los colectivos de transexuales la terminología estándar es la siguiente: mujer-trans o MtoF para el
proceso de hombre a mujer, y hombre-trans o FtoM para el proceso de mujer a hombre.
9

transformar y crear los elementos que nos rodean. Mi propuesta va encaminada a


politizar este campo de forma que puedan identificarse cuáles son los elementos que
debemos tener en cuenta en el campo de la toma de decisiones. Pero tal vez para ello
las metodologías sean atípicas y las voces expertas deban mezclarse con voces
populares, sexuales, de color, “para ver el mundo en tonos rojos, verdes y
ultravioletas, es decir, desde las perspectivas de un socialismo todavía posible, un
ecologismo feminista y antirracista y una ciencia para la gente”9. Para ello es
necesario un replanteamiento en ciencia y sobre todo una propuesta asequible.

De lo unidimensional a la pluralidad de perspectivas

Desde la reflexión teórica se trata de facilitar nuevos espacios y formas para


hacer ciencia, pero esta reflexión es inviable sin un enriquecimiento que surja de las
propias prácticas. La concepción cultural de la naturaleza y las rupturas de las
metodologías establecidas en las prácticas científicas acarrea la crítica del “todo vale”
(“anything goes”) que puede deducirse de estas posturas. Pero no debemos olvidar
que estas propuestas posibilitan concebir nuevos agentes con voz en sus decisiones.
El cyborg de Haraway, mutante híbrido humano, animal y tecnológico, encuentra su
correlato en las prácticas tecnocientíficas: monos que viajan al espacio, implantes de
silicona, cambios de sexo, tecnologías de reproducción, nanologotipos de IBM
realizados con átomos, etc. Las realidades que poblamos son híbridas, no podemos
diferenciar qué es naturaleza, qué sociedad y qué cultura. Pueden contarse muchos
siglos desde que el ser humano convive con sus producciones artificiales. Motivado
principalmente por la aceleración en la producción tecnológica de estos dos últimos
siglos, cada vez se hace más evidente el camino a través del cual la transformación-
resignificación de entornos y organismos, la deconstrución derivada de las múltiples
formas de vivenciar y experimentar dichas transformaciones, revierte en nuevas
significaciones. De aquí la imposibilidad de mantener las distinciones a las que
aludíamos. De esta forma se concibe la ciencia ficción como una red de cyborgs-
actores-actantes donde la vieja concepción de sujeto y objeto deja paso a una relación
activa entre las diferentes partes implicadas en la producción y aplicación de

9
Haraway, D.J. (1999).
10

conocimiento: “la teoría aquí es sumamente corporal, y el cuerpo es un colectivo; es


un artefacto histórico constituido por humanos así como por actores no humanos
orgánicos y tecnológicos”10.

En cuanto a la articulación de voces propias que puedan incluirse en la esfera


de toma-de-decisiones el siguiente ejemplo resulta ilustrativo. Se trata de Chico
Mendes, activista por la transformación mundial asesinado en diciembre de 1988:

“Una parte crucial de la clarividencia de Mendes por la que fue asesinado


fue la constitución de los recolectores y las poblaciones indígenas de la selva como,
según dicen Hecht y Cockburn, “los verdaderos defensores de la selva”. Su posición
como defensores se deriva no de la idea de naturaleza amenazada sino de una
relación con “la selva como instrumento de su propia lucha elemental por su
supervivencia” (...) Su autoridad no emana del poder para representar desde la
distancia, ni de un estatus ontológico natural, sino de una relacionalidad social
constitutiva en la que la selva es una compañera esencial, parte de la encarnación
natural/social.”11
Desde estar en-el-mundo y contemplando nuestra constante apertura hacia el
entorno (a través de cavidades que integran en nuestro organismo víveres u oxigeno
del mismo modo que expulsan heces y diversos flujos) son considerables las
representaciones que no abogan por la sustitución metonímica sino por una
concepción que asume que cualquier representación está inmersa en complicadas
redes entrelazadas, cuyo ejercicio más estéril es el de tratar de separar o diseccionar
los nodos de sus uniones.

Para una renovada perspectiva naturalizada de la filosofía de la ciencia,


reparemos en la siguientes afirmaciones de Lynn Margulis:

“¿Podría darnos una definición de vida, de todas maneras?


Sí, veamos...se puede decir que es un sistema de materia que puede escoger, que tiene
identidad. ¿Y por qué tiene identidad? Porque tiene membrana, siempre tiene una membrana que
define el objeto respecto del medio en el que se encuentra. Es un sistema siempre activo, con un
gran intercambio de componentes y, además, hay un flujo de materia y energía de manera que
puede automantenerse. Aquí está la diferencia; un virus se comporta como un ser vivo si está
dentro de una célula, pero por él mismo, sólo, se comporta como si fuera un granito de sal.” 12
Así podemos concluir que no existe ningún elemento identitario esencial
unido a la vida, sino que de algún modo guarda relación con la autonomía de los
elementos separados por membranas o piel, lleno de intercambios situados en

10
Ibíd., pág. 137.
11
Ibíd., pág. 136.
12
Lynn Margulis: www.uv.es/metode/anuario2001/31_2001html.
11

contextos.

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